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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 78 (2019), 35-61 ISSN: 0034-8147 El libro Noche oscura: génesis, estructura y sentido JOSÉ-DAMIÁN GAITÁN DE ROJAS, OCD Universidad de san Dámaso (Madrid) Recibido el 10 de enero de 2019 Aceptado e1 21 de enero de 2019 RESUMEN: Desde hace algunas décadas, y por diversas razones, el libro cono- cido como Noche oscura, del místico carmelita Juan de la Cruz, está suscitando en muchos ambientes un gran interés. En el presente artículo se pretende sobre todo presentar su estructura interna, y ofrecer algunas claves globales de lectu- ra, para una correcta interpretación del mismo. PALABRAS CLAVE: Purificación, muerte, noche, pasivamente, vida, pascua, des- viaciones. The book Dark Night: genesis, structure and meaning Summary: For several decades, and for various reasons, interest in the book known as Dark Night, written by the Carmelite mystic John of the Cross, has grown among very different groups of readers. The purpose of this article is to outline the book’s internal structure and offer some keys to a correct interpreta- tion of this work. Key Words: purification, death, night, passively, life, Easter, deviations. Cuando se habla de “noche” o “noche oscura” en relación con san Juan de la Cruz, podemos estar refiriéndonos a tres cosas: a un poema, a un tratado, o a una serie de situaciones existenciales o espi-

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El libro Noche oscura: génesis, estructura y sentido

José-daMián GaiTán dE roJas, ocd

Universidad de san Dámaso (Madrid)

Recibido el 10 de enero de 2019 Aceptado e1 21 de enero de 2019

Resumen: Desde hace algunas décadas, y por diversas razones, el libro cono-cido como Noche oscura, del místico carmelita Juan de la Cruz, está suscitando en muchos ambientes un gran interés. En el presente artículo se pretende sobre todo presentar su estructura interna, y ofrecer algunas claves globales de lectu-ra, para una correcta interpretación del mismo.

PalabRas clave: Purificación, muerte, noche, pasivamente, vida, pascua, des-viaciones.

The book Dark Night: genesis, structure and meaning

Summary: For several decades, and for various reasons, interest in the book known as Dark Night, written by the Carmelite mystic John of the Cross, has grown among very different groups of readers. The purpose of this article is to outline the book’s internal structure and offer some keys to a correct interpreta-tion of this work.

Key Words: purification, death, night, passively, life, Easter, deviations.

Cuando se habla de “noche” o “noche oscura” en relación con san Juan de la Cruz, podemos estar refiriéndonos a tres cosas: a un poema, a un tratado, o a una serie de situaciones existenciales o espi-

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rituales, objeto particular de dicho tratado, a las que, en opinión de nuestro místico, habría que prestarles una atención especial por su gran transcendencia en el camino espiritual, y sobre las que, conside-raba, no había mucho escrito por aquel entonces, o no cómo y cuánto se debería1.

En el presente trabajo voy a hablar de la estructura y sentido del libro conocido como Noche oscura, de san Juan de la Cruz. Lo hago siendo consciente de que es algo sobre lo que ya se ha escrito mucho en estos últimos tiempos2. Yo mismo lo he hecho en algún momento.

1 Cf. 1N 8,2 y 5; 13,3; 2N 3,1; 6,6; 7,2; 20,4; 22,2. También EuloGio pacho, “«Grave palabra y doctrina». Voluntad y conciencia de maestro”, en idEM, Estudios sanjuanistas, II, (Burgos: Monte Carmelo, 1997), 11-41. En los últimos tiempos, sin embargo, la de “noche oscura” parece una categoría incluso actual desde nuevos puntos de vista: cf. auGusTo GuErra, “Para la integración existencial de la Noche Oscura”, en FEdErico ruiz (coord.), Expe-riencia y pensamiento en san Juan de la Cruz, (Madrid: EdE, 1990), 225-250; auGusTo GuErra, “Noche de san Juan de la Cruz. Superconceptualidad y anchísima soledad”, en José daMián GaiTán et al., Mistico e profeta, (Roma: Teresianum, 1991), 269-302; williaM M. ThoMpson. Fuego y luz. Mística y teología, (Madrid: EdE, 2009), 75-127 (en cuyas páginas se habla de Juan de la Cruz como “pneumopatólogo”). Más recientemente, por poner solo dos ejemplos, el papa Francisco, en la exhortación Gaudete et exultate (2018, nº 8), ha hablado de “noche oscura”, citando un texto de santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein). Y, en la Universidad Pontificia de Comillas, se ha defendido una tesis doctoral sobre la “noche oscura” de santa Teresa; una terminología que, sin embargo, ella nunca utilizó: cf. Mª TErEsa Gil Muñoz, La noche oscura de Teresa de Jesús. (Aproximación fenomenológica, teológica y mista-gógica), (Madrid: Universidad de Comillas, 2016), 360 p. Pero hay muchos más ejemplos como estos, sobre todo a partir de los años sesenta y setenta del siglo pasado.

2 Cf. José vicEnTE rodríGuEz, “Noche oscura”, en s. ros et al., Intro-ducción a la lectura de san Juan de la Cruz (Salamanca: Junta de Castilla y León, 1991), 401-442 [para una bibliografía fundamental sobre Noche oscura hasta ese momento, cf. la que nos ofrece S. Ros en las páginas 40-42]; EuloGio pacho, “Noche oscura. Historia y símbolo, evocación y paradigma”, en idEM, Estudios sanjuanistas, II, 199-217. También: luciEn MariE, “A la recherche de la structure de la nuit”, en idEM, L’expérience de Dieu. Actualité du mes-

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El título Noche oscura, con el que hoy día es mundialmente conocida la obra de nuestro místico castellano, no es originariamen-te suyo, al igual que sucede con sus otros tratados, sino fruto de la intuición práctica del primer editor, en 16183. Nuestro místico habló más bien de “canciones”, o de “declaración de las canciones” del poema “Noche oscura”, para ser más precisos.

El libro Noche oscura no es, como se sabe, el único en el que Juan de la Cruz habla tanto de “noche” como de “oscuridad”. Lo hace, de una manera o de otra, en todos sus grandes tratados: Subida, Cántico, Llama; aparte de hacerlo también en el conocido magnífico poema que comienza con el verso “En una noche oscura”, que sirve como punto de arranque a dos de sus grandes obras: Subida y Noche4.

sage de Saint Jean de la Croix (Paris: Cerf, 1968), 183-204; FEdErico ruiz salvador, “Horizontes de la Noche Oscura”, en Monte Carmelo, 88 (1980), 389-409; EuloGio pacho, “Contribución sanjuanista a la mística de la «luz y de la oscuridad» (Integración doctrinal y lingüística)”, en idEM, Estudios san-juanistas, II, 359-385; EuloGio pacho, “Noche oscura (Obra)”, en idEM, Dic-cionario de san Juan de la Cruz, (Burgos: Monte Carmelo, 2000), 1017-1033; GaBriEl casTro, “Noche oscura del alma”, en EuloGio pacho, Dicciona-rio de san Juan de la Cruz, 1033-1062 [con amplia bibliografía fundamen-tal al final en ambos casos]. Otra bibliografía al respecto se puede encontrar en ManuEl diEGo sánchEz, San Juan de la Cruz. Bibliografía sistemática, (Madrid: EdE, 2000), 734 p.

3 Cf. Obras espirituales que encaminan a un alma a la perfecta unión con Dios, por el Venerable P. F. Juan de la Cruz... Con una resunta de la vida del autor, y unos discursos por el P. F. Diego de Jesús, (Alcalá, 1618), xxxviii, 682 p.

4 Cf. María JEsús Mancho duquE, El símbolo de la noche en san Juan de la Cruz. Estudio léxico-semántico, (Salamanca: Universidad de Salaman-ca, 1982), 324 p.; FEdErico ruiz, Místico y maestro. San Juan de la Cruz, (Madrid: EdE, 1986), 223-252; y, con estos capítulos completamente reformu-lados (Madrid: EdE, 20062), 333-379; FEdErico ruiz, “El símbolo de la noche oscura”, en Revista de espiritualidad, 44 (1985), 79-110; José daMián Gai-Tán, “San Juan de la Cruz: En torno a «Subida» y «Noche». Su relación con el poema «Noche oscura»”, en daniEl dE paBlo MaroTo et al., Introducción san Juan de la Cruz, (Ávila: Diputación Provincial de Ávila-Institución Gran Duque de Alba, 1987), 77-90; anTonio aMunárriz, Dios en la noche. Lec-tura de la noche oscura de san Juan de la Cruz, (Roma: Collegio S. Lorenzo

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Sin embargo sí es en este libro en donde, de una forma más directa y sistemática, aplica el símbolo de la “noche oscura” al pro-ceso de purificación del hombre en su camino teologal o de búsque-da y encuentro con Dios; acentuando, sobre todo, su dimensión más pasiva, o de gratuidad por parte de Dios. Es lo que en pocas líneas se nos describe de la siguiente manera: “Tomando Dios la mano tuya, te guía a oscuras como a ciego, a donde y por donde tú no sabes, ni jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, atinaras a caminar” (2N 16,7). Este camino lo denomina asimismo como de purificación o purgación pasiva, o también de contemplación pur-gativa. En todo caso, en este proceso se insiste continuamente en la importancia de que el hombre se deje guiar y llevar por Dios.

Para indicar todo ello, nuestro místico usa en esta obra no solo el adjetivo “pasivo/a”, sino también el adverbio “pasivamente”, que los refiere tanto al modo como Dios ilumina y purifica al “alma” en este camino, cuanto al modo como esta ha de acoger la acción de Dios en ella: con plena receptividad y asentimiento, sin querer manipular-la en ningún momento5. Lo cual no es siempre fácil, como constata nuestro santo en diferentes puntos de esta obra.

da Brindisi, 1991), 233 p.; lucE lópEz BaralT, “«A oscuras y en celada»: La fusión nocturna en el amor indecible”, en idEM, Asedios a lo Indecible. San Juan de la Cruz canta el éxtasis transformante, (Madrid: Trotta, 1998), 147-188; lucE lópEz-BaralT, “La amada nocturna de san Juan de la Cruz se pudo haber llamado Laylà”, en paBlo BEnEiTo (ed.), Mujeres de luz. La mística femenina y lo femenino en la mística (Madrid: Trotta, 2001), 235-267; colin p. ThoMpson, Canciones en la noche. Estudio sobre san Juan de la Cruz, (Madrid: Trotta, 2002), 388 p.

5 Cf. Concordancias de los escritos de san Juan de la Cruz, edición prepara-da por Juan luis asTiGarraGa, aGusTí BorrEll, Francisco JaviEr MarTín dE lucas, (Roma: Teresianum, 1990), 1382-1383; ciro Garcia, “Pasividad”, en EuloGio pacho, Diccionario de san Juan de la Cruz, 1144-1151; José daMián GaiTán, “Purificación”, en EuloGio pacho, Diccionario de san Juan de la Cruz, 1229-1249; Francis kElly nEMEck, Receptividad. De san Juan de la Cruz a Teilhard de Chardin, (Madrid: EdE, 1985), 202 p.; Francis kElly nEMEck-Maria TErEsa cooMBs, O Blesset Night! Recovering from Addiction, Codependency and Attachment based on the insights of St. John of the Cross and

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1. una diFícil GEsTación

1.1. Los estudiosos de los escritos de Juan de la Cruz están de acuerdo, en líneas fundamentales, en que el actual tratado Noche oscu-ra lo escribió o acabó después de la primera redacción de Cántico (CA), y después de Subida del Monte Carmelo, es decir, en Granada, entre el 1584 y 1586 a más tardar, y, por lo tanto, antes de Llama y de la segunda redacción de Cántico (CB). Sin olvidar que todos estos tratados habían sido precedidos de pequeños escritos y poemas, consi-derados, en cierto modo, menores sobre todo por su extensión, que, al menos en algunos casos, fueron el germen inspirador o inicial de los grandes tratados. En el nuestro, es el conocido poema “Noche oscura”6.

1.2. Quien se pone a leer directamente el libro Noche oscura no apreciará nada raro en cuanto a su difícil gestación, aunque, sin duda, no le dejará de llamar la atención que, contra todo pronóstico y propósito inicial (pról. 1), al acabar lo que hoy se considera como primera parte o libro de este tratado, la dedicada a la purgación sen-sitiva (1N 14,6), y al empezar la segunda parte, sobre la purgación espiritual, de repente el santo tome la decisión de volver a comentar el poema desde su primer verso.

Pero, si por la razón que sea, hemos mirado o miramos antes las primeras páginas y capítulos del libro Subida del Monte Carmelo, nos daremos cuenta en seguida de que la temática de lo que actual-

Pièrre Teilhard de Chardin, (New York: Alba House, 1991), 184 p. También, desde perspectivas más globales: José daMián GaiTán, “Noche, oscuridad, tiniebla y Dios”, en Revista de Espiritualidad, 228/57 (1998), 399-430.

6 Cf. EuloGio dE la virGEn dEl carMEn (pacho), San Juan de la Cruz y sus escritos, (Madrid: Cristiandad, 1969), 475 p. [por lo que respecta a Noche oscura, p. 263-271]; EuloGio pacho, “Los escritos de S. Juan de la Cruz”, en idEM, Estudios sanjuanistas, I, 589-511; EuloGio pacho, “Noche oscura (Obra)”, en idEM, Diccionario de san Juan de la Cruz, 1020-1021; anTonio ForTEs, “Datación y fases de redacción de la ‘Subida del Monte Carmelo’ de S. Juan de la Cruz, 1578-1588”, en Monte Carmelo, 114 (2006), 381-443, y 115 (2007), 151-183; José vicEnTE rodríGuEz, “Noche oscura”, en s. ros et al., Introducción a la lectura de san Juan de la Cruz, (Salamanca: Junta de Castilla y León, 1991), 403-404 (cf. 401-442).

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mente es Noche oscura formó parte de otro proyecto inicial más amplio, que, por diversas y muy variadas razones, más bien descono-cidas para nosotros, acabó plasmándose en dos proyectos o tratados diferentes, aunque complementarios en cuanto a la temática desarro-llada. Esto es lo que ha llevado a algunos a hablar en el pasado del Díptico Subida-Noche7. En todo caso, si miramos las dos obras en su realidad material, Subida del Monte Carmelo empieza querien-do ser un comentario al poema “Noche oscura”, pero muy pronto se convierte en un tratado dividido en libros y capítulos; mientras que Noche oscura se mantuvo desde el principio hasta el final en su propósito de ser un comentario a los versos de dicho poema, aun-que nosotros hoy día lo veamos en las ediciones actuales, y desde la edición príncipe de 1618, dividido también como Subida en libros y capítulos. No faltan, sin embargo, largos paréntesis o excursus en la explicación de los versos, como cuando, en la primera parte o libro, se detiene a hablar de los defectos de los principiantes (1N 2-7), o como cuando en la segunda parte, ya en la noche pasiva del espíritu, dedica varios capítulos a explicar el verso “En una noche oscura” (2N 5-10) o a describir la secreta escala de amor (2N 17-20).

1.3. Subida del Monte Carmelo y Noche oscura son el fruto de un mismo proyecto inicial: el de tratar de las diferentes purificacio-nes del hombre en su camino hacia Dios, y el de hacerlo al ritmo del poema “Noche oscura”. De hecho, los inicios de ambos escritos tie-nen muchos parecidos en lo que se dice y en el cómo se dice. Pero, por las razones más variadas, lo segundo, es decir, el comentario al poema, se le fue escapando de las manos a nuestro místico, inclu-so, de alguna manera, en el mismo libro Noche oscura, después de haberlo intentado en Subida, hasta quedar medianamente satisfecho solo en el comentario que hizo a las dos primeras estrofas de dicho poema en el segunda parte de la obra Noche oscura. Por eso me gus-ta decir que, de alguna manera, el entero libro de Subida, es decir, sus tres libros, y el primero de Noche, son, en la práctica, como un

7 Cf. Juan dE JEsús María (saEra), “El díptico Subida-Noche de san Juan de la Cruz”, en Sanjuanistica, (Roma: Teresianum, 1943), 27-83.

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gran prólogo a lo que se describe en el segundo libro de la Noche oscura, dedicado a la purificación pasiva del espíritu al ritmo de las dos primeras estrofas del poema “Noche oscura”8.

En todo caso, llama la atención que, en todo el libro de la Noche, sean muy escasas las referencias a la purificación activa, y no se encuentre ninguna referencia a lo tratado en el libro Subida del Monte Carmelo.

1.4. Sin duda, en este momento el libro conocido como Noche oscura ocupa un lugar fundamental y reconocido en todo el conjun-to de los escritos de Juan de la Cruz. Pero no le fue fácil abrirse paso entre otros proyectos temáticos igualmente interesantes, aunque quizá no tan originales y sugerentes como este. Por otra parte hay que decir que Noche oscura, considerada solo en sí misma, por muy interesante que sea, quedaría manca. No solo sin el complemento de la dimensión más activa de la purificación del hombre, objeto de la Subida del Monte Carmelo, sino también sin el marco más amplio del camino de la transformación por amor que se describe en Cántico Espiritual, y, sin la aportación de Llama, con el papel tan importante que se atribuye en ella a la acción purificadora y trans-formadora del Espíritu Santo.

1.5. En referencia al conjunto de los grandes tratados de Juan de la Cruz, algunos han querido acentuar lo que consideraban como las dos caras de la doctrina sanjuanista: una más ascética y la otra más mística; una que acentuaría más la fe, y la otra que acentuaría más el amor9. Desde esta perspectiva tendríamos, por una parte, Subida y Noche, y, por otra, Cántico y Llama. División que me parece una simplificación excesiva, sobre todo por lo que respecta a dejar en muy segundo lugar el amor en Noche, lo cual no se corresponde,

8 Cf. FEdErico ruiz salvador, Introducción a san Juan de la Cruz, (Madrid: Bac, 1968), 183-214; José daMián GaiTán, “«Subida del Monte Carmelo» y «Noche Oscura»”, en Teresianum, 40 (1989), 289-33.

9 EuloGio pacho, “La otra cara del sanjuanismo: el amor, razón de fin en «Cántico» y «Llama»”, en idEM, Estudios sanjuanistas, II, 107-126 [especial-mente 108-111]. Se publicó por primera vez en 1987.

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ni mucho menos, a la verdad. Pero es que además, si se habla de la doble cara del sanjuanismo, también habría que hacer otro empa-rejamiento un tanto diferente. Por una parte, Subida y Cántico, y, por otra, Noche y Llama. En el primero de estos dos bloques sería el hombre quien, al menos en apariencia, tendría un mayor protago-nismo dentro del ritmo de la obra, mientras que, en el segundo caso, es sin duda Dios el gran protagonista o protagonista principal. De hecho, es comúnmente aceptada la cercanía en el tiempo o continui-dad redaccional entre Noche y Llama.

2. EsTrucTura dE la oBra

2.1. Cualquiera que se acerque en este momento al libro Noche oscura puede percibir muy pronto que tiene una estructura externa bastante sencilla, al menos aparentemente: unos breves textos de introducción, con el poema “Noche” incluido, y dos libros o par-tes10. La primera, más breve, de 14 capítulos, está dedicada a la puri-ficación pasiva del sentido, mientras que la segunda, dedicada a la purificación pasiva del espíritu, consta de 25 capítulos.

Lo primero que hace Juan de la Cruz, en los que podemos con-siderar textos introductorios, es explicarnos la metodología que va a seguir:

“En este libro se ponen primero todas las canciones que se han de declarar. Después se declara cada canción de por sí, poniendo cada una de ellas antes de su declaración, y luego se va declarando cada verso de por sí, poniéndole también al principio.

10 Esta estructuración se debe también al responsable de la primera edición de las obras de san Juan de la Cruz en 1618 (cf. nota 4). Es una división que han seguido todos los editores hasta nuestros días. E. Pacho, en su edición de las obras de Juan de la Cruz, intentó una solución que podríamos llamar inter-media, poniendo en el centro de la página los versos del poema “Noche”, y a un lado, incluso con un tamaño menor de letra, los títulos de libros y capítulos: cf. san Juan dE la cruz, Obras completas. Introducciones, notas y revisión del texto por EuloGio pacho, (Burgos: Monte Carmelo, 1982), 579-727. Aquí también dicho autor nos ofrece una amplia e interesante introducción al libro de la Noche oscura (cf. 543-577).

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En las dos primeras canciones se declaran los efectos de las dos pur-gaciones espirituales de la parte sensitiva del hombre y de la espiritual. En las otras seis se declaran varios y admirables efectos de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios” (Pról. 1).

2.2. La metodología parece clara, pero, como con Juan de la Cruz es necesario acostumbrarse a no apegarse a nada, tampoco aquí hay que tomar estas indicaciones al pie de la letra, porque solo las seguirá en parte. Es decir, como se sabe, y ya he indicado en cierto modo anteriormente, las dos estrofas primeras del poema “Noche” le van a servir para explicar las diferentes purificacio-nes, pero en un sentido algo distinto de lo que se podría entender a primera vista. Como ya hizo en Subida del Monte Carmelo, la primera canción del poema le sirve a nuestro místico, ciertamente, para explicar la noche del sentido, mientras que, cuando se podría pensar que iba a pasar a comentar la segunda estrofa o canción, al tiempo de “comenzar a tratar la segunda noche” (1N 14,6) como él mismo dice, y, después de unas breves explicaciones de por qué es necesaria también la noche del espíritu, cambia de opinión y dice así:

“Todo lo cual obra el Señor en ella por medio de una pura y oscura contemplación, como el alma lo da a entender por la primera canción. La cual, aunque está declarada al propósito de la primera noche del sentido, principalmente la entiende el alma por esta segunda del espíritu, por ser la principal parte de la purificación del alma. Y así, a este propósito la pondremos y declararemos aquí otra vez” (2N 3,3).

2.3. Podemos preguntarnos por qué este cambio de planes res-pecto al comentario a las dos primeras estrofas de “Noche”. Nuestro místico lo explica por la unidad real en el hombre de las dos partes del alma, la sensitiva y la espiritual. Sin la primera, la purificación sensitiva, sería, según él, imposible la segunda, la espiritual, y sirve sobre todo para acomodar la parte sensitiva a la espiritual. Pero la parte sensitiva no se purifica verdadera y plenamente sino cuando la persona pasa por la purificación espiritual. Es lo que nos explica de forma muy clara en el capítulo 3 de 2N, en el que, entre otras cosas, dice lo siguiente:

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“De donde en esta noche que se sigue se purgan entrambas partes juntas, que éste es el fin porque convenía haber pasado por la reformación de la primera noche y la bonanza que de ello salió, para que, aunado con el espíritu el sentido, en cierta manera se purgue y padezca aquí con más fortaleza, porque para tan fuerte y dura purga es menester (disposición) tan grande; que, sin haber reformádose antes la flaqueza de la parte infe-rior y cobrado fortaleza en Dios por el dulce y sabroso trato que con él después tuvo, ni tuviera fuerza ni disposición el natural para sufrirla. Por tanto, porque estos aprovechados todavía el trato y operaciones que tienen con Dios son muy bajas y muy naturales, a causa de no tener purificado e ilustrado el oro del espíritu; por lo cual todavía entienden de Dios como pequeñuelos, y saben y sienten de Dios como pequeñuelos, según dice san Pablo (1Cor 13,11), por no haber llegado a la perfección, que es la unión del alma con Dios; por la cual unión ya, como grandes, obran grandezas en su espíritu, siendo ya sus obras y potencias más divinas que humanas, como después se dirá. Queriendo Dios desnudarlos de hecho de este viejo hombre y vestirlos del nuevo, que según Dios es criado en la novedad del sentido, que dice el Apóstol (Col 3,10), desnúdales las potencias y afec-ciones y sentidos, así espirituales como sensitivos, así exteriores como interiores (...), para que se introduzca y una en él la forma espiritual del espíritu, que es la unión de amor” (2N 3,2-3; cf. 2N 9,4).

Y comienza así de nuevo el comentario al poema “Noche oscu-ra”, visto desde la purificación del espíritu, a la que aplica las dos primeras estrofas íntegras de dicho poema, con una brevísima expli-cación de la tercera (2N 25), que sirve más que nada de colofón y cierre del tratado; dejando de nuevo sin comentar el resto de las estrofas, seis en total, de las que solo sabemos que se refieren a los “varios y admirables efectos de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios” (Pról. 1). Pero, si leemos con atención las diferentes páginas y capítulos de este tratado, constataremos que el discurso sobre los “efectos”, no solo de purificación sino también de ilumi-nación y de unión con Dios, está más presente de lo que se podría pensar en el actual texto de Noche oscura.

2.4. En todo caso, la estructura y el ritmo de la presente obra vie-nen claramente marcados por los versos del poema “Noche oscura”, y sus diferentes comentarios, aunque no siempre sea fácil seguir-los, dado que, sobre todo cuando se pone a explicar el verso “En

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una noche oscura”, se alarga en ello ampliamente, incluidas largas digresiones, como en el caso de los “defectos de los principiantes”, al poco de empezar el primer libro de Noche (cf. 1N 2-7).

Los capítulos en que organizó el primer editor el presente escrito de nuestro místico —una forma de hacer que se sigue incluso en nuestros días—, son, sin embargo, muy útiles para poder encontrar más fácilmente uno u otro texto, y orientarse mejor en el conjunto de esta obra. Pero siempre habría que verlos como un subsidio, o como algo complementario, no como la estructura portante de la obra.

2.5. Alguien podría objetar que en los textos citados anterior-mente se habla de dos purgaciones espirituales, pero para nada se dice que sean necesariamente purificaciones pasivas. Esto es com-pletamente cierto. Pero para saber la verdad completa tenemos que seguir leyendo. Y es así como se puede constatar que, ya en el primer párrafo del primer libro, se hace referencia a esta cuestión. Escribe así nuestro místico:

“Cuenta el alma en esta primera canción el modo y manera que tuvo en salir, según la afición, de sí y de todas las cosas, muriendo por ver-dadera mortificación a todas ellas y a sí misma, para venir a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y dice que este salir de sí y de todas las cosas fue una noche oscura, que aquí entiende por la contemplación purgativa, como después se dirá, la cual pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las cosas” (1N Declaración prime-ra canción, 1).

Es verdad que en el comienzo de Subida del Monte Carmelo tenemos un texto muy parecido en cuanto al don divino que da la fuerza para ser capaces de salir de sí mismos y de todas las cosas (1S 1,4-5), pero en Noche se acentúan dos aspectos que son muy típicos de este tratado: la contemplación o luz purgativa como don de Dios, y el matiz de lo pasivo, que indica cómo la acción de Dios en este camino es mucho más decisiva que cualquier esfuerzo o propósito por parte del hombre, aunque no sin él. Así, comentando sobre la “avaricia espiritual”, se nos dice:

“Pero de estas imperfecciones tampoco, como de las demás, no se puede el alma purificar cumplidamente hasta que Dios le ponga en la pasi-

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va purgación de aquella oscura noche que luego diremos. Mas conviene al alma, en cuanto pudiere, procurar de su parte hacer por perfeccionarse, porque merezca que Dios le ponga en aquella divina cura, donde sana el alma de todo lo que ella no alcanzaba a remediarse; porque, por más que el alma se ayude, no puede ella activamente purificarse de manera que esté dispuesta en la menor parte para la divina unión de perfección de amor, si Dios no toma la mano y la purga en aquel fuego oscuro para ella, cómo y de la manera que habemos de decir” (1N 3,3).

Permítaseme la insistencia. Cuando en este libro se dice, pues, “pasivo” o “pasivamente”, no hay que entenderlo en un sentido “quietista”, de “ahí me las den todas”, como en el pasado algunos hicieron, sino en el sentido de que la verdadera purificación del hom-bre, es decir, el proceso de su verdadero crecimiento espiritual, no se logra nunca solo con esfuerzos, propósitos, proyectos o técnicas humanas, sino que es don de Dios. Sobre esto volveré más adelante.

3. una propuEsTa GloBal dE lEcTura

Hace unos años hice una propuesta de lectura global del libro Noche oscura que me parece sigue siendo válida. Se trata del artí-culo que titulé “Vida y muerte en la Noche oscura de San Juan de la Cruz”, en el que sinteticé la enseñanza de cada uno de los dos libros de Noche de la manera siguiente:

— “Vivir creciendo” = Primer libro o noche pasiva del sentido, — “Una muerte que lleva a la vida” = Segundo libro o noche

pasiva del espíritu11.

a. Vivir creciendo

Lo que quizá más llama la atención en el arranque o primeros capítulos del primer libro de la Noche es, sin duda, el tratadillo sobre los defectos o imperfecciones espirituales de los principiantes. Lo que allí se dice alcanza su pleno sentido cuando, en la última parte

11 Cf. José daMián GaiTán, “Vida y muerte en la Noche oscura de San Juan de la Cruz”, en oTGEr sTEGGink (dir.), Juan de la Cruz, espíritu de lla-ma, (Roma: Institutum Carmelitanum, 1991), 745-760.

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de este primer libro, se habla de algunos frutos del Espíritu y de la acción transformadora de Dios en el hombre que pasa o ha pasado por la noche pasiva del sentido. Esto ya marca toda una línea sobre la importancia de dicha purificación para el crecimiento espiritual.

Por otra parte, si leemos con detenimiento las páginas de este primer libro, podemos comprobar el valor estratégico que Juan de la Cruz concede en las mismas a la imagen o símil de la relación entre madre/hijo, o también padre/hijo, sobre todo en las primeras etapas del crecimiento humano, y que aquí se aplica a las primeras etapas del crecimiento espiritual12.

No es indiferente que dicho símil se aplique a la purificación sen-sitiva, dado que, todos nosotros en lo espiritual, como el niño en lo humano, somos seres fundamentalmente sensitivos, además de racio-nales, o a veces incluso más que racionales. Esto suele llevarnos a considerarnos como el centro del mundo, y ver a los demás y a Dios —“la amorosa madre del amor de Dios”, que con su calor nos va engendrando y alimentando o engolosinando en el gusto de la vida nueva— como quienes tienen que estar a nuestro servicio, es decir, al servicio de nuestras ocurrencias y gustos. Pero Dios, que quiere que crezcamos y maduremos como hijos, de repente parece que transfor-ma las dulzuras en sequedad, haciéndonos caminar como por tierra desierta, sin camino y sin agua. Es el tiempo del “destete”, como dirá nuestro místico. Es el tiempo de la ruptura con la etapa anterior de la vida, para seguir creciendo. Y todos sabemos lo dañino que es para el crecimiento y madurez humana el quedarse bloqueados en la etapa de la infancia o de la adolescencia.

Se trata, sin duda, de una imagen o símil muy plástico para ayu-darnos a entender la necesidad humana, y no solo puramente espi-ritual, de la purificación sensitiva, o de nuestra sensitividad, en el proceso de crecimiento espiritual. Así es como no sólo sentimos que el amor de Dios un buen día nos llega a entusiasmar, sino también que nos empuja a crecer y madurar. Su fruto será fundamentalmente

12 Cf. EuloGio pacho, “Símiles de pedagogía sanjuanista. El «niño tier-no» en los brazos de Dios”, en idEM, Estudios sanjuanistas, II, 127-140.

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el comenzar a entender la realidad desde otro punto de vista. Aban-donando el verse a sí mismos como centro de todo, llegar a descu-brir algo de la inmensa grandeza de Dios, que no es manipulable, y aprender a mirar a los demás como Dios los ve, con una mirada evangélica, más allá de todo egoísmo.

Y, dado que “Noche” es un poema de amor, también aquí su comentario, desde el primer libro o parte, tiene en el amor un hilo conductor decisivo: tanto por lo que respecta al amor de Dios hacia el hombre, del que ya he hablado, como por lo que se refiere al amor del hombre hacia Dios, o lo que esté dispuesto a dejarse amar por él, aunque no siempre entienda su propia situación incluso respecto de Dios. Algo que se verá acentuado en la segunda noche pasiva: la del espíritu. Porque san Juan de la Cruz es bien consciente de que, sin la aceptación por parte del hombre, no se da ningún paso en este camino. Tal es el respeto de Dios hacia la libertad humana, aunque sea inmadura y miedosa. Algo que pone de relieve nuestro místico sobre todo al final del primer libro, y al comienzo del segundo.

b. Una muerte que lleva a la vida

El segundo libro de Noche, la del espíritu, dedica muchas de sus páginas y capítulos iniciales a tratar de la purificación considerada como un dejar atrás modos y maneras de sentir a Dios y relacionarse interiormente con él. Se trata de una experiencia fuerte y cruda, por momentos casi angustiosa13, que lleva a nuestro místico a hablar de muerte, de “sepulcro de oscura muerte”, pero también de vida: para la “resurrección que espera” (2N 6,1).

Sin duda uno se puede preguntar el porqué de esta nueva purifica-ción. A los motivos antropológicos de la unidad de la persona humana, ya recordados anteriormente, Juan de la Cruz añade que, por lo gene-ral, a pesar de las gracias y luces divinas abundantes que se siguen

13 A veces incluso para el mismo lector; pero no se trata solo de una estra-tegia expositiva, sino que, detrás de la misma, hay también toda una teología. Sobre este tema, desde perspectivas más generales, cf. hans urs von BalTha-sar, El cristiano y la angustia, (Madrid: Caparrós, 1998), 108 p.

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tras la anterior purificación, la sensitiva, en la que, una vez pasados sus momentos más intensos, se puede tener la sensación de que ya todo está hecho, “todavía —dice— quedan en el espíritu las manchas del hombre viejo, aunque a él no se lo parece ni las echa de ver; las cuales, si no salen por el jabón y fuerte lejía de la purgación de esta noche, no podrá el espíritu venir a la pureza de unión divina” (2N 2,1).

Pero, a la hora de hablar de “unión divina”, no pensemos que es algo abstracto o puramente filosófico, sino que corresponde a la esencia más profunda del hombre. Se trata más bien de un camino en el que, no dejando de lado en ninguna manera la propia reali-dad humana, se abandonaría, eso sí, la propia realidad vieja, la del viejo Adán, corrompida por el pecado, para vivir la realidad nueva por la acción transformadora del Espíritu Santo, que nos configura con Cristo como hombres nuevos. Es esta una línea de lectura muy paulina y muy importante14, de la que nuestro místico nos va dejan-do pequeñas indicaciones en algunos puntos estratégicos del libro segundo de Noche15. Podríamos resumir toda esta dinámica con el texto siguiente del segundo libro de Noche:

“Queda entendido cómo Dios hace merced aquí al alma de limpiarla y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga, según la parte sensitiva y la espiritual, de todas las afecciones y hábitos imperfectos que en sí tenía acerca de lo temporal y de lo natural, sensitivo y especulativo y espiritual (...), haciéndola Dios desfallecer (...) a todo lo que no es Dios naturalmen-te, para irla vistiendo de nuevo, desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo. Y así, se le renueva, como al águila, su juventud (Sal 102,5), que-dando vestida del nuevo hombre, que es criado, como dice el Apóstol (Ef 4,24), según Dios” (2N 13,11).

Como he dicho más arriba, se trata de una purificación total del hombre, carne y espíritu, y no solo espiritual, aunque provenga de

14 Cf. Rm 5,12-21; 6,1-11; 8,1-13; 1Cor 15,21-22 y 45-49; Col 3,9-11.15 Cf. 2N 2,1; 3,4; 4; 9,4 y 6; 13,11; 20,4; 22; José vicEnTE rodríGuEz,

San Juan de la Cruz, profeta enamorado de Dios y maestro, (Madrid: Institu-to de Espiritualidad a Distancia, 1987), 303-338; idEM, 100 fichas sobre san Juan de la Cruz, (Burgos: Monte Carmelo, 2008), 191-195 y 254-273; MiGuEl ánGEl díEz, Pablo en Juan de la Cruz, (Burgos: Monte Carmelo, 1990), 534 p.

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Dios. Pero igualmente de una muerte interior total al propio yo, que no se alcanza en plenitud en esta vida, por fuerte y grande que sea el fuego de amor transformador. Como en la imagen del fuego y el madero, y por mucho que el madero o leño esté de tal manera transformado en fuego que parezca todo él fuego, es decir Dios (2N 10-11), en esta vida quedará siempre algo de su realidad terrena pasada16, que solo puede llegar a su plenitud en el más allá, es decir, tras la muerte física, y no solo interior o espiritual, que describe nuestro místico como un “salir de la carne”, y que nosotros hoy pre-ferimos denominar como el final de la existencia terrena e histórica. Esto es lo que se nos dice manifiestamente al final de la llamada escala o grados de amor (2N 19-20). Dando paso a una experiencia de Dios que se describe con la frase del cuarto evangelio: “En aquel día, ninguna cosa me preguntaréis, etc. (Jn 16,21)”. Que comenta nuestro místico de la forma siguiente:

“Esta es la escala secreta que aquí dice el alma, aunque ya en estos grados de arriba no es muy secreta para el alma, porque mucho se le des-cubre el amor por los grandes efectos que en ella hace. Mas en este último grado de clara visión, que es lo último de la escala donde estriba Dios, como ya dijimos (“sale de la carne”), ya no hay cosa para el alma encu-bierta, por razón de la total asimilación (...). Pero hasta este día todavía, aunque el alma más alta vaya, le queda algo encubierto, y tanto cuanto le falta para la asimilación total con la divina esencia” (2N 20,6).

4. “Mors ET viTa duEllo”: una clavE dE lEcTura pascual y BauTisMal

4.1. Por todo lo dicho en el apartado anterior, me parece que la clave pascual, sobre la que ahora quiero detenerme, es fundamental para entender y explicar hoy los contenidos del libro Noche oscura17.

16 Cf. EuloGio pacho, “Fuego”, en: idEM, Diccionario de san Juan de la Cruz, 656-661.

17 Hace años, el carmelita francés luciEn MariE habló de la noche como de un “passage” o paso, idea que desarrollo ampliamente, pero sin referirse propiamente a la clave pascual, cuyo significado etimológico es precisamente “paso”: cf. “A la recherche de la structure de la nuit”, en: idEM, L’expérience

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Aunque nunca se hable en todo el libro de Noche de misterio pascual o de bautismo, creo, sin embargo, que dicho libro nos ofre-ce toda una serie de elementos interesantes y decisivos para una comprensión del mismo desde unas perspectivas más teológicas y teologales, e incluso cristológicas, de lo que se suele hacer; más allá de todo reduccionismo antropológico o fundamentalmente ascético, aunque no sin ellos, claro está.

4.2. Ya a finales de los años setenta, un autor carmelita, J. Sulli-van, escribió un artículo sobre el sentido pascual o las coincidencias entre el canto del Exultet de la Vigilia Pascual y el poema “Noche oscura”18. Y, algún año antes, otro gran pensador carmelita, Jesús Castellano, nos ofreció una amplia reflexión, con cotejo de fuen-tes patrísticas, sobre lo que llamó “mística bautismal”, centrándose fundamentalmente en un texto de Cántico Espiritual19. Pero no es muy habitual subrayar que esta es también una clave importante de lectura del libro Noche oscura.

Durante la Pascua, la Iglesia, desde hace siglos, canta o recita un himno a Cristo resucitado, vencedor de la muerte, el Victimae paschali laudes, que, en el primer verso de su segunda estrofa, dice así: Mors et vita duello, traducido al español litúrgico actual como “Muerte y vida lucharon”. Esa lucha entre muerte y vida es la esen-cia del misterio pascual, de la muerte y resurrección de Cristo, y de su proyección en nosotros en el bautismo, por el que también noso-tros entramos a participar sacramentalmente y en germen de dicho

de Dieu. Actualité du message de Saint Jean de la Croix, 183-204. Se trata, por otra parte, de una idea presente en el mismo libro de Noche oscura desde sus mismos textos introductorios, cf. Pról. 2; 1N 1,1.

18 Cf. John sullivan, “Night and Light. The poet John of the Cross and the «Exultet» of the Easter Liturgy”, en Ephemerides Carmeliticae, 30 (1979), 52-68.

19 Cf. JEsús casTEllano, “Mística bautismal. Una página de San Juan de la Cruz a la luz de la Tradición”, en Revista de Espiritualidad, 35 (1976), 465-482; doMiniquE poiroT, “La grâce baptismale et les étapes de la vie spi-rituelles chez Saint Jean de la Croix”, en dáMaso zuazúa (dir.), La mystique africaine, (Kinshasa: Edit. BaoBaB, 1993), 245-262; EuloGio pacho, “Bautis-mo”, en idEM, Diccionario de san Juan de la Cruz, 210-213.

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misterio de muerte y vida, de muerte para la vida, como nos dirán diferentes textos paulinos20.

4.3. Este proceso o paso de la muerte a la vida la fe lo afirma no solo de Jesús, sino también de aquellos que por el bautismo partici-pan del mismo sacramentalmente y en germen, como he dicho más arriba21. A la luz de todo esto es importante recordar que, desde los primeros párrafos del libro Noche oscura, ya se está en esta dinámica,

20 Cf. Rm 6-8; Ef. 4,17-5,20; Col 2,6-3,17; 2Cor 12,4-6. Sobre el reflejo de esta dialéctica de renovación cristiana, cf. MiGuEl ánGEl díEz, Pablo en Juan de la Cruz, 123-190.

21 Con palabras muy iluminadoras para mi propósito aquí, en la Vigilia Pascual de 2007 el papa Benedicto XVI explicó así el significado de la afirma-ción del Credo: “Descendió a los infiernos”: “Ya que no conocemos el mundo de la muerte, solo podemos figurarnos este proceso de la superación de la muerte a través de imágenes que siempre resultan poco apropiadas. Sin embar-go, con toda su insuficiencia, ellas nos ayudan a entender algo del misterio. La liturgia aplica las palabras del Salmo 23 [24] a la bajada de Jesús en la noche de la muerte: “¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas!” Las puertas de la muerte están cerradas, nadie puede volver atrás desde allí. No hay una llave para estas puertas de hierro. Cristo, en cambio, tiene esta llave. Su Cruz abre las puertas de la muerte, las puertas irrevocables. Estas ahora ya no son insuperables. Su Cruz, la radicalidad de su amor es la llave que abre estas puertas. El amor de Cristo que, siendo Dios, se ha hecho hombre para poder morir; este amor tiene la fuerza para abrir las puertas. Este amor es más fuerte que la muerte. Los iconos pascuales de la Iglesia oriental muestran cómo Cristo entra en el mundo de los muertos. Su vestido es luz, porque Dios es luz. “La noche es clara como el día, las tinieblas son como luz” (cf. Sal 138 [139],12). Jesús, que entra en el mundo de los muertos, lleva los estigmas: sus heridas, sus padecimientos se han convertido en fuerza, son amor que vence la muerte. Él encuentra a Adán y a todos los hombres que esperan en la noche de la muerte. A la vista de ellos parece como si se oyera la súplica de Jonás: “Desde el vientre del infierno pedí auxilio, y escuchó mi clamor” (Jn 2,3). El Hijo de Dios en la encarnación se ha hecho una sola cosa con el ser humano, con Adán. Pero solo en aquel momento, en el que realiza aquel acto extremo de amor descendiendo a la noche de la muerte, Él lleva a cabo el camino de la encarnación. A través de su muerte Él toma de la mano a Adán, a todos los hombres que esperan y los lleva a la luz” (Homilía en la Vigilia Pascual: 7.4.2007).

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cuando se habla del “«camino estrecho de la vida eterna» (Mt 7,14) que dice nuestro Salvador en el evangelio” (Pról 2), que exige morir “por verdadera mortificación (...) para venir a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios” (1N Declaración 1). De alguna manera podemos decir que este tratado es una explicación práctica de las exigencias de dicho proceso pascual y bautismal de muerte a vida22.

Porque, como enseña la fe, y nos recuerda el mismo Juan de la Cruz en Cántico Espiritual, la parte de Dios se puso de una vez para siempre en la cruz por lo que respecta a toda la humanidad, y en el bautismo se hace lo propio con cada uno de los que lo reciben. Pero luego su desarrollo en cada persona se realiza “al paso del hombre”, es decir, al ritmo de la acogida que cada uno hace de dicho don de Dios (CB 23).

4.4. En el bautismo el hombre es reengendrado a una vida nueva, muriendo con Cristo para resucitar con él. Pero esto que sacramen-talmente se hace en un momento, necesita tiempo para ser llevado a su plena realización. Y de esto es de lo que se ocupa nuestro místico en Noche: de la experiencia de la regeneración bautismal (libro pri-mero), y del proceso de muerte para la vida en Cristo y con Cristo (libro segundo). Porque el ser humano necesita tiempo para todo: para su desarrollo y realización física, psíquica, intelectual, y espiri-tual. Es decir, también para realizarse como hijo de Dios, a semejan-za del Hijo. Y, en esto de la importancia del tiempo y los tiempos en el proceso de maduración espiritual, tanto en su duración como en su alternancia entre oscuridad y muerte, por una parte, y luz y frutos de vida, por otra, Juan de la Cruz es muy claro en este tratado de la Noche oscura23.

22 Resulta interesante la pregunta y la respuesta que da LuciEn MariE a este propósito en las páginas siguientes: “Anéantissement ou restauration ?”, en idEM, L’expérience de Dieu. Actualité du message de Saint Jean de la Croix, 161-181. Cf. también José daMián GaiTán, “Por una cultura de la vida y de la resurrección. La propuesta de san Juan de la Cruz”, en San Juan de la Cruz, 43/24 (2009), 9-33.

23 Cf. JEan Mouroux dedicó hace años un capítulo a este tema en san Juan de la Cruz (“Le mystique et le temps”), en su libro Le mystère du temps. Approche théologique, (Paris: Aubier, 1962), 246-274. Cf. también José

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4.5. En cuanto pascual, dicho tratado de Noche es todo él, y no solo el poema, un canto de amor nupcial entre Dios y el hombre24. Por parte de Dios en cuanto que, por amor hacia el hombre, va a buscarle a las tinieblas de la noche y la muerte en la que se encuen-tra. Y, por parte del hombre, en cuanto que, inflamado de este amor de Dios, se decide a posponer todo, y a buscar en la noche, desde la vivencia de su propia noche temporal y espiritual, al amor de su alma. Como la Esposa de los Cantares que busca a su amado en la noche, o como María Magdalena que, aún de noche, pero cerca ya el día, —cerca de “los levantes de la aurora”, como diría Juan de la Cruz—, sale hacia el sepulcro en donde creía que estaba aquel a quien amaba (cf. 2N 13,6-7). Dos imágenes que nuestro místico junta en el siguiente texto:

“El segundo grado hace al alma buscar sin cesar. De donde, cuando la Esposa dice que, buscándole de noche en su lecho, cuando según el primer grado de amor estaba desfallecida, y no le halló, dijo (Ct 3,2): «Levantarme he, y buscaré al que ama mi alma». Lo cual, como decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja David (Sal 104,4), diciendo: Buscando siempre la cara de Dios, y, buscándole en todas las cosas, en ninguna reparé hasta hallarle, como la Esposa, que, en preguntando por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Ct 3,3-4). María Magdalena ni aun en los ángeles del sepulcro reparó (Jn 20,14). Aquí, en este grado, tan solícita anda el alma, que en todas las cosas busca al Amado; en todo cuanto piensa, luego piensa en el Amado; en cuanto habla, en cuantos negocios se ofrecen, luego es hablar y tratar del Amado; cuando come, cuando duerme, cuando vela, cuando hace cualquier cosa, todo su cui-dado es en el Amado, según arriba queda dicho en las ansias de amor” (2N 19, 2; cf. 13,6-7).

4.6. Esta, sin duda, no es una interpretación muy habitual del libro Noche oscura, y tampoco pretendo que sea la única. Pero me parece una línea de lectura no sólo interesante para el lector de hoy, sino también desde dentro del propio pensamiento de nuestro mís-

daMián GaiTán, Negación y plenitud en san Juan de la Cruz, (Madrid: EdE, 1995), 127-128 [con bibliografía en notas].

24 Cf. luciEn MariE, “Grace d’union filiale ou nuptiale?”, en idEM, L’ex-périence de Dieu. Actualité du message de Saint Jean de la Croix, 59-76.

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tico, que sabe usar el lenguaje simbólico para hablarnos de realida-des fundamentales de la fe cristiana, tanto cuando emplea la poesía como cuando escribe en prosa. Esto está bien claro en el caso actual. De hecho el mismo Juan de la Cruz lo deja caer de forma explícita ya al final del presente tratado Noche oscura. Dice así: “Continuan-do todavía el alma la metáfora y semejanza de la noche temporal en esta suya espiritual...” (2N 25,1). Está claro que también para Juan de la Cruz “noche” o “noche oscura” es un símbolo, y no tanto una categoría teológica o filosófica. Pero nosotros sabemos que dicho símbolo tiene fuertes y profundas raíces en la tradición bíblico-cris-tiana y, mucho antes, en la experiencia humana del cosmos desde los orígenes de la misma humanidad; con una cierta continuidad entre aquella y la nuestra, no obstante las grandes diferencias exis-tentes a la hora de ver y sentir la noche25.

5. la “nochE oscura” y alGunas corriEnTEs EspiriTualEs

5.1. A veces, en su forma de escribir, Juan de la Cruz tiene cier-tos parecidos con el estilo de enseñanza sapiencial de los llamados “padres del desierto” (siglo iv-vi), sobre todo en sus dichos, avisos y escritos más breves, lo cual ha hecho que alguno, o más bien algu-na, haya hablado de los “apotegmas de san Juan de la Cruz”26.

Cuando uno empieza a leer el libro o tratado de la Noche oscu-ra se encuentra en seguida, como ya he mencionado más arriba, con un análisis sobre los defectos espirituales de los principiantes,

25 Véase las breves, pero interesantes, reflexiones que nos ofrece EdiTh sTEin, en su obra Ciencia de la Cruz (Burgos: Monte Carmelo, 19942, 47-52) sobre la relación entre la noche natural o cósmica y la noche mística.

26 Cf. hElEna EsGuErra, Dichos de luz y amor para el camino: Apoteg-mas de San Juan de la Cruz, (Bogotá, Revista Vida Espiritual, 1989), 68 p.; Apotegmas de los Padres del Desierto, introducción y traducción de david GonzálEz GudE, (Madrid: Bac, 2017) 391 p. Ver también EvaGrio pónTico, que en su Tratado práctico, nos habla de “los ocho pensamientos” contra los que hay que luchar: los que hoy llamamos pecados capitales [cf. Obras espiri-tuales, (Madrid: Ciudad Nueva, 1995), 138-149].

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sistematizados a la luz de los pecados capitales: soberbia, ava-ricia, lujuria, ira, gula, envidia, y acidia o indolencia (1N 2-7). También aquí se pueden ver ciertos parecidos con la forma de pro-ceder que encontramos en los escritos de los monjes o padres del desierto. Pero hay una diferencia fundamental. El planteamiento de estos era principalmente moral-ascético, para llegar a una pure-za espiritual que permitiera experimentar a Dios. Sin embargo, en Juan de la Cruz la perspectiva de esas páginas es un tanto diferen-te: místico-ascética, si se quiere. Porque la descripción de dichos defectos espirituales no tiene tanto una finalidad moral, como pro-puesta para pasar del pecado a la virtud. De conocimiento pro-pio, sí, pero sobre todo para que, como él dice, “entendiendo la flaqueza del estado que llevan, se animen y deseen que los ponga Dios en esta noche” (1N 1,1). Y esto porque nuestro místico está convencido de que ciertamente el hombre ha de intentar purifi-carse o enmendarse activamente de todo vicio o defecto, pero es consciente de que nunca lo logrará del todo por sí mismo sin la acción purificadora de Dios, como he recordado aquí en reiteradas ocasiones (1N 3, 3; 14,1).

Con esto no quiero decir que san Juan de la Cruz desprecie o ignore en Noche la realidad o el esfuerzo ético o moral. De hecho, la frase anteriormente citada, sigue así: “donde se fortalece y confirma el alma en las virtudes y para los inestimables deleites del amor de Dios” (1N 1,1). Y, un poco más adelante, en el mismo capítulo, comenta:

“Lo cual para que más claramente se vea, y cuán faltos van estos prin-cipiantes en las virtudes (...) irémoslo notando por los siete vicios capita-les, diciendo algunas de las muchas imperfecciones que en cada uno de ellos tienen” (1N 1,3).

5.2. Entre un texto y otro de los que acabo de citar, siempre den-tro del capítulo primero del primer libro de la Noche, nuestro mís-tico comenta que, a estos así llamados principiantes en el camino espiritual, aunque les parezca que hacen obras buenas y van por buen camino, les faltan “hábitos fuertes” en el bien, y, “como flacos niños, (obran) flacamente” (1N 1,3).

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Y casi al final del segundo libro de Noche dedicará todo un capí-tulo a la importancia que en este camino tienen las virtudes teologa-les: fe, esperanza y amor (2N 21). Sobre todo el amor, como ya he dicho en otro sitio, ocupa un lugar central en todo el libro, más allá de lo que a veces, de hecho, se pone de relieve.

En este sentido me parece importante indicar aquí que el papa Francisco, en su reciente exhortación apostólica Gaudete et exultate (2018) sobre la santidad cristiana, confirma estos mismos plantea-mientos en los números 37 y 6027. Y, en contraposición a los mis-mos, ha abordado, entre otras cosas, el riesgo de los antiguos y nue-vos pelagianismos espirituales (47-72).

A mi parecer hay una gran sintonía entre lo que el papa dice a este respecto y lo que escribió en su día Juan de la Cruz, sobre todo cuando habló de lo que él denominó los “defectos espirituales de los principiantes”.

5.3. Dice así el papa Francisco en el apartado titulado “Una voluntad sin humildad”, de la exhortación Gaudete et exultate, reto-mando incluso alguna afirmación de su anterior exhortación Evan-gelii gaudium:

“Los que responden a esta mentalidad pelagiana o semipelagiana, aunque hablen de la gracia de Dios con discursos edulcorados «en el fondo solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a

27 papa Francisco, Gaudete et exultate : “Gracias a Dios, a lo largo de la historia de la Iglesia quedó muy claro que lo que mide la perfección de las personas es su grado de caridad, no la cantidad de datos y conocimientos que acumulen” (GE 37). Y sobre la jerarquía de las virtudes y la primacía del amor: “Es sano recordar frecuentemente que existe una jerarquía de virtudes, que nos invita a buscar lo esencial. El primado lo tienen las virtudes teologales, que tie-nen a Dios como objeto y motivo. Y en el centro está la caridad. San Pablo dice que lo que cuenta de verdad es «la fe que actúa por el amor» (Ga 5,6). Estamos llamados a cuidar atentamente la caridad: «El que ama ha cumplido el resto de la ley [...], por eso la plenitud de la ley es el amor» (Rm 13,8.10). «Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14)” (GE 60).

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cierto estilo católico». Cuando algunos de ellos se dirigen a los débiles diciéndoles que todo se puede con la gracia de Dios, en el fondo suelen transmitir la idea de que todo se puede con la voluntad humana, como si ella fuera algo puro, perfecto, omnipotente, a lo que se añade la gracia” (GE 49).

En este mismo sentido, hablando Juan de la Cruz de la ira de ciertos espirituales en el libro Noche oscura, comenta:

“Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se aíran contra sí mismos; acerca de lo cual tienen tanta impa-ciencia, que querrían ser santos en un día. De éstos hay muchos que pro-ponen mucho y hacen grandes propósitos, y como no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se lo dé Dios cuando él fuere servido: que también es contra la dicha mansedumbre espiritual; que del todo no se puede remediar sino por la purgación de la noche oscura. Aunque algunos tienen tanta paciencia en esto del querer aprovechar, que no querría Dios ver en ellos tanta” (1N 5,3).

5.4. En la citada exhortación apostólica el papa Francisco también nos pone en guardia contra otro peligro antiguo, y a la vez actual, en el camino espiritual cristiano: el del gnosticismo, el de “creer que porque sabemos algo o podemos explicarlo con una determinada lógica, ya somos santos, perfectos, mejores que la “masa ignorante” (GE 45). Lo explica el papa de la manera siguiente:

“El gnosticismo es una de las peores ideologías, ya que, al mismo tiempo que exalta indebidamente el conocimiento o una determinada experiencia, considera que su propia visión de la realidad es la perfec-ción. Así, quizá sin advertirlo, esta ideología se alimenta a sí misma y se enceguece aún más (...). Porque el gnosticismo «por su propia naturaleza quiere domesticar el misterio», tanto el misterio de Dios y de su gracia, como el misterio de la vida de los demás (...). Dios nos supera infinita-mente, siempre es una sorpresa y no somos nosotros los que decidimos en qué circunstancia histórica encontrarlo, ya que no depende de nosotros determinar el tiempo y el lugar del encuentro. Quien lo quiere todo claro y seguro pretende dominar la trascendencia de Dios” (GE 40-41).

Si las consideramos bien, estas afirmaciones tienen muchos pun-tos en común con los planteamientos fundamentales del libro de la Noche oscura, sobre todo por lo que respecta a la llamada noche

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pasiva del espíritu, en la que al hombre, dice Juan de la Cruz, llega a parecerle que Dios se le ha vuelto contrario (“le parece que Dios está contra ella y ella está contraria a Dios” 2N 5,5; cf. 5,7), y que le ha perdido para siempre (cf. 2N 6,2-3). Hasta ese punto la persona experimenta la imposibilidad de manipular a Dios, es decir, su abso-luta gratuidad y transcendencia. Pero, a su vez, para nuestro místico, es entonces cuando el hombre está verdaderamente más cerca de Dios. O al menos en camino de ello. Por eso exclama:

“¡Cosa de grande maravilla y lástima que sea aquí tanta la flaqueza e impureza del alma, que, siendo la mano de Dios de suyo tan blanda y sua-ve, la sienta el alma aquí tan grave y contraria, con no cargar ni asentar, sino solamente tocando, y eso misericordiosamente, pues lo hace a fin de hacer mercedes al alma, y no de castigarla!” (2N 5,7).

5.5. Pero, además de estas dos tentaciones mencionadas por el papa Francisco, pelagianismo y gnosticismo, que nos ayudan a descubrir la actualidad del mensaje del libro Noche oscura, habría que considerar otra tentación: la del quietismo; la de aquellos que pretenden o pretendieron identificar el camino de la experiencia de Dios con lo que uno siente de él, sin un verdadero compromiso de transformación ética. Y eso fue lo que hizo que, curiosamente, muy pronto algunos grupos de alumbrados, iluminados y quietistas tuvie-ran, al decir de alguno, la Noche oscura como “libro de cabece-ra”28; identificando, de alguna manera, todo el discurso de Juan de la Cruz sobre lo pasivo y la gratuidad del don de Dios con una actitud al margen de todo esfuerzo personal y ético. Se trata claramente de una falacia, porque nuestro místico no exime nunca del propio esfuerzo ético, aunque sea consciente de sus límites, como he dicho más arriba. De ahí, entre otras, la frase antes citada de que “algunos tienen tanta paciencia en esto del querer aprovechar, que no querría Dios ver en ellos tanta” (1N 5,3).

28 Cf. álvaro huErGa, “Insidias sevillanas a la Noche oscura de san Juan de la Cruz”, en idEM, Historia de los alumbrados, IV, Los alumbrados de Sevi-lla (1604-1630), (Madrid: FuE, 1988), 238-264; EuloGio pacho, “San Juan de la Cruz, reo y árbitro en la espiritualidad española”, en idEM, Estudios sanjua-nistas, I, 167-194.

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Además, identificar la veracidad o el nivel de nuestra unión con Dios y nuestra experiencia de Dios con lo que se siente o experi-menta interiormente, es lo más opuesto a la doctrina sanjuanista en general, y, de modo especial, a lo que nuestro místico nos enseña insistentemente en el libro Noche oscura29.

***

Quisiera concluir este apartado y toda mi exposición con una sencilla reflexión. El libro Noche oscura, ya desde su mismo títu-lo, ejerce también hoy una cierta fascinación en determinados gru-pos “espirituales”, pero esta no siempre se corresponde con su más auténtica realidad y doctrina, aunque es verdad que admite lecturas a diversos niveles de intensidad, y, por eso mismo, de aplicación.

Por otra parte, la radicalidad de sus planteamientos suscita en otros una cierta repulsa, sobre todo cuando, a su parecer, no se ven identificados con nada de lo que allí se habla. Para algunos Noche oscura sería, en este sentido, un libro casi “excesivo”.

Ciertamente Dios lleva a cada uno por caminos y ritmos diferen-tes. Esto es algo que queda muy claro en este libro. En todo caso, por su misma naturaleza no es un texto guía para saber por dónde se ha de ir y a qué punto está uno en el camino. Más bien, todo lo contrario. Lo que en él se describe es la sensación de desconcierto,

29 Una de las motivaciones dadas para el reconocimiento de san Juan de la Cruz como doctor de la Iglesia, en el primer cuarto del siglo xx, fue que sus escritos eran un remedio eficaz contra algunas desviaciones de los últi-mos siglos contra la fe: entre ellas, el quietismo y el modernismo: cf. EuloGio pacho (ed.), San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia. Documentación relativa a la declaración oficial, (Roma: Teresianum, 1991), XVI, 78, 103-104, 123-124, 144, 254-255, 280-287, 335-356, 510-518. Curiosamente, en la bula de Pío XI en la que se declara a Juan de la Cruz como doctor de la Iglesia, solo se menciona el protestantismo, aunque se habla también de errores en gene-ral (cf. EuloGio pacho, 144). Para una visión más amplia, cf. José daMián GaiTán, “El tratamiento doctrinal de san Juan de la Cruz en la primera mitad del siglo xx”, en salvador ros (ed.), La recepción de los místicos. Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, (Salamanca: Universidad Pontificia, 1997), 429-459 [en especial 435-436].

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de sentir que las cosas se nos escapan de las manos, sin remedio por nuestra parte. Pero al menos la lectura de estas páginas sirve para entender que eso es posible, e incluso necesario, en el camino de Dios cuando vemos que otros pasan por esas o parecidas circunstan-cias, aunque personalmente uno se sienta seguro porque nunca ha experimentado algo parecido.

Con todo lo dicho hasta aquí no quiero decir, apologéticamente, que Noche oscura sea una obra perfecta, ni un manual completo de vida cristiana. Tiene, sin duda, sus límites, sobre todo en cuanto a los temas tratados y a las referencias ofrecidas. Límites que habrá que completar con lo que nuestro místico dice en otros de sus escritos. Y, sobre todo, con lo que la tradición de la Iglesia enseña. Solo den-tro de ella es como se entenderán verdaderamente las enseñanzas de Noche, al igual que las de cualquier otro de los escritos sanjuanistas o de cualquier maestro espiritual cristiano del pasado o del presente.