nociones de aristóteles
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NOCIONES de ARISTÓTELES
1. Lo necesario y la ciencia
Existen, según el Estagirita, dos partes en el alma racional o intelectiva:
una con la que percibimos las clases de entes cuyos principios no pueden ser
de otra manera (necesarios), y otra con la que percibimos los contingentes. A la
primera de esas partes racionales la llama “científica”, y a la segunda,
“razonadora”, porque se encarga de deliberar acerca de lo contingente.
Los “seres contingentes” son aquellos que pueden ser de otra manera.
Son seres contingentes todos aquellos que son susceptibles de ser producidos
por el ser humano, así como las acciones que realiza el ser humano, que ha de
decidir en todo momento qué hacer, cómo comportarse; siendo esta pregunta
el contenido de los llamados “saberes prácticos”, esto es, la Ética y la Política,
que se mueven en el ámbito de la experiencia.
Los “seres necesarios”, por oposición a los anteriores, son aquellos
que no pueden ser de otra manera distinta de la que son, no pueden no existir,
y son objeto de las llamadas “ciencias primeras” o teoréticas. Sólo podemos
tener conocimiento (por oposición a la opinión) de las cosas que no pueden ser
de otra manera, porque si lo fuesen, estarían fuera de nuestra observación y se
nos escaparía si existen o no. Así pues, lo que es objeto de ciencia es
necesario y, por tanto, eterno, ingénito (no engendrado) e indestructible. Toda
ciencia es enseñable y se puede aprender, pues es un modo de ser
demostrativo. Cuando uno está convencido de algo (no cabe duda de ello) y le
son conocidos sus principios, entonces puede decir que sabe científicamente.
La ciencia1 (episteme), que forma parte de las virtudes intelectuales
(aquellas que permiten al alma intelectiva alcanzar la verdad), es un
conocimiento racional y universal (episteme) que trata de la esencia de lo real,
por oposición a la opinión (doxa). Esta distinción entre la ciencia y la opinión se
remonta a Platón. Aristóteles bebe de esta concepción al distinguir entre lo
necesario y lo contingente. La postura aristotélica es expuesta tanto en el libro
VI de la Ética Nicomáquea (que estamos comentando), como en Analíticos
segundos. En ambas obras afirma que “la ciencia es el conocimiento de lo
universal y de las cosas necesarias” porque es el conocimiento de la causa por
la que es la cosa, y ésta no puede ser de otra manera.
2. La producción y la acción
Aristóteles diferencia explícitamente, en el libro VI de la Ética
Nicomáquea, dos tipos de actividades (fruto de la racionalidad práctica): la
1 El concepto de ciencia también alude al conocimiento o saber en general: cualquier saber es lo que podemos considerar una “ciencia”.
Es en este sentido en el que Aristóteles distingue entre tres tipos de ciencias: ciencias primeras o teoréticas, ciencias segundas o
prácticas, y ciencias terceras o productivas.
praxis y la poiesis. La praxis es aquél tipo de acción que tiene un fin interno a
la propia acción. Se correspondería con las acciones éticas. La poiesis es
aquél tipo de acción que tiene siempre un fin externo a la propia acción. Se
correspondería con las actividades técnicas o productivas. Asimismo, para
cada tipo de actividad Aristóteles distingue un tipo de racionalidad. La
racionalidad propia de la praxis será la phrónesis o prudencia (sabiduría
práctica), mientras que la racionalidad propia de la poiesis será la racionalidad
técnica o productiva. En la acción moral, a diferencia de la actividad técnica o
productiva, el ser humano no busca fines externos que justifiquen la acción,
sino que la acción quedaría justificada por sí misma. El fin de la acción es la
actividad misma y no algo diferente a ella (causa eficiente y causa final
coinciden), mientras que en la producción el fin de la actividad es algo distinto a
ella, esto es, el producto; aunque ambas, la producción y la acción, tienen en
común el referirse a lo que puede ser de otra manera (contingente) y no a lo
necesario. Por tanto, una acción bien hecha es ella misma el fin, a diferencia de
la producción.
Practicar un arte es considerar cómo puede producirse algo que es
contingente (es susceptible de ser o de no ser) y cuyo principio está en quien lo
produce (causa eficiente) y no en lo producido (causa final). Dentro de los
seres contingentes (que pueden ser de otra manera), encontramos el objeto
producido y la acción que lo produce, esto es, el ámbito de la producción, que
es distinta de la acción. El arte (techne) es el modo de ser productivo (una
virtud productiva) acompañado de la razón verdadera. Téchne indica, no el arte
del artista, sino una actitud para producir, una “disposición productiva
acompañada de razón verdadera”.
El fin de la política es para Aristóteles la acción, y no el conocimiento,
pues éste es un medio para realizar rectamente las acciones, pero no es el fin.
A través de la acción es como nos hacemos virtuosos, siendo ésta, por tanto, el
objeto de la ética y la política. En el terreno de la acción, el Estagirita afirma
que actúan solo la causa eficiente y la causa final.
3. Prudencia y moderación
La prudencia (phrónesis) es la sabiduría práctica, una virtud intelectual
o dianoética que permite al ser humano deliberar correctamente. El rasgo
distintivo del hombre prudente ser capaz de deliberar y de juzgar de una
manera conveniente sobre las cosas que pueden ser buenas y útiles para él
que deben contribuir en general a su virtud y a su felicidad. Así, la prudencia
será un modo de ser racional (virtud intelectual), verdadero y práctico, respecto
a lo que es bueno para el hombre. Es la virtud de la parte racional del alma
encargada de formar opiniones, pues ambas (la opinión y la prudencia) tienen
por objeto lo contingente, a diferencia de la racionalidad teórica.
La moderación es un término medio respecto de los placeres
corporales. El hombre moderado es aquel que es guiado por la recta razón
(prudencia y término medio), por lo que no ama más esos placeres que la
dignidad. Los apetitos del hombre moderado deben estar en armonía con la
razón, porque el fin de ambos es lo bueno. La recta razón es la que determina
el justo medio de las virtudes morales y es obra de la sabiduría práctica
(phrónesis) o prudencia. Pero el límite o norma de esta recta razón es la
contemplación, obra de la filosofía (sophía).
Por tanto, la moderación es para Aristóteles algo que salvaguarda la
prudencia, por lo que debe añadírsele a ésta, porque un hombre que no
contenga los placeres (que no sea moderado), se encontrará cegado a la hora
de deliberar acerca de lo bueno, labor que corresponde a la prudencia. La
moderación, por tanto, preserva a la prudencia de la perturbación que el placer
y el dolor ocasionan en los juicios referidos a la actuación, de los que se ocupa
la prudencia. Las virtudes morales se rigen por la pauta ética del “justo medio”:
la virtud está en el término medio entre dos extremos deficientes, uno por
exceso y otro por defecto. Por tanto, la moderación será lo que permita al ser
humano alcanzar el resto de las virtudes.
En resumen, la prudencia y moderación constituyen dos caras (una del
plano de las virtudes morales y otra del plano de las virtudes intelectuales
prácticas respectivamente) para el dominio de los impulsos del deseo irracional
del ser humano, situados en el alma sensitiva que, si bien no es racional, sí
“escucha” los dictados de la razón y puede ser guiada por ella a través de la
costumbre. La obra del hombre, afirma Aristóteles, se lleva a cabo por la
prudencia y la virtud moral, porque la virtud hace que el fin propuesto sea recto,
y la prudencia hace rectos los medios para este fin. Así, sobre todo la virtud
moral de la moderación, hace recto el fin que se propone el hombre en su
acción, mientras que la prudencia se ocupa de los medios. La persona
prudente, por tanto, es aquella que elige adecuadamente.