pietro gori

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  • anarquismo Publicado: Domingo, 02 Enero 2011 00:00 | Por: TierrayLibertad | Imprimir | Correo electrnico | Visitas: 2436

    El 8 de enero de 2010 se cumplen 100 aos de la desaparicin de Pietro Gori. Para

    homenajear su memoria y, sobre todo, para ofrecer al lector actual un esbozo de sus

    ideas, muy actuales en este siglo XXI que acaba de comenzar, ofrecemos en primer

    lugar su biografa, escrita por Rudolf Rocker. A continuacin, aprovechamos la

    excelente antologa de sus escritos preparada por Franco Bertolucci y Maurizio

    Antonioli y publicada en el nmero de agosto de A rivista anarchica; entre perntesis

    va el ttulo de la obra de que se han sacado cada uno de los textos. EnPensamiento

    Libertario se puede leer el artculo Lo que queremos que escribi el propio Gori.

    Biografa de Pietro Gori por Rudolf Rocker

    Ha sido Pietro Gori uno de nuestros mejores

    combatientes, un luchador y un idealista

    infatigable que ha contribuido

    poderosamente a la difusin del anarquismo

    en Italia y en otros pases. Ha sido tambin

    uno de los oradores ms elocuentes e

    influyentes de nuestro tiempo. Sus discursos

    eran obras en todo el sentido de la palabra y

    producan una impresin inolvidable en el

    nimo de sus oyentes. Su maravillosa fuerza

    oratoria fue asimismo la causa por la que la

    vida de este hombre ha sido una larga

    cadena de crueles persecuciones. El gobierno

    lo tema sencillamente sabiendo que la

    influencia de sus discursos era ilimitada.

    Pietro Gori naci en 1865 en Mesina. Su

    padre era oficial del ejrcito y su madre,

    Giulia Lusoni, perteneca a la aristocracia de

    Toscana. Llevaban sus padres una vida

    desahogada y por eso la juventud de Pietro

    fue dichosa.

    Gori estudi derecho en las universidades de

    Liorna y Pisa. Era todava muy joven cuando se puso en contacto con el movimiento

    anarquista de Italia. Bajo el influjo poderoso de Mijal Bakunin, Carlo Cafiero, Andrea

    Costa y Errico Malatesta, ese movimiento tom un vasto impulso durante las ltimas

    dcadas del siglo pasado. Despus del levantamiento de Benevento, en 1877, comenz

    una terrible reaccin en toda Italia. Se persegua a los anarquistas igual que a las

    bestias salvajes. Centenares de compaeros padecan en las crceles. El parlamento

    italiano vot una ley de excepcin contra los anarquistas y disolvi todas las

  • organizaciones pblicas de la Internacional. Poco despus comenz la propaganda

    conspiradora con sus persecuciones y sus vctimas incontables.

    Cuando Gori lleg a conocer el anarquismo los tiempos eran ya ms favorables.

    Nuevamente aparecan varios peridicos y en las ciudades y aldeas se haba reanudado

    la propaganda verbal.

    Pietro tena diecisis aos cuando habl por primera vez en una reunin anarquista.

    Algunos de sus primeros discursos aparecieron entonces en un folleto, Pensieri ribelli,

    que fue confiscado enseguida. Gori fue acusado y en 1877 apareci ante el jurado de

    Pisa. Enrico Ferri defendi en esa ocasin al joven estudiante, pronunciando uno de

    sus discursos ms brillantes. El proceso termin con la absolucin de Gori.

    Pero poco despus empezaron nuevamente las persecuciones. En Ancona los obreros

    celebraban por primera vez el 1 de Mayo. En la vieja ciudad anrquica comenz un

    gran movimiento huelguista que provoc sangrientos choques con la polica. Gori se

    hallaba a la vanguardia del movimiento y la polica hizo recaer sobre l la

    "responsabilidad moral" de los sucesos. Fue condenado a un ao de prisin. Y aunque

    la Cmara de Apelaciones revoc ms tarde la condena, Gori casi ya la haba cumplido.

    En 1891 Gori se traslad a Miln. All realiz su examen de abogado, pero todo su

    tiempo libre lo dedicaba a la propaganda anarquista. Celebr centenares de asambleas

    y sus excepcionales cualidades de orador atrajeron a millares de personas. Ese mismo

    ao particip en el congreso anarquista de Capolago, junto con Malatesta, Cipriani y

    Merlino. A su vuelta a Miln fund el peridico L'Amico del Popolo. De los 27 nmeros

    que aparecieron casi todos fueron confiscados, pero la polica siempre lleg tarde. Al

    mismo tiempo Gori actuaba tambin corno abogado, interviniendo en varios grandes

    procesos polticos.

    Con la mayor energa atac el socialismo parlamentario y a los dirigentes del

    reformismo en Miln; esa campaa hall una expresin interesante en su peridico y

    en las asambleas; mas dicha campaa la desenvolvi siempre en el terreno de las

    ideas, evitando los motivos personales. Al propio tiempo que combata a los

    reformistas en varios congresos, estaba ligado por una antigua e ntima amistad con

    Filippo Turati, el jefe del reformismo italiano.

    En Miln, Gori public tres tomos de poesas y de estudios literarios y adems seis

    folletos anarquistas. Gori era un hombre italiano: el instinto del arte constitua en l

    una especie de herencia nacional. En sus discursos y en sus escritos reconocase

    siempre al artista. Sus versos pertenecen a lo mejor que ha producido la moderna

    poesa italiana y recuerdan frecuentemente las formas y los ritmos de Ada Negri.

    Muchas de sus poesas rebeldes son cantadas por el mundo revolucionario de Italia,

    como por ejemplo Il canto dei coatti, Il canto di Maggio y el bellsimo himno Sante

    Caserio. Gori fue tambin autor de varias piezas de teatro que han sido puestas en

    escena con todo xito en Miln y otras ciudades italianas.

  • En 1894 el anarquista italiano Sante Caserio mat a Sadi Carnot, presidente de la

    Repblica Francesa. Una reaccin terrible se declar en Francia y en Italia. La prensa

    policial de este ltimo pas exiga una nueva ley de excepcin contra los anarquistas y

    atac principalmente a Pietro Gori, a quien haca cargar con la responsabilidad moral

    del atentado. Caserio haba frecuentado varias reuniones en que hablara Gori y ste lo

    haba defendido aos antes, en calidad de abogado, ante los tribunales de Miln. De

    esto dedujo la prensa policial que Gori era el maestro de Caserio y el causante "moral"

    del atentado de Lyon.

    Poco despus el gobierno italiano promulg una nueva ley contra los anarquistas y Gori

    se vio obligado a abandonar el pas. Cruz la frontera francesa, pero fue arrestado

    inmediatamente y expulsado de all. Entonces se refugi en Lugano, en la Suiza de

    habla italiana; mas el gobierno italiano insisti tanto ante los republicanos suizos que

    stos expulsaron al odiado anarquista, junto con muchos otros compaeros.

    Gori se dirigi a Alemania, pasando por Holanda donde se qued algunas semanas con

    Domela Nieuwenhuis y los anarquistas holandeses. Poco tiempo despus lleg a

    Londres, donde tom parte activa en el movimiento. En aquel tiempo Londres era el

    centro de todos los perseguidos. Malato, Malatesta, Louise Michel, mile Pouget y

    muchos otros se vean obligados a vivir en Inglaterra debido a las leyes de excepcin

    que regan en Francia e Italia. Gori y Malatesta desarrollaron una enrgica y

    provechosa campaa entre los residentes italianos en Londres y el vigoroso talento

    oratorio del primero atrajo a centenares de personas.

    En 1895 Gori se traslad a los Estados Unidos con el objeto de realizar all y en el

    Canad una jira de propaganda. Su xito en Amrica fue extraordinario; habl en

    todas las grandes ciudades entre Nueva York y San Francisco, celebrando ms de

    cuatrocientos mtines. Pero ese esfuerzo constituy un peligro para la salud. En 1896

    volvi a Londres como delegado al congreso socialista internacional. Poco despus

    cay gravemente enfermo y estuvo varias semanas en un hospital. Su estado segua

    empeorando, cuando decidi volver a Italia no obstante el peligro a que se expona de

    ser confinado en la "Siberia" italiana.

    Empero, los diputados Imbriani y Bovio plantearon el asunto en el parlamento y el

    gobierno declar que no molestara a Gori mientras ste se mantuviese tranquilo. Gori

    pas cierto tiempo en la isla de Elba, enfermo, extenuado. Sin embargo el gobierno no

    lo perda de vista y todo un ejrcito de vigilantes y pesquisas merodeaba siempre

    alrededor de la casa del paciente.

    Transcurri mucho tiempo antes de que Gori recobrase la salud. Abandon Elba y se

    fue a Miln, donde reanud sus actividades en favor de sus ideas. No era posible

    celebrar en ese tiempo asambleas pblicas porque los anarquistas estaban excluidos

    de los derechos civiles. Gori empez a organizar las llamadas reuniones privadas,

    valindose de algunos subterfugios de la ley. Pero la polica cuidaba cada uno de sus

    pasos. En Miln se haba erigido un monumento a los combatientes de la revolucin

    italiana. Gori fue uno de los oradores en el acto de la inauguracin y pronunci uno de

  • sus ms notables discursos. Entonces el gobierno le hizo saber que lo mantendra en

    arresto domiciliario si llegaba a hablar nuevamente.

    Poco despus defendi a Malatesta y a sus compaeros ante el tribunal de Ancona. Su

    defensa fue una de las acusaciones ms vehementes contra la reaccin y un desarrollo

    maravilloso de la doctrina anarquista.

    Algn tiempo despus de la sublevacin de Miln, en la cual 300 hombres y mujeres

    cayeron bajo las balas de los soldados, la polica trat de arrestar a Gori y slo por una

    casualidad ste consigui huir al extranjero. Ms tarde el consejo de guerra lo conden

    a doce aos de crcel por considerarlo causante "moral" del levantamiento.

    Gori se traslad a Argentina, donde desarroll una esplndida propaganda. Los

    estudiantes y los profesores lo invitaron a dar una serie de conferencias en la

    Universidad. Disert all sobre sociologa criminal cautivando la atencin del auditorio.

    Al mismo tiempo viaj por toda Sudamrica difundiendo por doquier las enseanzas

    del anarquismo. Por encargo de la Sociedad Cientfica Argentina, Gori tom parte en

    una expedicin a la Tierra del Fuego y a la Patagonia, publicando luego un brillante

    informe acerca de sus viajes.

    La amnista de 1902 dio a Gori la posibilidad de volver a Italia. La propaganda

    libertaria se haba desarrollado nuevamente. Junto con Luigi Fabbri fund la excelente

    revista Il Pensiero, una de las publicaciones ms importantes de la literatura

    anarquista. Pero la polica no lo dej en paz. Las persecuciones contra l fueron tan

    violentas que el Parlamento tuvo que intervenir.

    Esas persecuciones constantes obligaron a Gori a abandonar nuevamente Italia. Se

    dirigi a Palestina y a Egipto, mostrndose en todas partes muy activo por la causa. En

    1905 volvi a Italia, gravemente enfermo. La dolencia no le permiti desarrollar una

    gran actividad; sin embargo luch hasta sus ltimos momentos por nuestras ideas.

    Public varios folletos y un tomo de poesas. El 8 de enero de 1911 falleci en la isla de

    Elba, a los 45 aos de edad.

    La triste noticia se propag por toda Italia, pues Gori era un de las figuras ms

    populares del movimiento revolucionario de ese pas. Su sepelio dio lugar a una de las

    demostraciones ms grandiosas. Todas las organizaciones revolucionarias enviaron

    delegados y coronas. Millares de personas acompaaron al amado extinto a su ltimo

    reposo. Todos los comercios y las fbricas permanecieron cerrados. El pueblo entero

    estaba de luto, porque todos saban que Pietro Gori haba sido el amigo ms leal de los

    pobres y explotados, un verdadero profeta de la revolucin social.

    El anarquismo de Pietro Gori

    El Estado

    El Estado, el poder ejecutivo, el judicial, el administrativo y todas las ruedas grandes o

    chicas de este mastodntico mecanismo autoritario que los espritus dbiles creen

    indispensable, no hacen ms que comprimir, sofocar, aplastar cualquier libre iniciativa,

  • toda espontnea agrupacin de fuerzas y de voluntad, impidiendo, en suma, el orden

    natural que resultara del libre juego de las energas sociales, para mantener el orden

    artificial -desorden en sustancia- de la jerarqua autoritaria sujeta a su continua

    vigilancia. Magistralmente defini Giovanni Bovio el Estado: "opresin dentro y guerra

    fuera. Con el pretexto de ser el rgano de la seguridad pblica, es, por necesidad,

    expoliador y violento; y con el de custodiar la paz entre los ciudadanos y las partes,

    provoca guerras vecinas y lejanas. Llama bondad a la obediencia, orden al silencio,

    expansin a la destruccin, civilizacin al disimulo. Como la Iglesia, es hijo de la

    comn ignorancia y de la debilidad de la mayora. A los hombres adultos se manifiesta

    tal cual es; el mayor enemigo del hombre desde que nace hasta que muere. Cualquier

    dao que pueda derivar a los hombres de la anarqua, ser siempre menor que el peso

    que el Estado ejerce sobre ellos". Hacen creer los gobernantes, y el prejuicio es

    antiguo, que el gobierno es instrumento de civilizacin y de progreso para un pueblo.

    Pero si bien se observa, se ver que, al contrario, todo el movimiento progresivo de la

    humanidad es debido al esfuerzo de individualidades, a la iniciativa annima de las

    multitudes y a la accin directa del pueblo. El mundo ha marchado siempre hasta el

    presente, no con ayuda de los gobiernos, sino a pesar de stos, y en stos hallando

    siempre el continuo obstculo directo e indirecto a su fatal andar. Qu de veces los

    ms gloriosos innovadores en ciencias, en arte, en poltica, no hallaron su camino

    barrado, mucho ms que por los prejuicios y por la ignorancia de las multitudes, por

    los andadores y por las persecuciones gubernativas!

    Cuando el poder legislativo y el gobierno aceptan y satisfacen en forma de ley o de

    decreto alguna nueva peticin salida de la conciencia pblica, es despus de

    innumerables reclamaciones, de agitaciones extraordinarias, de sacrificios mil del

    pueblo. Y cuando los gobernantes se han decidido a decir s, a reconocer a sus

    sbditos un derecho y, mutilado y desconocido, lo promulgan en los cdigos, casi

    siempre aquel derecho se ha hecho anticuado, la idea es ya vieja, la necesidad pblica

    de tal o cual cosa no se siente ya, y entonces la nueva ley sirve para reprimir otras

    necesidades ms urgentes que se avanzan, que tienen que esperar a ser esterilizadas,

    hipertrficas, antes de que las reconozca una ley sucesiva.

    Todo aquel que ha estudiado y observado con pasin los partos curiosos y extraos del

    genio legislativo, las leyes pasadas y las presentes, queda sorprendido al ver el sutil

    fraude que logra gabelar por derecho el privilegio, por orden el bandidaje colectivo, por

    herosmo el fratricidio de la guerra, por razn de Estado la conculcacin de los

    derechos y de los intereses populares, por proteccin de los honrados la venganza

    judiciaria contra los delincuentes, que como dice Quetelet, no son ms que

    instrumentos y vctimas, al mismo tiempo, de las monstruosidades sociales.

    Y cuando nosotros queremos combatir estos males, causa y efecto juntamente de

    tanta infamia y de tantos dolores, para derribar todo lo que dificulta el triunfo de la

    justicia, se nos llama "fautores del desorden".

    Cierto; propiedad, Estado, familia, religin, son instituciones que algunas merecen la

    piqueta demoledora y otras esperan el soplo purificador que las haga revivir bajo otra

  • forma ms lgica y humana. Pero querr esto decir seriamente que se pasara del

    "orden al desorden"? Quin no deseara entonces, si se diese voz, tan contrario

    significado a las palabras, el triunfo del desorden?

    Pero si las palabras conservan su significado, no pueden los anarquistas ser llamados

    amigos del desorden, ni aun considerando esto desde el punto de vista nico de

    revolucionarios. En este histrico periodo de destruccin y de transicin entre una

    sociedad que muere y otra que nace, los actuales revolucionarios son verdaderos

    elementos de orden. Tienen stos en sus fosforescentes ojos la visin de la sublime

    idealidad que hace palpitar el corazn de la humanidad, que la empuja hacia el infinito

    ascendente camino de la historia.

    Despus del estampido del trueno, brilla sobre la cabeza de los hombres el bello cielo

    luminoso y sereno; despus de la vasta tempestad que purifique el aire pestilente,

    estos militantes del porvenir sealan la primavera florida de la familia humana,

    satisfecha en la igualdad y embellecida con la solidaridad y la paz de los corazones.

    (Vuestro orden y nuestro desorden, 1889)

    El capitalismo

    Y como es que el propietario comenz a hacerse rico? Seguramente la riqueza la

    hered de su padre, de su abuelo, si no fue conseguida por medio de alguna intriga

    vergonzosa o de algn engao; pero, en cualquier caso, quienes le transmitieron esta

    herencia, cmo se hicieron ricos? Sabis bien que con el continuo trabajo,

    desalentador de generacin en generacin, vuestras familias nunca se hicieron ricas.

    Est claro que estos propietarios no acumularon por ventura la riqueza con su propio

    trabajo, sino aprovechndose del trabajo de otros.

    Veamos cmo sucedi empezando con los pocos obreros que tena al principio,

    quitando a cada uno de ellos una parte del salario, y no precisamente la ms pequea.

    Cada obrero produce 5, y 4 van al bolsillo del patrn, quedando slo 1 al obrero; esta

    es la proporcin ms o menos exacta entre el salario y el coste de la produccin

    entera. De esta forma, teniendo solamente dos obreros, quitando a cada uno 4, el

    patrn obtiene en total 8, que es lo que obtendran de salario ocho obreros juntos; as

    empez la riqueza del propietario a elevarse sobre la miseria del obrero; con esta

    progresin fatal, que ms enriqueca a aqul, ste se volva ms pobre, por leyes

    ineludibles de la competencia, vindose continuamente disminuido su salario.

    De esta forma la riqueza de uno y la miseria del otro van de la mano, aumentando; y

    el propietario se enriquece explotando diariamente al obrero, con un continuo y

    progresivo robo de su salario.

    De manera que solamente con el engao, con el fraude y con el robo disimulado,

    comenz la riqueza de los propietarios. Y en el robo cotidiano de los explotadores del

    trabajo de los obreros explotados, tiene su origen la denominada propiedad individual.

    Para esta propiedad individual la tierra, que la Naturaleza, esta gran madre de todas

  • las cosas, haba dado a todos los hombres indistintamente, viene dividida slo entre

    unos pocos, los ricos, que constrien al obrero, si quiere vivir, a trabajar para ellos que

    no hacen nada: y el obrero baj la frente y trabaj, y acept vilmente, casi como un

    regalo, cuanto los ricos quisieron darle para que no muriera de hambre. Digo para no

    dejarlo morir de hambre, porque los ricos consideran a los pobres como a una mquina

    y nada ms; y slo para que esa mquina sea til y no se destruya, y acabase as la

    vida felizmente ociosa que ellos disfrutan, los propietarios, los burgueses, los ricos

    dejaron que el pueblo, agotndose y consumindose de hambre poco a poco, se

    sometiera ms y ms; porque si la tierra produjera por s sola la mies y los frutos, y

    las mquinas pudieran trabajar sin necesidad del brazo del obrero, los ricos le habran

    dejado morir de hambre aguda y as mantenerse mejor como amos del mundo.

    (Pensieri ribelli, 1889)

    La religin

    Antes que nada, bueno ser pedir de qu religin se trata. Hay tantas en este mundo!

    Se trata de la que promete el paraso cristiano e infantilmente amenaza con las

    llamas del infierno, de igual modo que a los nios buenos o malos se les promete el

    terrn de azcar o el coscorrn, y que hace consistir todo el estimulo a las buenas

    obras en la esperanza usuraria o en el infantil miedo de gozar o sufrir en la otra vida?

    O es que se nos habla de la religin de Mahoma, que a sus fieles promete el goce

    pagano de las hures jvenes y bellas entrevistas detrs del humo del opio? Tal vez

    de la religin de Confucio o de Buda, o de cualquiera otra que haya entenebrecido o

    anuble an las humanas mentes? De cul se pretende hablar, ya que sus respectivos

    sacerdotes sostienen que la religin verdadera es la suya?

    Naturalmente que, segn estuviramos en Turqua, en la India o en la China, cada una

    de las religiones, por boca de sus curas, nos dirigira la dura acusacin de incrdulos. Y

    nosotros podramos, en todas partes, rebatir la acusacin y confundir a los acusadores

    con una cantidad de argumentos especiales que es intil enumerar aqu.

    Pero ya que nacimos y vivimos en pases donde predomina la religin cristiana y los

    que ms vociferan contra nosotros son los fanticos y los mercaderes del cristianismo,

    y sobre todo, del catolicismo, podemos dispensarnos de buscar sendos argumentos, ya

    que los mejores nos los suministran los mismos sacerdotes de la religin cristiana.

    Ellos son los que ms tremendos golpes asestaron para destruccin de su propia fe.

    Desde el momento en que el descendiente de Pedro, el pescador, olvid la humildad

    originaria del cristianismo -religin de los pobres y para los pobres-; desde el momento

    en que los prncipes de la Iglesia en lugar del cilicio, las espinas y el tosco vestido se

    cubren con sedas, prpura y pedrera, como todos los dems potentados de la tierra;

    desde el momento en que las indulgencias, los pasaportes para el paraso, las

    amnistas totales o parciales del purgatorio pudieron comprarse como una mercanca

    cualquiera o como un favor de ministros corrompidos; desde el momento, en suma, en

    que la religin de Cristo ces de ser apostolado y se convirti en charlatanera de

    sacamuelas de plazuela y la iglesia se transform, fin natural de todas las iglesias, en

  • botica de almas y de conciencias, la ilusin del misticismo cristiano comenz a

    revelarse como un embuste, como vil metal dorado que con el uso pierde su apariencia

    y no engaa ya al ojo del villano que hasta entonces creylo oro del ms puro.

    Una vez el dogma catlico se puso abiertamente de parte de los grandes contra los

    humildes y miserables, tan caros a Jess, se revel, tal como por su propia esencia

    deba convertirse, enemigo de la ciencia y de la libertad. Y esta tendencia invencible de

    toda religin hacia el fanatismo y beatera ciegos de un lado y el servilismo hacia los

    poderosos y dueos contra los sbditos y siervos del otro, tendencia que constituy y

    constituye an el germen de disolucin del cristianismo, esta fe dej de ser joven.

    Es una fe que arrastramos como un grillete que nos impide caminar libremente hacia

    nuestra meta de liberacin integral. Lleg la hora de que esta cosa muerta y que grava

    con su peso todo el de la cadena de esclavitud que arrastramos, nos la arranquemos

    de los pies arrojndola bien lejos de nosotros.

    (Ciencia y religin, 1896)

    La guerra

    Pero consolmonos, que hoy la guerra ha perdido ya algo de su carcter primitivo; que

    hoy no es ya salvaje la guerra como antiguamente; que se ha convertido en cientfica

    y cnica.

    Profanacin de una palabra sagrada! La guerra cientfica, o sea, las preclaras dotes

    del ingenio, las noches de insomnio del hombre de estudio dedicadas al feroz problema

    de la destruccin.

    En este caso, ciencia es sinnimo de maldicin Servos de ella, oh hombres!, como

    una diosa benfica, para arrancar sus secreto a la naturaleza, para dar vida a las

    mquinas, la fuerza al carbn; utilizadla para convertir el rayo en productor de riqueza,

    para aligerar las fatigas del hombre, para atenuarle sus dolores, para restaurar los

    relajados tendones de la humana abeja en sus fatigas del trabajo cotidiano; utilizadla

    para horadar montaas, para regar los valles, para sanear el aire, para enlazar pueblos

    con pueblos en fraternal obra de solidaridad y de colaboracin, a fin de que juntos

    procedan a la conquista del progreso y de la felicidad.

    Haced de la ciencia un instrumento de civilizacin y no de destruccin y de muerte...

    Hemos dicho que la guerra moderna es cnica, y, de hecho, la guerra cientfica, con la

    cual se matan a millares de metros de distancia los hombres, que no se conocen, que

    no se han visto jams, ha perdido tambin la forma del culto primitivo de la fuerza y

    de la destreza en las armas, de que fue un ejemplo la antigua Grecia.

    Los Agamenn y los Aquiles ya no son posibles con los fusiles de repeticin, con las

    balas dum-dum y con la dinamita, la melinita y con todas aquellas sustancias

    explosivas tan similares en sus efectos a aquellos otros estragos de la humanidad

    como la bronquitis, la pulmona, la pleuresa, etc. Hoy triunfa Moltke disponiendo

  • serenamente sobre el mapa topogrfico las banderitas rojas que indican los

    movimientos del enemigo y los ataques afortunados del combatiente.

    Pero si maana, sobre la azulada bveda, una mirada pensativa pudiese contemplar la

    humana tragedia, con tantas vidas juveniles segadas en flor, como una hoz inexorable,

    y a las armas de fuego vomitando inconscientemente la muerte, tan inconscientemente

    como los que las cargan; si esta mirada pudiese abarcar el amontonamiento de los

    cadveres mutilados y la sangre que baa la tierra, sin una lgrima de pena, sin un

    remordimiento, se preguntara si toda aquella carnicera es acaso obra de un destino

    ciego, inexorable, que condena a los hombres desde su origen a un comn matadero,

    o una gran locura que sojuzga al gnero humano, pervierte la historia y triunfa sobre

    el hombre arrogantemente.

    (Guerra a la guerra, 1903)

    Los anarquistas

    Quines son los socialistas anrquicos? Si hacemos esta pregunta a un polica, sin

    duda nos responder: "Los anarquistas son malhechores". Y la sentencia de los

    anarquistas independientes le dar la razn. Si preguntamos a los patronos que viven

    a costa de vosotros, trabajadores, pero sin trabajar, respondern que los anarquistas

    son unos vagos, gente que no quiere trabajar. Si preguntamos a los hombres serios y

    prcticos nos dirn, con un esfuerzo de benevolencia, que los anarquistas son locos de

    atar.

    Y los gobiernos, monrquicos o republicanos, dan razn a esta gente, y mandan a los

    socialistas anrquicos a poblar las crceles, los penales, y a ensangrentar los patbulos.

    Qu importa?

    Quien est interesado en defender privilegios y sinecuras no puede ser juez imparcial

    de hombres que tienen como grito de guerra la abolicin de todo privilegio y de toda

    forma de explotacin.

    Pero vosotros, trabajadores, que sois las vctimas, los mrtires ignotos de todo un

    sistema social a base de latrocinio, de fraude y de mentiras, vosotros haris justicia a

    las inconsistentes acusaciones que el vulgo dorado de los satisfechos y los ambiciosos

    os lanza a la espalda.

    Los anarquistas son, trabajadores, hombres del pueblo como vosotros; sufren con lo

    que vosotros sufrs: la dura condena de un trabajo extenuante, mal pagado y

    despreciado por los ociosos regocijados. Como vosotros han recibido de sus padres,

    tambin trabajadores, en compensacin a tantas fatigas, la pobreza, nico y triste

    patrimonio. Como vosotros dejaris a vuestros hijos, tambin ellos, trabajadores,

    dejarn el triste fruto de una fatigosa existencia, el pesado fardo de la miseria.

    Vosotros sabis que, sobre todo, los socialistas anarquistas quieren la igualdad, pero la

    igualdad verdadera, no la embusteramente proclamada por las leyes y brutalmente

  • desmentida por la realidad de los hechos sociales. Pero cmo es posible la igualdad

    en una sociedad en la que unos pocos son poseedores y los ms no poseen nada, de

    modo que estos ltimos, obligados por la necesidad, tienen que vender sus brazos a

    los propietarios de la tierra, de las mquinas y los instrumentos de trabajo? La

    igualdad social, por tanto, no ser posible hasta que todos los hombres sean

    poseedores de las tierras, de las mquinas y de las dems fuentes de riqueza, y hasta

    que esta riqueza, que es el producto del trabajo de todos, sea puesta en comn para

    todos.

    Esto es el comunismo. De la comunidad de bienes materiales, o sea de los

    instrumentos de produccin y de la produccin misma, se desarrollar la armona de

    los intereses del individuo con los de la colectividad, segn el principio "todos para uno

    y uno para todos", en contraposicin con la egosta moral burguesa del "cada uno para

    s". De la asociacin de bienes y de las fuerzas de todos derivar la asociacin de los

    corazones y se desarrollar espontneamente y con grandeza un sentido de solidaridad

    y hermandad desconocido en la sociedad burguesa, desgarrada por la ms feroz

    antropofagia legal y por una implacable guerra civil, que envenena y despedaza a esta

    moribunda sociedad finisecular.

    En esta atmsfera pura, en lugar de la familia cerrada, egosta de hoy, crecer serena

    y feliz la gran familia de los iguales y libres, la familia de la que ser miembro amado

    igualmente todo hombre, todo ciudadano del mundo; y las nuevas generaciones

    crecern vigorosas y hermanadas, no como hoy, que son el fruto enfermizo e insano

    de fros acoplamientos, de calculados e interesados contratos matrimoniales; no ms

    como ahora producto anmico y epilptico de tristes amores y de prostituciones ms o

    menos legales. Desaparecido junto con la propiedad individual todo instinto de bajo

    inters personal, la unin de un hombre y una mujer no ser ya un negocio en el

    sentido moderno y mercantil de la palabra. La unin libre, sobre las bases del amor y

    la simpata: este es el lgico vnculo sexual, esta es la familia del porvenir, sin la

    mentira convencional del juramento civil ante el alcalde, o del religioso ante el cura.

    Y el cura? Comenzad a combatir al cura, chillan los anticlericales, y habris

    emancipado a la humanidad.

    Los anarquistas responden: Oh, el cura! Desaparecer junto con la ignorancia y el

    embrutecimiento de la mayora, y con el cura desaparecern todas las mentiras

    religiosas borradas con el rayo vivificador de la ciencia. Mientras tanto, al cura lo

    combatimos tambin nosotros mucho mejor que los eternos abanderados profesionales

    de cortejos conmemorativos y fnebres, y lo combatimos sealndolo sobre todo a

    vosotros, trabajadores, como el eterno aliado de nuestros opresores y explotadores, e

    intentando oponer la luz de la razn a la impostura de lo sobrenatural.

    Pero, antes que cualquier otra cosa, reivindicamos para todos la nutricin del

    estmago -ya que la gran cuestin vital no es otra cosa que una prosaica cuestin de

    panza, oh politicastros de panza llena- y despus nutricin del cerebro y del corazn

  • (si se me permite la metfora), amplia nutricin de ciencia y de afectos, de instruccin

    y educacin; reivindicaciones todas ellas de la ms alta facultad del ser humano.

    Pero sobre todo, antes que nada libertad! No libertad mutilada, irreconocible gracias a

    ese papel impreso llamado ley; no libertad administrada por bandidos de cualquier

    cdigo ms o menos plebiscitario -ya sean demcratas, republicanos o socialistas- sino

    libertad ejercida ntegramente por cada individuo, fusin de todas las actividades y de

    todas las iniciativas asociadas libremente por tendencias naturales, para el bienestar

    de todos.

    T dirs, pueblo, que nosotros te podemos engaar cuando afirmamos que el porvenir

    es la gran paz, la verdadera igualdad, la infinita hermandad entre todos los hombres

    de la tierra.

    Podremos engaarnos, pero no engaarte. Qu objeto tendra? Qu inters? T ves

    la suerte que nos reserva a los anarquistas la valiente declaracin de guerra que

    arrojamos a la cara de la mafia mundial de los patronos y de los gobiernos coaligados

    para tu perjuicio.

    No hay perdn, no hay tregua para nosotros. Y nosotros no pedimos perdn ni tregua.

    Paralelamente, las horcas republicanas en las que en 1887 el democrtico gobierno de

    los Estados Unidos ajusticiaba a nuestros cuatro hroes, que cometieron el horrendo

    delito de decir en voz alta la verdad a la cara a las sanguijuelas de la clase

    trabajadora, surgi en la Espaa monrquica y catlica el cruel instrumento del

    garrote, y cerca de all, en la Francia republicansima, se han promulgado leyes

    idneas para golpear a los enemigos implacables de la injusticia y de la plutocracia. Un

    gobierno equivale al otro; todos los gobiernos estn contra nosotros, contra todas las

    tiranas. Solo nosotros no nos hemos acobardado ante los sacrificios a la hora de

    reivindicar para todos los hombres la verdadera igualdad en el comunismo, con la

    supresin de toda explotacin del hombre sobre el hombre, con la abolicin de la

    propiedad individual; solo nosotros queremos la emancipacin completa de la

    personalidad humana del yugo opresivo de toda autoridad poltica, civil, militar y

    religiosa; solo nosotros ambicionamos la libertad integral del gnero humano, la

    libertad de las libertades: la anarqua.

    (Socialismo legalitario e socialismo anarchico, 1906)

    La emancipacin de la mujer

    Igual que los obreros sufren la tirana econmica de la clase capitalista, las mujeres -

    en los usos y en las leyes- sufren la tirana del sexo masculino. La liberacin de los

    unos del yugo econmico y la de las otras del yugo sexual solo puede ser resultado del

    esfuerzo colectivo de todos los humillados por esta sociedad. Igual que la

    emancipacin de los trabajadores no puede ser obra ms que de los propios

    trabajadores, segn el dictamen de la Internacional, as la emancipacin de la mujer

    ser siempre una afirmacin verbal vaca si en ella no pone manos a la obra la mujer

    misma. Y porque las reivindicaciones femeninas estn, por mil razones y causas,

  • unidas a las reivindicaciones obreras, y por otra parte el derecho obrero no conseguir

    la victoria si la mujer se queda indolente fuera de la lucha, por ello los trabajadores

    tienen el inters y el deber de no descuidar el problema femenino, que es parte de la

    vasta cuestin social, y las mujeres tienen el inters y el deber de preocuparse con

    amor inteligente por la cuestin social, ya que fuera de ella el feminismo sera vana

    academia de unas pocas charlatanas ambiciosas.

    Pero eso, al hablar de la mujer y la familia, me dirijo a la vez a vosotras, mujeres que

    me escuchis, y a vosotros, obreros, compaeros mos de lucha y ms o menos afines

    a nosotros por ideas.

    Existe este error, amenazador con graves efectos, incluso en medio de los

    combatientes de las batallas del porvenir. Por un lado los obreros, emancipados

    intelectualmente, que toman demasiado al pie de la letra la teora del materialismo

    histrico, segn el cual no se debe tener en cuenta ms que el factor econmico en la

    valoracin de los hechos sociales y en el movimiento de renovacin humana, sin

    preocuparse de emancipar a la propia mujer y las mujeres que viven su propia vida,

    perteneciendo a su misma clase social. Hay que estar ciego para no comprender que la

    mujer constituye en el mundo la mitad o ms del gnero humano, y que hasta que no

    se libere de la influencia del cura y de la sumisin a toda prepotencia, ser para

    nosotros y para la humanidad que avanza, como una bola de plomo encadenada al pie

    que le impedir caminar con soltura. Muchos se limitan a olvidar a la mujer; incluso

    van un poco ms all Hay, no vamos a negarlo, quien piensa todava que un poco de

    religin es bueno para la mujer; hay quien impide a la mujer ocuparse de las ms

    urgentes cuestiones de reivindicacin social. Cuntas veces he escuchado a algn

    republicano o socialista decir a su mujer en medio de una discusin: "Mira, querida,

    vete a otra habitacin; estas cosas no te interesan", y volvindose a m y a los dems

    contertulios, aadir: "La poltica no es cosa de mujeres!"

    Si por poltica se entiende el arte malvado de gobernar y gobernar, estamos de

    acuerdo. No faltara ms que la mujer se mezclase en esas torpes cosas que son la

    vida parlamentaria y gubernativa, donde todo lo que hay de bueno en el alma humana

    es sofocado y transformado. Pero nosotros pensamos que no solo hay que alejar esta

    forma de poltica de la mujer, sino tambin del hombre. Y los anarquistas de hecho

    estn lejos. Pero si por poltica se entiende el ocuparse de la vida pblica, el

    interesarse por las cuestiones ms palpitantes de la vida social, el tomar parte en el

    movimiento de elevacin econmica y moral, est claro que esta es la sana poltica

    que todas las mujeres deberan y podran hacer, sin por ello perder su gracia innata y

    sus atractivos, que aumentaran.

    De la misma manera, muchas mujeres, que se ocupan de esta bendita poltica, acaban

    por hacer de ella el falso concepto que precisamente hemos deplorado; y dan la

    mxima importancia al hecho de convertirse en electoras o ser elegidas, mezclndose

    tambin ellas en las poco decorosas luchas del poder. En vez de pensar en

    emanciparse ellas y las dems de las diferentes formas de esclavitud y opresin,

  • deciden a su vez solo el poder y participar tambin ellas en la obra de opresin y

    esclavitud ejercida por los gobiernos y los parlamentos.

    Estas preocupaciones tan poco dignas de su bondad y gentileza las llevan a concebir el

    movimiento de elevacin y emancipacin de la mujer como algo separado de las

    dems cuestiones sociales, y separado sobre todo del problema obrero; mientras que

    la verdad es todo lo opuesto, porque como bien demostr Bebel en su magistral libro

    sobre la mujer y el socialismo: la mujer no alcanzar su verdadera emancipacin

    mientras no haya desaparecido el privilegio econmico, es decir, hasta que la clase

    trabajadora no se emancipe de la opresin econmica, siendo en gran parte la

    condicin actual de la mujer un resultado de la mala organizacin econmica de la

    sociedad.

    (La donna e la famiglia, 1900)

    Libertad e igualdad

    Ya indicamos en pginas precedentes las bases sociolgicas en que se funda la

    doctrina anarquista; veremos cmo solo a condicin de una profundo cambio de la

    sociedad en sus relaciones econmicas, ser posible un estado de cosas que garantice

    al hombre la libertad integral deseada por los anarquistas, para que no se produzca la

    opresin y la violencia organizada del gobierno y la milicia como hoy da.

    La solucin anarquista al problema de la libertad presupone una solucin socialista al

    problema de la propiedad. Por eso los anarquistas son socialistas, porque no habr

    igualdad verdadera ms que cuando los individuos puedan disponer libremente de s

    mismos, sin tener que rendir cuentas a nadie.

    Yo, que me siento ntimamente anarquista, soy socialista, y eso desde que comprend

    (y era jovencito) que la moderna concentracin industrial, con sus sistemas de

    produccin, despojando a la mayora y socializando el trabajo, contiene al mismo

    tiempo el empuje para la reivindicacin de toda riqueza a la sociedad entera, y las

    lneas maestras del futuro ordenamiento econmico. Esta conviccin socialista, en m

    como en los otros, solo puede ser el resultado de sentimientos y razonamientos

    combinados. La primera rebelin contra la iniquidad social es la impulsada por el

    corazn o por la necesidad; despus viene la lgica austera y fra que, emergiendo de

    las causas profundas de los sucesos humanos, critica, destruye y combate

    serenamente, sin odio y sin miedo. No es un dogma preestablecido esta fe en el

    porvenir de la humanidad; no es un teorema rido ni el rumiar estril de frmulas

    algebraicas. Es poesa y ciencia a la vez. Es certeza matemtica, que tiene su gnesis

    en el corazn y su vitalidad en el cerebro, y que, desafiando toda irona y toda

    persecucin, se presenta a la lucha como la ms alta transfiguracin del sentimiento.

    El socialismo, en su aplicacin integral, que solo los anarquistas hacen, conduce al

    comunismo cientfico; y ser un ordenamiento econmico en el que la armona del

    inters de cada uno con el inters de todos resolver la sangrienta disidencia entre los

    derechos del individuo y los de la humanidad entera. Pero en el socialismo, que es la

  • base econmica de la futura sociedad, deben ser conciliados en la prctica los dos

    grandes principios de la igualdad y la libertad. De esto se deduce el vibrante y mal

    comprendido concepto de la anarqua: libertad de la libertad, que no ser otra cosa

    que la coronacin poltica necesaria del socialismo maana, como hoy lo es la corriente

    claramente libertaria. La anarqua no es, como el socialismo autoritario, la humanidad

    sofocando al hombre. No es, como el desorden burgus, el hombre que pisotea a la

    humanidad. Retoma el ideal del acuerdo espontneo de las voluntades y de las

    soberanas individuales para el goce del bienestar, creado gracias al trabajo de todos.

    Sin explotacin: este es el ideal econmico; sin coaccin: este es el ideal poltico del

    verdadero socialismo.

    Lejos de ser contradictorios, los dos trminos -socialismo y anarqua- se integran y

    complementan a la vez. Aplicad la crtica y los postulados cientficos del socialismo en

    poltica y tendris la conclusin ms libertaria que se pueda imaginar; y a la viceversa,

    dirigid a la economa burguesa la crtica que los enemigos del Estado hacen a las

    instituciones polticas actuales, y llegaris por otro camino al reconocimiento de la

    doctrina socialista.

    El socialismo significa riqueza socializada (no dividida y repartida, como irnicamente

    se suele decir) y la anarqua significa libre asociacin de las soberanas individuales,

    sin poder central y sin coercin.

    Imaginad una sociedad en la que todos los ciudadanos, libremente federados en

    grupos, asociaciones, corporaciones de profesin, arte u oficio, sean copropietarios de

    todo: tierras, minas, talleres, casas, mquinas, instrumentos de trabajo, medios de

    cambio y de produccin; imaginad que todos estos hombres, asociados por una

    evidente armona de intereses administren socialmente, sin gobernantes, la "cosa

    pblica", disfrutando en comn de las ventajas, y trabajando en comn para aumentar

    el bienestar colectivo, y tendris la anarqua ideal. Es utopa? Hay alguien que,

    conociendo siquiera superficialmente la historia de las grandes utopas humanas,

    podra afirmarlo?

    Que el socialismo autodenominado cientfico (lo han bautizado as sus doctores,

    modestamente) sea otra cosa es indudable. Pero los socialdemcratas se apresuran,

    como Ferri en su Socialismo y ciencia positiva, a rechazar cualquier solidaridad, incluso

    terica, con los perseguidos de hoy, negndoles el derecho a llamarse socialistas,

    olvidando o ignorando que el movimiento socialista popular en toda la Europa latina ha

    sido en principio, y en algunas partes contina sindolo, claramente anarquista.

    As pues, tericamente -como conclua en otra ocasin- de la crtica econmica del

    socialismo (aceptadas las premisas) se debe llegar lgicamente a las conclusiones

    matemticas de la anarqua.

    (La questione sociale e gli anarchici)

    La sociedad futura

  • Si bien no podemos decir con exactitud cmo ser la forma de la sociedad futura, s

    podemos afirmar (guindonos por la experiencia histrica) que el actual ordenamiento

    de base capitalista deber ceder el puesto a un ordenamiento ms amplio, que est en

    armona con las nuevas necesidades colectivas, y responda mejor a la profunda

    revolucin operada en el siglo XIX en todos los medios de produccin.

    Se puede creer en el materialismo histrico de Marx y en la consiguiente teora

    catastrfica derivada de la concentracin de capitales en pocas manos y de la

    proletarizacin -si se me permite la palabra- de la gran masa de la sociedad; se puede

    confiar en el oportunismo reformista que espera obtener una transformacin por medio

    de concesiones graduales de la clase dominante; o por el contrario se puede pensar

    que con la fuerza de las ideas apoyada en la de los hechos, el proletariado avezado en

    sus asociaciones podr por s mismo reivindicar colectivamente todo cuanto su trabajo

    cre a travs de los siglos.

    Pero indudablemente los trabajadores, que son la inmensa mayora de la sociedad, de

    un modo u otro quieren lograr esto y tienen inters en alcanzar -y por tal va se han

    encaminado- una ms igualitaria y satisfactoria distribucin de todos los bienes

    producidos por ellos. Que tal transformacin se efecte bajo una forma u otra, como

    dicen los socialistas autoritarios o como dicen los anarquistas; pero es indudable que la

    transformacin llegar.

    Si la evolucin social procede del acuerdo con sus leyes naturales, lgicamente la

    reaccin histrica que se presenta como inevitable frente a la concentracin capitalista,

    que crea la gran usura industrial sobre el trabajo y la consiguiente esclavitud

    econmica del obrero bajo la forma del salariado, es el socialismo.

    Por ello, vano y absurdo sera indagar y prever en este artculo en cul de sus formas y

    escuelas triunfar el socialismo. Que tenga preponderancia la forma autoritaria o la

    libertaria, con base comunista o colectivista, lo que es cierto es que en la nueva

    sociedad, al menos durante algn tiempo, permanecern algunos residuos de los

    organismo pasados; de aqu la probable fisonoma multiforme de la sociedad humana

    al da siguiente de la desaparicin del rgimen capitalista.

    (Come sar la societ futura?)

    Peridico Anarquista Tierra y Libertad N 270