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1 FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE GRADO CURSO ACADÉMICO 2020-2021 TÍTULO: DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO: ESPAÑA Y CHILE, en atención a la reforma constitucional chilena. AUTOR: EVA PÉREZ PERELLÓ TUTOR ACADÉMICO: DR. ALBERTO DOMINGO SEMPERE PÉREZ

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FACULTAD DE DERECHO

GRADO EN DERECHO

TRABAJO FIN DE GRADO

CURSO ACADÉMICO 2020-2021

TÍTULO:

DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO: ESPAÑA Y CHILE,

en atención a la reforma constitucional chilena.

AUTOR:

EVA PÉREZ PERELLÓ

TUTOR ACADÉMICO:

DR. ALBERTO DOMINGO SEMPERE PÉREZ

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Resumen

El presente trabajo realiza un análisis comparativo de dos textos constitucionales; la

Constitución española de 1978 y la Constitución de la República de Chile de 1980, con

el objetivo de confrontar las semejanzas y divergencias de estos dos sistemas

constitucionales vigentes en la actualidad. Gracias a la herramienta del derecho

comparado se analizan los elementos básicos de ambos ordenamientos jurídicos, y cómo

estos se han desarrollado a lo largo de la historia constitucional de ambos países.

Asimismo, en atención a la nueva reforma constitucional prevista para Chile, se analizará

su origen en las revueltas sociales del pasado año, se estudiarán las demandas de la

población chilena y se determinarán los objetivos a abordar con el nuevo texto

constitucional. Todo ello se realizará desde el análisis comparado, el cual nos permite

proponer comparaciones y fusiones con el fin de mejorar el sistema jurídico de un

determinado país.

Abstract

The present paper makes a comparative analysis of two constitutional texts; the

Spanish Constitution of 1978 and the Constitution of the Republic of Chile of 1980, with

the aim of confronting the similarities and divergences of these two constitutional systems

currently in force. Thanks to the tool of comparative law, the basic elements of both legal

systems are analyzed, in order to understand its development throughout the

constitutional history of both countries. Likewise, with regard to the new constitutional

reform planned for Chile, its origin in the social uprisings of the past year will be

analyzed, the demands of the Chilean population will be studied and the objectives to be

addressed in the new constitutional text will be determined. All this will be done from a

comparative analysis, which allows us to propose comparisons and mergers in order to

improve the legal system of a given country.

Palabra clave: Derecho constitucional comparado – Constitucionalismo - Reforma

constitucional – Nueva Constitución chilena

Keywords: Comparative constitutional law – Constitutionalism – Constitutional

reform – New Chilean Constitution

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ÍNDICE DE ABREVIATURAS

Art. / s. – Artículo / s

CC.AA – Comunidades Autónomas

CCh – Constitución de la República de Chile de 1980

CE – Constitución española de 1978

DDFF – Derechos fundamentales

LOGCAR – Ley Orgánica Constitucional sobre Gobierno y Administración Regional

TC – Tribunal Constitucional

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ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN

2. ¿CÓMO COMPARAMOS DOS TEXTOS CONSTITUCIONALES?

3. CONTEXTO HISTÓRICO COMPARADO

4. ESTUDIO COMPARADO DE LOS TEXTOS CONSTITUCIONALES.

4.1. Estructura general

4.2. Bases de la institucionalidad

4.3. Derechos y deberes fundamentales

4.4. Forma de Estado y de Gobierno

4.5. Economía y Hacienda

4.6. Organización territorial del Estado

4.7. Cuestión religiosa

4.8. Tribunal Constitucional

4.9. Reforma constitucional

5. REFORMA CONSTITUCIONAL DE CHILE

5.1. Contexto actual. “Estallido social en Chile”

5.2. Procedimiento de reforma. Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución.

6. NUEVA CONSTITUCIÓN CHILENA. OBJETIVOS A ABORDAR

7. CONCLUSIONES

8. BIBLIOGRAFÍA

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1. INTRODUCCIÓN

El presente trabajo realiza un análisis comparativo de dos textos constitucionales; la

Constitución de España de 1978 y la Constitución de la República de Chile de 1980, con

el objetivo de confrontar las semejanzas y diferencias de dos sistemas jurídicos vigentes

en la actualidad desde una perspectiva constitucional comparada.

La Constitución, como norma suprema de un ordenamiento jurídico, no sólo refleja

unos principios normativos formales, sino todo un conjunto de valores que inspiran las

bases de una sociedad. El presente análisis, se adentra en estos textos, con el fin de

conocer cuáles eran esos valores en el momento en que se redactaron estas constituciones

y cuáles son sus logros y carencias en la actualidad.

Gracias al estudio de los textos constitucionales, podremos observar que, pese a contar

con un origen común y coincidir en el tiempo, estos sistemas han evolucionado de forma

diferente con el paso de los años. Desde una perspectiva general, vemos como los

elementos básicos de ambos ordenamientos difieren en gran medida; los poderes básicos

de cada uno de los países han sido enfocados desde puntos de vista distintos en atención

a sus influencias más cercanas; sus políticas económicas y sociales han sido aplicadas a

lo largo de los años desde perspectivas diversas, acercándose o alejándose en gran medida

de las necesidades sociales, etc.

La realidad social cambiante, hace imperiosa una necesaria adaptación de la norma

suprema de un ordenamiento a las nuevas realidades que su sociedad aborda, con el fin

de mantener su vigencia y efectividad. En este sentido, Chile ha afrontado en los últimos

años, una serie de transformaciones sociales relacionadas con movilizaciones populares,

que lo han puesto en el punto de mira del constitucionalismo hispanoamericano y

europeo. Analizar los factores o motivos que detonaron estos estallidos sociales es una

tarea compleja, pues los cambios sociales no devienen de forma autónoma, sino que se

gestan con el tiempo, y es lo que ha sucedido en el caso del estallido social chileno,

conocido como movimiento “Chile despertó”.

El presente trabajo, tiene como objetivo complementario, analizar la próxima reforma

constitucional prevista para Chile. El momento actual nos brinda la oportunidad de

abordar la redacción íntegra de un texto constitucional in situ, pudiendo estudiar cuáles

son las demandas de la población chilena y las carencias que podemos encontrar en la

actual constitución y que por tanto, deberá superar el nuevo texto constitucional.

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El presente trabajo, ha utilizado la herramienta del análisis comparativo por su gran

utilidad y claridad. Esta herramienta nos brinda la oportunidad de conocer las diferencias

y similitudes entre distintas familias y sistemas jurídicos, pero además, permite que el

derecho evolucione al proponer comparaciones y fusiones, que permiten mejorar el

sistema jurídico de un determinado país.

2. ¿CÓMO COMPARARAMOS DOS TEXTOS CONSTITUCIONALES?

Realizar un estudio comparativo de dos textos constitucionales, de países, que aún con

un origen común, se han vuelto tan dispares con el tiempo, supone un trabajo de análisis

de gran dificultad. Este trabajo requiere, en primer lugar, que delimitemos correctamente

el objeto de nuestro análisis y consideremos si esta comparación es viable.

A lo largo de este estudio comparativo entre la Constitución Española de 1978 y la

Constitución de la República de Chile de 1980, se han advertido tres problemáticas.

La primera dificultad que podemos encontrar a la hora de comparar dos textos

constitucionales, es abordar el análisis sin comprender que el contexto en el que estos

textos se han desarrollado, es completamente diferente el uno del otro, tanto a nivel

político, como social y cultural, como sucede en el presente caso.

La Constitución Española, supuso en su día una nueva vía democrática que ponía fin

a un régimen dictatorial y, que poco tenía que envidiar a constituciones europeas vecinas

en cuanto a los derechos y libertades recogidos. Al contrario, la Constitución de Chile,

suponía mantener y afianzar el régimen dictatorial militar que regía ese momento el país.

En segundo lugar, debemos tener en cuenta, que dado que la historia de ambos países

es distinta, también lo serán las instituciones que conforman su Estado. En este sentido,

podemos encontrar instituciones que, aún con igual denominación tienen un fin distinto,

y viceversa, donde para un mismo fin se utilizan instituciones distintas.

Encontramos también como obstáculo en el análisis comparativo, el lenguaje utilizado

en los países objeto de comparación. En este caso, Chile y España comparten una lengua

común, sin embargo, podemos encontrar expresiones o denominaciones distintas, que

debemos tener en cuenta a la hora de realizar el análisis constitucional. El léxico jurídico

suele diferir entre países, no existiendo una terminología común.

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Por último, cabe destacar que cuando se realiza un análisis comparativo debemos

evitar tomar el sistema propio como el más adecuado. Debemos comprender las

estructuras e instituciones del sistema ajeno, evitando imponer nuestro modelo jurídico y

descartar el ajeno por falta de conocimiento. (Durán Bernardino, 2016)

3. CONTEXTO HISTÓRICO COMPARADO

Los orígenes del constitucionalismo hispanoamericano podemos encontrarlos junto a

los del español en la Constitución de Cádiz de 1812, primer texto vigente en

Hispanoamérica (Núñez Rivero, 2002). Sin embargo, también fueron determinantes las

influencias del constitucionalismo francés y norteamericano en la afirmación del Estado

de derecho, especialmente en Chile, con una clara influencia de estos dos sistemas de

ideas liberales.

No hay duda de que América Latina ha venido influenciada por el pensamiento

contemporáneo europeo, aunque también destacan en gran medida las influencias del

constitucionalismo americano, especialmente en cuanto al federalismo y

presidencialismo que encontramos en la mayoría de sus estados. (Rolla, 2012). Pero no

sólo Latinoamérica se ha visto influenciada por otros textos constitucionales, sin ir más

lejos, encontramos en la propia Constitución española de 1978 claras referencias a las

constituciones alemana, italiana o francesa, aunque también de su antecesora, de 1931.

Este hecho, tampoco es ajeno para los países iberoamericanos, que además de estos

órdenes normativos, también conocieron la portuguesa de 1976. (Valadés Ríos, 2019).

En relación a América Latina, no podemos unificar en una sola categoría el conjunto

de sistemas que la componen, pues es diferente su grado de consolidación a nivel estatal

y diferentes son las estructuras sociales existentes. Encontramos junto a viejas

democracias consolidadas, aunque interrumpidas en el tiempo por periodos autoritarios,

otros Estados con un desarrollo institucional escaso. (Núñez Rivero, 2002).

Para el caso que nos ocupa, Chile, al igual que España, se encuadra en los países de

tradición democrática, que a lo largo de su historia, se han visto interrumpidos por

periodos de carácter autoritario. Este es el contexto que podíamos encontrar en ambos

países en el momento inmediatamente anterior a la redacción y aprobación de sus Cartas

Magnas.

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Ambos países gozaban de periodos democráticos de desarrollo institucional, cuando

se vieron envueltos en golpes de Estado de carácter militar. En España, representado por

el general Francisco Franco y en Chile, por el general Augusto Pinochet. Ambos

dictadores, tras los golpes de Estado, se asentaron en el poder del país y desarrollaron

todo un sistema institucional de carácter militar en la estructura del Estado. Las dictaduras

de estos dos países, comparten ciertos elementos comunes, sin embargo, con el fin de no

extender este análisis, únicamente vamos a centrarnos en uno de sus elementos

diferenciadores respecto al resto de dictaduras; su final pacífico.

A diferencia de otros países donde se instauraron regímenes dictatoriales, Chile y

España, comparten un elemento común y, es que en ambos países no se produjo una

ruptura violenta entre el régimen autoritario y el periodo democrático, sino que se

desarrolló un periodo de transición política e institucional entre la dictadura y la

democracia. (Rolla, 2012)

Este periodo conocido como “transición democrática”, se produjo gracias a un proceso

de institucionalización y participación política y social. Tanto en España como en Chile,

esta transición, se caracteriza por tres elementos principales. En primer lugar, destaca en

gran medida su carácter pacífico. En segundo lugar, por su unidireccionalidad, es decir,

en ambos casos se ha tratado de un puente entre un proceso dictatorial militarizado a un

régimen democrático. Por último, destacar que las constituciones de ambos países fueron

pactadas, en un doble sentido. Por un lado, en cuanto a que figuras del viejo régimen han

participado en la elaboración del nuevo texto y, por otro, en el hecho de que la

participación política y el consenso, han tenido un papel fundamental para el

establecimiento del nuevo orden democrático. (Rolla, 2012).

Sin embargo, pese a que este periodo de transición fue común a ambos países, se

desarrolló de forma muy diferente en cada uno de ellos:

En España, tras el último periodo de la dictadura franquista, entre 1973 y 1975, el

régimen franquista entró en una crisis irreversible a causa de diversos factores; la crisis

económica internacional, los crecientes problemas internos dentro del propio franquismo

y el aumento de la represión por parte del gobierno, sumado a la creciente oposición al

régimen. (Aparicio Pérez, 2016).

El resultado de esta crisis fue el comienzo del proceso de cambio institucional y

político que se llevó a cabo para desactivar las instituciones del régimen e iniciar uno de

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carácter democrático, conocido como “transición”. La transición española ha tenido gran

trascendencia en el continente iberoamericano en tanto que demostró la posibilidad de

pasar sin violencia de una dictadura a una democracia. (Valadés Ríos, 2019)

La Constitución española se estuvo discutiendo de julio de 1977 hasta octubre de 1978,

casi un año y medio, para ser ratificada mediante referéndum en diciembre de ese mismo

año. El consenso caracterizó todo el procedimiento de elaboración, siendo destacables los

conocidos como “pactos de la Moncloa”, donde participaron los partidos con

representación parlamentaria, sindicatos de trabajadores, asociaciones empresariales y el

propio Gobierno. (Aparicio Pérez, 2016).

Sin embargo, este proceso de transición no se llevó a cabo de igual forma en Chile. La

irrupción militar de 1973 encabezada por Pinochet, no supone una breve interrupción del

sistema democrático, sino la vertebración de un nuevo estado en Chile, de ahí la necesidad

de elaborar una nueva Constitución. Tras el golpe militar, se instalan en el poder las Juntas

Militares, que concentran los tres poderes y asumen la tarea de elaborar un nuevo texto

constitucional. En agosto de 1980, Pinochet anuncia la aprobación de un nuevo texto

constitucional por la Junta de Gobierno y convoca un plebiscito ciudadano para su

ratificación. La Constitución se aprueba con un 67,04 % de votos, sin embargo, no entrará

completamente en vigor hasta diez años después, en 1990. (Viera Álvarez, 2011).

Pese a que el texto constitucional ya había sido aprobado, durante este largo período

únicamente regían las disposiciones transitorias, que buscaban mantener en el poder al

régimen dictatorial con la continua aplicación de estados de excepción constitucional y la

constante violación de derechos fundamentales. Surge ya en este periodo la cuestión de

la falta de legitimidad del texto constitucional chileno. (Viera Álvarez, 2011).

Tras la aprobación del texto, comienza un nuevo período en Chile, de 1981 a 1990,

caracterizado por un afianzamiento de las políticas económicas liberales y creación de

una nueva estructura institucional. La dictadura de Pinochet se caracterizó por la

institucionalización que fue creando bajo la pretensión de instaurar un régimen

democrático limitado. Junto a la transformación de fondo de toda la estructura económica

y social del país, mediante la represión, se consiguió aplicar un cambio profundo en la

matriz sociocultural, aplicando políticas de carácter neoliberal. (Radic Vega, 2019).

A partir de 1989, la Constitución chilena sufre múltiples reformas, siendo las más

relevantes las realizadas en 1989 y 2005. La primera de ellas, posibilita el tránsito del

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autoritarismo militar a un gobierno democrático de tipo presidencialista, con un marco

constitucional con fuertes enclaves autoritarios (Nogueira Alcalá, 2008).

Durante el período de 1990 a 2005, se concretan una cantidad significativa de reformas

constitucionales. En el primer periodo, de 1990 a 1994, tres reformas, que posibilitarán

los indultos, con el fin de pacificar el país, y la reducción del periodo presidencial de ocho

a seis años. En el segundo periodo, de 1994 a 2000, ocho reformas y, finalmente, cuatro

reformas más de 2000 a 2006. Entre estas últimas destaca la de 2005 que estableció el

consenso necesario del estatuto del poder, posibilitando mantener un régimen republicano

democrático y plural de carácter presidencial. (Navarro Beltrán, 2014).

La reforma de 2005, entre otros aspectos destacables, pone fin a las estructuras

autoritarias que se mantenían en la Constitución; restablece la subordinación de las

Fuerzas Armadas al Presidente de la República, se elimina el rol del Consejo de Seguridad

Nacional como parte del Gobierno, se establece la electividad completa del senado y se

modifica la composición del TC. En cuanto a los derechos fundamentales, se modifican

los estados de excepción, disminuyendo los derechos que pueden ser afectados y se

simplifica el procedimiento de reforma constitucional… (Navarro Beltrán, 2014).

Por su parte, la Constitución española se ha sometido únicamente a dos reformas en

sus cuarenta años de historia. La primera de ellas, en 1992, consecuencia de la firma del

Tratado de Maastricht de la Unión Europea, que consistió en añadir en el art. 13.2, la

expresión “pasivo”, otorgando así a los extranjeros la posibilidad de ejercer el derecho de

sufragio en las elecciones municipales.

En cuanto a la segunda, en 2011, sigue siendo criticada y polémica en nuestros días.

La misma, supuso establecer límites presupuestarios a las administraciones públicas, con

la obligación de que adecúen sus actuaciones sin incurrir en déficits que superen los

márgenes establecidos desde la Unión Europea. (Ripollés Serrano, 2013). Debemos

entender que esta reforma se concretó en un contexto de profunda crisis económica con

fuertes presiones por parte de los organismos de la Unión Europea para que España

reforzara su compromiso de sostenibilidad económica con la zona euro.

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4. ESTUDIO COMPARADO DE LOS TEXTOS CONSTITUCIONALES.

4.1. Estructura general

Desde la teoría constitucional, surge una nueva idea normativa de la Constitución, que

entiende el texto constitucional, no como un mero texto pragmático, sino como un

conjunto de normas supremas susceptibles de inmediata y directa aplicación. (Rolla,

2012). Sin embargo, no siempre se atiende a cuánto relieve puede tener la Constitución

como norma directamente aplicable en la sociedad.

Siguiendo a Karl Lowesnstein (1976) y su distinción respecto a los efectos reales que

una constitución produce, encontramos una clara diferenciación entre la Constitución de

España y la de Chile.

La Constitución española de 1978, encuadraría en el perfil de “normativa”, ya que sus

normas rigen el proceso político de forma eficaz. Este texto, a lo largo de su corta historia,

ha destacado principalmente por su proceso de elaboración. Como ya se ha mencionado

a lo largo del presente trabajo, durante su redacción se practicó un consenso responsable

e inteligente con los grupos representativos de la sociedad española, alcanzando acuerdos

hasta la fecha insólitos para la política del país. (Valadés Ríos, 2019).

La Constitución española, cuenta con 169 artículos, recogidos en once títulos; un título

preliminar y diez títulos subdivididos, a su vez, en capítulos y secciones. Como destaca

Valadés Ríos (2019), el texto cuenta con una gran riqueza conceptual e institucional que

ha servido como ejemplo para constitucionalistas de todo el mundo.

En el caso de la Constitución de Chile, la podríamos definir como “semántica”, pues,

desde su redacción, y durante un largo periodo de su vigencia, se ha utilizado para afianzar

al poder político en su enclave y justificar su gestión. A lo largo de su historia se ha

planteado su falta de legitimidad, pero además, Del Río Ferretti (2015), señala la clara

falta de densidad normativa y calidad técnico-jurídica de su texto.

La Constitución de Chile, fue sometida a plebiscito el 11 de septiembre de 1980,

encontrándose el país en estado de sitio y no existiendo registros electorales, sin embargo,

entró en vigor seis meses después, y no completamente. El texto original cuenta con 120

artículos permanentes, agrupados en catorce capítulos y veintinueve disposiciones

transitorias. Durante el periodo de dictadura, de 1881 a 1990, únicamente rigieron los

veintinueve artículos transitorios, cobrando vigencia completamente en 1990.

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Desde una perspectiva general, ya encontramos ciertas diferencias entre ambos textos

constitucionales. En su estructura general, la Constitución de Chile, recoge casi 50

artículos menos que la Constitución española. Además, esta se divide en catorce capítulos

que recogen el conjunto del articulado, mientras que la española se divide en once títulos,

que se subdividen a su vez en capítulos y secciones.

Una vez realizado un estudio general de ambos textos constitucionales, vamos a

estudiar de forma sistemática ambas constituciones, con el fin de buscar las similitudes

entre sus diferentes apartados normativos. Sin embargo, antes de comenzar dicho análisis,

cabe destacar que la Constitución de la República de Chile de 1980, es el texto

constitucional vigente más reformado de la historia del país. La totalidad del texto ha sido

objeto de enmiendas, salvo el capítulo relativo al Banco Central. En total, se han

alcanzado las 300 enmiendas en un conjunto de alrededor de 30 reformas. Por ello,

debemos tener en cuenta, que nuestro análisis comparativo se realiza respecto al texto

constitucional vigente en la actualidad, pues, como señala Navarro Beltrán (2014), poco

queda del texto originario de 1980.

4.2. Bases de la institucionalidad

De forma preliminar, en la Constitución española y, de forma inicial, en el capítulo

primero de la Constitución chilena, ambos países definen su forma de Estado al comienzo

de sus textos constitucionales. Así, España se define como un Estado social y democrático

de Derecho, en su art. 1, mientras que Chile, se define como un Estado unitario

descentralizado, en su art. 3, sin hacer especial mención a la protección social y al

sometimiento al derecho en su definición.

Ambos países definen su forma política en este mismo apartado; Chile se define como

una República democrática en su art. 4, mientras que España lo hace en su art. 1.3 como

una Monarquía parlamentaria. En ambos textos, encontramos afianzada la soberanía

nacional en el pueblo, sin embargo, la CE da un claro protagonismo a los diferentes

agentes sociales; sindicatos, asociaciones empresariales y en especial, a los partidos

políticos, como agentes fundamentales para la participación política de la sociedad,

mientras que tenemos que remontarnos al apartado 15 del art. 19 en la CCh para encontrar

la primera referencia al pluralismo político chileno. Destaca este hecho especialmente,

pues Chile supuso un ejemplo para los regímenes democráticos latinoamericanos en

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cuanto a la temprana formación de su sistema de partidos, ya que encontramos diversas

fuerzas políticas desde el momento de su independencia actuando ya en la vida política

del país, algo que no aparece reflejado de forma acorde en su Carta Magna. (Núñez

Rivero, 2002).

Asimismo, destaca de este apartado normativo, que mientras la CE hace una clara

mención, y asegura la protección de sus distintas autonomías, su cultura y su lengua, la

Constitución chilena ni siquiera menciona la presencia indígena en todo su texto, algo

excepcional en el constitucionalismo latinoamericano. (Bartolomé Clavero, 2017). De

igual forma, llama la atención la importancia que la Constitución chilena otorga a las

Fuerzas Armadas en su texto, a las cuales dedica el Capítulo XI en su totalidad. Destaca

este hecho en relación a la CE, que únicamente indica sus principios estructurales en su

art. 8, dejando su regulación en manos de la correspondiente Ley Orgánica.

Por último, cabe señalar un aspecto relevante con respecto a la nacionalidad. En la

Constitución chilena, viene a ocupar el Capítulo II en su totalidad, que regula desde su

adquisición hasta su pérdida, destacando especialmente, la pérdida de la condición de

ciudadano a los condenados por pena aflictiva (art. 17). Por su parte, la CE deriva su

regulación a lo establecido por la ley correspondiente.

4.3. Derechos y deberes fundamentales

Los derechos recogidos en la constitución de un país representan la forma en que se

han cristalizado ciertas demandas sociales a lo largo de la historia del lugar. Estas

demandas varían con el tiempo, y se materializan de forma diferente de un lugar a otro.

Aunque los derechos vienen recogidos en los ordenamientos jurídicos de las sociedades

más primitivas, su desarrollo se ha ido materializando con el avance de las primeras

experiencias constitucionales. (Pedrol, 2009).

Dentro del amplio abanico de derechos, los de carácter civil y político se han

perfeccionado en los textos constitucionales con el paso del tiempo. En cambio, otros

derechos de corte social, económico o cultural, aunque incorporados al texto

constitucional de igual forma, se ven privados de su esencia, al verse vaciados en muchas

ocasiones, de protección y garantías. (Aparicio Wilhelmi, 2009).

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Para el caso que nos ocupa, encontramos tanto en la Constitución chilena como en la

española, un amplio catálogo de derechos y libertades fundamentales consagrados en sus

textos constitucionales.

Por su parte, la Constitución española, recoge un amplio catálogo de derechos de

distinta índole en su Título I, titulado “De los derechos y deberes fundamentales”. La

regulación de estos derechos y libertades viene estructurada por categorías en los distintos

capítulos en que se divide este primer Título. En especial, encontramos una amplia

regulación de los derechos de carácter civil y político, en el Capítulo II, y de carácter

social, en el Capítulo III.1

La división de los derechos en capítulos tiene un fin, además de ordenador, de carácter

jurídico. Esto se desprende del propio art. 53, encargado de establecer el sistema de

garantías para los derechos del Capítulo II, fundamentalmente, civiles y políticos. Para

estos derechos, se establece la reserva de ley y el contenido esencial, como garantías

legales, y ciertas garantías jurisdiccionales directas ordinarias. Además, para el caso de

los derechos de la Sección Primera, se establecen como garantías especiales, el recurso

preferente y sumario en sede ordinaria, y el recurso de amparo constitucional. (Aparicio

Wilhelmi, 2009).

Sin embargo, la protección y garantías con las que cuentan los derechos recogidos en

el Capítulo II, se desvanece cuando nos adentramos en los derechos sociales, económicos,

culturales y ambientales, del Capítulo III. En atención al art. 53.3, se establece que estos

principios sólo podrán alegarse ante la jurisdicción ordinaria, de acuerdo a las leyes que

los desarrollen. De esta forma, se deriva su exigibilidad al contenido que establezca el

legislador de turno, sin contar con impedimento constitucional alguno. Esta falta de

protección no concuerda con la importancia de los principios recogidos en el Capítulo III

como “principios rectores de la política económica y social”, pues estos, además de

consagrar mandatos específicos para los poderes públicos, también recogen ciertos

derechos subjetivos de especial importancia. 2 (Aparicio Wilhelmi, 2009)

1 Los derechos sociales no vienen recogidos únicamente en el Capítulo III, sino que podemos encontrarlos

dispersos por todo el texto constitucional. Véase; la subordinación de la riqueza al interés general del art.

128, el límite de la función social del derecho de la propiedad del art. 33, etc. 2 Véase; derecho a una vivienda digna y adecuada (art. 47), derecho a la protección de la salud (art. 43),

derecho de acceso a la cultura (art. 45), derecho a disfrutar de un medioambiente adecuado (art. 45), etc.

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Es especialmente importante en este sentido el artículo 41, que destaca Sala Sánchez

(2014), por establecer con contundencia que los poderes públicos mantendrán un régimen

público de Seguridad Social, que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes

ante situaciones de necesidad. Además, asigna un papel esencial al Estado en materia de

prestaciones de carácter social.

Por su parte, la Constitución chilena, recoge de forma similar, un amplio bloque de

derechos fundamentales de diversas categorías; civiles, económicos, sociales y políticos.

Estos vienen recogidos principalmente en su art. 19, aunque no se reducen únicamente a

los recogidos en este artículo, sino que se extienden a otros ubicados a lo largo del texto

constitucional (ej. derechos políticos del art. 13) y a los recogidos en los tratados

internacionales vigentes ratificados por Chile, de conformidad con su art. 5.

Pese a que el art. 19 recoge un amplio catálogo de derechos fundamentales de distinta

índole, la CCh no fija en ninguno de sus artículos la primacía de unos derechos sobre

otros. No existe ningún criterio ordenador establecido de forma expresa. (Jordán Díaz,

2007).

Los derechos fundamentales consagrados constitucionalmente tienen una garantía de

protección superior, gracias a la reserva de ley, así como el establecimiento de

procedimientos particulares para su aprobación, modificación o derogación, y su sujeción

a ciertos quórums. La regulación legislativa de estos derechos viene consagrada en el art.

66, donde se establecen los tipos de leyes y quórums necesarios. Así, se realiza una

diferenciación entre leyes interpretativas, leyes orgánicas constitucionales, leyes de

quórum calificado y leyes comunes:

Las leyes de quórum calificado, requieren para su aprobación, modificación o

derogación, de la mayoría absoluta de diputados y senadores en ejercicio. Encontramos

como derechos regulados por este tipo de leyes; el establecimiento de la pena de muerte

(19.1,3º), la libertad de opinión e información (19.12º), las normas sobre seguridad social

(19.18º), entre otros.

Por su parte, las leyes orgánicas, precisan para su aprobación, modificación o

derogación, de 4/7 de los diputados y senadores en ejercicio. Dentro de este tipo de leyes,

encontramos materias que fijan los requisitos mínimos para los distintos niveles de

enseñanza (19.11), la regulación de los partidos políticos (19.15, 5º), etc.

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Por último, las leyes interpretativas, requieren de 3/5 de los diputados y senadores en

ejercicio para su aprobación, modificación o derogación. El resto, se desarrollan por ley

ordinaria o simple, que únicamente requieren una mayoría de entre los miembros

presentes en cada Cámara. (Jordán Díaz, 2007).

Si analizamos los derechos incluidos, podemos observar como se ha buscado dotar de

cierta relevancia social a determinados derechos, en particular, podemos destacar la

educación, la propiedad o la seguridad social.

Una vez analizado a grandes rasgos los apartados constitucionales que recogen los

derechos y libertades fundamentales de forma amplia, cabe destacar un último punto en

relación a los derechos, en especial, los derechos sociales. Para ello, debemos volver al

apartado anterior, y en especial, a cómo se define el Estado español en su art. 1.

Como hemos visto anteriormente, España, se define como un Estado social y

democrático de derecho, a diferencia de Chile, que no incluye en su texto constitucional

mención alguna respecto al carácter social de su Estado. Por parte de Chile, únicamente

encontramos principios orientadores de la acción del Estado, donde indican que la acción

pública debe orientarse hacia la reducción de la desigualdad social (Tenorio Sánchez,

2014). De ahí que los derechos sociales no cuenten con protección reforzada y devengan

en anhelos y propósitos deseables, pero sin exigibilidad directa al deber de actuación que

corresponde al Estado.

El diseño constitucional de ambos países se sitúa en las antípodas del

constitucionalismo social. Mientras España consagra un principio de estado social, dando

preeminencia a la actividad del estado en esta materia, Chile consagra el principio de

subsidiariedad otorgando, como afirma Poyanco Bugueño (2017), la responsabilidad de

lo social a la propia sociedad civil.

4.4. Poder legislativo y poder ejecutivo

A lo largo del presente trabajo se ha hecho especial hincapié en el contexto político y

social en que se desarrollaron los textos constitucionales de España y Chile. En el

apartado que a continuación vamos a desarrollar, resulta particularmente relevante

atender al contexto político en el que se encontraban estos dos países antes de la

promulgación de sus Constituciones para entender la forma de gobierno establecida en

sus textos fundamentales.

Page 18: FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE …

18

Tanto en el caso de España como en el caso de Chile, debemos retroceder a sus

primeros artículos para encontrar definida su forma de Estado y de Gobierno. En el caso

de España, debemos retroceder hasta los artículos 1.1 y 1.3, donde se constituye como un

Estado social, democrático y de derecho, cuya forma política es la monarquía

parlamentaria.

Esta forma de gobierno tan peculiar, está compuesta por dos elementos; monarquía y

parlamentarismo. Para encontrar la regulación de este primer elemento, la monarquía,

debemos avanzar hasta el Título II de la CE, titulado “De la Corona”, que regula esta

institución en sus arts. 56 a 65. Resulta especialmente relevante el orden normativo

establecido para este título, pues muestra la intención de dotar de prioridad a la Corona

dentro del texto constitucional, al venir justo después de los derechos y libertades

fundamentales.

La monarquía parlamentaria se estableció en España tras salir de casi cuarenta años de

régimen autoritario, donde el general Franco había convertido antes de su muerte en

heredero a título de rey, a D. Juan Carlos I de Borbón. Tras este largo periodo autoritario,

la voluntad latente de políticos, ciudadanos y agentes sociales se decantaba por un

régimen democrático. Como se ha mencionado, la redacción de la vigente constitución

destacó por su trabajo de consenso y, es este punto, un gran punto de conflicto, que

consiguió salvarse configurando esta forma de gobierno, estableciendo la figura del Rey

como un símbolo de unidad y permanencia (art. 56.1).

La función del Rey viene regulada en el art. 56.1 que le otorga un papel de árbitro y

moderador en el funcionamiento regular de las instituciones, mientras asume la más alta

representación del Estado. Y en atención a esta posición en que se fundamenta su figura,

se le dota de inviolabilidad, no estando sujeto a responsabilidad, lo que en la actualidad

suscita un punto de gran controversia que ha resucitado el debate sobre una posible

reforma hacia una República democrática.

Siguiendo con la sucesión a la Corona, y en relación a una hipotética reforma de

nuestro texto constitucional, cabe destacar en este sentido, el art. 57 CE. Esta norma de

preferencia del varón sobre la mujer en el mismo orden hereditario se encuentra ya

desfasada y suscita, como indica Mateos y de Cabo (2019), unanimidad en la doctrina

para su adaptación a los principios de igualdad y no discriminación por razón de sexo.

Page 19: FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE …

19

Dejando atrás la regulación sobre la sucesión hereditaria de la Corona, avanzamos

hasta el artículo 62, donde se regulan expresamente las funciones encomendadas a la

figura del Rey. Destacan entre ellas; sancionar y promulgar las leyes, convocar y disolver

las Cortes, convocar los referéndums o, ser el mando supremo de las Fuerzas Armadas.

(Fernández-Fontecha, 2018)

Por último, cabe destacar un último hecho en relación a la jefatura del Estado. Para

ello, vamos a adelantarnos hasta el art. 168, en relación al procedimiento agravado de

reforma constitucional. Destaca de este procedimiento que se haya incluido la Corona

entre los pilares de especial protección constitucional del procedimiento agravado,

igualándolo a derechos esenciales. Podemos concluir como señala Requejo Pagés (2018),

que el verdadero propósito, es defender la continuidad de la monarquía como forma

política del Estado.

En relación a España, una vez analizada la Jefatura del Estado, queda analizar el

segundo elemento que conforma la conjunción “monarquía parlamentaria”. Para ello, nos

adentramos en el régimen parlamentario español, regulado en el Título III de la CE, y

representado por las Cortes Generales. La regulación correspondiente a las Cortes,

engloba los artículos 66 a 96, una extensa regulación que nos muestra la complejidad de

esta institución en su conjunto.

Las Cortes Generales, son un órgano bicameral formado por el Congreso de los

diputados y el Senado, donde reside la soberanía nacional del pueblo (art. 66). Este órgano

es el encargado de ejercer el poder legislativo del Estado, de aprobar los presupuestos y

de controlar al poder ejecutivo.

El Congreso, por su parte, se circunscribe a la provincia, mientras que el Senado, es la

cámara de representación territorial. Ambas cámaras se eligen mediante sufragio

universal, libre, igual, directo y secreto, por un período de cuatro años (art. 68-69).

Únicamente destacar de este extenso y complejo apartado, la función de control que la

CE otorga al Congreso de los diputados en sus arts. 99, 112 y 113, ante el que el Gobierno

responde de su gestión política. Encontramos aquí un dato característico del régimen

parlamentario que otorga al Congreso la potestad de conferir o retirar su confianza al

Gobierno, mediante la moción de censura.

Page 20: FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE …

20

Por su parte, Chile se define como una república democrática en su art. 4, siguiendo la

tradición presidencialista latinoamericana. Para analizar la figura al mando de la

República chilena, debemos avanzar hasta el Capítulo IV de su texto constitucional,

especialmente, a sus arts. 24 a 32, donde se regula la figura del Presidente de la República.

Es la figura del Presidente, la encargada de la jefatura del Estado, correspondiéndole

así, su gobierno y administración (art. 24). La elección del Presidente ha resultado a lo

largo de la historia constitucional chilena un objetivo de reformas claro, pasando de

periodos originarios de ocho años a seis, y hasta los cuatro sin reelección previstos

actualmente. La elección, se realizará en votación directa y por mayoría absoluta de los

sufragios emitidos, conjuntamente con la de parlamentarios (art. 26).

Siguiendo con la regulación de la figura del Presidente de la República, debemos

avanzar hasta el art. 32 para conocer cuáles son las competencias que el texto

constitucional le otorga en su función. Encontramos así, una extensa lista de atribuciones

especiales de distinta índole. El Presidente concurre en la formación de las leyes, y puede

dictar, decretos con fuerza de ley en ciertas materias, convocar a plebiscitos, declarar los

estados de excepción constitucional, ejerce la potestad reglamentaria, entre muchas otras.

Asimismo, es el encargado de nombrar al Contralor General de la República y al Fiscal

Nacional, con acuerdo del Senado y, a los miembros del TC correspondientes, entre otros.

Dentro del marco del presidencialismo chileno, encontramos claros tintes del

autoritarismo originario de Pinochet. Con la Constitución de 1980 se aumentó

considerablemente los poderes legislativos correspondientes al Presidente de la

República, sin embargo con la evolución política de los últimos años y las reformas

constitucionales llevadas a cabo, se ha apostado por disminuir sus funciones en beneficio

del Congreso, lo que ha forzado que ambas instituciones deban mantener una buena

relación. (Aranda Bustamante y Riquelme Rivera, 2011).

Analizado el poder ejecutivo chileno y la importante figura del Presidente de la

República como Jefe del Estado, debemos buscar ahora que figura representa al poder

ejecutivo en España. Para ello, debemos analizar el Título IV de la CE, especialmente sus

arts. 97 a 107, que regulan la figura del Gobierno.

El Gobierno español es un órgano compuesto por el Presidente, los vicepresidentes en

su caso, y los Ministros, que tienen encomendada la función de dirigir la política interior

y exterior, la Administración y civil y militar del país y la defensa del Estado. Al contrario

Page 21: FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE …

21

que el sistema presidencialista chileno, nuestro sistema, no otorga al Presidente del

Gobierno el abanico de competencias que su texto recoge.

Siguiendo con el poder legislativo, nos encontramos en Chile con la figura del

Congreso Nacional, regulada en el Capítulo V de la CCh, particularmente en sus arts. 47

a 75. El Congreso chileno, está compuesto por el Senado y la Cámara de Diputados,

respondiendo así al bicameralismo clásico norteamericano. Ambas cámaras poseen

iguales facultades legislativas, aunque la primera ejerce funciones políticas, mientras que

el Senado representa los intereses territoriales con una función de carácter moderador.

(Godoy, 2003).

Al igual que en España, ambas Cámaras se eligen por periodos de cuatro años, en

votación directa (art. 47). Destaca en este sentido, el requisito de la edad establecido para

una y otra cámara. En el caso del Congreso, únicamente se requiere tener cumplidos

veintiún años de edad, mientras que esta edad aumenta hasta los treinta y cinco años en

el caso de los senadores (Art. 50). Destaca igualmente, la diferenciación en torno a una

posible reelección, señalándose para los parlamentarios una reelección de hasta por dos

veces, mientras que los senadores únicamente podrán ser reelegidos hasta por un periodo

(art. 51). Esta limitación a la reelección perjudica a la posible profesionalización de los

legisladores, que gracias a la experiencia y conocimiento acumulado podrían mejorar las

capacidades de las cámaras (Boeninger, p.63-64 2007, citado por Aranda Bustamante y

Riquelme Rivera, 2011)

El Congreso Nacional es una de las instituciones fundamentales de la democracia

chilena, pues es la figura encargada del ámbito legislativo. Este trabajo legislativo se

realiza dentro de un sistema de carácter presidencialista, donde el poder ejecutivo cuenta

con un amplio abanico de capacidades legales. Además, es la institución encargada de

representar a la ciudadanía.

Este órgano concurre en la formación de las leyes y ejerce funciones de tribunal en el

sistema político. Si nos adentramos en cada una de las Cámaras, es atribución exclusiva

de la Cámara de Diputados la fiscalización de los actos del Gobierno y la declaración de

acusaciones constitucionales frente a las instituciones establecidas en el art. 52. Por su

parte, el Senado es el único que puede juzgar como tribunal supremo las acusaciones

efectuadas por la Cámara de Diputados. Este último, también posee facultades para

resolver las contiendas competenciales entre las autoridades y los tribunales superiores

de justicia y, restablecer la pérdida de la ciudadanía, entre otras.

Page 22: FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE …

22

4.5. Economía y Hacienda

El sistema económico y financiero de un país resulta un pilar base en el sostenimiento

de un Estado. Los principios económicos que se desarrollan en un texto constitucional

están estrechamente relacionados con los valores sociales establecidos. Es por esto que

unos y otros deben ir correctamente acompasados, pues el correcto funcionamiento del

Estado dependerá en gran medida de ello.

A lo largo del presente trabajo se ha mencionado en diversas ocasiones el carácter

neoliberal de la Constitución chilena, consecuencia de las políticas de corte neoliberal

que se han aplicado en el país desde la dictadura de Augusto Pinochet. Sin embargo, es

importante destacar que la Constitución chilena no realiza un reconocimiento expreso a

un sistema económico determinado.

En su texto, no se menciona la economía de mercado, como sí lo hace la Constitución

española en su art. 38. Sin embargo, aunque no lo haga de una forma expresa, sí incorpora

en su bloque de DD.FF, la propiedad privada y la libertad de empresa, por lo que, como

señala Guerrero Becar (2016), reconoce un importante papel al mercado en la asignación

de los recursos. Asimismo, el texto tampoco realiza una declaración expresa a un modelo

económico concreto de corte liberal, pero sí realiza una fuerte protección y

reconocimiento de los derechos antes mencionados y, diseña la actuación del Estado sobre

el principio de subsidiariedad.

La Constitución chilena, determina el papel del Estado, como subsidiario en la

actividad económica del país, no expresando su carácter de “Estado social” en ningún

momento en la totalidad del texto, como sí clarifica la CE en su art. 1. (Guerrero Becar,

2016).

En este sentido, cabe destacar que la Constitución chilena sí reconoce ciertos derechos

de carácter social, como son la protección de la salud, la educación y la seguridad social.

Sin embargo, pese a que la constitución reconoce expresamente estos derechos, no otorga

al Estado el deber de ejecutar esta prestación de forma directa. Además, podemos destacar

en este mismo sentido, el hecho de que estos derechos de corte social, queden fuera del

recurso de protección de garantía constitucional.

Pese a que las últimas reformas elaboradas desde su entrada en vigor en 1980, han

conseguido introducir ciertas ideas sociales en el texto constitucional chileno, la

Page 23: FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE …

23

participación privada en la prestación de los derechos enumerados ha tenido un papel

esencial, en especial, en relación al sistema de pensiones. Como afirma Guerrero Becar

(2016), podemos reconocer claramente un modelo de corte neoliberal en la Constitución

chilena.

Por su parte, la Constitución española, como ya se ha mencionado, sí reconoce un

modelo económico determinado; la economía de mercado. Sin embargo, en su texto,

impone a los poderes públicos la obligación de alcanzar ciertos objetivos; el progreso

social y el económico (art. 40). En este sentido, vemos una clara referencia a un principio

de corte económico pero también social, como la especial referencia “realizarán una

política orientada al pleno empleo”.

Por su parte la CE, regula su economía y hacienda en su Título VII, constituyendo así

una auténtica constitución económica entre sus arts. 128 a 136. Estos preceptos deben

completarse junto con los ubicados en la parte dogmática entre los derechos y deberes

fundamentales. Asimismo, tal y como se ha mencionado al comienzo de este apartado, la

CE en su art. 1 define su forma de Estado, como un estado social, vinculado de esta forma

el sentido social al orden económico. Y en este sentido, desarrolla la CE una serie de

principios a lo largo de su texto, con el fin de promover el desarrollo social y obligando

al Estado a realizar su política encaminada a tal fin.

En este punto, debemos tener en cuenta que la política fiscal y monetaria, instrumento

esencial de la economía actual, es hoy una responsabilidad exclusiva del Banco Central

Europeo. Por ello, debemos destacar, que la inclusión de España en la Unión Europea y

su unión monetaria, ha incidido profundamente en nuestra Constitución, originando,

como señala Rodríguez Bereijo (2018), una verdadera mutación constitucional, al

desplazar las decisiones sobre la economía y el estado financiero del país, a los órganos

de la propia Unión Europea.

Por último, cabe destacar de nuevo la reforma constitucional llevada a cabo en el año

2011 y la introducción del art. 135, que incorpora el principio del equilibrio

presupuestario, estableciendo límites al PIB y al déficit y endeudamiento público del

Estado y las administraciones. Tras esta reforma, surge la cuestión entonces de qué deberá

prevalecer en la política del Estado; el desarrollo social establecido en la parte dogmática

del texto constitucional o el imperativo a los poderes públicos para orientar su política

económica y financiera a la del marco que establezca el Banco Central Europeo.

Page 24: FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE …

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4.6. Organización territorial

La forma en que un país aborda su organización territorial, no se limita únicamente al

establecimiento de una planificación espacial de su territorio. La organización territorial

guarda una estrecha relación con el resto de políticas sociales, culturales y económicas

que el Estado lleva a cabo. Por ello, debe establecerse una organización del territorio

estable y eficaz, con el fin de fomentar el crecimiento de todas sus unidades territoriales,

reduciendo la desigualdad entre ellas, especialmente, en relación a sus oportunidades de

desarrollo.

En este sentido, la organización territorial de Chile ha resultado una problemática que

ha acompañado al país a lo largo de su historia constitucional. Tradicionalmente, Chile

por cuestiones históricas, políticas y especialmente, culturales, de profundo arraigo, ha

sido un estado con un modelo unitario centralizado. Sin embargo, con el golpe militar de

Pinochet, se aplica un modelo territorial enfocado en la desconcentración de carácter

administrativo, basado en órganos jerarquizados, subordinados a las órdenes y figura del

jefe del estado, careciendo las regiones de un verdadero poder efectivo de decisión.

(Ferrada Bórquez, 2016)

La Constitución de 1980, siguió este modelo de forma casi íntegra, estableciendo en

su art. 3, un modelo de Estado unitario desconcentrado y, reiterando la división político-

administrativa en regiones, provincias y comunas, mientras mantenía al frente de estas al

intendente3, gobernador y alcalde, respectivamente. Es ya en 1991 cuando encontramos

la primera gran reforma constitucional de carácter descentralizador. Con esta reforma se

crea el Gobierno Regional4, sin embargo, no se atiende a la efectiva participación de la

ciudadanía en la gestión de las regiones. (Ferrada Bórquez, 2016). Tras esta reforma,

podemos destacar la introducida en 2009, que intensifica la autonomía de las regiones

gracias a diversas modificaciones del Consejo Regional, en especial, la elección de los

consejeros mediante sufragio universal en votación directa y la elegibilidad del presidente

del Consejo de entre los miembros del mismo. (García Barzelatto, 2017).

Por último, cabe destacar una última reforma constitucional llevada a cabo en 2017,

como consecuencia de un informe realizado por la Comisión asesora presidencial en

3 La designación del Intendente, encargado del gobierno y administración de la región, siguió en manos

del Jefe del Estado, quedando la ciudadanía, excluida de nuevo, de la gestión de los intereses de la región. 4 El Gobierno Regional pasó a ser dirigido por el Intendente Regional, funcionario de confianza del

Presidente de la República, como su agente directo en la región, asumiendo el Consejo Regional, un rol

secundario de asesoría, pero con escasa gestión efectiva.

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20145 y, la reforma de la Ley Orgánica Constitucional sobre Gobierno y Administración

Regional (LOCGAR), de 2018. Las principales modificaciones afectaron al Capítulo

XIV, especialmente a los arts. 111, 112 y 113, que establecieron la elección por sufragio

universal de un órgano ejecutivo que encabezaría la representación de la región, el

Gobierno Regional, que reemplazaría a la figura del Intendente. Además, se creó la figura

del Delegado Presidencial Regional, representante del Presidente de la República en la

región. Por su parte, la LOGCAR estableció un nuevo mecanismo de transferencias de

competencias para los Gobiernos Regionales. (Henríquez Opazo, 2020).

En conclusión, podemos afirmar que el proceso de descentralización y

desconcentración administrativa chileno ha sido largo y accidentado a lo largo de su

historia, el cual no ha venido siempre acompañado de los resultados esperados.

(Hernández Olmedo, 1993). Como señala Henríquez Opazo (2020), podemos apreciar en

la constitución chilena un modelo de organización descentralizada territorialmente,

excesivamente restrictiva en un inicio, pero que ha comenzado a cambiar con la última

reforma operada, hacia la separación de la relación jerárquica entre el nivel central y el

gobierno regional.

Por su parte la Constitución española, no se ha visto a salvo de la problemática

territorial a lo largo de su historia constitucional. El vigente texto constitucional, hace

hincapié en su unidad indisoluble en su art. 2 mientras reconoce, al mismo tiempo, la

autonomía de las distintas nacionalidades y regiones que la integran.

El problema del regionalismo español ya fue abordado por la Constitución de 1931,

que pretendió sentar las bases para una descentralización política de corte unitario-

regional, no federal. Con la entrada en vigor de la Constitución de 1978, se aboga por una

solución de “Estado autonómico”, una combinación de unidad de la nación junto al

reconocimiento del derecho a los territorios a constituirse en Comunidades Autónomas

con facultades de autogobierno. Este modelo de autonomías es abierto pues, además de

permitir diversos grados de descentralización administrativa y política, no identifica

nominalmente cuales son estas Autonomías (art. 137). (Cámara Villar, 2018).

5 Comisión Asesora Presidencial en Descentralización y Desarrollo Regional (2014). Propuesta de

Política de Estado y Agenda para la Descentralización y el Desarrollo Territorial de Chile. Hacia un país

desarrollado y justo (Informe Comisión Asesora Presidencial en Descentralización y Desarrollo Regional).

Disponible en: https://goo.gl/aUoXtT.

Page 26: FACULTAD DE DERECHO GRADO EN DERECHO TRABAJO FIN DE …

26

En definitiva, lo que la Constitución prefiguró fue la apertura de un proceso

autonómico, por lo que la plasmación y estabilidad de un modelo más concreto requiere

de más tiempo. Este proceso, aunque todavía abierto, parece que ha agotado

prácticamente sus posibilidades de desarrollo con las últimas reformas llevadas a cabo

con los llamados “Estatus de segunda generación” y con la doctrina establecida por el

propio Tribunal Constitucional en su Sentencia 31/2010 sobre el Estatut de Cataluña.

(Cámara Villar, 2018).

Comprender las particularidades de nuestra forma territorial de Estado es el punto de

partida para una reforma del mismo, dado que como bien indica Fondevila Marón (2014),

la práctica unanimidad de la doctrina asume la desafortunada e inconclusa normativa que

recoge nuestro Título VIII.

4.7. Cuestión religiosa

La regulación de la cuestión religiosa de un país, es un elemento esencial que su texto

constitucional debe abordar, ya de forma expresa o de forma implícita. A lo largo de la

historia constitucional, la regulación de la religión ha supuesto un quebradero de cabeza

para los juristas constitucionalistas. Cómo un país regula la cuestión religiosa en su texto

fundamental nos muestra la importancia de la religión en la sociedad, pero puede darnos

muchas pistas acerca de la importancia que la religión ha tenido en la formación de las

bases de la sociedad, en su cultura y en sus valores.

Para el caso de España, la cuestión religiosa supone un elemento de gran conflicto

político y social. Debemos atender al gran peso social, y sobre todo, cultural, que la

religión ha tenido en el país a lo largo de su historia para entender su regulación en el

vigente texto constitucional.

De esta forma, España se define en su Capítulo II, como un estado aconfesional,

cuando establece que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Asimismo, consagra y

garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto, en su vertiente positiva y negativa,

en los arts. 16.1 y 16.2. Sin embargo, al mismo tiempo, fruto de la importancia social y

cultural de la religión en el país, la constitución consagra en su art.16.3, la obligación del

Estado de mantener una relación de cooperación con la Iglesia Católica y demás

confesiones.

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27

Por su parte, no encontramos una referencia expresa al carácter religioso del Estado

chileno. Con el análisis de su texto constitucional, podemos definir a Chile, como un

Estado laico, respetuoso con el pluralismo religioso. (Noguieira Alcalá, 2006). Pero a lo

largo de su historia esto no fue siempre así. En Chile, se produjo la completa separación

normativa e institucional entre la Iglesia Católica y el Estado chileno con la entrada en

vigor de la Constitución de 1925, que ya consagró la libertad de culto, de forma similar a

como lo hace ahora el texto constitucional vigente en su art. 19.6, junto a la libertad de

conciencia y libertad de creencias. (Tórtora Aravena, 2012).

Sin embargo, pese a que la CCh consagra la libertad de conciencia y de creencias de

forma expresa, no hace expresa mención a la objeción de conciencia, como sí lo hace la

CE en su art. 30. Aunque por su parte, la doctrina chilena ha sostenido que forma parte

del núcleo de la libertad de conciencia.

4.8. Tribunal Constitucional

Los tribunales de carácter constitucional surgen en Europa en 1920, como una creación

del jurista Kelsen. A partir de esta fecha, se expanden por todo el continente europeo;

España (1931), Italia (1947) o Alemania (1949). (Navarro Beltrán, 2014). Por lo que

respecta al continente americano, observamos la convivencia de tribunales de diversa

estructura; en Bolivia o Colombia encontramos que forman parte del poder judicial,

mientras que en otros países como Ecuador, Perú o Chile, son órganos externos al mismo.

(Rolla, 2012).

En el caso de Chile, el TC fue incorporado en 1970 a la Constitución de 1925, y se

mantuvo vigente hasta el golpe militar de Pinochet en 1973, que lo disolvió, por

considerarlo la Junta Militar como un órgano “innecesario”. (Navarro Beltrán , 2014).

Posteriormente, la constitución de 1980 consagró y reforzó TC en un capítulo propio,

cuyos artículos 81 a 83 se encargaban de regular su estructura y competencias. (Nogueira

Alcalá, 2008). Tomando como modelo el sistema francés y el español, se reforzaron sus

atribuciones otorgándole el control preventivo de la constitucionalidad de las leyes

orgánicas. Sin embargo, fue con la importante reforma constitucional de 2005, cuando se

refuerzan verdaderamente sus facultades. Con esta reforma, el Tribunal Constitucional se

ubica en un nuevo Capítulo VIII (arts. 92 a 94) y se modifica su normativa, ampliando la

acción de inaplicabilidad y de inconstitucionalidad de las leyes. (Navarro Beltrán, 2014)

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28

Actualmente, tomando como referencia el sistema italiano, en su integración

participan los tres principales órganos del Estado (art. 92); el Presidente de la República

designa a tres de los diez miembros. Por su Parte el Congreso Nacional escoge a cuatro;

dos por parte del Senado y otros dos la Cámara de diputados. Por última, la Corte Suprema

escoge a tres miembros.

El Tribunal Constitucional chileno, está a cargo de una vía de naturaleza jurisdiccional

especial para la defensa de la Constitución, que cuenta con primacía sobre el resto por ser

especializada. Así, tiene atribuido el control sobre las leyes orgánicas y de aquellas que

interpreten la constitución y, es el órgano encargado de resolver las cuestiones sobre

constitucionalidad; de los Autos de otros órganos (Corte Suprema, Cortes de

Apelaciones…), de los proyectos de ley o de reforma constitucional, de decretos con

fuerza de ley… Por último, destacar que es el órgano encargado de declarar la

inconstitucionalidad de las organizaciones y movimientos o partidos políticos (94.10º).

Sin embargo, existen dos vías más para la defensa del texto constitucional. Por un lado,

encontramos una vía de carácter jurisdiccional, atribuida a los tribunales ordinarios

(acción de nulidad, acción de protección y amparo…) y por otro, una segunda vía de

carácter administrativo, a cargo de la Contraloría General de la República. (Garrote

Campillay, 2020).

El sistema garante de la Constitución chilena antes de 2005 ya era complejo, pero tras

esta reforma, aún lo es más. Sin embargo, como señala Garrote Campillay (2020),

también es novedoso, pues si lo comparamos con los ordenamientos de otros países como

Francia, Alemania o España, podemos observar ciertas peculiaridades que lo hacen

especial. Tras la mencionada reforma, el modelo de justicia constitucional chileno adopta

una naturaleza híbrida, siendo su control de la constitucionalidad a posteriori único.

En cuanto al TC español cabe destacar, que al igual que Chile, es el máximo órgano

interpretador de la Constitución en España y el encargado de garantizar la vinculación de

los poderes públicos al texto constitucional. Este órgano, inspirado en el “Tribunal de

Garantías Constitucionales” de la Constitución española de 1931, se rige por lo recogido

en el Título IX, en los artículos 159 a 165, que se desarrolla en la Ley Orgánica 2/1979,

de 3 de octubre y las posteriores modificaciones introducidas con sus reformas. 6

6 Leyes Orgánicas 8/1984, 4/1985, 6/1988, 7/1999, 1/2000, 6/2007, 1/2010, de 20 de febrero y 8/2010.

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29

El TC es un órgano de carácter jurisdiccional que no forma parte del poder judicial y

que destaca por su independencia, y otras notas particulares, como su imposibilidad de

actuar de oficio o el carácter vinculante de sus resoluciones. Su poder decisorio tiene

carácter de cosa juzgada y plenos efectos erga omnes (art. 164), aunque únicamente en

materia de garantías constitucionales. (Gabaldón López, 2018)

Es un órgano compuesto, integrado por doce miembros; ocho de ellos son elegidos

paritariamente por el Congreso y el Senado, dos por el Gobierno y dos por el Consejo

General del Poder Judicial. La propuesta de cada cámara deberá aprobarse con una

mayoría reforzada de 3/5 de los miembros, con el fin de disminuir los nombramientos

excesivamente partidarios.

Cabría destacar del sistema de organización dos puntualizaciones; en primer lugar,

destaca el hecho de que el Jefe del Estado no intervenga en la elección como sucede en

países de nuestro entorno, pues el rey se limita a recibir el juramento de los cargos y a

emitir el nombramiento formal. En segundo lugar, cabe destacar la fuerza decisoria del

voto del Presidente del TC, que ha sido muy criticado, al venir reforzando su poder ya

acrecentado con el poder que le es propio como director del debate. (Rodríguez-Piñero y

Casas Baamonde, 2018)

Las competencias atribuidas al TC vienen recogidas en el art. 161 y se extienden a

todo el territorio nacional. Entre ellas, destaca el control constitucional de las leyes del

Estado y las CC.AA, mediante el recurso y la cuestión de inconstitucionalidad, y su

función como principal garante de los DD.FF reconocidos en la CE, por medio del recurso

de amparo por violación de los derechos recogidos en el art 53.2. Además, es el encargado

de resolver los conflictos de competencia entre el Estado y las CC.AA, y de estas entre sí

y, los conflictos en defensa de la autonomía local y los órganos constitucionales del

Estado. Por último, destaca su papel como órgano de revisión de los tratados

internacionales, a requerimiento del Gobierno o las Cámaras. (García Melero, 2011)

Actualmente, se plantea el problema de la politicidad inherente a la magistratura

constitucional, como consecuencia de la politización de los miembros que provienen de

las Cámaras, que aunque representan a sectores políticos diversos, eligen el mismo

número de miembros. Sin embargo, como señala Baamonde Gómez (2020), no se debe

olvidar que su configuración como órgano jurisdiccional implica el sometimiento de sus

miembros a un estricto estatuto jurídico.

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30

Por último, cabe destacar su importante papel en lo relativo a la progresiva evolución

del Estado de las Autonomías en España y, en lo relativo a la organización territorial del

estado en general, como órgano encargado de arbitrar las disputas competenciales

surgidas y especialmente, en los últimos años, con la cuestión soberanista de Cataluña.

4.9. Reforma constitucional

La modificación de un texto constitucional constituye, sin duda, un elemento esencial

del texto fundamental. Como elemento esencial, ha sido un punto controvertido ya desde

las primeras constituciones europeas y americanas, y se ha abordado de formas muy

diversas a lo largo de la historia constitucional; desde prohibir la modificación de ciertos

preceptos, a limitar su reforma a procedimientos lentos y complejos o con ciertas

exigencias en torno a un órgano especial o mayorías cualificadas.

La CE regula en su Título X , dos procedimientos reservados a la eventual reforma del

texto constitucional. En su inicio, este Título, nos remite al artículo 87 para conocer el

régimen de iniciativa procedimental (art. 166). La Constitución, ha querido reservar la

iniciativa legislativa de reforma a cuatro instituciones esenciales: el Gobierno, el

Congreso de los Diputados, el Senado y las Asambleas legislativas de las CC.AA,

primando así, los mecanismos de democracia representativa sobre la participación directa

de la ciudadanía.

En atención a su procedimiento de reforma, podemos encuadrar la CE como una

constitución rígida, sujeta a distintos procedimientos con diversos niveles de agravación.

La CE recoge dos procedimientos de reforma constitucional; un primer procedimiento

sencillo, regulado en su art. 167 y un segundo procedimiento agravado, regulado en su

art. 168. En ambos casos, se trata de mantener una estabilidad en el contenido normativo

de la Carta Magna, requiriendo ciertas mayorías cualificadas para su reforma.

• Procedimiento simple. Artículo 167 CE.

El art. 167.1 CE se limita a exigir una mayoría de 3/5 de cada una de las Cámaras para

la aprobación de los proyectos de reforma, sin establecer ningún requisito procedimental.

El estudio de la reforma comienza en el Congreso y se remite al Senado para su

aprobación. En caso de que esta no surta, el desacuerdo, a diferencia del procedimiento

legislativo, conlleva la creación de una Comisión paritaria compuesta por Diputados y

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31

Senadores. Una vez propuesto el texto por la Comisión paritaria, se remite de nuevo a las

Cámaras para su aprobación y, de no lograrse, la reforma podrá aprobarse por una

mayoría de 2/3 del Congreso, una vez alcanzada la mayoría absoluta en el Senado (art.

167.2).

Tras la aprobación del proyecto de reforma, la Constitución brinda la posibilidad a las

Cámaras para solicitar, dentro de los quince días siguientes, que se someta a referéndum

para su ratificación. Esta solicitud deberá realizarse por una décima parte de los miembros

de cualquiera de las Cámaras, teniendo el referéndum, por tanto, carácter facultativo en

su convocatoria, aunque vinculante en su resultado. (Art. 92 CE).

• Procedimiento agravado. Artículo 168 CE.

Además del procedimiento simple, la Constitución regula un segundo procedimiento

agravado en su art. 168. Este procedimiento, se reserva, para una revisión total del texto

constitucional o una revisión parcial que afecte al Título preliminar (arts. 1 a 9), a la

Sección 1ª del Capítulo II del Título I (arts. 15 a 29) o al Título II (arts. 56 a 65), por

entender el constituyente, que requieren un mayor grado de consenso para su

modificación. Como a continuación veremos, este procedimiento somete a estos

principios a tales exigencias procedimentales que, en la práctica podría entenderse como

una auténtica cláusula de intangibilidad, como señala Requejo Pages (2018), una

posibilidad casi inviable de modificación.

La iniciativa de reforma del procedimiento agravado, debe ser aprobada por cada

Cámara por mayoría de 2/3, es decir, mayoría cualificadísima, que de no alcanzarse en

primera instancia, no admite alternativas, entendiéndose la reforma frustrada desde su

arranque. En caso de aprobación por ambas Cámaras, se debe proceder a la disolución

inmediata de las Cortes Generales y a la convocatoria de elecciones generales.

Con la redacción del nuevo texto constitucional, este se somete a la aprobación, de

nuevo, de ambas Cámaras, que por mayoría de 2/3 deberán aprobarlo, sin que, a diferencia

del procedimiento simple, se prevea el desarrollo de un texto de conciliación por una

Comisión mixta. La reforma sólo podrá prosperar si es aprobada por el Congreso.

Por último, la reforma deberá someterse a referéndum de ratificación, siendo este, a

diferencia del regulado en el procedimiento simple, preceptivo y no meramente

facultativo y, por su puesto, vinculante.

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32

El procedimiento de reforma regulado en la CE ha sido objeto de críticas desde su

redacción. Críticas que fijan su atención en los defectos técnicos y van hasta su propia

base. Se ha dotado a los preceptos constitucionales de una rigidez, en cuanto a las

mayorías exigidas en el procedimiento agravado, difícilmente justificable, si tenemos en

cuenta al contenido que cae bajo su cubierta.

El fin de requerir tales mayorías para asegurar ciertos principios y valores es

entendible, sin embargo, el gran problema que encontramos, es que la modificación de

muchos de los preceptos que se regulan en el procedimiento simple, puede afectar

sustancialmente al contenido de otros protegidos por el procedimiento agravado y,

viceversa. De esta forma se puede observar la protección agravada de ciertos preceptos

como el art. 29, mientras se dejan principios fundamentales fuera, como los recogidos en

los arts. 10 y 14. Vemos así, una clara incongruencia cuando elementos básicos como el

art. 1.1 se encuentra protegidos de forma agravada pero, se dejan elementos de su núcleo

sometidos a la protección simple, como la independencia judicial del art. 117.3.

Por tanto, como bien señala Requejo Pages (2018), la delimitación del objeto de la

reforma agravada no está, por tanto, satisfactoriamente resuelta en el art. 168 CE.

4.9.1. La reforma constitucional en la Constitución de la República de Chile.

La Constitución chilena de 1980, como se ha visto a lo largo del presente trabajo, ya

desde su redacción, buscó bloquear un modelo de organización con claros signos

autoritarios y neoliberales. Estos signos también están presentes en el apartado de su

reforma, dotando al texto constitucional de una fuerte rigidez. (Nogueira Alcalá, 2016).

La CCh en su texto reformado de 2005, regula en su Capítulo XV la materia sobre

reforma constitucional, entre los capítulos 127 a 129. En su primer artículo, la CCh

únicamente prevé un procedimiento reforma general, sin hacer especial mención a la

posibilidad de reforma total o reemplazo de la vigente constitución. Este artículo

comienza con la determinación de la iniciativa de reforma constitucional precisando, que

esta, corresponde a dos únicas instituciones; por un lado al Presidente de la República y,

por otro, a los miembros del Congreso Nacional por moción.7

7 Art. 65. En el caso de los diputados, no pueden ser firmadas por más de diez diputados o más de cinco

senadores.

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33

Una vez iniciado el proyecto de reforma constitucional, existen dos tipos de

procedimientos para su aprobación:

• Procedimiento ordinario de reforma. Artículo 127 CCh

El procedimiento ordinario regulado en el art. 127 exige para la aprobación del

proyecto de reforma, el voto favorable de 3/5 de cada una de las Cámaras para su

aprobación. (art. 127, inciso 2º).

• Procedimiento extraordinario de reforma. Artículo 128 CCh.

El procedimiento extraordinario de reforma constitucional está reservado para

determinados contenidos del texto constitucional; el Capítulo I, III, VIII, XI, XII y, el

propio Capítulo XV, referente a la reforma. Este procedimiento exige para su aprobación,

la concurrencia de al menos, 2/3 de cada una de las Cámaras del Congreso Nacional.

Una vez aprobado por ambas cámaras, el proyecto de reforma pasa al Presidente de la

República que, en caso de aprobarlo, se encargará de promulgar el texto sancionado

mediante decreto, para ser publicado posteriormente, en el Diario Oficial del Estado.

En su caso, el Presidente de la República podrá rechazar el proyecto aprobado por el

Congreso Nacional, encontrándonos entonces ante dos nuevas situaciones.

En primer lugar, podemos encontrarnos ante un veto total, que supondrá la devolución

del proyecto al Congreso. Si ambas Cámaras aprueban de nuevo el proyecto por 2/3

partes, el Presidente se encuentra ante dos posibles situaciones; promulgar el proyecto o

someterlo a la ciudadanía mediante plebiscito (art. 128.2º).

En caso de un veto parcial, las disposiciones observadas deben ser objeto de un nuevo

pronunciamiento por el Congreso Nacional, que podrá aprobarlas con el voto de 3/5 o de

los 2/3 de cada una de las cámaras, según se trate de un procedimiento ordinario o

extraordinario. En este caso, el proyecto volverá al Presidente para su promulgación y

posterior publicación en el Diario Oficial (art. 128.3º). En caso de que las Cámaras no

aprueben las observaciones, no habrá reforma en los puntos discrepantes, a menos que

ambas ramas insistan en el proyecto por 2/3 de sus miembros. En tal caso, se devolverá

al Presidente debiendo promulgarlo o, llamar a la ciudadanía a plebiscito respecto de las

cuestiones en desacuerdo (art. 128.4º).

Por último, cabe destacar el art. 129, conforme al cual el Presidente dispone de la

facultad de convocar a plebiscito a la ciudadanía para que esta decida sobre las

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discrepancias surgidas entre el Congreso Nacional y el propio Presidente, cuanto este

último haya vetado alguna reforma. Si transcurrido el plazo establecido, el Presidente no

hubiera convocado el plebiscito previsto, deberá promulgarse el proyecto de reforma

aprobado por el Congreso Nacional.

Como se ha advertido a lo largo del presente trabajo, la vigente constitución chilena se

encuentra en la actualidad en un proceso de reforma. Este proceso de reforma ya

aprobado, ha encontrado en sus inicios ciertas cuestiones problemáticas no previstas hasta

el momento. Es por ello, que tras un largo periodo de debate, se ha procedido a regular

un procedimiento para la elaboración de una nueva Constitución para el país.

De esta forma, se aprueba el 24 de diciembre de 2019, la Ley 21.200, como a

continuación veremos, que regula el procedimiento para la redacción de una nueva

constitución, añadiendo al vigente texto constitucional, los artículos 130 a 143.

5. REFORMA CONSTITUCIONAL DE CHILE

5.1. Contexto actual: “Estallido social en Chile”

El viernes 18 de octubre de 2019, se inician en Santiago de Chile unas protestas

sociales que culminarán con un fenómeno social autodenominado “Chile despertó” o

“Estallido social chileno”.

El origen de estas revueltas lo encontramos en el incremento de la tarifa del metro en

Santiago en “30 pesos” que entraba en vigor unos días atrás. Tras varios días de protestas

estudiantiles en rechazo al incremento del valor de las tarifas, se inician manifestaciones

que comienzan a reunir a grupos sociales diversos y replicas en otras ciudades del

territorio nacional. Con el aumento de las movilizaciones y una ola de fuertes altercados

en las calles; quema de autobuses y estaciones de metro, carreteras cortadas,

enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden…, el presidente del país,

Sebastián Piñera, declara el estado de emergencia y el toque de queda en varias

provincias, militarizando las calles para frenar los ataques violentos. Pese a dejar sin

efecto la subida de esta tarifa, las movilizaciones contra el Gobierno comienzan a

extenderse a otras ciudades del país.

Tras varias semanas de conflictos, enfrentamientos y protestas por todo el país, el

Gobierno anunció la aprobación de un paquete de medidas sobre pensiones, salud, ingreso

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mínimo… que resultan para la población, un intento de calmar la situación de una forma

populista. Las movilizaciones continúan con el número de detenidos, heridos y fallecidos

disparado, y así lo recoge un informe de la Oficina de Derecho Humanos de la ONU:

Hay razones fundadas para sostener que, a partir del 18 de octubre, se han

producido un elevado número de violaciones graves a los derechos humanos. Estas

violaciones incluyen el uso excesivo o innecesario de la fuerza que resultaron en la

privación arbitraria de la vida y en lesiones, la tortura y malos tratos, la violencia sexual

y las detenciones arbitrarias. [Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos

(OACDH), 2019]

Mientras las movilizaciones avanzaban, el Parlamento comenzó a discutir lo que

culminará en la implantación del “Acuerdo por la Paz Social y Nueva Constitución”, junto

con la convocatoria a un Plebiscito Nacional Constituyente, con el fin de decidir en las

urnas, la aprobación de una nueva constitución y el mecanismo para su redacción.

(Jiménez-Yáñez, 2020).

Lo que encontramos detrás del estallido social de Chile, son las fisuras de un modelo

económico y social, defendido en el contexto internacional como un modelo a seguir,

pero que esconde un fuerte descontento popular acumulado durante décadas.

Chile, se ha utilizado como ejemplo para la defender la implantación satisfactoria de

políticas neoliberales en países pobres. Entender el estallido social, significa realizar un

análisis de diversos aspectos heterogéneos: (Urzua y Calderón, 2020).

En primer lugar, debemos saber, que Chile es el país más caro de Latinoamérica en

relación a los servicios públicos. Esto se ve reflejado en el precio de su educación

superior, en el valor de los medicamentos y especialmente, en el precio del transporte

público, siendo uno de los diez más caros de todo el mundo.

En segundo lugar, debemos entender la dificultad de las familias chilenas para

subsistir. Estas familias acumulan una deuda de hasta el 75 % de sus ingresos, el sistema

de pensiones sólo garantiza el 50 % del sueldo, lo que genera alrededor de 265 $

mensuales. En Chile, la desigualdad es una realidad, siendo uno de los países con peor

distribución de los ingresos a nivel mundial.

Por último, encontramos la pérdida de credibilidad de las instituciones representativas.

Los diversos casos de corrupción política conocidos en las últimas décadas, se suman al

avance en la colusión empresarial de los últimos años.

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La subida de las tarifas del metro, como señala Jiménez-Yáñez (2020), sólo fue el

combustible necesario para prender la ira social. Fue el descontente acumulado, originado

por décadas de políticas liberales y desigualdad, lo que hizo que explotara.

Los sucesos iniciados en octubre, podían ser circunscritos a un momento determinado

dentro de una problemática mucho más amplia, que evidencia los resultados de este

modelo capitalista implantado en dictadura y ajustado durante los años noventa, que ha

empobrecido y precarizado la vida cotidiana de los chilenos, y que ha terminado

mostrando la realidad; desigualdad y una clase media casi desaparecida. (González

Martínez, 2020).

5.2. Procedimiento de reforma constitucional. Acuerdo por la Paz Social y la

Nueva Constitución.

El 15 de noviembre de 2019, diversas fuerzas políticas del país, realizan una

declaración oficial con el fin de manifestar la necesidad de revisar la institucionalidad

vigente en Chile y calmar la situación social. El texto resultante es el “Acuerdo por la Paz

Social y la Nueva Constitución”.

En su exposición, el texto define su objetivo como “buscar la paz y la justicia social a

través de un procedimiento democrático”, y promueve para ello un plebiscito basado en

dos únicas cuestiones:

“ a) ¿Quiere usted una nueva Constitución? Apruebo o Rechazo ; b) ¿Qué tipo de

órgano debiera redactar la nueva Constitución? Convención Mixta Constitucional o

Convención Constitucional.”

Los órganos propuestos para ser los encargados de la redacción del nuevo texto

constitucional, únicamente tendrán esta labor, manteniéndose alejados de otras

competencias reservadas al resto de órganos y poderes del Estado. Además, tampoco

podrán modificar los procedimientos y quórums ya establecidos.

La Convención Mixta Constitucional, será un órgano integrado a partes iguales entre

miembros electos para tal fin y parlamentarios ya en ejercicio. Por su parte, la Convención

Constitucional, únicamente estará formada por miembros electos para tal fin.

Con el Acuerdo de Paz se crea la “Mesa Técnica Constituyente”, formada por

representantes de las diversas fuerzas políticas, para alcanzar un acuerdo respecto de la

propuesta de reforma constitucional que se pondrá a disposición de los partidos políticos.

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37

De esta forma, se publica el 24 de diciembre de 2019, la Ley Nº 21.200, de reforma

constitucional. Esta ley recoge siete proyectos de ley refundidos, con el fin de

implementar las propuestas de la Mesa Técnica, que a su vez, recoge los puntos de

consenso sobre las normas del proceso de elaboración, modificando así el Capítulo XV

de la Constitución.

Este capítulo, ya reformado en 2005, añade trece nuevos artículos con el propósito de

establecer un procedimiento para elaborar un nuevo texto constitucional para la República

de Chile. Entre ellos, se acuerda la convocatoria a un plebiscito de carácter nacional para

el 26 de abril de 2020.

Sin embargo, consecuencia de la pandemia producida por el virus SARS-CoV-2 y la

grave situación sanitaria del país, se acuerda trasladar el plebiscito previsto para el mes

de abril, al 25 de octubre de este mismo año. La votación celebrada, obtuvo un 50,95%

de participación, unas cifras históricas para un plebiscito. Ante las cuestiones planteadas,

la opción “Apruebo” se impuso con el 78,28% de los votos, similar al 79% de los votos

obtenidos respecto de la opción “Convención Constituyente” como órgano encargado de

redactar la nueva constitución. (Biblioteca del Congreso Nacional de Chile [BCN], s.f.)

Con la convocatoria ya publicada en el Diario Oficial un mes después, la elección de

los miembros de la Convención se realizará el día 11 de abril de 2021, en la que podrán

participar como candidatos los chilenos, mayores de 18 años, no condenados a pena

aflictiva.

El hecho de establecer la redacción de un auténtico texto constitucional íntegro y no

una simple modificación, conllevará con su publicación, la derogación orgánica de la

actual Constitución del país. Una vez redactado el nuevo texto constitucional, se someterá

a un nuevo Plebiscito, esta vez de carácter ratificatorio, mediante sufragio universal.

6. OBJETIVOS DE LA REFORMA

La reforma constitucional prevista en Chile culminará con un nuevo texto

constitucional íntegro. Esta nueva Carta fundamental deberá atender las demandas de la

sociedad civil mientras mantiene ciertos elementos como límites sustantivos

característicos del país.

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38

El principal argumento esgrimido por los grupos favorables a esta reforma

constitucional es la demanda de un texto constitucional legítimo y representativo de la

población chilena. La sociedad civil alega la ilegitimidad de origen de la vigente

Constitución para explicar la falta de representatividad de las instituciones y el rechazo

generalizado a la clase política.

La Constitución chilena de 1980 fue producto de una imposición de la dictadura

militar de Augusto Pinochet, por lo que ya en primer término, fruto de un constituyente

autoritario, no legitimado, por no representar a la pluralidad del país, requisito mínimo

para una Carta Magna. Asimismo, en segundo lugar, cabe destacar su aprobación

mediante plebiscito, sin que, como señala Poyanco Bugueño (2016), este cumpliera unas

garantías mínimas democráticas.

El consenso en la redacción y aprobación de un texto fundamental es la piedra angular

de su durabilidad. Como se ha destacado a lo largo del presente trabajo, la Constitución

española, perdura en la actualidad sin amenaza de una reforma íntegra de su texto, pues

en cierta medida recoge el consenso de la sociedad civil y política en sus elementos

esenciales. La adhesión de los diversos sectores que integran la sociedad es un

requerimiento básico en el orden constitucional, pues sólo con la participación y el

consenso se puede lograr un texto aceptado por la ciudadanía, cuyas normas

constitucionales tengan eficacia y representen a la sociedad.

En este sentido, parece que el constituyente, tras las revueltas sociales, ha entendido

las demandas de la sociedad civil y ha acordado de forma consensuada con el resto de

grupos políticos, que el nuevo texto constitucional surja de un proceso claro de consenso

político y social. Para ello, se ha establecido como requerimiento para la aprobación del

acuerdo de la Convención constitucional, el voto favorable de 2/3 de sus miembros. Este

elemento de consenso resulta imprescindible para el nuevo texto, pues es uno de los

principales argumentos a favor para llevar a cabo la presente reforma.

En relación a esta primera demanda, la población chilena favorable a la reforma

constitucional, hace especial hincapié en la rigidez de la vigente Constitución chilena.

Como hemos podido comprobar en el análisis del capítulo relativo a la reforma

constitucional, la CCh cuenta con ciertos enclaves de carácter autoritario que dificultan

en gran medida o ciertamente, imposibilitan, la adecuación del texto al desarrollo social

país.

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A lo largo de su historia, los diferentes constituyentes han intentado rebajar su carácter

autoritario mediante reformas parciales, destacando en este sentido la realizada en 2005.

Sin embargo, la CCh establece mayorías de 2/3 y 3/5 de las Cámaras para determinadas

reformas, lo que imposibilita cualquier intento de modificar ciertos esquemas

establecidos en el texto original. Esta rigidez ha producido un hartazgo generalizado en

la sociedad, que ha visto cómo sus demandas no llegaban a plasmarse en el texto

fundamental.

En este sentido, podemos destacar además cómo, gracias al análisis comparativo,

hemos podido comprobar la gran diferencia en el rol de los partidos políticos establecido

en la vigente CCh respecto de la Constitución española. Mientras en la CE, los determina

como auténticos agentes sociales fundamentales para la participación de la ciudadanía, la

CCh les otorga un rol mínimo a lo largo de su texto.

Todo ello, ha supuesto para la sociedad un auténtico desapego por las instituciones y

la política y, en este sentido, cabría atender a las demandas de la población que exigen

una mayor participación de la sociedad civil en las decisiones del país. Esta participación

puede ser de forma representativa, otorgándole un nuevo papel a los partidos políticos o

de forma directa.

Es por ello relevante, destacar la importancia del movimiento ciudadano en todo el

proceso constitucional. La movilización de la ciudadanía chilena durante el proceso

constituyente ha sido un ejemplo de consenso y participación democrática, que debería

mantenerse con la aprobación del texto constitucional, con elementos como la iniciativa

popular de las leyes o la convocatoria a plebiscito. La vigente constitución sólo permite

la convocatoria a plebiscito en caso de controversia en el marco de una reforma

constitucional entre el Congreso y el ejecutivo y, una mayor participación directa no

supondría eliminar los rasgos de republicanismo y democracia representativa, sino dotar

de una mayor representatividad a las normas y políticas aplicables.

Pese a que la reforma constitucional prevista culminará con un texto nuevo íntegro,

debemos tener en cuenta que no se trata de un lienzo en blanco sino que existen ciertos

límites que deberán respetarse. Entre ellos, destaca la tradición republicana del país y el

derecho internacional ratificado, límite de la soberanía conforme al vigente art. 5. Como

señala Zúñiga Urbina (2014), el nuevo texto deberá inspirarse en los principios de

democracia y republica “ mientras confluyen las tradiciones constitucionales liberal,

democrática y social”.

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40

En este sentido, destaca como principal punto de las demandas de la población chilena,

el gran problema de desigualdad social entre la población del país, derivada de los altos

costes de vida y el nulo acceso a ciertos servicios sociales. Como hemos visto en

apartados anteriores, el principal motor de las movilizaciones sociales ha sido el hartazgo

por un modelo que deja atrás a los menos favorecidos, donde el Estado ha sido incapaz

de implementar políticas sociales de forma directa para proteger el tejido social y

equiparar las condiciones de los ciudadanos.

La política económica aplicada en Chile y supeditada por el principio de

subsidiariedad consagrado en su texto constitucional ha supuesto un aumento de la

desigualdad social en el país y el empobrecimiento de la clase media. Si bien, con las

últimas reformas se han conseguido ciertos progresos desde la perspectiva social y

humanitaria, ello ha sido posible gracias a la rectificación de ciertos esquemas

económicos adoptados durante la dictadura. En este sentido, el nuevo texto constitucional

tiene una deuda enorme con la población chilena, por lo que el constituyente debe realizar

un gran esfuerzo por encontrar el consenso necesario para debatir qué modelo económico

deberá recogerse en la nueva Carta fundamental del país.

El nuevo marco económico deberá atender a las demandas sociales y conjugar un

mecanismo para supeditar la economía de mercado a ciertos límites imperativos. Estos

límites, deberán marcarse dentro del principio de “Estado social”. Por tanto, dotar de

cierto contenido a los derechos sociales recogidos supondrá determinar de cierta forma,

el rol del Estado en materia económica.

La demanda de la población respecto a las desigualdades del país, conjuga

inevitablemente una problemática economía-sociedad. La sociedad civil chilena, con sus

protestas, no exige un cambio radical del modelo económico liberal, sino la adaptación

de este modelo a un Estado con mayor intervención en materia social. En este sentido,

debe entenderse primordial introducir el principio de estado social en la nueva

Constitución, dejando atrás el principio de subsidiariedad vigente y dotar al Estado de un

mayor poder de intervención en determinadas material con el fin de generar políticas

redistributivas e incentivar el igual desarrollo humano.

En este sentido, igual que los derechos conocidos como de “primera generación” son

ya estructuras inamovibles de los textos constitucionales, lo mismo debe ocurrir con los

de carácter social, que por su especial contenido requieren de una acción positiva por

parte del Estado. (Viera Álvarez, 2014). Por ello, el nuevo texto además deberá superar

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el carácter deficitario de su declaración de derechos, especialmente, en relación a la

negociación sindical y el derecho de reunión o la prohibición de ejercer el derecho de

huelga de los empleados públicos del país, entre otros. (Roberto Gargarella, 2020).

Por último, queda por destacar un cuarto punto especialmente problemático a abordar

por el nuevo texto constitucional. Como hemos podido comprobar a lo largo del presente

trabajo, la cuestión territorial de un país resulta uno de los pilares del Estado. Hemos

podido comprobar que tanto en España como en Chile, la organización territorial del país,

sigue siendo en nuestros días un foco de controversias.

Sin embargo, esta materia es especialmente problemática en Chile, pues pese a que en

España la organización territorial del país sigue siendo un problema a abordar, la CE

reconoce las diversas nacionalidades existentes en su territorio, mientras que la CCh ni

siquiera reconoce los pueblos indígenas que existen en su Estado.

Como se ha explicado con anterioridad, la falta de regulación del sistema económico

liberal tiene como consecuencia que ciertos derechos sociales, entre los que se incluyen

determinados servicios esenciales, sean inaccesibles para cierta población. En este

sentido, los pueblos indígenas sufren una doble discriminación, pues sus formas de vida

y producción son incompatibles con este régimen neoliberal, que amenaza sus tierras y

recursos naturales por ser muy atractivas para su comercialización.

El nuevo texto constitucional debe responder a las demandas de esta población

indígena y reconocer, de una vez, el carácter plurinacional de su Estado, como ya han

hecho constituciones de países vecinos como México o Bolivia.

Cualquier proceso de reforma constitucional como el propuesto actualmente en Chile,

debe tener presente que la principal función de una Constitución es limitar y regular el

poder de quienes lo detentan. Es por ello, que el pueblo chileno debe replantearse su

sistema político y analizar el modelo que se ha seguido desde las últimas décadas,

mediante el cual se ha aumentado las competencias y el poder unipersonal del Presidente

de la República mientras se despojaba de poder a las Cámaras representativas del pueblo

chileno.

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7. CONCLUSIONES

1. El análisis comparativo realizado entre la Constitución española de 1978 y la

Constitución chilena de 1980 nos ha mostrado que ambos textos comparten gran parte de

los elementos básicos del ordenamiento jurídico constitucional. En especial, podemos

destacar el carácter democrático y el sometimiento al derecho de ambos sistemas

jurídicos, el reconocimiento de un amplio abanico de derechos fundamentales o la

regulación de ciertas instituciones como el Congreso, el Senado o el TC.

2. Comparar estos dos sistemas jurídicos nos ha permitido observar ciertos

elementos en la Constitución española que podrían extrapolarse al sistema chileno con el

fin de atender las demandas que la sociedad civil chilena reclama. En este sentido, hemos

destacado a lo largo del presente trabajo, el principio de estado social, el reconocimiento

del carácter plurinacional y multicultural del país o la acción positiva del Estado respecto

a ciertos derechos de carácter social y cultural, que aun estando ya consagrados, suponen

un auténtico foco de desigualdad social, especialmente en materia educativa, sanitaria y

de servicios sociales y, de forma muy significativa en materia de pensiones.

3. La vigente Constitución chilena de 1980 no cumple el requisito esencial de ser

expresión de un acuerdo político y democrático de la ciudadanía, sino que se ha utilizado

como un instrumento para mantener una determinada estructura estatal, imposibilitando

cualquier cambio político, económico o social. A lo largo del presente trabajo hemos

podido comprobar, como a causa de su origen ilegítimo, nos encontramos ahora, ante

unas instituciones públicas y una clase política que la ciudadanía rechaza, por no

encontrarse representada en ellas.

4. Las revueltas sociales que se han producido en Chile han funcionado como un

auténtico altavoz del hartazgo de la ciudadanía chilena al modelo económico y social

aplicado desde la década de los noventa. El constituyente chileno no puede seguir

obviando las demandas de la sociedad civil respecto al cambio de modelo económico y

tal vez, político, que recoge su texto constitucional. Tras décadas de caso omiso a las

necesidades sociales de la población, ahora es el momento de responder con un nuevo

texto constitucional que este a la altura de la madurez política de la sociedad chilena y

ataque de raíz las desigualdades sociales que vive el país.

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43

5. El único camino para conseguir una Constitución democrática, eficaz,

representativa de la ciudadanía y especialmente, perdurable en el tiempo, es que el poder

constituyente emane de la voluntad popular del pueblo. En este sentido, parece que el

pueblo chileno lo tiene claro, y ha escogido que sea una Convención Constitucional de

carácter paritario quien represente sus demandas en el nuevo texto constitucional. La

validez del ordenamiento constitucional, está estrechamente vinculada a su adhesión a la

colectividad de los diversos sectores sociales y sólo, consiguiendo la eficacia de sus

normas, se puede garantizar su perdurabilidad en el tiempo y la legitimidad y aceptación

de su acatamiento por el pueblo.

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44

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❖ Legislación consultada:

• Constitución de la República de Chile de 1980 original.

• Constitución Española de 1978, BOE núm. 311, de 29 de diciembre de 1978.

• Decreto Nº 100. Fija el texto refundido, coordinado y sistematizado de la

Constitución Política de la República de Chile. Última modificación: 7 de abril de 2021.

• Ley Nº 20.050, de 26 de agosto de 2005, de reforma constitucional.

• Ley Nº 21.200, de 24 de diciembre de 2019, que modifica el Capítulo XV de la

Constitución Política de la República.

• Acuerdo por la Paz Social y Nueva Constitución, de 15 de noviembre de 2019.

(Biblioteca del Congreso Nacional de Chile [BCN], s.f.)