garcía trevijano - prólogo a el pais la cultura como negocio

Upload: buenista

Post on 14-Oct-2015

113 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    1/17

    EdicinEditorial Txalaparta s.l.Navaz yVides 12Apdo. 78

    31300 TafallaNAFARROA

    Tino. 948 703934Fax 948 [email protected]://www.txalaparta.com

    Primera edicin de TxalapartaTafalla mayo de 2006ercera edicin de TxalapartaTafalla octubre de 2006

    CopyrightTxalaparta para la presente edicin

    Manuel Garca VioDiseo grffcoNabarreria gestin editorial

    ImpresinGrficas Lizarra

    I.S.B.N.84-8136-4568Depsito legal

    NA-25542006

    Ttulo El Pas la cultura como negocioAutor Manuel Garca ViPortada diseo coleccin Esteban Montorio

    rlogo

    n escritor despej do de prejuicios estticos se t r e ~ve a recordarnos en est poc de bajeza cultural y de r n ~dez meditica las condiciones literarias que ha de reunirun relato p r que pued alcanzar la categora de obra dearte en forma de novela. Contra la falta de criterios o b j e t i ~vos en la crtica dominante Garc.a Vi una autoridad enteratura moderna defiende la tesis tradicional de que lsustancia de la novela no est en el tem ni en el estilo sinoen la vivencia del mundo que contenga. Pues una historiaque contar la narracin de un drama o una forma singular deescribir no han sido seas de identidad de los grandes n o ~ve istas.

    Por su necesid d de crear universos totales cerradosde vida social a travs de una trama de accin continua ocontinuada la novela no puede ser desarrollada con la t c ~nica literaria del cuento idne para narrar peripecias nicon la estructura de la representacin dramtica i n c o m p ~tibie con la presenci nte el lector de los paisajes m ~bien es tramas caracteres acciones pasiones noveladas.Lo que dijo Rousseau respecto a la imposibilidad de la r e ~

    7

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    2/17

    presentacin poltica en presencia del pueblo e p r e s e n t a ~do, puede ser aplicado a la novela. El propio Ortega y a s ~set, que neg, eu pres, categora de novelista a Balzac, yque echaba de menos, en el imperfecto Proust, un pocode accin dramtica al pie de cada pgina, tuvo que e c o ~nacer, en sus balbucientes y contradictorias Ideas sobre lNovela, que cuando las cosas estn presentes sobra c o n ~tarlas. La literatura que ha contado historias o vidas, enlugar de realizarlas o hacerlas presentes no pertenece algnero novelstico.

    En una crtica de 1840 a La Cartu;a de Parma, incluidacomo prefacio en una de sus ediciones, Balzac consider aStendhal como el prototipo de la literatura de ideas, frentea la literatura de imgenes, para poder incluirse l mismoen la escuela eclctica, que demandaba a la novela Unarepresentacin del mundo tal como es; imgenes e ideas,la idea en la imagen o la imagen en la idea. En esa famosacrtica literaria de La Cartu;a, Balzac defini, ms bien d i s ~tingui, a la novela por la abundancia de hechos, la s o ~briedad de imgenes, la concisin, la nitidez, las pequeasfrases a lo Voltaire, la manera de narrar que tuvo el sigloXVIII y el sentimiento de lo cmico.

    No se hace crtica coherente de la literatura novelescasin una teora o una idea general de la novela. Garca Vibasa la suya en la necesidad de que el novelista tenga unacosmovisin , palabra poco elegante que traduce a n u e s ~tra poca tecnolgica el concepto romntico de Balzac.Aunque el trmino cosmovisin acenta el aspecto visualde la literatura de imgenes y no indica la visin de la h u ~manidad, sino la del universo, sin embargo, expresa la s i m i ~litud de la novela con las artes plsticas. La idea modernade visin del mundo alterna con la de representacin delmundo creada por el romanticismo. Para Proust, el estilo l i ~terario no es cuestin de tcnica, sino de visin: la r e v e l a ~cin de la diferencia cualitativa que hay en la manera comose nos aparece el mundo Le Temps retrouv 11 .La ocurrencia filosfica de ver en el arte de la novelauna representacin del mundo no es de origen francs.Proceda de la idea del mundo como voluntad y como r e ~presentacin: pedimos al arte que sea el espejo fiel de la

    vida, de la humanidad y de la realidad; slo tiene que d a r ~8

    le ms claridad por medio de la representacin y ms r e ~lieve por medio de la composicin (Schopenhauer). Lopropio de Balzac fue realizar y presentar las acciones y p a ~siones de la comedia humana en una representacin delmundo tal como es en realidad, en lugar de representar laidea del mundo como quera el filsofo alemn. Balzacconsider indispensable, en la novela, la profusin de e ~queas frases a lo Voltaire: pensamientos originales, enforma de aforismos, que por su vigor intuitivo no necesitandemostracin racional. En el ritmo de las grandes novelas,el comps de la tensin narrativa suele estar marcado porlos destellos sorprendentes del pensamiento intuitivo.

    La teora de Garca Vi ha pasado, adems, por el f i l ~tro de la teora de la concepcin del mundo (Dilthey) y porel cedazo del materialismo dialctico, sin quedarse en elrelativismo histrico de la primera, ni en el realismo socialdel segundo. La novela no puede ser representativa deuna poca histrica, ni de una clase social, si no es r e p r e ~sentativa, a la vez, de la humanidad en todas sus pocas yen todas sus clases. Quizs sea ese el sentido del r e a l i s ~mo total exigido por Vi. Pero no se debe olvidar que lanovela est en la realidad como apariencia esttica. No esreal en el mismo sentido en que es real la sociedad A d o r ~no contra Lukacs). Si lo fuera, la esttica no tendra f u n d a ~mento.La representacin o la visin del mundo no seran o s i ~bies sin la presentacin de acciones dramticas que denvida real y sentimientos universales a ficciones p a r t c u l a ~res. Pero si las ficciones no derivan de la imaginacin de lo

    real, sino de la magia de la fantasa, entonces no llegan afundar una novela, a no ser que las acciones se encadenen,y las pasiones se enciendan, por causas y motivos que e n ~timientos reales comprendan.Pertrechado con su teora de la novela, Garca Vi hapodido examinar, sin riesgo de entosigarse, la calidad l i t ~raria y el mrito artstico de los escritores promovidos porel culturismo editorial. Especialmente, de los que recibenpremios y elogios del grupo Prisa El Pas . El autor tiene talsentido de la responsabilidad, y tal conciencia de la t e n e ~brosidad de los fondos por donde ha buceado que no

    9

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    3/17

    emite una opinin, y menos un juicio, sin transcribir los i n ~fames textos que justifican su crtica.El resultado de su investigacin es aterrador. Hastapara m constituye una sorpresa. No saba que los famososliteratos de la Transicin fueran tan groseros y tan malosescritores. Pero, a pesar de la apariencia contraria, los d r ~dos de la crtica de Garca Vi no van dirigidos contraellos. Las citas textuales del selecto pelotn de los torpes

    nos ponen ante el fraude de la industria editorial, que hahecho de esos analfabetos culturales los novelistas ms f ~mosos de la Transicin, y ante el estado de estupor i t e r ~ro de los lectores adoctrinados por el criterio mercantil delas listas de libros ms vendidos.La catstrofe desborda el terreno de la literatura yplantea tres cuestiones que justifican este prlogo:1.- Por qu la industria editorial, la que controla elmercado de los libros de ficcin, promociona productos detan nfima calidad literaria? No dispone de mejores e s c r i ~

    tares?2.- Por qu todos los novelistas promovidos, i g n o r n ~do la historia real de la Transicin y la naturaleza oligrquicade esta monarqua, repiten las consignas propagandistasdel sistema? No conocen la relacin necesaria entre i s t o ~ra y novela?3.- Por qu los medios de comunicacin que d e s v e l a ~ron corrupcin y crmenes en el Gobierno Gonzlez, no d e ~nuncian el fraude de las famas y premios dist ribuidos porlos grupos editoriales que, con mente principal, degradanla cultura ? Acaso la degradacin poltica estuvo p r e c e d ~

    da y causada por la meditica?Para preservar mi virginal apego a los valores estticosanteriores a las ideologas totalitarias, no le literatura e s ~paol a posterior a la guerra civil, incluida la laureada con elNobel. Y como no soportaba la propaganda de la d i c t d u ~ra, tampoco le prensa espaola hasta los 30 aos. Mis r e ~flexiones sobre esttica se concentraron en artes plsticasy msica. No obstante comprendo las razones de GarcaVi para pedirme precisamente a m, que prologara suobra crtica sobre el vertedero literario que acarrea la i n ~dustria cultural. La claridad de su libro no tiene necesidad

    1

    de prlogo que explique las bases cientficas de su crtica.Pero la naturaleza enigmtica de las tres cuestiones queplantea, pide una clave poltica que permita entender lacausa primaria de la degradacin literaria que su libro d e s ~vela. Y para esa introduccin poltica yo era, a su parecer, lapersona indicada.Pensando tal vez en la literatura francesa de la primeramitad del XIX o en la novela rusa de la segunda mitad, el

    ms joven de los incultos escritores de la Academia, ha e ~nido la osada de afirmar que la novela es un arte al quefavorecen mucho los tiempos de transicin. El pobre u ~oz Malina ignora la diferencia que separa, por ejemplo, laRestauracin francesa, tras la drstica eliminacin del n ~poleonismo, y la Instauracin espaola decidida y ~ a n ~tenida por el franquismo. Basta con leer las emonas deUltratumba para no cometer el desatino de asimilar aquellasociedad civil a la que ha sido sujeto pasivo de nuestraTransicin. De otra parte, el conflicto entre las tradicioneseslavas y los sueos europeos de la intelligentzia fondo de lanovela rusa), caracteriz un tipo de sociedad inconciliableconsigo misma, en las antpodas de la sociedad de n s e n ~so, sin conflicto y sin historia, que concili despotismo Ylibert ades para evitar la ruptura democrtica de la dictadra espaola. Desde la muerte de Franco, las mentalidadesdel Estado y de la sociedad han carecido de actitud, y deaptitud, para crear algo original en las esferas de la poltica,el pensamiento y la belleza. La apisonadora del consensoaplast las virtualidades creativas del espritu individual.La ignorancia de la historia inmediata y el conformismo o ~ltico secaron las fuentes de rebelda en el arte literario.

    Nuestra Transicin consisti en el paso dado por q u e ~llos jefes de camarillas y partidos que en un instante deambicin y miedo, renunciaron a sus creencias vitales, s o s ~tenidas con ahnco durante dcadas, para salir del Estadode un partido y entrar en el de varios; es decir, para salir sinvergenza de la dictadura y entrar sin honor en la l i g r ~qua. Eh los mviles del discurso de la clase dirigente, Yante un pueblo atnito, se oper un cambio psicolgicotan repentino como indecoroso. En un da de gracia tuvolugar el milagro de la reconciliacin soado por todas lasreligiones. Un Pentecos ts poltico ilumin las pasiones de

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    4/17

    una clase gobernante que con la espiritual llamada a unpoder compartido, uni en una sola voz concordante lasopiniones antes enfrentadas para que los enemigos a n ~cestrales pudieran abrazarse como hermanos. En un soloda de misticismo de los poderosos las ambiciones y losmiedos se disolvieron en un consenso de las voluntades yun pensamiento nico de las inteligencias.Los jerarcas de la dictadura, reunidos en las Cortes del

    rey, renunciaron de manera abstracta a sus privilegios, sinque ningn historiador o novelista se haya remontado a lascausas pasionales de tan repentino desprendimiento delpoder, tal como hizo, por ejemplo, el historiador GeorgesLefebvre, con su maravillosa investigacin sobre La randePeur de 1789 que precedi y motiv la espectacular e n u n ~cia de la nobleza a sus derechos feudales, en la mgica n o ~che del 4 de agosto.

    La reconciliacin entre mandamases de cortes y p a r t ~dos exigi un pacto de silencio sobre el pasado (negacinde la historia}; un pacto de reparto del futuro (negacin dela libertad}; y un pacto de oligopolio del presente (negacinde la igualdad). Los renegados del franquismo y del s o c i a ~lismo pactaron crear un Estado de y para, los partidos, conlibertades sin libertad poltica, parlamentos sin r e p r e s e n ~tacin de la sociedad judicatura sin independencia d e ~magogia sin democracia y culturismo sin cultura.El pacto de silencio sobre el pasado impidi que m e r ~gieran historiadores de la verdad y novelistas de la realidad.Los peridicos de la dictadura se aferraron al salvavidasdel nuevo diario reformista, fundado por la fcil sntesis i n ~

    telectual de Ortega y Jos Antonio, para que la libertad deexpresin se realizara sin necesidad de libertad de p e n s a ~miento. La disidencia no tendra ya lugar en la mente i n d i ~vidual, ni razn de ser en la mentalidad colectiva. Antes, elpensamiento clandestino, residenciado en las prisiones delalma, segua siendo pensamiento libre. Bajo la monarquano habra necesidad de pensar. El consenso meditico s e ~Ieccionara a los ensayistas y literatos capaces de escribircon libertad de expresin, pero sin libertad de p e n s a m i e n ~to, para que lo indito y lo no publicitado, dejaran de c o n ~taren la realidad, como pasa en el proceso judicial con lono probado.

    12

    Polticos de partido, periodistas, historiadores Y o v e ~listas, cuatro especies de degradacin oportunista, s a c r i _ ~caron verdad y libertad a la utilidad de .una m o n ~ r . q ~ I ~menos odiosa que despreciable. La veracidad de mi m c ~ ose desprende de la posicin histrica que la avala. Nadiepodr negar que fui el nico opositor a la dictadura q u ~particip, al ms alto nivel, en la direccin de los a c a n t e e ~mientas de la libertad, sin entrar en el consenso de e ~ o n ~versin desleal de polticos, para estar en el Estado, m enel de reconversin culturista de intelectuales, para estar enlos medios.Presenci en la intimidad de la clase dirigente la t r a n s ~mutacin de su miedo a la libertad, en conciencia de e g o ~cio de la libertad. Recib las confidencias de los jefes departido, sobre su repentino descubrimiento de que no p o ~dramos cambiar el discurso reformista de la prensa r a n ~quista, como argumento para abandonar la e s t r ~ t e g i a de laruptura democrtica, y acogerse a la reforma. hberal. ladictadura. Asist como espectador, en palco sm candiieas,

    a las carreras hacia La Moncloa, a las invitaciones de losverdugos a sus vctimas, a las a d u l a c i ~ n e s de ~ o s p o d e r o ~sos a los miserables, a esa antesala social que siempre r e ~cede a la corrupcin de palacios y partidos. Lo que loshistoriadores de la muerte de Robespierre y de la vidatermidoriana , describieron doscientos aos a n ~ e s . ~ r oaqu no haba un solo historiador de la verdad, n I un s ~ i ?artista de la realidad. Slo periodismo de la mentira p o h t i ~ca y culturismo de la falsedad artstica. Nuestro vocabulario an no ha creado la palabra quedesigne con propiedad el estado de la literatura de la r a n ~

    sicin. El xito del vocablo telebasura ha inspirado e x ~presiones ( basura literaria , novela basura } que delatanla mala calidad del producto, pero no la del distribuidor nila del consumidor. Se necesitara un trmino que l solo,como sucede con el de telebasura, exprese la degradacincomn de escritores, edi tores, libreros y lectores adictos alos libros de ficcin mas vendidos.A falta de una palabra popular, he recurrido a la vozculturismo , que en sentido propio designa la m o d a l i ~ a ddegradada de la cultura fsica, para aplicarla en sentidoanalgico a todas las formas denigrantes de la cultura m n ~

    3

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    5/17

    tal: culturismo literario , culturismo editoria l , culturis-mo artstico , culturismo poltico , culturismo meditico ,culturismo intelectual . Este trmino tiene, adems , la ri-queza semntica de incluir en su significado el narcisismo yel exhibicionismo caractersticos de los musculados cultu-ristas de los cuerpos. Dos aberraciones del alma que, desde Freud, vienen asociadas al tipo libidinoso, es decir, alque ambiciona poder y fama, a cualquier precio y a costade lo que sea. Acaso no es ste el rasgo comn de los no-velistas mediticos?Antes de conocer la crtica de Vi, yo tena un juicionegativo sobre los escritores y periodistas que adquirieronfama y honores durante el franquismo y la Transicin. Sabaque si no eran fascistas de conviccin, reunan todos losrasgos del cinismo oportunista, de la ambicin sin fuero,de la desnudez de ideales, de la cobarda intelectual y delesnobismo pueblerino. Sus gustos oscilaban entre la cursi-lera de lo pequeo-burgus y el horterismo de lo indiano.En sus entrevistas y declaraciones a los medios, siempre

    ponan de manifiesto la mediocridad de su inteligencia, lamiseria de su cultura y la falsedad de su discurso. Yaunquesus facciones no haban sido modeladas por la nobleza, nollegu a imaginarme que fueran tan torpes en el uso delidioma y tan soeces en el coloquio.No tengo necesidad de dar nombres, porque yo no sal-vo a ninguno. El premio Nobel, por ejemplo siempre mepareci un archivero de frases hechas, lugares comunes ytpicos vulgares, que escriba sus artculos de prensa conel diccionario de lo estrambtico. Era impensable que unapersona a quien tanto le gustaba pater al vulgo, pudiera al-

    bergar una sensibilidad y un pensamiento qu e no fueranvulgares. Esta advertencia , paralela a la Aldous Huxley, so-bre la dificultad de considerar inteligente a quien utilizafrases hechas, nos permite entrar en el examen de la pri-mera cuestin que plantea el librode Garca Vi: No haymejores novelistas que los premiados y promovidos por laindustr ia culturista? Acaso no es Espaa pas idneo parael florecimiento de la inteligencia y la alta cultura?La envergadura del tema sobrepasa la de la supuestacrisis de la novela. No slo porque la penuria de buenosnovelistas la viene acusando la literatura espaola desde

    14

    el agotamiento de sus clsicos, con la soberbia excepcinde Prez Galds y la notable narrativa de Po Baroja, sinosobre todo porque el fatalista diagnstico de Juan Valera(el genio de nuestra nacin no llamaba a s;r novelista),puede aplicarse con ms fundamento todavta a los demascampos del saber humanista o cientfico.Espaa es un pas de orden secundario en creacin cul-tural. La potencia de nuestra lengua, segundo modo de ha-

    blar en el mundo occidental no se corresponde con elpoco desarrollo de las inteligencias y la escasa, cultura decalidad que nuestro idioma procura. En el Boletm de enerode 2004 La iera iteraria deca: si se coge un libro de Filo-sofa, de Sociologa, de Antropologa, Biologa, Esttica,Ciencia de la Literatura, Astronoma, Fsica terica, Historiadel Arte, Psicologa, etctera en su bibliografa no se en-cuentra un solo nombre espaol. Los libros de hoy pare-cen haberse escrito en un solo da con libros del daanterior. Antes de que La Razn prescindiera de mi colabo-racin, le envi este artculo (indito):En teora poltica, Espaa no ha creado, desde el siglo XVIInada que mereciera ser incorporado al pensamiento univer-sal salvo la distincin de Santayana (formado en EstadosUnldos) entre democracia formal y democracia material. Na-die ha explicado todava las causas, sin duda complejas, deeste hecho tan negativo. La influencia de la Contrarreformano Jo justifica. Ah est, por ejemplo, el m i l a n s e s p a o l . B ~ -tero, terico inicial de la razn de Estado, para anular la hipo-tesis. La falta de tradicin humanista, y la debilidad de laburguesa, tampoco lo explican. Ah estn Lulio, Servet, Vives, Surez o la Ilustracin napolitana, la de Vico, para demostrarlo.No es fcil de explicar que el historiador Giannone, tan conocedor del Reino de Npoles, llegara a ser maestro indiscutidode la grandiosa Ilustracin escocesa y un desconocido paraJos ilustrados espaoles. Por qu a partir de las Luces aquno se ha creado un solo pensamiento poltico o jurdico detrascendencia para el mundo? Por qu no ha nacido en Espaa un estadista o un jurista que p u d i e ~ a n e n ~ r r ~ n l.a memoria de las naciones europeas? Por que la meor bibliotecade pensamiento sobre libertad y justicia no n e ~ e s i t ~ tener unsolo libro espaol, posterior a 1789? Por que la nqueza detalentos en artes plsticas e invenciones mecnicas se acompa de indigencia mental en representaciones del mundo Y

    15

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    6/17

    reflexiones originales? Deficiencia gentica, complejo de in-ferioridad, provincianismo cultural, miedo a la inteligencia,desprecio de la investigacin?.Se debe rechazar la creencia de que el franquismo sec lasfuentes de inspiracin que habran hecho surgir, con la libertad, esas ideas y conceptos elevados que prosperan inclusoen otros lugares ms pequeos de Europa (Suiza, Austria,Holanda, Suecia), pues lo que denuncio es otra realidad histrica mucho ms desoladora: la debilidad mental de nuestra reflexin, en materias polticas, artsticas, cientficas yculturales, desde la Revolucin francesa, salvo a Rebelin delas Masas.o ms llamativo ha sido la incapacidad de la inteligencia espaola para deducir ideas universales a partir de los propioshechos locales. Incluso el anarquismo, el movimiento social yP?ltico ms original en el acontecer espaol, desde las guernllas de la Independencia, no inspir teoras comparables alas de Godwin, Proudhon, Bakunin, Reclus, Kropotkim, Malatesta o Emma Goldman. Y el pensamiento espaol no haparticipado en la elaboracin de las ideas de liberalismo socialismo, comunismo, ideologa, utopa, parlamentarismo.' democracia, partidos, sindicatos, sistema electoral, fascismonazismo, Nacin, Pueblo, Estado, Sociedad, Constitucin:Monarqua constitucional o parlamentaria, Repblica, Federalismo, Dictadura, Revolucin, Reforma, Estado de PartidosViolencia, Terrorismo, Descolonizacin o Autodeterminacin.'as consecuencias de esta incapacidad para formular teorashan sido funestas. Pues ninguna doctrina puede ser trasplantada a suelo extranjero sin pasar por el filtro, tambin terico,de la adaptacin o recepcin. Este proceso se facilit en elderecho privado por la vigencia de costumbres civiles derivadas de un derecho comn (romano y cannico). Sin esta

    base unitaria, y sin escuela de historia comparada, el derecho pblico y la teora poltica han sufrido, en Espaa, losvaivenes de los acontecimientos forneos que dieron lugar alas doctrinas francesa y alemana del Estado y la Constitucin.o cual explica la disparatada recepcin de lo extranjero ennuestra historia constitucional y el desconcierto en aquellasmaterias, como la de autonomas, donde no haba modeloque copiar.

    Cuando en cualquier clase de accin continuada se carece deteora propia, el oportunismo sustituye a los principios, lap r x i ~ c?ntradice las normas, las rutinas suplen los criterios yla practica desautoriza la autoridad. Sin teora del Estado, ni

    6

    de la Constitucin, las constituciones slo pueden durar si nose cumplen. Si se aplicara, por ejemplo, la prohibicin constitucional del mandato imperativo, se derrumbara de golpetodo el sistema de partidos, del mismo modo que la introduccin del trmino nacionalidades , sin saber lo que eso significaba, ha desestabilizado todo el sistema de autonomas.Si continuramos la reflexin sobre la incapacidad de

    los espaoles para teorizar, habramos de recordar tanto elempobrecimiento que debieron causar, en su patrimoniogentico, las eliminaciones masivas de los cerebros mejordotados expulsin de judos y moriscos, colonizacin deAmrica, emigracin, exilio), como la enorme duracin de losambientes polticos y culturales que reprimieron durantesiglos el libre-pensamiento. Pero lo que ahora nos interesaconocer es el secreto de algo ms prximo. Garca Vi de nuncia la paradoja de que sea precisamente el grupo editorial nacido bajo los auspicios de la herencia intelectualde Ortega, y capitaneado por el diario El Pas quien premiey promocione una literatura objetivamente deleznable. Suexplicacin, siendo sencilla y coherente, est pidiendo, sinembargo, una fundamentacin poltica.

    A la industria editorial, como a cualquier otra, slo leinteresa el lucro. Del mismo modo que las televisiones,para enriquecerse con ms rapidez, han de degradarse conprogramas del corazn que lleguen a las audiencias msamplias, inevitablemente las ms groseras, tambin lasgrandes editoriales seleccionan escritores para la nuevamasa de lectores que, sin tradicin de lectura, compra signos literarios a fin de consumir cultura. Los suplementosculturales de los grandes peridicos sustituyen la crticapor una propaganda de sus escritores, tan agobiado racomo la que el sistema hace de la familia real. Sus mensajes publicitarios crean la ilusin de que, comprando escritores promocionados por El Pas aunque no se lean, sehace culturismo literario ; es decir, se fortalece la literatura de la impotencia artstica; a la vez que se musculan, conapellidos de progreso, las estanteras de los dominguerosexaltados por el pintor comunista Lger.

    Para hacer plausible esta explicacin, Garca Vi tieneque aadir una enorme dosis de cinismo a los tres o cuatroescritores que, en su opinin, podran hacer buena literatu-

    7

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    7/17

    r a ~ si no ~ s t u v i e r a n corrompidos por su frivolidad, o por suatan de ?mero, p r ~ m i o s y fa.ma. Lo cual parece una hipte-SIS gratuita, I?ues S no estuvieran corrompidos no es proba-b e que pudieran mantener el estilo literario que practicanm.que. alguna, editorial los consagrara en el mundo del arte:MI tesis es mas radical.. As como no es posible ser historiador de la Transicin~ m saber que todo naci de un fraude, enajenante de las

    Ideas de ealtad poltica y democracia, tampoco se puedeser o v e h s t a sin ~ o n o c e r las causas de las acciones, y Josmotivos de los discursos, que unieron el poder polticof r a u d ~ I e . n t o a la nobleza de aquellas ideas para que elcambio liberal en las formas ocultara la continuidad en el

    f ? ~ d o de un tipo similar de poder sin control. La c o ~ f i r m a -cion de esta t ~ s i s la encontraremos en la respuesta a la se-g u n ~ a c ~ e s t 1 0 n cultural planteada por la investigacin deGarCia Vm.

    ?Por.qu los escritores de la industria culturista ocultanla histona real de la Transicin? Ignoran la diferencia en-tre democracia poltica y oligarqua de partidos? Desco-n o c e ~ la c o ~ p l ~ m e n t a r i e d a d de los principales gnerosnarrat vos,. histona n o y ~ l a ? Por qu no hay, ni puede ha-ber, h.Is.t5madores cientificos y novelistas viscerales en una

    T r a n s i c i ~ n de consenso? La respuesta ha de situarse en ungrado mas alto de abstraccin.La novela comparte con la historia el mrito cultural depaber elevad? la p ~ o s a narrativa a las ms altas expresio-nes del a r ~ e hterano y del conocimiento del pasado. Nopor casualidad la novela y la historia conquistaron a la

    vez, sus r e s p e ~ t i v ~ s p u e ~ t o s de honor en los c a m p o ~ delarte Yde las Ciencias sociales. El siglo XIX est marcadod ~ s d ~ el punto de vista cultural, por sus novelistas y s u ~histonadores. El Romanticismo los lanz a la misma em-

    p r ~ s a _ cuand,o la crtica histrica se interpuso entre ellos,e.l ,mteres romantico por el pasado, lejos de disminuir, cre-cio hasta el punto de confundirlos en la novela histrica.

    E ~ auge actual de la novela histrica, que dej de servend.Ica con los cambios sociales y tecnolgicos de la mo-dermdad denota el carcter reaccionario de la industriaculturista que la impone en el mercado. La Academia se ri8

    diculiza eligiendo miembro a quien anuncia una novela so-bre Trafalgar, con la advertencia de que no necesita ver elescenario de la batalla naval porque, siendo todas las gue-rras iguales, basta la experiencia de corresponsal en unapara poder escribir sobre cualquiera. Esta majadera ladice, naturalmente, el simptico acadmico que ms librosvende y el que, en hora mala para la literatura, mejores cr-ticas recibe.Otra cuestin es que talentos novelsticos escribieranhistorias solventes (Chateaubriand) y que geniales histo-riadores colorearan las suyas con pinceles de novelista(Michelet). Hasta que al final del Romanticismo se com-prendi que la simpata entre ambas vocaciones no eradebida a la similitud de sus fines, ni a la de sus medios ex-presivos, sino al hecho de que una y otra se necesitabanmutuamente porque eran complementarias.Se la asuma como accin o se la contemple como es-pectculo, la historia de los acontecimientos, cientfica enla narracin de los hechos, siempre nos dejar hambrien-

    tos de curiosidad sobre las causas que los producen y con-catenan. Mientras que la Historia de los historiadores, lade los relatos causales que sobrevuelan tiempos y lugarespara dar sentido serial a hechos aislados, o direccin con-vergente a dispares acciones, siempre ser desmentidapor acontecimientos posteriores. Pero la novela construidacon materiales de la realidad, sobre el suelo social labradocon acciones del pasado, nunca ser desautorizada por he-chos futuros.El conocimiento vulgar no per cibe la relacin que com-plementa la historia real, una disciplina abstracta que narrala sucesin cronolgica de acontecimientos del pasadocon la ficcin novelesca que explica las causas psicolgicasy sociales de la realidad humana derivada de ese pasado.

    La historia (con minscula) slo entiende de fenmenos,de hechos puros, de acciones desnudas de suposiciones opasiones, de datos que slo el tiempo parece encadenar.Mientras que la novela eRtra de lleno en el anlisis de lasideas y sentimientos causantes de esa historia. Las narra-ciones ms fiables de los hechos que hollaron la experien-cia de la humanidad son siempre las ms abstractas. Noporque los fenmenos narrados carezcan de causas, pero9

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    8/17

    s porque no las pueden expresar, en tanto que son a c c i o ~nes. Pues las causas de la Historia humana, como sucedecon las de la Historia natural, no se escriben rii se leen enlas acciones externas que producen.La ciencia cumple ante la Historia natural la misma f u n ~cin que la novela ante la Historia humana. Goethe lo c o m ~

    prendi mejor que los filsofos de su tiempo. Cuando loshistoriadores hablan de las causas de las acciones r e l a t a ~das, no salen jams del terreno de las suposiciones. Ysu i ~vel de competencia en esta materia es muy inferior al de losgrandes novelistas, pues cometen la ingenuidad de a d o p ~tar los motivos que los actores confiesan, sin contrastar supequeez con la extensin de los efectos que acarrean, nicon la potencia de los obstculos que encuentran. La n o v e ~la no se distingue de la historia por la envergadura de lasacciones ni por el anlisis de los caracteres, sino por esaverdad intuitiva que ningn testimonio puede apoyar yque, sin necesidad de prueba, comunica realidad y vida alas ficciones re latadas con arte literario.

    No se rebaja la funcin del historiador, sino que msbien se la ensalza, cuando se piensa que la misin de lahistoria es prestar materiales a la poltica, a la novela y a lapoesa pica o dramtica. Yno para revivir, con ellos, la e x ~periencia pasada (una imposibilidad soada por e n t i ~mi en os reaccionarios), sino para dar y traer causa a la vidapresen te, o para ilustrar los ideales elegidos en cada e n e ~racin. As como no humilla al escultor que la duracin desu obra se deba a la nobleza del material robado a la n a t u ~raleza, tampoco rebaja al novelista que la consistencia e a ~lista de su imaginacin la deba a la veracidad de la materiasustrada a los autnticos historiadores. Como subraySantayana en La Vida de l Razn (pg. 446, Ed. Nova, BuenosAires, 1954), lo que vuelve a la historia digna de ser o n t a ~da es su relacin con la vida poltica o emocional del p r e ~sente. lo que magnifica la novela, a mi parecer, es queexplica la historia, sustituye hechos por ideales, descubrelas causas que concatenan las acciones, encuentra los m o ~tivos del discurso poltico, proporciona al arte la ocasinde expresarse con pensami entos y alcanza la realidad m e ~diante ficciones.

    20

    La relacin de complementariedad entre la historia Y anovela ha sido mejor comprendida, en general, por o ~ n o ~ve istas que por los historiad r e ~ . Los Goncourt, por J ~ . m ~plo, llegaron a concebir la histona c o ~ la ~ o v e J a .que h ~sido", y la novela, como la historia que habna podido ser .y el novelista del tiempo bergsoniano, Maree Proust, a c u ~di a una certera metfora para plasmar la idea de que lahistoria narra hechos que, adems de ser inexpresivos: s e ~ran inexplicables sin el concurso de las c a u s a ~ _ motivosque le presta el novelista: Relatar los a c o n t e c i m i e n t o ~ eshacer conocer la pera por el libreto solamente; pero SI yoescribiese una novela intentara diferenciar las msicas s u ~cesivas de los das Chroniques).

    La filosofa de la Historia, especulacin tan brillantecomo intil, no puede estar, en objetividad, a la altura dela historia real de los hechos, ni competir, en e a l i s ~ o conla ficcin de la gran novela. Los nicos sabios que, sm p r ~ ~ponrselo nos ensean algo concreto sobre las causas Y i ~nes de la ~ c c i n humana, son los grandes novelistas. P ~ reso han sido ellos, y no los filsofos de sistemas, los ~ a sgrandes pensadores de sus pocas. Subyugado F e d ~ n c oSchiller por el Wilhelm Meister de Goethe abandono suspreocupaciones filosficas con este sbito presentimiento:El escritor es el nico que es realmente un hombre, Yelmejor de los filsofos no es sino una caricatura a su lado(cita de Emil Ludwig, en su Goethe, pg. 290, Ed: J A;, B u e ~nos Aires, 5a edicin, 1946). Schopenhauer c,onsidero a G ~ ~ethe el solo hombr e de su siglo y de su pms que pueda Ira la par de Kant. YAlain, uno de los filsofos de a y o r ~ a ~bidura esttica nos revela que tom muy en seno a D i e ~kens: Desde ~ u e aprend a encontrar mis ideas en lasnovelas Les Arts et les Dieux, pg. 821, Gallimard, 1958).

    Como las palabras s ~ s t i t u y e n las cosas por sus n o m ~bres, el pensamiento de los escritores no deja de ser a u t o ~lgico. Slo la disciplina de la i m a g i ~ ~ c i n hace ?rotar, delbuen novelista, pensamientos ideologicos o sentimen.tales.Pero si los fines de la prosa son el relato y e ~ p e n s a m . I e n t ~el novelista est obligado a no dejar campo hbre a su I ~ a g i ~naein espontnea. El gran escritor no inventa m.undos I m a ~ginarios. Nos da su versin del nico mundo existente. Eldeber y la carga de un escritor son los de un traductor

    21

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    9/17

    (Proust, Le Temps retrouv . La crtica repite el tpico de quela novela es una obra de imaginacin. Tal creencia ha a n z a ~do una turba de lectores, sin pensamiento ni arte, a la p r o ~fesin de escritor, creyendo que una peripecia vital, aliadacon imaginacin de lo irreal, bastara para relatar episodiosen forma de novela. Pero el arte literario nunca se ha s o s t e ~nido con fantasas irreales, ni con las recreaciones ilusasque dominan la mentalidad infante. Los novelistas que nosparecen ms fantsticos, Kafka por ejemplo son los quems disciplinaron su imaginacin con el pensamiento n t u ~tivo de lo real.En fin, como el consenso hizo clandestina la historia dela Transicin, se comprende que la industria editorial, u n ~formada por el BOE de Prisa, promoviera la peor novelera,no porque fuera mala y falsa, sino por ser la que mejor i s ~traza, con fantasas inverosmiles, la humillante realidad denuestra historia real: 1. Juan Carlos, rey nombrado por r a n ~co; 2. Surez, ministro de la Falange, presidente del o ~

    bierno de la libertad. 3. Fraga, ministro de la represinfranquista, mentor de la Constitucin, virrey de Galicia yhonor del PP. 4. Diputados a Cortes de partidos, sin r e p r e ~sentar al electorado. 5. Gonzlez, renegado socialista f a u ~tor de crmenes de Estado y corrupcin de particlo. 6.Cebrin, jefe de los servicios informativos de la televisinde Franco, factotum de Prisa y acadmico de la lengua.

    A partir de esta trbida simbiosis de poder y cultura,era fcil predecir cul sera la conformacin de la sociedadposHranquista. No se necesitaban dotes de adivino, ni c o ~nacimientos de psicologa social, sino ser algo inteligente,o haber ledo a tan slo media docena de grandes n o v e l i s ~tas, para saber que esos seis hechos trascendentales p r o ~baban, por s solos, tanto la bastarda de la causa voluntariaque los hizo posibles, como la naturaleza corrompida delEstado y sociedad que conformaban. El mundo de la p o l t i ~ca de partidos y el de la industria meditica se fundieronen un solo bloque de poder que, para no parecer o r r o m p ~do, tuvo que corromper a toda la sociedad. Cosa en modoalguno difcil ni costosa, puesto que los pueblos toman lascostumbres de sus amos (Stendhal, La Cnartreuse de Parme,e d. La Pliade, v. II, 1960, p. 30 .

    22

    Era evidente que la Transicin del consenso, con su u r ~bia mezcolanza de poltica y cultura, no podra tener i s t o ~fiadores verdaderos ni novelistas autnticos. Lo nicograndioso que se poda esperar, dada la sacralizacin delmercado y el sacrificio de los ideales, eran grandes c o r r u p ~ciones, grandes bancos, grandes empresas privatizadas,grandes concesiones, grandes medios de comunicacin ygrandes prostbulos de arte literario. Ningn autor habraalcanzado fama si su obra de historiador o novelista h u b i e ~ra contenido una onza de verosimilitud en el relato, un d e s ~tello de sinceridad en la opinin y un tomo de razn en elpensamiento. La industria editorial rechazara por sistemala publicacin de lo verdadero en los hechos y de lo real enla ficcin, y no por incapacidad de discernir la verdad en lahistoria y el realismo en la literatura. Pues, en el mundo delconsenso y en los mbitos culturales donde slo luce elxito social, la nuda realidad y el buen razonamiento -Poelo advirti- ofenden como ultrajes personales.Ahora podemos responder a las ltimas cuestiones:

    Por qu ignoran los novelistas la diferencia entre d e m o ~cracia y oligarqua? Quin corrompi a quin, el poder s ~tata al meditico, o ste al poder poltico?As como no puede haber buenos novelistas sin b u e ~nos historiadores, tampoco pueden nacer escritores conjuicio propio sobre la poltica en una tradicin de cortesahacia el poder, y hurfana de pensamiento. Los c a t e d r t i ~cos y ensayistas son culpables de ignorancia inexcusableen materia constitucional, pero son los periodistas y losnovelistas quienes, dejndose engaar por la propagandadel Estado de partidos, engaan a la opinin, hacindole

    creer que esa maquinaria inhumana es la democracia.No expondr aqu lo que he demostrado en mis p u b l i ~caciones contra la oligarqua del Estado de partidos. Slodeseo destacar que si la democracia se define por la s e p ~racin de poderes nadie de solvencia mental creer queel poder ejecutivo y el legislativo estn separados comopeda Montesquieu, cuando la mayora legislativa elige a ~gobierno entre sus propios miembros y, mucho menos, SIel ejecutivo ha designado esa myora en listas de partido.As sucede con el sistema proporcional y el nombramientode los altos rganos del Estado de partidos. El jefe del a r ~23

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    10/17

    tido ganador rene en sus manos el poder de hacer leyes,ejecutarlas, juzgarlas, decidir el presupuesto del Estado ycontrolar el gasto pblico. O sea el gobierno slo puedeser controlado por s mismo y por los medios de o m u n i c ~cin que el sistema permite. Ni un solo escritor o literatofamoso ha proclamado o reconocido esta incontestableevidencia. Y sin saber el significado de lo que dicen, s o s ~tienen que las mayoras absolutas perjudican a la d e m o ~erada, cuando ni viven en ella ni la conocen de odas.La nica funcin benfica del consenso, tan enemigoesencial de la libertad poltica como la propia dictadura,consiste en el freno que supone con el reparto proporcionaldel poder entre partidos estatales) a la propensin al d e s ~potismo de las mayoras absolutas, en los sistemas o l i g r ~quicos. Las sociedades que enaltecen el consenso y latolerancia, reconocen que han rechazado los criterios e m o ~crticos de la decisin por mayora y del respeto entre g u a ~les. La dignidad no tolera ser tolerada, ni se somete a unconsenso de concordia para el reparto del Estado, como lo

    expres, con apasionada retrica, el joven Ortega y Gasset,cuando todava se escandalizaba ante la corrupcin c a n o v i s ~ta del turno de partidos.Puede llamarse novela la narracin que no refleja lacorrompida sociedad de consenso y tolerancia, aunquefuera para defenderla? Se puede ser novelista sin ser n ~teligente en la percepcin de la realidad? Me parece i m ~posible. Balzac se inclinaba hacia el absolutismo, pero susanlisis de la situacin nunca dejaron de ser lcidos. Y elbonapartista Stendhal jams se dej engaar por sus sen i ~mientas, en ese diccionario de poltica que es La Cartu;a ni

    en las psicologas de la ambicin castrense o eclesistica,meticulosamente analizadas en El Roio El Negro.Pero es en su novela pstuma Lucien Leuwen dondeStendhal dar a los futuros escritores una leccin i n o l v i d a ~ble. En esa obra maestra hizo una descripcin tan cruda,tan real y despiadada de la sociedad francesa de su t i e m ~po, la que dejaba de ser borbnica para hacerse orleanista,que se consider obligado a declararse patriota en el t e r ~cer prefacio) con esta alegora: Haba un hombre que t e ~na fiebre y acababa de tomar quinina. Tena el vaso en lamano y haca muecas a causa del amargor. Se mir al e s p e ~

    4

    jo y se vio plido, incluso un poco verde. Dej r p i d a m e n ~te su vaso y se arroj contra el espejo para romperlo. A loque aadi su famosa preferencia: mejor colmar de a t e n ~dones al ministro del Interior en Francia, que al tendero dela esquina en una democracia semejante a la de Amrica.Para conocer las causas espaolas que degradan la n o ~vela hay que partir, como ante las grietas aparentes de unedificio, de los defectos de construccin del Estado de

    partidos: un simple expediente improvisad_o al f i n a l i ~ a r laguerra mundial, que hizo estatales a los part1_dos ~ n t e n o r e sal f a s c i o ~ n a z i s m o para ofrecer a Estados Umdos m t e r l o c u ~tares antifascistas y anticomunistas con los que acordar lareconstruccin europea Plan Marshall) y la contencin delsovietismo Alianza Atlntica). Algo anlogo, aunque noequiparable, a lo que hace Bush en lraq, con un Gobiernop r o ~ a m e r i c a n o que reconstruya el pas y contenga el i s l a ~mismo.

    La mentalidad de la Guerra Fra consolid la frmula yla hizo permanente. Una sistemtica propagan da logrque, incluso en las disciplinas universitarias, se tomara pordemocracia lo que no era ms que un sindicato de poder,entre dos o tres partidos estatales sin representatividadciudadana ni control institucional de los gobiernos. La c o ~rrupcin de la partitocracia, inherente a l? s sistemas epoder sin control, trajo consigo la degradac10n, en la s a C i e ~dad civil, de los grandes grupos financieros, industriales ymediticos. Y como las obras del espritu se corrompenmejor y antes que las producciones materiales, fue en elmundo editorial donde se reprodujo al instante la d e g e n e ~racin fundadora del Estado de partidos.

    Los pueblos que pierden su libertad, sea por u b y u g a ~cin nacionalista o por derrota en guerra civil, no luchanluego por conquistarla como los que nunca la tuvieron. Secomprende as que, perdiendo incluso la nocin de quees libertad poltica, los espaoles llegaran a creerse librescuando el propio Estado franquista, un ao despus de a ~llecer el dictador, les otorg desde arriba amplias l i b e r t a ~des, para que pudieran elegir entre partidos y p ~ r i d i c o sque haban acordado, por consenso, hacer y decu u s t a ~ ~cialmente lo mismo. Yese consenso, un pacto de renunciaa la diferencia poltica entre partidos y entre ciudadanos,25

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    11/17

    devino la matriz de todas las corrupciones. De dnde r o ~cede la idea de consenso poltico?Salvo en el Reino Unido, que no perdi honor ni l i b e r ~tades, y en Francia, donde un hombre y un nombre s a l v a ~ron su honor, el credo poltico del resto de pases deEuropa occidental cristaliz con el bastn de propagandade la Guerra Fra. Apenas acabada la guerra caliente y a n ~tes de que se creara la OTAN, factor desencadenante de lafra, se iniciaron en Ginebra 1 946 significativos R e n c o n ~tres Internationales", entre lo ms granado de la literaturay el pensamiento europeos. Se convocaron con un m a n i ~fiesta que peda consenso intelectual sobre la inocenciade Europa ante el a s c i o ~ n a z i s m o : No es verdad que u r o ~pa en su totalidad deba considerarse responsable de la a ~tstrofe. Si los europeos han dado ejemplo de muchaslocuras, Europa ha sido tambin durante siglos (en e x p r e ~sin de Paul Valery) la parte preciosa del universo, el c e r e ~bro de un vasto cuerpo.

    El primer conferenciante, Julien Benda, demostr la i n ~validez del manifiesto: a la mayor parte de Europa era e r ~fectamente responsable de la catstrofe y b Europa jamsha sido cerebro de un vasto cuerpo. Por su parte, Georg u ~kacs desvel la falsedad de los supuestos del manifiesto: ael fascismo no ha sido derrotado por la sociedad que lo hapadecido y b la derrota por las armas de la ideologa a s c i s ~ta no acabar con ella, si no se aniquilan tambin las racesespirituales y morales del fascismo. Pero estos grandes i n ~telectuales ya nadaban a contra corriente del incipienteconsenso.

    Los Jaspers, Bernanos, Karl Barth, Gilson, Ortega, D a ~nielou, Jean Wahl, Jules Romain, etc., sin medita r en las c a u ~sas institucionales de la catstrofe pensaban lo quedeseaban: volver al mundo anterior a la guerra; restaurar elespritu de la Repblica de Weimar; el sistema que tendila alfombra al nazismo. Como si el fascismo pudiera o n e r ~se entre parntesis de la historia Sin escuchar las voces dela resistencia, aquellos ilustres nombres aplaudan, en eseforo, las aberraciones del clebre poeta Stephen Spender:El nacionalismo no ha caducado ni es completamentedestructivo. Todava quedan a las naciones ocasiones paramostrar su grandeza sin hundirse en un internacionalismo

    26

    amorfo .. En cuanto ingls, afirmo que el momento de m a ~yor grandeza de mi pas fue aqul en que puso en juegotodos los intereses de su Imperio en 1940. Inglaterra c o n o ~cer an un momento mejor si, durante la paz, transformasu autoridad en un gobierno mundial. Hitler y Mussolini t e ~nan razn al pedir a sus naciones que vivieran intensa yan peligrosamente, pero quisieron alcanzar su fin con m ~todos violentos. Ahora sabemos que esas naciones habranllegado a ser grandes con mtodos pacficos ... Hay que v i ~tar que media Europa pase su tiempo intentando volver alestado de 1939, mientras que la otra mitad se hunde en unaruina aparentemente irreparable .. Se impone una r e v a l o ~racin de la historia alemana, de la filosofa alemana, de laconcepcin alemana del poder y del papel de Alemania enel mundo.

    Inmersa toda la vida europea en la falsedad de la u e ~rra Fra, nada poda devolver la dignidad a los pueblos e s ~ponsables de un crimen inaudito contra la humanidad.Nadie tena autoridad en Europa para desautorizar o ponerfin a la dictadura espaola. Pese a la derrota de la potenciaarmada del fascismo por un ejrcito extranjero, sin rupturademocrtica de la cultura nacionalista que borr de Europael humanismo, no era posible que la restauracin militarde las libertades evi tase la conservacin del principio o t a ~litario del poder sin control, y la integracin de muchos d i ~rigentes del partido nico en el nuevo Estado de partidos.

    Esa Europa indigna que haba traspasado los lmitesinferiores de lo humano sin arrepentimiento, sealara elcamino a la Transicin espaola. Peor que una generacincriminal es la que no le exige confesin del crimen. La c o n ~dena del fascismo careca de significacin cultural y slotuvo dimens iones tcticas. La Guerra Fra justific en el n ~ticomunismo la conservacin del elemento fascista en losEstados occidentales. La falta de sinceridad y de i n t e g r i ~dad personal, en el artificio universal de la Guerra Fra, nopermitieron que el arte expresara la ruda sobriedad del e ~alismo enseado por la ciencia que sonre para sus a d e n ~tros (Musil). El debate sobre el realismo en arte era unsubproducto de la Guerra Fra. Ni un solo novelista e u r o ~peo represent la realidad del mundo de los cincuenta, ni

    27

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    12/17

    s ~ acerc grandeza literaria a los maest ros de la primeramitad del siglo.El Nobel se reparta entre escritores anteriores a la

    g u e ~ r a ~ u n d i a l Yantorcheros de la Guerra Fra. La filosofa,~ a h1stona y el arte eran departamentos de propaganda. Al

    ~ ~ ~ a l que ~ n el proceso de Nremberg, la literatura concib.IO al nazismo como una asociacin de criminales, ajusticiables o .encarcelables, que ascendi "resistiblemente" al

    ~ s t a d o sm ;epresentar los intereses de la alta y la peque-na b u r g u e s i ~ ..Bertolt Brecht, un comunista radical, debis.u ~ ~ o r m exito popular a una stira tan inadecuada a laficcwn, como falsaria de la realidad: liberar de culpa a miIIones.de europeos "civilizados" que se identificaron conel nazismo, reduciendo este fenmeno de masas a unabanda de malhechores dirigida por el fhrer Arturo Ui, exponente de un trust del comercio de coliflores. Brecht expresaba de este modo el consenso ginebrino de 1946.Pero.desde la ~ e v o l u c i n de Mayo del 68 la opinin indel?endiente sabia que los partidos comunistas eran los

    m e J o r e ~ g e n d a r ~ e s del orden capitalista y que el Estadoe P.artidos habia perdido su razn de ser. La derecha y laz q ~ e r d a se confundieron en tanto que clase poltica soli

    d ~ n a . Y cuando muri Franco {1975} ya era de dominio pblico que el P.artido Comunista no supona el menor peligroY9ue a parti ocracia, sin utilidad en la atenuada GuerraFna, solo serv1a como maquinaria de corrupcin.P a r a ~ v i t a r que Espaa reprodujera la corruptora falsedad p o l ~ t ~ c a de la P?rtitocracia, ide y organic la rupturademocratica de la dictadura, con la intencin de que la li-

    bertad I?ermitiera restaurar, en un solo acto, la legalidad delos p a r t i ~ o s y Estat.utos de Autonoma suprimidos por lasarmas, a ~ I ~ o m o a b ~ I r un perodo de libertad constituyente,para d e c ~ d 1 r Y elegir democrt icamente la forma de EstadoYde gobierno, con separacin de poderes (presidencialismo democrtico} y sin partidos estatales. Pero la reformae la m o ~ ~ r q u a _ dictatorial, impulsada por el factor extranJero: opw lo mas obsoleto y corruptor de las Constituciones Italiana y alemana.Tres hechos de 1976 la fundacin del peridico El Pasel referendum sobre la reforma poltica y la traicin de l o ~

    28

    partidos al pacto de ruptura democrtica, prefiguraron losperfiles polticos y culturales de la Transicin. A finales deese ao, la resistencia colectiva al despotismo dej de existir. La prensa de la dictadura buscaba en la reforma del franquismo su salvacin empresarial. Los ideales de nobleza ydemocracia se evaporaron en la noche de las ambicionespersonales. Y un solo objetivo las aun en la maana palaciega: suplantar la libertad constituyente con un pacto dereparto del poder estatal, por cuotas entre los partidos legalizados.Haba que ordenar, en lo establecido, el desconciertodel miedo, y cercenar el mbito de la libertad, en lo por establecer. Haba que calmar las inquietudes de la incertidumbre y afrontar el futuro de polticos e instituciones, sintemor a revisionismos o represalias. Aquel mundo, que sedescompona y recompona al mismo tiempo buscabaalgo slido a lo que asirse y unas luces amarillas que doraran el indecoroso reparto del botn, en herencia yacente.Sin libertad fundadora, y sin institucin que trajera de la

    dictadura algn resto de prestigio, nada se opuso a la solidez del dinero y al brillo del amarillismo en la cnica marejada de oportunismo y deslealtad.Desde Bruselas, el comisario francs y el italiano me informaron, das antes de que Fraga me encarcelara, de queKissinger haba decidido impedir la ruptura democrticaen Espaa, para que la salida de la dictadura no cayera enla desviacin comunista de Portugal. Como si la situacinfuera la misma y Carrillo fuera Cunhal En la crcel analiclos primeros nmeros de El Pas Una mezcla de antiguo li-beralismo poltico y moderno resentimiento social, donde

    el fracaso de las viejas ambiciones pretenda asegurar eltriunfo de las nuevas. Se adhera a la demagogia de laigualdad para hurtar el principio de la libertad. Se abrazaba a los ideales de la democracia material para eludir lallegada a la democracia formal. Yse declaraba progresista,dando luces de izquierdas a una lnea editorial que anapoyaba al espritu del 2 de Febrero (Carlos Arias} paraevitar el sacrificio de las instituciones dictatoriales en arasde la libertad poltica.La crisis de Junio del 76 con la cada de Fraga y la subida de Surez, desconcert a la direccin del nuevo peri-

    29

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    13/17

    dico. La evolucin interna del rgimen pareca desmentirlas palabras reformistas de mi carcelero, accionista de ElPas. Los consejeros del diario no conocieron las i n t e r v e n ~dones de Kissinger en la asustada Zarzuela, ni las de Willyr a n d t ~ H e l m u t Schmidt en la mente oportunista del jefedel PSOE. Hasta fines de septiembre del 76 el franquistaCebrin no logr retomar el pulso a la deslizante situacinpoltica. Su peridico no tuvo, pues, influencia alguna en latrascendente decisin de Surez de someter a referendumla reforma poltica de la dictadura monrquica. Una d e c i ~sin que desarm la estrategia clandestina de la rupturademocrtica, abriendo las puertas de la monarqua f r a n ~quista a los renegados de la oposicin.

    Pero, desde otoo del 76 la contribucin del peridicoal montaje ideolgico de la monarqua fue tan importantecomo la intervencin del factor extranjero para fraguar elconsenso. La confusin de poder y cultura en El Pas i n i c i a ~da con Fraga, la continu el ministro Fernndez Ordez,con mayor lealtad al diario que a su propio gobierno. Eltrnsito de este ministro, desde el e o ~ f r a n q u i s m o de u ~rez a la socialdemocracia del PSOE, corri parejo al de laempresa editorial situada al socaire de los a c o n t e c i m i e n ~tos, cuyo peridico no abandon su calculada ambigedadhasta la zarzuela televisada e l 2 3 ~ F . Slo entonces uni suambicioso proyecto culturista a la suerte poltica del ya c o ~rrompido Felipe Gonzlez.

    El equilibrio poltico del Estado de partidos se reflej ytradujo, en la sociedad civil, con la hegemona cultural delperidico que haba fundido, en el mgico crisol del r o g r e ~so verbalista, a lo ms rancio del conservadurismo liberal yde la Falange, a los herederos de Ortega, a los hombres deFraga y del diario Pueblo a intelectuales arrepentidos del o ~munismo y del fascismo, junto a empresarios del mundoeditorial que se haban enriquecido con las corruptelas de ladictadura. Por qu no extender a todos los mbitos de lasociedad civil la frmula cultural que, con tanto xito, a p l i c a ~ba en su seno el diario de la cultura culturista? Sus e r i o d i s ~tas an no saben, como yo s, que slo entonces Transiciny El Pas se hicieron sinnimos.

    La frmula poltica encontrada en la coyuntura o s b l i ~ca europea, con el Estado de partidos, necesitaba en s p a ~30

    a una nueva frmula cultural que legitimara y actualizaraaquel expediente estatal, treinta aos despus de creado,y a una dcada de la fecha de su c ~ d u c i d a d ~ M a y o ?el68 .Esa nueva frmula cultural cristalizo en El Pazs medrante lasncresis (no la sntesis) de todos los oportunismos n t e l . e c ; ~tuales y empresariales que la muerte de Franco concrto.Qu momento para un novelista visceralSin tener en cuenta la funcin que esa sncresis o p o r ~

    tunista desempe en la legitimacin de la monarqua departidos, y en la defensa de una p o l t ~ a sin ~ r i ? c i p i o s nifinalidades de orden tico (consagracron del exrto a c u a l ~quier precio, premios al d e m r i t ~ decoro ~ e l e n r i q u e c ~miento sin causa honorable, apologra de la razon de Estado),no se comprendera el grado de criminalidad alcanzadopor el PSOE en el Estado de partidos, ni la dejadez culturalde una sociedad civil que, sin estar representada en el E s ~tado, ha llegado a dar dimensiones e s p e c t a c u l ~ r e ~ Yqueza pecuniaria, a la podredumbre de lo que mas r e ~ p ose ve y oye en los espacios pblicos. Los secretos del exr tode la telebasura, en el extenso mbito de la chabacanena,son exactamente los mismos que los del diario El Pas enel selecto mundo p s e u d o ~ i n t e l e c t u a l de la p s e u d o ~ i n t e l i ~gencia, el p s e u d o ~ p r o g r e s o y la p s e u d o ~ c u l t u r a del c u l t u ~rismo. Slo los hombres que fueron encumbrados por elfranquismo, incluido el rey, pueden disputar al diario El Pasel mrito de haber logrado, por medios indecorosos, la e s ~tabilidad oligrquica de una monarqua de partidos, consubsolacin de los valores morales y estticos de una d e ~seable repblica constitucional.

    Sin embargo, la disolucin de la inteligencia crtica enel espritu de consenso, la ausencia de pensamiento o r i g i ~nal en el ensayo y la degradacin de la literatura n o v e l e s ~ca no son frutos genuinos de la frmula cultural explotada

    p ~ r El Pas para enriquecer a sus principales accionistas,sino resultados de la destruccin sistemtica de los i d e a ~les de verdad y belleza, realizada por una grosera p r o p a ~ganda oficial, que no ha cesado de herir o mutilar, d e s d ~ l ~guerra civil, los paradigmas, cu.lturales y los v a ~ o r e s e s t e t r ~cos de la desgraciada repubhca parlamentana. El grupoeditorial Prisa, simplemente, se adelant a los dems o m ~petidores en la explotacin de los extensos mercados del31

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    14/17

    resentido horterismo y del mal gusto literario. Pero no loscre. Se limit a darles la prestancia que necesitaban, paraque profesores universitarios y viandantes pueblerinospudieran llevar bajo el brazo, con el mismo orgullo intelectual, unas mismas seas de identidad progresista.La confirmacin de que El Pas naci a impulsos de lamisma sncresis que fund, por consenso de los podero-sos, el Estado de partidos, es decir, la prueba de que la l-nea editorial del peridico sera insensible, por el pasadofranquista de sus dirigentes, al crimen de Estado y la corrupcin de partido, la proporcion su db il y tarda reaccin ante la escandalosa degradacin de los gobiernosfelipistas. La degeneracin del PSOE habra sido ignoradapor la opinin pblica, si otro peridico, El Mundo no la hubiera denunciado en primera plana. Cmo extraarse deque el grupo Prisa sea un factor degradante de la cultura enEspaa

    Sin embargo, no se debe magnificar la funcin desarrollada por Prisa, dentro de la empresa general de desorganizacin tica llevada a cabo por el consenso heredado dela Guerra Fra. Ciertamente, las instituciones de la monarqua de partidos han sido copiadas de las que puso en pieel ejrcito norteamericano en los pueblos (Alemania, Italia) que se identificaron con el Estado totalitario. Pero elespritu de la copia no es el del modelo. Pues en ste permaneci latente la humillacin de la derrota militar la ruptura v i o l ~ n t con el pasado. Para no confesar su culpa, esemodelo mvent la eufemia del "patriotismo constitucional". El consenso de la Guerra Fra no expresaba un valormoral absoluto, sino una conveniencia puramente tctica.

    Los pueblos derrotados no cayeron en nihilismo moral ointelectual, sino en escepticismo poltico y eclecticismocultural. Alberto Moravia y Gnter Gras, no siendo geniales, son autnticos novelistas.El consenso espaol presenta matices originales respecto de su ancestro europeo. Unos, derivados de la tradicin picaresca no merecen ser reflexionados. Otros,provenientes del nuevo talante intelectual que hizo cuajarla ~ ~ s l e l t d con el pacto de la Transicin, requieren expli

    caciOn El colchn de Prisa y el silln de Cebrin han sidoganados con modos pcaros de ganapn y modales pica-32

    ruelos de sabihondo. Pero la fuerza arrolladora del consenso proviene de la potencia aglutinadora de la _ e s l e a l t ~ dcuando, en tiempos de reparto y de aseguramiento, deJade ser debilidad de carcter y adquiere la condicin deprincipio organizativo de un nuevo orden social.La deslealtad sustituy a la envidia cuando desaparecila pobreza en la clase media. En las sociedades urbanas, ladeslealtad aparece como virtud intelectual superadora de

    Ja pasin primitiva que Prez Galds considera, en su f-bula teatral La razn de la sinrazn (1915), resorte anmico dela Restauracin: imperio de la deliciosa Sinrazn, ley de lamentira provechosa, holganza de las inteligencias, triunfode las travesuras, terreno en que medran los tontos, se enriquecen los audaces y todo va al revs de lo que ordenan lasantiguas pragmticas del Padre Universal.El xito de la deslealtad en las sociedades modernasse debe a un hecho psicolgico portentoso. La deslealtad

    al pasado no produce remordimiento, ni desprestigio, cuando garantiza mejor vida social en el porvenir. Proust defineel presupuesto: nuestro temor a un futuro en el que tendremos que renunciar a la visin de los rostros, al sonidode las voces que amamos, a los amigos en quienes hoy encontramos nuestra mayor alegra, este temor lejos de disiparse se intensifica cuando reflexionamos que a la pena detal privacin se agregar lo que, en anticipacin, nos parece una pena an ms cruel, no sentirla como pena en absoluto, permanecer indiferentes: porque si eso llega a ocurrir,ser que ha cambiado nuest ro yo. Exacto.

    Proust fundamenta la deslealtad como valor: esa indiferencia ser en un sentido real la muerte de nosotros mismos, una muerte seguida, es cierto, por una resurreccin,pero en un ser diferente. Quin no ha visto, en la Transicin, cmo moran de repente los viejos yo y renacan connuevos yo? Muchsimas personas se transfiguraron en otrasradicalmente diferentes, en un solo da. Convertida en fenmeno social, la deslealtad hacia el propio pasado pas aser condicin de prosperidad personal. El cambio reformista exiga ser desleal al grupo, a la pareja, a la organizacin,al ambiente cultural que haban respaldado los valores queantes permitan identificar a cada persona por sus obras,sus ideas o sus gustos. La ruptura democrtica se basaba

    33

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    15/17

    en la lealtad consigo mismo y con las ideas profesadas. Lareforma requera la deslealtad de todos hacia todo lo queantes haban sido en la vida pblica, en la clandestina y enla privada.No puedo explicar aqu lo que ningn escritor de laTransicin ha intuido o vislumbrado: cmo la deslealtadpudo ser el lazo que anud el consenso? Me basta con f i r ~mar que el valor positivo de la deslealtad se basa en la a

    senda de remordimiento si, y slo si, la traicin de todos asu pasado les hace renacer con otra personal idad e c o n o c ~ble, o admirable, en una nueva sociedad de desleales. Ladeslealtad de Juan Carlos hacia su padre y hacia Franco,autoriz y dignific todas las deslealtades del arribismo.No puedo iluminar ahora esas zonas oscuras donde la d e s ~lealtad de los poderosos cambia, en cuestin de horas, laescala de valores sociales. Pero debo decir que, en las r e ~nas movedizas del arribismo, El Pas cumpli a la p e r f e c ~cin su misin histrica de gua para desleales.Qu novelista, historiador o socilogo ha r e p r e s e n t a ~do, narrado o analizado el nuevo mundo espaol de la d e s ~lealtad? Tal vez algn escritor, con obra indita, que alcanceen la posterioridad la gloria literaria que no pueden e c o n o ~cerle sus contemporneos. Y no por malquerencias p e r s o ~nales o falsedad de las ideas y valores de la sociedaddesleal organizada por la deslealtad poltica de esta o n a r ~qua, pues sucedi lo mismo antes y ocurrir igual despussino por la ndole provocadora de las obras geniales, anteel adocenamiento de todas las contemporaneidades.Aunque muchos genios se hayan quejado de esta i n ~

    justicia secular, pocos pensadores han reflexionado sobrela causa principal que la hace inevitable. La interesante x ~plicacin de Schopenhauer Le Monde comme Volont et commeReprsentation PUF, 1966, pg 303) no parece una razn deltima instancia. Pues los contemporneos no constituyenuna clase social, ni una categora intelectual, susceptiblede tomar conciencia de sus intereses espirituales ni de susgustos familiares, como crey el romanticismo, primero,. yel historicismo del espritu del tiempo, despus.No creo, por otra parte, en las explicaciones p s i c o l g i ~cas basadas en la envidia o la ofensa que el talento r o d u ~

    34

    11

    ce en la mediocridad de los editores y directores de u b l i ~caciones. Una causa ms impulsiva ha debido de uniformaresas reacciones en todas las pocas y lugares. Tampoco esconvincente el tpico argumento de que la calidad de lo x ~celente y lo genial no tiene compradores, en un mercadoorganizado para explotar en cantidad ideas habituales y e ~llezas cotidianas. Real o fingida, esta razn mercantil puedefuncionar como pretexto consciente, pero en ella no est elmvil instintivo que opera, mecnicamente, en primera n s ~tanda.Pienso, por intuicin, que el secreto motivo de la r e c ~cin de rechazo de las obras geniales radica en un miedopnico, que paraliza a los agentes de la industria editorial.Miedo a lo desconocido. Miedo a lo grande. Miedo al caosque ocasionara, en toda empresa, el desprecio de lo r u t i ~nario. Miedo a difundir no tanto una obra singular, como lamentalidad diferente que la produce. Miedo a la i n s u b o r ~dinacin de la mente. Miedo a la rebeld a del espritu. i e ~do a que despierte la propia conciencia. Miedo al ridculo

    que el idealismo editorial producira en el gremio de losmercaderes. Miedo a parecer ingenuo en una sociedaddespiadada con las debilidades. Miedo poltico, miedocultural, miedo artstico y miedo social.En la triste suerte vital que corren casi todos los genios,acta una pasin caracterstica de los explotadores m e r ~cantiles del arte literario: pavor a las denuncias que las n o ~velas geniales hacen de los desvaros sociales quepermiten y propician, precisamente, el desarrollo de r n ~des empresas editoriales y periodsticas. Se trata de unapasin que parece estar objetivada e institucionalizada.

    Eso la distingue de las mezquindades y ruindades personales, con las que las jerarquas vejan a sus inferiores inmediatos, cuando stos no las adulan, por ser conscientesde su ntima personalidad o de la superioridad de sus conocimientos.La crtica literaria no tiene funcin propia que realizaren un oligopolio de grandes empresas editoriales. Hace loque se espera que haga. Convertirse en eslabn de la cadena que ata los lectores al criterio del xito, al canon delos libros ms vendidos. Esta perversin comenz con lacrtica de teatro, donde tena un cierto fundamento, en tan-

    35

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    16/17

    to que crtica de espectculo. A finales del XIX ya no e x p l i ~caba si la funcin representada era o no una obra de arte.Pero an deca con talento por qu gustaba, qu relacintena con las ideas, creencias y sentimientos del pblico.La crtica actual, ignorante de las causas de los fenmenossociales, ni siquiera sabe reflexionar sobre las s t i s f c c i o ~nes instintivas que procura un b e s t ~ s e l / e rLa adopcin de un p a t r n ~ o r o de genialidades en la

    ponderacin de la mercadera novelesca, dara seguridadal mercado editorial, estableciendo criterios indiscutiblesen la escala de valores literarios. Pero la lgica del m e r c a ~do de libros opera bajo la misma ley que regula la c i r c u l ~cin fiduciaria. La mala novela como la mala monedaexpulsa del mercado a la buena. Y los l i g r c s ~ e d i t o r e s deEspaa, monnaie de Turenne desde 1975, son el cambio d e ~vuelto en fracciones al pagar los funerales del dictador conel billete de la monarqua. La buena literatura se apartadel ruido meditico, para no dar lugar a que sea expulsada.Quien escribe con dignidad, no se presenta sin ella en losmedios de comunicacin.Hoy nadie se atrevera a pronosticar el futuro de la n o ~vela. Uno de los intelectuales europeos ms sinceros, } u ~lien Benda, inolvidable autor de La trafzison des clers, nosdej un mensaje demasiado pesimista a mediados del s i ~glo XX: Basta con abrir un manual de literatura griega o l a ~tina para constatar que las bellas pocas literarias son demedio siglo, mientras que las literaturas dichas de d e c a ~dencia duran seiscientos aos La France byzantine, III, a ~Ilimard). Esta idea parece olvidar que el gnero literarioabarca materias que se desarrollan a distintos ritmos, s e ~gn los diferentes medios culturales que las condicionan.Los entornos histricos de donde surgieron grandes geniosde la novela, por ejemplo, no han coincidido siempre conlos momentos de creacin de la mejor poesa.

    La novela no renacer, junto a la verdad en la historia,mientras que el pensamiento fuerte y la aventura de lavida no la saquen de la incubadora postmoderna dondese reproduce sin compromiso. El novelista de genio, a d e ~ms de ser un observador de la realidad social, se o m p r o ~mete con realizaciones de la imaginacin, y pensamientosde la vida, en trance de acceder a la belleza. Cuando el p ~36

    sado sea narrado por historiadores solventes y las i n t e l i ~gencias vean la realidad tal cual es la novela saldr delnarcisismo que la retiene impotente ante el espejo deMaurice Rostand:e ddaigne un destin qui ne serait qu'crit,Ce qui compase un livre est pour moi trop fragilee veux etre a fois le motif et le cri,e veux etre a fois Marcel/us et Virgile.La novela debe ser la rplica esttica del escritor a losdramas de la historia escondida. La crtica de Garca Vi,un quejido de la lengua herida, responde a la expresinin esttica de una generacin cnica, cmplice de la farsa dela Transicin y destinada a la fosa comn de los e s c r i b i d o ~res. Para Andr Gide, los bell os sentimientos hacen malaliteratura. Pero esa generacin ha enseado que la d e s l e l ~tad, simplemente, no hace literatura.En lo que a m concierne, la investigacin de mi a d m i ~rada Manuel Garca Vi me procura la satisfaccin de

    comprobar que por no haber ledo literatura espaolacontempornea, he podido colmar de atenciones a m e n e s ~teres vitales, y de placeres a necesidades culturales, d u ~rante el maravilloso tiempo, de al menos treinta mil horas,que no he perdido. La ganancia espiritual ha sido tan r n ~de y el desgaste en la vulgaridad tan pequeo que nopuedo quejarme si alguna joya arrumbada en algn fondoeditorial escap de mi atencin, y dej de poner su huellaen mi experiencia esttica de la literatura. Como tampocome quejo de haber dedicado muchsimo ms de ese i e m ~po a la accin por la democracia, determinante de mi vida,que termin, sin embargo, en un completo fracaso.Por si no fuera bastante la pena de ostracismo socialque me impuse a m mismo por respeto a la dignidad y o ~bleza de la causa derrotada conmigo, me persigue el i n f o r ~tunio bblico de los que profetizan desgracias pblicas,derivndolas de vicios proclamados como virtudes, y lasprofecas se cumplen. Paradjicamente, este infortunio meha deparado la fortuna de poder idear la teora pura de lademocracia, a partir de hechos de mi propia experiencia(Frente la gran mentira); as como de esbozar en una seriede artculos publicados en La Razn) la teora crtica del

    37

  • 5/24/2018 Garca Trevijano - Prlogo a EL PAIS La Cultura Como Negocio

    17/17

    nihilismo esttico -creado por el arte abstracto y la a r q u i ~tectonia de la Revolucin rusa- que ha dominado la p l s t i ~ca capitalista de la segunda mitad del siglo XX endetrimento del arte de la belleza.La necesidad de convivir en una sociedad libre, mearroj muy pronto a la accin poltica contra la dictadura.Mi fuerte compromiso no dio suficiente importancia a la d i ~ficultad de encontrarme en la encrucijada de dos g e n e r ~

    dones descomprometidas. El hecho es que slo pudeorganizar la unidad de la oposicin con la pobre entidadhumana de sus dirigentes clandestinos. Su traicin, c o n s u ~mada en la primavera de 1977, la esperaba desd e marzode 1976. Para allanarla, Fraga me encarcel. Mis amigos deBruselas quisieron romper las negociaciones con Espaa.Pero, sin hab lar conmigo, Fel ipe Gonzlez les inform deque yo no quera ser liberado, para no perjudicar la causade la oposicin Y a fin de no morir con la generacin de ladeslealtad, y resucitar en la del cinismo, confi mi lealtadnativa a esa energa sin violencia -la del optimismo de lavoluntad con la del pesimismo de la inteligencia- que s a l ~v del naufragio europeo en la guerra del 14 al Nobel de1915 Romain Rolland: Todo hombre que es un verdadro hombre debe aprender a quedarse solo en medio de o ~dos, a pensar solo por todos y si fuera necesario, contratodos (Clrambault .

    Antonio a r c a ~ Trevi;ano

    38

    ntroduccin

    n 2001 El Pas, diario independiente de la maana,celebr el 25 aniversario de su fundacin. Con ese motivo,los espaoles nos enteramos, por el propio El Pas, de que aEl Pas le debemos las libertades de que disfrutamos, la e ~mocracia, el ingreso en la Unin Europea, la victoria en laguerra de Perejil, un montn de medallas olmpicas, doscopas de Europa, el Premio Nobel a Juan Ramn Jimnez, lapoesa uniformada, que tengamos boxeo en la televisin yftbol hasta en la sopa y no s cuntas maravillas ms.Adelantndome a la celebracin del trigsimo, medianteeste libro, pretendo hacer ver que tambin le debemos elneoliberalismo extremo y su s ecuela el capitalismo salvaje,tan rentable para unos pocos; entre ellos, el dueo de ElPas; la defensa y casi logro pleno del pensamiento nico; laimplantacin y expansin de la industria cultural y c o n s i ~guiente conversin del libro, de valor de uso, en valor decambio, en mercanca; el retroceso de la esttica o v e l s t i ~ca a los tiempos pregaldosianos y otras cosas, que quiz nohaya advertido nadie, secuelas de lo que Miguel Baqueroha llamado evocadoramente Pax Palanca. De todo lo cual se

    39