la frontera interpretada

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LA FRONTERA INTERPRETADA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA Alejandro Mungaray Lagarda Rector Gabriel Estrella Valenzuela Secretario General Jaime Enrique Hurtado de Mendoza Vicerrector Campus Mexicali Martín Francisco Montaño Gómez Coordinador de Posgrado e Investigación Everardo Garduño Jefe del Centro de Investigaciones Culturales-Museo CONACULTA/CENTRO CULTURAL TIJUANA H. XVIII LEGISLATURA DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA

Alejandro Mungaray LagardaRector

Gabriel Estrella ValenzuelaSecretario General

Jaime Enrique Hurtado de MendozaVicerrector Campus Mexicali

Martín Francisco Montaño GómezCoordinador de Posgrado e Investigación

Everardo GarduñoJefe del Centro de Investigaciones Culturales-Museo

H. XVIII LEGISLATURA DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA

Jorge Núñez VerdugoDiputado Presidente de la Comisión de Educación, Cultura,Ciencia y Tecnología

Guillermo Aldrete HassDiputado Presidente de la Comisión de Asuntos Fronterizos

CONACULTA/CENTRO CULTURAL TIJUANA

Sari BermúdezPresidenta

Jaime NualartSecretario Técnico

Felipe Riva PalacioSecretario Técnico

Teresa Vicencio ÁlvarezDirectora General del Centro Cultural Tijuana

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LA FRONTERAINTERPRETADA

Procesos culturalesen la frontera noroeste

de México

Everardo GarduñoHéctor Manuel Lucero

Mario Alberto Magaña MancillasLilian Paola Ovalle

Alberto Tapia LanderosFernando Vizcarra

IntroducciónHernán Salas Quintanal

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La frontera interpretada : procesos culturales en la frontera noroeste de México / Everardo Garduño ... [et al.].— Me- xicali, Baja California : Universidad Autónoma de Baja California, Centro de Investigaciones Culturales-Museo : CONACULTA : CECUT : Congreso del Estado de Baja Ca- lifornia, 2005.

173 p. ; 21 cm. (Cuadernos del CIC-Museo UABC ; 4)

ISBN 970-735-020-2

1. Cultura – Aspectos sociales. 2. Historia cultural – BajaCalifornia – Región fronteriza. 3. Región fronteriza Méxi-co Americana – Estudios culturales. I. Garduño, Everardo.II. Universidad Autónoma de Baja California. Centro de In-vestigaciones Culturales-Museo. III. Consejo Nacional pa-ra la Cultura y las Artes. IV. Centro Cultural Tijuana. V. Ba-ja California. Congreso del Estado.VI. t.

HM 621 F76 2005 FAM/ micb/17-10-05

�Universidad Autónoma de Baja CaliforniaCentro de Investigaciones Culturales-MuseoAv. Reforma y Calle L, Colonia NuevaMexicali, B. C., México, 21100Teléfonos: (686) 554 19 77 y 552 57 [email protected]

�Conaculta/Centro Cultural TijuanaPaseo de los Héroes y Javier Mina, Zona RíoTijuana, B. C., MéxicoTeléfono: (664) 687 96 00www.cecut.gob.mx

�Poder Legislativo del Estado de Baja CaliforniaAv. Pioneros y Av. de los Héroes s/nCentro Cívico, Mexicali, B.C., México, 21000Teléfono: (686) 559 56 00www.congresobc.gob.mx

Edición y formación: Juan de Dios Barajas CárdenasDiseño de portada: Virginia Aldana y Viviana Nieblas

ISBN: 970-735-020-2

Primera edición: 2005

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En las actuales ciencias sociales, la frontera es un con-cepto recurrente. Designa límites territoriales tanto comodivisiones disciplinarias o demarcaciones de grupo, cla-se, etnia y género. Su definición parte de bases concep-tuales y empíricas referidas a perspectivas sociales,humanísticas o culturales. Por eso vale la pena discurriracerca del conjunto de atributos que se deben considerarpara pensar la región fronteriza del noroeste de México ysus bases de interpretación, que es el valioso objetivo deeste libro.

La frontera puede ser definida desde múltiples dimen-siones. Respecto de la frontera norte, parto del hecho quese trata de una región en la que entran en comunicaciónvarias culturas, sociedades, grupos étnicos o modos deproducción diferentes. Antes de erigirse la frontera políti-co-administrativa que hoy conocemos, ésta se conforma-ba por regiones ubicadas en los márgenes de los nacien-tes Estados nacionales, alejadas del interés económico yfuera del control estatal; atractivas para forajidos,inconformes, migrantes y colonos; distanciadas del nú-cleo del poder, se constituían desde entonces con base enuna significativa diversidad cultural y social.

En este sentido, la sociedad de frontera debe enten-derse en su propio contexto histórico y en relación a lasparticularidades que la originaron.

En su génesis, las fronteras se entendían como un as-pecto clave para la formación de los Estados nacionales;eran las que dividían la civilización del salvajismo; la lí-nea siempre móvil de asentamientos que iban señalandoel avance de la civilización. En todo el continente, refe-rían a tierras desocupadas en las orillas de la nación. Poresta razón, se establecen cuando un grupo humano se daa la tarea de construir una sociedad y una cultura en un

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espacio geográfico en donde apenas existen recursos na-turales y sociales. Sin embargo, en la actualidad las fron-teras son una parte significativa del expansionismo de lasociedad occidental, avance que va desmantelando civili-zaciones y culturas, alimentado por relaciones de poder.

Una de las dimensiones fundamentales del conceptode fronteras se refiere a los procesos de identidad, en susentido sociocultural, que no necesariamente tienen co-rrespondencia con lo territorial; estos procesos se basanen el sentido de pertenencia a un grupo y lo que dividen,entonces, es el ser indio o ladino, salvaje o civilizado, na-cional o extranjero, nativo o extraño.

Se trata, en consecuencia, de fronteras culturales queson diseñadas, imaginadas, construidas, negociadas y re-pensadas por personas geográficamente dispersas, en unacotidianidad muchas veces indiferente al cruce materialde la línea que la representa. De tal manera, es factibleque alrededor, y sobrepasando el deslinde político territo-rial y administrativo que separa a dos poblaciones, nacio-nalidades, culturas o sociedades, se encuentren distintostipos de identidades ubicadas en uno u otro lado de ella obien que la atraviesen, tales como la etnicidad, la raza, elgénero, la clase, etcétera.

La frontera étnica da cuenta de procesos regionalesque sobrepasan los simples límites físicos. En este senti-do surge el concepto de regiones fronterizas donde se es-tablecen sociedades particulares. El ejemplo más cerca-no es, justamente, la frontera norte de México, que desdesu creación se ha conformado por una sociedad demigrantes que excede a los Estados que se encuentrancolindando con el límite nacional, y que se caracterizapor la amplitud de su territorio, el dinamismo económicoy la disposición de redes que modifican la operación yresultado de los procesos de producción, la experiencia,el poder y la cultura, asentada en flujos que los indivi-duos construyen para circular hacia, desde y en la re-gión. La característica de estos flujos, que han cumplidola función de trampolín, puente, túnel y lugar de rebotede migrantes que pretenden llegar a Estados Unidos, esque su poder se superpne a los flujos de poder.

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El concepto de frontera se relaciona en gran medidacon los procesos de movilidad poblacional que llevan atransgredirla y que forman parte significativa del procesode globalización por el que atraviesa el mundo. En efecto,desde el punto de vista social, las fronteras adquierensentido en prácticas transnacionales en las que la migra-ción juega un papel central; dichos comportamientos es-tán alojados en relaciones sociales específicas estableci-das en momentos históricamente determinados, cuandolos habitantes, migrantes o no, van formando organiza-ciones para enfrentar diversos problemas laborales, eco-nómicos y culturales, y van urdiendo redes de organiza-ción y comunicación que propician la interconexióntransfronteriza.

En la época de la globalización, con la apertura comer-cial y el flujo de mercancías es necesario repensar lasfronteras nacionales, que en muchas ocasiones constitu-yen un obstáculo para la movilidad de la fuerza de traba-jo, a pesar de la existencia de estructuras sociales y polí-ticas supranacionales. La globalización da cuenta de unmundo que va en constante movimiento, conformado porgrandes bloques económicos que se plantean como alter-nativa a las realidades nacionales e internacionales comolas conocíamos hasta ahora; proceso, en todo caso,anómico, con múltiples y fuertes contradicciones. Estasituación obliga a los sujetos a enfrentar el mundo enotras condiciones sociales, especialmente cuando obser-vamos que el Estado va perdiendo fuerza mediante latransferencia de funciones, responsabilidades y compe-tencias hacia instancias supranacionales, como en losdesafíos separatistas y autonómicos.

Así, ante el riesgo de la multiculturalidad, los Estadosse ven obligados a definir pautas de convivencia en suinterior, tomando en cuenta que la homogeneidad socialha dejado de ser el intento de la modernidad para aceptarque la convivencia futura de muchos grupos sociales va aestar marcada por el pluralismo étnico y cultural. Por lotanto, es necesario discutir el tema de la ciudadanía yproteger el pluralismo bajo un ordenamiento que reco-nozca derechos individuales y colectivos fundamentales

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para todos. La región fronteriza, entonces, está confor-mada por una materialidad, un ambiente y las relacionessociales que ahí se establecen. La vocación de la región-frontera contiene sentido de localidad a la vez que deglobalidad, al comprender al mismo tiempo diversas na-cionalidades, culturas, estilos de vida y lenguajes.

La región fronteriza debe ser entendida como un espa-cio estratégico de la nación. Es necesario estudiar la fron-tera desde las perspectivas del espacio y del tiempo, vin-culando historia y lugar, observando las transformacio-nes en sus evidencias materiales, en las relaciones socia-les, en la ecología fronteriza, concebida en el pasado comotierra de nadie sobre la cual no se habían determinadoresponsabilidades sociales. De este modo, el espacio ad-quiere un significado socialmente construido, como unobjeto animado que todo el tiempo se interrelaciona einteractúa con los fenómenos que en él ocurren, como unelemento activo que influye en la estructuración mismade la sociedad, reflejando así un acontecer, no una es-tructura, y un hábitat en el sentido de habitabilidad. Elespacio fronterizo es la negociación cotidiana entre losactores que lo habitan, relacionando dinámicas sociales,económicas, culturales, e imprimiendo característicasparticulares y dinámicas al territorio. En esta dirección,el espacio fronterizo constituye un patrimonio de quieneslo construyen, habitan, transitan y experimentan.

Tiene sentido estudiar las sociedades regionales fron-terizas cuando un territorio es compartido por varios gru-pos que se apropian simbólica o políticamente de un es-pacio local, cuando los grupos van conformando su pro-pia identidad y se van reconociendo localizados, cuandotransforman este territorio para llegar a organizar la vidacotidiana alrededor de lugares significativos, de tal ma-nera que las fronteras dejan de ser simplemente una lí-nea divisoria para convertirse en un espacio en que con-vergen distintas sociedades creando sus propias dinámi-cas regionales y transfronterizas. Esta dinámica formaparte activa del patrimonio territorial.

El lector tiene en sus manos un notable libro, pródigoen ideas, descripciones, reflexiones y relaciones para com-

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prender la vida cotidiana en torno a esta densa membra-na, con una permeabilidad asimétrica pero valiosa por elintercambio de individuos, conocimientos, trabajo, capi-tal, comportamientos, afectos, recursos y bienes materia-les, que llamamos frontera. Desde múltiples perspectivas,los autores de este volumen contribuyen a interpretarla.

En el artículo “Baja California-California: ensayo his-tórico de su conformación de frontera de gentilidad a fron-tera binacional”, Mario Alberto Magaña despliega riguro-samente los elementos históricos, geográficos y humanoscon los que la vida fronteriza del noroeste de México se haconsolidado como tal.

La construcción de la frontera entre las californias, unade las más intensas y dinámicas, y por eso históricamen-te diversa, emerge diferenciada en el imaginario de sushabitantes. Sus vidas se vieron atravesadas por hechoshistóricos ocurridos durante el periodo misional domini-co, seguido por el franciscano a finales del siglo diecio-cho. Fue entonces cuando surge la región-frontera, cla-ramente distinguida en el área que comprende desde ElRosario, en el Océano Pacífico, hasta la bahía de San LuisGonzaga, en el Golfo de California, y hacia el norte hastala actual línea fronteriza entre México y Estados Unidos,incluyendo al este el Río Colorado y su hermoso delta.

Este trabajo describe las fases históricas del periodomisional en la Península de Baja California; lugar elegidoestratégicamente para la expansión e interrelación entrelas misiones, considerado como el país intermedio entrelos límites septentrionales de la Antigua California jesui-ta y los meridionales de la Nueva California franciscana.Así, las misiones construyeron marcas territoriales a tra-vés del poder social y religioso.

Posterior a las misiones, la estructuración de la socie-dad fronteriza cambió el rumbo. Baja California contabacon rancheros que aprovecharon las tierras en decaden-cia o abandonadas por los indígenas cristianizados y mi-sioneros, fundaron propiedades particulares de tipo ga-nadero con base en la autosuficiencia de una organiza-ción familiar, modificaron el régimen de propiedad, se vin-cularon a capitales provenientes de San Francisco y Nue-

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va York. En todo el proceso mantuvieron al indígena comomano de obra, favoreciéndose de la cultura nómada, queno prestaba atención a la posesión de la tierra sino a losrecursos que sobre ella se producían de manera naturalo cultivada y que permitían la caza, pesca y recolección.

El proceso de transculturación de los indígenas sevigorizó; tanto rancheros residentes como indígenas apren-dieron, en la difícil supervivencia en esta adversa región, aser vaqueros, asalariados, ganaderos y borregueros. Indí-genas y rancheros posmisionales comenzaron a construirun sistema de convivencia; unieron energías para sobrevi-vir ante las carencias, ante la situación ecológica y las cri-sis políticas de la época, apropiándose de diversos elemen-tos culturales tomados del español, de la religión católica yde costumbres asociadas a múltiples poblaciones.

Así se fue construyendo una sociedad jerarquizada pordiversas clases y tipos sociales: capitanes, sargentos, ins-pectores, jefes políticos y comandantes, y surgió la luchapor el mando de las colonias entre esclavistas y abolicio-nistas, entre anexionistas e invasores, dando lugar a ini-ciales procesos migratorios hacia finales del siglo dieci-nueve. Finalmente, la región fronteriza en la mitad norteñadel estado de Baja California nació como un espacio cul-tural entre dos grupos, el de indígenas nómadas yumanosy el de mestizos, novohispanos y californianos, al que si-guen sumándose otros aún más diversos. De esta mane-ra, Magaña nos guía por la ruta que siguió el imaginariocatólico, un espacio de lucha de la civilización contra labarbarie, hasta la frontera política actual.

En el artículo “Bajalta California. Ciudadposfronteriza”, Héctor Manuel Lucero nos invita a re-flexionar en torno a la vida fronteriza en el sur deCalifornia, región que simboliza y resume la culturaestadunidense, por su historia, por su trascendencia enel fenómeno migratorio, por el estilo de urbanización ypor la complejidad de la vida social. La importanciamulticultural de la ciudad se ha enriquecido con la pre-sencia de estudiantes extranjeros y grupos étnicos ylingüísticos diversos que con el tiempo se fueron mez-clando en un mosaico que tiene lo urbano como trasfon-

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do. De esta manera, Lucero nos presenta Los Ángeles yel sur de California como una de las regiones más diver-sas en el mundo, en religión y en cultura, y tambiéneconómicamente poderosa. La dinámica de esta partede California contribuyó al desarrollo urbano, demográ-fico, social y económico de Tijuana y Mexicali, del ladomexicano, con base en el desarrollo de los medios decomunicación, de la agricultura y del turismo.

El autor nos propone entender el contexto socioculturalentre México y Estados Unidos como una condiciónposfronteriza, definida como un fenómeno transnacionalque se extiende más allá de la frontera-línea. Una nociónde frontera que, para el autor, atraviesa todos los aspec-tos de la vida, sin importar dónde estemos localizadosecológicamente. Para Lucero, la condición posfronteriza,combinación entre percepciones mentales y prácticasmateriales, ha dado como resultado la creación de unaciudad posfronteriza: Bajalta California, conformada porla Alta California estadunidense y la Baja California mexi-cana, comprendida como un repertorio de dos o más áreasurbanas, cercanas y a la vez escindidas por una fronterainternacional, que no obstante se comportan como unaunidad integrada. En suma, una región viva, un espaciofronterizo en el que diferentes etnicidades, clases, raícesgeográficas y culturales concurren diariamente.

Una de las más atractivas hipótesis de Fernando Vizcarraen el sugerente artículo titulado “En busca de la frontera:identidades emergentes y migración” gira en torno a ladualidad de la vida fronteriza. Con esta perspectiva abor-da el concepto de frontera, que define como demarcacióngeopolítica construida, por un lado, a partir del conflicto yla violencia y, por otro, como espacio funcional para el es-tablecimiento de relaciones sociales e intercambios. Estadualidad crea la noción simbólica de frontera y su impor-tancia en la construcción de las identidades culturales.

De aquí surge el interés en la identidad como un pro-ceso de formación histórica que paralelamente va cons-truyendo relaciones sociales de percepción, valoración einteracción institucionalizadas en el lenguaje, en el fenó-meno religioso, en la esfera política, económica y fami-

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liar; conjunto de aspectos que devienen en una imagende futuro. Esta noción se fortalece en lo plural, heterogé-neo y diverso, de tal manera que una de las cualidadesesenciales de la identidad es su carácter contradictorio,su condición de flexibilidad frente a la dinámica cambiantede las sociedades. Esto contrasta con el espacio de poderen el cual la pertenencia es convertida en identidad na-cional, diferenciada de la identidad cultural que se cons-truye en el entorno de lo cotidiano.

El espacio fronterizo es entendido como conjunto deregiones culturales que pueden diferenciarse geográfica-mente, pero que se definen a través de la configuraciónde grupos culturalmente afines, estén sus miembros dis-tantes o cercanos, pero localizados en el territorio.

En el trabajo “Las fronteras imaginadas de la comuni-dad yumana y uso instrumental”, Everardo Garduño ex-pone de manera sobresaliente los cambios culturales delos grupos yumanos a través del tiempo y, a la vez, lacontinuidad en la construcción de comunidades desde elámbito de lo simbólico, en lo que llama creación imagina-da por sus miembros a través de un sistema de valoresbasados en la cotidianidad, en relaciones de parentesco,amistad, solidaridad y familia.

Para los yumanos, la comunidad imaginada es funda-mental en la interacción con el mundo exterior porquedefine rasgos perdurables de su identidad y define tam-bién los fines instrumentales del colectivo. De esta mane-ra, Garduño identifica dos tipos de identidad: la de con-sumo externo, que enfatiza la solidaridad comunitaria, laparticipación en instituciones sociales y culturales decarácter local, y la de consumo interno, sustentada en laautoadscripción a un determinado linaje y paraje.

Los procesos culturales que definen la conformaciónde la comunidad imaginada de los yumanos son el len-guaje, la residencia, el parentesco y el uso del territorio. Através de éstos se forja el sentido de pertenencia y se otorgacontinuidad al sentido de comunidad entre los yumanosdel pasado y del presente. Estas características, bien valela pena destacarlo, definen también la identidad de otrasculturas asentadas en el desierto.

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Más allá de la identidad, la comunidad yumana ha ex-presado una delimitación cultural que no es del todo iden-tificable empíricamente y que posee diferentes significa-dos e importancia para los actores, a través de la etnicidad,dentro de una comunidad mayor multiétnica que no sólocomparte la lengua, las ceremonias, los artefactos mate-riales y un territorio, sino que lo hace a través de una redde relaciones de parentesco.

Entre las características socioeconómicas de las comu-nidades yumanas encontramos rasgos que no se diferen-cian mucho de sus grupos vecinos: alto grado demarginalidad con relación a los servicios públicos, migra-ción constante en busca de un mercado laboral sosteni-ble, ausencia de recursos materiales y financieros, lo queha traído consigo estados permanentes de extrema po-breza. El carácter migratorio en la comunidad yumanaha sido un fenómeno que oscurece –señala Garduño- lasintersecciones lingüísticas y culturales entre comunida-des, al tiempo que genera una serie de rivalidades entreellas, generando una significativa disputa entre los queviven fuera del ejido y los que permanecen en su interior.

Por otra parte, y al mismo tiempo, es la identidad terri-torial la que les permite hacer frente a las invasiones deextraños. Se trata de la autopercepción de los yumanoscomo una colectividad étnica unida por vínculos frater-nales, de parentesco y territoriales que se fortalecen anteamenazas externas. El mejor ejemplo de esto, en la cultu-ra yumana, es la fiesta del Santo Patrono y el Día de losMuertos, los principales rituales que constituyen la fuen-te de cohesión entre los diferentes linajes, entre los seg-mentos de linajes, entre los miembros de diferentes gru-pos étnicos que viven fuera o dentro de la comunidad.

Como un mecanismo de interacción social, elnarcotráfico es identificado por Paola Ovalle, en el ensayotitulado “Las fronteras de la narcocultura”, como una ac-tividad transnacional en la que las fronteras nacionalesparecen debilitarse más allá de lo deseable. Traspasandoel ámbito económico, político y social, el narcotráfico hamostrado una amplia vinculación con la sociedad; susimbología es parte de la vida cultural de la gente que

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habita la frontera, con el establecimiento de pautas deinteracción, valores y procesos de legitimación y resigni-ficación de las fronteras nacionales.

De manera excepcional, Ovalle vincula la noción denarcotráfico con la creación cultural, dado que, de la mis-ma manera que los integrantes de una sociedad produ-cen normas y comportamientos alrededor de sus activi-dades, entre los que ejercen dicho oficio se crean com-portamientos que rigen su actividad, institucionalización,movilidad social y diferenciación de clase.

Para estudiar las manifestaciones del narcotráfico, Ovalledespliega dos elementos conceptual-metodológicos: los fren-tes culturales y las representaciones sociales, cuyos perso-najes fueron referidos de manera general como sujetosinvolucrados en alguno de los segmentos del proceso de pro-ducción, circulación y/o distribución de drogas ilícitas, y delos que también han surgido los arquetipos del narcotráfico,como narcogobierno, narcopolítico, narcoguerrilla, narcocasas,narcotumbas, narcodólares, etcétera, que se describen eneste trabajo. Relata, además, la manera en que el narcotráficoha intervenido en diferentes escenarios de la vida cotidianacomo un actor y un instrumento de producción de prácticasindividuales basadas en una relación simbólica y materialcon la actividad.

Como frente cultural, el narcomundo muestra ser unespacio social cuyo elemento primordial de legitimaciónes la solución de diversos problemas en materia de vi-vienda, educación, infraestructura, etcétera, que, dichosea de paso, son responsabilidades que el Estado no hacumplido cabalmente. Al mismo tiempo, es descrito comouna actividad cuyos recursos se caracterizan por la rapi-dez, la transitoriedad y el exceso con que son obtenidos,ubicando a sus actores, al mismo tiempo, al final de laescala social, al hacer uso de la violencia material y sim-bólica como instrumento fundamental. Un estilo de vidaque contrasta la opulencia, el consumismo y el derrochecon la devoción religiosa, representada por íconos católi-cos como la Virgen de Guadalupe y Jesucristo, o la ima-gen de Jesús Malverde Santo.

Los medios de comunicación, la música y la literatura,

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señala la autora, juegan un papel central en la vincula-ción del narcotráfico con las culturas populares, trans-mitiendo las consecuencias nocivas de la drogadicción enla sociedad. Por ello, un aporte fundamental de este tra-bajo es la noción de narcocultura, que, más que relacio-narla con la transportación y comercialización de drogas,se trata de un modo de vida que se integra en la sociedad,se identifica y se apropia de sus contenidos simbólicos ymateriales a través de la representación social.

La frontera entre México y Estados Unidos ha genera-do, además de una problemática social y cultural excep-cionalmente descrita en este libro, una total incertidum-bre respecto al tema ambiental. El planteamiento de Al-berto Tapia Landeros en “Agua, aire, fuego, tierra: ele-mentos sin frontera” consiste en explicar el problema delas aguas internacionales en el caso del Río Colorado, ladegradación ambiental, el impacto de la contaminacióndel agua, la tierra y el aire por la intensa actividad agríco-la tecnificada, las inconveniencias en el manejo del aguaque han traído conflictos, tanto para México como paraEstados Unidos, y una permanente revisión de las regla-mentaciones espaciales.

Con respecto al aire, Tapia Landeros aborda el manejode las plantas de energía, las que han ocasionado dispu-ta entre los dos países. Con relación al fuego, trata lasconsecuencias del uso de nuevas tecnologías en la conta-minación y en la degradación del ambiente mexicano. Encuanto a la tierra, menciona la importancia de las partí-culas de polvo contaminadas y cómo son absorbidas porel organismo humano, su efecto en la salud y en nuevasenfermedades propias de la alteración ambiental; el sa-queo de arena de playa que utilizan los estadunidensespara su infraestructura y para la construcción, lo queremite a una sobreexplotación ambiental del país. El plan-teamiento general del trabajo de Tapia Landeros radicaen describir, analizar, hacer visible y denunciar los pro-blema ambientales del espacio y la sociedad fronteriza entorno a estos cuatro elementos de la naturaleza.

Como puede observarse, en La frontera interpretada.Procesos culturales en la frontera noroeste de México se re-

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únen de manera armónica trabajos producidos desde dis-tintas perspectivas de las ciencias sociales, coronados poruna gran iniciativa editorial del Centro de InvestigacionesCulturales-Museo de la Universidad Autónoma de BajaCalifornia. Las fuentes interpretativas de la frontera con-jugan de esta manera la reflexión histórica, urbanística,cultural, étnica, paisajística y ambiental.

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El espacio que hoy conocemos como la región fronteri-za entre el norte del estado de Baja California, México, yel sur del estado de California, Estados Unidos de Améri-ca, cuenta con una extensa historia como lugar de en-cuentros culturales desde la Prehistoria tardía hasta losinicios del siglo veintiuno, y no siempre el agente motivadorfue la línea divisoria o la frontera política entre EstadosUnidos y México. En este espacio se dieron otras formasde interacción cultural, social, económica y política quese considera le dan una característica específica a la so-ciedad actual, que a veces no se percibe por lo fronterizocontemporáneo.

Esta colaboración busca aportar información sobre laconstrucción histórica de algunos imaginarios sobre unaregión de la península de la Baja California: la zona nor-te, que durante parte del siglo diecinueve se conoció como“La Frontera”. En un curioso devenir histórico, esta re-gión se convirtió en una de las zonas más dinámicas delmundo occidental, centro de la atención mundial por suintenso intercambio entre dos mundos lejanos y a la vezvecinos: el primer mundo (Estados Unidos) y el tercer mun-do (México). Muchos investigadores se han dejado sedu-cir por la inmensa presencia del primero, adjudicandotodos los estímulos del desarrollo regional a este país,olvidando que la región fronteriza entre Baja California yCalifornia tiene su historia enraizada en lejanos tiempos,casi míticos.

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Con este trabajo se busca apuntar algunos datos rele-vantes para comprender la conformación histórica de estaregión, cuyo devenir fue condicionado por su geografía ysus habitantes originales y migrantes, y por las políticascolonial, nacional e internacional, dándole su caracteri-zación propia. Aquí el sujeto histórico de interés es la re-gión, es La Frontera, donde vivieron algunos hombres ymujeres, ocurrieron batallas o se pasó el tiempo criandoganado; donde hubo minas de oro y sal, así como especu-lación de bienes raíces.

La historia poscontacto del actual estado de BajaCalifornia (1769 en adelante) puede ser divididametodológicamente en dos periodos: el misional domini-co (1773-1822) y el de los ranchos privados (1822-1888)(Meigs, 1994:263-281). Este último es subdividido en unantes y un después del Tratado de Guadalupe-Hidalgo(1848), debido a que la creación de la frontera binacionalafectará a la región más septentrional de la AntiguaCalifornia: La Frontera. Aunque esta región procede deun devenir histórico que se remonta a la etapa misionalfranciscana (1769-1773) y debe buena parte de sus ca-racterísticas al periodo misional dominico, es en el perio-do de los ranchos cuando se define como tal y es clara-mente identificada. Por ejemplo, en un informe de MiguelMartínez, del 2 de enero de 1836, se dividió a la penínsu-la en tres partidos, uno de los cuales era “el de Fronterasque es donde únicamente quedan indios bárbaros genti-les” (León-Portilla y Muriá, 1992-I:27), y en el año de 1851se señaló oficialmente, por medio de Rafael Espinosa, quedebía entenderse “[…] por Frontera desde El Rosario has-ta la línea divisoria de la Alta California” (Lassépas,1995:372).

En general, se define a La Frontera como la regiónque comprende el área dentro de los límites imaginariosde una línea desde El Rosario, en el Pacífico, hasta laBahía de San Luis Gonzaga, en el Golfo de California, yhacia el norte hasta la actual línea fronteriza entre Méxicoy Estados Unidos, incluyendo al este el Río Colorado ysu delta, principalmente en el siglo diecinueve (Estrada,1995:87).

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El periodo de los ranchos (1822-1888), sobre todo ensu segunda etapa, que podemos iniciar en 1846-1848,con la guerra entre México y Estados Unidos, es uno delos momentos históricos del actual estado de BajaCalifornia que menos se ha estudiado y, por tanto, esreducto de oscuros pasajes, no por sombríos o tenebro-sos, sino por faltos de conocimiento de su devenir. La his-toria oficial y la postura tradicional, en su búsqueda de“grandes hechos” que se puedan consagrar en la liturgialaica nacionalista, han marginado el estudio de este pe-riodo, principalmente en la defensa de la “nación”. Es derecordar lo dicho por Eric van Young: “los estados tam-bién son construcciones mentales, y la percepción que setiene de ellos probablemente cambiará en cuanto se mo-difique la perspectiva estructural y la concepción de ciu-dadanía. [...] Para mucha de la población del México colo-nial tardío no existió [el estado] –no podía– y asumir supresencia es anacrónico” (1993:49-50).

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Al estudiar las exploraciones y fundaciones de los je-suitas durante su periodo misional en la península (1697-1767), se percibe que uno de sus propósitos para mante-ner las misiones peninsulares era poder conectarlas portierra con las de Sonora. El interés de los jesuitas erarealizar exploraciones por los litorales del Golfo de Califor-nia o Mar Bermejo, primero para definir si la BajaCalifornia era isla o península, y después para encontrarlos sitios más adecuados y la mejor manera deinterconectar sus misiones de ambos lados de este marinterior. De ahí su poco interés en las costas del Pacíficode la parte norte de la península.

Al ocurrir la expulsión de los jesuitas y la llegada delos franciscanos, se presentó una nueva situacióngeopolítica internacional. La Corona española veía ame-nazadas sus fronteras imperiales en el norte de la NuevaEspaña, por lo que sus intereses gubernamentales la lle-varon a apoyar las misiones franciscanas, siempre y cuan-

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do éstas les permitieran defender sus fronteras ante lasamenazas inglesa y rusa, principalmente.

Así, los franciscanos reubicaron la última fundaciónmisional jesuita, la de Santa María de los Ángeles-Calamajué (1766-67), orientada hacia el golfo, a la prime-ra franciscana, la de San Fernando de Velicatá (14 demayo de 1769), más cercana a las costas del Pacífico,aunque todavía muy lejos de la frontera imperial desea-da. La segunda fundación franciscana se estableció enSan Diego de Alcalá (julio de 1769), a cientos de kilóme-tros de San Fernando. Así, “en lugar de seguir lenta yfirmemente hacia el norte, los franciscanos construyeronsu segunda misión, San Diego, a ciento veinte leguas másallá de Velicatá, dejando abierto un espacio intermedio”(Meigs, 1994:33). Enseguida se envía una expedición parareconocer y asegurar el puerto de Monterrey, donde sefundó la tercera misión, la de San Carlos de Monterrey(1770). Obviamente, la región entre San Fernando deVelicatá y San Diego simplemente desapareció de los in-tereses misioneros franciscanos ante la imperiosa nece-sidad de salvaguardar las fronteras imperiales. Salvo cuan-do se empezó a negociar la división de territorios espiri-tuales entre franciscanos y dominicos, ya que fray Fran-cisco Palou sostenía la importancia de controlar ese “es-pacio intermedio” desde San Fernando: “le pediré [a Joséde Gálvez] que si le parece bien el que la misión de Vellicatáse cuente por primera de las de Monterrey [...]” (1994:40).

Palou, quien se quedó a cargo de las misiones peninsu-lares a la salida al lejano norte de fray Junípero Serra, enuna serie de cartas muy interesantes empieza a hablar deesta región: por ejemplo, en una carta del 19 de mayo de1769 la denomina “el norte, raya de la infidelidad” (Palou,1994:34); pero también le va dando una particularidad,como se expresa hacia 1770:

Por de pronto es muy necesario poner presidio a la medianía entreSan Fernando de Vellicatá y San Diego, no sólo para que se hagatransitable el dicho país y se pueda socorrer a los que están esta-blecidos en dicho puerto de San Diego, sino también para que seestablezcan algunas misiones por la mucha gentilidad que hay ymuchos parajes a propósito en dicho país intermedio (1994:166).

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Se debe considerar que la expresión “país intermedio”engloba la visión franciscana y la de las mismas autori-dades coloniales con relación a esta región entre los lími-tes septentrionales de la Antigua California jesuita y losmeridionales de la Nueva California franciscana, en me-dio de los cuales quedaba el territorio que se convirtió enla “frontera misional dominica”, a la que tal vez resultaríamás apropiado denominar la “California dominica”.

Por instrucciones reales, entre las obligaciones de losfranciscanos estaba fundar varias misiones entre SanFernando de Velicatá y San Diego (al norte de la AntiguaCalifornia), lo que los franciscanos trataron de suspendero acomodar por prioridades propias y de la Corona (frentea las amenazas rusa e inglesa), y así decidieron mejorllevar a cabo fundaciones entre San Diego y Monterrey(Alta o Nueva California). Sin embargo, aunque la prime-ra disposición era secundaria a todas luces para los fran-ciscanos, por ser de origen real no se podía dejar de lado,por lo que siempre estuvo la preocupación de cumplir conella. Así, el 23 de abril de 1771 Palou escribió: “[...] pro-curaré remitir a la frontera todo lo necesario y precisopara que no haya demora. También procuraré tener lospadres que hubieren de ir en las últimas y más inmedia-tas a la frontera, para que al tiempo de salir se hallendescansados [...]” (1994:155).

No obstante, los franciscanos pronto se dan cuenta deque la tarea los sobrepasa, y ante el interés de la orden deSanto Domingo de hacerse cargo de parte de estas misio-nes, que se acomodaba a la política de la Corona españolade evitar que ninguna orden religiosa controlara regionesextensas, firmaron un concordato con los dominicos paraquedarse con las ex misiones jesuitas y cederle a los domi-nicos San Fernando de Velicatá y el “país intermedio”, jun-to con la orden de fundar cinco misiones en esta región.

El traspaso de las misiones a los dominicos se realizó aprincipios de 1773, y después de una inspección-recolec-ción del propio Palou, él mismo estableció una especie dedivisión jurisdiccional entre las dos áreas de evangeliza-ción. Éste fue un acto simbólico de diferenciación de los“cotos de caza religiosa” que cada orden tendría bajo su

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custodia y responsabilidad, que de ninguna manera sepuede considerar como la delimitación de una “frontera”o línea divisoria, sino tan sólo como el establecimiento deuna administrativa. Esta convencionalidad era fácilmen-te revisable según las necesidades, como sucedió con lafundación dominica de San Miguel Arcángel, cuando tuvoque redefinirse.

Durante el periodo misional, al final de la época jesuitase fundaron en Baja California las misiones de SantaGertrudis (1752), San Francisco de Borja (1762) y SantaMaría de los Ángeles-Calamajué (1766-1767); en la etapafranciscana, la misión de San Fernando de Velicatá (1769),y en la época dominica, las misiones del Santísimo Rosa-rio de Viñadaco (1774), Santo Domingo (1775), San Vi-cente Ferrer (1780), Santo Tomás de Aquino (1791), SanPedro Mártir de Verona (1794), Santa Catalina Virgen yMártir (1797), San Miguel Arcángel (1797), El Descanso(1817) y Nuestra Señora de Guadalupe del Norte (1834)(Mathes, 1977; Vernon, 2002). La labor dominica se cen-tró principalmente en la región de La Frontera, y por estarazón Peveril Meigs llamó a este territorio “la fronteramisional dominica” (1994).

En este “país intermedio” entre San Fernando deVelicatá y San Diego, o “frontera misional dominica”, losreligiosos de esta denominación iniciaron su labor princi-pal, y aunque también se hicieron cargo de algunas delas misiones ex jesuitas del sur, fue en esta parte del nor-te de la Antigua California donde concentraron sus es-fuerzos evangelizadores. De 1774 a 1834 fundaron allínueve misiones, todas, con excepción de San Pedro Már-tir y Santa Catalina, en la costa del Pacífico, bajo la in-fluencia de la política imperial de reforzar los caminos dedefensa de las fronteras imperiales. No obstante, consi-dero que Santa Catalina fue establecida en parte comoun intento de asegurar un camino hacia el delta del RíoColorado y fortalecer la posición colonizadora en esa área,para así lograr el antiguo proyecto jesuita de conectar lasCalifornias con las misiones de Sonora, pero ahora conlas de la Alta California principalmente y de manera se-cundaria con las de la frontera misional dominica.

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Pero no se debe entender que existiera un completo yabsoluto dominio de la frontera misional (es decir, el ex-tremo norte peninsular), sino, como lo señalaban las pro-pias autoridades: “si se atiende a la distancia de una aotra misión y la crecida gentilidad que comprenden aque-llos terrenos, se puede muy bien decir que cada una esfrontera” (Rivera, 1777:279).

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Con el proceso de decaimiento de las misiones (queposiblemente comenzó un poco antes de 1810 y que fuemás notorio en 1818, cuando se abandonaron las misio-nes de San Francisco Borja y San Fernando Velicatá), lapoblación de Baja California intensificó sus actividadesagropecuarias, con base en el aprovechamiento de las tie-rras roturadas por los misioneros, y fundó ranchos parti-culares. Esta serie de propiedades eran de tipo principal-mente ganadero y estaban basadas en una autosuficien-cia familiar precaria, en una cultura rudimentaria ligadaa la supervivencia en una zona ecológicamente hostil paralos estándares occidentales, lo que propició un acerca-miento cultural con los indígenas colindantes, primerocon los cristianizados y después con los no cristianizadoso gentiles.

Esto, al parecer, se presentó principalmente despuésde la década de 1820, cuando los nuevos propietarios em-pezaron a estructurar y hacer económicamente rentableslos predios ex misionales. Los nuevos, o mejor dicho inci-pientes, rancheros buscaron ocupar los sitios de labordejados por los misioneros y sus indígenas cristianiza-dos, en algunos casos despojando de sus tierras a éstos yen otros conviviendo con ellos. Después de la guerra conEstados Unidos (1846-1848), poco a poco los rancherosfueron acumulando una riqueza que les permitió llevaradelante otros proyectos, además de que la zona recibióimportantes recursos por inversiones, compras y présta-mos, entre otros, tanto de extranjeros como de mexica-nos, y generó su propio aporte demográfico.

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Es de señalar que mientras en la Alta California lasmisiones estaban no solamente activas sino con un de-sarrollo importante al momento de la secularización, enLa Frontera estas comunidades se encontraban, en sumayoría, en decadencia o abandonadas. Recordemos queen 1797 hubo el mayor avance de la frontera misionaldominica con la fundación de San Miguel Arcángel alnorte, y aunque en 1817 se estableció la misión de ElDescanso, en realidad se trató de una reubicación de lade San Miguel.

El 18 de agosto de 1824 se expidió la Ley Nacional deColonización, pero el reglamento respectivo, sin el cualno se podía implementar la ley, fue decretado hasta el 21de noviembre de 1828. Este reglamento, que impulsó lasecularización de las misiones de las Californias, es de-cir, que pasaran de la jurisdicción de las órdenes religio-sas a la del clero secular o parroquial (Piñera, 1991:30,205-206), no fue conocido en las Californias sino hastafebrero de 1830. Es necesario apuntar que algunos auto-res confunden la secularización de las misiones de laNueva California con la secularización de las misiones dela Antigua y la secularización de éstas con la de las misio-nes de la frontera misional dominica.

Cuando se hicieron los primeros intentos desde el cen-tro nacional de secularizar las misiones de las Californias,hacia 1830, la mayoría de las misiones de La Frontera:San Miguel-El Descanso, Santísimo Rosario, San VicenteFerrer, Santo Domingo, Santo Tomás y Santa Catarina,se mantenían en activo, aunque ya en plena decadencia.Por su parte, en el sur de la península se encontrabanfuncionando, en ese año, las misiones de San Ignacio,Todos Santos y San José del Cabo, las cuales fueronclausuradas en 1840 (Mathes, 1977).

De las misiones que se ubican en la actual BajaCalifornia, Calamajué se abandonó en 1767, Santa Maríade los Ángeles en 1768, San Francisco Borja y San Fer-nando Velicatá en 1818 y Santa Gertrudis en 1822. Porsu parte, las misiones que se ubicaban en La Fronterafueron abandonadas: en 1824, San Pedro Mártir; en 1832,el Santísimo Rosario; en 1833, San Vicente Ferrer, y en

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1834, San Miguel-El Descanso (Mathes, 1977). En el añode 1834 fue fundada la última misión dominica, la deNuestra Señora de Guadalupe del Norte, que realmentese instaló por las necesidades administrativas del “ran-chero” fray Félix Caballero. Entre 1839 y 1840 fueronabandonadas Santo Domingo, Santa Catarina yGuadalupe del Norte, y entonces sólo quedó una misión:Santo Tomás, que fue cerrada en 1849, aunque el misio-nero Tomás Mansilla permaneció como capellán de lacolonia militar posiblemente hasta principios de 1851 (Es-pinosa, 1851:1-3).

De manera general, se puede establecer que la mayo-ría de los traspasos de las tierras misionales a los ran-chos privados ocurrieron en tres etapas: la primera sedesarrolló antes de 1825, posiblemente desde inicios delsiglo, como una ocupación silenciosa de las tierras. Comolo describe Meigs, “a medida que decaían los ranchos [...]de las misiones, y cuando las propias misiones fueronsecularizadas, una parcela tras otra fue cayendo en ma-nos privadas. [...] El periodo de los ranchos privados es-taba ya bien encaminado antes de que la última misiónfuese abandonada en 1849” (1994:272). Éste fue un pro-ceso en el que, generalmente, colaboraron los misione-ros, ya que para obtener una merced de tierras se debíapresentar el consentimiento del misionero respectivo ohacer una consulta respecto a la solicitud con el padrepresidente de las misiones: “Los individuos que de ordi-nario solicitaban tierras, sobre todo de 1768 a 1822, secomponían de soldados y marineros licenciados, que cui-daban de obtenerlo [el consentimiento], antes de presen-tarse al gobernador” (Lassépas, 1995:101).

El caso más temprano, en 1804, de la dotación formalde tierras fue a favor del alférez José Manuel Ruiz, quienrecibió del gobernador José de Arrillaga dos sitios de ga-nado mayor en el denominado “Paraje de la Ensenada deTodos Santos”. Ruiz obtuvo los consentimientos de losmisioneros de San Miguel y Santo Tomás, las dos misio-nes más cercanas entonces (recuérdese que la deGuadalupe del Norte, más cercana aún, se fundó en 1834).No obstante, fue hasta 1808 que se le dio posesión de los

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terrenos, y al parecer desarrolló poco o nada su propie-dad, ya que en 1822 primero estuvo en San Vicente yluego en Loreto haciéndose cargo del gobierno peninsular(Lassépas, 1995:204; Piñera, 1991:120-123; Treviño,1982:47). Posteriormente, en 1824, trasladó sus derechosa su yerno Francisco Xavier Gastélum, quien según losindicios ocupó el predio para fundar el rancho de La En-senada (Piñera, 1991:120-123). Coincidentemente, en1823 se estableció el primer rancho, Los Peñasquitos, enla actual área de San Diego, en un predio que se habíaotorgado al capitán Francisco María Ruiz (Pourade,1966:11), hermano del alférez José Manuel Ruiz (Treviño,1982:47).

La segunda etapa del traspaso de tierras misionalestranscurrió después de 1825 y antes de 1846, ya que parafines de 1824 ya era conocida la ley de colonización queincluía el proceso de secularización de las misiones de lasCalifornias. Al año siguiente, en junio de 1825, llegó a laregión el coronel José María Echeandía, quien inició demanera formal la secularización de algunas de las misio-nes californianas y quien “consulta con los nuevos misio-neros dominicos, que lo han acompañado desde México,el mejor modo de repartir entre los indígenas las tierrasbaldías de la comprensión de ciertas misiones” (Lassépas,1995:204-205). El 19 agosto de 1825 Echeandía decretóel primer reglamento para el reparto de tierras misionalesy baldías, “exceptuando a la[s] de San Miguel que merecela consideración que distingue a la de la Nueva Californiay las de Santo Domingo, San Vicente, Santo Tomás y SantaCatarina, por si acaso con sus respectivos padres cadauna pueda prosperar” (Lassépas, 1995:331).

No obstante, aún resulta desconcertante el hecho deque de los títulos que Ulises Urbano Lassépas pudo con-sultar, expedidos entre 1821 y 1856, y que sumaron 183documentos que amparaban 223 sitios de ganado mayor,el 19 por ciento habían sido expedidos por José ManuelRuiz entre 1822 y 1825, especialmente en 1823, cuandose alcanzó la cifra récord de 27 títulos (Lassépas, 1995:223-241). Este aparente adelanto a la ley respectiva estápor resolverse.

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El 20 de septiembre de 1830 José Mariano Monterdeexpidió un reglamento en cuyo primer artículo se estable-ció la extinción de las misiones, por lo que se consideraese año como la fecha de inicio del proceso de seculariza-ción en la península, cuando en realidad el fenómeno seempezó a realizar desde 1822 y formalmente desde 1825.Ahora bien, respecto a La Frontera, en su reglamentoMonterde escribió que:

“6to. Quedan por ahora con el carácter de misiones, San Fer-nando [abandonada en 1818], El Rosario, Santo Domingo, SanVicente, Santo Tomás, San Miguel y Santa Catarina, por tenera su cargo un número considerable de catecúmenos. […] 14vo.Quedan por ahora con el carácter de misiones, todas las defronteras por tener aún conquista viva y número considerablede neófitos” (Lassépas, 1995:339-340).

Sin embargo, había una fuerte presión del lado de laNueva California para que se secularizaran estas tierras,puesto que varios rancheros de esa región veían con inte-rés la posibilidad de obtener posesiones en La Frontera,además de que en la Nueva California la secularizaciónfue mucho más intensiva, ya que, aunque fue iniciadaformalmente en 1833, para 1836 ya se consideraba con-cluida, principalmente bajo el impulso del gobernador JoséFigueroa (Robinson, 1979:29-30).

Como parte final del proceso de secularización en lapenínsula, el jefe político Luis del Castillo Negrete expidióel decreto sobre “Colonización. Bienes raíces de lasexmisiones” del 11 de julio de 1840. El punto fundamen-tal de este decreto está en el artículo primero, breve perocontundente: “Que donde no hay comunidad de neófitosno hay misión”. Aunque obvio, venía a romper la pose-sión de fray Gabriel González sobre las tres misiones so-brevivientes en el sur, sobre todo la de Todos Santos, bá-sicamente un rancho particular; de ahí la revuelta queimpulsó el misionero. No obstante, en su declaratoria ini-cial, Castillo Negrete sostuvo que el decreto se debía apli-car en todas las misiones o ex misiones, “a excepción delas de Fronteras, que son las únicas misiones que hanexistido hasta hoy” (Lassépas, 1995:350 y 351).

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La tercera etapa del traspaso de las tierras misionalesen La Frontera se dio gracias al impulso del gobernadorinterino de la Alta California, don Pío Pico, supuestamen-te para allegarse fondos durante la invasión a la AltaCalifornia de las tropas norteamericanas en 1846. Real-mente, existe mucha confusión en la participación de Picoen estas adjudicaciones de tierras. La primera duda sur-gió cuando quienes no tenían ningún documento queavalara su posesión alegaron que Pico les había vendidolos predios por subasta. A pesar de que Lassépas, en suestudio de 1857-1858, sólo consigna cuatro casos de ad-judicaciones de Pío Pico en La Frontera, sobre todo en elapartado “Apunte relativo a enajenaciones de cuyos títu-los no tenemos noticia pormenorizada, y obran en poderde los interesados” (Lassépas, 1995:257-265), ya en 1853Francisco del Castillo Negrete informó al gobernador Ra-fael Espinosa, desde Santo Tomás, que:

“La intención del gobernador [Pío Pico], según unos, fue la dearbitrarse recursos para sostener la guerra contra los america-nos; pero esto no tuvo efecto porque el gobernador se retiró delpaís, y sólo de uno de los agraciados hay constancia que pagó[José Luciano Espinosa, de Santo Domingo] y que el ministrode Santo Tomás [fray Tomás Mansilla] dispuso del dinero en suprovecho. Según otros, fue la intención del gobernador agraciara mexicanos, creyendo que se perdería también la BajaCalifornia” (Lassépas, 1995:376).

Hay que recordar que Pico se convirtió en gobernadordespués de una fuerte lucha en la Alta California entrelos “arribeños” y los “abajeños”, lidereados por los gruposde poder de Monterrey y Los Ángeles, respectivamente,en la que ganaron estos últimos. En el grupo de los“abajeños” destacaban algunos residentes de San Diego,encabezados por Juan Bandini, rico ranchero de esta zona,y su protegido Pío Pico: “En un principio Pico fue el prote-gido de Juan Bandini (político de San Diego) y se hizonotar en 1828 cuando, como primer diputado, propusoque la capital se trasladara a Los Ángeles” (Castillo y Ríos,1989:119). Pico inició su gestión el 22 de febrero de 1845favoreciendo a su grupo, pero especialmente a los ran-

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cheros del área de San Diego: Juan Bandini, SantiagoArgüello, Juan Machado, Tomás Warner, entre otros.

Por otra parte, en mayo de 1846 James Polk, presidentede Estados Unidos (1845-1849), declaró la guerra a Méxi-co, y el 29 de julio se tomó el poblado de San Diego (Pourade,1966:71 y 79). Hay información de que después de la tomade Los Ángeles (10 de agosto) Pío Pico, Castro y José MatíasMoreno emprendieron su huida hacia la península y quellegaron a Mulegé el 22 de octubre, tras una travesía deseis semanas. Algunos autores señalan que Castro siguióhacia Sonora (Castillo y Ríos Bustamante, 1989:137), mien-tras otros indican que Pico y Moreno eran acompañadospor Macedonio González (Pourade, 1966:84-85). De esteviaje se ha conformado el supuesto de la adjudicación detierras en La Frontera por Pico, que pudo realizar subas-tas en su trayecto para hacerse de fondos para el viaje, yposiblemente muchos soldados retirados y sus descendien-tes, poseedores de ranchos y huertas, vieron la oportuni-dad de legalizar sus predios, de ahí la confusión relaciona-das con muchas de las posesiones de La Frontera.

Por ejemplo, del rancho Santo Domingo, establecidoen los antiguos terrenos de la ex misión de ese nombre,aunque no sabemos la fecha exacta, se ha encontradoevidencia de que José Luciano Espinosa ya lo poseía parafines de 1839 y principios de 1840, y Meigs señala queposiblemente fue vendido antes de 1853 (Meigs, 1994:266).Lo extraño es que es la única posesión, según Franciscodel Castillo Negrete, de la que se puede demostrar querecibió dinero Pío Pico por su adjudicación en una subas-ta, pero se tiene la idea de que el dinero fue enviado:

Para estas ventas y concesiones vino a esta frontera un comi-sionado por el señor gobernador de la Alta, con el nombre deprefecto, y a poco tiempo se retiró dejando encargado al reve-rendo padre fray Tomás Mancilla para que recogiese el importede las ventas, remates y concesiones, que ninguno ha pagadosino don José Espinosa, por la de Santo Domingo (Lassépas,1995:366).

También en la tercera etapa del traspaso de tierras enLa Frontera, algunos funcionarios de Pío Pico, como José

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Matías Moreno, aprovecharon sus relaciones para que lesfueran adjudicadas tierras, sin que las habitaran o culti-varan, pues sólo las explotaron como negocios de especu-lación inmobiliaria, como los llamaríamos hoy. Aquí es derescatar que uno de los principales argumentos de More-no contra sus enemigos, otros dueños de tierras exmisionales, era acusarlos de especuladores, sobre tododurante los enfrentamientos de 1861:

“[...] en general, la mayor parte [de las concesiones] son a ex-tranjeros y mexicanos extranjeros, que jamás pensarán en ve-nir a poblar La Frontera y que sólo recibieron los títulos paravenderlos a un vil precio en la ciudad de San Francisco de laAlta California, cuyos especuladores y vendedores soñaban conla venta de la Baja California a los Estados Unidos de la Améri-ca del Norte” (Alric, 1995:236).

En las diferentes etapas del traspaso de las tierrasmisionales, la posesión de las tierras se dio como un pro-ceso de ocupación relativamente pacífica, tras el retiropaulatino del control misional sobre esos terrenos, prin-cipalmente por soldados de cuera de las escoltasmisionales y sus descendientes. A partir de 1825, cuan-do el jefe político de las Californias, José María Echeandía,se estableció en Santa Bárbara (y parece que a su llegadavivió un tiempo en San Diego), se inició el otorgamientode tierras a personas con fines de especulación o de com-plemento de grandes ranchos ganaderos: los Argüelloobtuvieron ranchos en el área de San Diego (sur de labahía) y en la Tía Juana; Juan Bandini tuvo primero unrancho en Tecate y luego la ex misión de Guadalupe, y aAbel Stearns, rico ranchero de Los Ángeles y yerno de PíoPico, se le adjudicaron los extensos valles de San Rafael yLos Vallecitos, en La Frontera.

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Después de 1848 la especulación inmobiliaria se con-virtió en la pieza angular de las transacciones, con la apa-rición de agentes ligados a capitalistas de San Francisco

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y Nueva York, y los rancheros descendientes de los solda-dos de cuera fueron desapareciendo de los grandes movi-mientos económicos. Sin embargo, los que continuaronhabitando las tierras, cultivando los sembradíos, cuidan-do el ganado, conviviendo con los indígenas, fueron estosrancheros pobres, analfabetas funcionales, de culturamisional, sin capital monetario y generalmente sin voz:los frontereños.

Los antiguos residentes (básicamente descendientes desoldados de cuera y neófitos) que pudieron obtener tierraspronto se dieron cuenta de que debían demostrar la pose-sión (por obvia que fuera), realizar trámites, pagar impues-tos, competir con los “acaparadores foráneos”, hacer pro-ductivas sus tierras y mantener relaciones cordiales conlos indígenas cristianizados y con los gentiles. En general,los indígenas quedaron fuera del reparto de las tierrasmisionales, con algunas excepciones. Por ejemplo:

“...don José [Luciano] Espinosa, vecino de estas fronteras, queha mejorado la llamada misión [de Santo Domingo], levantandoiglesia de sus mismas ruinas, algunas habitaciones de adobes,y ha admitido indios para que se radiquen, labren los terrenosque tenían concedidos, ha llamado a otros, formándose ya unacongregación por la influencia que tiene en aquella comarca,para atraer a los gentiles a la vida civil” (Lassépas, 1995:367).

Esto se informó en 1851, aunque la posesión por JoséLuciano Espinosa ocurrió a fines de 1839 (Magaña1999a:185-206).

No obstante, se presentaron circunstancias que por lomenos dejaron constancia de algunas inconformidades,las que al parecer no pasaron de eso. Algunos autoreshablan del despojo de tierras que en perjuicio de los indí-genas llevaron a cabo los “otros”, pero hay que recordarque el denominado “despojo histórico” tiene claras con-notaciones contemporáneas, pero no por fuerza corres-ponde a una realidad históricamente determinada (porejemplo, Grijalva, 1987:47-59). Se debe reconocer que sedieron casos de usurpación de propiedades de indígenascristianizados; sin embargo, a los gentiles no se les pudodespojar de algo que no consideraban suyo, además de

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que los occidentales no ejercieron realmente presión es-pacial hasta después de la reforma agraria cardenista.

Esta marginación de la posesión de tierras ex misionaleso de otro tipo respondió en su mayor parte a considera-ciones culturales, ya que para los indígenas, pertenecien-tes a la cultura nómada estacional prevaleciente en lazona, la tierra no era importante como posesión, sino comocontinente de los recursos que en ella se producían demanera natural o auxiliada y que se podían cazar, pescaro recolectar (Magaña, 1997:31-42, y 1999b:81-113). Elproceso de transculturación en el periodo misional afectóa la cultura indígena del norte de la península, principal-mente a la de ciertos grupos muy cercanos y supeditadosa las misiones, como los huérfanos, viudas y viudos y lasfamilias de “casa”, que eran los que reclamaban tierraspara sobrevivir pues no podían reincorporarse a la cultu-ra nómada estacional. Una de las características más no-tables del proceso incipiente de transculturación es queel ganado se convirtió en un objetivo más de la cazaestacional, práctica que sobrevivirá hasta entrado el sigloveinte y que fue denominada por los rancheros como “robo”o “abigeato”, según fuera la perspectiva.

El proceso de transculturación de los indígenas(kumiai, kiliwa, paipai y cucapá) de La Frontera se in-tensificó durante el periodo de los ranchos (1822-1888),ya que tanto los rancheros residentes como los indíge-nas aprendieron de sus contrapartes a sobrevivir en esaregión de tan difícil geografía. Es probable que en losranchos misionales, para facilitar las tareas cotidianas,los propios soldados empezaran a capacitar a los indíge-nas cristianos como vaqueros. No obstante, será duran-te el periodo de los ranchos cuando recibieron en mayormedida el aprendizaje del trabajo vaquero como salario(principalmente en especie: carne). Esto, aunado a susconocimientos ancestrales de la región y el medio am-biente, los convirtió en el personal indispensable pararancheros, ganaderos y borregueros durante la segundamitad del siglo diecinueve e incluso en la primera mitaddel veinte, cuando compitieron con vaqueros texanos yborregueros vascos. Por otra parte, fue un fenómeno re-

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gional que también se presentó en la Alta California(Brakke Vane, 1992:324-341).

No debemos olvidar que la transculturación implica ados culturas y que ambas son afectadas:

No dejamos de reconocer que el grupo forastero pudo habervisto modificada su cultura de origen, pero es indudable que,para tal grupo, las consecuencias de un cambio cultural noresultarían necesariamente perjudiciales para su sobrevivencia,a más de que, según suponemos, la cultura de este grupo noexperimentó pérdidas sensibles y sí algún enriquecimiento, aun-que mínimo, por efecto del contacto (Río, 1998:13).

Para el caso de La Frontera, debido a las carencias, lasituación ecológica y las crisis políticas internas (en espe-cial las de 1853-1854 y 1858-1861) se presentó la situa-ción de que los dos grupos culturales, indígenas y ranche-ros posmisionales, debieron convivir e incluso acercarseculturalmente para su supervivencia. No había nadie más;se ayudaban o ambos desaparecían cultural y físicamente.

Fue una mutua interrelación cultural práctica que lespermitió sobrevivir en una región y una época difíciles.Los indígenas, sobre todo los del área ex misional, adqui-rieron elementos de la cultura occidental, como el idiomaespañol (principalmente los que trabajaban con ranche-ros y ganaderos, aunque la mayoría comprendía algo deeste idioma); la religión católica, con una práctica rudi-mentaria, y la vestimenta de los rancheros y sus familias(por ejemplo, la mezclilla fue indispensable ya para el cam-bio de siglo). Empezaron a consumir alimentos occiden-tales junto con los tradicionales y a usar el caballo o lamula en sus huertas, para el trabajo y como transporte,aunque muchos continuaron caminando las grandes dis-tancias, y fueron aprendiendo las labores del vaquero ydel borreguero. Así, por ejemplo, durante la primera mi-tad del siglo veinte, en el territorio de Baja California losrancheros, mineros y demás habitantes conocían a losindígenas como los “paisanos”, forma afectiva de referen-cia a una persona cercana pero con cierto grado de dife-rencia, lo que nos muestra remembranzas de este proce-so de acercamiento sociocultural.

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También los rancheros aprendieron de los indígenasdiversas formas de aprovechar los recursos que el medioambiente les ofrecía y adquirieron costumbres alimenti-cias y de construcción de origen indígena. En este senti-do, Castillo Negrete anotó en 1853 que en El Rosario “con-siste la población en seis casas, si se puede dar este nom-bre a las habitaciones sin abrigo, pues son de palos para-dos con uno que otro pegote de lodo” (1859:349). Por suparte, Francisco Ferrer escribió en 1856 que en San Ra-món y Santo Domingo “los habitantes de ambos ranchos,la mayor parte del tiempo se mantienen con marisco quellaman abulón”; [en San Vicente] “se mantienen la mayorparte del año con leche, abulones y mezcal tatemado”;[en Santo Tomás] “la mayor parte de los habitantes nocomen pan ni tortilla hace más de un mes, y a excepciónde la tropa, hace más de dos que su alimento se componede yerbas y leche” (Lassépas, 1995:317-318).

Debido a la carencia del suministro de artículos occi-dentales, principalmente trigo, los habitantes de La Fron-tera debían recurrir a una alimentación de procedenciacultural indígena, con productos como abulón, hierbas,mezcal tatemado y otros. Pero también los mariscos eranun recurso en casos extremos, como en el ejemplo dadopor Henry Alric (misionero francés que trabajó en La Fron-tera entre 1856 y 1861) de unas familias que quedarondesamparadas en el camino durante el conflicto entre JuanMendoza y Feliciano Ruiz de Esparza, en 1860:

[...] esas dos infelices familias así abandonadas no podían pen-sar en volver a sus hogares [en Santo Tomás], dado que nohabía nada que comer; se vieron pues en la necesidad de prose-guir su camino a pie para recorrer las cuarenta leguas [aproxi-madamente 168 kilómetros] que les faltaban para llegar a SanDiego, sin provisión alguna, pero esperaban encontrar algunosmariscos en la orilla del mar, y no se equivocaron (Alric,1995:110).

A estas costumbres “bárbaras” de los rancheros se aña-dieron, después de 1848, las procedentes de la Californiarecientemente anexada a Estados Unidos. Por ejemplo,Castillo Negrete escribió: “En La Frontera donde se van

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introduciendo las modas de la Alta se ven algunos ran-cheros sucios con fraque [sic] y botas rancheras y otrosmamarrachos. [...] Usan poco del nombre del bautismo,llamando a sus hijos con otros motes al estilo de los in-dios” (1859:358-359). Uno de los reclamos más señala-dos por los que escribieron en esta época, como Francis-co del Castillo Negrete, José Matías Moreno y José Cle-mente Rojo, es que la “barbarie” estaba avanzando sobrela “civilización”, sobre todo entre los rancheros y demásgente que antiguamente se llamaron “de razón”, resul-tando en un fuerte desprecio hacia los frontereños, indí-genas y rancheros. Esto es por demás evidente en More-no (1861):

[...] la escasa población [en La Frontera] está repartida desde ElRosario hasta la línea divisoria que comprende unas cien le-guas de longitud, que en ninguna manera es lícito, cierto, niprudente llamarlas a algún punto por su estado miserable. Aun[los] indígenas. No pasa de tres o cuatro [individuos] los quemedianamente saben leer y mal pintar letras [...] de consiguienteno hay quien legalmente pueda ser electo [como] individuo delayuntamiento, porque nada útil saben [...] ni obligación [...] (Alric,1995:197-198).

En 1849, como parte de un plan nacional de fortaleci-miento de la nueva frontera del norte mexicano, se esta-blecieron allí varias colonias militares con el doble objeti-vo de defensa militar y poblacional. La Baja California noquedó excluida: “Se proyecta la colonia El Rosario en LaFrontera de la Baja California, y el coronel Rafael Espino-sa es nombrado inspector de ella y, provisto de lo necesa-rio para su instalación, jefe político y comandante militarde la península, [...]” (Lassépas, 1995:209). Espinosa nom-bró, a su vez, al capitán Manuel Castro y al sargento JoséAntonio Chávez como primero y segundo al mando de lacolonia militar (Moyano, 1994:79). Pronto se dieron cuentade que El Rosario no era el lugar adecuado, y en julio de1850 reubicaron la colonia en Santo Tomás, donde per-manecerá hasta su desaparición. Esto es relativo, puesaunque algunos estudiosos señalan que su desintegra-ción ocurrió al poco tiempo, en 1853 Francisco del Casti-

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llo Negrete todavía se hace llamar “capitán primero de lacolonia militar” (León-Portilla y Muriá, 1992-I:38).

El capitán Castro se convirtió prácticamente en la úni-ca autoridad en La Frontera, a pesar del intento, un tantofallido, de la creación del ayuntamiento de Santo Tomás,que no incluía a toda la región. Al parecer, el grupo decolonos entró en conflicto con los lugareños, posiblemen-te porque se apropiaban de alimentos y ganado de losranchos circunvecinos para sostener a los integrantes dela colonia. Ángela Moyano habla de que la colonia militar“llegó a tener hasta doscientos miembros” (1994:79). Ha-cia agosto de 1851 el capitán Castro salió de La Frontera,dejando a Chávez como autoridad militar y a Tomás Bonacomo alcalde, de quienes se dijo que “ambos reasumenomnímodas facultades” (Aguirre, 1977:99).

Sin embargo, la autoridad peninsular nombró a Casti-llo Negrete subprefecto político de La Frontera, al parecerprimero, y luego “capitán primero de la colonia militar”,creando un conflicto, ya que Chávez y Bona “lo descono-cieron de su autoridad lanzándolo injuriosamente bajo elfrívolo pretexto de que quería introducir tropas extranje-ras a La Frontera”, como señala José Matías Moreno enuna carta que envió desde San Diego al jefe político Ra-fael Espinosa el 29 de noviembre de 1851 (Aguirre,1977:98-99).

Aquí es necesario acotar que después de 1848, y sobretodo de 1854, una de las formas más recurrentes paradescalificar a los contrincantes en La Frontera era acu-sarlos de intentar anexarse a Estados Unidos. Nadie seescapó de acusar y de ser acusado de esta “traición a lapatria”, aunque la mayoría primero aseguraba sus bienesy familias en San Diego y luego recriminaba a los otros depropiciar la pérdida de La Frontera a manos del reciénestrenado vecino norteño.

Debido al enfrentamiento entre Chávez y Bona, poruna parte, y de éstos con Castillo Negrete, por otra, sepropició la primera crisis interna de La Frontera, divi-diendo a la población en dos bandos que mutuamentese desconocían, Chávez y Bona desde Santo Tomás yCastillo Negrete desde Santo Domingo:

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[...] el desorden cometido en La Frontera tiene por causa el noquerer entregar el mando de la colonia militar al capitán Casti-llo Negrete ni a ningún otro que nombre el supremo gobierno decapitán primero, y que en la población hay una gran divisiónpor los diversos intereses que ha producido la pérdida del bu-que Unión, que naufragó en la costa de Santo Tomás (Aguirre,1977:101).

Esta crisis se desarrolló de octubre de 1851 a princi-pios de 1852, y es posible que Castillo Negrete haya lo-grado controlar parcialmente el conflicto o por lo menosaminorarlo durante 1852 y 1853. Se puede presumir quetodavía existían roces entre los grupos para diciembre deeste último año, cuando se presentó William Walker en laEnsenada de Todos Santos, procedente del sur peninsu-lar, adonde había llegado a fines de octubre.

Aunque considero que no se ha escrito un ensayo deanálisis sobre este tema y su repercusión en la zona, eneste trabajo no puedo profundizar en este momento his-tórico. Sólo sirva de ejemplo que desde marzo de 1851las representaciones diplomáticas mexicanas en Esta-dos Unidos, principalmente en San Francisco, estuvie-ron alertando a las autoridades centrales y peninsula-res de posibles invasiones filibusteras con pretensionesanexionistas. Además, estos proyectos estaban inmersosen las luchas internas de Estados Unidos entreesclavistas y abolicionistas. Así, el periódico Daily Tribune(de Nueva York) publicó un artículo el 6 de noviembre de1852 sobre posibles invasiones filibusteras a México, ano-tando que su intención era establecer en los nuevos es-tados:

[...] la esclavitud a tiempo para anexarlas antes de que termina-ra su primer periodo de sesiones el trigésimo tercer congreso.[...] Podrían [así] formarse [por] lo menos tres estados comple-tos de esta hornada, con seis senadores, además de otros enperspectiva que serían suficientes para contrapesar todos losestados libres que puedan agregarse en medio siglo [...] (León-Portilla y Muriá, 1992-I:124; énfasis en el original).

Si se leen las proclamas de Walker se puede uno darcuenta de que no estaban dirigidas a los de La Frontera o

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a los de la península; estaban dirigidas a los lectoresestadunidenses, especialmente a los sureños esclavistas.Por ejemplo, en el segundo decreto de Walker, como su-puesto presidente, en noviembre de 1853 estableció: “Des-de ahora y en adelante a esta fecha, el Código Civil y elCódigo de Procedimientos del estado de Louisiana se aca-tarán para el gobierno y ley en tanto que las cortes de larepública son organizados” (Woodward, 1966:27-28, ver-sión libre). ¿Por qué Louisiana y no California? La res-puesta está en que Louisiana tenía una legislaciónesclavista y después fue, en 1861, uno de los estados fun-dadores de los “Estados Confederados de América”, juntocon Carolina del Sur, Mississippi, Alabama, Florida y Texas(Morison et al., 1987:341-342). De ahí, ante la falta derespuesta de Estados Unidos en la medida que él necesi-taba, que Walker planteara la “República de Sonora” condos estados: Sonora y Baja California, o sea, cuatro sena-dores para el Congreso norteamericano. En ese contextose entiende la hasta cierto punto enérgica respuesta delgobierno estadunidense al incautar el barco Arrow, en-torpecer el abastecimiento de Walker e incluso aceptar lapresión diplomática del gobierno mexicano a través de surepresentación en Washington, D.C.

La invasión de Walker fue más allá de ser una simplelocura personal impedida por otro solitario, al que suscontemporáneos llamaban “bandolero”: Antonio MaríaMeléndrez. Esto se deduce porque la salida de CastilloNegrete de La Frontera después del sitio del rancho dePedro Gastélum, o Fort McKibbin, se debió en parte a queno pudo aglutinar a todos los frontereños porque no letenían confianza o por la división interna de los ranche-ros. De ahí que le fuera más fácil a Meléndrez, siendoresidente y yerno de uno de los rancheros más respeta-dos (José Luciano Espinosa, de Santo Domingo), reunir alos hombres y mantenerlos hasta la salida de Walker yaun después. Sin embargo, en general no se percibe unagran actividad de los rancheros en la defensa de la re-gión, por lo que muchas de las familias se refugiaron enSan Diego, donde permanecía Castillo Negrete, nominal-mente la autoridad de La Frontera.

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Esta crisis interna corre de diciembre de 1853 a mayode 1854, originando una catástrofe económica y demográ-fica para los rancheros, no por los muertos sino por lamigración de las familias: “[...] Hasta ahora, han emigradodieciséis familias, y a las demás no las dejan salir”, comose estableció en el informe de Castillo Negrete del 15 deabril de 1854 (León-Portilla y Muriá, 1992-I:179). Esta cri-sis se sumó a la de 1851-1852 para afectar gravemente aLa Frontera, y los reclamos no se hicieron esperar:

“Me causa un gran sentimiento ver que no se ha protegido unpaís [La Frontera] en que se ha hecho una defensa heroica, a laque hasta las mujeres han prestado su servicio, escoltando pri-sioneros, porque los hombres estábamos al frente del enemigo.Tan lejos de la capital, tan exhaustos de todo recurso y tanfaltos de comunicación podremos haber sido olvidados, y estodesanima a los que se han acreditado de buenos mexicanos,prefiriendo emigrar en la desgracia y vivir en la miseria antesque sufrir el yugo pirático ni extranjero” (León-Portilla y Muriá,1992-I:179).

Aquí no puedo dejar pasar la oportunidad de plantearlas siguientes preguntas: ¿y las autoridades de La Paz,Mazatlán, o la ciudad de México? ¿Por qué no enviaronun contingente en apoyo de La Frontera? Se sabe queestaban informados y oportunamente desde los consula-dos de San Diego y San Francisco. Tal vez la respuesta lapuede dar un contemporáneo de los sucesos, UrbanoUlises Lassépas, quien en marzo de 1861 informó al mi-nistro de Relaciones Exteriores sobre una supuesta inva-sión filibustera a La Frontera en ese año, indicando:

“La fuerza de Sinaloa, espero, restablecerá seguramente la pazque ha turbado esa expedición pirática, y no sucederá con elgobernador Vega lo que aconteció en 1854, que contándose enLa Paz con una guarnición de mil hombres, se dejó a Walker encompleta libertad de talar cuatro meses y medio los campos deLa Frontera” (León-Portilla y Muriá, 1992-I:100-101).

Regresando al tema: en abril de 1854 los vecinos de LaFrontera preguntaron al cónsul Luis N. del Valle acercade quién debía indemnizarlos por los daños que causó la

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incursión de Walker: Estados Unidos o México. La pre-gunta nos parecerá obvia ahora; lo interesante es que losfrontereños la hicieron de manera formal:

“Las indemnizaciones con que se deben satisfacer los perjuiciosy ultraje inferidos a los habitantes del Partido Norte de la BajaCalifornia, con motivo de la invasión pirática procedente de esepuerto [San Francisco] compuesta de ciudadanos norteameri-canos, es objeto de dudas entre algunos, que vacilan si debenpagarlas Norteamérica o México” (León-Portilla y Muriá, 1992-I:176-177).

Poco después, por un memorando del cónsul Bonilla demayo de 1854, expedito para los tiempos y las distanciasde entonces, recién salido Walker y su gente de La Fronte-ra, se les informaba a los vecinos que “‘[...] México no tieneobligación de hacer indemnizaciones de ninguna clase enel presente caso’” (León-Portilla y Muriá, 1992-I:183-184).

En cuanto a los indígenas, en la primera crisis inter-na, la de 1851-1852, no hay referencias de que participa-ran de manera activa, pero en el caso de la crisis de Walker(1853-1854) algunos de ellos sí tuvieron actividad, y enlos casos concretos de ataque o robo de ganado a las tro-pas de Walker los indígenas cucapá los realizaron en gran-des contingentes, cuando el invasor intentaba llegar a So-nora. En realidad, no se sabe de participaciones de gru-pos más o menos numerosos de indígenas. No obstante,los pocos indígenas que actuaron fueron decisivos en losmomentos críticos de los enfrentamientos. Por ejemplo:

“[…] Un indio, conocido por buen tirador entre los habitantesde la Baja California, fue el que disparó el fatal tiro contra elteniente McKibbin y quien hirió a los demás: el arma de quehizo uso fue un rifle” (León-Portilla y Muriá, 1992-I:151-154).---“[Juan Mendoza] seguido de un grupo de indígenas que lanzabanfuertes alaridos, arremetió contra el ganado que pastaba libre-mente y despreciando a los aventureros [de Walker] que les dis-paraban, logró [nótese el singular] sustraerlos y llevarlo [el gana-do] a San Vicente [...]” (Walther Meade, 1988:60-61).---“La banda de Walker ha quedado reducida a unos treinta y cin-co hombres [para abril]. Salió con noventa para el río Colorado:

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los indios liquidaron el ganado robado, se le desertaron 20 [desus hombres] que se presentaron al fuerte del Río [Fort Yuma],se le separaron otros cuarenta [posiblemente indígenas] y re-gresó para San Vicente [...]” (León-Portilla y Muriá, 1992-I:181).

El periodo que va de mayo de 1854 a junio de 1855, cuan-do fue fusilado Meléndrez, es bastante oscuro. AdalbertoWalther Meade da la idea, a pesar de lo confuso de su libro,de que Meléndrez realizó varias campañas contra los indí-genas de la zona, sin quedar claro el motivo. No obstante,hay que señalar que en todas las regiones de México dondela autoridad se debilitó o desapareció los grupos indígenasrecuperaron o intentaron recuperar parte de su propia au-toridad y su capacidad para realizar actos considerados comodelitos por la gente “de razón”. Recuérdese que el ganadovacuno y caballar se había convertido en parte de la dietaindígena durante el siglo diecinueve, y ante la falta de quiencuidara los animales o por el permiso concedido por los ene-migos de algún ganadero, los grupos indígenas de prontoabrían su temporada de caza.

Son entendibles, pues, los esfuerzos que Meléndrezhacía por controlar a los indígenas de La Frontera, ya quelos que padecieron los efectos de la falta de autoridad, lascrisis internas y la guerra entre 1849 y 1861 fueron losrancheros y los indígenas cristianizados y sus familias,quienes posiblemente representaban un 20 por ciento dela población total. El otro 80 por ciento vio una magníficaoportunidad de abastecimiento y de recuperar parte desu poder frente a los “otros”. Así, para 1870, cuando sedescubre oro en el valle de Ojos Negros y se funda el Realde Castillo, mucha de la sociedad frontereña había sufri-do grandes pérdidas de sus aglutinantes económicos ysocioculturales, lo que motivó una falta de instrumentosde transmisión de la herencia misional y posmisional.

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El investigador Marco Antonio Landavazos, en un es-tudio sobre la parte sur de la península, señala que, “Enmuchos sentidos, Baja California era –fuera de toda iro-

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nía– la periferia de la periferia” (1994:103, nota 37). Eneste sentido, en el siglo diecinueve La Frontera era la pe-riferia de la periferia de la periferia (con todo e ironía), yesto era un sentimiento presente en ese momento históri-co. Por ejemplo, en septiembre de 1877 Andrés L. Tapiainformó sobre otro supuesto movimiento filibustero con-tra La Frontera, y que él se quedaba

“[...] al frente del gobierno para defender esta capital [La Paz] ylos partidos del sur y del centro [hasta San Ignacio], que esdonde se encuentra verdaderamente la parte productiva y po-blada del país [Baja California] y la que por consiguiente llama-ría la atención del enemigo de preferencia a la parte despobladay desprovista de recursos [o sea La Frontera]” (León-Portilla yMuriá, 1992-II:268-269).

A grandes rasgos, se puede apreciar que la región quehoy denominamos “fronteriza”, es decir, la mitad norteñadel actual estado de Baja California, nació como un espa-cio de frontera cultural entre dos conjuntossocioculturales: los indígenas nómadas yumanos y los oc-cidentales novohispanos y californios. De ser frontera degentilidad, espacio del imaginario católico de la lucha con-tra el mal, se transformó en espacio imaginario de la lu-cha de la civilización contra la barbarie. Después se con-vertirá en el espacio donde se establecería una fronterapolítica entre dos países, a la cual, por este hecho y por laexpansión estadunidense, llegará el imaginario de la fron-tera turneriana, del individualismo que se forja frente ala adversidad del agreste oeste. Así, antes de ser regiónfronteriza, este espacio fue frontereño: una forma parti-cular de expansión de la civilización occidental; esto es,una frontera cultural donde, como señala Andrés FábregasPuig, “La cultura no es una esencia, sino que es creada yreinventada en concreto, transmitida por las relacionessociales, cambiante, en movimiento permanente. Por elloapunté que si algo caracteriza a las fronteras culturaleses su movilidad” (2003:13).

Esa frontera cultural o “paisaje cultural”, como la de-nominaba Peveril Meigs, nos permite reconocer que esassociedades que poblaron y habitaron las regiones que

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después llamamos “fronterizas” cuentan con un devenirhistórico y demográfico que no son los “antecedentes” deuna época mejor y más desarrollada, en un sentidoevolucionista, ni tampoco son proyectos fallidos de unamodernidad supuestamente triunfante en el siglo veinte.Su estudio no debe dirigirse a “comprender mejor el pa-sado de la frontera”, como concluyó Patricia Fernándezde Castro (1996:92), sino que debemos estudiarlas en suhistoricidad, y eso hará posible que conozcamos mejornuestro presente de “fronteridad” contemporánea, que talvez ya fue superado por una “posfronteridad” a raíz de loseventos del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.

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Con el nombre de “El Pueblo de Nuestra Señora la Rei-na de los Ángeles de Porciúncula”, en 1781 fue fundadala ciudad que hoy se conoce simplemente como Los Ánge-les. Aun no siendo la capital política de California, el es-tado más rico y poblado de Estados Unidos, Los Ángeleses para cualquier otro fin práctico el centro de activida-des más importante del mismo y de todo el oeste de laUnión Americana. Actualmente, resulta casi indispensa-ble al hablar de la ciudad angelina considerar no única-mente su área metropolitana, sino también a la regiónmayor conocida como “Sur de California”, ya que cadavez resulta más difícil distinguir o separar una de la otra.El término en sí es confuso. Para algunos, el sur deCalifornia sólo implica a la región de cinco condados queforman el área metropolitana de Los Ángeles (Los Ánge-les, Ventura, Orange, San Bernardino y Riverside); paraotros, el sur de California comprende el área geográficaque se extiende desde el norte de Los Ángeles hasta elextremo sur de California, hasta la frontera con México,incluyendo a San Diego.

Quizá como ninguna otra región de Estados Unidos, elsur de California simboliza y resume la historia del sigloveinte estadunidense. Primero el oro, luego la plata, des-pués la agricultura y, por si esto fuera poco, el petróleo brin-daron a California durante la segunda mitad del siglo dieci-nueve un ímpetu y una energía que fueron imposibles defrenar una vez llegado el siglo veinte. De pronto, la aislada ylejana Alta California se convirtió en el blanco de una de lasmás grandes y rápidas migraciones en la historia humana.Esta desenfrenada energía primero se concentró en el nor-te, durante el auge minero. San Francisco fue durante lasegunda mitad del siglo diecinueve la ciudad más impor-tante de California. Con la llegada del siguiente siglo, la ola

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migratoria y la atención de los inversionistas empezaron atrasladarse hacia el soleado sur de California.

Como toda gran ciudad, Los Ángeles ha propagado através del tiempo su influencia a enormes distancias.Desde el inicio del siglo veinte, tras una corta competen-cia con el puerto de San Diego por la supremacía en laregión, la ciudad dejó sentir su fuerza a lo largo y anchodel sur de California, cruzó la frontera con México y defi-nió mucho de lo que pasaría allí.

De 1890 a 1915, la población conjunta de Los Ángelesy San Diego creció casi 10 veces, llegando a alrededor de400 mil y 50 mil habitantes, respectivamente. Duranteese periodo, en la región crecieron con el mismo ímpetuun gran número de asentamientos urbanos de menor ta-maño. Con el avanzar del siglo veinte los antesdesperdigados asentamientos de la zona empezaron aconurbarse y a tender lazos económicos, sociales y detransporte entre ellos, haciendo difícil identificar dóndeterminaba uno y dónde empezaba el otro. A pesar de lasintenciones de muchos de sus residentes, quienes bus-caron establecer ciudades que pudieran poseer un talan-te metropolitano mientras mantenían amenidadessemirrurales, el sur de California se convirtió en un in-discutible lugar urbano, integrado y complejo.

Los Ángeles ha sido comúnmente percibida como unaexcepción a la norma de la cultura urbana de Estados Uni-dos. Las imágenes de una ciudad que se caracteriza porun estilo de vida caprichoso, hedonista y relajado, en uncontexto de crecimiento urbano desmedido, autopistas, sol,playa y smog, han sido fomentadas y exageradas por elcine y la televisión que Hollywood le ha vendido al mundo.Efectivamente, en muchos sentidos Los Ángeles es indis-cutiblemente diferente a otras ciudades de Estados Uni-dos y del mundo. Por ejemplo, se halla en un marcadocontraste con Chicago, la ciudad considerada universal-mente como el prototipo de la metrópolis industrial. Du-rante muchas décadas, los urbanistas han analizado lasciudades del mundo con base en los preceptos de la Es-cuela de Chicago (Chicago School), que se sustentan enuna ciudad que se desarrolla y crece hacia afuera en cír-

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culos concéntricos cuyo eje es un centro fijo. En el caso deLos Ángeles, el desarrollo se cimentó en centros múltiplesy dispersos, de relativamente baja densidad y con enclavesmulticulturales y multiétnicos, que con el tiempo fueronformando un gran mosaico urbano. Algunos académicosempiezan a hablar ya de la Escuela de Los Ángeles.1

Por otra parte, la diversidad cultural de la región pre-senta características únicas. El sur de California ha sidoun destino popular para la migración internacional, quelo ha convirtido en una de las áreas con mayor diversidaddel planeta. El condado de Los Ángeles, a nivel nacional,cuenta con el mayor número de estudiantes extranjeros yresidentes nacidos en el extranjero. La Universidad delSur de California (USC), por sí sola, contaba a inicios de2004 con más de 6 300 estudiantes extranjeros, sin con-tar a aquellos estudiantes que son ciudadanos naturali-zados. La diversidad cultural, racial y étnica resultantede estas oleadas migratorias tiene profundas repercusio-nes sociales; por ejemplo, en 1999, un especialista en es-tudios de religión, John Orr, identificó más de 600 fesindividuales que se practican activamente en la zona. Po-cas personas, más allá del sur de California, cuentan conuna apreciación acertada de lo que es la región, de quie-nes viven ahí y de lo que pasa en ella.

La zona metropolitana de Los Ángeles es la segunda másgrande de Estados Unidos y ocupa aproximadamente elonceavo lugar en el mundo. Los cinco condados que cons-tituyen la ciudad comprenden sólo el cinco por ciento de lasuperficie total de California, pero en ellos se encuentramás de la mitad de la población del estado y del ingresopersonal de la misma. De 1960 a 1990, la población de lazona metropolitana se duplicó a 14.5 millones de habitan-tes (a Nueva York le tomó 150 años para crecer a dimen-siones equivalentes). Se espera que en el transcurso de lapresente década Los Ángeles se convierta en el centro ur-bano más grande de Estados Unidos, rebasando a NuevaYork. Desde 1994, el distrito aduanal de la ciudad rebasóal de Nueva York para convertirse en el de mayor número

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de operaciones de exportación e importación del país. Laregión es bien conocida por su prosperidad económica sinprecedentes y por sus extaordinarios patrones de consu-mo. Solamente en la ciudad de Los Ángeles se venden dosmil automóviles diarios, incluyendo el 20 por ciento de to-dos los Rolls Royce registrados en Estados Unidos. Se cal-cula que para satisfacer sus necesidades de agua la ciu-dad utiliza a la tercera parte oeste del territorio estaduni-dense como cuenca.

Tras empezar como una región con poco o ningún po-tencial urbano aparente, Los Ángeles y el sur de Californiase han convertido con una extraordinaria velocidad enuna de las zonas metropolitanas más importantes delmundo. Carey Williams es quien quizá ha articulado me-jor en palabras este fenómeno, cuando en 1949 escribió:“En otros lugares, el ritmo del desarrollo fue lento al prin-cipio, y gradualmente aceleró al acumularse energía. Peroen California las luces se encendieron todas a la vez, enun destello, y nunca se han oscurecido.”2

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La acumulación de energía y prosperidad que se pre-sentó en el sur de California durante el siglo veinte diopie para propiciar al principio del siglo, y consolidar du-rante el resto del mismo, el desarrollo urbano, social yeconómico de Baja California, México. Tijuana y Mexicali,y en realidad todo el norte de Baja California, deben sunacimiento y desarrollo inicial durante las primeras dé-cadas de ese siglo al fenómeno mayor que representó elexplosivo desarrollo del sur de California.

Si bien el dinamismo del sur de California fue impre-sionante durante el siglo veinte, el de Baja California fueigualmente importante, en especial en el contexto del de-sarrollo nacional mexicano. Baja California es ya el deci-moquinto estado más poblado del país, cuando hace sóloun siglo era la región más aislada y despoblada de México

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(a finales del siglo diecinueve Tijuana era un pequeñopoblado con un edificio de aduana rodeado por algunoscobertizos y unas cuantas edificaciones de madera; En-senada, un puerto de 200 habitantes en 1883; Tecate,una pequeña colonia agrícola, y Mexicali era completa-mente inexistente). Hoy, Tijuana y Mexicali, que concen-tran más del 80 por ciento de la población del estado, sondos de las ciudades de mayor dinamismo económico ydemográfico en México. El estado, como un todo, cuentacon uno de los mayores niveles de vida del país. Segúncifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía eInformática (INEGI), en 2004 Baja California contó con unatasa de crecimento de 7.3 por ciento, la segunda más altade cualquier entidad del país en ese año, sólo detrás deQuintana Roo (8.8%) y muy por encima del promedio na-cional de 4.4 por ciento. Por otra parte, durante el mismoaño Tijuana contó con el índice de desempleo más bajoentre las ciudades grandes y medias del país.

En 1848, el Tratado de Guadalupe-Hidalgo dio fin a laguerra entre México y Estados Unidos. Sus estipulacio-nes incluían el trazo de una línea de límite internacionalentre Alta California y Baja California. Antes de 1848, laBaja y la Alta California habían siempre sido una solaregión con una historia común, incluyendo las eras pre-colombina, de la conquista y de la naciente nación mexi-cana. Y desde 1848, a pesar del tratado, la relación e in-terdependencia entre las dos Californias ha continuado.El relato de ambas es en realidad una sola historia regio-nal. Más específicamente, las principales ciudades de Cali-fornia (Los Ángeles y San Diego) y las de Baja California(Mexicali y Tijuana) forman parte de la misma narrativadel surgimiento de una ciudad mundial integrada.

Tras la firma del tratado de 1848, Baja California pasóa ser parte de la periferia olvidada de México. Los centrosurbanos que ahí surgieron se encontraron más ligados ala suerte de California que a la de su propio país. Porejemplo, en 1904, Mexicali, un pequeño caserío que cons-taba de una sola calle sin pavimentar, con humildes ca-sas de madera y adobe, se encontraba ya conectada porferrocarril a la ciudad de Los Ángeles. Tuvieron que pasar

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44 años más para que Mexicali estuviera conectada alsistema ferrocarrilero mexicano.

La nueva posición de la frontera originó que surgieranpoblaciones donde nunca habían existido. Tijuana, Tecatey Mexicali, que de hecho aparecen en parte del territorioque antes pertenecía a la Alta California (la frontera his-tórica entre la Alta y la Baja California se encontraba alsur de la actual línea divisoria entre México y EstadosUnidos), son resultado directo de las fuerzas y activida-des económicas y sociales californianas. En el caso espe-cífico de Mexicali y Tijuana, su desarrollo inicial se vioíntimamente ligado a la agricultura y al turismo del esta-do vecino, respectivamente.

En muchos sentidos, el sur de California y el norte deBaja California ya no representan polos de crecimientoseparados dentro de cada nación. Se han unido en unasola ciudad-región, o ciudad regional, que en la actuali-dad rebasa los 20 millones de habitantes y que se en-cuentra bisectada por una frontera internacional. Estagran ciudad regional, a la que podríamos llamar “BajaltaCalifornia”, se encuentra más en sintonía con fuerzas in-ternacionales que con cualquier suceso que se esté desa-rrollando en el frente doméstico.

Hoy, desde el norte de Los Ángeles hasta Ensenada,pasando por San Diego y Tijuana, se extiende una man-cha de urbanización continua de aproximadamente 350kilómetros, con la excepción de dos pequeñas interrup-ciones: el Campo Militar Pendleton, al norte de San Diego,y un tramo de alrededor de 18 km al norte de Ensenada.Esta gran región urbana binacional es enorme, complica-da, y se encuentra densamente poblada; cuenta con cen-tros múltiples, es multicultural y multilingüe. Es una ciu-dad de talla mundial, cuya relevancia nacional e interna-cional se encuentra en auge, en el contexto de un sistemaglobal en el que la influencia económica y política estátrasladándose con rapidez del Océano Atlántico al Océa-no Pacífico. Muchos especialistas alegan que si bien Nue-va York fue la capital del Siglo del Atlántico, esta granmegalópolis binacional será la capital global del Siglo delPacífico.

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Más allá de ser el lugar físico donde un país termina yel otro empieza, la frontera entre México y Estados Uni-dos es asimilada cada vez con más frecuencia como unespacio donde ambos países se traslapan y mezclan. Esun lugar/espacio físico y mental de tránsito, pausa y con-tención.

En este espacio intermedio y de traslape coexisten y semutan simultáneamente elementos de diferentes mun-dos, un proceso al que se puede referir como una condi-ción posfronteriza, en la que las fronteras internacionalespierden importancia en nuestras vidas. Este proceso estátransformando los centros urbanos de ambos lados de lafrontera y creando una borrosa macrofrontera.

La condición posfronteriza es un fenómeno transnacio-nal que se extiende más allá de la frontera-la línea. Lafrontera está presente en todos los aspectos de nuestravida, sin importar donde vivamos. En las palabras delescritor Carlos Monsiváis, es una frontera portátil. Estácon nosotros en Tijuana y San Diego, en Los Ángeles y laciudad de México, en Nueva York y Oaxaca.

La creación de una cultura posfronteriza se lleva a caboen la mente de la gente, en lo que hacen y en los lugaresque construyen. La producción cultural en la actual BajaltaCalifornia es una consecuencia de las tensiones entre Méxi-co y Estados Unidos. Según Néstor García Canclini,3 estastensiones producen una hibridación que encierra tanto dis-locación (asociada con la migración) comodesterritorialización (ligada a la globalización ). En el in-tento por explicar lo que está sucediendo en este mundode hibridismos, se ha considerado a Bajalta California comouna ciudad posfronteriza. En términos formales, una ciu-dad posfronteriza se define como una colección de dos omás zonas urbanas que existen en una relativamente cer-cana proximidad geográfica y que se encuentran bisectadaspor una frontera internacional, pero que funcionan comouna sola aglomeración integrada. Estos complejos urba-

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nos pueden existir en una variedad de escalas, incluyendola metropolitana y la local. Pueden también ser altamenteasimétricos en términos del tamaño del asentamiento enambos lados de la frontera. Una ecología posfronteriza esuna manifestación física o mental de la fusión de tradicio-nes culturales, económicas, sociales y políticas, pero quefrecuentemente se manifiestan como actividades o conduc-tas de gran originalidad, incluyendo la importación de prác-ticas de consumo y la formación de hibrideces culturales yadaptaciones lingüísticas. En su conjunto, la combinaciónde percepciones mentales y prácticas materiales define unacondición posfronteriza.

El surgimiento y la significación de estas hibridacionesson un aspecto relativamente desatendido de laglobalización. Hibridación no es lo mismo que integración,pues en ésta las interdependencias se desarrollan mien-tras los antecedentes permanecen inalterados. En princi-pio, hibridación e integración pueden desarrollarse demanera independiente sin una conexión necesaria. En lapráctica, en ocasiones concurren en su desarrollo, ac-tuando de maneras mutuamente reforzantes, aun cuan-do funcionalmente no sufran modificaciones.

Defino a la integración como un contacto de acuerdomutuo que conlleva a interdependencias que provocanun muy pequeño o ningún cambio en las partes en con-tacto y que no requiere de su proximidad geográfica, fu-sión o adyacencia. Aun integrados, la constitución esen-cial de las partes en contacto permanece intacta, sobera-na y sin alteración. En contraste, la hibridación es uncontacto que crea formas y prácticas novedosas, que exis-ten independientemente de formas y prácticas anteceden-tes, y que requiere que los agentes involucrados se en-cuentren geográficamente adyacentes para que su pro-ducción ocurra. En pocas palabras, los híbridos se origi-nan cuando culturas diferentes se encuentran en el mis-mo lugar para crear algo que no existía. Para ilustrar mejoresto: cuando los criminales son transportados a través defronteras internacionales de acuerdo con tratados de ex-tradición, la integridad esencial de los sistemas legalesde las naciones involucradas no se encuentra comprome-

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tida, pero sí hay integración. Sin embargo, cuando unosextranjeros arriban a una ciudad o región y crean unanueva cocina que no existía ni en el país de origen ni en elde destino, entonces hay hibridación.

Se aconseja cautela en el uso de estas dos categorías,las cuales son permeables y, por lo tanto, a veces impre-cisas. Así, los miles de millones de dólares que los traba-jadores mexicanos en Estados Unidos envían a su paísno únicamente representan una forma de integración eco-nómica, sino también pueden generar desintegración ehibridación cultural.

Resulta cada día más claro que el vórtice de tiempo-espacio al que llamamos ciudad determinará el rumbo delsiglo veintiuno. El mundo humano está rápidamente con-virtiéndose en un mundo urbano. En los inicios del sigloveinte, menos de uno de cada diez habitantes del planetahabitaba en ciudades. Sin embargo, para el año 2000 porprimera vez en la historia de la humanidad más personasviven en ciudades que en áreas rurales. A las ciudadesmundiales tradicionales, como Londres, Nueva York, Parísy Tokio, se han sumado una serie de megalópolis, inclu-yendo varias del mundo en desarrollo (Los Ángeles, ciudadde México, Shanghai y São Paulo). Estas enormes ciuda-des-regiones son centros de control y mando de la nuevaeconomía global. Su surgimiento se debe en gran medida acuatro dinámicas sociales principales:

— globalización, entendida como la tendencia hacia unaeconomía de mercado a escala mundial, facilitada pormarcos institucionales y tratados como la Organiza-ción Mundial de Comercio (OMC) y el Tratado de LibreComercio de América del Norte (TLCAN), respectivamen-te, y dominada por corporaciones y organizacionescriminales transnacionales;

— sociedad de redes, una forma específica de reestruc-turación socioeconómica basada en las telecomuni-caciones, la revolución de la información y la econo-mía de servicios;

— polarización social, referente a la cada vez más pro-funda desigualdad entre ricos y pobres, tanto dentro

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como entre naciones, impulsada por cambios econó-micos y traslados ideológicos hacia un estilo conser-vador de gobierno (por ejemplo, a favor de laprivatización);

— hibridación, entendida como una intensa mezclasociocultural y racial/étnica, asociada principalmen-te con migraciones internacionales masivas, tras elfin de la Guerra Fría, y

— sustentabilidad, la aparición de una conciencia mun-dial sobre la necesidad de proteger y conservar losrecursos naturales, y manejar el crecimiento urbanocon el fin de garantizar la viabilidad futura del hábitatterrestre minimizando el impacto ecológico de las ac-tividades y asentamientos humanos.

Estas cinco tendencias no se encuentran siempre ensincronía y sus sinergias pueden ser profundamente con-tradictorias. Quizá aún más importante es la clara dico-tomía que existe entre la globalización económica y unapolítica que se torna cada vez más localista. Conforme laglobalización económica avanza aceleradamente, se acen-túa la carencia de recursos de que disponen las estructu-ras e instituciones de los Estados-nación y el derecho in-ternacional para enfrentar el reto que esa globalizaciónimplica.

Conforme emerge el nuevo orden mundial, políticos eintelectuales, empresarios y ciudadanos comunes se es-fuerzan por comprender qué es exactamente lo que estásucediendo en nuestras vidas. La Revolución de la Infor-mación ha puesto en marcha fuerzas que probablementeconlleven consecuencias tan profundas como las de lasrevoluciones Agrícola e Industrial de siglos pasados. Unode los lugares de mayor prominencia donde lasconjugaciones del nuevo orden mundial se están gestandoes, precisamente, Bajalta California. Es un lugar dondelas cartografías mentales y materiales están continuamen-te rehaciéndose para crear algo nuevo. Es un espacio-fronterizo donde se forman hibrideces culturales, dondepersonas de diferentes etnicidades y clases y diferentesraíces geográficas y culturales convergen diariamente para

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rehacer la región. Observemos bien a esta región: su fu-turo no es únicamente importante para México y EstadosUnidos, sino también para el mundo entero.

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Las fronteras son demarcaciones geopolíticas construi-das en su mayoría a partir del conflicto y la violencia. Enalgunas regiones del mundo siguen siendo espacios detensión permanente, zonas de turbulencia y de fantas-mas; en otras, en cambio, hacen posible el intercambio yla cooperación. Son delimitaciones territoriales, por su-puesto, pero también poseen una dimensión simbólica:son culturales en la medida en que actúan en la configu-ración de los imaginarios sociales. Como todo horizontefinito, hecho de símbolos y alambradas, las fronteras in-tervienen en la construcción de las identidades, dan sus-tento a las quimeras nacionales, definen la perspectivade lo propio y de lo ajeno, y posibilitan el reconocimientode la alteridad. Si las sociedades necesitan fronteras paracontener el caos y el infinito, para fijar lo interno y loexterno, para hacer comprensibles las dimensiones delmundo, las fronteras geopolíticas, en particular, expre-san los agitados itinerarios de los Estados nacionales, susencuentros y desencuentros, las pasiones, destinos y pa-radojas de sus artífices. En torno a las fronteras físicasse nutren y se transforman las fronteras culturales, esdecir, los contornos simbólicos e imaginarios; aquello quenos identifica como miembros de una nación, de una re-gión, de una memoria social, de una forma de vida y per-cepción del mundo: la identidad, o mejor dicho, las iden-tidades.

En El laberinto de la soledad, Octavio Paz (1999) nosrecuerda que la identidad no es una esencia sino unahistoria. No es una inmanencia estática o un contenidoinmutable, sino una forma de percibir, valorar, creer y

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actuar con relación a las dinámicas del mundo social. Demodo que las identidades se fraguan al interior de com-plejos procesos de formación y mutación histórica, conlos que se van constituyendo esquemas sociales de per-cepción, valoración e interacción alrededor, por ejemplo,de lo étnico, lo lingüístico, lo religioso, lo político, lo eco-nómico, lo familiar, lo generacional, etc., y a partir de lossistemas simbólicos mediante los cuales las comunida-des construyen sus relaciones, tanto objetivas como sub-jetivas, con el tiempo y el espacio: articulaciones que nosrevelan el lugar de las tradiciones en el presente cotidia-no y su empleo en la proyección del futuro.

Al mismo tiempo, las identidades son relativas, estándefinidas por sus contrapartes: las alteridades. Frente ala noción de joven surge la de niño o anciano; frente a lade mujer, la de hombre; frente a la de urbano, la de rural,y para efectos de este ensayo, frente a la de mexicano, lade estadunidense, pero también la de chicano. En efecto,las identidades se construyen con relación a lasalteridades, con aquello ajeno y distinto que nos define y,sin duda, nos complementa y transforma. Sin embargo,estas definiciones o afirmaciones del yo y del nosotrosoperan en la cotidianidad bajo formas dinámicas dondelas fronteras nominales y referenciales no siempre sonclaras. Esto se debe, sin duda, a que las identidades es-tán configuradas a partir de lo complejo. La complejidad,entendida no como sinónimo de dificultad sino como me-táfora de aquello que se constituye con múltiples ele-mentos, es quizá la cualidad fundamental de las identi-dades. En la medida en que se componen de lo heterogé-neo, de lo plural, los perfiles identitarios de cada comuni-dad poseen no sólo diversas propiedades e influencias delo otro, sino también distintas orientaciones, impulsos ytiempos históricos que conviven y luchan por imponerseen la cotidianidad.

Por último, debemos anotar que las identidades son con-tradictorias. Sus propiedades no tienen necesariamente co-rrespondencia entre sí, ni se comportan obligadamente deacuerdo con sus premisas fundacionales; más aún, mu-chos rasgos identitarios de orígenes disímiles y trayecto-

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rias opuestas parecen articularse y transformarse en elhorizonte cultural de las sociedades actuales, en acentua-dos procesos de desterritorialización y reterritorialización.Éste es, tal vez, uno de los rasgos más interesantes en laconformación de las identidades fronterizas contemporá-neas. Es necesario reconocer, de acuerdo con Néstor GarcíaCanclini,

...que la pérdida de arraigo de las prácticas culturales respectode espacios cerrados y de repertorios locales o nacionales esmucho más que la consecuencia del llamado imperialismo cul-tural. Deriva de la radical reorganización de las formas de pro-ducción y circulación de los bienes simbólicos generada porcambios tecnológicos, por la fluidez de las comunicaciones y lasmigraciones (García Canclini, 1990:41).

Estas confluencias de realidades plurales, representa-das en la fragmentación y mezcla de los productos sim-bólicos, la desterritorialización de las experiencias cultu-rales y la expansión de los géneros impuros, son lo queeste sociólogo viene ensayando bajo el término de cultu-ras híbridas (García Canclini, 1990). En síntesis, pode-mos afirmar que las identidades se construyen, son cam-biantes, complejas, relativas, heterogéneas y contradic-torias. La idea de que las identidades no son sino queestán siendo, en dinámicas que oscilan entre la consis-tencia y la ambigüedad en distintos planos o dimensio-nes, nos permite suponer que estos dispositivos de reco-nocimiento y adaptación están lejos de ser invariables yabsolutos. De allí que las decisiones que la gente toma,incluso en situaciones extremas como la migración, nosiempre tienen como fundamento una idea precisa delos propios sujetos o de la comunidad de referencia. Yen la medida en que las identidades no siempre son con-sistentes, los procesos de legitimación y de resistenciacultural están abiertos en muchos niveles a la negocia-ción, a la resemantización, a la interculturalidad; lo an-terior no excluye que otras dimensiones de la identidad,generalmente asociadas a la tradición, sean sin dudamucho menos flexibles. El caso de los migrantes nosmuestra cómo los ámbitos de construcción y expresión

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de las identidades más identificados por los estudiosos,como son el territorio, la etnia, el parentesco y la lengua,hoy revelan algunos síntomas de mutación acelerada:desterritorialización y reterritorialización de las prácticasculturales, redefinición de lo étnico, recomposición de lofamiliar, metamorfosis tanto de las redes sociales comode las relaciones de intimidad, reinvención de la lengua(como el espanglish), y otras transformaciones significa-tivas que conviven y se fraguan con aquellos rasgosidentitarios que permanecen, o mejor dicho, que poseenotro ritmo de cambio.

A partir, pues, de estas nociones básicas intentaremostrazar a lo largo del presente texto algunas relaciones entreidentidades (nacionales y culturales), frontera y migra-ción, específicamente en torno a la problemática que com-parten México y Estados Unidos.

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A través de la historia, en torno a las fronteras delmundo han emergido y decaído las identidades colecti-vas. Durante mucho tiempo, algunas fronteras han re-presentado el último bastión contra la amenaza de losotros, de los extraños; han encarnado la trinchera contrala disolución del ser nacional. Fueron y siguen siendo es-pacios donde se expresan el poder, el miedo y la intole-rancia, y al mismo tiempo continúan definiendo los lími-tes del quehacer político y del orden jurídico-administra-tivo de los Estados al interior de sus territorios. Este pro-ceso de adscripción de las colectividades a un proyectode nación, a una idea de patria, a un imaginario socialconstituido mediante los relatos y símbolos del poder, po-demos denominarlo identidad nacional. Este sentir cons-truye sus argumentos desde el poder discursivo de losgrupos dominantes en contextos históricos dinámicos yen permanente tensión. Identificarse con la nación supo-ne un sentimiento de pertenencia a una comunidad his-tórica y a un universo simbólico capaz de definir lo co-

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mún y lo extraño. Ésta es, precisamente, la dimensióncultural de la soberanía que se ejerce en el espacio propiode las naciones. Si bien una de las características esen-ciales de la modernidad ha sido la consolidación de unsistema mundial de países autónomos, no debemos olvi-dar que durante los tres últimos siglos éstos se han dis-tinguido por la constante pérdida del control soberanocomo consecuencia de invasiones, guerras, alianzas, re-voluciones políticas y cambios económicos de distinta ín-dole. Ello explica el rol de la identidad nacional frente alas convulsiones internas y externas que progresivamen-te amenazan la permanencia de los Estados nacionales.

Pero si la identidad nacional se configura desde la ac-ción política, o sea, desde la introyección institucionalizadade una idea de patria, las identidades culturales se cons-truyen, en cambio, desde la vida cotidiana; es decir, des-de una matriz de creencias, valores, costumbres, ritualesy bienes simbólicos mediante los cuales los sujetos sesocializan y quedan integrados a diversos grupos y co-munidades al interior de una nación. La identidad cultu-ral es un dispositivo de autorreferencia y autonomización,en términos de capacidad para nombrarse a sí mismo. Alconjunto de identidades culturales desarrolladas en elseno de un Estado-nación podemos definirlo, en conse-cuencia, como cultura nacional. Es la suma de la diversi-dad étnica, lingüística, religiosa, tradicional, artística, et-cétera, que da forma y contenido a la patria.

Si bien es cierto que siempre hay elementos de lo na-cional en las identidades culturales, creemos también queestas últimas pueden configurar muchos de sus rasgosmás allá de los influjos del Estado-nación y sus corres-pondientes discursos sobre las fronteras. Las regionesculturales no necesariamente coinciden con los territo-rios nacionales. Basta con mencionar el caso de las co-munidades indígenas ubicadas alrededor de las fronterasnorte y sur de México. Cada comunidad autóctona, sepa-rada históricamente por los límites de Estados Unidos,México y Guatemala, se ha reinventado en la esfera de laidentidad nacional con base en matrices culturales co-munes. Son comunidades reales e imaginarias que han

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generado mecanismos de apropiación y resemantizaciónde las distintas retóricas nacionales y han desarrolladoestrategias particulares de resistencia, lucha, negociacióny adaptación a las condiciones que imponen los Estados,los diversos grupos sociales y los mercados tanto localescomo globales.

Este escenario tiende a acentuar su complejidad cuandointroducimos la variable de la migración. En los fenóme-nos migratorios están implicados diversos procesos de in-tercambio simbólico y mutación cultural tanto para lascomunidades que emigran como para las sociedades re-ceptoras. Más allá de sus regiones o países, los grupos demigrantes tienden a reproducir y legitimar su propio sis-tema de signos y símbolos, que pueden impactar (y sinduda enriquecer) las formas culturales de las sociedadesreceptoras. Estos procesos de desterritorialización yreterritorialización pueden observarse en comunidades demigrantes integradas a sus respectivos entornos (mexi-canos y centroamericanos en Estados Unidos, colombia-nos y ecuatorianos en España y el resto de Europa) cuyosrasgos culturales no corresponden del todo con la nacióndonde residen, no obstante su evidente adscripción al pro-yecto imaginado de nación. Así, muchas familias de ori-gen mexicano que radican en Estados Unidos pueden iden-tificarse plenamente con la problemática general de estepaís: trabajan, estudian, consumen, votan, participan y,sobre todo, sueñan y construyen su futuro en la UniónAmericana, pero al mismo tiempo se inclinan a preservarsu lengua, religión, comida, motivos de celebración, valo-res y normas. De este modo, observamos cómo se mez-clan los procesos de integración a un proyecto nacionalconstruido en Estados Unidos con un conjunto depremisas y comportamientos culturales propios de deter-minadas regiones de México, siempre en una dinámicade negociación y de intercambio simbólico desigual. Lahispanidad que hoy se funda en Estados Unidos es tanvigorosa desde el punto de vista de la teoría de las identi-dades, como distante de la hispanidad surgida enLatinoamérica a raíz de la conquista, y más lejana aún dela hispanidad forjada en la España de los Reyes Católi-

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cos. Distancia y cercanía, vínculo y extrañamiento de sumatriz cultural, es lo que define a la existencia actual demás de 27 millones de migrantes mexicanos y mexico-estadunidenses en Estados Unidos. La construcción dela nueva hispanidad estadunidense, conformada tanto pormexicanos como por chicanos e hispanoamericanos engeneral, ha supuesto la lucha política de varias genera-ciones de migrantes en favor de los derechos laborales,civiles y educativos, entre otros, en una nación que hasido incapaz de construirse a sí misma a partir de sudiversidad étnica y cultural.

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México y Estados Unidos comparten una frontera demás de tres mil kilómetros de longitud, trazada por ríos(Bravo y Colorado), infranqueables desiertos y altas alam-bradas, e integrada por centros urbanos que se extien-den a cada lado de la línea demarcatoria (Tijuana-SanDiego, Mexicali-Caléxico, Ciudad Juárez-El Paso, NuevoLaredo-Laredo, Reynosa-McAllen, Matamoros-Brownsville,los más importantes). Esta frontera fue establecida a raízde la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848,con el que México perdió más de la mitad de su territorio(Alta California, parte de Arizona, Nuevo México y ante-riormente Texas) como resultado de la guerra con el paísdel norte.

Las ciudades fronterizas son jóvenes; aunque algunasfechas de fundación se remiten a los siglos diecinueve,dieciocho y hasta diecisiete, sus perfiles metropolitanostienen alrededor de cien años. Estas características ur-banas se profundizaron desde fines de los años cuarentadel siglo veinte, después de la Segunda Guerra Mundial,con la finalización del Programa de Braceros, que marcóel regreso de Estados Unidos a México de miles de traba-jadores temporales, y con el comienzo de la etapa de in-dustrialización mexicana. De allí la cualidad de “escena-rios en construcción” que caracteriza a estas ciudades de

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la franja norte de México, que parecen, a la vista del ex-traño, universos inconclusos y desordenados. Y es quesus procesos de urbanización han sido tan aceleradoscomo dramáticos: en tan sólo un siglo, estos centros handesarrollado poblaciones de entre uno y dos millones dehabitantes, experimentando una alta demanda de infra-estructura, equipamiento y servicios. A manera de ejem-plo, entre 1998 y 1999 se trasladaron hacia las ciudadesde la frontera norte más de un millón doscientos milmigrantes laborales y potencialmente laborales provenien-tes de los estados del sur de la República, de los cualesalrededor del 50 por ciento obtuvieron empleo en los sec-tores industrial, comercial y de servicios, principalmente(EMIF, 2001:40, 143). La insuficiente planeación y la lentarespuesta a la crisis urbana de los últimos 40 años hanmodelado un perfil de ciudades oportunistas y flexibles,adaptables a las más diversas circunstancias, con voca-ción de reciclaje, dispuestas a aprovechar todo lo que elpaís vecino desecha.

Escenarios de la hibridación y la desterritorialización,las ciudades de la frontera norte han sido el sitio predi-lecto de la industria cultural (el cine, la música norteña,la prensa y los noticieros sensacionalistas, la historietapasional, la moda y la literatura) para sus fabulacionesmás reiteradas: la frontera como zona de quebranto de laidentidad nacional, región ambigua donde los fundamen-tos de la patria se desmoronan; imperio del delito y lailegalidad, lugar de narcotráfico, asesinatos, secuestros yprostitución, antesala del delirio y el caos; paraje margi-nal de migrantes y maquiladoras; tierra distante ypromisoria, sitio para comenzar, para fundar y soñar; ypor supuesto, teatro mortífero de la procesión de trabaja-dores indocumentados hacia Estados Unidos.1 En estasciudades, cuyos códigos culturales son cada vez más ur-banos y menos rurales, donde se fraguan territorios sim-bólicos cada vez más complejos y diversos, todo parece

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estar en emergencia, haciéndose paso a paso; son mun-dos que poseen escasos vínculos con el pasado y una in-tensa mirada hacia el futuro, como lo señala JesúsGalindo:

La cultura emergente se caracteriza por un pasado común muyreducido, por un acomodamiento a nuevas circunstancias apartir de un tiempo relativamente reciente, por la gestación denovedosas formas surgidas de la convivencia entre extraños y,algo muy importante, por la conformación de una comunidada partir de un fuerte impulso vital. La vida fronteriza no espara débiles y apocados, exige fuerza y voluntad (Galindo,1992:20).

Dado que el devenir de las comunidades se construyefundamentalmente en torno a las necesidades de trabajoy bienestar, los movimientos migratorios pueden expli-carse no sólo por la conformación mundial de los merca-dos laborales, sino también por los sistemas simbólicosque organizan la vida de las comunidades. Es por estoque la reflexión sobre los procesos socioculturales se haconvertido en una tarea indispensable de las ciencias so-ciales y, particularmente, de los estudios de frontera. Eneste contexto, podemos afirmar que pocas zonas fronteri-zas del mundo se atraen y se rechazan con tanta intensi-dad como Tijuana y San Diego. Ambas ciudades sinteti-zan la problemática de dos universos socioculturales, po-líticos y económicos opuestos y complementarios a la vez.Dos grandes mitologías se encuentran y se funden diaria-mente: la riqueza y vitalidad de la cultura mexicana y laeficacia y organización del mundo estadunidense. Sinduda, se alimentan una de la otra, pero también se repe-len y, en no pocas ocasiones, se satanizan recíprocamen-te. Para ilustrar esta dependencia, basta mencionar loque ya se ha vuelto un lugar común (y un datoesquizofrénico): la frontera Tijuana-San Diego experimentamás de 50 millones de cruces fronterizos legales al año.Según información de las aduanas, alrededor de 40 milvehículos atraviesan esta línea diariamente. Se trata derealidades múltiples y desniveladas que convierten a estafranja en un permanente espacio de tensión social,

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ecológica y política, pero también de vigoroso intercam-bio comercial, informativo y simbólico.

Permeable y hermética a la vez, la frontera crea y re-nueva sus códigos para cada grupo social, de acuerdocon la disímil distribución de los capitales económicos,sociales y culturales. Para los actores de clase media deambos países, esta zona es el trampolín hacia las oportu-nidades de inversión, desarrollo profesional, entreteni-miento, educación y consumo. En cambio, para los secto-res más empobrecidos de México representa un estrechopasadizo hacia el empleo, el encuentro familiar y la bús-queda de algo cercano al bienestar. Son muchas fronte-ras las que se levantan en el mismo territorio, y en tornoa ellas se despliegan intrincadas biografías, urdimbresde trayectorias y rutas de vida definidas por la desigual-dad del escenario social y nacional, pero también por lossueños, la voluntad y la energía individual.

Siempre emergente y anárquico, este mundo fronteri-zo tiende a confrontar día a día las distintas tradicionesjurídicas, democráticas, lingüísticas, religiosas, educati-vas y culturales de México y Estados Unidos. Más aún, lacomplejidad de este acontecer rebasa constantemente laspautas y acciones de las instancias reguladoras de am-bos países. Los marcos legales no alcanzan a normar yencauzar en su totalidad este universo colindante, don-de, por ejemplo, existen personas (migrantes locales) na-cidas en la Unión Americana que viven, trabajan y tienensu familia del lado mexicano, que conducen autos conplacas estadunidenses y que continuamente, por dere-chos de nacionalidad, cobran seguros y cuotas de desem-pleo y jubilación en Estados Unidos. Así, las combinacio-nes pueden resultar sumamente creativas. Aquello quelos organismos gubernamentales definen en términos ge-nerales como “frontera” puede experimentarse de diver-sas formas desde la vida diaria. Lo que las leyes estable-cen como fundamental puede resultar secundario segúnlas necesidades e intereses de los actores concretos. Lacultura puede percibirse en este caso como estrategia desobrevivencia, y la identidad, como un dispositivo de ne-gociación y adaptación al entorno, definido por su fun-

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ción práctica o instrumental. La perspectiva del fronteri-zo apunta hacia el aprovechamiento de las ventajas queofrecen ambos países. Se trata de ganarle a los sistemas.Las estrategias pueden ser tan variadas como los perfilessocioeconómicos de las familias binacionales, inclusoaquellas que se extienden hacia el interior de cada país.Padres, abuelos, hijos, hermanos, tíos, primos, etcétera,despliegan sus redes de relaciones, afectos y maniobrasde sobrevivencia a lo largo y ancho de ambos territorios:de Culiacán a Los Ángeles, de Chicago a Guadalajara, deColima a San Antonio, de Nueva York a Guanajuato, deSan Luis Potosí a Phoenix, de Fresno a Mexicali. Segúndatos del Conapo, de 1990 al 2000 emigraron a EstadosUnidos más de tres millones de mexicanos para estable-cer su residencia permanentemente.2

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Por supuesto, no todos ingresan a la Unión Americanade la misma forma. En la medida en que los sistemas devigilancia se han incrementado durante los últimos añosen las zonas urbanas, los flujos migratorios se han tras-ladado en gran parte hacia las zonas de montaña, desier-to, canales y ríos, aumentando las condiciones de riesgopara los trabajadores migrantes. Desde el inicio del Pro-grama Guardián en 1994, una iniciativa estadunidensepara asegurar su frontera con México, se ha registrado ala fecha la muerte de tres mil trabajadores migrantes,aproximadamente: deshidratados en el desierto, ahoga-dos en los canales y ríos, atropellados en las carreterasy vías rápidas, asesinados por “polleros” o balaceadospor agentes policiacos y grupos de cazadores deindocumentados.

En la zona urbana de Tijuana-San Diego, hasta laimplementación del Programa Guardián, el cruce ilegalde trabajadores hacia Estados Unidos se realizaba prin-

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cipalmente en tres puntos: en el Cañón Zapata, una lomaárida y sinuosa ubicada en la Colonia Libertad, al este dela ciudad; en Playas de Tijuana, el extremo oeste que des-emboca en el Océano Pacífico, y en la Zona Norte, en unlugar conocido como “El Bordo”, en pleno corazón de lafranja urbana; además de otros 30 puntos de paso fron-terizo que se extienden a lo largo de la línea divisoria. Apesar de la intensificación de la vigilancia policiaca, a lafecha se pueden observar, en plena oscuridad, a gruposde indocumentados tratando de cruzar al otro lado. In-cluso, ante la sorpresa de los agentes de aduana, en oca-siones decenas de migrantes se ocultan entre los cientosde vehículos que atraviesan la garita internacional y lo-gran cruzar corriendo a plena luz, en una temeraria es-trategia de estampida, para inmediatamente mezclarsecon los transeúntes de San Ysidro, la puerta de entrada ala zona metropolitana de San Diego.

La frontera Tijuana-San Diego es una larga y alta es-tructura de acero reforzada con soportes de cemento, cons-truida en algunos tramos con materiales de desecho (sedice, procedentes de la Guerra del Golfo Pérsico) y con al-tas columnas de cemento rematadas con hileras de cablesy púas. En ciertos puntos, este muro metálico impide lavisibilidad hacia el otro lado y es acompañado por unaalambrada con púas que se extiende de forma paralela,constituyendo así una barrera doble y en algunas zonashasta triple. Durante las veinticuatro horas se puede ob-servar un despliegue estratégico de agentes de la patrullafronteriza de Estados Unidos en vehículos “todo terreno”,motocicletas, triciclos y helicópteros, respaldados por lamás alta tecnología de seguridad, como las cámaras deimagen térmica accionadas por control remoto, para la iden-tificación de personas que transitan en la oscuridad.

Al caer la noche, la frontera es iluminada con poten-tes faros a lo largo de las zonas de mayor cruce ilegal,dejando al descubierto los numerosos grupos demigrantes que recorren esta franja buscando algún puntodébil en el muro metálico o, en su caso, el descuido delos vigilantes. Conforme avanzan las horas, comienzaen torno al “Bordo” un juego de perseguidos y persegui-

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dores. Los migrantes, en su mayoría mexicanos, obser-van los movimientos de la patrulla fronteriza al tiempoque son observados por ésta. Mientras algunos logranescabullirse entre los pliegues del terreno y otros sondetenidos e introducidos en los vehículos policiacos parasu deportación, la mayoría, desde el lado mexicano, fijasu mirada hacia el norte, hacia ese manto de lucespromisorias: San Diego, California, Estados Unidos.

En este teatro de acontecimientos participan, ademásde migrantes y policías, varios actores. Del lado mexica-no, pequeños vendedores de alimentos y miscelánea, ob-servadores de derechos humanos, trabajadores y pro-motores sociales, asaltantes, traficantes de personas, po-licías encubiertos, investigadores y académicos, perio-distas, y demás. Del otro lado, grupos xenofóbicos conletreros y pancartas, que estacionan sus vehículos y en-cienden las luces bajo el lema “Light up the Border”,periodistas y grupos defensores de los derechos civiles,entre otros.

A los migrantes ilegales les llaman “pollos”; son en sumayoría obreros y campesinos pobres, pero también téc-nicos y profesionistas provenientes de los estados deMichoacán, Guanajuato, Jalisco, Nuevo León, Tamaulipas,Sonora, Veracruz, San Luis Potosí y el Distrito Federal,principalmente. Tienen como propósito central trabajar,buscar trabajo o reunirse con la familia. Algunos vienencon esposa e hijos; otros se han sumado a la caravana delpueblo y sólo tienen planeado “hacer algunos dólares” yregresar a sus lugares de origen al final de temporada. Lamayoría de las personas que emigran con fines laboraleshacia Estados Unidos realizan tanto actividades agrope-cuarias como industriales y de servicios, casi en la mis-ma magnitud.3

En California, la entidad más rica de Norteamérica ydonde se encuentran alrededor de cuatro millones demigrantes mexicanos, que en 2003 representaban el 43por ciento del total de migrantes mexicanos radicados en

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Estados Unidos, se produce el 50 por ciento de las frutasy vegetales que se consumen en dicho país.4 En esta enti-dad, más del 80 por ciento de la mano de obra agrícola esmexicana, y más del 90 por ciento es de origen latino-americano. La producción del sector agropecuariocaliforniano oscila entre los 25 billones de dólares anua-les. Sin embargo, a pesar de que este estado posee una delas economías agrícolas más poderosas del mundo, losjornaleros latinoamericanos se encuentran entre los sec-tores menos remunerados y en condiciones laborales másprecarias del vecino país. Más allá de la retórica oficialistade los gobiernos en cuestión y de los grupos antimigrantesnorteamericanos, se sabe que la contratación de trabaja-dores ilegales, que carecen de derechos y prestaciones,mantiene los productos agrícolas a precios bajos en elmercado y representa un factor importante para la esta-bilidad de la economía estadunidense.

La historia de un cruce fronterizo ilegal puede comen-zar en la estación de autobuses o en el aeropuerto deTijuana, adonde diariamente llegan cientos de trabajado-res de varias regiones del país siguiendo las temporadasespecíficas de producción agrícola o de contratación enlos sectores industrial y comercial. Allí pueden ser abor-dados por sujetos que se ofrecen para facilitar el cruce yla transportación a cualquier lugar de Estados Unidos.Estos traficantes de indocumentados, conocidos como“polleros” o “coyotes”, no sólo conocen las zonas más fa-vorables para el cruce ilegal, sino que deben maniobraren la clandestinidad para evitar su detención por los po-licías mexicanos. Implicados continuamente en actos deextorsión, los cuerpos policiacos asignados a la zona fron-teriza han sido sustituidos desde 1990 por una nuevacorporación, denominada “Grupo Beta”, dedicada a la per-secución de traficantes y asaltantes, y creada para la pro-tección y asesoramiento de los migrantes. En poco tiem-po, esta agrupación ha obtenido resultados muy positi-vos, así como una notable aceptación en la opinión públi-

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ca binacional. No obstante, la complejidad del fenómenomigratorio continúa rebasando ampliamente a todas lasinstancias oficiales de ambas naciones.

Una vez que el trabajador llega a un acuerdo con el“pollero” puede ser llevado a la Zona Norte de Tijuana, unbarrio marginal colmado de cantinas, burdeles y hoteles“de paso”, donde aguarda con otros la oportunidad paraatravesar la alambrada. El costo por el cruce ilegal y latransportación al interior de la Unión Americana puedevariar de 300 a 1 500 dólares, según la distancia y difi-cultad de la operación. En muchos casos, no es necesarioque el trabajador cubra de inmediato el monto acordado;es suficiente con que algún pariente o conocido en Esta-dos Unidos lo avale y acepte pagar por adelantado. Unavez más, las redes familiares y comunitarias actúan a fa-vor del movimiento migratorio, facilitando el encuentrode los paisanos en Norteamérica. Donde hay mexicanoslaborando, seguramente habrá más. Del 2000 a 2004, lostrabajadores migrantes enviaron remesas por un montoglobal de 55 mil millones de dólares a sus familiares deMéxico.5 Paradójicamente, una cifra similar es la que hagastado el gobierno estadunidense en la protección de sufrontera contra la migración ilegal.

Sin embargo, en esta travesía las cosas pueden salirmal. Los indocumentados quizá sean detenidos y depor-tados por la patrulla fronteriza, o tal vez sean asaltados,estafados o abandonados en lo árido, e incluso puedenser asesinados por bandas organizadas de atracadores ytraficantes. Así, se conoce que después de las conversa-ciones telefónicas y de la entrega del dinero fijado a unenviado del traficante, en ocasiones la familia radicadaen Estados Unidos no vuelve a saber de sus parientes oamigos hasta la confirmación de la noticia trágica. Sóloen 2003 murieron 409 indocumentados al intentar ingre-sar a ese país.6

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Las relaciones entre México y Estados Unidos hoy sonmás estrechas y complejas que nunca. El 90 por ciento delcomercio externo de México se realiza con la Unión Ameri-cana; este intercambio representa alrededor del 60 por cientodel PIB de nuestro país. Actualmente, más de diez millonesde mexicanos viven y trabajan en Estados Unidos, y un pro-medio de 390 mil emigran al año hacia allá con propósitoslaborales.7 El 25 por ciento de la población económicamen-te activa de México trabaja en el país vecino. El Banco deMéxico anunció que durante 2004 las remesas enviadas portrabajadores migrantes alcanzaron la suma de 16 613 mi-llones de dólares, un monto que ha superado los ingresospor inversión extranjera directa, por turismo y por exporta-ciones agropecuarias, y que representa el 80 por ciento delvalor de las exportaciones de petróleo crudo.

Sólo en el condado de Los Ángeles, California, viven másde un millón y medio de mexicanos. Por ello, el castellanoes una moneda de uso diario a pesar de las constantespresiones sociales y políticas, la mayoría con tintes racis-tas y excluyentes. Se habla español en las calles, en loscentros de trabajo, en las escuelas, en los comercios, enlos hogares. Esto resulta significativo porque, sin duda,uno de los componentes fundamentales de la identidad esla lengua. Ésta constituye el sistema esencial de traduc-ción de la realidad en sentido. La lengua es portadora ymediadora de tradiciones, valores, símbolos y esquemasde percepción de la realidad. Cuando un idioma se extin-gue, se pierde toda una visión del mundo, una forma deconciencia o, mejor dicho, una estructura de percepción einterpretación individual y colectiva. En muchas familiaslatinoamericanas que radican en Estados Unidos, el cas-tellano se muere inexorablemente. Resulta sorprendenteencontrar a jóvenes, mujeres y hombres de generacionesrecientes que ya no hablan nuestra lengua.

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En otras familias, en cambio, la relación con los pa-dres y los abuelos se ha convertido en un frágil lazo con elidioma original, y en muchas más el vínculo con los pa-rientes que viven en México o en otros países deLatinoamérica mantiene latente al castellano como unaforma cultural vigorosa en el seno de la sociedadestadunidense. Pero, como todo ente vivo, la lengua tam-bién está en permanente cambio. Más allá de lo que dic-tan las academias, los usos sociales y la interacción coti-diana van modificando las leyes y principios de funciona-miento del lenguaje. Bajo esta premisa, si bien es ciertoque el castellano es, quizás, el último reducto y patrimo-nio de la hispanidad que vive y crece en Estados Unidos,debemos reconocer también que es un territorio comuni-cativo que se está transformando permanentemente, comotoda forma identitaria expuesta a la interculturalidad. Eneste sentido, al observar la relación de las comunidadescon su lengua, podemos hacer visibles las metamorfosisidentitarias y sus condiciones materiales de conciliación ycambio. El spanglish es un ejemplo vivo de la naturalezadinámica y heterogénea de las identidades, y de cómo aladaptarse a nuevas condiciones de existencia los latinosen Estados Unidos transforman creativamente su princi-pal vehículo de expresión: la lengua. Esta yuxtaposicióndel castellano y el inglés es, a su manera, un testimonio dela expansión de los géneros impuros, alentados por los in-tensos procesos de fusión cultural que traen consigo laglobalización, la comunicación masiva y los movimientosmigratorios. El escritor mexicano Ilan Stavans, estudiosode las culturas latinas en la Unión Americana, publicó en2003 una obra de investigación y análisis sobre el spanglish,y ahí presentó la traducción a este dialecto del primer ca-pítulo de Don Quijote de la Mancha, profundizando así eldebate y la reflexión sobre lo que podría ser nuestra len-gua en el futuro próximo:

In un palacete de La Mancha of wich nombre no quieroremembrearme, vivía not so long ago uno de esos gentlemenwho always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua,a skinny caballo y un grayhound para la chaze... (Stavans, 2003).

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Este mestizaje verbal al parecer borra las fronteras delcastellano y del inglés para producir una versión híbrida,no sólo de nuestro idioma, sino del mundo representadomediante el lenguaje. De allí que el spanglish sea, desde laperspectiva de las instituciones encargadas de legislar elidioma (la escuela, las academias y sus diccionarios, losorganismos cívicos y culturales, etcétera), una corrupciónlingüística. En el fondo, el spanglish, como otras formasculturales mixtas, ha puesto en crisis la legitimidad y elprestigio cultural de las instituciones dedicadas a conser-var los erarios de la identidad nacional. Pero no hay porqué preocuparse. El castellano, lejos de extinguirse, sereinventa a sí mismo y, consecuentemente, reinventa a losnuevos actores de la sociedad estadunidense. Según lospronósticos, para 2050 la tercera parte de la poblaciónnorteamericana será de ascendencia hispánica.

En este escenario, no existe una sola forma de sermigrante, de sentir la línea fronteriza y de vivir lamexicanidad en la Unión Americana. En la medida enque las identidades son complejas, debemos tener en cuen-ta las múltiples variables que actúan en la conformaciónde los modos y estilos de vida de los migrantes y habitan-tes de origen mexicano en Estados Unidos: etnia, género,clase, escolaridad, grupo de edad, dispositivos culturalespara integrarse al medio, y otras. Al parecer, adaptación,aprendizaje y experiencia encaminada a la búsqueda demejores condiciones de vida son lo que obtienen los con-tingentes de mexicanos en el país vecino; a cambio, apor-tan creatividad, esfuerzo y desarrollo. Para las comuni-dades de migrantes, el universo anglosajón y el propio seencuentran permanentemente en interacción, reciclán-dose en el interior, permutándose a cada instante, modi-ficando las estructuras profundas y emergentes de la iden-tidad. Éstos son mexicanos, cada vez más distintos a suspadres y abuelos, y tienen la noción de que la fronteraMéxico-Estados Unidos es, sin duda, más permeable quelas propias fronteras de la sociedad mexicana. Por suparte, algunos sectores estadunidenses también cambian,no obstante las medidas antiinmigratorias que seimplementan desde Washington, avaladas por grupos ra-

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cistas y xenofóbicos. Hoy, la sociedad de Estados Unidosestá dividida. Más que la frontera geográfica, son sus fron-teras internas las que se derrumban. En medio de la in-tolerancia y los radicalismos, existen indicios de que co-mienzan a recordar su pasado; la alteridad los hace mi-rarse a sí mismos. Como todas las naciones ricas, habíanolvidado que su propia historia y la del mundo entero esla historia de las migraciones.

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Tal y como ha sido ampliamente documentado por di-versos etnógrafos (Anita Álvarez, Roger Owen, HommerAschman, Peveril Meigs, etcétera), los indígenas yumanosde Baja California, lejos de constituir comunidades seden-tarias, estaban organizados en lo que E.E. Evans-Pritchard(1956) definió como un sistema de linajes segmentarios.Esto es, en una serie de unidades cazadoras y recolectorasdispersas y nómadas, sin autoridad central, que observa-ban una aguda fragmentación en respuesta a una intensacompetencia por los escasos recursos del desierto.

No obstante esta característica de los primerosyumanos, es un hecho que estos grupos han elaboradoun concepto de comunidad que es actualmente una parteimportante de su discurso de etnicidad. Desde mi puntode vista, dicho concepto de comunidad ha sido construi-do con base en delimitaciones imaginarias y manipula-das, en tanto que no siempre tienen existencia empírica,y en tanto que no siempre poseen el mismo significado yrelevancia para los diferentes actores del escenario socialde los yumanos. Desde el punto de vista de los informan-tes de esta investigación, dichas delimitaciones son elparentesco, la lengua nativa y la residencia local.

En este sentido, en este artículo se plantea que la no-ción de comunidad yumana es una creación imaginadaen los términos descritos por Benedict Anderson (1991) yPaul Cohen (1985). Esto es, una comunidad imaginada

cuya camaradería horizontal, solidaridad y homogeneidad cul-tural constituyen características que sólo existen en la menta-lidad de sus miembros, en tanto que viven inmersos en uncontexto lleno de desigualdades y explotación, así como de ri-

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validades internas, disputas y desconfianza mutua (Anderson,1991).

De esta forma, la comunidad imaginada se materializaen “una entidad, una realidad, en la que se ha invertidotoda la emotividad proveniente de las relaciones de pa-rentesco, la amistad, la vecindad, la rivalidad, la familia-ridad y los celos como mecanismos que informan el pro-ceso social de la vida cotidiana” (Cohen, 1985:13).

Más aún, en este artículo se plantea la siguiente pre-gunta: ¿Cuál es la intención de esta comunidad imagina-da? Y en un intento por responder esta pregunta, aquí sepropone que a pesar de estar construida con delimitacio-nes no siempre visibles y con significados en disputa, lacomunidad imaginada posee propósitos instrumentalesen términos relacionales. Particularmente, en este traba-jo se sostiene que la noción de comunidad imaginada en-tre los yumanos sirve para reactivar la dinámica tradicio-nal de fisión-fusión, como respuesta a su inestabilidadeconómica y a sus relaciones asimétricas con el Otro.

Así, este estudio se vincula a tres posiciones teóricas.Primero, a aquella que entiende a la movilidad o migra-ción, no como un fenómeno exclusivamente económico osocial, sino también como un fenómeno modelado por laetnicidad. Segundo, la relación etnicidad-migración nosconduce a la noción de resistencia como concepto impor-tante para entender las formas en las que la identidadétnica de los yumanos se ha construido y manifestadodurante el presente siglo. Por último, se retoman los plan-teamientos de Adams (1988), Barth (1969) y Stephen(1991), en el sentido de que la etnicidad no necesaria-mente se caracteriza por rasgos empíricamentedistinguibles, como la lengua que los indígenas hablan oel territorio que ocupan; por el contrario, se parte de laconvicción de que “la etnicidad ha venido a ser un con-cepto dinámico pero subjetivo, a través del cual los gru-pos determinan sus propias identidades, a partir de deli-mitaciones creadas entre ellos y otros grupos, por mediode la interacción” (Stephen, 1991).

Con respecto a la relación entre movilidad y etnicidad,

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debemos recordar las nociones identidad de consumo ex-terno e identidad de consumo interno, sugeridas por LynnStephen (1991:12). Tal y como se discute más abajo, demanera similar al caso de construcción de la etnicidadentre los teotitecos, presentado por Stephen, los yumanosse encuentran inmersos en la construcción de una iden-tidad paradójica. Por una parte, estos grupos se repre-sentan a sí mismos a través de una identidad de consu-mo externo que hace énfasis en la solidaridad comunita-ria, en la participación en instituciones sociales y cultu-rales de carácter local, como la Fiesta del Santo Patrono yel Día de los Muertos, y en la certeza de ser los primerospobladores de territorios actualmente en disputa. Por otraparte, la versión interna de la identidad étnica, aunquetambién se basa en el reconocimiento de una lengua co-mún, de la ascendencia y de la territorialidad como deli-mitaciones étnicas, reconoce las contradicciones inter-nas, así como las rivalidades y divergencias sobre el sig-nificado e importancia de dichas delimitaciones. En estesentido, esta identidad de consumo interno se sustentaen una autoadscripción a un determinado linaje y paraje,antes que a una entidad comunitaria.

Con relación a la identidad de consumo externo, sufunción consiste en disuadir la fusión de los grupos yfortalecer la figura de una colectividad con demandas eco-nómicas, sociales y territoriales frente a las institucionesdominantes y los rancheros mestizos. Sin embargo, laidentidad de consumo interno estimula la fisión entre ellosy perpetúa la dispersión como estrategia para sobrellevarsu condición de pobreza y escasez. De esta forma, aun-que determinada por razones económicas, la movilidad yel proceso de asentamiento son modelados por la existen-cia de estas paradójicas etnicidades.

La segunda pregunta que se debe responder es: ¿Porqué estos grupos indígenas han construido una identi-dad comunitaria con propósitos instrumentales con baseen una noción de comunidad introducida por los coloni-zadores y las instituciones dominantes posteriores? Larespuesta a este cuestionamiento podría encontrarse, enparte, en los conceptos gramscianos de hegemonía y

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contrahegemonía como importantes factores del procesode resistencia. A este respecto, Sider afirma: “A la hege-monía, yo sugiero, no se le ofrece oposición sólo a travésde la protesta contra los valores élite en lo abstracto –sim-plemente por ser valores– sino a través de la oposición aeste conjunto de valores (élite) a través de apropiaciones...”(1986:122). Así, los yumanos de Baja California han creadosu propia identidad étnica definida localmente, en oposi-ción a (e incorporando elementos de) aquella identidadindígena comunitaria ampliamente difundida (inventada)por el Estado mexicano y los antropólogos. De esta mane-ra, es evidente que la noción de resistencia no implica unaislamiento total de y en rechazo a la cultura dominante,sino también la apropiación de los constructos hegemó-nicos. Como lo afirma Stephen (1991:15), la reelaboraciónde la cultura dominante es el primer paso en el procesode resistencia, que puede o no alcanzar el nivel de con-frontación violenta.

Por último, siendo el resultado de un proceso social, laetnicidad llega a ser un instrumento del proceso de resis-tencia, más que un grupo de patrones exóticos observa-bles. En los casos discutidos en este trabajo, la etnicidadha llegado a constituir un aspecto central en el contextode amenazas territoriales latentes y un estado agudo demarginación y explotación, como un medio importantepara mediar las relaciones asimétricas entre los yumanosy las instituciones dominantes o los rancheros mestizos.Estos casos demuestran que la etnicidad constituye nosólo una serie de elementos compartidos, como la lengua,las ceremonias, los artefactos materiales y un territorio,sino también una autopercepción que emplea un grupode personas en situaciones particulares en las que tratande reafirmar un estatus vis-a-vis otro grupo de personas,frecuentemente por razones políticas, económicas o so-ciales. En este tenor, Stephen y Dow (1990) afirman quela etnicidad, asumida por autoadscripción, regularmentese basa en el reclamo de una autonomía histórica y enrasgos culturales y físicos que son percibidos (imagina-dos) y enfatizados tanto interna como externamente comofuente primaria de su identidad. De esta manera, en este

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artículo se plantea que la etnicidad es una identidad queemplean en diferentes sentidos los sujetos sociales en si-tuaciones distintas, principalmente con el objeto de erigirun reclamo en particular (Stephen, 1991:12).

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No obstante las evidencias etnográficas y arqueológi-cas existentes acerca de la orientación no comunitaria delos yumanos, estos grupos indígenas se presentan a símismos como grupos históricamente comunitarios. Estaautopercepción como grupos comunitarios ha dado ori-gen a una identidad comunitaria que eventualmente seconstruye sobre la idea de asentamientos geográfica yétnicamente delimitados. Así, a partir de supuestos refe-rentes étnicos en común, los yumanos se identifican comozorreños, los que están vinculados a San José de la Zo-rra; huerteños, los que están relacionados a La Huerta;necuanos, los que se asocian a San Antonio Nécua, etcé-tera, asumiendo (imaginando, siguiendo los términos deCohen) la existencia de comunidades con fronteras terri-toriales, etnolingüísticas y consanguíneas perfectamentedelimitadas, que suponen la práctica de una endogamiaestricta y de una serie de actos de reciprocidad, cohesióny solidaridad local.

Y en efecto, a través del trabajo de campo de este in-vestigador se registró a la lengua, a la residencia y al pa-rentesco como factores o variables independientes quedeterminan la pertenencia a una comunidad indígena.En este sentido, me he permitido en este artículo deno-minar a estas variables “delimitaciones comunitarias ima-ginadas”. Con la finalidad de conocer más cercanamentela importancia que los informantes le dan a cada uno deestos factores, apliqué la técnica de pile sort. Siguiendolas instrucciones de H. Russell Bernard (1994), escribí enuna serie de tarjetas situaciones hipotéticas definidas conla combinación de dichas variables. Más aún, conside-rando como tipo ideal al grupo de indígenas que habla lalengua nativa, tiene una clara ascendencia en algún lina-

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je yumano y reside en la comunidad, las opciones que seles presentaron carecían de uno de los tres factores. Pos-teriormente, tras preguntar acerca de lo que hace a unapersona ser miembro de una comunidad indígena, pedí alos informantes que jerarquizaran dichas tarjetas del 1(la variable más importante) al 5 (la variable menos im-portante). Los resultados obtenidos fueron los siguientes:

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Esta información es consistente con la información ob-tenida mediante entrevistas informales y semidirigidas.

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Por ejemplo, en conversaciones con los informantes seobtuvo la historia de un indígena tipai que, a pesar de noposeer ascendencia directa entre estos linajes, llegó a serun jefe importante de la comunidad debido a su habili-dad para hablar la lengua nativa. De igual manera, loshabitantes de una comunidad indígena expresan un par-ticular respeto hacia un norteamericano que habla su len-gua, mientras cuestionan a su esposa, quien a pesar deser indígena no la habla. Por último, un informanteyumano explica lo siguiente: “Más importante que el re-gistro oficial de la persona, es dónde vive realmente lapersona. Pero más importante que la residencia es el dia-lecto. A pesar de estar viviendo dentro de la comunidad,si una persona no habla la lengua, se le debe considerarun mestizo mexicano”.

De igual forma, otro informante responde a una de mispreguntas hipotéticas así:

Si yo fuera hijo de padres kumiai, pero nacido y criado en Ense-nada, yo sería mitad y mitad. Esto es porque estando en Ense-nada no necesitaría hablar la lengua, y por lo tanto no la habla-ría. Pero si hablara kumiai, yo sería un kumiai completo, aun-que no viviera en la comunidad. Ahora que si fuera de origenpaipai pero nacido en La Zorra (sitio kumiai) y hablara las doslenguas, yo sería kumiai.

Es así que los yumanos parecen identificar y jerarquizarcomo la delimitación comunitaria más importante a lalengua, seguida por la residencia y al final por la ascen-dencia consanguínea.

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Por otra parte, a pesar de las consistentes evidenciasque demuestran el carácter semihostil y fragmentado delsistema yumano de linajes, estos grupos se imaginan a símismos como históricamente cooperativos. Es un hechoque esta convicción ha dado origen entre los yumanos aun generalizado mito acerca de una edad de oro en la que

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prevalecían comunidades con virtudes idílicas, armonio-sas y culturalmente homogéneas, que existieron supues-tamente en tiempos muy remotos. De esta manera, losyumanos insisten en apelar a un imaginario colectivo comoprueba de la antigua existencia de comunidades en lasque las familias se solían apoyar unas a otras y en lascuales se desarrollaba un trabajo comunitario queinvolucraba a todos. Así, la identidad comunitaria yumana,erigida sobre constructos imaginados, es completamenteopuesta a la comunidad indígena yumana real y del pre-sente, que desde su punto de vista se encuentra llena deconflictos y apatía.

Evidencia de esta convicción imaginada entre losyumanos es el testimonio expresado por un informantekumiai que nos dice:

En el pasado, los indígenas acostumbraban cosechar organiza-dos en un solo grupo; si una familia carecía de herramientaspara trabajar en el campo, otra venía a prestarles las suyas; siyo no tenía nada que comer, mis amigos me daban lo que nece-sitaba. Como te digo, en el pasado existía una verdadera her-mandad entre nosotros.

Otros informantes hacen eco de este mito, externandosus deseos: “A mí me gustaría que mi comunidad se le-vantara otra vez como en los tiempos antiguos”.

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Pero no obstante la firme convicción de los yumanosacerca de la existencia de estas delimitaciones comunita-rias (la lengua, la residencia y la ascendencia) y de esepasado idílico comunitario, su existencia empírica no essiempre identificable. Por una parte, las delimitacionescomunitarias imaginadas oscurecen las intrincadas y com-plejas relaciones interlinaje, intercomunitarias einterétnicas al suponer la existencia de unidadesautocontenidas; por otra parte, la convicción imaginadade comunidades cooperativas, solidarias y culturalmente

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homogéneas oscurece las contradicciones (rivalidades ydisputas) internas de la población yumana. Como vere-mos enseguida, la gráfica 1 revela cómo la intensificaciónde los procesos migratorios ha dado origen a una intensaexogamia que, a su vez, ha resultado en el tejido de unacompleja red de relaciones de parentesco que se expandesobre las supuestas fronteras de la comunidad indígena.Como podemos observar en la figura, el resultado de esteproceso se expresa en la formación de poblacionesmultiétnicas que residen en las localidades identificadascomo comunidades indígenas, estrechamente vinculadasa un nivel de parentesco con otras poblacionesmultiétnicas que residen en otras comunidades indíge-nas e incluso fuera de éstas. Por esta razón, si el paren-tesco, la lengua y el territorio fueran las delimitacionesque definieran a las comunidades yumanas, sería máscorrecto hablar de la existencia de una macrocomunidadmultiétnica compuesta por, o distribuida entre, una seriede localidades específicas. En lo particular, la gráfica 1muestra el análisis reticular de las relaciones de paren-tesco entre 443 personas que pertenecen a cuatro comu-nidades yumanas diferentes: San José de la Zorra (147),San Antonio Nécua (78), Juntas de Neji (123) y La Huerta

Gráfica 1

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(95). En esta gráfica los pequeños círculos representanlos nodos o individuos, mientras que las líneas represen-tan sus vínculos de parentesco. Así, uno de los aspectosmás visibles en esta gráfica es que las comunidadesyumanas no constituyen entidades autocontenidas, sinounidades que forman parte de una compleja red de pa-rentesco densamente entretejida.

Otros aspectos expresados por esta gráfica son los nive-les de densidad, dispersión y centralidad de la red. Acercadel primer nivel, es evidente que las relaciones de parentes-co entre los yumanos observan una emergencia altamentedispersa que no es compatible con la idea de comunidadescompactas. Sobre la densidad, es claro que las interaccionesmás intensas se observan entre San José de la Zorra y Jun-tas de Nejí. Y finalmente, es obvio que San José de la Zorrase encuentra situada en el centro de la red, dado que lamayor parte de los vínculos procede de esta comunidad.

De esta manera, la gráfica 1 demuestra la existenciade una macrocomunidad multiétnica y abierta, compuestapor linajes exogámicos que se encuentran experimentan-do una intensa movilidad. Ciertamente, tal y como lo de-muestra Florence Shipeck (1968), debido a que los nom-bres de los linajes yumanos fueron transformados en ape-llidos en español, fonéticamente cercanos, es posible iden-tificar la unidad básica de su organización social; por ejem-plo, los Kual son los Cuero, los Ae,sun son los Osuna, losX.tam, los Tambo; sin embargo, es común que los líderesy figuras prominentes de estas culturas indígenas perte-nezcan a familias multi-indígenas (de kumiai, kiliwas,paipai, e incluso yaquis o náhuatl), las cuales se identifi-can a través de nombres familiares que nos remiten a suascendencia colonial española (De la Toba), a su herenciaeuropea o norteamericana más contemporánea (Emmes,Crostwhite, Farllow, etcétera), e incluso a su ascendenciaasiática (Chii).

Por otra parte, es interesante observar cómo la nociónde comunidad indígena culturalmente homogénea, armo-niosa y cooperativa viene a ser cuestionada por la exis-tencia de múltiples enconos y disputas ya expuestos enartículos anteriores (Garduño, 2002 y 2003).

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Como veremos enseguida, con base en estas contradic-ciones se confrontan distintas interpretaciones acerca delas delimitaciones comunitarias imaginadas. Asimismo, es-tas delimitaciones son manipuladas por los diferentes ac-tores que reclaman una pertenencia a la comunidad indí-gena. Mediante el cruce de las respuestas obtenidas en elanterior pile sort, por la variable género, podemos observarcómo cambia la relevancia otorgada a la ascendencia, ellenguaje y la residencia local como determinantes de lamembresía comunitaria. Por ejemplo, en los cuadros 2 y 3se muestra que la ascendencia es el factor-límite más im-portante desde la perspectiva de los hombres y las muje-res yumanos, en tanto que en los dos casos el número 1 esocupado por aquellos segmentos que, independientemen-te de su residencia o de su lengua, proceden de padresindígenas. Sin embargo, en estos mismos cuadros pode-mos observar que los hombres visualizan más importante

Cuadro 2

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la categoría compuesta por los residentes en la comuni-dad, con independencia de sí hablan o no la lengua nativa,mientras que las mujeres consideran más importante lacategoría compuesta por los hablantes de la lengua nativa,independientemente de su lugar de residencia. De esta for-ma, parece ser que es la residencia el factor que determinala pertenencia a una comunidad indígena desde la pers-pectiva masculina, mientras que el lenguaje es más im-portante desde el punto de vista femenino. Como podemosobservar, esta conclusión se confirma en la respuesta 2 delos mismos cuadros. En el caso masculino, a pesar de te-ner ascendencia indígena y de hablar la lengua nativa, unno-residente de la comunidad merece un segundo lugar deimportancia, mientras que en el caso femenino el segundolugar debe ser ocupado por aquellos individuos que no ha-blan la lengua, aun teniendo ascendencia indígena y resi-dencia local.

De manera similar, también podemos acudir a la in-tersección de residentes y no-residentes de la comunidadindígena para explorar el carácter manipulado y las di-versas interpretaciones de las delimitaciones comunita-rias imaginadas. Para los primeros, por ejemplo, si bienla lengua está en el lugar más alto de reconocimiento comoindicador de pertenencia a la comunidad, “vivir en la co-munidad” y “haber nacido en la comunidad” son mencio-nados con insistencia. En contraste y por obvias razones,para los no-residentes la residencia deja de ser importan-te como determinante de la membresía comunitaria, comotampoco lo es la lengua sino la ascendencia. Desde laperspectiva de este grupo, “tener sangre india” o ascen-dencia matrilineal o patrilineal es lo que determina la per-tenencia a la comunidad. Y aún más, para estos no-resi-dentes ser indígena de esta u otra comunidad es algo quetiene que ver fundamentalmente con el lugar en dondeestén los “recuerdos” de uno o con el lugar donde esténnuestros muertos. Así lo expresa una informante kumiaimigrante:

Yo soy kumiai de San José de la Zorra, porque mis antepasadosestán ahí enterrados, y si quieren probar que soy kumiai de

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esta comunidad, sólo tienen que preguntarme por mis recuer-dos; yo puedo decirles con detalle en dónde dormían mis abue-los, en dónde cazaban o en dónde tenían su borregada.

Así, las delimitaciones comunitarias consensualmenteaceptadas poseen un carácter imaginado. Ellas no sondel todo identificables empíricamente y tienen diferentessignificados e importancia para los distintos actores. Demanera interesante, la perspectiva masculina se identifi-ca con el punto de vista de los que viven en la comunidad,al tiempo que la perspectiva femenina se identifica con elpunto de vista de los que habitan fuera de la comunidad.

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A pesar del carácter imaginado y disputado de las deli-mitaciones comunitarias, éstas tienen sentido para losyumanos en términos instrumentales. Desde mi punto devista, la comunidad imaginada mantiene vivas las nocio-nes de colectividad y lugar al interior del sistemasegmentario de linajes, así como la dinámica de fisión-fu-sión como estrategia para manejar su inestable situacióneconómica y las constantes amenazas de despojo territo-rial por parte de los mestizos. De esta forma, en esta sec-ción se sugiere que la comunidad imaginada resignificalas nociones de colectividad y etnicidad como herramien-tas para obtener un espacio físico y social en un contextocaracterizado por su relación subordinada y asimétrica conel Otro. Así, la noción de comunidad imaginada adquiereuna importancia práctica y simbólica para los yumanos.

Como comentamos, los yumanos se encontraban orga-nizados en lo que E. E. Evans-Pritchard (1956) definía como“sistema segmentario de linajes”. Este sistema consistíaen una serie de grupos familiares semihostiles entre sí queobservaban una dinámica de fisión-fusión que era estimu-lada por la competencia por los escasos recursos del de-sierto. De acuerdo con la descripción propuesta porAschmann (1959), durante los periodos de sequía los con-

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flictos entre los yumanos se incrementaban signifi-cativamente y los linajes se dispersaban; esto permitía alos grupos familiares indígenas ir en búsqueda de los es-casos recursos de alimento a lo largo de un territorio lomás amplio posible. Sin embargo, durante los periodos deabundancia, llenos de euforia, los linajes enfatizaban susacuerdos organizando festividades multilinaje e inclusomultiétnicas por encima de sus diferencias familiares yétnicas. Estas fiestas permitían a los yumanos superar suscapacidades recolectoras en áreas específicas durante pe-riodos cortos y aprovechar la abundancia de recursos ali-menticios. De esta forma, el sistema segmenta- rio de lina-je se caracterizaba por la relación directa entre los recur-sos disponibles, la intensidad de la movilidad, el radio geo-gráfico de dispersión y el nivel de fragmentación de la po-blación yumana. Es convicción de este autor que en el pre-sente, de igual manera, los yumanos responden a las con-diciones de marginación económica y a los cambios es-tructurales a través de la reproducción del sistemasegmentario de linajes prevaleciente en las entidades co-munitarias y de la referida dinámica tradicional de fisión-fusión.

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Como sabemos, las comunidades yumanas son gru-pos extremadamente marginados que carecen de los ser-vicios esenciales, como los de higiene y electricidad, y seencuentran localizadas en terrenos abruptos y áridos, sólocultivables en un 1.05 por ciento (INI, 1986). Más aún,dado el pobre acceso a trabajos permanentes en la re-gión, sólo el 35 por ciento de la potencial población deorigen indígena económicamente activa (398 personas) escontratada a lo largo del año, mientras que el 21 por cien-to trabaja menos de cuatro días a la semana y el 22 porciento trabaja menos de cinco horas al día. Evidentemen-te, este reducido mercado laboral origina que el ingresopromedio entre los yumanos sea menor a 200 dólares almes, y en general esta situación explica el porqué estos

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grupos son oficialmente caracterizados como poblaciónen condiciones de extrema pobreza.

Es evidente que las condiciones de vida marginales delos yumanos son las causas esenciales de su migración yque hay una relación directa entre la crítica ausencia derecursos y la intensidad de su movilidad. Las condicionesmarginales, por ejemplo, explican por qué 49 personas, deuna muestra estudiada de 58, han migrado por lo menosuna vez y por qué 30 personas lo han hecho dos veces,mientras que 12 han migrado hasta en tres ocasiones. To-dos ellos permaneciendo fuera de la comunidad por más deun mes. Además, el patrón migratorio de esta población a lolargo de los últimos 60 años muestra que la intensa movili-dad ha estado asociada a graves crisis regionales. Así lodemuestran las experiencias migratorias ocurridas entre1943 y 2002, registradas entre los informantes indígenas:el 21 por ciento de estos informantes migró entre 1981 y1984, mientras que el 18 por ciento lo hizo entre 1984 y1988. Es un hecho que en ambos periodos tuvieron lugaren México severas crisis económicas que impactaron las ac-tividades regionales y los programas sociales de gobierno,principalmente aquellos tradicionalmente orientados a lascomunidades rurales y a las poblaciones indígenas.1

Es evidente, incluso, que los recursos disponibles de-terminan no solamente la intensidad de la movilidad, sinotambién el radio geográfico de dispersión. Como expresanlos informantes, desde principios del siglo veinte hasta losaños sesenta, los habitantes de San José de la Zorra y SanAntonio Nécua solían ser contratados en la zona agrícoladel Valle de Guadalupe y en los ranchos ganaderos locali-zados en los alrededores de la ciudad de Tijuana (AndrésVega, información directa). Este tipo de migración de cortadistancia permitía a los indígenas ir y venir diaria o sema-nalmente a su comunidad. Sin embargo, después de quelas periódicas crisis deterioraran la economía regional y deque los ranchos ganaderos y agrícolas fueran afectados,

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los yumanos empezaron a emigrar hacia un diverso núme-ro de lugares mucho más distantes, como los localizadosen el Valle de Mexicali y en Estados Unidos. Entonces, elnúmero de gente viviendo en las zonas de atracción, asícomo el tiempo de permanencia en dichas áreas, seincrementó significativamente. Por ejemplo, en su primeramigración, el 38 por ciento de los informantes permaneciófuera de la comunidad por uno o dos años, pero el 15 porciento lo hizo por más de 10 años. Hinton y Owen (1957)afirman que a causa de este cambio en el patrón migrato-rio de los yumanos sus comunidades empezaron a ser pe-riódicamente abandonadas. En 1957 estos autores conta-ron no más de 22 personas residiendo en Santa Catarina,ya que la mayoría de sus habitantes había emigrado a tra-bajar en los campos algodoneros del Valle de Mexicali y enlos sitios mineros localizados al norte de su comunidad.De esta forma, siguiendo el razonamiento de Jan Rus(1995:82-84), resulta obvio que la intensificación en el usode los recursos bajo el control indígena, incluyendo su mo-vilidad, es otra forma estratégica de resistencia a las crisiseconómicas en México. En su estudio sobre tzeltales ytzotziles, este autor plantea que la distancia que recorren yel tiempo de ausencia de los migrantes indígenas tienenuna relación directa con la intensidad de la crisis.

Por último, resulta claro que en la actualidad losyumanos continúan resistiendo la escasez a través de lafragmentación de su población. De acuerdo con mi infor-mación de campo, los yumanos nunca han emigrado engrupos familiares, como lo hacen otras poblaciones indíge-nas, y aun cuando en ocasiones emigran con un par deamigos, la tendencia general es a emigrar individualmentedurante los periodos más críticos de carencia.2 De hecho,el 68 por ciento de la muestra estudiada expresó habersalido de la comunidad con uno o dos compañeros en suprimera experiencia migratoria, mientras que el 50 por cien-to declaró haber migrado individualmente en sus viajesposteriores. Esto significa que la fragmentación fue más

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aguda durante los periodos más dramáticos de las crisiseconómicas de mediados de los ochenta y noventa. En miopinión, esto obedeció a que la migración individual am-plía las posibilidades de ser contratado en un mercado la-boral que ha sido reducido por la depresión económica.

Así, es innegable que las razones económicas subyacentras la intensidad de la migración y los patrones migratorios.Hasta donde hemos visto, los recursos disponibles deter-minan el volumen de la población migrante, el radio geo-gráfico de dispersión y el nivel de fragmentación. Pero, comoveremos enseguida, es visible entre los yumanos que lacultura y los procesos de construcción de las identidadesjuegan un papel relevante en este fenómeno.

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Ciertamente, las razones económicas subyacen tras lamigración de todo grupo humano. Sin embargo, estoy con-vencido de que la identidad o las identidades de grupopueden dar forma a los flujos migratorios y, en conse-cuencia, hacer evidente que la cultura no es una variableausente en los fenómenos económicos. En el caso parti-cular de los yumanos, la movilidad observa un patrón defisión-fusión heredado del sistema segmentario de linajesque se reproduce por un proceso de construcción de iden-tidades paradójicas, lo cual ha resultado en lo que Stephen(1993) identifica como identidad de autoconsumo e iden-tidad para consumo externo. Como veremos enseguida,la construcción de cada uno de estos tipos de identidadse encuentra asociado respectivamente a cada fase de lallamada “dinámica de fisión-fusión”.

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Sobre la base de una identidad de autoconsumo, losyumanos se perciben a sí mismos como poblaciones alta-

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mente fragmentadas y subsumidas en rivalidades añe-jas. Los mecanismos particulares que operan en la cons-trucción de esta identidad de autoconsumo son la con-tradictoria existencia de la llamada “identidad-linaje-pa-raje”, inmersa en la noción imaginada de comunidad, yde una identidad comunitaria que la envuelve. Como seargumentó, la autopercepción de los yumanos como po-blaciones comunitarias ha dado origen a una identidadcomunitaria basada en una noción imaginada deasentamientos geográfica y étnicamente delimitados. Estaasunción oscurece las intersecciones lingüísticas y cul-turales entre comunidades, al tiempo que dispara o acti-va una serie de rivalidades entre ellas. Estos conflictosproducen una elevada fragmentación y mantienen un es-tado de elevada dispersión geográfica. Como ejemplo deeste fenómeno, se pueden mencionar los conflictos entrela comunidad A y la comunidad B y entre la comunidad Cy la comunidad D. En el primer caso, los dos asenta-mientos sostienen una relación de disputa mediante des-calificaciones mutuas, a pesar de estar estrechamentevinculados en los niveles de parentesco y lingüístico. Enel segundo caso, las comunidades se asumen a sí mis-mas como dos entidades étnicas completamente diferen-tes, considerando sus divergencias lingüísticas tradicio-nales y sus disputas territoriales; sin embargo, ambasactualmente observan una intensa y mutua compenetra-ción de parentesco, haciendo cada vez más difícil la deli-mitación étnica entre los dos asentamientos.

Como resultado de esta misma identidad comunita-ria, se ha dado una disputa por los derechos demembresía a la comunidad indígena entre aquellos queviven fuera del ejido y los que permanecen en él. Losargumentos de los protagonistas de esta lucha se sus-tentan en la respectiva percepción de los factores quelegitiman la pertenencia a la comunidad indígena y quese expresan a través de un discurso articulado con unaserie de conceptos excluyentes que perpetúan la fisión.Los principales conceptos de exclusión entre los resi-dentes de la comunidad son aquellos que califican a losde afuera como convenencieros, presumidos y con cos-

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tumbres distintas. Desde esta perspectiva, quienes vivenfuera de la comunidad no tienen derecho a ser conside-rados como miembros del asentamiento indígena, por-que constituyen un grupo de gente que decidió no per-manecer en la comunidad por no sufrir la escasez y lamarginación, y pese a que viven con mayores comodida-des y mejores trabajos, actualmente buscan los dere-chos de membresía a la comunidad únicamente para ob-tener los beneficios otorgados en los últimos años por elEstado a los asentamientos indígenas. De igual forma,en este discurso son señaladas la arrogancia y las cos-tumbres distintas que originan los estándares de vidamás altos de los migrantes, su conocimiento de las prác-ticas cotidianas y legales que suponen su desenvolvi-miento en las ciudades y su contacto con los mestizos.Así, el ser convenenciero, arrogante y tener costumbresdistintas representan, en la perspectiva de los residen-tes, los principales factores que impiden una verdaderaintegración, al tiempo que son la causa de una serie deprácticas perturbadoras e incluso criminales por partede los que viven fuera cuando visitan a la comunidad.Éste es el caso de los asesinatos, el narcotráfico, los ro-bos, la polución, etcétera.

Asimismo, aunque los migrantes actualmente reclamanactivamente sus derechos de pertenencia a las comuni-dades indígenas, sostienen también un discurso de ex-clusión contra los residentes. Este discurso reproduce laóptica estereotipada del mestizo sobre los indígenas comoperezosos y borrachos. De acuerdo con este argumento,es cierto que los migrantes salieron de la comunidad abuscar mejores trabajos y mejores estándares de vida,como mucha gente entre los residentes lo ha hecho por lomenos en una ocasión en su vida; sin embargo, desdeeste ángulo, quienes viven en la comunidad prefirieronpermanecer en ella para poder vivir sin tener que traba-jar, aprovechando los beneficios que el Estado les otorgay niega para quienes viven fuera. Así, las condicionesmarginales de la comunidad son explicadas en la voz delos migrantes como resultado de la negligencia y el alco-holismo de sus habitantes. Es importante señalar que

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estos discursos de exclusión mutua entre migrantes y re-sidentes ha generado serios conflictos e incluso pleitosentre ellos.3

Con respecto a la identidad-linaje-paraje, es importanteseñalar que el lugar juega un papel relevante en la cons-trucción de la identidad de linaje. Como ha sido expuestomás arriba, la primera forma de autoidentificación entrelos yumanos fue el linaje, y entre los principales factoresde identificación del linaje estaban la descendenciapatrilineal y mítica, así como el lugar de origen, es decir, elparaje. Actualmente, la noción de paraje es diferente y al-gunas veces opuesta a la noción de comunidad, en tantoque ésta representa el asentamiento más amplio que com-prende (y disipa) a una serie de parajes distintos. En esteartículo se sostiene que la identidad de autoconsumo resi-de importantemente en la persistente noción del paraje,dado que las características morfológicas más sobresalien-tes de éste continúan siendo centrales en la autorreferenciade los yumanos. A este respecto, debo comentar que du-rante mi trabajo de campo percibí que aquellos que perte-necían a una misma comunidad solían responder a mi pre-gunta sobre su lugar de origen particularizando el nombrede su respectivo paraje, antes de mencionar el nombre desu comunidad. Por ejemplo, hubo quien respondió “Yo soyde El Cuatro” (el lugar de los cuatro aguajes, localizado enla comunidad kiliwa de Arroyo de León), en lugar de afir-mar que era de Arroyo de León; “Yo soy de Agua Caliente”(un sitio de aguas termales localizado en la comunidadkumiai de San José de la Zorra), en lugar de expresar supertenencia a San José de la Zorra; “Yo soy de la Curva delos Encinos” (arboleda situada en la localidad tipai de SanAntonio Nécua), antes de afirmar que su lugar de origen esSan Antonio Nécua. Así, la identidad-linaje-paraje consti-tuye parte de los mecanismos culturales que disparan lafisión en la organización social de los yumanos, y que seexpresa no solamente en un patrón de asentamiento evi-dentemente disperso, como ocurre en todas las comunida-

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des, sino también en el patrón migratorio. Como ya fuecomentado, los yumanos tienden a emigrar, primero, concompañeros del mismo paraje, y segundo, con gente de lamisma comunidad, aunque en periodos críticos emigrande manera individual.

De esta forma, la identidad construida sobre la nociónimaginada de comunidad forma también parte de los me-canismos que estimulan la fisión. Es evidente que estefenómeno evita el crecimiento de la densidad fisiológicasobre las reducidas extensiones de tierra productiva, asícomo la elevada competencia en un mercado laboral res-tringido por la eventualidad de una crisis económica.

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Ahora bien, a pesar de su importante función en elproceso de fisión, la identidad comunitaria de los yumanosjuega también un importante rol en el proceso de fusión.Paradójicamente, la noción de una etnicidad compartidaque se construye en función de una serie de elementosimaginariamente comunes es estimulada y utilizada parapromover la presencia de colectividades visibles al inte-rior y alrededor del último espacio físico tradicional de losyumanos: el ejido indígena. De esta manera, los yumanosse autorrepresentan a través de una identidad de consu-mo externo de esencia comunitaria que permite a estosindígenas hacer frente a las invasiones mestizas de suterritorio. Ejemplo de este fenómeno lo constituye el des-cubrimiento reciente de los grupos yumanos en BajaCalifornia, así como también el de los habitantes cochimíde la ex misión de Santa Gertrudis.

Primero, debemos recordar que a pesar de tener unaantigüedad que trasciende los 2 500 años, los yumanosen Baja California son de una presencia oficial reciente,que se remonta a la mitad del siglo veinte. Antes de estafecha, tanto el gobierno como los antropólogos daban porsentado que los grupos yumanos constituían poblacionesexterminadas y/o asimiladas cuya difusa presencia no

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justificaba el establecimiento de una delegación del Insti-tuto Nacional Indigenista en Baja California. Más aún,considerando la virtual inexistencia de los yumanos, elgobierno del estado llegó a externar sus intenciones deincorporar al mercado lo que para él constituían territo-rios despoblados de la Sierra de Juárez, de San PedroMártir y de las áreas circundantes de la ciudad de Ense-nada. Tal y como lo recuerdan los informantes, una vezque las compañías empezaron a medir estos territorios,la población indígena comenzó a organizarse y a fortale-cer su presencia en colectividades visibles con derechosancestrales de carácter legal y cultural sobre esta tierra.Fue entonces necesario, primero, realizar las primerasestimaciones de lo que para ellos era la población indíge-na, y segundo, revelar aquellos elementos de distintividadcultural que demostraran al gobierno federal su origenétnico. Estos elementos incluían el uso de tocados de plu-ma y de coloridos faldones hasta los tobillos, la comuni-cación a través de las lenguas nativas, la tradición oral,los kuri kuri, la música tradicional, y la ejecución de can-tos y bailes tradicionales. Un informante kumiai afirma:

Yo fui a la ciudad de México para luchar por nuestra tierra. Enese tiempo, el gobierno de Baja California quería esconder a losindígenas porque no quería que el gobierno federal se diera cuen-ta que existíamos; así, las autoridades en la ciudad de Méxicono sabían nada de nosotros y nosotros no sabíamos nada de laoficina que atendía a los indígenas; por eso el gobierno del esta-do pudo controlar todo Baja California y vender nuestro territo-rio. Fue entonces cuando me entrevisté con el presidente DíazOrdaz y él ordenó hacer un censo de la población indígena enBaja California y ver si era necesario establecer una oficina delINI. Desde entonces nosotros empezamos a participar de unamanera más activa en reuniones nacionales, como la dePátzcuaro, durante el periodo del presidente Echeverría, y asífuimos reconocidos finalmente como indígenas.

Por otra parte, Anacleto Meléndez, informante mesti-zo, recuerda que las movilizaciones indígenas durante esteperiodo dieron como resultado una atmósfera de tensiónpolítica e incluso violencia. Este informante señala, con-tra lo que el mito de la edad de oro yumana establece, que

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las comunidades de estos grupos empezaron a incremen-tar su población desde entonces: “las tribus indígenas noeran grandes por tanta hambre y epidemia que sufrían,pero los nuevos tratamientos médicos y el apoyo del go-bierno hizo posible su multiplicación y su presencia máspermanente en las comunidades”.

En el caso de los cochimí, debemos recordar que desdeel periodo dominico se declaró la inexistencia oficial deeste grupo. Situación que fue más tarde confirmada porlos estudios de Peveril Meigs (1939) y Hommer Aschmann(1959) en el área. De esta manera, la extinción de la po-blación cochimí en Baja California llegó a ser ampliamen-te aceptada y difundida, incluso en los libros de texto. Sinembargo, contraviniendo esta idea, en los años ochentaun grupo de gente procedente de la ex misión cochimí deSanta Gertrudis, localizada en el desierto central de BajaCalifornia, arribó a las instalaciones del INI de Ensenadacon la petición de ser reconocidos por el gobierno federalcomo indígenas cochimí y obtener así los beneficios cons-titucionales que habían sido anunciados recientementepara las comunidades indígenas de México.

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Por otra parte, es importante hacer notar que la identi-dad de consumo externo, bajo la forma de una colectivi-dad étnica con estrictas delimitaciones comunitarias, esfortalecida con mecanismos particulares que enfatizan losacuerdos, los patrones comunes y la distensión social porencima de las disputas tradicionales entre los linajes.Estos mecanismos son, entre otros, el Día del Santo Pa-trono, durante la primavera, y el Día de los Muertos, en elotoño. El primer caso se trata de una gran fiesta promovi-da por el comisariado ejidal y financiada por el gobiernodel estado. Esta fiesta empieza con un servicio religiosodurante la mañana y continúa con un gran jaripeo almediodía. El jaripeo es la principal atracción de la festivi-dad, pues concentra a gente procedente de los ranchoscircunvecinos, incluyendo a los mestizos, quienes parti-

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cipan con especial entusiasmo. Paulatinamente, el jaripeose transforma en un escenario en el que se demuestranlas habilidades en el control de las cabalgaduras y endonde se confrontan quienes representan, por una parte,a los indígenas y, por otra, a los mestizos, a los zorreñosfrente a los necuanos, a los miembros de distintas fami-lias confrontadas entre sí, y a los indígenas que habitanla comunidad frente a los que han emigrado. A lo largo deesta confrontación simbólica se consume barbacoa (pro-vista gratuitamente por las autoridades), cerveza, tequilao tonaya, el licor más barato que se puede encontrar en laregión. Posteriormente, la fiesta se orienta hacia la parteculminante y catártica del kuri kuri, en el que participansolamente los indígenas. De esta manera, haciendo so-nar el bule (sonaja), cantando y bailando repetidamentelas interpretaciones monorrítmicas de la música tradicio-nal yumana, y, como diría una de las informantes indíge-nas, “tomando y peleando”, los participantes permane-cen despiertos hasta el amanecer.

De manera similar, “el día de prender velas” o Día delos Muertos, el 2 de noviembre, concentra en la comuni-dad a personas de diferentes y distantes lugares a lo lar-go de tres días. Dado que la celebración del día de “TodosSantos” tiene lugar el primero de noviembre, los indíge-nas empiezan a arribar el último día de octubre. Duranteel primer día, los hombres beben, cortan leña y platicanprofusamente haciendo bromas, mientras que las muje-res hacen los preparativos principales para la celebra-ción: elaboran flores de papel y veladoras, y colectan loque se necesita para pintar, limpiar y decorar las tumbas.En la mañana del 2 de noviembre, hombres y mujeres,migrantes y residentes, se dan cita en el cementerio paracolocar flores, agua, vasijas de cerámica y veladoras parasus parientes y amigos muertos. Esta actividad tiene lu-gar solamente durante la mañana; luego se desarrollanfiestas ocasionales entre los parientes y amigos distantesque continúan hasta caer la tarde. Antes de la puesta delsol, los indígenas llegan nuevamente al cementerio a pren-der una por una las veladoras hasta dejar completamen-te iluminado el suelo del cementerio. A lo largo de esta

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actividad los hombres permanecen bebiendo dentro o fueradel cementerio por largas horas. Después de esto, la fies-ta continúa en algunas de las casas de la comunidad hastael día siguiente. Es así que, como la fiesta del piñón o laceremonia del lloro en el pasado, en el presente el Día delSanto Patrono y el Día de los Muertos juegan un rol im-portante en el proceso de fusión. En ambos casos, dife-rentes linajes, segmentos de linajes y miembros de dife-rentes grupos étnicos que viven fuera o en la comunidad,y gente procedente de los ranchos y ejidos de los alrede-dores, o de ciudades tan distantes como Seattle, Los Án-geles o La Paz, atienden religiosamente las fechas de en-cuentro para experimentar los efectos catárticos de la fiestay alimentar su noción imaginada de colectividad.

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La noción de comunidad autocontenida no es sólo unainvención del Estado y los antropólogos; también es unacreación imaginada de los propios indígenas yumanos.Como se ha discutido en este artículo, esta creación re-sulta imaginada en tanto que las supuestas característi-cas y delimitaciones de esta noción no son por completoobservables empíricamente. En particular, las evidenciasarqueológicas y etnográficas que hasta el momento se tie-nen confrontan la ampliamente aceptada creencia acercade la idílica edad de oro de la comunidad yumana, concaracterísticas de homogeneidad étnica y relaciones fra-ternales. Estas evidencias demuestran la esencianomádica de los yumanos y su sistema segmentario delinajes semihostiles.

De igual manera, las delimitaciones de la comunidadyumana consensualmente aceptadas (lengua, ascenden-cia y residencia), que implican la práctica de una endogamiaestricta y la existencia de referentes geográficos rígidos,son cuestionadas por una serie de procesos sociales emer-gentes. Siendo resultado de una intensa exogamia y movi-lidad, dichos procesos consisten en (1) la materializaciónde una comunidad macro y multiétnica que es delineada

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por relaciones de parentesco multilaterales que trascien-den dichas delimitaciones, (2) la aparición de una serie delinajes de distinto origen étnico y (3) la emergencia de iden-tidades múltiples desde las cuales las supuestas delimita-ciones comunitarias son manipuladas y dotadas de dife-rentes niveles de importancia y significados. En este artí-culo se ha discutido cómo la emergencia de estas identida-des múltiples comprende tanto una identidad de autocon-sumo como una identidad de consumo externo. En el pri-mer caso, se trata de la autopercepción de estos gruposindígenas como poblaciones altamente fragmentadas. Des-de esa perspectiva, los linajes procedentes de diferentessitios de origen o parajes, así como los linajes que residenen diferentes sitios de destino (otras comunidades indíge-nas o mestizas), protagonizan una serie de rivalidades yatradicionales. En el segundo caso, se trata de la autoper-cepción de los yumanos como una colectividad étnica uni-da por vínculos fraternales, de parentesco y territoriales.En este artículo se han presentado algunos de los meca-nismos particulares que refuerzan esta identidad de con-sumo externo, como la celebración del Día del Santo Pa-trono y del Día de los Muertos.

Más aún, en este trabajo se ha mostrado también cómo,a pesar del carácter imaginado de las delimitaciones co-munitarias, éstas adquieren sentido para los yumanos entérminos instrumentales y relacionales. Aquí se ha anali-zado, por ejemplo, la manera en que la identidad deautoconsumo estimula la fisión del grupo, mientras que laidentidad de consumo externo impulsa su fusión. A partirde la autopercepción de los yumanos como poblacionesconflictivas, los patrones de asentamiento y movilidad seconfiguran bajo una forma fragmentada; esta fragmenta-ción reduce la densidad fisiológica en el territorio árido enel que viven, al tiempo que se reduce la competencia en unmercado laboral limitado. Por otra parte, con base en suautopercepción como unidades homogéneas yautocontenidas, los yumanos proyectan una imagen de co-lectividad étnica que comparte un territorio tradicional, con-frontando así la amenaza de despojo territorial de parte delos ejidatarios mestizos. De esta forma, en este artículo se

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argumenta cómo la cultura modela los procesos de asen-tamiento y migración, mientras que los procesos socialesmodelan la etnicidad.

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El narcotráfico, de una u otra forma, va estableciendopautas definidas de interacción social entre los diferentesactores, y es a partir de dichas manifestaciones que auto-res como José M. Valenzuela (2002), Luis Carlos Restrepo(2001) y Nery Córdoba (2002) plantean la existencia deuna cultura del narcotráfico, de una “narcocultura”. Eneste sentido, en el presente artículo se exploran lasimplicaciones prácticas de hablar de una cultura delnarcotráfico y se propone un ejercicio interpretativo dedicha cultura a través de dos categorías analíticas.

Para cumplir con el propósito del texto, éste es divididoen varios subtemas, los que, aunque evidentemente noagotan el tema, sí ubican la reflexión que debe darse des-de las ciencias sociales en aras de descifrar las transfor-maciones sociales y culturales que el narcotráfico ha ge-nerado en las sociedades de algunas regiones deLatinoamérica. En el primer apartado se realiza una pre-sentación del fenómeno del narcotráfico, entendiéndolocomo una red transnacional para la cual las rígidas fron-teras nacionales parecen inexistentes. A continuación seda paso a la argumentación que justifica el planteamien-to en pro de la existencia de una “narcocultura” y se iden-tifican los aportes de dos teorías relacionadas con la in-terpretación de las culturas: las representaciones socia-les y los frentes culturales. Finalmente, se exploran losmensajes que circulan por los medios de comunicación yque constituyen objetivaciones y anclajes de la“narcocultura”.

Como se podrá observar, la estructura del presentedocumento va hilando algunas de las piezas del rompeca-bezas que constituye el narcotráfico en el mundo culturalde muchas localidades que vienen siendo epicentro deeste fenómeno. La relevancia social del tema propuesto

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es indudable; los efectos económicos, políticos y socialesdel narcotráfico en la marcha de muchos países han sidoenormes y difíciles de evaluar con certeza. Por lo tanto,analizar el fenómeno desde una perspectiva que integraelementos culturales resulta sumamente útil y fundamen-tal para entender su naturaleza y sus complejas relacio-nes en el entramado social.

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Uno de los problemas que surgen al abordar el temadel narcotráfico es el conceptual, ya que existen diferen-tes perspectivas de análisis. En algunas ocasiones se leseñala como una empresa ilegal (Sarmiento yKrauthausen, 1991a; Orozco, 1991), para otros analistasel narcotráfico constituye un conjunto de organizacionesdelictivas transnacionales o una modalidad del crimenorganizado internacional (Del Olmo, 1995; Serrano, 1999;Astorga, 2003; Ramos, 1995), y resaltan los trabajos quelo abordan como una economía ilegal (Kalmanovitz, 1990;Tovar,1995; Montañés, 1999; Tokatlian, 2000; Tohumi,2003).

Por otra parte, también están los autores que hanabordado el fenómeno del narcotráfico desde una pers-pectiva sociocultural, tales como Álvaro Camacho (1988),que lo ubica como un mecanismo de inclusión socialefectivo para grandes sectores; Alonso Salazar (1992),quien caracteriza las denominadas “subculturas delnarcotráfico”; Restrepo (2001), con su indicación de queesta actividad, por empatar como ninguna otra con lalógica capitalista, puede ser entendida como “espejo dela cultura”. En esta misma línea, Luis Astorga (1995)identifica el aspecto mítico en la construcción social dela identidad del narcotraficante en México; Juan Cajas(2004) aborda antropológicamente el modo de vida deun grupo de narcotraficantes colombianos, identifican-do el mundo del narcotráfico como un “escenario deincertidumbre”, y Valenzuela (2002) plantea la existen-cia de una “narcocultura” definida por los códigos de

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conducta, estilos de vida y formas de relación de quie-nes participan en el “narcomundo”.

Cada una de estas conceptualizaciones constituye unlente diferente y permite identificar matices y tonalidadesdistintos que resultan pertinentes en el proceso de cons-trucción de conocimiento en torno al complejo fenómenodel narcotráfico. Así, ya que el nombre y el apellido que lepongamos al narcotráfico definen el objeto de estudio de-jando fuera o integrando diversos aspectos, en este tra-bajo se parte de una conceptualización alejada del énfa-sis criminológico. El narcotráfico es entendido aquí comouna red transnacional de producción, transporte ycomercialización de drogas ilegales, ya que se consideraque ubicar la reflexión en conceptualizaciones que haganénfasis en su carácter ilícito implica una aceptación de laperspectiva del Estado y, en este sentido, la adopción delos discursos oficiales alrededor de la producción y tráfi-co de drogas.1 Así, identificar al narcotráfico desplazandoel aspecto evidentemente ilegal que entraña, para hacerhincapié en el aspecto reticular y transnacional, facilita elpropósito fundamental del presente trabajo, que es ex-plorar –desde la “perspectiva del actor”– las interconexio-nes de la red, las particulares prácticas sociales que sesustentan y las significaciones que se construyen en lallamada “narcocultura”.

En este punto es pertinente detenerse en lo que impli-ca ubicar la reflexión del narcotráfico en términos de una“red transnacional”. Es cada vez más común escuchartérminos como “crimen global”, “delito transnacional” o“redes internacionales” para hacer referencia al fenóme-no del narcotráfico, y en este contexto, parece imposibleexplorar su complejo mundo sin reconocer las conexio-nes internacionales que resultan indispensables en la redde producción y comercialización de drogas ilegales. Así,situar la reflexión sobre el narcotráfico en el contexto dela globalización implica el reconocimiento de que la acti-vidad económica de comercializar drogas ilícitas inter-nacionalizó sus redes, en gran parte gracias al incremen-

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to de la circulación de capitales, información y personasa escala mundial.

Sin embargo, para entender por qué en la conceptuali-zación del narcotráfico aquí propuesta, más que enten-derlo como un fenómeno global, se presenta como unaactividad transnacional, resultan útiles las acotaciones deGilberto Giménez (2002:26), quien plantea que aunqueno existe un consenso en las ciencias sociales sobre elsignificado y alcance del término “globalización”, el ele-mento fundamental para definirlo está relacionado conlos procesos de desterritorialización. Según este autor,aunque las diferentes definiciones de la globalización serefieren a o toman como sinónimos procesos como lainternaciona- lización, la liberalización, la universalizacióno la occidentalización, lo verdaderamente distintivo del pro-ceso de globalización radica en la proliferación de relacio-nes supraterritoriales.

Giménez (1999:53) recuerda que la antropología lla-mada posmoderna introdujo un discurso sobre la rela-ción territorio-cultura, que afirma que en la actualidad lacultura es por definición “desterritorializada” debido a losfenómenos de globalización. Según este planteamiento,el crecimiento exponencial de las migraciones internacio-nales y la “deslocalización” de las redes modernas de co-municación han eclipsado la relevancia de los territoriosinteriores sustituyéndolos por redes transnacionales decarácter comercial, social y político. En este sentido, losprocesos de globalización crean e intensifican la base eco-nómica y tecnológica que hace posible la idea deltransnacionalismo, entendiendo así que la noción detransnacionalidad difiere de la noción de globalización.La noción de transnacionalidad hace referencia a la diná-mica mediante la cual la política y la ideología se venimpactadas por los procesos de globalización (Ribeiro,2000:466).

Por lo tanto, cuando se afirma que el narcotráfico esuna red transnacional se entiende que, además de ser unaactividad que a semejanza de las grandes corporacionestransnacionales se beneficia de las asimetrías entre lasnaciones para sacar provecho económico, constituye tam-

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bién un escenario en el que las compactas y rígidas fron-teras nacionales se diluyen. Igualmente, se entiende quelas implicaciones del narcotráfico van mucho más allá delos ámbitos legales, políticos, económicos y de las relacio-nes exteriores, implicando también los aspectos ideológi-cos y culturales.

Los diversos estudios que desde las ciencias socialeshan abordado este fenómeno2 coinciden en que sus ac-tividades no están aisladas del conjunto de las prácti-cas sociales, ya que los narcotraficantes conviven ensu entorno exteriorizando algunas “formas de hacer”que empiezan a generar una serie de cambios y trans-figuraciones sociales y culturales relacionadas directa-mente con el establecimiento de nuevas pautas deinteracción, cambio en los valores y procesos de legiti-mación, entre otros.

En este sentido, es importante señalar que, mien-tras las drogas sean ilegales –creando un potencialenorme de ganancias– y la demanda por estas drogascontinúe, la tarea de eliminar la producción y el tráfi-co de drogas es virtualmente imposible. Esto, a su vez,supone que cada vez más sectores de las diferentesnaciones se verán implicados en las redes internacio-nales de esta actividad y serán testigos de las trans-formaciones sociales y culturales que se derivan de suacción. Este escenario plantea un reto impostergablepara las ciencias sociales, quienes en su tentativa decomprensión del impacto social y cultural del narco-tráfico deberán abocarse a las interconexiones globales-locales.

En definitiva, para comprender las prácticas y repre-sentaciones que circulan por el “narcomundo” –tanto enlos contextos locales como en los globales– es fundamen-tal partir de una perspectiva que entienda “lo local” comoun conjunto de relaciones sociales que trascienden susfronteras y del reconocimiento de que la red transnacionaldel narcotráfico se nutre de las especificidades sociocul-turales de los contextos locales.

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Puede parecer extraño hablar de “la cultura delnarcotrá- fico”, ya que en muchas ocasiones se continúarelacionando el concepto de cultura con ciertas manifes-taciones ritualizadas en contextos claramente delimita-dos; sin embargo, existen conceptualizaciones que per-miten entenderla como el conjunto de acontecimientosvinculados a la acción humana por los cuales circulanlos modos de apropiarse y vivir determinadas realidadessociales. En palabras de González, “a pesar de los múlti-ples significados que puede retomar la palabra cultura,ésta aparece siempre ligada a ‘la creación del sentido dela vida y del mundo’ ” (2003:113).

Así, si se entiende a la cultura como la producciónde significados vividos por un grupo determinado, co-bra sentido hablar de una “narcocultura”, puesto queplantear su existencia es afirmar que alrededor de laactividad transnacional de transportar y comercializardrogas ilegales empiezan a aparecer y a generarse di-versos sentidos prácticos de la vida o diversas “reglasdel juego” y normas de comportamiento. En este senti-do, la “narcocultura” define la situación de estos gru-pos en la vida social, ya que al mismo tiempo distinguey unifica a quienes participan y/o comulgan con esteproyecto ilegal.

En este sentido, es importante señalar que para darcuenta de la complejidad que entraña la noción de“narcocultura” es imposible partir de una idea pragmá-tica de la cultura. Para desentrañar los significados quecirculan por el “narcomundo” es necesario antes quenada alejarse de la vocación por inscribir a cierto grupode personas en la “narcocultura”, ya que constreñirla aun grupo específico podría conducir a conclusiones par-ciales y esquemáticas que deriven en las conocidas cari-caturas del “narco” que venden los medios. Si bien esindudable que la “narcocultura” es activa y continua-mente construida por ciertos actores, el planteamientocentral de este texto es que los límites sociales de dichacultura no existen en la forma de rígidas y claras fronte-

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ras con respecto a los diferentes sectores sociales, in-cluso aquellos que se desenvuelven en los límites de lalegalidad.

Al respecto, Jorge A. González plantea que la culturaes sueño y fantasía que sobrepasa los duros límites de larealidad, al tiempo que constituye raíz y recuerdo de loque hemos sido y de los pasos anteriores (1994:57), pala-bras que cobran sentido al explorar algunos aspectosdiscursivos de la cultura del narcotráfico.

En el “narcomundo” se detenta cierta ideologíalegitimadora de sus acciones que, lejos de negar o encu-brir sus actividades ilícitas, le permite aceptarlas y justi-ficarlas plenamente. Un ejemplo de esto lo constituyenlos narcotraficantes latinoamericanos, quienes se definena sí mismos como defensores de los valores regionales yluchadores por el progreso. Sostienen que su industria,aun cuando ilegal, beneficia a Latinoamérica pues atraeenormes cantidades de dinero, promueve el desarrollo yreduce el desempleo (Ovalle, 2000). Desde esta perspecti-va, no hay ningún problema en ofrecer un producto cuyaalta demanda es innegable. Así, la cultura del narcotráficose desarrolla tras el sueño y la promesa de inclusión enregiones y localidades donde ascender posiciones en lasclases sociales es una tarea casi imposible mediante losmecanismos legales.

Por otra parte, a partir del crecimiento económico delos grupos narcotraficantes se produjo en algunas regio-nes –especialmente en Latinoamérica– un rápido ascensosocial de sujetos pertenecientes a las clases baja y media.Los beneficiarios, que no sólo eran los narcotraficantessino también todos aquellos que los rodeaban: abogados,contadores, guardaespaldas, empresarios, policías, mú-sicos, políticos, pilotos, entre otros, generaron un rápidocambio en la estructura social. Todos estos “recién llega-dos”, que no eran asumidos como iguales por las viejasélites, aunque deseaban el ascenso social, no estaban in-teresados en ocultar su origen. Así, en sus prácticas deconsumo manifiestan abiertamente su procedencia, ge-nerando profundos cambios en las interacciones tanto enla vida urbana como en la vida rural.

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De la misma forma se pueden entender las palabrasde González cuando plantea que la cultura es raíz yrecuerdo, ya que al analizar la “narcocultura” se obser-va la forma en que ésta se articula con las culturaspopulares, las especificidades regionales o locales y lamanera en que los actores sociales manifiestan en lasprácticas cotidianas las tradiciones y usos que dan for-ma a la cultura de la que provienen. Se puede citar elejemplo de las famosas “narcofiestas”, ya que es cono-cido el hecho de que en el “narcomundo” el especialsentido que se le otorga al ocio y al derroche se mani-fiesta plenamente en sus celebraciones. Si bien una“narcofiesta” realizada en una ciudad colombiana va apresentar algunos rasgos comunes con una desarrolla-da en el norte de México –la presencia de majestuosos eimportantes grupos musicales, abundante comida, li-cores costosos, diferentes drogas y cuerpos de seguri-dad privada visiblemente armados–, en cada una de ellasse expresan de manera especial elementos que consti-tuyen iconos de sus culturas oficiales –conjuntovallenato y orquesta de salsa vs. banda, lechona vs.birria y aguardiente vs. tequila–.

Así, al identificar en la cultura del narcotráfico el ele-mento que la constituye como proyecto y fantasía de in-clusión y el elemento que la enraíza en las culturas ofi-ciales surge un problema práctico: ¿cómo identificar loslímites de la “narcocultura”? De hecho, como ya se ex-presó líneas arriba, las fronteras de la cultura delnarcotráfico se presentan bastante borrosas; se puedenenumerar varios ejemplos para corroborar esto. El de-rroche, la opulencia, la trasgresión, el incumplimientode la norma y el machismo son, entre otras, prácticassociales continuamente asociadas al “narcomundo”; sinembargo, vemos que todas ellas son en mayor o en me-nor medida prácticas recurrentes en otros sectores so-ciales de Latinoamérica.

Así, al detenerse en las prácticas sociales asociadasal narcotráfico, se observa cómo al interrogar a este fe-nómeno las preguntas se revierten y empiezan a surgirotras relacionadas con la cultura y los valores. En otras

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palabras, al explorar la cultura del narcotráfico se ob-serva de qué manera los aspectos de las culturas oficia-les son acogidos y caricaturizados por el “narcomundo”(el machismo, el derroche y el consumismo) y cómo lasprácticas sociales relacionadas con el narcotráfico inci-den en que su particular proyecto y modo de construirla realidad sea interiorizado y aceptado por otros secto-res sociales.

Estas borrosas fronteras entre la cultura del narcotrá-fico y las culturas oficiales ya habían sido advertidas porRestrepo, quien plantea que al explorar el “narcomundo”se antepone el mitológico espejo de Dionisio y empieza amostrar fragmentos del mundo social en el que estamosinmersos. En la mitología griega, cuando este dios se mi-raba al espejo no veía reflejado su rostro sino la imagendel mundo en el que estaba inmerso. Según Restrepo, asíactúa el asunto de las drogas para quien no teme aso-marse a sus entrañas, como un espejo en el que aparececon todas sus contradicciones la cultura contemporánea(2001:11).

En síntesis, en la vida cotidiana de diversos grupospueden observarse, tanto en las prácticas como en losmedios de comunicación, mensajes objetivados de la“narcocultura”, en cuyo desciframiento es necesario va-lerse de categorías analíticas que permitan interpretar yleer las diversas interacciones y sentidos que se tejen al-rededor del comercio ilegal de las drogas.

En este trabajo se exploran las potencialidades ex-plicativas de dos categorías típicamente relacionadascon la interpretación de las culturas: los frentes cul-turales y las representaciones sociales. Si hay algúnelemento común entre estas categorías, es que ningu-na de las dos se relaciona con la realidad como si éstafuera un objeto estático; por el contrario, las dos coin-ciden en señalar el constante movimiento de la reali-dad estudiada e intentan ajustarse a las dinámicassociales. Sin embargo, como se verá a continuación,estas dos categorías de análisis ofrecen diferentes ele-mentos para descifrar los lazos del narcotráfico en lassociedades.

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El concepto de representación social está siendo am-pliamente utilizado como categoría de análisis para com-prender diversos fenómenos sociales, pero en este casose considera que resulta útil para desentrañar lasimplicaciones sociales y culturales del narcotráfico. Bajoel lente de las representaciones sociales se hacen visibleslas formas en que la cultura del narcotráfico es integradaa la cotidiani- dad de muchas localidades.

Según Serge Moscovici, las representaciones socialesson un corpus organizado de conocimientos y una de lasactividades psíquicas gracias a las cuales los hombreshacen inteligible la realidad física y social, integrándoseen un grupo o en una relación cotidiana de intercambios(1979:17-18). Este autor sustenta su teoría en dos proce-sos fundamentales: la objetivación y el anclaje.

Con estos dos conceptos se explica la forma en que lasrepresentaciones sociales se consolidan y funcionan,enfatizando la interdependencia existente entre lo psico-lógico y los condicionantes sociales. La fase de objetivación,definida como “la constitución formal de un conocimien-to”, hace referencia al proceso mediante el cual un con-cepto abstracto se convierte en un objeto o una imagentangible. Lo abstracto aparece como la suma de elemen-tos descontextualizados que deben integrarse como unaimagen más o menos consistente que se pueda identificarcon mayor nitidez (Jodelet, 1986:469-473). A su vez, elproceso de objetivación contempla tres pasos: 1. selec-ción y descontextualización de los elementos, 2. forma-ción de un núcleo figurativo y 3. naturalización.

Según F. Flores Palacios, en el momento en el que seselecciona información en función de aspectos normativosla representación “adquiere cuerpo”, ya que se estableceuna relación entre un discurso social preexistente y loselementos seleccionados (2001:12). Dicha selección se daparalelamente a un proceso de descontextualización deldiscurso en el que la representación social se esquematiza.De la relación que el objeto de la representación establece

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con otros elementos discursivos emerge un sentido que losenlaza.

En el siguiente paso, los elementos del discurso socialque han sido seleccionados y descontextualizados en elpaso anterior se organizan alrededor de un núcleo figura-tivo, dando luz a un conjunto de informaciones sintético,coherente, concreto, “formado con imágenes vívidas y cla-ras” (Jodelet, 1986:483).

Un muy buen ejemplo de lo que para el caso estudiadosería la formación de una imagen nítida y clara es el sur-gimiento de un personaje que antes de 1980 no existía:“el narco”. Según Santiago Villaveces, el vocablo “narco”aparece en el léxico popular de varios países latinoameri-canos para referirse a sujetos involucrados en algún seg-mento del proceso de producción, circulación y/o distri-bución de drogas ilícitas. Lo más interesante es que estevocablo, según el autor, moviliza un sentido de alteridadmarcado por la censura moral a aquellas clases emergen-tes (2000:13).

Así, los cambios sociales y culturales que en variospaíses y regiones de Latinoamérica se empezaron a vivir apartir de la dinámica del negocio de las drogas fueronsintetizados en imágenes claras. Siguiendo el ejemplo deVillaveces, se pueden identificar otras imágenes y actoresque empiezan a dar sentido a la representación delnarcotráfico. Surge el “drogo”, el “adicto”, concebido comola víctima de la situación; un enfermo, preso de una sus-tancia mortífera, personaje que justifica toda la luchacontra esta actividad, y surge la idea de la existencia del“cártel”, visto como una rígida estructura mafiosa capazde atentar contra el orden nacional y regional.

En el tercer paso, la naturalización, el discurso alrede-dor del objeto se transforma y deja de ser una represen-tación conceptual abstracta para ser una expresión di-recta del objeto representado. Según Moscovici, “los con-ceptos se transforman en categorías sociales del lenguajeque expresan directamente la realidad” (1979:121). ParaFlores “la naturalización permite convertir los elementosdel núcleo figurativo en entidades objetivas que uno ob-serva en sí mismo y en los otros” (2001:11). Esto quiere

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decir que las representaciones se cristalizan en significa-dos estables que dan vida social al objeto.

De esta forma, ya “el narco”, “el adicto” y “los cárteles” noson sólo imágenes identificadas por el conjunto social; pa-san a ser categorías sociales objetivadas. En este punto re-sultan importantes los planteamientos de Cajas, quien ha-bla de la existencia de una jerga llamada “traqueñol”, me-diante la cual se cristaliza la representación del narcotráfico.Según este autor, del submundo de las drogas se derivauna particular forma de expresarse que ha penetrado enamplios sectores, especialmente de la juventud: “En Cali,Medellín, Tijuana o Ciudad de México, los jóvenes se hanapropiado del vocabulario traqueto”3 (2005:23). En este mis-mo sentido se puede entender la forma en que el vocablo“narco” empieza a ser utilizado designando aspectos como“narcogobierno”, “narcopolítico”, “narcoguerrilla”,“narcocasas”, “narcotumbas”, “narcodólares”, todas ellasexpresiones de realidades que debieron incorporarse en lacotidianidad de estas sociedades.

Como se observa, la importancia del proceso deobjetivación reside en que pone a disposición social unaimagen o esquema haciendo concreto lo abstracto y tan-gible lo intangible.

La otra fase que contempla la representación social esel anclaje. Moscovici afirma que a través del anclaje lasociedad cambia el objeto representado por un instru-mento del cual puede disponer, y este objeto se coloca enuna escala de preferencia en las relaciones sociales exis-tentes (1979:121).

Con estas palabras se entiende que con el anclaje larepresentación social se liga al marco de referencia de lacolectividad y se convierte en un instrumento útil parainterpretar la realidad y actuar sobre ella. Así, luego deadquirir un significado estable, la representación socialse ancla a un sistema de relaciones históricas y socialesque se encargan de “otorgar un sentido al objeto en la redrepresentacional” (Flores, 2001:13).

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De esta forma, “el narco”, “el adicto” y los “cárteles delnarcotráfico” ya no sólo son actores principales de pelí-culas, telenovelas, libros y demás medios de comunica-ción masiva, sino que empiezan a ser actores sociales yescenarios cotidianos. Como señala Valenzuela, las re-presentaciones sobre el narcotráfico recreadas en losnarcocorridos no sólo sirven para darles sentido a unaserie de elementos que la gente conoce o intuye, sino queparticipan en la producción de prácticas cotidianas des-de las cuales la gente aprende a vivir con ese mundo(2002:325).

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Mientras las representaciones sociales permiten com-prender las formas en que el narcomundo irrumpe en lassociedades y el modo en que la sociedad aprehende lapresencia cotidiana de estos nuevos actores, los frentesculturales permiten descifrar los límites entre las cultu-ras oficiales y la “narcocultura”.

Según González, los frentes culturales pueden ser en-tendidos como espacios sociales y entrecruces deinteracciones en las que se lucha por el monopolio legítimode la construcción y reinterpretación semiótica (1994:84).En este sentido, al proponer que el “narcomundo” puedeser entendido como un frente cultural, la discusión se ubi-ca en un proceso social fundamental: la legitimación.

De antemano se deben reconocer las implicaciones dehablar de la posibilidad de un proceso de legitimación delas actividades ilegales de los narcotraficantes; sin em-bargo, a pesar de las susceptibilidades que pudieran re-sultar lastimadas, es un hecho que su sólido desarrolloeconómico y su creciente apropiación de los mercadosinternacionales no serían posibles si grandes sectoressociales no comulgaran con su proyecto. La legitimación,como nos recuerda González, se consigue cuando un grupode actores sociales tiene los medios para hacer prevalecersu definición de la realidad y hacer adoptar una visióndel mundo como la más correcta (1994:70), y para corro-

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borarlo basta detenerse en las emociones de agradecimien-to que identifica a ciertos sectores sociales con importan-tes “capos” del narcotráfico.

No es necesario ir a El Guamuchilito (México), munici-pio en el que nació el famoso narcotraficante Amado Carri-llo, el “Señor de los Cielos”, para constatar que el estilo decacique generoso que han acunado muchos de estos per-sonajes les ha valido el aprecio, el reconocimiento y el agra-decimiento de grandes sectores sociales. En este lugar seobserva algo que se repite en muchas regiones deLatinoamérica tanto urbanas como rurales: los narcos hanvenido a jugar el papel del Estado y han dado respuesta ademandas de las comunidades en materia de vivienda, es-pacio público, educación, recreación, entre otras. De estaforma, el “narcomundo” ha podido cristalizar el discursolegitimador de sus acciones al presentarse socialmentecomo “gente comprometida con el desarrollo regional”.

Sin embargo, el “narcomundo”, en su afán por hacerprevalecer sus particulares “reglas de juego”, no se valesólo de las prácticas paternalistas con la sociedad; comose verá a continuación, existen mecanismos de alto con-tenido simbólico con los cuales estos grupos comunicansu existencia y persistencia como proyecto de inclusión ycomo forma de vida.

Así, al abordar el “narcomundo” como frente cultural,el análisis se centra en la génesis y estructuración de lasinteracciones sociales desde las cuales se van constru-yendo puentes de legitimidad. En este ejercicio de inter-pretación se analizan dos expresiones o prácticas asocia-das al narcotráfico: la violencia –trasgresión– y la opulen-cia –derroche–.

La forma en que los narcotraficantes adquieren los re-cursos deseados, caracterizada por la rapidez, la transi-toriedad (saben que en cualquier momento pueden per-derlos) y el exceso, incide en que estos sujetos considerenque pueden acceder a lo que quieren fácilmente; por lotanto, al parecer dejan de percibir claramente los límitesentre el deseo y el acto (Ovalle, 2000:165). Al analizarvarias historias de vida de sujetos que trabajaban en elnarcotráfico, se encontró que la pérdida de límites se ex-

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presa en las relaciones de estos actores con todo el con-junto de la sociedad. El sujeto obtiene los recursos mate-riales que desea y, dada la importancia que socialmentetienen tales recursos, empieza a asumir un cambio de surol en el ambiente social. Se percibe a sí mismo comomás poderoso, y al saberse respaldado por una red decomplicidades y por una organización igualmente pode-rosa, comienza a relacionarse con el Otro estableciendorelaciones funcionales mediadas muchas veces por la vio-lencia material y simbólica (Ovalle, 2000:167).

De allí se deriva la imagen del narcotraficante selladapor su carácter sumamente violento y trasgresor, imagenque no difiere de la realidad. Los periódicos de varias ciu-dades de Latinoamérica cuentan historias de torturas,asesinatos, ajustes de cuentas y cruentas batallas entrebandas y grupos de narcotraficantes.

El mundo del narcotráfico impone sus propias leyes,las cuales muestran poco respeto por la vida. Situacionescomo la traición o la desobediencia son aleccionadas conla muerte, asesinatos que generalmente quedan en laimpunidad. De allí que la mezcla de impunidad, armasde fuego y sensación de poder que los acompaña generecontextos de trasgresión inadmisibles (Valenzuela,2002:260).

Esta amalgama de violencia e impunidad es conocidapor la ciudadanía y sin lugar a dudas juega un papel im-portante en este campo de lucha por la legitimidad de laque se habla. “Es entre ellos”, plantean los medios decomunicación y las autoridades para explicarse el mar deejecuciones y muertes a cuenta del fenómeno delnarcotráfico, y basta detenerse un poco en esta idea parapensar la manera en que estas formas de trasgresión yviolencia se empiezan a convertir en prácticas naturaliza-das y asumidas por los ciudadanos. En este sentido, esposible preguntarse si las ejecuciones y asesinatos pre-sentados en los medios como “ajustes de cuentas” empie-zan a ser asumidos y hasta cierto punto justificados comorespuestas naturales a “la traición” en ese específico gru-po social.

Por otra parte, es común que estos actores sociales

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empiecen a caer en los famosos excesos que han cumpli-do una importante función en el estereotipo del “narco”como un personaje histriónico, comprador compulsivo.El derroche hace, entonces, parte de su modo de vida;derrocha comida, ropa, drogas, alcohol, mujeres. Eviden-temente, este consumismo y derroche no es una prácticaexclusiva de los narcotraficantes. Como nos recuerdaValenzuela, las sociedades contemporáneas realizan unaostentación delirante del consumo como parámetro derealización y éxito en la vida. Sin embargo, en este esce-nario los narcotraficantes constituyen uno de los ejem-plos límite por su amplia capacidad de consumo(2002:194). La opulencia surge como un consumo demos-trativo; tal parece que estos sujetos actúan fundamenta-dos por la creencia ideológica de que “lo importante estener” o de que “en la medida que tengas serás aceptado”.Por esta razón es tan importante para ellos demostrar supoder adquisitivo, mostrarse y, sobre todo, distinguirse(Ovalle, 2000:188).

Tener el reloj de la mejor marca y el más caro, andarcon la mujer más bonita,4 ir a los mejores sitios, tener lacasa más vistosa de un barrio, todas éstas son expresio-nes de la búsqueda de aceptación de los sujetos. Así, laopulencia o el consumo demostrativo se convierten en prác-ticas indispensables para los narcotraficantes, ya que ellasson “el camino que redime y justifica los riesgos”(Valenzuela, 2002:194). Un ejemplo extremo de la búsque-da de redención recorriendo el camino de la opulencia loconstituye el caso de las documentadas “narcocriptas” quese encuentran en la ciudad de Culiacán. En estos cemen-terios los individuos pueden construir en vida su mauso-leo, tumbas que superan por mucho el estándar de losmateriales y el tamaño de algunas casas de interés social.

En dichas prácticas de consumo demostrativo, sinduda, la iconografía popular es incorporada a algunos“usos” relacionados con el mundo narco. La Virgen deGuadalupe, Cristo y las imágenes de Jesús Malverde apa-recen con frecuencia en su vestimenta. En este sentido,

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se debe resaltar la forma en que su ropa se evidenciacomo campo de lucha simbólica. Para González, es perti-nente hablar de frentes culturales, ya que la palabra fren-te señala una línea de combate y un campo de lucha porla legitimidad, idea que permite entender la forma en quelos narcos se presentan en sociedad vestidos según laimpresión que quieran dar. Es común ver que cada vezmás las botas puntiagudas, las camisas a cuadros y loscintos pitiados con grandes hebillas van siendo reempla-zados por trajes Armani y camisas Versace. Los kilos dejoyas se han convertido en un simple y discreto reloj marcaRolex. Entre los nuevos artefactos incorporados en su bús-queda de ascenso simbólico también sobresalen los apa-ratos electrónicos, como celulares, agendas y computa-dores portátiles, e imponentes automóviles, entre otros.Todas estas mutaciones de los narcos son seguidas y leí-das –tal vez inconscientemente– por la ciudadanía, hastael punto en que pueden establecer categorías y diferen-ciar al “que es” del que “quiere ser” o del que simplemente“quiere parecer”.

En síntesis, la categoría de frentes culturales propues-ta por González, al permitir analizar las interacciones so-ciales entendiéndolas como líneas de combate por la legi-timidad, enmarca y da sentido a muchas prácticas coti-dianas asociadas al “narcomundo” que bajo otros lentespermanecerían veladas. Igualmente, al plantear los fren-tes como un campo cultural en el que las fronteras y lí-neas divisorias son bastante porosas entre los desnivelesde la cultura, esta categoría permite explicar las articula-ciones entre la “narcocultura” y las culturas populares ycomprender la forma en que el narcotráfico es acogido nosólo económicamente sino también culturalmente por lasnaciones, regiones y localidades en las que se asienta.

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Luego de explorar las posibilidades explicativas de dosimportantes categorías de análisis en cuanto a interpre-

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tación de la cultura –las representaciones sociales y losfrentes culturales–, resulta útil detenerse en las informa-ciones “estructuradas y estructurantes” que circulan porlas diferentes industrias culturales. Es importante revi-sar los contenidos de estos mensajes ya que son el testi-monio directo del impacto cultural del “narcomundo”, elvehículo de las objetivaciones y los anclajes del“narcomundo” en la estructura social, y constituyen elámbito donde se evidencia el campo de lucha por la legi-timidad.

La radio, la televisión, los periódicos y el cine formanuna red por la que circulan los bienes culturales que“tienen un papel importante en la construcción de sub-jetividades, demandas y expectativas” de los actores so-ciales (García Canclini, 1999:163). En este sentido, acontinuación se realiza un breve y apresurado recorri-do por los mensajes que sobre el “narcomundo” circu-lan por estos medios. Sin embargo, antes se debe seña-lar que se opta por hablar de industrias culturales y node medios de comunicación pues es un concepto quepone el énfasis en los bienes simbólicos que circulan.Aunque no hace mucho las industrias culturales se asu-mían como mecanismos de control social, responsablesde la pérdida del potencial revolucionario de las masasobreras, en la actualidad se caracterizan como aquellasactividades culturales que a partir de una creación indi-vidual o colectiva, sin una significación inmediatamenteutilitaria, obtienen sus productos mediante procesos deproducción de la gran industria5 (García Canclini,1999:159).

Sin duda, el narcotráfico es un tema que vende; losperiódicos, en su afán por la noticia, hacen del mundo“narco” un espectáculo. Tiroteo, mafia, ajuste de cuen-tas, tiro de gracia, guerra entre carteles, captura, son con-tenidos que se evocan y que obtienen la respuestamercadotécnica esperada. No pasa algo diferente en latelevisión y en el cine; las películas sobre mafiosos ya sonclásicas desde hace algunas décadas. Algunas más

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novedosas, otras ceñidas a la obvia fórmula de buenoscontra malos, el caso es que son ampliamente produci-das porque se sabe del amplio sector que las consume.

Sin embargo, como lo plantea Córdoba (2002), que elnarcotráfico sea tema importante en las industrias cultu-rales no siempre obedece a que el mundo “narco” sea unproducto informativo rentable en virtud del sensaciona-lismo. En otras industrias culturales, como cierta litera-tura, las artes plásticas y la música, se puede apreciarcon mayor nitidez que el narcotráfico se retoma comodenuncia de una sociedad lastimada por una guerra ab-surda, generadora de múltiples violencias, como cons-tructo que expresa expectativas de vida o como historiacotidiana que reclama ser contada.

Así, al explorar los mensajes que circulan por las in-dustrias culturales con respecto al narcotráfico, resultanpertinentes los aportes de Irma Arriagada (2002), quienal explorar la situación del narcotráfico en Latinoaméricaidentificó en la prensa escrita de esta región los siguien-tes puntos:

• Los narcotraficantes y sus redes de influencia sonconsiderados como los principales desestabilizadoresdel sistema institucional vigente en la región.

• No incluye o lo hace marginalmente el debate y lasdiferencias de enfoque respecto de cómo enfrentar elproblema de la droga.

• No existe un acompañamiento de la prensa latinoa-mericana a la decisión adoptada por los gobiernos en1998 en el sentido de dar un tratamiento equilibradoal control de la oferta y la reducción de la demanda,ya que la cobertura de las acciones orientadas en estesentido es mínima.

• Se privilegian los temas de política internacional ylas acciones jurídicas e institucionales.

• Respecto de las consecuencias sociales y políticasde las drogas, lo que más destaca la prensa son loshechos de violencia y corrupción. Pero teniendo encuenta las múltiples dimensiones del impacto socialy cultural del tema de las drogas, se puede decir que

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la cobertura sobre las consecuencias del fenómenoes mínima.

• La cobertura en el ámbito de la corrupción y la im-punidad se centra en la institucionalidad política ypolicial; en el ámbito jurídico y militar la cobertura seve reducida.

• Tampoco se encuentra mucha información sobrelas consecuencias económicas del problema, que pue-den ser “positivas”, como el empleo en actividades ile-gales, o “negativas”, como la pérdida de productivi-dad por consumo de drogas (Arriagada, 2000:23-27).

Al ver estos resultados, se puede intuir que la prensade la región latinoamericana se aboca a las fuentes y a losdiscursos oficiales, ya que sólo en contadas ocasiones seencuentra en ella un espacio en el que se presenten –y nihablar de que se analicen– los aspectos culturales del“narcomundo” y las formas en que la sociedad interactúay se relaciona con este fenómeno.

Con respecto a la música, son resaltantes los trabajosde autores como Valenzuela (2002) y Astorga (1995), quie-nes han puesto énfasis en la importancia de los llamados“narcocorridos” como una rica fuente de información so-bre las múltiples articulaciones del “narcomundo” conotros ámbitos de la sociedad. Según lo planteado porValenzuela, el corrido participa en la construcción y re-construcción de imaginarios colectivos que muchas ve-ces actúan como contrapeso de los discursos oficiales olegitimados y como elemento vehiculizador de las repre-sentaciones sociales (2002:284).

Aunque los roles se encuentran “burdamentedicotomizados”: orden contra delincuencia, buenos contramalos, leales contra traidores, amigos contra enemigos(Valenzuela, 2002:38), el corrido juega un importante pa-pel como agencia comunicativa de este tipo de actividades.Como lo señala Valenzuela, desde este género musical seconstruyen mensajes de advertencia para los diversos ac-tores sociales; en esos mensajes la actividad del narcotráficoy el consumo se representan como bombas activadas y lagente debe estar consciente de los riesgos (2002:262).

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Sin embargo, es importante tener en cuenta que elnarcotráfico es abordado como tema en diferentes géne-ros musicales y no sólo en la música de banda o en los“narcocorridos”.

Por ejemplo, en el rock en español se podrían mencio-nar algunos casos de grupos y artistas que abordan estatemática. Molotov, uno de los grupos de rock mexicanomás reconocidos nacional e internacionalmente, aunqueno se ha distinguido por tratar el tema de las drogas ensus canciones, en sus letras, caracterizadas por abor-dar fenómenos sociales, dejan entrever algunosseñalamientos importantes relacionados con el tema delnarcotráfico.

Tal es el caso de una canción que, simulando la con-versación que un migrante mexicano quisiera tener conalgunos gringos racistas, plantea:

Te pagamos con petróleoe intereses nuestra deuda,mientras tanto no sabemosquién se queda con la feria.Aunque nos hagan la famade que somos vendedoresde la droga que sembramos,ustedes son consumidores.

Así, al tratar en una canción la tensión que existe enambos lados de la frontera norte, realizan el importanteseñalamiento de la dicotomía entre país productor/paísconsumidor repartiendo las responsabilidades.

Por otra parte, en el rock en español se pueden identi-ficar algunos reconocidos artistas que sobresalen por susconstantes consignas en pro de la legalización de ciertasdrogas, como es el caso del francés Manu Chao, quien ensu canción titulada Mary Juana dice:

Yo conozco una chachade nombre Mary Juana;dice que todos los chachosla llaman luz del alma,

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yo digo mari, marihuana,cómo te quiero yo... ¡legalícenla!

El argentino Andrés Calamaro también se distingue portratar en varias de sus canciones este tema, como en lacanción Circo y clonazepán, en la que se escucha:

...sobra cocaína,y con el precio que tieneeste lugar me conviene;gente fina, delincuente,algunos ya diputados,y brindo por nosotros los taradosque les pagamos.

Así, realiza una denuncia a la pasividad y en muchoscasos complicidad de los gobernantes frente a esta situa-ción.

Morena con la piel de chocolate,siempre te llevo guardadamuy cerca del corazón;pero dicen que aquí no podemos hacerlo.La mente, la cabeza,es el territorio dormidodonde yo decido:nada debería estar prohibido

recita una canción del grupo de rock en español LosRodríguez. Incluso en géneros que podrían pensarse to-talmente desvinculados del tema, tales como la salsa o elreggae, se pueden encontrar canciones que lo abordan.Un ejemplo de esto es la canción Marihuana, del cantantede música popular conocido como El General, o Amor ycontrol, de Rubén Blades.

Todos estos ejemplos son una pequeñísima muestra detodas las canciones que en diversos países y en diferentesidiomas se han centrado en el tema del narcotráfico. Loimportante aquí es mostrar que en un medio en el que larepresión no es tan efectiva surgen voces que gritan la ne-cesidad de buscar alternativas diferentes al problema de

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las drogas, y que, a través de la universalidad de la músi-ca, estas voces llegan a muchas personas, nutriendo deinformación sus propias posturas y expectativas. Se ob-serva, entonces, que el narcotráfico es una historia canta-da y recitada desde diversos géneros y que a través de losmensajes musicales que circulan por las ciudades y loscampos latinoamericanos se van transmitiendo discursosy enfoques del tema del narcotráfico que juegan un papelimportante en la configuración de las representaciones.

Con respecto a los mensajes que sobre el “narcomundo”circulan por los diversos medios, se puede afirmar que elcine es otro vehículo fundamental. Se debe recordar queesta industria cultural de imágenes tiene una gran reper-cusión en la cultura y en la construcción de identidades.En este sentido, son muy ilustrativas las cifras que ofreceNéstor García Canclini sobre la producción y exportaciónaudiovisual, ya que permiten dimensionar su consumomundial. Según el autor, dicha industria en Estados Uni-dos representa el 6 por ciento del producto interno brutoy emplea a 1.3. millones de personas, más que la mine-ría, la policía o la forestación (1999:67).

Según Norma Iglesias, los productos de la industriacinematográfica incluyen un punto de vista ante la reali-dad mostrada y, por lo tanto, se constituyen en testimo-nios de la mentalidad de una época y de una clase (1991:20). En un trabajo realizado por esta autora en 1985 seanaliza, en una muestra de 275 cintas, la forma en que elcine mexicano aborda lo fronterizo.6 Uno de los principa-les aportes del trabajo radica en que permite visualizar larelevancia que va tomando el tema del narcotráfico en lafrontera a partir de los diversos periodos históricos.

Encontró que de las 275 películas realizadas entre 1938y 1989 sobre la frontera norte de México, 57 trataban eltema de la migración, 49 el tema del narcotráfico y 34 eranpelículas de vaqueros. Así pues, el tema del narcotráfico se

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identifica como el de segundo orden de importancia segúnla cantidad de películas (Iglesias, 1985:27).

Aquí es importante destacar que el número de pelícu-las sobre este tema es variable en diferentes periodos. De1938 a 1969 sólo se encontraron dos películas basadasen el narcotráfico, pero en el periodo de 1970 a 1978 sur-gieron seis, lo cual es un indicador de la visibilidad quefue ganando el narcotráfico en la frontera norte. Final-mente, el auge de este tipo de películas se dio entre 1979y 1989, década en la que se identificaron 41 películas,que sin duda alguna ayudaron a consolidar en el imagi-nario mexicano, y en específico en el de los habitantes dela región, la innegable presencia de este “negocio” en lafrontera (Iglesias, 1985:49).

Por otra parte, al hablar de cine en el mundo, y espe-cialmente del cine que tiene impacto en las ciudades lati-noamericanas, resulta inevitable desviar la mirada hacialo que pasa en Hollywood. Como se mencionó, en estosproductos cinematográficos el narcotráfico y las mafiasson un tema consolidado. Películas violentas, películasobvias, películas recargadas de acción, películas de gran-des y bajos presupuestos, películas novedosas y creativas,películas que repiten una sencilla fórmula, para todo daeste tema, y lo más interesante es que todas estas pelícu-las encuentran un público que paga por verlas.

Una de las películas de narcotráfico más destacablesen las últimas décadas, sin duda, es la historia basadaen los relatos de un testigo protegido: Goodfellas, de MartinScorsese. Tal vez es esa base de realidad, claro está, tra-tada por un excelente director, lo que selló el éxito de estapelícula, que narra la historia de un hombre que crece enun vecindario de Nueva York, rodeado de gángsters ymafiosos, soñando ser como ellos. Esta película, ademásde mostrar un trozo del enigmático mundo de los mafiososy su especial forma de concebir y resolver la traición, poneen evidencia la forma en que el despliegue de poder yriqueza, referentes sociales del éxito, permiten que estegrupo sea identificado con admiración.

Tráfico, de Steven Soderbergh, es otra de las muchaspelículas que se han hecho sobre narcotráfico que cobró

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cierta relevancia. En esta película se logran hilar tres his-torias, las cuales en realidad son las perspectivas de lostres actores visibles del problema de las drogas: el que lasataca, el que las ofrece y el que las consume. El contextoque enmarca a los policías antidrogas es Tijuana, puertode salida de drogas hacia Estados Unidos, cuyas imágenesaparecen en un desértico tono sepia. La historia de adicciónde una adolescente se lleva a cabo en Washington (que,como bien se sabe, es la sede en la que se toman las deci-siones sobre cómo abordar el problema del narcotráfico enel mundo), en imágenes presentadas en tonos azulados,según el director, “expresando la frialdad característica deesta ciudad”. Paralelamente, se narra la historia de unarica mujer embarazada que vive en La Jolla, California,quien descubre que su elegante esposo es en realidad unimportante narcotraficante. La película está teñida con tra-zos de moralización, al dejar entrever una supuesta salidaal problema a partir de un cambio radical en la ética so-cial, y termina reproduciendo múltiples estereotipos.

Otra historia del narcotráfico contemporáneo con vapo-res de realidad es Inhala, película que cuenta la historia deGeorge Jung, quien llegó a convertirse en el principal im-portador de cocaína proveniente del cártel de Medellín. Estasencilla y “aleccionadora” historia, al estilo “hollywoodesco”,muestra a un personaje nublado por la “rápida y fácil” ri-queza que finalmente cae en decadencia porque el “crimenno paga”. Aunque la presentación del tema es bastanteobvia, hay un elemento innovador e importante: esta vez,el protagonista de las actividades de narcotráfico no es unpersonaje descendiente de italianos, ni un latinoamerica-no, ni un chino, ni un japonés, ni un negro; es simplemen-te un estadunidense “promedio”.

Otra película que merece mención en este breve ejerci-cio fue traducida para Latinoamérica como Diablo, dirigidapor el desconocido Gary Gray. A pesar de no mostrar unapostura novedosa, es resaltante cómo la película abordade manera radical la temática y resulta muy pertinente almomento de explicar la representación social delnarcotráfico. Diablo cuenta la historia de dos hombres quecrecieron en las calles de Los Ángeles y que decidieron

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unirse a la DEA para combatir las “perniciosas drogas”. Lapelícula inicia con la captura en Tijuana de Meno Lucero,un importante narco del cártel de Baja California; perotras el arresto de este cabecilla surge en escena un hom-bre misterioso de quien sólo se sabe que se hace llamarDiablo. El protagonista de la DEA acude a la cárcel en bus-ca del hombre que él mismo capturó, con la esperanza deencontrar alguna pista para ubicar al nuevo enemigo, queaparece como un “espectro” omnipresente. Meno Lucero leaconseja que se retire temporalmente de la agencia porquepara atrapar a su nuevo blanco deberá renunciar a losprocedimientos y reglas de la policía, ya que “se está en-frentando con un monstruo y para combatirlo él tambiéndebe convertirse en un monstruo”. Durante los siguientesminutos los espectadores permanecen sin saber quién esel que está detrás de los hechos sangrientos y de las tran-sacciones de drogas, mientras que la historia juega ha-ciendo creer que puede ser cualquiera de los que apareceen escena. La historia termina sin que se sepa exactamen-te quién es el Diablo, y es en ese hecho en el que se ubicalo radical de esta propuesta, ya que presenta al narcotráficocomo la encarnación del mal, un mal que no se ubica enuna persona y que no se acaba tras una captura. Así, sepuede afirmar que Diablo lleva al extremo la discusión enla que generalmente las películas de Hollywood ubican eltema del narcotráfico: la lucha del bien y del mal.

De esta forma podrían citarse muchos ejemplos más, yaque las películas sobre estos temas se estrenan constante-mente; sin embargo, lo importante aquí es tener en cuentala importancia de esta industria cultural en la dinámica delas representaciones sociales del narcotráfico y tener algu-na idea del tipo de mensajes que circulan por este medio.

Finalmente, se debe resaltar la presencia de mensajesobjetivados del “narcomundo” en otro tipo de industriasculturales, como la literatura y las telenovelas. Es el caso deescritores como Laura Restrepo (2004), Arturo Pérez-Reverte(2002) y Jorge Franco (1999),7 quienes han escrito impor-tantes novelas escenificadas en el “narcomundo”; ellos son

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la cara visible y publicitada de muchas novelas y relatoscentrados en este tema. Igualmente, el narcotráfico apareceesporádicamente como tema o como contexto en algunastelenovelas. Aquí es interesante ver cómo, si bien no apare-ce como tema principal, el narcotráfico es abordado en paí-ses como Argentina, Perú y más recientemente México, enlos que es una realidad que se asume en mayor o en menormedida. Para el caso de Colombia, donde ha tomado dimen-siones innegables, el narcotráfico de hecho se ha convertidoen tema principal e hilo conductor de varias telenovelas.

Adicionalmente, también debe ser reconocida la am-plia difusión en ciertos sectores sociales de cómics rela-cionados con el narcotráfico, como es el caso de las seriesFrontera violenta y Policíaca. Algo parecido ocurre en lasartes plásticas, las cuales han estado relacionadas con elnarcotráfico, ya sea porque abordan el tema o porque sonconscientes del “apoyo” de este grupo, que generalmentedecide gastar dinero en arte.

En otras palabras, es necesario señalar que a pesar delo velado que puede parecer el flujo de mensajes sobrenarcotráfico en otro tipo de industrias culturales, este fe-nómeno está siendo asumido cada vez más como parte dela cotidianidad de diversas regiones, y tal proceso es re-flejado y retroalimentado también por estas industrias.

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El narcotráfico es uno de los grandes problemas quenubla la realidad latinoamericana. A pesar de esto, la com-plejidad intrínseca del fenómeno –ya que convergen en élelementos morales, políticos, económicos, sociales, lega-les, de relaciones exteriores, de salud pública, de seguri-dad pública, culturales, geográficos, entre otros– ha man-tenido alejada a la academia de los debates internaciona-les que ha suscitado. Desde esta lógica, lo que se planteaen este artículo es que los aspectos culturales que estáninmersos en el desarrollo del problema pueden y debenser aprehendidos.

En este sentido, se justifica la existencia de una

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“narcocultura” entendida como el conjunto de sentidosprácticos de la vida o de diversas “reglas del juego” y nor-mas de comportamiento que empiezan a hilarse alrede-dor de la actividad de transportar y comercializar drogasilegales. Se identifica en la cultura del narcotráfico el ele-mento que la constituye como proyecto y fantasía de in-clusión y el elemento que la enraíza a las tradiciones de laque proceden, lo cual dificulta la tarea de identificar loslímites de la “narcocultura” y los modos en que éstainteractúa con y transforma las culturas oficiales.

Así, se delinean dos horizontes teóricos pertinentes parala tarea de descifrar los sentidos que se entretejen alrede-dor del “narcomundo”. Mientras las representaciones so-ciales permiten comprender las formas en que ésteirrumpe en las sociedades y el modo en que la sociedadaprehende la presencia cotidiana de estos nuevos acto-res, los frentes culturales permiten descifrar los límitesentre las culturas oficiales y populares y la “narcocultura”.Se abre, entonces, una invitación para continuar por es-tas líneas interpretativas y explorar otras que puedanaportar en el proceso de construcción de este objeto.

Finalmente, se identificó la importancia de atender losmensajes que circulan por las acciones de las industriasculturales en cuanto testimonios del impacto social y cul-tural del narcotráfico, al tiempo que estructuran deter-minadas representaciones en torno al fenómeno. Así, te-niendo en cuenta la complejidad del tema y la forma enque fue abordado en este trabajo –enmarcado en la teoríade las representaciones sociales y de los frentes cultura-les–, se puede entender que este texto se plantea comouna reflexión inicial que permanece abierta.

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Con el transcurso del tiempo, la naturaleza ha creadofronteras. Durante millones de años de probar, fracasar yacertar, múltiples seres vivos han delimitado las llama-das regiones fitogeográficas, o distribución geográfica delas plantas, y las provincias faunísticas, o distribucióngeográfica de los animales. Los patrones de precipitaciónpluvial, temperatura, latitud, longitud, así como la alti-tud, han creado fronteras naturales para los desiertos,matorrales, humedales, chaparrales y bosques, en unproceso tan largo como lento. Pero esas fronteras natura-les no son rígidas ni estáticas. Cuando dos regiones na-turales se traslapan, natura concede un ecotono, un es-pacio geográfico que comparte las características de lasdos regiones traslapadas. Este ejemplo natural y produc-to de millones de años de convivencia de seres vivosirracionales debería inspirar al hombre y redefinir, ade-cuar sus fronteras políticas.

Los elementos bióticos y abióticos que componen el glo-bo terráqueo están interconectados entre sí, formando unaextensa red de vida. Entre ellos solamente existen las “fron-teras necesarias”. Así aconteció exitosamente la vida enel planeta, hasta la emergencia del Homo sapiens. Su sa-piencia lo ha llevado a crear sus propias fronteras, lími-tes, comunidades económicas, regiones y bloques de na-

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ciones. Millones de humanos han muerto defendiendo yestableciendo estas fronteras. Pero en el último momentode la historia los humanos hemos decidido que, finalmente,todo debe ser global, interconectado: el concepto originalde natura.

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La actual línea fronteriza entre ambos países fue esta-blecida en 1848, con una longitud de 3 152 kilómetros,desde el Océano Pacífico en el oeste hasta el Golfo deMéxico en el este, como parte del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, después de perder México el norte de su territo-rio como consecuencia de la guerra con los Estados Uni-dos de América.

Esta división territorial empezó con una raya en unmapa que luego se transformó en la psiquis social deambos países, y de ahí se materializó en el suelo. Desdeentonces ha crecido en tamaño, forma y contenido, enrespuesta a las presiones migratorias. Así, de haber sidouna raya de cal, se materializó en un cerco de alambre.Madera y metal han evolucionado y crecido hasta alcan-zar la forma de una nueva muralla, que en cuanto másinfranqueable sea, mejor es para el norte y peor para elsur.

En ambos lados de esta barrera crece y se transformala sociedad fronteriza, lugar de encuentro de razas, idio-mas, creencias, habilidades, costumbres, enfermedades,vicios, intereses, sueños, proyectos, sabores, olores, co-lores, y demás manifestaciones que conforman una cul-tura. Al norte, cuatro estados con 24 condados; al sur,seis estados con 39 municipios; total: más de 10 millones(INE, 2000) de seres humanos interactuando sobre la lí-nea divisoria.

Durante su corta historia, comparada con la del medionatural en el que ocurre, la disparidad y la inequidadnatural, más que la afinidad y la justicia, han caracteri-zado a la frontera entre México y Estados Unidos. Dispa-

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ridad tecnológica, de valores morales, de patrones de con-sumo, de acumulación de riqueza y de comercio, ha crea-do una diferencia que fortalece a la nueva muralla.Inequidad natural que la mayoría de las veces perjudicaal sur y beneficia al norte.

Y mientras esta valla se impermeabiliza al género hu-mano, los eternos elementos naturales nos reconfirmansu libre tránsito por las fronteras del hombre. Agua, aire,fuego y tierra van y vienen, marcando la realidad ambien-tal entre los dos países, subrayando la equidad natural:ante el medio ambiente todos somos iguales.

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En el oeste fronterizo que nos ocupa cruza una corrientede agua natural que da vida al desierto oeste americano.El Río Colorado, que nace en el Parque Nacional de lasMontañas Rocosas, en el estado de Colorado, EstadosUnidos, viaja 2 365 kilómetros, con una profundidad pro-medio de 6.5 metros, hasta alcanzar el nivel del mar en elGolfo de California o Mar de Cortés (WWW.kaibab.org). Desu vasto caudal apenas el 7 por ciento cruza la línea divi-soria y da vida al Delta del Colorado en nuestro país. Pri-mera disparidad ésta, que el 93 por ciento de sus aguasse quede en la nación del norte, inequidad natural. ¿Ofue ésta la verdadera causa de la guerra México-EstadosUnidos? Lo cierto es que antes de tal evento el 98 porciento del Río Colorado estaba en territorio mexicano.

Gracias a este pequeño volumen de líquido que llega aMéxico, en los norteños estados de Sonora y BajaCalifornia el hombre ha creado primero un vergel agríco-la y recientemente uno industrial y de servicios. En eldelta mexicano del Colorado viven actualmente más deun millón de habitantes, que dependen del débil chorrode agua que por sobreexplotado ya no llega al mar, conadversas consecuencias ambientales. La falta de suficienteagua dulce en la desembocadura del río pudiera ser unade las causas del abatimiento de las poblaciones de im-portantes especies marinas que se reproducen en ella,

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como la totoaba (Totoaba macdonaldi), la vaquita marina(Phocoena sinus) y varias especies de camarón (Penaeusspp.). La totoaba y el camarón constituyeron la base de laeconomía y permitieron el nacimiento y desarrollo de lascomunidades pesqueras de Puerto Peñasco y Golfo deSanta Clara, en la costa sonorense, y la de San Felipe, enBaja California.

Además del agua del Colorado que utiliza este millónde seres humanos, un volumen adicional es conducidopor acueducto a las ciudades de Tecate y Tijuana paracompletar la cuota de estas grandes zonas urbanas, lasque debido a la sequía que heredamos del siglo pasado nocuentan con el suficiente líquido para mantener los usosdoméstico e industrial. La costeña ciudad de Ensenada,Baja California, ya ha advertido que también necesitaráagua del vital río del desierto.

México tiene garantizada una cuota fija del agua deeste río providencial, mediante el tratado internacionalde 1944, que especifica un volumen anual de solamente1 850 234 000 metros cúbicos. Pero el tratado original de1944 no contempló la calidad de sus aguas. Resultado:tradicionalmente Estados Unidos ha enviado agua de in-ferior calidad a la que en forma natural el río acarreadesde su nacimiento. Debido a esto, lentamente se hadegradado la tierra de cultivo mexicana, principalmentepor el alto contenido salino y de otros minerales, así comode residuos orgánicos e inorgánicos indeseables. Una con-secuencia de esto es que la producción agrícola bajaca-liforniana ha estado por mucho tiempo en desventaja com-petitiva con la de California. ¿Resultado de una oscuraestrategia de mercado, o mera consecuencia de echar alrío sus aguas residuales agrícolas? No fue sino hasta 1974,como consecuencia de la llamada “guerra de la sal” (unaprotesta generalizada de agricultores, ciudadanos y estu-diantes), que se acordó la calidad de las aguas, que desdeentonces no deben rebasar una salinidad de 121 partespor millón (ppm), con una tolerancia de más o menos 30ppm (CILA, 1973).

Pero desde entonces las otrora excelentes tierras deldelta mexicano ya no volvieron a ser lo productivas que

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fueron antes que Estados Unidos descargaran sus aguasresiduales, producto del lavado de sus tierras agrícolas,en el torrente que entregaban a México. Inconvenienciade vecindad para México, depender de aguas que nacenen territorio de su vecino y que fue nuestro.

Pero no todos los males vienen del norte; también loshay que van del sur. El Río Nuevo es una débil corrienteque corre de sur a norte. Originalmente recogía exceden-tes del Río Colorado, y debido al declive natural que haciael norte tiene la axila del Golfo de California, sus aguasvan a descargar al Mar Salado (Salton Sea), en el sur deCalifornia. Durante la segunda mitad del siglo pasado estacorriente llegó a extremos de contaminación orgánica einorgánica, ocasionando protestas del vecino norteño queen ciertos momentos de la historia han tensado la rela-ción binacional. Actualmente, el Río Nuevo está cataloga-do por Estados Unidos como el río más contaminado delmundo. México no puede exportar libremente su produc-ción o mano de obra, pero exporta sin ningún obstáculosu drenaje, residuos agroquímicos e industriales; lo peorde nuestra basura lo mandamos a un país altamente avan-zado en su control ambiental y en calidad de vida.

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Al iniciarse la agricultura en el Valle Imperial, California,se contó con el fluido que transportaba el viejo cauce delRío El Álamo. Este desagüe natural del Río Colorado, quecorre hacia el norte hasta llegar al mencionado Mar Sala-do, una depresión de más de 100 metros bajo el nivel delmar, fue utilizado para transportar agua del Colorado alValle Imperial, pero con el inconveniente de tener que pasarpor territorio mexicano. Esta travesía resultó muy costo-sa para Estados Unidos, y la pérdida de agua por filtra-ciones y evaporación lo llevó a repensar esta forma deabastecer la zona agrícola del sureste californiano.

Entonces nació el proyecto de construir un canal quecorriera solamente por territorio estadunidense. Aproba-

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do en 1928 y concluido en 1942, el llamado “Canal TodoAmericano” (CTA) evitó dejar sus filtraciones y evapora-ción del lado mexicano. Debemos comentar que la evapo-ración también constituye una fuente de humedad im-portante, sobre todo, para la biodiversidad.

Con una anchura de 61 metros y un recorrido de 96kilómetros, el Todo Americano transporta alrededor de3 453 millones de metros cúbicos anuales para irrigar228 mil hectáreas en el Valle Imperial. Pero esta maravi-lla de la primera mitad del siglo veinte ha tenido un altocosto de agua para sus constructores, quienes han esti-mado que en sus primeros 48 kilómetros de recorrido elCTA pierde, debido a filtraciones, 113 millones de metroscúbicos anuales, que en su mayoría (100 millones) se es-curren subterráneamente al lado mexicano (INE, 2000).

Gracias a esta agua que emigra al sur por debajo de latierra, como si fueran indocumentados y droga que tran-sitaran de sur a norte por narcotúneles, el norte cachanillatiene a su disposición un manto freático muy importante,en cuya explotación se han perforado 420 pozos federalesque han creado derechos de riego para unas 19 200 hec-táreas agrícolas y de biodiversidad. Una vez más, las ca-racterísticas físicas naturales no reconocen la frontera po-lítica. Esto no significa que nos robemos agua del CanalTodo Americano, sino que su cauce sin ninguna protec-ción permite la trasminación que nos favorece. Inconve-niencia de vecino para Estados Unidos, conveniencia paraMéxico.

Al analizar esta inconveniencia Estados Unidos, en-contró primero como solución implementar el proyectode “encementación” o “pavimentación”, como suele lla-marse a la idea de revestir, forrar los primeros 48 kilóme-tros de su cauce, para evitar sus fugas al sur de la fronte-ra. Pero recientemente se encontró una segunda solu-ción: construir un canal paralelo revestido, con una lon-gitud de 37 kilómetros, que una vez terminado cancelaríael original y todas sus filtraciones hacia México.

Pero resulta que la biodiversidad aprovecha toda for-ma de H2O, y las fugas del Todo Americano, además dehacer florecer la agricultura con el bombeo de sus aguas,

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han hecho posible la creación de nueva vida en dondeantes era un páramo. Hoy, densas asociaciones vegetalesviven dependiendo de las aguas furtivas del Todo Ameri-cano. Este hábitat natural ya ha sido poblado por unadiversidad animal, aviaria, terrestre y acuática, constitu-yendo un ecosistema productor de valiosos servicios am-bientales para todos los pobladores de este valle agrícola,principalmente los norteños.

Este hecho lleva a una encrucijada a Estados Unidos:forrar su canal ocasionará un ecocidio.

La Comisión Estatal del Agua de Baja California solicitóal Sonoran Institute de Arizona y a Pronatura en Méxicouna valoración del impacto ambiental que ocasionaría elrevestimiento o la construcción de un canal alterno reves-tido. En ese estudio se encontró que las filtraciones del CTA

a México mantienen 1 922 hectáreas de humedales y 1 454de hábitat terrestre, para un total de 3 376 hectáreas quese verían afectadas, además de las tierras agrícolas.

En las 3 376 hectáreas de hábitat hemos confirmado,a lo largo de los años, la presencia de algunos elementosde flora y fauna silvestre cuya sobrevivencia depende delas aguas del Canal Todo Americano:

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ciados al hábitat, que también son parte del ecosistema ycontribuyen al equilibrio ecológico de esta región fronte-riza proporcionando indispensables y vitales servicios am-bientales (INE, 1995).

El estudio realizado por Pronatura y el Sonoran Instituteencontró especies adicionales a las ya listadas arriba. Des-tacan dos aves debido a su importancia ecológica: elpalmoteador de Yuma (Rallus longirostris yumanensis) y elralito negro de California (Laterallus jamaicensis coturniculus).El primero está listado en peligro de extinción en México y elsegundo, en California. Dos aves acuáticas residentes quepudieran tener el suficiente peso como para inclinar la ba-lanza en favor de la conservación de este ecosistema ame-nazado. En cualquier parte del mundo, destruir el hábitatde especies en peligro de extinción desencadena una defen-siva ambiental de solidaridad internacional.

En cuanto a las plantas del lado mexicano que actual-mente viven de las filtraciones del CTA, el mencionado es-tudio encontró, además de las identificadas por nosotros,las siguientes:

Palma datilera Phoenyx dactyliferaChamizo blanco Ambrosia dumosaChamizo cenizo Atriplex canescensQuelite salado Sueda moquiniiChamizo codornicero Atriplex lentiformisChamizo volador Salsola tragusJunco Scirpus maritimusTulillo Eleocharis geniculataTulillo Eleocharis rostellataAjo lily Hesperocallis undulataTrigo gentil Distlichis spicata

Además, también se encontraron algunas hierbas anua-les que identificaron en la estación del año en la que ca-racterizaron a este hábitat ripario.

Repetimos: impedir la filtración de las aguas del CTA

hacia México pondría en un predicamento a Estados Uni-dos: forrar su canal ocasionaría un ecocidio. Paradójica-mente, es en su propio país donde grupos ambientalistas

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podrían oponer la mayor resistencia a este proyectoestadunidense, al contar con argumentos tan valiososcomo el de las aves mencionadas y algunas de las plantasde la lista.

Pero la defensa de este ecosistema no sólo tiene acti-vistas del lado norte de esta frontera ambiental; del ladomexicano se ha formado un grupo de ciudadanos, princi-palmente empresarios locales, que han iniciado activida-des institucionales para impedir el encementado de estecanal. Su nombre: Comisión Ciudadana de Usuarios delRío Colorado, A.C.2 Esta asociación civil pudiera decirleal lector ecológico que se trata de un grupo común deciudadanos, mas no es así. En realidad, está integradapor diez sólidas asociaciones representativas de la socie-dad civil que pueden hacerse oír en foros internacionalespara hacer valer sus argumentos. En la historia ambien-tal de la región que nos ocupa, desde la “Guerra de la Sal”(en las décadas de los sesenta y setenta) y la defensa delborrego cimarrón (1986-1990) no se había dado otro mo-vimiento proambiental de la sociedad civil hasta este ini-cio del siglo veintiuno, con esta asociación civil y el grupobinacional que lucha contra las plantas generadoras deenergía eléctrica. Ambos casos constituyen apenas el ini-cio de la defensa organizada de los recursos naturales enesta frontera.

Al momento de revisar este trabajo con el fin de serincluido en este libro colectivo del CEC-Museo, texto queoriginalmente fue escrito como ponencia para el Congre-

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so Internacional “La Frontera, una Nueva ConcepciónCultural”, celebrado en Bogotá, Colombia, en febrero de2004, esta asociación civil defensora del agua filtrada aMéxico desde Estados Unidos presentó ya una demandacontra el gobierno de aquel país, argumentando un prin-cipio de derecho que sostiene que si dos personas o gru-pos de personas tienen derecho a una misma agua y unade ellas no la utiliza, aquella que hace uso de ella adquie-re un derecho sobre esa agua.

Hasta el momento, los grupos ambientalistas estaduni-denses aún no actúan; quizá estén a la espera del iniciode la obra para hacerlo.

El estudio comentado, realizado por el Sonoran Institutey Pronatura, propone que en caso de realizarse esta obrase reponga a México, en relación de uno/uno, cada hec-tárea afectada. Para ello recomiendan tres sitios en el delta:el corredor ripario del Río Colorado, el Río Hardy y la La-guna del Indio, este último lugar en Sonora.

La reposición consistiría en 204 hectáreas de maris-ma, 700 de hábitat ripario y 372 de hábitat de mezquite.

Hemos participado en reuniones de información de estaasociación civil y su postura es la de no aceptar indemni-zación alguna: “Vamos por el agua”, enfatizan sus diri-gentes. En este sentido, resulta difícil pronosticar cual-quier resultado.

En caso similar se encuentra la novedosa Ciénaga deSanta Clara, en el desierto sonorense. Como resultado delacuerdo entre ambos países para resolver el ensalitramientoocasionado por las aguas del lavado de tierras agrícolas enArizona, que eran vertidas en el cauce del río como partede la cuota anual, los Estados Unidos se comprometierona mejorar la calidad del agua entregada en la Presa Morelos.Para ello construyeron un canal que, por transportar aguasresiduales agrícolas de sus valles de Welton y Mohawk, fuellamado así al construirse en 1977; pero siempre con ven-taja, pues propusieron “tirar” esas aguas sucias en territo-rio mexicano. Para ello se seleccionó una depresión al surdel poblado de Riíto y al oeste de la posta ferroviaria ElDoctor, en Sonora, debido a su desolación, aridez y ausen-cia de vida. Se construyó un canal recubierto de cemento

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desde el sur de Arizona hasta esta depresión desérticamexicana. Al fluir el agua sucia de norte a sur, atravesan-do la línea divisoria sin mayor requisito, empezó a florecerla vida en el otrora páramo. Primero zacates, luego chami-zo salado en sus márgenes; después hizo su nefasta apari-ción el oportunista tule, lo mismo que hidrilla y algas, y elinicio de toda cadena trófica, el fitoplancton, que sustentaal zooplancton.

Después de ellos, toda forma de vida ha sido posible enla primeramente llamada “Laguna del Welton” pero des-pués rebautizada como “Ciénaga de Santa Clara”. Coneste nombre bautizó al volcán El Pinacate el célebrecatequizador de la Pimería Alta, Eusebio Francisco Kino.El nombre de la nueva villa pesquera de su costa, el Golfode Santa Clara, tiene este mismo origen.

Y con el inicio de la cadena viviente de muy variadosmicroorganismos se establecieron3 pececillos para alimen-tarse del zooplancton. Luego “llegaron” peces intermedios,como mojarras y lisas, para posteriormente ser sustentode los depredadores mayores, lobinas y bagres. Garzas,cormoranes, pelícanos, gaviotas y águilas pescadoraspatrullan las aguas de Santa Clara en busca de alimento.En invierno, cientos de especies migratorias, como patos,gansos y cisnes, invernan en este colosal pantano, que yallega a las 24 mil hectáreas de humedal, en el que nofaltan tres mamíferos silvestres: coyote, mapache y ratade agua o almizclera.

Así, con aguas de deshecho, el páramo se convirtió enparaíso.

Santa Clara está ahora a merced de las aguas sobran-tes de Welton y Mohawk. O estaba, hasta que fueron con-firmadas dos especies endémicas y declaradasinternacionalmente en peligro de extinción: el pececillocachorrito del desierto (Cyprinodon macularius macularius)y el palmoteador de Yuma (Rallus longirostris yumanensis),este último, como ya vimos, también presente en loshumedales abastecidos por el Todo Americano. Ambos

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prosperaron en el delta original del Río Colorado, cuyadestrucción para dar paso a la agricultura llevó a la casidesaparición de este par de organismos únicos. Hoy, gra-cias a esta ciénaga, tienen dónde sobrevivir.

Y es precisamente su sobrevivencia la que puede sal-var en el futuro cercano la vida de todo el humedal y suvasta biodiversidad. Presionado por la cada vez mayordemanda de agua en su suroeste, Estados Unidos ha cons-truido una gran planta desaladora para “limpiar” las aguasde Welton y Mohawk, que hoy sustentan la Ciénaga deSanta Clara, y verterlas al Río Colorado como parte de lacuota mexicana. Al momento de hacer esto se condenaríaa muerte al gran humedal. Pero cada vez son más lasvoces ambientalistas, sobre todo desde Estados Unidos,que amenazan con levantarse en una gran cruzada am-biental para impedirlo y preservar a la pareja maravillaconstituida por el palmoteador y el cachorrito.

Quienes planearon este proyecto fronterizo jamás ima-ginaron sus consecuencias ecológicas, que se han con-vertido en un seguro propio, un candado ambiental, queparece perfilarse como la salvación de este nuevoecosistema de la ancha frontera ambiental.

Las aguas, pues, vienen y van sin importar la nuevamuralla y la tecnología de punta y más sofisticada del pla-neta para detectar inmigrantes ilegales; claro, migranteshumanos, pues para los naturales no hay fronteras.

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A finales del pasado siglo se incrementó notablemente lademanda de energía eléctrica en el sur de California; sinembargo, sus restricciones ambientales para plantasgeneradoras resultaron inconvenientes para las grandes cor-poraciones proveedoras del insumo. Al revisar la legislaciónambiental mexicana, se dieron cuenta de que ésta establecemenos restricciones a las emisiones al aire; por tanto, re-sultaba más barato producir electricidad en México que enCalifornia. O dicho en otras palabras, es más barato conta-minar al sur de la línea divisoria que al norte de ella.

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La poderosa firma InterGen, con sede en Massachusetts,inició en julio de 2003 su producción eléctrica con cuatroturbinas enfriadas con agua mexicana localizadas al estede Mexicali, las que con una inversión de 750 millones dedólares proporcionan energía a un millón de hogarescalifornianos y bajacalifornianos. Pero el aire, como elagua, va y viene. En el oeste americano que compartimoscon Estados Unidos respiramos el mismo aire, pues éstetampoco reconoce fronteras.

Desde el anuncio de la construcción de estas plantasgeneradoras surgió el descontento ciudadano en amboslados de la nueva muralla fronteriza. Se formaron gruposbinacionales para defender su derecho a un aire limpio yentablaron una demanda judicial en Estados Unidos; esto,debido precisamente a lo avanzado de su legislación am-biental. Los demandantes exigen la instalación de los con-troles a la contaminación generada y emitida a la atmós-fera, como lo exige la ley estadunidense y californiana.Finalmente, el 10 de enero de 2004 se anunció queInterGen se vio obligada por ley a apagar el primero desus cuatro generadores hasta no cumplir con lanormatividad estadunidense, a pesar de estar instaladaen Baja California. Un triunfo del grupo ciudadano bina-cional, que demuestra claramente lo ancho que se ha con-vertido aquella original y angosta frontera de 1848.

Tan ancha que abarca ahora a 10 millones de seres hu-manos que comparten los mismos problemas ambientales.

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Otro de los elementos naturales que transita libremen-te en esta ancha frontera es el fuego. Debido a la prolon-gada sequía que aquejó a esta región fronteriza hasta 2004,sequía que como elemento natural tampoco distingue lí-neas divisorias, el arbolado de las sierras se debilitó, algrado de que se llenó de parásitos que acabaron hastacon un 20 por ciento de la población de pinos y encinos,principalmente. Como consecuencia, menudearon los in-cendios forestales. Durante el verano y otoño de 2003 se

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registraron los peores y más grandes incendios forestalesen el sur de California, que por supuesto emigraron libre-mente a Baja California. Otros más se produjeron en ellado mexicano y se pasaron a Estados Unidos. Los bom-beros forestales de ambos países “ensancharon” la fron-tera para poder combatir los siniestros. ¿Dónde quedó lalínea divisoria y la alta tecnología cazamigrantes?

Todo el norte de Mexicali, capital de Baja California, esfrontera agrícola californiana, con excepción de la peque-ña mancha urbana que representa la ciudad de Caléxico.Después de cada cosecha, los agricultores vecinos del nortequeman los rastrojos para impedir las plagas de insectos.Pero resulta que siempre lo hacen en días en que el vien-to sopla de norte a sur, llevando enormes nubes de ceni-zas, humo y gases a la vasta mancha urbana de Mexicali,lo que ha dado como resultado una alta incidencia deenfermedades respiratorias y cánceres pulmonares al surde la nueva muralla. Hasta ahora, no hay nada que indi-que que se va a detener esta situación en el futuro inme-diato. Lo mismo sucede con la fumigación aérea que loscalifornianos hacen en sus sembradíos que colindan conel caserío mexicalense, ya que el aire lleva los tóxicos amiles de hogares bajacalifornianos, ocasionando un de-terioro de la salud, aún no evaluado cabalmente, de losmás norteños habitantes de la capital bajacaliforniana.

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Este cuarto elemento natural es otro migrante libre quepermea cualquier división hecha por el hombre e impactaa toda frontera. En el oeste mexicoestadunidense el pol-vo, la representación mínima del elemento tierra, estáincidiendo de manera importante en la salud de millonesde seres humanos que comparten la misma cuenca delaire. Las llamadas “partículas PM10”, menores a una mi-cra, son la expresión terráquea más insignificante, casiinvisible, pero determinan en gran medida la calidad devida en cualquier lugar habitado del planeta. Las PM10tienen la particularidad de que al ser respiradas, inhaladas

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por los humanos, no alcanzan a ser filtradas y llegan hastalos alvéolos pulmonares. Esto ha sucedido desde que huboaire y fosas nasales. El grave problema se presenta aldescubrir que las PM10 son transportadoras de contami-nantes nuevos creados por el hombre. Gases, sustanciasquímicas, cenizas, pólenes contaminados y otros elemen-tos hasta ahora no investigados se adhieren a las PM10,las que sirven como vehículos de traficantes que los lle-van hasta lo más profundo y vulnerable de nuestro siste-ma respiratorio, ocasionando nuevas enfermedades y re-acciones alérgicas antes desconocidas en la ancha fron-tera ambiental. Pero además de la incidencia en la saludhumana y seguramente también en la animal, otros ele-mentos de la tierra viajan libremente de un país a otro sinimportar líneas divisorias ni nuevas murallas. En la es-quina que conforman los estados limítrofes de California,Baja California, Arizona y Sonora existe un ecosistemade dunas muy activo. Los vientos del desierto muevencada año miles de toneladas de arena entre los dos paísesy, con ellas, migraciones de pequeños mamíferos e insec-tos. Esto no tendría ningún inconveniente, hasta que en-tra en consideración la legislación ambiental de ambospaíses. La arena mueve también semillas y pólenes sinimportar tratados internacionales y prohibiciones. Mues-tras de invaluable ADN, imposible de transportar legalmentea través de la línea divisoria, transitan libremente al ca-pricho del viento que mantiene activo el ecosistema quecomparten México y Estados Unidos.

Respecto al elemento tierra, recientemente se han des-cubierto varios túneles clandestinos por los cuales cru-zan la nueva muralla personas y drogas. Bastan unosmetros para burlar una de las líneas divisorias más vigi-ladas y generadoras de alta tecnología del mundo, de-mostrando una vez más que la nueva frontera es másancha que una raya, y que esta forma de tránsito clan-destino subterráneo se puede evitar con otro conceptomás amplio de frontera.

Pero no todas las tierras van y vienen; hay muchas queya no regresarán. Tal es el caso de las “arenas migrantes”,la novedosa forma de exportar a Estados Unidos arena de

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los arroyos bajacalifornianos, que luego es utilizada pararestituir playas en Hawai y para la construcción desupercarreteras en aquel país. Resulta que el vecino es-tado de California ha prohibido la extracción de arena desus arroyos en virtud de estar causando con ello un graveimpacto ecológico, y como en México siempre hay quiense preste para socio, pues entonces hay que hacer el dañoal sur de la línea divisoria, en donde casi todo se permite.Un vacío legal es la causa de este ecocidio que ningúngobierno ha querido detener. Sin arena, el agua arrasa yerosiona, no se filtra al subsuelo y acelera la evaporacióndel manto freático. Sin arena, se extingue un ecosistemaripario imposible de recuperar. La arena es un recursonatural no renovable en el tiempo del hombre. Y son tangrandes los intereses de políticos en ambos lados de lalínea divisoria, que hasta se ha rehabilitado el ferrocarrilTecate-San Diego para facilitar el saqueo en gran escala.

Aceleradamente, millones de toneladas de tierra mexi-cana, o cuantificadas en medida de superficie, kilóme-tros cuadrados de Patria, van a enriquecer al vecino nor-teño, cargados de invaluable germoplasma, nidos de in-sectos y pequeños mamíferos, y por ende, un catálogodesconocido y rico para la nueva biotecnología. Caso aná-logo a una traición a la patria, al desmembramiento delterritorio nacional. Es un grave daño a la nación mexi-cana venderla metro a metro, con el aval oficial de lasautoridades civiles, militares, administrativas, fiscales,penales y ambientales. Este saqueo de las arenas fron-terizas constituye un impacto ecológico aún sin cuanti-ficar, menos de castigar.

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Este simple análisis del comportamiento de los cuatroelementos naturales (agua, aire, fuego y tierra) plantea laredefinición de la tradicional línea fronteriza en el suroestede Estados Unidos y noroeste de México. El concepto pri-mitivo de marcar una separación entre dos naciones nuncaha funcionado en la naturaleza, que desde hace millones

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de años fijó sus límites, que siguen vigentes y en cons-tante adecuación.

El análisis también refleja que el elemento natural másdisputado y polémico es el agua, situación prevalecienteen todo el planeta tierra.

El 14 de agosto de 1983 se firmó el Acuerdo de Coopera-ción entre los Estados Unidos de América y los Estados Uni-dos Mexicanos para la Protección y Mejoramiento del Am-biente en la Zona Fronteriza, mejor conocido como “Acuer-do de La Paz”. En él destaca la creación de una ancha fron-tera común, una franja de 200 kilómetros, 100 a cada ladode la línea divisoria, que crea una porción binacional de 625mil kilómetros cuadrados en la que ambos países debenconcurrir para combatir la degradación ambiental y, porende, defender la salud del ecosistema. Esto no es nadanovedoso; es nada menos que el concepto natural del ecotono,expuesto en la introducción de este trabajo.

¿Será éste el inicio de nuevos Estados-nación, en losque por primera vez los seres humanos convivan en armo-nía con su entorno para preservar su salud y existencia?

El Acuerdo de La Paz entró en vigor el 16 de febrero de1984; tiene ya más de 20 años de vigencia, y los proble-mas ambientales no sólo siguen presentes sino que hanaumentado. De cualquier forma, representa apenas el re-conocimiento de que el concepto tradicional de fronteradebe ser revisado. La libertad de los ancestrales elemen-tos naturales y la equidad ambiental deben inspirar a loshumanos para comprender que la ecología ha sido globaldesde siempre y que, como parte de ella, los humanostambién. La frontera ambiental seguirá viviendo, aunquelos hombres se empecinen en comprimirla en una raya,cerca o nueva muralla.

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Comisión Internacional de Límites y Aguas entre Méxicoy Estados Unidos, Acta Número 242, México, 1973.

Congreso de la Unión, Ley General de Vida Silvestre, Méxi-co, 2000.

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Desiertos USA, en www.desertusa.com.Instituto Nacional de Ecología, Reporte del estado ambien-

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Universidad Autónoma de Baja California, Baja California,un presente con historia, t. I, UABC, Mexicali, 2002.

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Introducción a la interpretación de las fronterasHernán Salas Quintanal ............................................ 5

Baja California-California: ensayo históricode su conformación de frontera de gentilidada frontera binacional

Mario Alberto Magaña Mancillas.............................. 19

Bajalta California. Ciudad posfronterizaHéctor Manuel Lucero............................................... 51

En busca de la frontera. Identidades emergentesy migración. Apuntes para una aproximación reflexiva

Fernando Vizcarra ................................................... 65

Las fronteras imaginadas de la comunidadyumana y su uso instrumental

Everardo Garduño .................................................... 87

Las fronteras de la narcoculturaLilian Paola Ovalle ................................................. 117

Agua, aire, fuego, tierra: elementos sin fronteraAlberto Tapia Landeros .......................................... 151

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Este libro se terminó de imprimir y encuadernar en diciembrede 2005 en Corporacion Industrial Gráfica, S. A. de C. V.

Fernando Soler, núm. 51, Fraccionamiento María Candelaria,Huitzilac, Morelos, México, C.P. 62510.

El tiraje fue de 1 000 ejemplares.

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