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Revista Literaria

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Contenido

Editorial............................. 3Mi primera vez................... 4¿Futuro?.............................. 6Esperanza............................ 9Cuentos cortos.................... 11La noche de los dioses........ 15¿Profesionista o profesional?. 19

Umbral, Año 0. Número 2. Enero-Febrero

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EDITORIAL

Nuevo año, nuevas promesas, nuevos retos, sobretodo los retos. El reto de ser mejor, de alcanzar mayores altu-ras y superar todos los obstáculos. Nunca darse por ren-dido, por eso seguiremos aquí para transmitir lo mejor de nuestro grandioso Estado.Este es un tiempo para estar unidos y que mejor cemento que el arte y la educación. En los momentos más oscuros de la historia la cultura brilla como un faro que lleva a puerto seguro. Los hombres desaparecen pero las obras producto de su ingenio, laboriosidad y pasión, perma-necen. Por ello nos damos a la tarea de perpetuar las palabras de los brigadistas y los beneficiarios del PRO-GRAMA VASCONCELOS.Agradecemos de antemano la lectura de las páginas que siguen y tengan por seguro que el mayor esfuerzo ha sido puesto en ellas.No perderemos de vista los objetivos de la publicación: el dar a conocer el talento creativo del personal del PROGRAMA VASCONCELOS y los testimonios de las personas cuyas vidas han cambiado gracias a ellos, a su trabajo y a su dedicación.El personal del programa ha llevado alegría, esperanza y educación a las comunidades más alejadas del Estado. Ahora llevaremos sus experiencias e impresiones a tra-vés de estos papeles.Nuestros mejores deseos para este año que inicia.

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MI PRIMERA VEZJosé Díaz Ortiz

Mi primera experiencia, con expectativas y un canasto lleno de ganas y deseos por cumplir. Fue en una comu-nidad del municipio de Cazones de Herrera, Veracruz, para ser exactos, en la Unión o más conocida como kiló-metro 31, muy cerquita de Poza Rica. Fue una ocasión especial, que la denominaría como inédita, ya que dejó una huella imborrable en mi vida. Era el segundo día de sesiones con el grupo de educa-ción inicial, donde madres e hijos tenían la oportunidad de interactuar con un mundo hasta entonces desconoci-do para ellos. Aquella vez, me preguntó la mamá de una niña que cómo se le hacía para escribirse con otra persona por Internet, ya que le habían platicado que podía comuni-carse con su esposo que se encontraba en los Estados Unidos. La sesión estaba por terminar, así que le dije que se quedara un rato más para enseñarle, paso a paso, como cuando ayudamos a un bebé a caminar. Ayudé a doña Mireya a crear una cuenta de correo electrónico, después hicimos algunas pruebas; pero lo mejor estaba por venir, ya que cuando empecé a escri-birle a través del Messenger, ella lo encontró más inte-resante, ya que podría comunicarse con su esposo de forma rápida. Doña Mireya con asombro y felicidad en su rostro

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quedó fascinada al encontrar en una computadora la ma-ravillosa oportunidad de comunicarse con su esposo. El día que culminamos la misión, me vino un suspiro desde lo más profundo y me sentí pleno, realizado y con ganas de multiplicar la experiencia que había vivido en aquel lugar. De aquella experiencia maravillosa pasaron 2 me-ses, una vez mientras revisaba la bandeja de mi correo electrónico me saludó doña Mireya a través del chat, después del saludo y darme las gracias una vez más, me hizo el siguiente comentario: “Fíjese que puse un ciber-café en mi casa, y ahora ya puedo ver con una camarita a mi esposo”. Cuando William H. Gates Sr., copresidente de la Fundación Bill & Melinda Gates; otorgó el Premio Ac-ceso al Conocimiento 2008 al que el Programa Vascon-celos fue acreedor en Quebec, Canadá. En su discurso, el Sr. Gates mencionó que lo conmovió la historia de una mujer que usa una cámara Web para charlar con su esposo, quién se encuentra en Estados Unidos ganando dinero para su familia. Ella cuenta que, cito, “Vascon-celos ayudó a mis hijos a conocer a su padre.” Han transcurrido cinco años, y pareciera saborearme una victoria como aquellos veteranos que aun suspiran y recuerdan la experiencia que llenó sus vidas. La experiencia de ayudar a una mujer a encontrar nuevas oportunidades de vida, me motiva y convence día a día…y concluyo, que las cosas pueden ser dife-rentes.

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¿FUTURO?David Villalobos Cabrera

― ¿Cuál fue el último libro que leíste? El me miró un momento y desvió la mirada, después volteó completamente hacia otro lado mostrándome su oreja, como si alguien lo llamara, como si estuviera viendo algo a lo lejos. Noté que sonreía, era una sonrisa nerviosa, para facilitar las cosas, la sonrisa de un niño atrapado en plena travesura. Volteó de nuevo hacia mí y por un instante nuestras miradas se cruzaron. Me sentí como un cazador viendo fijamente a una presa acorrala-da. Él sabía que no había manera de escapar. Sin mirarme a los ojos negó con la cabeza. Por un momento me atrapó el personaje de cazador y estuve a punto de preguntar: ¿no qué?, pero me di cuenta de que no tenia sentido, ambos lo entendíamos y no iba obtener una respuesta diferente por más que le preguntara. La realidad, pura y dura, era que tenía frente a mi a un mu-chacho que estaba a punto de terminar el TEBA y nunca había leído un libro. La verdad es que no me sorprendió su respuesta. Después de tanto tiempo trabajando en esto uno se da cuenta fácilmente; después de la primera clase ya cono-ces al grupo. A veces me sorprende la cantidad de cosas que puedes saber: quien es golpeado en su casa, a quien le gritan, quien vive con personas a las que no quiere, quien es abusado, quien quiere estudiar pero no puede, quien puede pero no le da la gana.

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Sólo una hora con un grupo y obtienes una radiografía de su persona, de su familia, de toda una comunidad… ¿de una nación? Le pregunté sus planes para el futuro y por un mo-mento me sentí cruel por preguntarlo justo después de ponerlo en evidencia de manera tan obvia. Planes para viajar al norte para hacerse de unos pesos que mandar a su familia.―…y después, no sé, pues ya ―. Terminó. Y me mi-raba como retándome, como esperando a que le dijera que podría aspirar a un futuro mejor, esperando a que le propusiera un plan diferente, y así el me podría callar contestándome… ¿qué? El quizá no dominara las pala-bras, pero muy dentro él sentía que tenía la razón, estaba seguro de que no podía aspirar a algo mejor y que su plan de vida era lo mejor que podría ser. ¿Era acaso una persona mediocre?, ¿era un cobarde?, ¿era, como le decía su maestro, un burro? El tenía el mismo plan que varios de sus compañeros: iba a hacer un viaje largo y seguramente peligroso a un país des-conocido donde ni siquiera hablan su idioma con tal de dar un modo de vida un poco mejor a su familia. ¿Leer, para qué?, si allá no le va a hacer falta; ¿para qué estu-diar si allá no le valdrán sus estudios?, ¿para qué ir a la universidad si a sus padres, tíos y amigos este plan les ha funcionado perfectamente?, ¿para qué romper con la tradición familiar?― Nadie aspira a lo que no conoce ― Dice mi jefe, frente a un grupo de maestros. Yo lo oigo simplemente

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por que estaba ahí en ese momento, casi por accidente, y sin embargo son las palabras que definen y dan valor a mi trabajo. Cuando el camión llega a la comunidad llama la aten-ción de toda la gente, que se aproxima con curiosidad, a veces con miedo y sube al camión nerviosa y tímida. Pero, ¿qué es lo que los atrae al día siguiente?, ¿por qué la desesperación por entrar?, ¿por qué entran al camión ahora con sonrisas y gritos de emoción? Cuando suben al camión, por una hora, ven por una ventanita un futuro diferente. Lo ven en todo a su alre-dedor: en un lugar ordenado, en la limpieza, en el olor, en la tecnología, en lo que se les enseña. Pero sobe todo, ven un futuro mejor en la gente que los atiende. No to-dos llegan a ser conscientes de ello, pero hay algunos que se dan cuenta de que están viendo a gente que esta trabajando y que es pagada por ello; que no se tratan mal entre si, que no se ven ni huelen mal, que tiene una vida que ellos quisieran tener. Durante los últimos días de la misión el mismo mu-chacho me buscó, para hacerme una petición especial. Sacó de la bolsa de su pantalón un papel arrugado y me lo entregó, escritos en lápiz y con mala ortografía esta-ban los nombres de algunas universidades cercanas.― ¿Vas a ir a la universidad? ― Pregunté. El me miró, directo a los ojos, franco, seguro.― Quiero ser maestro ―. Dijo, y sonrió. Y su sonrisa era diferente.

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EsperanzaEstrella Dorantes

con la colaboración de Luis David Martínez

Recuerdo haber tenido 20 años, en ese momento estaba segura de que mi generación cambiaría al mundo. La filosofía reinante en esos días era “Paz y amor”, el re-greso a lo natural, el hipismo, las comunas. El rechazo al poder y la hipocresía, romper esquemas, cuestionarlo todo. Sí, yo también era idealista.Ahora todo se ve diferente, no pudimos cambiar, repli-camos los modelos que criticábamos y pasamos a ser parte del sistema. Sin embargo, me pregunto desde mi pequeño espa-cio, cómo puedo contribuir a mejorar mi entorno. Veo a Vasconcelos como ese pequeño rayo de esperanza, lleno de jóvenes que aportan y dan su trabajo, entusiasmados, con gran profesionalismo. Me imagino que al trabajar en ese proyecto tan valioso, sus vidas quedarán marca-das. Sabrán que ayudando a encontrar los conocimien-tos y las habilidades para la solución de problemas se puede salir del subdesarrollo. Empoderando, facilitando y regresando la confianza en las personas con las que se trabaja. Con el paso de los años me doy cuenta de que el mun-do te obliga a ser pragmático, que lo útil, reemplaza a lo deseable, el reto es cómo ser congruente en tal contexto, cómo ayudar socialmente en un ambiente dónde lo más importante es lo material, cómo ayudar sin esperar ser recompensado por ello, cómo poder preocuparme por

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alguien más aparte de mi, cómo extender tu conciencia hacia un concepto de “humanidad”. Ser congruente, implica un estilo de vida, tener cla-ro tus ideales y tus límites, tener claro qué es lo que te gusta y qué rol te tocó jugar, implica aceptarte tal cual eres, potencializar tus habilidades, reflexionar y mejorar sobre tus áreas por desarrollar, llegar a tener la suficien-te conciencia crítica como para seguir siendo auténtico sin que te sientas amenazado por la opinión social. Estas no son habilidades tan fáciles de desarrollar, y el mundo actual no permite su evolución tan espontá-neamente, afortunadamente hay redes sociales como el Vasconcelos, donde los ideales, el servicio, la esperan-za, el sentido de ser útil y el poder colaborar a cambiar nuestra realidad social, aún es viable. Gracias a Vasconcelos por permitirme colaborar con ustedes. Desde mi punto de vista egoísta me hace sentir útil, por lo cual regreso a los 20 años recuperando un poco del idealismo perdido.

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Cuentos cortos, cortos, muy cortitos…in-cluso más cortos que “muy cortitos”

Mamá: Minerva Villa ValenciaHijo: Hemmer Jacobo Peñuela Villa (8 años)

Una triste despedida

¡Hammy, Hammy!, te llame esta mañana, pero no te escuche, ya no corrías en tu ruedita ejercitadora, ni te colgabas de tu jaulita. Todo estaba en calma, en silen-cio; entonces me asome para verte dormir, pero ya no dormías, estabas ahí, inmóvil, frío… sin respirar… ¡Ha-mmy, mi pequeño hámster!, mi pequeño roedor. Siento agua en mis ojos, ¡qué extraña sensación! No me lla-men, no me busquen, hoy no quiero jugar, mi corazón se siente cansado, hace ruiditos extraños que me duelen… Mamá trata de darme ánimo, dice que pronto pasará esa emoción, yo no sé si se irán mis tristezas, sólo pienso que te quiero, que te extraño y que no pude demostrár-telo cuidándote más. ¡Adiós Hammy, mi querido háms-ter!, mi pequeño roedor…

Nicolás el nadador

Ya había tenido antes de Nicolás a otros tres pececitos con cola pomposa, como velo de novia, uno era rojo, otro azul y el último amarillo, al primero lo llamé Cabe-za de Fuego, al segundo Gota de Agua y al tercero Rayo de Sol. Todos los días mi mamá y yo les dábamos de

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comer alimento especial para peces beta o mosquitos. Cabeza de Fuego era feroz, era el mayor de los tres, se esponjaba todito cuando alguien lo molestaba, mientras que Gota de Agua, era más tranquilo, era tierno y me daba calma por su color, pero el más chiquitito era Rayo de Sol, todo amarillito, menor en tamaño a comparación de los otros dos, su cola no se esponjaba tanto, mamá tenía la leve sospecha de que era hembra, en realidad nunca lo supimos. Poco a poco se fueron muriendo, Ca-beza de Fuego murió de viejo, Rayo de Sol saltó de su pecera y se petrificó, al poco tiempo Gota de Agua murió de tristeza (al menos eso sentía yo). Me estoy acostumbrando a verlos partir, viven tan poquito, pero en el tiempo en que los voy teniendo aprendo a ver que ninguno se parece a otro, tienen sus caritas chistosas y nadan de diferente manera. Ya después de un tiempo, le pedí a mi mamá otro pececito, y éste llegó; ¡Está hermoso!, exclamé, el pro-blema ahora sería decidir su nombre, típico cada que tengo una mascota el reto más grande es como lo voy a llamar, ningún nombre me gustaba, hasta que Magy una amiga del trabajo de mi mamá me contó que ella tuvo un pez que se llamaba Nicolás, a mi me gusto, así que decidí llamarlo así. Nicolás es un pez fuerte, llamativo que nada mucho. Por eso de segundo nombre le puse nadador, así es Ni-colás el nadador ¡mi nuevo pez beta!

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Cómo llegó Trigo Conejito a mi vida

¿Han escuchado hablar de los peluches místicos?, yo tampoco sabía que eran. Son como alebrijes de felpa, cartón y cuarzos. Y los conocí gracias a mi amiga Tania, ella es linda como una flor de campo, sencilla, natural, con ojos de luz. Tiene muchisisisismos más años que yo, y le gusta jugar conmigo como si fuera una niña, yo siento que si es niña, porque cuando ríe, brotan de ella dulces melodías con olor a caramelo. Siempre platica-mos de cosas importantes de la vida y de la escuela, me gusta molestarla preguntándole una y otra vez el por qué de las cosas, hasta que ya no encuentra respuestas y ter-mina por correrme de su lado, sé que es broma, porque a los dos nos gusta estar cerca uno del otro. Un día llegó abrazando a una cosa peludita y cornuda, con ojos como de canica, con una cola larga, larga como de changuito, se lo pegaba al cuerpo y éste ser se ceñía a ella como lo hace un bebé con su mamá, me dio tan-ta ternura, a mamá también, así que preguntó si podía-mos tener uno igual, Tanía dijo que era un amigo suyo el que los hacía, que eran únicos y especiales porque los confeccionaba pensando en cada persona. Fue hasta después de dos meses, más o menos, que Tania llegó y nos dio la sorpresa con un peluche místico, ¡ese era el mío¡ hecho sólo para mí... Tania nos comentó que su amigo investigó sobre mí, viendo varios aspectos como la fecha en que nací, mi carácter, mis gustos y concluyó que yo era un ser de sol, y como el trigo brilla con el

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sol, entonces mi nuevo compañero se llamaría “Trigo”, lo abrace fuertemente, era tierno y se ceñía a mi cuerpo tan bien, éramos uno solo, él era yo y yo era él. Cuando llegamos a casa discutí con mi mamá argumentando que no estaba de acuerdo en llamarlo Trigo, puesto que tenía unas orejas parecidas a las de los conejos, ella insistía que aceptara el nombre y yo en que no, total que mi mamá dijo que mejor le pusiéramos “Trigo Conejito” y fin de la discusión. Y sí me gusta, viéndolo bien disfruto mucho pensar que Trigo Conejito tiene mi esencia y me da suerte.

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La noche de los diosesÁngel Rodríguez Equihua

Malina apretaba el paso, no sólo por el frío, también porque entraba en la zona de la colonia donde se jun-taba la banda de los Hernández. Esos chavos eran unos advenedizos, no respetaban a los mayores. Esos chavos llegaron un día a la colonia, acabaron con la pandilla residente y se hicieron de todo el territorio. Malina sabía que era la apartada del jefe de la banda. Lo había sido antes del anterior jefe, de la vieja banda. Siempre apartada, pero jamás tocada. Le mentaba la ma-dre a los cobardes jefes, todos la querían pero ninguno se atrevía, puros chavos que se ponían al tú por tú con los polis pero eran incapaces de besarla, tocarla y hacer-la suya. Pobre de ella si se atrevía a mirar o coquetear con algún otro, al día siguiente amanecía picado o ma-dreado. El viento arreciaba, se le metía por debajo de la falda, le acariciaba los muslos morenos, de canela, de pilonci-llo, tan duros como el bronce; subía por la espalda y con sus manos heladas se iba a los senos, le ponía duros los pezones de color chocolate. Malina disfrutaba de los ro-ces del aire y se resignaba a sólo sentir un hombre incor-póreo, impotente; un hombre que no podía penetrarla. Tal vez por el frío o porque era muy temprano la banda de los Hernández no había asomado las narices, Malina apretó más el paso y llegó a su casa. Se quitó el pesado abrigo, aventó los zapatos al rincón y cambió el

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vestido de camarera por una camiseta y short, nada más. Se cubrió con muchas cobijas y se dejo vencer por el sueño. Malina soñó con barrancas, selvas y pájaros; se dio cuenta de que los barrancos era la ciudad mal trazada en la que vivía, las selvas no eran más que los amasijos de cables eléctricos y los pájaros no pasaban de ser las pe-lotas que unos niños barrigones lanzaban en el crucero. En eso sintió un viento, un airecito, sintió como se le iba metiendo por debajo de la cobija, y sintió bonito, era una sensación agradable. Pero después de un rato se dio cuenta que no era el aire, era un señor, un señor grande, como Mauricio Garcés. El señor, la acariciaba, pero no se atrevía a besarla. Malina pensó que hasta en sueños los hombres le salían maricones. Muy indignado, el señor, se retiró de ella la miró enojado y le dijo:― Muchacha cabrona, ¿qué no sabes quién soy yo?― No sé ni me importa, usted es un invento mío, yo lo hice para que me complaciera…― ¿Para qué te complaciera yo a ti? Nomás porque to-man coca-cola se olvidan de sus raíces, de que los hi-cimos para que ustedes nos complacieran y alimenta-ran… Malina despertó sobresaltada, trató de ubicarse entre las sombras de su habitación. Prendió la luz y el hom-bre seguía ahí. La miraba, con la mirada de los amantes viejos, de aquellos que saben leer muy bien a su pareja. Sonrió, sonrió muy bonito, muy chulo, pensó Malina.

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― ¿Y luego mi’ja? ¿Cómo quedamos tú y yo? Ella no sabía que responder, pensó que esto era la extensión de su sueño, pero el viento frío le dijo que ni maíz, luego pensó que se estaba volviendo loca pero no pudo concretar esa idea porque el señor se le sentó a los pies de la cama, parecía un gato, bueno no un gato pero tenía un algo felino, algo animal. Ella pudo ver unos colmillos finos que se escapaban por la comisura de sus labios. Ahora con la luz de la habitación, el hombre se veía más moreno, más guerrero…― ¿Entonces, cómo quedamos?― ¿Qué cómo quedamos? Viejo cochino, sálgase de mi casa, qué se cree, cabrón, pendejo…― Mira nomás que hablarle así a Uno, a mí, ¿qué te crees? Tu sangre ya no recuerda su origen o qué. Yo soy el creador, la fuente, el destino. En ese momento llegó el jefe de la banda, el de la nueva.― Ya me las olía, cabrón. Pero hasta aquí llegas; ya es-toy harto de tus pendejadas, de ti. El nuevo jefe sacó un puñal rojo, del mismo color de la sangre fresca. Malina se preguntó si no estaría aluci-nando, si los gases de la comida del restaurante no se le habían metido hasta el cerebro y la hacían ver estas cosas. Pero no, no podía ser una alucinación, ahí estaban los dos hombres peleando, ya no por ella, parecía que ambos trajeran pleito desde hace mucho tiempo atrás.― Fue tu culpa, tú los dejaste llegar, no les diste batalla,

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abandonaste a los nuestros. Luego te escondiste entre ellos y dejaste que todo se lo llevara la chingada.― Mira, chamaco, tú no sabes ni como se mueven las cosas, no sabes cómo me las tuve que arreglar para que todos ustedes siguieran por aquí. Es la ley, todo cambia, se mueve ¿o qué, esperabas reinar por siempre? El nuevo jefe que cortaba rebanadas de aire, empezó a dudar con las últimas palabras del viejo. Las cosas se iban calmando, pero Malina no comprendía nada.― ¿Y ella?― dijo el joven señalando a Malina con la punta del puñal― Ella se viene conmigo― dijo una mujer vestida de negro. Maquillaje negro, lentes oscuros. Y esta vieja, pensó Malina.― Pequeña, cuánto tienes que aprender. Y ustedes lo-bos, ¿por qué se la querían echar antes de tiempo? Nena vístete y vente conmigo, yo te limpiaré y te mostraré lo que deberás hacer. Malina no supo que pasó. El disco solar inició su ciclo, ella despertó pero lo único que sintió fue un calor entre las piernas, había empezado su regla.

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¿PROFESIONISTA O PROFESIONAL?Antonio Lima Reyes

Alrededor de los últimos 20 años, hemos escuchado o leído en el ámbito laboral, que uno de los principales requisitos para ingresar en algunas empresas o institu-ciones, es que se cuente con un título universitario, es decir, una profesión con documentos que lo avalen; y es una política de alguna manera lógica si pensamos que estas empresas o instituciones desean considerar en sus filas, a personal con preparación académica de alto nivel con los que pueden obtener márgenes de productividad muy importantes. Sin embargo y a lo largo del tiempo se han visto historias en las cuales, resulta ser que algún profesionista aceptado, no es profesional en las activida-des que le asignaron; y en ocasiones, se dan escenarios contrarios; es decir, una persona que no tiene título uni-versitario, pero que en las labores que realiza, resulta ser un profesional. Existen momentos en los cuales y de manera diaria se presentan estas actitudes; y es ahí, en la actitud en la que creo se basa el ser o no profesional, ya sea alguien que tenga o no profesión. De acuerdo a lo que estamos comentando, vayamos definiendo los conceptos de “profesionista”, “profesio-nal” y “actitud”; por lo que entre muchas definiciones, encontramos que el primero como “se refiere a menudo específicamente al que incursionó en campos que requie-ren estudios universitarios de post-grado o licenciatura,

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donde se adquieren los conocimientos especializados respectivos”, en segundo plano “Un profesional es toda aquella persona que puede brindar un servicio o elaborar un bien, garantizando el resultado con calidad de ex-celencia, puede ser una persona con un reconocimiento de grado universitario, técnico o experto en cierto tema, disciplina o arte; sin embargo, una persona también pue-de ser considerada profesional por el hecho de proveer un servicio o producto y exhibir un comportamiento honesto, calificado, responsable y capaz; características que se obtienen con constancia y talento en la disciplina desempeñada” y por ultimo la actitud “Es la forma de actuar de cada persona, el comportamiento que emplea un individuo para hacer las cosas, cualidad del ser hu-mano, de tomar de manera positiva o negativa, la forma de ser y hacer en su vida”. Así pues, no son los conocimientos académicos ad-quiridos o la experiencia a lo largo de una actividad laboral de muchos años lo que asegura permanecer en una empresa o institución; sino la actitud con la que se asuman las responsabilidades con profesionalismo. En-tonces… ¿cómo se puede definir un individuo? ¿somos profesionales en lo que hacemos o no? Cada quién ten-drá su propia respuesta. A lo largo de nuestra vida, tendremos infinidad de oportunidades laborales, de las cuales, unas serán acor-des a nuestras aptitudes o al perfil de nuestros conoci-mientos y habilidades; pero otras, las tendremos que lle-var a cabo, porque es “lo que había en ese momento”,

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“es lo que me remunera generosamente” o “es lo que realmente me gusta hacer”; será nuestra decisión actuar con profesionalismo en cada responsabilidad que tenga-mos; para evitar caer o simplemente actuar a “como nos lleve la marea” con el pensamiento de “así lo han hecho siempre”, “aquí no pasa nada”, “es lo que me toca”, o la mal citada frase del “ahí se va”… Cualquiera de nosotros tiene la capacidad suficiente para continuar adelante, la fuerza y el entusiasmo para lograr los objetivos inmediatos, la voluntad de mejorar las cosas; teniendo así mayores probabilidades de colo-cación y apertura en las puertas que se toquen; como decía un conocido motivador: -“agreguemos a lo ordi-nario un extra, y lo convertiremos en “extraordinario””-; aprovechemos cada experiencia que se tenga a lo largo de nuestra existencia, porque son solo ciclos que se irán cumpliendo; entonces sea o no de nuestro total agrado, hagamos nuestro trabajo del momento, como si fuera el primero, el único, el último…, seamos profesionales en todos los sentidos, porque ya lo establece un dicho po-pular que reza: “El que es perico, donde quiera es verde”

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Esta es una publicación mensual sin fines de lucro, de la Secre-taria de Educación de Veracruz y del Programa Vasconcelos.

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