magic - caminante de planos - ciclo de los artefactos - libro ii (lynn abbey)

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    Caminante de Planos

    Ciclo de los Artefactos Libro II

    Lynn Abbey

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    Indice

    Captulo 1..7 Captulo 217 Captulo 327 Captulo 437 Captulo 547 Captulo 657 Captulo 767 Captulo 879 Captulo 989 Captulo 10 . .101 Captulo 11113 Captulo 12123 Captulo 13139 Captulo 14153 Captulo 15163 Captulo 16171 Captulo 17181 Captulo 18191 Captulo 19199 Captulo 20207 Captulo 21219 Captulo 22233 Captulo 23243 Captulo 24257

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    Captulo 1

    Un hombre descendi. Su viaje haba comenzado en las nubes, cabalgando sobre los vientos en busca de un lugar que recordaba pero que ya no conoca. Haba encontrado el lugar, tal como lo haba encontrado antes, siguiendo los glifos antiguos que un pueblo antiguo haba excavado en la tierra, glifos que haban resistido a miles de aos de olvido y al cataclismo final de la Guerra de los Hermanos, cinco aos atrs. Gran parte de Terisiare haba desaparecido en el cataclismo, reducida a polvo por el odio fraticida. Ese polvo an se arremolinaba en el aire. Todo el mundo tosa y las cosechas eran escasas, aunque las puestas de sol y amaneceres eran magnficas vetas de mbar luminoso que atravesaban el cielo tratando de escapar de un mundo en ruinas. Aquellos que haban participado en esta guerra haban cado en una maldicin. Esta deca: De Urza su albedro y de Mishra su podero, que te pudras para siempre debajo del bosque de Argot hundido. Los rumores decan que Urza haba causado el cataclismo cuando utiliz un conjuro de Lat Nam para alimentar su ltimo y ms destructivo artefacto. Otros dijeron que el cataclismo fue producto de la maldicin de Mishra cuando este muri ahorcado por las manos entrelazadas de Urza alrededor de su garganta. Unos pocos insistieron en que Urza haban sobrevivido a sus crmenes. A un ao del cataclismo, todos los rumores se haban fusionado en un maldicin cada vez ms comn: Si en mi camino con Urza me he de encontrar, con mis propias manos lo voy a mutilar, y como hizo con Mishra, a las ratas y buitres lo voy a dejar. Urza haba sobrevivido. Haba odo la maldicin en su infinitas variaciones. Despus de casi cinco aos de un exilio auto-elegido, el antiguo Seor Protector del Reino haba pasado otro ao caminando entre la gente de la destruda Terisiare: la escoria de Yotia, los sobrevivientes de Argivia, los harapientos, los hambrientos, los cojos, los desanimados. Nadie le haba reconocido. Pocos lo haban conocido, incluso en los das de gloria. Urza no haba sido nunca aquel lder que arenga a sus tropas con la retrica. Haba sido un inventor, un erudito, un artfice como ninguno haba conocido el mundo desde los Thran, y lo nico que l haba querido hacer era estudiar en paz. El haba tenido una vez esa paz, cerca del principio, y la haba perdido, como haba perdido todo, por culpa del hombrela abominacin, en que su hermano se haba convertido. Un puado de los estudiantes de Urza haba sobrevivido al Cataclismo. Pero ellos haban denunciado a su maestro, y para no causarles problemas Urza no los haba visitado. La esposa de Urza, Kayla Bin-Kroog, tambin haba sobrevivido. Ahora viva en una soledad austera con su nieto, escribiendo una epopeya llamada La Guerra de las Antiguedades. Urza no la haba visitado tampoco. Kayla le hubiera reconocido, y l no sabra que decirle. En cuanto a su nieto, Jarsyl, un muchacho de pelo negro y achaparrado, encantador, afable y agudo... Urza haba vislumbrado al jven slo una vez, y haba sido mucho tiempo atras. Su descenso continu

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    Urza no haba querido volver a ese lugar donde la guerra, la verdadera guerra, haba comenzado casi cincuenta aos antes. l no estaba avergonzado de lo que haba tenido que hacer para terminarla. El haber llenado el sylex con forma de tazn con sus memorias haba sido un acto de desesperacin; el sylex en s mismo haba sido un repentino, regalo sospechoso, y hasta aquel da l no haba estudiado ni practicado hechicera con anterioridad. En aquel momento el no haba sabido lo que iba a hacer el sylex, pero la guerra tena que ser parada. La cosa en la que su hermano se haba convertido tena que ser parada, o de otro modo el destino de Terisiare habra sido peor. Mucho peor. No, Urza no pedira perdn, pero tampoco estaba contento de haber sobrevivido. Urza debera haber muerto cuando el sylex se vaci. l sospech que haba muerto, pero las Piedras de Poder por las cuales l y su hermano haban peleado le haban salvado. Cuando Urza despert, las dos joyas de los Thran se haban convertido en sus ojos. Todos los dispositivos Thran funcionaba gracias a esas piedras talladas, pero su Piedra del Poder y la Piedra de la Debilidad de Mishra haban sido tan diferentes de las otras Piedras de Poder ordinarias como una vela se diferencia del sol. Una vez reunidas dentro del crneo de Urza, las joyas Thran le haban devuelto a la flor de su vida. l no tena ninguna necesidad de comer o dormir, aunque esto ltimo lo segua haciendo porque un hombre necesitaba soar aun cuando l ya no necesitara descansar. Y sus nuevos ojos le dieron una visin que alcanzaba las esquinas oscuras de innumerables mundos diferentes al suyo. Urza crea que con algo de tiempo los reinos destrudos de Terisiare se recuperaran, incluso prosperaran, pero l no haba deseado mirar ese proceso insoportablemente lento, y entonces se haba ido. Durante cinco aos, despus del cataclismo ocasionado por el sylex, Urza explor todos los rincones de aquellos mundos que sus ojos vidriosos le revelaron En un de esos mundos l haba encontrado a otro viajero, una mujer llamada Meshuvel que haba confirmado lo que l haba adivinado. l haba perdido su mortalidad el da que haba destrudo a Mishra. El Cataclismo tambin lo haba matado a l, pero las piedras de poder Thran le haban trado a la vida porque l erasiempre haba sidoun Planeswalker, un Caminante de Planos, como Meshuvel misma. Meshuvel le explic a Urza que los mundos que haba visitado no eran ms que un puado de los infinitos planos del multiverso, los cuales podan ser explorados y explotados por un caminante de planos inmortal. Ella le ense a Urza a cambiar su forma a voluntad y a comprender el pensamiento sin el inconveniente del lenguaje o la traduccin. Pero incluso entre los Planeswalkers Urza era nico. Porque a pesar de todos sus conocimientos, Meshuvel no poda ver el multiverso como lo vea Urza. Sus ojos eran de un color marrn normal, y nnca haba odo hablar de los Thran. Meshuvel no le pudo decir nada a Urza acerca de sus ojos, salvo que ella les tena miedo, y les tema tanto que trat de atraparlo en un pozo de tiempo. Cuando eso fall, huy del plano en el que haban estado viviendo. Urza haba pensado en perseguir a Meshuvel, ms por curiosidad que por venganza, pero el plano que ella haba llamado Dominaria, el plano donde l haba nacido, el plano que l casi haba destrudo araaba su mente. Cinco aos despus del cataclismo, Dominaria le haba llamado para que regresara a casa. El descenso de Urza termin en una meseta erosionada por el viento. Las nubes se volvieron espesas y grises. El viento, fro y afilado de hielo y polvo, arremolin largas hebras de cabello rubio ceniza sobre los ojos de Urza. El invierno haba llegado antes de lo que Urza haba esperado, otro regalo no deseado del sylex. Unos das ms y los glifos habran quedado enterrados hasta la siguiente primavera.

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    Cuatro mil aos antes, los Thran haban transformado esa meseta en una fortaleza, una fortaleza aislada en la que haban resistido hasta el final. Se supona, que alguna vez haba tenido un nombre, tal vez todava segua escrito en los glifos, pero todava nadie haba descifrado ese enigmtico cdigo, y nadie lo haba hecho esa tarde. Los ojos enjoyados de Urza no le dijeron nada acerca del lenguaje de sus fabricantes. Cincuenta aos atrs, durante su juventud natural, Urza y su hermano haban llamado a la gran caverna dentro de la meseta, Koilos, y Koilos se mantuvo. Koilos haba estado en ruinas desde aquel entonces. Ahora las ruinas se haban arruinado an ms, pero no slo por el sylex. Los hermanos y su guerra haban causado ese dao, ahuecando la meseta en busca de secretos Thran, en busca de piedras de poder Thran. En verdad, Urza esperaba lo peor. Mishra haba capturado esta parte de Terisiare durante la mayor parte de la guerra, y Urza tena constancia que los aliados de su hermano haban sido ms destructivos de lo que sus propios aliados lo haban sido. En un rincn polvoriento de su corazn, Urza saba que si su hermano hubiera sido capaz de devastar Koilos, incluso las sombras habran sido despojadas de las piedras, pero los siervos de Mishra haban apilado cuidadosamente sus escombros, casi con reverencia. Sus tiendas desmenuzadas todava ondeaban en el viento creciente. Mirando ms de cerca, Urza se dio cuenta de que se haban ido de repente y sin sus pertenencias, convocados, tal vez, desde Argoth, as como Urza haba convocado a sus seguidores para aquella batalla final cinco aos atrs. Urza se detuvo en el camino cuidadosamente excavado. Cerr los ojos y se estremeci cuando los recuerdos inundaron su mente. l y Mishra haban luchado desde el principio en una soleada Argivia. Cmo no hacerlo, si l era el mayor por menos de un ao y Mishra era el hermano mas querido de los dos? Sin embargo, haban sido inseparables, tan conscientes de sus diferencias que haban llegado a depender de las fortalezas del otro. Urza nunca aprendi el arte de la amistad o el afecto, porque l haba tenido a Mishra entre l y el resto del mundo. Y Mishra? Qu le haba dado l a Mishra? Mishra haba necesitado algo de l alguna vez? "Cundo?" fue la pregunta de Urza al viento en un susurro tanto de rabia como de dolor. "Cundo fue la primera vez que te alejastes de m?" Urza abri los ojos y reanud su caminata. No dej ninguna huella en el polvo y la nieve. Nada lo distrajo. Al cadver disecado apoyado contra un poste de una tienda no haca falta hecharle ni un segundo vistazo, a pesar de las placas de metal oxidadas en su frente o las pinzas de bronce que sustituan a su brazo izquierdo. Urza, que haba visto en lo que su hermano se haba convertido, no se sorprendi al saber que los discpulos de Mishra fueran igualmente grotescos.

    Sus ojos enjoyados observaron la oscuridad, sin ver nada. Ahora, eso fue una sorpresa y una decepcin. Urza haba esperado descubrir algo de la manera que un nio espera un regalo en la maana de Ao Nuevo. Si el decepcionado hubiera sido

    Mishra lo nico que

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    hubieras conseguido sera una rabieta de verano: ruidosa y violenta pero que se calmara rapidamente. Pero si decepcionabas a Urza, este se haca fro y tranquilo, como el hielo, hasta que el mismo lograba descongelar el problema. Acaso despus de cuatro mil aos haban saqueado hasta la ltima Piedra de Poder Thran? Descubierto el ltimo artefacto? No quedaba all nada ms que su ojos pudieran ver? Un destello de color azul opaco llam la atencin de Urza. Arranc un trozo de metal del tamao de la palma de su mano proveniente de las rocas y escombros. Inmediatamente lo movi en su mano, curvndolo sobre s mismo. Era Thran, por supuesto. Un artfice de la habilidad de Urza no necesitaba ojos de joyas para reconocer una mano de obra de esa antiguedad. Slo los Thran haba sabido como forjar una especie de sensibilidad entre dos motas de metal. Sin embargo, Urza vio el metal de color gris azulado ms claro que nunca. Con tiempo, las herramientas adecuadas, los reactivos correctos, y un poco de suerte, podra ser capaz de descifrar sus secretos. Pero entonces, actuando deliberadamente sin pensar, algo que muy rara vez l haca, Urza llev el pulgar de su mano derecha a la parte ms dura que el acero de la superficie del metal . Pens en un surco, una surco muy especfico que haca juego con sus uas. Cuando levant el pulgar, el surco se encontraba en el metal y se mantuvo all mientras poco a poco contaba hasta diez. "Lo veo. S, lo veo. Es tan simple, una vez que uno lo puede ver". Urza pens en Mishra, habl con Mishra. Nadie ms, ni siquiera su maestro-alumno, Tawnos, podra haber captado las simetras cambiantes que sus pensamientos haban impuesto al antiguo metal. Como si hubiera sido tu pulgar", le dijo Urza al viento. Ese impulso, asi como su amistad, haba sido el regalo de Mishra. Urza casi lo poda ver all de pie, impetuoso y brillante y con no ms de dieciocho aos. Un cristal de hielo muri en las pestaas de Urza. l parpade y vio el rostro de Mishra, cortadohecho jirones, hilos de carne colgantes en los engranajes de un motor brillante. "Pirexia!" dijo con ira y arroj el trozo hacia la tormenta. Este rebot dos veces, sonando como una campana, y luego desapareci. "Pirexia!" Haba aprendido esa palabra cinco aos atrs, el mismo da del Cataclismo, cuando Tawnos le haba trado el sylex.Tawnos haba obtenido el tazn de Ashnod y, slo por esa razn, Urza lo hubiera dejado de lado. Pero l ya haba luchado con Mishra una vez ese da fatdico. Por primera vez, Urza se haba volcado en su piedra, la Piedra del Podero, y si su hermano hubiera sido un hombre, su hermano habra muerto. Pero Mishra ya no era mas un hombre, no haba muerto, y Urza necesitaba toda la ayuda que el destino le ofreciera. En esos momentos caticos, cuando sus miles de mquinas de guerra se lanzaron a luchar unas contra otras, no haba habido tiempo para hacer preguntas o considerar sus implicaciones. Urza crey que Mishra se haba transformado en un artefacto en vida, y que ese acto abominable haba justificado el sylex. Fue despus, cuando ya no quedaba nadie a quien preguntarle, cuando las preguntas haban salido a la superficie. Tawnos haba mencionado a un demonio, una criatura de Pirexia que lo haba emboscado a l y a Ashnod. Las circunstancias que haban llevado al nico amigo de Urza y al teniente traicionero de su hermano a estar juntos en el campo de batalla en Argoth no eran importantes. Tawnos y Ashnod haban sido amantes una vez, y el amor, mas halla de tomarlo como una devocin abstracta hacia la investigacin o hacia el conocimiento, significaba muy poco para Urza. Por ello, la pregunta mas importante

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    habia sido que estaba haciendo un pirexiano en Argoth? Por qu haba usurpado todos los artefactos, los suyos y los de Mishra? Entonces, la pregunta final sera, Qu tenan que ver l o Mishra con Pirexia para que su demonio se haya convertido en su enemigo en comn? Alguna fuerza exticaalguna fuerza Pirexianahaba conspirado en contra de ellos. Errante, completamente solo a travs de las ruinas de Terisiare, no pareca haber ninguna otra explicacin. Al final, en los bosques de Argoth, slo el sylex haba impedido una victoria pirexiana. Un ao despus del Cataclismo, Urza haba seguido la pista del sylex hacia atrs y averiguado que haba llegado a las manos de Ashnod a travs una mujer llamada Loran, a quien haba conocido en su juventud. Aunque Loran haba estudiado a los Thran con l y Mishra, bajo la tutela de la arqueloga Tocasia, se haba alejado de los artificios y se haba convertido en una erudita en las Torres de Marfil de la Ciudad de Terisia, una testigo de la fuerza terrestre que el sylex haba desatado. Los habitantes de la Ciudad de Terisia haban sacrificado la mitad de sus soldados para mantener al tazn alejado de sus manos o de las de Mishra. Pero no haba sido suficiente. Loran haba perdido el sylex y su brazo derecho debido al infame interrogatorio de Ashnod, pero el resto de ella haba sobrevivido. Urza se haba acercado con cautela a Loran, disfrazado de una mujer que haba perdido a su marido y sus dos hijos en lo que amargamente se describa como "la locura maldita de los hermanos Loran era una sabia competente y una mejor persona de lo que Urza esperaba, pero no era rival para sus ojos enjoyados. Mientras ella calentaba agua en un brasero de carbn el le haba robado sus recuerdos. El sylex, por supuesto, haba desaparecidoo, consumido por las mismas fuerzas que haba liberado, y los recuerdos de Loran acerca de el era imperfectos. Eso haba sido obra de Ashnod. La torturadora no dejaba nada librado al azar al encargarse de sus numerosas vctimas. Loran record un cuenco de cobre con incisiones de glifos Thran que Urza haba olvidado hasta que lo vio de nuevo en la memoria de Loran. Algunos de los glifos estaba tan bien definidos que si los vea de nuevo los reconocera, pero la mayora eran borrosos. l podra haber agudizado esos recuerdos, sus ojos tenan ese poder, pero Urza saba que no deba hacer tal sugerencia. Loran hubiera muerto antes de haber podido ayudarlo, por lo que bebieron t, observaron una brillante puesta de sol, y luego se fueron por caminos separados. Urza haba aprendido lo suficiente. Los Thran, la raza que haba desparecido y que haba inspirado a cada uno de sus artefactos, haba hecho el sylex, y el sylex haba salvado a Dominaria de Phyrexia. A pesar de que todava existan misterios ocultos, haba una simetra, y Urza esper que esa simetra sera suficiente para poner fin a sus sueos. Haba reanudado su caminar por los planos. Se haba tardado cinco aospor su indeterminacion, por su terquedad, pero finalmente debi reconocer que sus esperanzas haban sido en vano. Haca un ao que haba regresado a Dominaria, al mismo Argoth, que haba evitado desde que haba terminado la guerra. Haba encontrado la cima de la colina en ruinas donde haba desatado la furia y el dolor de la tierra. Haba encontrado el atad de Tawnos. Tawnos haba pasado cinco aos sellado en xtasis dentro de ese atad. Para l, era como si la guerra no haba terminado an y el Cataclismo todava no haba sucedido. Las imgenes que Tawnos recordaba claramente en la superficie de su mente despierta

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    haban sido las de un campo de batalla en caos, el pelo espeluznante de Ashnod, y el demonio de Pirexia. "... si esta cosa est aqu ..." Tawnos haba recordado a su antigua amante, las palabras de aquella que alguna vez le haba torturado. Las palabras de Ashnod le haban dado a entender, al menos a Tawnos y de l a Urza, que ella haba reconocido al demonio: un hombreuna maquina gigantesca de uniones de metal y cables retorcidos y segmentados. Urza tambin lo reconocio tambino al menos partes de l. Haba visto cables similares salir de dentro del cuerpo hecho jirones de su hermano, uniendo a Mishra a un dragn mecnico. "Este es mo...." Ms de las palabras sensuales de Ashnod que yacan frescas en la mente de Tawnos. El nico amigo de Urza haba querido discutir con Ashnod, haba querido morir a su lado. Ella no le concedi ese dudoso honor. En lugar de eso le haba dado el sylex. Los recuerdos de Tawnos se nublaron rpidamente cuando ste observ que el panorama haba cambiado mucho. Mientras Tawnos ordenaba sus pensamientos, Urza miraba hacia el oeste, al campo de batalla, ahora reemplazado por el ocano. Ashnod, tan bella como traicionera, haba engaado a todos los que cayeron en su poder. La espalda de Tawnos an conservaba las cicatrices. Mishra consider que era una persona poco fiable y la haba desterrado, slo la volvi a recibir para la batalla final. O quiza no lo haba hecho? Saba Mishra que Ashnod tena el sylex? Acaso el traidor haba sido traicionado? Quin haba sido el ttere y quin el maestro? Por qu el demonio acechaba a Ashnod en el campo de batalla? Cul era la relacin de Ashnod con Pirexia? Urza haba luchado con estas preguntas hasta que Tawnos le haba hecho las suyas. "Y tu hermano?" "Muerto", Urza haba contestado a sus preguntas solo con monosilabos hasta que finalmente dijo. "Ya estaba muerto desde mucho tiempo atrs cuando lo encontr por ltima vez." Estas palabras haban satisfecho a Tawnos, que comenz de inmediato a hablar de otras cosas, de la reconstruccin de la tierra y la restauracin de su vitalidad. Tawnosel querido amigo Tawnoshaba sido siempre un optimista. Urza lo dej de pie junto al atad, con la certeza que no volveran a verse nnca mas. Por su parte, Urza, al comprender que l no haba matado a Mishra con el sylex, le haba dado una sensacin de paz que haba durado casi un mes, hasta que una nueva ola, ms fuerte de culpa lo haba engullido. l era el hermano mayor, encargado de nacimiento del cuidado de su hermano menor. Haba fallado. Cuando Mishra haba necesitado la ayuda de un hermano mayor, ese hermano mayor haba estado en otro lugar. Haba fallado a Mishra y a todo Dominaria. Su hermano haba muerto solo, traicionado por Ashnod, transformado por un demonio Pirexiano en una horrible amalgama de carne y artificio. Urza haba vuelto a Argoth y a Tawnos con la primera nevada, casi exactamente un ao atrs. No haba querido dormir ni descansar en ningn lado, de rodillas en la nieve, a la espera de Mishra, o de su muerte, sin importar cul vendra primero. Pero Meshuvel haba estado en lo cierto: Urza haba trascendido la muerte, y descubri, para su consternacin permanente, que careca de la voluntad para suicidarse. La ltima primavera lo haba liberado de su prisin de hielo. Se haba levantado, ni un poco ms dbil de lo que haba estado cuando se haba arrodillado.

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    El lado izquierdo de su cara haba sido corrodo por amargas lgrimas que haban escapado del ojo ocupado por la Piedra de la Debilidad, pero haba curado rpidamente, en unos momentos. Y as se alej sin heridas del lugar en que haba pasado su larga temporada de penitencia. Durante su juventud, cuando Yotia, el reino de su esposa, todava brillaba en el sol, un hombre llamado Rusko le haba dicho a Urza que el ser humano tena muchas almas a lo largo de su vida, y que despus de la muerte cada alma era juzgada segn sus obras. Urza haba sobrevivido a sus almas. El sylex le haba alejado de las manos de ese juicio. Ninguna penitencia detendra el dolor del fracaso. Todo lo que quedaba era la venganza. Urza haba pasado la primavera y el verano asegurndose para s mismo de que Ashnod no haba sobrevivido. Haba saltado a travs de los planos, regresando una y otra vez a Dominaria cada vez que suceda algo extrao en bsqueda de una mujer que haba sido demasiado orgullosa como para cambiar su apariencia o su forma. Cuando el otoo lleg y seguan sin existir rastros de ella, Urza haba vuelto su atencin a Koilos, donde l y Mishra haban llegado en su madurez en busca de reliquias de los Thran. Haba descubierto que su memoria inmortal, era falible. Su habilidad de Caminar por los Planos no era fcil si no recordaba bien el lugar de destino. Al final, la bsqueda de los lugares que se haban desvanecido de su memoria se haba reducido a examinar grandes extensiones de tierra estril desde el aire, aquellas que l y su hermano haban examinado en su juventud. Le haba dado a sus ojos una inmortalidad para recordar slo uno de esos das que l y Mishra haba pasado en el campamento de Tocasia. El viento de aguanieve tironeba bajo sus mangas. Urza no era inmune a las molestias del fro, slo a sus efectos. Pens en una capa de fieltro, esta se extendi desde sus hombros, hacindose mas gruesa debido a un forro de piel que llevaba dentro, luego, guantes, botas polares y un sombrero de ala blanda que no se mova con el viento. Continu transitando el largo camino que los trabajadores de Mishra haban dejado. Al igual que antes, y a pesar de su nueva botas, Urza no dejaba huellas. Con cada paso, el dolor presionaba a travs de su crneo. Cerca del lugar donde haban estado unidos por miles de aos, sus ojos enjoyados le recordaron que antes haban servido a otro propsito. Con la esperanza de aliviar el dolor, Urza le dio la espalda a la caverna. Sus ojos palpitantes vieron las ruinas nevadas con grabados como sombras pintadas sobre tela de gasa, nada que ver con las visiones tan reales que haba sufrido el da en que haba adquirido la Piedra del Podero. Entonces, las sombras se expandieron y comenzaron a moverse. Eran diferentes de sus visiones anteriores, pero no del todo.Donde antes haba visto hombres vestidos de blanco construyendo araas de un metal negro, ahora vea un campo de batalla plagado de artefactos, otro Argoth pero sin el desorden demonaco. Al principio Urza no pudo distinguir las dos fuerzas, como un observador no podra haber sido capaz de distinguir su ejrcito de Mishra. Pero al observar mas detenidamente, los bandos de la batalla se hicieron evidentes. Uno de los lados estaba de espaldas contra la caverna y estaba luchando por la libertad de las llanuras ms all de la meseta hueca. El otro form un arco mientras surga del estrecho desfiladero que serva de nico paso para llegar a esas llanuras, tratando de aplastar a sus enemigos contra los acantilados. Destellos cegadores y columnas de humo denso estallaron por todas partes, testimonios de la desesperacin con la que ambos bandos peleaban. Urza aguz la vista. Una fuerza tena que ser la de los Thran, pero cul? Y que poder se opona a ellos?

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    Mientras Urza meditaba esto, la fuerza del desfiladero obtuvo la victoria. Un enjambre de sus artefactos ms pequeos irrumpieron en el gigante que se hallaba anclado en el centro de la defensa enemiga. Este sucumbi en un torbellino de fuego que llev a ambas fuerzas a darle la espalda. El ejrcito del desfiladero se reagrup rpidamente y captur una parte del preciado suelo de las fuerzas de la caverna. Un grupo de una especie de guardias del desfiladero trajeron rayos de luz blanca que iluminaron la armadura humeante del gigante El holln cay como lluvia y la armadura brill con un color rojizo. Atrapado por la visin, Urza empez a contar: "Uno... dos" Los flancos de la armadura estallaron, y los cables, ya demasiado familiares, se desenrollaron. Armados con filosas puntas de guadaas, los cables cortaron en dos partes a una gran cantidad de soldados del ejrcito de los defiladeros, haciendo huir a la otra mitad, pero ya era demasiado tarde. Las Piedras de Poder Thran completaron la destruccin del gigante Pirexiano. Miles de aos despus el polvo de la batalla se haba acumulado en aquel lugar, Urza apret las mandbulas en una sonrisa sombra de satisfaccin. El flujo y el reflujo eran evidentes, ahora que haba identificado el objetivo de los Thran: empujar a los Pirexianos dentro de la caverna donde, presumiblemente, podran ser aniquilados. Haba sido, como la batalla en Argoth entre l y Mishra, una batalla final. La retirada no era una opcin para los Pirexianos y los Thran lucharon sin cuartel. Urza perdi inters en su propio tiempo mientras la sombra de la guerra continuaba. Los Pirexianos se agruparon detrs de su ltimo gigante, cargaron contra el ejrcito Thran en su flanco derecho y estuvieron muy cerca de pasar a travs de ellos. Sin embargo, los Thran no retrocedieron. Como hormigas abalanzndose sobre un trozo de fruta cada, todos se lanzaron contra el gigante Pirexiano. Una vez ms, se hizo imposible distinguir una fuerza de la otra. Urza cont hasta ciento diez, momento en el cual no hubo ningn movimiento en las sombras. Cuando lleg a ciento doce, las sombras se iluminaron con la cegadora luz del mediodia del desierto. Como un acto automtico, Urza se protegi los ojos. Cuando baj la mano, slo haba nieve. El dolor en su crneo se haba ido. Entr en la cueva completamente absorvido por lo que haba visto. Sus ojos haban grabado la batalla final entre los Thran y los Pirexianos. Pareca razonable suponer que la grabacin de derrotas Pirexianas era parte de su funcin. A partir de esa suposicin, era fcil concluir que los Thran haban tenido la intencin de grabar esas piedras como un advertencia a todos los que vinieran despus. Urza haba tenido una visin, cuando haba tocado por primera vez la que luego se convirti en su Piedra del Podero. Record esto mientras entraba en la caverna. A pesar de sus esfuerzos, las imgenes todava eran parte de un sueo que fortaleca su conviccin de recin nacido: los Thran haban desaparecido porque se haban sacrificado para derrotar a los Pirexianos. Dentro de la caverna, Urza mir hacia el spero techo. "Nosotros no sabamos", quizo explicarle a cualquier fantasma que persistiera de los Thran. "Nosotros no sabamos su idioma.... No podiamos suponer lo que no podamos entender." Ahora l lo saba. El artefacto en el que haban encontrado la piedra unida, el artefacto que l y Mishra haban destruido por completo, haba sido el legado Thran a Dominaria y el medio por el cual haban encerrado a su enemigo fuera de Dominaria. "Nosotros no lo sabamos" Cuando la piedra se dividi en dos partes opuestas, el cerrojo se abri y los Pirexianos regresaron. El enemigo haba querido acercarse a l, el portador de la Piedra del Podero, pero antes tenan quedebansobornar, corromper y destruir a Mishra,

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    que slo haba tenido la Piedra de la Debilidad para su proteccin. Las piedras no eran, despus de todo, realmente iguales. La del Podero, naturalmente, era dominante sobre la de la Debilidad, as como Urza, el hermano mayor, haba dominado al ms jven. Sin embargo, cegado por los prejuicios de un hermano mayor yadmtelo!... por los celos, Urza no haba hecho nada. Nohaba hecho algo peor que nada. Haba culpado a Mishra, ido a la guerra contra Mishra, y deshecho el sacrificio de los Thran. La culpa era una presencia vibrante en el crneo de Urza. Cerr los ojos y aplaudi con las manos sobre sus orejas, pero eso slo lo hizo todo peor. Por qu l y Mishra no haban hablado? Durante su infancia y juventud, l y Mishra haban peleado constantemente y amargamente antes de reparar el dao con la conversacin. Entonces, despus de que las piedras haban entrado en sus vidas, ellos ni siquiera lo haban intentado. Luego el conocimiento y la memoria lleg a Urza. Haba habido un tiempo, unos cuarenta y cinco aos atrs en lo que podra ser llamado el amanecer de la guerra. Haban llegado juntos a las orillas del ro Kor, donde este caa desde la Cordillera Kher. El seor feudal Yotiano, padre de su esposa, haba venido a parlamentar con el qadir de los Fallaji. Urza no haba visto o escuchado de su hermano desde haca aos. l haba credo que Mishra estaba muerto y se haba sido sorprendido al ver que era el consejero del qadir. l, Urza, que los dioses y los fantasmas tomen nota, le haba sugerido que deban hablar, y Mishra estuvo de acuerdo. Mientras Urza recordaba la conversacin, Mishra se haba resistido, pero ese era el estilo de su hermano, petulante y malhumorado cuando su confianza se vea sacudida, como sin duda lo habra sido hecho con la ardiente carga de la Piedra de la Debilidad colgando alrededor de su cuello, y los Pirexianos carcomiendo su conciencia. Seguramente Mishra habra confesado todo esto, si al seor feudal no se le hubiera metido en la cabeza asesinar al qadir cuando comenz el parlamento. Urza record la matanza, la mirada en el rostro de Mishra. De vuelta en Koilos, con las primeras nieves del quinto invierno despus del Cataclismo, Urza se tambale y debi afirmarse en el suelo. Por unos momentos la culpa haba desaparecido, reemplazado por una furia fra que lo llev atrs en el tiempo al cuello del seor feudal. Fue TU culpa . Tu culpa! Pero el seor feudal se encogi de hombros y se lo llev. El era tu hermano, no el mo. Si los Pirexianos no se hubieron llevado el alma de Mishra antes de ese da a orillas del Kor, seguramente las dificultades posteriores habran desaparecido. La culpa, entonces, era de Urza, y no haba nada que poda hacer para aliviar su conciencia, con la excepcin, como siempre, de vengarse de los Pirexianos. Por una vez, Urza estaba en el lugar correcto. Koilos era donde los Thran haban detenido a los Pirexianos aquella vez y en su propia ignorancia le haban dado al enemigo una segunda oportunidad. Si haba una manera de entrar a Pirexia, estara en algn lugar dentro de Koilos. Urza dej huellas en el polvo, mientras buscaba algun signo. El sol se haba puesto. Koilos se convirti en una tumba oscura. Los ojos de Urza tenan su propia luz, revelando un camino, menos polvoriento que cualquier otro, que lo llev al corazn profundo de la caverna. Se encontr con un cmara rodeada de piedras de poder quemadas. Dos lneas de holln estaban grabadas en el piso de piedra arenisca. Las marcas podran haber sido glifos Thran mostradas ligeramente entre las lneas. Urza utiliz sus ojos para investigar el lugar, pero los glifos, si eran glifos, siguieron ilegibles.

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    Maldijo y se arrodill delante de las lneas. Aquel era el lugar, tena que ser el mismo lugar, donde los Pirexianos haba entrado en Dominaria. No haba duda. Buscando hacia adelante, ms all de las lneas y las piedras de poder agotadas, haba un relicario de cristal encima de una pirmide de mediana altura. El relicario estaba roto y vaco, pero la pirmide presentaba una escena exquisitamente pintada para los ojos brillantes de Urza: el demonio que haba visto en la memoria de Tawnos. Rodeando la pirmide, Urza vio otros dos retratos de demonios y una imagen de la cmara misma con un disco negro que flotaba entre las lneas grabadas del suelo. Observ detenidamente la cmara, en busca del disco, ya sea su sustancia o el interruptor que los despertara y como otras veces en su vida Urza fall. Cuando Urza camin entre el multiverso de planos. Comenz su viaje all dondequiera que estaba y lo termin por un acto de voluntad o de memoria. Se dio cuenta de que los Pirexianos haban utilizado otra forma, pero estaba ms all de su comprensin, al igual que el plano del que haban surgido. El multiverso era tan enorme que era casi imposible de medir y lleno de incontables planos. Sin rastros ni memoria que lo guiara, Urza era un marinero en un mar en calma, bajo un cielo nublado. No tena idea de qu camino tomar. "Soy inmortal. Vagar por los planos hasta que encuentre su hogar, por ms largo y duro que sea el viaje yo lo har, y los destruir asi como ellos destruyeron a mi hermano."

  • 17

    Captulo 2

    "Casi cinco aos despus de que Argoth fuera destruido y la guerra entre los hermanos hubiera terminado, Tawnos lleg a mi patio. Me dijo muchas cosas que yo nunca haba sabido, y mucho de ello lo he escrito aqu. Me dijo que mi marido haba muerto y que haba muerto con mi nombre en sus labios. Se trata de un hermoso recuerdo, y me gustara creerlo, pero no estoy segura de que Urza haya muerto y, si lo hubiera hecho, no me hubiera llamado a mi, sino a Mishra." Xantcha pas lentamente sus frgiles dedos por el pergamino antes de cerrar la cubierta de cuero labrado de la Guerra de las Antigedades. Era la copia ms antigua de todas las copias de la historia pica escrita por Kayla Bin-Kroog, y el escriba que la haba copiado y traducido casi 1.200 aos antes afirm que haba tenido el manuscrito original de Kayla frente a l. Xantcha tena sus dudas, si no acerca de la honestidad del escriba, de su credulidad. Nada de eso importaba. Para una historia que no tena hroes y su final era muy amargo, La Guerra de las Antigedades haba sido muy cuidadosamente preservada durante casi tres mil aos y medio. Era como si todo el mundo todava siguiera escuchado la advertencia de Kayla en las lneas de apertura: "Que esto, el testamento de Kayla Bin-Kroog, la ltima de Yotia, sirva como memoria, para que nuestros errores no se repitan jams." Xantcha mir ms all de la mesa. En una buena noche, la ventana hubiera estado abierta y poda haber perdido su pensamientos en las estrellas que titilaban por encima de la casa de campo aislada, pero Dominaria no se haba recuperado por completo de la Era de Hielo artificial que haba seguido a la Guerra de los Hermanos. Raras veces las noches eran claras del lado en que viva Xantcha de los Riscos de Ohran, donde el campo se esconda en un pliegue de la tierra, donde la hierba terminaba y comenzaban las montaas desnudas. Casi siempre, el tiempo era fresco o fro, hmedo o mojado, o algo entre esto. Esa noche, rfagas de viento hacan golpetear gotas afiladas de aguanieve contra las persianas. La habitacin se haba enfriado mientras lea. Vapores salan de su respiracin y, con un suspiro tembloroso, Xantcha se dirigi al recipiente de turba. No haba rboles cerca de la casa. De su escaso jardn brotaba una nueva cosecha de piedras todas las primaveras, y los terrones destrozados que quedaban despus de que ella haba recogido las piedras eran ms adecuados para el brasero que para alimentar granos y vegetales. Ella haba tenido que cortar madera de los bosques lejanos para hacer su mesa y persianas. Incluso ahora que la casa estaba terminada, pasaba gran parte de su tiempo mendigando sobre los restos de Terisiare en busca de alimentos y rumores. Triturando un buen puado de turba que haba debajo de la mesa y ponindolos en el brasero Xantcha encontr, como lo haca a menudo, los restos blandos de una bellota: un recordatorio de lo mucho que Urza y su hermano haban cambiado el mundo con su guerra. Si esto no hubiera pasado la bellota hubiera sido tan grande como su puo, y el rbol que haba cado, habra tenido un tronco tan amplio como la casa misma. Desmenuz la bellota con el resto del material y agit las brasas hasta que el calor irradi por el cubo de hierro.

  • 18

    Cuando se quizo poner de pie, Xantcha se olvid de la mesa y se golpe la cabeza duramente contra ella. Se sent un momento, se frot el cuero cabelludo y murmur maldiciones, hasta que record el candelero. Con una fuerte maldicin, ella rebusc junto a sus pies. Quien guarda, halla se dijo. Su libro estaba a salvo. Volvi a su taburete y abri una pgina al azar. El Retrato de Kayla le devolvi la mirada: oscura, de ojos endrinos, y seductora. Xantcha era duea de cuatro copias de la Guerra de las Antigedades. Cada una representaba a Kayla de forma diferente. Su favorita mostraba a la esposa de Urza como una mujer alta, elegante y voluptuosa con el pelo largo y rubio, pero Xantcha saba que ninguno de los retratos eran exactos. Mirando a las ventanas, trat de imaginar la cara de la mujer que haba conocido, y quizs amado a, Urza el Artfice, mientras l haba sido un hombre mortal. Una cosa era cierta, Xantcha no se pareca a Kayla Bin-Kroog. No haba curvas extravagantes en la silueta de Xantcha vista a la luz de las velas. Era bajita, no alta, y su cabello era de un muy montono marrn, que se recortaba irregularmente en torno a una cara que era ms angular que atractiva. Xantcha podra, y por lo general lo haca, hacerse pasar por un joven delgado en espera de su pleno desarrollo y su primera barba. Sin embargo, Xantcha pensaba que ella y Kayla hubieran sido buenas amigas. La vida las haba obligado a tragarse muchas duras lecciones por sus mismas gargantas. Kayla, sin embargo, no era el personaje pico que ms intrigaba a Xantcha. Ese honor recay en el hermano de Urza, Mishra. Tres de los volmenes ilustrados que Xantcha tena describan a Mishra como un hombre tan delgado como un ltigo y de ojos duros. El cuarto lo retrataba como blando y perezoso, como un gato sobrealimentado. Ninguno de los retratos concordaba con las palabras de Kayla. Para Kayla, Mishra haba sido alto y poderoso, con el pelo lacio negro salvaje y extenso. La sonrisa de Mishra, segn las palabras de su cuada, era clida y brillante como el sol en el da de verano, y sus ojos refulgan con ingenio, cuando no estaban parpadeando llenos de sospechas. No todas los libros de la Guerra de las Antigedades en la coleccin de Xantcha incluan el retrato mas indiscreto de Kayla del hermano de su esposo. Algunos escribas haban adoptado abiertamente una oportunidad para tomar una postura moral, no slo contra Mishra, sino contra otros hombres de sus mismas caracteristicas, como si una princesa de la antigua Yotia podra haber previsto los vicios de la Samisar de Evean o de Ninkin el intrpido! Una escriba del ao 2657 admiti que haba omitido totalmente la seccin de Mishra, porque era incompatible con la lealtad de Kayla a su marido y, por tanto, un probable fraude y totalmente inadecuado para la educacin de los jvenes prncipes, de los que se esperaba que aprendieran el arte de gobernar a partir de la copia de su epopeya. Xantcha se pregunt si la arrogante escriba haba visto el retrato que yaca sobre su mesa. La Kayla Bin-Kroog de la copia ms antigua que tena Xantcha llevaba puesto un velo, tres collares de perlas, y casi nada ms. Pocos hombres habran podido resistir su encanto. Uno de ellos haba sido su marido. Sin lugar a dudas, Urza haba descuidado a su esposa. Ninguna mujer hubiera intrigado tanto a Urza como lo hacan sus artefactos. Cuntas noches Kayla habra ido a la cama lanzando improperios por la suerte que le haba enviado al casto Urza al palacio de su padre, en lugar de su encantador hermano? Urza nunca haba puesto en duda la fidelidad de su esposa. Por lo menos, Xantcha nunca le haba odo plantear esa pregunta. Por otra parte, el hombre que viva y trabajaba del otro lado de la pared en la parte posterior de la cabaa de Xantcha nnca haba mencionado a su hijo o nieto, o a ambos.

  • 19

    Con un suspiro y un bostezo, Xantcha guard el libro en un cofre que no tena cerradura. Ellos no necesitan cerraduras en el medio de la nada absoluta. Urza tena el poder para protegerlos de cualquier cosa. La pesada tapa slo sirva para desalentar a los ratones que de otra manera habran devorado el pergamino. "Xantcha!" La voz de Urza lleg a travs de la pared, mientras ella contemplaba la preciosa biblioteca que haba acumulado a lo largo de los ltimos dos siglos y medio Xantcha se sobresalt de inmediato. La tapa cay con un bang. Urza se haba encerrado en su taller mientras ella estaba afuera mendigando, y ella saba muy bien que no deba interrumpirlo cuando regresara. Diecisis das haban pasado desde la ltima vez que haba odo su voz. Su casa tena dos habitaciones: la suya, que haba comenzado como una refugio en torno a un horno de pan al aire libre, y la de Urza, que consuma todo bajo el techo original, una bodega y una alcoba de almacenamiento. Urza viajaba bajo la luz, pero se haba establecido en las profundidades. Cada habitacin tena una puerta que daba a un porche con techo de paja comn, que proporciona cierta proteccin contra la intemperie. Empujada por el viento de aguanieve, Xantcha atraves el porche, empuj la puerta y la cerr detrs de ella, y entonces, como Urza no haba notado ni el sonido ni la corriente de aire, se tom su tiempo antes de acercarse a l. Urza el gran artfice estaba sentado ante una mesa alta en un taburete idntico al suyo. Entre la luz de las velas, Xantcha vio que estaba vestido con la misma tnica de color azul hecha jirones que llevaba cuando lo haba visto por ltima vez. Su cabello rubio ceniza caa sobre las correas de su capa y pareca confinado a su nuca. No era que estaba sucio, no de la forma en que el pelo se estropea si se se deja pasar mucho tiempo entre lavados. Urza no sudaba ni se enfermaba de las formas habituales. No respiraba cuando estaba absorto en sus estudios y nnca necesitaba comer, aunque hablaba de la manera mortal y, a veces, coma con apetito si haban cocinado algo que le atraa. Beba agua, sin importarle de dnde provena ni cunto tiempo haba estado estancada, pero el cubo de agua sucia al lado de su puerta no haca falta vaciarlo nnca. Urza tampoco se cansaba, lo que era un problema ms grave porque todava segua siendo un hombre con necesidad de descanso y sueo para purgar sus pensamientos. Hubo momentos en que Xantcha crea que todos los pensamientos de Urza necesitaban purgarse, ese era uno de esos momentos. Montaas se levantaban de la mesa de Urza. Montaas bastante familiares moldeadas con barro y arcilla. Arroyos de mercurio se desbordaban por las esquinas. Como si sintiera aguanieve fundida corriendo por su espalda, Xantcha se pregunt si podra retirarse y fingir que no lo haba odo hablar. Ella consider que podra haberlo hecho, pero no lo hizo. "Aqu estoy", dijo en el nico idioma que ella y Urza hablaban, sus races eran del antiguo Argiviano con una toque de Yotiano y detalles de un millar de otros mundos. Urza gir rpidamente sobre su banqueta, demasiado rpido para que sus ojos pudieran seguir su movimiento. De hecho, no se haba movido, se haba reformado a s mismo. Nnca era una buena seal cuando Urza olvidaba su cuerpo. Las sospechas de Xantcha se confirmaron cuando la mir a los ojos. Brillaban con su propia faceta de luz multicolor. "Me has llamado?" l parpade y el iris de sus ojos se volvi mortal, unos iris oscuros dentro de esclerticas blancas. Pero esos eran una ilusin, y los otros eran los reales. S, s! Ven a ver, Xantcha. Mira lo que ha sido revelado."

  • 20

    Ella preferira haber entrado a la novena esfera de Pirexia. Bueno, tal vez no a la novena esfera, pero a la sptima, seguro. "Ven. Ven! No es como la ltima vez." Por lo menos se acordaba de la ltima vez, cuando las montaas haban estallado. Xantcha cruz la estrecha sala oblonga hasta quedar de pie a cierta distancia de la mesa. A pesar de lo que Urza haba dicho, era parecido a lo que haba visto la ltima vez, exactamente igual a las ltimas veces y a las veces anteriores a ellas. Urza haba recreado la llanura del ro Kor por debajo de la Cordillera Kher y haba cubierto la llanura con mosquitos. Ella se mantuvo a distancia. Yo no soy juez, Urza, pero ante mis pobres ojos se ve ...similar". "Debes acercarte mas". Le ofreci un conjunto de lentes de vidrio rodeados de un anillo de marfil. Ella los acept con el mismo entusiamo que si hubiera aceptado un jarro hirviente de veneno. l le ofreci su banquillo. Cuando vi que esto no le entusiamaba, le agarr del brazo y la acerc. Xantcha se subi a la banqueta y se inclin sobre la mesa con los lentes entre ella y los mosquitos. A pesar de su reticencias y reservas, Xantcha dej escapar un suspiro de asombro; como artfice, Urza era incomparable. Lo que al principio parecan mosquitos eran, como lo haba supuesto, autmatas pequeos, cada uno perfectamente formado y nico. Adems de hombres y mujeres, haba caballos, con sus colas silbando en una brisa imperceptible, uncidos a minsculos carros. Ella no dudaba de que cada uno estara rodeado de una nube de moscas que el cristal de aumento no podra mostrar. Nada en la mesa estaba vivo. Urza insista en que sus artefactos se mantuvieran dentro de lo que l llamaba "el principio supremo de los Thran.". Los artefactos eran mquinas al servicio de la vida, nnca la vida misma, y nnca, nnca, sensibles. Tiendas de campaa brillantes poblaban el paisaje de la mesa de Urza. Incluso haba reproducciones en miniatura de los artefactos que l y su hermano haban trado al lugar aquella vez y que Kayla haba llamado "El Amanecer del fuego." Xantcha centr su atencin en los autmatas. Descubri el dragn mecnico brillante de Mishra, un abejorro terrestre entre los mosquitos y los delicados ornitpteros de Urza.Cuando Xantcha vio a un ornitptero desplegar sus alas y volar por encima de la mesa, se asegur de haber visto la razn por la convocatoria de Urza. Miniaturizar esos antiguos artefactos haba sido un reto mayor que la creacin de los diminutos enjambres de hombres y mujeres que caminaban alrededor de ellos. "Los has hecho volar!" Urza la empuj hacia un lado. Sus ojos no requeran la ayuda de un vidrio pulido, era muy probable que incluso viera a las moscas, las pulgas y los gusanos tambin. Xantcha se dio cuenta de que tena el ceo fruncido. "Esta muy bien hecho", le asegur ella, temiendo que su respuesta inicial no hubiera sido lo suficientemente sincera. "No, no!, Has mirado en el lugar equivocado, Xantcha. Mira aqu". Coloc sus manos sobre la tienda ms grande. "Qu ves ahora?" "Tela azul", respondi ella, a sabiendas de que dentro de la carpa, los autmatas que representaban a Urza y a los grandes personajes de la pica de Kayla estaban a mitad de una escena que ella haba observado muchas veces antes. Al principio ella haba tenido curiosidad por ver cmo el guin de Urza difera del de su esposa, pero no ms que eso.

  • 21

    Urza murmur algoalgo que Xantcha no logr entender y la tela azul se convirti en una sombra a travs del cual los autmatas podan ser vistos con mas claridad. All estaba Urza, vestido exactamente con la misma camisa azul y pantalones rados. Su maestro-alumno, Tawnos, estaba de pie a su lado, les llevaba media cabeza ms de altura al resto de personajes. El seor feudal de Kroog, el qadir de los Fallaji y una veintena de otros hombres, todos movindose como si estuvieran vivos y ajenos a la enorme cara que sobrevolaba la zona. Mishra tambin estaba en la tienda de sombras, pero Urza fue peculiar acerca del mosquito de su hermano menor. Mientras que todos los dems tenan caractersticas mortales, Mishra no era ms que mechones de metal al lado del qadir. "Es la maana del segundo da?" pregunt Xantcha. Urza respiranba sobre su cuello, esperando conversacin. Ella esperaba que l no tuviera la intencin de mostrarle los asesinatos. El sufrimiento, incluso de los autmatas, le repugnaba. A continuacin otra queja de Urza, "Busca a Ashnod!" De acuerdo a La Guerra de las Antigedades, Ashod, la mujer de pelo rojizo no haba estado en "El Amanecer de Fuego ", pero Urza siempre haca un mosquito de su imagen. Y siempre lo pona sobre la mesa, donde no haca nada ms que meterse en el camino de los dems. Para apaciguar a su flotante compaero, Xantcha movi ligeramente el vidrio de aumento y encontr un punto rojo encapuchado a la sombra de otra tienda. "T la has puesto all?" "Nnca!" rugi Urza. Sus ojos brillaban, y el aire dentro de la casa estaba muy quieto. "He refinado mejor mi comprensin, yo nnca los he controlado. Cada vez, he creado nuevas oportunidades para que surja la verdad. Tiempo, Xantcha, el tiempo es siempre la clave. Yo los llamo motas de tiempo. Las motas pequeas de tiempo que repiten el tiempo pasado, mucho tiempo despus de que los acontecimientos hayan ido ms all de la memoria. Cuanto ms mejore a mis autmatas, ms de esas motas puedo atraer. La verdad atrae a la verdad como el tiempo atrae al tiempo Xantcha, y cuanto ms motas de tiempo atraiga mas verdades aprender acerca de aquel da. Y, por finpor finla verdad se aferra a Ashnod, y ha sido sacada de sus mentiras y engaos. Mira como se pone de manifiesto lo que siempre he sospechado!" Urza chasque los dedos, y, tan fascinada como repelida, Xantcha vi como el mosquito de Ashnod se esconda de sombra en sombra hasta que estuvo afuera de la tienda del parlamento, muy cerca de las espaldas de Mishra. Entonces el mosquito de Ashnod se arrodill y manipul algo, el vidrio de aumento no era lo suficientemente potente como para desenmascarar los objetos y una pequea chispa salt de sus manos. El mosquito de Mishra brill de un color verde. La ilusin de movimiento y de libre albedro era tan perfecta que Xantcha pregunt: "Qu hizo ella?" en lugar de Qu hizo eso? "Qu te parece? Tenas los ojos abiertos? Estabas prestando atencin? Tengo que moverlos hacia atrs y hacerlo otra vez? ", respondi Urza. Urza era menos tolerante de la libre voluntad de sus compaeros. Xantcha se maravillaba de que Tawnos nunca le haya abandonado. Quizas Urza haba sido menos mordaz en sus das mortales. "Yo no lo s.". Ella dej las lentes en un estante colgado debajo de la mesa. "Lo de pensar nnca ha sido mi especialidad. Dme t, y as permanecer iluminada." Sus miradas se encontraron, y por un momento Xantcha se qued observando las joyas antiguas a travs de las cuales Urza interpretaba su vida. Urza poda borrarle la memoria, pero primero parpade.

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    Pruebas. Al fin tengo pruebas. Fue Ashnod. Siempre sospech que ella haba sido la primera persona a la que sobornaron los Pirexianos ". Urza se apoder de la lente y la meti de nuevo en manos de Xantcha. "Ahora, mira al dragn mecnico. Los Yotianos an no han comenzado a actuar contra el qadir, pero mira. . . ves? Ya se ha despertado. Ashnod emiti su chispa sobre mi hermano, y el lo despert. Ya sabes que el dragn slo responda a l". Xantcha no mir a travs de la lente. Un manto de luz haba cado sobre la mesa de trabajo, una manto hambriento que se elev hacia los ojos brillantes de Urza, en vez de caer de ellos. "Mishra! Mishra!" susurr Urza. "Si slo pudieras verme, oirme. En aquel entonces yo no estaba all para ti, pero ahora aqu estoy. Haz que tu corazn se eleve y yo te abrir los ojos a la traicin que haba a tu alrededor! " Xantcha no dudaba de la habilidad de Urza, slo de su cordura, sobre todo cuando empezaba a hablar a su hermano-mosquito. Urza crea que cada momento de tiempo contena todos los otros momentos, y que era posible no slo recrear el pasado, sino tambin llegar a el y cambiarlo. Algn da, con tanta seguridad como que el sol sale por el este, Urza le hablara a los mosquitos en su mesa. Le dira a Mishra todos los secretos de su corazn, y Mishra le respondera. Nada de esto sera verdad, pero todo sera real. Xantcha tema que ese da estuviera prximo. Dej el lente hacia abajo de nuevo y trat de distraer a Urza con una pregunta. "Por lo tanto, tu lado " Urza centr sus ojos de luz extraa en el rostro de Xantcha. "No, no de mi lado! Yo no formaba parte de todo lo que sucedi ese da! Yo era ignorante de todo!. Ellos me mintieron y me engaaron. Ellos saban que yo nunca consentira en su traicin. Los hubiera detenido. Le hubiera advertido a mi hermano!" Xantcha hizo una retirada tctica. "Por supuesto. Pero incluso si hubieras sabido, el final no hubiera cambiado ", dijo en un tono ms suave. "Si lo que has deducido est bien, el plan del seor feudal era irrelevante. A travs de Ashnod, los Pirexianos haban tendido su propia traicin contra el qadir y el seor feudal, contra ti y Mishra. Ninguno de ustedes estaba destinado a sobrevivir." "S", dijo Urza respirando entrecortadamente. "S! Exactamente! Ni el seor feudal ni el qadir se supona que sobreviviran. Se trataba de un complot para atraparme, ya que ya haban capturado a mi hermano. Por eso es que l estaba dispuesto, pero tambin se mostraba reacio a hablar conmigo! "Se gir de nuevo hacia la mesa. "Hermano, ahora te entiendo. Yo te perdono! S fuerte, MishraYo voy a encontrar una manera de salvarte como yo mismo me salv. " Xantcha reprimi un escalofro. Haba inconsistencias entre sus copias de La Guerra de las Antigedades, pero ninguna de ellas era tan diferente a la propuesta de Urza. "Acaso tu hermano ya haba sido transformado, o segua siendo de carne y hueso?" Urza se alej de la mesa. Sus ojos estaban nublados, casi normales en apariencia. "Descubrir eso la prxima vez, o quizs algo mas tarde. Ellos lo haban sobornado. Mira cmo responde a Ashnod. Ella fu su primera criatura. Se deben haber dado cuenta que si hablabamos en privado, hubiera detectado los cambios en l Lo hubiera puesto en libertad. Si todava haba alguna parte de l que hubiera podido ser puesta en libertad. O habra volcado mi ira sobre ellos a partir de ese momento en adelante. Xantcha, ellos saban que yo no poda ser sobornado, porque yo tena la Piedra del Podero. Las piedras tienen el mismo poder, Xantcha, pero ese poder es diferente. La Piedra de la Dbilidad es la dbilidad, la Piedra del Podero es la fuerza, y los Pirexianos nunca se atrevieron a probar mi fuerza. Ah, la maldad de ese da,

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    Xantcha. Si ellos no nos hubieran apartado, no habra habido guerra, excepto contra ellosTe das cuenta de ello, Xantcha?. Te das cuenta, no? Mi hermano y yo juntos los habramos echado de vuelta a Koilos. Ellos saban de nuestro poder antes de que nosotros hubieramos siquiera comenzado a adivinarlo." Ellos y nosotros. Ellos y nosotros. Con Urza, todo acababa en nosotros y ellos: los Pirexianos. Xantcha slo saba que los Pirexianos eran enemigos. Ella nunca dira que no haban desempeado un papel fundamental en las guerras de Urza. Tal vez tambin haban sobornado a Mishra y Ashnod. Pero mientras Urza jugaba con mosquitos en una mesa, una nueva ola de Pirexianos, Pirexianos reales, haba desembarcado en las costas de Dominaria. "Eso no hace ninguna diferencia", protest. "Mishra ha estado muerto durante ms de tres mil aos! Poco importa si tu le has fallado o Ashnod lo destruy, o los Pirexianos lo sobornaron, o si sucedi antes de "El Amanecer de Fuego" o despus. Urza, ests creando un pasado sin importancia" "Sin importancia! Me quitaron a mi hermano, e hicieron de l mi mayor enemigo. Si que importa, Xantcha. Siempre ser mas importante que cualquier otra cosa. Tengo que aprender lo que hicieron y cmo y cundo lo hicieron." Respir, un lento suspiro. "Yo podra haberlos detenido. No debo fallar de nuevo." Tena las manos sobre la mesa. Xantcha no necesitaba tener los lentes en la mano para saber que el mosquito de Mishra brillaba an mas. "No lo har, Mishra. Nunca ms volver a fallar. He aprendido a tener precaucin. He aprendido sobre el engao. No me dejar engaar, ni siquiera por t!" Antes de que Urza hubiera trado a Xantcha a Dominaria, ella haba sido ms favorable a sus obsesiones impulsadas por su culpabilidad. Pero ahora ella le dijo: "Ni siquiera ahora puedes cambiar el pasado", y no tuvo cuidado si le hera con su descaro. "Acaso vas a mantenerte al margen y jugar con tus juguetes, mientras los Pirexianos roban tu lugar de nacimiento? Ellos estn de vuelta. Los huelo en Baszerat y Morvern. Los Baszeratis y Morvernises estn en guerra unos con otros, as como los Yotianos y Fallajis lo han estado miles de aos atras, y los Pirexianos estn en ambos lados. Te suena familiar?" Su cuello le dola al mirar fijamente a sus ojos y hacer frente a su mirada enjoyada. Xantcha no tena el poder arcano para aprovecharse de ello, pero cara a cara, era ms terca. "Por qu estamos aqu?", pregunt ella en un silencio sin aliento, "Si no vas a adoptar una postura en contra de los Pirexianos? Podramos jugar en cualquier lugar." Urza se retir. Se humedeci los labios e hizo otros gestos mortales. "Yo no juego, Xantcha. Yo no puedo permitirme ms errores. Dominaria no ha olvidado ni perdonado lo que sucedi la ltima vez. Tengo que ir con cuidado. Tantos han muerto, tanto fue destruido, y todo porque fui ciego y sordo. Yo no vi que mi hermano no era l mismo, que estaba rodeado de enemigos. No o sus splicas en busca de ayuda." "l nunca suplic en busca de ayuda! Es por eso que t nnca lo oste, y nunca sabrs por qu no lo hizo, porque nunca ms podrs hablar con l de nuevo. No importa lo que suceda en esta sala, en esta mesa, no puedes traerlo de vuelta! Ahora tienes a Ashnod fuera de la tienda. La has convertido en otro Pirexiana, moviendo los hilos de Mishra. Los Yotianos estaban planeando una emboscada, los Pirexianos estaban planeando una emboscada, y t no sabas nada eso. Urza, Quien guarda, halla, si los Pirexianos haban sobornado a Ashnod antes de "El Amanecer de Fuego", cmo hizo ella, treinta aos despus, para enviarte a Tawnos con el sylex? O eso tambin era parte de un complot? Un Pirexiano no tiene conciencia, Urza. Un Pirexiano no siente remordimientos, no puede. Mishra nunca lo hizo."

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    "No poda!. Haba sido sobornado!", grit Urza. "Usurpado. Daado. Destruido! Ya no era un hombre cuando lo enfrent en Argoth. Se haban llevado su voluntad, le haban destripado su carne y la haban extenddo sobre una abominacin!" "Y como no se llevaron la voluntad de Ashnod? Ella fue la que envi el sylex. Era su voluntad ms fuerte que la de tu hermano? " Xantcha jugaba un juego peligroso y haba tocado el borde del abismo. Urza se haba congelado, sin parpadear o respirar, como si se hubiera convertido el mismo en un artefacto. Xantcha aprovech su ventaja. "Ashnod tambin fue ms fuerte que t? Suficientemente fuerte como para tratar con los Pirexianos y salvar a Dominaria de la nica forma en que poda?" No, susurr Urza. "No? No qu, Urza? Una vez que comienzas a pensar que todos los hombres y mujeres pueden ser Pirexianos, dnde parars? Ashnod merodeando fuera de tu tienda de campaa antes del Amanecer de Fuego? , Ashnod enviando a Tawnos con el sylex? Una vez es un ttere Pirexiano, la siguiente, ella no lo es? Ests seguro de saber quin es quin? O, tal vez, ella fue un ttere en ambas ocasiones, y eso que hara de t? Has sido t el que ha utilizado el sylex". Urza apret los puos. "Detente", le advirti. "Los Pirexianos pasaron tres mil aos tratando de matarte, antes de que se dieran por vencidos. Creo que se dieron por vencidos, porque encontraron una mejor manera. Dejarte en paz en la ladera de una montaa jugando con juguetes!" Urza habra sido un hombre poderoso, si los msculos y huesos hubieran sido la nica fuente de su fuerza, pero Urza tena el poder de los Thran travs de sus ojos, y el poder de un hechicero de pie en su tierra natal. Su brazo comenz a moverse. Mientras Xantcha viera que se moviera, Xantcha saba que ella estara protegida. El puo toc su pelo y se detuvo. Xantcha mantuvo su respiracin. El nnca haba llegado tan cerca, incluso nunca antes la haba tocado. Ellos no podan seguir as, no si haba alguna esperanza para Dominaria. "Urza?"susurr cuando, por fin, sus pulmones le exigieron aire. "Urza, puedes orme? Puedes verme?" Xantcha le toc el brazo. "UrzaUrza, hblame." El temblaba y la agarr por los hombros para mantener el equilibrio. El no saba de su fuerza, el dolor la dej a ella sin aliento. Sus ojos siempre se cerraban cuando l haca la transicin, incluso temporalmente en el mejor de los casos, de nuevo en el aqu y ahora. Algo le pasaba a Urza cuando usaba su poder sobre la mesa de trabajo, no era la verdad, pero definitivamente era real y definitivamente se estaba poniendo peor. "Xantcha!" su mano se apart de ella como si hubiera estado hecha de un metal ardiente al rojo vivo. "Xantcha, qu es esto?" El miraba las montaas de arcilla como si nunca las hubiera visto antesaunque Xantcha haba visto esa reaccin ms de una vez nnca se preocupaba por recordarlas. T me has llamado, Urza", dijo rotundamente. "Tenas algo nuevo que mostrarme." "Pero esto?" Hizo un gesto hacia su montaa y los mosquitos que cubran la mesa. "De dnde provino esto?. Noyo no. Otra vez?" Ella asinti con la cabeza. "Yo estaba sentado en el porche mirando la puesta del sol. Estaba tranquilo y apacible. Penspens en el pasado, Xantcha, y empez de nuevo." Urza se encogi dentro de s mismo. "T no estabas aqu." "Estaba buscando comida. Tu estabas dentro cuando regres. Urza, tienes que dejar ir el pasado. No esno es saludable. Incluso para t, esto no es saludable."

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    Se miraron el uno al otro. Esto haba sucedido tantas veces antes que ya no haba necesidad de conversacin. Incluso el momento en que Urza destrozaba todo lo que haba sobre la mesa era totalmente predecible. "Ha comenzado, Urza. Realmente ha comenzado. Esta vez hay una guerra al sur de aqu ", dijo Xantcha, mientras que el polvo an se elevaba de los derrumbes de las montaas de arcilla, el mercurio se deslizaba a travs del piso de tierra apisonada, y los mosquitos salieron revoloteando en busca de refugio. "Pirexianos?" "Yo los he visto en ambos lados. Sonmbulos. Toman rdenes, que no les dan, pero es una guerra Dominariana con la interferencia Pirexiana en ambos lados." l tom los datos directamente desde su mente: un proceso indolor cuando ella cooperaba. "Baszerat y Morvern. No conozco esos nombres." "No son poderosos reinos con un historial glorioso. Son poco ms que ciudades amuralladas, algunos pueblos y, para mantener el rencor, un puado de minas de oro en las colinas entre ellos, algo que los Pirexianos pudieron explotar. Se estn volviendo ms audaces. Baszerat y Morvern no son los nicos lugares en lo que he olido aceite brillante en el viento, pero esta es la primera guerra." "Has interferido?" Su voz son aspera y sus ojos titilaron. Con Urza, la locura no era ms que un momento de distancia. "T me has dicho que no lo hiciera, y yo obedezco. T debes cuidar de ti mismo. Ahora es el momento" "Tal vez. No me atrevo a hacer mi jugada tan pronto. La tierra recuerda, no puede haber errores. Tengo que tener una causa. Debo ser muy cuidadoso, Xantcha. Si me revelo muy pronto, yo preveo un desastre. Debemos sopesar nuestras opciones cuidadosamente." Las rplicas se arremolinaban en la mente de Xantcha. Nunca estaba realmente segura como reaccionara Urza, pero ella haba hecho su eleccin haca mucho tiempo. "Nadie sospechar, incluso si utilizaras tu verdadero nombre y forma. Slo este ao ha habido miles de personas que se hicieron pasar por t. Te has convertido en una leyenda. Nadie creer que t eres realmente t." Una extraa sonrisa ilumin el rostro de su acompaante. "Tan mal ha estado? "Peor de lo que imaginas. Pero, por favor, ve a Baszerat y Morvern. Una disputa se ha convertido en una guerra. Asi fue como comenzaron los Fallaji y los Yotianos. Quin sabe, puede que haya hermanoshas estado aqu demasiado tiempo, Urza." Urza busc en la mente de Xantcha una vez ms, la recopilacin de puntos de referencia y los idiomas, algo que ella entreg voluntariamente. Luego, en el tiempo que dura un parpadeo, ella estaba de vuelta en su propia adecuada conciencia. Urza se desvaneci en el entre-mundos, que era, entre otras cosas, la manera ms rpida de viajar a travs de la superficie de un solo mundo. "Buena suerte", le dese, luego se arrodill. La arcilla estrellada haba aplastado un buen nmero de los mosquitos de Urza. El mercurio haba disuelto otros incontables. Sin embargo, muchos se arremolinaban alrededor de la confusin en el suelo. Xantcha se la pas limpiando hasta la medianoche. Reunindolos en una caja no ms profunda que su dedo, pero demasiado alta como para que cualquiera de ellos pudieran escapar. Cuando la tierra estuvo inmvil, llev la caja a la alcoba donde Urza almacenaba sus materias primas.

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    Los estantes estaban ordenados. Cada estuche y matraz claramente identificado, aunque en un lenguaje que Xantcha no poda leer. De todos modos ella no necesitaba leer las etiquetas. El frasco que quera tena un resplandor ondulante nico. Era phloton puro, destilado del fuego, la luz de las estrellas y el man, una receta que Urza haba encontrado en el mundo en el que haba encontrado a Xantcha. "Quien guarda, halla" -susurr sobre la caja en ebullicin. Los mosquitos ardieron como lucirnagas al caer en el fotn, y luego desaparecieron. Xantcha volvi a sellar el matraz y lo repuso sobre el estante, exactamente como ella lo haba encontrado, antes de volver a su propia habitacin. Ella tena un plan propio, el cual ella misma se haba prometido implementar cuando fuera el momento adecuado. Ese tiempo haba venido cuando Urza le toc su pelo. Si Urza no poda ver la amenaza Pirexiana presente porque estaba obsesionado con el pasado ... Si l no poda preocuparse por la gente de Baszerat o Morvem porque todava le importaba mucho lo que le haba sucedido a Mishra, entonces Xantcha imagin que tena que traer el pasado y a Mishra de vuelta a Urza. Ella lo tena todo planeado en su mente, era su especialidad planear algo de la nada con facilidad: encontrar a un hombre joven que se pareciera a las palabras escritas por Kayla, ensearle las respuestas a las preguntas culpables de Urza, y luego colocar a este Mishra falso frente a los ojos de Urza. Un nuevo Mishra no curara su locura. Nada poda hacer eso. No mientras esos ojos de Piedras de Poder estuvieran incrustados en el crneo de Urza. Pero si un Mishra falso poda convencer a Urza de alejarse de su mesa de trabajo, eso sera suficiente.

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    Captulo 3

    La maana lleg a la Cordillera Ohran, y encontr a Xantcha sentada en la parte inferior de una esfera transparente que flotaba por encima de los prados primaverales de las montaas. La esfera era tan grande como la altura de Xantcha y haba sido un regalo de Urza. O ms exactamente, el artefacto que la produca haba sido el regalo de Urza. La haba ideado para protegerla mientras ella le sigua de mundo en mundo. Un susurro deliberado y un rima mnemotcnica dibujaba un aceite protector que sala del artefacto. Dependiendo de la rima, el aceite se transformaba en una esfera o fabricaba una armadura resistente y flexible. Urza le haba enseado a Xantcha la rima de la armadura. La esfera era el resultado de la curiosidad y las improvisaciones de Xantcha. Urza se quej de que haba transformado su artefacto de inspiracin Thran en una abominacin Pirexiana. La queja, aunque sincera, siempre haba dejado perpleja a Xantcha. Los Thran, como Urza los haba descrito, crean que los sentimientos y los artificios siempre deban estar separados. La esfera de Xantcha no era ni remotamente sensible, y supuso que la podra haber sacado de su propio estmago, pero se haba convertido en parte de ella, algo no muy diferente a sus brazoso a los ojos facetados de Urza. Adems, si ella no hubiera descubierto cmo hacer su esfera, Urza habra tenido que proveerle de comida, ropa, y todas las otras cosas que una persona de carne y hueso necesitaba, porque Xantcha, aunque era casi tan vieja como Urza, era indiscutiblemente, de carne y hueso Y tambin indiscutiblemente Pirexiana Xantcha le orden a la esfera que se elevara mas alto, buscando la rpidas corrientes de aire muy por encima de las montaas. Ella tena previsto una largo viaje, y necesitara fuertes vientos si quera terminarlo antes de que Urza volviera del sur. La

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    esfera se elev hasta que el paisaje se pareca al de la mesa de trabajo de Urza, y la esfera comenz a caer. Las cadas nunca le molestaban a Xantcha. Con o sin la esfera, tena un estmago fuerte y un sentido inquebrantable de la direccin. Pero caer era una prdida de tiempo y energa. Xantcha levant los brazos al nivel de los hombros, uno extendido en lnea recta delante de ella, el otro extendido hacia el costado, la cada ces. Luego apunt ambos brazos extendidos en la direccin que deseaba viajar y gir sus manos para que quedaran con las palmas hacia arriba. Pens en las jarcias y las velas, una mano firme en la rueda del timn, y la esfera comenz a moverse contra el viento. Al principio fue una marcha lenta, pero antes de que el sol se elevara dos palmos, Xantcha se deslizaban hacia el norte ms rpido de lo que cualquier caballo pudiera correr. Xantcha no poda explicar cmo la esfera flotaba en el aire. No era hechicera, ella no tena el talento para extraer man de la tierra. Urza jur que no tena nada que ver con l o con sus artefactos y se neg a discutir el asunto. Xantcha pens que no era mucho ms diferente que correr. Los porqu y dondes no eran importantes siempre y cuando encontrara lo que estaba buscando y llegara a su casa en forma segura. Pero las preguntas se escondan all donde los recuerdos de Xantcha comenzaban. Se arrastraban hacia delante una vez que la esfera se mova con elegancia, y no haba nada que hacer salvo pensar y recordar.

    * * * * * El principio era lquido, espeso y caliente como la sangre, oscuro y seguro. Despus del lquido vena la luz y el fro, el vaco y los bordes speros, una cmara oscura llamada el Templo de la Carne, el primer lugar que haba conocido, un monolito manchado de holln de la Cuarta Esfera de Pirexia. Su comienzo no fue su nacimiento, no como Urza haba nacido del cuerpo de su madre. No haba madres o padres en la Cmara de Decantacin, slo metal y sacerdotes de cuero ocupados en cuidar las piedras arrancadas de los hornos. Los sacerdotes de los hornos del Templo de la Carne no eran de gran estatus. Aunque completos, sus dispositivos eran meros ganchos y paletas y sus sentidos no eran mejores que la carne de la que ellos mismos haban sido decantados. Obedecan rdenes superiores. En Pirexia siempre haba algo por encima o por dentro, ms y ms profundo a travs de las ocho esferas hacia el centro, donde habitaba el Inefable. Aquel cuyo nombre era conocido pero nunca pronunciado, para que no despertara de su sueo bendito. Obedece, le dijeron los sacerdotes innecesariamente cuando ella se estremeci y descubri sus miembros. Una piedra pequea y clida cay de sus manos. Los sacerdotes haban dicho que era su corazn y se lo llevaron. Haba un lugar, le haban dichoen Pirexia todo tena un lugar, sin un lugar no haba nadadonde eran custodiados los corazones. Sus errores se escribiran en su corazn, y, si cometa demasiados errores, el Inefable que habitaba en el ncleo de Phirexia la convertira en una parte de sus sueos, y ese sera su final. Obedecer y aprender. Presta mucha atencin. No cometas errores. Ahora, sigue. Ms tarde, cuando Xantcha haba atravesado ms planos y visitado ms mundos de los que podra contar, se dara cuenta de que no hay otro lugar como Pirexia. En ningn otro mundo haba salamandras completamente desarrolladas, como ella, decantadas de hornos de lodo. Slo las salamandras Pirexianas recordaban la primera vez que haban abierto los ojos. Slo las salamandras Pirexianas recordaban y comprendan las primeras palabras-amenazas-que haban escuchado. En su principio, slo exista el Templo de la Carne, y obedeci

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    sin cuestionamientos, retorcindose en el suelo de piedra, porque ella no tena fuerzas para caminar. Los huesos de Xantcha se endurecieron rpidamente. Aprendi a cuidar de s misma y realizar la tareas de adaptacin de las salamandras Cuando ella haba dominado esas lecciones, los sacerdotes la mandaron con los sacerdotes-maestros, que instruan a las salamandras mientras eran transformadas de carne intil a Pirexianos completos. Los sacerdotes-maestros con sus ojos de grabacin y brazos de aguijones le dijeron que ella era Xantcha. Xantcha no era un nombre, lo supo cuando ms tarde aprendi lo que eran los nombres. Cuando Urza le haba preguntado, ella le haba explicado que Xantcha era el lugar donde se encontraba cuando las salamandras se reunan para la instruccin, el lugar donde reciba su alimento, y la caja donde dorma por la noche. Eso, si los das o las noches haban jugado un papel importante en su vida temprana. Pirexia era un mundo sin sol, sin luna y sin estrellas. En las profundidades del Templo de la Carne, los sacerdotes eran los que marcaban el paso del tiempo: cuando deba aprender, cuando comer, cuando dormir, no haba tiempo para descansar, no haba lugar para el compaerismo. Cuando volva a su caja para dormir, Xantcha soaba con la luz del sol, la hierba y el viento. Ella podra haber pensado que era extrao que su mente guardara imgenes con tanta claridad de un lugar que, por supuesto, no era Pirexia, si ella haba pensado alguna vez. Incluso ahora, ms de tres milenios despus de su primer despertar, Xantcha no saba si haba sido la nica salamandra que haba soado con un mundo verde, iluminado por el sol, o si el Inefable le transmita los mismos sueos y anhelos a todas las salamandras que aprendan a su lado. Ustedes son salamandras, y como salamandras permanecern, los sacerdotes-maestros le haban enseado. Ustedes estn destinadas a dormir en otro lugar y a preparar el camino para aquellos que les seguirn. Escuchar y obedecer. Haba muchas otras salamandras en el Templo de la Carne, organizadas en puestos de trabajo y marchaban juntas a travs de su educacin. Todas las salamandras comenzaban de la misma manera, con carne y huesos y venas llenas de sangre, luego de acuerdo a su lugar en el diseo del Inefable los sacerdotes-extirpadores cortaban su carne y reformaban sus cuerpos con las amalgamas resistentes de metales y el aceite, hasta que eran completadas. Despus de cada remodelacin, los sacerdotes enviaban la carne y la sangre extirpada a los procesadores, con el tiempo volva a los hornos. Cuando la salamandra estaba reformada por completo, los extirpadores la sumergan en el aceite reluciente; esa era la primera vez que un Pirexiano se baaba en la gran fuente que exista fuera del Templo de la Carne. Cuando emerga, la salamandra estaba completa y ocupaba el lugar destinado en el gran plan del Inefable para Pirexia. Xantcha recordaba haber estado de pie en su lugar en un balcn del Templo, mientras salamandras totalmente reformadas eran llevadas a la fuente. Se acordaba de la cacofona cuando los nuevos Pirexianos completados salan a la luz y al resplandor de los hornos de la Cuarta Esfera. Si cualquiera de esas salamandras hubiera sentido lo que se denomina esperanza, esta se hubiera basado en haber logrado completarse con excelencia, en haber logrado un lugar privilegiado. Saber que estara unida para siempre al cuerpo de una salamandra le ocasion un dolor mayor que cualquier castigo que los sacerdotes hubieran descargado en su espalda. El odio no tiene cabida en Pirexia. El desprecio reemplazaba al odio y se volcaba sobre aquellas salamandras especiales cuyo destino era dormir en otro lugar. Xantcha aoraba aquellos momentos en que ella estaba sola en su caja con sus sueos.

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    Una vez que se iba a dormir, tena sus sueos, como lo haba hecho siempre, y se despertaba bajo el cielo calvo y gris de la Primera Esfera. Haba diferentes sacerdotes-maestros que vigilaban su trabajo. Los nuevos sacerdotes eran ms grandes que los del Templo de la Carne. Eran ms de metal que de cuero, tenan cuatro pies y cuatro brazos. Sus pies eran garras, y cada uno de sus brazos terminaban en armas de metal diferente. Se supona que protegan a las salamandras de los peligros de la Primera Esfera. Las salamandras nnca haban habitado en la Primera Esfera, pero los profesores cuadruplemente armados no se sentan honrados por sus nuevas responsabilidades. Ellos obedecan sus rdenes sin entusiasmo, hasta que una de las salamandras cometa algn error. Salamandras son, y como salamandras permanecern para siempre, haban recitado como castigo con una mano despus de la otra. Ustedes estn destinadas a dormir en otro mundo. Ahora aprendan los caminos del otro mundo. Escuchen y obedezcan.

    Xantcha se pregunt qu habra ocurrido si no hubiera escuchado u obedecido. En aquel momento, la idea simplemente no se le ocurri. La vida en la Primera Esfera ya era lo suficiente difcil sin desobedecer. A las salamandras se les enseaba la agricultura, en preparacin para el da en que su destino sera cumplido, pero la tierra resbaladiza de la Primera Esfera resista todos sus esfuerzos. Los arados, hoces, azadas, y horcas que se les orden utilizar le dejaban dolores musculares. El instrumento

    parecido a un ltigo, cortaba hierba metlica, la nica planta que ellos haban podido hacer crecer, la reduca a sangre, y la spera luz les dejaba impiadosas ampollas en la piel. Xantcha recordaba a otra salamandra, Gi'anzha, que ocupaba un puesto de trabajo cerca del suyo. Gi'anzha haba utilizado un haz de hierba metlica para cortarse el brazo, luego introdujo el eje de una horquilla en el hueco sangriento que le haba quedado. Gi'anzha se haba transformado en un pedazo de carne en el momento en que la encontraron, pero Xantcha y las otras salamandras entendieron por qu haba hecho lo que haba hecho. Las salamandras eran pequeas y frgiles en comparacin con los dems moradores de la Primera Esfera. Sus cuerpos incompletos sufran mas lesiones, que si tuvieran un mal funcionamiento. Ellas no podan ser reparadas, y slo se las abandonaba hasta que se curaban de la mejor manera que podan, que a veces no era suficiente. Las salamandras que fallaban eran carne de salamandra y eran trasladadas de vuelta a la Cuarta Esfera para su reutilizacin. Quien guarda, halla. No haba casi nada en Pirexia que careciera totalmente de uso, aunque la carne era vilipendiada por aquellos completos, aquellos que haban trascendido la carne y eran sostenidos por el aceite brillante. A medida que sus compaeros de trabajo se convertan en carne, el lugar de Xantcha cambi. Xantcha debera haber sido otra salamandra, debera haberse convertido en G'xi'kzi o Kra'tzin, pero haba pasado mucho tiempo desde que los

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    sacerdotes de los hornos haban organizado los grupos de trabajo. Los patrones de sus mentes estaban fijos como los de sus cuerpos blandos y maltratados. Ella era Xantcha, y seguira siendo Xantcha, incluso cuando el grupo de trabajo se haba reducido tanto que los sacerdotes debieron unirlo con otro que se haba agotado de manera similar. Xantcha se encontr cara a cara con otra Xantcha. Para ambas, fue unaconfusin. Esa palabra apenas exista en Pirexia, excepto para describir la formacin de cogulos de escorias y cenizas que se acumulaban debajo de los grandes hornos. Ambas consultaron a los sacerdotes, como se les haba enseado hacer a las salamandras. Los sacerdotes explicaron eso como resultado de la recombinacin, ninguno de ellos pudieron comprender realmente lo que senta Xantcha. El compaero recombinado era una salamandra de tercer lugar, que pensaba de s misma como Hoz'krin y no quera saber nada de esta confusin. A Xantcha y Xantcha se les dijo que reconocieran nuevos lugares dentro del grupo de trabajo o que enfrentaran el ltigo. Ltigo o no, el juicio de los sacerdotes no era aceptable. Los lugares se haban convertido en nombres que no podan ser objeto de renuncia, incluso bajo la amenaza de castigo. Las Xantchas permanecan despiertas cuando deberan haber estado durmiendo en sus cajas. Se escabulleron lejos de los sacerdotes y hablaron entre ellas en privado. Reunirse en privado con otra salamandra era algo que ninguna de las dos haba hecho antes.Negociaron y se comprometieron, aunque no haba palabras Pirexianas para cualquiera de esos procesos. Estuvieron de acuerdo en hacerse nicas. Xantcha rompi una hoja de hierba metlica afilada y se cort el pelo que creca cada vez mas en el lado izquierdo de su crneo. La otra Xantcha se empap su pelo en una corriente de cido hasta que se volvi naranja. Se haban rebelado, una palabra tan prohbida como el verdadero nombre del Inefable y casi tan temida. Slo los sacerdotes-extirpadores podan cambiar la forma de una salamandra, y slo segn el plan del Inefable. Cuando las Xantchas regresaron al lugar donde sus compaeras se reunan para obtener comida y sueo, las otras salamandras les dieron la espalda y se alejaron, mientras los sacerdotes-maestros llegaban haciendo ruido y traqueteando desde el permetro. Xantcha haba tomado la carne de la otra salamandra entre sus dedos. Trescientos treinta y tres aos Dominarianos despus, Xantcha saba que el contacto de la carne era un lenguaje en s mismo, un lenguaje que Pirexia haba olvidado. En ese momento, los gestos haban confundido completamente a los sacerdotes y los dej sin saber que hacer. No mucho tiempo despus, el desnudo cielo gris se ilumin dolorosamente. Xantcha haba recordado su corazn y los sacerdotes de los hornos le amenazaron: demasiados errores y el Inefable se apoderara de su corazn. Hasta que la otra Xantcha se haba cruzado en su vida, haba cometido menos errores que aquellos cometidos por todos sus compaeros, pero tal vez un solo error, si era muy grande, era suficiente para despertar al Inefable. Ella haba pensado que la criatura que refulga y que haba descendido del cielo demasiado brillante era el Inefable. l no se pareca en nada a los sacerdotes que haba visto y menos a una salamandra. Su ojos eran de un color rojo intenso, y su mandbula prominente estaba llena de una gran cantidad de dientes. Y ella dedujo, tal vez debido a esa mandbula llena de dientes, que era l, como el Inefable era l y no eso que tena forma de salamandra o sacerdote. "Puedes llamarme Gix", haba dicho, usando su dientuda mandbula para dar forma a las palabras de una manera casi nueva, a pesar de que no tena labios suaves de carne, tiles para comer pero incompatibles para pronunciar correctamente el lenguaje Pirexiano.

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    Gix era un nombre, el primer nombre real que Xantcha escuchaba, porque no podra ser interpretado como un lugar dentro de un esquema. Gix era un demonio, un Pirexiano que haba mirado frente a frente al Inefable con sus propios ojos y que, mientras que el Inefable durmiera, controlaba Pirexia. Desde el humilde punto de vista de una salamandra, el nombre de un demonio bien podra ser inefable. Gix le tendi la mano. El nico sonido que Xantcha oy fue un ligero zumbido cuando su brazo se extendi y se extendi a una distancia de por lo menos dos veces su altura. Cuando la mano de Gix se despleg, garras negras surgieron de cada dedo elegantemente articulado. l toc a la otra Xantcha ligeramente debajo de su barbilla. Xantcha sinti un temblor terrorfico en la mano de la otra salamandra. Las garras del demonio parecan que podan perforar el endurecido caparazn de un sacerdote o atravesar fcilmente el crneo de una salamandra. Un chispa verde azulada salt del demonio hasta la otra Xantcha, cuya mano se calent, se relaj, y cay de inmediato. Un estruendo profundo y agudo sali de la garganta del demonio. Baj la mano, gir la cabeza un poco, y Xantcha sinti una luz fra y verdosa que la investigaba. Gix no la toc como haba tocado a la otra Xantcha. Su brazo se retir, cada segmento produciendo un clic sonoro uno detrs del otro, y luego otro zumbido ms mientras su mandbula esbozaba una sonrisa afilada. "Xantcha". Todas las dudas que le quedaban sobre la diferencia entre lo que era un nombre y un lugar desapareci. Xantcha se haba convertido en un nombre real, y frente a l, Xantcha se convirti en ella misma. Las nociones de hombre y mujer, dominacin y sumisin, ya estaban en la mente de Xantcha, enraizada en sus sueos de hierbas verdes y suaves y soles amarillos. "Estars lista", dijo el demonio. "Yo te hice. T no eres una simple recombinacin, Xantcha. Carne fresca. Sangre fresca. Trada aqu desde el lugar a donde irs, del lugar que conquistars. Xantcha, eres astuta, audaz, e imprevisible, pero tu corazn es mo. Eres ma para siempre." El demonio pretendi asustarla, y as lo hizo. Tambin pretenda distraerla, mientras que una chispa azul-verdosa se formaba en su frente de latn brillante. En eso, tuvo menos xito.Xantcha vio la chispa dirigindose a gran velocidad hacia ella, sinti que le golpeaba la cresta entre sus ojos y se enterraba en lo ms profundo de sus huesos. El demonio se haba introducido en su mente. El se hizo glorioso ante ella. Al menos, eso es lo que intent hacer. Xantcha sinti la necesidad de adorarle con temor y obediencia, de alimentarle con la turbulencia que la mente de un Pirexiano sin completar podra experimentar, excepto por el poder. Gix le hizo promesas a la mente de Xantcha: privilegios, poder y pasin, todo ello irresistible, o con la intencin de ser irresistibles, pero Xantcha se resisti. Ella se hizo un nuevo lugar para ella misma. No fue terriblemente difcil. Si podan existir dos Xantchas dentro de un mismo grupo, podan haber dos en su mente, una Xantcha que perteneciera a Gix y una Xantcha que no. Llen la parte que perteneca a Gix con imgenes de sus sueos: cielos azules, pastos verdes y brisas suaves. El demonio se las beba, y luego las escupa. La luz se apagaba de sus ojos. l se apart de ella, a otros de su grupo y los encontr ms entretenidos. Por su parte, Xantcha se qued muy quieta. Haba rechazado al demonio, lo haba rechazado antes de que l pudiera rechazarlo a ella. Ella esper una aniquilacin instantnea, pero el Inefable no se apoder de ella. Independientemente de lo que haba hecho, no haba sido un error lo suficientemente grande como para destruir su corazn.

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    Despus de saciarse a s mismo con los nuevos pensamientos y las pasiones, Gix se march. Los sacerdotes-maestros trataron de recuperar su lugar dentro de los grupos, pero despus de la elegancia y el horror de un demonio, parecan insignificantes. Con el tiempo, tuvieron miedo de sus cargos y se mantuvieron a distancia, cuando las salamandras comenzaron a hablar ms libremente entre s, planeando sus gloriosos futuros en otros mundos. Xantcha mantuvo su lugar. Comer, dormir, trabajar, y tomar parte en las discusiones, pero ella ya no era como los otras salamandras. Aquel momento que haba creado dos Xantchas en su mente la haba transformado, algo tan seguro como que los sacerdotes-extirpadores reformaban salamandras en el Templo de la Carne. Ella era consciente de s misma como nadie ms, excepto, al parecer, Gix. Tropez con la soledad, y, en busca de aliviar ese dolor tan singular, busc la mano de la otra Xantcha que alguna vez haba tomado. "Estoy fuera", haba dicho ella, porque en ese momento no saba una palabra mejor. "Necesito tocarte." Ella le haba ofrecido las dos manos, pero la otra Xantcha se tambale hacia atrs, gritando como si se tratara de un terrible dolor. El resto del grupo se arremolin entre ellos, y Xantcha tuvo suerte de sobrevivir. Xantcha record la salamandra que se haba cortado su brazo con la hierba de metal afilado, pero lo que quera era poner fin a su aislamiento, no el fin de su existencia. Consider huir. La Primera Esfera era enorme. Una salamandra podra perderse fcilmente ms all del horizonte brillante, incluso si lograba colocarse a una distancia ms all de sus compaeros y los sacerdotes, Xantcha se morira lentamente de hambre, porque a pesar de sus constantes esfuerzos con las azadas y arados y hoces, nada comestible creca en el suelo de la Primera Esfera. A excepcin de los lodos de carne expulsados por el Templo de la Carne, no haba nada en la Primera Esfera de Pirexia que una salamandra pudiera comer. Cuando el grupo de trabajo cerr filas para vigilar los fuegos hirviendo de los hornos que los sacerdotes traan del Templo, Xantcha tom una hoz y se abri camino a su casa. Cinco salamandras se hundieron en el caldero para su recombinacin, un sacerdote tambin. Xantcha se fue a dormir con el estmago lleno y sintiendo que ella nunca volvera a abrir sus ojos. Pero ni Gix ni el Inefable vinieron a su reclamarle. Una vez ms, pareca que no haba cometido un error. Otras si lo hicieronsalamandras comenzaron a desaparecer, algunas pocas mientras dorman. Xantcha tram hacer un pequeo agujero en su caja. Ella vigilaba cuando debera haber estado durmiendo, pero lo que vi no fue al Inefable consumiendo salamandras. En su lugar, los sacerdotes tomaban una caja de aqu, una caja de all, y se marchaban con ella. Sacerdotes equipados con altavoces podan arrojar palabras ms rpido que los suaves labios de las salamandras. A veces ellos se olvidaban de que las salamandras escuchaban ms rpido de lo que hablaban. Xantcha se escondi en un lugar de los lmites y escuch conversaciones metlicas gorgojeantes. El