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MAGISTRADA PONENTE: MÓNICA MISTICCHIO TORTORELLA EXP. Nº 2011-1240 Mediante Oficio Nº CSCA-2011-008301 de fecha 7 de noviembre de 2011, remitido por la Corte Segunda de lo Contencioso Administrativo, se recibió en la Sala el expediente contentivo del recurso de nulidad ejercido por la sociedad mercantil BANCO DEL CARIBE C.A., BANCO UNIVERSAL, sociedad mercantil originalmente inscrita en el Registro Mercantil de la Circunscripción Judicial del entonces Distrito Federal y del Estado Miranda el día 9 de julio de 1958, bajo el Nº 74, Tomo 16-A, modificados sus estatutos sociales según consta en asiento inscrito en el Registro Mercantil Segundo de la Circunscripción Judicial del entonces Distrito Federal y Estado Miranda, el 18 de diciembre de 2006, bajo el N° 18, Tomo 268-A segundo, contra el acto administrativo contenido en la Resolución Nº 102.10 de fecha 24 de febrero de 2010, notificada en esa misma fecha mediante el Oficio SBIF-DSB-GGCJ-GLO-02724, emanada de la SUPERINTENDENCIA DE BANCOS Y OTRAS INSTITUCIONES FINANCIERAS (actualmente Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario), mediante la cual se declaró sin lugar el recurso de reconsideración intentado contra la Resolución N° 738.09 de fecha 18 de diciembre de 2009, por la que se impuso a la recurrente multa por la cantidad de doscientos un mil bolívares (Bs. 201.000,00), de conformidad con el artículo 416, numerales 4 y 5 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, por el incumplimiento del numeral 5 del artículo 53 eiusdem, y del artículo 2 numeral 6 de la Resolución N° 010.02 del 24 de enero de 2002, contentiva de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculos de sus Provisiones”, publicada en la Gaceta Oficial N° 5.577 Extraordinario del 30 de enero de 2002. Dicha remisión se realizó en virtud de la apelación formulada el 21 de septiembre de 2011, por el abogado Giancarlo Selvaggio Belmonte, inscrito en el INPREABOGADO bajo el Nº 145.498, actuando en representación de la parte actora según se evidencia del documento poder cuya copia cursa a los folios 31 al 32 del expediente, contra la sentencia Nº 2011-1277 dictada el 10

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MAGISTRADA PONENTE: MÓNICA MISTICCHIO TORTORELLA

EXP. Nº 2011-1240

Mediante Oficio Nº CSCA-2011-008301 de fecha 7 de noviembre de 2011, remitido por la

Corte Segunda de lo Contencioso Administrativo, se recibió en la Sala el expediente contentivo del

recurso de nulidad ejercido por la sociedad mercantil BANCO DEL CARIBE C.A., BANCO

UNIVERSAL, sociedad mercantil originalmente inscrita en el Registro Mercantil de la

Circunscripción Judicial del entonces Distrito Federal y del Estado Miranda el día 9 de julio de

1958, bajo el Nº 74, Tomo 16-A, modificados sus estatutos sociales según consta en asiento inscrito

en el Registro Mercantil Segundo de la Circunscripción Judicial del entonces Distrito Federal y

Estado Miranda, el 18 de diciembre de 2006, bajo el N° 18, Tomo 268-A segundo, contra el acto

administrativo contenido en la Resolución Nº 102.10 de fecha 24 de febrero de 2010, notificada en

esa misma fecha mediante el Oficio Nº SBIF-DSB-GGCJ-GLO-02724, emanada de

la SUPERINTENDENCIA DE BANCOS Y OTRAS INSTITUCIONES

FINANCIERAS (actualmente Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario),

mediante la cual se declaró sin lugar el recurso de reconsideración intentado contra la Resolución

N° 738.09 de fecha 18 de diciembre de 2009, por la que se impuso a la recurrente multa por la

cantidad de doscientos un mil bolívares (Bs. 201.000,00), de conformidad con el artículo 416,

numerales 4 y 5 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, por el

incumplimiento del numeral 5 del artículo 53 eiusdem, y del artículo 2 numeral 6 de la Resolución

N° 010.02 del 24 de enero de 2002, contentiva de las “Normas Relativas a la Clasificación del

Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculos de sus Provisiones”, publicada en la Gaceta

Oficial N° 5.577 Extraordinario del 30 de enero de 2002.

Dicha remisión se realizó en virtud de la apelación formulada el 21 de septiembre de 2011,

por el abogado Giancarlo Selvaggio Belmonte, inscrito en el INPREABOGADO bajo el Nº

145.498, actuando en representación de la parte actora según se evidencia del documento poder

cuya copia cursa a los folios 31 al 32 del expediente, contra la sentencia Nº 2011-1277 dictada el 10

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de agosto de 2011 por la Corte Segunda de lo Contencioso Administrativo, que declaró sin lugar el

recurso interpuesto.

En fecha 22 de noviembre de 2011, se dio cuenta en la Sala y se ordenó aplicar el procedimiento de segunda instancia previsto en el artículo 92 de la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, se designó ponente al Magistrado Levis Ignacio Zerpa, y se fijó un lapso de diez (10) días de despacho para fundamentar la apelación.

Por escrito consignado el 15 de diciembre de 2011, el abogado Luis Alfonso Herrera, inscrito en el INPREABOGADO bajo el N° 97.685, actuando en representación de la sociedad mercantil Banco del Caribe C.A., Banco Universal, según se evidencia del poder que cursa en autos a los folios 31 y 32, presentó escrito de fundamentación de la apelación interpuesta.

Vista la incorporación de la abogada Mónica Misticchio Tortorella como Magistrada Suplente de la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia, en fecha 16 de enero de 2012, la Sala quedó integrada de la siguiente manera: Presidenta, Magistrada Evelyn Marrero Ortíz; Vicepresidenta, Magistrada Yolanda Jaimes Guerrero; el Magistrado Emiro García Rosas y las Magistradas Trina Omaira Zurita y Mónica Misticchio Tortorella. Asimismo se reasignó la ponencia a la Magistrada Mónica Misticchio Tortorella.

El 19 de enero de 2012, de conformidad con el artículo 93 de la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, y vencido el lapso para la contestación de la apelación, la causa entró en estado de sentencia.

Para decidir, la Sala observa:

I

DEL ACTO IMPUGNADO

A través de la Resolución N° 102.10 del 24 de febrero de 2010, la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras, declaró sin lugar el recurso de reconsideración interpuesto por el Banco del Caribe, C.A., Banco Universal en fecha 8 de enero de 2010, contra el acto administrativo contenido en la Resolución N° 738.09 de fecha 18 de diciembre de 2009, mediante el cual se impuso a la recurrente multa por la cantidad de doscientos un mil bolívares (Bs. 201.000,00), de conformidad con los numerales 4 y 5 del artículo 416 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, por el incumplimiento del numeral 5 del artículo 53 eiusdem, y del artículo 2 numeral 6 de la Resolución N° 010.02 del 24 de enero de 2002, contentiva de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculos de sus Provisiones”, publicada en la Gaceta Oficial N° 5.577 Extraordinario del 30 de enero de 2002, con base en el razonamiento que se resume a continuación:

1. Señala la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras que al realizar la visita de inspección general notificada a través del Oficio distinguido con el N° SBIF-DSB-II-GGI-GI5-21588, de fecha 31 de octubre de 2007, constató la realización de operaciones de compra de títulos valores entre esa institución financiera y la Casa de Bolsa del Caribe, C.A.

Que la operación de compra que efectuó el Banco del Caribe, C.A. Banco Universal en su condición de fiduciario con fondos fideicometidos, a su empresa relacionada Bancaribe Casa de Bolsa, C.A. implica que debió haberse pactado previamente un precio y a su vez transferir la propiedad del título para concretar dicha operación, lo cual contraviene lo dispuesto en el numeral 5 del artículo 53 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras.

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Que el fondo fideicometido debe ser dispuesto por el fiduciario exclusivamente para ejecutar las inversiones que le hayan sido expresamente autorizadas para el cumplimiento de los fines del fideicomiso y en ningún caso, pueden ser utilizados para negociaciones activas o pasivas con instituciones que forman parte del mismo grupo financiero, o aquellas empresas relacionadas o promovidas por el fiduciario, salvo autorización previa de esta Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras, evitando así, los riesgos que puede implicar para el fondo fideicometido, el que este pueda verse disminuido como consecuencia de operaciones como las referidas en el presente caso, las cuales encuadran dentro de las limitaciones establecidas en el citado artículo por cuanto la compra de títulos valores a la Casa de Bolsa del Caribe, C.A. empresa que forma parte del Grupo Financiero Bancaribe, constituye una operación activa para el fiduciario.

2. Indica la Superintendencia en el acto impugnado, que la recurrente incumplió las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculos de sus Provisiones”contenidas en la Resolución N° 010.02 del 24 de enero de 2002, por el otorgamiento de créditos destinados a microempresarios a los ciudadanos Nagnig Rich Makhlouta, Urko Javier Uzcanga de Anzola, Zeyad Aboaasi El Nimer y John Jairo Alvarez La Verde, cuyos ingresos anuales supera la cantidad equivalente a nueve mil Unidades Tributarias (9000 U.T.). En este sentido señaló que: “…es importante destacar que el literal ‘a’ del numeral 6 del artículo 2 de la prenombrada Resolución, establece que para que una persona jurídica pueda considerarse como microempresario deberá contar con un número total no mayor de diez (10) trabajadores o generar ventas anuales hasta por la cantidad de Nueve Mil Unidades Tributarias (9.000 U.T.), en el presente caso es importante señalar que con ocasión de la Visita de Inspección General efectuada al Banco del Caribe, C.A., Banco Universal, (…) este organismo evidenció que las ventas generadas por estas empresas superan las Nueve Mil Unidades Tributarias (9.000 U.T.) a las que hace referencia la respectiva Resolución, razón por la cual no califican como microempresarios, por lo cual esta Superintendencia desestima dicho alegato”.

II

DE LA SENTENCIA APELADA

Mediante la sentencia Nº 2011-1277 dictada el 10 de agosto de 2011, la Corte Segunda de lo

Contencioso Administrativo declaró sin lugar el recurso contencioso administrativo de nulidad

ejercido por la sociedad mercantil BANCO DEL CARIBE, C.A. BANCO UNIVERSAL, contra la

Resolución Nº 102.10 del 24 de febrero de 2010, emanada de la Superintendencia de Bancos y

Otras Instituciones Financieras (hoy Superintendencia de las Instituciones del Sector

Bancario), mediante la cual se impuso a la recurrente multa por la cantidad de doscientos un mil

bolívares (Bs. 201.000,00), de conformidad con lo dispuesto en los artículos 416, numerales 4 y 5,

de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, y 2 numeral 6 de la Resolución N°

010.02 del 24 de enero de 2002, contentiva de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo

en la Cartera de microcréditos y Cálculos de sus Provisiones”, publicada en la Gaceta Oficial N°

5.577 del 30 de enero de 2002, con base en el razonamiento que se resume seguidamente:

1. Luego de realizar algunas consideraciones respecto al vicio de falso supuesto, el a

quo precisó que la denuncia realizada por la parte recurrente se dirigía a aseverar que la relación

jurídica existente entre Banco del Caribe, C.A. Banco Universal y Casa de Bolsa del Caribe, C.A.,

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fue apreciada erróneamente por la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras, en

tanto que las operaciones realizadas entre ambas empresas para la compra de títulos valores, no

pueden ser calificadas como operaciones activas o pasivas de Banco del Caribe.

Indicó además que la accionante también alegaba que ningún cuerpo normativo prohibía en

forma expresa que el banco en su carácter de fiduciario, requiriera los servicios de casas de bolsa o

de sociedades de corretaje para que estas adquirieran valores a pagar con fondos de un fideicomiso

a fin de generar utilidades al titular del dicho fondo, lo que constituía un “Contrato de Cuenta de

Corretaje Bursátil o Contrato de Comisión” y no un contrato de compra venta.

Prosiguió el a quo realizando algunas consideraciones con respecto a la naturaleza y

características del fideicomiso y a las prohibiciones contenidas en el artículo 53 del Decreto con

Fuerza de Ley de Reforma de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras,

publicado en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 5.892 Extraordinario,

de fecha 31 de julio de 2008, aplicable en razón del tiempo al caso de autos.

En este orden, continuó precisando que en el acto administrativo primigenio se sancionó al

Banco del Caribe, C.A., Banco Universal por la realización de operaciones de compra de títulos

valores entre dicho Banco actuando como fiduciario y la Casa de Bolsa del Caribe, C.A., indicando

además lo siguiente:

“De la cita anterior, entiende la Corte que la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras, consideró la adquisición de los títulos valores con fondos fideicometidos por parte del Banco del Caribe, C.A., Banco Universal, como una operación de compra-venta, ya que el perfeccionamiento de dicha transacción implicó ‘haberse pactado previamente un precio y a su vez transferir la propiedad del título’. Por ello, a juicio del ente administrativo regulador, la compra de títulos valores a la Casa de Bolsa del Caribe, C.A., (empresa que forma parte del grupo Financiero Bancaribe y por tanto es relacionada de la recurrente), constituye una operación activa para el fiduciario que se encuentra prohibida en la ley.

Al respecto, observa este Tribunal que la actuación sancionada por la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras fue la adquisición realizada por Banco del Caribe, C.A., Banco Universal de títulos valores con fondos fideicometidos que se encontraban bajo su administración. Hechos estos que no han sido controvertidos por ninguna de las partes, existiendo consenso en que efectivamente dichas operaciones fueron realizadas por la institución bancaria accionante. Así se ha verificado, cuando la recurrente señala en su escrito libelar que ‘[…] el negocio jurídico celebrado entre BANCARIBE y Casa de Bolsa del Caribe, C.A., con plena sujeción a la Ley y al Derecho, fue un Contrato de Comisión o de Mandato Mercantil sin representación, cuyo objeto era no otro que solicitar a la Casa de Bolsa del Caribe, CA, que como comisionista, adquiriera con recursos del fideicomiso administrado por BANCARIBE, y por cuenta del titular del fideicomiso, en el mercado primario y en el mercado secundario ciertos valores (Bonos emitidos por la Corporación Andina de

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Fomento y Papeles Comerciales y otros Valores emitidos por las sociedades Venefco, S.A. e Industrias Unicon, C.A. en los mercados secundario y primario, respectivamente), para mejorar la situación patrimonial del fideicomiso, ya que esos valores no pasaron a formar parte de los activos de BANCARIBE, no obstante la condición de comitente de éste el Contrato de Comisión, sino de los activos del fideicomiso’ (Mayúsculas del original).

Es decir, que la propia recurrente reconoce expresamente que sí realizó la compra de títulos valores, aunque a través de la comisionista Casa de Bolsa del Caribe, C.A., que además es su relacionada.

Dentro de esta perspectiva, este Órgano Jurisdiccional aprecia que la sociedad mercantil Banco del Caribe, C.A., Banco Universal, pretendió a través de la calificación de la operación cuestionada en un supuesto distinto al sancionado por la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras que se le absolviera de su incumplimiento. Es decir, que la recurrente intentó burlar las prohibiciones contempladas en el numeral 5 artículo 53 del Decreto con Fuerza de Ley de Reforma de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, realizando las referidas transacciones mediante un intermediario, a saber, Casa de Bolsa del Caribe, C.A., siendo que la casa de bolsa como agente de colocación de los títulos negociados, no se encuentra exceptuada del cumplimiento de la norma.

Significa entonces que la operación cuestionada se trató de una compra-venta de títulos valores, dado que Banco del Caribe, C.A., Banco Universal pagó a su empresa relacionada Casa de Bolsa del Caribe, C.A., una cantidad dineraria por la transferencia de los bienes. Ello se evidencia del acto Administrativo recurrido contenido en la Resolución 102.10 de fecha 24 de febrero de 2010, (folios 34 al 39 del expediente judicial), y de las actas del expediente administrativo (folios 10 al 13), en las que se señala que ‘Este Organismo, con ocasión a la Visita de Inspección General efectuada al Banco del Caribe, C.A., Banco Universal, […] determinó la realización de operaciones de compra de títulos valores entre el mencionado Banco (Fiduciario) y la Casa de Bolsa del Caribe, C.A.’”.

Concluye el a quo con base en lo expuesto que no se verificó el falso supuesto alegado por

la parte recurrente y que “el propósito de la recurrente al calificar la operación como un contrato

de comisión, por cuanto el mismo no está prohibido en la Ley, estuvo dirigido a eludir la norma

imperativa que prohíbe la operación de compra-venta sin la autorización de SUDEBAN,

persiguiendo así un resultado análogo”.

2. Determinado lo anterior el a quo pasó a pronunciarse sobre la denuncia de falso

supuesto de derecho por errónea aplicación del literal a), del numeral 6 del artículo 2 de la

Resolución N° 010.02 de fecha 24 de enero de 2002, contentiva de las “Normas Relativas a la

Clasificación del Riesgo en Cartera de Microcréditos y Cálculos de sus Provisiones”, al considerar

la parte recurrente que esa disposición era aplicable a las personas jurídicas mas no a las personas

naturales.

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Para ello, en primer lugar el a quo señaló que la mencionada Resolución fue dictada con el

objeto de establecer políticas, sistemas y controles con los que deben contar las instituciones

financieras que otorguen créditos a los microempresarios, destinados a identificar, medir, controlar

y dar seguimiento a los riesgos asociados a los microcréditos, así como, la determinación del riesgo

y el monto de las provisiones (artículo 1 de las Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en

Cartera de Microcréditos y Cálculos de sus Provisiones).

Continuó precisando que conforme al artículo 2 de las citadas normas, se entiende por

microempresario a toda persona natural o jurídica que bajo cualquier forma de organización

desarrolle actividades de comercialización, prestación de servicios, transformación y producción

industrial, agrícola o artesanal de bienes, haciendo el señalamiento en cuanto a las personas

jurídicas de dos requisitos especiales: 1) contar con un número total no mayor de diez (10)

trabajadores o trabajadoras y 2) generar ventas anuales hasta por la cantidad de nueve mil Unidades

Tributarias (9.000 U.T.).

Se indica así en el fallo recurrido que “cuando el literal a, numeral 6, del artículo 2 de la

Resolución N°010.02 de fecha 24 de enero de 2002, hace la distinción en cuanto a las personas

jurídicas, tales limitantes igualmente arropan a las personas naturales que deban ser consideradas

como microempresarios”.

El tribunal de instancia desarrolla lo anterior, explicando que las limitantes relativas al

número de trabajadores y volumen de ventas que contempla la referida norma, fueron propuestas

por el Estado a los fines de diferenciar cuándo nos encontramos ante una microempresa o

microempresario, pues aseverar lo contrario, implicaría admitir que las personas naturales que

deseen desarrollarse dentro del ámbito de las microempresas, no tendrían limitación alguna en

cuanto al volumen de ventas a generar anualmente, lo cual supone que aun cuando las mismas

logren obtener ingresos mayores a los que describen a las microempresas, puedan estar dentro de

este renglón.

Con base en lo expuesto, la Corte Segunda de lo Contencioso Administrativo concluyó

que “la limitante contenida en el literal a, numeral 6, del artículo 2 de la Resolución N° 010.02 de

fecha 24 de enero de 2002, relativa al máximo de ingresos anuales que pueden generar las

microempresas, es decir, nueve mil Unidades Tributarias (9000 U.T.) resulta aplicable a las

personas naturales consideradas como microempresarios, y por tanto era aplicable a los

microcréditos otorgados por Banco del caribe, C.A., Banco Universal a los ciudadanos Nagnig

Rich Makhlouta, Urko Javier Uzcanga de Anzola, Zeyad Aboaasi El Nimer y John Jairo Alvarez

La Verde, razón por la cual se debe desechar la presente denuncia. Así se decide”. (Sic).

III

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DE LA FUNDAMENTACIÓN DE LA APELACIÓN

El abogado Luis Alfonso Herrera, antes identificado, actuando con el carácter de apoderado

judicial de la sociedad mercantil Banco del Caribe, C.A., Banco Universal C.A., fundamentó la

apelación interpuesta esgrimiendo los alegatos siguientes:

1. Falso Supuesto de Hecho.

Denuncia la parte apelante la existencia de un falso supuesto de hecho por haber considerado

la entonces Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras y la Corte Segunda de lo

Contencioso Administrativo, que el contrato verificado entre la parte apelante y su empresa

relacionada era un contrato de compra-venta y no un contrato de comisión.

En este sentido, señala que para la fecha de celebración del contrato cuestionado por la

entonces Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras, en nuestro país cualquier

particular no podía adquirir títulos valores, papeles comerciales u obligaciones en los mercados

primarios y secundarios, pues el artículo 75 de Ley de Mercado de Capitales, vigente para esa fecha

(G.O. 36.565 del 22 de octubre de 1998), disponía que para ello era necesaria una autorización

expedida por la Comisión Nacional de Valores.

Indica que en razón de lo anterior cuando un Banco que actuaba como fiduciario

consideraba beneficioso para el fideicomiso que administraba la adquisición de valores de los

mercados primario o secundario, podía solicitar los servicios de algún particular que sí estuviese

autorizado por la Comisión Nacional de Valores, como una Casa de Bolsa o una Sociedad de

Corretaje.

En apoyo de lo expuesto, argumentó que “ni en las vigentes para entonces Ley de Bancos,

ni en la Ley de Mercado de Capitales ni en la Ley de Fideicomiso, se encontraba alguna norma que

en forma expresa prohibiera a los Bancos e Instituciones Financieras, autorizados por la

SUDEBAN a actuar como fiduciarios, requerir los servicios de Casas de Bolsa o de Sociedades de

Corretaje para que éstas adquirieran valores a pagar con fondos de un fideicomiso a fin de

generar utilidades al beneficiario de dicho fondo, de modo que la única limitación que podría

existir en ese sentido era la inclusión de tal prohibición en el contrato de fideicomiso (prohibición

que no existía en el caso bajo análisis).”

Continúa alegando que “no por capricho ni por intención fraudulenta de BANCARIBE” el

contrato celebrado con una casa de bolsa o sociedad de corretaje para adquirir valores se denomina

“Contrato de Cuenta de Corretaje Bursátil o Contrato de Comisión”, y no es equiparable a un

contrato de compra venta, sino que en todo caso es una modalidad del contrato de mandato y se

regía por lo establecido en la Ley de Mercado de Capitales y en las Normas sobre las Actividades

de Intermediación de Corretaje y Bolsa, publicadas en G.O. N° 38.956 de 19 de junio de 2008, y

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cuya última reforma (para la fecha de interposición de la demanda) fue publicada en la Gaceta

Oficial N° 39.357 del 29 de enero de 2010.

Prosigue citando el artículo 8 de las referidas Normas y concluye con base en ese precepto

normativo, que no puede haber duda de que el Contrato de Cuenta de Corretaje Bursátil o de

Comisión es un mandato mercantil, por el cual se utiliza a un intermediario (habilitado para actuar

en el mercado bursátil) para la adquisición de ciertos bienes.

Arguye que tanto en el mercado primario como secundario, para la adquisición de títulos

valores es preciso que el inversionista acuda a un intermediario especializado y habilitado a tales

fines, y ello lo hace a través de la Orden de Bolsa o Contrato de Cuenta de Corretaje Bursátil, que

tiene naturaleza de un contrato de comisión, y es el equivalente mercantil al contrato de mandato sin

representación civil, mas no de un contrato de compra venta como erróneamente sostiene la

entonces Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras y el a quo.

Cita el artículo 396 del Código de Comercio conforme al cual “Las mercancías o efectos

recibidos o comprados por el comisionista por cuenta del comitente, pertenecen a éste y los que

expidiere viajan por cuenta y riesgo del comitente, salvo que hubiere convención en contrario” y

hace referencia también al artículo 376 eiusdem que define el contrato de comisión.

Indica que el comitente en todo caso deberá pagar la misma remuneración sea cual fuere el

comisionista elegido, por lo que no puede decirse que la elección de uno en particular pueda afectar

sus intereses, y en este caso los del fondo fiduciario.

Alega que el contrato de comisión por sus características supone un importante grado de

confianza del comitente en el comisionista, por lo que, a su decir, “no es posible entonces afirmar

que BANCARIBE infringió la prohibición contenida en el numeral 5 del artículo 53 de la Ley de

Bancos vigente para la fecha”.

Con base en lo expuesto concluye que “es inevitable considerar que la posición asumida

por la SUDEBAN y ratificada por la Corte Segunda, además de fundarse en un falso supuesto de

hecho, termina siendo contraria a los intereses del propio fideicomiso y de su titular, y arbitraria

respecto de BANCARIBE (pues se le impuso una sanción por realizar una contratación lícita), ya

que forzaría a las entidades financieras que actúen como fiduciarias a realizar la adquisición de

acciones, bonos o títulos valores (que, como se ha visto, necesitan de la intermediación de un

comisionista, de un mandatario mercantil, y que se lleva a cabo a través de condiciones comunes o

generalizadas) a través de empresas (Casas de Bolsa o Sociedades de Corretaje) con las cuales no

tiene mayor o ninguna relación, y con las que, por lo tanto, no tiene una práctica constante y la

confianza necesaria o suficiente que debe existir entre comitente y comisionista”.

2. Falso Supuesto de Derecho.

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Indica la parte apelante, que en el caso que se analiza no se verificaban los supuestos

previstos en el numeral 5 del artículo 416 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones

Financieras de 2008, pues el literal a), numeral 6 del artículo 2 de la Resolución N° 010.02

contentiva de la Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y

Cálculos de sus Provisiones, distingue entre personas jurídicas y naturales, por lo que no podía

aplicarse a las segundas las restricciones establecidas para las personas jurídicas relativas al monto

de sus ingresos anuales.

En apoyo de lo anterior aduce que del propio literal a) del numeral 6 del artículo 2 de la

Resolución sobre Microcréditos se desprende que las condiciones de número máximo de

trabajadores y de la generación máxima de ventas anuales para la consideración como

microempresario, se refiere exclusivamente a las personas jurídicas.

Alega que en un Estado de Derecho con división de poderes y principio de legalidad no es

posible que un tribunal pretenda modificar por vía judicial el contenido y ámbito de aplicación de

las normas establecidas por el Legislativo o el Ejecutivo como lo hizo la Corte Segunda de lo

Contencioso Administrativo.

En este sentido concluye que su representada en modo alguno transgredió lo previsto en el

literal a) del numeral 6 del artículo 2 de la Resolución sobre Microcréditos, al dispensar créditos a

los ciudadanos Nagnig Rich Makhlouta, Urko Javier Uzcanga de Anzola, Zeyad Aboaasi El Nimer

y John Jairo Álvarez La Verde, que actúan como microempresarios en nombre propio, no como

representantes o a través de personas jurídicas, por lo que no se le aplicaban las limitantes previstas

en las señaladas normas para las personas jurídicas.

IV

MOTIVACIONES PARA DECIDIR

Efectuada la lectura del expediente corresponde a esta Sala pronunciarse sobre el recurso de

apelación ejercido contra la sentencia Nº 2011-1277 dictada por la Corte Segunda de lo

Contencioso Administrativo el 10 de agosto de 2011, que declaró sin lugar el recurso de nulidad

ejercido por la sociedad mercantil Banco del Caribe C.A., Banco Universal, contra el acto

administrativo contenido en la Resolución Nº 102.10 de fecha 24 de febrero de 2010, emanada de la

Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras (actualmente Superintendencia de las

Instituciones del Sector Bancario), mediante la cual se impuso a la recurrente multa por la cantidad

de doscientos un mil bolívares (Bs. 201.000,00), con base en el artículo 416, numerales 4 y 5 de la

Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, por el incumplimiento del numeral 5 del

artículo 53 eiusdem, y del artículo 2 numeral 6 de la Resolución N° 010.02 del 24 de enero de 2002,

contentiva de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y

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Cálculos de sus Provisiones”, publicada en la Gaceta Oficial N° 5.577 Extraordinario del 30 de

enero de 2002.

Del escrito de fundamentación de la apelación, se extrae que la parte apelante fundamenta el

recurso interpuesto en dos alegatos, el primero de ellos referido a la existencia de un falso supuesto

de hecho por haber considerado la entonces Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones

Financieras y la Corte Segunda de lo Contencioso Administrativo, que el contrato verificado entre

la sociedad mercantil accionante y la Casa de Bolsa del Caribe, C.A. era una compra venta y no un

contrato de comisión, y el segundo, relativo a la existencia de un falso supuesto de derecho por

considerar la Administración y el a quo que las limitaciones establecidas en el literal a) del numeral

6 del artículo 2 de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de

Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones” eran aplicables también a las personas naturales.

De seguidas pasa esta Alzada a analizar los alegatos antes descritos en el mismo orden en

que fueron formulados.

1. Falso Supuesto de Hecho.

En el presente caso, como se indicó previamente se sancionó a la sociedad mercantil Banco

del Caribe, C.A., Banco Universal con base en los numerales 4 y 5 del artículo 416 de la Ley

General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, por el incumplimiento de la prohibición

establecida en el numeral 5 del artículo 53 del Decreto con Fuerza de Ley de Reforma de la Ley

General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, publicado en la Gaceta Oficial de la República

Bolivariana de Venezuela N° 5.555 Extraordinario del 13 de noviembre de 2001, reformada

mediante el Decreto con Rango y Fuerza de Ley de Reforma Parcial de la Ley General de Bancos y

Otras Instituciones Financieras publicado en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de

Venezuela N° 5.892 Extraordinario del 31 de julio de 2008, y por el incumplimiento de lo previsto

en el literal a) del numeral 6 del artículo 2 de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en

la Cartera de Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones”.

Cabe advertir que si bien para la fecha en que se emitió el acto por el cual originalmente se

sanciona a la recurrente, esto es, 18 de diciembre de 2009, se encontraba vigente la última de las

reformas antes aludidas a la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras, los hechos

que motivaron la imposición de la sanción recurrida se verificaron bajo la vigencia de la anterior

reforma de 2001, por lo que es importante señalar que el artículo 53 en el que se establecen las

limitaciones que tienen las instituciones autorizadas para actuar como fiduciarios con los fondos

recibidos en fideicomiso y los numerales 4 y 5 del artículo 416 que prevén los tipos normativos de

sanción que sirvieron de fundamento al acto recurrido, se reproducen en idénticos términos en

ambas reformas.

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Las referidas normas disponen lo siguiente:

“Artículo 53. Las instituciones autorizadas para actuar como fiduciario no podrán realizar las siguientes operaciones con los fondos recibidos en fideicomiso, o mediante otros encargos de confianza:

(…)

5. Participar en proyectos, créditos, o cualquier otra operación activa o pasiva que lleven a cabo instituciones que formen parte del mismo grupo financiero, o aquellas empresas relacionadas o promovidas por la institución autorizada para actuar como fiduciario, salvo que la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras lo autorice”.

“Artículo 416. Los bancos, entidades de ahorro y préstamo, otras instituciones financieras y casas de cambio, serán sancionados con multa desde el cero como una por ciento (0,1%) hasta el cero como cinco por ciento (0,5%) de su capital pagado cuando:

(…)

“4. Incumplan las obligaciones legales y contractuales en materia de inversión de los recursos del fideicomiso, mandatos, comisiones y otros encargos de confianza, previstas en el Título I de este Decreto Ley.

5. Infrinjan las limitaciones y prohibiciones previstas en este Decreto Ley, o con la normativa prudencial que dicte el Banco Central de Venezuela o la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras”.

Con relación al artículo 53 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras que regula las limitaciones de los bancos que actúan como fondos fiduciarios respecto a las inversiones que pueden realizar con los fideicomisos que tienen bajo su administración, esta Sala en su Sentencia Nº 1.517 del 21 de octubre de 2009, dejó sentado lo siguiente:

“En el caso de la figura del fideicomiso, la Ley establece una serie de prohibiciones como las apuntadas supra, con la finalidad de proteger los bienes del fidecomiso, estos además, constituyen un patrimonio separado distinto al del ente que funge como fiduciario, de aquí que los recurrentes aleguen que las operaciones suspendidas no son verdaderas compra ventas por tratarse de la misma persona jurídica, no obstante lo anterior, de la lectura de las disposiciones citadas anteriormente, claramente se colige que las actividades precisamente prohibidas por la ley son aquellas que involucran bienes del fiduciario, pues se prohíbe con los fondos del fideicomiso, adquirir o invertir en bienes del propio fiduciario o de empresas en las que éste tenga participación, ello con la finalidad de propender a la transparencia del manejo del patrimonio del fideicomiso y a la seguridad de los fondos de los beneficiarios de éstos.

De aquí que el a quo haya considerado, acertadamente, que la suspensión de las operaciones aludidas en el acto recurrido, se justificaba en lo previsto en los numerales 4 y 6 del artículo 53 supra transcrito.”

Conforme se ha establecido en el curso del procedimiento, la actuación sancionada por la entonces Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras fue la enajenación realizada

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por la Casa de Bolsa Banco del Caribe, C.A. a Banco del Caribe, C.A. Banco Universal de los títulos valores que se detallan a continuación, conforme la información que consta en la Resolución impugnada y que se transcribe a continuación:

“Instrumento Fecha de Compra

Valor Nominal Costo de adquisición

Bonos Quirografarios al

Portador CAF

20 de julio de 2006

Bs. 2.978.658.000,00 equivalentes a

Bs. 2.978.658,00

Bs. 3.000.000.911,00 equivalentes a

Bs. 3.000.000,91 Bonos

Quirografarios al Portador CAF

27 de julio de 2006

Bs.10.113.000.000,00 Equivalentes a

Bs.10.113.000,00

Bs.10.119.954.945,00 Equivalentes a

Bs.10.119.954,94 Papel Comercial al Portador de Venefco, S.A.

24 de enero de 2007

Bs.1.000.000.000,00 Equivalentes a

Bs. 1.000.000,00

Bs. 967.228.000,00 Equivalentes a Bs. 967.228,00

Obligaciones Quirografarias al

portador Industrias Unicon,

C.A.

31 de enero de 2007

Bs. 500.000.000,00 Equivalentes a Bs.500.000,00

Bs. 500.363.056,00 Equivalentes a Bs.500.363,06

Obligaciones Quirografarias al

portador Industrias Unicon,

C.A.

2 de febrero de 2007

Bs.1.000.000.000,00 Equivalentes a

Bs.1.000.000,00

Bs.1.001.452.222,00 Equivalentes a Bs. 1.001.452,22” (sic)

Sobre dichas transacciones sostiene la parte recurrente que las mismas fueron realizadas en ejecución de un contrato de comisión entre el Banco del Caribe, C.A., Banco Universal como fondo fiduciario y la sociedad mercantil Casa de Bolsa Banco del Caribe, sin que pueda entenderse, a su decir, que se trata de una compra venta entre dicha casa de bolsa y el fideicomiso administrado por el mencionado Banco.

Ahora bien, esta Sala ha indicado en anteriores oportunidades, con relación al vicio de falso supuesto y sus modalidades que: cuando la Administración, al dictar un acto administrativo, fundamenta su decisión en hechos inexistentes, falsos o no relacionados con el o los asuntos objeto de decisión, incurre en el vicio de falso supuesto de hecho. Ahora, cuando los hechos que dan origen a la decisión administrativa existen, se corresponden con lo acontecido y son verdaderos, pero la Administración al dictar el acto los subsume en una norma errónea o inexistente en el universo normativo para fundamentar su decisión, lo cual incide decisivamente en la esfera de los derechos subjetivos del administrado, se está en presencia de un falso supuesto de derecho, lo cual acarrearía la anulabilidad del acto. (Ver sentencia Nº 419 del 6 de abril de 2011).

La parte apelante aduce entonces, la existencia de un falso supuesto “de hecho”, pues a su decir, la actuación por ella realizada no se subsume en la prohibición contenida en el numeral 5 del artículo 53 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras aplicable al caso, por cuanto la sociedad mercantil Casa de Bolsa Banco del Caribe, C.A., no actuó como vendedor en las operaciones antes descritas, sino como comisionista.

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El Contrato de comisión se encuentra descrito en el artículo 376 del Código de Comercio, según el cual “Comisionista es el que ejerce actos de comercio en su propio nombre por cuenta de un comitente”.

A su vez, los artículos 124 y 126 del referido Código regulan lo relativo a la prueba de las obligaciones mercantiles y a la necesidad de escritura para los contratos que la ley exija tal formalidad, concretamente disponen los mencionados preceptos lo siguiente:

“Artículo 124.- Las obligaciones mercantiles y su liberación se prueban:

Con documentos públicos.

Con documentos privados.

Con los extractos de los libros de los corredores, firmados por las partes, en la forma prescrita por el artículo 73.

Con los libros de los corredores, según lo establecido en el artículo 72.

Con facturas aceptadas.

Con los libros mercantiles de las partes contratantes, según lo establecido en el artículo 38.

Con telegramas, de conformidad con lo preceptuado en el artículo 1.375 del Código Civil.

Con declaraciones de testigos.

Con cualquier otro medio de prueba admitido por la ley civil.

(…omissis…)

Artículo 126.- Cuando la ley mercantil requiere como necesidad de forma del contrato que conste por escrito, ninguna otra prueba de él es admisible, y a falta de escritura, el contrato no se tiene como celebrado.

Si la escritura no es referida como necesidad de forma, se observarán las disposiciones del Código Civil sobre la prueba de las obligaciones, a menos que en el presente Código se disponga otra cosa en el caso”.

No dispone el Código de Comercio que el contrato de comisión deba necesariamente constar por escrito, como se requiere para el contrato de sociedad de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 211 eiusdem, por lo que, conforme a las disposiciones antes citadas, la existencia de una comisión podría probarse en las formas previstas en el artículo 124 del referido código.

De la revisión de los expedientes judicial y administrativo, se advierte que las operaciones realizadas entre la sociedad mercantil Casa de Bolsa del Caribe, C.A. y el “Fideicomiso Banco del Caribe”, que motivaron la sanción que se recurre en el presente proceso, constan en los siguientes documentos:

1. Copia fotostática de “Auxiliar de las Compras entre los meses de Julio–Diciembre Enero-Marzo 2007” en cuyo encabezado se lee “Banco del Caribe, Banco Universal, V.P. de Fideicomiso y Gobierno, Gerencia de Cartera de Inversiones”, que consta a los folios 11 al 12 del expediente administrativo, y en el que se describe: fecha de compra, precio confirmación, valor nominal,

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costo de adquisición, Casa de Bolsa/Instituto Emisor, e Instrumento, respecto a las operaciones realizadas por el Fideicomiso del Banco del Caribe, C.A. Banco Universal, y la Casa de Bolsa del Caribe, C.A., que se describen en el cuadro incluido supra.

2. Copia fotostática de comunicación emitida por la Casa de Bolsa del Caribe, C.A. al Fideicomiso Banco del Caribe de fecha 20 de julio de 2006, en la que confirman una operación de venta de títulos denominados “Bonos Quirografarios al Portador CAF”, por la cantidad de Bs. 3.000.000.911,98 (Folio 16 del expediente administrativo).

3. Copia fotostática de comunicación emitida por la Casa de Bolsa del Caribe, C.A. al Fideicomiso Banco del Caribe de fecha 27 de julio de 2006, en la que confirman una operación de venta de títulos denominados “Bonos Quirografarios al Portador CAF”, por la cantidad de Bs.10.199.954.945,00 (Folio 19 del expediente administrativo).

4. Copia fotostática de comunicación emitida por la Casa de Bolsa del Caribe, C.A. al Fideicomiso Banco del Caribe de fecha 24 de enero de 2007, en la que confirman una operación de venta de títulos denominados “Papeles Comerciales al Portador de VENEFCO, SA”, por la cantidad de Bs.967.228.000,00 (Folio 23 del expediente administrativo).

5. Copia fotostática de comunicación emitida por la Casa de Bolsa del Caribe, C.A. al Fideicomiso Banco del Caribe de fecha 31 de enero de 2007, en la que confirman una operación de venta de títulos denominados “Obligaciones Quirografarias al portador de Industrias UNICON, CA”, por la cantidad de Bs.500.363.055,56 (Folio 27 del expediente administrativo).

6. Copia fotostática de comunicación emitida por la Casa de Bolsa del Caribe, C.A. al Fideicomiso Banco del Caribe de fecha 2 de febrero de 2007, en la que confirman una operación de venta de títulos denominados “Obligaciones Quirografarias al portador de Industrias UNICON, CA”, por la cantidad de Bs.1.001.452.222,25 (Folio 30 del expediente administrativo).

Los documentos mencionados cursan, como se indicó antes, en copia fotostática en el expediente administrativo; los mismos aun cuando no están firmados, tienen en su encabezado el logo que identifica a Banco del Caribe y fueron expresamente reconocidos por dicho Banco según se evidencia del escrito presentado por el abogado Giancarlo Selvaggio Belmonte, actuando en representación de la recurrente, que cursa en el expediente judicial a los folios 211 al 212 y en el que expresó textualmente lo siguiente:

“Téngase en cuenta que en fecha 18 de enero de 2011, es decir, antes de haberse dado inicio al lapso de promoción de pruebas en el presente causa, se dio entrada al expediente administrativo, tal como lo establece el supuesto mencionado en la jurisprudencia citada. Además, consta que en la presente causa feneció el lapso de promoción de pruebas, en fecha 23 de mayo de 2011, sin que esta representación hubiese impugnado de cualquier forma el contenido del expediente administrativo, esto por reconocer íntegramente su valor, teniendo en cuenta que dicho documentos fueron recabados de mi representada.”

Es decir, que las referidas copias fotostáticas fueron expresamente reconocidas por la parte recurrente, aceptando el valor probatorio de las mismas.

Así, visto que los indicados instrumentos, contenidos en el expediente administrativo, no fueron objeto de ninguna impugnación, siendo por el contrario, expresamente reconocidos por la parte recurrente, esta Sala les otorga valor probatorio de conformidad con lo previsto en el artículo 429 del Código de Procedimiento Civil.

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En los instrumentos antes indicados y en particular en los referidos en los puntos 2, 3, 4, 5 y 6 se relacionan las ventas de títulos valores que la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras consideró vulneraban la prohibición prevista en el numeral 5 del artículo 53 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras aplicable en razón del tiempo, indicándose en todos ellos que el comprador había sido el Fideicomiso Banco del Caribe y el vendedor la Casa de Bolsa del Caribe, C.A.

No consta en dichos documentos que el fideicomitente hubiera otorgado una comisión específica al fiduciario para la compra de títulos valores propiedad de este o de alguna de sus empresas relacionadas y que ello además hubiera sido autorizado por la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras; tampoco consta que la Bolsa del Caribe hubiera actuado efectivamente como intermediario comprando dichos títulos a un tercero, pues las únicas transacciones que se demuestran en las probanzas que se analizan y en el resto de los documentos que integran los expedientes administrativo y judicial, son las verificadas entre el Fideicomiso y la Casa de Bolsa del Caribe, C.A., a saber, la compra venta de diversos títulos valores realizada entre los mencionados operadores del sistema financiero.

En este sentido, resulta oportuno reiterar lo establecido por esta Sala en anteriores oportunidades (Ver sentencia N° 30 del 13 de enero de 2011), con relación a las prohibiciones contenidas en el artículo 53 de la Ley General de Bancos y Otras Instituciones Financieras de 2001, al indicar que dichas limitaciones tienen por finalidad proteger los bienes puestos en fideicomiso y propender a la transparencia en su manejo, evitando la concentración de riesgos en los bienes fideicomitidos y la utilización de los mismos en provecho de las instituciones bancarias que fungen como fiduciarios.

Es decir, que las actividades precisamente prohibidas por la ley son aquellas que involucran bienes del fiduciario, pues se proscribe con los fondos del fideicomiso, adquirir o invertir en bienes del propio fiduciario o de empresas en las que este tenga participación, ello con la finalidad de propender a la transparencia del manejo del patrimonio del fideicomiso y a la seguridad de los fondos de los beneficiarios de estos. (Ver sentencia N° 1517 del 21 de octubre de 2009).

De aquí que visto que la parte apelante incumplió sus deberes como fiduciario al realizar una operación prohibida por el artículo 53 eiusdem, esta Sala debe desestimar la denuncia bajo análisis. Así se decide

2. Falso Supuesto de Derecho.

Alega la parte apelante la existencia de un falso supuesto de derecho por considerar la Administración y el a quo que las limitaciones establecidas en el literal a) del numeral 6 del artículo 2 de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones”, eran aplicables también a las personas naturales.

Por cuanto a su decir, el tope de nueve mil unidades tributarias (9.000 U.T.) establecido para el monto de los ingresos de los microempresarios beneficiarios de microcréditos, es aplicable sólo a las personas jurídicas y no a las personas naturales.

Mediante Resolución N° 010-02 de fecha 24 de enero de 2002, publicada en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 5.577 Extraordinario de fecha 30 de enero de 2002, la Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras, dictó las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones”, con el objeto de regular“las políticas, sistemas y controles con que deben contar las instituciones

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financieras que otorguen créditos a los microempresarios, destinados a identificar, medir, controlar y dar seguimiento a los riesgos asociados a los microcréditos, así como, la determinación del riesgo y el monto de las provisiones” (Artículo 1).

El numeral 6 del artículo 2 de las aludidas normas dispone lo siguiente:

“Artículo 2: A los fines de la aplicación de las presentes Normas, se establecen las siguientes definiciones y criterios: (…)

6. Se acogen las siguientes definiciones establecidas en el Decreto con Fuerza de Ley de Creación, Estímulo, Promoción y Desarrollo del Sistema Microfinanciero, publicado en Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 37.164 de fecha 22 de marzo de 2001:

a) Microempresario: Persona natural o jurídica que bajo cualquier forma de organización o gestión productiva, desarrolle o tenga iniciativas para realizar actividades de comercialización, prestación de servicios, transformación y producción industrial, agrícola o artesanal de bienes. En el caso de persona jurídica, deberá contar con un número total no mayor de diez (10) trabajadores y trabajadoras o generar ventas anuales hasta por la cantidad de nueve mil Unidades Tributarias (9.000 U.T.).

b) Microcrédito: Crédito concedido a los usuarios del sistema microfinanciero destinado a financiar actividades de producción, comercialización o servicios, cuya fuente principal de pago lo constituya el producto de los ingresos generados por dichas actividades”.

Conforme se evidencia de los expedientes judicial y administrativo, la sanción impuesta a la recurrente también tuvo como fundamento el incumplimiento de lo establecido en la normativa antes citada, al considerar la entonces Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras que el Banco del Caribe, C.A. Banco Universal, había otorgado microcréditos a personas naturales que obtenían ingresos superiores a nueve mil unidades tributarias (9.000 U.T.).

Planteada en los términos expuestos la denuncia de falso supuesto de derecho, corresponde a esta Sala interpretar el literal a) del numeral 6 del artículo 2 de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones”, a los fines de establecer si la limitación prevista en dicha norma respecto a la magnitud de los ingresos de los microempresarios, abarca a las personas naturales o solo es aplicable a las personas jurídicas.

En este orden es pertinente destacar que esta Sala en anteriores oportunidades ha establecido jurisprudencialmente algunos lineamientos para la interpretación de las normas jurídicas. Así, en la sentencia N° 895 del 30 de julio de 2008, dejó sentado lo siguiente:

“A los fines de dar respuesta a la duda planteada por la parte solicitante, estima la Sala necesario realizar las siguientes consideraciones:

La interpretación o hermenéutica en su aspecto general significa actividad de mediación en los mensajes; es decir, hablar de interpretación es referirle a la labor de atribuirle sentido y significación a los mensajes emitidos. Conforme a la conocida tradición romana, interpretar es desentrañar los mensajes, las cosas y la existencia.

En la doctrina se considera tres grandes aspectos o funciones de la interpretación: una primera de mero conocimiento, de mera comprensión, lo

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que se ha llamado interpretación meramente recognocitiva, que es simplemente entender o comprender lo que se trata de interpretar; una segunda denominada función reproductiva o representativa de la interpretación; y por último, la conocida interpretación normativa, esto es, cuando se trata de darle a la interpretación una función de criterios para tomar decisiones o pautas para juzgar conductas, lo cual nos ubica en la denominada interpretación o hermenéutica jurídica.

En la interpretación que se realiza en nuestro campo jurídico, tiene una extraordinaria importancia el tema de qué es lo que se interpreta, es decir: el denominado objeto de la interpretación; así tenemos que, en principio, pareciera que sólo se interpretan son las leyes (se incluyen aquí la Constitución y demás leyes del ordenamiento jurídico); de esta forma, si observamos la doctrina podemos encontrar que ella, fundamentalmente, centra su atención en el problema de los textos normativos; pero si vemos al derecho desde una óptica más amplia podemos descubrir que también se interpretan los contratos, los testamentos, los hechos, el material probatorio, las conductas, y otras cuestiones de relevancia jurídica. Esto permite afirmar que no solamente se interpretan textos legales, proposiciones jurídicas o enunciados normativos.

Por otra parte, el objeto interpretado juega un papel importante, así no es lo mismo interpretar la Constitución que interpretar un testamento, será muy diferente interpretar un contrato que interpretar un reglamento; todo ello atendiendo al carácter mismo del texto normativo.

De esta forma, el objeto interpretado exige, en cada caso, algunas pautas o reglas diferentes de acuerdo a sus características especiales. Si lo que se está interpretando es un contrato, por ejemplo, el principio de cómo las partes lo entienden y cumplen sus obligaciones tiene vital importancia, porque esa práctica de cómo ellos han venido dándole aplicación tiene en la realidad del contrato especial interés. Pero si lo que se está tratando de interpretar es una norma tributaria, por ejemplo, cómo es que los contribuyentes entienden que debían que hacer las retenciones, el problema de la práctica que ellos tengan es de poca relevancia, ya que los intereses que se protegen son distintos a los predominantes cuando hacemos referencia al contrato.

Cuando se interpretan textos jurídicos, usualmente, ellos son susceptibles de generar diversas soluciones, la elección de una de ellas como propuesta implica el darle al texto el carácter de norma, la cual se aplicará para resolver el caso; en otras palabras, si el texto permite u ofrece varias respuestas y diversas maneras de ser comprendido y varios sentidos que puedan atribuírsele, cada uno de esos sentidos es una norma diferente; de ahí se escoge una para la solución del caso. Dentro de esta interesante visión cabe destacar que las normas no se interpretan, sino que ellas son los resultados de la labor interpretativa.

Como corolario de lo expuesto tenemos: si el texto permite varias interpretaciones, dentro de éste se encuentran contenidas varias normas; esto es, si ofrece dudas y da aparente solución a un problema, pero permite inferir dos o más interpretaciones diferentes, esto significa que dentro de ese texto hay dos o más normas expresadas. Muy vinculado con esta cuestión encontramos un antiguo y conocido aforismo: in claris no fit interpretatio, es

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decir, lo que está claro no necesita interpretación, cuando la ley es clara no se interpreta o la ley clara se aplica sin interpretar.

Sin embargo, ahora la doctrina sostiene que todo texto requiere ser interpretado; así, una cosa es que el sentido del texto resulte de fácil comprensión y no requiera mayor esfuerzo hermenéutico, y otra es que no se interprete; en este sentido, la interpretación siempre se va a dar; es ella la que nos permitirá que el texto en cuestión es claro. Por ello se debe ser muy cuidadoso en el empleo de tal aforismo, ya que pudiera ser un caso de petición de principio. Esta necesaria precaución en su uso, no le quita su importante efecto persuasivo en la argumentación jurídica.

En este orden de ideas y en cuanto al objeto de la interpretación, tenemos que más allá de interpretar textos, los Jueces debemos interpretar el Derecho, partiendo de una concepción amplia del mismo; así debe comprenderse que el Derecho no es solamente la legislación en general, sino que tiene dos necesarios componentes más: la realidad social a la que la legislación se va a aplicar y los valores que el Derecho pretende realizar. Es la unidad de estos tres componentes la que nos da la mejor idea del Derecho. Entonces el Derecho no se queda sólo en los textos, el Derecho los trasciende y el sentido que se les atribuye viene dado por la comprensión de la realidad a la que el texto se va a aplicar; además se debe preguntar cuál es la finalidad que se persigue con el texto, es decir, cuáles son los valores que están detrás del texto, lo que sin duda ayuda a hacer la mejor elección de cuál de las interpretaciones posibles es la indicada para la solución del problema jurídico a resolver.

Lo anterior genera la importante cuestión de, qué es lo que se debe, necesariamente, tener en cuenta para la labor interpretativa sea completa. En la doctrina hermenéutica clásica se ha sostenido que todo intérprete en la realización de cualquier labor hermenéutica debe tener en cuenta, al menos, cuatro elementos básicos, ellos son: el elemento literal, gramatical o filológico, que es el punto de partida de toda interpretación, se parte de lo que el texto dice, es lo que está recogido en el artículo 4 de nuestro Código Civil; el elemento lógico, racional o razonable; el elemento histórico, en este sentido se comprende que el texto se inserta dentro de una realidad, que tiene unos orígenes, y que ha pasado por una evolución, una forma de comprensión, y esa manera de entenderse a lo largo del transcurrir histórico tiene importancia para poder ahora atribuirle un sentido, y por último, el elemento sistemático o de comprensión integral del derecho como sistema de regulación de la vida social.

Se ha afirmado, que en toda interpretación se deben tener los cuatro elementos referidos; expresamente se ha señalado que no son cuatro clases de interpretación entre las cuales puede escogerse según el gusto o el capricho, sino cuatro operaciones distintas cuya reunión es indispensable para interpretar la ley, por más que algunos de estos elementos pueda tener más importancia y hacerse más de notar.

Así se colige, que en la labor interpretativa no podemos quedarnos sólo con el elemento literal, gramatical o filológico.

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Por último, debe destacarse que a estos cuatro elementos la doctrina le ha añadido otros que se consideran relevantes, tales como: elemento teleológico, es decir, entender que la ley se dicta para lograr finalidades sociales dentro de la organización estadal; y el elemento sociológico o de la realidad, el cual ayuda a entender el texto a partir de la comprensión de la realidad social, económica, política y cultural donde el texto se va a aplicar.” (Resaltado de la Sala)

Ahora bien siguiendo las anteriores premisas, tenemos que a los efectos de establecer la interpretación de un precepto normativo no debe el sentenciador limitarse al elemento literal, gramatical o filológico, sino que resulta necesario complementar dicho elemento con los restantes apuntados en el precedente jurisprudencial arriba transcrito, esto es: elemento lógico racional o razonable; elemento histórico, y elemento sistemático, pudiendo agregarse los elementos teleológico y sociológico como criterios válidos para establecer el verdadero alcance de la norma que se trate.

Al analizar el contexto en que se enmarca la norma cuya interpretación es necesaria, se observa que el numeral 6 del artículo 2 de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones”, reproduce la definición de “microempresario” contenida en el artículo 2 del Decreto con Fuerza de Ley de Creación, Estímulo, Promoción y Desarrollo del Sistema Microfinanciero (Decreto N° 1.250 del 14 de marzo de 2001 publicado en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 37.164 del 22 de marzo de 2001).

En estos preceptos se establecen varias definiciones, a los fines de facilitar la compresión y aplicación de las disposiciones atinentes al sistema microfinanciero, así con relación a los microempresarios, en ambas normas se prevé que serán todas aquellas personas naturales o jurídicas que bajo cualquier forma de organización o gestión productiva, desarrollen o tengan iniciativas para realizar actividades de comercialización, prestación de servicios, transformación y producción industrial, agrícola o artesanal de bienes.

Asimismo, de la lectura de los considerandos que justifican la emisión de la resolución contentiva de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones”, se extrae “que la cartera de microcréditos está conformada por montos relativamente bajos, los cuales pueden incrementarse en proporción al cumplimiento de los pagos que se realicen sobre éstos; otorgados a plazos muy cortos y con amortizaciones frecuentes previstas en función de los flujos operativos de los deudores; en virtud de involucrar prestatarios dedicados al desarrollo de actividades informales de la economía”.

En similar sentido se indica en dichos considerandos que “los servicios financieros ofrecidos al sector microfinanciero implican el otorgamiento de créditos a microempresarios con capacidad de pago y sentido emprendedor, quienes no tienen acceso a los mecanismos de financiamiento de la banca tradicional, en virtud de no contar con un patrimonio consolidado ni con garantías reales que respalden sus obligaciones”, de lo cual se infiere claramente que la intención del legislador, en efecto, es establecer políticas de incentivo para pequeños empresarios cuyos ingresos no sean demasiado elevados.

De lo anterior se colige que la norma bajo análisis es dictada en el marco de una política de Estado para el estímulo y desarrollo de la economía popular y alternativa, con el objeto de definir las personas que califican como microempresarios y que, por ende, son susceptibles de ser beneficiados con los microcréditos que se otorgan para la promoción y fomento del sistema microfinanciero.

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Así atendiendo a los criterios expresados, considera esta Alzada que la finalidad del literal a) del numeral 6 del artículo 2 “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones”, es evidentemente establecer una restricción a los ingresos que pueden devengar los beneficiarios de los microcréditos, asegurando así que el incentivo que se procura con este tipo de financiamiento sea efectivamente otorgado a quienes en verdad lo necesitan y no a personas que pueden fácilmente acceder a otro tipo de préstamos, por lo que no resulta lógico suponer que las personas naturales se encuentran exentas del límite establecido en el referido literal.

En este sentido, aun cuando la redacción de la norma bajo análisis pareciera aludir exclusivamente a las personas jurídicas, resulta evidente que el límite establecido en la misma, no puede ser superado por las personas naturales que pretendan beneficiarse de microcréditos pues ello desnaturalizaría este tipo de financiamiento.

Con base en lo anterior, la Sala atendiendo al contexto político, social y normativo en el que se enmarca la restricción contenida en el literal a) del numeral 6 del artículo 2 de las “Normas Relativas a la Clasificación del Riesgo en la Cartera de Microcréditos y Cálculo de sus Provisiones”, así como a la finalidad perseguida por dicho precepto, estima que en el presente caso la entonces Superintendencia de Bancos y Otras Instituciones Financieras, aplicó correctamente la normativa que regula el sistema microfinanciero, al considerar que está prohibido para las instituciones bancarias otorgar microcréditos a personas naturales cuyos ingresos superen las nueve mil Unidades Tributarias (9.000 U.T.) anuales, por lo que no se configura en el presente caso el falso supuesto de derecho denunciado por la parte apelante. Así se decide.

Desestimados como han sido las denuncias de falso supuesto realizadas por la parte recurrente, esta Sala declara sin lugar la apelación y confirma el fallo apelado. Así se decide.

V

DECISIÓN

Por lo expuesto, esta Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia,

administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley, declara SIN

LUGAR la apelación formulada el 21 de septiembre de 2011, por el abogado Giancarlo Selvaggio

Belmonte, actuando en representación de la sociedad mercantil BANCO DEL CARIBE, C.A.

BANCO UNIVERSAL, contra la sentencia Nº 2011-1277 dictada el 10 de agosto de 2011 por la

Corte Segunda de lo Contencioso Administrativo, que declaró sin lugar el recurso interpuesto contra

la Resolución Nº 102.10 de fecha 24 de febrero de 2010, emanada de la SUPERINTENDENCIA

DE BANCOS Y OTRAS INSTITUCIONES FINANCIERAS (actualmente Superintendencia de

las Instituciones del Sector Bancario), mediante la cual se declaró sin lugar el recurso de

reconsideración intentado contra la Resolución N° 738.09 de fecha 18 de diciembre de 2009, por la

que se impuso a la recurrente multa por la cantidad de doscientos un mil bolívares (Bs. 201.000,00).

En consecuencia, se CONFIRMA en los términos expuestos la sentencia apelada y

queda FIRME el acto impugnado.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Devuélvase el expediente administrativo y judicial al tribunal de origen. Cúmplase lo ordenado.

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Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los veintitrés (23) días del mes de mayo del año dos mil doce (2012). Años 202º de la Independencia y 153º de la Federación. La Presidenta

EVELYN MARRERO ORTÍZ La Vicepresidenta

YOLANDA JAIMES GUERRERO El Magistrado EMIRO GARCÍA ROSAS

Las Magistradas,

TRINA OMAIRA ZURITA MÓNICA G. MISTICCHIO TORTORELLA Ponente

La Secretaria,

SOFÍA YAMILE GUZMÁN

En veintitrés (23) de mayo del año dos mil doce, se publicó y registró la anterior sentencia bajo el Nº 00555, la cual no está firmada por el Magistrado Emiro García Rosas, por motivos justificados.

La Secretaria,

SOFÍA YAMILE GUZMÁN