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  • estudios de historia novohispana 48 enero-junio 2013, 3-33

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    Recibido / Received: 28 de junio de 2012Aprobado / Approved: 12 de octubre de 2012

    david carbajal lpez

    [email protected]

    La reforma de las cofradas en el siglo xviii:Nueva Espaa y Sevilla en comparacin

    The reform of brotherhoods in xviiith century:New Spain and Seville in comparison

    Doctor en historia por la Universidad de Pars I Panten-Sor-bona. Profesor del Centro Universitario de los Lagos de la Universidad de Guadalajara. Ha obtenido el premio Francis-co Xavier Clavijero del Instituto Nacional de Antropologa e Historia (Mxico) en la categora tesis de licenciatura (2003) y tesis de maestra (2006). Autor del libro La poltica eclesisti-ca del estado de Veracruz, 1824-1834.

    La reforma de las cofradas del siglo XvIII ofrece importantes elementos de comparacin sobre los objetivos, instrumentos, al-cances y consecuencias de las reformas borbnicas en Espaa y Mxico. Las cofradas fueron redefinidas como corporaciones seglares bajo la autoridad del rey y no del clero, sin embargo, se advierte bien que el proceso fue mucho ms importante en la Pennsula que en la Nueva Espaa. La reforma, adems, preten-di uniformar a las cofradas siguiendo unas reglas fijas en su organizacin, actos de culto y dems prcticas religiosas, refor-zando en ellas la caridad y la utilidad pblica.

    cofradas, reformas borbnicas, clero, Sevilla, Nueva Espaa

    The reform of brotherhoods in the 18th century offers impor-tant points of comparison between the objectives, instruments, scope and consequences of the Bourbon reforms in Spain and in Mexico. Brotherhoods were redefined as corporations lay under the authority of the king and not the clergy, however, we see that the process was much more important in the Penin-sula than in New Spain. The reform also sought to standardize the brotherhoods fixed rules in their organization, acts of wor-ship and other religious practices, reinforcing in them charity and public utility.

    brotherhoods, Bourbon reforms, clergy, Seville, New Spain

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  • estudios de historia novohispana 48 enero-junio 2013, 3-33

    La reforma de las cofradas en el siglo xviii: Nueva Espaa y Sevilla en comparacin

    david carbajal lpez

    El tema de la reformas de las cofradas en el siglo XvIII ha sido tratado ya con cierta amplitud tanto en la historiografa espaola como en la mexi-canista.1 Gracias a trabajos como los de Milagrosa Romero para la Pennsula,2 y de Elisa Luque para Mxico,3 es posible, por ejemplo, cono-cer con cierto detalle el desarrollo de los expedientes generales, instrumen-

    1 La bibliografa sobre las cofradas en la Nueva Espaa es abundante, aunque no han sido objeto de una obra general, debemos mencionar entre las publica-ciones colectivas ms recientes: Pilar Martnez Lpez-Cano, Gisela von Wobeser y Juan Guillermo Muoz Correa (coords.), Cofradas, capellanas y obras pas en la Amrica colonial, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1998, 280 p. y Eduardo Carrera, Clemente Cruz Peralta, Jos Antonio Cruz Rangel, Juan Manuel Prez Zevallos (coords.), Las voces de la fe. Las cofradas en Mxico (siglos xVii-xix), Mxico, Universidad Autnoma Metropolitana/ Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, 2011. Para las cofradas sevillanas un estudio general en Jos Snchez Herrero, Las cofradas de Semana Santa de Sevilla durante la modernidad, siglos Xv a XvII, en Rafael Snchez Mantero, Jos Snchez Herrero, Juan Miguel Gonzlez Gmez y Jos Roda Pea (comps.), Las cofradas de Sevilla en la modernidad, 3. ed., Sevilla, Universidad de Sevilla, 1999, p. 29-97.

    2 Milagrosa Romero Samper, Las cofradas en el Madrid del siglo xViii, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1998, 2 v., y El expediente general de cofradas del Archivo Histrico Nacional. Regesto Do-cumental, Hispania Sacra, Madrid, Consejo Superior de Investigacin Cient-fica-Instituto de Historia, v. 40, 1988, p. 205-234.

    3 Elisa Luque Alcaide, El debate sobre las cofradas en el Mxico borbnico (1775-1794), Dieciocho. Hispanic Enlightenment, Charlottesville, University of virginia, v. 26, nm. 1, p. 25-42.

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    tos especialmente importantes utilizados por la monarqua para emprender la reforma. Es tambin importante la bibliografa que ha tratado las con-secuencias que tuvo la reforma en algunas grandes ciudades: en el caso sevillano se destaca la obra de Joaqun Rodrguez Mateos,4 en el de Mxi-co, los de Clara Garca Ayluardo y Alicia Bazarte.5 Empero, es de adver-tir que, en general, cada historiografa ha seguido rumbos particulares; esto es, las problemticas en las que se inscribe a las cofradas no coin-ciden a un lado y otro del Atlntico. As, mientras en Espaa suele asociarse de inmediato la reforma de las cofradas con un tema propio de la historia social, la reorganizacin de la caridad y la beneficencia,6 en Mxico son ante todo una prueba del ascenso de un reformismo agre-sivo hacia la Iglesia que conducir a la crisis del Imperio hispnico, esto es, una problemtica ms bien de la historia poltica.7 De la misma forma, en Mxico una parte significativa de los trabajos tratan de las cofradas de los pueblos rurales, las de los indios, como los de Dagmar Bechtloff 8 y

    4 Joaqun Rodrguez Mateos, Las cofradas y las Luces. ilustracin y Reforma en la crisis del Barroco, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, 2006, 313 p.

    5 Alicia Bazarte, Las cofradas de espaoles en la ciudad de Mxico (1582-1860), Mxico, Universidad Autnoma Metropolitana-Azcapotzalco, 1989, 278 p. y Clara Garca Ayluardo, Re-formar la Iglesia novohispana, en Clara Garca Ayluardo (coord.), Las reformas borbnicas, 1750-1808, Mxico, CIDE/FCE/ Conaculta/ FCE/ INEHRM/ Fundacin Cultural de la Ciudad de Mxico, 2010, p. 225-287, especialmente p. 262-271. Asimismo Alicia Bazarte y Clara Garca Ayluardo, Los costos de la salvacin: las cofradas y la ciudad de Mxico (siglos xVi al xix), Mxico, Centro de Investigacin y Docencia Econmica/ Instituto Politcnico Nacional/ Archivo General de la Nacin, 2001, 432 p.

    6 El texto clsico en la materia es el de Antonio Rumeu de Armas, Historia de la previsin social en Espaa: cofradas, gremios, hermandades, montepos, Ma-drid, Revista de Derecho Privado, 1944, 709 p.

    7 Especialmente ejemplar de esta perspectiva es la sntesis reciente de Clara Garca Ayluardo, Re-formar la Iglesia novohispana, p. 225-287.

    8 Dagmar Bechtloff, Las cofradas en Michoacn durante la poca de la Colonia. La religin y su relacin poltica y econmica en una sociedad intercultural, Zinacantepec, El Colegio Mexiquense/ El Colegio de Michoacn, 1996, 405 p. William B. Taylor, Ministros de lo sagrado. Sacerdotes y feligreses en el Mxico de la segunda mitad del siglo xViii, Zamora, El Colegio de Michoacn/ Secretara

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    William B. Taylor, en Espaa pareciera ser prioritaria la preocupacin por las cofradas urbanas.9

    Esas distintas preocupaciones han contribuido sin duda a que has-ta ahora no haya o al menos no hemos podido identificar ninguno, estudios comparativos sobre un esfuerzo reformista que si bien tena lugar en dos continentes distintos, no dejaba de presentar objetivos y valores comunes, aunque es cierto que las realidades que abordaban, su implementacin y sus consecuencias son harto contrastantes. De hecho, la perspectiva comparada nos sugiere que la reforma fue menos radical en la Nueva Espaa de lo que la historiografa mexicanista reciente parece sealar y, al contrario, ms efectiva (aunque menos exhaustiva) en la capital del reino de Sevilla. Tal pues el inters de esta primera aproximacin, todava tentativa, a la reforma de las cofradas en dos reinos de la monarqua hispnica, Nueva Espaa y Sevilla. La hemos organizado en tres partes: en primer lugar veremos el desarrollo de los expedientes de reforma, generales y particulares, en los tribunales ms importantes de estos reinos: la Real Audiencia de Mxico y la Real Au-diencia de Grados de Sevilla, teniendo presente tambin el expediente general del Consejo de Castilla y los expedientes particulares novohispa-

    de Gobernacin/ El Colegio de Mxico, 1999, p. 449-472. Tambin conviene citar aqu el estudio ya clsico de William B. Taylor y John K. Chance, Cofra-das and Cargos: An historical perspective of the Mesoamerican civil-religious hierarchy, American Etnologist, v. 12, nm. 1, febrero 1985, p. 1-26. Cabe sealarlo, pocos autores se han dedicado tanto a las cofradas urbanas como rurales, aunque una excepcin es Asuncin Lavrn, La Congregacin de San Pedro. Una cofrada urbana del Mxico colonial, 1604-1730, Historia mexi-cana, Mxico, El Colegio de Mxico, v. 29, nm. 4, abril-junio 1980, p. 562-601 y Rural Confraternities in the Local Economies of New Spain: the Bishopric of Oaxaca in the Context of Colonial Mexico, en Arij Ouweneel (ed.), Studying the indian Community in New Spain, Amsterdam, Centrum voor Studie Documentatie van Latijns Amerika, 1990, p. 224-249.

    9 Adems de la tesis doctoral de Milagrosa Romero Samper sobre Madrid, vase sobre Granada y otras ciudades peninsulares el estudio de Inmaculada Arias Saavedra y Miguel Luis Lpez-Guadalupe Muoz, La represin de la religiosidad popular. Crtica y accin contra las cofradas en la Espaa del siglo xViii, Granada, Universidad de Granada, 2002, 353 p.

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    nos llevados ante el Consejo de Indias. Gracias a ellos podremos compa-rar los objetivos y alcances de la reforma en uno y otro reino.

    En segundo lugar nos interesa destacar el papel asignado al clero en la reforma. Podemos decir de antemano que si bien a ambos lados del Atlntico se criticaba con fuerza su posicin rectora de las cofradas, y que sin duda uno de sus grandes objetivos fue independizarlas de los clrigos, en este caso s que hubo consecuencias bien distintas en uno y otro reino. En fin, queremos resaltar tambin las divergencias en otros temas comunes, como el de la relacin entre el culto y la caridad, y el de la uniformizacin del rgimen de las cofradas, en particular evidente en materia de colecta de limosnas. veremos que en algunos casos la reforma fue ms radical ah donde sus alcances fueron ms limitados y por el contrario ms tolerante con las prcticas tradicionales ah donde la au-toridad real poda hacerse sentir con mayor facilidad.

    Para nuestro anlisis hemos utilizado sobre todo fuentes peninsu-lares: para el caso novohispano sobre todo los expedientes particulares de las cofradas novohispanas ante el Consejo de Indias, ubicados hoy en las secciones Audiencia de Mxico, Audiencia de Guadalajara e Indiferente General; para el caso sevillano los expedientes general y particulares que hoy en da se encuentran en el Archivo General del Ar-zobispado de Sevilla, los que en su da fueron llevados por la Real Audiencia del distrito. Claro est que completamos la informacin con la bibliografa disponible y, para el caso mexicano, con fuentes del Ar-chivo General de la Nacin de Mxico. Estos documentos pues, nos permiten ofrecer un primer panorama de la reforma de las cofradas a ambos lados del Atlntico.

    expedientes generales y particulares

    La reforma de las cofradas en el imperio hispnico tiene como fecha de inicio simblica la apertura del expediente general del Consejo de Cas-tilla en 1768. En los aos siguientes expedientes semejantes se abrieron con mayor o menor xito en otros tribunales de la monarqua. En la Real

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    Audiencia de Mxico fue en virtud de una representacin del contador general de Propios y Arbitrios del reino, Francisco Antonio de Gallarre-ta, en junio de 1775, que el fiscal Jos Antonio Areche pidi la apertura de un expediente semejante, lo que autoriz el virrey en agosto de 1776.10 Unas semanas antes se abri tambin el expediente de la Real Audiencia de Grados de Sevilla, a iniciativa del fiscal Garca Pizarro, quien haba recomendado en junio una averiguacin de todas las cofradas del con-vento grande de San Francisco, y en julio las de todas las capillas, ermi-tas y retablos callejeros de la ciudad.11 No hubo, en cambio, expediente general en el Consejo de Indias, aunque ya veremos que este tribunal particip en el asunto de manera muy activa por otra va.

    Tanto en la censura del fiscal sevillano como en el dictamen del de Mxico haba un punto en comn: el cumplimiento de la ley. Areche citaba directamente la ley 25, en el ttulo Iv, libro I de la Recopilacin de indias, la que estableca que todas las cofradas de los reinos ameri-canos deban contar con las licencias eclesistica y real.12 Menos especfi-co, Garca Pizarro encabez sus censuras aludiendo al progreso en promover el ms exacto cumplimiento y observancia de la ley del reino. Sin duda tena en mente las leyes 3 y 4 del ttulo XIv de la Nueva Reco-pilacin de Leyes de Castilla, que a su vez haban inspirado a la legislacin indiana.13 Esto es, el tema de la reforma de las cofradas, a uno y otro lado del Atlntico, era primeramente un problema de jurisdiccin: lo que los

    10 Archivo General de la Nacin de Mxico (en adelante AGN), Historia, v. 312, f. 1-5v.

    11 Archivo General del Arzobispado de Sevilla (en adelante AGAS), Justicia, Her-mandades y cofradas, leg. 9813, exp. 4, f. 1-5v.

    12 Recopilacin de Leyes de indias, libro I, ttulo Iv Hospitales y cofradas, ley xxv, Que no se funden cofradas sin licencia del rey, ni se junten sin asistencia del prelado de la casa y ministros reales, http://www.congreso.gob.pe/ntley/LeyIndiaP.htm

    13 vase Recopilacin de las leyes de estos reynos hecha por mandado del rey don Philipe Segundo (1569), versin digital, valladolid, Junta de Castilla y Len, 2009-2010, http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=8419

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    fiscales denunciaban era que, contrario al tenor de las leyes, esos cuerpos haban estado por mucho tiempo fuera del alcance de los magistrados reales y por tanto bajo la sola vigilancia de las autoridades eclesisticas.

    Ahora bien, en el dictamen de Areche y en la representacin de Gallarreta en Mxico haba adems una denuncia, primero, de que las cofradas eran un obstculo para la utilidad pblica en el sentido tradi-cional del trmino, o sea para el beneficio de los pueblos, sobre todo los de indios. Esto porque desviaban recursos que hubieran podido beneficiar a las cajas de comunidad. En segundo lugar estaba el tema del culto que promovan, nada agradable a Dios por la serie de abominaciones que le acompaan, segn escriba el fiscal.14 Estos dos puntos no aparecen en el expediente sevillano, pero s en cambio, y de manera mucho ms am-plia incluso, en el expediente general del Consejo de Castilla.

    En efecto, fue en Madrid donde se desarroll la argumentacin de la reforma peninsular. sta ha sido examinada a profundidad en la tesis de la profesora Milagrosa Romero Samper, quien ha destacado los ml-tiples problemas que las cofradas suscitaban a los ojos de los ilustrados espaoles. Si bien al igual que en Mxico estaban presentes temas reli-giosos y sociales, haba adems preocupaciones econmicas ms sig-nificativas, como la reorganizacin gremial y la beneficencia que deba sustituir a la caridad (punto ms bien marginal en el expediente no-vohispano); haba incluso otros temas polticos aparte del reforza-miento de la jurisdiccin real, pues se vea con recelo el particularismo de las cofradas, especialmente las de nacionales, como un peligro para la unidad del reino.15

    Los temas pues, con matices, eran bsicamente los mismos a ambos lados del Atlntico; ahora bien, en su desarrollo, tanto el expediente de Madrid como el de Mxico siguieron un mismo procedimiento: la re-cogida de informacin como se suele llamar en la bibliografa peninsu-

    14 AGN, Historia, v. 312, f. 1-5v.15 Milagrosa Romero Samper, Las cofradas en el Madrid del siglo xViii, v. 1,

    p. 303-465.

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    lar. Esto es, a travs de los jueces reales, los intendentes en el caso peninsular, los alcaldes mayores y luego los intendentes y subdelegados en el caso novohispano, se procedi a recabar la mayor cantidad posible de datos de las cofradas de sus respectivas jurisdicciones. Evidentemen-te ello retras por varios aos la toma de resoluciones, tanto ms cuanto que tambin se pidieron informes a las autoridades eclesisticas, pero justo es en este punto donde se diferencian los expedientes peninsular y novohispano: mientras que en el primero las respuestas de los prelados no fueron esperadas, y existen apenas las de cinco arzobispos (Tarrago-na, Zaragoza, Sevilla, Granada y Burgos),16 en Mxico fue justamente la espera de las respuestas del arzobispo y sus seis sufragneos la que ma-yores atrasos ocasion. Ello adems por la importancia que desde el dictamen de Areche se haba concedido a la participacin de los obispos. En realidad, en Mxico se esperaba que fueran los propios mitrados los que tomaran la decisin final sobre la subsistencia o no de las cofradas de sus dicesis, a partir de los reportes reunidos por las autoridades ci-viles. As, a partir de 1779 se fueron remitiendo a los mitrados las res-puestas que iban llegando de los alcaldes mayores que, como caba esperar, nunca fueron devueltas al gobierno de Mxico.17 En parte por ello fue que se inici una segunda recopilacin de informes civiles en los primeros aos de la dcada de 1790.

    Una segunda diferencia significativa: el expediente general del Con-sejo de Castilla, si bien nunca se cerr por complet, gener al menos un resolutivo, la Real Resolucin sobre reforma, extincin y arreglo de cofradas de 1783.18 En ella, la Corona extingua las cofradas gremiales y aquellas que no contaran ni con la licencia real ni con la eclesistica,

    16 El anlisis de sus respuestas en Inmaculada Arias Saavedra y Miguel Luis Lpez-Guadalupe Muoz, La represin de la religiosidad popular, p. 247-264.

    17 Fue el fiscal Manuel Merino quien en 1779 recomend enviar los informes de los alcaldes mayores a los obispos. AGN, Historia, v. 312, f. 23v-24v.

    18 La real resolucin puede verse como anexo de la tesis de Milagrosa Romero Samper, Las cofradas en el Madrid del siglo xViii, v. 2, p. 899-910.

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    destinando sus bienes a las juntas de caridad que deban crearse en todos los reinos peninsulares siguiendo el modelo de Madrid. Asimismo, las constituciones de todas las otras cofradas deban ser examinadas por las autoridades civiles, en principio por esas juntas, y, mientras se ins-talaban, por los tribunales locales y el propio Consejo. En Mxico el expediente general de cofradas tampoco lleg a cerrarse de manera formal, pero no gener resolutivo alguno. As, en diciembre de 1793, el fiscal Lorenzo Hernndez de Alva recomend abandonar esta va para la reforma en favor de los expedientes particulares, promovidos gracias a los obispos, y en particular a las visitas pastorales del arzobispo de Mxico, Alonso Nez de Haro y Peralta.19 Por esa va, afirmaba el fiscal, se ha facilitado el cumplimiento de la referida ley sin los emba-razos que presentan los expedientes graves y cumulosos en que se trata de providencias generales.

    Empero, lo paradjico es que la reforma general peninsular termin asimismo implementando una reforma por expedientes particulares. En virtud de la real resolucin de 1783 deba llevarse a cabo la recogida de constituciones, es decir, los tribunales reales deban ahora recopilar los documentos fundamentales de las cofradas a fin de obligarlas a pre-sentarse ante el Consejo de Castilla para pedir su licencia y, en general, redactar nuevos estatutos. vemoslo en el caso sevillano: la real resolucin fue remitida a la Audiencia de Grados en noviembre de 1786 y en censu-ra de 13 de febrero siguiente el fiscal Juan Francisco Cceres pidi efecti-vamente que a travs de los tenientes de asistente de Sevilla y justicias de los pueblos se recopilaran las constituciones de absolutamente todas las cofradas de la jurisdiccin.20 La reforma pues, adquira ahora la forma de una oleada de cofradas acudiendo ante los Consejos, de Castilla y de Indias, primero para obtener el beneplcito real para subsistir y luego para confirmar las constituciones que deban redactar nuevamente, con el vis-to bueno tanto del episcopado como de las autoridades locales, la Real

    19 AGN, Cofradas y archicofradas, v. 18, f. 238v-241.20 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9813, exp. 4, f. 14v-24.

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    Audiencia de Grados en Sevilla o el gobierno de Mxico en el caso no-vohispano.

    Sin embargo, los expedientes particulares no tuvieron exactamente la misma forma en uno y otro lado del Atlntico. En Sevilla, las herman-dades que haban visto sus constituciones recogidas normalmente acudan primero a la Audiencia de Grados pidiendo autorizacin para reunirse en cabildo para tratar del trmite ante el Consejo, e incluso para redactar ya sus nuevas reglas. Con ellas acudan al Consejo de Castilla, el cual expeda una real provisin dirigida a la Audiencia (a veces tambin al Ayuntamiento, al menos antes de la real resolucin de 1783) insertando el nuevo documento. Con censura del fiscal, el tribunal sevillano redac-taba su informe, normalmente haciendo algunas observaciones puntuales. El trmite volva as al Consejo de Castilla que emita una segunda pro-visin ya con las constituciones definitivas.21

    En el caso novohispano el procedimiento, obra principalmente de los dictmenes del fiscal Antonio Porlier en los aos 1770, era ms com-plicado: las cofradas deban ante todo presentarse ante el Consejo para pedir la licencia real; una vez obtenida bajo la forma de una cdula real, deban proceder a redactar sus constituciones, que deban pasar por el gobierno del reino y el episcopado, en Mxico a travs del provisorato del arzobispado.22 Es importante destacar que en el caso sevillano se es-timaba que las cofradas contaban ya con la licencia eclesistica, con lo cual en varios casos se omita simple y llanamente cualquier nueva revisin por la parte eclesistica, que no hace sino recibir las ordenanzas ya apro-badas por el Consejo de Castilla,23 mientras que en la Nueva Espaa

    21 Hemos revisado de manera sistemtica los expedientes de hermandades de la ciudad de Sevilla que se encuentran en el AGAS, Justicia, Hermandades y co-fradas.

    22 vase sobre todo el dictamen del fiscal de 11 de octubre de 1775 en el expe-diente de la cofrada de Santa Catalina Mrtir de Mxico, en Archivo General de Indias (en adelante AGI), Mxico, leg. 2661.

    23 vase por ejemplo el expediente de la Hermandad de San Antonio Abad, en AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9801, exp. 15, en que la juris-

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    nunca lleg a cuestionarse la intervencin de los obispos en la redaccin de estos documentos fundamentales de las cofradas. Es posible, aunque no podemos ms que suponerlo a falta de declaraciones explcitas, que incluso los ms importantes reformadores consideraran necesaria la co-tutela entre el clero y la autoridad civil para vigilar las prcticas de los pueblos novohispanos. En fin, el procedimiento se cerraba con la cofrada acudiendo nuevamente a Madrid ante el Consejo de Indias, donde los fiscales podan todava hacer nuevas adiciones y correcciones, para final-mente emitirse una segunda real cdula ya con las nuevas reglas insertas.

    Todo esto ocurra ya desde antes de la real resolucin de 1783 y del cierre del expediente general de Mxico de 1793, al menos desde 1775, y esto tanto en la Pennsula como en la Nueva Espaa. En efecto, entre 1776 y 1809 se presentaron ante la Real Audiencia de Grados de Sevilla al menos 59 cofradas para la reforma de sus constituciones, mientras que en el Consejo de Indias se presentaron 116 cofradas novohispanas entre 1775 y 1808. Estos nmeros son ya indicativos del impacto de la reforma: si bien sta parece haber alcanzado con dificultad los pueblos de la jurisdiccin sevillana, la sola ciudad de Sevilla cont prcticamen-te la mitad de las cofradas que iniciaron su reforma en todo el reino de la Nueva Espaa. Mxico, la capital y la urbe de la que ms cofradas remitieron expedientes a Madrid, apenas lleg a un total de 29 en este perodo, superada incluso por el conjunto de los pueblos de la provincia de Mxico de donde 34 cofradas acudieron al Consejo de Indias.24

    Es significativo que al menos en el caso novohispano la reforma alcanzara el mbito rural, mientras en Sevilla una dcada ms tarde, en

    diccin eclesistica recibe las constituciones ya aprobadas por el Consejo de Castilla. Hubo, empero, algunas excepciones, como en el caso de la cofrada sacramental de la parroquia de Santa Catalina, en que el Consejo pidi infor-me al arzobispo de Sevilla: AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9814, exp. 5.

    24 Hemos revisado de manera sistemtica los expedientes particulares que llegaron al Consejo de Indias y que se concentran en las secciones Mxico, Guadalajara e indiferente General del AGI.

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    1798, el fiscal Mrquez lamentaba el menos esmero de las justicias de dichos pueblos, de las cuales muy pocas dieron cumplido el encargo hecho.25 La presencia de las cofradas de los pueblos est relacionada tambin con la forma en que se ejecut la reforma por expedientes par-ticulares. Hemos sealado que en el caso peninsular se trat de la reco-gida de constituciones llevada a cabo por las autoridades civiles. En cambio, en Nueva Espaa, quien oblig a los cofrades a obtener la licen-cia real fue la autoridad eclesistica. As es, como lo haba indicado el fiscal Hernndez de Alva en 1793, al cerrar el expediente general de Mxico, el arzobispo Haro y Peralta llevaba ya desde el propio ao de 1776 dando instrucciones en sus visitas pastorales para que las cofra-das acudieran al Consejo de Indias en un plazo mximo de dos aos.26

    La reforma peninsular, pues, iba claramente en el sentido de des-plazar al clero, mientras que la reforma novohispana dependi de l para su ejecucin. La primera fue mucho ms intensiva y urbana, la segunda ms extensiva y con la pretensin de abarcar los amplios espacios rurales novohispanos, pero una y otra, conviene destacarlo, siguieron haciendo parte de la reforma general: en Sevilla el expediente general de la Real Audiencia de Grados se reabri con la real resolucin de 1783 y continu con las medidas tomadas para su cabal ejecucin;27 en el Consejo de Indias las medidas aplicadas en los expedientes particulares sirvieron para ir armando cdulas generales, la ms importante de ellas la del 15 de octubre de 1805 que compendi el trabajo acumulado de varios fiscales sucesivos del Consejo en la seccin novohispana.28 En fin, ambas reformas tuvieron sus lmites: aun si las reales cdulas generales que se emitieron para la Nueva Espaa tuvieron una amplia difusin, es cierto que slo

    25 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9813, exp. 4, censura del fiscal Mrquez, 17 de octubre de 1798.

    26 vase el informe del propio arzobispo Haro y Peralta al rey del 20 de mayo de 1780 en AGI, Mxico, leg. 2664.

    27 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9813, exp. 4, f. 6 ss.28 La real cdula de 15 de octubre de 1805 puede consultarse en AGI, Mxico,

    leg. 3096A.

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  • 15la reforma de las cofradas en el siglo xviii

    un puado de cofradas fue la que reform realmente su organizacin; en Sevilla, el fiscal Mrquez habra de dejar anotada en la ltima censura del expediente general de esa Audiencia, dada el 17 de octubre de 1798, el reconocimiento explcito del carcter parcial de la empresa, pues de-ca el letrado: ha comprendido el fiscal, no correspondieron las resultas a los insinuados connatos.29

    vistos pues los caracteres generales de la reforma y sus alcances, conviene ahora observar con detalle lo que los fiscales tanto de Sevilla como de Mxico y Madrid corregan en las cofradas de sus respectivas jurisdicciones, en primer trmino sobre el papel que en ellas deban jugar los clrigos.

    personas sagradas y cofradas profanas

    En marzo de 1790 don Ambrosio de Sagarzurrieta, fiscal de la Real Au-diencia de Guadalajara, uno de los impulsores de la reforma de cofradas en ese distrito, present un extenso dictamen sobre el tema contra la pos-tura del obispo de la ciudad, fray Antonio Alcalde y Barriga. En l, denun-ciaba constantemente el desptico gobierno de los curas como uno de los grandes problemas a resolver con la reforma. Ellos, afirmaba el letrado, se apropiaban de los bienes de las comunidades a fin de convertirlos en bienes de cofradas para su solo beneficio, despojando a los pueblos de unos fondos tan precisos para el socorro de sus urgencias. Recuperando diversos casos de prrocos que en efecto haban sido denunciados por sus feligreses por su avidez en esta materia, el fiscal insista, los prrocos los manejan tan despticamente que nombran capellanes a su arbitrio, se arrebatan para s los ganados, y no dan cuentas como debieran.30

    29 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9813, exp. 4, censura del fiscal Mrquez, 17 de octubre de 1798.

    30 AGI, Guadalajara, leg. 352, exp. 11, Testimonio ntegro de los autos formados sobre los bienes de comunidad que goza cada pueblo de indios de los del dis-trito de esta intendencia de la provincia de la Nueva Galicia, dictamen del

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    Pocas veces hubo en los documentos de la reforma de cofradas una denuncia tan directa contra el predominio del clero parroquial, pero es cierto que a ambos lados del Atlntico fue uno de los temas capitales el de la intervencin o no de los curas en las cofradas. Mas los argumentos podan ser radicalmente opuestos. Mientras que el fiscal Sagarzurrieta defenda la emancipacin, por as decir, de las cofradas del dominio de los prrocos, fundado en la utilidad de los pueblos, las hermandades sevillanas comenzaban a excluir a los eclesisticos fundadas en el argu-mento de proteger su calidad de personas sagradas.

    En efecto, en el ao de 1787 la Real Audiencia de Grados revis constituciones de tres hermandades sevillanas que haban tomado medi-das al respecto. Primero, la sacramental de la parroquia de San Isidoro, pues en el captulo 15 de las constituciones que redactaron en octubre de 1785 los hermanos construyeron una lmpida argumentacin para excluir al clero: partiendo de que la cofrada era ante todo un camino para la salvacin de las almas, se afirmaban en la suma veneracin que deban a los clrigos, especialmente si est condecorado con la dignidad sacerdotal, pero identificndose de inmediato como una junta com-puesta de sujetos legos, caracterizados por la insuficiencia y poco co-nocimiento, que podan poner en riesgo por la inadvertencia o la propia pasin ese respeto que tanto enaltecan, mandaban dejar fuera de los cabildos a los eclesisticos. Explcitamente, los cofrades seglares quedaban as con el control de la corporacin, paradjicamente refor-zando con su discurso la jerarqua entre seglares y clrigos. Concluan enfatizando esa distancia que no deba romperse, pues desdice mucho a lo sublime de su carcter que siendo nuestros oficiales seglares, manden tal vez a un eclesistico como hermano.31

    La sacramental de la parroquia de San Juan de la Palma, en las cons-tituciones que redact en agosto de 1787, introdujo tambin la prohibicin

    fiscal Ambrosio de Sagarzurrieta de 29 de marzo de 1790. Tambin hay copia en AGN, Cofradas y archicofradas, v. 10, exp. 4.

    31 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9801, exp. 10.

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    de los eclesisticos en las juntas y en los cargos de cofrada, dejndolos en la calidad de hermanos para las indulgencias y funciones de iglesia. Su argumentacin era bsicamente la misma: la defensa del respeto y vene-racin que todo seglar debe tener al eclesistico, el cual poda quedar comprometido al calor de las discusiones de los cabildos de la cofrada, donde siendo causa de que el seglar, queriendo sostener asimismo el suyo [su opinin], profiera trminos disonantes a la poltica.32 Los cofrades adems haban ledo bien las ya para entonces numerosas provisiones en que se conceda la aprobacin real a otras hermandades: ellas eran cuerpos de legos, y como tal sujeta a la jurisdiccin real ordinaria, no eran por tanto un lugar para las personas sagradas de los sacerdotes.

    Casi al mismo tiempo la hermandad del Escapulario del Carmen del convento carmelita calzado de la misma ciudad optaba por la misma exclusin, de manera mucho ms breve. El captulo 9 de las constitu-ciones que redact en 1787 deca de manera directa: No se les podr nombrar empleo en esta hermandad a ningn hermano eclesistico para evitar las faltas de respeto que a su carcter se le debe en los casos que se hallen encontrados los dictmenes con los seglares.33

    El fiscal de la Audiencia sevillana, Cceres, inicialmente se mostr moderado en este punto: ya al ver el captulo correspondiente de las constituciones de la sacramental de San Juan de la Palma decidi impug-narlo favoreciendo la participacin del clero, del que esperaba se compor-tara siempre en los cabildos con toda prudencia y moderacin, atendiendo al mismo carcter de que estn revestidos los sacerdotes. De hecho se dira que Cceres esperaba que justamente su presencia cal-mara unas reuniones que en la capital hispalense no siempre haban sido tenidas por pacficas, hay razones de ms peso que persuadan su concu-rrencia, afirm al revisar las constituciones del Escapulario del Carmen.34

    32 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9816, exp. 4.33 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9816, exp. 5.34 El fiscal Cceres emiti sus censuras de estos dos expedientes, citados en las

    notas precedentes, el mismo da, 12 de diciembre de 1787.

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    Cabra esperar que un letrado de tiempos de los Borbones hubiera prefe-rido establecer una norma fija, pero por el contrario, Cceres opt en esta materia por respaldar la costumbre particular de cada corporacin: ha-br de observarse la costumbre que haya habido hasta aqu, estableci directamente en el caso de San Juan de la Palma y como qued asentado incluso con aprobacin del Consejo de Castilla en la real provisin de 12 de febrero de 1790 que culmin la reforma de esa hermandad.35

    Mas conforme fue avanzando la dcada de 1790 el propio fiscal y sus sucesores pasaron a tomar la iniciativa introduciendo este punto en la reforma. Al revisar las constituciones de la hermandad del Cristo de la Salud de la parroquia de San Bernardo, en 1792 el propio Cceres adi-cion la constitucin 7 con la prohibicin de que los eclesisticos tuvieran voto activo o pasivo en los cabildos.36 Al ao siguiente, en las constitu-ciones de la sacramental de la parroquia de San vicente, que haban sido redactadas a partir de las ya mencionadas de la sacramental de la parro-quia de San Isidoro, el fiscal incluso se extendi en sus argumentos: la presencia de los clrigos en los cargos de cofradas era una forma en que burlaban la legislacin que les impeda administrar bienes profanos y, ms todava, tendan con su presencia a recuperar para la jurisdiccin eclesistica unas corporaciones recin ganadas para la del rey. En fin, estaba la redefinicin de las cofradas que ya hemos citado: ellas eran un cuerpo de legos, cuya mera denominacin indica que no deben componerla personas eclesisticas.37

    La tendencia fue ganando a otras cofradas sevillanas, no sin protes-tas del clero, como fue en el caso de la sacramental de la parroquia de San Miguel, donde el captulo que exclua a los eclesisticos, formado por el apoderado de la corporacin en Madrid, fue cuestionado por los propios cofrades y por los clrigos de la parroquia. Contra ellos Cceres lo asumi como si hubiera sido propuesto por l en tanto fiscal, y reiter, con mayor

    35 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9816, exp. 4.36 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 09812, exp. 7.37 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9816, exp. 8.

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    amplitud incluso, los motivos para esa exclusin.38 Hubo algn intento de moderacin: en la cofrada de Nuestra Seora de Gracia de la parro-quia de Omnium Sanctorum se aprob en 1795 que los eclesisticos tuvieran voz y voto, pero no intervencin en la administracin de los bienes.39 Mas ya con el fiscal Jos Hevia y Noriega, a principios del siglo XIX, se agreg la prohibicin tanto en las constituciones de la cofrada del Seor de la Pasin del convento mercedario, como en las de Nuestra Seora de las Maravillas de la parroquia de San Juan de la Palma.40

    Mientras en Sevilla la reforma implic que los clrigos fueran ex-pulsados de los cabildos cofradieros, en la Nueva Espaa nicamente perdieron su calidad de presidentes de las reuniones, en beneficio de los jueces reales. En efecto, ni los fiscales reformadores ms radicales, como Ramn de Posada, Lorenzo Hernndez de Alva o Ambrosio de Sagarzu-rrieta, se atrevieron a ir ms all del estricto tenor de la Ley de Indias que estableca la presencia de los prelados de la casa donde se juntaren. De nuevo, es bien posible que los fiscales consideraran indispensable la presencia del clero en el extenso mundo rural novohispano para mejor garantizar su control. Era una lgicamente semejante a la que mostrara al principio el fiscal Cceres en Sevilla: los conflictivos cofrades sevillanos necesitaban al menos del buen ejemplo clerical para mantener el orden, los indios novohispanos tanto ms justo por su condicin de tales. Sien-do fiscal de la Audiencia de Mxico, Ambrosio de Sagarzurrieta revis las constituciones de la cofrada sacramental de Tlapacoyan, dejando ah intacta la intervencin del prroco, quien posea una de las llaves del arca de sus valores, por ser sta de solos indios.41

    38 Si bien no contamos con el expediente completo, existe un certificado de nota-rio pblico que lo resume con amplitud. AGAS, Justicia, Hermandades y co-fradas, leg. 9809, exp. 13.

    39 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9809, exp. 12.40 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9814, exp. 7 y AGAS, Justicia,

    Hermandades y cofradas, leg. 9801, exp. 18.41 AGI, Mxico, 2692Testimonio del expediente sobre aprobacin de las cons-

    tituciones de la cofrada de Nuestra Seora de la Soledad y Santsimo Sacra-mento de Tlapacoyan, jurisdiccin de Jalacingo, f. 13-16v.

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    El clero novohispano opuso una resistencia mucho mayor que sus homlogos sevillanos ante la exclusin de la presidencia de los cabildos, y ms todava en los nicos casos en que lleg a contemplarse su ex-pulsin absoluta de ellos. Fue ste sin duda el punto ms exitoso, pero tambin uno de los ms discutidos de la reforma de cofradas en Nue-va Espaa. As como en Sevilla fueron expedientes de finales de la d-cada de 1780 y principios de la siguiente los decisivos en esta materia, en concreto, el expediente de la congregacin de cocheros del Santsimo Sacramento de la parroquia de Santa Catalina de la ciudad de Mxico. Formados en 1763, acudieron al Consejo de Indias en 1785 pidiendo la aprobacin de sus constituciones, pero el fiscal Antonio Porlier reproch la falta de la licencia real, que deban haber pedido previamente; como en la gran mayora de estos expedientes recomend que se les concediera la licencia, pero que redactaran de nuevo sus constituciones y las pasaran a la curia eclesistica de Mxico y luego al virrey para su revisin. Todo ello qued asentado en la real cdula dada en Aranjuez el 16 de diciem-bre de 1785.42 sta, fue presentada al gobierno de Mxico en mayo de 1786 para su ejecucin y el fiscal Lorenzo Hernndez de Alva dictamin que los congregantes podan reunirse para redactar sus constituciones nuevamente, pero slo bajo la presidencia de un juez real nombrado por el virrey.

    Como caba esperar, ello prolong el trmite del expediente hasta 1789, primero por la negativa de la curia arzobispal de aceptar las con-diciones impuestas por el fiscal y luego directamente por las contestacio-nes entre Hernndez de Alva y el doctor Larragoiti, defensor de obras pas del arzobispado. Del lado eclesistico la defensa se fund en que las juntas de cofradas eran finalmente actos eclesisticos en que las pro-pias leyes de Indias garantizaban la presidencia de los prelados y sus representantes, tanto ms cuanto que se entenda de la propia ley y de la naturaleza de la cofrada, que las juntas deban realizarse en una iglesia y no, como la Audiencia de Mxico propuso para salvar el impase, en la

    42 El expediente en AGI, Mxico, leg. 2669.

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    casa de un juez seglar. Esto es, las juntas de cofradas eran espirituales y pas como sus fines, por tanto su presidencia caa en manos del clero. Como puede verse fue sta una de las raras ocasiones en que la definicin de las cofradas estaba directamente en litigio y Hernndez de Alva no hizo sino responder con la definicin que la Corona quera imponer: no porque los cofrades realizaran actos o fines pos, deca, pueden llamarse dichas cofradas o juntas eclesisticas o espirituales. Ellas eran puramente seglares, formadas por legos y bajo la jurisdiccin real, que deba por ello presidirlas.43

    Llegado el caso al Consejo de Indias en 1790, el fiscal Juan Antonio Uruuela sali desde luego a favor de su colega de la Real Audiencia de Mxico, de quien elogi el loable tesn y recomendable eficacia, pi-diendo adems que el Consejo dirigiera una advertencia al arzobispo. Los consejeros no consintieron en esto ltimo, pero en cambio se redac-t una real cdula general para los reinos de Indias, fechada en Madrid el 8 de marzo de 1791, declarando que toda junta de cofradas, de cual-quier gnero que fuese, deba presidirla un juez real.44 Claro est que al recibirse esta real cdula en Mxico, el fiscal Alva la mand circular de inmediato por todo el reino. No faltaron dudas y conflictos en diversos pueblos del reino que el propio fiscal resolvi siempre a favor de la ju-risdiccin regia, integrando en principio hasta a las congregaciones de San Pedro y a las rdenes terceras,45 que en Sevilla al menos lograron mantenerse al margen de la reforma, como se ve explcitamente en el intento, curiosamente iniciativa de un clrigo, de hacer reformar la orden tercera del colegio franciscano de San Pedro de Alcntara.46

    43 Toda la discusin en AGI, Mxico, leg. 2669, Testimonio del expediente ins-truido sobre fundar una congregacin de cocheros espaoles del Divinsimo Seor Sacramentado en la parroquia de Santa Catarina Mrtir de esta capital.

    44 La real cdula est en AGI, indiferente General, leg. 191 y AGN, Cofradas y archicofradas, v. 18, exp. 1.

    45 El expediente de la ejecucin de la real cdula en AGN, Cofradas y archico-fradas, v. 18, exp. 1.

    46 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9809, exp. 17.

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    No es de extraar que entre prrocos y jueces reales haba una di-ferencia radical sobre lo que significaba esta innovacin. Lo plante bien el subdelegado de Ario, en la provincia de Michoacn, en 1792, aquellos conciben limitada la facultad de la presidencia [] a slo el efecto de autorizar las determinaciones, y los segundos la consideran extensiva a ordenar, dirigir e impedir las resoluciones del prroco y cofrades47. Si bien al inicio los obispos novohispanos no parecen haber intervenido en el asunto, ya para 1804 el nuevo arzobispo de Mxico, Francisco Xavier Lizana, denunciaba lo que calificaba de un abuso de los jueces reales, pidiendo, desde luego, que las cofradas y sus bienes volvieran a quedar por completo bajo la presidencia de los curas.48

    Tal vez una de las ms discutidas cofradas que se reformaron en esta poca en la capital novohispana fue la congregacin de Dolores, con sede en el propio Sagrario Metropolitano. Por una serie de errores de procedimiento que sera largo de desenredar aqu, la Corona les aprob en real cdula de 15 de julio de 1796 unas constituciones en que los prrocos del Sagrario quedaban por completo fuera, no slo de la pre-sidencia, sino de toda participacin en los cabildos, que incluso ha-bran de realizarse en casa de los jueces reales. Las contestaciones sobre el asunto se extendieron hasta 1801 y en ellas es significativo que fue el nico caso entre todas las cofradas novohispanas que se reformaron por la va civil, en que los eclesisticos insistieron en que se trataba de una cofrada intil y perjudicial.49

    Aunque el propio arzobispo Lizana respald a su clero, los fiscales de Mxico y Madrid prestaron odos sordos a esta protesta y en general se negaron a dar marcha atrs en esta materia, de forma que incluso tras la independencia en algunos puntos de Mxico las cofradas siguieron

    47 AGN, Cofradas y archicofradas, v. 18, exp. 1, f. 30, Juan Joseph de Enciso al virrey, subdelegacin de Ario, 13 de abril de 1792.

    48 AGI, Mxico, leg. 2787, el arzobispo de Mxico al rey, 25 de noviembre de 1804.

    49 El amplio expediente de esta congregacin en AGI, Mxico, leg. 2649.

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    siendo presididas por representantes de la autoridad civil, municipal sobre todo. As, si la reforma coincida a ambos lados del Atlntico en excluir al clero, en la Pennsula ello contribua a fortalecer la posicin de los cofrades seglares y en la Nueva Espaa a la de los jueces reales. Pue-de parecer paradjico, pero era tal vez ms radical el dejar en las cofradas novohispanas a los eclesisticos presentes, aunque bajo la presidencia de otra autoridad, que simplemente excluirlos de las reuniones.

    Ahora bien, los fiscales de ambos lados del Atlntico tenan en men-te no slo extender la jurisdiccin real sobre las cofradas, acorde con su definicin de que se trataba de unos cuerpos profanos, sino tambin dar-les caractersticas especficas, ms acordes con su carcter religioso.

    reglas fijas y deberes sagrados

    Puede parecer repetitivo pero conviene advertir nuevamente que la refor-ma de las cofradas de los Borbones no pretenda destruirlas sino reor-ganizarlas. Hay que insistir en ello, sobre todo en la historiografa mexicanista, pues algunos autores han caracterizado la reforma como una serie de golpes mortales.50 Lo ha sealado tambin para el caso sevillano Joaqun Rodrguez Mateos, slo algunas de las cofradas ms debilitadas fueron directamente suprimidas, salvndose incluso algunas de las gremiales explcitamente incluidas en la real resolucin de 1783.51 Esto, sin duda, porque los propios reformadores tampoco tenan la pre-tensin de eliminarlas de manera radical, sino de rectificar su consti-tucin. Ello implicaba unificarlas, darles reglas fijas que remplazaran el hasta entonces heterogneo universo cofradiero extremadamente marcado por las variaciones locales, mas respetando la organizacin

    50 Clara Garca Ayluardo, El privilegio de pertenecer: Las comunidades de fieles y la crisis de la monarqua catlica, en Beatriz Rojas (coord.), Cuerpo poltico y pluralidad de derechos. Los privilegios de las corporaciones novohispanas, Mxico, Instituto de Investigaciones Dr. Jos Mara Luis Mora, 2007, p. 85-128.

    51 Joaqun Rodrguez Mateos, Las cofradas y las Luces, passim.

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    corporativa que aqu, como en otros temas, no lleg a ser cuestionada por las reformas borbnicas, segn ha sealado en diversos trabajos Annick Lemprire.52

    As pues, a ambos lados del Atlntico hubo una preocupacin cla-ra por la estructura interna de las cofradas. En el caso sevillano se ma-nifest, primeramente, en al menos siete censuras fiscales pidiendo se modificara la terminologa de los cargos. Nombramientos como alcalde, fiscal, tesorero y escribano fueron as sistemticamente remplaza-dos por hermano mayor, celador, receptor y secretario, respec-tivamente. Si la idea era evitar hasta la sospecha de que las cofradas ejercan alguna forma de jurisdiccin, en menoscabo de la jurisdiccin real a que estaban sometidas, ello estaba tambin relacionado con su carcter esencialmente religioso. Deca el fiscal Juan Francisco Cceres al revisar las constituciones de la Esclavitud de San Jos en 1780: esas voces de autoridad, no dicen bien con el espritu de humildad que debe hacer el principal carcter de la congregacin.53

    Por ello en trece expedientes los fiscales sevillanos Cceres y Hevia limitaron la posibilidad que tenan las cofradas de juzgar y expulsar a sus miembros. Deban ahora pedir la intervencin de la justicia real en los casos ms graves, pero sobre todo, parece que se estimaba ms propio de estos cuerpos religiosos usar varias veces de la amonestacin antes que recurrir a la fuerza para corregir a sus hermanos.54 En este mismo sentido,

    52 Annick Lemprire, Entre Dieu et le Roi, La Rpublique. Mexico, xVie-xixe sicles. Paris, Les Belles Lettres, 2004, y para el caso especfico de las cofradas, Annick Lemprire, Orden corporativo y orden social. La reforma de las cofradas en la ciudad de Mxico, siglos XvIII-XIX, Historia y Sociedad, Medelln, Universidad Nacional de Colombia, v. 14, junio de 2008, p. 9-21.

    53 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9801, exp. 8.254 Se trata de los expedientes de las esclavitudes de San Jos y de la Encarnacin,

    las cofradas sacramentales de las parroquias del Sagrario, San Isidoro, San Juan de la Palma y San Julin, y las hermandades de San Antonio de Padua, Jess Nazareno, Nuestra Seora del Pilar, San Juan Nepomuceno, Escapulario del Carmen, Nuestra Seora del Carmen del Postigo del Aceite y del Seor de la Pasin.

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    en quince expedientes, Cceres, Mrquez y Hevia corrigieron los pro-cedimientos de eleccin de los cargos poniendo fuertes restricciones a la reeleccin, que en general slo deba ser posible por unnime acuerdo de los cofrades.55 Fortalecieron adems el papel de los cabildos, prefi-riendo la eleccin a pluralidad de votos antes que otros mecanismos, como el sorteo y los escrutinios previos, en los que al parecer vean la posibilidad de alguna forma de manipulacin. Todo ello, porque en corporaciones dedicadas a la religin no deba tolerarse, deca Cceres en el expediente de la hermandad de San Juan Nepomuceno de la parro-quial de San Pedro, se apodere alguna o algunas personas del gobierno de la hermandad.56

    Medidas semejantes se fueron aplicando a las cofradas novohispa-nas en el Consejo de Indias. Largo sera citarlas una a una en cada expe-diente, pero podemos verlas en el resultado final de la reforma, las reales cdulas dadas en Cartagena en 27 de diciembre de 1802 y la real cdula general del 15 de octubre de 1805, producto de largos aos de recomen-daciones de los fiscales Ramn de Posada y Lorenzo Hernndez de Alva.57 Tambin en este caso se trat de unificar la organizacin de las cofradas: Posada sobre todo impuls que las mesas de ellas quedaran integradas por un rector, un mayordomo y ocho diputados, quienes duraran en sus cargos dos aos; los diputados se renovaran por mitad cada ao, con posibilidad de reeleccin slo en el caso del mayordomo para uno

    55 Las hermandades en cuestin fueron: Nuestra Seora de la Esperanza de la parroquia de San Martn, Amor de Jesucristo, sacramental de la parroquia de Omnium Sanctorum, San Juan Nepomuceno, Cristo de la Salud, sacramental de la parroquia de San vicente, Nuestra Seora del Carmen de la calle Sierpes, Nuestra Seora del Carmen del Postigo del Aceite, Patrocinio, Santas Justa y Rufina, Benditas nimas de la Colegial del Salvador, sacramental de la parro-quia de Santiago, Seor de la Pasin, Nuestra Seora de las Maravillas y Nues-tra Seora del Coral.

    56 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9814, exp. 6.57 La real cdula de 1805 aparece citada en la nota 27, las reales cdulas de 27

    de diciembre de 1802 en AGI, Mxico, legs. 2651, 2688 y 2692.

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    e incluso dos perodos, pero nada ms.58 Alva, por su parte, insisti en el tema del desinters que deba caracterizar la relacin de los oficiales con las cofradas: ni a los mayordomos se deba de exigir fianzas para garantizar los bienes que administraban, por no haber semejante prc-tica en las congregaciones piadosas, ni tampoco se les deba asignar ningn tipo de pago, como tampoco a los secretarios o a los otros oficia-les.59 El nico fin legtimo que deban perseguir con sus cargos era, segn se asienta en la real cdula de 1805, el de contribuir por su parte al objeto de su instituto.60

    Ahora bien, es cierto que los fiscales de Sevilla de manera sistem-tica incluyeron una misma clusula en sus censuras: las cofradas, inclu-so las que ahora reciban la aprobacin de la Corona, podan ser reunidas con otras, especialmente con las sacramentales, en general consideradas las ms tiles por los reformadores. En Sevilla se hizo as, por el esfuerzo del fiscal Cceres, con las cofradas sacramental y de nimas de la parro-quia de Omnium Sanctorum;61 en el caso novohispano los fiscales del Consejo de Indias promovieron la reunin en al menos siete casos de cofradas sacramentales.62 Las cofradas novohispanas se mostraron re-ticentes: el mejor ejemplo es de Toluca, donde la amenaza de la fusin en la cofrada sacramental dio motivo a que fuera el nico expediente tratado por el Consejo en el que se dio cuenta por parte del gobierno de Mxico que la ejecucin de las reales cdulas haba incluso puesto en peligro la tranquilidad pblica.63

    58 vase especialmente su dictamen de 19 de diciembre de 1800 sobre la cofrada de Nuestra Seora de los Dolores de Acatzingo en AGI, Mxico, leg. 2650.

    59 vase el dictamen de Alva de 3 de septiembre de 1802 en el expediente de la cofrada de nimas de Santiago Calimaya, AGI, Mxico, leg. 2651.

    60 AGI, Mxico, leg. 3096A.61 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9809, exp. 5.1 y leg. 9814, exp. 4.62 Se trat de las cofradas de Toluca, Iztapalapa, Atotonilco, Santiago Calimaya,

    Sultepec, de parroquia auxiliar del Espritu Santo de Quertaro y de la catedral de Durango.

    63 AGI, Mxico, leg. 2651, Testimonio del expediente rotulado: Sobre aprobacin de las cofradas del Santsimo Sacramento y Benditas nimas del Purgatorio

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    Por otra parte la reorganizacin de las cofradas a ambos lados del Atlntico incluy tambin la reforma de algunas de sus prcticas, por ejemplo, la colecta de limosnas. A pesar de su importancia, en realidad se ha prestado poca atencin en la historiografa hacia este tema, casi universal para el financiamiento de las corporaciones del Antiguo Rgi-men, especialmente las religiosas, si bien existen algunos trabajos ms bien dedicados a su relacin con el culto de las imgenes peregrinas, obra de Mara Elena Barral y de Raffaele Moro.64 Por lo que toca a las cofra-das, los fiscales Ramn de Posada, Lorenzo Hernndez de Alva, Juan Francisco Cceres y Jos Hevia y Noriega pugnaron por eliminar la cues-tacin de limosnas por las calles. Hasta entonces haba sido comn en la Pennsula como en Nueva Espaa que en las salidas pblicas e incluso en otras oportunidades los cofrades recorrieran las calles de sus barrios e incluso ms all portando platos para recolectar fondos, siendo esta labor una de las que los cofrades se repartan a lo largo del ao. As lo estableca lo mismo en la ciudad de veracruz las viejas constituciones de la cofrada de la Concepcin y Humildad y Paciencia de Cristo, que databan del siglo XvII, cuyos diputados deban organizar el reparto del plato de la cuesta cada uno por tres meses,65 y asimismo, en 1790, lo

    de la Iglesia parroquial de la ciudad de Toluca, f. 6v-9, pedimento del fiscal Borbn de 18 de septiembre de 1797.

    64 Mara Elena Barral, Limosneros de la virgen, cuestores y cuestaciones: La recoleccin de la limosna en la campaa rioplatense, siglo XvIII y principios del siglo XIX, Boletn del instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires-Instituto de His-toria Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 3. serie, nm. 18, segundo semestre de 1998, p. 7-33. Raffaele Moro, Les usages de la route dans le Mexique colonial: histoires de vie et mobilits du XvIe au XIXe sicle, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, revista virtual, Pars, EHESS-CERMA, 2007, puesto en lnea el 14 junio 2007. http://nuevomundo.revues.org/6505

    65 AGI, Mxico, leg. 1308, Testimonio de las constituciones de la cofrada de la Limpia Concepcin y Humildad y Paciencia de Cristo Seor Nuestro, sita en el convento de mercenarios [sic] de veracruz y dems actuaciones en su virtud practicadas, y a continuacin de real cdula que sta present.

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    contemplaban tambin las constituciones de la Hermandad del Cristo de Zalamea de la collacin de Omnium Sanctorum de Sevilla, siguiendo en este caso el orden de los empleos y antigedad.66

    Parece ser que los fiscales estimaron esta prctica inadecuada en corporaciones dedicadas a la religin por lo que tena de coaccin a los fieles; por ello mismo tampoco suprimieron de manera radical toda li-mosna, sino que procedieron a ordenarlas para que las contribuciones fueran absolutamente voluntarias. Posada y Cceres, en sus respectivas funciones, fueron quienes introdujeron la que deba ser la nueva prctica en ese sentido: deban establecerse mesas en los prticos de las iglesias para colocar ah el plato, los das festivos sobre todo. Cuatro cofradas novohispanas y ocho sevillanas recibieron indicaciones en este sentido.67 Debemos destacar que la limosna supona otro problema adicional para los fiscales, el de su ubicacin, pues claramente se trataba de restringirla y evitar que se practicara en las calles, pero tampoco estimaban correcta su realizacin al interior del espacio sagrado de las iglesias. El prtico, el lugar intermedio, era la nica solucin posible para reubicar esta in-cmoda pero indispensable prctica.A propsito de lugares sagrados y profanos otro de los que ms interesaba a las cofradas era el lugar para su entierro. A ambos lados del Atlntico muchas de ellas posean espacios propios para ello, al pie de los altares y en las capillas de sus imgenes titulares. Tmida y marginalmente la reforma iba tambin en el sentido de cambiar esa situacin. Aunque sin lograr un cambio radical fue bajo los Borbones que comenz a difundirse en el mundo hispnico el impul-so higienista de separar de manera radical el espacio de los muertos del de los vivos con la creacin de cementerios extramuros de las poblaciones.

    66 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9799, exp. 7.67 Las cofradas novohispanas fueron la Congregacin de Dolores del Sagrario

    Metropolitano de Mxico, Rosario de Ixtapaluca, sacramental de San Luis Potos y del Carmen de Salvatierra. Las cofradas sevillanas fueron las de Cris-to de Zalamea, Humildad, sacramental de la parroquia de San Julin, Cristo de la Salud, Patrocinio, Santas Justa y Rufina, nimas de la Colegial del Sal-vador y Nuestra Seora de las Maravillas.

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    Las cofradas deban adaptarse a esta nueva distribucin: las diez cofra-das de la ciudad de veracruz que fueron reformadas en la dcada de 1790 debieron aceptar que sus entierros tendran lugar en el nuevo ce-menterio general, aunque trataron siempre de solicitar espacios reserva-dos para ello.68 En Sevilla, ya en la primera dcada del siglo XIX, el fiscal Hevia impuso tambin ese traslado al cementerio en la reforma de las constituciones de las hermandades de nimas del Salvador y las sacra-mentales de las parroquias de Santiago Apstol y Santa Marina.69

    En ambos lados del Atlntico hubo indicaciones, puntuales es cierto, en el sentido de reducir los fastuosos cultos de las cofradas. En Sevilla parece ser que el problema era sobre todo el sonido, tal vez poco apro-piado para la sensibilidad de los reformadores: el fiscal Cceres suprimi los dobles de campana en que abundaba la cofrada de Jess Nazareno y Nuestra Seora de la O en 1785;70 tres aos ms tarde los cofrades del Seor de la Exaltacin de la parroquia de Santa Catalina consideraron necesario imponer castigos en sus constituciones reformadas a los herma-nos que anunciaran su procesin con voces, ni trompetas ni otros instrumentos;71 y en fin, en 1807, la cofrada del Seor de la Pasin vio objetar por el Consejo de Castilla las cuatro trompetas que con sus ecos dolorosos deban acompaar su procesin de Semana Santa, aunque para defenderlas cont con el apoyo del propio fiscal Hevia.72

    En las cofradas novohispanas el problema no era el fasto sonoro sino el visual: las abundantes luces de cirios, velas y hachas que engala-naba en los das de fiesta los altares de los santos patronos y advocacio-nes marianas. Fue sobre todo el fiscal Ramn de Posada quien se esforz en reducir el abundante gasto en cera que generaban, por ejemplo en la cofrada de San Crispn de Puebla en 1797, con sus ms de 60 luces en

    68 Las cofradas de veracruz en AGI, Mxico, leg. 1304 y leg. 2671.69 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9793, exp. 3; leg. 9816, exp. 14

    y leg. 9792, exp. 6.70 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9812, exp. 6.71 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9816, exp. 672 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9814, exp. 7.

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    la fiesta principal y otras 24 en el tmulo de difuntos. Escriba directa-mente el letrado: aunque las funciones eclesisticas se deben hacer con decoro, no es justo se consuma en ellas ms que lo que es regular y exige la moderacin73

    Por supuesto, hubo tambin preocupaciones especficas en cada caso. La ms caracterstica en las cofradas sevillanas fue el tema del ingreso en la cofrada, que en 18 casos llev a los fiscales a hacer reformas en los estatutos. Por una parte trataron de evitar la exclusin de ciertos oficios que las cofradas sevillanas seguan considerando viles a pesar de la real cdula de 1783 a propsito de los oficios manuales. Todava en 1803 la sacramental de la parroquia del Sagrario haba tratado de reformar sus constituciones para excluir una larga lista de actividades74 que el fiscal Hevia suprimi de inmediato. De manera ms frecuente los letrados insistieron en la discrecin que deba caracterizar los procedi-mientos de ingreso, sobre todo si se encontraba algn defecto en la lim-pieza de sangre y costumbres de los pretendientes. Por citar de nuevo un ejemplo solo, Cceres pidi en 1790 que la hermandad del Cristo de Zalamea no revelara los motivos del rechazo, sino que el hermano mayor disuadiera prudentemente y con sigilo al afectado.75

    En Nueva Espaa hubo en cambio una mayor preocupacin por el tema de la administracin de bienes. Lo comn en las cofradas novohis-panas era que dispusieran no slo de las contribuciones de los miembros, sino sobre todo de capitales, las urbanas, y de tierras y ganado las rura-les. Como ya hemos visto, para los letrados de la Corona era de extrema importancia evitar que esos bienes fueran dilapidados, de ah su insisten-cia en la presentacin de cuentas anuales por parte de los mayordomos,

    73 AGI, Mxico, leg. 2673, dictamen del fiscal de 11 de junio de 1797.74 La cofrada exclua las siguientes: ejecutor de la justicia, pregonero, encom-

    brador de calles o pozos negros, carnicero guisero, pescadero, reportillero, tripero, ni cobradores de estas, torero, sepulturero, bodegonero, mesonero, pas-telero, tabernero, criado de justicia, mistelero, cochero, lacayo, regatn, cmico. AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9794, exp. 11.

    75 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9799, exp. 7.

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    las cuales habran de ser revisadas, ya no por los prrocos como se haca tradicionalmente, sino por dos seglares libremente nombrados por los propios cofrades. Asimismo, estaban obligadas a poseer arcas con tres llaves para el depsito de documentos y caudales, que estaran bajo la custodia conjunta de los oficiales, debiendo llevar libros de cuentas ne-cesarios para su administracin.76

    Tanto en la metrpoli como en las colonias estuvo presente el tema de la caridad. Ya lo habamos mencionado al principio, es ms evidente en el expediente general del Consejo de Castilla, pero como no lleg a concretarse la instalacin de las juntas que prevea la real resolucin de 1783, los expedientes particulares fueron la oportunidad para implemen-tarlas a partir de algunas cofradas ya existentes. El fiscal Hevia trat as de reducir a diputaciones de caridad las congregaciones que bajo ese t-tulo se haban fundado en las parroquias de San vicente y San Miguel a consecuencia de una epidemia del ao 1800.77 Menos directos, los fiscales Posada y Hernndez de Alva prefirieron introducir en las cofradas novo-hispanas la obligacin de destinar los sobrantes de sus ingresos anuales para obras de caridad, especialmente para la atencin de hurfanos.78

    Resumiendo pues, los fiscales en ambas orillas del Atlntico trataron de transformar a las cofradas en corporaciones uniformes en su organi-zacin y con una renovada utilidad pblica. Cabe destacar que los co-frades e incluso algunos clrigos parecen haberlo entendido bien. En efecto, las cofradas caritativas sevillanas tuvieron su equivalente desde 1794 en la cofrada de la Piedad del pueblo de Acajete en Nueva Espaa, iniciativa del prroco Miguel Guridi y Alcocer, hombre que ms tarde se destacara por una amplia trayectoria como diputado en las Cortes de

    76 Sobre todo ello remitimos nuevamente a las reales cdulas de 1802 y 1805 citadas en la nota 55.

    77 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 09801, exp. 17 y leg. 09817, exp. 8.

    78 vanse especialmente los dictmenes de Ramn de Posada de 19 de diciembre de 1796 y 24 de diciembre de 1799 en AGI, Mxico, leg. 2674 y leg. 2672 respectivamente.

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    Cdiz y en los Congresos constituyentes mexicanos.79 Era sta una cor-poracin dedicada por entero a la atencin de los pobres, no con limos-nas en metlico sino directamente con ropa y alimentos e incluso con prstamos, reduciendo el financiamiento del culto a lo mnimo. Las co-fradas sevillanas tambin mostraron cierto ingenio en los argumentos sobre su utilidad. La hermandad de Nuestra Seora de Europa, cuya imagen estaba instalada en una capilla en las cercanas de la Alameda, y por tanto prcticamente en la calle, poda alegar en 1794 que beneficia-ba a un barrio desierto y expuesto al delito, iluminando con las muchas luces que alumbran a la imagen de noche, con lo cual sin dispendio del pblico se advierte establecido un sistema poltico el ms anlogo a las actuales ideas de nuestro sabio gobierno.80

    comentarios finales

    Si bien existen, sin duda, otros elementos que pueden compararse entre las cofradas de Espaa y Amrica, y otras formas de organizar la com-paracin, este primer ejercicio muestra bien hasta qu punto los fiscales de la Corona pretendan reforzar, simultneamente y aunque parezca paradjico, el carcter religioso, corporativo y secular de las cofradas de uno y otro reino. Esto es, no trataban de destruirlas por completo sino de separarlas del predominio del clero en beneficio de la jurisdiccin real, del culto vano o de la supersticin en beneficio de la caridad y de la uti-lidad pblica, garantizando el mantenimiento del orden y de la correcta administracin de sus bienes. Fue ms bien excepcional que los letrados que aqu hemos citado pusieran en cuestin la existencia misma de estas corporaciones, antes bien llegaron a proteger algunas de sus prcticas, como hiciera incluso el principal fiscal reformador del tribunal sevillano, Juan Francisco Cceres, o pertenecan ellos mismos a cofradas, como

    79 El expediente en AGI, Mxico, leg. 1312.80 AGAS, Justicia, Hermandades y cofradas, leg. 9801, exp. 15.

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    fue en el caso del gran reformador de las novohispanas, Lorenzo Her-nndez de Alva.

    Ahora bien, es cierto que la reforma fue ms bien limitada en sus alcances, empero, tampoco puede subestimarse. Dej una huella dura-dera en las cofradas de uno y otro lado del Atlntico, y a pesar de ser una misma reforma, inspirada por unos mismos principios, con unos mismos objetivos y procedimientos, signific diferentes cosas en los reinos peninsulares y en los americanos. Si hemos visto que la historiografa mexicanista suele insistir en el desplazamiento del clero, una mirada comparativa nos muestra hasta que punto los prrocos mantuvieron una injerencia mucho mayor en las de Nueva Espaa que en sus homlogas peninsulares. El clero americano fue as directamente uno de los actores fundamentales de la reforma llevada a cabo por los tribunales de la Co-rona, aunque organiz adems y esto es otro tema en que no hemos podido entrar en esta oportunidadsu propia reforma de cofradas. En Sevilla se dira que el clero fue efectivamente desplazado, pero no tanto en beneficio de los magistrados reales cuanto de la autonoma de los propios cofrades.

    Cabe destacar tambin que la reforma no se detuvo con la crisis de 1808. En Sevilla los expedientes de reforma de constituciones continuaron durante todo el reinado de Fernando vII, aunque a partir de la cada del rgimen gaditano la intervencin del arzobispado hispalense reaparece con fuerza en los expedientes decimonnicos, reapareciendo tambin va-rias cofradas que los fiscales del tribunal sevillano haban tratado de suprimir. En el Mxico independiente la ley de Indias que trataba sobre cofradas sigui en vigor durante varios aos y con la instalacin del fe-deralismo los gobiernos estatales llegaron a tener iniciativas de reforma claramente inspiradas en el reformismo borbnico, pero sus temas prin-cipales seran cada vez ms el econmico, hasta llevar a la desamortizacin de la dcada de 1850, y el tnico, con las cofradas cada vez ms asociadas con prcticas propias de los para entonces llamados ya indgenas.

    Pero quedndonos en fin con la problemtica de la reforma bajo los Borbones el caso de las cofradas lo ejemplifica bien, no se trat

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    tanto de la construccin o del reforzamiento de un Estado, en el sentido moderno del trmino, cuanto de la reorganizacin de las corporaciones todava en el marco de una monarqua catlica, en la cual, como hemos visto, a pesar de los esfuerzos por construir unas cofradas pura-mente profanas la separacin de los mbitos secular y religioso era prc-ticamente imposible.

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