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DEL EXPEDIEI^ITE DE LEY AGRARIA AL I1^iFORME DE JOVELLANOS Por Gonzalo Anes De la Real Academia de la Historia La coveniencia de dedicar mayores extensiones de tierra al cultivo de cereales y a viñedos y olivares explica el aumento de las roturaciones en la España del si- glo XVIII. No es del caso describir aquí las modalidades de estas roturaciones, hechas en pastizales y en zonas de matorral o montuosas. Contribuyeron a que aumentara la producción agrícola, aunque el cultivo se extendiera a tierras de mala calidad, situadas, a veces, en laderas de colinas y montañas, y sometidas a la erosión. Era fre- cuente que las roturaciones se hicieran en tierras delga- das, con una ligera capa de materia orgánica. La falta de lluvias comprometía la cosecha en esas tierras de mala calidad, o marginales, como suelen ser calificadas en el vocabulario de la economía neoclásica. El cultivo en estas tierras contribuyó a que aumentara la producción de las explotaciones agrarias que se vieron acrecentadas por las roturaciones en las superficies que se dedicaban 69

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DEL EXPEDIEI^ITE DE LEY AGRARIAAL I1^iFORME DE JOVELLANOS

Por

Gonzalo AnesDe la Real Academia de la Historia

La coveniencia de dedicar mayores extensiones detierra al cultivo de cereales y a viñedos y olivares explicael aumento de las roturaciones en la España del si-glo XVIII. No es del caso describir aquí las modalidadesde estas roturaciones, hechas en pastizales y en zonas dematorral o montuosas. Contribuyeron a que aumentarala producción agrícola, aunque el cultivo se extendiera atierras de mala calidad, situadas, a veces, en laderas decolinas y montañas, y sometidas a la erosión. Era fre-cuente que las roturaciones se hicieran en tierras delga-das, con una ligera capa de materia orgánica. La falta delluvias comprometía la cosecha en esas tierras de malacalidad, o marginales, como suelen ser calificadas en elvocabulario de la economía neoclásica. El cultivo enestas tierras contribuyó a que aumentara la producciónde las explotaciones agrarias que se vieron acrecentadaspor las roturaciones en las superficies que se dedicaban

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a labor. A1 ser las tierras de roturación reciente de peorcalidad que las que se venían labrando, tendió a sermenor el cociente de dividir la cosecha obteriida entre laextensión cultivada, cada año. Los precios alcanzadospor los granos, abolida la tasa y permitido el libre comer-cio de cereales en el interior del Reino, estimularon a loslabriegos a producir más. Para ello, roturaban tierras.También pudieron, en el caso de explotaciones agrariasno sometidas a servidumbres de pasto, disminuir elnúmero de hojas, en los terrazgos dedicados a labor, paracultivarlas con más frecuencia, al disminuir el tiempo deespera entre una siembra y otra. Pudo pasarse de culti-vos al cuarto (o a más años) al cultivo al tercio o al de añoy vez. En el caso de pueblos con sus suelos divididos enhojas, la rotación de cultivos solía estar fijada por orde-nanzas locales, o por la costumbre. Las parcelas, dentrode una misma hoja, tenían que ser sembradas en el tiem-po establecido, y se segaban las mieses en la época de sumaduración, de modo que, una vez recogidas las hacesde los campos, pudieran aprovechar los rastrojos losganados de los vecinos. En estos terrazgos, no cabía ladivisión en menos hojas, salvo si se modificaban lasordenanzas escritas, o la costumbre, para lo que eranecesario el acuerdo de todos los vecinos. Por ello, entales casos, las conveniencias individuales tuvieron quesupeditarse a las decisiones colectivas.

Al aumentar la frecuencia del cultivo, en las tierras delabor, fueron mayores las cosechas obtenidas, pero tam-bién disminuyo el coĉiente ya señalado, al estar menosabonadas las tierras. A1 ser menos el tiempo en que lashojas proporcionaban pasto para los ganados, disminu-yó la cuantía del abono animal distribuido en ellasespontáneamente por las reses que aprovechaban lashierbas. Cuando los terrazgos se dividieron en dos hojas,el ganado sólo permanecía en los rastrojos durante eltiempo comprendido entre la recogida del fruto hasta

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que se daba la primera reja de arado para barbechar esahoja, y prepararla para la siembra que se había de haceren la otoñada del año siguiente. Los rendimientos bajosen las tierras de mala calidad añadidas a la extensión cul-tivada, después de su roturación, ^y que también dismi-nuyeran los rendimientos en las hojas que comenzaron asembrarse con mayor frecuencia, tuvieron como resulta-do que tendiera a ser menor el cociente de dividir canti-dades cosechadas entre unidades de tiempo de trabajodedicadas al cultivo. Quizá quedaran en desuso, por labaja remuneración, algunas de las labores que solíanhacerse en el cultivo de cereales y que eran, después de laprimera reja de arado al barbechar, alzar la tierra, binar-la, mullirla y terciarla. Y, ya crecidas las mieses, escardaren abril o mayo.

A1 ser menores las superficies que proporcionabanpasto permanentemente, tuvo que disminuir el númerode cabezas de ganado estante. Esa disminución tal vez secompensase con el aumento del número de reses trashu-mantes. Sabemos que desde mediados del siglo XVIIIhasta 1780, el número de cabezas de ganado merino tras-humante paso de algo más de tres millones a casi cinco.Las tensiones y enfrentamientos entre labriegos y meste-ños aumentaron al oponerse estos a las usurpaciones encañadas y cordeles y aquellos a que los ganados trashu-mantes disfrutasen de los pastos en las tierras comuna-les abiertas, tan necesarios para alimentar a los ganadosestantes. Son conocidas las circunstancias de tales dis-cordias, las averiguaciones que se hicieron sobre las mis-mas y los informes recabados por el Consejo Real, con elfin de proponer al Soberano las medidas legales condu-centes a la resolución de los conflictos (1).

(1) Gonzalo ArrES: «La critica ilustrada a la Mesta como antecedentedoctrinal de la medida de disolucion del Honrado Concejon. Mesta, tras-humancia y vida pastoril (Madrid, 1994), págs. 159-188.

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El aumento de la renta de la tierra

A1 extenderse las siembras a tierras de peor calidadque las ya cultivadas, aumentó la renta. Contratos dearrendamiento y libros de cuentas de explotaciones agra-rias informan de la cuantía del aumento. También pro-porcionan cifras sobre ello los documentos que contie-nen quejas presentadas al Consejo Real sobre desahu-cios, subarriendos y mayores exigencias de los propieta-rios. Ya en noviembre de 1752, en escrito presentado alConsejo Real en nombre de los procuradores síndicosgenerales de los partidos de la Tierra del Vino, Pan ySayago, provincia de Zamora, se informa de las pujas yconcurrencia de labriegos para tomar tierras en renta. Seseñala que las comunidades monásticas, los colegios, lascofradías, las hermandades, los hospitales, las fábricasde las iglesias, las capellanías y particulares admitíanpujas de cuartas partes cuando ofrecían en renta sus pre-dios. También se afirma que las tierras estaban arrenda-das «en excesivas cantidades y en muchísimo más que sujusto valor y precio», siendo muy rara la heredad que loestaba «en solo lo justo». En el escrito, se presenta la con-currencia de demandantes, y que pujen unos con otroslos predios para quedarse con quienes ofrecieren unarenta mayor, como si todo se debiera al «odio y vengan-za entre los labradores, en despique de algunas leves dis-cusiones». A1 tomar los predios «por lo pujado o más», sedice que se arruinaban los labradores por quedar obliga-dos al pago de una «excesiva renta» (2). Corregidores,alcaldes mayores, intendentes presentarán al ConsejoReal quejas e informes en los que se señala que la ventade la tierra se ha duplicado en los años anteriores a lafecha en la que ellos escriben. Véanse los siguientescasos, que presento a modo de ejemplo: el corregidor de

(2) A.H.N., Sección de Consejos, legajo 1843, expediente num. 1.

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Salamanca, en 1773, informó a los Directores Generalesde Rentas, de que la mayor extensión de tierra de aque-lla provincia estaba en poder de mayorazgos, y manosmuertas, habiendo subido «hasta el último extremo lasrentas cíe sus heredades». El de Ponferrada expresará,también en 1773, que desde la publicación de la RealPragmática de abolición de la tasa de granos en 1765,«las rentas de comunidades, beneficiados y mayorazgos,fundadas en granos, han tomado tal aumento, que algu-nas reditúan casi duplicado y, las que menos, una terce-ra parte más que antes» (3). El Alcalde Mayor de DonBenito, al dirigirse al Consejo en 1766, señalará que, enaquella tierra, hay gran número de «pobres peujaleros»(o pegujaleros), y que los vecinos nada estiman tantocomo dedicar todo su esfuerzo a la labor «con el ansia desembrar». Dice no haber monte ni breña que no roturen,en lugares de hasta cuatro y cinco leguas de distancia delpoblado en que habitan. El aumento de la renta se debe,según el Alcalde Mayor, a que son «infinitos los preten-dientes» por lo que pagan lo que los dueños «quierenpedir» (4).

Llegan quejas al Consejo Realpor el aumento de Za renta de 1a tierra

Debido a las quejas que llegaban al Consejo sobre elaumento de la renta de la tierra, desahucios y suba-rriendos, por Real Provisión de 20 de diciembre de 1768se mandó a todos los corregidores, intendentes y justi-

(3) A.H.N., Sección de Consejos, legajo 4.152.(4) Cf. el extracto del escrito en el Memorial ajustado... sobre que se

pongan en práctica los diez v siete capítulos o medios que... propone el dipu-tado de las ciudades y provincias de Extremadura para fomentar en ella laagricultura y cria de ganados y corregir los abusos de los ganaderos trashu-mantes (Madrid, 1771), fol. 175.

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cias no permitiesen que se desalojase a los llevadores delas tierras y despoblados que tuviesen en arrendamien-to. Con tal medida, se hacía extensiva a todo el Reino laposesión de que gozaban los labradores de la tierrade Salamanca de no ser despojados de las tierras y pas-tos arrendados, en virtud de «ejecutorias antiguas ymodernas» (5). Se tomo tal decisión por creer que losdespojos eran perjudiciales para el buen orden en lalabranza. Fueron reiteradas las peticiones de que sefijara una tasa para impedir que aumentara la renta dela tierra.

Los labradores de las tierras de Tablada, de las queera propietaria la ciudad de Sevilla, se dirigieron al Con-sejo en el año 1776 señalando que las expresadas tierrasse arrendaban a pública subasta, que eran «multitud» lospostores, y que éstos se enardecían «al tiempo de laspujas». Era tal la concurrencia, que las tierras por lasque, hacia treinta años, se pagaba a razón de entre 30 y50 reales la fanega, venían a resultar, en 1776, «una conotra», en 180 reales. Las había de tan mala calidad que,según los labradores de Tablada que acudieron al Conse-jo, «ni aún a 15 reales merecía su fanega». Sabían que elaumento de la renta era «general en el Reino», aunqueafirmaban que «en ningún paraje» había llegado «al des-medido punto» que en las tierras de Tablada. Según loslabradores, se pagaba por su arrendamiento anual casi lacifra en que se tasárían si se vendiesen. El resultado eraque no se pudiese pagar con la cosecha «la mitad de losgastos», aunque fuese «el año pingiie». El «universaldesorden de las tierras» era causa, según los labradoresde Tablada, de que hubiese «tantos embarazos a lacomún felicidad». Solicitaban del Consejo que remitierael escrito a la Real Audiencia de Sevilla para que, ins-

(5) A.H.N., Sección de Consejos, libro 1.484, num. 89.

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tructivamente, se hiciese valuar por peritos la renta quepudiera exigirse por las tierras referidas (6).

Informes de los intendentes

El siete de abril de 1766 se envió a los intendentes,por la Secretaría de Estado y del Despacho de la RealHacienda, una orden en la que se les mandó que expu-siesen los medios que considerasen más convenientespara fomentar la labranza y la ganadería, el plantío deárboles y otras cosas con todo ello relacionadas. En res-puesta a la Real Orden, los intendentes de Soria, Burgos,Ávila y Ciudad Rodrigo, y los sexmeros procuradoresgenerales de las tierras de Salamanca, Ciudad Rodrigo yLedesma enviaron informes en los que exponían su pare-cer sobre el estado de la agricultura en sus demarcacio-nes. Con nueva Real Orden de dos de abril de 1767, seremitió al Consejo una consulta hecha a Su Majestad porla Junta General de Comercio el seis de octubre de 1764sobre las medidas que podrían adoptarse para el fomen-to de la agricultura en España. Se quería que el Consejotuviera presente el dictamen de la Junta, cuando tratasede los problemas agrarios. Por entonces, llegó al Conse-jo una representación de la ciudad de Sevilla en la que sepedía que se fijase una tasa para los arrendamientos delos cortijos y que se decretase cual habría de ser el núme-ro máximo de fanegas de tierra que pudieran cultivar loslabradores mayores. Se quería, con estos controles, queno quedase «en pocas manos» algo tan importante comola alimentación «y sustento de todos los vasallos», demodo que pudieran subsistir los pequeños labradores.Informó sobre el asunto la Real Audiencia de Sevilla, el14 de agosto de 1767. Hubo nuevas peticiones de que se

(b) Pieza T del Expedzente General de Ley Agraria. Cf. Gonzalo At^rES:La Ley Agraria (Madrid, 1995), pág. 35.

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fijase una tasa para la renta, sin que llegase a prosperartal pretensión, quizá por estar convencidos los miembrosdel Consejo Real de que era contradictorio haber abolidola tasa de los granos en 1765 y fijar después una sobre larenta de la tierra en que se producían. Sí se oyó a losdiputados y Síndico del Común de Jerez de la Fronterasobre que se prohibieran los subarriendos de tierras. ElConsejo solicitó informe al Ayuntamiento de la ciudadrespecto a la ley agraria que convendría establecer. Unavez que se recibió, y a la vista de lo alegado por Diputa-dos y Personero,.y con el informe del Fiscal, el Consejo,por Auto de cinco de febrero de 1768, mandó que, en eldistrito de Jerez, nadie arrendase mas extensión de tierraque la que pudiese necesitar para su propia labranza,prohibiendo cualquier clase de subarriendos, a la vez quese daba preferencia a los vecinos, respecto a los foraste-ros, para tomar las tierras en renta. Tales restricciones ala libertad de contrato obedecían a la falta de formaciónteórica de los componentes del Consejo Real. Una vezmás, se tomaban decisionés sobre problemas que seplanteaban con urgencia de solución y, para no demo-rarla, se concedía lo que solicitaban los reclamantes.Jovellanos, en el In forme de ley agraria, expondrá cual esla función desempeñada por los intermediarios en unmercado, y la justificará con el debido razonamiento teó-rico. El Consejo toma estas decisiones intervencionistasen 1768. En 1776 se publicó la Riqueza de las Naciones.Jovellanos argumentó a favor de los intermediarioscuando escribió el In forme sobre la Ley agraria, despuésde reiteradas lecturas de la obra de Adam Smith.

El interés del Consejo Real por las cuestiones agrariaspareció acrecentarse con motivo de las reclamaciones delos Diputados y Síndico del común de Jerez de la Fron-tera. Tomó más noticias sobre el «estado de la agricultu-ra» en aquella tierra, y acordó solicitar informes a losintendentes de los cuatro reinos de Andalucía sobre la

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Ley Agraria que convendría promulgar, respecto a prohi-bir el subarriendo de tierras, fijar el número de yuntas ocabida equivalente de tierra que pudiera cultivar, comomáximo, un «dueño labrador»; dar preferencia a los veci-nos seculares en los subarriendos, duración y prórrogade éstos y modo de fijar la renta en una cantidad de fru-tos con objeto de que fuese «igual la condición del dueñoy del colono, sin olvidar los medios de reducir a puebloslos cortijos y los demás que pudieran proporcionar laposible igualdad a los vasallos de S.M. en el aprovecha-miento de tierras para arraigarles y fomentar su indus-tria». Los informes solicitados, una vez en poder del Con-sejo, habrían de pasar al Procurador General del Reinopara que pudiera emitir su parecer. A la vista de todo loactuado y de los informes, habría de dictaminar el Fiscaldel Consejo (o los fiscales).

Prohibición de subarriendos.Se forma el expediente general de ley agraria

Una nueva denuncia de la práctica de subarriendosen la villa de Mijares, de Granada, motivó que el Conse-jo acordase, en febrero de 1768, que se expidiese Provi-sión prohibiendo la «reventa de terrazgos» y encargó alas justicias de los Ujijares que no consintieran talessubarriendos. Añadió el Consejo que no era sólo esteabuso el que atrasaba «la labranza en Andalucía», sino lafalta de una ley agraria que fijase que nadie pudiera tenermás de cuatro o seis yuntas, para que la agricultura estu-viese «en muchas manos» y los cortijos, por este medio,se convirtiesen en otros tantos pueblos. Acordó tambiénque informasen sobre el particular los intendentes deSevilla, Córdoba, Jaén, Granada, La Mancha y Extrema-dura. El 11 de marzo de 1768, les fueron enviadas lasórdenes oportunas. Los intendentes -salvo el de Extre-

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madura- enviaron sus informes al Consejo. Una vez leí-dos, el 13 de marzo de 1768 se mandó uriir los expedien-tes que se tramitaban en razón de promulgar una leyagraria. Se acordó que dictaminara sobre ello el MinistroDecano de la Audiencia de Sevilla, don Francisco de Bru-na y Ahumada y que viera lo actuado el ProcuradorGeneral del Reino, para que, con todos los dictámenes,acabara la documentación en poder del Fiscal del Con-sejo, que lo era entonces don Pedro Rodríguez Campo-manes (7). El 17 de octubre de 1771, Campomanes, a lavista de tantos documentos y dictámenes, expuso lo con-veniente de que el relator formara memorial ajustado, oresumen del voluminoso expediente. Examinada la cues-tión como «asunto general», habría de tenerse un cono-cimiento detallado de los hechos, para proponer «lo másconveniente a la felicidad pública del Reino». Una vezjuntas las 67 piezas de autos que formaban el expedientegeneral de ley agraria -y que luego aumentaron hasta elnúmero de 99-, acordó el Consejo, el 19 de agosto de1777, remitir toda la documentación a la Real SociedadEconómica de Amigos del País de Madrid, con el memo-rial ajustado. Dos meses antes, Campomanes habíamanifestado lo conveniente de que dictaminara la Socie-dad (8).

El expediente de Zey agrariaen la Real Sociedad de Amigos del País

Cuando se recibió el expediente general de Ley agrariaen la Real Sociedad de Amigos del País, en Junta de 23 deagosto de 1777, se acordó que pasase toda la documen-tación a la clase de agricultura para que se estudiase en

(7) Véase el estudio de este proceso en mi libro, ya citado, La LeyAgraria, págs. 137-143.

(8) Ibid.

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ella. En la clase, se tomó la decisión de convocar reunio-nes extraordinarias. Después de la lectura del memorialajustado, los miembros de la clase de agricultura encar-garon a don Francisco Fernández Molinillo, integrantede ella, que extendiese el informe solicitado. Este, alpoco tiempo de recibir el encargo, se dio por vencido ymanifestó no poder cumplirlo, dada la complejidad delos asuntos incluidos en el memorial y lo imposible queera, para él, proponer las soluciones que se le habían soli-citado y que habría de contener la ley general de agricul-tura. Pasaron los meses y los años sin que se llegara aconcretar nada respecto al informe solicitado a la Socie-dad. E127 de septiembre de 1783, la Real Sociedad acor-dó que se constituyese una Junta Particular de ley agrariade la que formasen parte miembros dé la clase de agri-cultura y representantes de la de industria y de la de ofi-cios. La Junta se reunió por primera vez e121 de octubrede 1783. El 26 se tomó el acuerdo de que, por ser elMemorial ajustado de ley agraria «el norte» de cuantohabría de tratarse, era necesario hacer presente al Con-sejo que se imprimiese para que todos pudieran leerlocómodamente. En sesión del día 30 del mismo mes seacordó asimismo que sería conveniente solicitar que seimprimiese también el memorial ajustado hecho por elRelator Reboles, con los autos causados a instancia dealgunos arrendatarios de la tierra de Segovia. Así lo soli-citó al Consejo la Sociedad de Amigos del País el 16 denoviembre de 1783. El seis de noviembre de 1784, donPedro Escolano de Arrieta remitió a la Sociedad, deorden del Consejo, las 99 piezas de autos que formabanentonces el expediente general de ley agraria y doce ejem-plares del Memorial ajustado, impreso, en el que se resu-mía el contenido de aquella copiosa documentación. EnJunta general de la Sociedad, celebrada el 11 de diciem-bre de 1784, fueron nombrados tres nuevos miembros dela Junta Particular de Ley agraria. Se reanudaron las

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sesiones de esta Junta el 12 de enero siguiente. En lasesión de ese día, se acordó el método a seguir y el ordenconducente a terminar el Informe. Jovellanos, que eraentonces director de la Sociedad, propuso que se fijasen«aquellos puntos cardinales y principales» que incluían,«en sí, otros accesorios»: la libertad en la compra-ventade tierras, la división de éstas, cerramientos, tierrascomunales y concejiles, duración, precio y materia de losarrendamientos rústicos, ganados (mesta, pastos, pra-dos, dehesas), «y así, otros». Los presentes en la referidasesión de 12 de enero de 1785, ĉonvinieron en fijar losexpresados puntos y acordaron que, en la sesión siguien-te, tratase cada miembro de la Junta de los que les pare-ciesen «más atendibles, en virtud de la lectura reflexio-nada del Memorial ajustado. En junta de 27 de enero de1785, Jovellanos aludió a varios temas relativos al conte-nido del Memorial y a otros asuntos que, por referirse ala agricultura, no podían, a su juicio, omitirse en elIn forme. Se encargó a cada miembro de la Junta queest•diase aquel punto para el que se sintiese con máspreparación. Jovellanos se encargó de tratar del comer-cio interior y exterior de cereales.

Los componentes de la Junta particular de ley agrarianecesitaban la colaboración de miembros de la clase deagricultura que no participaban en la elaboración del.Informe. Se quería que cada uno de los que componían laJunta, y quienes pudieran colaborar en sus trabajos,escribiesen una memoria en la que pudieran tratar delasunto encomendado «como de un objeto de la legisla-ción puramente, y sin incluirse en observaciones físicas,naturales y prácticas», sino en cuanto tuviesen relación«con este mismo objeto». Sólo tres escribieron la memo-

ria solicitada.Los miembros de la Junta particular de ley agraria no

se reunieron desde febrero de 1785 hasta el mismo mesde 1787. Al fin, se reanudaron las sesiones y hubo nuevas

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propuestas de trabajo. En junta de 17 de septiembre, setrató, de nuevo, sobre el método que convenía adoptarpara eĉcribir el informe solicitado por el Consejo.

Jovellanos, Amigo del País: su formación

La formación de Jovellanos como economistacomenzó en Sevilla cuando residió en la ciudad comoalcalde del crimen de la Audiencia desde marzo de 1768y como oidor de la misma desde marzo de 1774. En Sevi-lla asistió a la tertulia de Olavide, del que se considerósiempre amigo. También trató, por aquellos años, a Mar-tín de Ulloa, hermano del autor de las famosas Noticias

secretas de América; a Ignacio Luis de Aguirre quienposeía buenos libros extranjeros, reunidos en sus viajespor distintos países de Europa; a Francisco de Bruna yAhumada, inteligente coleccionista de obras de arte y debustos, pedestales y lápidas romanas y árabes, medallasy camafeos y con un buen gabinete de Historia Natural yexcelente biblioteca. El conde del Aguila y los marquesesde Caltójar y de Torreblanca asistían también a la tertu-lia de Olavide, junto con Miguel Maestre, magistrado dela Audiencia, J. Antonio Domezain y Cándido María Tri-gueros. Todos contribuyeron a que Jovellanos fueseconsciente de su ignorancia y a que quisiese cultivarse.Para ello, comenzó a formar su biblioteca, en la que lle-gó a reunir obras de Voltaire, de Montesquieu, de Condi-llac, de La Fontaine, de Marmontel, de Hume, de Young,de Pope. No faltaba, en la biblioteca de Jovellanos, lafamosa Encyclopédie ou dictionnaire des sciences, des artset des métiers, dirigida por Diderot y D'Alembert. La ter-tulia de Olavide, celebrada en los Reales Alcázares deSevilla entre 1767 y 1773, fue el centro difusor de lasluces, en la ciudad. La asistencia a la tertulia y la necesi-dad de intervenir en la conversación impulsaron a Jove-

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llanos a estudiar economía. En 1777, le recordaba Cam-pomanes que la economía política se debería «enseñarantes que Vinio» [Arnold Vinnen] y que «nadie deberíaser admitido a la toga sin sufrir un examen en este ramoesencial de la prudencia civil (9). En ese mismo año,Jovellanos se interesa por el «Discurso sobre agricultu-ra» que Campomanes ofrecía en el Discurso sobre elfomento de la industria popular cuando afirmaba que era«la basa de la felicidad pública» (10). Jovellanos, en1796, reconocerá que el estudio de la legislación le habíallevado enseguida a reconocer que todos los conocimien-tos necesarios para adentrarse en la ciencia el más esen-cial era el de la economía civil o política. Ya en 1772,extractó las Meditazioni sull'economia politica de PietroVerri. En 1775, tradujo el Essai sur la nature du commer-ce en géneral, de Cantillon, aunque no llegó a publicar sutraducción. El informe que escribió en 1782 sobre el pro-yecto de un banco nacional está influido por la lectura deCantillon. Fue lector de Lami des hommes, de Mirabeauy de la obra de Condillac Du commerce et du gover-nement, que pensará deberían leer y meditar los amigosdel país por encontrarse en ella «los principios de la cien-cia económica sólida y concluyentemente estableci-dos» (11). También fue lector de los Discursos políticosde Hume y los Diálogos sobre el comercio de granos délabate Galiani.

Las lecturas de obras extranjeras permitieron a Jove-llanos examinar las cuestiones económicas mediante lautilización de nuevos esquemas teóricos. Él era buenconocedor de las obras de los escritores políticos delsiglo XVII pues había leído los apéndices al Discurso

(9) Carta de Campomanes a Jovellanos fechada en Madrid a 14 deoctubre de 1777. Obras de Jovellanos, II (Oviedo, 1985), págs. 97 y 98.

(10) Págs. VIII y IX del mismo.(11) Obras de Jovellanos. B.A.E., Tomo XLUI, pág. 440.

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sobre la educación popular de los artesanos y su fomento,y otros escritos a los que se refirió y cuya lectura reco-mendó, en 1781, en el Discurso dirigido a la Real Sociedadde Amigos del País de Asturias, sobre los medios de pro-mover.la felicidad de aquel Principado (12).

En los años 1784 y 1785 Jovellanos ya tenía noticia dela obra de Adam Smith. Lo reflejan los informes queescribió sobre el fomento de la marina mercante y sobreel libre ejercicio de las artes. Sabemos que leyó una tra-ducción francesa,. anónima, editada en 1778-1779 en laHaya y que extractó partes de la obra. El marqués delCampo, embajador en Londres, le mandó un ejemplar dela Riqueza de las Naciones, en inglés, en agosto de1790 (13). La lectura de la obra inspiró el planteamientogeneral que hizo para escribir el Informe sobre la LeyAgraria. Sabemos, por los Diarios, que Jovellanos leyó laobra de Smith, por cuarta vez, desde mayo a noviembrede 1796. En el que escribió el nueve de ese mes señalaráque «concluye la lectura de Smith, y es la cuarta: Seties

repetita placebunt» (14).

Jovellanos y su exposición de los malesque padecía la agricultura en España

Como miembro de la Junta particular de Ley agrariaen la Real Sociedad Económica de Madrid, Jovellanosexpuso sus ideas sobre agricultura en sesión de 17 deseptiembre de 1787. Manifestó en esa sesión que todoslos males que padecía la agricultura tenían su origen enla legislación ya que era evidente que cuantas causas sehabían señalado por los miembros de la Junta como cau-

(12) Ibídem, págs. 440-441.(13) Obras completas de Jovellanos, II(Oviedo, 1985), págs. 410-413

y 435-436.(14) Dzarios, (edición de Angel del Río) Oviedo, 1954, II, pág. 293.

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santes de la decadencia de la agricultura procedían de lasleyes. Parece que Jovellanos convenció a los miembrosde la Junta, por «explicar con bello orden la encadena-ción de las causas de la decadencia que se habían nota-do, bajo este principio». Le oyeron todos «con particulargusto». Convinieron que el plan que proponía Jovellanosera el más sencillo y breve y, por tanto, el más apropiadopara cumplir pronto el encargo que tantas veces habíareclamado el Consejo Real. Por oficio de 19 de septiem-bre, la Junta encargó a Jovellanos de que escribiese elplan que había expuesto oralmente y que lo presentase

para su aprobación. A1 fin, se le encargó de escribir elin forme, sin señalarle plazo para ello, a causa de lasmuchas ocupaciones que tenía. A1 aceptar, Jovellanos sesintió obligado a leer las obras de autores que habíanescrito sobre agricultura, y pidió información a personasilustradas, en casi todas las provincias del Reino. Tam-

bién se sirvió de notas sobre viajes hechas en diversasépocas, en varias provincias de España (15). Las cartas

de Cabarrús tienen su origen en este encargo aceptadopor Jovellanos (16).

(15) Cf. GONZALO ANES «El informe sobre la ley agraria y la RealSociedad Económica Matritense de Amigos del País». Publicado enHomenaje a don Ramón Carande, I(Madrid, 1963), pags. 23-56.

(16) Cabarrús, en el prólogo de las Cartas, fechado en Vitoria el 30de septiembre de 1808, dice haberlas escrito para exponer sus propiasreflexiones sobre la administración pública, sus vicios y las reformasque le parecían más oportunas. Señala que en las Cartas pueden verse«cuales eran los vínculos de tierna amistad» que le unían con Jovellanos,en los tiempos de desgracia, que contribuyeron a cimentar «su recípro-ca estimación», y a acrecentarla el tiempo, y persecuciones posteriorestal vez, añadiendo en ambos «mayor anhelo de la felicidad común». Car-tas sobre los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes oponen ala felicidad pública, escritas por el Conde de Cabarrús al Sr. D. Gaspar deJovellanos y precedidas de otra al Príncipe de la Paz. Tercera Edición,(Madrid, 1820).

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Jovellanos comienza a escribir el Informesobre la Ley agraria

En enero de 1791, Jovellanos ya tenía escrito el plany reunidos los materiales que habrían de servirle paracumplir el encargo de hacer el Informe. A1 fin, lo conclu-yó el dos de febrero de 1794, aunque hasta e121 de abrilno terminó de repasar y corregir lo escrito, añadiendoaún algunas notas.

E126 de abril envió el Informe al Secretario de la RealSociedad, don Policarpo Sáenz de Tejada Hermoso,acompañado de un oficio que dirigía a la Corporación yde los documentos que obraban en su poder sobre lamateria (17). E128 de mayo, en carta a don José de Gue-vara Vasconcelos, le recomienda el Informe, pues piensaque tendrá en él «alguna sombra que le libre de males ypeligros». Encarga a Guevara de leer el Informe en laReal Sociedad, cosa que piensa no resistirá el SecretarioSáenz de Tejada, «siquiera por no verse empeñado entantos latines». Jovellanos sabe cuanto «puede ganar operder una obra en ser bien o mal leída», por lo que noquería que la suya -el Informe- perdiera la ventaja deque la leyera Guevara, por su «expresión», y por su inte-ligencia. Supone que la lectura del In forme se hará «enplena sociedad», por lo que considera «precaución teme-raria» suponer que entre tantas y tan variadas cabezas«no habrá alguna que no apruebe nuestros principios».Como se ve, consideraba a Guevara acorde con él en loconcerniente al contenido del Informe. Espera que los

(17) Carta a don José de Guevara Vasconcelos, fechada en Gijón el28 de mayo de 1794. Gaspar Melchor de Jovellanos: Obras completas,Tomo II (Oviedo, 1985), págs. 639-641. La carta se guarda en el Archivode la Real Sociedad económica de Madrid, legajo 82, núm. 41, junto conel oficio a que en ella se refiere, y que permanecía inédita hasta que yo lopubliqué, como apéndice al trabajo incluído en Homenaje a don RamónCarande, cit.

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apruebe el mayor número de socios, y que la autoridad ypersuasión de Guevara Vasconcelos puedan bastar areducir a los disconformes» a un asenso pasivo y a evitarcontradicciones y bullas «que habrían de serle a Jovella-nos indiferentes -señala- «si lo pudiesen ser para unobjeto tan importante». Si el informe fuese aprobado porla Sociedad, sabe Jovellanos que entonces debería «subirinmediatamente al Consejo». Parece no dudar de que, ental caso, la Sociedad estaría «dispuesta a imprimirle". Sino tuviera «proporción para hacerlo» piensa Jovellanosque la corporación puede solicitar del Consejo, en el mis-mo oficio de remisión, o separadamente, el permisooportuno, «fundándole en dos grandes razones: primero,en que es parte de un expediente impreso» (el Memorialajustado) y, segundo, en que sóló si se imprime puede«ser leído y reflexionado por los señores votantes». Encaso de que llegue a imprimirse el Informe, Jovellanosquiere que sea Guevara quien se encargue de dirigir ycorregir la impresión. Sabe que la copia que ha enviadoa la Sociedad «es muy incorrecta en su ortografía», y quees cosa que no puede olvidarse «en obra tan larga» en laque fueron precisas algunas notas y citas y en la que hayque cuidar «la exactitud y limpieza de la edición». Estosson los deseos de Jovellanos. Por si Guevara los juzgaratemerarios, al suponer que tiene su obra «en más de loque acaso vale», le dirá que no puede negar «que la es-tima», y que le ocupó «todos los instantes» que pudorobar a sus «primeras ocupaciones»; que para escribirla,«ha estudiado mucho» y«meditado mucho más» y que,sea el que fuere su mérito, es lo mejor que pudo hacer ylo más a que pudo llegar. Sabe que pudiera «haber dichomás en cuanto a amortización, mayorazgos, contribu-ciones» (18). Mientras escribió el Informe, residiendo en

(18) La carta de Jovellanos a Guevara Vasconcelos de 28 de mayo de1784 la escribió el 24 de marzo del mismo año, pues en el Diario de ese

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Gijón, Joyellanos pudo reflexionar sobre cómo podíaescribir de modo que fuesen aceptadas sus ideas, sin queresultaran contrarias a las que pudieran sustentar losmás conservadores Amigos del País. Y, así, en la expresa-da carta a Guevara dirá: «usted, que conoce cuanto hayque vencer para llegar en estos puntos a conseguir algo[amortización, mayorazgos, contribuciones], hallará talvez que he puesto el tiro muy adelante. No basta ver adonde se debe llegar: es preciso no perder de vista el pun-to de que se parte» (19).

EI In forme en la Real Sociedad Económicade Amigos del País de Madrid

Sabemos que Jovellanos envió el In forme a Madridpor don Pedro Valdés Llanos y que éste se lo entregó, tam-bién sin leerlo, a Arias de Saavedra, quien parece que lodepositó, sin leerlo, en la Sociedad de Amigos del País(20). Guevara acusa recibo de la carta e128 de mayo, des-de Aranjuez. Califica de «agradable» la noticia de haberconcluido Jovellanos «felizmente la grande obra de la LeyAgraria». Con el fin de que el informe «no fuese expuestoa la censura de los ignorantes», dice abandonar los asun-tos personales que le han llevado al Real Sitio para pasarenseguida a Madrid a verse con el Secretario de la Socie-

día anota Jovellanos: «Carta al abate Guevara, para que se encargue deleer en la Sociedad el Informe de Ley Agraria». Le parece que es prontoporque su secretario, Acevedo, «va despacio en la copia» del manuscritoaunque ya lo da por terminado: «hecho se está» (el informe), como no lonecesitó hasta e126 de abril, debió retrasar el envío de la carta hasta e128de mayo. La carta se recoge en: Gaspar Melchor de Jovellanos: Obrascompletas, cit, II, págs. 639-641.

(19) Obras Completas, cit, II, pág. 643.(20) Así lo anota el dos de junio, Eecha en la que ya tiene noticia de la

entrega por haber regresado don Pedro Valdés Llanos el 25 de mayo. Dia-rios, cit., pág. 436.

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dad y tomar de su cuenta todo lo que Jovellanos le encar-ga. Conviene con el pensamiento que éste le propone deque se imprima el Informe antes de remitirlo al Consejo yafirma que cree que podrá conseguirlo» (21).

En el oficio de remisión con que acompañó al envíodel In forme a la Sociedad de Amigos del País, Jovellanosmanifestó haber seguido el pensamiento de la corpora-ción y haberse ceñido a los «firmes y benéficos princi-pios» que ella sostenía. Señala no haber llegado «al subli-me punto» a que tales principios conducían «en las espi-nosas cuestiones» tratadas, por parecerle sumamentedifícil «postrar de un golpe los errores autorizados y pro-tegidos». Le pareció oportuna y necesaria la modera-ción (22). El nueve de julio, el secretario de la Real Socie-dad, don Policarpo Sáenz de Tejada, comunicó a Jovella-nos haber presentado el oficio de remisión y el informe elsábado 28 de junio de 1794, con los documentos remiti-dos sobre el asunto. Le señala que la Sociedad aprecia lastareas que él ha dedicado «al desempeño de un expe-diente cuyo objeto es tan útil como necesario a lanación». La Sociedad, por mano del Secretario, dio aJovellanos «las más expresivas gracias por su celo ypatriotismo», y acordó pasar el informe a la Junta parti-cular de Ley agraria, encargando a ésta de examinarlo conla mayor brevedad, de modo que habría de comenzarenseguida sus sesiones (23). Parece que don José de Gue-vara Vasconcelos fue quien resumió el contenido delin forme y el del oficio de remisión, en la Junta extraordi-naria de la Sociedad (24). Guevara, al comprobar queestaban ausentes Osuna, Castrillo, Cabarrús y otros dice

(21) Obras completas, cit., pág. 436.(22) «Oficio de remisión», cit., en la nóta 17.(23) La minuta de la carta del Secretario se conserva en el Archivo de

la Real Sociedad Económica de Madrid, en el legajo 82, num. 41. Se publi-có en las Obras de Jovellanos, cit., tomo III, (Oviedo, 1986), pág. 35.

(24) Carta de don José de Guevara Vasconcelos a Jovellanos, fechada

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haber conseguido que, en lugar de ellos, asistiera a la lec-tura del Informe el conde de Carpio (25). Sabemos queéste escribió a Jovellanos comunicándole que se leía elIn forme de la ley agraria, parece que «siempre con elo-gio, pero siempre en facha las añejas preocupacio-nes» (26).

La Junta particular de ley agraria quedó formada porel conde de Villalobos, subdirector de la Sociedad, por elConde de Carrión de Calatrava, tesorero, por donManuel de Ambrona, contador, por don Manuel deManuel, secretario, por don Luis Gabaldón y por donJosé de Guevara Vasconcelos. Este dice que al haberdado, al presentarse la obra, «una idea ventajosa de ella»,concurrieron a algunas sesiones otros miembros de laReal Sociedad, y que «es tal la impresión en todos los quehan oído algo de ella, que están electrizados». AñadeGuevara que «hay quien dice que, si se imprime, han detirarse doce mil ejemplares, y que la Sociedad puede con-tar con diez mil duros de utilidad». Otros afirman que,«si no se imprime darán 25 doblones porque se les dejesacar copia». Otros dirán «que es la obra que hace honora la Sociedad y al autor». Otros no se recatarán en afir-mar «que es necesario oírla de rodillas». Guevara afirmaser todas «especies» que él mismo ha oído, que «no hayponderación» en lo que escribe, porque son frases litera-les. Añade Guevara que el subdirector de la Sociedad,conde de Villalobos que, «por mayorazgo y grandepodría mirar con menos gusto esta obra, está tan ena-morado de ella que de su motu proprio y sin comisión laponderó al duque de la Alcudia». Don Manuel Godoy, aloír los elogios de Villalobos, pidió una copia del Informe.

en Madrid, a cuatro de octubre de 1794. Obras de Jovellanos, cit., tomo III,(Oviedo, 1986), págs. 58-60.

(25) Carta citada en la nota anterior.(26) Estas palabras corresponden a la anotación hecha por Jovella-

nos en su diario (24 de julio de 1794).

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Se hizo «con primor» y se le remitió enseguida, «comodirector de la Sociedad y como ministro de Estado». Sesacó otra copia para remitirla al Consejo Real, con unabreve exposición que hizo el secretario de la Junta, donMiguel de Manuel, de todo lo ocurrido con el expediente,que habría de leerse en la Junta de cuatro de octubre.Una vez el Informe sobre la ley agraria en el Consejo,habrían de leerlo los Fiscales. Guevara afirmará que losfiscales de entonces no tienen «ni la actividad ni losconocimientos de Campomanes». Que, además, el asun-to de la Ley agraria está dormido, que no hay quien lopromueva y que «las circunstancias no sólo distraen laatención a otros objetos, sino que son poco favorablespara novedades». Por todo ello, teme que, en el Consejo,se dilate la resolución en perjuicio de Jovellanos, de laSociedad y de la misma causa de la Ley Agraria. Y, en lacarta, añade: «queriendo evitar estos inconvenientes, hepensado que no defraudará a usted de que el Consejo y elpúblico sepan de que usted es el autor: sería injusticia; ypedir la licencia para imprimirlo con el nombre de usted,como no sabemos en qué altura se halla usted con los quemandan, sería exponerse a que no nos concediesen lalicencia, que para esta obra es necesaria, y perderíamostodo el fruto del trabajo de usted».

En tal conflicto, Guevara propuso -y se aceptó- que«se pasase el Informe en nombre de la sociedad», y conla expresión de que era Jovellanos el autor. Asimismo,sugirió que, al mes siguiente, se pidiese licencia al Con-sejo para imprimir las memorias, entre las que se inclui-ría el Informe sobre la Ley agraria, «sin más expresión».Guevara comunica a Jovellanos que «éste pensamientoha acomodado a los más, porque todos quieren hacerseautores de la obra» (27). Jovellanos, ante la indicación de

(27) Debió de sugerir Jovellanos que se imprimiese el InEorme enOviedo, quizá para estar él al tanto de correcciones_y de la vigilancia de la

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Guevara, escribió carta a don Felipe-Ignacio Canga-Argiielles, Fiscal del Consejo de Castilla, en la que le dicesaber que la Sociedad de Amigos del País acaba de apro-

bar con elogio el Informe en el que ha trabajado, en sunombre, para el expediente de Ley Agraria. Señala quepudiera recomendarle la obra como fruto que era de«largas observaciones en la materia y de cuatro años deestudio y trabajo». Sin embargo cree Jovellanos que todoesto «es nada a la vista de su importante objeto», por loque le manifiesta su deseo de que se imprima para dar aconocer al público «las grandes verdades qtie contiene».Jovellanos sabe que han de ver el expediente general de

Ley agrciria los tres fiscales del Consejo. Siguiendo laindicación de Guevara, señala a Canga-Argiielles que elMemorial Ajustado está ya impreso, por lo que el Informeha de verse no sólo como una parte de aquel, sino tam-bién «porque siendo largo y abrazando toda la materia,sólo por este medio podría repartirse a los que debenestudiarla y decidirla». No dejará de utilizar el senti-miento de paisanaje para mover al Fiscal a que apoye la

edición del In forme y la promulgación de la Ley agraria.

Estas son las palabras de Jovellanos: «No soy ridículo enel aprecio del país, por más que le amo; pero ello es quela formación y conclusión del expediente se debe a unasturiano [Campomanes]; este informe que contiene un

completo examen de la materia y lo reduce a sus verda-deros principios, nunca establecidos hasta ahora, a otro

edición. Así se desprende del siguiente párrafo de la carta que le envióGuevara el cuatro de octubre: «no es fácil que la obra se imprima en Ovie-do, porque estamos sin fondos, y Sancha nos los anticipará, costeando losgastos: pero Miguel de Manuel se ha ofrecido a corregir las pruebas, y yole ayudaria, porque el medio de remitirlas por correo es expuesto, dilata-do y costoso; pero usted puede comunicarnos sus ulteriores adiciones ynotas, y procuraremos que salga menos mal que si usted cuidase de la edi-ción, que sería lo mejorn. Esta carta de Guevara está incluida en las Obras

completas, cit., tomo III, págs. 58 a 61.

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asturiano [que era el mismo Jovellanos]; haga usted quese deba a otro el establecimiento de las leyes que debencanonizarlos». Y concluye: «el objeto es grande: trátaseno menos que de la prosperidad y la gloria de Espa-ña» (28).

El cuatro de noviembre de 1794, el Secretario de laReal Sociedad económica de Madrid, don PolicarpoSáenz de Tejada, envía carta a Jovellanos comunicándo-le que la Junta de Ley agraria ha leído en varias sesionesel Informe. Añade que ésta ha representado a la corpora-ción haber Jovellanos «desempeñado completamente y asatisfacción suya -de la Junta- este penoso encargo, noomitiendo cosa alguna de cuanto tuvo presente en susanteriores conferencias y forman el todo de sus miras enfavor de la causa pública». Asimismo, le comunica que laJunta señaló a la Sociedad que, como autor del In forme,era acreedor a que la corporación, «con las más vivasexpresiones de agradecimiento, le diese gracias por estetrabajo, dirigiendo al Consejo sin ningún reparo copiacertificada, gloriándose de haber dado cumplimiento alas sanas y rectas ideas que aquel Supremo Tribunal sepropuso cuando le pidió a la sociedad y fió a su cuidadola extensión de una ley Agraria [del In forme] que puedeser sin disputa el fundamento de la felicidad del estado yde todos sus miembros, no ocultando al Consejo el nom-bre del que lo ha extendido, por la memoria particularque ha contraído con este servicio al público». La RealSociedad de Amigos del País, conformándose con el dic-tamen de la Junta de Ley agraria, acordó que se pasase elInforme al Consejo, y que el Secretario diese a Jovellanos«las más atentas y expresivas gracias por su celo, activi-dad y esmero en tan acertado como plausible trabajo».

(28) La carta de Jovellanos al fiscal don Felipe Ignacio Canga-Argiie-lles está incluida en las Obras completas, cit., Tomo III, pág. 64.

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Don Policarpo Sáenz de Tejada lo hizo así, en la expresa-da carta de cuatro de noviembre (29).

Don Manuel Godoy se atribuye, en sus Memorias,haber hecho imprimir el Informe sobre la Ley agraria,«mal que a muchos les pesase y que con tesón desespe-rado lo hubiesen resistido» (30). El Consejo Real, en efec-to, autorizó la publicación de la obra. Esta se publicóentre las memorias correspondientes y que formaban eltomo V de las de la Real Sociedad económica de Madrid(31). También se difundió en tomo separado, del queparece e hicieron varias tiradas. El primer anuncio deltomo V de las Memorias (entre las que figuraba el Infor-me sobre la Ley agrar-ia) fue publicado en la Gaceta deMadrid de 13 de noviembre de 1795.

Sobre la publicación del informe

El Informe sobre la Ley Agraria se publicó por un actode voluntad. Ya se ha visto como, al tramitarse en el Con-sejo el expediente de Ley Agraria, se pidió dictamen sobreel asunto a la Real Sociedad Económica de Madrid, porsugerirlo así el fiscal y por ser costumbre dirigirse a per-sonas e instituciones cuyo parecer pudiera resultar útilpara decidir en los casos en litigio o en estudio. Se trata-ba, pues, de un informe sobre un expediente en proceso

(29) Hay minuta de esta carta en el Archivo de la Real Sociedad, lega-jo 82, núm. 38. Se incluye en las Obras Completas, cit., Tomo III, págs. 85-86.

(30) Manuel Godoy, Príncipe de la Paz: Memorias criticas y apologé-ticas para la Hĉtoria del Reinado del Señor pon Carlos N de Borbón, edi-ción de la Biblioteca de Autores Españoles, tomo 88 (Madrid, 1965), págs.198 y 233.

(31) Don Manuel Godoy, al referirse a las Memorias del tomo V, seña-la que «son todas del mayor interés, y entre ellas la respectiva al expe-diente de ley Agraria, para hacerlas circular entre el mayor número depersonas, se mandaron publicar juntas o separadas como cada uno laspidiese», Memorias criticas cit.

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de tramitación. Nunca se publicaban tales informes, soli-citados para tener más elementos de juicio, de modo quefuese posible tomar una decisión acertada. Sorprendeque a Jovellanos se le ocurriera la posibilidad de que suescrito viera la luz pública. A1 desearlo -segúri sabemospor manifestación propia- Jovellanos quería difundir elcontenido del In forme para convencer a los lectores de laconveniencia de adoptar las medidas en él recomenda-das. Esperaba contribuir a que así «el sentir» -la opi-nión favorable a los cambios- llegase a ser general (32).Era el único camino posible para llevar a cabo los cam-bios. `

Se necesitó voluntad política para hacer público uninforme que, según la costumbre, debiera permanecer enel «secreto dél sumario», al menos hasta que la Ley Agra-

ria fuese una realidad jurídica por haber tenido lugar supromulgación. El argumento de que se había impreso elMemorial ajustado de Ley Agraria no era válido para con-vencer de que también tenía que editarse el Informe. De

aquel sólo se había hecho una tirada corta. Quizá no másde veinte o treinta ejempláres para uso interno del Con-sejo y para los informantes en el expediente (la RealSociedad de Madrid recibió doce). Con la publicación del

informe, y la publicidad que se le dio se quiso difundirloen el Reino, con objeto de preparar a la población paralas medidas desamortizadoras que pudieran adoptarse ylas demás que conviniera aplicar de acuerdo con la doc-trina que Jovellanos había expuesto en un documentoque utilizaba, por primera vez en España, un razona-

(32) Jovellanos, en carta a Alexander Jardine de 21 de mayo de1794, expone sus ideas sobre que los cambios no deben intentarse hastaque la opinión favorable respecto a ellos «sea general». Entretanto, pien-sa que no se pueden atacar los abusos «de frente», pues él no quiere con-currir a«sacrificar la generación presente por mejorar las futuras», Cf.Obras completas, cit., tomo III, págs. 634-638.

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miento coherente fundado en los principios de la Econo-mía Política.

Las fuentes y el método en el Informe sobrela Ley Agraria: limitaciones que tuvoJovellanos para exponer su pensamiento

Jovellanos no tenía experiencias de agricultor. Su for-mación como agrarista era libresca, aunque añadió cono-cimientos prácticos a los literarios que tenía por lasobservaciones que hizo en sus numerosos viajes a distin-tas tierras de España. Era deudor de Campomanes, en loreferente al análisis y crítica de la propiedad eclesiástica.También lo era de Olavide, a cuya tertulia sevillana habíaasistido. Como se ha visto, en ella había sentido la nece-sidad de estudiar economía y de mejorar sus conoci-mientos sobre cuestiones agronómicas. A1 seguir a Olavi-de en el informe que éste hizo, como intendente de Sevi-lla, Jovellanos también criticó la forma de cultivar la tie-rra en los cortijos andaluces, manifestando con ello queno entendía los fundamentos de la división de los terraz-gos en hojas. En efecto: Olavide consideraba un mal elhecho de que, en las grandes propiedades andaluzas -enlos cortijos- y también en las hazas de los pelentrines, elcultivo fuese débil e imperfecto. Así, en los cuatro reinosde Andalucía, los más fértiles que se conocían en Europa-según él- estaban, en una gran parte de su extensión,incultos y desiertos: sólo se cultivaba una tercera partedel territorio, permaneciendo el resto en dehesas y mon-te bajo. El resultado de ello era que, a pesar de ser la tie-rra más fértil de Europa y apta para toda clase de pro-ducciones, éstas eran muy escasas, por ser el cultivoimperfecto y limitado. Los responsables de ello eran -para Olavide- los ganaderos, «protegidos de una legisla-ción engañada», y la mala distribución de los lugares, por

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estar «reconcentrados», dejando entre unos y otros dis-tancias de seis a ocho leguas, por lo que era imposiblecultivar, desde los pueblos, las tierras alejadas. Tal defec-tuoso «estado de población» habría obligado a formarcortijos, consistentes en una casa en medio de un campoinmenso. No habría de reputarse por grande el que sólotuviese dos mil fanegas de extensión (unas 1.200 hectáre-as). El uso y la necesidad habrían introducido la costum-bre de dividir la tierra en tres hojas, dedicando una al cul-tivo y las otras dos a barbecho y a eriazo, respectivamen-te. Tal división, con cultivo tan espaciado, era, según Ola-vide, un gran inconveniente para la mejora de laagricul'tura andaluza. Sólo un tercio de la tierra se dedi-caba a labranza en Andalucía y, de ese tercio, sólo se sem-braba un tercio y, además, se cultivaba mal. En el caso delas grandes propiedades, no er,a de esperar un cultivoadecuado, por la imperfección y negligencia debidas a«lacultura de tanta tierra dirigida por una sola mano» (33).

Jovellanos verá en el «precio escandaloso» a quehabían llegado las tierras en España, originado por suescasez en el comercio; a causa de las «enormes» exten-siones de ellas amortizadas, uno de los motivos -sino elmayor- de la falta de adelantos en la agricultura. A1 serla tierra tan cara, no se invertía en ella: «los capitales»huían de la propiedad territorial y buscaban su empleoen la ganadería, o en otras actividades más lucrativas. Elalto precio de la tierra era causa de que nadie vendierasino en caso de extrema necesidad, pues nadie teníaesperanza de volver a adquirir. Tampoco nadie compra-ba tierras sino en el caso extremo de asegurar una partede su fórtuna, pues no podía haber otro estímulo distin-to a este que moviese a comprar lo que costaba mucho yrendía poco. Además, al ser la tierra cara, no se mejora-

(33) Pablo de Olavide: «Informe en el expediente de ley Agraria».Edición del Instituto de Estudios Fi ĉcal^s. Madrid, 1990.

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ba lo comprado, bien porque cuanto más se gastaba enadquirir tanto menos quedaba para mejorar o porque,queriendo comprar más, quedaba menos para mejorar.A1 deseo de comprar para tener un bien seguro, se seguíael de amortizar lo adquirido, por lo que aumentaba «elpoder de los cuerpos y familias amortizantes». Estos, aladquirir más, tenían mayores posibilidades de seguircomprando por tener más medios para ello. Además, alno poder enajenar lo adquirido, el «progreso de su rique-za» venía a ser indefinido. El resultado de todo ello-según Jovellanos- en lo concerniente al cultivo, erasepararle para siempre la propiedad. Los grandes pro-pietarios, aunque quisiesen cultivar sus tierras, no eraposible que las cultivasen bien, pues, si las labrasen,habrían de establecer en ellas «una cultura inmensa, ypor consiguiente imperfecta y débil». Así sucedía -afir-mará Jovellanos- en los cortijos y olivares cultivadospor señores o monasterios en Andalucía. Otros grandespropietarios laicos y monasterios mantenían «inmensascabañas», mientras sus propiedades estaban «abiertas,aportilladas, despobladas y cultivadas imperfectamen-te». Jovellanos transcribirá la frase de Campomanessobre que el público estaba ya muy ilustrado para quepudiese la regalía de amortización «admitir nuevas con-tradicciones». También le parecía «indispensable» laprohibición de que el estado eclesiástico pudiese adqui-rir más propiedad territorial. El esperaba de la generosi-dad del clero «una abdicación decorosa» que habría degranjearle «la gratitud y veneración de los pueblos»,antes que la aquiescencia a un despojo que habría deenvilecerlo a sus ojos (34). Si en las grandes propiedadesno cabía otro cultivo que el «imperfecto y débil» o limi-tado, a causa de su extensión, parece necesario averiguar

(34) Gaspar Melchor de Jovellanos: Informe en el expediente de ley

agraria, § 34 a 222.

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qué significan estos adjetivos. Por cultivo imperfecto hade entenderse aquel en el que no se dan las labores nece-sarias. Por cultivo débil o limitado el que se hace en unterrazgo dividido en hojas, cuando se esperan tres o másaños para sembrar cada una de ellas, con la consiguien-te rotación de labor, eriazos y barbecho. Tanto Olavidecomo Jovellanos -y tantos otros agraristas de despachoposteriores- creían que el mejor régimen posible era eldel cultivo anual, asociado a ganados en estabulación yen pequeñas propiedades o explotaciones, para evitar «laimperfección y negligencia» que habrían de darse en «lacultura de tanta tierra dirigida por una sólo mano». Nose tuvo presente que los ganados, al aprovechar los pas-tos, dejaban en la tierra con su abono más de lo quetomaban de ella. Se pensaba que con las pequeñas pro-piedades, cercadas, se evitaría, además, que los ganadosde todos entraran «a despojarlas» al tiempo de aprove-char los pastos de las rastrojeras. Cuando abundaban losjornaleros y eran tan graves las situaciones de paro esta-cional, no se comprende cómo el cultivo podía ser imper-fecto si dar más labores fuese conveniente para quienesdirigían las explotaciones propias o arrendadas. El paroestacional era más grave en otoño e invierno -que éranlas épocas de barbechar y sembrar- y en la primavera,época de escardar las mieses. El cultivo tampoco podíaser imperfecto por falta de yuntas, pues hubo suficientespastos y ganados en los casos en los que se espaciaron lassiembras cuando los terrazgos se dividieron en variashojas. Por ello, si el cultivo era imperfecto y limitado 0débil hubo de ser porque así lo aconsejaban la calidad dela tierra, el abonado conveniente de la misma y el régi-men de lluvias. Cada cultivador es de esperar que hicieselo que le convenía, pues no hay razón de que fuese deotro modo.

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Condicionantes de Jovellanos al escribirel «Informe sobre la ley Agraria»

Jovellanos no cree que es intrépido al pensar derogartodas las leyes que se oponen «a los progresos del culti-vo», o que se declare «la entera disolución» del HonradoConcejo de la Mesta por considerar perniciosos para laagricultura los privilegios de que gozaban los dueños deganado trashumante. Cree que es prudente y que fue cau-to al escribir el Informe. Dice saber que «el estado moralde las naciones no es uno, sino tan diverso como susgobiernos», por lo que «no todas se pueden proponer unmismo término en sus mejoras». Para «acercar las nacio-nes unas a otras» cree que es necesaria la «comunicaciónde ideas» entre ellas y la paz general que la haga posible.Se podrá conseguir ĉi se remueven «los estorbos que seoponen al progreso de las luces», lo que exige actuar len-ta y oblicuamente, mejorando los institutos de enseñan-za, dirigiéndolos a conocimientos que se acerquen al fin,desviándolos de las ideas que se les oponen». Entretanto,cada nación deberá trabajar por la mejora de «su siste-ma, aunque erróneo», con el fin de «acercarse más a otromejor o menos malo». En economía, el camino a seguirconsiste «en disminuir las leyes al mínimo posible» y«endar a la propiedad individual de la tierra y del trabajo elmáximun posible», dejando «que el interés personal sigaen acción, y buscar en él el estímulo que necesariamentese espera de leyes y reglamentos». Será necesario tam-bién «difundir los conocimientos de que pende la perfec-ción de todas las artes útiles y particularmente de la agri-cultura, la primera y más importante de todas». Así, en loagrario, «en vez de gracias y franquicias y sistemas deprotección parcial» Jovellanos propone fomentar «pormedio de caminos, canales de riego, franquicias de ríos,desecación de lagos, repartimiento de tierras públicasincultas». Este es su verdadero pensamiento. No lo expu-

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so con toda claridad en el Informe sobre la ley Agraria, alescribir a nombre y por encargo de lá Real Sociedad deAmigos del País, que no hubiera aprobado estas ideas.Que las aprobara era, para Jovellanos, «importante», nosólo por darles un peso de autoridad al hacerlas suyas lacorporación, sino porque sólo así podían esperar ver «laluz pública y alguna aceptación» (35).

Las posibilidades de aplicar los principios que expu-so Jovellanos en el In forme sobre la ley agraria estabanlimitadas no sólo porque hubiera quienes no los acepta-ban sino también por las repercusiones imprevisiblesque hubiera tenido derogar, de una vez, todas las leyesque se oponían o limitaban la acción del interés indivi-dual.

A los grandes males, cree que hay que aplicar grandesremedios. Sabe que es necesaria toda la constancia de laCorona «para derogar tantas leyes, para desterrar tantasopiniones, para acometer tantas empresas y para com-batir a un mismo tiempo tantos vicios y tantos errores».El esfuerzo ha de ser «tanto o más vigoroso cuanto suaplicación debe ser simultánea, so pena de exponerse amayores daños». A1 proponer medidas radicales, Jove-llanos caerá en la utopía de pensar que cabe derogarleyes y suprimir instituciones sin que ello origine per-turbaciones que desemboquen en una conmoción vio-lenta que haga retroceder en todo lo actuado. Él piensaque «la ley de amortización», la que prohibiera adquirira las manos muertas, debería promulgarse antes deponer en venta las tierras comunes, para impedir queentraran en la propiedad eclesiástica. Sin esta ley deamortización, sin que se prohibiera vincular y sin que sesuprimieran los pequeños mayorazgos quedaría sepulta-da «insensiblemente» en manos eclesiásticas «aquellainmensa porción de propiedad que la amortización civil

(35) Carta cit. a Jardines (Hardings), en la nota 32.

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salvó de su abismo». Respecto a la persistencia de losprivilegios de que gozaban los dueños de ganado trashu-mante, piensa que no habrían de tener efecto si se per-mitiera el cercamiento de tierras. Los canales de riego depoco habrían de servir si no se autorizaba que los due-ños de tierra pudieran aprovecharla exclusivamente,cercándola. Y, así, todo: «la construcción de puertosreclama la de caminos, la de caminos la libre circulaciónde frutos, y esta circulación un sistema de contribucio-nes compatible con los derechos de la propiedad, y conla libertad del cultivo». Sabe que, «en la política», comoen la naturaleza, todo «está enlazado», por lo que «unasola ley, una providencia mal a propósito dictada, oimprudentemente sostenida, puede arruinar una naciónentera». Era el momento de «derogar y corregir», másque «de mandar y establecer». Por ello, Jovellanos pro-pondrá «derogar de un golpe» las leyes que él califica de«bárbaras» y que «condenan a perpetua esterilidad tan-tas tierras comunes». También habrá que impedir el pro-greso de las vinculaciones y de la amortización para quela propiedad particular no esté expuesta «al cebo de lacodicia y de la ociosidad» que estancan la propiedad pri-vada «en las eternas manos de pocos cuerpos y familiaspoderosas» con lo que encarecen la propiedad libre y susproducciones, y«alejan de ella los capitales y la indus-tria de la nación». Igual habrá de hacerse con los privi-legios de la ganadería trashumante, resultado de preferir«las ovejas a los hombres, por cuidar más de las lanasque los visten que de los granos que los alimentan». Erapreciso derogar las leyes que impedían la libre circula-ción de los frutos y las que los gravaban directamente ensu consumo. Además de abolir todas las leyes que limi-taban o impedían la acción del interés personal, era y esnecesario educar a la clase propietaria «en los útilesconocimientos sobre que se apoya la prosperidad de losestados», lo mismo que mejorar la instrucción de los

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campesinos para que pudiesen recibir «alguna luz de lasinvestigaciones de los sabios». Con todo ello, Jovellanoscree que será posible «levantar la nación a la más altacima del esplendor y del poder» y a sus pueblos «al últi-mo punto de la humana felicidad».

El Informe de Jovellanos se difundió entre los hom-bres ilustrados de la España de finales del siglo XVIII yde comienzos del XIX. Unos, lo compraron. Otros lo reci-bieron prestado de sus amigos. Martín Fernández deNavarrete, en mayo de 1796, escribe a Jovellanos dicién-dole haber dado su ejemplar «a leer a varios curiosos, porcuyas manos anda corriendo». Parece que todos le dabanmil gracias por haberles prestado «una obra de tantomérito y de consecuencias tan provechosas al bien gene-ral de la nación». Se complace del «aprecio universal»que tiene el Informe y de «los conocimientos que su lec-tura difunde entre lo hechicero de su estilo» (36). Jove-llanos vio cumplido su deseo de difundir las ideas delInforme, que quería que circulase junto con el que dedi-có a espectáculos y diversiones, porque pensaba queambos podrían «mejorar la opinión del público en dosobjetos enlazados con su felicidad». Aunque la Real Aca-demia de la Historia había acordado la publicación delsegundo, Jovellanos no lo permitió, al fin, escarmentadopor la «ruin persecución» que le había originado el pri-mero, sobre el que la calumnia ennegreció sus principiosy sus intenciones. En 1800 pensaba Jovellanos que lostiempos eran buenos para meditar y escribir, pero toda-vía no para publicar. Aunque los libros y la pluma seguí-an siendo para él «los primeros elementos» de su felici-dad, pensaba que, si algo produjeran por entonces,habría de ser para otra generación menos distante de susprincipios. Que fuera así no le parece una desgracia: «seescribe mejor -concluirá- cuando se escribe para la

(36) Obras completas de Jovellanos, cit., III, pág. 218.

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posteridad» (37). El Informe fue admirado por los ami-gos de las luces. Lo atacaron quienes no querían cam-bios. Jovellanos se debatió entre la complacencia de loselogios y el miedo de la persecución. Sus principios, enefecto, los aplicó la posteridad, aunque no como élhubiera querido y como él había propuesto en el In forme

sobre la ley agraria. Alteraciones políticas y guerras civi-les no favorecieron el respeto a la propiedad privada ni laacción libre del interés individual.

(37) Carta de Jovellanos a Rafael de Floranes. Obras Completas, cit.,

III, págs. 542-554.

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