fuera de aquí

36
¡Fuera de aquí! Parte 1: (Un bar. Barra a la izquierda, taburetes enfrente, viejos, marrones, remendados. En medio de la escena una pequeña pista de baile y al fondo, pegado a la pared, un pequeño piano o teclado eléctrico, cubierto por el polvo. En la parte derecha, una única mesa con un par de sillas. Un camarero detrás de la barra repasa con un trapo la humedad que impregna la madera. Unos cuantos pósters decoran el bar y como cabecera de éste encontramos un nombre escrito a neón: “Charlie’s”. La luz es tenue y se escucha suavemente música procedente de un reproductor que hay debajo de la barra. Al rato, el camarero al ver demasiado limpio todo, decide servirse un vaso. Derrama su contenido y comienza a limpiarlo. Unos segundos después, entra Francisco, que lleva un traje negro en el cuerpo y cansancio en el rostro. Se quita la chaqueta, la deja en la mesa, así como el maletín que porta. Se sienta en una de las mesas y, mirando al camarero, levanta un brazo. El camarero le mira, mientras Francisco levanta un dedo. El camarero asiente y comienza a servir una copa que deja encima de la barra. Mientras tanto, Francisco se ha remangado la camisa, se ha aflojado la corbata y se ha sentado en la mesa. Toma aire. El juego empieza). Francisco: Lo he conseguido. Hoy, sí. Carlos: ¿Hoy sí? Francisco: Hoy sí. Por fin les he convencido a todos. Mariano se ha mostrado muy a mi favor y eso ha ayudado, desde luego. Pero tras tantos meses de trabajo, mañana se hará oficial. Carlos: ¿El Ministro de Cultura en persona me está adelantando noticias privadas? Francisco: No, no, por Dios. Solo te aviso, por si tienes alguna entrada de teatro comprada… Carlos: ¿Qué quieres decir, Paco? Francisco: No, Paco no. Me llamas Francisco. Quién sabe si hay alguien escuchando por aquí cerca. 1

Upload: santi-arroyo-agueero

Post on 11-Jul-2015

103 views

Category:

Education


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Fuera de aquí

¡Fuera de aquí!

Parte 1:(Un bar. Barra a la izquierda, taburetes enfrente, viejos, marrones, remendados. En medio de la escena una pequeña pista de baile y al fondo, pegado a la pared, un pequeño piano o teclado eléctrico, cubierto por el polvo. En la parte derecha, una única mesa con un par de sillas. Un camarero detrás de la barra repasa con un trapo la humedad que impregna la madera. Unos cuantos pósters decoran el bar y como cabecera de éste encontramos un nombre escrito a neón: “Charlie’s”. La luz es tenue y se escucha suavemente música procedente de un reproductor que hay debajo de la barra. Al rato, el camarero al ver demasiado limpio todo, decide servirse un vaso. Derrama su contenido y comienza a limpiarlo. Unos segundos después, entra Francisco, que lleva un traje negro en el cuerpo y cansancio en el rostro. Se quita la chaqueta, la deja en la mesa, así como el maletín que porta. Se sienta en una de las mesas y, mirando al camarero, levanta un brazo. El camarero le mira, mientras Francisco levanta un dedo. El camarero asiente y comienza a servir una copa que deja encima de la barra. Mientras tanto, Francisco se ha remangado la camisa, se ha aflojado la corbata y se ha sentado en la mesa. Toma aire. El juego empieza).

Francisco: Lo he conseguido. Hoy, sí.

Carlos: ¿Hoy sí?

Francisco: Hoy sí. Por fin les he convencido a todos. Mariano se ha mostrado muy a mi favor y eso ha ayudado, desde luego. Pero tras tantos meses de trabajo, mañana se hará oficial.

Carlos: ¿El Ministro de Cultura en persona me está adelantando noticias privadas?

Francisco: No, no, por Dios. Solo te aviso, por si tienes alguna entrada de teatro comprada…

Carlos: ¿Qué quieres decir, Paco?

Francisco: No, Paco no. Me llamas Francisco. Quién sabe si hay alguien escuchando por aquí cerca.

1

Page 2: Fuera de aquí

Carlos: Francisco… ¿vais a volver a subir el IVA?

Francisco: No, no. Dios me libre, jajaja. Esto va mucho más allá. No, a partir de ahora, la gente del teatro no tendrá que preocuparse por el IVA. A partir de ahora la gente del teatro tendrá que buscarse otra sucia manera de ganarse la vida.

Carlos: Paco, me estás asustando…

Francisco: (se levanta, va hacia la barra y pega un golpe sobre ella, lejos del vaso) ¡Francisco! (toma el vaso y bebe de un trago el líquido ámbar de su interior). El teatro está acabado. El teatro queda prohibido. ¡Se acabó el teatro en España! Idos con vuestra farándula a otro lado, donde os quieran. Fuera de aquí. Nunca más habrá escenarios abiertos. Oh, que bien suena, cuánto tiempo deseé poder decir esto. ¡El teatro queda prohibido en España!

Carlos: ¿Estás hablando en serio?

Francisco: Y tanto, Carlos, y tanto. Hoy es un día glorioso. Lo notas también, ¿verdad? Hoy parece que brilla más el sol, parece que huele mejor, ¿a que sí? Si, hoy sí. Es un día glorioso. No puedo esperar a que lo anuncien.

Carlos: Francisco, eres un cabrón.

Francisco: ¿Piensas que me importa lo que digas, camarero?

Carlos: Por la cuenta que te trae, debería.

Francisco: Pues no, fíjate, no.

Carlos: (salta la barra, enfadado) Que sea la última vez que me faltas al respeto en mi bar. Ya sabes donde está la puerta. Vete.

Francisco: Ponme otra.

Carlos: Hay otro bar enfrente. Seguro que allí están encantados de recibir tu dinero. Fuera.

Francisco: Ponme otra.

Carlos: ¡Fuera de aquí!

Francisco: (mira con desprecio a Carlos, se gira, coge sus cosas y se marcha, no sin antes girarse y decir) Me encargaré personalmente de que te cierren esto, “Charlie”. (Sale).

(Carlos va hacia un calendario que tiene colgado tras la barra, en la pared izquierda. Tacha un día más en rojo, se pone una chaqueta que coge bajo la barra y apaga las luces. Se sirve una copa, la bebe en silencio mirando el bar y se da un paseo por él. Se acerca al piano, donde nota y hace notar el polvo, y acaba por sentarse en la mesa de la

2

Page 3: Fuera de aquí

derecha. Acaba la copa, deja el vaso sobre la barra y, en medio de la parcial oscuridad, sale por la derecha, cerrando. Oscuro total).

Parte 2:(El bar se abre de nuevo y entra Charlie. Enciende las luces y comienza con sus labores. Saca una escoba y comienza a barrer todo el bar. Sube las sillas sobre la mesa, los taburetes sobre la barra y sigue barriendo. Al poco, se dirige al reproductor que hay bajo la barra y lo enciende. Suena música. Continúa barriendo. Entra su mujer, Carmina, en silencio. Le besa rápidamente y deja las bolsas que trae tras la barra. Se acerca a su marido y le quita el cepillo).

Carmina: Anda, ponte con lo tuyo. Déjame esto a mí.

Carlos: Carmina, te tengo dicho que en mi bar trabajo yo. No entiendo tu manía de venir aquí a facilitarme las cosas.

Carmina: Claro que no lo entiendes. Eres un hombre.

Carlos: Ahora no pienso discutir eso.

Carmina: No, no te preocupes. No requiere discusión. (Se le acerca, le agarra el paquete con determinación pero con cuidado y asiente). Decididamente, eres un hombre.

Carlos: A veces desearía no haberte conocido (se sienta sobre la barra y balancea los pies). Es más, desearía que tu me conocieras pero yo a ti no.

Carmina: ¿A que hora cerraste anoche, Carlos?

Carlos: Serían las cuatro, más o menos.

Carmina: Apuesto a que bebiste tú más que todos los clientes del bar juntos.

Carlos: ¿Cuánto apuestas?

Carmina: ¡Cómo odio cuando te vas por las ramas! ¡Tú bebiste anoche, Carlos! No pretendas ocultarlo.

Carlos: No podría ocultarte nada a ti, amorcito. Eres el ojo que todo lo ve.

Carmina: No te rías de mi, Carlos. Podría buscarme otro marido. Otro con más dinero y más poder.

Carlos: Si yo, que tengo poco dinero y poco poder, tengo mujer, aquél que tú dices que tendrá más dinero y más poder, tendrá más mujeres. No creo que quiera otra. Y menos una como tú, con esa mala leche.

Carmina: No me calientes, Carlos. (Silencio) ¿Has visto las noticias?

3

Page 4: Fuera de aquí

Carlos: Si. Muertos, despidos, fraude. Robos, accidentes, guerra. Barça, Madrid, baloncesto. Nubes, claros, viento. Lo mismo de todos los días, amor.

Carmina: Hoy no. Hoy había algo diferente. Ha salido el presidente, Mariano el del bombo.

Carlos: ¿Y que ha dicho?

Carmina: Han prohibido el teatro.

Carlos: Lo dices como si esperaras sorprenderme.

Carmina: ¿No te sorprende?

Carlos: No, a mi nada me sorprende ya.

Carmina: Carlos, odio cuando te pones así. La noticia es sorprendente. El país se ha echado a la calle, hay manifestaciones, revueltas. Pero el gobierno no cede. Creo que quieren llegar hasta el final. ¡Creo que pretenden prohibir el teatro de verdad!

Carlos: Y que se vayan con su farándula a otro lado. Sí, eso es exactamente lo que pretenden.

Carmina: Lo dices como si ya lo supieras. ¿Has visto el comunicado?

Carlos: No. De sobra sabes que hace años que no veo la televisión.

Carmina: ¿Entonces?

Carlos: Ayer estuvo aquí un amigo mío. Del instituto. Ahora es el ministro de Cultura.

Carmina: Manda cojones. Y tú con un bar.

Carlos: Carmina, ¿quieres que te lo cuente o no?

Carmina: Sí, sí, perdona. Sigue.

Carlos: Pues eso, que me lo contó. Muy eufórico le vi. Tuve que echarle.

Carmina: ¿Estás loco? ¡Nos van a cerrar el bar, insensato!

Carlos: Déjame, Carmina. Ése volverá, pero a llenarse el gaznate. Si lo sabré yo… Como buen español, Paco es un animal de costumbres.

Carmina: Tú ten cuidadito, que te conozco. Y no te callas. (Termina de barrer.) Esto ya está. Oye, todavía es pronto para abrir. Y hace mucho que tú y yo no bailamos como es debido. Así que, señorito (se acerca, seductora) ¿me concede este baile?

Carlos: (sonrisa de picardía) Por supuesto, es todo un honor. ¿Alguna canción en especial?

4

Page 5: Fuera de aquí

Carmina: Lo que usted tenga más a mano.

Carlos: (Se acerca a la barra, pone la música y atenúa las luces. Suena un pasodoble.) ¿Te acuerdas de éste? La última vez que lo bailamos aún vivía con mis padres.

Carmina: Y me sigue encantando. Esta música vieja… no se, hace como que me entre un gusanillo de nostalgia (baila los primeros compases sola, hasta que Carlos se acerca a ella y se unen.) Carlitos.

Carlos: Dime.

Carmina: Aún sigues siendo el mismo chaval que me perseguía en aquél pueblo de mierda para llevarme al huerto.

Carlos: Y tu sigues siendo la misma chiquilla que me lo ponía difícil, Carmina. Pero siempre corría yo más que tú.

Carmina: ¿Nunca pensaste que quizá fuese yo, que quería que me pillaras?

Carlos: Eso también. Pero aún así corría más yo.

Carmina: Serás presumido.

Carlos: Tenía entendido que eso os volvía locas.

Carmina: Pues sería a las otras chicas. Desde luego, a mí no.

Carlos: Y entonces, dime ¿por qué estás aquí?

Carmina: Porque, a pesar de ser un chulo, Carlos, sigues teniendo un corazón que no te cabe en el pecho.

(En medio de esta escena romántica, suena un golpe en la puerta. La pareja se separa y mientras Carlos va a apagar la música y a subir el nivel de las luces, Carmina mira por la mirilla. Lo que ve le agita.)

Carmina: Carlos, ¿Qué has hecho?

Carlos: Nada, Carmina.

Carmina: Ahí fuera hay un policía con traje de policía, cara de policía y pistola de policía. Dime por qué.

Carlos: Tendrá sed.

Carmina: Carlos, no bromees.

Carlos: Anda, ábrele, que le van a salir raíces al agente de la ley.

5

Page 6: Fuera de aquí

(Carmina abre la puerta)

Carmina: Buenos días.Román: (en off) Buenos días, señora. ¿Me permite pasar?

Carmina: Por supuesto. (Se aparta a un lado y entra Román, con su uniforme de policía, su cara de policía y su pistola de policía.) Usted dirá.

Román: ¿Es usted la dueña del bar?

Carmina: No, es mi marido. Bueno, es de los dos, pero él firma todos los papeles. Carlos, preguntan por ti.

Carlos: Voy. (Sale de detrás de la barra y se acerca al policía, al que da la mano. Tensión.) Usted dirá.

Román: Supongo que habrán oído la nueva normativa.

Carmina: Por supuesto, señor agente.

Román: Estoy hablando con él, mujer. (Tiene que quedar bien claro, que Román, el policía con uniforme de policía, cara de policía y pistola de policía, utiliza, ahora y en la mayoría de los casos, la palabra mujer como insulto). ¿Se ha enterado, verdad?

Carlos: Me he enterado. ¿Y bien?

Román: ¿Qué es eso? (Señala al piano)

Carlos: Un piano. Pero creo que los instrumentos musicales se enseñan en primaria, agente. (Más tensión.)

Román: No le va a servir de nada hacerse el listillo conmigo, porque hoy solo he venido a advertirle. Efectivamente, es un piano, y la nueva normativa, que aparentemente usted conoce, incluye en la prohibición cualquier tipo de arte asociado al teatro. Así es que ese piano le coloca en mi punto de mira. Volveré mañana. Y espero que no tenga que explicarle de nuevo por qué no puede tener un puto piano en su bar. ¿Está claro?

Carlos: Como el agua, mi capitán. (Hace el saludo militar, haciendo chocar el poco tacón de sus zapatos.) Hasta mañana, mi capitán.

Román: Si, usted ríase. Que más me voy a reír yo cuando os chape el bar. (Se gira para salir.)

Carlos: ¿Cómo se llama?

Román: Román.

Carlos: Muy bien, Romero.

Román: He dicho que me llamo Román, no Romero. Román.

6

Page 7: Fuera de aquí

Carlos: De acuerdo, Román. ¿Y qué bebe?

Román: ¿Cómo?

Carlos: Sí, que qué bebe. ¿Whisky, ron, ginebra?

Román: En acto de servicio, nada. Y me temo que usted solo me verá en acto de servicio. No me gusta malgastar mi tiempo libre en un tugurio como este.

Carlos: Vodka, entonces. Muy bien, mi capitán, nos veremos mañana. ¡Salve y que usted lo pase bien!

Román: Es usted imbécil. (Sale.)

Carmina: Carlos, estás loco.

Carlos: Cálmate, Carmina. Vamos a arreglar un poco esto, que es hora de abrir. Y mira a ver si encuentras mi disfraz. Hoy el teatro vuelve al Charlie’s.

Carmina: ¡Pero Carlos!

Carlos: El día que un policía me prohíba ser yo mismo y yo obedezca, ese día puedes pegarme un tiro, Carmina. Pero no tengo pensado que hoy sea ese día, así que busca mi disfraz, llama a Elisa y deja de preocuparte.

Carmina: Eres mi ruina, Carlos. Y la tuya propia. (Sale por la parte de detrás de la barra, hacia una especie de trastienda).

Carlos: ¿No querían que nos callásemos? Pues vamos a gritar bien fuerte. Hoy el teatro vuelve al Charlie’s. Y pienso despertar a los vecinos. (La luz se apaga.)

Parte 3

(Dos segundos más tarde, suena música de ambiente, y dos después la luz se enciende. Carlos no está en escena. Carmina, tras la barra, limpia vasos y en una mesa, están sentados Francisco y su maletín. Cinco vasos vacíos abarrotan la mesa y un sexto en la mano del ministro amenaza con acompañarlos. Calma aparente. Aparente porque Carmina no le quita los ojos de encima al hombre de traje y porque el hombre de traje se muestra demasiado tranquilo. Su voz destartalada no deja sospechas de que su tranquilidad es indudable y la ha adquirido por vía oral.)

Francisco: Pues se ha quedado buena noche.

Carmina: Sí.

Francisco: Pero hizo mejor anoche, ¿a que sí?

7

Page 8: Fuera de aquí

Carmina: Sí.

Francisco: Mañana lloverá, ¿no crees?

Carmina: No.

Francisco: Ponme otra, anda.

Carmina: No.

Francisco: No recuerdo haberte preguntado.

Carmina: Fuera de aquí.

Francisco: Solo son las doce, Carminita. (Amenazador.) Ponme otra.

Carmina: No.

Francisco: Bien, bien. Pues avisa a Carlos. Él me la pondrá. ¡Venga!

Carmina: Carlos no está. Fuera de aquí.

(Por la puerta entra como un vendaval Elisa, la joven farandulera que toca el piano eventualmente en el Charlie’s.)

Elisa: Carmina, amor, se que llego tarde. Pero me pilló tan de sopetón… ¿Dónde está?

Carmina: Detrás, preparándose. Corre, anda. (Al pasar Elisa a su lado la besa) Ay, cabecita loca. (Elisa entra en la trastienda)

Francisco: (a Carmina –claro, que tampoco hay nadie más por ahí-) Las vueltas que da la vida, ¿eh? ¿Sabía usted que su marido y yo fuimos amigos en la infancia?

Carmina: No creo que usted haya tenido amigos nunca.

Francisco: Ayer me pasó una cosa muy curiosa. Me desperté en mi cama, con una resaca increíble. Miré en la habitación y solo vi desorden, toda mi ropa tirada, todos los papeles revueltos, botellas vacías… Al principio pensé que habían entrado a robar mientras dormía. Pero enseguida me di cuenta de que no. Nadie había entrado en mi casa. Todo eso lo había desordenado yo, era producto de mi alcoholismo, de mi barbarie más extrema, de mi incontrolado y maquiavélico cerebro. ¿Sabes cuál es la moraleja de esta historia? Que despedí a Natacha por llegar tarde a limpiar mi casa.

Carmina: ¿De verdad piensa que a alguien le interesa algo de lo que cuenta?

Francisco: Lo usual en mi profesión es que te escuchen personas que reciben un sueldo por ello. Lo usual en la suya es que escuche a gente que dilapida ese sueldo para ser escuchadas, y ya de paso, tomar unos tragos.

8

Page 9: Fuera de aquí

Carmina: ¿Tiene mujer?

Francisco: Si, y dos hijos. Los dos en las juventudes. De vez en cuando salimos a pasear los cuatro, cogidos de la mano y con nuestros jerseys sobre los hombros, acompañados de Toby, nuestro fiel perrito. Mi hijo mayor tiene dieciocho años y lleva dos follándose a la criada. Lo sé porque yo llevo tres. El pequeño, bueno, el pequeño es de esos que les gusta morder la almohada, no se si me explico. Y mi mujer, atiende al cartero con una amabilidad inusitada. Pero en los paseos todo es idílico, salen conejitos y arcos iris de todas partes, vamos dando saltitos y cantando la novena sinfonía de Beethoven. (Pausa.) No, no tengo familia.

Carmina: Qué vida más triste. Ven, que te pongo otra.

(Francisco se levanta, va hacia ella y en ese momento, salen Carlos y Elisa de la trastienda. Él, viste de clown, maquillado ya, ella, viste de ella, sin maquillar. Se acercan al piano, hablando.)

Carlos: ¿Crees que te acordarás?

Elisa: El viejo eres tú, Carlitos. No creo que te sepas mover como antes. (Pasan por delante de Francisco que se queda boquiabierto.) Venga, anda, haz memoria.

Carlos: Calla y siéntate, que tendrás los dedos oxidados.

Elisa: Bueno, ayuda mucho los dos dedos de polvo de las teclas.

Francisco: No pensaréis hacer lo que creo que vais a hacer, ¿no?

Carlos: Bueno, depende de lo que pienses.

Francisco: Carlos, no me toques los huevos.

Elisa: Silencio, por favor. La representación va a comenzar. Rogamos apaguen los teléfonos móviles. Sí, sí, que los apaguen. No los pongan en silencio. Los apagan y ya verán como ha acabado el partido cuando salgan. Si no, no haber venido, leches. Esperamos que disfruten del espectáculo.

Carlos: JAJAJAJA Ha dicho culo.

Francisco: ¡No te atrevas! ¡Y menos en mi propia cara!

Carlos: Francisco, estamos ensayando, el bar está vacío exceptuándote a ti y a tu cogorza. Déjanos vivir.

Francisco: Carlos, no me seas aguafiestas.

Carlos: ¿Aguafiestas? ¿Tú te das cuenta de lo que has hecho, desgraciado? ¿Te das cuenta?

Francisco: Lo que los vagos como tú no hacéis. Levantar España.

9

Page 10: Fuera de aquí

Carlos: Si, levantarla. Para tirarla al suelo más fuerte.

Francisco: ¡Yo soy un patriota!

Carlos: Un patriota. Y un imbécil también. Sobre todo lo segundo.

Francisco: Dime a dónde quieres llegar con el teatro. Qué pretendes contando mentiras encima de un escenario. ¡Venga, dímelo!

Carlos: ¿Alguna vez le has contado un cuento a un burro para que se duerma, Paco?

Francisco: No.

Carlos: ¿Y por qué no?

Francisco: Porque no serviría de nada. No me entendería.

Carlos: Bien. Supongo que ahora entenderás mejor por qué no puedo responder a tu pregunta. Quiero que te vayas de mi bar ahora mismo y que no vuelvas a pisarlo en tu vida.

Francisco: ¿Y tú te llamas amigo mío?

Carlos: Yo no me llamo amigo tuyo, Paco. Porque tú no tienes amigos. Fuera de aquí.

Francisco: No te creas que quedarme me produce el menor placer. (Se acerca a la mesa, recoge y, con aires de superioridad, se encamina hacia la salida. Antes de traspasarla, se detiene.)

Carlos: ¡Paco!

Francisco: (de espaldas) ¿Qué pasa?

Carlos: No me has pagado. Serás muy ministro y todo lo que quieras, pero en el Charlie’s (se acerca dos pasos hacia él hasta estar pegado a su nuca) el que bebe, paga.

Francisco: Toma. (Se saca la cartera y la tira al suelo.) Coge tu dinero. Lo demás se lo das a la policía, cuando venga mañana. (Sale.)

(Carlos se agacha y recoge la cartera. Saca un billete de dentro y se lo tiende a Carmina antes de salir detrás de Francisco. Se oye su voz en off.)

Carlos: Toma, Paco. No vaya a ser que te pillen indocumentado y te metan al calabozo. Que tengas buenas noches. (Entra de nuevo.) ¿Qué hacéis pasmadas? Elisa, que suene eso ya, que tenemos mucho que ensayar. Y tú, Carmina, tendrás algo que hacer. Hoy no abrimos, pero mañana sí.

Carmina: Pero no seguirás con la idea de actuar mañana, ¿no?

10

Page 11: Fuera de aquí

Carlos: Sabes que sí, y que te pongas como te pongas, actuaremos.

Carmina: Me vas a llevar a la tumba, Carlos. Y lo que es peor, a ti también. (Se quita el delantal) ¿Pero no te das cuenta de que es algo muy serio? (Sale de detrás de la barra y se acerca a él) Que esto ya no es un patio de colegio, Carlos. Que ya no sois amigos, que él es ministro y a ti te va a empapelar. No seas tozudo, amor, que no es momento.

Carlos: (pensativo) Tengo que hacer unas llamadas. No te preocupes, Carmina (la besa).

(El hombre sale por la puerta que da a la trastienda, por detrás de la barra.)

Elisa: Le conoces mejor que nadie. Sabes que no dejará que os pase nada.

Carmina: Yo ya no conozco a nadie. Esta puta crisis nos ha cambiado a todos.

Elisa: Que melodramática estás, cariño. Mira, siéntate y tómate algo, que te voy a hacer un monólogo muy bonito. (Carmina obedece, mientras Elisa sale de detrás del piano y se sitúa en el centro del bar, frente a Carmina.) Es un poco triste, pero muy bonito. El personaje es un hombre así que igual suena algo raro, pero bueno, espero que te guste. Allá voy. (Baja la cabeza, toma aire, y cuando la alza es Sereno, que comienza a hablar. Ya no está Elisa en el escenario, ni siquiera la actriz que la interpretará, sino un hombre fornido, con la mirada triste y cansado, muy cansado.) Cuando el cáncer se llevó a mi mujer, yo estaba fuera de casa. Siempre estaba fuera de casa. En mi defensa he de decir que solía estar trabajando, dependiendo de la hora, en alguno de mis tres empleos. Pero en aquél momento, no. Cuando el cáncer se la llevó, yo estaba en el bar, celebrando un ascenso. No solía celebrar cosas, porque generalmente, no había mucho que celebrar, pero ese ascenso me hubiera permitido pasar más tiempo en casa y poder cuidar a mi preciosa mujer. Dicen que el cáncer se lleva a la gente despacio, muy poco a poco y el día que le vi por la ventana, decidí que tenía que acompañarla cada día el máximo de tiempo que pudiera. Y el cáncer entró por la ventana y se acomodó en la garganta de mi esposa. Y, sin decir nada, se iba moviendo, haciéndose grande. Yo trabajaba y no dejaba de trabajar y luchaba por estar en casa. Generalmente dormía dos horas a lo largo del día. Los médicos dirían que ese ritmo de vida era insostenible. Lo que los médicos no sabían es que mi fuerza venía del amor, y que nadie necesita dormir cuando quieren llevarse al amor de tu vida. Aquél día celebré el ascenso con apenas un par de compañeros. Mi mujer dormía en casa, dormía porque tenía que dormir. Yo la despertaría al llegar para darle la buena noticia. Y ella sonreiría y diría que la abrazase, que quería calor. Y así pasaríamos la noche entera, pegados como si fuéramos uno, pegados sin la menor intención de separarnos. Y con esa intención dejé el bar, rumbo a casa. Subí las escaleras, abrí la puerta y la busqué por todo el piso. Pero no estaba. El cáncer se la había llevado y había dejado encerrado en mi casa un silencio que me retumbaba en la cabeza. Mi único consuelo es que, aunque yo hubiera estado ahí, no hubiera podido evitar que el cáncer se la llevara. (Carmina llora. Elisa vuelve a bajar la cabeza y cuando la levanta, vuelve a ser Elisa, ya no el pobre viudo Sereno, ni la actriz que interpretará a Elisa, sino Elisa, la más pura Elisa. Sonríe triste). Te advertí que era triste.

Carmina: Pero dijiste que era bonito. No es bonito.

Elisa: Eso es porque le falta el final.

11

Page 12: Fuera de aquí

Carmina: Pues cuéntamelo.

Elisa: No, ahora no puedo. Debo ensayar, mañana es el estreno.

Carmina: Elisa, por favor, no le dejes. No le ayudes. No arruines tu vida, aún eres joven. No arruines tu vida. Ni la mía.

Elisa: Conoces a Carlos mejor que yo. Sabes que no dejará que os pase nada.

Carmina: Ensaya, hija, si tienes que ensayar. Yo voy a casa. Necesito dormir, para dejar de pensar. (Recoge sus cosas mientras Elisa habla.)

Elisa: Pues si te vas, deja que te cuente el final. No quiero ser la responsable de que tengas pesadillas.

Carmina: Te escucho (se sienta).

Elisa: (quien, por cierto, ya no es Elisa. Vuelve a ser Sereno.) Así que me senté en medio del salón y miré hacia la puerta, como esperando que volviera. Como si de un momento a otro la puerta se fuera a abrir y apareciera mi mujer diciendo “Nada, cariño, que me han llevado para allá y se han dado cuenta que se habían equivocado de dirección. Que a mi no me toca todavía.” Pero, tras una noche y un día frente a la puerta, terminé por aceptar que no volvería, que no me la iban a devolver, que no hay errores allí donde estaba. Y en ese momento, lloré. Lloré como nunca había llorado, durante muchas horas, hasta que no tuve lágrimas en los ojos. Cuando vives por algo, dedicas por entero tu tiempo a conseguirlo. Pones todo tu empeño en alcanzar esa meta. Pero cuando el objetivo se desvanece, desaparece en el aire como por arte de magia, desaparece asimismo el sentido de la vida. Y yo, que había luchado por nosotros durante años, al verme solo, perdí las ganas de luchar, perdí las ganas de ganar. Así que, busqué algo en mi interior, algún sentimiento aparte del dolor y prometí que intentaría satisfacerlo. Busqué y encontré nostalgia, añoranza. La echaba de menos. Cumplí mi promesa. Los vecinos encontraron mi cuerpo tres días después. Y yo, pude decirle a mi mujer que la quería. (Carmina llora, pero sonríe. Sereno se transforma en Elisa y los alientos contenidos de los espectadores salen disparados hacia el escenario. Pausa).

Elisa: ¿Te ha gustado?

Carmina: Si, niña, si, es precioso. Anda, ven que te de un abrazo (Elisa se deja abrazar). Eres una artista, pequeña. Toda una artista. Bueno, yo me voy. Practica lo que tengas que practicar. Te veo mañana. (Sale. Elisa se sienta al piano y toca. Al rato, deja que sus notas se extingan mientras las luces se van apagando a su vez. Cuando el oscuro total aparece, el silencio absoluto le acompaña.)

12

Page 13: Fuera de aquí

Parte 4

(Las luces vuelven a su posición normal, iluminando un piano vacío y un silencio totalmente lleno. Nadie en escena. Al cabo de unos segundos, suenan unos golpes. Llaman a la puerta. El silencio, único morador del bar, responde. Los golpes contestan y el silencio los rebate. Debe ser que los golpes quedan chafados por la contestación, con lo que enmudecen. Alguien empuja la puerta y entra. Asoma la gabardina negra de un hombre sonriente, despreocupado. El hombre de la gabardina lleva sombrero. El hombre de la gabardina que lleva sombrero se llama Esteban. Se pone cómodo. Conoce el bar a la perfección, por lo que deja su gabardina y su sombrero bajo la barra, saca un vaso y se sirve una copa. Se la toma mirando a la nada. Habla, y cuando habla el público se sorprende porque no habla, grita. Comienza un monólogo en su soledad. Lástima que le estén observando.)

Esteban: ¡¿Qué están mirando?! (Pausa para las exclamaciones de sorpresa. El monólogo de Esteban al principio se dirige hacia la cuarta pared, pero irá cambiando su dirección a medida que avance, hasta dar una vuelta completa.) Les dije cuando me sorprendieron robando el diamante azul. Me gritaron muchas cosas. Yo simplemente sonreí, les pegué cuatro tiros (los escenifica, con toda la calma del mundo) y cogí el diamante. La sirena empezó a sonar y emitía un ruido que era para volverse loco (también lo escenifica, haciendo un ruido que es como para volverse loco). Guardé el diamante en mi bolsa y enganché de nuevo el arnés a mi cintura. Para cuando el resto de guardias llegaron a la sala, yo ya estaba camino a casa. (Se bebe otra copa.) Todavía es pronto. Esto me pasa por ser demasiado puntual. (Está sirviéndose la tercera cuando llaman a la puerta.) ¿Quién es? (Al otro lado contesta Paola, para nosotros, una completa desconocida)

Paola: Soy yo.

Esteban: (sonríe) Quién iba a ser si no. Pasa, la puerta está abierta.

Paola: (que entra y cierra) Hacía que no venía aquí diez años por lo menos (se acerca a Esteban) y hacía que no veía esa cara de chulo y mentiroso por lo menos otros diez. (Se abrazan.) ¿Qué es de tu vida, Esteban?

Esteban: Lo mismo que de la tuya supongo. De acá para allá, donde la farándula me llevara. Si en un pueblo de Cuenca dejado de la mano de Dios quieren que vaya a actuar, pues cojo mi maleta y para allá que voy. Y así llevaré seis o siete años. Lo mejor, un par de noches en la Gran Vía. Lo peor, una taberna de mierda en Valencia.Y tu qué, Paola. Tampoco es que hayamos sabido nada de ti estos años.

Paola: Me fui de España. Estuve en Alemania un par de años haciendo teatro en español para niños, pero me cansé de esa forma de hablar, que parece que están enfadados todo el rato. Estuve en Francia tres años, la mejor época. Tuve un novio rico al que le gustaba verme bailar. No actué en los tres años pero jamás había comido mejor. Después me cansé, me despedí y viajé hasta Inglaterra. Pude actuar en pequeñas obras pero me dio para quedarme un año allí. Londres es bonito, deberías ir. Y eso es todo, volví a España hará seis meses y al recibir la llamada de Carlos, vine para acá.

13

Page 14: Fuera de aquí

Esteban: Vaya vida que te has pegado. ¿Sabes algo de Terelu?

Paola: Supongo que vendrá. No se a ti, pero a mi Carlos me dijo tres palabras. “Ve al Charlie’s”.

Esteban: Como a mí. ¿A qué vendrá tanto misterio y tanta prisa? Paola, te has enterado de lo del teatro, espero.

Paola: Me he enterado, si. Supongo que nos habrá juntado por eso. Pero hacía años que no estábamos todos al completo. Y puede que Terelu acepte a venir, si no está muy borracha, pero Rocío no vendrá. No después de aquello.

Esteban: Dicen que el tiempo cura las heridas y borra las cicatrices. Puede ser que ya no recuerde eso.

Paola: No te engañes, Esteban. Eso lo vamos a recordar, ella y nosotros, hasta el fin de nuestros días.

Esteban: Algo le habrá dicho Carlos para convencerla. Quizá hasta le haya pedido disculpas.

Paola: Jajajaja. Claro, Esteban, claro.

Esteban: ¿Recuerdas nuestra escena en “Conspiración”?

Paola: Me acuerdo, creo. Pero de eso han pasado años. Esa fue la última que hicimos, ¿no?

Esteban: Fue la última. ¿Recuerdas tu texto?

Paola: Si por buscar en lo hondo de mi corazón marcadome castigas, si te rondo,con tu no en mí clavado.

Esteban: Si por buscar algún fondoen mi cuerpo de taradodentro del que me escondodecepción has encontradono es porque sean tus ojosinútiles ni equivocadoses porque tengo tan pocoque me asusta enseñarlo.

Paola: ¿Acaso te has vuelto loco?¿Cómo voy a despreciarlo?Tú sabes bien que el rojocubre mi piel y mis labiossi te acercas poco a poco,

14

Page 15: Fuera de aquí

y que no puedo ocultarlo.

Esteban: ¿Y el resto que me señalan?¿Y los que me dan de lado?No dirás que esos me aman,¿Y por qué me miran tanto?

Paola: Nadie te observa, calma,mira a los que te vas cruzando.Nadie te mira, mi alma,todos prosiguen callados.

Esteban: ¡Pero mira todas las miradas!¡Seguro que traman algo! ¡Vienen a desmontar mi fachada,vienen a robar mi tejado!

Paola: Tranquilo, amor, no pasa nada,ahora estás en mis brazos.Nadie te mira, nadie te daña,te protegen ya mis manos.

Esteban: Pero tu eres la infiltrada,vienes con viles engaños.¡Dices venir desarmadapero mira tus ojos castaños!¡Eres la peor amenaza,aléjate de mi lado!

Paola: Jajajaja Ese hombre estaba loco.

Esteban: Pero no cortes mujer, que ahora me suicidaba.

Paola: Dios mío, esa obra me encantaba. Todos locos.

Esteban: Eran buenos tiempos, sí.

Paola: ¿Crees que volveremos?

Esteban: Hace años que no sabemos nada de Carlos. Puede haber cambiado tanto…

Paola: Nunca cambia la sangre que corre por las venas.

Esteban: No te me pongas filosófica ahora. Estoy bebiendo, el alcohol es inflamable y la filosofía es buen mechero.

Paola: Anda, poeta. ¿Pero crees que actuaremos de verdad?

Esteban: Pues claro. Pero no creo que estemos todos. (Pausa.)

15

Page 16: Fuera de aquí

Paola: Sigues enamorado de mi, ¿verdad?

Esteban: Yo nunca he estado enamorado de ti, Paola. Y jamás lo estaré. Eres demasiado lista, demasiado guapa. Enamorarme de ti sería peligroso.

Paola: Y tu un mentiroso. ¿A cuántas has embaucado estos años?

Esteban: Depende del hambre que tuviera.

Paola: Tú nunca fuiste mal actor. Lo que pasa es que te gusta depender de las mujeres.

Esteban: Depender de las mujeres está de moda. Y os encanta.

Paola: Eres un enfermo, Esteban.

Esteban: (Actúa. Al principio no se nota, pero poco a poco, ya no es él, sino otro personaje perdido escupido de la pluma del algún dramaturgo hambriento. Actúa bonito.) ¿Y quién no lo es? Estoy enfermo, sí. Sufro de muchas enfermedades, pero sobre todo de una. Sufro de vida, madre, y vivir me esta matando. Y cuanto más vivo, más cerca veo la muerte. Y no puedo parar la vida, y eso me lleva a la muerte. Pero he aprendido a vivir con ello. Todos, supongo, hemos aprendido. El que mejor lleva la enfermedad de la vida, suele empezar a sufrir la del amor, luego la del dinero, la del miedo. Somos unos constantes enfermos que apuran su agonía en un pequeño campo de juego, y juegan a contrarreloj. Aunque no sabemos lo que nos queda.

Paola: La verdad en las cosas impuestas, Festival de Cáceres, mil novecientos noventa y dos. Acto segundo, escena cuarta. En esa solo estabais tú y Terelu.

(Se oye una voz desde detrás, grave, dura, experta. Y tras ella de las sombras surge la típica mujer que haría de Celestina, de Bernarda Alba, de Úrsula. Una mala bruja, encantadora y sonriente, pero condenada al papel de madre, loca o mala. Ella es Terelu y su ropa, de diva pasada de moda, la anuncia.)

Terelu: Y yo estaba borracha como una cuba. Para variar. (Sorpresa de la pareja. Pero sorpresa agradable.)

Esteban: ¡Terelu!

Terelu: Aún así, recuerdo que yo respondía algo como “Vive lo que te quede, hijo, con la misma intensidad que si tuvieras la certeza de que solo te queda un segundo. Y el día que yo me muera, entiérrame en tus lágrimas para que te vele desde las nubes, cuando éstas se evaporen.”

Paola: Era precioso.

Terelu: Fantástico. Carlos escribía muy bien cuando estaba enamorado. ¿Qué tal, jovenzuelos? Seguís igual de irresistibles y de canallas.

Esteban: Se hace lo que se puede, madame (reverencia).

16

Page 17: Fuera de aquí

Terelu: Tú haces muy bien de galán. No sé que haces soltero todavía. ¿Ninguna te ha llegado al corazón, Esteban?

Esteban: Muchas. Pero ninguna como tú. Te echaba de menos, maestra.

Terelu: Y yo echaba de menos el bar. ¿Qué tal, Paola? ¿Sigues haciendo aquello que hacías con los pies?

Paola: Si, mamá. He estado viaj…

Terelu: Ch. No he pedido que me cuentes tu vida. Para eso, haberme llamado.

Paola: Es difícil llamar a alguien que no tiene teléfono. Ni dirección postal. No te quejes tanto.

Terelu: No empieces así, que es muy pronto y los dramas a estas horas no me sientan bien. Hagamos algo de comedia. Se buena chica y ponle algo de beber a tu sedienta madre. (Se acomoda, quitándose algunos de sus pañuelos y chales. Aún así, su imagen pomposa y anticuada, le da un aire de suficiencia que parece haber asimilado a lo largo de los años. Bebe. Quizá demasiado deprisa.) ¿Recordáis la comedia aquella de los seis hermanos que hicimos para la fiesta de nosequién? ¿No teníamos nosotros tres una escena?

Esteban: (Saliendo de un segundo plano en el que ha entrado, en parte por la conversación enrarecida madre-hija, en parte por voluntad propia.) ¡Ah, sí! Y creo que empezaba yo. Algo como… ¡No rompí el cristal, lo sabes!

Paola: (que entra al juego) Entonces, tuvo que romperse solo.

Terelu: Decididamente. Pero, si el cristal se rompió solo, ¿como es que la pelota que chutó desde el salón ahora está fuera?

Esteban: ¡Yo no lancé la pelota, eso está claro!

Paola: Entonces, tuvo que lanzarse sola.

Terelu: Tiene que haber un error.

Esteban: ¿Cuál?

Terelu: Si la pelota salió sola, y el cristal se rompió solo, ¿por qué estamos castigados aquí?

Paola: Quizá por mentir.

Esteban: Sí, debe ser eso.

Terelu: Pero yo no he mentido.

Paola: Entonces, debió mentirse solo.

17

Page 18: Fuera de aquí

Esteban: Odio a la gente que se engaña a sí misma. Parecen tontos.

Terelu: Yo no podría engañarme a mí misma. Soy demasiado lista.

Paola: Yo creo que él rompió el cristal, tú mentiste para ocultarlo y os castigaron por ello. Y durante el castigo has conseguido creerte una mentira, así que te has engañado a ti misma. No eres tan lista, hermanita.

Terelu: Aquello fue una locura. Creamos dolores de cabeza al público durante una hora y media. Y nadie se fue. Los ingratos esperaban a que al final se explicaran las cosas. Y al final lo único que pasaba es que se liaban más.

Esteban: Aquellos eran buenos tiempos.

Terelu: ¿Os habéis casado ya?

Paola: Mamá, te he dicho mil veces que no estamos juntos…

Terelu: Y yo te he dicho mil veces que no me ofende que no me invites a la boda, pero que me lo cuentes al menos, para regalaros una tostadora o algo así.

Esteban: No, Terelu, es verdad. Hacía años que no nos veíamos. Y Paola y yo nunca…

Terelu: ¡Ja! No te lo crees ni tu. Ponme otra, Esteban, y escucha, que más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Carlos: (Entrando) Y tu tienes mucho de diablo, vieja amiga. Me sorprende que recuerdes el camino (se abrazan). Ahora al grano (acusa la incomparecencia de Rocío pero no la hace notar). Todas sabéis, o mejor dicho, suponéis por qué estamos aquí. Ayer, un desgraciado ministro, decidió reventar lo que quedaba de descaro en este país y prohibió el teatro. Hoy, nosotros, muchos años después, nos hemos reunido, de nuevo en el Charlie’s, para responder. Antes de nada, nadie está obligado a quedarse, pero a partir de este momento, el que se quede, se queda. Así es que, el que tenga algo que decir…

Todos: Que hable ahora o calle para siempre.

Carlos: (tras esperar unos segundos de silencio) Bien, no esperaba menos de vosotros. De los que estáis aquí, claro. Comencemos. Os explico lo que he pensado. Es algo diferente de lo habitual, pero… (Oscuro.)

18

Page 19: Fuera de aquí

Parte 5:

(El bar está oscuro, apenas un rayito de luna ilumina la escena desde un lateral en el que se intuye una ventana. Huele a cinco de la madrugada. No me preguntéis por qué, pero huele así. Pasan los segundos mientras el público espera a que pase algo. Pero no pasa nada, y el público se siente incómodo. Creen que en realidad a algún actor se le ha olvidado salir. Piensan que ha habido algún fallo, que algo pasa. Pero no. Van a pasar dos minutos, enteros, de reloj. Pasará quizá alguna nube bajo la luna, quizá la luz se atenúe entonces. Pero durante esos 120 segundos no pasará nada sobre el escenario. No es ningún error, repito, pero tiene que parecerlo. Silencio absoluto, supongo que murmullos en el patio de butacas. Pero solo supongo, porque no tengo ni puta idea. Al transcurrir los ciento veinte segundos exactos y de reloj, que espero que parezcan durar años para los presentes, comienza la acción. Salen Terelu y Carlos, éste último muy emocionado. Ella, pensativa.)

Carlos: ¿Te das cuenta? ¡Fíjate, cómo se han quedado! ¡Mírales esas caras! ¡Sufrían! ¿Lo entiendes? Ahora ellos también se dan cuenta. ¿Y si un día, se encendieran las luces, se abriera el telón, y no pasara… nada? Durante dos horas y media con su intermedio de veinte minutos. Que no pasara nada. ¿Lo entiendes?

Terelu: Esto te puede salir muy mal, Carlos.

Carlos: Lo sé. Pero es la única forma.

Terelu: Es verdad. Puede salir muy mal, Carlos. Pero he de reconocerte una vez más que eres un genio.

Carlos: Tenemos que llenarlo

Terelu: Hablaré con los de siempre. Ayudarán con los carteles. Eres un genio.

Carlos: Esto puede salir muy mal. Ponte en marcha. (Ambos salen por la puerta de la calle, con prisa. Al tiempo, de la trastienda, sale de retrocediendo Paola, empujada sin ser tocada por Esteban. Saltan chispas.)

Paola: Que mi madre te considere un buen partido no significa que lo seas, Esteban. Aún te queda mucho que aprender de las mujeres.

Esteban: Eso es cierto. Porque no se nada de las mujeres. Pero quizá tú quieras enseñármelo.

Paola: No. En realidad no quiero. Pero visto que es por una buena causa, te echaré una mano.

Esteban: Muchas gracias. Tú dirás. ¿Qué os vuelve locas a las mujeres?

Paola: Cálmate, que te noto muy acelerado.

19

Page 20: Fuera de aquí

Esteban: La sangre me hierve en las venas. ¿Lo notas? ¿Notas… mi calor? (Se acerca más a ella y ella huye, pasando por encima de la barra.)

Paola: No. La verdad es que noto bastante frío. Quizá tengas fiebre. Háztelo mirar.

Esteban: ¿Y por qué no me lo miras tú?

Paola: ¿Lo ves? Esa especie de zalamería pasada de moda no gusta a nadie.

Esteban: ¿Y si te invito a una copa?

Paola: Entonces sigues sin gustar a nadie, pero yo bebo gratis. Muy bien. Pónmela.

Esteban: ¿Sigues bebiendo lo mismo, después de tantos años?

Paola: Sí. Hay cosas que no cambian.

Esteban: Tú has cambiado. Y no solo por fuera. Antes eras más… insegura. Más inocente. O por lo menos, te lo hacías. Antes creía que no te resistirías a un beso mío, pero ahora, (se da la vuelta y le da la copa) ahora es diferente.

Paola: Antes deseaba que me besaras porque estaba loca por ti. Ahora ya estoy cuerda.

Esteban: Nunca he entendido muy bien lo de la cordura. Creo que no tiene mucho sentido. Como ahora, por ejemplo. Si hubiera que calificar un beso como algo con valor, lo calificaríamos como positivo. Y sin embargo, esa cordura que tú defiendes impide que dejes que eso positivo suceda. La locura, por otra parte, te llevaría a besarme, es decir, a hacer lo positivo.

Paola: No me vas a engatusar, Esteban. Por mucho que beba.

Esteban: Está bien, me rindo. Quizá deberíamos preparar las cosas para mañana.

Paola: Te rindes muy rápido. Vete, anda. Me la acabo y te acompaño. Hace mucho que no disfruto de la soledad.

Esteban: No bebas muy rápido, no vayas a atragantarte.

Paola: Circula.

Esteban: (saliendo) ¡Te quiero!

Paola: (Para sí) Cretino. (De un lado, aparece Elisa, con aire distraído. Sus pasos la mueven por todo el bar, sin reparar en la presencia de Paola, ni viceversa. Al cabo de unos segundos, Paola la ve, se sorprende fugazmente, pero se sobrepone.) Vaya horas para andar por ahí.

Elisa: (sobresaltada) Me habías asustado. ¡Paola! ¿Eres tú de verdad?

Paola: La que viste y calza.

20

Page 21: Fuera de aquí

Elisa: Cuánto tiempo, madre mía. ¿Qué haces aquí? (En respuesta, Paola levanta el vaso.) Yo he venido a ver esto antes de que lo tiren. ¿Has oído lo que quiere hacer ese loco?

Paola: Salvarnos la vida, o perder la suya. Aún no tengo clara cuál de las dos. En cualquier caso, le aplaudo. Como siempre he hecho.

Elisa: No, si yo también. Pero esto ya es más peligroso. Nos la jugamos.

Paola: Le conoces. No dejará que nos pase nada. Tengo que macharme, Eli. Un placer haberte visto. Descansa, mañana es un día importante.

Elisa: Me conoces. Sabes que es imposible que hoy duerma.

Paola: Pues emborráchate o acabarás tirándote por un puente. (Sale.)

Elisa: Que amor de niña. (Se sienta al piano, a oscuras y comienza a tocar. Aparece por un lado Rocío, la famosa Rocío. Mira a su alrededor y se sienta en la mesa. Trae un bolso grande que deja en el suelo, y del que extrae papel y boli. Escribe durante unos segundos, mientras sigue sonando el piano que Elisa toca con los ojos cerrados. Rocío es silenciosa y en medio de ese silencio va a la barra, coge una botella y vuelve a la mesa. Escribe y bebe, alternativamente y a veces, a la vez. Cuando la pieza pianística expira, la botella yace vacía sobre la mesa y el papel rebosa tinta negra. Rocío, sin saber bien lo que hace, guarda el papel en el bolso, devuelve la botella a su sitio, tambaleándose. Un grito rompe el silencio. Elisa se ha dado cuenta de que no estaba sola y ha reconocido a Rocío.) ¡ROCÍO!

Rocío: Shhhh. No grites, loca. Vas a despertar a todo el mundo.

Elisa: ¿Pero qué haces aquí? ¿Cómo te has enterado? Yo no entiendo nada.

Rocío: Pues cállate y te lo explico. Pero no grites más. ¿Tienes algo de comer?

Elisa: Algo habrá en la despensa. ¿Cómo es que has vuelto?

Rocío: (La ironía controla la mitad de sus cuerdas vocales y el sarcasmo la otra mitad) Parece que no te alegras mucho de verme.

Elisa: Oh, no, para nada. Ha sido una grata sorpresa.

Rocío: Me alegra comprobar que no se me esperaba.

Elisa: ¿Después de aquello? A todos nos extrañó que no mandases una serpiente asesina en una caja de regalo.

Rocío: Eso está pasado de moda. Ahora se llevan los venenos.

21

Page 22: Fuera de aquí

Elisa: Sabes que cuando me hablas así me asustas. Para ya (vuelve con pan y un trozo de queso). Toma, si te quedas con hambre, hay más en la trastienda. Me ibas a contar tu historia.

Rocío: (mientras come) Después de que me marchara –tu recordarás la forma y el porqué- puse rumbo al sur. Decidí olvidarme del teatro y de todo aquello que me pudiera recordar lo que no quería recordar. He vivido todos estos años en el Sahara, con los habitantes del desierto. He aprendido mucho.

Elisa: Y con respecto a lo de Carlos…

Rocío: Haré de tripas corazón, supongo. Estoy aquí por algo diferente. Si eso tiene que resolverse, este no es el momento.

Elisa: Supongo que tienes razón.

Rocío: Supongo que sí. Que raro estar en casa otra vez…

Elisa: Me imagino. (Guardan unos instantes de silencio.)

Rocío: ¿Han venido todos?

Elisa: Sí, todos. Todos… (Todo muy incómodo).

Rocío: Ahá… Bueno, supongo que he de buscar a Carlos…

Elisa: Si, y yo debo acabar de componer esto…

Rocío: Un placer verte.

Elisa: Lo mismo digo. Nos vemos mañana.

Rocío: Si. Hasta mañana. (Sale por la derecha.)

Elisa: (Que continúa tocando) Esto va a acabar muy mal. Mucho. (Suenan golpes en la puerta. Elisa se acerca a abrir.) ¿Quién es?

Román: (en off) El vecino, que vengo a por sal.

Elisa: ¿El vecino? (La puerta se abre antes de que Elisa pueda evitarlo y entra Román, pisando fuerte, visiblemente borracho.)

Román: Hola, preciosidad.

Elisa: ¿Quién es usted y que quiere?

Román: Soy la ley. Solo vengo a por un trago.

Elisa: Está cerrado.

22

Page 23: Fuera de aquí

Román: No para mí. Tranquila, me serviré yo solo.

Elisa: No puede estar aquí.

Román: Yo puedo estar donde me de la gana, niña.

Elisa: Voy a llamar a la policía.

Román: ¡Eso! Que se unan a la fiesta.

Elisa: Fuera de aquí.

Román: Cállate, desgraciada. Mañana ya no tendrás qué llevarte a la boca así que no te atrevas a ordenarme nada.

Elisa: Usted está borracho. Y yo tengo cosas que hacer.

Román: (gritando) ¡Para qué vas a hacer nada si no te va a servir!

Elisa: (forcejeando con él) ¡Deje de gritar y váyase! Va a despertar a los vecinos.

Román: ¡Me da igual! ¡Vamos a despertar a los vecinos! ¡Que celebren con nosotros la muerte del teatro! ¡Hay que despertar a los vecinos!

Elisa: ¡Cállese! (Coge una botella de la barra y le golpea en la cabeza. Román cae fulminado y las luces también. Oscuro.)

INTERMEDIO

23

Page 24: Fuera de aquí

Parte 6:(El bar, pero algo cambiado. Luz de buenos días por la mañana por un lado. La mesa ha sido apartada a un lado, con las sillas encima del revés. Los taburetes de la barra han desaparecido y el piano esta ladeado, dejando un gran espacio en el centro. El cuerpo de Román ha desaparecido y la estancia parece más limpia, más blanca, más pura. Entran despreocupados pero tensos desde un lado Elisa y Carlos. Se ponen a mover todo cómicamente, de forma que el uno deshace lo que hace el otro, pero sin que parezca una persecución.)

Carlos: Esta mañana llegué y me encontré con una sorpresita. Al salir te olvidaste de tirar la basura.

Elisa: ¿La basura?

Carlos: Si. No se qué haría un policía inconsciente en mi bar, pero los basureros se lo llevaron contentos. Dijeron que le conocían. Por lo visto andaba tirando cubos de basura por las calles. No sé donde habrá despertado pero va a necesitar unas cuantas duchas.

Elisa: No pude hacer otra cosa que pegarle. Entró, borracho como una cuba pidiendo que le diera de beber.

Carlos: Hiciste bien. ¿No has dormido, verdad?

Elisa: No. Sabes bien que nunca puedo dormir antes de un estreno. Y ahora menos que nunca. No vale de nada que te llame loco, ¿verdad?

Carlos: Sabes que no. Y ahora, vete. Vístete, péinate, maquíllate, haz lo que quieras. Pero te quiero aquí a las seis. Más te vale ponerte nerviosa.

Elisa: Descuida. (Se acerca y le besa en la mejilla.) Te veo luego.

Carlos: Hasta luego. (No advierte, ensimismado con la colocación del mobiliario, la llegada de Rocío, que se queda en la puerta, esperando ser vista. Al ver que su silencio no alerta a Carlos, decide carraspear. Éste, sin girarse, responde.) Aún no está abierto. Váyase. La función es a las diez.

Rocío: Y a mí me gustaría formar parte de ella.

Carlos: (Se gira.) ¿Tú que haces aquí?

Rocío: (Dolida por haber tendido la mano y haber recibido una respuesta tan seca, se cierra en sí misma.) Tú me llamaste.

Carlos: Te llamé, sí. Pero no esperaba que vinieses.

Rocío: ¿Y por qué me avisaste entonces?

24

Page 25: Fuera de aquí

Carlos: Por cumplir, porque formabas parte del grupo, yo qué se por que… Pero no quería que vinieras.

Rocío: Pues me voy. Yo no estoy donde no se me quiere. (Se gira.)

Carlos: No, espera… Ya que has venido, al menos, hablemos.

Rocío: No tengo nada que hablar contigo. Nunca me quisiste en tu compañía, nunca me trataste como a los demás.

Carlos: No es así. Lo que pasa es que a ti siempre te gustó ir por libre.

Rocío: Pero siempre obedecí. Siempre me aprendí a tiempo mi parte. Siempre puse todo en el escenario.

Carlos: Pero no todo en teatro pasa encima del escenario. También hay vida detrás de él. Y nosotros éramos una familia, un grupo en el que tú no estabas y no tenías intención de estar. Siempre fuiste a tu aire. Era inevitable que acabaras así.

Rocío: ¿Así como?

Carlos: Fuera.

Rocío: Pero esa no era forma de echarme. ¡Dejarme en ridículo así! ¡Delante de todo el público! Las cosas no se hacen así, Carlos.

Carlos: Puede que no, pero tenías que comprender que no podías hacerlo todo a su antojo. Tenías que escarmentar. ¡Tú siempre querías los mejores papeles! ¡Tú eras la protagonista y los demás daban igual! ¡La vida no es así, Rocío, y tú tenías que comprenderlo!

Rocío: ¡Pero no así! Dejándome sola en el escenario lo único que conseguías era estrellar tu obra y hacer que el público se riera de mí. Tú sabías que no se improvisar, que me quedo bloqueada.

Carlos: Aceptaba todo eso. La obra iba a acabar estrellándose igual. Era muy mala. Y lo único que hacías tú era acaparar la atención haciendo el payaso. Eso no era actuar, era exagerar.

Rocío: Habérmelo dicho. Podía haber cambiado.

Carlos: Quizá esa obra, quizá la siguiente, pero estoy seguro de que, algún tiempo más tarde volverías a las andadas. Y volveríamos a derrumbarnos por ti. Yo no podía consentirlo. No podía permitir que mi familia cayese por una oveja negra. Tienes que comprenderme (ahora parece viejo, cansado, hastiado). Lo hice por el bien común. De otra manera no te hubieras ido. No durante tanto tiempo.

Rocío: (Algo conmovida por el periplo de Carlos.) Me ha servido.

Carlos: ¿Qué?

25

Page 26: Fuera de aquí

Rocío: Que me ha servido tanto tiempo fuera. He cambiado, Carlos. Creo que podré hacerlo bien esta vez.

Carlos: Estoy seguro. Porque o lo hacemos bien o será la última vez que actuemos.

Rocío: En momentos así, es genial tener a alguien como tú para luchar. Nunca pensé que vería esto. España se va a la mierda.

Carlos: Y nos toca a nosotros tirar de ella para evitar que se hunda. Y desde el otro lado tiran los de siempre. Y no se si esta vez nosotros podremos más.

Rocío: Ahora sí es todo a una. O ganamos o estamos acabados. Tú al menos tienes el bar…

Carlos: ¿Y tu crees que tendré la fuerza para abrirlo sabiendo que vivo en una España sin libertad?

Rocío: Ya…

Carlos: Que bien que estés aquí.

Rocío: Dicen que la unión hace la fuerza.

Carlos: Gracias, Rocío. De verdad. Y perdóname.

Rocío: Gracias a ti. Y olvídalo. Tenemos por delante una partida por jugar y puede que sea la última.

Carlos: Pero será la más ruidosa. (Oscuro.)

Parte 7:(El escenario igual que al inicio de la anterior escena. Esteban apoyado sobre la barra repite para sí, como una oración, un texto inaudible. Tiene los ojos cerrados y con la mano marca el tiempo y gesticula, añadiendo expresividad a su monólogo interior. Por la trastienda aparece Paola, juguetona, que se acerca en silencio hacia el y aprovechando que tiene los ojos cerrados, le besa. Él se sorprende y abre mucho los ojos.)

Esteban: ¡Pero qué…! ¿Paola? ¿Tú estás bien? Vaya susto que me has dado.

Paola: Cualquiera diría que no te ha gustado…

Esteban: Pero qué cosas tienes. Si sabes que llevo años echándolo de menos. Lo que pasa es que me has pillado de sopetón.

Paola: Tengo miedo, Esteban. Tengo miedo de que esto se acabe y tenga que volver a irme.

26

Page 27: Fuera de aquí

Esteban: Tú por lo menos podrías irte. Pero yo no tengo dónde caerme muerto.

Paola: (Se acerca a él, mimosa.) Sabes que si no consiguiéramos cambiar el mundo, te llevaría conmigo.

Esteban: ¿Y por qué no me has llevado estos años?

Paola: Porque sabía que estarías aquí, esperándome. Pero si se acabara el juego, sería otra historia. Te podría perder y no estoy dispuesta.

Esteban: Pero vamos a ganar. Vamos a resistir aunque sea solo para seguir luchando.

Paola: No me cabe la menor duda. Pero juntos.

Esteban: Siempre juntos.

Paola: Eres único, Esteban.

Esteban: Eres tonta, Paola. (Ella sonríe. Él sonríe. Se besan.)

Paola: No sé como acabará esto, pero nunca podré borrar esto de mi mente.

Esteban: Llevaba diez años esperando este beso. Mira que sois malas las mujeres.

Paola: Anda, calla y sigue con tu ensayo raro. (Se retira dando pasitos de bailarina y se queda en un lado, girando y saltando con los ojos cerrados mientras Esteban sigue con su recital íntimo. Entra por un lado Carmina, algo despeinada.)

Carmina: Mirad como me habéis puesto esto. ¿Por qué está ahí la mesa? ¿Y dónde están los taburetes? (Empieza a descolocarlo todo y a moverse frenéticamente sobre el escenario, alertando a la joven pareja.)

Esteban: Para, para, Carmina. ¡Pero qué haces!

Carmina: Colocar.

Paola: Lo estás descolocando, Carmina. Para un segundo, por favor.

Carmina: ¿Descolocando? ¿Pero tú has visto como está esto? Si ni siquiera están los taburetes. Y esta noche hay que abrir.

Esteban: Escucha, Carmina. Siéntate aquí. (Le acerca una de las sillas que están giradas sobre la mesa y ella se sienta.) Hoy es el estreno, ¿recuerdas?

Carmina: ¿Estreno? Oh, no, no habrá estreno ninguno. No vamos a perderlo todo por culpa de un cabezota como Carlos. Las leyes están para cumplirlas. (Se levanta, nerviosa.) Y esta noche abriremos como otro día normal, sin ese piano ahí y con los taburetes en la barra, como hemos hecho siempre y como seguiremos haciendo. No estoy yo para juegos.

27

Page 28: Fuera de aquí

Paola: Carmina, cariño, cálmate. No es momento de que digas esto. Nos lo jugamos todo y Carlos ha elegido la opción correcta.

Carmina: ¡Vosotros que vais a decir! Os tiene sorbido el seso… (Al borde de la desesperación.) No lo hagáis, no podéis hacerlo. Vamos a acabar todos mal. Esto no es ningún juego, Paola, niña. Por favor…

Esteban: Esta ha sido una decisión que tomamos hace mucho. Mucho antes de la Ley Platón, antes incluso de formar el grupo. Decidimos que viviríamos y moriríamos haciendo teatro en el mismo momento que pisamos las tablas por primera vez. Y ahora es el momento de demostrarlo.

Carmina: Aún sois jóvenes. Podéis marcharos, coged cualquier avión y haced ese teatro que tanto amáis en otro lugar, donde lo quieran. Pero no os juguéis la vida por esto.

Paola: Ya estamos cansados de huir, Carmina. De pasarnos la vida de acá para allá buscando un lugar donde vivir, sin poder echar raíces en ninguna parte. Y duele pensar que nuestra tierra no nos quiere, que nos repudia, que somos los apestados de nuestra patria. Cómo vamos a sentirnos orgullosos de ser españoles si España nos escupe. Pero es hora de pegarle una bofetada a este país.

Esteban: Tienes que comprenderlo. Nosotros siempre hemos vivido para esto y nuestro sacrificio, aunque se nos lleve por delante, dejará una huella que otros podrán ver. Luchamos por nosotros, sí, pero también por los que vengan después.

Carmina: Habláis como mi padre, cuando fue a la guerra y mi madre quería retenerle en casa. Habéis crecido demasiado pronto. Habéis sufrido demasiado.

Paola: Sabes que tenemos razón.

Carmina: Seguid, haced lo que tengáis que hacer. No seré yo quien os frene. Pero por Dios, ganad.

Esteban: No queda otra.

(Entra por un lateral Carlos, seguido de Terelu, Elisa y por último, Rocío. Cargado de energía, comienza a moverse por el escenario, meditando sus palabras.)

Carlos: Es el momento. Nunca antes habíamos llegado tan lejos. Todos sabéis lo que tenéis que hacer. Tenemos apenas un par de ensayos por delante. Podemos conseguirlo. Debemos conseguirlo. (Los demás asienten, mostrando su aprobación, motivándose entre ellos con miradas de confianza y sonrisas. Se mueven, esparciéndose por el escenario.) Todos a calentar (comienzan a hacer ruidos extraños, calentando la voz. Carmina se sienta detrás de la barra y se pone a coser, encarnando esa imagen de la resignación.) Vale, vamos con los movimientos. Empezad en la posición inicial (todos cambian de lugar y adoptan otra postura, formando un cuadro pintoresco) y ahora, ¡movimiento! (Los actores se mueven cruzándose entre ellos y se producen algunos choques.)

28

Page 29: Fuera de aquí

Esteban: Rocío, tu sitio es allá, a la derecha.

Rocío: Sé cual es mi sitio perfectamente, Esteban. Sólo pasaba por aquí para llegar hasta ahí. Pensé que quedaría más lucido si pasaba por aquí en vez de por detrás.

Esteban: Pero tu papel no es pensar. Tu papel es hacer lo mejor que puedas lo que te toca hacer. Una vez más, vas por libre.

Paola: (por otra parte) ¡Terelu, me has pisado!

Terelu: Ay, hija, que quejica. Pues si te piso, te aguantas y ya está.

Paola: ¡Pero qué! ¿No piensas pedirme ni perdón?

Terelu: No, obviamente. Dónde se ha visto que una diva tenga que pedirle perdón a una aspirante a actriz. Deberías sentirte halagada por ese pisotón.

Paola: ¡Pero ya está bien! A ver si te das cuenta de que no eres ninguna diva, que no le gustas a nadie, que hace diez años que no actúas y que no estamos en los setenta. ¡Despierta de una vez!

Terelu: Niña, no vuelvas a dirigirte así a mi porque te cruzo la cara y me quedo tan ancha.

Esteban: (Aparte, a Rocío.) Cuando sepas lo que tienes que hacer, vuelve, pero hasta entonces puedes irte por donde has venido.

Rocío: Pues mira sí. Me voy. No sé ni para qué he vuelto…

Terelu: Y yo me voy contigo. Los maestros somos unos incomprendidos. Nos detestan por ser mayores y saber más. Los jóvenes son unos pretenciosos.

Carlos: No, no, parad. (No le hacen caso y los unos se separan por un lado, los otros se sientan y los de más allá se visten para marcharse.) Por favor, no os vayáis.

Elisa: (Al ver que la situación se le escapa a Carlos de las manos, decide intervenir.) ¡Pero os dais cuenta de lo que estáis haciendo! Miraos, por favor, que parecéis niños en un patio de colegio. ¿De verdad es necesario que vaya la maestra a deciros que os perdonéis y os deis un besito? ¿Tan grande es vuestro orgullo que no os permite rectificar? Nos hemos reunido de nuevo en el Charlie’s, diez años después, para poder poner fin a la locura que se desata en España. Y respondemos peleándonos entre nosotros y desperdiciando la única oportunidad que tenemos de salvarnos. Dejad de comportaros como críos. Dejad de ser tan egoístas. Y ahora, según creo, estabais repasando las posiciones, ¿no es así, Carlos?

Carlos: (Tan sorprendido como el resto por la valiente intervención de la joven, se recompone rápido y responde.) Sí. Rocío, es buena idea que pases por ahí. Esteban, échate un poco para atrás, igual que tú, Paola, así no tropezará Terelu contigo. ¿Preparados? Bien, pues desde el principio. (Oscuro.)

29

Page 30: Fuera de aquí

Parte 8:(La tensión se puede palpar en el aire del Charlie’s. Faltan poco menos de dos horas para el estreno y los actores deambulan meditabundos por el escenario. Carmina sigue cosiendo tras la barra. Elisa toquetea nerviosa el teclado. Terelu, en una esquina junto a la barra, bebe de una botella que se va secando a marchas forzadas. Esteban pasea de un lado a otro del escenario, cabizbajo, moviendo los labios y las manos en un vaivén rítmico, casi hipnótico. Paola está sentada en la mesa, mirando al infinito, absorta entre su telaraña mental y Rocío, oculta en la sombra del telón, parece una estatua griega, hierática, imperturbable, como si la cosa no fuera con ella. Tras unos minutos de esta acción de inactividad, aparece Carlos, muy acelerado, medio sudando. El resto, agradeciendo un cambio en el tedioso ambiente, le rodea mientras habla. Incluso Terelu tiene a bien apartarse de su hobby para prestarle atención a su director. Carlos, en cuanto puede, expresa las noticias que trae.)

Carlos: ¡Habrá público!

Esteban: ¿Qué quieres decir?

Carlos: ¡Habrá público! Esta noche, el Charlie’s se llenará para ver la función.

Paola: ¿Y se supone que no era eso lo que debía suceder? No se… en las obras en las que he estado yo hasta ahora hemos tenido público, por poco que sea.

Carlos: Hasta ahora el teatro no había estado prohibido. ¿Tú sabes lo difícil que es convencer a tanta gente de que transgreda una ley a cambio de nada?

Rocío: Entonces, ¿se llenará?

Carlos: Casi seguro que si. He recurrido a todos los amigos que tengo. Espero que no me fallen a última hora. Y por cierto, ¿vosotros que hacéis parados? Deberíais estar ensayando, ultimándolo todo. Este es un ensayo general, ya lo sabéis.

(Los personajes se sitúan en una fila enfrente del público. Elisa se sienta al teclado y comienza a tocar una pieza triste, melancólica, lúgubre. Con semblante serio, saludan y se marchan por diferentes lugares. Vamos a presenciar la representación de la obra que años después Carlos titularía como Pasíón, pero que en este momento no tiene título por aquello de la clandestinidad. La obra, muda completamente, comienza con dos minutos –ciento veinte segundos- de puro silencio. Deben oírse las toses, el murmullo nervioso del público, el vuelo de las moscas y el sonido de un envoltorio de caramelo al abrirse. Tras los ciento veinte segundos –dos minutos- saldrá por un lado Terelu, con la cabeza alta, que llegará hasta la mitad del escenario, mirará desafiante al público y se girará hacia él. En su rostro, un espejo de las grandes mujeres de la farándula española: Sara Montiel, La Faraona, Isabel Pantoja, Amparo Baró, Carmen Machi… todas mandan su fuerza y su garra desde donde quiera que estén. Cuando Terelu llega al borde del escenario, se para y mira al fondo, más fuerte y más condenada que nunca. Los ojos le brillan, las manos le tiemblan suavemente, consecuencia del alcohol y, por qué no, los nervios. Nunca se deja de ser nuevo para eso. Lentamente, acumulando la atención de

30

Page 31: Fuera de aquí

todos los presentes, abre la boca disponiéndose a hablar, pero justo en el momento que la primera palabra debería salirle de la boca, nota que algo no va bien. Su gesto lo expresa. Su gesto, que al principio denotaba extrañeza, se ha convertido ahora en uno de puro pánico. No puede hablar. Ni un solo sonido le sale de la boca y eso parece afectarle mucho. Se agarra la garganta y comienza a moverse frenética de un lado a otro. Comprende lo que le pasa e intenta remediarlo. Intenta toser, hace ruidos guturales pero no consigue ni una palabra. Desesperada, comienza a golpearse la nuca como si su voz viviera en un bote de Ketchup y quedara alguna gota sin caer. Nada parece funcionar y una Terelu muda se queda triste y enfrentada al público, ahora mucho menos segura de sí misma, mucho más cobarde, pero aún en el medio del escenario. Pasan dos minutos en los que Terelu no se moverá de lugar pero tampoco permanecerá inmóvil. Tras los ciento veinte segundos, aparece Carlos, en bata de andar por casa, con gafas y leyendo el periódico. Cuando Terelu advierte su presencia va hasta él, le arranca el periódico de las manos y lo tira al suelo. Carlos, sin reaccionar, se la queda mirando. Ella gesticula para señalarle que no puede hablar, que no tiene voz. Él, para intentar calmarla, le pone una mano sobre el hombro y toma aire para explicarla que no tiene de qué preocuparse. Pero sus intentos son infructuosos. Él tampoco puede hablar. Su reacción es semejante a la de ella. Al poco de sentirse mudos los dos. Ella siente como que una fuerza invisible la lleva hasta el borde del escenario y la ata las manos a la espalda. Se irá produciendo una cadena con el resto de actores. Así, cuando salga Rocío, Carlos intentará mostrarla que está mudo, Rocío sentirá que le aqueja el mismo mal. Y entonces Carlos notará la fuerza que le ata las manos y le lleva al borde del escenario. A su lado, Terelu queda ciega. Después saldrá Esteban, que enmudecerá. Rocío quedará maniatada en el borde del escenario, Carlos quedará ciego y Terelu colgará de un hilo invisible, como una marioneta inservible. Finalmente, cuando salga Paola, ésta quedara muda, Esteban se perfilará en el borde del escenario, atado; Rocío enmudecerá; Carlos colgará como un muñeco inanimado y Terelu caerá al suelo como un guiñapo, quedando inerte. El efecto dominó se propagará al resto de los actores desde el último que ha salido, hasta que todos queden en el suelo, muertos, pero antes mudos, indefensos, ciegos e inconscientes por causa y efecto de un enemigo invisible, aparentemente imparable y desconocido. Ni que decir tiene que los actores salen cada dos minutos –ciento veinte segundos- y que cada uno hace una cosa diferente al salir. Transcurren otros ciento veinte segundos –dos minutos- desde la muerte de Paola, y los actores se levantan, y tristes, reciben la ovación del público.)

Carlos: Y ahora, se supone que aplaudirán, pero nosotros no debemos sonreír, debemos mostrar tristeza.

Terelu: No creo que sea difícil.

Rocío: ¿Y si viene la policía?

Carlos: Pues pueden interrumpir la representación y detenernos, lo cual no nos dejará margen de reacción y además tanto esfuerzo no habrá servido de nada, o pueden esperar a que acabe y detenernos fuera, lo cual nos permitirá huir, con algo de tiempo, por la puerta trasera. En cualquier caso, controlaremos la entrada y no dejaremos que nadie que no sea de confianza entre. Quizá el ministro de Cultura, pero nadie más.

Paola: ¿Tú te has vuelto loco?

31

Page 32: Fuera de aquí

Carlos: No. Es amigo mío de la infancia y quiero mostrarle lo que ha hecho. Además, él sólo no podrá hacer nada.

Esteban: ¿Y si avisa a los maderos?

Carlos: Tocará correr. Y la rueda de prensa se da por finalizada. Preparados todos en dos horas aquí. (Los actores salen, quedándose Elisa con Rocío.)

Elisa: ¿Tú no vas a cambiarte?

Rocío: Yo no tengo más que ponerme. En África aprendí a vivir con muy poco y esta ropa vale para la obra. Supongo que me quedaré aquí, recordaré viejos tiempos… ¿Tú no te vas?

Elisa: A nadie le importa como va vestida la pianista. Me hubiera gustado actuar, ¿sabes? Pero Carlos consideró que aún no había llegado mi momento.

Rocío: Carlos siempre ha hecho con nosotros lo que le ha venido en gana. Puede parecer bueno, justo, amable… Pero no es más que un cretino obseso que piensa antes en él que en cualquier otra persona. No, no me gusta trabajar con Carlos. Si he venido es por motivos bien distintos, no por volver a verle, precisamente. Pero cuando acabe la función me iré, y si todo sale bien, espero no tener que volver nunca.

Elisa: Qué afortunada, que tienes dónde marcharte.

Rocío: Si quieres, siempre puedes venirte conmigo. Será agradable tener una compañera de viaje y de idioma, y más si es como tú.

Elisa: ¿Lo dices en serio?

Rocío: Totalmente. Sería genial que vinieras.

Elisa: ¡Vale! ¡Si! Me voy contigo. Tengo que hacer la maleta, pero no tardo nada. Llegaré antes de que el Charlie’s abra. Muchas gracias, Rocío. Te veo ahora.

Rocío: De nada, Elisa. Sólo hago lo que me gustaría que hubieran hecho conmigo. Ve, anda. Nos vemos aquí en un rato. Y mañana estaremos en otro lugar, libres por fin.

Elisa: Gracias, Rocío. Me marcho. (Sale con una amplia sonrisa en la boca.)

Rocío: Nuestros primeros pasos son siempre los más difíciles. A menudo tropezamos, caemos y eso nos produce un miedo terrible a volver a intentarlo. A menudo evitamos andar y más delante de otros, para evitar el ridículo y la humillación de la caída. Pero sin caídas todos tendríamos la moral de un dios. Debemos caer, sobre todo al principio, para darnos cuenta de que no todo es un camino de rosas. Pero cuando superamos esos primeros pasos, todo parece que es más fácil, parece que lo conocemos todo de toda la vida, como si lo supiéramos de forma innata. Los primeros pasos son siempre los más difíciles. Por eso conviene tener cerca a alguien que te guíe, que te ayude a levantarte pero que te deje caer, que te permita aprender por ti solo. Aprender a representar ese papel en su medida es casi imposible. Ser madre es tan difícil…

32

Page 33: Fuera de aquí

Carlos: (Que lleva un rato escuchando desde detrás.) Caminantes, Lorca, Murcia, 2002. Esa fue de las últimas. Me conmueve que aún recuerdes alguna obra.

Rocío: No me resulta fácil olvidar, Carlos, por mucho que lo intento.

Carlos: ¿Por qué borrar eso?

Rocío: Porque me recuerda a ti.

Carlos: Ya te he pedido perdón, no puedo hacer más.

Rocío: Tampoco pretendo que lo hagas. Nunca he tenido muchas expectativas puestas en ti. (Sale por la puerta de la calle.)

Carlos: ¡En dos horas te quiero preparada! ¡Y sabes que odio que me dejes con la palabra en la boca! (Oscuro.)

Parte 9:

(La escena comienza con el final de la obra. Es el Charlie’s y se supone, está a rebosar. Los personajes yacen muertos, pero todos menos Rocío, han sufrido algún cambio en su vestuario y algunos, incluso, en su peinado. Dos minutos más tarde, se levantan, saludan y van a separarse cuando alguien se levanta entre el público. Es Francisco, el ministro español de cultura. Está enfurecido.)

Francisco: No creí que te atreverías, Carlos. De verdad pensé que no podías ser tan estúpido. Pero has decidido seguir hasta el final, cavar tu propia tumba y cargar la pistola, por no decir que me la has puesto en la mano, invitándome aquí esta noche. (Sube al escenario. Los actores se retiran un poco dejando a Carlos adelantado, enfrentado a Francisco.) Lo que tú llamas valentía solo es idiotez. ¿No te das cuenta? No sirve de nada. Tu ridícula obra sin sentido no ha cambiado nada.

Carlos: Siempre supe que eras estrecho de miras, que nunca comprendiste el arte. Pero que fueras malo. Eso es algo que nunca podré comprender. Como aquél niño que yo conocía se ha podido convertir en el monstruo que veo ahora mismo.

Francisco: Las cosas están cambiando, Carlos. Si tu sigues anclado en el pasado, es cosa tuya, pero ahora vives en una España diferente y no está en tu mano cambiar eso. Te dí la oportunidad de adaptarte, te avisé con tiempo para que pudieras buscarte la vida, pero decidiste seguir en tus trece, terco como siempre. Tú mismo has preferido hundirte y además, arrastrar a toda esta gente contigo.

Carlos: ¿Pero no lo comprendes, Carlos? Esto no es cuestión de llevar razón. Estás robando la libertad a los hombres y a las mujeres. No puedes pretender que no se

33

Page 34: Fuera de aquí

rebelen, que se queden cruzados de brazos contemplando como les arrebatan lo que es suyo.

Francisco: Pero sin embargo, eso es lo que pasa. ¿Te he dicho que este es el único lugar de Madrid que ha organizado algo en contra de la Ley Platón?

Carlos: Da igual las mentiras que digas, Francisco. No nos rendiremos. (Empieza una canción que sus actores seguirán, aumentando el volumen de esta. La canción es muy corta, apenas cuatro versos, pero contiene la esencia del momento. Dice así: Todos juntos, como hermanos coreamos la canción.¡Viva España con teatro! ¡Viva la Revolución!) Todos juntos, como hermanos…

Todos: …coreamos la canción. ¡Viva España con teatro!¡Viva la Revolución! (Repiten la tonadilla, una vez tras otra, más fuerte cada

vez, enfadando al ministro, que monta en cólera y grita para hacerse oír.)

Francisco: ¡¡Esto lo pagaréis caro!! ¡¡Mañana tendrás el bar cerrado, estarás en la calle sin un duro y lo mejor que te podrás comer es lo que encuentres en la basura!! ¡¡Olvídate de volver a sonreír porque me encargaré personalmente de que sufras cada uno de tus días!! (La sonrisa socarrona de Carlos respaldada por la canción que entonan sus actores enfada cada vez más a Francisco. De repente por un lado entra Román, el policía, cubierto de suciedad, con la ropa y la piel manchadas de basura y el pelo greñoso y revuelto. Al instante, los actores enmudecen. Román está fuera de sí, pero habla con una calma que causa más miedo que el más fuerte de los gritos.)

Román: ¿Dónde está la pianista? (Busca con la mirada a Elisa y cuando la encuentra, sentada al piano, sonríe.) Ah, buenas noches. ¿Te importaría ponerte junto al resto de tus compañeros? (Ella obedece, en silencio.) Supongo que todos sabréis lo que ella me hizo anoche.

Rocío: Darte una ducha no, precisamente.

Román: ¿Tú me ves con cara de risa? (Ella no responde, pero baja la vista.) Bien, pues anoche, tras negarme una copa, la señorita…

Elisa: Elisa.

Román: La señorita Elisa me golpeó en la nuca, dejándome inconsciente ¿Con qué me golpeaste, querida?

Elisa: Con una botella.

Román: Me golpeó con una botella. Y esta mañana me he levantado en un vertedero. Sí, en un vertedero, rodeado de basura. Creo que eso son unos cuantos cargos, veamos: agresión a un agente de la ley, además de con premeditación, alevosía y nocturnidad. También tenemos omisión de socorro, secuestro y intento de homicidio. Bien, podríamos considerar que pasarías cinco o seis años sin dormir en casita. Además, si

34

Page 35: Fuera de aquí

tenemos en cuenta que estabas representando una obra de teatro, añadiríamos cuarenta años. Pero yo creo que por ser la primera, deberíamos usar un castigo ejemplar (saca el arma y apunta directamente a Elisa, situada a la derecha de Carlos, más cerca del escenario y delante de los otros cuatro actores.) Adiós. (En ese momento sale de la trastienda Carmina, que entra en escena alertada por los chillidos.)

Carmina: ¿Se puede saber a qué viene tanto grito?

Francisco: ¡Román, no! (Se lanza hacia Román para evitar que dispare, pero solo consigue desplazarle la mano hacia la izquierda, es decir, evitando que de a Elisa pero acertando de lleno a Carmina, recién llegada a la escena. Suena el disparo y a partir de ahí todos los actores se mueven a cámara lenta. Describo la escena. Delante de la barra están Terelu, Paola, Rocío y Esteban. Delante de ellos Carlos y a su derecha, Elisa. Entre ella y el borde del escenario ha aparecido Carmina. Todos ellos ofrecen su perfil derecho al espectador. Enfrentados a ellos, Román, en la mitad derecha del escenario, ofreciendo su perfil al público, así como Francisco, pero esté está colocado más hacia el fondo del escenario. Cuando Carmina entra, pregunta, y su voz se solapa con la de Francisco, que intenta desplazar el arma de las manos de Román, pero solo consigue desviar la trayectoria de la bala. Cuando el arma se dispara, Carmina, aún con gesto de sorpresa, se lleva la mano al pecho. Repito que la escena tiene lugar a cámara lenta y todos los personajes se mueven a la misma velocidad. Los cuatro actores del fondo se llevan las manos a la cabeza, se tapan la boca o cierran los ojos abrazándose a otro actor. Elisa cierra los ojos, como esperando que le llegue una bala que ya ha encontrado un cuerpo donde alojarse. Carlos es el primero en comprender lo que pasa y se lanza hacia Carmina, recogiéndola antes de que caiga al suelo. En el otro lado, Román lanza una mirada asesina a Francisco que le hace caso omiso, pues sus ojos solo están pendientes de Carmina y Carlos. Román mira a todo el público, gira buscando la salida y desaparece, dejando a Francisco arrodillado en la parte derecha del escenario con la mirada perdida en el vacío. Los cuatro actores siguen con sus exclamaciones mudas de dolor, pero ninguna como la cara de Carlos. Carmina, sin embargo refleja paz. En silencio, se besan, se aman, se consuelan y se despiden porque la muerte es una conductora muy impaciente. Carmina cierra los ojos lentamente, pero Carlos no deja de abrazarla, de besarla y de mecerla. La luz se va desvaneciendo, mientras el hombre deja caer su cabeza hacia atrás en un gesto que refleja la más profunda desesperación, el dolor mas inimaginable. Oscuro.)

Parte 10:(La escena comienza en oscuro. Se oyen las voces de los cinco actores cantando la canción, en voz baja. Aún en oscuro se oyen voces que pregonan titulares. Las voces no son otras que las de los propios actores, cada vez uno, con el coro de sus compañeros por detrás.)

Voz 1: ¡Mujer asesinada en el Charlie’s durante una representación, supuestamente por un agente de policía!

Voz 2: ¡El agente capturado confesó los hechos! ¡La víctima, una actriz de 30 años, murió por herida de arma de fuego!

35

Page 36: Fuera de aquí

Voz 3: ¡El Gobierno en pleno se reúne para revisar la Ley Platón!

Voz 4: ¡La Ley Platón, obsoleta, tras ser declarada inconstitucional!

Voz 5: ¡El teatro vuelve a España! Todos: TODOS JUNTOS, COMO HERMANOS

COREAMOS LA CANCIÓN.¡VIVA ESPAÑA CON TEATRO!¡VIVA LA REVOLUCIÓN!

(Se encienden las luces y se ve a los cinco actores, -de izquierda a derecha: Rocío, Terelu, Carlos, Paola y Esteban- cantando a pleno pulmón la cancioncilla. La repiten una vez más y el silencio final, que resuena más que el sonido, va acompañado de la oscuridad, que como tantas otras veces, es sinónimo del final.)

TELÓN

36