m m b - ministerio de relaciones exteriores y culto

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Don Mariano Montealegre Bustamante, nacido en 1783 en la ciudad de Guatemala y radicado en San José en 1809, fue el primer diplomático de Costa Rica, a la que representó con gran acierto en 1823 ante los gobiernos de León y Granada de Nicaragua, en días muy azarosos y complicados para toda Centroamérica.

Además de su actividad como diplomático de su patria adoptiva en Nicaragua, don Mariano también fue el primer vicejefe del Estado de Costa Rica y el primer gran productor y exportador de café, en los decenios iniciales de esta actividad en el país. Se distinguió por su pensamiento liberal y progresista, su interés por el fomento de la educación pública, y su preocupación por despertar la conciencia cívica de los costarricenses, ideas que se reflejan en los emotivos ensayos que publicó en el último año de su vida. También se caracterizó por su modestia, su falta de ambiciones políticas y la honradez y corrección de que hizo gala en el desempeño de elevadas funciones públicas.

La figura de don Mariano Montealegre, pionero emblemático de la diplomacia costarricense, es muy poco conocida en nuestro país, a pesar de haber inaugurado nuestra historia diplomática con una actuación verdaderamente notable y de haber prestado otros muy valiosos servicios a Costa Rica.Con la publicación de esta obra aspiramos a que se conozcan mejor la vida y actuaciones de este distinguido servidor público.

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28. Manuel Vicente Jiménez Oreamuno: el canciller. Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Jorge Umaña Vargas.

29. Agapito Jiménez: el canciller. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

30. El canciller Venegas. Luis Carlos Serrano Madrigal.

31. José María Zamora y Coronado. Primer abogado costarricense. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

32. Pedro Pérez Zeledón: el canciller. Jorge Umaña Vargas y Luz Alba Chacón León

33. El Canciller Mata Lafuente. Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Ubaldo García Ruiz

El Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta, fundado en agosto de 1988, es una unidad del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que desarrolla programas dirigidos a la profesionalización y perfeccionamiento del servicio diplomático costarricense. Lleva ese nombre en homenaje a la memoria del más destacado diplomático de la historia costarricense, embajador emérito y dos veces benemérito de la Patria.

Dentro de las tareas del Instituto, la función académica cumple un papel primordial, ya que gracias a un Convenio suscrito con el Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) de la Universidad de Costa Rica se imparte la Maestría Profesional en Diplomacia. Además, tiene como misión la formación, actualización y capacitación del personal del Servicio Exterior de la República por medio de actividades académicas y prácticas, muchas de ellas mediante tecnologías en línea.

El Instituto también se encarga del rescate de la historia diplomática de Costa Rica por medio de investigaciones y publicaciones, y alberga el Museo Diplomático Braulio Carrillo y el Centro de Documentación León Fernández Bonilla. También tiene a su cargo la publicación de la Revista Costarricense de Política Exterior y diversas actividades académicas dirigidas tanto a funcionarios del Ministerio como al público en general.

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Don Mariano Montealegre Bustamante, nacido en 1783 en la ciudad de Guatemala y radicado en San José en 1809, fue el primer diplomático de Costa Rica, a la que representó con gran acierto en 1823 ante los gobiernos de León y Granada de Nicaragua, en días muy azarosos y complicados para toda Centroamérica.

Además de su actividad como diplomático de su patria adoptiva en Nicaragua, don Mariano también fue el primer vicejefe del Estado de Costa Rica y el primer gran productor y exportador de café, en los decenios iniciales de esta actividad en el país. Se distinguió por su pensamiento liberal y progresista, su interés por el fomento de la educación pública, y su preocupación por despertar la conciencia cívica de los costarricenses, ideas que se reflejan en los emotivos ensayos que publicó en el último año de su vida. También se caracterizó por su modestia, su falta de ambiciones políticas y la honradez y corrección de que hizo gala en el desempeño de elevadas funciones públicas.

La figura de don Mariano Montealegre, pionero emblemático de la diplomacia costarricense, es muy poco conocida en nuestro país, a pesar de haber inaugurado nuestra historia diplomática con una actuación verdaderamente notable y de haber prestado otros muy valiosos servicios a Costa Rica.Con la publicación de esta obra aspiramos a que se conozcan mejor la vida y actuaciones de este distinguido servidor público.

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28. Manuel Vicente Jiménez Oreamuno: el canciller. Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Jorge Umaña Vargas.

29. Agapito Jiménez: el canciller. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

30. El canciller Venegas. Luis Carlos Serrano Madrigal.

31. José María Zamora y Coronado. Primer abogado costarricense. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

32. Pedro Pérez Zeledón: el canciller. Jorge Umaña Vargas y Luz Alba Chacón León

33. El Canciller Mata Lafuente. Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Ubaldo García Ruiz

El Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta, fundado en agosto de 1988, es una unidad del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que desarrolla programas dirigidos a la profesionalización y perfeccionamiento del servicio diplomático costarricense. Lleva ese nombre en homenaje a la memoria del más destacado diplomático de la historia costarricense, embajador emérito y dos veces benemérito de la Patria.

Dentro de las tareas del Instituto, la función académica cumple un papel primordial, ya que gracias a un Convenio suscrito con el Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) de la Universidad de Costa Rica se imparte la Maestría Profesional en Diplomacia. Además, tiene como misión la formación, actualización y capacitación del personal del Servicio Exterior de la República por medio de actividades académicas y prácticas, muchas de ellas mediante tecnologías en línea.

El Instituto también se encarga del rescate de la historia diplomática de Costa Rica por medio de investigaciones y publicaciones, y alberga el Museo Diplomático Braulio Carrillo y el Centro de Documentación León Fernández Bonilla. También tiene a su cargo la publicación de la Revista Costarricense de Política Exterior y diversas actividades académicas dirigidas tanto a funcionarios del Ministerio como al público en general.

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Serie Yvonne Clays N° 34

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92M772S Sáenz Carbonell Jorge Francisco, 1960 -

Mariano Montealegre Bustamante: primer diplomático de Costa Rica / Jorge Fco. Sáenz Carbonell. -- San José, Costa Rica: MREC, Instituto Manuel María de Peralta, 2020.

216 p. : 21x14 cm. __ (Serie Yvonne Clays, no. 34)

ISBN 978-9977-76- 053-7

1. BIOGRAFÍAS. 2. DIPLOMÁTICOS. 3.COSTA RICA. 4. HISTORIA. 5. MARIANO MONTEALEGRE BUSTAMANTE. 6. ENSAYOS. I. Título. II. Serie. lggc

Consejo editorial del Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta

Msc. José Martí Álvarez HidalgoDra. Carmen Claramunt GarroBr. Víctor Manuel Porras FernándezDr. Jorge Francisco Sáenz CarbonellMsc. Jorge Umaña VargasLic. Gustavo Zeledón Barrantes

Edición aprobada por el Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta.Primera Edición: enero de 2020.

Revisión de pruebas: Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Víctor Manuel Porras Fernández.Fotografía de portada: retrato idealizado de don Mariano Montealegre Bustamante, obra de Mariano Montealegre Mata (1994). Museo Braulio Carrillo, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.Edición: Víctor Manuel Porras Fernández.Diseño y diagramación: Imprenta Nacional.Preimpresión: Imprenta Nacional.Impresión: Imprenta Nacional.Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta, San José, Costa Rica. Avenida 7-9, Calle 11-13, San José. Teléfono (506) 2539-5487. Dirección electrónica: www.rree.go.cr

Impreso en Costa Rica.Reservados todos los derechos.Prohibida la reproducción, no autorizada por cualquier medio, mecánico o electrónico, del contenido total o parcial de esta publicación. Hecho el depósito por ley.

El texto es propiedad exclusiva del autor y no debe ser reproducido sin su autorización. Asimismo, no constituye un documento oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, por lo cual las opiniones expresadas en él son de exclusiva responsabilidad del autor.

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Dedicatoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IXIntroducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

Capítulo I.- El hombre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51.- Los padres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52.- La familia Montealegre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8

Capítulo II.- El funcionario y el político: los años anteriores. . . . . . . 24

Capítulo III.- El diplomático. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 391.- El nombramiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 392.- Las instrucciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46

a.- Participación en el Congreso de Guatemala. . . . . . . . . . . 46b.- Independencia de Costa Rica con respecto a Nicaragua. . 48c.- Reconocimiento y buenas relaciones. . . . . . . . . . . . . . . . . 48d.- Función judicial en segunda y tercera instancia . . . . . . . . 49e.- Contribución de Costa Rica al sostén de los tribunales. . . 50f.- Aranceles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50g.- Uso del puerto de San Juan del Norte y fortificación. . . . . 51h.- Asistencia militar recíproca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52i.- Exportación del tabaco costarricense a Nicaragua. . . . . . . 52j.- Devolución a Costa Rica del impuesto de los “novenos”.. . 53k.- Destino de los diezmos pagados por Costa Rica. . . . . . . . 54l.- Correo.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56m.- Moneda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57n.- Dificultades con el obispo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57ñ.- Reunión tripartita y ratificación de los tratados . . . . . . . . 58

3.- Viaje a Nicaragua y llegada a León. Primeras gestiones. . . . . 604.- Otras gestiones de don Mariano en León. . . . . . . . . . . . . . . . 715.- Fracaso de la proyectada conferencia tripartita. . . . . . . . . . . . 766.- Don Mariano en Granada. El tratado Montealegre-Velasco. . 857.- Las negociaciones con León. El tratado Montealegre-Solís. . 101

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8.- Últimas actuaciones de don Mariano en Nicaragua. . . . . . . . 1199.- Regreso a Costa Rica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

Capítulo IV.- El funcionario y el político: los años posteriores. . . . . . 141 Capítulo V.- “Ya es tiempo de marchar para siempre…” . . . . . . . . . . . . 155

Palabras finales: ante la Historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168

Cronología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179

ANEXO.- Ensayos de don Mariano Montealegre . . . . . . . . . . . . . . 1831.- Sobre las grandes contribuciones que pagan los costarricenses. 1832.- Formas de gobierno a partir de la Independencia. . . . . . . . . . . 188

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195

Sobre el autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

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DEDICATORIA

A la memoria de Tata Juan, don Juan Francisco Sáenz, en el cuarto centenario de

su nacimiento.

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“Si mi corta penetración ha podido alcanzar algo de la importancia de la comisión, también me ha hecho conocer que el que la desempeñe debe estar revestido de instrucción y de unos conocimientos muy superiores a lo limitado de los míos; y si la Patria es acreedora a los servicios de todos los individuos de que es compuesta y debe cada uno prestarse gustoso a hacerlos, también esta rigurosamente obligado a no engañarla admitiendo los empleos o comisiones que por una equivocación le ha conferido. Este es mi caso, pues, me veo precisado a manifestar a Vuestra Excelencia que no tengo instrucción para desempeñar las obligaciones de Enviado, porque jamás he visitado aula alguna y porque carezco de mil cosas y especialmente de conocimientos políticos, tales cuales deben adornar al que se haga cargo de semejante empresa... En el seno de la provincia y fuera de él y en el mismo León tiene Vuestra Excelencia varios sujetos, que investidos de este poder le den honor a esta Provincia por su instrucción y patriotismo, y en mí no se encuentra más que el segundo requisito.”

M M B, 1823

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Don Mariano Montealegre Bustamante, nacido en 1783 en la ciudad de Guatemala y radicado en San José en 1809, fue el primer diplomático de Costa Rica, a la que representó con gran acierto en 1823 ante los gobiernos de León y Granada de Nicaragua, en días muy azarosos y complicados para toda Centroamérica.

Además de su actividad como diplomático de su patria adoptiva en Nicaragua, don Mariano también fue el primer vicejefe del Estado de Costa Rica y el primer gran productor y exportador de café, en los decenios iniciales de esta actividad en el país. Se distinguió por su pensamiento liberal y progresista, su interés por el fomento de la educación pública, y su preocupación por despertar la conciencia cívica de los costarricenses, ideas que se reflejan en los emotivos ensayos que publicó en el último año de su vida. También se caracterizó por su modestia, su falta de ambiciones políticas y la honradez y corrección de que hizo gala en el desempeño de elevadas funciones públicas.

La figura de don Mariano Montealegre, pionero emblemático de la diplomacia costarricense, es muy poco conocida en nuestro país, a pesar de haber inaugurado nuestra historia diplomática con una actuación verdaderamente notable y de haber prestado otros muy valiosos servicios a Costa Rica.

Parte de este desconocimiento se debe no solamente a que las inquietudes del presente alejan a muchas personas del interés por la historia patria, sino además al lento y dificultoso

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camino que ha seguido en el país la profesionalización diplomática. En 1995, en la introducción a nuestra Historia diplomática de Costa Rica (1821-1910), que dedicamos a la memoria de don Mariano Montealegre, consignábamos con desesperanza nuestras percepciones de entonces sobre esta materia, y a la vuelta de un cuarto de siglo, si bien la situación ha mejorado mucho, está muy lejos de ser óptima. A nuestro juicio, tomará todavía mucho tiempo para que se tome verdadera conciencia en Costa Rica de que un país sin ejército debe contar con una diplomacia de primer orden, íntegramente profesional y que pueda desempeñar sus funciones en condiciones decorosas. Eso, en el optimista supuesto de que no se eche marcha atrás en lo ya alcanzado para volver a la diplomacia improvisada y de extracción exclusivamente política que imperó durante casi todo el siglo XX y en cuya visión, el brillante ejemplo de don Mariano Montealegre Bustamante más bien podía resultar sumamente incómodo. Al respecto recordamos con tristeza cómo, después de que en las postrimerías de un gobierno se dedicara a su memoria un salón de la Cancillería, donde se colocó su retrato, la siguiente administración no tardó mucho en desmantelar el mencionado salón para destinar el espacio a oficinas, retirar la placa con el nombre del ilustre diplomático y arrojar su retrato como trasto inútil al piso de un oscuro corredor.

Con la publicación de esta obra aspiramos a que se conozcan mejor la vida y actuaciones de este distinguido servidor público. Además de su actividad como primer gran cafetalero de Costa Rica, sin duda fue muy importante su prolongado desempeño al frente de la Factoría de Tabacos, y también ejerció otros importantes cargos, pero en estas páginas hemos querido dar especial énfasis a su brillante labor como diplomático, mediante un estudio pormenorizado de las instrucciones que se le dieron, de las gestiones que efectuó con ese carácter y de los tratados que suscribió con los gobiernos de León y Granada de Nicaragua, primeros convenios internacionales de la historia costarricense.

Incluimos como anexo los dos ensayos escritos por don Mariano Montealegre cuyo texto se ha conservado, cuyas páginas dan testimonio de su patriotismo y su espíritu cívico y

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que permiten considerarlo como uno de los primeros ensayistas de Costa Rica.

Esperamos que estas páginas contribuyan a rescatar la memoria y los valiosos servicios de tan eminente ciudadano.

Cartago, enero de 2020.

A. D. M. G.

Jorge Francisco Sáenz Carbonell

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1.- Los padres.

Don Mariano Montealegre Bustamante, el primer diplomático de la historia costarricense, nació en la ciudad de Nueva Guatemala de la Asunción el 1° de agosto de 1783 1.

En algunas publicaciones del siglo XX se supuso que don Mariano era nicaragüense de origen e incluso se indicó que había nacido en Chinandega en 1771. Sin embargo, en un documento de julio de 1818 el propio don Mariano indica que tenía 36 años de edad. Esto coincide con una partida de bautismo fechada el 2 de agosto de 1783, localizada en Guatemala por el genealogista don Edgar Juan Aparicio y Aparicio, correspondiente a José Mariano Montealegre, hijo de padres no conocidos 2.

En la partida de su matrimonio con doña Gerónima Fernández, firmada en San José el 17 de abril de 1815 por el presbítero don José Arguedas, se indica que don Mariano era “hijo natural de Dn. Ynasio Monte Alegre y de Da. Josefa Bustamante” 3. Estos nombres se repiten en la partida de bautismo de su primogénito don José María, fechada el 1° de julio siguiente, al

1 GRUB, Udo, Diccionario Cronológico y Genealógico del Poder Ejecutivo de Costa Rica, manuscrito inédito, 1994, p. 33.

2 CHAMBERLAIN GALLEGOS, Alberto, La familia Montealegre en Costa Rica, inédito, p. 1.

3 Partida de matrimonio de don Mariano Montealegre y doña Gerónima Fernández, en https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HY-DZC3-KJN?i=394&cc=1460016

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indicarse como abuelos paternos del bautizado a don Ignacio Montealegre y doña Josefa Bustamante.

El padre de nuestro biografiado, don Mariano Ignacio de Montealegre (así llamado en una información de calidad levantada en Guatemala en 1811), era oriundo de “la provincia de Granada”, pero no se ha logrado determinar con certeza si su ciudad natal era la Granada española o la Granada nicaragüense 4.

En Nueva Guatemala, que estaba apenas en construcción y que había reemplazado como capital del reino de Guatemala a la hermosa ciudad de Santiago, destruida por un violento sismo en 1773, don Mariano tuvo dos hijos extramatrimoniales, uno con Isidora Rueda y Cárdenas y otro con Josefa Bustamante, ambas guatemaltecas. El mayor, Juan Montealegre Rueda, que casó en Guatemala con doña Ángela Pleites, fue el tronco de la familia Montealegre guatemalteca, y el menor, Mariano Montealegre Bustamante , de los Montealegre de Costa Rica 5.

Después de sus aventuras galantes en Guatemala, don Mariano Ignacio de Montealegre casó en Nicaragua con doña Manuela Casimira Romero y Sáenz, costarricense, hija de don Cecilio Romero Parajeles y doña Bárbara Antonia Sáenz y Bonilla. Doña Bárbara, suegra de don Mariano, era bisnieta del maestre de campo don Juan Francisco Sáenz Vázquez de Quintanilla y Sendín de Sotomayor, gobernador de Costa de 1674 a 1681, y también era descendiente de los adelantados de Costa Rica don Juan y don Gonzalo Vázquez de Coronado 6.

4 CASTRO Y TOSI, Norberto, Armorial General de Costa Rica, expediente Montealegre. Manuscrito inédito en el archivo de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, f. 0007 bis.

5 Ibid. Sobre la familia Montealegre, V. también CHAMBERLAIN GALLEGOS, op. cit.; GONZÁLEZ VÍQUEZ, Cleto, “Fundadores de familias costarricenses”, en Revista de los Archivos Nacionales, San José, marzo y abril de 1937, números 5 y 6, pp. 313-315; MELÉNDEZ OBANDO, Mauricio, Los Montealegre de Nicaragua y Costa Rica, en http://wvw.nacion.com/ln_ee/ESPECIALES/raices/raices13.html ; RIVERA MONTEALEGRE, Flavio, Genealogía de la familia Montealegre, San Bernardino (California), Trafford Publishing, 1ª. ed., 2011. La obra de SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, La dinastía del café: ascenso y caída de los Montealegre. Libro I. El rey del café, Santo Domingo de Heredia, Ediciones Chico, 1ª. ed., 2005, es una crónica novelada sobre la vida de don Mariano Montealegre Bustamante.

6 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Tata Juan. El gobernador don Juan Francisco Sáenz y su descendencia, San José, ISOLMA, S. A., 1ª. ed., 2018, pp. 342 y 433.

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Entre 1790 y 1791 don Mariano Ignacio estuvo un tiempo en Costa Rica, donde participó en actividades relacionadas con el comercio del tabaco 7. En todo el reino de Guatemala, este producto estaba desde 1766 sujeto a un régimen de estanco o monopolio estatal, que si bien se basaba en la existencia de cultivadores que laboraban en tierras de propiedad privada, imponía una serie de restricciones y regulaciones con respecto a su actividad y obligaba a los cosecheros a vender el tabaco producido únicamente a las factorías u oficinas estatales que administraban la comercialización. De 1787 a 1792, la actividad tabacalera de Costa Rica fue especialmente importante, ya que durante ese quinquenio la provincia tuvo el monopolio de las siembras del producto en el reino de Guatemala 8. Sin embargo, don Mariano Ignacio de Montealegre no permaneció mucho tiempo en Costa Rica y terminó por establecerse en Nicaragua, donde desempeñó elevadas funciones en la Factoría de Tabacos de León. Murió en esa ciudad a fines de 1801 o principios de 1802.

Don Mariano y doña Manuela Casimira tuvieron los siguientes hijos 9:

1.- Doña Gertrudis, casada en primeras nupcias con don Vicente Solórzano y en segundas con don José del Carmen Salazar y Lacayo.

2.- Doña Rafaela, casada con don Juan Parajón.

3.- Doña Francisca, casada con don Ramón Sarria y Reyes.

4.- Doña Casimira.

7 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Complementario Colonial, documento n° 6180.

8 Sobre la actividad tabacalera en Costa Rica en la época del monopolio, el estudio más reciente y detallado es el de RICO ALDAVE, Jesús, La Renta del tabaco en Costa Rica (1766-1860), San José, EUNED, 1ª. Ed., 2014. Son también muy importantes los estudios de ACUÑA ORTEGA, Víctor Hugo, “Historia económica del tabaco en Costa Rica, época colonial”, en Anuario de Estudios Sociales Centroamericanos, San José, Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica, 1978, n° 4, pp. 278-392, y FALLAS, Marco Antonio, La Factoría de tabacos de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1972.

9 Tomamos estos datos de las obras de CHAMBERLAIN GALLEGOS y MELÉNDEZ OBANDO, citadas en la nota 5.

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5.- Doña Paula, casada con don Manuel Martínez del Sobral.

6.- Doña Cipriana, casada con don Cornelio Norberto Ramírez, jefe de Estado de El Salvador y después de Nicaragua; casada en segundas nupcias con don Carmen Salazar.

7.- Don Mariano Antonio, hijo póstumo, nacido en León en abril de 1802 y fallecido en Chinandega el 20 de abril de 1884. Casó en primeras nupcias en 1821 con doña Carmen sansón y Fuentes y en segundas en León el 27 de noviembre de 1841 con doña Manuela Bárbara Lacayo y Agüero. Fue el tronco de los Montealegre nicaragüenses y tuvo una destacada actuación en la diplomacia y la política de su país 10.

De Josefa Bustamante, la madre de nuestro biografiado, se sabe muy poco. A lo que parece, vivió siempre en Guatemala, donde murió el 25 de setiembre de 1835.

2.- La familia Montealegre en Costa Rica.

Don Mariano Montealegre Bustamante, además de ser el primer diplomático de Costa Rica, fue además el progenitor de una familia de dimensiones considerables: dos hijas extramatrimoniales habidas con doña Petronila Castillo y doce vástagos nacidos en su matrimonio con doña Gerónima Fernández Chacón.

Durante sus primeros años en Costa Rica, don Mariano Montealegre Bustamante se relacionó sentimentalmente en San José con una viuda llamada doña Petronila Castillo o del Castillo. Nacida alrededor de 1780, doña Petronila era hija extramatrimonial de doña Cecilia del Castillo y Villagra 11 y hermana del presbítero

10 V. Sobre don Mariano Montealegre y Romero y su descendencia, V. RIVERA MONTEALEGRE, 2011, pp. 102 y ss.

11 V. BENAVIDES BARQUERO, Manuel, El presbítero Florencio Castillo: diputado por Costa Rica en las Cortes de Cádiz, San José, Litograf ía e Imprenta LIL, S. A., 1ª. ed. 2010, p. 35 nota 1. Este autor también publicó una documentada obra sobre la vida del presbítero Castillo en México, El canónigo Florencio Castillo: sus luces en un México independiente y federal, San José, Editorama, S. A., 1ª. ed., 2013.

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don Florencio del Castillo, quien representó a Costa Rica en las Cortes de Cádiz e incluso llegó a presidirlas. El historiador don Rafael Obregón Loría dice que debió ser

“… mujer de grandes atractivos, de especial belleza y gracia, dados los admiradores que tuvo, y los enredos amorosos a que dio lugar.” 12

Doña Petronila contrajo nupcias en San José, el 7 de agosto de 1800, con don Casiano Emigdio Porras y Sandoval, hijo de don José Miguel Porras y González y doña María Sandoval y León 13. Muy pronto, en enero de 1802, la vida conyugal de la pareja se vio ensombrecida por un escándalo, debido a que un joven herediano llamado don Gordiano Paniagua y Zamora se enamoró de doña Petronila y empezó a cortejarla. Don Casiano se enteró de los requerimientos amorosos de Paniagua y empezó a maltratar a su esposa, quien se quejó de él ante el cura de San José. En la información que se siguió quedó demostrada la inocencia de doña Petronila y se prohibió a Paniagua que volviera a pasar frente a la casa del matrimonio. Paniagua entonces se despidió de la señora en una apasionada y comprometedora carta en verso, que empezaba con las palabras Dulcísima prenda mía 14 y en la cual le daba a Porras con el epíteto de maldito, mientras que a doña Petronila la llamaba, entre otras cosas, dueña hermosa de mi amor, luz del mayor resplandor, aurora del mejor día, bella deidad, tortolita, hermoso lucero, hermoso clavel y palomita triste. Lo malo fue que la apasionada misiva cayó en manos del celoso marido y este obligó a la dulcísima prenda a presentarla a las autoridades eclesiásticas, para que se agregara al expediente 15.

Al parecer, don Casiano y doña Petronila se reconciliaron, porque continuaron conviviendo y de su matrimonio nacieron cinco hijos, de los cuales solamente una llegó a la edad adulta:

12 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Presbítero doctor Francisco Calvo “Ganganelli”, San José, Imprenta Borrasé, 1ª. ed., p. 14.

13 https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:FLQ2-6N2

14 El texto completo del poema aparece en OBREGÓN LORÍA, 1963, pp. 15-16.

15 Ibid., p. 16.

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1.- José Antonio, bautizado en San José el 12 de junio de 1803 16 y sepultado en San José el 30 de julio de 1803 17.

2.- María del Pilar, bautizada en San José el 14 de agosto de 1804 18. Fallecida en la infancia.

3.- Mercedes, nació alrededor de 1806 y fue sepultada en San José el 6 de enero de 1871. Casó en San José el 13 de abril de 1826 con Ramón Quirós y Pacheco 19.

4.- Fermina, bautizada en San José el 8 de julio de 1807 20. Fallecida en la infancia.

5.- Manuel de los Ángeles, sepultado en San José el 30 de diciembre de 1809 21.

Don Casiano Porras fue uno de los soldados que marchó a Nicaragua con el Batallón Provincial de Costa Rica y murió en Masaya, donde se le dio sepultura el 6 de noviembre de 1812 22. Hay fuertes indicios de que los amores entre doña Petronila y don Mariano Montealegre se iniciaron antes de la partida de Porras y de que el primer fruto de esa relación, una niña llamada Magdalena 23, nació cuando don Casiano todavía vivía o muy poco después de su muerte 24.

16 https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL31-L93

17 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKH-Z6T

18 https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:FLQM-QVR

19 https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:FL3B-2W9

20 https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQV3-K5H

21 https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKH-VMD

22 https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQL2-GXL

23 CHAMBERLAIN GALLEGOS; MELÉNDEZ, Carlos, Dr. José María Montealegre, San José, Academia de Geograf ía e Historia de Costa Rica, 1ª. ed., 1968, p. 178.

24 El Batallón Provincial salió de Costa Rica en abril de 1812. Dado que la segunda hija de don Mariano y doña Petronila, Rita fue bautizada el 13 setiembre de 1813, Magdalena tiene que haber nacido a más tardar a principios de diciembre de 1812 y haber sido concebida entonces en marzo, cuando todavía Porras se hallaba en Costa Rica. Nos parece, sin embargo que debió haber nacido un poco antes, dado que casó con don Santiago Millet el 30 de enero de 1827, y ya para esa época no era tan frecuente como en otros tiempos que una jovencita de catorce años recién cumplidos contrajera matrimonio, aunque tampoco resultaba demasiado raro.

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La primogénita de don Mariano fue conocida indistintamente como Magdalena Porras o Magdalena Castillo. Casó en primeras nupcias en San José el 30 de enero de 1827 con don Santiago (Jacques) Millet Saint-Jean, comerciante francés nacido en Libourne el 28 de diciembre de 1796, hijo de Gabriel-Joseph Millet, tornero, y de su esposa Marguerite Saint-Jean. Los padrinos de bodas fueron don Florencio del Castillo y doña Gerónima Fernández de Montealegre 25. De este matrimonio nacieron don Francisco Napoleón, casado con doña Elena de Castella y Carrillo, y con sucesión extramatrimonial con doña Refugia Barahona; doña María Luisa, casada con don Manuel Alvarado y Barroeta, y don José Santiago, casado con doña María Gertrudis Alvarado y Barroeta 26. Millet, que llegó a ser un hombre bastante acaudalado, fue alcalde de San José en 1834 y murió prematuramente, ya que fue sepultado en San José el 4 de marzo de 1838 27. Su viuda doña Magdalena casó en segundas nupcias, también en San José, el 29 de junio de 1838 con don Gregorio Escalante y Nava 28. En este matrimonio no hubo descendencia y fue anulado en 1855 29. Doña Magdalena, cuyos últimos años fueron bastante desventurados, murió en San José el 8 de setiembre de 1875 30.

Después de Magdalena, don Mariano y doña Petronila tuvieron otra hija que nació en San José el 13 de setiembre de 1813 y fue bautizada el mismo día con el nombre de Antonia Rita de Jesús 31. En su partida de bautismo se hizo constar que era hija natural de don Mariano, pero nunca utilizó el apellido de Montealegre. Casó en San José en marzo de 1838 con don Leoncio (Léonce-Alphonse) de Vars du Martray, francés, originario de Angulema, nacido alrededor de 1812 y fallecido en San José el 30 de setiembre de 1882. Uno de los padrinos de bodas de doña Rita fue su padre don Mariano 32. De este matrimonio nacieron doña Isolina, casada

25 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:FLQ4-FPW

26 CHAMBERLAIN GALLEGOS, op. cit.; OBREGÓN LORÍA, 1963, p. 17 n. 25.

27 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKZ-3LR

28 OBREGÓN LORÍA, 1963, p. 17 n. 25.

29 Ibid., pp. 17-20.

30 Ibid., p. 17 n. 25.

31 https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-6XM9-R6D?i=374&wc=MLL2-VZ4%3A375534501%2C376447901%2C376518201&cc=1460016

32 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQKQ-D6G

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con don José Durán Santillana; doña Josefina, casada con don Manuel Antonio Bonilla Carrillo; doña Mariana Dolores, casada con don Manuel Argüello Mora, destacado escritor y político, y don Leoncio, fallecido en la infancia. Murió en San José en marzo de 1866, a los 52 años de edad, y fue sepultada en San José el 31 de ese mes 33.

Después del nacimiento de esta segunda niña, el vínculo entre don Mariano y doña Petronila terminó. Él inició otra relación sentimental, esta vez con doña Gerónima Fernández Chacón; doña Petronila, por su parte, tuvo dos hijos más: con el presbítero y doctor don Juan de los Santos Madriz y Cervantes procreó un varón, que fue el famoso canónigo don Francisco Calvo, fundador de la masonería costarricense, y con don Manuel Dutari una niña llamada Carmen 34.

Doña Gerónima Fernández pertenecía a una familia de destacada actuación en la historia costarricense. El más antiguo antepasado por línea paterna que se conoce de este linaje se llamó Francisco Fernández, quien nació a fines del siglo XVI y fue vecino de una localidad del valle de Sedano, en las montañas de Burgos, llamada Mozuelos de Sedano, hoy prácticamente desaparecida, que se hallaba situada en una inhóspita elevación entre los valles formados por los arroyos de Valdepuente y de La Rina. Allí casó en 1615 con María del Campo y Lafuente, vecina del barrio de Barruelo del mismo valle de Sedano. Hijo de este matrimonio fue Francisco Fernández y Campo (1616- 1662), vecino de la villa de Sedano, quien casó en 1637 con su coterránea María del Val y Pérez de Heras (1619-1680). Su hijo Agustín Fernández y Val (1642-1684), casó en 1662 en Tubilla del Agua con María Martínez y Fernández (1641-1713), natural de Sedano y con ella tuvo a Juan Fernández y Martínez, quien nació en Sedano en 1673 y fue el fundador de la familia de su apellido en Costa Rica, a donde llegó muy joven 35. Casó en Cartago en 1699 con doña Cayetana de

33 https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:NQK8-TMS

34 OBREGÓN LORÍA, 1963, p. 17.

35 Sobre los orígenes de la familia Fernández, V. CASTRO Y TOSI, Norberto de, “Familias patricias de Costa Rica”, pp. 132-149, en Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, San José, N° 22, Noviembre de 1975, pp. 11-190; FERNÁNDEZ PERALTA, Álvaro, Familia Fernández-Val. Principios del Siglo XVII” en Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, San José, N° 9, 1961, pp. 35-86.

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Acosta Arévalo y Santiago (1680-1737), hija del griego Antonio de Acosta Arévalo, uno de los hombres más acaudalados de la Costa Rica de esa época. La dote de la novia montó 3625 pesos e incluyó 1000 árboles de cacao en Matina. Las arras fueron de 500 pesos 36. Sin embargo, Juan Fernández no tuvo éxito en los negocios, ya que cuando murieron su esposa y él, en 1737, su patrimonio era muy modesto 37.

En el hogar Fernández-Acosta hubo once hijos, uno de los cuales, don Pedro Nicolás, nacido en 1726, se estableció en el Valle Occidental y casó en San José 5 de mayo de 1751 con doña María Catarina Tenorio y Castro. Don Pedro Nicolás murió en San José en diciembre de 1784 y su viuda doña María Catarina fue sepultada en la misma población el 27 de junio de 1814.

El primogénito de esta pareja, don Félix José Fernández y Tenorio, nacido en 1759 y fallecido en San José en diciembre de 1834, tuvo una actuación pública muy destacada. Fue alcalde primero de Cartago en 1787, alcalde segundo de San José en 1809, alcalde primero de San José en 1817, regidor del Ayuntamiento de San José en 1821, alcalde primero de San José en 1822 y comandante general de Armas de Costa Rica de 1822 a 1823. En 1829 fue elegido diputado por San José, pero declinó el cargo. Además, el 21 de noviembre de 1821 fue designado para reemplazar a don Juan Manuel de Cañas como jefe político subalterno de Costa Rica por el jefe político superior de Guatemala don Gabino Gaínza y Fernández de Medrano, de acuerdo con la Unta Provisional Consultiva de Guatemala. Fue reconocido por Heredia y Barba, pero la Junta Gubernativa provisional rechazó la designación en sesión del 17 de diciembre de 1821. Casó dos veces; la primera en San José el 2 de mayo de 1785, con doña Petronila Chacón y Aguilar, sepultada en San José el 9 de diciembre de 1805, y la segunda en Cartago el 21 de junio de 1807, con doña Ana Josefa Evarista Hidalgo y Oreamuno, bautizada en Cartago el 20 de octubre de 1786 y sepultada en San José el 29 de mayo de 1852 38.

36 PRADO SÁENZ, Eladio, “Los fundadores españoles de Costa Rica”, p. 56, en Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, San José, N° 13-14, 1965-1966, pp. 31-72.

37 GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1977, pp. 103-104.

38 Sobre don Félix, V. GRUB, Udo, “Gobernadores de Costa Rica 1535-1821”, en Revista de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, San José, junio de 2000, n° 37, pp. 127-133.

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De su primer matrimonio, don Félix Fernández y Tenorio tuvo tres hijos: don Manuel José, jefe de Estado de marzo a mayo de 1835, casado con doña Dolores Oreamuno y Muñoz de la Trinidad; doña Ana Tiburcia, que murió en la infancia, y doña Gerónima de los Ángeles, que fue bautizada en San José el 31 de julio de 1788. De su segundo matrimonio fueron hijos don Crisanto, casado con doña Gertrudis Oreamuno y Jiménez; don Hipólito, casado con doña Mercedes Bonilla y Hidalgo; don Juan de la Cruz, muerto en la infancia; don Policarpo, casado en primeras nupcias con doña María de Jesús García y Oreamuno y en segundas con doña Joaquina García y Carrillo; don Santiago, casado con doña Guadalupe Salazar y Aguado; don Nicolás, sacerdote; doña Ana, casada con don Manuel Borbón y Alpízar; don Pío, casado con doña Carmen Salazar y Aguado; doña Rosa, casada con don Gordiano Fernández y Ramírez, y doña Ana Guadalupe, soltera 39.

Doña Gerónima Fernández Chacón casó en primeras nupcias en San José el 9 de febrero de 1807 con don Félix Fernández y Carranza, quien falleció en 1814 40 y con el cual no tuvo descendencia. En ese mismo año, doña Gerónima entabló una relación con don Mariano Montealegre, puesto que el primer hijo de la pareja nació el 19 de marzo de 1815.

Don Mariano y doña Gerónima se desposaron en San José el 15 de marzo de 1815 y contrajeron matrimonio en la misma población el 17 de abril de 1815, cuando su primogénito iba a cumplir un mes de edad. Ofició el desposorio el presbítero don José María Esquivel y la boda el presbítero don José Arguedas, y actuaron como padrinos don Félix Fernández y Tenorio, padre de doña Gerónima, y su segunda esposa doña Evarista Hidalgo 41.

Hijos de don Mariano y doña Gerónima fueron 42:

1.- José María, nació en San José, Costa Rica, el 19 de marzo de 1815 y murió en San José de California el 26 de setiembre

39 Ibid.

40 Ibid., p. 129.

41 https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HY-DZC3-KJN?i=394&cc=1460016

42 MELÉNDEZ, 1968, pp. 177-178. Tomamos los datos de los hijos y nietos de don Mariano del ya citado estudio de CHAMBERLAIN GALLEGOS, Eduardo, La familia Montealegre en Costa Rica, inédito.

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de 1887. Licenciado en cirugía calificado en el Royal College de Escocia; presidente de la República de 1859 a 1863. Prominente cafetalero. Casó en primeras nupcias en 1840 con doña Ana María Mora Porras, hermana de don Miguel Mora Porras, presidente de Costa Rica en 1849, y de don Juan Rafael Mora Porras, presidente de Costa Rica de 1849 a 1859. De este matrimonio nacieron don Gerardo, casado con doña Luisa Mata Brenes; doña Ana Benita, casada con don Francisco Giralt y Gutiérrez; doña Ana Julia, muerta en la infancia; doña Ana Sara, muerta en la infancia; doña Rosa, casada con John Beales, británico; don Ricardo, casado con doña Amelia Echeverría y Alvarado; doña Sara, casada con don Rafael Gallegos Sáenz; don José María, casado con doña Ramoncita Iglesias Llorente; doña Julia, casada con don Juan de Dios Gallegos Sáenz; don Manuel, muerto en la infancia; don Manuel, casado con doña Camila Branger Canda y con sucesión extramatrimonial con doña Amalia Castro Muñoz; doña Dolores, soltera, y doña Mercedes, casada con don Manuel Salazar Chacón. Viudo en 1854, casó en segundas nupcias en San José el 1° de enero de 1858 con Sophia Matilde Joy Redman, británica, bautizada en Holborn, Londres, Gran Bretaña, el 7 de octubre de 1823, y fallecida en Berkeley, California, Estados Unidos de América, el 14 de enero de 1908. De este matrimonio nacieron don Eduardo, que falleció soltero y aún muy joven; doña Josefina Carolina de Jesús (Jessey), casada con William Arthur Wilson, británico, y doña Carolina Sof ía, muerta en la infancia.

2.- Mariano de Jesús, nació en San José el 29 de julio de 1816 y murió en Londres, Gran Bretaña, el 27 de enero de 1900. Cursó estudios de ingeniería en Gran Bretaña. Prominente cafetalero y comerciante; fue uno de los fundadores del Banco Anglo-Costarricense. Antes de casarse tuvo con Josefa Sinforiana de Jesús Jiménez a don Napoleón Montealegre Jiménez, quien murió soltero. Casó en San José el 19 de noviembre de 1846 con doña Guadalupe Gallegos Sáenz, hija de don José Rafael de Gallegos y Alvarado, presidente de la Junta Superior

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Gubernativa de 1822 y jefe de Estado de 1833 a 1835. De este matrimonio nacieron don Roberto, soltero; don Mariano, casado con doña Adelia Carazo Peralta; don Rafael, soltero; doña Guadalupe, soltera; doña María, soltera; doña Luisa, religiosa; don Francisco, casado con doña María Carazo Peralta; don José Pablo, fallecido en la infancia; doña Emilia, soltera; don Juan José, casado con doña Amelia Rohrmoser Carranza; doña Elena, soltera; doña Ana Juana Josefa, soltera; doña María, muerta a poco de nacer; doña Luisa, muerta a poco de nacer, y don Arturo, soltero.

3.- Josefa, nació en San José en 1817 y fue sepultada en San José el 28 de febrero de 1821.

4.- Francisco de Paula, nació en San José el 2 de abril de 1818 y murió en San Francisco de California, Estados Unidos de América, el 15 de octubre de 1875. Estudió comercio en Gran Bretaña. Fue diputado suplente por San José de 1855 a 1858, primer designado a la Presidencia de la República de 1860 a 1861, secretario de Hacienda, Guerra y Marina y Caminos de 1860 a 1861, senador por San José de 1866 a 1868, diputado a las asambleas constituyentes de 1869 y 1870. En 1868, el partido Convención Constitucional quiso postularlo como candidato a la presidencia para las elecciones de 1869, pero declinó la postulación. Antes de casarse tuvo con doña María Joaquina Rojas y Alfaro a don Juan Francisco Montealegre Rojas, casado con doña Beatriz Gutiérrez Castro, y después a Ruperto, Inés y Belina Montealegre Rojas, al parecer muertos en la infancia. Casó en San José en enero de 1852 con doña Josefa Victoriana Gallegos Sáenz, hija de don José Rafael de Gallegos y Alvarado, presidente de la Junta Superior Gubernativa de 1822, vicejefe de Estado de 1825 a 1833, jefe de Estado de 1833 a 1835 y senador encargado del Poder Ejecutivo de 1845 a 1846. De este matrimonio nacieron doña María, muerta en la infancia; don Carlos, casado con Mammie Fay; doña María Teresa, soltera, y don Francisco, casado con Edith Duffy.

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5.- Martín de Jesús, nació en San José el 11 de noviembre de 1819 y fue sepultado en San José el 6 de noviembre de 1820.

6.- María Cecilia de los Dolores, nació en San José el 22 de noviembre de 1820; murió en la infancia.

7.- María Encarnación de las Angustias (Mariquita), nació en San José el 25 de marzo de 1822 y murió en San José el 6 de enero de 1822. Empresaria cafetalera y filántropa, presidió la Junta de Señoras de la Junta de Caridad de San José y fue una de las principales organizadoras del Hospicio de Huérfanos. Soltera.

8.- María Gerónima de Jesús, nació en San José el 20 de octubre de 1823 y murió en San José el de 1892. Casó en San José el 30 de enero de 1847 con don José BrunoCarranza Ramírez, médico graduado en la Universidad de Guatemala, diputado de 1852 a 1855, miembro de las asambleas constituyentes de 1859 y 1869, dos veces diplomático en El Salvador y jefe provisorio de la República de abril a agosto de 1870. De este matrimonio nacieron doña Elena, soltera; doña Micaela, casada con don Federico Mora Gutiérrez; don Víctor Augusto de Jesús, casado con doña Catalina Pérez; doña Justina, soltera; doña Ema, casada con don Pánfilo Valverde Carranza; doña María Aurelia, casada con don Gregorio Martín y de Castro; doña Gerónima, fallecida en la infancia, y doña Enriqueta, casada con don Oscar Knöhr Zimmer.

9.- María Sara, nació en San José el 2 de agosto de 1826 y murió entre 1838 y 1843. Soltera.

10.- Josefa Leonor Clemencia, bautizada en San José el 23 de noviembre de 1827 y fallecida en San José el 18 de diciembre de 1861. Soltera.

11.- María Aurelia, nació en San José el 18 de noviembre de 1828 y murió en San Francisco de California en 1882. Casó en San José el 8 de enero de 1859 con don José Concepción

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Pinto y Castro, abogado graduado en la Universidad de San Carlos de Guatemala, quien fue fiscal y magistrado de la Corte Suprema de Justicia; .hijo de don Antonio Pinto Soares, jefe de Estado de Costa Rica en 1842. De este matrimonio nacieron doña María Cecilia, muerta en la infancia; don Guillermo, casado con Carolina Longtime; Ricardo, casado con Nelly Stetson; doña Adriana, casada con don Juan Francisco Echeverría Aguilar; doña Carlota Ángela, casada con don Manuel Veiga López, y don José Antonio, muerto en la infancia.

12.- Leopoldo de Jesús, bautizado en San José el 28 de marzo de 1828 y murió en Esparza el 20 de abril de 1890. Cursó estudios en Guatemala. Director del Colegio Central de San José. Casó el 4 de junio de 1860 con doña. Ermida Quirós y Flores. De este matrimonio nacieron don José María, muerto en la infancia; doña Emma, soltera; doña María Josefa, muerta en la infancia; doña María Delfina, muerta en la infancia; don José Leopoldo, muerto en la infancia; don Enrique, casado con doña Ester Alfaro Jenkins; doña Sof ía, soltera; don Federico, soltero; doña Margarita, soltera; don Alberto, soltero; doña María Ermida, casada con don Alberto Gallegos Pacheco; doña Rosa, casada con don Leonidas Peralta Sancho; doña Mariana, casada con don Octavio García Fábrega; doña Francisca Mariana, muerta en la infancia; doña Carlota Aurelia, soltera; don Gonzalo; don Jorge, casado con doña Anna Marie Osborne Becker; don Leopoldo, casado con doña Elena Alfaro Jenkins; don Leopoldo Ruperto, soltero, y don Daniel, fallecido en la infancia.

La familia Montealegre Fernández residió en San José en una casa muy céntrica, situada en la esquina noreste de la manzana ubicada al costado sur de la Factoría de Tabacos 43, la cual había comprado doña Gerónima a un tío suyo. A corta distancia estaba el oratorio de Nuestra Señora de las Mercedes, construido a fines del decenio de 1810 a expensas de varios vecinos prominentes de la población, entre ellos don Mariano Montealegre. El 17 de abril de 1819 don Mariano suscribió junto con ellos una escritura en la

43 Esquina de la avenida Rogelio Fernández Güell y la calle 2ª de San José.

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que daban poder a don Miguel de Jesús Carranza para hacer las gestiones necesarias a fin de que el oratorio fuera erigido en ayuda de parroquia y se pudiera fundar allí la cofradía de Nuestra Señora de las Mercedes 44. Este oratorio fue más tarde reemplazado con la iglesia de la Merced, que sobrevivió hasta el terremoto de 1888.

La grave enfermedad de su yerno don Santiago Millet en febrero de 1838 debe haber impresionado mucho a don Mariano Montealegre, porque él y su esposa doña Gerónima decidieron testar, aunque los dos gozaban de buena salud. El 27 de febrero de ese año, ante el alcalde de San José don Manuel Zeledón, ambos cónyuges otorgaron testamento mancomunado 45.

Las leyes de aquellos tiempos no daban mucho espacio a los testadores para disponer de sus bienes. La cosa era más o menos así: los hijos legítimos eran herederos forzosos de la mayor parte del patrimonio de sus padres, por partes iguales, y estos solamente podían decidir de una pequeña porción para mejorar la parte de alguno de sus vástagos, y de otra más pequeña todavía -el llamado quinto de la sucesión, porque equivalía más o menos a un 20% del total- para destinar a quien quisieran, fuera pariente o no. En su testamento original, don Mariano y doña Gerónima no mejoraron a ninguno de sus nueve hijos, pero sí establecieron disposiciones con respecto a sus respectivos quintos. Don Mariano dispuso que el suyo fuese íntegramente a su mujer, mientras que ésta decidió que el suyo se dividiese por partes iguales entre su esposo y hijo menor Leopoldo, que tenía cinco años de edad. Si don Mariano fallecía antes que ella, como en efecto sucedió, la correspondiente mitad del famoso quinto se entendería destinado a repartirse entre sus hijas 46.

44 ARCHIVOs NACIONALES DE COSTA RICA, Índice de los Protocolos de San José 1721-1836, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª ed., 1905, p. 271.

45 V. SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, “El testamento del rey del café”, en Revista de Ciencias Jurídicas, San José, n° 93, setiembre-diciembre de 2000, en http://revistas.ucr.ac.cr/index.php/juridicas/article/view/13656/12966

46 Ibid.

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3.- El empresario. La minería y el café.

Si bien don Mariano Montealegre, como veremos, tuvo en Costa Rica una destacada actuación pública, principalmente como factor de Tabacos a lo largo de varios decenios, y en el desempeño de otros importantes cargos, también llegó a ser uno de los empresarios más exitosos de los primeros años de vida independiente.

A mediados del decenio de 1820, don Mariano, que siempre hizo gala de una mentalidad abierta y progresista, hizo amistad con algunos europeos que llegaron a dedicar esfuerzos a explotar minas en los montes del Aguacate 47, como los británicos Richard Trevithick, John Hale y John Mair Gerard, y el francés Jacques (Santiago) Millet, que se casó con su hija mayor Magdalena el 30 de enero de 1827.

Poco después de la boda de su primogénita, don Mariano Montealegre decidió arriesgarse a participar en la explotación minera en el Aguacate. La primera mención de su nombre en los registros de denuncios de minas es de febrero de 1827, cuando denunció un yacimiento carbonífero en el paraje denominado El Salitral, en compañía de don Manuel Aguilar Chacón, primo hermano de su esposa 48 y figura muy destacada del liberalismo costarricense, que fue jefe de Estado de 1837 a 1838 49. Sin embargo, el oro era el verdadero elemento deslumbrador, y en junio de ese mismo año los dos socios, aparentemente olvidados o desengañados del carbón, denunciaron una veta mineral de oro y plata en el sitio nombrado El Corralillo, en los montes del Aguacate 50. En 1838, cuando murió su yerno Millet, don Mariano se convirtió en agente de una empresa que había estado dirigiendo su hijo político, la Anglo-Costa Rican Mining Company, y adquirió

47 V. MELÉNDEZ, 1968, pp. 24-25.

48 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, “Libro tercero de registros de minas”, pp. 253-254, en Revista de los Archivos Nacionales, números 5 y 6, marzo y abril de 1939, pp. 249-264.

49 Sobre don Manuel Aguilar, V. SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Manuel Aguilar Chacón, San José, EUNED, 1ª. ed., 2017.

50 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, “Libro tercero de registros de minas”, pp. 253-254, en Revista de los Archivos Nacionales, números 5 y 6, marzo y abril de 1939, p. 256.

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para ella varias minas por un valor total de más de veinticinco mil pesos 51.

En 1827 Trevithick y Gerard decidieron viajar a su país para tratar de conseguir socios que quisieran invertir en la actividad minera costarricense. En alguna de las conversaciones que tuvieron sobre el particular con don Mariano Montealegre, surgió la idea de que los dos emprendedores forasteros se llevaran consigo a los hijos mayores del factor de tabacos, José María y Mariano, de doce y diez años respectivamente, para que se educaran en Gran Bretaña. Los viajeros salieron de San José en julio de 1827, y llegaron a tierra británica el 16 de noviembre siguiente, después de un viaje lleno de peripecias y catástrofes 52. Los niños Montealegre ingresaron en un elegante internado en Londres y años después se trasladaron a Escocia, donde José María realizó estudios de cirugía y Mariano de ingeniería. Alrededor de 1831, el tercero de los hermanos Montealegre, Francisco, fue también enviado a Gran Bretaña, donde cursó la secundaria y estudió comercio 53.

Por la misma época en que sus hijos mayores salieron de Costa Rica con destino a Europa, don Mariano Montealegre empezó a desarrollar actividades como cafetalero en las fértiles tierras al oeste de San José, en los alrededores de La Sabana, y logró formar tres productivas haciendas, llamadas La Ilusión, El Desengaño y La Amistad 54. Siguió también muy interesado en los asuntos públicos, aunque no intervino mayor cosa en política.

Para principios de 1840, don Mariano era quizá el cafetalero más próspero y rico de Costa Rica, el verdadero rey del café. Aunque tenía una tienda en San José y otras propiedades de menor cuantía, su principal fuente de ingresos era el trío de haciendas de las vecindades de La Sabana. En febrero de ese año, el viajero americano John Lloyd Stephens y un compatriota suyo, Mr. Lawrence, visitaron las plantaciones, en compañía de uno de los jóvenes Montealegre Fernández, y quedaron vivamente

51 CHAMBERLAIN GALLEGOS, op. cit.

52 MELÉNDEZ, 1968, pp. 25-31.

53 V. CHAMBERLAIN GALLEGOS; MELÉNDEZ, 1968, pp. 31-32.

54 MELÉNDEZ, 1968, p. 18.

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impresionados por aquel pequeño emporio. Stephens refirió la excursión del siguiente modo:

“La víspera de mi partida y acompañado de Mister Lawrence, fui por la tarde a visitar las plantaciones de café de Don Mariano Montealegre. Estaban situadas en un lugar precioso, y dando prueba de tener muy buen gusto, Don Mariano vivía allí durante gran parte del año. Éste se encontraba en su establecimiento de comercio y su hijo montó a caballo y se vino con nosotros. Era una linda caminata, pero en aquel país los caballeros nunca van a pie.

El cultivo del café ha aumentado rápidamente en las llanuras de San José desde hace pocos años. La cosecha total no pasaba de quinientos quintales siete años antes, y se suponía que la del que estaba en curso iba a llegar a más de noventa mil. Don Mariano era uno de los mayores cosecheros y poseía tres cafetales en aquellas vecindades. El que visitamos tenía veintisiete mil árboles y su dueño se preparaba para hacer grandes ensanches el siguiente año. Había gastado una suma grande de dinero en edificios y maquinaria, y no obstante que sus compatriotas decían que se iba a arruinar, cada año sembraba más árboles.” 55

Mientras don Mariano atendía su establecimiento comercial en la capital, su consorte se afanaba en la hacienda. Stephens, al parecer un poco asombrado de ver a mujer tan principal entregada a esos menesteres, escribió:

“Su esposa, la señora, estaba muy ocupada en vigilar las operaciones de descortezar y secar los granos. En San José, dicho sea de paso, todas las señoras son, sí así pudiera decirse, buenos hombres de negocios. Tienen tiendas, compran y venden géneros, y son particularmente entendidas en asuntos de café.” 56

Don Luis Felipe González escribió en 1943 que don Mariano Montealegre

55 FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Costa Rica en el siglo XIX, San José, Imprenta Gutenberg, 1ª. ed., 1929, p. 69.

56 Ibid.

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“… fue sin duda alguna el que dio mayor empuje al cultivo del café en Costa Rica y al perfeccionamiento de la industria…” 57

Gracias a su vinculación con las empresas mineras, don Mariano introdujo en sus fincas una gran novedad 58: la de acuñar los llamados boletos, una especie de moneditas con su nombre o el de la hacienda respectiva, que se daban a los recolectores de café en el momento en que entregaban su saco o su canasto lleno, y que después les eran cambiadas por dinero en efectivo. La costumbre se generalizó entre los cafetaleros ricos y perduró en algunas fincas hasta bien entrado el siglo XX.

57 GONZÁLEZ FLORES, Luis Felipe, “Don Mariano Montealegre Bustamante: un gran patricio”, en La Tribuna, 18 de setiembre de 1943.

58 CHAMBERLAIN GALLEGOS, op. cit.

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Nada sabemos de la infancia y juventud de don Mariano Montealegre, fuera del hecho de que, posiblemente por razones económicas, no pudo cursar estudios más allá de los elementales, puesto que en 1823 confesaba con humildad que jamás había visitado aula alguna 59.

En la ciudad de Guatemala, más quisquillosa en materia de legitimidades y más cuidadosa de las apariencias que las capitales de provincia, la filiación extramatrimonial de don Mariano pudo haber limitado considerablemente sus posibilidades de ascenso social. Quizá por ello su padre don Mariano Ignacio lo llamó a su lado poco antes de su muerte, o él mismo decidió buscar fortuna en la provincia donde residía su progenitor. Lo cierto es que empezó su fecunda carrera pública en la Factoría de Tabacos de León el 1° de abril de 1802 60.

El veinteañero don Mariano empezó a prestar servicios en la Factoría de Tabacos leonesa el 1° de abril de 1802 como ameritado o meritorio 61, es decir, como un empleado que laboraba

59 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, “Documentos relativos a la misión de don Mariano Montealegre a Nicaragua”, p. 445, en Revista de los Archivos Nacionales, números 9 y 10, julio y agosto de 1937, pp. 445-477. Estos documentos han sido publicados también en “Correspondencia de la misión de Don Mariano Montealegre a Nicaragua”, en Revista Costarricense de Política Exterior , vol. 5, n° 1, agosto de 2005, pp. 127-174.

60 MELÉNDEZ, 1968, p. 14.

61 Ibid., p. 15.

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sin remuneración a la espera de ser considerado para llenar una vacante. En tales circunstancias, es de suponer que encontraba el sustento en otra parte, quizá en casa de algún amigo de su difunto padre. Hasta puede ser que viviese con la familia legítima de don Mariano Ignacio, lo cual no era demasiado inusual en aquellos tiempos.

El primer empleo remunerado del joven Montealegre Bustamante fue el de oficial escribiente de la Factoría de Tabacos de San Salvador, que empezó a desempeñar el 15 de diciembre de 1804 en el pueblo de Nuestra Señora del Rosario de Tepetitán, en el partido de San Vicente. Muy satisfactorio debió ser su trabajo, puesto que el 27 de julio de 1809 se le nombró contador interventor de la Factoría de Tabacos de Costa Rica, ubicada en la población de San José 62.

Don Mariano sin duda adquirió rápidamente prestigio y popularidad en San José, porque ya en los comicios celebrados el 6 de diciembre de 1812 fue designado como uno de los diez electores de parroquia a que tenía derecho la población 63.

El 29 de julio de 1813, don Mariano Montealegre Bustamante fue nombrado como factor interino de la Factoría de Tabacos de Costa Rica, cargo que también aparejaba el de administrador de Correos 64. En eso momentos, la actividad tabacalera era la columna vertebral de la economía costarricense, y esa designación lo convirtió en uno de los personajes más importantes de la provincia.

En el desempeño de cargos públicos, don Mariano era un trabajador incansable, actitud que le ganó el respeto y la consideración de sus superiores. La Renta, como también se le decía entonces al monopolio tabacalero, progresó notoriamente bajo su dirección. Se ampliaron los cultivos, se elevó la producción de modo considerable, aumentaron las exportaciones a Nicaragua y hasta se logró poner cierto freno a las siembras clandestinas y al contrabando. Montealegre también se preocupó por construir

62 Ibid.

63 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Municipal, documento n° 775.

64 MELÉNDEZ, 1968, p. 173.

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garitas de madera y teja para los guardas que custodiaban los pasos del río Grande, y por reparar el edificio de la Factoría en San José, algo deteriorado por las lluvias, y construir nuevos almacenes 65.

Apenas se había concluido la edificación de los almacenes, cuando el Ayuntamiento de San José, a propuesta de don Manuel Alvarado y Alvarado, procurador síndico, decidió establecer en la población una casa de enseñanza. Inicialmente, el Ayuntamiento solamente había considerado la posibilidad de una escuelas de primeras letras para niños de escasos recursos y al efecto había encargado a Alvarado, en su condición de procurador síndico, que formulara un plan para su organización, pero el visionario don Manuel no solamente logró que el vecindario creara un fondo para la proyectada escuela, sino que además propuso que se creara un establecimiento de mayores alcances, que permitiera a la juventud local hacerse con un poco de cultura, sin necesidad de viajar a León o a Guatemala. Fue también don Manuel Alvarado el que logró que viniera a Costa Rica el bachiller nicaragüense don Rafael Francisco Osejo, bachiller en Filosof ía de la Universidad de León, para que impartiera lecciones en la naciente institución 66.

Por falta de recursos, no se contaba con una sede adecuada para la Casa de Enseñanza, y se solicitó a don Mariano Montealegre que prestara los nuevos almacenes de la Factoría para ese propósito. Montealegre, que quizá por sus propias carencias atribuía gran importancia a la educación de los jóvenes, accedió inmediatamente, y el 25 de abril de 1814, el bachiller Osejo inició en el edificio de los almacenes un curso de Humanidades (de Filosof ía se decía entonces). Las instalaciones de la Factoría también sirvieron para alojar la escuela de primeras letras 67. Aunque el restablecimiento del absolutismo en España, en ese mismo año, dio como resultado la extinción del Ayuntamiento de San José, el vecindario no quiso dejar perder la máxima obra

65 FALLAS, Marco Antonio, La Factoría de Tabacos de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1967, pp. 120-121.

66 GONZÁLEZ FLORES, Luis Felipe, Evolución de la instrucción pública en Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1978, p. 86. Cabe señalar que este autor atribuyó la condición de procurador síndico de San José y la autoría de estas gestiones al presbítero don Manuel Alvarado y Hidalgo, pero el examen de las firmas en los documentos originales comprueba que no se trataba de él, sino de su tocayo laico y contemporáneo don Manuel Alvarado y Alvarado.

67 FALLAS, 1972, p. 122.

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de la corporación: en 1815, trece encopetados vecinos de la población decidieron continuar costeando de su propio bolsillo las actividades del establecimiento, y recogieron con ese propósito un total de cuatrocientos veintiún pesos, cantidad bastante elevada para aquellos tiempos. Uno de los principales contribuyentes fue don Mariano, quien se aportó veinticinco pesos, cantidad solo superada por los aportes de don Manuel Alvarado y del presbítero don José María Esquivel y Azofeifa, de cien pesos cada uno, y el de don Hilario Zeledón y Masís, que fue de cincuenta 68.

Ya bien entrado el año 1815 le llegó a don Mariano una furibunda reprimenda de Guatemala, por haber dispuesto de las instalaciones de la Factoría para la Casa de Enseñanza, sin autorización superior 69. Montealegre no tuvo más opción que dirigir una contrita nota al cura párroco don José María Esquivel y Azofeifa, rector de la Casa de Enseñanza:

“... ya ve usted que a pesar del terrible sentimiento que ha causado y causará en mi corazón este suceso, por ceder en perjuicio de la juventud, me veo obligado a suplicar a V.M. se sirva hacer que a la mayor brevedad se desocupen los almacenes que sirven para la enseñanza pública pues ya ve que así me lo previene la Dirección.” 70

Afortunadamente, fray Nicolás García Jerez, obispo de Nicaragua y Costa Rica e intendente interino de León, tomó la Casa de Enseñanza bajo su protección y logró que se le permitiese utilizar el edificio de los almacenes mientras se le dotaba de uno propio, para lo cual donó un solar y materiales de construcción 71. Monseñor García Jerez también puso la Casa de Enseñanza bajo el patronato de Santo Tomás, nombre que conservó incluso después de que en 1843 se convirtió en universidad 72.

En 1817 concluyó el contrato del bachiller Osejo con la Casa de Enseñanza de Santo Tomás. Deseosos de que continuara al frente de las clases de filosof ía, don Mariano Montealegre y muchos

68 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 88.

69 FALLAS, 1972, p. 122.

70 Ibid., 123.

71 Ibid., p. 124.

72 GONZÁLEZ FLORES, 1978, p. 89.

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otros vecinos de San José suscribieron una escritura pública, en la que de su peculio ofrecían al pedagogo nicaragüense un nuevo contrato de tres años, pero Osejo prefirió aceptar la propuesta que en similares términos le planteó un grupo de vecinos de la ciudad de Cartago, entonces capital de Costa Rica 73.

Cartago, que remontaba sus orígenes al siglo XVI, veía con recelo cómo la joven población de San José se había convertido, vertiginosamente, en un peligrosa rival. El motivo fundamental de ese súbito desarrollo no escapó al certero análisis de don Mariano Montealegre, quien escribió en 1818:

“... nadie ignora y los principales enemigos lo confiesan que esta Ciudad que apenas cuenta con treinta y cinco años de existencia es formada y su hermosa población que consta de veinticinco mil almas número que no ha adquirido Cartago en trescientos años y siendo la Capital, se debe a la Renta pues cuando se estableció la Factoría en ella era un bosque solitario y terrenos de una Hacienda y que en ella se encuentran varias familias distinguidas con mejores conveniencias que en Cartago. Yo mismo que hace diez años que resido en ella he visto en este corto tiempo levantarse una multitud de casas buenas y salir del polvo de la nada a los que habitan éstas. Todos los días concurren familias de los otros lugares a porf ía a avencindarse en esta traídos de los caudales que se derraman por las cosechas siendo la envidia de los lugares cercanos por sus conveniencias, ¿y esto a quién se le debe sino es a la Renta?” 74

Además de convertir a San José en una población excepcionalmente próspera, el monopolio tabacalero había contribuido de manera decisiva a monetizar la economía de Costa Rica, donde antes prácticamente no se contaba con más circulante que las semillas de cacao. El comercio tabacalero había ido permitiendo, también, una reducida acumulación de capital en manos de los comerciantes costarricenses que vendían artículos importados, prestaban servicios de transporte a la Factoría o traficaban con tabaco 75.

73 ZELAYA, Chester, El bachiller Osejo, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1971, vol. I, pp. 70-73.

74 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo Complementario Colonial, documento n° 3010.

75 FALLAS, 1972, pp. 164 y ss.

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El 22 de febrero de 1818, la Dirección de la Renta en Guatemala decidió designar a don Mariano Montealegre como factor de Tabacos de Costa Rica y administrador de Correos, en propiedad 76. En su largo interinazgo, don Mariano había dado numerosas demostraciones de inteligencia, honradez y dedicación, y ciertamente se merecía el nombramiento.

En 1820 llegó a su fin el absolutismo en España, al restablecerse el régimen de la Constitución Política emitida en Cádiz en 1812. El 29 de julio de ese año correspondió a don Mariano, junto con otros conspicuos vecinos de San José, leer en la plaza pública de la población el texto de la Constitución y otros importantes documentos 77. Poco después, en el mes de octubre, se le encargó junto con don José Rafael de Gallegos y el presbítero don Manuel Alvarado, rector de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, la redacción del nuevo reglamento de esa institución 78.

En octubre de 1821 llegó a Costa Rica la noticia de que las diputaciones provinciales de Guatemala y León de Nicaragua se había proclamado la independencia de España, la primera en forma absoluta el 15 de setiembre, y la segunda (de la que dependía Costa Rica) el 28 de setiembre, solamente “hasta tanto se aclaren los nublados del día y pueda obrar esta Provincia con arreglo a lo que exigen sus empeños religiosos y verdaderos intereses” 79. Parecía evidente que entre las dos diputaciones habría problemas. A don Mariano Montealegre, en su condición de factor de Tabacos, le correspondió estar presente en la sesión del Ayuntamiento de San José el 14 de octubre de 1821, cuando el coronel don Juan Manuel de Cañas Trujillo y Sánchez de Madrid, jefe político subalterno de Costa Rica, puso oficialmente en conocimiento de la corporación la sensacional noticia y propuso que se apoyara lo acordado en León, idea que fue aprobada. Aunque don Mariano era guatemalteco de origen, votó en el mismo sentido, manifestando:

76 FERNÁNDEZ, León, Historia de Costa Rica durante la dominación española, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1975, p. 233.

77 Ibid., p. 235.

78 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Municipal, documento n° 485.

79 IGLESIAS, Francisco María, Documentos relativos a la Independencia, San José, Tipograf ía Nacional, 1ª. ed., 1899-1902, vol. I, p. 287.

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“… estando tan estrechamente recomendada la quietud, soy de sentir se siga el dictamen de la excelentísima diputación de León, pues la controversia entre Guatemala y la primera, a aquellos cuerpos toca el resolverla con la prudencia y tino que exigen las actuales circunstancias, y el que suscribe cree de su obligación no propender más que por la más rigurosa armonía.” 80

Aunque la decisión municipal del 14 de octubre fue revocada posteriormente, y a fin de cuentas Costa Rica se mantuvo al margen de la rivalidad entre Guatemala y León, el voto de don Mariano en esa sesión permite ver la importancia que atribuía al mantenimiento de la paz: quietud, prudencia, tino, rigurosa armonía…

En cuanto terminó la reunión, don Mariano convocó en la Factoría de Tabacos al interventor don Baltasar Echeverría y al fiel de almacenes don Gregorio Castro, a una junta de ordenanza en la que expuso lo tratado y resuelto en la sesión del Ayuntamiento. Después de discutir detenidamente el asunto, concluyeron que era prudente adherirse al movimiento independentista 81.

Superado el desconcierto inicial creado por la noticia, San José se manifestó decididamente a favor de la independencia, especialmente después de que se tuvo noticia de que el 11 de octubre la Diputación Provincial de Nicaragua y Costa Rica había proclamado en León la independencia absoluta de España, ya sin referencia a “los nublados del día”. El 30 de noviembre, en una sesión extraordinaria, el Ayuntamiento josefino, considerando que todos los pueblos del antiguo reino de Guatemala habían proclamado la absoluta independencia del Gobierno español, declaró que se había “roto y cancelado el pacto social fundamental que ataba y constituía a los pueblos de esta provincia bajo la tutela de las autoridades establecidas en Guatemala y León” 82; que todos los pueblos habían quedado en su estado natural de libertad de libertad e independencia y en el uso de sus derechos, y que por consiguiente “debían formar por sí mismos el pacto social bajo el cual se habían de atar y constituir

80 SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA, Documentos Históricos Posteriores a la Independencia, San José, Imprenta María v. de Lines, 1ª. ed., 1923, vol. I, pp. 18-19.

81 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo Provincial Independiente, documento n° 130; FALLAS, 1972, p. 127.

82 SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA, 1923, Vol. I, p. 24.

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en nueva forma de gobierno” 83. La influencia de las doctrinas de Rousseau y otros pensadores similares era evidente.

El 1° de noviembre de 1821 las autoridades civiles, militares y eclesiásticas de San José, junto con “otras personas y vecinos principales y un pueblo numeroso de todas clases” 84, eligieron por aclamación quince “diputados representantes” y cuatro suplentes para que gobernasen la ciudad junto con el Ayuntamiento, mientras Costa Rica como unidad decidía qué rumbo tomar. Los elegidos como propietarios fueron el cura párroco don José María Esquivel y Azofeifa, el presbítero don Manuel Alvarado y Hidalgo, el presbítero don Vicente Castro, don Rafael Castillo, don Felipe Hidalgo, don Rafael Barroeta y Castilla, don Juan Mora Fernández, don Mariano Montealegre, don José Francisco Madriz, don Joaquín Mora Fernández, don Miguel Carranza Fernández, don Eusebio Rodríguez Castro, don Gabriel Padilla, don Francisco Castro, y don Benito Alvarado. Como suplente fueron designados don José Cipriano Fernández y Tenorio, don Francisco Alvarado, don Onofre García y Ramírez y don Félix Mora 85. El 4 de noviembre, las autoridades josefinas, junto con los diputados populares propietarios y suplentes, juraron la independencia absoluta del Gobierno español, y así lo consignaron en un acta entre cuyos firmantes por supuesto estuvo don Mariano 86. En la misma fecha también eligieron a don Gregorio José Ramírez Castro y a don José Ángel Vidal para representar a San José en la Junta de Legados de los Pueblos 87. Cabe mencionar que a fin de cuentas, la representación josefina en la Junta de Legados estuvo a cargo del presbítero y doctor don Juan de los Santos Madriz y Cervantes, designado como tal por el Ayuntamiento de San José y la diputación popular el 10 de noviembre 88. La Junta de Legados inició sesiones el 12 de noviembre, bajo la presidencia del presbítero don Nicolás Carrillo y Aguirre, legado por Escazú.

83 Ibid.

84 Ibid., vol. I, p. 31.

85 Ibid.

86 Ibid., vol. I, pp. 32-33.

87 Ibid., vol. I, pp. 33-34.

88 OBREGÓN LORÍA, Rafael, Costa Rica en la Independencia y en la Federación, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed.., 1977, p. 88.

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Uno de los problemas más graves que tuvieron que afrontar las nuevas autoridades tuvo su origen en la decisión tomada el 26 de octubre por el gobierno de León de Nicaragua, encabezado por don Miguel González Saravia y Colarte, de no remitir a la Factoría de Tabacos de Costa Rica la suma de 20,000 pesos que se le debía, y que estaban destinados a sufragar los gastos de la cosecha de tabaco. Don Mariano Montealegre se enteró de esta decisión el 16 de noviembre, mediante un oficio que le remitó el factor de León, don Mariano Valenzuela. Alarmado, don Mariano puso el asunto en conocimiento de la Junta de Legados, para que tomara las medidas del caso 89. Sin embargo, no era mucho lo que podía hacerse, fuera de formular reclamos al Gobierno de León.

El 1° de diciembre de 1821 la Junta de Legados de los Pueblos, basándose en un proyecto que había remitido desde Guatemala el costarricense don Pablo Alvarado y Bonilla a la ciudad de San José, emitió el Pacto Social Fundamental Interino o Pacto de Concordia como texto constitucional provisional y nombró una junta gubernativa interina, a la espera de que el Pacto fuera revisado y ratificado por una segunda asamblea constituyente. Entre otras disposiciones, la Junta Gubernativa interina acordó, el 17 de diciembre, enviar un oficio a González Saravia para que enviara el dinero adeudado por Nicaragua a la Factoría de Tabacos de Costa Rica, “haciéndole presente el gran demérito que sufrirán las rentas por el grande acopio de contrabando que en una y otra provincia se introducirá” 90. Sin embargo, el 29 de diciembre, antes de que esta comunicación llegara a León, se recibió en Cartago una nota del mismo González Saravia, en la que negaba el reconocimiento a la legitimidad de la Junta costarricense 91.

El 6 de enero de 1822 se reunió en Cartago la segunda asamblea constituyente, que utilizó el nombre de Junta Electoral de Provincia o Junta de Electores y fue presidida por el licenciado don Rafael Barroeta y Castilla. Don Mariano Montealegre Bustamante fue designado por la ciudad de San José como uno de sus electores, junto con don José Rafael de Gallegos y los presbíteros don José

89 FALLAS BARRANTES, Marco Antonio, “La Factoría de Tabacos de Costa Rica durante los primeros años de vida independiente 1821-1825”, p. 18, en Revista Estudios, universidad de Costa Rica, julio-diciembre de 1979, n° 2, pp. 17-24.

90 IGLESIAS, 1899-1902, vol. II, p. 55.

91 Ibid., vol. II, p. 58.

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María Esquivel y don Manuel Alvarado. Sin embargo, por motivos que desconocemos, ninguno de los electores de San José asistió a las tres primeras sesiones de la Junta, y en la tercera se les instó a concurrir, en consideración a la importancia y gravedad de la misión de la asamblea, que se circunscribía

“… no a controvertir ni contrariar ninguno de los sistemas adoptados por los Estados independientes de la América, sino a considerar la unidad, seguridad y buena administración de la Provincia por un estatuto y Gobierno Provisional, ínterin se constituye, organiza y consolida el Estado y potestad suprema de que haya de depender en lo sucesivo la Provincia por el voto libre y concorde de los pueblos…” 92

Posiblemente gracias a esta aclaración, la excitativa surtió efecto en la representación de San José y sus cuatro electores asistieron a la siguiente sesión de la Junta, efectuada en Cartago el 9 de enero. El 10 de enero, la Junta discutió el Pacto de Concordia en toda su extensión, le introdujo algunas reformas y lo finalmente lo aprobó. La principal modificación fue la de disponer que Costa Rica se unía al Imperio Mexicano, aunque con la salvedad de que el Pacto mantendría su vigencia hasta que se formara la Constitución del Imperio o que la Regencia de México, oída la representación de Costa Rica, señalara las autoridades y orden que debían regirla 93.

En la sesión del 11 de enero, la Junta de Electores designó a los miembros de la Junta Superior Gubernativa llamada a dirigir los destinos de Costa Rica, ya como gobierno constitucional 94.

En la sesión del 12 de enero, que fue la última, la asamblea nombró a los integrantes del Tribunal Supremo de Residencia establecido en el Pacto de Concordia, que estaba llamado a conocer de las acusaciones presentadas contra los integrantes de la Junta Gubernativa y a dictar la sentencia que correspondiera 95. Como miembros propietarios del Tribunal, la Junta de Electores designó a don Joaquín de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad, don Mariano

92 IGLESIAS, 1899-1902, vol. II, pp. 62-63.

93 Ibid., vol. II, pp. 70-73.

94 Ibid., vol. II, pp.73-74.

95 Pacto Social Fundamental Interino de 1° de diciembre de 1821, artículos 49-54. El texto del Pacto figura en Ibid., vol. II, pp. 38-50.

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Montealegre Bustamante, don Manuel Alvarado, don Gregorio José Ramírez, don Félix Oreamuno y Jiménez, don José Ángel Soto y Herrera, don Rafael Alfaro y Huesca, don Juan Agustín Lara y Pérez, don Marcos Morales y Sáenz y don Jesús Vargas, y como suplentes a don José Santos Lombardo y Alvarado, don Manuel Morales, don Manuel de la Torre y Romero y don José Ángel Vidal. Enseguida fueron juramentados y se eligió como presidente a don Joaquín de Oreamuno y como secretario a don Manuel Alvarado 96. Sin embargo, durante toda la vigencia del Pacto de Concordia, que se prolongó hasta el 20 de marzo de 1823, no se presentó ninguna acusación formal contra los integrantes de la Junta Superior Gubernativa y en consecuencia el Tribunal Supremo de Residencia nunca tuvo que ejercer sus funciones.

La destacada participación de don Mariano Montealegre en estos primeros meses de vida independiente ponen de manifiesto el prestigio de que gozaba en la población de San José y el respeto que inspiraba a sus convecinos, así como el hecho de que había abrazado con entusiasmo la causa de la independencia y de la libertad.

Posiblemente debido a las múltiples labores y muy elevadas responsabilidades que tenía como factor de Tabacos, don Mariano tuvo una participación menor en los complicados acontecimientos políticos de 1822. Sin embargo, sí debió atender el problema generado por la resistencia de las autoridades de León a pagar lo que debían a la Factoría de San José, a lo que sumaba su negativa de suministrar a Costa Rica tabacos de la variedad conocida como istepeque, que tenían gran demanda en el mercado costarricense. El 18 de enero de 1822, la Junta Superior Gubernativa acordó recordar a don Miguel González Saravia que la Factoría de Costa Rica no había recibido pagos de León desde hacía cuatro años 97, pero la mora continuó. El 1° de febrero, el presidente de la Junta Gubernativa don Rafael Barrroeta, hombre muy acaudalado, entregó a la Factoría, en calidad de “empréstito patriótico”, la suma de 846 pesos 98, para ayudar al pago de la cosecha. Semanas más

96 Ibid., vol. II, pp. 74-75.

97 Ibid., vol. II, p. 83.

98 Ibid., vol. II, p. 94.

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tarde, la Junta dispuso que se suspendiera el envío de tabacos a las tercenas del partido de Nicoya, sometido a la autoridad leonesa 99.

La situación de la Renta de Tabacos llegó a ser tan problemática, que la Junta discutió la posibilidad de suspender el monopolio y dejar el producto en un régimen de libre producción y comercialización. Don Mariano Montealegre objetó vigorosamente esa posibilidad, considerando que causaría la ruina de la Factoría y la pérdida de los tabacos almacenados, así como un aumento del contrabando hacia Nicaragua, y propuso otras medidas para mitigar la crisis 100. A todo esto, León continuaba sin remitir un real, y en setiembre de 1822, González Saravia hasta tuvo el descaro de decir que la cantidad adeudada a Costa Rica era mucho menor, que ya se había pagado y que en todo caso no había fondos para hacer la remesa:

“… los dineros depositados en esa factoría por la Dirección General del Ramo, para la de Costa Rica, aunque se hicieron aumentar a 20.000 pesos, solamente eran 12.000, cuya cantidad debe estar ya recibida en demasía, habiéndose remitido de aquí 10.000 y de Granada por lo menos 2.000. En virtud de no haber por ahora dineros disponibles, a lo que ha contribuido la falta de tabaco, no es dable hacer remesa de otros diez mil pesos que el gobierno y la Factoría de Costa Rica solicitan”. 101

En diciembre de 1822 don Mariano fue nombrado por los electores de parroquia de San José como elector de partido y en esa condición le correspondió votar en Cartago el 24 de diciembre en la elección de los nuevos integrantes de la Junta Superior Gubernativa, que debían iniciar funciones el 1° de enero de 1823 102.

Apenas iniciado el año 1823 se produjo un grave roce entre la Junta Superior Gubernativa y las autoridades de Heredia, población que desde enero de 1822 se había separado de Costa Rica y se había colocado bajo la autoridad del gobierno de León de

99 Ibid., vol II, p. 101.

100 FALLAS BARRANTES, 1979, pp. 18-19.

101 Ibid., p.18.

102 OBREGÓN QUESADA, Clotilde, El proceso electoral y el Poder Ejecutivo en Costa Rica: 1808-1998, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª. ed., 2000, p. 51.

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Nicaragua. El origen del conflicto estuvo en la siembra clandestina de tabacos por parte de algunos vecinos de Heredia. Dado que el Imperio Mexicano había mantenido el sistema del monopolio, la Factoría de Tabacos solicitó a los alcaldes de Heredia que hicieran destruir esos cultivos ilegales, pero los alcaldes rehusaron. El 7 de enero de 1823, la Junta Superior Gubernativa, presidida por don José Santos Lombardo y Alvarado, dirigió una carta al Ayuntamiento de Heredia para hacerle ver que como continuaba el sistema del monopolio, esos tabacales eran ilícitos y debían ser destruidos, y si eso no ocurría, las autoridades costarricenses usarían de todas sus atribuciones para cumplir con sus deberes. El Ayuntamiento herediano respondió el 12 de enero que solo prestaría el auxilio necesario para la solicitada destrucción de las siembras si la Junta estaba decidida por el Imperio y tenía facultades de este para actuar así. La Junta dispuso entonces que una comisión integrada por don Mariano Montealegre, don Juan Mora Fernández, el presbítero don Vicente Castro y don José Rafael de Gallegos fuera a Heredia a tratar el asunto con el Ayuntamiento y previendo que este mantendría su actitud, mandó alistar en San José una fuerza militar para marchar sobre esa población. Sin embargo, el 18 de enero se recibieron en Cartago noticias de Nicaragua que decidieron a la Junta a suspender esas medidas: desde el 4 de noviembre de 1822, el emperador don Agustín I había dispuesto establecer en León de una comandancia general con jurisdicción sobre Nicaragua, Comayagua y Costa Rica y nombrar como su titular al militar mexicano don Manuel Rincón y Calcáneo. Con esta disposición quedaba al parecer cumplido lo dispuesto en las reformas al Pacto de Concordia, según las cuales la Junta Superior Gubernativa debía subsistir solo mientras el gobierno del Imperio indicaba las autoridades que debían regir a Costa Rica 103.

Las inquietudes creadas por la posibilidad de un ataque militar a Costa Rica por parte de las autoridades imperiales de Nicaragua, así como la creciente resistencia de los costarricenses a consumar la unión definitiva a México, dieron como resultado la convocatoria y reunión de un Congreso Provincial constituyente, que inició sesiones en Cartago el 3 de marzo de 1823 y el 8 de ese mes dispuso poner fin a los vínculos con el Imperio. Además,

103 FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, La Independencia, San José, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia de Centroamérica, 1ª. ed., 1971, pp. 49-50.

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esta asamblea aprobó el 17 de marzo un nuevo texto constitucional en reemplazo del Pacto de Concordia, el Primer Estatuto Político de Costa Rica, y designó como principal órgano de gobierno un cuerpo colegiado de tres miembros, denominado Diputación de Costa Rica, que entró en funciones el 20 de marzo, con el bachiller Osejo como presidente. Este nuevo régimen apenas duró unos días, ya que el 29 de marzo fue derrocado por un golpe militar, el primer de la historia costarricense, y el capitán don Joaquín de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad, principal líder de los partidarios del Imperio Mexicano, asumió el poder como comandante general de las armas 104.

Las poblaciones de Alajuela y San José, profundamente adversas a la anexión a México, reaccionaron con indignación ante el golpe militar y el 1° de abril, en un concurridísimo cabildo abierto, el vecindario josefino aprobó una serie de medidas que equivalían a declarar la guerra a la ciudad de Cartago 105. Sin tener conocimiento de ese hecho, don Joaquin de Oreamuno dirigió un oficio desde Cartago a don Mariano Montealegre, en su condición de factor de Tabacos, para manifestarle que debía poner a disposición del nuevo gobierno la suma de dos mil pesos, “para las urgentes atenciones que exigen en el día las armas de Su Majestad Imperial” 106. Sin embargo, don Mariano, que sin duda desaprobaba el golpe monárquico, se abstuvo de enviar dinero alguno a Cartago y el 3 de abril consultó sobre el particular al intendente don Juan Mora Fernández, quien le dio instrucciones de no entregar nada sin su conocimiento 107.

El 5 de abril las tropas de San José y Alajuela, dirigidas por Gregorio José Ramírez, derrotaron a las de Cartago en la batalla de Ochomogo. Como consecuencia de este hecho, la capital fue trasladada a San José. Además, Heredia, ante la amenaza de un ataque militar de los republicanos, se vio obligada el 7 de abril a reincorporarse a Costa Rica 108.

104 Ibid., pp. 60-73.

105 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Don Joaquín de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad, San José, EUNED, 1ª. ed., 1994, p. 164.

106 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo Provincial Independiente, n° 781.

107 Ibid.

108 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1971, pp. 81-91.

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Ramírez ejerció el poder como gobernante de facto solamente por unos pocos días, ya que llamó a sesiones al Congreso Provincial constituyente y este cuerpo, presidido por don José María de Peralta y La Vega, se hizo cargo del gobierno de Costa Rica el 16 de abril. El Congreso aprobó un nuevo Estatuto Político para regir a la provincia y el 9 de mayo designó a los integrantes de una nueva Junta Superior Gubernativa, cuya presidencia recayó en el presbítero don Manuel Alvarado. Para la Junta de Residencia, destinada a cumplir funciones similares a la del Tribunal Supremo de Residencia establecido en el Pacto de Concordia, fueron nombrados el 9 de mayo don Manuel García Escalante, don Mariano Montealegre, don Manuel Alvarado y Alvarado, don José María de Peralta y La Vega y don Juan Mora Fernández en calidad de propietarios, y don Gordiano Paniagua y Zamora y don Camilo de Mora y Alvarado como suplentes 109. Sin embargo, este órgano, al igual que su predecesor, nunca tuvo ocasión de ejercer funciones y quedó extinguido en setiembre de 1824, al asumir funciones el primer gobierno provisional del Estado de Costa Rica.

Fue también el Congreso Provincial constituyente, en su sesión del 6 de mayo, el que dispuso el envío a Nicaragua el envío de la primera misión diplomática de la historia costarricense. Esta decisión estaba en la misma línea de lo que se consagró en el artículo 38 del nuevo Estatuto Político, emitido el 16 de mayo:

“El Gobierno entablará y conservará con los demás correspondencia fraternal y relaciones que sean favorables a los intereses de la Provincia, debiendo por consiguiente concertar las bases para la unión de esta con las más vecinas, y en caso de que se verifique con la de Nicaragua, pactar el establecimiento en aquella de una Chancillería para los ocursos de esta, y el recíproco beneficio y defensa para el comercio, del puerto de San Juan.” 110

109 Ibid., pp. 98-99; IGLESIAS, vol. III, pp. 20-21.

110 El texto del Segundo Estatuto Político de la Provincia de Costa Rica de 16 de mayo de 1823 figura en OBREGÓN QUESADA, Clotilde, Las Constituciones de Costa Rica 1812-2006, San José, Editorial UCR, 1ª. ed., 2007-2009, vol. I, pp. 133-142.

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C III

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1.- El nombramiento.

La separación de España y la posibilidad de la anexión de Centroamérica al Imperio Mexicano produjeron grandes agitaciones en Nicaragua. En la ciudad de León se mantuvieron las mismas autoridades que se hallaban en el poder en los últimos días del dominio español, con la esperanza de que la anexión al Imperio dejara las cosas como estaban; sin embargo, la ciudad de Granada, que aspiraba a sustraerse de la jurisdicción leonesa, constituyó un gobierno aparte. Después de un largo período de roces entre ambas ciudades, los leoneses, envalentonados con la presencia en Guatemala de un ejército mexicano encabezado por el general don Vicente Filisola, a quien el gobierno imperial había designado como jefe político superior de Guatemala, atacaron militarmente Granada el 13 de febrero de 1823 111. Los granadinos, desesperados, se dirigieron al gobierno de Costa Rica solicitando el envío de tropas que les ayudaran a enfrentar a sus enemigos. Antes de que esta petición llegara a las autoridades costarricense se iniciaron las hostilidades, y contra todas las previsiones, Granada resistió con éxito a los primeros ataques de León 112.

111 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1971, p. 62.

112 ZELAYA GOODMAN, Chester J., “Nicaragua en sus primeros años de vida independiente”, p. 41, en Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, Managua, marzo de 1965, n° 54, pp. 1-80.

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En medio de tantas convulsiones, y después de que ya habían tenido lugar en Costa Rica el golpe militar de los monárquicos y su derrota en la batalla de Ochomogo, llegó a Nicaragua y a Costa Rica la noticia del colapso del Imperio Mexicano. Esto hizo que el 1° de mayo, el Congreso Provincial constituyente de Costa Rica acordara responder a la petición de auxilio militar de Granada que por el rápido desarrollo de la revolución republicana en las provincias centrales de México, no consideraba urgente el envío de la ayuda solicitada 113.

En el acta de Independencia suscrita en Guatemala el 15 de setiembre de 1821 se había convocado a las antiguas provincias del extinto reino a nombrar diputados para un congreso que debía reunirse en esa ciudad a principios de 1822. Esta convocatoria no tuvo efecto, debido a la anexión al Imperio. Sin embargo, el 29 de marzo de 1823, el jefe político superior de Guatemala don Vicente Filísola, enterado de los sucesos de México, decidió resucitar la idea y formuló una nueva convocatoria.

El 17 de abril de 1823 se produjo en León una sublevación, que derrocó al jefe político superior González Saravia y estableció una junta superior gubernativa. Los nuevos gobernantes leoneses decidieron además que se convocara a un congreso provincial para que resolviera si se enviaban o no diputados a Guatemala. Granada, donde se había establecido otra junta gubernativa, no quiso aceptar la autoridad del nuevo régimen establecido en León, y el 26 de abril representantes de ambas ciudades firmaron en Masaya un convenio en el cual se establecían condiciones para la convivencia pacífica de ambos gobiernos y se acordaba la convocatoria de un congreso provincial. Como consecuencia de este convenio, Nicaragua quedó de hecho dividida en dos, y las diferentes poblaciones se colocaron libremente bajo la autoridad de uno u otro gobierno 114.

Durante la vigencia de la Constitución de Cádiz, Costa Rica había sido uno de los partidos integrantes de la provincia de Nicaragua y Costa Rica, cuya capital era la ciudad de León. Sin embargo, como consecuencia de la separación de España, Costa Rica había decidido sustraerse de la jurisdicción de León

113 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1971, p. 95.

114 ZELAYA GOODMAN, 1965, pp. 41-44.

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y había establecido un gobierno independiente. Después de los acontecimientos de abril de 1823, los gobiernos rivales de León y Granada pensaron en atraer a Costa Rica a su esfera de influencia. Las autoridades de Granada le propusieron “federación en todos los sentidos” 115 y las de León la invitaron a enviar representantes al congreso que se pensaba reunir en esa ciudad 116. Las comunicaciones fueron recibidas por el Congreso Provincial costarricense el 4 de mayo, junto con la convocatoria del general Filisola al proyectado congreso centroamericano de Guatemala 117. Además, el comandante de Granada, Cleto (Anacleto) Ordóñez, que se había apoderado del mando de esa ciudad meses atrás mediante un golpe de fuerza, envió el 27 de abril un oficio a las autoridades costarricenses para enterarlas de su nuevo empleo de “General por aclamación de la ciudad de Granada y demás pueblos desde Masaya hasta San Carlos y de este hasta los confines de Nicaragua…” 118

Las autoridades costarricenses tenían interés en tratar diversos asuntos con las de Nicaragua, pero no deseaban que Costa Rica se viera envuelta en las disputas internas de su vecina. El 6 de mayo, el Congreso Provincial decidió que la nueva Junta Superior Gubernativa, que estaba próxima a ser nombrada, designara un enviado que fuera a negociar con los gobiernos de Granada y León:

“Habiéndose tomado nuevamente en consideración las invitaciones existentes de los Gobiernos de León y Granada para establecer la unión y buena inteligencia, se acordó que el Gobierno de esta Provincia nombre un enviado que vaya instruido a conferenciar y concertar con aquellos las bases y principios bajo los cuales se haya de pactar la recíproca unión y correspondencia de esta Provincia con aquella [Nicaragua], quedando garantida su libertad y derechos hasta ratificarse cualquier tratado.” 119

El 10 de mayo de 1823 entró en funciones la Junta Superior Gubernativa designada conforme al nuevo Estatuto, para

115 IGLESIAS, 1899-1902, vol. III, p. 12.

116 Ibid., vol. III, p. 16.

117 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1971, pp. 95-96.

118 IGLESIAS, III, p. 15.

119 Ibid., vol. III, pp. 16-17.

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cuya presidencia fue elegido el presbítero don Manuel Alvarado y Hidalgo. El 12 de mayo, la Junta designó como enviado ante los gobiernos nicaragüenses a don Mariano Montealegre Bustamante:

“… se procedió a la elección de dicho Enviado, y salió electo, con plenitud de votos, el Factor de la Renta de Tabacos, don Mariano Montealegre, en quien residen las cualidades necesarias para el caso, debiendo salir para su destino el 22 del corriente con la referida instrucción que se le pasará previamente.” 120

La escogencia de don Mariano es bien explicable. Era un personaje de mucho viso en San José; había vivido varios años en Nicaragua, donde tenía parientes cercanos, y por su elevada posición en la Factoría de Tabacos estaba perfectamente al tanto de los detalles del comercio tabacalero de Costa Rica con Nicaragua, uno de los temas más importantes sobre los que era necesario negociar. Sin embargo, ese mismo día 12 de mayo, con el corazón “sumido en un pesar inexplicable y cubierto de un rubor indecible” 121, don Mariano escribió a la Junta para declinar el nombramiento. La nota expresaba:

“Excelentísimo señor 122.

La honrosa comunicación de Vuestra Excelencia de hoy en que se sirve participarme el nombramiento hecho en mi de enviado a conferenciar y concertar con los gobiernos de León y Granada acerca de las bases y principios sobre de los que ha de correr la unión de aquellos gobiernos con el de esta Provincia, debía producir en mí una satisfacción cual lo exige la comisión que se me confiere y el destino a que me cree acreedor la Patria; pero nada de esto, excelentísimo señor, sino que después de hallarme lleno de un eterno reconocimiento al gran favor y distinción con que se me honra por Vuestra Excelencia, mi corazón está sumido en un pesar inexplicable y cubierto de un rubor indecible.

120 Ibid., vol. III, pp. 77-78.

121 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, p. 445.

122 Este “excelentísimo señor” es la Junta Superior Gubernativa, a quien como cuerpo le correspondía el tratamiento de Excelencia, según lo dispuesto en el artículo 43 Segundo Estatuto Político.

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Si mi corta penetración ha podido alcanzar algo de la importancia de la comisión, también me ha hecho conocer que el que la desempeñe debe estar revestido de instrucción y de unos conocimientos muy superiores a lo limitado de los míos ; y si la Patria es acreedora a los servicios de todos los individuos de que es compuesta y debe cada uno prestarse gustoso a hacerlos, también esta rigurosamente obligado a no engañarla admitiendo los empleos o comisiones que por una equivocación le ha conferido. Este es mi caso, pues, me veo precisado a manifestar a Vuestra Excelencia que no tengo instrucción para desempeñar las obligaciones de enviado, porque jamás he visitado aula alguna y porque carezco de mil cosas y especialmente de conocimientos políticos, tales cuales deben adornar al que se haga cargo de semejante empresa.

En el seno de la provincia y fuera de él y en el mismo León tiene Vuestra Excelencia varios sujetos, que investidos de este poder le den honor a esta Provincia por su instrucción y patriotismo, y en mi no se encuentra más que el segundo requisito. Esto es por una parte, y ahora paso a expresar otro gran impedimento. Yo me hallo obligado al desempeño de la Factoría y cuyo sueldo se me abona por su manejo. Los que ven desde fuera los quehaceres, no pueden concebir que sean tantos ni tan dif íciles de comprender, y aunque no se necesitan científicos para dirigir el rumbo de la Renta, sin embargo cualquiera, por hábil que sea, encontraría a cada paso grandes tropiezos en su desempeño, por ignorar el método y mil separaciones y órdenes que solo un continuado y largo conocimiento hace fácil la carga y llevadera. No tengo interventor, que es por la ordenanza de la Renta quien debe hacer mis veces en mis enfermedades y ausencias, pues el nombrado, aunque es muy hombre de bien carece de inteligencia. ¿Qué haría pues para seguir el rumbo, mayormente ahora que ya entra el tiempo de disponer las cosechas, así de tabaco del país como del que ya produce de semilla de Ixtepeque? ¿Sería justo que se le hiciesen cargo por las faltas que cometiese pues yo al ausentarme le dejaría hecha formal entrega, pues mi responsabilidad en la Factoría desde luego había de desaparecer enteramente? Si unido mi trabajo y: atención, cada rato encontramos alcances de caudal como a la fecha nos sucede en cantidad de ochenta pesos, ¿qué será sin mi ayuda y en mi ausencia?

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Excelentísimo señor, es preciso que Vuestra Excelencia sobresea en su providencia en atención a mis razones y otras muchas que dejo de exponer por no alargarme más. Ya ve Vuestra Excelencia que podía excusarme con la ley vigente que inhibe a los empleados de cargas concejiles; pero no, señor, cuando Vuestra Excelencia me honra, cuando me eleva, cuando, me mira como un hijo del país más predilecto, no es tiempo de que yo presente leyes, solo razones de convencimiento. Mi corazón enajenado y lleno de un profundo reconocimiento a este país, a quien tantos bienes debí, y por las horas que recibí de Vuestra Excelencia, no respira más que amor y agradecimiento. Quiero, pues en fin, que Vuestra Excelencia ponga en otro los ojos, porque a mí me falta instrucción y porque tengo a mi cargo el desempeño de la Renta. .

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. San José, mayo 12 de 1823.

Excelentísimo señorMariano Montealegre

Excelentísima Junta Gubernativade esta Provincia de Costa Rica” 123

Sin embargo, el 13 de mayo la Junta desechó sus argumentos:

“Se leyó un oficio del señor Ministro Enviado, Factor don Mariano Montealegre, su fecha 12 del corriente, contestación al anterior acuerdo que se le transcribió, y aunque en él opone por obstáculos sus pocas luces en materias políticas, el empleo en que se halla constituido y responsabilidad por la Renta de Tabacos, se acordó en cuanto a lo primero, que la Provincia con pleno conocimiento de su honradez y nociones, ha puesto los ojos en él para el indicado fin, anteponiéndole a cualesquiera otros sujetos de luces y patriotismo, tanto de esta como de León y que, por tanto, no se puede prescindir de lo decretado; y por lo segundo, que poniendo los intereses de la Renta en persona que sea de su confianza, que puede serlo su

123 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, pp. 445-446.

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interventor don Nicolás Castro, desaparece la responsabilidad en aquella parte que la ha tenido y durante el tiempo de su misión.” 124

Montealegre se resignó a desempeñar la misión, expresó su reconocimiento a la Junta por la confianza y el honor con que se le distinguía y el 15 de mayo solicitó instrucciones:

“Excelentísimo señor.

Después de haber hecho presente a Vuestra Excelencia los motivos que me impiden el aceptar el honroso cargo de enviado cerca de los gobiernos de Granada y León y de haberme también dirigido en los mismos términos al señor intendente de la Provincia, como responsable de los intereses de las rentas que son a mi cargo, no me queda otro arbitrio que aceptar, como lo hago, pues ya mi responsabilidad, en todos sentidos queda a cubierto, en consecuencia de no haber tenido por bastantes mis razones, como Io manifiestan las comunicaciones de Vuestra Excelencia de 13 de corriente y del señor intendente el día de ayer.

Separado de mi país, a quien por tantos motivos amo y aprecio, arrancado, del centro de una familia que ocasiona a mi alma tan dulces agradables placeres! agradecido a Vuestra Excelencia por las honras y distinciones que prodiga a la pequeñez de mi mérito, no me queda ya más en que emplearme sino es en el desempeño del encargo que Vuestra Excelencia quiere que atienda exclusivamente. ¡Ojalá, y que mis luces fuesen tales como se necesitan para tan importante empeño!

En recompensa, pues, mi integridad, amor y agradecimiento suplirán, si es posible, la falta que tengo y ya dejo expuesta; y Vuestra Excelencia, penetrado de esta verdad. se esmerará en que las instrucciones sean tan claras y expresas que su sentido no me deje lugar de engañarme en su inteligencia. Mi viaje no podrá ser en la fecha fijada por Vuestra Excelencia, porque hasta hoy, que me decido, comenzare a disponer el arreglo y entrega de muchos papeles y cuentas que han de parar en el interventor señalado para que haga mis veces en mi ausencia y para buscar cuanto he menester personalmente.

124 IGLESIAS, 1899-1902, vol. III, pp. 78-79.

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Dios y Libertad.

San José, mayo 15 de 1823 3º 125

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre 126

2.- Las instrucciones.

El 2 de junio la Junta Gubernativa comunicó a don Mariano las instrucciones para su misión diplomática, redactadas por don Juan Mora Fernández y los presbíteros don Vicente Castro Ramírez y don Manuel Alvarado y Hidalgo; este último era el presidente de la Junta. En ellas se disponía que el enviado negociara con Nicaragua una gran variedad de temas: la participación de ambas provincias en el Congreso de Guatemala, el establecimiento de tribunales comunes, exenciones tributarias recíprocas, el uso del puerto de San Juan del Norte, la asistencia militar mutua, el comercio tabacalero, el pago de diezmos, etc. En principio, se esperaba que don Mariano pudiera tratar con un gobierno nicaragüense unificado, pero en caso de que persistiera la división entre León y Granada debía solicitar una conferencia tripartita 127.

Transcribimos a continuación el texto de las instrucciones, comentándolas párrafo por párrafo.

a.- Participación en el Congreso de Guatemala.

La Junta Gubernativa consideró como uno de los propósito principales de la misión de don Mariano que Costa Rica y Nicaragua definieran conjuntamente, mediante un tratado, la participación de ambas provincias en el Congreso convocado por las autoridades de Guatemala, para restablecer la unidad centroamericana y organizar un gobierno común, y que se establecieran bases para

125 Este “3°” se refiere al año tercero de vida independiente.

126 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, pp. 446-447.

127 Ibid., pp. 447-450.

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las relaciones entre Costa Rica y Nicaragua. Con estos objetivos en mira, el preámbulo de las instrucciones rezaba:

Instrucciones para el enviado por este Gobierno cerca de la Provincia de Nicaragua, para concertar por un tratado la concurrencia de ambas Provincias por sus representantes al Congreso de Guatemala, con el objeto de restablecer la unión del Reino y de organizar su régimen y constitución, y para arreglar entretanto las relaciones recíprocas entre esta Provincia y la de Nicaragua.128

Costa Rica estaba dispuesta a enviar diputados al Congreso de Guatemala; pero en condición de “provincia libre”, es decir, no como parte de la provincia de Nicaragua y Costa Rica que había existido hasta 1821. Sin embargo, se consideraba indispensable que para que el anunciado Congreso pudiera deliberar en libertad, el ejército mexicano abandonara Guatemala. Don Mariano Montealegre debía procurar que Costa Rica, León y Granada conjuntamente expresaran al gobierno de Guatemala la necesidad de que las tropas de México se retiraran, y le advirtieran que si eso no ocurriría, buscarían “otro centro”, es decir, otro país al cual anexarse. Así quedó plasmado en el primer punto de las instrucciones:

1º- Como medio más oportuno y adecuado para concordar la unión de todas las provincias del Reino y afianzar su suerte, concurrirá esta y la de Nicaragua al Congreso de Guatemala; mas, aunque Costa Rica concurrirá en todo evento como provincia libre y en tal concepto conservará el libre uso de sus derechos hasta la ratificación o adopción por su parte de cualesquiera pacto o decisión que haga el Congreso, porque es de recelar que este no pueda obrar con toda libertad bajo el influjo impuesto del ejército mexicano de Guatemala y sus jefes, se procurará negociar antes, por medios armoniosos, libertar al Congreso de aquel respeto; y para el caso el enviado, de acuerdo con el Gobierno de León y Granada o sus comisionados, harán al de Guatemala la manifestación conducente con las protestas de que en caso negativo buscarán otro centro.

128 Ibid., p. 447.

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b.- Independencia de Costa Rica con respecto a Nicaragua.

De 1820 a 1821, durante la vigencia de la Constitución de Cádiz, Costa Rica, reducida a la condición de partido, había dependido en lo político y hacendario del gobierno de la provincia de Nicaragua y Costa Rica, residente en León, en lo militar de la Capitanía General con sede en Guatemala y en lo judicial de la Audiencia territorial también residente en Guatemala. Sin embargo, al adoptar como Constitución el Pacto de Concordia el 1° de diciembre de 1821, Costa Rica había asumido plena independencia en esos cuatro ámbitos.

Según hemos visto, en el artículo 38 del Segundo Estatuto Político aprobado el 16 de mayo de 1823, se había planteado la posibilidad de una unión de Costa Rica con provincias vecinas e incluso se mencionaba específicamente a Nicaragua. El panorama político de esta, con dos gobiernos rivales, no era ciertamente lo más auspicioso para concretar tales ideas, y como lo demostraron hechos posteriores, tampoco las autoridades costarricenses estaban demasiado interesadas en que Costa Rica volviera a quedar bajo la autoridad nicaragüense. Ahora bien, mientras se resolvía sobre la posible unión de Costa Rica con otras de las provincias centroamericanas, era necesario definir un marco para las relaciones con Nicaragua. En este espíritu, el punto 2° de las instrucciones indicaba:

“2º- Ínterin se cumple el término prescrito por el artículo anterior, Costa Rica conservará su administración, gobierno y economía en los ramos político, militar y de hacienda y en lo judicial, conforme a sus estatutos; mas se concertarán y estipularán con los Gobiernos de Nicaragua las relaciones siguientes.” 129

c.- Reconocimiento y buenas relaciones.

En Nicaragua algunos grupos, entre ellos parte del clero, se habían manifestado reacios en 1821 a la separación de España, y después habían apoyado la unión al Imperio Mexicano. Disipadas esas posibilidades, Costa Rica estaba dispuesta a tener amistosas relaciones con Nicaragua si esta mantenía su

129 Ibid.

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situación de independencia y reconocía la de las demás provincias centroamericanas. Así se expresaba en el punto 3° de las instrucciones de Montealegre:

3º- Si la Provincia de Nicaragua reconoce en su estado actual su propia libertad y de las demás del Reino, Costa Rica observará con ella y las que se conformen o identifiquen en tal principio sincera paz, amistad y confederación.” 130

d.- Función judicial en segunda y tercera instancia.

La adopción del Pacto de Concordia en diciembre de 1821 había dejado a Costa Rica sin tribunales de segunda y tercera instancia, función que antes había correspondido a la Audiencia de Guatemala. Nicaragua también había roto sus vínculos judiciales con Guatemala desde 1821, por lo que también había quedado sin tribunales de segunda y tercera instancia y en 1823 parecía previsible que los establecería, dado que allí se contaba con suficientes abogados para organizarlos, lo que no ocurría en Costa Rica. Por esta circunstancia, a la Junta Gubernativa costarricense le interesaba que se negociara la posibilidad de que los tribunales que al efecto se crearan en Nicaragua sirvieran como órganos judiciales de segunda y tercera instancia para Costa Rica. En el artículo 38 del Segundo Estatuto Político, el texto constitucional que regía provisionalmente en Costa Rica desde el 16 de mayo de 1823, se planteaba específicamente que en caso de que se pactara la unión de Costa Rica y Nicaragua, debía acordarse la creación en Nicaragua de una chancillería (es decir, de una audiencia o tribunal de segunda y tercera instancia) para los recursos de Costa Rica 131. Al respecto, el punto 4° de las instrucciones consignó:

“4º- En tal supuesto la Provincia de Nicaragua establecerá tribunales para los recursos judiciales de segunda instancia y de tercera, si le es practicable, y Costa Rica quedará para estos solos efectos bajo su protección, no debiendo en sus causas aplicarse las leyes del Imperio, a que nunca se sometió, sino las que estaban vigentes según el espíritu de su Estatuto Político.” 132

130 Ibid

131 Segundo Estatuto Político de la Provincia de Costa Rica de 16 de mayo de 1823, art° 38.

132 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, p. 447.

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e.- Contribución de Costa Rica al sostén de los tribunales.

Si se concretaba la idea de que los tribunales de segunda y tercera instancia que se crearan en Nicaragua actuaran también como órganos judiciales superiores de Costa Rica, esta contribuiría proporcionalmente a su financiamiento, según se consagró en el punto 5° de las instrucciones:

“5º- En el caso del artículo anterior Costa Rica contribuirá para los sueldos de los magistrados superiores, gastos y salarios de sus oficinas, siendo todo moderado y, con proporción al cupo de su población y riqueza y de los demás pueblos, que quedan bajo la protección de los mismos tribunales.” 133

f.- Aranceles.

Para fomentar el comercio recíproco entre Costa Rica y Nicaragua se consideraba necesario fijar de común acuerdo los impuestos que gravarían las importaciones. Al respecto, el punto 6° de las instrucciones enumeró los derechos que pagarían los diversos productos:

“6º- Para el comercio recíproco entre ambas provincias se estipulará: 1º, Que los artículos de comestibles, vinos, aceites, plantas y drogas medicinales sean libres de todo derecho de Hacienda en su introducción; 2º, Que en los demás artículos, siendo en su naturaleza o manufactura procedentes de ellas, pueda establecerse hasta un dos por ciento de dichos derechos; 3º, si de las demás provincias del Reino, un tres por ciento; 4º, si de los otros reinos de América que se llamaba Española, un cuatro por ciento; 5º, y si extranjeros, en el fierro, acero, cobre y plomo, géneros de lino y lana, un cinco por ciento. La seda en rama y tejidos, un ocho por ciento. Los géneros de algodón, la quinquillería, cristalería y losa, un diez por ciento. Los licores, naipes, abanicos, relojes, botas y zapatos; sillas de montar y muebles de adorno de casa, un veinte por ciento; 6º, el oro y plata en polvo, pasta, plancha, barra o amonedado y el azogue, los instrumentos y máquinas de agricultura, minería y demás artes, los impresos, mapas, jarcia, alquitranes, breas, anclas,

133 Ibid.

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armas y peltrechos [sic] de guerra, cualesquiera que sea su origen, serán libres de dichos derechos.” 134

g.- Uso del puerto de San Juan del Norte y fortificación.

Debido a las dificultades del transporte terrestre entre el Valle Central costarricense y el mar Caribe, que hacía muy problemática la exportación de productos por Matina, en Costa Rica había un creciente interés por las posibilidades de la ruta fluvial de los ríos Sarapiquí, San Carlos y San Juan. En 1821 don Joaquín Mora Fernández había dirigido una expedición para explorar esa vía 135, y el Segundo Estatuto Político de 16 de mayo de 1823 expresaba que en caso de que Costa Rica se uniera con Nicaragua, debía pactarse el recíproco beneficio y defensa, para el comercio, del puerto de San Juan del Norte, ubicado en la boca del río San Juan 136. En este espíritu, don Mariano Montealegre debía plantearle a Nicaragua que, en caso de que Costa Rica abriera un camino hasta esos ríos, el referido puerto fuera común a ambas provincias, con aduanas de cada una. Si se fortificaba la Punta de Castilla, ubicada en la margen sur de la desembocadura del río, Costa Rica estaba dispuesta a pagar la cuarta parte de los costos de la obra y de la tropa que allí se destacara, así como si se ubicaba un destacamento en la confluencia del río Sarapiquí con el San Juan. Así se expresó en el punto 7° de las instrucciones:

“7º- Supuesto que Costa Rica abra el camino y tráfico al río de San Juan por los de Sarapiquí o San Carlos, se estipulará que el puerto de San Juan sea de común ingreso y salida por sus respectivas aduanas de ambas provincias, en cuyo caso Costa Rica sufragará una cuarta parte del costo que erogue la fortificación y guarnición de la Punta de Castilla, concurriendo para el caso con sus operarios y soldados, o franqueándolos en mayor proporción por cuenta del Gobierno de Nicaragua; y bajo la misma base también concurrirá Costa Rica en el caso de situarse una reserva en la Punta de Sarapiquí.” 137

134 Ibid., p. 448.

135 V. OBANDO CAIROL, Emilio, Joaquín Mora Fernández, descubridor de la vereda del Sarapiquí. Un estudio histórico genealógico, en https://sites.google.com/site/genearcascostarica/publicaciones

136 Segundo Estatuto Político de la Provincia de Costa Rica de 16 de mayo de 1823, art° 38.

137 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, p. 448.

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h.- Asistencia militar recíproca.

La idea de concertar una alianza militar entre Costa Rica y Nicaragua despertaba interés en ambas provincias, tanto para defenderse de una eventual agresión exterior –por ejemplo, la posibilidad de una acción de reconquista española- como para hacer frente a la posibilidad de un intento de derrocar a sus respectivas autoridades. Tanto en Costa Rica como en Nicaragua habían ocurrido ya hechos de ese tipo, y la paz que reinaba momentáneamente era muy frágil. Montealegre debía plantear los términos del posible respaldo militar recíproco ante esas eventualidades, que se fijaban en mil hombres para Nicaragua y quinientos para Costa Rica, según se consignó en el punto 8° de las instrucciones:

“8º- En el caso de invasión extraña a alguna de las dos provincias, o que su libertad y tranquilidad sea amenazada por alguna facción intestina, se auxiliarán mutuamente, obligándose la de Nicaragua a auxiliar a esta con el contingente de sus tropas que pida este Gobierno y no exceda de mil hombres, pagados por él según su reglamento; y Costa Rica auxiliará a la de Nicaragua con el contingente que pida aquel Gobierno que no exceda de quinientos hombres, pagados allá según su reglamento.” 138

i.- Exportación del tabaco costarricense a Nicaragua

Uno de los principales elementos del comercio entre ambas provincias era la exportación del tabaco costarricense a Nicaragua, que se efectuaba mediante pedidos anuales. Desde 1766, la comercialización de ese producto estaba sujeta a un sistema de estanco o monopolio estatal, cuyo principal órgano era la Factoría de Tabacos, la entidad que con el título de factor dirigía don Mariano Montealegre en San José. La venta del producto al público, tanto en Costa Rica como en Nicaragua, se efectuaba en unos establecimientos llamados tercenas. Las instrucciones de don Mariano señalaban que mientras se mantuviera el sistema del monopolio, Costa Rica suministraría tabaco a Nicaragua al precio de dos reales la libra. Nicaragua pagaría un tercio del valor del pedido anual al momento del envío del tabaco, y Montealegre,

138 Ibid.

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aprovechando sus conocimientos sobre esa materia, definiría los términos para el pago de los otros dos tercios, y podría incluso rebajar el precio de los contratos por quintal, si Nicaragua accedía a rebajar el precio de la venta del producto al público. Así quedó consignado en el punto 9° de las instrucciones.

“9º- Costa Rica dará a la Provincia de Nicaragua el surtido de tabaco para sus tercenas, mientras subsista estancado, a dos reales libra en sus propios almacenes, anticipándose por aquel Gobierno un tercio del valor del pedido anual al tiempo de su remesa, y estrechándose los términos para el resto a discreción del enviado, quien podrá igualmente, por sus conocimientos, moderar el precio de contrata por quintales, si aquel Gobierno accediese a rebajar el de venta en sus tercenas.” 139

j.- Devolución a Costa Rica del impuesto de los “novenos”.

Desde la supresión en 1635 de su propia Tesorería, las finanzas de Costa Rica habían dependido de la Tesorería de Nicaragua, cuya sede estaba en de León y que tenía en Cartago un delegado encargado de recaudar impuestos y remitirlos a esa ciudad. Entre esas sumas figuraban los llamados novenos reales de los diezmos eclesiásticos, que equivalían a dos novenos del total de los diezmos que correspondían a la Iglesia y que esta pagaba como impuesto a la Corona.

De acuerdo con la legislación indiana, los diezmos pagados por los fieles se distribuían así:

“… la legislación española establecía en principio que la masa decimal –después de haberse deducido un 3% destinado al seminario conciliar, impuesto del que solamente estaba exenta la Corona- debía dividirse en cuatro partes, la primera de las cuales se asignaba al obispo y la segunda al cabildo eclesiástico. El restante 50% se dividía a su vez en nueve fracciones, que se distribuían entre la Real Hacienda –dos novenos llamados comúnmente “reales” o “de Su Majestad”-, los párrocos y otros ministros del culto -los cuatro

139 Ibid.

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novenos beneficiales-, los hospitales y la fábrica de las iglesias, que recibían un noveno y medio respectivamente.” 140

Al romperse en 1821 los vínculos políticos y administrativos entre Nicaragua y Costa Rica, la Tesorería de León había dejado de contribuir a los gastos de las autoridades costarricenses y tampoco había sufragado el déficit de más de tres mil pesos que tuvo la Real Caja de Costa Rica en ese mismo año, a pesar de lo cual Costa Rica había seguido remitiendo a León el monto correspondiente a los novenos reales de los diezmos, así como otro impuesto sobre ellos que databa de 1804 y se conocía como el noveno de consolidación.

Don Mariano Montealegre debía exigir que se devolvieran a Costa Rica las cantidades que entre 1821 a 1823 había remitido a León por concepto de novenos reales y noveno de consolidación, en atención a que durante ese período la Tesorería de Nicaragua se había abstenido de contribuir sufragar los gastos estatales costarricenses. El punto 10° de las instrucciones dispuso:

“10.- Como la Tesorería de León no sufraga erogación alguna para la administración de esta Provincia desde el año de veintiuno, pues aún no ha cubierto los alcances que resultaron aquel año en la Caja de esta Provincia por valor de tres mil y más pesos, no corresponde que ingresen en aquella los ramos de esta Provincia y por consiguiente se exigirá que el importe de los novenos reales de los diezmos de esta Provincia, desde aquel año inclusive, se reintegren a esta Caja, entendiéndose lo mismo respecto del noveno de consolidación, si en lo que toca a esta Provincia no lIena aquella Tesorería el objeto de su instituto.” 141

k.- Destino de los diezmos pagados por Costa Rica.

Otro problema que debía atender don Mariano durante su misión era el relacionado con el destino de los diezmos que los fieles costarricenses pagaban a la diócesis de Nicaragua y Costa Rica, cuya sede estaba en la ciudad de León. Se suponía que de

140 DI STEFANO, Roberto, “Dinero, poder y religión: el problema de la distribución de los diezmos en la diócesis de Buenos Aires (1776-1820)”, p. 93, en Quinto Sol, Universidad Nacional de La Pampa, n° 44, pp. 87-1 115, en http://www.biblioteca.unlpam.edu.ar/pubpdf/quisol/n04a05distefano.pdf,

141 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, pp. 448-449.

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esos diezmos debían sufragarse una serie de gastos de la Iglesia en Costa Rica, entre ellos los cuatro novenos beneficiales de los cuales se pagaba el estipendio de los curas párrocos, así como el noveno y medio destinado a los hospitales y a la construcción y reparación de templos (actividad designada con el apelativo general de “la fábrica”). Sin embargo, las autoridades eclesiásticas de León no adjudicaban a la Iglesia costarricense el total de de los novenos beneficiales y del noveno y medio destinado a hospitales e iglesias, y además retardaban de modo notorio el ya mermado monto que destinaba a los curas de Costa Rica. Para peores, desde 1821, las misiones de Propaganda Fide que actuaban en Costa Rica y que hasta entonces habían sido costeadas por la Tesorería de Guatemala, dejaron de percibir esa financiación, y la de León tampoco había asumido ese pago.

Para resolver todos esos problemas, que afectaban gravemente el funcionamiento de la Iglesia en Costa Rica, don Mariano Montealegre debería procurar que el Gobierno de León prestara su concurso y mediación para que se llegara a un arreglo entre Costa Rica y la llamada Junta Decimal, consejo de clérigos que en León administraba los diezmos y fiscalizaba su destino. Como bases de este arreglo, las instrucciones dadas a Montealegre consideraban necesario que se pagaran las sumas atrasadas, y que de los diezmos de Costa Rica solamente se remitieran a León las dos cuartas partes correspondientes al obispo y al Cabildo Eclesiástico, y las dos restantes permanecieran en Costa Rica para que se destinaran efectivamente al clero y a los templos de la provincia. También contenían algunas propuestas con respecto al llamado arrendamiento de los diezmos, que consistía en el remate, por parte de las autoridades civiles, del derecho a cobrar los que correspondieran a una determinada jurisdicción. Todo esto se consignó en el punto 11 de las instrucciones:

“11º- Observándose el abuso de que el cupo de los novenos beneficiales respectivo a los diezmos de esta Provincia y también los de parroquia y hospital, no se aplican en favor de ella y en toda su extensión, según las leyes vigentes para el caso, pues aún los ministros eclesiásticos de esta Provincia que sin proporción alguna tienen asignación en los primeros sufren notables atrasos; considerándose además que existen entre la provincia dos misiones

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de Propaganda Fide, a las cuales se les ha suspendido el sínodo en la Tesorería de Guatemala y no se les provee en las de León y que por consiguiente, para abonarlos en esta Provincia, debe reportar la cuota que en las vacantes señalan las leyes para el caso, para el mejor arreglo de los particulares indicados y remedio de los males que de ello se derivan, el Gobierno de León empeñara su autoridad y mediación para establecer con la Junta decimal un acomodamiento baja los principios siguientes: 1º, Que en lo respectivo al tiempo vencido, la masa llene cumplidamente las cargas que en punto a sínodos y demás objetos anexos debe sufragar en esta Provincia; 2º, que para lo sucesivo, en lo que. toque a los diezmos ya rematados en arrendamiento de esta Provincia, solamente perciba la masa de aquella las cuartas porciones señaladas al Ilustrísimo Diocesano y Cabildo, reservándose en la Caja de esta Provincia las otras dos y el cupo de las vacantes de sus diezmos para aplicarse por este Gobierno con intervención de los párrocos a los objetos a que están destinados por las leyes; y que en cuanto al tiempo por el que no estén arrendados dichos diezmos de esta Provincia, siendo indudable el mayor rendimiento que reportará a la masa el que se hagan los remates entre ella misma y por parroquias, según lo dispone el Derecho, este Gobierno, asociado con las hacedores que nombraran la Junta de León y párrocos de esta Provincia, reasuma su administración, celebrando los remates y aplicando las porciones conforme a las leyes del ramo y lo que queda prevenido.” 142

l.- Correo.

La separación de Nicaragua y Costa Rica en 1821 había interrumpido el funcionamiento regular del correo entre ambas provincias. Con el ánimo de restablecer esa indispensable comunicación, las instrucciones propusieron en su artículo 12 que Costa Rica costeara un tercio de los gastos y Nicaragua los otros dos tercios:

“12º- Si se restableciese la carrera del correo de esta Provincia basta la ciudad de León, como estaba antes, se estipulará que un tercio del salario lo sufrague en esta la Renta y los otros dos la administración de la carrera en aquella.” 143

142 Ibid., p. 449.

143 Ibid.

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m.- Moneda.

Desde 1820 se había iniciado en los montes del Aguacate la explotación de minas cada vez más rentables, lo cual había planteado la posibilidad de que Costa Rica empezara a acuñar su propia moneda. Montealegre debía pedir a las autoridades nicaragüenses que si esa acuñación se verificaba, y que la moneda emitida no fuera inferior en su peso y ley a la moneda de Guatemala y México, se admitiera la circulación en Nicaragua de la moneda costarricense. Costa Rica haría lo propio con la moneda que eventualmente acuñara Nicaragua, en las mismas condiciones. Así quedó planteado en el artículo 13 de las instrucciones.

“13.- Se tratará que en el caso de verificarse en esta Provincia un cuño provisional, cuyo peso y ley no rebaje de la moneda actual de Guatemala y México, sea admitida por igual representación en aquella Provincia de Nicaragua, como lo será la de ella en Costa Rica, si ejecutase igual establecimiento.” 144

n.- Dificultades con el obispo.

Además del asunto de los diezmos, había otro problema generado por la actitud de fray Nicolás García Jerez, obispo de Nicaragua y Costa Rica, con respecto a la renovación de las licencias a los sacerdotes costarricenses para ejercer su ministerio y la concesión de gracias y dispensas a los fieles costarricenses. Monseñor García Jerez, fervoroso partidario de la anexión de Centroamérica al Imperio Mexicano, había visto con mucho disgusto la reticencia de Costa Rica con respecto a la incorporación a México, y debido a ello había suspendido la concesión de dispensas y otras gracias a los fieles costarricenses, y se negaba a renovar las licencias a los sacerdotes de las poblaciones de ideología republicana, como San José y Alajuela. La Junta Gubernativa de Costa Rica, sin duda muy molesta por la actitud del prelado, que persistía a pesar de la caída del Imperio, instruyó a don Mariano para que solicitara la mediación del Gobierno de León ante el obispo, a fin de que cambiara de actitud. El punto 14 de las instrucciones dispuso al respecto:

144 Ibid.

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“14.- Observándose que el ilustrísimo diocesano, a pretexto tal vez de la anterior divergencia en el sistema político, suspende respecto de esta provincia la concesión, de dispensas y otras gracias y oficios que corresponden a su ministerio pastoral, se interpondrá la alta mediación del Gobierno de León para que cese un mal que puede producir otros de incalculable tamaño a la sociedad en lo político y moral.” 145

ñ.- Reunión tripartita y ratificación de los tratados

Costa Rica esperaba que Nicaragua pudiera volver a contar con un solo gobierno y pusiera fin a la división surgida desde 1821 entre León y Granada. Sin embargo, si esa división persistiera, don Mariano Montealegre debía solicitar a esos dos gobiernos que nombraran delegados para celebrar con ellos una reunión tripartita, con la especificación de que cualquier tratado que se suscribiera debía quedar sujeto a la ratificación de los gobiernos contratantes en un término razonable. Así lo indicaba el artículo 15° y último de las instrucciones, después del cual se consignaban la fecha del documento y las firmas de sus tres autores:

15.- Si la provincia de León formase distintos Gobiernos separados, solicitará el enviado que nombren comisionados para reunirse en un punto proporcionado y concertar de acuerdo los objetos de su misión; y cualesquiera tratado o pacto que se celebre quedará sujeto a la ratificación de los gobiernos contratantes dentro de un término proporcionado, a la distancia en que se hallen.

San José, junio dos de mil ochocientos veinte y tres años.

Juan Mora

Vicente Castro Manuel Alvarado”146

El 6 de junio, don Mariano Montealegre dirigió un oficio a la Junta Superior Gubernativa, en el que avisaba recibo de los documentos que se le habían enviado para “el lleno de su encargo”, es decir las instrucciones y documentación anexa. En el mismo

145 Ibid.

146 Ibid., pp. 449-450.

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oficio señalaba que, si bien no se le había señalado sueldo para el desempeño de su cargo, ni lo admitiría, requería saber sobre los gastos extraordinarios que generara la misión 147.

Al día siguiente, la Junta tomó el siguiente acuerdo para dar respuesta a las inquietudes de don Mariano, en unos términos que demuestran la plena confianza que se tenía en su probidad:

“… se dirá en contestación que a más de que se tendrán en la debida consideración los servicios que haga a la Patria en su importante encargo, no había olvidado este Gobierno el mandarle abonar el equivalente para gastos de su viaje, pero que careciendo de datos para hacer una graduación que no pareciese mezquina, se remite a la prudencia del mismo Enviado, de cuya integridad está satisfecho, para que con franqueza y sin estrechez manifieste a este Gobierno, la suma que graduase por sí mismo para mandársela abonar, sin perjuicio de que se le subsane después lo más en que pudiese por algún evento inopinado resultar gravado.” 148

Don Mariano contestó a la Junta con la siguiente nota, fechada el 9 de junio:

“Excelentísimo señor.

Los gastos extraordinarios que tengo que hacer en la comisión que Vuestra Excelencia me ha conferido cerca de los Gobiernos de León y Granada, no pueden ser calculados exactamente como yo quisiera; pero puede Vuestra Excelencia servirse mandar se me entreguen trescientos pesos en la segura inteligencia que si llegase, el caso de que me sobre de esta cantidad volveré lo que sea religiosamente, y si excediere haré a Vuestra Excelencia el reclamo, asegurado de la oferta que se sirve hacerme en su oficio del 7 del corriente.

Como el ilustrísimo señor obispo de León puede negar que ha suspendido para esta Provincia las gracias episcopales, conforme expresa el artículo 14 de la instrucción que Vuestra Excelencia me

147 IGLESIAS, 1899-1902, Vol. III, pp. 95-96.

148 Ibid., vol. III, p. 96.

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ha dado, sería muy conveniente llevar algunos documentos que acrediten los hechos.

También me es necesario que Vuestra Excelencia se sirva decirme si luego que dirija los tratados que se hagan para su ratificación, debo venirme sin esperar otros resultados, pues deseo el mayor acierto.

Dios, Justicia y Libertad. San José, junio 9 de 1823, 3º

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa” 149

3.- Viaje a Nicaragua y llegada a León. Primeras gestiones.

El 20 de junio, el novel diplomático salió de la ciudad de San José con rumbo al puerto pacífico de Puntarenas, donde se embarcó hacia el puerto nicaragüense de El Realejo 150, situado a corta distancia de la ciudad de León. El viaje por tierra de Costa Rica a Nicaragua era demasiado largo, peligroso y dif ícil y suponía atravesar las solitarias inmensidades del partido de Nicoya, cuyos escasos caminos eran en gran medida intransitables durante la estación lluviosa, debido al caudal de los ríos sin puentes.

Antes de salir de Costa Rica, don Mariano escribió a la Junta Superior Gubernativa de Granada 151 para expresarle que debido a lo lluvioso de la estación viajaría a Nicaragua por mar, de Puntarenas a El Realejo, por lo que le solicitaba remitir a la ciudad de León las comunicaciones que le dirigiera. También le escribió al comandante general de Granada Cleto Ordóñez, hombre fuerte de la ciudad, para pedir su concurso a fin de que pudiera efectuarse

149 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, p. 450.

150 Ibid., pp. 450-452.

151 Ibid., p. 452.

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una reunión conjunta entre representantes de Granada y León y el enviado costarricense 152.

Cuando se dice que don Mariano fue el primer diplomático de Costa Rica, no faltará quien se imagine que se trató de una misión como las que hubo posteriormente, y que el señor Montealegre fue con un secretario a que lo pasearan en carruaje por las calles de León y Granada, luciendo vistoso uniforme y bicornio emplumado, para ir a presentar credenciales. La verdad es que tuvo que irse solo, y que las cosas en Nicaragua no estaban para lujos. Sin embargo, cuando llegó a la tórrida León, el 6 de julio 153, después de dos semanas de viaje, fue recibido dignamente por las autoridades y sin duda aprovechó para saludar a sus medios hermanos Montealegre Romero y a sus amigos de juventud, así como para conocer cuñados y sobrinos.

Las autoridades de León habían propuesto a las de Costa Rica que se tomara una decisión conjunta sobre si enviar diputados o no al proyectado Congreso de Guatemala, y se suponía que eso podría discutirse durante la misión de don Mariano, pero cuando este llegó a León, ya las autoridades leonesas habían decidido que la ciudad enviara sus representantes a Guatemala, y el 2 de julio, pocos días antes de la llegada del comisionado de Costa Rica, se había efectuado la elección de los diputados. Por su parte, Granada y las poblaciones que reconocían su autoridad también eligieron sus propios diputados para representarlas en Guatemala. Costa Rica, por su parte, no estaba muy dispuesta a enviar diputados a Guatemala mientras permanecieran allí las tropas mexicanas comandadas por Filísola, que habían seguido allí a pesar de que la caída del Imperio en marzo había roto la unión entre México y Centroamérica.

Como hemos visto, en el punto 15 de las instrucciones se había dispuesto que si Nicaragua estuviera aún dividida en gobiernos distintos, el enviado de Costa Rica debía procurar que efectuara en un punto adecuado una reunión tripartita. Cuando don Mariano llegó a León, efectivamente subsistían dos gobiernos diferentes en Nicaragua, con una junta gubernativa en esa ciudad

152 Ibid.

153 Ibid., p. 450.

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y otra en Granada. El 7 de julio, al día siguiente de su llegada a León, como las autoridades granadinas no le habían remitido comunicación alguna, ni tampoco lo había hecho el comandante general Ordóñez, don Mariano dirigió una nota a la Junta Superior Gubernativa de Granada para solicitar la reunión tripartita. Ya la Junta de León había expresado su conformidad con la propuesta y también se dirigió a las autoridades granadinas para hacerlo de su conocimiento. La Junta leonesa invitaba a la de Granada a enviar sus delegados a León, donde serían recibidos con el decoro que correspondía, y en caso contrario ofrecía que los delegados leoneses irían con don Mariano Montealegre a Managua, donde podría celebrarse la conferencia 154.

La nota de don Mariano a la Junta de Granada expresaba:

“Excelentísimo señor:

Poco antes de emprender mi salida de la provincia de Costa Rica participé a Vuestra Excelencia que por lo entrado de la estación de las aguas hacía mi camino por el puerto de Punta Arenas, con el fin de desembarcar en este del Realejo, y que deseando proceder cuanto antes a dar el lleno a mi comisión, esperaba que Vuestra Excelencia se sirviese dirigirme sus comunicaciones a esta ciudad, en donde me advirtiese el lugar en que debíamos juntarnos los legados de esa ciudad y de esta. Así lo verifiqué y tuve la fortuna de llegar a esta sin novedad alguna el día de ayer, cabalmente cuando el correo que vino de esa no me trajo ningún oficio de Vuestra Excelencia. En consecuencia, pues, y queriendo caminar arreglado a las órdenes de mi Gobierno, no he principiado mis tratados con el de esta ciudad sin oficiar a Vuestra Excelencia, a fin de que se sirva decirme dónde debe ser nuestra reunión, siendo del mismo sentir esta Excelentísima Junta, que también oficia a Vuestra Excelencia sobre el particular. Como el asunto es de tanta importancia, se ha determinado mandar a Vuestra Excelencia este expreso, quedando y mientras con el mayor cuidado hasta que Vuestra Excelencia se sirva contestarme noticiándome el buen despacho.

En esta ciudad, como en cualquier destino, ofrezco a Vuestra Excelencia mis respetos y toda la consideración a que es acreedor.

154 Ibid., pp. 450-451.

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Dios, Justicia y Libertad. León, 7 de julio de 823.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Granada.” 155

Además de escribir a la Junta Gubernativa de Granada, don Mariano se dirigió en la misma fecha al comandante general Ordóñez para informarle de su llegada a León y pedirle que apoyara la celebración de la conferencia tripartita:

“Como se me presentó la favorable oportunidad de hacer mi camino por mar, ahorrándome de sufrir la intemperie de la estación, participé a Vuestra Señoría desde Costa Rica esta determinación, interesando su valimiento a fin de que estuviesen juntos los legados de ese Superior Gobierno en el lugar que se hubiese señalado para las sesiones, y cuya noticia esperaba que Vuestra Señoría me comunicase a esta ciudad; mas no habiendo tenido carta alguna de Vuestra Señoría ni de ese Superior Gobierno en el correo que llegó ayer al mismo tiempo que yo lo verifiqué, me ha parecido de mi obligación noticiar a Vuestra Señoría este suceso, esperando que tenga la bondad de vencer los inconvenientes que se presenten, noticiándome dónde es el lugar de la reunión, pues también este Gobierno desea saberlo y escribe al de esa ciudad.

Con tan poderoso influjo no dudo del buen despacho de mi instancia, por lo que va este expreso con este solo objeto.

En esta ciudad y en cualquiera otro destino ofrezco a Vuestra Señoría respeto y consideración.

Dios, Justicia y Libertad. León, 7 de julio de 823.

Mariano Montealegre

Señor comandante general de las armas de Granada, ciudadano Cleto Ordóñez.” 156

155 Ibid., p. 452.

156 Ibid., p. 452.

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Como ya indicamos, desde el 29 de marzo, el brigadier don Vicente Filísola, quien había sido nombrado por el emperador don Agustín I de México como jefe político superior y comandante general de Guatemala, había convocado a las antiguas provincias del extinto reino de Guatemala a nombrar diputados para reunir en la ciudad de Guatemala un congreso, de conformidad con lo que se había previsto en el acta de Independencia suscrita en esa población el 15 de setiembre de 1821.

El 8 de julio, don Mariano Montealegre dirigió desde León una nota a Filísola, en la cual le expresaba:

“Excelentísimo señor.

Con motivo de la invitación que Vuestra Excelencia hizo a todas las provincias de este Reino a fin de que resolviesen por medio de sus representantes la suerte que les debía caber en lo futuro, esta ciudad [León] invitó también a las provincias limítrofes para que enviasen a esta sus legados con el objeto de que determinasen si mandarían o no sus representantes a este Soberano Congreso, y Costa Rica, aunque aplaudió y celebró con el mayor entusiasmo la acta de Vuestra Excelencia, le pareció concurrir a esta porque llevaba las miras igualmente de transigir sus diferencias. Y yo fui el Legado que sin mérito nombró aquel Gobierno, y en su consecuencia me transporté a esta ciudad, adonde llegué felizmente el 6 del corriente; y aunque debía habérseme esperado para resolver si debían ir los diputados a esa, no obstante celebré mucho haber encontrado la elección hecha, porque es la voluntad de mi comitente, a pesar de no serle grata la permanencia en esa ciudad de las tropas de México, porque teme no obre con la libertad que corresponde al Soberano Congreso, y mi Provincia, excelentísimo señor, es sumamente celosa en mantener íntegros sus derechos. Yo creo que Vuestra Excelencia habrá ya hecho a mi Gobierno en el particular las explicaciones capaces de aquietarlo en el único punto en que por el recelo lo retraía, a mi salida, de concurrir al Congreso, y que agotará los arbitrios para retirar hasta los más lejanos motivos de sus sospechas, esperando yo se sirva Vuestra Excelencia darme la contestación que tenga a bien en la materia.

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Felicito a Vuestra Excelencia por tan acertados pasos que ha dado en la época presente: le deseo que continúe de la misma manera, pues creo que no habrá mayor gloria que hacer felices a los habitantes de un Reino; y aunque no valen nada mis respetos, los ofrezco a Vuestra Excelencia muchos años.

León, julio 8 de 1823.

Mariano Montealegre

Excelentísimo señor jefe político superior y comandante general de Guatemala.” 157

La nota de don Mariano a la Asamblea Constituyente fue leída en la sesión que ese cuerpo celebró el 2 de agosto de 1823 y el 7 de ese mes se le dio la siguiente respuesta:

“Secretaría de la Asamblea Nacional.

La Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América, en sesión de dos del presente mes, oyó con singular complacencia la exposición que Usted le hace desde la ciudad de León en 23 del próximo pasado, felicitándola por su instalación, y acordó se manifestase a Usted en contestación los gratos que le han sido sus sentimientos inequívocos de patriotismo, anotándolo así en el acta de aquel día.

Y por lo que respecta a los demás que contiene la citada exposición, después de haber oído la misma Asamblea el dictamen de la Comisión de negocios diplomáticos sobre el particular, lo ha pasado ya al Supremo poder ejecutivo para que por medio suyo y por el correo de este día, se signifique al Gobierno de Costa Rica el aprecio y concepto que le merecen los atinados pasos que ha dado en su marcha política, imponiéndolo también del estado y progresos de este Gobierno, de haber tenido ya efecto la salida de la división mexicana y de la urgente necesidad que hay de que a la mayor pasible brevedad se complete la representación nacional en esta Asamblea, para que la mayoría con más facilidad promueva y acuerde el interés general de estas provincias.

157 Ibid., pp. 452-453.

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Lo comunicamos a Usted para su satisfacción e inteligencia.

Dios, Unión, Libertad.- Guatemala, agosto 7 de 823.

Mariano Gálvez, diputado secretario

Al ciudadano Mariano Montealegre, enviado del Gobierno de Costa Rica cerca del de León de Nicaragua.” 158

Por su parte, el Ministerio General de las Provincias Unidas, cuyo titular era don José Velasco, dirigió a don Mariano la siguiente nota, fechada en Guatemala el mismo 7 de agosto de 1823:

“Ministerio General.

La Asamblea Nacional de estas Provincias centrales acordó se le pasasen a Usted las copias adjuntas. La primera contiene la invitatoria que en 22 del próximo pasado julio se le hizo al Gobierno de Costa Rica para que esta apreciable Provincia concurriese a celebrar el gran pacto social que debe consolidar nuestra Independencia y libertad. La segunda contiene la repetición que por este correo se le hace de la misma invitatoria, participándole la salida de las tropas mexicanas, que están ya en camino para el territorio de su nación, y manifestándole que la Asamblea sólo aguarda a sus diputados y a los que faltan de Nicaragua y Honduras, para deliberar sobre los asuntos grandes de interés general y sobre las relaciones que deben entablarse con las naciones extranjeras, teniendo ya los encargados de Negocios cerca de la República Angloamericana [los Estados Unidos de América] y del Gobierno de México, como también en la corte de Roma. Y la tercera copia es un parte del general Filísola en que avisa haber llegado ya con su misión al pueblo de Chimaltenango.

Y de orden del Supremo Poder Ejecutivo las dirijo a Usted esperando que por su parte tendrá esta comunicación los efectos convenientes que tanto se desea.

158 Ibid., p. 464.

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Dios, Unión, Libertad.- Palacio Nacional de Guatemala, 7 de Agosto de 1823.

José Velasco

Señor D. Mariano Montealagre, enviado de Costa Rica al Gobierno de León.” 159

Después de enviar sus comunicaciones a las autoridades granadinas, al jefe político superior Filísola y a la Constituyente reunida en Guatemala, don Mariano, haciendo gala de un temprano profesionalismo diplomático, procedió el 10 de julio de 1823 a remitir un pormenorizado informe a la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica para darle cuenta de las gestiones que había efectuado durante esos primeros días en León:

“Excelentísimo señor.

El día 6 del corriente llegué a esta ciudad sin novedad alguna, y desde que puse los pies en su territorio hasta el lugar de su centro, fui recibido por este Superior Gobierno, autoridades, corporaciones y vecindario con todos los honores, prerrogativas y decoro con que los pueblos libres e ilustrados tratan a los representantes de los lugares que son idénticos en principios e ideas. De suerte que Vuestra Excelencia y esa Provincia entera, por este motivo, ya ha contraído con León unas obligaciones que le impelen a la unión, fraternidad y buena correspondencia, prestándose como lo hallo, dispuesto a contratar con la regularidad correspondiente.

Como yo mucho antes de salir de esta ciudad oficié por el correo al Gobierno de Granada noticiándole que en busca de mi comodidad emprendía mi marcha por el puerto de Punta de Arenas para desembarcar en este del Realejo, de que se sirviese dirigirme su comunicación a esta ciudad, participándome el lugar donde debíamos juntarnos los legados de los tres Gobiernos, ocurrí a la estafeta en el momento que llego el correo; y no encontrando oficio alguno, no sólo de dicho Gobierno sino también faltándome el de su comandante a quien interesé para que se realizase mi objeto, me pareció conveniente no dar principio a mi misión en ésta, con arreglo

159 Ibid., pp. 464-465.

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al último artículo de la instrucción que me dio Vuestra Excelencia, sino que oficié al mismo Gobierno y aun al comandante (como se servirá ver Vuestra Excelencia, en la copia que le acompaño), recordándole cuanto le dije de Costa Rica y pidiéndole igualmente me dijese en contestación el lugar en que los legados debíamos reunirnos, despachando estos oficios a la madrugada de ayer por un expreso. Esta medida fue muy grata y también le había ocurrido tomarla a este Superior Gobierno en el mismo tiempo, como que estando en desavenencia con el de Granada podía producir el grande efecto de transigir sus diferencias.

Por lo mismo, y para interesar más a aquel, me convocó a que concurriese a discutir la materia con Su Excelencia, como se verificó, saliendo de unanimidad resuelto el oficiar este Gobierno al de Granada para los fines que llevo expuestos, diciéndole, como lo hizo, que si quería mandar a esta ciudad sus legados serían recibidos y tratados con el decoro correspondiente, y que en caso contrario enviaría el suyo e iría yo con él a Managua, pues a todo se hallaba dispuesto a fin de transigir las diferencias. Veré lo que contesta y según ello procederé, estando Vuestra Excelencia en la inteligencia de que tengo resuelto no tomar parte en las diferencias de estos Gobiernos, si no es para dar pasos a fin de que desaparezcan.

Ya sabrá Vuestra Excelencia que para el 24 del pasado junio se instalaba el Congreso en Guatemala con los diputados que se hallaban presentes; y a mí me pareció conveniente oficiar al señor Filísola de Guatemala, manifestándole los sentimientos en que dejé a Vuestra Excelencia sobre mandar los que se eligiesen en esa, como lo manifiesta la copia que también acompañó a Vuestra Excelencia.

Este Gobierno, decidido a mandar los suyos al Congreso, a quien se ha sujetado ya, temeroso de que las malvados con sus astucias variasen la opinión, resolvió el que se eligiesen y está señalado un corto plazo para su salida de esta.

Yo deseo que mi conducta haya sido del agrado de Vuestra Excelencia, pues esto será para mí un gran premio; mas como por falta de mis luces puedo haber errado, espero que Vuestra Excelencia

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me la diga y me instruya aun más, pues ya la penetración de Vuestra Excelencia sabe que siempre en todo he caminado tras del acierto

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. León, julio 10 de 1823.

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta. Superior Gubernativa de Costa Rica” 160

El 11 de julio, la Junta Superior Gubernativa de Granada, después de recibir y examinar las comunicaciones que le habían dirigido don Mariano Montealegre y la Junta Gubernativa de León, decidió aceptar la propuesta de efectuar la solicitada reunión tripartita, pero en lugar de que realizara en León o en Managua, población esta última de la que las autoridades granadinas habían recibido “repetidos insultos”, acordó proponer como sede de la conferencia la villa de Tipitapa, y al efecto dirigió al enviado de Costa Rica una nota en la que expresaba:

“En sesión del día acordó esta excelentísima Junta lo siguiente: Se leyeron dos oficios, uno del Gobierno de León y otro del comisionado del de Costa Rica en aquella ciudad, ambos de fecha 9 del corriente, contraídos a la celebración de tratados de alianza; amistad y comercio entre los tres gobiernos, a cuyo efecto es la misión del señor Montealegre, solicitando asignación de lugar en que deban reunirse y designando aquel Gobierno los puntos de León o Managua; y después de varias reflexiones análogas a las circunstancias del día, Su Excelencia acordó: que hallándose comprometido este Gobierno con el de Guatemala y provincias que se le han unido a enviar sus diputados al Congreso según se comunicó al expresado Gobierno de León en sesión de 27 del próximo pasado mayo, y en virtud de lo cual se eligieron los siete que según la tabla corresponden a los cuatro partidos de esta Provincia, hallándose ya en Guatemala los dos de Nicaragua y el de Matagalpa y listos para su marcha los de Granada y Masaya, no le es posible en el día retroceder sin notable agravio que acaso le prepararía un

160 Ibid., pp. 450-451.

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rompimiento que por todos términos debe evitar en cumplimiento de sus más sagrados deberes, no debiendo estos impedir la justa y arreglada medida sobre tratados de alianza, amistad y mutua correspondencia entre los tres Gobiernos a que gustoso se prestará éste, siempre que el lugar en que deban juntarse los legados sea la villa de Tipitapa, que se halla libre de todo aparato bélico que pueda comprometer la libertad con que ajustarse tratados de tanta consideración, única razón porque rehúsa este Gobierno remitirlos a León o a Managua, que a pesar de las insinuaciones que en oficio de 30 del próximo pasado y de dos del corriente se tienen por hechas por esta Junta y de aún no han recibido formal contestación que alejase los justos recelos que han concebido los pueblos de la formación de un considerable cantón en la villa de Managua, de la que este Gobierno ha recibido repetidos insultos y de que no ha hecho mérito en obsequio de la tranquilidad y buena armonía por que ha propendido con hechos positivos desde su instalación, aun permanece sin entenderse sus fines. Y le inserto a Ud. para su inteligencia.

Dios guarde a Usted muchos años.

Granada, Julio 11 de 1823.

Juan Argüello

Juan José GuzmánSecretario

Señor comisionado del Gobierno de Costa Rica, ciudadano Mariano Montealegre.” 161

Las relaciones entre los gobiernos de León y Granada, nunca demasiado cordiales, se agriaron todavía más en esos primeros días de julio de 1823. En mayo, las autoridades de Granada habían enviado una delegación a la villa de la Purísima Concepción de Nicaragua (Rivas) para invitarla a unirse al gobierno de aquella ciudad, y el 17 de mayo se había firmado un convenio mediante el cual la villa aceptaba la autoridad de Granada. Sin embargo, el 8 de julio se efectuó en Rivas un cabildo abierto en el cual se formularon

161 Ibid., pp. 455-456.

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cargos a las autoridades granadinas por los atropellos y desmanes cometidos contra las principales familias de la villa y se acordó que esta se separara de Granada y reconociera la autoridad de la Junta Gubernativa de León 162.

Las autoridades granadinas reaccionaron airadamente. Cleto Ordóñez, comandante general de las Armas de Granada y verdadero gobernante de la ciudad, organizó una fuerza de 270 hombres y marchó contra la villa de Nicaragua, a la cual sometió a pesar de la resistencia que presentaron sus habitantes 163.

Los hechos de Rivas no podían dejar de tener consecuencias en el partido de Nicoya. En la pugna que desde fines de 1821 había surgido entre León y Granada, el pueblo de Nicoya, cabecera del partido, se había mantenido inicialmente fiel a las autoridades leonesas, pero a mediados de 1822 había optado por unirse a Granada, situación que se mantuvo a pesar de las agitaciones políticas de 1823. Sin embargo, el 22 de mayo de 1823, el Ayuntamiento del pueblo de Guanacaste (la actual Liberia), la población del partido de Nicoya que tenía mayor vinculación con Rivas, optó por adherirse a León, y el 22 de julio se dirigió a la Junta Gubernativa de Granada, para manifestarle que sus providencias no serían obedecidas, por estar ya la bajo la autoridad de León. El pueblo de Nicoya, en cambio, se mantuvo fiel a Granada 164.

4.- Otras gestiones de don Mariano en León.

Mientras se llegaba a una decisión sobre la celebración de la conferencia tripartita, don Mariano Montealegre aprovechó su estadía en León para iniciar gestiones con respecto a otro de los asuntos a que se refería el punto 14 sus instrucciones: la negativa del obispo García Jerez a renovar las licencias a los sacerdotes costarricenses de las poblaciones de ideología republicana y a otorgar dispensas y gracias a los fieles de Costa Rica.

162 ZELAYA GOODMAN, 1965, p. 45.

163 Ibid.

164 SIBAJA, Luis Fernando, y ZELAYA, Chester, Nicoya. Su pasado colonial y su anexión o agregación a Costa Rica, San José, EUNED, 1ª. ed., 2015, pp. 122-129.

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El 22 de julio, don Mariano escribió a las autoridades de León la siguiente nota sobre este espinoso asunto, la cual entregó personalmente a la Junta Gubernativa:

“Excelentísimo señor.

Uno de los artículos de la instrucción que el Superior Gobierno de Costa Rica estampó en la que me dio para que tratase con Vuestra Excelencia o sus legados es el siguiente: Observándose que el ilustrísimo diocesano, a pretexto de la anterior divergencia en el sistema político, suspende respecto de esta Provincia la concesión de dispensas y otras gracias y oficios que corresponden a su ministerio pastoral, se interpondrá la alta mediación del Gobierno de León para que cese un mal que puede producir otros de incalculable tamaño a la sociedad en lo político y moral.

Ya ve Vuestra Excelencia cuán doloroso serán para mi Provincia tales acontecimientos, mayormente si considera que casi sólo son dirigidos contra los lugares que no quisieron sujetarse al ex emperador don Agustín Iturbide, y más que todo esto, y que mirará Vuestra Excelencia con asombro, es que se perpetúan y aún con más rigor después de que este heroico suelo estampó el acta de 17 de abril último.

Tenemos ya en la ciudad de San José y villa de la Alajuela, que chocaron con la de Cartago y Heredia como Vuestra Excelencia se halla bien impuesto, varios eclesiásticos quienes por haberse concluido el término de sus licencias ocurrieron a Su Señoría Ilustrísima, para que los habilitase de nuevo o les prorrogase el tiempo, sin poder administrar el sacramento de la penitencia, y se les negó, no hallándose de los contrarios pueblos en sistema ninguno suspenso si no es uno, que por haber hecho su ocurso en compañía de otro presbítero liberal, participe del anatema. De la misma manera se han negado por nuestro pastor las dispensas e impedimentos para contraer matrimonio, que siempre y con la mayor facilidad había concedido, de cuya retención se suelen seguir muy graves consecuencias.

Mi Gobierno, excelentísimo señor, conoce que Su Señoría Ilustrísima puede retener las licencias y gracias, porque es facultativo en hacerlo, y sólo siente que use de esta facultad con sólo

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los pueblos de aquella Provincia que jamás reconocieron al que por la fuerza se cubrió con la púrpura del Imperio, y lo que es más, que continúe haciéndolo, como llevo expuesto, después de la acta del 17.

En esta virtud mi Provincia, excelentísimo señor, espera de la alta mediación de Vuestra Excelencia que interpondrá sus oficios con Su Señoría Ilustrísima, a fin de que sobresea en tales providencias, pues de lo contrario yo estoy muy cierto y aseguro a Vuestra Excelencia que se seguirán fatales consecuencias, por ser esta una circunstancia previa a la reunión del Soberano Congreso a que aspiran nuestros tratados.

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. León, julio 22 de 1823.

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de esta Provincia.” 165

Los integrantes de la Junta Gubernativa de León, especialmente su presidente el presbítero don Pedro Solís, se manifestaron muy interesados en que se solucionaran estas dificultades y ofrecieron atender con empeño el asunto.

En otro orden de cosas, el 23 de julio don Mariano dirigió una nota a la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América, que había inaugurado sus sesiones en la ciudad de Guatemala el 24 de junio. En esa nota felicitaba a la Asamblea por su instalación y le reiteraba la reticencia de Costa Rica a enviar sus diputados mientras en Guatemala permanecieran estacionadas las tropas de México:

“Señor:

Como enviado del Gobierno de Costa Rica cerca del de esta ciudad y el de Granada, a fin de concertar las bases de armonía a con que deben regirse mientras se organizan las provincias guatemalensas, me tomo la satisfacción de felicitar a Vuestra

165 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, p. 454.

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Soberanía por su instalación a nombre de mi comitente y de todos los habitantes que están bajo su Gobierno, pues no pudiendo hacerlo si no con mucho atraso, por lo que dilatará en llegar el correo que les conduce tan plausible acontecimiento, yo, intérprete de sus sentimientos; aprovecho la situación en que me hallo, anticipándome al tiempo en que de mi Provincia pueden hacerlo.

Si la convocatoria sola para el Soberano Congreso fue celebrada con tanto entusiasmo, regocijo y enajenamiento, la realidad y el hecho deben corresponder a las esperanzas y deseos. Sólo una cosa minoraba el placer ocasional por el llamamiento de representantes y es la permanencia de las tropas de México, pues en aquella Provincia [Costa Rica] se ha creído que mientras estén en nuestro suelo, no podrá Vuestra Soberanía obrar con la libertad con que debe hacerlo. Este inconveniente o presentimiento retraía a mi Gobierno, a mi salida de aquel suelo, de elegir y mandar sus diputados a ese Soberano Congreso, lo cual hizo presente, según se me aseguró, al señor jefe político y comandante general de las armas de esa Provincia [Guatemala], para que lo removiese o hiciese las explicaciones capaces de desvanecer las sospechas, habiéndolo yo verificado también al mismo jefe, por, encargo que tengo, luego que arribé a esta ciudad, por el correo que salió el 8 del presente. El de Costa Rica ha llegado hoy mismo y no se me comunica que la elección de representantes esté hecha, por lo que creo continúa aquel Gobierno firme en su sentimiento. Por tanto y porque mis deseos son dirigidos a la reunión de todas las provincias que antes estaban bajo un mismo Gobierno, suplico a Vuestra Soberanía que si lo tiene a bien se digne dirigir sus comunicaciones a mi comitente, explicándole en el particular lo que Vuestra Soberanía crea conveniente.

Me he extendido más de lo que esperaba por dar a Vuestra Soberanía una idea del Estado en que se halla la Provincia a quien pertenezco. Ahora, pues, reciba, señor, las felicitaciones más cumplidas de ella y también del que representa.

León, Julio 23 de 1823.Señor.

Mariano Montealegre.” 166

166 Ibid., pp. 454-455.

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La Junta leonesa había aceptado los términos propuestos por la Junta Gubernativa de Granada con respecto a la reunión tripartita, y nombró a su presidente don Pedro Solís para que la representara en la conferencia. La salida de Solís y de don Mariano Montealegre de la ciudad de León se programó para el 25 de julio. La víspera, don Mariano dirigió un breve informe a la Junta Gubernativa de Costa Rica para ponerla en autos de sus gestiones de los últimos días y remitirle copia de las comunicaciones enviadas y recibidas:

“Excelentísimo señor.

La adjunta copia impondrá a Vuestra Excelencia del éxito que tuvo mi solicitud y de este Gobierno relativa a que el de Granada mandase a esta ciudad o a la villa de Managua su enviado para entrar en tratados, y en su consecuencia el día de mañana salgo con el señor presidente de este Gobierno, que es el que nombró para el efecto.

Como el tratado de retención de gracias, dispensas, etc., que este señor ilustrísimo niega a esa Provincia es de tanta urgencia, me pareció antes de ausentarme representarlo a este Gobierno, como lo verá Vuestra Excelencia de la copia que le acompaño, habiendo yo mismo entregándolo y hecho las aclaraciones correspondientes, y tuve la satisfacción de ver el gran interés que se tomó por todos los miembros del Gobierno y de que se me ofreciese mirar el asunto con empeño y en particular el señor presidente.

Como llegó aquí oficialmente la instalación del Congreso en Guatemala, me pareció conveniente felicitarlo a nombre de Vuestra Excelencia y de toda esa Provincia, manifestándole la única causa de recelo que esa Provincia tiene para enviar sus diputados, como por menor se servirá ver Vuestra Excelencia en la copia que le dirijo, incluyéndole otra de un oficio que el mencionado Congreso pasó al señor comandante de las armas de Granada, en que se ve brillar el tino y prudencia con que empieza.

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años.- León, julio 24 de 1823.

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Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta SuperiorGubernativa de Costa Rica” 167

Antes de salir de León, don Mariano también envió una breve comunicación a las autoridades de Granada para comunicarles su partida: “Con el señor presidente de este Gobierno, que ha nombrado por su legado para la celebración de los tratados con ese Superior y el mío, salgo el día de mañana en consecuencia de la contestación de Vuestra Excelencia de 11 del corriente, y lo comunico a Vuestra Excelencia a fin de que esté pronto el enviado de Vuestra Excelencia.

Dios guarde a Vuestra Excelencia.- León, Julio 24 de 823.

Excelentísimo señor

Mariano Montealegre.

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Granada.” 168

5.- Fracaso de la proyectada conferencia tripartita.

De conformidad con lo acordado, don Mariano Montealegre y don Pedro Solís salieron de la ciudad de León el 25 de julio y al día siguiente llegaron a la villa de Managua. Una vez allí, ambos se dirigieron a las autoridades de Granada, para proponerles que la reunión tripartita no se celebrara en la villa de Tipitapa, como habían propuesto los granadinos, sino en otro lugar que ofreciera más comodidades, ya que Tipitapa era un lugar muy pobre y de desagradable clima. La nota de don Mariano expresaba:

167 Ibid., p. 453.

168 Ibid., p. 457.

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“Cumpliendo con el último oficio que dirigí a Vuestra Excelencia en fecha 24, he llegado ayer a esta de Managua, en donde espero la resolución sobre el lugar y tiempo de muestra reunión que vivamente deseo.

El artículo 15 de las instrucciones que traigo de mi Gobierno dice a la letra así: “Si la Provincia de Nicaragua formase distintos gobiernos separados, solicitará el enviado que nombren comisionados para reunirse en un punto proporcionado y concertar de acuerdo los objetos de su misión, y cualesquiera tratado o pacto que celebre quedara sujeto a la ratificación de los gobiernos contratantes dentro de un término proporcionado a la distancia en que se hallen”. En esta virtud está claro mi deber y que haré los tratados en donde se convengan los dos gobiernos, aunque mis deseos de pasar a Granada y la especial recomendación que esta merece en mi Provincia, como lo harán ver mis procedimientos, exigiesen otra cosa.

No obstante, con noticia de la miseria del pueblo de Tipjtapa, desearía nos dirigiésemos a otro punto más cómodo sin negarme por esto a marchar aunque fuese allí.

Dios, etc., Managua, Julio 27 de 823.

Excelentísimo señor

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior de Granada.” 169

Sin embargo, en Granada habían empezado a surgir recelos con respecto a la idea de la conferencia tripartita. El 27 de julio, antes de recibir la nota que en esa misma fecha le dirigió don Mariano desde Managua, la Junta Gubernativa de Granada le envió otra en la que le manifestaba que por el momento solamente enviaría a su secretario don Juan José Guzmán, a fin de conocer los términos de las instrucciones con que venían Montealegre y el enviado de León, antes de decidir sobre el envío de un legado. Sin

169 Ibid.

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perjuicio de lo anterior, la Junta invitaba a los enviados de Costa Rica y de León a pasar a Granada:

“Al de Usted, fecha 24 en León, en que anuncia salir al siguiente día con el señor presidente, legado por aquel Gobierno para la celebración de los tratados con este y el de Costa Rica, que a Usted nombró, se han presentado dificultades de bastante consideración que por ahora sólo dan lugar a comisionar al secretario de esta Junta con el fin de explorar los términos a que se contraigan la instrucciones de uno y otro Gobierno, para en su vista resolver con aceleración la remesa del legado, siempre que no haya de chocar con las extraordinarias circunstancias ocurridas en la violenta crisis política de esta ciudad, cuya consideración está ya al alcance de la Soberana Asamblea Constituyente, como lo debe estar al de Usted.

Este Gobierno, a iniciativa del de León, por oficio del 18 había prefijado el día último del corriente para la reunión en Tipitapa y así lo comunicó el 23, en consideración a que para ese día habría dado lugar la extraordinaria ocurrencia de Nicaragua, que hasta la fecha aún subsiste, y no esperaba la aceleración que Usted le anuncia de su marcha antes de recibir la contestación al Gobierno de León sobre el particular.

Lo dicho no impide para que hallándose a tan corta distancia, tuvieran la bondad el señor presidente y Usted de honrar esta ciudad con la presencia de sus dignas personas, que le sería a este Gobierno de indecible satisfacción y que a más palparían sin equívoco las operaciones y rectas intenciones del que la malignidad de. los desafectos tan abiertamente ha vulnerado.

Dios guarde a U. muchos años.- Granada, Julio 27 .de 823

José Antonio Velasco.- Bernabé Montiel.- Juan Argiiello.- Nicolás Rocha.

Señor enviado de Costa Rica Ciudadano Mariano Montealegre.” 170

170 Ibid., pp. 457-458.

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El secretario de la Junta de Granada llegó a Managua y allí acordó con don Mariano Montealegre y el padre Solís que la conferencia se efectuaría en breve en una hacienda de las cercanías. Parecían allanadas ya todas las dificultades, y don Mariano se sintió muy contento al ver que ya pronto podría concluir su misión. El 2 de agosto, la Junta Gubernativa de Granada envió al padre Solís una comunicación en la que confirmaba el envío de su representante para que la reunión se iniciara el 4 de agosto en la hacienda de don Manuel Corrales, situada a cuatro leguas de Managua.

Sin embargo, el 3 de agosto, y por órdenes del comandante general de las armas de León don Basilio Carrillo Colina (hermano mayor del futuro jefe de Estado de Costa Rica don Braulio), las tropas leonesas que se hallaban acantonadas en Managua, en número de seiscientos hombres, salieron de la villa y marcharon inesperadamente sobre Masaya, población sujeta a la autoridad de Granada, para después ocupar la villa de Nicaragua. Esta acción militar impidió que el delegado de Granada pudiera llegar a la hacienda elegida como sede de la conferencia, prevista para el día 4.

Profundamente disgustado y alarmado, don Mariano Montealegre le dirigió entonces una nota a don Pedro Solís para expresarle su sorpresa ante lo ocurrido:

“Después de haberme gloriado a mi llegada a León, creyendo cumplidos los deseos de mi Gobierno en la federación de estos dos a que me dirigía, no cesé un momento de excitar nuestra reunión que esperaba se efectuara en breve: en este concepto salí de León hasta que aquel Gobierno tuvo a bien hacer elección de la persona de Vuestra Señoría a el efecto, que fue para mí muy satisfactoria: mas llegando a ésta y conviniéndonos en el punto, veo avanzar tropas y declararse hostilidades que contradicen e impiden los tratados entre el Gobierno de Granada y Vuestra Señoría.

Si estas determinaciones hubiese yo traslucido, jamás hubiera creído cumplidos mis deseos ni seguido tratando de reunión; pero no habiendo podido ni creerlo entretanto, me hallo ahora sorprendido de tan desagradable ocurrencia y en duda de si es llegado el tiempo de variar de rumbo, variando las circunstancias según las

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instrucciones que tengo; pues para efectuar nuestro destino parece debían haberse detenido los pasos hostiles.

Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años.- Managua, Agosto 4 de 823.

Mariano Montealegre

Señor comisionado del Gobierno de León, ciudadano Presbítero Pedro Solís.” 171

El presbítero Solís respondió al siguiente a don Mariano con una nota en la que le expresaba:

“Al oficio de Vuestra Señoría de ayer contesto asegurándole que los deseos de Vuestra Señoría han sido los míos sobre que a la mayor brevedad concluyésemos las tratados de alianza y amistad entre el Gobierno de Vuestra Señoría, el de Granada y el mío verificándose la reunión de enviados en el lugar designado: con este objeto vine en compañía de Vuestra Señoría a esta villa: inmediatamente participé mi llegada al Gobierno de Granada, quien en oficio de 2 del corriente ofrece mandar su legado a la hacienda de Don Manuel Corrales; pero al mismo tiempo que se ha presentado Su Excelencia [la Junta de Granada] a la celebración de los tratados, continúa en sus procedimientos hostiles contra mi Gobierno, en términos que se dio orden al comandante general que ocupase Masaya y fuese sobre Nicaragua [Rivas], lo que se ha ejecutado en estos días, y de consiguiente me considero impedido para poder evacuar mi comisión, pues no está en mi arbitrio el allanar los obstáculos, y en esta inteligencia Vuestra Señoría obrará con respecto a la suya, según le parezca convenir.

Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años.- Managua, 5 de agosto de 823.” 172

Pedro Solís

Señor comisionado de Costa Rica don Mariano Montealegre.

171 Ibid.

172 Ibid., p. 458.

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La respuesta debe haber dejado a don Mariano todavía más molesto que el día anterior. Las autoridades leonesas, evidentemente, no tenían en realidad mucha fe en el resultado de la conferencia, porque sin aguardar a que esta se iniciara, habían dispuesto el movimiento de sus tropas hacia Masaya y Rivas, por considerar que Granada continuaba realizando acciones hostiles en su contra; pero además se habían abstenido de comunicar tales sentimientos e intenciones al enviado de Costa Rica, al que la acción militar tomó por sorpresa. Las frases finales de la nota de Solís dejaban bien claro que León ya no tenía interés en seguir adelante con los planes negociadores y dejaba a don Mariano libre para que actuara como lo tuviera por conveniente. El 10 de agosto, don Pedro Solís abandonó Managua y emprendió el regreso a León.

Lo cierto es que la conducta observada por los dos gobiernos de Nicaragua dejaba mucho qué desear. Aunque en el artículo 6° convenio del 26 de abril se había acordado que los pueblos eran libres para adherirse a uno u otro gobierno “sin que se les exija u obligue de manera alguna a prestar obediencia”, Granada se había negado a aceptar pacíficamente la secesión de la villa de Nicaragua, decidida por el vecindario de esa población el 8 de julio, y había restablecido por la fuerza su autoridad sobre ella. Por su parte, León, en vísperas de la conferencia tripartita, donde ese tipo de problemas podrían haberse discutido y eventualmente solucionado, había optado también por un desplante militar, mediante el envío de sus tropas a Masaya y a Rivas.

Ante la desconsiderada actitud de las autoridades leonesas, don Mariano decidió seguir adelante con su misión y abrir negociaciones por separado con el Gobierno de Granada. El 7 de agosto dirigió desde Managua una nota a la Junta Superior Gubernativa de Granada, en la que le expresaba:

“Excelentísimo señor.

Después de haber agotado los recursos, desde mi llegada a esta Provincia, a fin de reunir los legados de ese Superior Gobierno y el de León para que hiciésemos los tratados de amistad, etc., a que fui destinado por mi Provincia, creí ya llegado el caso cuando vino el señor secretario de Vuestra Excelencia; pero todo ha sido en vano,

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pues el oficio de Vuestra Excelencia en que señala la hacienda de don Manuel Corrales llegó al señor comisionado de León el 4, día mismo en que debía ser la reunión.

En esta virtud le oficié preguntándole si por su parte estaba en ánimo de evacuar su comisión y me contesta con fecha de 5 del corriente creerse ya impedido de ejecutarla, por lo que yo podía obrar como me pareciese.

Con este motivo dirijo a Vuestra Excelencia este oficio para que se sirva decirme si está en el caso de mandar su legado a la villa de Tipitapa o a la hacienda de don Manuel Corrales, pues con este oficio recibirá Vuestra Señoría la garantía para la persona de su comisionado, pues así los solicitó del señor comandante general de las Armas de León, residente en Masaya; no siéndome dable el pasar a esa ciudad, como tanto deseo por no exponerme en las circunstancias de hostilidad en que se halIan los dos gobiernos. Espero, pues, que si Vuestra Excelencia aceptase mi solicitud me conteste a la mayor brevedad señalándome el lugar y día para no faltar por mi parte.

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años.- Managua, 7 de agosto de 1823.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Granada.” 173

A fin de garantizar que el enviado de Granada pudiera llegar sin contratiempos a Tipitapa o a la hacienda de don Manuel Corrales, don Mariano le escribió el mismo 7 de agosto al comandante general de Armas de León don Basilio Carrillo Colina, para solicitarle que garantizara el libre paso del representante granadino y que lo comunicara así a la Junta Gubernativa de Granada. La nota expresaba:

“Con motivo de haberse frustrado la reunión de los legados de estos dos Gobiernos, a que aspiraba mi demora en esta villa, y haber oficiado al comisionado del de León últimamente sobre la

173 Ibid., p. 459.

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materia y haberme respuesto no estar ya en el caso de efectuarlo, he determinado hacer los tratados por separado con cada uno de ellos, oficiando al Gobierno de Granada e invitándole a la villa de Tipitapa o la hacienda donde antes nos habíamos convenido. En consecuencia y siendo necesario garantizar, la persona de aquel comisionado, espero que Vuestra Señoría se sirva ofrecerlo, dirigiendo el correspondiente documento de ello, junto con mi oficio, a aquel Gobierno, para su pronta resolución, y de lo contrario decírmelo en contestación, volviendo de ese punto el correo que se dirige hacia Granada.

Dios guarde a V. S. muchos años.- Managua, Agosto 7 de 1823.

Mariano Montealegre

Señor comandante en jefe del cantón de Masaya, Ciudadano Basilio Carrillo.” 174

El Gobierno de Granada, que evidentemente y con razón no se fiaba de los leoneses, optó por responder a don Mariano reiterándole la invitación para que se trasladara a esa ciudad y efectuar allí las negociaciones. Por su parte, el comandante Carrillo le contestó al enviado de Costa Rica diciendo que el movimiento de tropas a Masaya no se había realizado con la mira de hostilizar a Granada, sino de garantizar la libertad de Rivas, que ya habían desocupado las tropas granadinas.

Finalmente, don Mariano decidió trasladarse a Granada, y el 10 de agosto lo anunció así desde Managua al Gobierno de Costa Rica –que le había enviado desde el 10 de julio unas instrucciones adicionales-, en una nota en la cual le daba cuenta del fracaso de los planes para la conferencia tripartita:

“Excelentísimo señor.

En mi oficio de 24 de julio participé a Vuestra Excelencia que el 25 emprendía mi marcha con el legado de León a efecto de celebrar los tratados en un punto con el de Granada, como lo verifiqué, y desde esta villa oficiamos a aquel Gobierno participándole nuestra

174 Ibid.

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llegada, que fue el 26, solicitando si sería asequible fuese la reunión en otro destino que prestase más comodidades y no en Tipitapa de tan mal temperamento. Yo recibí la contestación que verá Vuestra Excelencia en la adjunta copia, señalada con el número 3°, y en efecto vino el secretario de aquel Gobierno con quien quedó pactado nos reuniríamos muy breve en una hacienda distante de esta villa 4 leguas.

Contento al extremo al ver que iba ya a terminar mi comisión, esperaba sólo el aviso de Granada, pues el comisionado ofreció se participaría el día en que vendría el de aquel Gobierno, el que dirigió sólo al de León, que recibió el 4 por la tarde y me enseñó al anochecer; cuyo día era puntualmente en el que estaría en la hacienda, pues el oficio era datado el 2 del corriente.

En este estado y en consecuencia de que las, tropas que estaban acantonadas en esta villa en número de 600 hombres, bajo las órdenes del señor comandante general de León avanzaron sobre Masaya el 3, cuyo acontecimiento desde luego no permitió venir al comisionado de Granada a la referida hacienda, oficié al de León reconviniéndolo, como Vuestra Excelencia verá en la copia señalada con el N° 4°, y por su contestación N° 5 me determiné a dar los pasos que manifiestan los oficios señalados con el N° 6° y 7°.

Surtió el efecto que deseaba, pues acabo de recibir oficio del Gobierno de Granada, llamándome con la mayor instancia, y del Comandante de León asegurándome que su situación en Masaya no es para hostilizar a Granada, sino para proteger la libertad de Nicaragua [Rivas] que ya desocuparon las tropas de aquel Gobierno, pensando hacer él lo mismo luego que lo apruebe el de León a quien se lo había propuesto. En esta inteligencia mañana parto para Granada y luego que concluya con aquel Gobierno me regreso a León a pactar, pues el comisionado hoy se ha vuelto para dicha ciudad.

Yo no he recibido en el presente correo correspondencia de Vuestra Excelencia siquiera acusándome recibo del que le dirigí de León, y hace muy pocos días se me entregó el pliego que contiene las adiciones a mis instrucciones y cuya fecha es de 10 de julio último, a que me arreglaré luego que llegue el tiempo.

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Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años.- Managua, agosto 10 de 1823.

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta. Superior Gubernativa de Costa Rica” 175

No conocemos el texto de esas instrucciones adicionales remitidas a Montealegre por la Junta Gubernativa de Costa Rica el 10 de julio, que recibió en los primeros días de agosto, pero suponemos que se referían principalmente a la posibilidad de que Nicoya se anexara a Costa Rica, como veremos a continuación.

6.- Don Mariano en Granada. El tratado Montealegre-Velasco.

Don Mariano fue recibido con mucha cordialidad y cortesía por la Junta Gubernativa de Granada y el comandante general Cleto Ordóñez, y durante los cinco días que pasó en la ciudad fue objeto de múltiples atenciones. Enseguida de su llegada presentó las credenciales que lo acreditaban como comisionado del Gobierno de Costa Rica e inició las negociaciones con las autoridades granadinas para la firma de un tratado bilateral. Advirtió, sin embargo, que Granada se hallaba enfrentando una gran penuria de recursos económicos, debido a que los había destinado casi todos a hacer frente a la situación de hostilidad imperante con respecto a León. Por esta circunstancia prefirió abstenerse de presionar mucho a las autoridades granadinas con respecto a la cancelación de las obligaciones que tenían pendientes con Costa Rica.

En sus reuniones con la Junta Gubernativa de Granada, don Mariano presentó una serie de propuestas, formuladas de conformidad con sus instrucciones, que fueron aprobadas por las autoridades granadinas y llevaron a la firma del tratado Monteleagre-Velasco, primer convenio internacional de la historia

175 Ibid., pp. 360-361.

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costarricense, que fue suscrito en Granada el 16 de agosto de 1823 y que transcribimos a continuación:

“Reunidos los señores que la componen y señor Enviado de Costa Rica, con el fin de contratar uno y otro Gobierno, se propusieron por el señor Comisionado, con arreglo a sus instrucciones, los artículos siguientes, habiendo presentado el dicho señor el competente credencial que se le devuelve.

1°- Que uno y otro Gobierno se reconozcan mutuamente en todos sus ramos. Aprobado.

2° - Que uno y otro se deberán auxiliar mutuamente en caso de invasión exterior o interior turbación, hasta con el numero de quinientos hombres, consideradas las actuales fuerzas de una y otra Provincia, no debiéndose entender estrechamente, pues pudiéndose con más se deberá hacer y prestar. Aprobado.

3°- Que en caso de abrir el camino de Sarapiquí o San Carlos para la comunicación pronta de la provincia de Costa Rica y esta, concurrirá cada una en proporción a su facultades y población a los gastos que se eroguen para la guarnición que proteja el comercio de ambas Provincias y su seguridad. Aprobado.

4° -Costa Rica dará a la Provincia de Granada el surtido de tabaco para sus tercenas, mientras subsista estancado, a dos reales libra en sus propios almacenes; anticipándose por el Gobierno de Granada una tercera parte del pedido anual al tiempo de su remesa y las dos terceras partes restantes a los cuatro meses de recibido en ésta; todo lo que deberá entenderse cesado el apuro que hostilidades con el Gobierno de León. Aprobado.

5°- Que con respecto a la deuda que tiene contraída el Gobierno de Granada con Costa Rica en dos remesas de tabaco, por lo que hace a la ultima, que importa dos mil trescientos setenta pesos un real, teniendo pagados un mil quinientos que llevó el ciudadano Mora [don Joaquín Mora Fernández, que había estado en Granada en 1822] y quinientos cincuenta, valor de los fletes, sólo resta trescientos veinte pesos un real, que satisfará en el día, cubriéndose con recibo del señor enviado y factor; y por lo que toca a la anterior,

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cuyo valor es de tres mil sesenta y cinco pesos, tres y medio reales, se le franqueará libramiento contra el administrador de Masaya don Gregorio Bolaños y sus fiadores del producto libre de cuarenta tercios de que se hizo cargo en enero de este año y de que aún no ha rendido cuenta y el resto será satisfecho en el término de dos meses. Aprobado.

6°- Que el costo de correos se graduará proporcionalmente, tocando a los dos gobiernos contratantes las dos terceras partes de él, bajo el concepto de que no deberá ser interceptado, y por el que lo fuere será satisfecho todo su costo. Aprobado.

7°- Para el comercio recíproco entre ambas provincias se estipulará: 1°, que los artículos de comestibles, vinos y aceites, plantas y drogas medicinales serán libres de todo derecho de Hacienda en su introducción; 2°, que en los demás artículos, siendo en su naturaleza o manufactura procedentes de ellas, puede establecerse hasta un dos por ciento de dichos derechos ; 3° , si de las demás provincias del Reino, un tres por ciento ; 4°, si de los otros reinos de América que se llamaba española , un cuatro por ciento; 5°, y si extranjeros, en el fierro, acero, cobre y plomo, géneros de lino y lana, un cinco por ciento; la seda en rama y tejidos, un ocho por ciento; los géneros de algodón, la quinquillería, cristalería y loza, un diez por ciento ; los licores, naipes, abanicos, relojes, botas y zapatos, sillas de montar y muebles de adorno de casa, un veinte por ciento ; 6°, el oro y plata en polvo, pasta, plancha, barra o amonedado y el azogue, los instrumentos de agricultura, minería y demás artes, los impresos, mapas, naipes, jarcia, alquitranes, breas, anclas, arnas y peltrechos de guerra, cualquiera que sea su origen, sean libres de dichos derechos. Aprobado.

8°.- Conociendo que el partido de Nicoya, por su situación topográfica, puede recibir mayores ventajas del Gobierno de Costa Rica, a cuya Provincia está más contiguo, el Gobierno de Granada lo informará así a la Soberana Asamblea Constituyente para su determinación. Aprobado.

9°.- Que la ratificación de los antecedentes tratados, por lo tocante al Gobierno de Costa Rica que se la reserva, según el credencial del señor su enviado, se prefija el término de mes y medio entre el

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que podrá ir y regresar el correo mensual, y un término que parece oportuno para el efecto. Aprobado.

Y habiéndose movido la cuestión de si por este Gobierno, que en el día depende de la Soberana Asamblea Constituyente, podrían celebrarse tratados como los precedentes y ratificarse o no, se resolvió afirmativamente; pero siempre con el carácter de interinidad y bajo la aprobación de la misma Asamblea Soberana, adonde deberá darse cuenta al efecto. En su consecuencia, releído que fue todo el anterior contexto a los señores contratantes en lo más solemne, por sí esta Junta Gubernativa y el señor legado de Costa Rica don Mariano Montealegre, a nombre de su Gobierno, se obliga a estar por lo pactado dependiente de la ratificación dicha; haciendo por ahora las demostraciones que sean posibles y prometiéndose este Gobierno en su ratificación solemnizarla en los términos que más signifiquen su justo regocijo; y firman en esta Sala de Sesiones de Granada, a los diez y seis días del mes de agosto de mil ochocientos veinte y tres, primero de nuestra Libertad. José Antonio Velasco.- Mariano Montealegre.- Juan Argiiello.- Bernabé Montiel.- Venancio Fernández.- Nicolás de la Rocha.- Juan José Guzmán, secretario.

Y de mandato de Su Excelencia. doy el presente que firmo en Granada, fecha ut supra. Juan José Guzmán, secretario.” 176

176 Ibid., pp. 461-463.

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TRATADO INSTRUCCIONES

1°- Que uno y otro Gobierno se reconozcan mutuamente en todos sus ramos.

3º- Si la Provincia de Nicaragua reconoce en su estado actual su propia libertad y de las demás del Reino, Costa Rica observará con ella y las que se conformen o identifiquen en tal principio sincera paz, amistad y confederación.

2° - Que uno y otro se deberán auxiliar mutuamente en caso de invasión exterior o interior turbación, hasta con el número de quinientos hombres, consideradas las actuales fuerzas de una y otra Provincia, no debiéndose entender estrechamente, pues pudiéndose con más se deberá hacer y prestar.

8º- En el caso de invasión extraña a alguna de las dos provincias, o que su libertad y tranquilidad sea amenazada por alguna facción intestina, se auxiliarán mutuamente, obligándose la de Nicaragua a auxiliar a esta con el contingente de sus tropas que pida este Gobierno y no exceda de mil hombres, pagados por él según su reglamento; y Costa Rica auxiliará a la de Nicaragua con el contingente que pida aquel Gobierno que no exceda de quinientos hombres, pagados allá según su reglamento.

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3°- Que en caso de abrir el camino de Sarapiquí o San Carlos para la comunicación pronta de la provincia de Costa Rica y esta, concurrirá cada una en proporción a su facultades y población a los gastos que se eroguen para la guarnición que proteja el comercio de ambas Provincias y su seguridad.

7º- Supuesto que Costa Rica abra el camino y tráfico al río de San Juan por los de Sarapiquí o San Carlos, se estipulará que el puerto de San Juan sea de común ingreso y salida por sus respectivas aduanas de ambas provincias, en cuyo caso Costa Rica sufragará una cuarta parte del costo que erogue la fortificación y guarnición de la Punta de Castilla, concurriendo para el caso con sus operarios y soldados, o franqueándolos en mayor proporción por cuenta del Gobierno de Nicaragua; y bajo la misma base también concurrirá Costa Rica en el caso de situarse una reserva en la Punta de Sarapiquí.

4° -Costa Rica dará a la Provincia de Granada el surtido de tabaco para sus tercenas, mientras subsista estancado, a dos reales libra en sus propios almacenes; anticipándose por el Gobierno de Granada una tercera parte del pedido anual al tiempo de su remesa y las dos terceras partes restantes a los cuatro meses de recibido en ésta; todo lo que deberá entenderse cesado el apuro que hostilidades con el Gobierno de León.

9º- Costa Rica dará a la Provincia de Nicaragua el surtido de tabaco para sus tercenas, mientras subsista estancado, a dos reales libra en sus propios almacenes, anticipándose por aquel Gobierno un tercio del valor del pedido anual al tiempo de su remesa, y estrechándose los términos para el resto a discreción del enviado, quien podrá igualmente, por sus conocimientos, moderar el precio de contrata por quintales, si aquel Gobierno accediese a rebajar el de venta en sus tercenas.

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5°- Que con respecto a la deuda que tiene contraída el Gobierno de Granada con Costa Rica en dos remesas de tabaco, por lo que hace a la última, que importa dos mil trescientos setenta pesos un real, teniendo pagados un mil quinientos que llevó el ciudadano Mora y quinientos cincuenta, valor de los fletes, sólo resta trescientos veinte pesos un real, que satisfará en el día, cubriéndose con recibo del señor enviado y factor; y por lo que toca a la anterior, cuyo valor es de tres mil sesenta y cinco pesos, tres y medio reales, se le franqueará libramiento contra el administrador de Masaya don Gregorio Bolaños y sus fiadores del producto libre de cuarenta tercios de que se hizo cargo en enero de este año y de que aún no ha rendido cuenta y el resto será satisfecho en el término de dos meses.

(Si bien este asunto no estaba específicamente previsto en las instrucciones, tampoco se oponía a estas y coincidía con su espíritu de mantener el comercio tabacalero, ya que se trataba de cómo pagaría Granada la deuda que tenía con Costa Rica por compras anteriores)

6°- Que el costo de correos se graduará proporcionalmente, tocando a los dos gobiernos contratantes las dos terceras partes de él, bajo el concepto de que no deberá ser interceptado, y por el que lo fuere será satisfecho todo su costo.

12º- Si se restableciese la carrera del correo de esta Provincia basta la ciudad de León, como estaba antes, se estipulará que un tercio del salario lo sufrague en esta la Renta y los otros dos la administración de la carrera en aquella.

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7°- Para el comercio recíproco entre ambas provincias se estipulará: 1°, que los artículos de comestibles, vinos y aceites, plantas y drogas medicinales serán libres de todo derecho de Hacienda en su introducción; 2°, que en los demás artículos, siendo en su naturaleza o manufactura procedentes de ellas, puede establecerse hasta un dos por ciento de dichos derechos ; 3° , si de las demás provincias del Reino, un tres por ciento ; 4°, si de los otros reinos de América que se llamaba española , un cuatro por ciento; 5°, y si extranjeros, en el fierro, acero, cobre y plomo, géneros de lino y lana, un cinco por ciento; la seda en rama y tejidos, un ocho por ciento; los géneros de algodón, la quinquillería, cristalería y loza, un diez por ciento; los licores, naipes, abanicos, relojes, botas y zapatos, sillas de montar y muebles de adorno de casa, un veinte por ciento ; 6°, el oro y plata en polvo, pasta, plancha, barra o amonedado y el azogue, los instrumentos de agricultura, minería y demás artes, los impresos, mapas, naipes, jarcia, alquitranes, breas, anclas, arnas y peltrechos de guerra, cualquiera que sea su origen, sean libres de dichos derechos.

6º- Para el comercio recíproco entre ambas provincias se estipulará: 1º, Que los artículos de comestibles, vinos, aceites, plantas y drogas medicinales sean libres de todo derecho de Hacienda en su introducción; 2º, Que en los demás artículos, siendo en su naturaleza o manufactura procedentes de ellas, pueda establecerse hasta un dos por ciento de dichos derechos; 3º, si de las demás provincias del Reino, un tres por ciento; 4º, si de los otros reinos de América que se llamaba Española, un cuatro por ciento; 5º, y si extranjeros, en el fierro, acero, cobre y plomo, géneros de lino y lana, un cinco por ciento. La seda en rama y tejidos, un ocho por ciento. Los géneros de algodón, la quinquillería, cristalería y losa, un diez por ciento. Los licores, naipes, abanicos, relojes, botas y zapatos; sillas de montar y muebles de adorno de casa, un veinte por ciento; 6º, el oro y plata en polvo, pasta, plancha, barra o amonedado y el azogue, los instrumentos y máquinas de agricultura, minería y demás artes, los impresos, mapas, jarcia, alquitranes, breas, anclas, armas y peltrechos de guerra, cualesquiera que sea su origen, serán libres de dichos derechos.

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8°.- Conociendo que el partido de Nicoya, por su situación topográfica, puede recibir mayores ventajas del Gobierno de Costa Rica, a cuya Provincia está más contiguo, el Gobierno de Granada lo informará así a la Soberana Asamblea Constituyente para su determinación. Aprobado.

(No figuraba en las instrucciones originales, posiblemente aparecía en las adiciones)

9°.- Que la ratificación de los antecedentes tratados, por lo tocante al Gobierno de Costa Rica que se la reserva, según el credencial del señor su enviado, se prefija el término de mes y medio entre el que podrá ir y regresar el correo mensual, y un término que parece oportuno para el efecto.

15.- Si la provincia de León formase distintos Gobiernos separados, solicitará el enviado que nombren comisionados para reunirse en un punto proporcionado y concertar de acuerdo los objetos de su misión; y cualesquiera tratado o pacto que se celebre quedará sujeto a la ratificación de los gobiernos contratantes dentro de un término proporcionado, a la distancia en que se hallen.

Como puede verse en la tabla comparativa, los artículos 1, 2, 3, 4, 6, 7 y 9 del tratado coincidían respectivamente - en algunos aspectos hasta en forma literal-, con los puntos 3, 8, 7, 9, 12, 7 y 15 de las instrucciones originales dadas a don Mariano por la Junta Gubernativa de Costa Rica. Esto nos parece muy interesante desde el punto de vista diplomático, porque permite suponer que don Mariano fue el que dio las pautas para la negociación, mientras que Granada se limitó a proceder en forma reactiva y no aprovechó para incluir otros temas en las conversaciones.

Solo dos artículos del tratado, el 5° y el 8°, se referían a temas que no aparecían en las instrucciones originales dadas a Montealegre.

El artículo 5° se refería a las compras de tabaco costarricense que ya había efectuado Granada una por valor de 3065 pesos y tres y reales y medio y otra por valor de 2370 pesos

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y un real. La primera obligación estaba pendiente de pago; de la segunda Granada ya había pagado 1500 pesos, suma que don Joaquín Mora Fernández había conducido a Costa Rica en 1822, y 550 correspondían al valor de los fletes, por lo que la deuda montaba a 320 pesos y un real. Aunque las instrucciones originales de don Mariano no se referían a estas deudas, es posible que sí lo hicieran las instrucciones adicionales que le remitió la Junta Gubernativa de Costa Rica el 10 de julio de 1823, y en todo caso estaban dentro del espíritu de las instrucciones originales en cuanto a fomentar el comercio tabacalero. El artículo del tratado fijaba precisas condiciones para el pago de las deudas pendientes: se le entregaría a don Mariano la suma destinada a cancelar el pequeño saldo de la segunda, y para el pago de la primera, que era bastante elevada, Granada le daría al enviado costarricense una libranza -especie de cheque de la época- para que lo cobrara de la administración de la tercena o expendio tabacalero de Masaya, y lo demás se pagaría en el término de dos meses.

No obstante la importancia del pago de las deudas provenientes del comercio tabacalero, nos parece que el artículo más significativo de todo el convenio es el 8°, aunque se refería también a un tema no previsto en las instrucciones originales dadas a don Mariano Montealegre: la posible anexión del partido de Nicoya a Costa Rica.

Debido a las distancias y las dificultades en la comunicación terrestre, ese territorio, que había sido uno de los integrantes de la provincia de Nicaragua y Costa Rica, se había mantenido un tanto al margen de la disputa entre leoneses y granadinos. Sin embargo, como mencionamos páginas atrás, ya para 1823 la división también reinaba allí: el pueblo de Nicoya, cabecera del partido, se había adherido desde 1822 a Granada, mientras que el de Guanacaste había optado en mayo de 1823 por aceptar la autoridad de León. En el tratado Montealegre-Velasco se estipuló que Granada manifestaría a la Asamblea Constituyente centroamericana reunida en Guatemala, para su decisión, que Nicoya, por su situación geográfica, podía recibir mayores ventajas si dependiera de Costa Rica.

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En esta cláusula del convenio asoma el ánimo revanchista de las autoridades granadinas con respecto a León: si Granada no podía tener al pueblo de Guanacaste bajo su autoridad, era preferible que pasara a ser parte de Costa Rica a que siguiera bajo la égida leonesa, aunque eso conllevara para Granada la pérdida del pueblo de Nicoya. Al respecto, el historiador Chester Zelaya comenta:

“Esta actitud de la Junta Gubernativa de Granada se explica por la rivalidad, siempre permanente, con el gobierno de León. La villa de Guanacaste se había dirigido a la Junta Gubernativa de Granada (22 de julio), en el sentido de hacerle entender a ese gobierno, que sus providencias dirigidas al Ayuntamiento de ese lugar, no serían de ningún valor ni efecto, por estar dicha villa adherida al Gobierno de León. Esto y lo ocurrido con la villa de Nicaragua, hizo que el gobierno de Granada tratara de vengarse del de León, aun en detrimento de la misma integridad territorial de la Provincia de Nicaragua. He allí el patriotismo del General Cleto Ordóñez.” 177

Por su parte, en su obra Nicoya. Su pasado colonial y su anexión o agregación a Costa Rica, el mismo Zelaya y el historiador costarricense Luis Fernando Sibaja expresan:

“… desde el punto de vista político no deja de asombrar la facilidad con que los granadinos aceptaron en principio desprenderse de ese territorio, máxime si pensamos que [el pueblo de] Nicoya les había ofrecido una constante adhesión.” 178

¿De dónde vino la idea de que Granada recomendara a la Constituyente centroamericana que el partido de Nicoya fuera anexado a Costa Rica? El tema, como indicamos, no figuraba en las instrucciones originales dadas a don Mariano. La cláusula consignada al efecto en el tratado Montealegre-Velasco, ¿podría haber sido una propuesta de los resentidos granadinos, para perjudicar a León, o habría sido formulada por Montealegre, al ver que Costa Rica podía eventualmente aprovecharse de la hostilidad

177 ZELAYA GOODMAN, 1965, p. 48.

178 SIBAJA Y ZELAYA, 2015, p.130.

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entre leoneses y granadinos y salir gananciosa pescando en río revuelto?

Nos parece que ambas hipótesis son poco probables. Ciertamente, Granada podría haber propuesto la cláusula, pero dudamos muchísimo que Montealegre, tan puntilloso en informar a Costa Rica acerca de todas las acciones que realizaba, hubiera aceptado una propuesta de semejante envergadura sin consultar previamente con las autoridades costarricenses, y además no hubiera mencionado expresamente en su correspondencia la iniciativa granadina. Por las mismas razones, nos parece todavía más improbable que don Mariano planteara el tema por propia iniciativa a las autoridades granadinas, a sabiendas de que no figuraba en sus instrucciones y de que el gobierno de San José podría reclamarle que con tal propuesta, Costa Rica estaba provocando más desunión en Nicaragua, cosa nada coincidente con las mencionadas instrucciones. Por el contrario, en su informe a la Junta de 25 de agosto de 1823, don Mariano, al referirse a los términos del tratado con Granada, manifestó:

“… creo que están arreglados a las instrucciones que para el efecto me dio Vuestra Excelencia, si no es con una diferencia muy corta y de ninguna trascendencia.” 179

Ciertamente, el tema de la anexión de Nicoya no podía considerarse “de ninguna trascendencia”. Entonces, si la idea de incluirlo en el tratado no provino ni de Granada ni fue iniciativa de don Mariano, nos parece que solamente podría haber derivado de las instrucciones adicionales remitidas por la Junta Gubernativa de Costa Rica a Montealegre el 10 de julio. Como es bien sabido, fue también Costa Rica la que en 1824 propuso a las poblaciones de Guanacaste, Nicoya y Santa Cruz que se le anexaran. Nada de raro tendría que un año antes, ya las autoridades costarricenses se hubieran percatado de la posibilidad de atraerse al partido de Nicoya, en vista de la discordia imperante entre León y Granada.

Como confirmación de lo anterior, consta que el mismísimo 10 de julio de 1823 en que la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica envió sus instrucciones adicionales a

179 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, p. 460.

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don Mariano Montealegre, la Junta también dirigió una invitación a los ayuntamientos de las poblaciones del partido de Nicoya –Guanacaste, Nicoya y Santa Cruz- para que nombraran electores que concurrieran con sus votos a la designación de los diputados que representarían a Costa Rica en la Asamblea Constituyente centroamericana. La política anexionista de las autoridades costarricenses era expresa y manifiesta, pero tuvo un inesperado revés cuando el 31 de julio el Ayuntamiento de Guanacaste manifestó que declinaba la invitación, por estar la población unida a León desde el 22 de mayo 180. Y todo esto coincide además con el hecho de que el 10 de junio de 1823, en vísperas de que don Mariano Montealegre saliera de San José, se recibió en esa ciudad una nota enviada desde León por el costarricense don Pedro José Zeledón y Mora, en la cual recomendaba atraerse a Nicoya 181.

No sabemos si la Junta Gubernativa de Granada llegó a cumplir con su compromiso de manifestar a la Constituyente centroamericana la conveniencia de que Nicoya se anexara a Costa Rica, ni conocemos documento alguno en tal sentido; pero la sola inclusión de tal compromiso en el tratado Montealegre-Velasco es sin duda un importante antecedente de la anexión de Nicoya y Santa Cruz a Costa Rica en julio de 1824.

Firmado el convenio, don Mariano abandonó Granada y emprendió el regreso a León. A su salida de la ciudad lo acompañaron las principales autoridades, la tropa y un nutrido grupo de vecinos.

El 25 de agosto, ya de retorno en la ciudad de León, don Mariano escribió a la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica para informarle de las gestiones efectuadas en Granada y remitirle el texto del tratado Montealegre-Velasco. Hondamente impresionado y entristecido por la catastrófica situación en que se encontraba Nicaragua debido a la violenta discordia entre León y Granada, que estaba consumiendo todos sus recursos y generando odios y rencores muy dif íciles de subsanar, el novel diplomático incluyó en su informe a la Junta Gubernativa una vehemente y

180 SIBAJA Y ZELAYA, p. 132.

181 Ibid., pp. 131-132.

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emocionada exhortación a mantener la paz de Costa Rica y olvidar las diferencias entre sus habitantes. El texto decía:

“Excelentísimo señor:

La adjunta copia que dirijo a Vuestra Excelencia, autorizada por mí, es el testimonio que el Superior Gobierno de Granada me entregó de los tratados que celebramos y creo que están arreglados a las instrucciones que para el efecto me dio Vuestra Excelencia, si no es con una diferencia muy corta y de ninguna trascendencia.

Dicho Gobierno, todas sus autoridades y con especialidad el señor comandante general, me recibieron con la más viva expresión y con un entusiasmo que manifiesta el amor de que se halla poseído todo aquel vecindario respecto de esa Provincia, siguiendo de la misma suerte en los cinco días que residí allí y en mi salida, que fue acompañada por las autoridades, tropa y vecindario.

Las criticas circunstancias en que se halla aquel Gobierno por tener todas las tropas que puede sobre las armas, por las diferencias que tiene con este, cuyo cantón está en Masaya, me hicieron sobreseer en apurarlo por lo que debe, pues carece absolutamente de caudales aun para sus precisas atenciones, y por cuya razón admití la libranza que se me dio, que aún no sé su éxito, los plazos que se me pusieron y el no apurar por los trescientos y más pesos que quedaron en darme de presente, que al fin por las mismas razones no pudieron efectuar la entrega; mas yo no perderé de vista el cobro y haré cuanto me sea dable para percibir esta deuda.

Mañana voy a ver si comienzo a hacer los tratados con este Gobierno, para poder remitirlos a Vuestra Excelencia para su aprobaci6n, esperando que a la mayor brevedad se sirva dirigirme, con las notas que tuviese a bien, los de Granada para concluir con el mencionado Gobierno.

Acompaño también a Vuestra Excelencia copia de la contestación que me dio la Soberana Asamblea de estas Provincias [la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América] y de la comunicación que en virtud de su orden me puso el

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Supremo Poder Ejecutivo, omitiendo el dirigirle de, los documentos que refiere Su Alteza [la Constituyente], pues los originales los manda a Vuestra Excelencia por este mismo correo.

Las copias que Vuestra Excelencia me dirigió con su oficio de 9 del corriente me dejan entendido del estado político en que se vio esa Provincia y estoy persuadido de que la sabiduría de esa Asamblea habrá hecho desaparecer la discordia que nunca más que ahora ocasiona a los pueblos los males de la mayor trascendencia. Así se ha portado y está procediendo la de Guatemala respecto de las grandes desavenencias que median entre este Gobierno y el de Granada, pues ha nombrado dos enviados de su seno que vengan inmediatamente a transigirlas, porque conoce que es el tiempo de que disimulemos los agravios y etiquetas para no estorbar el que se constituya el Reino.

Yo interpelo todo el influjo de Vuestra Excelencia y, por el amor que profesa a esos pueblos a quien tengo el honor de pertenecer, que les diga incesantemente que nuestros enemigos, validos de lo poco expertos que nos hallamos, trabajan para dividirnos, a fin de que jamás aprovechemos lo que hemos adelantado por nuestra Independencia; que a mi nombre, que creo es amado según las pruebas que para ello tengo, les diga Vuestra Excelencia a todas las autoridades, corporaciones y ciudadanos que componen la penosa población de ese territorio, que olviden todos los motivos que tengan de quejas y que se eche a un lado todo lo que no sea trabajar en consolidar nuestra Independencia; que mi corazón esta partido al ver el estado de rencor y efervescencia en que se hallan este Gobierno y el de Granada, en términos de haberse resuelto a destruirse y derramar la sangre preciosa de los americanos, entre quienes se hallan de uno y otro lado parientes, amigos y hombres al fin que por sus ideas y situación debían solo componer una misma familia; que sus fondos y rentas las han consumido y acaban en armas, pertrechos, prest y todos los horrorosos aparatos de la guerra; que los ciudadanos gimen con el enorme peso de contribuciones cuantiosas y frecuentes para sostener esta guerra; que la paz, este don tan apreciable, ha desaparecido de estos contornos, sustituyendo su lugar el sobresalto, el terror y desabrimiento; y por último que estos cuidados y situación impiden enteramente el pensar y discurrir en los medios seguros de constituirnos como debemos, faltando las

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luces cooperadoras de esta importante empresa. En fin, que fijen la atención en que las desavenencias de dicho Gobierno yo las vi comenzar por motivos de muy poca consecuencia, que abultaban hombres malvados o sin discernimiento, que al fin paró en atropellar los pactos de alianza y amistad que habían celebrado solemnemente.

Mi pluma, excelentísimo señor., quisiera aun extenderse en hablar sobre la materia, porque el amor que profeso a esos hermanos pueblos me suministra abundantes ideas; pero acaso me he excedido y pido me dispense Vuestra Excelencia.

Dios, Unión, Libertad.- León, agosto 25 de 1823.

Excelentísimo señor

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Costa Rica.” 182

La Junta Superior Gubernativa de Costa Rica aprobó el tratado Montealegre-Velasco el 9 de setiembre de 1823, pero de modo bastante desacertado, le introdujo algunas enmiendas:

| “La Excelentísima Junta Superior Gubernativa, en sesión N° 81, al artículo 2° acordó lo que sigue: “Habiéndose traído a la vista los tratados celebrados entre el Enviado de este Gobierno y el de Granada, constante de nueve artículos celebrados en aquella ciudad el 16 de agosto último, se acordó ratificar el 1° con la siguiente adición: Entendiéndose el reconocimiento al Gobierno de Granada en la forma que quede establecido, por la Soberanía de que depende. Se, ratificó el 2° con esta adición: Bajo el concepto que el anterior. Se ratificó el 3° con esta adición: En concepto de que el puerto de San Juan será de común ingreso y salida, por la aduana de esta provincia como por la de Granada. Se ratificaron lisamente el 4°, 5°, 6°, 7° y 8°. Se dio por cumplido el 9° y se aceptó la distinción que comprende la cláusula posterior, que bajo esta forma queda el Gobierno de esta provincia obligado al cumplimiento de los referidos tratados que se agregan en copia rubricada, y que poniéndose por

182 ARCHIVO NACIONAL DE COSTA RICA, 1937, pp. 460-461.

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la Secretaría certificaciones con inserción, se remita un ejemplar al enviado de este Gobierno para que lo pase al de Granada, dirigiéndose otro oportunamente a la Asamblea Nacional de las Provincias Unidas del Centro de América para su conocimiento.- Alvarado, Presidente.- Bonilla.- Aguilar.- Vidal, Secretario.” 183

Cabe recordar que esta manera de proceder es inadmisible con respecto a un convenio bilateral ya firmado, cuyo texto los respectivos gobiernos pueden aprobar o rechazar, pero no modificar sin contar con la previa anuencia otra parte. Las inoportunas “adiciones” del gobierno costarricense al tratado obligarían a don Mariano a volver a negociar con las autoridades de Granada, para tratar de que estas aceptaran tales modificaciones.

7.- Las negociaciones con León. El tratado Montealegre-Solís.

Culminadas satisfactoriamente las negociaciones con Granada, Montealegre regresó a León, para negociar otro convenio con las autoridades leonesas. El 9 de setiembre, el enviado de Costa Rica y los vocales de la Junta Gubernativa de León, presidida por don Pedro Solís, suscribieron el tratado Montealegre-Solís, constituido por quince artículos 184.

El acuerdo consagraba el mutuo reconocimiento y la asistencia militar recíproca en caso de ataque exterior o convulsión interior, aunque con la salvedad de que Costa Rica permanecería neutral en los conflictos que pudieran surgir entre Granada y León, y esta última en los que ocurrieran entre Granada y Costa Rica.

La tangible posibilidad de que Nicaragua se viera sumida pronto en una guerra civil hizo que don Mariano, en uno de sus informes a la Junta Gubernativa de Costa Rica, expresara con vehemencia su deseo de que se mantuviera a toda costa la armonía reinante en nuestro territorio:

“... diga Vuestra Excelencia a todas las autoridades, corporaciones y ciudadanos que componen la hermosa población de ese territorio,

183 IGLESIAS, 1902, III, pp. 172-173.

184 ARCHIVO NACIONAL DE COSTA RICA, 1937, pp. 461-463.

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que olviden todos los motivos que tengan de quejas y que se eche a un lado todo lo que no sea trabajar en consolidar nuestra Independencia; que mi corazón está partido al ver el estado de rencor y efervescencia en que se hallan este Gobierno y el de Granada, en términos de haberse resuelto a destruirse y a derramar la sangre preciosa de los americanos, entre quienes se hallan de uno y otro lado parientes, amigos y hombres al fin que por sus ideas y situación debían sólo componer una misma familia...” 185

El tratado Montealegre-Solís también se refería a la jurisdicción de los tribunales, la defensa del río San Juan, el suministro de tabacos, el pago de las deudas leonesas con Costa Rica, la situación del partido de Nicoya, los correos, los diezmos y la ratificación.

El texto del convenio era el siguiente:

“1°- Que a nombre de la Provincia de Costa Rica reconoce el Gobierno de León por libre e independiente y éste del mismo modo reconoce al de Cartago, en cuya virtud proceden a los demás pactos que uno y otro contratante observarán religiosamente, hasta que la Constitución del Estado que se establezca por la Asamblea nacional constituyente de las Provincias Unidas determine sobre la suerte de León y Costa Rica.

2°- Que siendo el principal objeto de estos tratados la alianza y justa correspondencia, desde luego se guardara entre las dos Provincias pacientes una sincera perpetua paz y se prestarán fraternalmente auxilios conforme se dirá, a saber: que en el caso de que una de las dos Provincias sea atacada por el enemigo exterior, la de León, mientras permanezca la división de Granada, socorrerá a la de Costa Rica con quinientos hombres, y con mil si la Provincia toda se concentrase; y la de Cartago [Costa Rica] auxiliara a esta con la fuerza de quinientos hombres, y con mil si la Provincia todo se concentrase; y la de Cartago auxiliará a esta con la fuerza de quinientos hombres, pagándose éstos conforme los reglamentos de España; y si padeciesen variación los enunciados reglamentos en alguna de las Provincias, se pasarán los sueldos conforme los que fuesen mayores.

185 Ibid., pp. 460-461.

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3°- Que igualmente, bajo los mismos términos, se favorecerán recíprocamente en las facciones intestinas que acontezcan en una y otra Providencia, ya por quitar las autoridades legítimamente constituida por cualesquiera otro pretexto con que se quiera trastornar el orden y tranquilidad.

4°- El Gobierno de Costa Rica se mantendrá neutral en las desavenencias que median entre León y Granada y por consiguiente no prestará auxilio a uno ni otro, como lo hará León cuando aquéllas acontezcan entre Granada y Cartago.

5° Que Costa Rica se obliga a reconocer; en lo judicial a los Tribunales de Justicia de esta capital en cuanto a. la segunda y tercera instancia, sin que se le apliquen las leyes del Imperio.

6°- Que en consecuencia del artículo anterior se obliga Costa Rica a contribuir por su parte en las rentas de los magistrados, gastos y salarios de sus oficinas con aquella cantidad proporcionada a la riqueza de los pueblos que quedan bajo el reconocimiento y protección de los predichos tribunales.

7°- Que por lo que respecta a las alteraciones de derechos sobre el comercio que propone el señor Enviado de Costa Rica, como aquellas ofrecen gravísimas dificultades que podrán zanjarse con brevedad por la Asamblea, cada Provincia. seguirá entre tanto, con forme le convenga, los reglamentos general o particulares, a reserva de tratar después sobre esto, según lo que ofrezcan futuras circunstancias.

8°- Que por lo que mira a la fortaleza del río de San Juan que se solicita por parte del Gobierno de Costa Rica, se difiere la resolución y convenio sobre este negocio basta que se establezca la Constitución de las Provincias Unidas, y en caso que aquélla se entorpezca por algún motivo, se proporcionará la indicada fortaleza conforme se proyecte por ingenieros, contribuyendo ambas Provincias, según entonces se convenga con mejores datos y conocimientos.

9°- Que Costa Rica se obliga a dar, de buena calidad, los tabacos que este Gobierno le pida, a veinte y cinco pesos quintal en sus almacenes, libre de todo derecho, y este Gobierno se constituye

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responsable a hacer los pagos correspondientes por tercios, a saber: el primero de contado al tiempo de hacer el pedido, que será en el mes de Noviembre; el segundo tercio en Marzo, y el último en Agosto, cuyos criterios deberán hacerse en esta ciudad de León.

10.- Que no habiéndose podido satisfacer el resto del valor de los mil tercios de tabaco anteriormente contratarlos, por las hostilidades con Granada y contrabandos entregará aquel en el mes de diciembre de este presente año, bajo los trámites que se ofrecieron en esta contrata.

11.- Que atendiendo a la escasez del numerario, mientras nos constituimos correrá en esta Provincia el dinero acuñado en Cartago, como en el mismo Costa Rica se admitirá también la moneda acuñada en esta Provincia, con tal que la plata acuñada en uno y otro Gobierno sea de buena ley y peso hecha a troquel, entendiéndose esto en lo sucesivo, por tener este Gobierno vaciados cerca de tres mil pesos.

12°- Que por lo que mira la incorporación de Nicoya a la Provincia de Costa Rica propuesta por su enviado, se aguarde la división de territorio que ha de hacer la Asamblea.

13°- Que por ahora no puede hacerse novedad sobre el pago del correo en la carrera de Cartago, por los muchos embarazos que ofrecen los asuntos de Granada.

14°- Que para no demorar las correspondencias de las Provincias, el correo de Cartago saldrá de esta ciudad el día tres y diez y ocho de cada mes a las doce del día, en cuya misma fecha deberá marchar de Costa Rica, comenzando este orden desde el próximo Noviembre.

15. Que por lo que mira al entero de Novenos y Consolidación, se difiere la resolución y convenio de este punto hasta formar, por medio de una comisión, el expediente necesario para asunto de tanta importancia, que deberá concluirse a la mayor brevedad.

16.- Con respecto a la suma escasez en que se halla Granada por las desavenencias con este Gobierno, solicitó el señor Montealegre se le garantizase por esta provincia la deuda de tres mil y pico de

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pesos en que Granada está pendiente a la fecha con Costa Rica, y desde luego este Gobierno se hace responsable a la expresada cantidad, con tal que el de Cartago no surta de tabaco a Granada hasta que no le satisfaga la indicada deuda y este Gobierno logre que Granada reconozca y se sujete a esta su antigua capital; cuyos términos de responsabilidad los dejó el señor Montealegre suspensos y sujetos a la aprobación del Gobierno de que depende así como dos los artículos anteriores, con cuya ratificación quedaran ambas Provincias sujetas a observarlos y cumplirlos fielmente.

León, Setiembre nueve de mil ochocientos veinte v tres.

Pedro Solís, Vocal Presidente.- José Carmen Salazar.- Domingo Galarza.- Mariano Montealegre.- Ramón Sarria.- Narciso Mayorga, Vocal Secretario.” 186

Al comparar el texto del tratado Montealegre-Solís con las instrucciones iniciales impartidas a don Mariano en Costa Rica, resulta evidente que la negociación del enviado de Costa Rica con las autoridades leonesas fue más dif ícil que la efectuada con las granadinas.

Granada estaba en una situación militar y financiera más débil que León y sin duda estaba dispuesta a ceder más para tratar de obtener el apoyo de Costa Rica de cara a su rival, como quedó de manifiesto al negociarse el asunto de la anexión de Nicoya. León, en cambio, negociaba desde una posición algo más cómoda, ya que conservaba el dominio de casi todas las poblaciones importantes y tenía a su haber la indiscutible aureola de legitimidad derivada de haber sido la capital de Nicaragua durante todo el dominio español, así como la de ser el asiento del obispado. Por otra parte, algunos de los asuntos que le interesaban a Costa Rica solamente podían negociarse con León, como los relativos a la administración de justicia, los “novenos” y las relaciones con las autoridades diocesanas.

Como puede verse en el cuadro siguiente, solamente seis de los dieciséis artículos del tratado Montealegre-Solís coincidían a plenitud con lo contenido en las instrucciones: en ellos se

186 Ibid., pp. 461-463.

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consagró el mutuo reconocimiento, la asistencia militar recíproca, la jurisdicción de segunda y tercera instancia de los tribunales de León para los procesos costarricenses y la admisibilidad recíproca de la moneda acuñada.

Hubo algunos aspectos en los cuales los leoneses se manifestaron opuestos a admitir las propuestas de Costa Rica y el convenio solamente consignó la posibilidad de que se trataran en el futuro. Este fue el caso, por ejemplo, de la modificación de los aranceles, de la fortificación de la boca del río San Juan, de la situación del correo y de la devolución de las sumas que había pagado Costa Rica a la Tesorería de León por concepto de “novenos”.

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TRATADO INSTRUCCIONES

1°- Que a nombre de la Provincia de Costa Rica reconoce el Gobierno de León por libre e independiente y éste del mismo modo reconoce al de Cartago, en cuya virtud proceden a los demás pactos que uno y otro contratante observarán religiosamente, hasta que la Constitución del Estado que se establezca por la Asamblea nacional constituyente de las Provincias Unidas determine sobre la suerte de León y Costa Rica.

3º- Si la Provincia de Nicaragua reconoce en su estado actual su propia libertad y de las demás del Reino, Costa Rica observará con ella y las que se conformen o identifiquen en tal principio sincera paz, amistad y confederación.

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2°- Que siendo el principal objeto de estos tratados la alianza y justa correspondencia, desde luego se guardará entre las dos Provincias pacientes una sincera perpetua paz y se prestarán fraternalmente auxilios conforme se dirá, a saber: que en el caso de que una de las dos Provincias sea atacada por el enemigo exterior, la de León, mientras permanezca la división de Granada, socorrerá a la de Costa Rica con quinientos hombres, y con mil si la Provincia toda se concentrase; y la de Cartago auxiliara a esta con la fuerza de quinientos hombres, y con mil si la Provincia todo se concentrase; y la de Cartago auxiliará a ésta con la fuerza de quinientos hombres, pagándose éstos conforme los reglamentos de España; y si padeciesen variación los enunciados reglamentos en alguna de las Provincias, se pasarán los sueldos conforme los que fuesen mayores.

3°- Que igualmente, bajo los mismos términos, se favorecerán recíprocamente en las facciones intestinas que acontezcan en una y otra Providencia, ya por quitar las autoridades legítimamente constituida por cualesquiera otro pretexto con que se quiera trastornar el orden y tranquilidad.

8º- En el caso de invasión extraña a alguna de las dos provincias, o que su libertad y tranquilidad sea amenazada por alguna facción intestina, se auxiliarán mutuamente, obligándose la de Nicaragua a auxiliar a esta con el contingente de sus tropas que pida este Gobierno y no exceda de mil hombres, pagados por él según su reglamento; y Costa Rica auxiliará a la de Nicaragua con el contingente que pida aquel Gobierno que no exceda de quinientos hombres, pagados allá según su reglamento.

4°- El Gobierno de Costa Rica se mantendrá neutral en las desavenencias que median entre León y Granada y por consiguiente no prestará auxilio a uno ni otro, como lo hará León cuando aquéllas acontezcan entre Granada y Cartago.

(No previsto en las instrucciones originales)

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5° Que Costa Rica se obliga a reconocer; en lo judicial a los Tribunales de Justicia de esta capital en cuanto a. la segunda y tercera instancia, sin que se le apliquen las leyes del Imperio.

4º- En tal supuesto la Provincia de Nicaragua establecerá tribunales para los recursos judiciales de segunda instancia y de tercera, si le es practicable, y Costa Rica quedará para estos solos efectos bajo su protección, no debiendo en sus causas aplicarse las leyes del Imperio, a que nunca se sometió, sino las que estaban vigentes según el espíritu de su Estatuto Político.

6°- Que en consecuencia del artículo anterior se obliga Costa Rica a contribuir por su parte en las rentas de los magistrados, gastos y salarios de sus oficinas con aquella cantidad proporcionada a la riqueza de los pueblos que quedan bajo el reconocimiento y protección de los predichos tribunales.

5º- En el caso del artículo anterior Costa Rica contribuirá para los sueldos de los magistrados superiores, gastos y salarios de sus oficinas, siendo todo moderado y, con proporción al cupo de su población y riqueza y de los demás pueblos, que quedan bajo la protección de los mismos tribunales.

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7°- Que por lo que respecta a las alteraciones de derechos sobre el comercio que propone el señor Enviado de Costa Rica, como aquellas ofrecen gravísimas dificultades que podrán zanjarse con brevedad por la Asamblea, cada Provincia. seguirá entre tanto, con forme le convenga, los reglamentos general o particulares, a reserva de tratar después sobre esto, según lo que ofrezcan futuras circunstancias.

6º- Para el comercio recíproco entre ambas provincias se estipulará: 1º, Que los artículos de comestibles, vinos, aceites, plantas y drogas medicinales sean libres de todo derecho de Hacienda en su introducción; 2º, Que en los demás artículos, siendo en su naturaleza o manufactura procedentes de ellas, pueda establecerse hasta un dos por ciento de dichos derechos; 3º, si de las demás provincias del Reino, un tres por ciento; 4º, si de los otros reinos de América que se llamaba Española, un cuatro por ciento; 5º, y si extranjeros, en el fierro, acero, cobre y plomo, géneros de lino y lana, un cinco por ciento. La seda en rama y tejidos, un ocho por ciento. Los géneros de algodón, la quinquillería, cristalería y losa, un diez por ciento. Los licores, naipes, abanicos, relojes, botas y zapatos; sillas de montar y muebles de adorno de casa, un veinte por ciento; 6º, el oro y plata en polvo, pasta, plancha, barra o amonedado y el azogue, los instrumentos y máquinas de agricultura, minería y demás artes, los impresos, mapas, jarcia, alquitranes, breas, anclas, armas y peltrechos de guerra, cualesquiera que sea su origen, serán libres de dichos derechos.

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8°- Que por lo que mira a la fortaleza del río de San Juan que solicita por parte del Gobierno de Costa Rica, se difiere la resolución y convenio sobre este negocio hasta que se establezca la Constitución de las Provincias Unidas, y en caso que aquélla se entorpezca por algún motivo, se proporcionará la indicada fortaleza conforme se proyecte por ingenieros, contribuyendo ambas Provincias, según entonces se convenga con mejores datos y conocimientos.

7º- Supuesto que Costa Rica abra el camino y tráfico al río de San Juan por los de Sarapiquí o San Carlos, se estipulará que el puerto de San Juan sea de común ingreso y salida por sus respectivas aduanas de ambas provincias, en cuyo caso Costa Rica sufragará una cuarta parte del costo que erogue la fortificación y guarnición de la Punta de Castilla, concurriendo para el caso con sus operarios y soldados, o franqueándolos en mayor proporción por cuenta del Gobierno de Nicaragua; y bajo la misma base también concurrirá Costa Rica en el caso de situarse una reserva en la Punta de Sarapiquí.

9°- Que Costa Rica se obliga a dar, de buena calidad, los tabacos que este Gobierno le pida, a veinte y cinco pesos quintal en sus almacenes, libre de todo derecho, y este Gobierno se constituye responsable a hacer los pagos correspondientes por tercios, a saber: el primero de contado al tiempo de hacer el pedido, que será en el mes de Noviembre; el segundo tercio en Marzo, y el último en Agosto, cuyos criterios deberán hacerse en esta ciudad de León.

9º- Costa Rica dará a la Provincia de Nicaragua el surtido de tabaco para sus tercenas, mientras subsista estancado, a dos reales libra en sus propios almacenes, anticipándose por aquel Gobierno un tercio del valor del pedido anual al tiempo de su remesa, y estrechándose los términos para el resto a discreción del enviado, quien podrá igualmente, por sus conocimientos, moderar el precio de contrata por quintales, si aquel Gobierno accediese a rebajar el de venta en sus tercenas.

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10.- Que no habiéndose podido satisfacer el resto del valor de los mil tercios de tabaco anteriormente contratarlos, por las hostilidades con Granada y contrabandos entregará aquel en el mes de diciembre de este presente año, bajo los trámites que se ofrecieron en esta contrata.

(No previsto en las instrucciones originales)

11.- Que atendiendo a la escasez del numerario, mientras nos constituimos correrá en esta Provincia el dinero acuñado en Cartago, como en el mismo Costa Rica se admitirá también la moneda acuñada en esta Provincia, con tal que la plata acuñada en uno y otro Gobierno sea de buena ley y peso hecha a troquel, entendiéndose esto en lo sucesivo, por tener este Gobierno vaciados cerca de tres mil pesos.

13.- Se tratará que en el caso de verificarse en esta Provincia un cuño provisional, cuyo peso y ley no rebaje de la moneda actual de Guatemala y México, sea admitida por igual representación en aquella Provincia de Nicaragua, como lo será la de ella en Costa Rica, si ejecutase igual establecimiento.

12°- Que por lo que mira la incorporación de Nicoya a la Provincia de Costa Rica propuesta por su enviado, se aguarde la división de territorio que ha de hacer la Asamblea.

(No previsto en las instrucciones originales)

13°- Que por ahora no puede hacerse novedad sobre el pago del correo en la carrera de Cartago, por los muchos embarazos que ofrecen los asuntos de Granada.

12º- Si se restableciese la carrera del correo de esta Provincia basta la ciudad de León, como estaba antes, se estipulará que un tercio del salario lo sufrague en esta la Renta y los otros dos la administración de la carrera en aquella.

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14°- Que para no demorar las correspondencias de las Provincias, el correo de Cartago saldrá de esta ciudad el día tres y diez y ocho de cada mes a las doce del día, en cuya misma fecha deberá marchar de Costa Rica, comenzando este orden desde el próximo Noviembre.

(No previsto en las instrucciones originales)

15. Que por lo que mira al entero de Novenos y Consolidación, se difiere la resolución y convenio de este punto hasta formar, por medio de una comisión, el expediente necesario para asunto de tanta importancia, que deberá concluirse a la mayor brevedad.

10.- Como la Tesorería de León no sufraga erogación alguna para la administración de esta Provincia desde el año de veintiuno, pues aún no ha cubierto los alcances que resultaron aquel año en la Caja de esta Provincia por valor de tres mil y más pesos, no corresponde que ingresen en aquella los ramos de esta Provincia y por consiguiente se exigirá que el importe de los novenos reales de los diezmos de esta Provincia, desde aquel año inclusive, se reintegren a esta Caja, entendiéndose lo mismo respecto del noveno de consolidación, si en lo que toca a esta Provincia no lIena aquella Tesorería el objeto de su instituto.

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16.- Con respecto a la suma escasez en que se halla Granada por las desavenencias con este Gobierno, solicito el señor Montealegre se le garantizase por esta Provincia la deuda de tres mil y pico de pesos en que Granada está pendiente a la fecha con Costa Rica, y desde luego este Gobierno se hace responsable a la expresada cantidad, con tal que el de Cartago no surta de tabaco a Granada basta que no le satisfaga la indicada deuda y este Gobierno logre que Granada reconozca y se sujete a esta su antigua capital; cuyos términos de responsabilidad los dejó el señor Montealegre suspensos y sujetos a la aprobación del Gobierno de que depende así como dos los artículos anteriores, con cuya ratificación quedaran ambas Provincias sujetas a observarlos y cumplirlos fielmente.

(No previsto en las instrucciones originales)

Con respecto al partido de Nicoya, esta vez sí consta que don Mariano fue quien propuso el tema de la anexión de ese territorio a Costa Rica. Cabe notar que León estaba en una situación inversa a la de Granada, ya que si bien el pueblo de Guanacaste se había colocado bajo su autoridad, el de Nicoya seguía fiel a Granada, y bien podría haber preferido que todo el partido de Nicoya se uniera a Costa Rica con tal de infligir un golpe a los granadinos. Sin embargo, León sin duda aspiraba a volver pronto a ser la cabeza de una Nicaragua unida y no estaba dispuesta a aceptar dócilmente el posible menoscabo de su territorio, por lo que en el convenio únicamente se consignó que para la decisión sobre la propuesta se esperaría a la división del territorio que efectuara la Asamblea Constituyente centroamericana. Pero ya solo eso representaba un triunfo diplomático para Costa Rica, porque lo más lógico hubiera sido que León simplemente rechazara de plano la iniciativa

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anexionista y no se mencionara tal posibilidad en el acuerdo. Al remitir el asunto a la Constituyente, las autoridades leonesas estaban admitiendo que su propia autoridad sobre el partido de Nicoya podía ser objeto de discusión. Como dicen Sibaja y Zelaya,

“Este Tratado es tan importante como el de Granada pues también los leoneses aceptan la posibilidad de que Nicoya pase a Costa Rica si así lo decide la Asamblea Nacional Constituyente que desde el 24 de junio estaba reunida en Guatemala.” 187

En algunos aspectos, el convenio contenía elementos no previstos en las instrucciones originales de don Mariano y es muy posible que su contenido proviniera, al menos en sus líneas generales, de las instrucciones adicionales del 10 de julio. Así ocurría, por ejemplo, con la neutralidad que mantendría Costa Rica en los conflictos entre Granada y León y esta en los conflictos entre Granada y Costa Rica, acuerdo muy importante para la parte costarricense, porque alejaba a Costa Rica del conflicto militar en gran escala que parecía a punto de estallar entre las dos ciudades nicaragüenses. Otros aspectos adicionales eran las precisiones sobre el comercio del tabaco, entre las cuales estuvo la solicitud de don Mariano de que León se convirtiera en garante de la deuda granadina. Al respecto era muy previsible la respuesta del gobierno leonés: gustosamente se haría responsable de la deuda, siempre y cuando Costa Rica suspendiera el envío de tabacos a Granada mientras esta no pagara y además lograra que Granada volviera a colocarse bajo la autoridad de León. Esta última posibilidad era completamente improbable, y don Mariano se limitó a consignar que esas condiciones quedarían sujetas a la ratificación de la Junta Gubernativa de Costa Rica.

Aunque quizá menos satisfactorio que el tratado con Granada, nos parece que el convenio con León también fue un éxito para la misión costarricense, ya que logró varios de sus objetivos iniciales más importantes y en los otros al menos se admitió la posibilidad de que se discutieran o analizaran posteriormente.

El 10 de setiembre, don Mariano remitió a la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica el siguiente informe:

187 SIBAJA Y ZELAYA, 2015, p. 131.

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Excelentísimo señor.

La adjunta copia, autorizada por mí, es de los tratados que en consecuencia de la orden de Vuestra Excelencia he celebrado con este Gobierno y espero que se sirva Vuestra Excelencia volvérmelos con la ratificación u observaciones que tenga a bien hacer para la conclusión de este negocio, pues yo deseo regresarme a desempeñar las funciones de mi primer empleo.

El estado de dependencia que tiene ya este Gobierno con el de Guatemala ha sido la causa de dejar algunos puntos pendientes para su resolución, o para que entre en general de las determinaciones que deberá dar sobre comercio, división de territorio, etc.; también otros no han quedado conforme la instrucción que me dio Vuestra Excelencia, por la imposibilidad que ocasiona para su cumplimiento la desavenencia en que se hallan empeñados estos gobiernos: tal es el de arreglo de la carrera del correo.

Como el Gobierno de Granada, por habérsele separado casi todos los pueblos y por la defensa en que se halla empeñado, no puede pagar lo que nos debe, quise yo ver si aseguraba la dependencia con este Gobierno, alegándole algunas razones de congruencia para persuadirlo debía satisfacer la dependencia en caso de que aquel no lo verificase; y como se conviniese bajo las condiciones estampadas, no quise aprobarlas sino dejar que Vuestra Excelencia lo hiciese, si lo tiene a bien. Por expediente separado y que deberá correr muchos trámites, para que ilustrada la materia recaiga la determinación conveniente, se va a tratar el asunto de diezmos y de cuya resolución daré a Vuestra Excelencia noticia cuando el caso llegue.

Espero que Vuestra Excelencia se sirva decirme si hay alguna variación en cuanto a la negativa de gracias y habilitación de eclesiásticos en esa, para mi Gobierno, como también si es efectivo que ese Gobierno abre la correspondencia de este señor obispo, pues es la disculpa que da para obrar de esta manera, par habérselo así asegurado un eclesiástico de esa.

Así por las urgencias de caudal con que se halla este Gobierno, pues para sostenerse tiene que valerse del odioso medio de contribuciones directas, como porque no es tiempo oportuno

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para remitirlo a esa, me conformé al pago de lo que debe este hasta el mes de Diciembre; y para que infaliblemente esté entonces pronto ha dado esta Intendencia la orden de que no se toquen para cosa alguna los productos de ventas de tabaco en todas las tercenas.

Yo creo que en las críticas circunstancias en que me he visto ha salido muy arreglados los tratados a las instrucciones e intenciones de Vuestra Excelencia: si así lo fuese y yo logro saber que he cumplido, será el premio más grande que recibiré por mis fatigas y sufrimientos; pero si Vuestra Excelencia no queda satisfecho enteramente espero que a mi llegada le daré las razones que lo aquieten, pues es imposible verificarlo si no es verbalmente.

Con el oficio de Vuestra Excelencia de 25 del último agosto recibí las dos copias que en él se refieren y ambas me han dado mucha satisfacción por los procedimientos de Vuestra Excelencia.

Dios, Unión, Libertad. León, septiembre 10 de 1823.

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Costa Rica

P.D. Para la agregación del Partido de Nicoya puede Vuestra Excelencia entablar su solicitud al Congreso de Guatemala.

Montealegre 188

Como había hecho con el tratado Montealegre-Velasco, don Mariano remitió rápidamente a las autoridades costarricenses el Montealegre Solís, que fue aprobado por Junta Gubernativa de Costa Rica el 24 de setiembre de 1823:

““Habiéndose traído a la vista los tratados celebrados entre el Enviado de este Gobierno y el Gobierno de León, de 16 artículos celebrados en aquella el día 9 del presente mes de setiembre, se acordó ratificar el 1°, el 2°, e1 3°, el 4°, el 5°, el 6°, el 7°, el 8° y el

188 ARCHIVO NACIONAL DE COSTA RICA, 1937, pp. 465-466.

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9°; aceptar el 10; ratificar el 11; aceptar el 12 y e1 13; ratificar el 14; aceptar el 15; aceptar el 16 en el caso de que el Gobierno de Granada no cumpla sus pactos en esta parte con Costa Rica o que disolviéndose aquel legítimamente concentre el de León su administración, en cuya forma se acordó dar por ratificado el anterior tratado y que este se obliga a observarlo y cumplirlo fielmente, el que se agrega en copia rubricada, y que poniéndose por la Secretaría certificación con inserción, se remita un ejemplar al Enviado de este Gobierno para que lo pase al de León, dirigiéndose otro oportunamente a la Asamblea Nacional de las Provincias Unidas del Centro de América para su conocimiento.” 189

Por estos mismos días ocurrió en San José un episodio que puso de relieve el enérgico carácter de doña Gerónima Fernández de Montealegre. En aquellos tiempos, en Costa Rica y en todo el mundo, el pago por el envío de cartas le correspondía al destinatario, no al remitente. Sin embargo, don Mariano, en su calidad de administrador de Correos o correo mayor de Costa Rica, gozaba de la exención del pago por el uso del servicio postal. Con motivo de la misión diplomática de Montealegre, el administrador de correos don Manuel García Escalante dio por sentado de que la franquicia quedaba temporalmente suspendida y le exigió a doña Gerónima los portes de las cartas que recibía, y que dadas las circunstancias posiblemente eran las que le enviaba su esposo. Doña Gerónima se presentó una queja a la Junta Gubernativa en la cual indicaba que la misión de su marido debía entenderse sin perjuicio de sus derechos. El 27 de setiembre, la Junta Superior Gubernativa le dio la razón y tomó el acuerdo siguiente:

“Habiéndose quejado la ciudadana mujer del correo mayor de esta ciudad, ciudadano Mariano Montealegre, sobre que el administrador de Correos le ha exigido los portes de las cartas, sin atender a que por tal correo se le concede su correspondencia libre, y que aunque este Gobierno le eligió para enviado o agente de los negocios convenientes a esta Provincia, fue sin perjuicio de sus derechos, y en su vista se acordó: se oficie al administrador de Correos, ciudadano Manuel García Escalante, para que siendo

189 IGLESIAS, 1899-1902, vol. III, pp. 182-183.

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cierto que ha exigido portes a la citada ciudadana, los devuelva, y de lo contrario informe.” 190

8.- Últimas actuaciones de don Mariano en Nicaragua.

Después de la firma de los dos tratados, don Mariano Montealegre todavía permaneció varios meses en suelo nicaragüense, tanto para esperar que llegaran a sus manos desde Costa Rica las ratificaciones de los convenios, como para recoger las sumas que se debían a la Factoría costarricense por las compras de tabaco y para tratar de lograr algún avance en temas que el convenio con León había dejado pendientes.

La cuestión de las deudas granadinas empezó a volverse problemática. Las autoridades de Granada no entregaron a don Mariano los trescientos veinte pesos en efectivo que constituían el saldo de la segunda deuda, y el administrador de Tabacos de Masaya se negó a aceptar la libranza que la Junta de Granada le había entregado al enviado de Costa Rica para el pago de la primera deuda. Montealegre se dirigió al Gobierno de Granada para demandar el pago, y se le respondió que a la mayor brevedad se le remitirían los trescientos veinte pesos y se haría el cobro al administrador de Masaya.

Setiembre fue un mes complicado en León. El 19 de ese mes, la Junta Gubernativa, otras autoridades y un numeroso pueblo prestaron el juramento de fidelidad a la Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América, pero el obispo García Jerez se negó a hacerlo, y lo mismo hizo todo el resto del clero, a excepción del deán de la Catedral y algunos pocos eclesiásticos más. El 22 de setiembre, el obispo escribió a la Junta Gubernativa para explicar las razones de su negativa. El 24 de setiembre, el jefe político superior don José Carmen Salazar dirigió un oficio a la Junta Gubernativa de Costa Rica para referirse a la resistencia del clero leonés al juramento, “bajo unos pretextos religiosos con que el pueblo era alucinado” 191.

190 IGLESIAS, 1899-1902, vol. III, p. 185.

191 ZELAYA GOODMAN, 1965, p. 46.

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El 25 de setiembre de 1823 don Mariano le dirigió el siguiente informe a la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica:

“Excelentísimo señor.

Con el oficio de Vuestra Excelencia de 10 del corriente he tenido la satisfacción de recibir en testimonio, ratificados con unas ligeras variaciones, los tratados que autorizado por Vuestra Excelencia celebré con el Gobierno de Granada, a quien los dirijo por este correo a fin de que ponga su ratificación si lo tuviere a bien.

Al mismo Gobierno oficié volviéndole la libranza que me dio en pago de la deuda que tiene con esa Factoría porque no fue cubierta por el administrador de Masaya contra quien era girada, y habiéndole dicho me dirigiese la mencionada cantidad, me contesta con fecha de 20 del corriente que va el mismo a practicar el cobro a la mayor brevedad y que me va a remitir del mismo modo los 320 pesos 1 real que debió haberme entregado en aquella ciudad.

Yo tengo la mayor satisfacción en que en esa Provincia vayan calmando las inquietudes que la agitaban, según me expresa Vuestra Excelencia, y que con este motivo se hayan facilitado las elecciones de diputados que creo ya verificadas. No se halla en tan feliz estado esta Provincia, pues con motivo de haber resistido este ilustrísimo señor obispo a prestar el juramento a la Asamblea de estas Provincias y en cuyo paso lo siguió casi todo el estado eclesiástico secular y regular, se han hecho unas divisiones que podrían traer resultas funestas, pues este Gobierno, todas las autoridades y el pueblo hicieron el mencionado juramento el 19 del presente mes, y el primero dio ya cuenta a la Soberana Asamblea de la resistencia, para que determine lo que le parezca, no obstante de estar ya resuelto lo que debe hacer en el decreto que se dio para este objeto.

La misma Soberana Asamblea, en orden a las desavenencias que hay entre este Gobierno y el de Granada, ha dispuesto que se retiren las tropas que este tiene en Masaya y se reduzcan al número necesario para sostener el orden: que Granada haga lo mismo y que uno y otro Gobierno no ocupen a Masaya, Nicaragua, etc., a fin de que ellos, quedando en plena libertad, representen por medio de sus diputados a la misma Asamblea sobre su destino lo que crean más

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conveniente: que cualquiera de los dos Gobiernos que no obedezcan a quebranten esta providencia será responsable y se le declarará la guerra por todas las Provincias Unidas del Centro de América.

En consecuencia, pues, ha dado ya sus órdenes este Gobierno para que se retiren las tropas de Masaya en caso de que al comandante se le conteste por el de Granada estar pronto a cumplir el referido Decreto.

Esto es cuanto he creído necesario informar a Vuestra Excelencia para su inteligencia.

Dios, Unión, Libertad, León, septiembre 25 de 1823

Excelentísimo señor

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Costa Rica.” 192

El 30 de setiembre las autoridades de Granada le remitieron por fin a don Mariano Montealegre los trescientos veinte pesos del saldo de la segunda deuda con la Factoría de Tabacos de Costa Rica, con la que esta quedaba definitivamente cancelada. Con respecto a la primera, la de tres mil sesenta y cinco pesos, ofrecieron nuevas seguridades de que la pagarían, pero de momento no lo hicieron. Lo que sí otorgaron fue su aceptación a las modificaciones planteadas por la Junta Gubernativa de Costa Rica al tratado Montealegre-Solís, con las cuales este convenio quedaba definitivamente acordado.

El 10 de octubre, don Mariano escribió a la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica:

“Excelentísimo señor.

Con el oficio de Vuestra Excelencia de 25 del último septiembre he tenido la satisfacci6n de recibir ratificados los tratados que celebre con este Gobierno, siéndome de la mayor

192 ARCHIVO NACIONAL DE COSTA RICA, 1937, pp. 469-470.

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complacencia el que haya sido mi conducta de la aprobación de Vuestra Excelencia.

Con fecha de 30 de septiembre recibí trescientos veinte pesos un real que el Gobierno, de Granada me dirigió y son los mismos que debió, según los tratados, haberme entregado en aquella ciudad y ha quedado de agotar los arbitrios a fin de satisfacer el resto.

El asunto de diezmos sigue su curso y yo agito a fin de que se concluya. Me ha sido muy placentera la noticia que me da Vuestra Excelencia de haberse efectuado la elección de diputados que deben ir a representar esa Provincia a la Asamblea residente en Guatemala y que haya recaído en personas tan beneméritas.

Acompaño a Vuestra Excelencia un diario que manifiesta los escandalosos acontecimientos habidos en Guatemala contra la Representación Nacional, que se vio al borde de desaparecer; pero según expresan los Diputados de esta ciudad quedaba ya casi deshecha la tormenta y ya la Asamblea, a la fecha, estará sostenida por el entusiasmo de San Salvador que mandó al momento mil hombres y treinta mil pesos, habiendo encontrado el correo la primera División muy cerca y con posterioridad las subsecuentes.

Dios, Unión, Libertad. León, octubre 10 de 1823.

Excelentísimo señor

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta. Superior Gubernativa de Costa Rica

P. D. Acabo de recibir ratificados completamente los tratados con el Gobierno de Granada y admitidas las notas puestas por Vuestra Excelencia.”193

A lo largo del mes de octubre, don Mariano Montealegre permaneció en León, sin lograr ningún avance en los temas complementarios de su misión, ni conseguir tampoco que el Gobierno de Granada pagara la deuda de los tres mil sesenta

193 Ibid., pp. 470-471.

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y cinco pesos que tenía con la Renta de Tabacos de Costa Rica, no obstante las reiteradas comunicaciones que le envió sobre ese asunto. Lo cierto es que las autoridades granadinas, cuyos ingresos eran de suyo escasos, los invertían casi en su totalidad en mantener en pie una fuerza militar de cuatrocientos hombres y no disponían de fondos. Por el contrario, el Gobierno de León empezó el 4 de noviembre a pagar sus propias obligaciones con Costa Rica, mediante la entrega a don Mariano de las cantidades correspondientes.

Don Mariano empezó a efectuar preparativos para su salida de León, que programó para el 1° de diciembre. Esta vez, aprovechando la estación seca, pensaba viajar por tierra, lo cual también le permitiría pasar a Granada para ver si lograba que el Gobierno granadino le entregara los tres mil sesenta pesos adeudados a Costa Rica. El 5 de noviembre le dirigió el siguiente informe a la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica:

“Excelentísimo señor.

Queda en mi poder el oficio de Vuestra Excelencia de 22 del corriente, al que no tengo qué reproducir.

El asunto de diezmos sigue varado, porque los jueces del ramo lo están por no haber todavía prestado el juramento a la Asamblea de estas provincias.

El Gobierno de Granada no me ha contestado el oficio en que urjo por lo que debe a nuestra provincia y le he repetido otro sobre el particular; pero la grande escasez de numerario con que se halla, pues no teniendo ingresos mantiene una fuerza de cuatrocientos hombres que no puede pagar, le imposibilita el cumplimiento de lo que debe a esa Renta; bajo este concepto tuve arbitrio para comprometer a este Gobierno a fin de que respondiese por ella, como Vuestra Excelencia lo advertiría en los tratados que celebré. Ayer estuve recibiendo en esta Factoría del caudal que debe este Gobierno y hoy he interrumpido por el despacho del correo; pues solicité de esta Intendencia que su salida sea de mañana, por no haberse podido verificar el 3, a causa de que hasta ayer llegó el de esa; mas si el de Guatemala, que debió llegar el mismo día 3, no

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estuviese aquí al partirse el nuestro, trataré de que se detenga para que lleve la correspondencia que para ésa trajere.

Dios, Unión, Libertad. León, noviembre 5 de 823.

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Costa Rica.

P. D.- No pudo salir el correo el 7, como expresé a Vuestra Excelencia. sino hasta hoy que somos 10. Yo saldré para esa provincia el 1° de diciembre, pues he cumplido mi comisión, y pasaré por Granada para ver si puedo cobrar la deuda, si antes no se me satisficiere; y de todo daré a Vuestra Excelencia aviso en los dos correos que aun debo contestar antes de mi sa1ida de esta. También acompaño a Vuestra Excelencia el número 11 de La Tribuna, por si no hubiese alguno suscrito en esa, en donde se advierte lo que se trata en Europa de nuestra independencia.

Montealegre” 194

Mientras tanto, en Costa Rica, la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica, por estar ya definitivamente aprobado el tratado Montealegre-Velasco, hizo el 8 de noviembre que su secretario don José Ángel Vidal diera órdenes al jefe político superior don José María de Peralta y La Vega para la publicación y circulación de ese instrumento (lo de publicar era simplemente “hacer público”, porque imprenta no hubo en Costa Rica sino hasta 1830), mediante un texto que rezaba así:

|“Es fiel copia de su original, el que de orden de la

Excelentísima Junta he copiado a la letra, para que pasándola al jefe político superior la haga circular y publicar en todos los pueblos de la Provincia.

Sala de Sesiones, San José y noviembre 8 de 1823.

José Ángel VidalSecretario

194 Ibid., p. 471.

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Gobierno Político, noviembre 11 de 1823. 3.

Guárdese, cúmplase y ejecútese como Su Excelencia ordena, y al efecto líbrense los oficios correspondientes con inserción de los tratados. Lo proveyó Su Señoría el jefe político por ante mí de que doy fe.

José María de Peralta Joaquín Bernardo CalvoSecretario” 195

Igual disposición se tomó con respecto al tratado de León, aunque en este caso fue necesario además hacer una referencia expresa a los alcaldes constitucionales -que administraban justicia en primera instancia en todas las poblaciones-, a fin de que se tuviera en cuenta que la segunda y la tercera corresponderían ahora a la Corte Territorial de Justicia de León:

“Es copia fiel de su original de donde lo hice sacar a la letra y de orden de la Excelentísima Junta pasa el jefe político superior para que la mande publicar por bando en todos los pueblos de la Provincia, con prevención especial a los alcaldes constitucionales, que hará dicho señor en oficio por separado, que en los grados de apelación de segunda y tercera instancia los interesados apelantes ocurran a la corte territorial de Justicia de la capital de León.

José Ángel VidalSecretario

Gobierno Político. Noviembre 11 de 1823. 3.

Guárdese, cúmplase y ejecútese como Su Excelencia ordena, y al efecto líbrense los oficios correspondientes con inserción de los tratados. Lo proveyó Su Señoría el jefe político por ante mi de que doy fe.

José María de Peralta

Joaquín Bernardo CalvoSecretario” 196

195 Ibid., pp. 463-464.

196 Ibid., p. 469.

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Durante el mes de noviembre, el Gobierno de León hizo entrega a don Mariano de varias sumas destinadas a satisfacer sus obligaciones con la Factoría de Tabacos de Costa Rica. En cambio, las autoridades de Granada se hacían las sordas con respecto a las suyas.

El 17 de noviembre llegó por fin a manos de don Mariano un abono sustancial de Granada a la deuda que tenía pendiente con Costa Rica. La suma remitida ascendía a novecientos sesenta y cinco pesos, lo cual equivalía a casi un tercio del total de la obligación. El problema es que gran parte del dinero había sido acuñado en Granada, y eso podía presentar problemas en cuanto a la ley o cantidad de metal precioso que debían contener las monedas. Mientras que la moneda acuñada en México, por ejemplo, solía ser muy confiable en cuanto a que si tenía un valor determinado en oro o plata contenía metal por ese mismo valor, la que provenía de lugares sin yacimientos mineros o cuyos gobiernos estuvieran en bancarrota -como era el caso de Granada- podía resultar falsa, es decir, con menos metal que el debido. Había, por consiguiente, una diferencia entre la moneda falsificada, fabricada clandestinamente por un delincuente para ponerla en circulación, y la moneda falsa, acuñada por un gobierno pero con menos metal del que debía tener, es decir, moneda “de mala ley”. Don Mariano vio con mucha desconfianza las monedas granadinas y decidió que pedir el dictamen de un perito acerca de si eran falsas o no, de lo cual además dio cuenta a las autoridades granadinas.

El 18 de noviembre, don Mariano le remitió un informe más a la Junta Gubernativa de Costa Rica, cuyo texto decía:

“Excelentísimo señor

El oficio de Vuestra Excelencia de 3 del corriente me deja entendido que la salida de los diputados será en el presente mes, lo que celebro, pues en la Asamblea hay el mayor interés en que se reúnan todos los que faltan, pues se trabaja con el mayor empeño el proyecto de la Constitución, cuyas bases, que son de república federada, han salido ya.

También quedo entendido de que está esa Provincia tranquila y sin el costo de tropas con que la mantenía el coronel

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Cerda, quien ha pasado por aquí hablando bienes de esa Provincia y de su Gobierno.

Ayer recibí 965 pesos 31/2 reales que el Gobierno de Granada me dirigió con oficio de 5 del corriente; pero viniendo la mayor parte de moneda fabricada en aquella ciudad, voy a que se reconozca por inteligente, porque de este destino ha estado saliendo de muy mala ley, y según resulte lo noticiaré a Vuestra Excelencia y al mencionado Gobierno, pues así se lo aviso por este correo.

Tengo recibidos de este Gobierno [el de León] 6,049 pesos 3 reales, que con los 3,950 con 5 que ha librado esa Factoría contra esta, se completan los 10,000 pesos que ofreció este Gobierno cubrir de presente, cuando solicitó se le hiciese la remesa de los 1,000 tercios, ofreciendo satisfacer el resto en el mes de diciembre, según los tratados que celebré, y voy a que se aclare el modo con que debe ir este dinero, pues ya tengo en mi poder los documentos.

Yo pienso partir de esta, como dije a Vuestra Excelencia en mi último oficio, el primero del entrante diciembre, y si lo contrario hiciere lo participaré a Vuestra Excelencia, en el correo del 3 del mismo diciembre.

Veré cómo se arreglan los correos conforme me dice Vuestra Excelencia en su oficio que dejo citado.

Dios, Unión, Libertad. León, noviembre 18 de 823.

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Costa Rica” 197

Tal y como lo había sospechado y temido don Mariano, gran parte de la suma que le habían remitido las autoridades de Granada estaba constituida por moneda falsa, acuñada en esa misma ciudad. De los novecientos sesenta y cinco pesos recibidos, más de setecientos resultaron ser falsos. Sin duda muy molesto, don Mariano, que ya estaba próximo a salir de León, le escribió a

197 Ibid., p. 472.

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la Junta Gubernativa de Granada para avisarle que al pasar por esa ciudad en su viaje hacia Costa Rica le devolvería su moneda falsa y pedirle además que le tuviera listo el equivalente en moneda de buena ley.

Las sumas en efectivo que ya había recibido don Mariano, tanto de León como de Granada, hacían que su viaje de regreso a Costa Rica pudiera resultar peligroso, especialmente debido a la situación tan complicada en que hallaba Nicaragua en su conjunto. Como el Gobierno de León compartía la responsabilidad de que sus pagos llegaran sanos y salvos a San José, se decidió asignarle a don Mariano una escolta de cinco soldados para que lo protegiera durante su viaje, la cual sería costeada a medias por las autoridades leonesas y las costarricenses.

El 29 de noviembre, en vísperas de la partida de don Mariano, se produjo un León un intento de derrocar a la Junta Gubernativa. El movimiento, que fue rápidamente sofocado, había sido impulsado por algunos clérigos y aspiraba a colocar al obispo García Jerez a la cabeza del gobierno, al parecer con el designio de separar a Nicaragua, o por lo menos a León, de las Provincias Unidas del Centro de América. Numerosas personas fueron detenidas y se les abrió proceso, mientras la ciudad era presa de la inquietud, y don Mariano temió que pronto cayera en la más completa anarquía.

El 3 de diciembre don Mariano remitió a la Junta Gubernativa de Costa Rica un informe que decía:

“Excelentísimo señor

Por el artículo diez de los tratados que celebré con este Gobierno y fueron ratificados por Vuestra Excelencia, quedó de satisfacer lo que debía en aquella fecha en todo el presente mes, bajo los términos en que se le dio el surtimiento; y yo, con vista de los documentos que para el efecto pedí a esa Factoría, le probé que diez mil pesos debía percibir por libramientos y lo demás de la deuda estaba obligado este Gobierno a dirigir de su cuenta y riesgo hasta ponerlos en ésa; bajo este concepto y el de no haber letras en esa, recibí seis mil cuarenta y nueve pesos tres reales que faltaban para completar los diez mil pesos, pues esa Factoría tenia librados contra

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esta tres mil novecientos cincuenta pesos cinco reales; y aunque a más de los seis mil cuarenta y nueve pesos tres reales llevo tres mil quinientos pesos y debo percibir en la tercena de Nicaragua lo que haya de producto de ventas, ya esta cantidad va de cuenta y riesgo de este Gobierno.

Yo salgo mañana para esa Provincia conduciendo el dinero, escoltado con cinco soldados escogidos que me ha suministrado este Gobierno, y quisiera haberlo efectuado antes, pues se ha puesto esta ciudad en tanto desconcierto que temo que dentro de muy breve este en una anarquía completa, por los diversos partidos y sistemas. Hace cinco días que un tumulto quiso deponer el actual Gobierno, sustituyendo otro en que estaba nombrado a su cabecera el padre obispo de esta diócesis; mas a la actividad del jefe político se debe haber desconcertado el plan que habían dictado eclesiásticos y personas del primer orden, por cuya razón hay muchos presos de todas clases que resultan culpados en la causa que se está con el mayor orden siguiendo; pero esto mismo y el temor de los que se van descubriendo tiene la ciudad sumamente inquieta.

Entre los novecientos y pico de pesos que me dirigió el Gobierno de Granada resultaron setecientos y pico de moneda falsa, cuya cantidad le avisé ya se la llevaba, añadiéndole me tuviese pronto lo que debe a esa Factoría, pues yo pasaba a recibir este dinero.

No es dable informar a Vuestra Excelencia sino verbalmente los males que amenazan a nuestro sistema por lo que deseo llegar cuanto antes a ésa, siéndome bastante sensible que los diputados hayan salido de esa hasta el 1° del presente, según el oficio de Vuestra Excelencia de 21 del último noviembre, cuando yo los esperaba de un día en otro en esta.

Dios, Unión, Libertad. León, diciembre 3 de 823.

Excelentísimo señor

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Costa Rica” 198

198 Ibid., pp. 472-473.

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Por su parte, don José del Carmen Salazar, presidente de la Junta Superior Gubernativa de León, dirigió el mismo 3 de diciembre una nota a la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica, en la que le daba cuenta de la próxima partida del diplomático y de los lamentables hechos ocurridos en esa ciudad el 25 de noviembre:

“D. G. P. S.

El día de mañana sale el ciudadano Mariano Montealegre para esa capital, después de vinculado con esa Provincia los lazos que unen nuestros intereses mutuos y cuya disolución nos había hecho sentir los males de que hemos escapado con el nuevo orden político.

Este, como toda lo que pende de los hombres, tiene sus enemigos, que no pudiendo reducirnos al antiguo estada de opresión, emplean los arbitrios más vergonzosos para perturbar el orden y tranquilidad. Tal ha sido el atentado del 25 del pasado en esta capital. Los clérigos agentes del desorden, prevalidos de la sencillez de 15 individuos, intentaron variar la Junta Gubernativa y despojar algunas autoridades constituidas. La causa se sigue con energía y en ella aparecen cómplices algunos eclesiásticos y sujetos distinguidos, cuyo objeto era hacerse independientes de Guatemala y por consiguiente reducirnos a los horrores de la anarquía: ellos serán castigados con arreglo a la ley, y frustrados sus perversos intentos seguirá nuestra suerte política la marcha lisonjera, hasta ver constituido el nuevo Estado que componen las Provincias Unidas.

Todo lo que participo a Ustedes por lo que pueda convenir.

Dios, Unión, Libertad. León, diciembre 3 de 823.

José Carmen Salazar

A la Junta Gubernativa de Costa Rica” 199

199 Ibid., pp. 473-474.

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9.- Regreso a Costa Rica.

Conseguidos los principales objetivos de su misión diplomática, Montealegre se despidió de las autoridades de León y partió de esa ciudad el 4 de diciembre 200. Conforme a lo previsto, se detuvo en la ciudad de Granada, para recoger las sumas que las autoridades granadinas debían entregarle en reposición de la moneda falsa. Junto con el pago, el Gobierno de Granada le entregó a don Mariano una libranza girada contra el Gobierno de León, para que este satisficiera el resto de la deuda granadina con la Factoría de Costa Rica, con el valor de los tabacos que por ese mismo momento habían tomado los leoneses de la tercena o expendio tabacalero de Masaya, al ocupar militarmente esta última población. Si León no efectuaba el pago (como era previsible), Granada lo haría cuando fuera posible, dentro de las circunstancias tan críticas en que la habían colocado el conflicto con la ciudad rival. Así lo manifestó la Junta Gubernativa de Granada en una nota que entregó a don Mariano para la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica, fechada en aquella ciudad el 6 de diciembre y cuyo texto decía:

“Para la total satisfacción de los 3,065 pesos 3 1/2 reales que este Gobierno adeuda a ese de la penúltima remesa de tabaco ha dirigido, y de que se tiene recibo, al ciudadano Mariano Montealegre, su enviado, la cantidad de 965 pesos 3 !/2 reales, habiéndole acompañado la correspondiente libranza en contra el Gobierno de León, para que este le cubriese el resto de 2,100, valor de 40 tercios del mismo tabaco que se tomó arbitrariamente de la tercena de Masaya, cuya cantidad, si no fuese satisfecha, la cubrirá este Gobierno con la oportunidad que le sea posible, habida consideración a los graves padecimientos que han cruzado con las hostilidades sufridas y que han dejado exhausto el erario. Esperando sí, cuanto antes, que esa Junta expida sus providencias, para la mas pronta remesa de los cien tercios de tabaco pedidos últimamente; a cuyo fin no duda esta no se opondrá inconveniente alguno, en virtud de las estrechas relaciones que median y que siempre le han hecho a este ver con preferencia las atenciones con ese y le harán en lo sucesivo.

200 Ibid., p. 473.

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Dios, Unión Libertad. Granada y diciembre 6 de 1823.

Juan ArgüelloVicepresidente

Juan José GuzmánSecretario

A la. Junta Gubernativa de la Provincia de Costa Rica” 201

Además de los naturales temores que debía suscitar en cualquier viajero el tener que recorrer las tierras sudoccidentales de Nicaragua en medio de una atmósfera política y militar tan tensa, que en cualquier momento podía desembocar en una violenta guerra civil, el recorrido de don Mariano desde Granada hasta Costa Rica debió ser lento y fatigoso. Hubo de atravesar el partido de Rivas hasta su frontera meridional, que estaba marcada por el río de la Flor y una áspera región boscosa conocida como la montaña de Nicaragua, y después seguir por las solitarias inmensidades del partido de Nicoya hasta dejar atrás el pueblo de Guanacaste y cruzar el río Salto, afluente del Tempisque que junto con este delimitaba entonces la frontera entre Nicoya y Costa Rica.

Ya en territorio de Costa Rica, los senderos debían llevar a don Mariano por una solitaria ruta que pasaba por Bagaces, Esparza, Alajuela y Heredia, hasta llegar a San José, donde entró finalmente el 23 de diciembre, justo antes de las Navidades. Como detalle personal, cabe recordar que hasta entonces pudo conocer a su hija María Gerónima de Jesús, nacida en San José el 30 de setiembre y que muchos años después, en 1870, llegaría a ser primera dama de Costa Rica, al ascender al poder su esposo don Bruno Carranza Ramírez, en calidad de jefe provisorio de la República.

En aquellos tiempos, según escribió el inglés John Hale, buen amigo de don Mariano, en Costa Rica

«La Navidad es un tiempo de general regocijo en que se entregan [los costarricenses] a representaciones teatrales, fundadas en algún

201 Ibid., p. 474.

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argumento doméstico y adecuado a la capacidad de los actores que son indios y negros. El escenario lo forma generalmente la galería externa de una casa, la platea y los palcos la calle, y el cielo raso el firmamento estrellado. No se paga nada por ver la función y en los entreactos, en vez de música, se queman cohetes...» 202

El 24 de diciembre, la Junta Superior Gubernativa dirigió un cálido mensaje a don Mariano para saludarlo y felicitarlo por su feliz regreso. En realidad, el Gobierno de Costa Rica tenía motivos para sentirse enormemente satisfecho de la actuación de su representante, que había obtenido para la provincia dos tratados ventajosos y se había conducido con el acierto, la habilidad y la moderación de un diplomático veterano, además de hacer gala de una rectitud intachable en todas sus actuaciones.

El 3 de enero de 1824, la Junta se dirigió al Gobierno de León para informarle del retorno de Montealegre:

“El 23 del próximo pasado llegó a esta el ciudadano Mariano Montealegre, enviado que fue de esta Provincia cerca de ese Gobierno y el de Granada, el que ha hecho ver a este el aprecio con que esa Junta la ha visto, de lo que esta se congratula y da a esa las más expresivas gracias por tan buenos sentimientos, ofreciéndose esta al tanto siempre que se presenten ocasiones en que pueda hacer ver su reconocimiento.

Dios, Unión, Libertad. San José, enero de 1824.

Señores de la Junta Superior de León.” 203

Evidentemente, don Mariano había dejado una grata impresión en las autoridades leonesas, ya que don José del Carmen Salazar, presidente de la Junta Superior Gubernativa de León, contestó a la Junta de Costa Rica mediante una nota fechada en esa ciudad el 18 de enero de 1824 y en la cual expresaba:

202 FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Costa Rica en el siglo XIX, San José, Imprenta Gutenberg, 1ª. ed., 1929, p. 24.

203 Ibid., p. 474.

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“Altamente satisfactorio me ha sido el de Ustedes de 3 del corriente en que me participan el feliz arribo del ciudadano Mariano Montealegre a esa capital, y el aprecio con que han visto los actos que en él como su representante verifique.

Reitero mis respetos y buena disposición, esperando tiempo de hacer efectiva mi expresión.

Dios, Unión, Libertad. León, enero 18 de 1824.

José Carmen Salazar

Señores de la Junta Gubernativade la provincia de Costa Rica” 204

El 21 de enero de 1824, después de reincorporarse a sus deberes como factor de Tabacos, don Mariano envió a la Junta Superior Gubernativa, presidida por don Eusebio Rodríguez desde el 8 de ese mes, un informe final sobre su misión diplomática:

“Excelentísimo señor:

Sin embargo de que todos los pasos que di cerca de los Gobiernos de León y Granada, adonde me mandó Vuestra Excelencia con la honrosa comisión de su legado, le he dado cuenta de ellos, no obstante, aún no pude noticiarles que en León se me entregaron once mil quinientos cuarenta y nueve pesos tres reales, por cuenta de la deuda que tiene contraída con esta Provincia, y que en Granada sólo se me dieron, a pesar de los repetidos reclamos que le hice al Gobierno, quinientos doce pesos uno y medio reales, porque los crecidos expendios de la guerra que ha mantenido mucho tiempo no le permitieron tener con qué poder satisfacer dicha deuda, cuya causa también asistió a León para no pagar en los plazos que debió hacerlo; mas ambos Gobiernos me ofrecieron que mirarían este negocio con toda preferencia.

Yo hice ver al Gobierno de León que según la propuesta de su Intendencia relativa al pedido que hizo de un mil tercios de tabaco, que aceptó Vuestra Excelencia, debían venir de cuenta,

204 Ibid., pp. 474-475.

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costo y riesgo de este la cantidad de diez mil pesos, y que el resto era de cuenta de aquel; y bajo este concepto vinieron los once mil quinientos cuarenta y nueve con tres por este Gobierno y cinco mil quinientos por aquel.

En esta virtud ya oficié al intendente de León avisándole que se gastaron en la expedición, de cuenta de ambos gobiernos, doscientos sesenta pesos cinco reales, que deberán partirse proporcionalmente luego que aquel satisfaga a la escolta que traje para custodia de la conducta lo que sólo resta, pues yo le había dado ya la mayor parte del prest, bagaje, etc.

A más de los trescientos pesos que en virtud de orden de Vuestra Excelencia de 13 de Junio último se me dieron para gastos extraordinarios personales, gasté también ciento sesenta y tres pesos hasta mi llegada a esta ciudad; y espero que Vuestra Excelencia se sirva mandar al señor intendente [el intendente de Costa Rica don Juan Mora Fernández] se me abonen, en atención a que dilaté el tiempo de seis meses y a que en el carácter de representante que llevé me hizo corresponder con generosidad algunos obsequios que se me hicieron. De todos los gastos acompaño a Vuestra Excelencia una planilla para que se sirva verla.

En el caudal que se me entregó por el Gobierno de León recibí como tres mil pesos de moneda hecha por su Gobierno, con arreglo a los tratados celebrados, y una pequeña cantidad de la que se acuña en Tegucigalpa, que corre sin novedad en toda la Provincia de Nicaragua; y le acompaño a Vuestra Excelencia diez y seis pesos de dichas monedas para que las vea y mande por bando que corra en todo este departamento. La que tiene quinto es de León y la acuñada de Tegucigalpa.

Creo que no tengo ya más que decir a Vuestra Excelencia si no es que hice de mi parte cuanto estuvo a mi alcance para dar el lleno a la confianza con que me honró nombrándome su agente: que si no resultaron los tratados en el todo conformes a las instrucciones, fue porque a más de estar aquellos gobiernos ya sujetos a la Asamblea de Guatemala, estaban también en una cruel guerra entre ellos mismos, y aun sus pueblos divididos enteramente

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y sin sujeción completa a los mismos gobiernos; mas a pesar de todo esto se hizo cuanto ha visto ya Vuestra Excelencia.

En fin, excelentísimo señor, no podré pasar en silencio la atención, obsequios y consideración con que fui tratado como, representante de un Gobierno a quien su conducta y hechos anteriores había, llenado de estimación y respeto a todos aquellos pueblos; y no puedo menos sino confesar a Vuestra Excelencia que me llené de un grande orgullo, latiéndome el corazón fuertemente, al considerar cuánto valía ya en la estimación de los demás gobiernos una Provincia que antes era mandada con desprecio por un satélite de el anterior Gobierno.

Yo he dilatado hasta ahora el dar cuenta a Vuestra Excelencia de mis últimos pasos, porque la precisión con que salí de León y acomodé el ultimo dinero, no me permitió saber a punto fijo cuánto traía existente, y hasta antes de ayer pude entregarlo en esta Factoría, dando a Vuestra Excelencia las debidas gracias, porque apenas llegué cuando me felicitó por mi regreso en su apreciable oficio de 24 de diciembre último,

Dios, Unión, Libertad. San José, enero 21 de 1824.

Excelentísimo señor.

Mariano Montealegre

Excelentísima Junta Superior Gubernativa de Costa Rica.” 205

Además de lo preciso y detallado que resulta este informe final, llama poderosamente la atención la expresión contenida en su penúltimo párrafo, en el cual don Mariano manifiesta a la Junta Gubernativa el gran orgullo y la emoción que sentido al ver el respeto y el prestigio de que, gracias a su conducta política, ya gozaba Costa Rica en Nicaragua, después de haber sido en tiempos no muy lejanos “mandada con desprecio por un satélite de el anterior gobierno”. Obviamente, don Mariano se refería a la arrogante actitud que había mantenido con respecto a Costa Rica el jefe político superior de León y presidente de la

205 Ibid., pp. 475-476.

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Diputación Provincial don Miguel González Saravia en los últimos tiempos del gobierno español y durante la pertenencia al Imperio Mexicano. Pero más allá de esta situación coyuntural, es evidente don Mariano había experimentado los mismos sentimientos que cualquier diplomático de nuestros días cuando percibe que en el estado receptor se mira con respeto y aprecio al país que lo ha enviado.

Junto con su informe diplomático, y poniendo de relieve su honradez y su corrección en el manejo de los fondos públicos, don Mariano presentó a la Junta Gubernativa, el mismo 21 de enero, una pormenorizada planilla de liquidación de los gastos en que había incurrido durante su misión diplomática:

Planilla que manifiesta los gastos ocasionados en la conducción de los caudales que yo, el ciudadano Mariano Montealegre, recibí de los Gobiernos de León y Granada por comisión que me confirió la Excelentísima Junta Superior Gubernativa de esta Provincia.

Pesos Reales Maravedís

A los cuatro soldados que me franqueó el Gobierno de León para custodia de la conducta, por el prest 206 desde 4 de diciembre hasta fin y por todo el de enero que les di para su regreso

098 3

A los mismos por razón del plus hasta fin de diciembre que disfrutan en estas comisiones

077

Al sargento Matías Amaya, que vino agregado a la custodia con fusil y peltrechos y por ahorrar otro soldado más que se me daba, lo vine manteniendo y recibió la gratificación de. ...

015

Al ciudadano Pedro Morales, que desde Nicaragua se hizo cargo de venir al cuidado de la conducta

025

206 El prest, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, era la “Parte del haber del soldado que se le entregaba en mano semanal o diariamente”.

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Por el flete de cuatro cargas del caudal, tres que saqué de León, a diez pesos cada una, y otra de Nicaragua [Rivas] en siete

037

Por el valor de ocho cajones de madera que hice fabricar para conducir el caudal, a seis reales cada uno

6

Por doce costales de rayado con costura

2 2

Total partible entre los dos Gobiernos 260 5

Por ciento sesenta y tres pesos que gasté en mi persona, a más de los trescientos, en fletes, papel, manuense &

163

Por cuarenta pesos en que compré una buena bestia mular del dinero de la Nación para conducirme y esta a su disposición

40

Total 463 5

Asciende esta suma a 463 pesos cinco reales. San José, enero 21 de 1824.

Mariano Montealegre” 207

La Junta avisó recibo de estos documentos mediante una comunicación fechada en San José el 26 de enero de 1824 y en la cual le manifestaba a don Mariano:

“Al de Usted de 21 del corriente en que me da cuenta del resultado de su misión cerca de los Gobiernos de León y Granada, se contesta:

Que queda entendida la Junta de todo, siéndole satisfactorio en todos sus procedimientos de que se le reiteran las más expresivas gracias.

207 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, pp. 476-477.

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En cuanto a la lista de gastos que Usted ha pasado, la ha tenido este Gobierno por inoficiosa, mediante la satisfacción que tiene de su honradez; y como se advierte de ella que Usted gastó 163 pesos a más de los 300 que recibió para gastos extraordinarios, en esta fecha se libra la correspondiente orden a la Intendencia para que se le abonen.

La mula que Usted compró para el camino y está de cuenta de la Caja; la pondrá Usted a disposición del intendente.

La moneda que trajo, acuñada en León y Tegucigalpa, se publicará por bando su circulación.

Dios, Unión, Libertad. Sala de Gobierno, San José, enero 26 de 1824, 4°

Rodríguez, presidente.

Aguilar Alvarado

Vidal, secretario.”

Señor factor de Tabacos,ciudadano Mariano Montealegre.” 208

Cabe agregar que don Mariano se negó a recibir sueldo alguno por sus servicios y solamente aceptó que el gobierno costarricense le pagara ciertos gastos menores y sufragara el costo del transporte y custodia de varias sumas de dinero que remitieron con él a Costa Rica las autoridades de León y Granada 209. Como dice don Luis Felipe González Flores,

“No solo fue satisfactoria la misión confiada al señor Montealegre en cuanto a las instrucciones que se le dieron, sino que la llevó a cabo con la mayor economía… el resultado de la misión confiada al señor Montealegre… no solo lo acredita como

208 Ibid., p. 477.

209 Ibid., pp. 476-477.

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un diplomático consumado sino como uno de los hombres más honrados de aquella época.” 210

Con la misión de don Mariano Montealegre a Nicaragua se inauguró brillantemente la historia de la diplomacia costarricense. Don Mariano desempeñó sus funciones con encomiable sentido de la responsabilidad y mucho acierto. Indudablemente le ayudaron su conocimiento de los temas que debía tratar con sus interlocutores y su innegable don de gentes, cualidades esenciales en los diplomáticos de todos los tiempos y países.

210 GONZÁLEZ FLORES, 1943.

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C IV

E :

Después de su misión diplomática, don Mariano Montealegre reasumió, como ya indicamos, su cargo de factor de Tabacos de Costa Rica, que aún habría de desempeñar durante muchos años.

Mientras Costa Rica se preparaba para consumar su anexión a las Provincias Unidas del Centro de América, aceptada por la Asamblea Constituyente centroamericana en marzo de 1824, el antiguo antagonismo entre monárquicos y republicanos había sido reemplazado por otro, de raíces fuertemente localistas: los liberales predominaban sin discusión en San José y en Alajuela, mientras que en Cartago y en Heredia prevalecían los conservadores. La pugna se manifestó claramente en las elecciones que se celebraron para designar a los miembros del nuevo Congreso Constituyente y del primer jefe y el primer vicejefe del Estado, que debían desempeñar sus cargos provisionalmente hasta que se emitiera la Ley Fundamental, de conformidad con lo dispuesto en el decreto de convocatoria y las Bases de Constitución Federal de 17 de diciembre de 1823.

Para estos comicios, don Mariano fue nombrado otra vez por San José como elector de partido, junto con don Manuel Alvarado y Alvarado, el presbítero don Manuel Alvarado Hidalgo, don Miguel Carranza Fernández, el presbítero don Vicente Castro Ramírez, don Juan Mora Fernández y don Eusebio Rodríguez

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Castro. El 17 de agosto, los veintinueve electores de partido se congregaron en San José y eligieron como secretario a don Mariano y como escrutadores a los presbíteros don Manuel Alvarado y don Joaquín Carrillo Colina 211.

El 18 de agosto los electores procedieron a elegir a los diputados propietarios y suplentes que debían integrar el Congreso Constituyente. El resultado favoreció ligeramente a los liberales, pero la cuestión de la mayoría en el cuerpo constituyente quedó indecisa, porque aunque fueron elegidos como propietarios cinco liberales y cuatro conservadores, los otros dos diputados eran dos forasteros ajenos a los grupos políticos del Estado y a los intereses localistas 212.

Al día siguiente, 19 de agosto de 1824, los electores de partido procedieron a efectuar la votación para designar al jefe provisorio del Estado, que debía ser elegido por mayoría absoluta. Los pareceres se dividieron mucho, y ninguno de los ciudadanos que obtuvieron votos logró alcanzar esa mayoría. Fue necesario proceder a una segunda votación, y para ella tanto los liberales como los conservadores lograron agruparse alrededor de un solo candidatos por bando. Los electores liberales postularon al josefino don Juan Mora Fernández, que desde 1821 había demostrado su afinidad ideológica con ese grupo y en los acontecimientos posteriores había estado claramente del lado de los republicanos. Mora había sido legado extraordinario por San José en la Junta de Legados de los Pueblos en 1821, elector por San José y secretario de la Junta de Electores de enero de 1822, miembro propietario y secretario de la Junta Superior Gubernativa de 1822-1823, diputado suplente por Boruca y Térraba en el Congreso Provincial Constituyente de 1823 y desde marzo de 1823 desempeñaba con gran acierto el cargo de intendente general, equivalente a un ministro de Hacienda de nuestros días. Por su parte, los electores del grupo conservador escogieron como su candidato al cartaginés don José Rafael de Gallegos, que a pesar de vivir en San José y haber sido alcalde de esta población en 1821, había sido moderado simpatizante de la anexión al Imperio Mexicano y era persona de mentalidad más tradicional que Mora, con quien sin embargo

211 OBREGÓN QUESADA, 2000, p. 59.

212 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1971, pp. 148-149.

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le unía una estrechísima amistad. La votación favoreció a los liberales, ya que Mora fue elegido como jefe provisorio del Estado por dieciséis votos, frente a trece que obtuvo Gallegos 213.

Con respecto a la elección de vicejefe se repitió la circunstancia de que en la primera votación nadie obtuviera la mayoría absoluta. Para la segunda elección, los liberales postularon a don Mariano Montealegre Bustamante, cuyo ya sólido prestigio debe haberse visto acrecentado por el éxito de su misión diplomática a Nicaragua. Los conservadores volvieron a acuerpar el nombre de don José Rafael de Gallegos. Efectuada la votación, se repitieron las cifras de la elección para jefe: la candidatura liberal recibió dieciséis votos y la conservadora trece. De este modo, don Mariano Montealegre Bustamante fue elegido como primer vicejefe del Estado de Costa Rica 214.

El 6 de setiembre inició sesiones en San José el Congreso Constituyente, para cuya presidencia fue elegido el abogado guatemalteco don Agustín Gutiérrez de Lizaurzábal 215. El 8 de setiembre, el Congreso declaró electos como jefe y vicejefe provisorios del Estado a don Juan Mora Fernández y a don Mariano Montealegre, quienes enseguida prestaron el juramento correspondiente y tomaron posesión de sus cargos 216.

El 21 de enero de 1825 el Congreso Constituyente aprobó la Ley Fundamental del Estado Libre de Costa Rica, cuya jura se efectuó con gran solemnidad en San José. Cabe recodar que doña Gerónima Fernández de Montealegre fue la encargada, junto con otras dos señoras, de preparar “dulces, mistelas y aguas frescas” para la fiesta ofrecida con motivo de la jura 217.

Don Mariano fue vicejefe del Estado desde el 8 de setiembre de 1824 hasta el 7 de abril de 1825, cuando tomó posesión el gobierno constitucional elegido de conformidad con la Ley Fundamental del Estado aprobada en enero de ese último

213 Ibid.,p. 149, OBREGÓN QUESADA, 2000, pp. 60-61.

214 Ibid.,p. 149, OBREGÓN QUESADA, 2000, pp. 60-61.

215 Decreto n° 1 de 6 de setiembre de 1824.

216 Decreto n° 2 de 8 de setiembre de 1824.

217 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Municipal, documento n° 480.

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año. Cabe mencionar que no le correspondió en ningún momento el ejercicio interino de la jefatura, que desempeñó don Juan Mora durante la totalidad de los siete meses que duró el gobierno provisorio. La vicejefatura no conllevaba ninguna otra función, por lo que simplemente continuó en el ejercicio de su cargo como factor de Tabacos.

En la ronda final los comicios para el primer período constitucional, efectuada en San José el 20 de marzo de 1825, don Mariano obtuvo seis de los treinta y nueve votos emitidos por los electores de partido para la jefatura del Estado; los demás favorecieron a don Juan Mora Fernández, que se convirtió así en el primer jefe de Estado constitucional 218. Es interesante que todos los seis electores de Alajuela votaron por Montealegre y ninguno por don Juan Mora; pero en la elección para vicejefe esos mismos seis electores votaron por Mora, por lo cual no parece que tuvieran especiales objeciones contra el nombre de don Juan. Resulta dif ícil creer que los seis se equivocaran e invirtieran los nombres. Nos parece más verosímil que se tratara de una especie de protesta contra el hecho de que todos los electores de San José y Heredia estuvieran dispuestos a apoyar para la vicejefatura el nombre de don José Rafael de Gallegos, personaje al cual Alajuela también le negó los votos para la vicejefatura en las elecciones de 1829.

Con respecto a la vicejefatura, los electores se dividieron considerablemente y ningún candidato obtuvo la mayoría absoluta, ya que don José Rafael de Gallegos y Alvarado obtuvo diecinueve votos (los once de San José y los ocho de Heredia), su medio hermano don José Santos Lombardo y Alvarado once (ocho de Cartago y tres de Ujarrás), don Juan Mora Fernández seis (los de Alajuela) y su cuñado don Eusebio Rodríguez tres (los de Escazú). El nombre de don Mariano Montealegre no fue considerado, lo cual nos hace suponer que no tenía deseos de continuar en la vicejefatura, que en el nuevo régimen constitucional aparejaba el deber de presidir el Consejo Representativo, una especie de cámara alta llamada a ejercer el Poder Conservador. Al no haber mayoría absoluta, correspondió a la primera Asamblea ordinaria del Estado definir la elección entre

218 OBREGÓN QUESADA, 2000, p. 161.

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todos los ciudadanos que habían recibido votos para la vicejefatura, y lo hizo el 8 de abril en favor de Gallegos 219.

Inaugurado el nuevo gobierno, don Mariano continuó al frente de la Factoría de Tabacos, aunque ahora con la condición de funcionario del gobierno federal centroamericano. En el sistema de la República federal, el control de la Factoría ya no le pertenecía al gobierno de Costa Rica, sino a las autoridades federales, según una ley aprobada por la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América en diciembre de 1824 220. De modo que la Federación no solo mantuvo el monopolio del tabaco, a pesar de su impopularidad, sino que su gobierno encontró en la Renta de tabacos una de sus principales fuentes de ingreso. Por supuesto, la decisión de convertir al monopolio tabacalero en renta federal significó un fuerte revés para la hacienda de Costa Rica, cuyo Congreso Constituyente manifestó en marzo de 1825 que la medida ponía al Estado casi en la imposibilidad de integrarse en la naciente República 221.

De conformidad con la legislación federal, en Costa Rica habría no solo un factor de Tabacos, sino además un nuevo funcionario llamado director de Siembras, con el consiguiente incremento de gastos. Para evitar en lo posible estos problemas, don Mariano Montealegre se ofreció para desempeñar ambos cargos, pero ante la negativa de las autoridades federales, quedó únicamente como director de Siembras 222. Su vasta experiencia y la continuidad de las cosechas facilitaron la transición al nuevo régimen 223, y durante un corto período, este pareció funcionar más o menos bien. Sin embargo, ya para 1826 la Federación en su conjunto parecía estar tomando el rumbo de la desorganización y la actividad tabacalera costarricense se veía notoriamente perjudicada:

219 Ibid., p. 161; OBREGÓN QUESADA, 2000, pp. 74-76.

220 RICO ALDAVE, 2014, p. 157.

221 Ibid., p. 160.

222 Ibid., p. 162.

223 Ibid., p. 170.

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“La producción de tabaco en Costa Rica y sus envíos de tabaco a Nicaragua no se vieron correspondidos con las remisiones de dinero para el pago de las cosechas. Costa Rica se sentía injustamente tratada porque había contribuido con armas, hombres y tabaco a los intereses de la Federación y no había recibido, a cambio, los beneficios esperados. Los más afectados por la falta de recursos eran los cosecheros, que veían como sus intereses eran relegados una y otra vez… Al finalizar la cosecha de 1826 no se pagaron sus cosechas ni se dieron gratificaciones al resguardo ni a los denunciantes de siembras clandestinas. Los guardas y empleados recibieron medio sueldo…” 224

Por diversas causas, los estados de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua empezaron progresivamente a verse amenazados por la anarquía y la guerra civil, mientras el Gobierno federal no lograba imponer su autoridad por las vías constitucionales. Todo esto repercutió negativamente en la actividad tabacalera y contribuyó a que en setiembre de 1827, la Asamblea del Estado de Costa Rica decidiera autorizar al gobierno estatal a disponer de los ingresos de las rentas federales para organizar las siembras y tomara otras medidas con respecto a su comercialización. Don Mariano Montealegre recibió estas decisiones con resignación, pero se dispuso a obedecerlas. En cambio, la Dirección General de la Renta de Tabacos, con sede en Guatemala, consideró que la Asamblea costarricense se había excedido en sus atribuciones y mandó que los funcionarios de la Federación se hicieran cargo de las siembras. El Gobierno de Costa Rica, consciente de que las medidas que emitieron al respecto las autoridades federales eran insuficientes, hizo caso omiso de los reclamos y tomó bajo sus responsabilidad la producción y la venta del tabaco, en colaboración con el director de Siembras. Don Mariano Montealegre trató de normalizar la situación poniéndose en comunicación con la Dirección General de Guatemala, pero la correspondencia se hallaba interrumpida 225.

En abril de 1829, como los demás estados y el gobierno federal continuaban en la guerra y la anarquía, el Estado de Costa Rica se separó temporalmente de la República, mediante

224 Ibid., p. 183

225 Ibid., pp. 187-189.

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la llamada Ley Aprilia, y poco después se emitieron una serie de medidas para poner las rentas federales bajo la dirección de la Intendencia General del Estado. La Factoría quedó incorporada a la dirección de Siembras, y el 3 de agosto de 1829 don Mariano Montealegre asumió la doble condición de factor y director de Siembras, como lo había sugerido a las autoridades federales en 1825 226. Posteriormente, el Gobierno de Costa Rica decidió destinar los fondos disponibles a la amortización de la deuda pública estatal y a mejorar la tropa de los puertos de Puntarenas y Matina. Aconsejado por la Dirección de la Renta de Guatemala, don Mariano Montealegre se opuso a esas medidas, y manifestó que a la Dirección de Siembras no le correspondía pagar la amortización de la deuda estatal ni la defensa del territorio. Sin embargo, tuvo que deponer su resistencia, ya que en noviembre de 1830 el Consejo Representativo del Estado dictaminó que con base en la Ley Aprilia, Costa Rica había asumido la administración de todas las rentas y que al agregarse la Factoría a la Dirección de Siembras, el director había quedado sujeto a las leyes del Estado 227.

En febrero de 1831, cuando parecía que la Federación se encaminaba hacia la normalización, Costa Rica derogó la Ley Aprilia, y en julio de ese año el Congreso federal centralizó de nuevo la Renta de tabacos y destinó sus ingresos a la Hacienda federal. Estas disposiciones originaron nuevos problemas, tanto en Costa Rica como en otros estados de la República 228, hasta que en mayo de 1833 las propias autoridades federales cedieron a los gobiernos estatales la Renta del tabaco 229.

En marzo de 1833 asumió la jefatura del Estado don José Rafael Gallegos y Alvarado, elegido como consecuencia de una maniobra congresil para tratar de evitar un enfrentamiento entre los liberales de San José y Alajuela y los conservadores de Cartago y Heredia. Esta elección, hecha contra la voluntad del propio Gallegos, no satisfizo a nadie y la nueva administración nació con el signo de la debilidad, mientras crecían las pasiones localistas. La conflictiva situación política se vio exacerbada por la aparición

226 Ibid., pp. 201-202.

227 Ibid., p. 206.

228 Ibid., pp. 211-216 .

229 Ibid., pp. 224-226.

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de los primeros periódicos impresos, en especial el semanario josefino La Tertulia, dirigido por el presbítero don Vicente Castro, conocido popularmente con el mote de padre Arista. En la casa de este inquieto clérigo, acerbo crítico del gobierno de Gallegos, se reunía un grupo de liberales con el carácter de tertulia patriótica, el cual empezó a publicar ese periódico en marzo de 1834. Uno de los temas más frecuentes en las páginas del semanario fue el de la Ley de la Ambulancia, redactada a partir de un proyecto del bachiller Osejo. Esta famosa y polémica ley, que entró en vigencia en abril de 1834, dispuso la rotación cuatrienal de la capital entre Alajuela, Heredia, Cartago y San José, en ese orden.

Es muy posible que don Mariano, amigo cercano del padre Castro y copartícipe de sus ideas liberales, haya contribuido con artículos a las páginas de La Tertulia en más de una oportunidad, aunque la mayoría de los textos que publicaba el semanario no llevaban firma y es muy dif ícil identificar a sus autores. Lo mismo ocurre con respecto al otro semanario que circulaba entonces, el Noticioso Universal de Costa Rica. Sí consta expresamente, en cambio, la participación de Montealegre en una famosa fiesta organizada por el periódico para celebrar el 17 de mayo de 1834 el segundo aniversario de la libérrima ley de imprenta emitida por el Congreso federal en 1832. En esa fecha, según detalló La Tertulia, la bandera blanca y azul de la República amaneció enarbolada en las casas de muchos vecinos, se reventó pólvora y se efectuó un concurrido desfile hasta la casa de campo de don Mariano en las vecindades de la Sabana, que estaba adornada con flores y festones y donde los festejantes encontraron un ejemplar de la ley de Imprenta, impreso en seda y colocado en un marco dorado tras un cristal. Se le dio solemne lectura, se ofreció una colación y se entonó un himno en honor de la famosa ley. Después se efectuó otro desfile hasta la casa del padre Castro en San José, donde se ofreció un refresco, y ese día y los siguientes hubo otras actividades festivas 230.

Los años 1833 y 1834 no fueron muy favorables a la actividad tabacalera costarricense, sin duda afectada por las oscilaciones entre la pertenencia de la Renta a la Federación y al

230 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Los años de la Ambulancia (1834-1838), San José, EUNED, 1ª.ed., 1989, pp. 81-83.

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Estado. La Renta estaba desorganizada y la venta del producto en las tercenas era muy escasa 231. El 23 de junio de 1834, don Mariano presentó al gobierno una solicitud para separarse de su cargo de factor de Tabacos, pero la petición fue rechazada por las autoridades en términos muy laudatorios para él. El 18 de agosto, don Mariano se dirigió al intendente general del Estado, para manifestar que ya que el Gobierno consideraba necesarios sus servicios en la Factoría, aceptaba permanecer en su puesto, y solicitar que le fuera devuelta su renuncia, a la vez que agradecía tanto a ese funcionario como al gobierno, el buen concepto en que le tenían 232.

En marzo de 1835 don José Rafael de Gallegos presentó su renuncia a la jefatura del Estado. Don Mariano, que era adversario político del gobierno, hizo circular una hoja suelta en la que apoyaba la idea de que la Asamblea aceptara la dimisión de Gallegos 233. como en efecto lo hizo el 4 de marzo. La titularidad de la primera magistratura del Estado recayó entonces en el vicejefe don Manuel Fernández Chacón, cuñado de don Mariano. Sin embargo, el cuerpo legislativo declaró el 6 de marzo que la elección de Gallegos en 1833 había sido nula, lo cual llevó a celebrar nuevos comicios. En estos triunfó el licenciado don Braulio Carrillo Colina.

En setiembre de 1835, una serie de leyes aprobadas por la Asamblea durante el breve gobierno de Fernández y los inicios del gobierno de Carrillo, especialmente las que suprimieron los diezmos y la ley de la Ambulancia, provocó una virulenta reacción en Cartago, Alajuela y Heredia, y estalló la segunda guerra civil, conocida como Guerra de la Liga. En este conflicto, la Factoría de Tabacos se puso decididamente del lado del gobierno, y contribuyó con 8000 pesos a los gastos de las tropas de Carrillo 234.

La familia de don Mariano Montealegre se vio directamente afectada por el conflicto, ya que en una de las primeras escaramuzas entre las fuerzas josefinas y cartaginesas,

231 RICO ALDAVE, 2014, p. 225.

232 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Hacienda, n° 8387.

233 MELÉNDEZ, Carlos, 1968, p. 19. Este texto no se conserva y solo se sabe de su existencia por el tarjetero de don Adolfo Blen.

234 RICO ALDAVE, 2014, p. 240.

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que tuvo lugar en Buriogres, paraje ubicado entre El Mojón (hoy San Pedro de Montes de Oca) y Curridabat, pereció uno de sus cuñados, el teniente de granaderos don Crisanto Fernández, que luchaba en las filas gubernamentales 235. Además, las tropas de Cartago, encabezadas por el coronel salvadoreño Máximo Cordero, atacaron al destacamento que tenían los josefinos en la hacienda del francés don Santiago Millet, yerno de don Mariano, y en la mañana del 14 de octubre, al verse vigorosamente rechazados por una fuerza al mando de don Vicente Villaseñor, Cordero hizo incendiar la hermosa casa de Millet 236.

El 27 de setiembre, mientras se desarrollaba en Costa Rica la guerra civil, que terminó en octubre con la completa derrota de los insurrectos, murió en Guatemala doña Josefa Bustamante, madre de don Mariano. El 27 de enero de 1836, don Mariano Montealegre otorgó un poder a su amigo el licenciado don Manuel Aguilar, primo hermano de su esposa, para recoger en Guatemala los bienes que habían quedado por muerte de la señora 237.

Don Mariano renunció a su cargo en la Factoría en 1835 y se acogió a la jubilación, debido a su salud quebrantada y a la urgencia de atender sus negocios particulares 238. El jefe de Estado don Braulio Carrillo, que sin duda conocía el interés que al jubilado le inspiraba la instrucción de la juventud, le ofreció que asumiera la Rectoría de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, pero don Mariano declinó la posibilidad. Además de que no tenía ninguna formación académica -como había reconocido con humildad al ser nombrado diplomático en 1823-, ni menos experiencia en tan delicada materia como la educación, sin duda quería dedicar más tiempo a sus cafetales, a los asuntos de la compañía minera y a su familia.

En febrero de 1837 debían celebrarse elecciones para la jefatura del Estado. Don Braulio Carrillo aspiraba a la reelección,

235 FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, La Guerra de la Liga y la invasión de Quijano, San José, Librería Atenea, 2ª. ed., 1950, p. 81.

236 Esta casa, que fue reconstruida después de la guerra civil, sobrevivió durante más de un siglo, y ocupaba la esquina sudoeste de la calle 27 y de la Avenida Central, según se consigna en Ibid., p. 84.

237 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1905, p. 549.

238 MELÉNDEZ, 1968, p. 16.

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con el apoyo de San José y Escazú, pero las ciudades derrotadas en la guerra civil -Alajuela, Cartago y Heredia- unieron sus fuerzas en torno a la candidatura de don Manuel Aguilar, que paradójicamente era la figura más connotada del liberalismo. Aunque don Mariano Montealegre era pariente político y gran amigo de don Manuel Aguilar y cliente de su bufete, no sintió entusiasmo por ninguna de las dos postulaciones. Se tiene noticia de que publicó una hoja suelta en la que explicaba el motivo de una actitud suya y se refería a las causas que le hacían adversar tanto la candidatura de Aguilar como la reelección de Carrillo 239.

Como las fuerzas estaban muy parejas, Carrillo quiso forzar su reelección y las autoridades incluso detuvieron arbitrariamente a tres electores aguilaristas para impedirles votar. Sin embargo, la Asamblea intervino para garantizar la libertad electoral y finalmente triunfó la candidatura de Aguilar, quien obtuvo 22 votos de un total de 41 (53.65 %). Carrillo obtuvo 17 (41.46 %) y el abogado nicaragüense don Torbio Argüello 2 (4.25%). Como vicejefe fue elegido don Juan Mora Fernández. Don Mariano Montealegre obtuvo tres votos en Guanacaste.

Don Manuel Aguilar tomó posesión de la jefatura en Heredia, entonces capital de Costa Rica, el 17 de abril de 1837. Casi enseguida, don Mariano Montealegre vio súbitamente en el deber de reincorporarse a las actividades de la Factoría de Tabacos.

Mediante una ley federal de 17 de junio de 1836 se había dispuesto nuevamente que las autoridades de la Federación reasumieran la Renta de tabacos, que estaba en manos de los estados desde 1833. El cumplimiento de esta ley produjo muchas dificultades, entre otras cosas porque en los años precedentes los estados habían efectuado entre sí contratos de abastecimiento y se sentían vinculados por estos compromisos 240. En 1837 las autoridades federales dispusieron que don Mariano Montealegre se hiciera nuevamente cargo de la Factoría de San José, lo cual se hizo efectivo el 3 de junio de ese año 241. La transición al nuevo sistema

239 MELÉNDEZ, Carlos, 1968, p. 19. Este texto no se conserva y solo se sabe de su existencia por el tarjetero de don Adolfo Blen.

240 RICO ALDAVE, 2014, p. 245.

241 Ibid., p. 246 n. 93.

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no fue fácil, pero el gran conocimiento que tenía don Mariano acerca del funcionamiento de la Renta y su vasta experiencia le permitieron llevarla a cabo satisfactoriamente 242.

El 26 de agosto de ese año, cuando el jefe de Estado Aguilar efectuaba una visita a la casa de don Mariano, llegó allí el presidente de la Corte Superior de Justicia don Luz Blanco y Zamora, para informar al gobernante que en la casa del padre don Vicente Castro se habían reunido don Braulio Carrillo, el contador mayor del Estado don Alejandro Escalante Nava y otras personas, quienes comentaban que esa noche vendrían gentes de Alajuela a apoderarse del cuartel de San José y que era necesario “defender al pueblo” (es decir, al pueblo josefino). Desde hacía algunos días, don Manuel había recibido informes en el sentido de que los hermanos Escalante Nava y otros carrillistas de altos vuelos estaba conspirando para derrocar al gobierno, con el pretexto de que se proponía entregar la ciudad a los ligueros de 1835, pero no les había dado mucho crédito. A solicitud del jefe de Estado, don Luz fue a la casa de don Alejandro Escalante Nava, donde se hallaban varios de sus parientes y un buen número de soldados y trató de convencerlos de las buenas intenciones del gobernante. Aunque algunos de los conjurados, como el propio don Alejandro y el coronel don Vicente Villaseñor, intentaron seguir adelante con el plan, sus planes se frustraron y en la mañana del domingo 27 fueron detenidos. El 31 de agosto, el alcalde primero de San José don Juan Rafael Mora Porras –después entusiasta partidario de Carrillo- abrió la causa contra los golpistas, que fueron condenados a diversas penas 243.

Don Manuel Aguilar trató por todos los medios de apaciguar los ánimos y mantener la paz en el país, e incluso se emitió una amnistía a favor de los vencidos en la guerra civil de 1835. Sin embargo, los partidarios de Carrillo continuaron en su actitud hostil, y el 27 de mayo de 1838 tomaron el cuartel de San José y derrocaron al gobierno. Don Braulio asumió nuevamente la jefatura del Estado, pero esta vez como dictador, y tanto don Manuel Aguilar como su vicejefe don Juan Mora Fernández fueron expatriados. Todo esto debe haber sido muy doloroso para don Mariano Montealegre, siempre preocupado porque Costa

242 Ibid., pp. 246-247 y 276.

243 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Archivo del Congreso, n° 3842.

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Rica se mantuviera en paz y no se repitieran en su territorio los lamentables episodios que habían ensangrentado a otros estados centroamericanos. Cabe recordar, además, que su familia estaba de duelo, ya que a principios del mes de marzo había fallecido en San José su yerno francés don Santiago Millet, que había sido socio y compañero suyo en varias empresas y al que evidentemente el patricio le profesaba gran afecto.

En junio de 1838, el nuevo gobierno empezó a tomar medidas dirigidas a apropiarse de las rentas federales de las aduanas y el tabaco. Don Mariano Montealegre, alarmado, escribió a la Dirección General de Guatemala para informar de esas disposiciones, y aunque el ministro de Hacienda de la Federación no puso demasiadas objeciones a que las aduanas fueran administradas por las autoridades estatales, reclamó la Renta de tabacos como federal. El Gobierno costarricense manifestó que sus medidas eran transitorias, pero dio una serie de instrucciones a Montealegre con respecto a la actividad tabacalera 244.

El 17 de julio, don Mariano manifestó al gobierno de Costa Rica que respetaba las disposiciones del Ejecutivo, pero que en su condición de funcionario federal no podía obedecerlas, debido al juramento que había prestado de cumplir las leyes 245. Además, puso el asunto en conocimiento de las autoridades federales, y estas, ante la casi segura perspectiva de que las autoridades costarricenses se apropiarían las rentas federales, dieron orden a Montealegre de que no entregara la Factoría si no era obligado por la fuerza y después de hacer el corte de caja y el inventario formal del tabaco y de los enseres 246.

Carrillo reaccionó airadamente: destituyó a don Mariano y nombró para reemplazarlo a don Nicolás Ramírez (también conocido como Nicolás Cañas 247), quien ya antes había desempeñado el cargo de factor de Tabacos. Para evitar que se llegara a extremos, don Mariano ofreció al gobierno estatal

244 RICO ALDAVE,

245 Ibid., p. 285.

246 Ibid. p. 286.

247 Hijo extramatrimonial del gobernador español don Juan Manuel de Cañas Trujillo y Feliciana Ramírez Pacheco.

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organizar las siembras, bajo la dependencia de la Federación, pero la propuesta cayó en saco roto, y como el recto funcionario se negó a hacer entrega formal de la Factoría, el régimen resolvió el problema haciendo que en agosto de 1838 un piquete de soldados ocupara las instalaciones 248.

De este modo abrupto concluyó definitivamente el paso de don Mariano Montealegre por la Factoría de Tabacos de Costa Rica, a la que prestó servicios tan prolongados como distinguidos. Posiblemente puso en conocimiento de las autoridades federales el atropello de que había sido víctima, pero la Federación ya no estaba en capacidad de reaccionar ni mucho menos de imponerse a los gobiernos estatales. Precisamente por esta misma época los estados de Nicaragua y Honduras se separaron de la República, y el 11 de noviembre de ese mismo año una asamblea constituyente convocada por Carrillo declaró que el Estado de Costa Rica también reasumía la plenitud de su soberanía.

248 RICO ALDAVE, 2014, p. 286.

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C V

“Y …”

Durante la férrea y progresista dictadura de don Braulio Carrillo, que se prolongó hasta abril de 1842, don Mariano Montealegre se mantuvo apartado de la política. A pesar de que hubo algunas conspiraciones en contra del régimen, fueron reprimidas muy severamente, y en comparación con las convulsiones que se vivían en los demás países centroamericanos, en Costa Rica reinó una paz octaviana. Aunque muchas personas pudieran quejarse de la dureza de la administración y de la falta de libertades, solo podían hacerlo en voz baja, porque corrían el riesgo de ser confinadas en algún remoto o expulsadas del territorio nacional.

Entre las acciones de la dictadura que despertaron mucha oposición figuró la construcción de una carretera entre el Valle Central de Costa Rica y el puerto caribeño de Moín, obra en la que don Braulio puso alma, vida y corazón. Con mucha visión, Carrillo se había percatado de que exportar el café y otros productos por el Caribe en vez de hacerlo por Puntarenas representaría un considerable ahorro y abriría formidables horizontes de bienestar para Costa Rica.

Aquella faraónica empresa resultaba muy costosa, y para financiarla el dictador no vaciló en obligar a las gentes de mayores recursos de Cartago y San José a hacer un “préstamo” al Estado. Al decretar la apertura del camino, el 25 de octubre de 1839, Carrillo también dispuso:

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“Para los gastos que deben impenderse, se pedirán al comercio y hacendados de café, caña y cacao, quince mil pesos, reconociéndoseles el capital y un seis por cientod e premio al año, e hipotecándoseles los mismos ramos que están afectados a la amortización de vales, en los propios términos que estos relacionan; pero si quisieren indemnizarse con tierras baldías, se les rebajará de su valor un diez por ciento. En consecuencia se repartirán en la ciudad de Cartago seis mil pesos, y en la de San José nueve, entre un número de personas de cada lugar, que no exceda de veinte ni baje de diez; los enteros deben hacerse en la Tesorería general por terceras partes, a saber, en fin de diciembre la primera, en fin de marzo la segunda, y en fin de junio la última; apercibiendo cada vez una certificación firmada por los ministros, y registrada en la Contaduría Mayor.” 249

Los encargados de la nada agradable tarea de elegir a los destinatarios del préstamo fueron en Cartago don Antonio Figueroa, don Ramón Jiménez y Robredo y don Joaquín de Iglesias, y en San José don Domingo González, don José María Jiménez y el ex jefe de Estado don Manuel Fernández Chacón, cuñado de don Mariano Montealegre. Este, habitualmente tan dispuesto a respaldar toda iniciativa de progreso, se molestó porque se le impuso una cuota de trescientos cincuenta pesos en el forzoso empréstito 250. En general, los principales productores de café, que ya tenían bien establecido su sistema de exportar el grano por el puerto de Puntarenas, vieron con disgusto la idea de que se abriera la ruta al Caribe, sin percatarse de que a la larga serían sus principales beneficiarios 251. El 16 de setiembre de 1840, el gobierno impuso otro empréstito forzoso de quince mil pesos, en condiciones similares al primero 252. El 6 de diciembre de 1841 se estableció además un gravamen permanente sobre las exportaciones de café:

“En la exportación de café, se cobrará un real por quintal: el producto de este impuesto se destina, exclusivamente, a la conservación del camino general de mar a mar.” 253

249 Decreto n° 10 de 25 de octubre de 1839.

250 MELÉNDEZ, 1968, p. 175.

251 OBREGÓN QUESADA, Clotilde, Carrillo: una época y un hombre, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1989, pp. 168 -169.

252 Decreto n° 24 de16 de setiembre de 1840.

253 Decreto n° 27 de 6 de diciembre de 1841.

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Aunque la dictadura de Carrillo se caracterizaba por una notoria eficiencia y honestidad en el manejo de la hacienda pública, don Mariano Montealegre también observaba con gran disgusto que una parte muy considerable de los recursos públicos se estaba destinando a la compra de armamento 254. En un ensayo que publicó años más tarde, en enero de 1843, recordó con cierta amargura aquellos tiempos:

“El jefe Carrillo exigió a los propietarios treinta mil pesos, que malgastó en el camino de Matina… con los reglamentos de Hacienda, constancia, y grande eficacia, hizo subir las rentas del Estado, a una prosperidad increíble; pero mientras los empleados no tomaban sueldos, ni los cosecheros de tabaco, los cuarteles recibían todos los más días refuerzos de fusiles, cañones, sables, plomo, etc.; los almacenes de pólvora se repletaban de barriles de este elemento… Lo que debe hacer ahora el Gobierno es dirigir sus miradas a la Hacienda pública, imitando a Carrillo en crearla y aumentarla; pero no en malgastarla.” 255

Muy pronto don Mariano tuvo motivos para cambiar el tono de sus quejas. En abril de 1842, la invasión del general hondureño Francisco Morazán, ex presidente de la República Federal de Centroamérica, derrocó al gobierno de Carrillo y envió a este al exilio.

Pocas familias de San José apoyaron con tanto entusiasmo a Morazán como la de los Montealegre. Como factor de Tabacos, don Mariano había tenido que tratar con Morazán en 1834, cuando había venido a Costa Rica a recoger una importante cantidad de ese producto, e indudablemente le había producido buena impresión al visitante. Ya como jefe de Estado de Costa Rica, Morazán contó con el respaldo de Montealegre y este al parecer le dio varios consejos que aquel desoyó. El nuevo gobernante también dio muestras de buena voluntad hacia sus hijos, ya que don José María Montealegre Fernández fue nombrado cirujano jefe del hospital militar 256 y su hermano don Mariano juez de minas del Aguacate.

254 Ibid.

255 Ibid.

256 OBREGÓN QUESADA, 1989, p. 173.

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Al poco tiempo, sin embargo, las cosas empezaron a tomar otro cariz. La eficiencia administrativa del carrillismo desapareció como por ensalmo, y el tesoro se agotó como resultado de los enormes gastos que demandaba mantener a las tropas de Morazán. Los integrantes de éstas resultaron ser, con pocas excepciones, sumamente indisciplinados, y los peores de ellos recibieron el apodo popular de El Cuadro de los vicios. En cuestión de semanas, la atmósfera se enrareció, y ya en mayo de 1842 se produjo un intento revolucionario en la usualmente apacible ciudad de Heredia 257.

El 11 de junio, Morazán convocó a elecciones para diputados a una asamblea constituyente 258, y numerosos hombres de prestigio fueron elegidos para formar parte de ella. Don Mariano fue elegido como suplente por San José, y aunque se excusó de aceptar el cargo, su excusa no fue aceptada. La Constituyente inauguró sus sesiones en San José el 10 de julio de 1842 259, bajo la presidencia del presbítero don José Francisco Peralta y Corral, y el 15 de julio, por unanimidad de votos, aprobó un adulador decreto que rezaba:

“La Asamblea Constituyente del Estado de Costa Rica, deseando dar un testimonio público de sus sentimientos de gratitud hacia el benemérito general Señor Francisco Morazán, a cuyos sacrificios y patrióticos esfuerzos debe el Estado su Libertad y la gloria de ser regido por un gobierno que es el baluarte de su seguridad, y demás bienes sociales; que por lo mismo es conveniente fijar de una manera irrevocable la memoria de los importantes servicios que dicho Señor Gneral ha prestado a la causa de Costa Rica, consignando su nombre con el mejor distintivo en un acto solemne de la representación del pueblo, con unanimidad de votos, ha venido en decretar y decreta.

“Art. Único.- El Benemérito General Sr. Francisco Morazán se denominará en los sucesivo “Libertador de Costa Rica”. 260

257 V. FERNÁNDEZ GUARDIA, Ricardo, Morazán en Costa Rica, San José, Editorial Lehmann, 1ª. ed., 1943, pp. 21-47.

258 Decreto n° 70 de 11 de junio de 1842.

259 Decreto n° 73 de 10 de julio de 1842.

260 Decreto n° 78 de 3 de agosto de 1842.

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En la misma fecha, la obsequiosa Asamblea emitió otro decreto cuyo artículo primero señalaba:

“Se ha por Jefe Supremo Provisorio del Estado al Benemérito General en jefe del Ejército Nacional y Libertador de Costa Rica Señor Francisco Morazán electo por la Asamblea con unanimidad de votos.” 261

En estos días iniciales de sus labores, la Asamblea emitió otras disposiciones de parecido jaez, con un lenguaje casi nauseabundo por su indigna adulación al gobernante, e incluso declaró fiesta nacional el 12 de abril de cada año, fecha en que Morazán se había apoderado del poder 262. Don Mariano Montealegre no participó en estas decisiones, porque en su condición de suplente nunca fue llamado a sesiones a reemplazar a ningún propietario, pero además, pero el 12 de julio, dos días después de inaugurada la Constituyente, sufrió una efusión de sangre en la cabeza y ligeras conmociones cerebrales 263. El derrame a la larga fue una bendición, porque impidió que se involucrara más de la cuenta con el malhadado régimen de Morazán.

El 20 de julio, en obsequio a los deseos del “Benemérito General”, la Asamblea, otra vez por unanimidad de votos, declaró que Costa Rica era y sería parte integrante de la República de Centroamérica y autorizó al Poder Ejecutivo para obrar “como convenga” a fin de que tuviera efecto la reorganización de la Federación. Esto significaba dar carta blanca a Morazán para reconstruir por la fuerza la unión regional, en momentos en que los otros cuatro estados centroamericanos estaban regidos por gobiernos que aborrecían al ex presidente federal e incluso varios de ellos lo habían condenado a muerte en ausencia. Al enterarse de lo que ocurría en San José, todos esos estados rompieron relaciones con Costa Rica y se aprestaron a defender su soberanía 264. Por su parte, la ovejuna Constituyente morazanista dispuso el 28 de agosto que la duración del gobierno de Morazán en Costa Rica sería:

261 Decreto n° 75 de 15 de julio de 1842.

262 Decreto n° 77 de 29 de julio de 1842.

263 MELÉNDEZ, 1968, pp. 20-21.

264 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1943, pp. 53-55.

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“… mientras, organizada la República [Federal] se da la Constitución que deba regir en lo sucesivo al Estado, o se expida por los menos las bases de ella.” 265

Para poner en ejecución su plan de someter a los otros cuatro estados centroamericanos, el gobierno de Morazán empezó a dictar medidas para el reclutamiento militar, así como a imponer contribuciones para financiar aquella campaña suicida. A don Mariano, que se había quejado de los trescientos cincuenta pesos del empréstito forzoso de Carrillo, le tocó una cuota de quinientos en el decretado por Morazán 266. El régimen echó garra hasta de los fondos eclesiásticos, a pesar de que el clero había sido uno de sus más importantes favorecedores y de que la Asamblea había prohibido que se tocaran esas sumas 267. A los jóvenes que se negaban a unirse a las tropas se les arrestaba, y si se ocultaban, se apresaba a sus familias y se las despojaba de sus bienes, que eran vendidos en subasta pública o entregados a los soldados voluntarios 268.

Los costarricenses habían soportado la fecunda dictadura de Carrillo casi cuatro años: al régimen de Morazán solamente lo aguantaron cinco meses. Al amanecer del 11 de setiembre, Alajuela y San José se pronunciaron contra Morazán. Este intentó resistir durante algunos días. Hubo prolongados tiroteos, que dieron como resultado alrededor de cien muertos y doscientos heridos. El 14 de setiembre Morazán abandonó San José y se trasladó a Cartago, donde lo capturaron al día siguiente, junto con el coronel Villaseñor. Se les condujo a la capital y se les condenó a muerte enseguida 269.

Al atardecer de ese 15 de setiembre, don Mariano Montealegre salió a la puerta de su morada, mientras sacaban a Morazán de la Casa de Gobierno, con rumbo hacia el patíbulo. Se acercó a él con los ojos llenos de lágrimas, le estrechó la mano y le dijo:

265 Decreto n° 91 de 30 de agosto de 1842.

266 MELÉNDEZ, 1968, p. 175.

267 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1943, pp. 84-85.

268 Ibid., p. 86.

269 Ibid., pp. 91 y ss.

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- General, esto no le sucedería si usted hubiera querido oír mis consejos…

Morazán, que supo guardar el buen humor hasta el final, contestó con una sonrisa:

- Tiene usted razón; los tendré muy presentes en otra oportunidad…

Acto seguido sacó del bolsillo una cigarrera de plata, que llevaba grabado su nombre, y se la entregó a don Mariano, diciéndole:

- Guárdela usted en memoria mía 270.

Después de la muerte de don Mariano Montealegre Bustamante, la cigarrera de Morazán la heredó su hijo don Mariano Montealegre Fernández, cuyos descendientes aún la conservan.

La ejecución de Morazán y Vicente Villaseñor se efectuó a eso de las seis de la tarde, en el sector oeste de la Plaza Principal de San José. Después de eso la multitud se dispersó, a llorar a sus propios muertos y a atender a sus heridos, que los había en abundancia. Los dos cadáveres quedaron allí durante largo rato, y algunos curiosos se acercaron a verlos, iluminándoles los ensangrentados rostros con improvisadas linternas. Más tarde llegó al lugar don Juan Mora Fernández, presa de visible dolor y llevando en el antebrazo dos sábanas dobladas, con las que cubrió los cuerpos. A las diez de la noche llegó a la Plaza una escolta militar, que después de levantar los cadáveres y colocarlos en unas angarillas, se dirigió hacia el cementerio de San José, en compañía de don Juan Mora, don Mariano Montealegre y otros morazanistas connotados. La fúnebre procesión, a la luz de algunos faroles, recorrió las silenciosas calles josefinas, seguida de algunos curiosos. En el panteón se había cavado una fosa, en la cual se colocaron los dos cuerpos, que permanecieron allí hasta que en 1848 el gobierno de don José María Castro envió el de Morazán a El Salvador.271.

270 MELÉNDEZ, 1968, p. 20.

271 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1943, pp. 182-183.

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El derrocamiento de Morazán convirtió al general don Antonio Pinto Soares, uno de los principales caudillos de la insurrección, en el nuevo gobernante de Costa Rica, pero Pinto carecía de ambiciones políticas y no tardó en entregar el poder a don José María Alfaro Zamora, designado como jefe supremo provisional por una especie de junta de notables que se reunió en San José el 23 de setiembre de 1842.

El gobierno de Alfaro, que asumió el poder el 27 de setiembre, resultó providencial para que Costa Rica retomara una senda de paz, libertad y progreso. Don Mariano Montealegre, que había visto con ojo muy crítico a la dictadura de Carrillo, y que quizá en su fuero interno estuviera ya bastante decepcionado de Morazán cuando se produjo su caída, recibió con sumo beneplácito el ascenso de Alfaro y aplaudió el respeto que reiteradamente demostró por las libertades públicas 272.

Alfaro designó como ministro general al joven abogado don José María Castro Madriz, doctor en Leyes de la Universidad de León de Nicaragua, Castro ingresó al Ministerio con muy buenos auspicios, y pronto demostró que a pesar de su extrema juventud – contaba apenas con veinticuatro años- tenía talento y capacidad para tan alto cargo. Además, el joven ministro emparentó con la familia política de don Mariano Montealegre, ya que el 29 de junio de 1843 contrajo nupcias con doña Pacífica Fernández, hija de don Manuel Fernández Chacón y doña Dolores Oreamuno y sobrina de doña Gerónima Fernández de Montealegre.

Entre otras cosas, por iniciativa del doctor Castro se erigió en universidad la Casa de Enseñanza de Santo Tomás y se inició la publicación de un semanario llamado Mentor costarricense, que durante tres años y medio fue el principal y casi el único periódico de Costa Rica.

A don Mariano Montealegre, que años atrás al parecer había escrito algunas cosas para los periódicos Noticioso Universal y La Tertulia, posiblemente vio con entusiasmo la aparición del semanario, y en enero de 1843 publicó en él un largo ensayo sobre las grandes contribuciones que pagaban los costarricenses. Alfaro

272 MELÉNDEZ, 1968, p. 175.

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acababa de decretar un nuevo empréstito forzoso, en el cual le tocó a Montealegre, para variar, una suma bastante crecida.

En el artículo de Montealegre se hacía una relación de los diversos impuestos existentes y del destino que habían dado Carrillo y Morazán a los fondos públicos, se dedicaban algunos discretos elogios a Alfaro y a Castro y se hacía un llamamiento a la cordura ciudadana:

“Hay mucho que reformar en todos los ramos, y la situación es favorable para hacerlo. El Jefe dije, y así lo creo, es de muy buena fe, lo mismo que su Ministro; ambos son caracteres muy buenos, y estoy persuadido de que desean el bien del estado; ayudémosles pues con nuestros consejos, y cooperemos para que acierten: olvidemos los agravios que casi todos hemos sufrido: no aborrezcamos a persona alguna, tenga la opinión que quiera: démosles pruebas de nuestra amistad verdadera, y de que trabajamos por el bien de todos los pueblos.” 273

Don Mariano estaba convencido de que Costa Rica estaba ante una especie de encrucijada histórica, y con más entusiasmo del que convenía a sus años y a su salud, procuró convencer a muchos personajes de viso de que conjuntamente tomaran más interés en los asuntos públicos; pero tropezó con una descorazonadora indiferencia. Muy desilusionado, decidió no volver a escribir, aunque continuó leyendo las páginas del Mentor y algunas obras de autores extranjeros, en particular un ensayo del conde Luis Felipe de Ségur, diplomático e historiador francés, que se titulaba Del egoísmo político, o Aqueménides y Sadoc y que le pareció muy interesante. En este texto, de Segur relataba cómo Aqueménides, rey de Persia, pedía el consejo de Sadoc, gran jefe de los magos de su corte, sobre cuál era el vicio más destructor y funesto para la prosperidad de los pueblos, y su interlocutor respondía, en largas reflexiones, que el peor mal era el egoísmo de los individuos que no se interesaban por la marcha de la sociedad. El ensayo del escritor francés concluía diciendo que “El genio funda los imperios, el espíritu público los conserva, el egoísmo los destruye” 274.

273 Ibid., p. 176.

274 DE SÉGUR, Luis Felipe, “Del egoísmo político, o Achemenides y Sadoc”, en Seminario político y literario de Méjico, México, Imprenta de don Mariano Zúñiga y Ontiveros, 1ª. ed., 1820, pp. 112-121.

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A mediados de 1843 hubo elecciones para una nueva asamblea constituyente. Esta tomó muy en serio sus responsabilidades, y después de elaborar un proyecto de Constitución lo sometió a la opinión pública por medio del Mentor costarricense. El gobierno pidió a los ciudadanos que formaran juntas para discutirlo, pero casi nadie manifestó interés. A las reuniones que para ese efecto se celebraron en la ciudad de San José apenas concurrieron unas diez o doce personas, y algo parecido ocurrió en Alajuela y en Cartago. En otras poblaciones ni siquiera se logró iniciarlas 275.

Don Mariano Montealegre leyó con cuidado el proyecto y lo encontró muy flojo, demasiado parecido a la mediocre Ley Fundamental que había regido de 1825 a 1838, y consideró que era “la misma mujer con los mismos pecados” 276. Asistió a las reuniones para discutirlo, pero se alarmó al ver que a nadie parecía importarle gran cosa el asunto, “como si los intereses que se cruzan fueran de los rusos o de otra potencia” 277, y como si el hecho de que a fin de cuentas se aprobara una Constitución defectuosa no pudiera tener repercusiones gravísimas para el futuro del Estado. La lectura de la obra del conde de Ségur, quien censuraba en tonos muy severos el desinterés por la cosa pública, acentuaba su preocupación por la indolente actitud de los costarricenses, que eran sin embargo muy activos en sus negocios particulares.

A fines de 1843, aunque su salud ya dejaba bastante qué desear, don Mariano se puso a escribir otro largo artículo. Esta vez quería quejarse de la indiferencia de los costarricenses ante el asunto del proyecto de Constitución y recordar con tonos muy vívidos las vicisitudes, algunas muy trágicas, que había sufrido el Estado desde la separación de España. Le preocupaba hondamente que, como consecuencia de la apatía ciudadana, Costa Rica volviera a vivir episodios sangrientos. En este ensayo, que suscribió el 2 de noviembre de 1843 y que publicó en forma de hoja suelta, don Mariano concluía con un párrafo bastante lúgubre:

275 MELÉNDEZ CHAVERRI, Carlos, Documentos fundamentales del siglo XIX, San José, Editorial Costa Rica, 1ª. ed., 1978, p. 507.

276 Ibid.

277 Ibid., p. 504.

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“Aunque por mi edad y enfermedades que sufro, parece que ya es tiempo de marchar para siempre, si veo tomar a la mayoría interés por la cosa pública, ayudaré con las pocas aptitudes que tengo, y si continúa la apatía recogeré los extremos de la concha, procurando librar lo mejor que pueda. Un gran peso es levantado por muchos con facilidad y sin riesgo; mas si el entusiasmo de unos pocos quiere hacerlo, a más de no conseguir el intento, arriesgan los denodados la vida o la dislocación de algún miembro.” 278

El nuevo artículo de don Mariano no parece haber causado ninguna reacción significativa, ni buena ni mala, y quizá esa pasividad contribuyó a debilitar su espíritu, en momentos en que su salud f ísica ya estaba en ruinas. Murió en San José en las primeras horas del 18 de noviembre de 1843, a los sesenta años de edad 279.

Su entierro resultó muy lucido y acompañado para la época, ya que incluso asistieron a él vecinos prominentes de otras ciudades. La misa de cuerpo presente se celebró en la iglesia parroquial y después se condujeron sus restos al cementerio de San José, con un nutrido acompañamiento.

Los cortejos fúnebres costarricenses de aquel entonces

eran muy sencillos, pero tenían cierta solemnidad. Encabezado por cruz alta y dos o tres sacerdotes, el desfile de deudos y amigos que acompañaba el cuerpo salía hacia el panteón, mientras doblaba la campana de parroquia. La caminata, lenta y prolongada, se interrumpía varias veces para que los clérigos cantaran responsos, acompañados por el sonido lúgubre de un violoncelo.

En el camposanto de San José no había en aquellos tiempos las blancas y elaboradas bóvedas de épocas posteriores, ni mucho menos lápidas con inscripciones en latín o frases cursis; simplemente se cavaban fosas en la pura tierra. Antes de proceder a sepultar a don Mariano, el ministro general don José María Castro, sobrino político de su viuda doña Gerónima Fernández, pronunció el siguiente discurso, el más antiguo que se conserva de él:

278 Ibid., p. 507.

279 MELÉNDEZ, 1968, p. 21.

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“Señores: ¡Montealegre ha muerto! El esposo que dio ejemplos de amor y de ternura; el padre que dio lecciones de bondad y de prudencia; el emprendedor que alimentó multitud de familias indigentes; el ciudadano que dio pruebas de moderación y patriotismo; el costarricense fiel, pacífico y honrado acaba de dejarnos para siempre. Pero, ¡ah!, la causa de los principios: esa veneranda causa de la libertad y de la ley ha perdido un defensor. ¡Montealegre ya no existe! Treinta horas ha que su espíritu pasó a la mansión de los justos y que sus cenizas yertas descansan en este féretro enlutado. Ahí están las pálidas reliquias de ese compatriota nuestro. Bañémoslas con nuestras lágrimas: las libertades públicas y los derechos del pueblo nos mandan llorar la muerte de sus bienhechores. Paguemos pues este tributo a los restos mortales de Montealegre, y dejémoslos conducir a que reposen en el silencio de ese lugar santo. Adiós cenizas respetables, adiós tumba, adiós modesto sepulcro de mi amigo.” 280

Don José María Castro fue también quien arrojó la primera palada de tierra a la modesta sepultura del ilustre desaparecido 281.

El Mentor costarricense del 25 de noviembre de 1843 dio cuenta de las exequias de don Mariano en los siguientes términos:

“El 18 del presente mes murió en esta ciudad uno de sus principales vecinos, el Sr. Mariano Montealegre. Este suceso ha llamado la atención de sus compatriotas por las virtudes del Sr. Montealegre, y muy particularmente por su decisión a favor de la causa de la libertad. Su entierro se hizo en la mañana del 19 con un acompañamiento no común y muy lucido…” 282

Por el inventario de los bienes incluidos en el juicio de sucesión de don Mariano, efectuado en 1844, puede notarse la gran sencillez con que vivía, a pesar de ser uno de los hombres más ricos del país. La austeridad era perceptible en el escaso mobiliario, formado por pesados armarios, mesas, una cómoda y algunos taburetes y sillas de petatillo. Allí no había nada de alfombras, espejos ni adornos: los únicos destellos de originalidad

280 Ibid., p. 177.

281 Ibid.

282 Ibid., p. 177.

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para la Costa Rica de entonces eran dos láminas de indígenas, un retrato de Jorge Washington y un cuadrito con la firma del acta de Independencia de los Estados Unidos 283.

La viuda de don Mariano, doña Gerónima Fernández de Montealegre, le sobrevivió muchos años, ya que murió en marzo de 1858, a la edad de sesenta y nueve años. Fue sepultada en San José el 3 de ese mes. En su testamento dejó un cuantioso legado para fundar un orfanato para niñas, el Hospicio de la Trinidad, que años después sirvió de base para la creación del Hospicio de Huérfanos de la ciudad de San José 284, institución a la cual prestaron valiosos y abnegados servicios sus hijas doña María Montealegre Fernández y doña Gerónima Montealegre de Carranza.

283 Archivo Nacional de Costa Rica, Sección Histórica, Corte Suprema de Justicia, JYA, documento n° 1876.

284 MELÉNDEZ, 1968, p. 18.

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Costa Rica olvidó muy pronto la actuación diplomática de don Mariano Montealegre. A pesar de la prominente posición que alcanzaron sus descendientes en la vida política y socioeconómica del país, durante más de un siglo el brillante inicio de la historia de la diplomacia costarricense permaneció prácticamente ignorado, y los tratados de 1823 ni siquiera fueron recordados en las repetidas confrontaciones jurídicas y diplomáticas que tuvieron Costa Rica y Nicaragua. En sus espléndidos alegatos ante el presidente de los Estados Unidos Grover Cleveland, llamado a arbitrar un grave diferendo entre Costa Rica y Nicaragua sobre la validez del tratado Cañas-Jerez y otros puntos conexos, don Pedro Pérez Zeledón ni siquiera mencionó esos convenios, que al parecer no conoció.

Entre 1899 y 1902, tras una ardua y paciente labor de transcripción, don Francisco María Iglesias publicó tres volúmenes de una obra titulada Documentos relativos a la Independencia, en los cuales se consignaban muchos textos importantes de los años 1821-1824, entre ellos las actas de las juntas gubernativas de esa agitada época. En las correspondientes a la última Junta Superior Gubernativa, contenidas en el tercer volumen de Iglesias, aparecían muchos detalles de las decisiones de la Junta con respecto a la misión diplomática de don Mariano Montealegre, pero el tema no pareció llamar la atención de los historiadores.

Con motivo del centenario de la Independencia, la Revista de Costa Rica que editaba don José Francisco Trejos publicó en

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setiembre de 1921 un extenso artículo titulado “Los fundadores de la República”, en el cual se incluían breves semblanzas de muchos personajes importantes de aquella época, entre ellos don Mariano Montealegre Bustamante:

“Vino a Costa Rica como factor de tabacos del Gobierno español durante la época de la colonia, y pronto se connaturalizó con nuestras costumbres y nuestro modo de ser, a extremo de ser considerado como u costarricense meritorio, no solo por su relevante actuación en los comienzos de nuestra vida independiente, sino por su cariño a nuestra tierra que fue luego la patria de sus hijos… entre nosotros contrajo matrimonio con doña Gerónima Fernández, siendo hijo de este enlace el ex-Presidente de Costa Rica Doctor don José María Montealegre… Don Mariano Montealegre prestó al país su concurso en 1821. Fue comisionado para gestionar el reconocimiento de las primeras Juntas de Gobierno ante las autoridades de Granada y León de Nicaragua y obtener un arreglo en nuestras relaciones políticas con ellas. Excusóse al principio de hacerlo alegando modestamente que carecía de dotes para la vida pública pero ante la insistencia del Gobierno, aceptó la misión y la desempeñó con éxito…

Al instalarse la Asamblea Constituyente de 1824 fue electo vice-Jefe del Estado, designación simultánea a la de don Juan Mora Fernández. Costa Rica le cuenta en el número de sus más antiguos hombres de gobierno y como uno de los organizadores del país por su conducta desinteresada y patriótica.” 285

No fue sino hasta 1928, con la publicación de su obra La Independencia y otros episodios (después conocida simplemente como La Independencia), cuando don Ricardo Fernández Guardia dio a conocer, en un texto de amplia difusión, algunos de los pormenores de la actuación de Montealegre, resumió el contenido de los tratados de 1823 e indicó que “La misión diplomática confiada a don Mariano Montealegre ante los Gobiernos de León y Granada tuvo muy buen éxito” 286. Don Ricardo también fue el

285 “Los fundadores de la República”, p. 45, en Revista de Costa Rica, setiembre de 1921, n° 1, pp. 10-48.

286 FERNÁNDEZ GUARDIA, 1971, p. 122.

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primero en resaltar, en esa misma obra, el importante antecedente que fue la misión de Montealegre para la anexión de Nicoya:

“Restablecido el régimen constitucional en España en 1820, el partido de Nicoya eligió un diputado a las Cortes de Madrid con el partido de Costa Rica y se encontraba así agregado a este cuando fue proclamada la Independencia… pero Nicoya, atemorizada por las autoridades imperialistas de León, no se atrevió a seguir a Costa Rica en su rompimiento con estas. Caído Saravia, los nicoyanos pensaron inmediatamente en reincorporarse a Costa Rica y este fue uno de los principales motivos de la misión de don Mariano Montealegre a Nicaragua en 1823. Los Gobiernos de León y Granada, según se ha visto ya, aceptaron en principio esa reincorporación en los respectivos tratados, particularmente el de Granada, conviniendo en que el Congreso federal resolviese el asunto.” 287

Sin embargo, el principal aporte de Fernández Guardia en cuanto a dar a conocer los detalles de la primera misión diplomática costarricense se efectuó cuando era director de los Archivos Nacionales y fundó la revista de esa institución. En 1937, la Revista de los Archivos Nacionales publicó íntegramente todos los textos disponibles vinculados con la misión de Montealegre, incluyendo entre ellos, naturalmente, el texto de los tratados suscritos con Granada y León y todos los informes de don Mariano a la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica 288.

El primer esbozo biográfico de cierta extensión sobre don Mariano fue publicado por don Luis Felipe González Flores en el diario josefino La Tribuna, el 19 de setiembre de 1943, cuando se acercaba el centenario de su muerte, y que tituló Don Mariano Montealegre Bustamante: un gran patricio. En cinco páginas de apretado texto, don Luis Felipe reseñó diversos aspectos de la vida personal y familiar de don Mariano; los principales servicios que

287 Ibid., p. 145. Don Ricardo habla de reincorporación debido a la unión electoral que había existido entre los partidos de Costa Rica y Nicoya para la elección de diputados a Cortes, pero esa unión era únicamente para propósitos electorales y no alteraba la división política y administrativa de los territorios.

288 ARCHIVOS NACIONALES DE COSTA RICA, 1937, pp. 445-477. Una síntesis de la misión de Montealegre puede verse en SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Historia diplomática de Costa Rica (1821-1910), San José, Editorial Juricentro, 1ª. ed., 1996, pp. 33-39.

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prestó a Costa Rica y especialmente su labor como diplomático; sus relaciones con los británicos Gerard y Trevithick y el viaje de sus hijos mayores a Gran Bretaña; su exitosa actividad como cafetalero, algunos rasgos de su personalidad y las circunstancias de su muerte. Entre otras cosas, González Flores resaltó que

“… Montealegre fue siempre un amigo leal y caballeroso, un hombre de empresa, de gran espíritu de trabajo y dispuesto siempre a afrontar las responsabilidades de la vida. Fue un republicano convencido y en los primeros días de nuestra independencia, días de incertidumbre, el señor Montealegre estuvo al lado de la causa de la libertad y de la República.” 289

El primer análisis detallado de la misión de Montealegre no fue publicado en Costa Rica, sino en Nicaragua, cuando la Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano publicó en Managua, en 1966, la obra Nicaragua en la Independencia, del historiador don Chester Zelaya Goodman. A partir de los documentos de la misión publicados en la Revista de los Archivos Nacionales de Costa Rica en 1937, Zelaya Goodman dedicó un capítulo de su obra a estudiar, de modo muy serio y objetivo y sin apasionamientos nacionalistas, la actuación de don Mariano en el agitado contexto político y militar de la Nicaragua de 1823.

En su hermosa y lamentablemente muy breve obra La diplomacia en Costa Rica, publicada en 1969, el historiador y diplomático don Hernán Peralta Quirós recordó así al ilustre pionero de la diplomacia costarricense:

“Organizada la antigua provincia española de Costa Rica en nación soberana… se presentó la necesidad de arreglar algunos asuntos con los gobiernos de León y Granada para una acción conjunta en Guatemala y el reconocimiento de Costa Rica como entidad autónoma, comisión para la cual fue designado don Mariano Montealegre, quien resulta en consecuencia el primer diplomático de Costa Rica, a pesar de que su misión fue ocasional y única, ya que cumplida a cabalidad, no volvió a ocuparse en el servicio exterior de Costa Rica… en el desempeño de su misión en Nicaragua se condujo en una forma admirable y nos dejó como

289 GONZÁLEZ FLORES, 1943.

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recuerdo suyo páginas oficiales con los detalles de su labor, el ejemplo de sus servicios en la administración, y la fundación de una de las familias más distinguidas de Costa Rica.” 290

En abril de 1994, con motivo del sesquicentenario de la creación del Ministerio de Relaciones Exteriores de Costa Rica, el gobierno del presidente don Rafael Ángel Calderón Fournier decidió dar el nombre de don Mariano Montealegre a uno de los salones de la Cancillería, en el cual fue colocado un retrato idealizado del ilustre pionero de la diplomacia costarricense, pintado por su descendiente don Mariano Montealegre Mata. En la ceremonia de inauguración del salón, efectuada en la noche del 13 de abril, con la participación del embajador de Guatemala, descendientes de don Mariano y funcionarios de la Cancillería, se develó el retrato y el ministro de Relaciones Exteriores y Culto don Bernd Niehaus Quesada pronunció un emotivo discurso en homenaje al venerable diplomático:

“Señoras y señores:

Costa Rica fue, desde los inicios mismos de su historia independiente, un país afortunado. Un país favorecido por la Providencia con hombres de recio espíritu, de patriotismo inquebrantable y de severos valores cívicos y morales.

Igualmente felices fueron los inicios de la diplomacia costarricense. Para llevar a cabo la primera misión al exterior, en el año de 1823, la Junta Superior Gubernativa de Costa Rica tuvo el acierto de designar a uno de los más distinguidos ciudadanos de nuestro país: don Mariano Montealegre Bustamante.

Nacido allá por 1783 en la Nueva Guatemala de la Asunción, de padre andaluz y madre guatemalteca, don Mariano Montealegre vino a Costa Rica en los inicios del siglo XIX, a servir el cargo de factor de Tabacos. En aquel entonces uno de los más importantes de la administración colonial costarricense. En San José, don Mariano formó su hogar con doña Gerónima Fernández y Chacón. El mayor de sus hijos, don José María, fue el primer

290 PERALTA, Hernán G., La diplomacia en Costa Rica, San José, Imprenta Trejos Hnos., 1ª. ed., 1969, pp. 18-20.

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costarricense que estudió en Europa y ejerció con talento y probidad la presidencia de la República en dos oportunidades, de 1859 a 1860 y de 1860 a 1863.

Don Mariano Montealegre fue hombre de trabajo. Funcionario distinguido de la Factoría de Tabacos, dedicó también vigorosos esfuerzos a la minería en los montes del aguacate y al cultivo del café. En varios relatos de viajeros se nos habla de sus vastos cafetales, ubicados en lo que hoy es el sector oeste de la capital, el Paseo Colón y las vecindades de La Sabana. En esos relatos encontramos también la figura de su esposa, que trabajaba a su lado en la más cristiana sencillez.

Fue don Mariano también nuestro primer vicejefe de Estado, en la primera administración de don Juan Mora Fernández; ocupó otros destinos públicos de modo intachable y escribió varios importantes ensayos. El trabajo Formas de gobierno a partir de la Independencia, escrito en sus últimos días, es toda una lección de ciencia política. Al final de este texto dice don Mariano:

“Aunque por mi edad y enfermedades que sufro, parece que ya es tiempo de marchar ´para siempre, si veo tomar a la mayoría interés por la cosa pública, ayudaré con las pocas aptitudes que tengo…”

El homenaje que hoy le dedica este Ministerio, con gratitud y respeto, a don Mariano Montealegre Bustamante, se debe a que fue también el primer diplomático de Costa Rica. Y ojalá que todos los que se ocupan de estos quehaceres lo tuvieran siempre como modelo.

Impresiona y conmueve leer los documentos referidos a la misión diplomática de don Mariano a Nicaragua. Cuando la Junta Gubernativa le comunicó la decisión de elegirlo, declinó el nombramiento, considerando que jamás había visitado aula alguna y diciendo que creía que había en Costa Rica hombres mucho mejor preparados para aquel delicado cometido. Insistió la Junta y don Mariano aceptó el cargo, pero advirtiendo que no aceptaría remuneración alguna por tan honrosa designación.

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Su misión en Granada y León tuvo resultados brillantísimos, que se concretaron en los tratados Montealegre-Velasco y Montealegre-Solís, los primeros de nuestra historia diplomática. La política exterior costarricense tuvo en don Mariano un pionero ejemplar.

La misión estuvo, además, ajustada a los más estrictos cánones de la diplomacia. Aquel hombre que confesaba no haber visitado aula alguna cumplió a cabalidad con sus instrucciones, se condujo con discreción y con inteligencia, y envió al gobierno costarricense oportuna, copiosa y detallada información sobre las negociaciones. En su informe final a la Junta Gubernativa manifestó emocionado:

“… no podré pasar en silencio la atención, obsequios y consideración con que fui tratado como representante de un Gobierno a quien su conducta y hechos anteriores había, llenado de estimación y respeto a todos aquellos pueblos; y no puedo menos sino confesar a Vuestra Excelencia que me llené de un grande orgullo, latiéndome el corazón fuertemente, al considerar cuánto valía ya en la estimación de los demás gobiernos una provincia que antes era mandada con desprecio…”

Como rasgo anecdótico de aquella primera misión diplomática costarricense cabe mencionar que en la escrupulosa liquidación de viáticos que presentó don Mariano, incluyó cuarenta pesos pagados por una mula en que volvió de Nicaragua y que puso a disposición del gobierno en cuanto llegó a San José.

Don Mariano fue también un gran centroamericano. Hijo de Guatemala y costarricense por adopción, vivió también en Nicaragua y fue uno de los más cercanos y leales amigos de Francisco Morazán. Hemos querido asociar a este homenaje al excelentísimo señor embajador de Guatemala y a su distinguida señora esposa, como muestra de nuestra gratitud hacia ese país hermano por habernos dado en uno de sus hijos a tan distinguido hombre público y a tan gran ser humano.

En la persona del excelentísimo señor embajador de Guatemala nos honra en este acto también dedicarle una expresión

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de gratitud a esa nación hermana donde vio la primera luz don Mariano Montealegre. Y si brillante fue esa página inicial de nuestra historia diplomática, no menos lo fueron las que debimos a don Felipe y don Luis Molina y Bedoya, dos distinguidos guatemaltecos que iniciaron nuestra presencia diplomática en Europa y en los Estados Unidos de América.

Agradecemos profundamente la presencia en este salón de los distinguidos descendientes de don Mariano Montealegre, que nos han querido acompañar esta noche. De modo muy especial, le agradecemos al Mariano Montealegre de nuestros días, a don Mariano Montealegre Mata, el gesto de pintar y donar el retrato de su ilustre antepasado, así como de colaborar de modo constante y desinteresado con este Ministerio.

En 1843 correspondió a don José María Castro, primer canciller de Costa Rica, pronunciar el discurso oficial en los funerales de don Mariano, a quien llamó

“El esposo que dio ejemplos de amor y de ternura; el padre que dio lecciones de bondad y de prudencia; el emprendedor que alimentó multitud de familias indigentes; el ciudadano que dio pruebas de moderación y patriotismo; el costarricense fiel, pacífico, honrado…”

Al celebrarse en estos días el sesquicentenario de la Cancillería, quisiera agregar a esa descripción una sola frase: Mariano Montealegre, el diplomático que con su responsabilidad, corrección y talento dio auspicioso y ejemplar inicio a la historia de nuestro servicio exterior.” 291

Lamentablemente, la administración que inició funciones el 8 de mayo siguiente decidió desmantelar el salón Montealegre y dedicar ese espacio a nuevas oficinas del Ministerio. En un increíble irrespeto a su memoria, su retrato fue arrojado como trasto inútil al piso de un oscuro corredor, junto con los de varios próceres hispanoamericanos amontonados allí, que también habían sido retirados sin miramientos de otro recinto de la Cancillería. El Instituto de Servicio Exterior Manuel María

291 Memoria anual del Ministerio de Relaciones exteriores y Culto 1993-1994 presentada a la Asamblea legislativa el 1° de mayo de 1994 por el doctor Bernd H. Niehaus Quesada, mimeografiado, 1994, sin paginar.

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de Peralta logró rescatarlo, cuando ya estaba en estado de grave deterioro, y tras restaurarlo, lo colocó en el recinto que alberga el Museo Diplomático Braulio Carrillo, que fue denominado como Salón Montealegre. Allí permanece en lugar de honor, con una inscripción en la que se recoge la reacción del prócer cuando le fue anunciada su designación como primer diplomático de Costa Rica:

El expreso ánimo de reivindicar el recuerdo del patricio nos llevó a dedicar a su memoria nuestra obra Historia diplomática de Costa Rica 1821-1910, publicada en 1996, en la cual resaltamos su papel como pionero de la diplomacia nacional y presentamos una síntesis de sus actuaciones en Nicaragua 292.

En agosto de 2005, en la Revista Costarricense de Política Exterior publicada por el Instituto Manuel María de Peralta, se reprodujeron nuevamente los documentos de la misión de Montealegre, que gracias a ello se encuentran disponibles para consulta en línea 293.

En el primer tomo de su edición de Las Constituciones de Costa Rica, la historiadora doña Clotilde Obregón comentó:

“… el Segundo Estatuto le dio los instrumentos necesarios a la Junta de Gobierno presidida por el presbítero don Manuel Alvarado Hidalgo para iniciar relaciones diplomáticas con las ciudades de León y Granada, ya que Nicaragua estaba dividida en dos gobiernos. El representante de Costa Rica don Mariano Montealegre Bustamante logró consolidar los derechos de navegación de nuestro país en el río San Juan y llegar a acuerdos con las deudas que tenían aquellos Partidos con nosotros.” 294

Mediante decreto ejecutivo n° 35913-RE de 19 de marzo de 2010, el presidente de la República don Oscar Arias Sánchez y el canciller don Bruno Stagno Ugarte crearon en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto un “Premio a la excelencia Mariano Montealegre Bustamante”, destinado a las embajadas de Costa

292 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, Historia diplomática de Costa Rica (1821-1910), San José, Editorial Juricentro, 1ª. ed., 1996, pp. 33-39.

293 “Correspondencia de la misión de Don Mariano Montealegre a Nicaragua”, en Revista Costarricense de Política Exterior, vol. 5, n° 1, agosto de 2005, pp. 127-174.

294 OBREGÓN QUESADA, 2007-2009, vol. I, p. 29.

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Rica que más se hubieran destacado en su labor, el cual debería otorgarse cada dos años. En la parte considerativa del decreto se recordaba que

“… en la historia diplomacia costarricense, don Mariano Montealegre Bustamante ostenta un lugar privilegiado, debido a que la diplomacia nacional se gestó formalmente tras su nombramiento en 1823 como comisionado de Costa Rica en Nicaragua, cargo que ejerció enalteciendo los valores morales y patrióticos como su principal atestado.” 295

El premio se otorgó una única vez, poco después de la emisión del decreto y en vísperas de que el 8 de mayo concluyera la administración Arias Sánchez. Aunque nunca fue suprimido jurídicamente, el siguiente gobierno simplemente pasó por alto su existencia y nunca más volvió a otorgarse.

Gracias a la gentileza del embajador don Luis Alberto Padilla, director de la Academia Diplomática del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, en el mes de junio de 2016 tuvimos ocasión de publicar, en el número inicial de la revista Política Internacional de la Cancillería guatemalteca, un ensayo biográfico acerca del ilustre diplomático, titulado “Mariano Montealegre Bustamante: el pionero guatemalteco de la diplomacia costarricense”, que constituyó el punto de partida de la presente obra y en la que procuramos poner de relieve sus cualidades como ser humano, su talento como diplomático y sus virtudes como ciudadano 296.

Esperamos que el conocimiento de la vida y actuaciones de don Mariano Montealegre sirvan de ejemplo y de inspiración para los diplomáticos costarricenses. Hacemos nuestras las palabras pronunciadas en 1994 por el canciller Niehaus:

295 Decreto N° 35913-RE de 19 de marzo de 2010.

296 SÁENZ CARBONELL, Jorge Francisco, “Mariano Montealegre Bustamante: el pionero guatemalteco de la diplomacia costarricense”, en Política Internacional, Guatemala, Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala, junio de 2016, n ° 1, pp. 132-148.

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“… ojalá que todos los que se ocupan de estos quehaceres lo tuvieran siempre como modelo… La política exterior costarricense tuvo en don Mariano un pionero ejemplar.” 297

297 Memoria anual del Ministerio de Relaciones exteriores y Culto 1993-1994 presentada a la Asamblea legislativa el 1° de mayo de 1994 por el doctor Bernd H. Niehaus Quesada, mimeografiado, 1994, sin paginar.

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1783: Nace en Nueva Guatemala de la Asunción, hijo extramatrimonial de don Mariano Ignacio de Montealegre y doña Josefa Bustamante. Es bautizado el 3 de agosto con el nombre de José Mariano.

1802: Ingresa como meritorio en la Factoría de Tabacos de León de Nicaragua. Muere su padre.

1804: Se le nombra oficial escribiente de la Factoría de Tabacos de San Salvador.

1809: Se le nombra contador interventor de la Factoría de Tabacos de Costa Rica.

1811: Año aproximado del nacimiento de su primogénita Magdalena Castillo.

1813: Se le nombra factor interino de la Factoría de Tabacos de Costa Rica y administrador de Correos. Nace su hija Rita Castillo.

1814: Colabora con el establecimiento de la Casa de Enseñanza establecida por el Ayuntamiento de San José.

1815: Casa con doña Gerónima Fernández Chacón, después del nacimiento de su hijo José María Montealegre Fernández.

1816: Nace su hijo Mariano.

1817: Nace su hija Josefa, que muere en 1821.

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1818: Se le nombra en propiedad como factor de la Factoría de Tabacos de Costa Rica y administrador de Correos. Nace su hijo Francisco.

1819: Nace su hijo Martín, que muere en 1820.

1820: Nace su hija María Cecilia, que muere al poco tiempo.

1821: Apoya la causa de la independencia de España. Se le nombra como uno de los quince diputados que deben gobernar la ciudad de San José junto con el Ayuntamiento.

1822: Representa a San José en la Junta de Electores, segunda asamblea constituyente. Es elegido como miembro del Tribunal Supremo de Residencia. Nace su hija María Encarnación. Es elegido por San José como elector de partido.

1823: Se le nombra como comisionado diplomático en Nicaragua. Firma con el gobierno de Granada el tratado Montealegre-Velasco y con el de León el tratado Montealegre-Solís. Nace su hija Gerónima.

1824: Es nombrado por San José como elector de partido. Se le elige como vicejefe provisorio del Estado, cargo del que es titular desde el 8 de setiembre de este año hasta el 7 de abril de 1825.

1825: Obtiene votos en las elecciones para la jefatura del Estado, que recae en don Juan Mora Fernández. Deja su cargo de factor de Tabacos para desempeñar el de director de Siembras de la misma Factoría, como funcionario de la República Federal de Centroamérica.

1826: Nace su hija Sara, que muere en la adolescencia. Aproximadamente en esta época inicia sus actividades mineras y cafetaleras.

1827: Su hija Magdalena contrae matrimonio con el francés Santiago Millet. Envía a sus dos hijos mayores a estudiar a Europa. Nace su hija Leonor.

1828: Nacen su hija Aurelia y su primer nieto, Francisco Napoleón Millet.

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1829: Por haber Costa Rica reasumido su soberanía con la Ley Aprilia, asume la doble condición de factor de Tabacos y director de Siembras.

1832: Nace su hijo Leopoldo.

1834: Participa en las actividades del grupo conocido como la tertulia del padre Arista, que empieza a publicar el semanario La Tertulia. Presenta la renuncia a su cargo de factor de Tabacos, que no es admitida.

1835: Publica una hoja volante recomendando que se acepte la renuncia del jefe de Estado don José Rafael de Gallegos. Muere su madre en Guatemala. Se acoge a la jubilación y renuncia al cargo de factor de Tabacos.

1837: Publica una hoja suelta en la que explica las causas por las que adversa tanto la candidatura de don Manuel Aguilar como la reelección de don Braulio Carrillo. Obtiene votos para la vicejefatura del Estado, que recae en don Juan Mora Fernández. Las autoridades federales disponen que se haga nuevamente cargo de la Factoría de Tabacos de Costa Rica.

1838: Otorga testamento mancomunado junto con su esposa. Su hija Rita contrae matrimonio con el francés Leoncio de Vars. El gobierno de don Braulio Carrillo lo destituye y se apodera por la fuerza de las instalaciones de la Factoría de Tabacos.

1840: Su hijo José María contrae matrimonio con Ana María Mora Porras.

1842: Es elegido como diputado suplente por San José a la Asamblea Constituyente, cargo que intenta declinar sin éxito. Sufre un grave quebranto de salud.

1843: En enero publica en el semanario Mentor costarricense un ensayo sobre temas tributarios y en noviembre otro, en una hoja suelta, sobre el desinterés de los costarricenses por los asuntos públicos. El 18 de noviembre muere en la ciudad de San José y es sepultado al día siguiente.

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Son muy fuertes los conatos que siento por escribir, desde que se ha vislumbrado un poco de libertad en Costa Rica y aunque pudiera aterrarme el no tener la ilustración suficiente para aparecer en público, como anteriormente atropellé esta barrera por satisfacer mi inclinación, desde entonces desapareció el miedo. Dejé de hacerlo en el año de 837 299 porque de hecho se acabó la libertad de imprenta; ahora veo buenas intenciones en los que rigen los destinos, y en casi la totalidad de los costarricenses. Es muy placentero el decir lo que se siente, con respecto al Gobierno. Criticar las leyes que existen, solicitar las mejoras que puedan tener: proponer otras nuevas: quejarse de los procedimientos de los tribunales de justicia: decir que tal empleado no cumple con sus deberes: que va a la oficina, pasada la hora: censurar las providencias del Ejecutivo: pedir la aplicación de los fondos a los objetos para que fueron creados. En fin, tanto que hay que decir en todo lo que concierne a la comunidad. Yo quiero hacerlo como hombre libre, como contribuyente, como socio, y como participante de los bienes y males; sin embargo, yo me abstendré a tocar en lo más vivo: respetaré a los poderosos, y a los perversos,

298 Las anotaciones a los dos ensayos de don Mariano, salvo que se indique lo contrario, son del autor de esta biograf ía.

299 Debe ser 1838, año en que se implantó la dictadura de don Braulio Carrillo.

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porque con estos tarde o temprano se vengan. Me iré con la sonda en la mano, a fin de evitar los escollos, y aunque el jefe 300 es tan liberal y su ministro 301 ha dado de ello grandes pruebas, no los tocaré, aunque hayan cometido algunas faltas: porque quién sabe si en haciéndolo, se olvidarán de los principios, y de la noche a la mañana, pueden hacerme variar de temperamento 302.

Mucho pudiera decir de los grandes acontecimientos de Costa Rica, desde el año de 1838. ¡Qué de sucesos y cosas! Sería menester una gran edición, mucho tiempo, para referir cuanto pasó, y que sólo el que presenció las cosas puede creerlas; pero como hemos de hablar sobre alguna materia, lo verificaré contrayéndome a manifestar las grandes contribuciones que pagan los costarricenses, ya directa o indirectamente.

Contribuye el costarricense por la alcabala interior 303 y exterior 304: por los estancos de tabaco, aguardiente y pólvora 305: por el papel sellado: por el rastro 306, peajes a la Garita 307, y un real por la extracción de café. A más de todo lo dicho, los últimos gobernantes unos empréstitos liberales, voluntarios forzosos, que sacan buenamente y por la fuerza, de los capitalistas que pasan de tres mil pesos: llevando por sistema el que no recaigan en las masas, que saben armarse y hacer fuego a quien se las exige. Este procedimiento es contra justicia, por lo que todos debemos contribuir según la Constitución y los principios sanos, en proporción a nuestros haberes. El jefe Carrillo 308 exigió a los propietarios treinta mil pesos, que malgastó en el camino de

300 Don José María Alfaro Zamora, jefe provisorio del Estado de 1842 a 1844 y de 1846 a 1847.

301 Don José María Castro Madriz, ministro general del Estado de 1842 a 1844.

302 Variar de clima. Se refiere a las penas de expatriación o confinamiento en lugares remotos con las que, muchas veces sin juicio, reprimían los gobiernos a los opositores.

303 Impuesto sobre las compraventas de inmuebles.

304 Impuesto aduanero.

305 Estos tres productos estaban sujetos desde la época del dominio español a un sistema de monopolio estatal.

306 Establecimiento dedicado a la matanza de ganado para su entrega a los carniceros.

307 La Garita era un puesto de guardia ubicado en la ruta entre San José y Puntarenas, donde se pagaba el peaje por el uso de sa vía.

308 Don Braulio Carrillo Colina, jefe de Estado constitucional de 1835 a 1837 y dictador de 1838 a 1842.

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Matina. El jefe Morazán 309 levantó otro empréstito de treinta mil pesos para reconquistar la República, y el actual, veinte mil, para satisfacer el pie de la tropa que dio en tierra, con aquel gobernante. Carrillo con los reglamentos de Hacienda, constancia y grande eficacia, hizo subir las rentas del Estado, a una prosperidad increíble; pero mientras los empleados no tomaban sueldos, ni los cosecheros de tabaco, los cuarteles recibían todos los más días refuerzos de fusiles, cañones, sables, plomo, etc.; los almacenes de pólvora se repletaban d barriles de este temible elemento. El general Morazán gastó las rentas del Estado las deudas activas que tenía, y el empréstito que exigió para llevar a cabo su empresa. El actual mandatario ya dio principio, y quiera Dios que no la tome por otro rumbo y continúe despojándonos voluntaria y forzosamente de lo que producen nuestros afanes, sudores y tareas. Yo sólo tengo en papel con sellos, los trescientos cincuenta pesos del señor Carrillo: los quinientos del señor Morazán, y estoy agregando los del actual Gobierno. Todos ellos me han asegurado que serán satisfechos estos empréstitos: pero quiera Dios que no sea como el sueldo que me señaló la jubilación, cuyo título tengo también en papel con sellos. Conozco que debo contribuir para todos los gastos del Estado, porque si soy uno de los miembros de esta asociación, sé que al empleado que abandona otro modo de buscar subsistencia, debo ayudar a mantenerlo: que debo pagar al soldado que vela por la conservación del orden, y expone su vida por conservar la mía, y custodiar mis bienes; quiero pagar al juez que dirime mis competencias: debo dar los útiles de guerra y para los gastos que en ella se impenden: pero quiero contribuir en proporción a mis haberes, y que todos hagan lo mismo: quiero que los empleados tengan buenos sueldos; pero que no haya innecesarios, y de mala conducta, y que los precisos cumplan con sus deberes: quiero que se agoten los recursos para que no haya guerras, ni revoluciones que puedan evitarse persiguiendo a los que las promuevan: quiero que la Asamblea, y el Ejecutivo no gasten mi dinero en empresas antojadizas, que no están bien meditadas, que no se hallan aprobadas por el pueblo, y que aunque útiles, no se encuentran al alcance, por falta de conocimiento o de riqueza. Sería muy bueno caminos de fierro 310 pero ¿con qué inteligentes, dinero, señor don Isidro, hemos de hacerlo? Un buque solo puede bloquear

309 Francisco Morazán, jefe de Estado de abril a setiembre de 1842.

310 Ferrocarriles.

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nuestros puertos; sería bueno comprar embarcaciones de guerra para hacer que se nos respete. Y luego pues, dinero para comprar estas embarcaciones, para pagar los marineros, etc., etc., ¿dónde lo encontramos?

Lo que debe hacer el Gobierno es dirigir sus miradas a la Hacienda pública, imitando a Carrillo en crearla y aumentarla; pero no en malgastarla. Es muy bueno que el jefe visite las oficinas de tiempo en tiempo: que los estados que se le presenten mensualmente los vea con atención, y que no se coloque, en cuanto se reciben, en su respectiva carpeta. Quisiera que las juntas de ordenanza correspondiesen al objetivo de su creación, y que no se ponga por acuerdo. Se reunió la Junta de ordenanza y no habiendo asunto que tratar se disolvió. El jefe debe algunas veces presidir dichas reuniones e imponerse de los anteriores acuerdos. Esta institución es sumamente provechosa. Deseo el ascenso de los empleados buenos, y que se retiren del servicio los malos, más que sean parientes, o adictos al partido. Si se hace lo que llevo dicho aseguro que muy pronto pagará el Estado sus deudas: que los empleados percibirán los sueldos, y que entonces trabajarán con empeño. El tabaco bien administrado y sin hacer contratos en que se pierda reportará grandes rendimientos, lo mismo que el estanco de aguardiente; pero no se han de mirar personas al tiempo de los remates. En fin son muchas las rentas. El jefe Carrillo no pudo remediar los abusos en los puertos, y es un dolor ver ahora los contrabandos de tabaco y aguardiente que se vende públicamente y una lástima saber que los comerciantes introducen por alto muchos efectos. Remédiense todos estos males, porque de lo contrario, gastando más de lo que producen las entradas, crecen las deudas y sus réditos. De aquí es que los empleados y cosecheros de tabaco no serán satisfechos: se recurrirá a nuevos empréstitos, y como esto no puede ser eterno, ni los capitalistas desprendidos de sus bienes, los resultados serán funestos. Se promoverán revoluciones que el Gobierno tendrá que contener; fusilará a muchos, desterrará a otros, con lo que el Estado sufre una pérdida que pocos comprenden: y si los revolucionarios triunfan, quién sabe el rumbo que tomarán los acontecimientos. Por esto es que con el tiempo el Gobierno debe evitar estos males, ocurriendo al remedio, pues los médicos famosos dicen, que es mejor precaver

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las enfermedades, que aplicar el penoso y peligroso recursos de los medicamentos.

Hay mucho que reformar en todos los ramos, y la situación es favorable para hacerlo. El jefe dije, y así lo creo es de muy buena fe, lo mismo que su ministro; ambos son de caracteres muy bueno, y estoy persuadido de que desean los bienes del Estado; ayudémosles pues con nuestros consejos, y cooperemos para que acierten: olvidemos los agravios que casi todos hemos sufrido: no aborrezcamos a persona alguna, tenga la opinión que quiera: démosles pruebas de nuestra amistad verdadera, y de que trabajamos por el bien de todos los pueblos. ¿Hay apasionados al licenciado Carrillo? En buena hora, respetemos su opinión, mientras no pasen a las vías de hecho ¿Los cartagos dicen que son desafectos a San José? Yo no lo creo, y quiero que no nos agraviemos y examinemos sin pasión, si tienen motivos justos de queja, y si fuesen razonables sus demandas, apoyémoslas. Consideremos que Cartago es uno de nuestros pueblos principales y que es preciso quitarles a sus habitantes los motivos de celos. Yo no aborrezco a persona alguna, que aunque es verdad que no quiero que Pedro suba al poder supremo, no es cabalmente porque es Pedro, sino porque temo su carácter y genio y que en un ímpetu me fusile, sin preceder el juicio que demandan las leyes.

Tiene mi discurso el objeto de procurar el bien de todos los costarricenses, y por manera alguna he llevado el fin de herir las personas, pues si he tocado algunos individuos, la materia pedía las comparaciones, y cuando estas aparecen, no todos pueden salir muy bien. Si quisiera vengar agravios, pudiera hacerlo contrayéndome precisamente a objetos de esta naturaleza: y como tengo la persuasión de que es bajeza perseguir de cualquier suerte a los caídos, y muertos, no quiero incurrir en lo que vitupero. Si este papel mereciese alguna aceptación, continuaré escribiendo, mas si por el contrario, recayese sobre él la desaprobación, volveré a guardar silencio.

San José. Enero 17 de 1843. Mariano Montealegre

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El ingenio funda los imperios.El espíritu público los conserva.El egoísmo los destruye.

Conde de Ségur 311

Veintidós años hace que nos independizamos del Gobierno español, y que entregados a nosotros mismos nos constituimos, y hemos dado las leyes que nos han regido. En este tiempo en Costa Rica hemos pasado por diversas formas de gobierno: pues en la primera época celebramos un pacto, o estatuto que después se reformó, estableciendo la ambulancia de las autoridades supremas, para conformar q las cuatro principales ciudades del Estado. Tuvimos Asamblea compuesta de más representantes que al presente. Ensayamos el sistema de tribunos, pues la junta que regía al Estado en 23 312 se pareció mucho a la forma, que el proyecto de Constitución actual establece para el Poder Ejecutivo 313. Por último se efectuó la unión de la provincia a las otras que por la Constitución del año 24 compuso la República de Centroamérica, y en virtud de la cual hizo el

311 DE SÉGUR, 1820, p. 121.

312 El año 1823.

313 En el proyecto de Constitución aprobado en 1843 por la Asamblea Constituyente de 1843-1844, se sustituía el Ejecutivo unipersonal existente desde 1824 por un sistema colegiado de cuatro tribunos, inspirado en el proyecto de Constitución de 13 de abril de 1839.

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Estado la suya particular 314. El año de 38 se dio por una parte del ejército la acta titulada del pronunciamiento, despojando a los jefes electos constitucionalmente y confiando la dirección del Estado a la voluntad de un individuo 315, quien convocó una asamblea constituyente, y ella desempeñó su encargo pero la Constitución no fue publicada 316. Apareció enseguida el Decreto de Bases y Garantías 317, que anunciaba la tranquilidad haciendo vitalicios a los que obtenían el poder Ejecutivo: hasta que por los tratados del Jocote desapareció este sistema 318. Entonces fuimos regidos por un jefe provisional 319 que convocó una asamblea constituyente, la que no se ocupó de ese objeto. Los acontecimientos del mes de setiembre de 42 nos dejaron sin autoridades, y gracias a las virtudes de los pueblos, de los que regentearon la revolución 320, y del ejército que la anarquía no fue nuestro término. Los conatos de unos buenos ciudadanos reunieron la opinión por sus grandes esfuerzos, por lo cual se dieron las actas que reconocieron por jefe provisorio al que manda actualmente 321, dándole poder para convocar una asamblea constituyente. Felizmente esta se reunió, hizo la Carta, no quiso sancionarla: la presentó al pueblo, para que la viese, para que calculase si lo hará feliz, y por último si su voluntad está allí expresa. En su consecuencia el Gobierno solicita las reuniones de los ciudadanos para que se ocupen en un objeto que es de su inmediato interés. ¿Podrán hacer más estos poderes? Si la Constitución no es análoga a nuestras circunstancias, si no hace la felicidad, ¿podremos quejarnos de los representantes y del Gobierno? Yo creo que no, pues ellos han puesto en nuestras manos sus trabajos, y qeren que nosotros hagamos las observaciones

314 La Ley Fundamental del Estado Libre de Costa Rica de 21 de enero de 1825.

315 Se refiere al golpe militar que el 27 de mayo de 1827 derrocó al jefe de Estado don Manuel Aguilar y llevó al poder a don Braulio Carrillo, como gobernante de facto.

316 Efectivamente, la Asamblea Constituyente de 1838, por medio de una comisión especial, preparó el Proyecto de Constitución de 13 de abril de 1839, que debía publicarse antes de que fuera discutido por la Asamblea, pero solamente una pequeña parte del texto fue publicado.

317 El texto constitucional que con carácter de Carta otorgada emitió don Braulio Carrillo de su propia autoridad el 8 de marzo de 1841, sin asamblea constituyente.

318 Mediante el pacto de El Jocote de 11 de abril de 1842, acordado en ese paraje de Alajuela, el coronel Vicente Villaseñor, enviado por Carrillo al frente del ejército para repeler la invasión del general Francisco Morazán, unió las fuerzas costarricenses al invasor. El único soldado que se negó aceptar el infame pacto fue don Rafael Barroeta y Baca.

319 El general Francisco Morazán.

320 Los generales don Antonio Pinto Soares y don Florentino Alfaro Zamora.

321 Don José María Alfaro Zamora.

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que tengamos por conveniente. La reseña que dejo hecha de las diferentes clases de gobierno que hemos tenido, es para recaer en que la experiencia nos ha hecho observar qué bienes nos han producido aquellos sistemas: qué males hemos sufrido por ellos: si las garantías sociales consignadas en las cartas han sido observadas: si la Constitución y las leyes han tenido su puntual cumplimiento: qué artículos deban variarse, y si es necesario cambiar de sistema: somos soberanos absolutamente independientes y estamos en actitud de adoptar la forma que más nos convenga.

Aquí llego al objeto que me ha conducido a escribir, y por el que me ha parecido bien hacer una ligera reseña de las diferentes formas de gobierno porque hemos pasado, y observando la indiferencia con que se ha visto formar el proyecto de Constitución y con que se mira la discusión popular para examinarla, este es el blanco a que se dirige mi censura. Ataco el egoísmo que es el nombre verdadero que debe darse a la inacción que se advierte: como que si los intereses que se cruzan fueran de los rusos o de otra potencia, pues cual más, o cuál menos todos hemos sufrido padecimientos: y aunque no fuera otra cosa que la inseguridad, esto aflige en extremo. Tenemos y nos lamentamos de ver disueltos los lazos que unían a los estados [centroamericanos], calculando los males que son consiguientes. Sentimos los reclamos que el Gobierno de Nicaragua hace por el partido de Nicoya, y no queremos que el Gobierno lo entregue, sino es que sea resuelto por autoridades competentes. ¿Y será posible que durante todo el tiempo que estuvo reunida la Asamblea no hubiese concurrido siquiera un solo hombre a enterarse de las discusiones? No puede creerse. El cuerpo legislativo hizo la Constitución, no le dio la sanción sino que la entregó para que se observase, y el Gobierno pidió las reuniones con ese objeto. No ha querido la persona encargada de este último Poder concurrir a ellas porque no se crea piensa prevenir la opinión. Y ¿qué ha resultado de estas medidas que anuncian la mejor fe? Que en San José, capital del Estado, apenas concurren a la reunión diez o doce personas, que en Alajuela sucede poco menos, y que en Cartago y Heredia no se ha logrado establecerla 322. Pregunto, ¿estos negocios son propios o ajenos? ¿Son de una trascendencia tan pequeña que no merezcan la menor

322 Después de escrito este papel he tenido noticia que se efectuó en Cartago la reunión (nota de don Mariano Montealegre al texto original).

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atención? Y si la Constitución se sanciona tal como está, o se varía por otro proyecto inadecuado, ¿de quién nos quejaremos? ¡Ah! El mayor mal de Costa Rica al presente es el egoísmo, que hay una percepción de que no mezclándose en lo político, nos hallaremos a cubierto sea cual fuere el resultado, y aun para que la anarquía o tiranía nos respete.

Aquí lo que advierto son errores muy perjudiciales y el no querer volver los ojos a los sucesos de otros pueblos: en primer lugar, en toda sociedad hay unos pocos hombres ambiciosos que desean tomar los primeros puestos para disponer de la suerte de los demás. Estos no perdonan medio para conseguir lo que desean: pues ponen en movimiento todos los manejos que pueden conducirlos al fin que se propusieron; y así es que la unión y celo por la libertad, pueden contenerlos; pero si la apatía o egoísmo pone aislados a los demás hombres, si no hay quien les haga frente es muy fácil que aquellos que no duermen consigan lo que desean. Por otra parte, el abandono de la cosa pública por la mayoría de un pueblo, proporciona con facilidad los trastornos, y en este caso, por lo regular, los que se apoderan del mando, no son los hombres de bien porque estos no aspiran: no quieren los riesgos: aman la quietud, y solo desean cuidar de su familia y de sus intereses. ¿Y entonces qué sucede? ¿Qué es lo que ha pasado en otros lugares? Entonces comienzan las prisiones, embargos, destierros: contribuciones fuertes: se reciben insultos que hay que sufrir con semblante placentero, pues se arriesga más si se pone mal ceño. Los trabajos se paralizan, lo mismo que el comercio. Los contratos no se pueden cumplir ni los tiempos son de cobrar los que deben. No hay jornaleros, arrieros, ni abastecedores de objetos de primera necesidad porque los más están sobre las armas, y otros no quieren aparecer porque no los alisten. La incertidumbre de lo que sucederá después, pone a todos en agonía. Se repiten las generalas y las patrullas conduciendo presos a todas horas: la familia llora, los criados o se van o se vuelven insolentes, y por la noche que pudiera el sueño dar algún descanso, los gritos de alerta no permiten sosiego. Estas y otras cosas dolorosas vienen con los trastornos, que sería no acabar si se refiriese, y la admiración de muchos que se tienen por buenos maromeros será muy grande, no quedándoles otro consuelo, sino lamentarse con su familia en mucho secreto. Dirán a sus mujeres ¿será posible que a mí me

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persigan, que me hayan puesto preso, que a cada rato me exigen contribuciones cuando yo no me he mezclado en cosa alguna? Yo visitaba, y hacía mis cortos obsequios a los influyentes de todos los partidos: murmuraba con cada corporación de las demás, por ver si me libertaba de persecuciones, y no me ha valido. Son muy injustos los hombres: es preciso creerlo. Esto dirán: y yo añadiré que no hay persona exenta de enemigos conocidos y por conocer, y estos en tales ocasiones aprovechan en echarle a cada uno su buena lavativa. Sufrirán los que han sido jueces, por sus sentencias, y le sucederá lo mismo a todo empleado: al que ha cobrado, al que ha despedido al mandador, o al peón. En fin, todos tendremos por qué padecer. Quién sabe dónde nos hallaríamos si nuestra dicha no hubiera colocado a la cabeza de la revolución de setiembre del año próximo pasado a unos hombres de bien.

En este lugar colocaré lo que dice sobre el particular el conde de Segur: “Ningún ser se destruye sino en el momento en que las partes que lo componen, no obrando ya hacia el mismo fin, no pueden ya concurrir al bien común, a la conservación de su existencia; así la división lo aniquila todo, los individuos se pierden por el egoísmo moral, y los pueblos perecen por el egoísmo político.” 323 Hablando sobre el amor a la patria, y cuando todos se interesan en el sostén de la Constitución y las leyes añade: “Mientras se conserva este fuego sagrado, una nación es libre, activa, poderosa: todos los intereses privados se confunden en el interés general; la ley es sostenida por cada ciudadano, como la voluntad de todos; el consentimiento general da los medios de una fuerza ilimitada al Gobierno dirigido por la opinión pública, y la injusticia no puede ni extraviar a los príncipes, ni oprimir a los pueblos, cuando la injusticia hecha a un solo hombre es sentida por todos. La independencia general se halla entonces inviolablemente afirmada ¿y qué fuerza extranjera se atreviera a atacarla cuando a la menor señal, se hallase defendida, no solo por un ejército, pero por todo un pueblo?” 324 En otra parte indica, “Cuando la caída progresiva del espíritu público en un pueblo ha apagado el amor a la patria, este pueblo puede arrastrar aún su triste existencia mientras el espíritu de familia conserve en él alguna moralidad; pero cuando ha llegado a este punto, es bien dif ícil que el egoísmo más absoluto no acuda

323 SEGUR, 1820, p. 120.

324 Ibid., p. 118.

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para ahogar estos febles restos de sentimientos generosos. Así que el Estado ha perdido su cimiento, no puede ya sostenerse; las familias aisladas no pueden defenderse: caen en la servidumbre: que todo lo envilece; y allí en donde cesa la virtud pública, no se ven ya en breve virtudes privadas.” 325

Yo doy la razón a mis compatriotas para que cuando la tiranía se coloca guarden silencio y preocupaciones; pero ahora que la Asamblea llama a todos para que vean sus trabajos, y que el Ejecutivo invita a reuniones con este objeto: cuando los que han contrariado sus opiniones no han sido perseguidos hallo inexcusable el abandono que observo. Se me dirá: y tú ¿por qué no fuiste a la Asamblea cuando se discutía la Constitución, por qué no escribes? Y responderé, que luego que fue colocado el actual gobernante propuse a muchos tomásemos con ardor la cosa pública por el interés que en ello nos venía, y como se me contestó por todos con la negativa, caí en el mismo abandono al ver que nadie me seguía cuando di un artículo en el Mentor que trata de hacienda.

Por otra parte veo a los costarricenses tan activos en sus negocios particulares. El comerciante abandona su familia y bienes, su patria y comodidades, exponiendo su existencia en la navegación porque está convencido de que solo él hará su negocio completo. Veo a los agricultores ir diariamente a sus haciendas a pesar de tener sus mayordomos, porque saben que aunque son buenos, dejándolos de observar, se echan a perder. En fin cada uno es sumamente activo en otras cosas, y no economiza mortificaciones porque todo ande bien. Y luego pues: ¿el Gobierno, la Constitución, las leyes no afectan inmediatamente sobre nuestro honor, la vida y la hacienda? ¿Los mayordomos que ponemos a que corran con la extensión de las leyes: el Ejecutivo y aplicador de estas, no merecen que volvamos los ojos sobre ellos?

He probado que habiendo sido regidos por diversos sistemas o Constituciones debemos tener experiencia: que debemos buscar no el más brillante plan, sino el más adecuado a nuestra situación y no a la que podamos tener.

325 Ibid., p. 120.

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Reunámonos, pues, no para perseguir un partido, o personas; no para poner obstáculos a la administración, sino para observar lo que nos conviene, para pedir ya por escrito o de palabra, que tal cosa que se dispuso o se hace es mala o aquella que no se pone en ejecución es buena. Obrando de esta suerte, toda clase de elecciones se hará con el mayor interés, y las autoridades, después obrarán con más confianza, y también no abusarán del poder que les hemos confiado. Con el mayor esmero se conducirán los subalternos, porque sabrán que hay muchos ojos que vean.

En prueba de que estoy persuadido de lo que he expuesto, diré algo sobre el proyecto de Constitución. Este, a mi ver, no es más que una copia de la que nos regía 326 con algunas pocas variaciones. Es la misma mujer con los mismos pecados, como decía un eclesiástico a una penitente, y no habiéndonos probado bien, es necesario que adoptemos unas formas que aseguren la tranquilidad y nuestros derechos. El sistema de tribunos me parece sumamente expuesto a producir males, porque atado el jefe, en todas sus partes por el Ministerio, no puede obrar sino lo que este quiere. A mi ver los ministros son los del poder y el Ejecutivo el que aparece como gobernante. Yo deseo que sus facultades sean muy expresas: y que se haga responsable a todos los excesos, pero que tengan poder, que pueda obrar, pues para eso lo llamó la ley. No me extiendo a más porque la reunión patriótica de que soy miembro, escribe en el particular sus observaciones, que presentará muy en breve.

Aunque por mi edad y enfermedades que sufro, parece que ya es tiempo de marchar para siempre, si veo tomar a la mayoría interés por la cosa pública, ayudaré con las pocas aptitudes que tengo, y si continúa la apatía recogeré los extremos a la concha, procurando librar lo mejor que pueda. Un grande peso es levantado por muchos con facilidad y sin riesgo; mas si el entusiasmo de unos pocos quiere hacerlo, a más de no conseguir el intento, arriesgan los denodados la vida o la dislocación de algún miembro.

San José, noviembre 2 de 1843.

Mariano Montealegre

326 La Ley Fundamental del Estado de 21 de enero de 1825.

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Jorge Francisco Sáenz Carbonell, licenciado en Derecho y doctor en Educación, es catedrático de la Universidad de Costa Rica, miembro de la Academia Costarricense de la Lengua, de la Academia de Geograf ía e Historia de Costa Rica y de la Academia Costarricense de Ciencias Genealógicas, y miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua. Autor de una Historia diplomática de Costa Rica de 1821 a 1970, en tres tomos, también ha publicado muchos otros libros sobre temas históricos, jurídicos y literarios. En la colección biográfica Yvonne Clays ha publicado seis obras: El canciller Lara, El canciller Rodríguez, El canciller Fernández Guardia, José María Zamora, El rey Garabito y Agapito Jiménez: el canciller; y en coautoría otras cinco: Ad ardua per alta: una biograf ía del marqués de Peralta, El canciller González Víquez, El canciller Lizano, Manuel Vicente Jiménez Oreamuno: el canciller y El canciller Mata Lafuente.

Mariano Montealegre Bustamante Primer diplomático de Costa Rica

se terminó de imprimir en el mes de abril de 2020,en los talleres gráficos de la Imprenta Nacional.

Su edición consta de 300 ejemplares impresos en papel bond 75 g con forro de cartulina barnizable tipo C.

Don Mariano Montealegre Bustamante, nacido en 1783 en la ciudad de Guatemala y radicado en San José en 1809, fue el primer diplomático de Costa Rica, a la que representó con gran acierto en 1823 ante los gobiernos de León y Granada de Nicaragua, en días muy azarosos y complicados para toda Centroamérica.

Además de su actividad como diplomático de su patria adoptiva en Nicaragua, don Mariano también fue el primer vicejefe del Estado de Costa Rica y el primer gran productor y exportador de café, en los decenios iniciales de esta actividad en el país. Se distinguió por su pensamiento liberal y progresista, su interés por el fomento de la educación pública, y su preocupación por despertar la conciencia cívica de los costarricenses, ideas que se reflejan en los emotivos ensayos que publicó en el último año de su vida. También se caracterizó por su modestia, su falta de ambiciones políticas y la honradez y corrección de que hizo gala en el desempeño de elevadas funciones públicas.

La figura de don Mariano Montealegre, pionero emblemático de la diplomacia costarricense, es muy poco conocida en nuestro país, a pesar de haber inaugurado nuestra historia diplomática con una actuación verdaderamente notable y de haber prestado otros muy valiosos servicios a Costa Rica.Con la publicación de esta obra aspiramos a que se conozcan mejor la vida y actuaciones de este distinguido servidor público.

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28. Manuel Vicente Jiménez Oreamuno: el canciller. Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Jorge Umaña Vargas.

29. Agapito Jiménez: el canciller. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

30. El canciller Venegas. Luis Carlos Serrano Madrigal.

31. José María Zamora y Coronado. Primer abogado costarricense. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

32. Pedro Pérez Zeledón: el canciller. Jorge Umaña Vargas y Luz Alba Chacón León

33. El Canciller Mata Lafuente. Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Ubaldo García Ruiz

El Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta, fundado en agosto de 1988, es una unidad del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que desarrolla programas dirigidos a la profesionalización y perfeccionamiento del servicio diplomático costarricense. Lleva ese nombre en homenaje a la memoria del más destacado diplomático de la historia costarricense, embajador emérito y dos veces benemérito de la Patria.

Dentro de las tareas del Instituto, la función académica cumple un papel primordial, ya que gracias a un Convenio suscrito con el Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) de la Universidad de Costa Rica se imparte la Maestría Profesional en Diplomacia. Además, tiene como misión la formación, actualización y capacitación del personal del Servicio Exterior de la República por medio de actividades académicas y prácticas, muchas de ellas mediante tecnologías en línea.

El Instituto también se encarga del rescate de la historia diplomática de Costa Rica por medio de investigaciones y publicaciones, y alberga el Museo Diplomático Braulio Carrillo y el Centro de Documentación León Fernández Bonilla. También tiene a su cargo la publicación de la Revista Costarricense de Política Exterior y diversas actividades académicas dirigidas tanto a funcionarios del Ministerio como al público en general.

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Don Mariano Montealegre Bustamante, nacido en 1783 en la ciudad de Guatemala y radicado en San José en 1809, fue el primer diplomático de Costa Rica, a la que representó con gran acierto en 1823 ante los gobiernos de León y Granada de Nicaragua, en días muy azarosos y complicados para toda Centroamérica.

Además de su actividad como diplomático de su patria adoptiva en Nicaragua, don Mariano también fue el primer vicejefe del Estado de Costa Rica y el primer gran productor y exportador de café, en los decenios iniciales de esta actividad en el país. Se distinguió por su pensamiento liberal y progresista, su interés por el fomento de la educación pública, y su preocupación por despertar la conciencia cívica de los costarricenses, ideas que se reflejan en los emotivos ensayos que publicó en el último año de su vida. También se caracterizó por su modestia, su falta de ambiciones políticas y la honradez y corrección de que hizo gala en el desempeño de elevadas funciones públicas.

La figura de don Mariano Montealegre, pionero emblemático de la diplomacia costarricense, es muy poco conocida en nuestro país, a pesar de haber inaugurado nuestra historia diplomática con una actuación verdaderamente notable y de haber prestado otros muy valiosos servicios a Costa Rica.Con la publicación de esta obra aspiramos a que se conozcan mejor la vida y actuaciones de este distinguido servidor público.

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28. Manuel Vicente Jiménez Oreamuno: el canciller. Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Jorge Umaña Vargas.

29. Agapito Jiménez: el canciller. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

30. El canciller Venegas. Luis Carlos Serrano Madrigal.

31. José María Zamora y Coronado. Primer abogado costarricense. Jorge Francisco Sáenz Carbonell.

32. Pedro Pérez Zeledón: el canciller. Jorge Umaña Vargas y Luz Alba Chacón León

33. El Canciller Mata Lafuente. Jorge Francisco Sáenz Carbonell y Ubaldo García Ruiz

El Instituto del Servicio Exterior Manuel María de Peralta, fundado en agosto de 1988, es una unidad del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que desarrolla programas dirigidos a la profesionalización y perfeccionamiento del servicio diplomático costarricense. Lleva ese nombre en homenaje a la memoria del más destacado diplomático de la historia costarricense, embajador emérito y dos veces benemérito de la Patria.

Dentro de las tareas del Instituto, la función académica cumple un papel primordial, ya que gracias a un Convenio suscrito con el Sistema de Estudios de Posgrado (SEP) de la Universidad de Costa Rica se imparte la Maestría Profesional en Diplomacia. Además, tiene como misión la formación, actualización y capacitación del personal del Servicio Exterior de la República por medio de actividades académicas y prácticas, muchas de ellas mediante tecnologías en línea.

El Instituto también se encarga del rescate de la historia diplomática de Costa Rica por medio de investigaciones y publicaciones, y alberga el Museo Diplomático Braulio Carrillo y el Centro de Documentación León Fernández Bonilla. También tiene a su cargo la publicación de la Revista Costarricense de Política Exterior y diversas actividades académicas dirigidas tanto a funcionarios del Ministerio como al público en general.

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