el yo pensador

4
EL YO PENSADOR Para la mayoría de nosotros, el yo con el que estamos más relacionados es el del primer dominio, la acción de pensar. Cuando planeamos, cuando resolvemos problemas, cuando nos preocupamos y cuando imaginamos, este yo parece ser el que manda, al controlar nuestras actividades inmediatas y el curso de nuestra vida. Lo consideramos responsable de lo que hacemos o dejamos de hacer. Este dominio contiene al yo conceptual, es decir, la idea de quién y qué es uno. El yo conceptual tiene aspectos duales. Uno es el “mí” definido por los demás –los padres, amigos, maestros, colegas y la cultura en general- quienes dicen: “Eres mudo, bonito, feo, tímido, fuerte, débil”, etc. “Eres un organismo biológico”; “Eres un ego atrapado entre el id y la sociedad”; “Eres un ser espiritual”; todas éstas son afirmaciones acerca de la persona. Persona, derivado de persona en latín, que significa “máscara”. Este yo conceptual público es como una máscara, porque tiende a ocultar a un yo conceptual privado y diferente, que es un depositario de las autoapreciaciones primitivas, de las fantasías e interpretaciones especiales de lo que ve el público. “Soy verdaderamente egoísta”; “Soy especial”; “Puedo ser grande”; “Soy desagradable”; “Soy maravilloso”; “Soy un inútil” son expresiones evaluadas de manera particular por el yo. Los criterios privados y públicos se traslapan, pero no coinciden. La necesidad de reconciliar u ocultar las discrepancias entre ellos requiere tácticas, “guiones” y fantasías –conscientes o inconscientes- que modelan nuestras vidas y se vuelven el centro de las terapéuticas más racionales. Por “racional” quiero decir que buscan aclarar suposiciones, conflictos y faltas de percepción en forma tal que disminuya el desacuerdo y la ansiedad que nacen de la necesidad de ocultar el yo personal. El psicoanálisis, la psicología analítica de Jung, el análisis transaccional, la Gestalt y las terapias cognoscitivas se dirigen hacia este dominio en particular. EL YO EMOTIVO

Upload: mezarthim

Post on 21-Oct-2015

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: El Yo Pensador

EL YO PENSADOR

Para la mayoría de nosotros, el yo con el que estamos más relacionados es el del primer dominio, la acción de pensar. Cuando planeamos, cuando resolvemos problemas, cuando nos preocupamos y cuando imaginamos, este yo parece ser el que manda, al controlar nuestras actividades inmediatas y el curso de nuestra vida. Lo consideramos responsable de lo que hacemos o dejamos de hacer.

Este dominio contiene al yo conceptual, es decir, la idea de quién y qué es uno. El yo conceptual tiene aspectos duales. Uno es el “mí” definido por los demás –los padres, amigos, maestros, colegas y la cultura en general- quienes dicen: “Eres mudo, bonito, feo, tímido, fuerte, débil”, etc. “Eres un organismo biológico”; “Eres un ego atrapado entre el id y la sociedad”; “Eres un ser espiritual”; todas éstas son afirmaciones acerca de la persona. Persona, derivado de persona en latín, que significa “máscara”. Este yo conceptual público es como una máscara, porque tiende a ocultar a un yo conceptual privado y diferente, que es un depositario de las autoapreciaciones primitivas, de las fantasías e interpretaciones especiales de lo que ve el público. “Soy verdaderamente egoísta”; “Soy especial”; “Puedo ser grande”; “Soy desagradable”; “Soy maravilloso”; “Soy un inútil” son expresiones evaluadas de manera particular por el yo.

Los criterios privados y públicos se traslapan, pero no coinciden. La necesidad de reconciliar u ocultar las discrepancias entre ellos requiere tácticas, “guiones” y fantasías –conscientes o inconscientes- que modelan nuestras vidas y se vuelven el centro de las terapéuticas más racionales. Por “racional” quiero decir que buscan aclarar suposiciones, conflictos y faltas de percepción en forma tal que disminuya el desacuerdo y la ansiedad que nacen de la necesidad de ocultar el yo personal. El psicoanálisis, la psicología analítica de Jung, el análisis transaccional, la Gestalt y las terapias cognoscitivas se dirigen hacia este dominio en particular.

EL YO EMOTIVO

La ansiedad, la alegría, la ira, la tristeza y el deseo constituyen el segundo dominio: el yo emotivo. Algunas veces este aspecto parece más cercano al centro de nuestro ser, puesto que nada parece pertenecernos tan del todo como nuestras emociones. Nótese que el deseo se incluye aquí, aunque no es clasificable como emoción y parece originarse de la misma parte del cuerpo. El yo que desea y el yo que siente tristeza y alegría son fenomenológicamente lo mismo. Todos estos sentimientos constituyen un yo más vívido y apremiante que el yo pensante, y mucho más personal también. Mientras que los pensamientos pueden parecer extraños, los sentimientos pocas veces lo son.

Las terapias de abreacción (que incluyen catarsis emotivas) se centran en este dominio. Vemos que se acentúan al extremo en la terapia primordial.

EL YO FUNCIONAL

EL tercer dominio del yo es la experiencia de nuestra capacidad funcional. Sé que hago cosas: me doy cuenta de mi actuación, de mi capacidad para afectar de manera concreta al mundo que me rodea. Mi cuerpo, con el que estoy identificado por medio de sensaciones y por mi ubicación en el espacio, es el órgano principal del yo funcional, aunque hay procesos inconscientes de la mente que se pueden experimentar de forma parecida.

Page 2: El Yo Pensador

Ciertas escuelas de pensamiento se centran en la sabiduría y eficiencia con que puede funcionar el cuerpo, superando al pensamiento conscientemente controlado. Otras, como la psicosíntesis, utilizan las técnicas de visualización para ampliar la experiencia del yo funcional. A este respecto, el trabajo de Carl Simonton con los pacientes de cáncer, más un renovado interés en el “efecto del placebo” está llamando la atención hacia las capacidades potenciales de curación que residen en cada persona, en el sentido de que logran lo que no puede hacer el yo pensador. Tales experiencias trasladan el sentido de un yo diferente que tiene poder y sagacidad considerables. Aun las terapias enfocadas en otros dominios pueden invocar a este “yo central” más de lo que advierten.

EL YO OBSERVADOR

Hemos aprendido a interpretar al yo pensador, al yo emotivo y al yo funcional como expresiones de un yo objeto. En esta forma, su actividad apoya y refuerza al yo objeto y a la forma de consciencia organizada para servirlo. Pero al considerar al cuarto dominio, el yo observador es el centro transparente, que es el que se percata. Este cuarto yo es el más personal de todos, previo al pensamiento, al sentimiento y a la acción, pues experimenta estas funciones. No importa lo que suceda, no importa lo que experimentemos, nada es tan central como el yo observador. Al enfrentar este fenómeno, el punto de partida de Descartes, “Pienso, luego existo”, debe dar por resultado una posición más básica: “Advierto, luego existo.”

El hecho más importante acerca del yo observador es que es incapaz de ser objetivizado. Se invita al lector a que trate de ubicar ese yo, para establecer sus límites. La tarea es imposible; cualquier cosa que notemos so conceptualicemos ya es un objeto de advertencia [awareness], no la advertencia en sí misma, que parece retroceder un paso cuando experimentamos un objeto. A diferencia de los demás aspectos de la experiencia –pensamientos, emociones, deseos y funciones- el yo observador puede conocerse pero no ubicarse, no “verse”.

La disciplina yoga de Ramana Maharshi prescribió el ejercicio de “¿Quién soy?” para demostrar que el yo observador no es un objeto; no pertenece a los dominios del pensamiento, del sentimiento ni de la acción: “Si perdiera mi brazo, de todas maneras existiría; por lo tanto, no soy mi brazo. Si no pudiera oír, de todas maneras existiría; por lo tanto, no soy mi sentido auditivo.” Y así sucesivamente, hasta llegar a “No soy este pensamiento”, lo que lleva a una experiencia del yo radicalmente diferente.

La psicoterapia occidental tiene todavía que enfrentar esta paradoja. La regresión infinita de la toma de conciencia, como dos espejos colocados frente a frente, en numerosas ocasiones ha sido tema de los filósofos, más que de los científicos. La literatura psiquiátrica y psicológica se refiere al yo observador como “el ego observador”, pero no explora la especial naturaleza de ese “ego” y sus implicaciones para nuestra comprensión del yo.

El yo observador no es parte del mundo de los objetos formado por nuestros pensamientos y percepciones sensoriales debido a que, literalmente, no tiene límites; todo lo demás los tiene. Así, la consciencia diaria contiene un elemento trascendental que raras veces advertimos debido a que este elemento es el terreno mismo de nuestra experiencia. La palabra trascendente está justificada, porque si la consciencia subjetiva –el yo observador- no puede por sí misma ser observada, sino que se mantiene siempre apartada del contenido de la consciencia, probablemente es de un orden diferente a todo lo demás. Su naturaleza fundamentalmente diferente se evidencia cuando nos damos cuenta que el yo observador no

Page 3: El Yo Pensador

tiene rasgos característicos; no puede afectarlo el mundo más de lo que afectan a un espejo las imágenes que refleja.

En medio del mundo finito está el “Yo” y éste no pertenece a ese mundo. Obviamente, es diferente del mundo, pero se ignora la diferencia. Todo lo demás se puede objetivar, tiene límites y fronteras que pueden describirse. Todo lo demás es un segmento de un mundo de dimensiones fijas o relativas. El yo observador, sin embargo, no se parece a todo lo demás que conocemos.

La ciencia occidental ha pasado inadvertido este elemento trascendental, por suponer que el observador y lo observado son fenómenos del mismo orden. Por contraste, la diferencia entre el observador y lo observado es un aspecto importante del misticismo. Se acentúa en el vedismo y especialmente en la filosofía sankhya, que distingue entre purusha, el alma testigo, y pakriti, todos lo fenómenos de la naturaleza.