monografía historia hybris

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ÍNDICE INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………....2 ILÍADA…………………………………………………………………………………......4 ODISEA………………………………………………………………………………….....6 ENEIDA…………………………………………………………………………………….7 CONCLUSIONES………………………………………………………………………....8 BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………….10 1

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Page 1: Monografía Historia Hybris

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………....2

ILÍADA…………………………………………………………………………………......4

ODISEA………………………………………………………………………………….....6

ENEIDA…………………………………………………………………………………….7

CONCLUSIONES………………………………………………………………………....8

BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………….10

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Page 2: Monografía Historia Hybris

INTRODUCCIÓN

La hybris o hibris es un concepto griego que puede traducirse como «desmesura».

Se la identificaba con la falta de control sobre los propios impulsos, o también con

sentimientos violentos estimulados por las pasiones descontroladas.

Se la consideraba una enfermedad creada por Ate, diosa de la fatalidad o de la

ofuscación, que era la personificación de las acciones irreflexivas y sus consecuencias. En

la Ilíada, Homero dice que Ate es la hija mayor de Zeus, y que encolerizado por las

intrigas, la arrojó a la tierra prohibiéndole volver al Olimpo y que desde entonces vaga por

el mundo, provocando el caos entre los mortales, pisando las cabezas de los hombres en vez

de la tierra. Fénix le dice a Aquiles que Ate “…es robusta, de pies ligeros y por lo mismo

se adelanta, y recorriendo la tierra, ofende a los hombres”, por eso le aconseja entregarle

ofrendas para alejarla.

Hybris significa “ruina” e “insensatez”, haciendo clara referencia a los errores

cometidos por quienes la sufren, sean mortales o dioses.

Son muchos los casos, en la literatura clásica griega, en los que la hybris o exceso

de orgullo los llevaban a la perdición e incluso a la muerte.

Aunque no podemos hablar de pecado, tal como hoy lo entendemos, la hybris ocupa

el lugar de una falta capital para esta civilización. Sin embargo, se la justifica como un

destino ineludible cuando la fortuna no se corresponde con lo que cada uno espera en su

relación con los dioses y los hombres. La desmesura es no aceptar ese destino asignado.

Liberada la hybris aparece su castigo: Némesis, diosa de la justicia aunque a veces

tome forma de venganza. Por ser una deidad primordial no está sometida a los dictámenes

de los dioses olímpicos y castiga sobre todo a la desmesura. Sus correctivos dejan en claro

que los hombres por su propia condición, jamás alcanzarán una felicidad completa, ni

deben trastocar con sus actos, ya sean buenos o malos, el equilibrio universal. Este castigo

divino tiene como efecto devolver al individuo dentro de los límites que cruzó.

La hybris es un tema común en la mitología y en las tragedias griegas cuyas

historias incluían a menudo a protagonistas que la sufrían y terminaban por ella castigados

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por los dioses. En la Teogonía de Hesíodo, las distintas razas de hombres (de bronce, de

hierro, etcétera) que se suceden unas tras otras se condenaron a sí mismas por su hybris.

La mitología griega también habla de una diosa llamada Hybris, personificación de

la insolencia y falta de moderación del instinto. Pasaba la mayor parte del tiempo entre los

mortales. Hija de la oscuridad y la sombra (Erebo) y de la Noche (Nix), fue la madre de

Coros, el demonio del desdén.

Para Heráclito, es el anuncio de una falta hacia el Nous (la mente), cuando la mente

traspasa sus límites haciendo el mal, las Erinias, la atormentan con persecuciones

incansables hasta volverla loca. En un sentido amplio, la Erinias representan la rectitud de

las cosas dentro del orden establecido, protectoras del cosmos frente al caos. Son asistentes

de la Diké, enemiga de todas las falsedades, y protectora de la sabia administración de

justicia, quien siempre la descubrirá. Para Heráclito, la hybris es un fluir de opuestos

necesarios en esta vida.

La definición de la hybris y su concepto de falta determinan la moral griega como

una moral de la mesura, de la moderación y de la sobriedad. El hombre debe ser consciente

de su lugar en el universo, en la sociedad y sobre todo de su finitud ante los dioses

inmortales.

En el derecho griego, la hybris se refiere con frecuencia al abuso ciego de los

poderosos hacia el más débil. En el arte era el trágico error (hamartía) cometido por los

personajes de los dramas griegos.

En este trabajo vamos a considerar los actos de desmesura tratados en los textos

homéricos Ilíada y Odisea, en la obra de Virgilio, Eneida.

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ILÍADA

Los primeros versos de Ilíada nos anuncia el tema a tratar en estos cantos: “La

cólera canta, oh musa, del Pelida Aquiles, maldita; que causó a los aqueos incontables

dolores, precipitó al Hades muchas valientes vidas de héroes y a ellos mismos los hizo

presa para los perros y para todas las aves - y así se cumplía el plan de Zeus - desde que

por primera vez se separaron tras haber reñido el Atrida, soberano de hombres, y Aquiles,

de la casta de Zeus.”

Aunque la cólera que experimenta Aquiles no es humana, que hasta los dioses lo

justifican, a veces vacilante y otras veces absoluta, su desmesura tiñe el relato.

En el comienzo del poema se presenta la hybris en Aquiles por la posesión de

Briseida, porque éste es obligado a cederla al rey Agamenón, y por lo cual decide retirarse

del campo de batalla donde los griegos serán víctimas de diversos desastres. Aunque en

cierto modo, también es hybris la falta de Agamenón que abusando de su poder despoja a

Aquiles de la parte del botín que le correspondía en justicia, y que origina, con su afrenta, la

cólera de éste.

La batalla se extiende en el tiempo. La ofensiva troyana avanza y las esperanzas

griegas se reducen a que Aquiles retorne a la lucha. Sin embargo, el héroe griego se

mantiene tenazmente negado a participar, a pesar de las súplicas de sus aliados.

El apremiante peligro de la derrota de los griegos induce a Patroclo, el gran amigo

de Aquiles, a tomar parte en batalla. Decide vestirse con la armadura de Aquiles y ponerse

al mando de los mirmídones. Durante la lucha, Patroclo es herido por Euforbo y muerto por

Héctor que toma la armadura de Aquiles y ordena la retirada del combate, evitando

combatir contra Áyax por el cuerpo de Patroclo. Aquiles al enterarse de la muerte de su

amigo, clama venganza llevándolo a reconciliarse con Agamenón donde depone su ira pero

la desata contra Héctor y su pueblo.

Quizás por el dolor de la pérdida, nuevamente, nos encontramos con actos de

desmesura de su parte. En su regreso al campo de batalla Aquiles inicia un furioso ataque

en el cual lucha contra Eneas, que es salvado por Poseidón. Mata a Polidoro, hijo de Príamo

y se enfrenta con Héctor, pero aunque Atenea lo ayuda, Apolo aleja a Héctor del combate.

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Polidamante, amigo y lugarteniente de Héctor le aconseja volver a la ciudad para

protegerse de la ira y la ofensiva de Aquiles, pero Héctor ignora el consejo y ordena

mantenerse en el campamento, decidido a enfrentársele.

En el canto XXI, Aquiles entra al río Escamandro matando a todos a su paso, entre

otros, a Licaón, hijo de Príamo y a Asteropeo, que consigue herirlo levemente. El dios-río

le pide que no lo llene de sangre, pero Aquiles no le hace caso. Es entonces que

Escamandro enojado llama al río Simois para poder rodear a Aquiles con sus aguas y

ahogarlo. Pero el Pelida es salvado por Hefesto quien le echó fuego a todo, a pedido de

Palas Atenea.

Finalmente, las fuerzas troyanas se refugian en la ciudad salvo Héctor que queda

fuera con ánimo de pelear contra Aquiles. Una vez frente a frente, huye y es perseguido por

él. Atenea engaña a Héctor haciéndole creer que tiene a su lado a su hermano Deífobo y se

enfrenta por fin cara a cara con Aquiles, quien lo mata, clavándole la lanza en la base del

cuello, el único lugar desprotegido por su armadura. Aunque Héctor le había pedido a

Aquiles que se honrara el cadáver del perdedor, el griego rechaza cualquier trato y, atado

por los tobillos a su carro lo arrastra durante varios días, incluso alrededor de la ciudad. El

cuerpo permanece expuesto al sol y los animales, pero Apolo lo protege y lo conserva. El

padre de Héctor, el rey Príamo, con la ayuda de Hermes se aventura hasta la tienda de

Aquiles y le suplica que se lo devuelva. La actitud del anciano y su dolor apiadan y calman

la ira del Pelida que a cambio de un rescate, entrega el cadáver de Héctor a su padre.

Según Heródoto la hybris siempre genera un castigo y para Aquiles la pérdida de

Patroclo fue sin duda su peor castigo.

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ODISEA

Una vez capturados Odiseo y sus compañeros por Polifemo, al verlo devorar a

algunos de ellos, el héroe trama un ardid para escapar. Espera y le ofrece vino, cuando los

vapores de la bebida envolvieron la mente del cíclope es atacado por el grupo que

aprovecha para salir de la cueva. Ulises, ya afuera, le dice que su nombre es “nadie”.

Tal astucia hace que después de la agresión, Polifemo responda: "nadie", a la tribu

que preguntaba el nombre de quién lo estaba hiriendo, por este ardid los responsables

pueden escapar. Pero este simple juego de palabras demuestra que Odiseo, aquí cae víctima

de la hybris ya que no se limita a defenderse de Polifemo, sino que le revela su verdadero

nombre y origen evidenciando la desmesura de su soberbia.

En el Canto XXI, Odiseo se despoja de sus andrajos y le dispara una flecha a

Antínoo que cae muerto. Descubre su identidad a los pretendientes de Penélope y

Eurímaco, dándole razón a su enojo le pide que les perdone la vida y le ofrece que cada uno

de ellos le pagará con bueyes, bronce y oro para resarcir lo que en todos esos años habían

devorado. Odiseo lo desoye y lo mata. Telémaco busca las armas y se desata la batalla.

También Melantio arma a doce pretendientes, pero cuando va por más, es capturado por

Eumeo y Filetio quienes lo castigan. Todos son asesinados, excepto Femio, el aedo, y

Medonte, el heraldo. Luego Odiseo le pide a Euriclea que le señale cuáles de las mujeres

fueron traidoras y las hace limpiar y llevarse los cadáveres. Doce fueron ahorcadas y

Melantio fue torturado hasta morir. Luego de la masacre, Odiseo ya calmado purifica la

casa con azufre.

En el enfrentamiento final, Atenea ordena a todos detenerse, pero Odiseo se obstina

y está listo para abalanzarse sobre el enemigo que escapa. Un rayo de Zeus lo hace

detenerse y Atenea le ordena que deponga su actitud para que Zeus no se encolerice con él,

quizás sea esta actitud la que provoca un final feliz.

Pareciera que Ulises sufrió los castigos de la hybris antes que ésta, con todas las

peripecias de su regreso, ya que la desmesura de su “justicia” no tiene un escarmiento

posterior, sino que vive tranquilo de regreso en su hogar.

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ENEIDA

En la segunda mitad de Eneida, Virgilio describe a Turno con una ambigüedad

moral en la que se descubre un carácter cruel. Turno corta las cabezas de sus enemigos

muertos y las cuelga de su carro chorreando sangre (esta acción recuerda la manía de Caco,

el monstruo del libro VIII, que solía clavar las cabezas chorreantes en los postes). La

debilidad de Turno en el final del libro XII no es suficiente para olvidar que su actitud

siempre fue la de un criminal más que la de un gobernante justo.

Se diferencia de Eneas, porque Turno no sólo induce a la ruptura del pacto sagrado,

sino que se alegra por ella. Tres veces Turno rompe un acuerdo de paz y por este crimen,

Virgilio le asignará un lugar en el Tártaro. En la escena final este hecho está presente en el

lector y su muerte resulta razonable ante su mal obrar.

Finalizando el relato la lucha se vuelve más encarnizada. Corre la sangre sobre el

campo de batalla; muchos valientes guerreros caen en los dos bandos, entre ellos Camila, la

intrépida amazona. Entonces, Eneas y Turno deciden confiar el resultado del combate a sus

propias armas, lo cual acepta el anciano rey. Se baten en duelo y Eneas resulta vencedor. A

punto de perdonar la vida del herido, advierte que éste lleva el escudo de su amigo Palante,

que Turno le había arrebatado; impulsado por la ira, hunde su espada en el pecho del héroe

enemigo. Como lo establecía el pacto previo, desposará a Lavinia y fundará una nueva

ciudad.

A Eneas se le otorga el derecho de desahogar su ira. La escena final de la obra

marca un punto crucial en la crítica sobre la conducta piadosa del héroe, al rechazar el

pedido de clemencia de Turno y matarlo.

Para los romanos y griegos contemporáneos, la imagen de un Eneas vengador, que

movido por la ira impone un castigo proporcional al crimen, habría sido rechazado sin la

emoción violenta. Al igual que la Eneida, la escena final no está arraigada en una ideología

abstracta, sino en la vida real, en la práctica y las costumbres reales.

Este implacable final ha provocado rotunda condena o, en todo caso, una gran

moralización, poniendo énfasis en la supuesta irracionalidad de la conducta de Eneas,

cuestionándolo como un héroe piadoso.

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CONCLUSIONES

En la hybris de Aquiles, Homero relata acerca del placer de la ira orientada a la

venganza (Ilíada 18. 109-110), una de las diferencias con la ira de Eneas es justamente la

ausencia de esa connotación de placer, no así la de Turno. En un sentido aristotélico, Eneas,

es un ejemplo del hombre moralmente perfecto.

Virgilio formula la escena final de su obra con un recordatorio de la estructura

temática de la cólera de Aquiles. Cólera que se centra en el conflicto entre la integridad

personal del héroe y su obligación con el grupo. Esta perspectiva se relaciona con que la ira

de Aquiles lo excluye de la estructura cultural, por consiguiente, el lugar del héroe está

fuera de la sociedad.

En la Odisea, la enemistad divina, más precisamente la ira de los dioses contra

Odiseo se enfrenta con su resistencia pasiva. Odiseo no está interesado por la mortalidad,

como Aquiles, sino por la terrible inestabilidad de la fortuna que la ira de los dioses le

depara (la ira de Poseidón que lo hace naufragar, y los caprichos divinos que pueden

llevarlo a toda miseria y sufrimiento).

Finalmente, hay un deliberado contraste entre el final de la Eneida y el de la Odisea.

De nuevo, la ira desempeña un papel importante. En el final mismo de la Odisea, Ulises y

sus hombres atacan a los familiares de los pretendientes con marcial ferocidad de modo

similar que la ira es parte de la batalla final de la Eneida. Pero, La Eneida, en cambio, no

tiene un final feliz. Júpiter sanciona la ira, como corresponde a la ética del mundo de la

Eneida, que se centra en la justicia divina y no meramente en la supervivencia por la

astucia humana.

La hybris acción contraria a derecho, perjudicará siempre a alguien, en oposición a

themis, que es la autoridad del derecho y a diké que es el cumplimiento de la justicia.

La hybris es una maldición. La peor ofensa para los dioses es que el hombre aspire a

lo más alto y no piense humanamente, por lo tanto, la idea de hybris concebida como un

concepto concreto opuesto a la diké y limitada a la esfera terrestre del derecho, se extiende

también, a la esfera religiosa.

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Para Hesíodo la causa de la creciente desventura de los hombres es el progreso de la

hybris y la irreflexión, la desaparición del temor de los dioses, la guerra, la violencia, el

predominio del derecho del más fuerte.

La poética griega clásica tomó este concepto como fundamental y lo presentó bajo

sus distintas expresiones: orgullo, altanería, insolencia, soberbia, impetuosidad, inquietud,

arrebato, ultraje, violencia, desenfreno, daño, empecinamiento, etc. con toda la belleza de

su arte en un intento de llamar la atención hacia la virtud y la mesura.

 

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BIBLIOGRAFÍA

Homero, “ILÍADA”, Editorial Gredos S.A., Madrid 2006.

Homero, “ODISEA”, Editorial Gredos S.A., Madrid 2000.

Virgilio, “ENEIDA”, Editorial del Nuevo Extremo, Buenos Aires 2008.

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