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revista de literatura penquista

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PUBLILA BOHEMIA Y SU TRIUNFO NOCTURNO

Bohemia es una región de republica Checa. Es un espacio real en elmundo, hay hogares allá en ese espacio en donde un niño corta laleña y calienta la casa con el fuego de la chimenea, hay mujeres alláque viven trabajando para parar la olla y hacer caldos que nosotrosno podríamos imaginar, hay hombres que chupan como condenadosa muerte, como todos los que beben sabiendo que estamoscondenados a muerte. La bohemia importa un carajo, es una puraidea, pero es, no lo olvidemos, un espacio real en el mundo.En definitiva los bohemios viven como desconociendo su hogar,

buscan un lugar en el mundo y es quizás esa inconsciencia de quepertenecen a una región extranjera, más allá de sus límites

geográficos, la que los lleva de la mano hacia una barra de bar,hacia los bailes más desenfrenados en medio de la brumosa

pista de baile, en medio de una cómoda cama de motelcon alguien aún desconocido. Quizás eso es lo más valioso

de la bohemia, esa sensación desclasada, una profundaidea que no sabemos de dónde viene (quizás de laglándula pineal, quizás del alma) de que estamosirremisiblemente perdidos.Pienso que por eso, y solo por eso los bohemios somosmirados como perdedores, como los NO PARTE, comogente triste iluminada levemente por el brillo del cristal

de las copas, hombres y mujeres con charlas que seolvidan al amanecer, promesas inconclusas, imposibles

de pensarlos en futuros mejores. L as artes y los artistasson poco queridos en el mundo de hoy.

Los bohemios, queridos lectores, somos los derrotados quetriunfan en la noche.

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ORACIÓN A BACO, EL DIOS MIGRANTEDanos a nosotros, los borrachos, Baco, el vino

Que merecemos el día de Venus,El día de fiesta de tu gloria del fin de la semana laboral.

El día cuando las muchachas se ven más bellas por la calle,El día cuando una ninfa cruza su mirada con la tuya, y la mantiene,

A pesar de que eres un viejo perro bajo la parra de la tarde.Danos, Baco, dios más dios que todos los dioses,

Dios que no pides arrepentimientos ni golpes de pecho,Dios que apareces entre la multitud con una jarra de dicha.

Danos, sin culpa, Baco, dios de Gargantúa y Pantagruel, este viernes,La Venus líquida que nos bajará garganta abajo y se alojará

En el bajo vientre, como un hogar con leños de fuego abrigador.Danos, Baco, dios que no se cansa de ir de ciudad en ciudad,

De cuerpo en cuerpo y de sueño en deseo, hoy, este día mágico,La magia de la libertad sin muerte sin madrugada madrugadora.

Sube, trepa por encima de la imaginación y el conocimiento,Ángel sin religión más que la ebriedad que libera

De los relojes, la lógica y las leyes.Que libera de la tumba sin descanso,

Del cuerpo sin temblores y de los temblores de la vidaDel abrazo obligado del día a día.

Ángel que juegas con nuestra mente porosa,Sirena que nos miras de reojo desde el bar,

Musa agónica que nos cantas desde la barra refractante.Para que el poeta -Ecce Homo- pueda cantar como divisas de sus

Resignadas desesperanzas,Mas vivo y más vivo que nunca

En el exilio del Paraíso perdido de tus vides.

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No señor, se equivoca. El copete no tuvo la culpa, o al menos no todala culpa. Sírvame un poco de vino y yo se lo explico. Lo que pasa esque... ¿Cómo decirlo?.. Lo que pasa es que en un tiempo yo tuve plata.Los caballos, las timbas, el casino, hasta en la lotería me iba bien,señor. Ponía el ojo y ponía la bala. Como los pistoleros, señor. Perocuando se acabó la plata las cosas empezaron a ir mal. No ponga esacara, los primeros tres tragos cuestan, pero después pasa comoagüita, como buen pipeño. Como le iba diciendo, la verdad es quenunca fui un buen amante, con o sin plata, pero cuando había plataa ella no parecía importarle. Se acabó la plata y ¡pum!, ella comenzóa enojarse. Que no sabía tocarla, que eso no era vida, que no seacordaba cuándo había tenido el último orgasmo. Fíjese que por esosdías hasta se puso de sobrenombre "La Cometa Halley", señor, porquealgo le pasaba cada ochenta y cuatro años. No se ría señor, no eschistoso.Figúrese usted. El asunto es que me empecé a deprimir. Cada vezque terminaba y ella me sacaba de encima suyo a empujones, me ibahundiendo un poco más. ¿Ve? Raspa la garganta y araña las paredesdel hígado, pero ese calorcito que deja es impagable en los días deinvierno. Fíjese que también le dio por contar chistes, cada vez quenos juntábamos a tomar unos traguitos con los compañeros de oficinadespués de la pega. Iba al baño y cuando volvía ella estaba sentadaentre medio, preparando el siguiente chiste. Me miraba con cara deángel, pero yo sabía que por abajo estaba afilando el puñal. "Unchiste. Un chistecito", decía. Y yo veía a todos los cabros de la oficinamirarme de reojo, riéndose. "¿Saben que hoy día hubo una marchade eyaculadores precoces en el centro?", decía mi mujer. "¡Duró cincosegundos!", remataba, y todos los cabros se estrujaban de la risa. "¿Ysaben por qué no fue cabo el Matamala, famoso por disparar antes

de tiempo?", atacaba de nuevo mi mujer, "porque lo ascendieronAcabo Primero", decía entre carcajadas.Después me daba un beso en la frente. El mismito que le dio Judasa Jesús antes de traicionarlo, señor. Empine no más, sin asco, que sifalta le pedimos al Carmelo que nos transforme el agua en vino. Enla semana todos los cabros de la oficina me decían: "Puta que esbuena onda su señora, compadre", "puta que es divertida y bonitasu señora, cumpita", "¿y cuándo invita de nuevo pa´ su casa,compadre?". Pero yo sabía que mientras me decían eso estabanafilando los colmillos, peleándose el lugar para hacer las tareas queyo dejaba incompletas.Una de esas mismas noches, mientras mi mujer hacía reír a mi costaa los cabros, yo decidí curarme. Curarme bien curado, ¿me entiende,señor? Tomarme hasta el agua del florero y que pasara lo que tuvieraque pasar. Usted creerá que ese día toqué fondo, señor, que leentregué en bandeja mi mujer a los lobos, pero se equivoca. Fíjese

que de tanta piscolita y paragüazo no me di ni cuenta cuando estabasolo con mi esposa y, perdone la indiscreción, señor, pero ahí mismito,arriba de la mesa de la cocina, en la misma en que mi mujer y misamigos se reían a brazo partido de mí, pasó el cometa Halley. Y nopasó una vez. ¡No, señor! Pasó dos veces seguidas. ¿Otro jarrito,señor? ¿Qué me dice? ¿Pa' qué estarse mojando afuera con la lluviacomo los huevones, si uno puede mojarse por dentro en el bar comoDios manda? Imagínese cómo me desperté al otro día, con flor dehachazo. ¡Pero puta que estaba contento, señor! Si me hubiera visto,con el pecho inflado, con la sonrisa de oreja a oreja. Era el Schumacher,el Zamorano de la cuadra, señor.Así encontré la medicina, señor, la cura para mi enfermedad. Fíjesela suertecita, así por casualidad. Salía de la oficina y me iba a tomarunos pencazos con los cabros a la fuente de soda. Después mecompraba una cajita de tinto para la micro y cuando llegaba a la casaestaba listeilor, preparado para la acción. Donde ponía el ojo poníala bala, señor, pero ya no era el más rápido del Oeste. Si hubiera vistoa mi mujer. Una seda, señor, un amor. "¿Te sirvo otro traguito?", mepreguntaba, y se reía sola. Yo también me reía y le decía golosa,señor, potra, señor, y ella seguía riéndose, sabiendo que esa nocheiba a volver a pasar el cometa Halley.El problema es que empecé a sentirme mal, señor. Los cabros en laoficina me miraban y me decían "¿qué le pasa, compadre? ¿No creeque se le está pasando la mano con el traguito? Ya no podemos seguircubriéndolo cada vez que necesita vomitar". Yo les decía "gracias,compadre, voy a bajarle al traguito, ya va a ver que mañana llegomás sano que un yogurt, más fresco que una lechuga", señor. Peropor dentro sabía que si quería seguir siendo el Schumacher, el IvánLuis de la cuadra, tenía que meterme religiosamente esos pencazosque me adormecían el cuerpo. ¿No cree usted, señor? ¿Cómo iba acurarme de mi enfermedad si no tomaba la medicina, señor? Así queseguí llegando enfermo a la oficina y, mientras vomitaba en el baño,veía dibujarse la cara de mi mujer en el agua del water y me animabaa mí mismo diciendo: "Tú puedes, métete los pencazos de todos losdías y la cara sonriente que ves en el agua no va a volver a ser la caraamargada de 'La Cometa Halley'".Así que tuve que empezar a tomarme los copetes solito, señor, porquelos cabros me dijeron que no iban a sentarse a ver como me destruía.¿No le parece una exageración? Sólo para no cubrirme las dos o tresveces que vomitaba durante la mañana, señor. Porque después dela primera cerveza en la hora del almuerzo, ya estaba como nuevo ylisto para volver a la oficina. Incluso, un día después que habíamosfichado, los cabros me pidieron que nos juntáramos para hablar,señor. Me dijeron que eran mis amigos, que dejara de tomar o meiban a terminar echando del trabajo. ¿Se da cuenta, señor? En la

misma fuente de soda a la que antes íbamos. Sin ningún respeto porlos momentos vividos ni los vasos vaciados, digo yo. Usted dirá queeran buenos amigos, que estaban pensando en mí, pero no seequivoque, señor, yo sabía bien lo que estaban planeando esas hienas.Yo podía ver sus intenciones, señor. Sabía que querían que volvieraa ser el mismo de antes para hacerle la corte a mi mujer, para esperarel momento y terminar las tareas que yo dejaba a medias.¿Se siente bien, señor? Después del segundo jarro pega duro. Yo selo dije, el pipeño y Martín Vargas, los mejores pegadores de puñetesque ha dado esta tierra. El problema, señor, es que mientras entrelas sábanas era Iván el Terrible, el rey del metro cuadrado, en la callecomenzaba a tener problemas. Empecé a perderme en la micro,señor, o me la tomaba para el otro lado o confundía los números, yun par de veces me asaltaron, mientras intentaba volver a mi casadesde una población. También comencé a ver cosas, señor. Despuésde unos cuantos pencazos veía enemigos en todos lados. Igualitoque en esa película en que el viejito que anda a caballo confunde losmolinos de viento con gigantes. Lo mismito me pasaba a mí, señor.Despertaba con la nariz rota y mientras me tomaba la primera cerveza,recordaba la increíble pelea en la que me había metido, pero no podíaacordarme bien de la situación. Al día siguiente despertaba con laceja abierta y era lo mismo. Hasta que un día uno de los amigos dela oficina me preguntó qué tal estaba de la caída de la micro y yo lepregunté que de qué caída me estaba hablando si la ceja me la habíanabierto con un palo, por defender a una niña a la que estabanasaltando.En ese momento me di cuenta, señor. Me estaba pasando lo mismoque al viejito ese de la barba y el caballo. Mis enemigos eran losparaderos de micro y las paredes, que después de unos pencazoscobraban vida y me atacaban. ¿Se da cuenta, señor? Estaba viendogigantes donde sólo había molinos de viento.¿Un último jarrito antes de que cierren? Una de esas noches tuve lavisión. Iba caminando y a cada paso que daba un diablito me empujabaal suelo. Cuando estaba en el suelo venía un ángel y me levantabadel brazo, alcanzaba a dar dos pasos y volvía el diablito a empujarme...y así sucesivamente, señor. Así llegué hasta la casa y vi que ella dormía,señor. La vi durmiendo con esa cara de angelito satisfecho y supeque sólo era cosa de tiempo para que "La Cometa Halley" volviera aaparecer. En ese momento me di cuenta de que todo era culpa suya,señor, que ella me había llevado a eso, que por su culpa ya no teníaamigos y me habían echado de la oficina. Que ella era la culpable deque estuviera viendo gigantes donde sólo había molinos de viento.Mientras la veía dormir lo supe, señor: ella era la enfermedad. ¿No leparece lógico lo que hice, señor? ¿Se puede culpar a alguien porquerer estar sano, señor?

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No es difícil darme cuenta que soy un boludo de primera. Este viaje a Santiagoha sido un desastre, de puro obseso pretendía averiguar todos las datosposibles sobre la Generación del 13, visitar los lugares señeros de ese grupode pintores conocidos como "La Generación Bohemia", "La GeneraciónTrágica" y que Neruda nombrara como "La heroica Capitanía de pintores".Pero nada, mi búsqueda terminó en nada (muy propio a mi estilo debúsqueda), así que con más rabia que decepción entré en un bar que -segúnyo- se encontraba cerca de donde estaba el quiosco de los hermanos Lobos,ahí en calle San Diego. Lo lúgubre de la barra, el rostro de mortandad delcantinero y el hieratismo de los parroquianos, generaron una esperanzairrefutable respecto a que uno de ellos sabría algo de lo ocurrido como hacecien años y el optimismo volvió inundarme (cuestión muy rara). Pero despuésde un par de consultas al aire todo volvió a la rabia, así que sin opciones yobligado por la costumbre, pedí una botella de vino y comencé a beberlacon la celeridad de siempre. El tipo de la barra se me acercó y me pidió quele contara un poco de aquellos tipos de la Generación esa, yo de mala ganabalbuceé un par de palabras y no sé qué le habrá llamado la atención de lopoco que dije, pero luego de pedir la segunda botella mencionó, a pito denada, que "con el vino no se juega", cuestión que repitió al despedirme. Subíal auto (otra boludez) y partí de vuelta rumbo a Concepción.

La carretera borrosa en medio del paisaje se entregaba de la peor maneray yo, luego de un par de horas ya iba a punta de cabezazos. Hasta que, porel espejo retrovisor, vi la silueta de un hombre en el asiento de atrás, después

"… eran noches invernales, cuando la ciudad dormía muy temprano,una dicha, una hombría y una despreocupación digna del Olimpo,llevar a los labios el rubí de las copas… donde se cantaba,se decían versos y se discutía y se brindabapor los artistas comprendidos entre Whistler y Botticelli…"

(Jorge Letelier, Miembro de la Generación del 13)

del salto frené en seco y volví a mirar, un tipo de bigote bien tijereteado ycon ojos saltones me señala que no sabe cómo llegó hasta ahí, pero quepoco le importa, mientras me estira una copa llena de vino. Ante el gritoque pegué trató de calmar la situación presentándose, obviamente yo dudé,pero en medio de esa oscuridad y orfandad decidí creerle. Relata que esFernando Álvarez de Sotomayor, el pintor que fue maestro de "los muchachoschilenos" -como él los llama- que vivieron con el arte y la noche corriendopor sus venas y que hasta hace unos minutos se encontraba en Madridesperando la muerte -porque según él- estaba seguro de morir al otro día,y ante la urgencia de la parca decidió aunque fuera una vez en su vida pegarseuna farra en honor a ellos, a todos esos hombres y mujeres que mezclaronlos colores con su propia sangre y que salió de su casa aquel día 24 deseptiembre de 1960 sin rumbo fijo, sólo con un par de botellas en los bolsillosde su gabardina. Estamos en el año 2015 -me limité a decir- él simplementese encogió de hombros y bebió una copa al seco. Tenemos que llegar aConcepción, a juntarnos con Meza, mañana muere, me dijo. Yo abrí más losojos, sencillamente porque antes del viaje había leído todo lo que llegó a mismanos de aquellos pintores y sabía indefectiblemente que Fernando Mezahabía muerto en Concepción, pero en el año 1929, cuestión que le señalé yél nuevamente se encogió de hombros y me llenó la copa.

El viejo no deja de tomar, yo conduzco ahora atento al camino y a las copasque no deja de servirme. De pronto dice que más adelante van a subir algunosamigos, cuestión que ya ni siquiera me inquieta. De hecho unos minutosmás tarde tres tipos aletean a lo lejos al lado de la carretera, me detengo ylos gritos de alegría rompen el silencioso plenilunio del paisaje otoñal delcampo chileno. Yo quedo de una pieza, ahí están los gemelos Vergara, losque posaron para el cuadro "El pintor bohemio" junto a Ezequiel Plaza, quienlo pintó. Me bajo junto a Álvarez y comienzan los brindis: por los muchachos,por la generación, por la heroica Capitanía, por Torrent, por Gordon, Luna,Alpi, Izquierdo, Georgi, Madariaga, Moissan, Moya, Letelier, los Lobos y unapila de apellidos más. El vino no se agota de las mágicas botellas del españoly a ellas se suman un par de garrafas que traen los gemelos y seguimos conlos brindis, yo me los conozco a todos y me entusiasmo, es decir me entrego,y comienzo a nombrar, y a cada nombre que digo las felicitaciones y losrecuerdos aparecen por doquier y mi copa no se vacía, y le hago empeño deacabarme todo y me doy cuenta que no puedo seguir el ritmo de profesionales,pero no me quedo atrás. Hasta que se me ocurre brindar por Enrique Bertrixy las miradas se clavan en mí como si hubiese realizado una canallada, y luegoen la humedad de la tierra. Así estuvieron un par de minutos hasta quealguien gritó que ahí venían algunos más, incluidos los nombrados recién.Luego de interminables abrazos venidos desde el desamparo de principiosdel siglo XX me señalan que debíamos partir, pero ahora éramos como 15.Pensé en el auto que me había conseguido. No cabemos -le dije al español- y como ya era una constante se encogió de hombros y me llenó la copa.

Bueno -pensé- suben los que quepan y punto. Al girarme el automóvil ya noestaba, su lugar lo ocupaba un micro antiguo, recorrí su contorno para versi el auto estaba detrás del armatoste, pero nada y todos comenzaron a subir

mientras me gritaban que me apurara. En mi vida había conducido uncacharro como ese, que si me apuran, podría decir con relativa certeza queera el mismo que aparece en la película "El Gran Circo Chamorro". Así quealrededor de las dos de la mañana partimos rumbo a Concepción entreaplausos y gritos, y bajo una infinidad de brindis: por la incomprensión, porlos melancólicos, por los parias, por la marginalidad, por el borde, la periferia,por todos los incomprendidos bastardos atormentados que se dedican alarte en este país lleno de bastardos que atormentan. Cada diez minutos micopa se llena, el camino se pone borroso nuevamente, me empujan, meabrazan, dan vuelta un par de copas en mi ropa y comienzo a indignarme.De pronto uno de los Vergara (obviamente no sé cuál) me dice que paremosun par de kilómetros más adelante, en la animita que está cerca de Talca,porque ahí suben más. Dicho y hecho, otro grupo, quizás más grande, nosespera, todos aperados con botellas y damajuanas. A medida que suben lagritería es mayor. Entran Abarca, la Berroeta, Guevara, Ovalle, Prida y Solares,Bustos, Dora Puelma, Délano, García, Gallinato, el "Loro" Gilbert, Izquierdo,"Pashin" Bustamante, entre otros. Cierro la puerta y sigo conduciendo, ahoraofuscado y ebrio.

La fiesta está que arde, el español va cantando zarzuelas en medio del pasillomientras todos aplauden y gritan ¡olé!, por los vidrios chorrea el vino, por miropa también, incluso Agustín Abarca, quien se supone que era el mástranquilo de todos, va bailando en medio del pasillo con una botella en lacabeza, ya todo es exceso y no aguanto más. En el momento que iba adetener el micro para putearlos, se me vienen los recuerdos de un viaje quehicimos a Valparaíso en un micro similar, junto a algunos baluartes del artepenquista, donde todo fue una fiesta interminable, una locura. Aún recuerdolas risotadas de Meissner, Neira, Fica, Sánchez, Riquelme, Rojas, Fernándezy de muchos más que ahora no viene al caso mencionar, y todo se encontraba,en ese momento, dentro de la normalidad, en ese instante de la oportunidadque sólo el viaje ofrece. Pero sin dudas esto era peor. Nosotros éramos,somos y seremos amateurs en relación a estos personajes, quienes armaronel imaginario en torno a la bohemia y al arte en Chile, son los fundadores deldesasosiego en este lado del mundo, los que pusieron el pecho en el momentopreciso, nuestros crucificados, así que por respeto tomo aire y sigo el caminoacelerando para llegar pronto a Concepción.

El resto del viaje fue un fiasco para mí. Venía bañado en vino y, para ponermea tono intenté seguirles el ritmo, cuestión que a pesar de mis esfuerzos nopude hacer y al parecer me dormí, porque de un rato para otro estábamosentrando a la ciudad y aún eran las dos de la mañana. Álvarez me sirve laúltima copa que acepto y me dice que no pueden llegar a esa hora a casa deMeza, que vayamos a algún lugar para seguir con la junta. Ahora yo soy elque se encoge de hombros y acelero, estaciono el micro afuera de ese barque está en la esquina de Maipú con Ongolmo, los acompaño hasta la puerta,ellos desfilan ordenados y, apenas ingresan, comienzan los gritos y loschoques de copas. Yo no me atrevo a entrar, me fumo un cigarrillo y vuelvoa dormir al micro, mañana de seguro tendré que acompañarlos al velorio deMeza. Me resigno y pienso: "con el vino no se juega".

"Amigotes 2", Américo Caamaño, xilografía, 1991

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PUBLIFinalmente nos juntamos en el bar que tú sugeriste. Llegaste sonriendo, con olor a tabaco,no notaste mi nerviosismo y me tomé casi al seco el primer mojito.Empezaste por contarme que ese año estabas en segundo de Historia, que andabassolo, que llegaste cuando la fiesta estaba terminando, que yo bailaba impúdicamentejunto a dos amigas y que mi pelo se veía maravilloso. No recuerdo que me hayas sacadoa bailar o que mi amiga vomitara fuera de la Casa del Deporte. Tampoco, que fuéramosa dejar al parcito de curadas al bus y que después camináramos de madrugada hastami casa, cerca del Parque Ecuador. ¿Nunca te dije que estaba casi terminando mi carrera en Chillán?No recuerdo que hayamos fumado marihuana, ni que nos hubiésemos detenido en lasruinas del teatro viejo, que hayas subido al segundo piso y que te pusieras a recitar elinmolado de Concepción. No recuerdo que me hayas dicho que hacías teatro con un talLoyola. Puchas, no recuerdo que hayamos cantado a grito pelado Amores incompletos y quesaltaras el cerco del liceo donde estudiaste y con un plumón escribieras en la entrada:mueran los viejos castradores. ¿Me tendí en plena calle para que dibujaras mi contorno con un pedazo de ladrillo?¿Dices que ahí fue cuando nos besamos como locos?No entiendes por qué, si esta ciudad es como una nuez, nunca nos volvimos a cruzaren 19 años. Por eso, casi te dio un ataque cuando me viste aparecer en la reunión deapoderados.Dices que tal vez no me acuerdo de ti, porque ahora usas lentes y barba, que a mi maridolo ubicabas de la U, que es increíble que no nos encontráramos antes, que lamentas nohaber llegado al día siguiente para invitarme a pasear por la playa, que los celulareseran un lujo, que mi pelo no ha cambiado mucho, que te irás becado a México, que cómotan desmemoriada, que tienes unas ganas enormes de darme un beso. ¿Que si meatrevo a recordar?

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Bohemio es vida mía, todo lo vil y mundanoLo terrenal, lo invisible, lo secular y profano

Bohemios son los apátridas que pernoctan en los llanosLos que no tienen oficio, los que no buscan trabajo

Bohemios los inmigrantes, los clandestinos, los vagosLos maleantes, los mafiosos, los rebeldes, los porfiados

Los cínicos, los infieles, los tristes, los fracasadoslos ricos de mala muerte, los pobres enamorados

Bohemios los vagabundos, el golfo y el puritanoLas putas de puerto infamia, su lupanar, sus zapatos

También los doce compases, del blues bohemio y paganoy bohemio el Mississippi, en la voz de Charlie Patton

Bohemias son las corcheas de un negro cantando salmosla trova de Billy Holyday , por los negros ahorcados

¡Los negros son tan bohemios que hasta caminan bailando!y van agitando el cuerpo desde la cruz hasta el sacro

Bohemia la negra Rosa, en el asiento de un blancoy el ritmo en las plantaciones del canto de los esclavos

¡Es tan calé y tan bohemio el cante de los gitanos!y el bailaor de flamenco castañeando en el tablaoLos bares y los burdeles, los puros y los habanos

los pañuelos en el cuello, las gabardinas, los tacoslos adoquines, los perros, los faroles, los escañosla neblina de la noche, los portones y candados

Bohemias las vibraciones en los bordones del bajoel sonido de la orquesta, el olor de los sobacos

los llantos de media noche, las navajas y los tajossirenas de policía, las redadas y los pianos

Bohemios son los poetas, rimadores, literatosel artista, el comediante, el posmoderno y el clásico

Bohemio es vida mía, todo lo vil y mundanoLo terrenal lo invisible lo secular y profano

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Lo vimos por primera vez en el bar Neruda una noche del2004. En realidad varios ya nos habíamos topado con él en fiestas opeñas solidarias, pero el Gringo era tan silencioso, tan pausado, quehabía que mirarlo varias veces para llegar a verlo de verdad. La mayoríaestábamos allí por el poeta Oscar Petrel, que lideraba la mesa. Éramos,no sé si admiradores, pero sí simpatizantes de su poesía de modoque nos dominaba una disposición ridícula y tierna por igual. Petrel,como Sócrates, se puso a hablar del amor y de su insoportable influjo.Dijo que las escenas más atroces de su vida las había llevado a cabopor alguna mujer, y nos desafió a que relatáramos la proeza másadmirable que hubiéramos hecho por amor. Uno dijo haber vendidoel auto de su padre para comprar un costoso pasaje a Europa y visitara su ex polola. Otro, seguidor de Arjona, aseguró haber cubierto todoel piso de su departamento con pétalos de rosas del color favoritode su pareja. Mientras nos burlábamos y rellenábamos nuestros vasosoímos una voz desde un rincón de la mesa, la voz del Gringo. Yo juguéa la ruleta rusa por una mujer, aseveró impávido. ¿Jugaste a la ruletarusa?, inquirió alguien. ¿Y con quién? Con mi mujer, admitió el Gringo.Jugué a la ruleta rusa con ella porque ella misma me lo pidió. Sabíaque era redactar mi propia condena, pero aún así lo hice y cargo conello, sentenció bajando la mirada. Esa misma noche comenzó arevelarnos su insoportable historia. Unos pocos tuvimos la suerte dehablar con él en otras ocasiones, casi siempre en algún bingo bailablea los que era aficionado. Gracias a eso nos fue posible reconstruir elpasado del Gringo, un pasado que él iba arrojando a pedazos, peronunca terminaba de abandonarlo.

El Gringo se llamaba en realidad Javier Tapia Rivera y, comoocurre con la mayoría de los apodos, el suyo era un oxímoron. Erachico, de contextura escuálida, de piel muy morena y de cabello negrotan seco que más bien parecía un puñado de tachuelas que alguienle hubiera pegado en la cabeza con neoprén. Tenía veintiocho años,y llevaba cinco en Chile. Mejor te hubieras quedado en Cuba gringoculiao, le decía Petrel con cariño. ¿Cómo dijo?, preguntaba distraídoel Gringo, siempre pendiente de otra cosa como si habitara unadimensión distinta.

Lo cierto es que el Gringo era cubano. Nació en el hospitalde La Habana una madrugada del año 1977. Su madre había salido deChile a comienzos de 1974 huyendo de los esbirros de Pinochet. Segúnnos contó él, su madre fue una activa partidaria de Allende y duranteel gobierno de la Unidad Popular trabajó en la municipalidad de Lota.Dado que no tenía hijos ni pareja, es decir, dado que estaba sola,decidió abocarse por completo a la causa (¿qué causa?, cuenta elGringo que le preguntaba a su madre cuando niño. La única causaposible, le contestaba ella con paciencia), pero, como es sabido, todose vino abajo el 11 de septiembre. Estuvo detenida en la comisaría deLota y luego en la cárcel de Concepción. La torturaron, naturalmente,nos contó el Gringo, aunque ella nunca le dio detalles. En enero de1974, sorpresivamente, la soltaron. Unos dirigentes del partido queestaban en la clandestinidad no tardaron en contactarla. Con ellosarrancó, primero a Los Ángeles y, luego, a Antuco. Después de unassemanas de insoportable espera cruzaron por Pichachén haciaArgentina donde abordaron un avión a Cuba. En total eran seispersonas, su madre la más joven y la más entera, aseguraba el Gringo.

En Cuba, y después de un tiempo de razonables titubeos, lamadre del Gringo rehízo su vida. Encontró un trabajo en el hospitalde La Habana y se casó con un chileno oriundo de Antofagasta,también exiliado, que conoció una noche de luna llena y airetransparente, aseguraba el Gringo dándoselas de poeta. De esarelación nació él, hijo único. Fueron sus propios amigos cubanosquienes le pusieron "Gringo" fascinados por su dura piel morena (yeso que ellos eran negros de verdad, apuntaba él). Cuando cumpliólos quince años su madre le confidenció por vez primera las escenasde su pasado en Chile y le juró que nunca más iba a volver a esemiserable país. Esa confesión marcó la infancia del Gringo y guiótodas sus decisiones posteriores.

Contra la voluntad de su madre, el Gringo llegó a Chile a finesde los noventa. Odiaba este país, pero a la vez lo amaba sin conocerlo,nos dijo. Se alojó en la casa de un hermano de su madre en Lota.Intentó estudiar algo, pero era incapaz de concentrarse. Trabajó demesero, de recepcionista, y de percusionista en un grupo de cumbiasen Concepción. Al cabo de varios años conoció, como se dice, el amor

y ahora está claro que ahí se torció todo. Fue en un bingo bailable enla Agüita. Él estaba concentrado en sus timbales hasta que levantóla mirada y la vio a ella. Igual a una epifanía, decía el Gringo, siempredado a la lírica. Nosotros nunca la conocimos a ella, a Beatriz. Sabemosque era alta, de pelo muy ondulado y de enormes caderas. Esa nocheél la sacó a bailar y dos semanas después ya vivían juntos en la diminutapieza que el Gringo arrendaba camino a Penco.De vez en cuando Beatriz se iba a cuidar la casa de sus padres en SanPedro, y él la acompañaba. Comían a destajo, fumaban marihuanamirando televisión y hacían el amor largamente sobre la amplia camamatrimonial. Una noche en la que no podían dormir, él, en un arranquede entusiasmo, le dijo que la amaba y que haría lo que fuera por ella.¿Lo que fuera? Lo que fuera, repitió él. Beatriz rodó hasta el veladory sacó un revólver. Toma, le dijo, juguemos a la ruleta. Dice el Gringoque le brillaban los ojos. ¿Es una broma?, inquirió, pero Beatriz abrióel tambor del arma y sacó una de las dos balas que quedaban. Comoen las películas hizo rodar el tambor, cerró el revólver, y apoyó elcañón en su sien. Mira, dijo, y apretó el gatillo. ¿No la detuviste?, lepreguntábamos siempre. No, jefe, nos respondía él, no supereaccionar. Sin dejar de sonreír ella le extendió el arma. Te toca, diceel Gringo que le dijo. Cogió el revólver y apuntó a su sien. Ahí mismome condené, repetía el Gringo. Sin pensar en nada -o pensando entodo-, apretó el gatillo. Silencio. Beatriz se puso a gritar y a saltar yel Gringo no supo si era de felicidad o de tristeza. Minutos más tarde,mientras regresaba el revólver al velador, le contó que su padre eradetective y que ella desde niña acostumbraba a sacarle alguna de lascinco armas que escondía en la casa. Después lo besó y se quedódormida. El Gringo la miró durante una hora que le parecióinterminable. Sabía que todo se había acabado. Apenas salió el sol,se vistió y abandonó la casa sin decirle nada a Beatriz. Nunca más lavolvió a ver

Lo que son las cosas, aseguró el Gringo aquella noche en elNeruda después de contarnos su historia. Sírvase otra copa, maestro,le ofreció Petrel, pero el Gringo se negó argumentando que al otrodía tenía que levantarse temprano. ¿Tienes que trabajar?, lepreguntamos, pero ya se había levantado para irse.Creo que lo vimos dos o tres veces más. En cada una de ellas lerogamos que nos repitiera su historia, a lo cual él accedía tímidamente.Después desapareció durante casi medio año hasta que una vez loencontramos en la calle. Al vernos movió un brazo a modo de saludoy siguió de largo apresuradamente como si nos tuviera miedo. Puedeque sea así, reflexionó Petrel, o puede que seamos nosotros los quele tenemos miedo, acotó. ¿Lo crees?, pregunté yo. Con toda mi alma,sentenció Petrel misteriosamente.

"Sueño del desamparo", Cristian Rojas, mixta sobre tela, 2012

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Y su boca roja dejaba en el vaso la mancha del deseoEntre ruinas de cajas de vino se arruinó la pielY a los 30 ya parecía tener un sigloTomó, desde chicota hasta cloro y no se inspiró nunca, Señor BukowskiSe acostó con todos y todas y su vida no le importa a nadie, Sra. de BeauvoirTanta mala comida la volvió obesa y Botero no se fijó tampoco en ellaNo tomaba para olvidar sino para recordar el camino a su piezaA ese cuarto hediondo lleno de orinas, que a pesar de Woolf no logró liberarlaDerramó toda la tristeza en sus cantos callejeros y Edith Piaf la miró con desdén desde el afiche de labodegaDe púber bailó en un topless y jamás Duncan le tendió la manoY de niña perdió la nariz en una bolsa de neoprén y no rockió un solo día, Señorito MorrisonAquí se paga caro el conceptoY sus lenguajes nos latigan la espaldaNuestra pintura es un graffiti vulgar en un baño de mala muerteAcá esa palabra no calzaCon tanto pronombre grosero y sin esdrújulaSus pretéritos pluscuamperfectos,Son una ofensa para nuestros pasados elementalesMorir, es el verbo de nacerY se conjuga en presente y nada másSomos el horror primario de la metáforaLa carne y el hueso de su almaAquí el arte se descompone y nos asfixiaAquí la realidad desconstruye y pudre el lenguajeEl que no corre se arrastraEl que no ladra lo muerden

Así que juegue a la bohemiaQue acá, por orgíaLa rutina

Y nuestras artistas Las más putas y borrachas

La cosa es breve.Conocí a Ernesto en el '83, nos tocó sentarnos juntos en el último banco del colegio.Lo primero que me dijo fue:- ¿Le tenés miedo a la muerte?Teníamos trece años, empezábamos primer año. La muerte era para mí una palabraincierta, llena de misterio, es verdad, pero sin peso, algo que le toca siempre a los otros,como la pobreza, el cáncer, el exilio.Los primeros dos años fuimos muy amigos, después todo se fue disipando, él empezóa leer mucho y a escribir y yo lo escuchaba cada vez más aburrido. Una sola vez lo dejéque me leyera unos poemas.Cuando terminamos quinto año, casi no nos veíamos fuera del colegio.La próxima vez que nos volvimos a ver fue en el 2005. Un amigo me llevó a una parrillamugrosa en el centro, y ahí estaba él, fumaba su pipa negra en un rincón, la jarraplateada de vino Crotta, sin hielo ni soda, sobre la mesa, la mirada en alto en la televisión,las noticias.- ¿Ernesto?Me reconoció, a pesar de la borrachera, en el acto. Nos abrazamos con timidez. Sentíla picazón del saco de lana verde, el olor a humo y sudor contenido, el esfuerzo de surespiración.- ¿En qué andás tanto tiempo?- Acá ando.- ¿Seguís escribiendo?- Sí - le tembló la voz.Yo no dije nada.Charlamos dos o tres cosas más: la familia, los viejos compañeros. Mi amigo estabaapurado y teníamos un tema urgente que hablar.Cuando nos fuimos y me acerqué a saludarlo, le pregunté:- Che, me tengo que ir. ¿Venís seguido acá?- Yo vivo acá - dijo.Le prometí entonces que iba a venir a buscarlo la semana siguiente.A los cinco días murió mi padre.Volví a la parrilla dos años después, Ernesto no estaba.Un hombre me dijo que ya no iba, no sabían nada de él. Me fui. Busqué algún libro suyo,pero nadie lo conocía. Al parecer no había publicado nada.Pasaron los años, me olvidé. El destino quiso que volviera a la parrilla casi sin pensarlo.Era el cumpleaños del parrillero. Unos muchachos tocaban la guitarra y los demáscantaban.Uno hizo un chiste, otro dijo:- Sí, claro, miralo cómo terminó Ernesto.- ¿Hace cuánto ya que está adentro? - dijo uno bajando la voz.- En febrero creo que se cumplen cinco años. La puta madre, cómo pasa el tiempo. Alguien arrancó otra canción, todos gritaron y se pusieron a cantar, nadie lo volvió anombrar.No supe más, no me animé a preguntar.Antes de irme levanté el vaso y apuré el último trago en su honor. Lo imaginé en elmismo viejo banco de colegio, diciéndome:- ¿Le tenés miedo a la cárcel?Y me vi a mí pensando lo mismo: que la cárcel es también como la muerte, eso que lepasa siempre a los otros, como la pobreza, el cáncer, el exilio.

"La Bohemia", Americo Caamaño, xilografía, 2006

patricio rago

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PUBLI ES LA UNA DE LA TARDE Y NO HUBO SOL,HACE FRÍO, CORRE EL VIENTO Y UN CAFÉYA HA DURADO MEDIA HORA Y ME MIRÉEN LA LUNA DE UN ESPEJO CON TREMOL.

SON LAS SEIS Y SE ACUARELA UN ARREBOLMI REFLEJO EN EL ESPEJO NO SE VE,ME PREGUNTO SI ES LA PÉRDIDA DE FEO MI VISTA SE NUBLÓ CON EL ALCOHOL.

SON LAS NUEVE, SE HA POBLADO ESE LUGAR,LA BOTELLA NUEVAMENTE SE VACIÓY AL INSTANTE OTRAS DOS HE DE PAGAR

SON LAS DOCE DE LA NOCHE Y SIN HABLARLA BORRACHA CENICIENTA SE MARCHÓSIN DEJAR SU ZAPATITO EN ESE BAR.

EN SU MESA CON UN VASO EN SOLEDADY UNA VIEJA FOTO EN SEPIA ROTA EN DOS,CANTURREA LOS ACORDES DE UN ADIÓSCASI AL BORDE DE PERDER LA SOBRIEDAD.

OTRA NOCHE VOCINGLERA EN LA CIUDADAVANZANDO EL MINUTERO TAN VELOZ,CARRASPOSA DE TABACO ESTÁ SU VOZDELINEADA DE UN CARMÍN SIN VANIDAD.

NO LE IMPORTA CUÁNDO, CÓMO NI CON QUIÉNALZA EL VASO Y BRINDARÁ POR NO LLORARLA PERCANTA CON SU TRAJE DE SATÉN

SE OYE UN TANGO EN EL FRAGOR DEL FEO BARSOLITARIAMENTE ENVUELTA EN SU DESDÉNEMBRIAGADA DE DOLOR SALE A BAILAR.

VUELVE SOLA A NAUFRAGAR EN ESOS BARESDONDE SUELEN ENCONTRARSE LOS VENCIDOS,LOS QUE ATURDEN EN ALCOHOL TIEMPOS PERDIDOSBARAJANDO ENTRE LOS VASOS SUS PESARES.ALLÍ TODOS LOS QUE LLEGAN SON JUGLARESQUE DECLAMAN EN VOZ ALTA SU ALEGRÍADISFRAZADA DE UNA ABSURDA POESÍAQUE SE ESCRIBE EN EL FRAGOR DE ESE BULLICIOY SE DEJA DE PROPINA EL MALEFICIODE ALGÚN VERSO QUE QUEDÓ SIN AUTORÍA.

UNA MÚSICA RETUMBA EN EL OÍDOZIGZAGUEANDO LOS PASILLOS INTERIORESY SE PONEN A LLORAR VIEJOS DOLORESQUE NO ENCUENTRAN LOS SENDEROS DEL OLVIDO.NO SE OYEN SUS SOLLOZOS CON EL RUIDO,ES EL BAR UNA GUARIDA A LA TRISTEZADONDE LO QUE SE TERMINA NUNCA EMPIEZA.DE TAN LLENO QUEDA EL VASO DERRAMADOY ESE TRAPO MISERABLE SE HA EMPAPADODE SUS LÁGRIMAS FLOTANDO EN LA CERVEZA.

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Hubiese dado media vida por verlo entrar. Por verme contenida ensu abrazo, por verme aferrada a sus hombros y encontrar algún cobijoen su espalda ancha. En ese momento, hubiese dado vida y mediapor tres minutos recibiendo su calor. Él, era todo lo que podíanecesitar, el único redentor posible para mi infierno personal.Lo conocí años atrás, en una noche que no prometía ni motivaba. Enuna de esas noches en que las borracheras y las rondas de magiacómplice en los baños ya no me entregaban los resplandores felicesde otro tiempo. El primer encuentro sucedió como suceden la mayoríade los encuentros casuales e intrascendentes en las noches de excesosy bohemia, de quienes frecuentan círculos de intelectuales de pocamonta, artistas visuales emergentes y con poco futuro y gente ligadaal "ambiente cultural". Pero por alguna extraña razón, recuperé esavieja costumbre perdida de mirar a los ojos y -simplemente- lo vi. Ylos hilos nacarados de nuestras miradas se entrelazaron y supe desdeese instante, que él sí era capaz de entender y abrazar, como nolograría encontrar a nadie por un buen tiempo. La conversación fluíacomo si se tratase de un reencuentro, las casualidades y los azareshicieron fila para cruzarse a nuestro encuentro: tiempo y espaciosincronizados y en marcha. Todo lo que cualquier creyente incautose atrevería a catalogar de milagro.La experiencia me ha confirmado lo que mi instinto ya creía saber:que los amores verdaderamente fundamentales se dan así, comoguiados por un vendaval irrefrenable al que no se puede hacer frentecon las conocidas excusas de los amantes cautelosos que abundanlas ciudades del orden y la ruina. Y yo no intenté hacerle frente, bajéla guardia de todos mis fusiles y me aferré al delirio, como si hubiesesido el último y el primero. Casi llegué a creer en las mentiras que mecontaban de pequeña, y le besé y le abracé, y cogimos como si deese polvo dependiese la continuidad y la vida del universo entero.Hubiese sido capaz de rezar a los pies de aquel hombre, de bañar sucabeza en perfume, como su única y eterna Magdalena.

La madrugada que le siguió a aquella noche, nos encontró imaginandolas historias que gritan las ventanas de la ciudad, desde un balcóndel quinto piso de mi edificio. Y ya para esa mañana, todas mispercepciones habían sido confirmadas: sus abrazos me entendían ysu mirada me abrazaba. Y para terminar de poner en evidencia miabsoluta desnudez, me animé a preguntar con la voz más dulce queencontré:- Cuando me viste, ¿qué fue lo que más te gustó de mí? - y no supe silo que se dibujaba en su rostro era una sombra de extrañeza o unrubor casi infantil ante lo que estaba a punto de decir.- Te parecerá extraño - dijo al fin y como excusándose - pero fuerontus manos. - ¿Mis manos?-Sí. Suelo mirar manos de mujeres. Tus manos son pequeñas, dedosfinos y puntiagudos. Palmas suaves, tez clara. Uñas bien cuidadas. -Y ahí volví a sentir que titubeaba, que perdía la mirada como buscandoalgo, que el hombre fuerte e inquebrantable dudaba -… además,sólo una mujer con tus manos, podría entregarse como tú lo hashecho.Y ante aquella confesión, no pude más que lanzarme nuevamente aél. Y volver a besarlo y a cogerlo con más ganas. Y sentir que cogíay devoraba a un Ángel caído, y que ese Ángel en cada nueva embestidaredimía mis viejos fantasmas y recelos. Y luego ese Ángel me bañaba,me daba el maná, me alimentaba, y volvía a los embistes, a la vez queyo le juraba que me gustaban las mujeres tanto o más que a él, peronunca había elegido a mis amantes guiada por esas tretas. Y él, enmedio de nuevos jadeos, me hacía prometer que pondría más ojo,porque las manos jamás mentían.Permanecimos así casi una semana. Saliendo del departamento díapor medio, solo para comprar pan y cigarros. Y logré amarlo. Y lohubiese amado, aunque hubiera desconocido incluso su nombre.Porqué me bastó tan sólo verle, para saber que éramos de una mismaespecie, prójimos afines de idéntica esencia. Y comprobé con el gusto,el tacto y el sexo, que mis ojos no mentían. Y que ese amor, lograríaprescindir de las tradiciones y sus ritos vacíos, e incluso de nuestrapresencia, porque después de esa semana no conservamos ningunaseña de nuestros respectos. Y desaparecimos el uno del otro, comosi la muerte nos hubiese tocado. Y yo volví a mis mujeres, a las viejasamantes, a las noches vacías, a la magia blanca en baños de localesnegros, a las miradas que no entienden y a los abrazos que no llenanni calman. A la ruina de los lunes en la facultad. Y ni un amago debuscarnos. Porque no lo necesitábamos. Porque ya nos habíamosbastado de nosotros.Pero en el día de la muerte del otro hombre al que había amado tantoo más que él, el día en que sentí que un golpe seco y terrible me

derribaba, que mis piernas ya no me respondían, que el dolor llegabahasta lo más hondo y lo inundaba todo, en el día en que me vi rodeadade gente, de extraños que intentaban llenar mi condena con palabrasvacías, repetidas y manoseadas, lo vi llegar. Y no dijo nada, pero suabrazo logró calentar un poco los huesos de un alma rota. Y lloramosjuntos la muerte de mi padre, y cargó conmigo el féretro, soportandoestoico las miradas de inquisición y extrañeza de familiares. Ydespedimos juntos el cuerpo tendido y frío del hombre que me habíadado mucho más que la vida y mil libros. Y supo sostenerme cuandomis piernas perdieron las escasas fuerzas que le quedaban, al ver porúltima vez el ataúd de mi padre perderse para siempre en la oscuridadsepulcral de la bóveda familiar.Y permaneció arrimado a mi sombra en los días que siguieron,preparando el café por las mañanas, callado cuando había que callary abrazando muy fuerte cuando la angustia agudizaba, pero por sobretodo escuchando: vacié todos los recuerdos de mi infancia en susoídos atentos. Hice y rehíce los trayectos de mi juventud, enumerandoy describiendo rostros y situaciones que ayudaron a digerir el dolor.Y en algunas noches apurábamos la calma con dos hielos y en otrassimplemente cogíamos muy despacio, manteniendo el ritmo que misdías necesitaban.Y ya cuando por fin la pena se marchó lo suficiente, y yo me supe losuficientemente resignada a seguir caminando medio manca, nosdespedimos en el mismo antro donde nos habíamos conocido. Ybrindamos en silencio, y volvimos a reír con ganas, desde muy adentro.Y otra vez entramos al baño en busca de magia y acabamos cogiendopor última vez ahí. Y al llegar el alba, nos despedimos sin poderdisimular ese dejo de tristeza que se nos asomaba.Pero lo volví a besar en un día radiante: el día en que lanzaba miprimer libro. En mitad del lanzamiento lo vi parado en el umbral dela puerta del auditorio. Y juro que hubiese corrido a abrazarlo, paragirar abrazados como en las malas películas, pero contuve el impulsoy sólo le dediqué la sonrisa más cómplice y tierna de la que pudedisponer. Y después del coctel y firmar un par de libros, huimos juntos.Llovía. Y acurrucados bajo un paraguas, caminamos la ciudad fumandoy riendo, comprando café a cada tanto, cerrando bares. Y asícompartimos medio invierno. Y otra vez el adiós de siempre. Ladespedida sin promesas. La certeza de que aquel abrazo bien podríaser el último.Y hoy, ni aquellas remembranzas logran darle vida a mis días másgrises. Los pasadizos ruinosos del tiempo y sus miserias, no lo traerána mí. Esta vez, él no llegará. Y yo tendré que aprender a vivir a lafuerza, la más terrible y profunda de todas mis soledades. Porquehoy lloro, sobre la tumba del único hombre que logró ser mi cómplicey compañero más fiel, y hago un último salud en su nombre.

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Mi mejor poema era un paseo por las noches penquistas, mi mejorobra eran las borracheras interminables. No escribía nada, pero lorumiaba todo, cada una de las palabras agolpándose en el guargüerocreando su bolo, atascándose en lo estrecho de mi garganta,paralizándome la lengua, pero lo limpiaba todo de un trago. Luegoeso entraba a mi cuerpo y entonces tenía que enjuagarlo por completo,por eso me tomaba toda la botella, por eso terminaba apagando lasluces de los locales, cerrando los candados esperando el próximoestancamiento, el bolo atándose y creciendo. Cuando me di cuentaque en vez de escribir o crear chupaba como el que más, me propuseser el mejor al menos en una cosa.Todo era parte de una estrategia, no podría decir que era un caminoen picada, eso es lo que creían todos, pero yo estaba explorando demanera eficiente mi ambición desmedida, sumergirme en la nochelatinoamericana, la noche penquista. Todo oscuridad tiene sus tonosy cuando pasas mucho tiempo en la noche los ojos se te aguzan ycomo un esquimal en la nieve comienzas a distinguir los tipos denegrura, la densidad de las sombras. Cuando estás tan alerta comopara no dejar los cabos sueltos, comienzas a beber tranquilo, unacopa tras otra sin apurarte, sabes, tienes certeza de que llegarás adestino: obtendrás tu borrachera y con ello la nebulosa que te hacecaer de nuevo.- ¿Por qué estoy contándote esto? Pues para que no cometasmi error. Creer que la noche era un amor como cualquier otro.La última vez que intenté llevar una vida normal y despertarme a lassiete y treinta de la mañana para ir a la pega, casi me vuelvo loco, metuvieron que quitar a un alumno de las manos cuando lo estabaasfixiando porque no sabía conjugar un puto verbo. Si vas a vivirdespués de las ocho de la tarde necesitas un empleo distinto, poreso me hice taxista y por eso fui proxeneta, pero la mejor pega es laquirúrgica, no la que deja papeles y boletas, sino la que no deja rastro, por eso me hice ladrón de bancos.

PUBLIBueno, no exactamente un ladrón de bancos, yo sólo conducía, perosabía hacerlo como nadie, no corría ni aceleraba, no frenaba demanera sonora ni conducía con la música fuerte. Sabía ocultarme,sabía pasar inadvertido, mi talento era la previsibilidad y falta deatributos. Así como me era imposible escribir, tampoco generabamala espina o desconfianza. Mi mayor talento estaba en desaparecer.Tanto tiempo pasé sin ver el sol que la luz ya no me pegaba en elrostro o incidía en mi cuerpo. Se corrió la voz y al quinto asalto ya eraun número puesto en cualquier función. El problema es que yo novivía para asaltar bancos, sino que asaltaba bancos para poder vivirdespués del ocaso. Quizás fui impertinente, comencé a gastar másde lo que un profe, o un taxista, o incluso un proxeneta puede gastar,invité muchas copas y gasté muchos billetes de diez y de veinte avista y paciencia de todos.Fue entonces que llegó ella y todo comenzó a cambiar, la noche teníaotros tonos, pues ya no me iba solo a la cama, no necesitaba irmeborracho, cambié un vicio por otro. En el camino a casa atacábamoslos zaguanes refugiándonos de la lluvia o del frío. Nunca nos abrieronuna puerta o nos perturbaron una cacha, siempre pensé que eso erauna extensión de mis talentos, quizás tampoco la oscuridad incidíaen nuestros cuerpos, nadie podría descubrirnos siempre y cuandoestuviéramos pegados, casi juntos, casi uno.

- Pero, como te dije, la noche no es un amor como cualquierotro.

Por eso ayer entraron a su casa los ratis, por eso me delató y estamosacá hablando. Hijo, no cometas los mismos errores míos, si vas aabrazar la noche no dejes que ésta te vea engañándola. Si no puedesescribir ándate a la cama y espera un poco más para que llegue tumusa, lee tranquilamente a los clásicos y no robes bancos.

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1Tuve la eternidad por compañeracuando bebí, llorando, el primer vino.No sé bien el momento, si era un niñoo un hombre que arrastraba sus infancias.Recuerdo el muro, las rugosas tablasde la casona abuela compañerade los otoños y las primaveras.Pero el vino esa noche, ay, esa lentalindera entre los juegos y la fiestame dio por siempre su latir rotundo.Así, esa noche trastoqué mi rumbodel camino del ángel al ensueñode saberme en los dones placenteroscon la magia que entraba por mi cuerpo.Nada entonces, me juro, me fue ajenoesa tarde, esa noche, esa fronteracuando tuve en mis brazos la quimeray en mi boca los besos y los labios:el beso de aquel vino iluminado.doble embriaguez aquella, doble halago.

2Embriaguez de las alas que se elevandesde el abismo neutro del espejo.Embriaguez de la lluvia de un inviernocuando sé que voy vivo entre la bruma.Embriaguez de la luna en la lagunadonde imparto mi verso y mi plegaria.Embriaguez de la nada y la obstinadacertidumbre que todo será efímero.Embriaguez de las bocas en que oprimolos cuerpos del deleite y del olvido.

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Entre nosotros, cuando utilizamos la palabra "bohemia", sabemosque nos referimos a "… la vida que se aparta de las normas yconvenciones sociales", como señala el diccionario y, principalmente,aquella atribuida a los artistas. Se puede hacer o llevar, entonces,una "vida bohemia". Tampoco olvidamos que Bohemia es una regiónde la República Checa que limita con Polonia, Austria y Alemania.Numerosos grupos de gitanos emigraron desde esa zona hacia Franciay otros países de Europa. Como es natural, este grupo humanopresenta un estilo de vida y valores sociales diferentes a las imperantesclases establecidas, de ahí que se les asociara con los bohemios y seles asignara el ser nómadas, llevar vidas desordenadas, durmiendoen cualquier parte, el ser ateos o agnósticos, etc. Los que detentabanel poder, la aristocracia, repudiaban todo esto, repudian todo esto.La bohemia en literatura, como movimiento, tiene su origen en estehecho. Es el escritor francés Henry Murger (París, 1822-París, 1861),quien en su obra "Escenas de la vida bohemia" (1847-1849), hace unretrato costumbrista del grupo "Los bebedores de agua" (paradojalnombre): artistas muy pobres y mediocres, muertos de hambre, quefrecuentaban el Barrio Latino: hay humor, tragedia, realismo,romanticismo, apuesta por la vida y vivir del arte y la literatura, contigopan y cebolla. Esta obra sirvió de inspiración para la famosa ópera deGiacomo Puccini, "La bohème" y, en 1992, el cineasta finlandés AkiKaurismäki, adaptó "La vie de bohème" al cine. Rimbaud tiene unpoema titulado "Mi bohemia" y el cantante y compositor CharlesAznavour compuso una famosa canción: "La bohème". En el textode Rimbaud, alguien se va con los puños en los bolsillos rotos y esfiel a la Musa soñando espléndidos amores y en su ruta, bajo el cielo,

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desgrana rimas "au milieu des ombres fantastiques" ("en medio delas sombras fantásticas"); "Et je les écoutais, assis au bord des routes,("Y yo las escuchaba, sentado al borde de los caminos"), "Ces bonssoirs de septembre où je sentais des gouttes (Esas buenas tardes deseptiembre en las cuales sentía gotas), "De rosée à mon front, commeun vin de vigueur ; (De rocío en la frente como un vino vivificante).Ese "al borde de los caminos", de las rutas, será el "On the road"(1957) de Jack Kerouac y la generación beat: el cambio, la aventura,el desplazamiento, las drogas, la música, el jazz, en fin, la poesía. Yel "vino vivificante" al cual nos invita el poema de Rimbaud, es elestar siempre ebrios de Baudelaire, el "embriagarse sin tregua", yaque esa es "la única cuestión", "para no sentir el horrible peso deltiempo". La vida bohemia consiste, precisamente, en poner el tiempohumano entre paréntesis como un antídoto contra la enfermedad,la vejez y la muerte, que resumen, creemos, los males ontológicosde nuestro tiempo. El texto del autor de Las flores del mal, terminaasí: "Y si alguna vez en las escalinatas de un palacio, sobre la hierbaverde de un canal, en la soledad triste de tu pieza, te despiertas, unavez que ya la embriaguez ha disminuido o desaparecido, pregúntaleal viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye,a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todolo que habla, pregunta qué hora es y el viento, la ola, la estrella, elpájaro, el reloj, te responderán: "¡Es hora de embriagarse! Para noser los esclavos martirizados del Tiempo, emborráchate, emborráchatesin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como quieras." (El spleende París. Pequeños poemas en prosa, 1869).Me parece que la figura del flâneur se relaciona también con la delbohemio. Ambos, además, encarnan un tipo que llega a ser unpersonaje literario en la Francia del siglo XIX. La palabra viene delfrancés y significa "paseante", "callejero", "vagabundo", en el sentidode callejear, de vagabundear, de ir sin rumbo por las calles de laciudad, entregado a su propio mundo, a la aventura y a todo lo quele ofrece ese espacio, pero como un observador apasionado y atento,

como un amante de la vida y de sus dones. Ciertos bohemios sonseres sofisticados y no solo pobres diablos ebrios de ignorancia comocree el común de la gente. Nos parece que la polémica figura deldandy en personajes como Oscar Wilde, el mismo Baudelaire o enpoetas contemporáneos como el español Luis Antonio de Villena,también dialoga a su modo con el espíritu bohemio. He aquí algo delflâneur según de Baudelaire: "…entre el flujo y reflujo del movimiento,en medio de lo fugitivo y lo infinito. Estar lejos del hogar y aun asísentirse en casa en cualquier parte, contemplar el mundo, estar enel centro del mundo, y sin embargo pasar desapercibido -tales sonlos pequeños placeres de estos espíritus independientes, apasionados,incorruptibles, que la lengua apenas alcanza a definir torpemente."Este sentido del bohemio, del flâneur, del dandy, del poeta, por quéno, los sitúa como seres marginales en la ciudad contemporánea,habitantes de reductos donde se suele, como ya hemos dicho, alargarel tiempo entre el alcohol y el humo, entre risas y palabras, entrepulsiones y deseos que inventan otra realidad. Y en el caso del dandy,Luis Antonio de Villena aclara: "Un dandi es una persona que utilizael vestido como una manera de disidencia, es decir, se viste bien, conprendas buenas, pero nunca como los demás. Introduce elementostransgresores en su forma de vestir: Lord Byron vestido de turco;ningún inglés de inicios del siglo XIX vestía de ese modo. El dandismoes ponerse prendas que puedan llamar la atención, dentro de un airede elegancia, pero que a la vez destaquen." Y ese modo externo dedisidencia, como es la vestimenta (que traduce un impulso interior),es también bohemia, marginalidad, transgresión.Walter Benjamin señala que el flâneur llega a su fin con la sociedadde consumo que todo lo transforma en dinero. ¿Podemos encontrarun sentido para la bohemia en nuestro tiempo? ¿O todo es unmentidero, máscara, simulacro, disfraz, pose, desequilibrio, carencia? Parece que el desafío es encontrar un creativo sentido a lamarginalidad y la transgresión: una nueva bohemia. Y eso lo entregala poesía."C

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Era frecuente ver a Fermín borracho entre los pasillos y las salas declases. A veces vomitaba, a veces lloraba, y en los días de resaca sele podía ver sentado en la escalera del foro de la Universidad, asustadoy con ojeras en los ojos.Todo había comenzado con una singular apuesta, según su palabra,Fermín sería capaz de resistir un mes bebiendo cervezas a diario,emborrachándose sin vergüenza y, además, asistiendo a clases. Y sitan sólo hubiera un día donde se le viera sobrio y reposado, entoncesla apuesta quedaría cancelada con su derrota y la falta de consecuenciaentre su palabra y la realidad.En su vigésimo día de borracheras, Fermín conoció a Noelia. Ella sele acercó mientras él vomitaba afirmado de un árbol. Se saludaroncomo viejos amigos, y después se besaron hasta el anochecer, justocuando Fermín estaba volviendo de la embriague. Entonces, allí él lamiró con atención. Noelia tenía el cabello liso y unos hermosos senosbajo un chaleco azul. Su mirada era penetrante y sus palabrasinteligentes. Caminaba con un singular ritmo en sus pies y en elcabello tenía pintada una franja de color verde. Fermín se enamoró.

Al despertar al día siguiente, Fermín no sabía si a Noelia lahabía soñado o la había inventado. Su imagen de mujer hermosa sele venía a la mente con todo el sabor amargo de una fuerte resaca.A esa altura de la apuesta a Fermín se le olvidaban sus acciones conlas borracheras. Pero había en su boca un dulzor extraño y en susropas un olor a mujer. Así, poco a poco, fue recordando algunosdetalles de Noelia. Recordó que había alcanzado a tocarle un senoy después sabía que habían entrado juntos al baño de la Biblioteca

Central. Pero sólo hasta ese punto duraba su memoria. Entonces seduchó, lavó muy bien su boca y echó perfume en sus ropas. Afeitóla barba áspera de su rostro y echó gotas en sus ojos para blanquearlos.Después se fue a la universidad. Antes de llegar se compró un chicle,y al llegar vio de lejos el cuerpo de Noelia sentado en la escalera delforo. Al verlo, ella se acercó alegre y lo besó con devoción en loslabios. Fermín estaba feliz y confundido, pero llevaba tanto tiemposin besar a una mujer, que aquella lengua y aquel aliento de Noeliavenían a su vida como una ventolera de verano. Sabía que sus ojeraseran groseras y que del fondo de su estómago continuabaasomándose el olor a la cerveza a pesar del chicle. Pero cuando Noeliasacó de su bolso una cerveza, Fermín comprendió que podría continuarbesando a esa hermosa mujer sin la necesidad de renunciar a suapuesta.

Cuando Fermín acabó de beber la cerveza, Noelia sacó otrade su bolso (estaban heladas y sabrosas), Fermín ya no se cuestionabatanto la aparición abrupta de esa mujer en su vida, solo se dedicabaa besarla y a beber las cervezas que ella le compraba. A ratos seocultaban en los cerros de la universidad y ella dejaba que Fermínintentara hacerle el amor. Después lo dejaba dormir un rato de espaldasobre el pasto. Al despertar, ella le compraba otra cerveza. Entonces,la felicidad de Fermín solo era comparable a la sonrisa de un niño,porque a pesar de estar borracho, aquella mujer continuaba a sulado casi amándolo en la casualidad. Después, cuando bajaban delcerro, ella lo llevaba abrazado hasta la micro y lo despedía con unlargo beso.Fermín llevaba contados veinticinco días de borracheras continuas.Sabía también que llevaba cinco días junto a Noelia, y de alguna formapresentía que toda aquella maravilla acabaría en algún momento.Decidió entonces hablar con Noelia, y de alguna forma presentía quetoda aquella maravilla acabaría en algún momento. Decidió entonceshablar con Noelia sobre la posibilidad de hacer un cambio en la rutina. Le preguntó a ella porque nunca bebía con él, y también porquétanto interés de su parte en verlo borracho. Me gusta el tono lentode tu voz cuando te abraza la embriaguez, le dijo ella, pero algo ensus palabras le dio desconfianza a Fermín. Ese día también bebiópero con más cuidado. Le costó emborracharse, porque esta vez sededicó a observar a Noelia. Pensó en lo que sería de esa relacióncuando completara el mes acordado de su apuesta, y recién ahícomenzó su temor de perderla para siempre. Bebió tres cervezasmientras intentaba hacerle el amor en el cerro, pero no consiguióemborracharse. Fue al negocio en busca de una caja de vino. Despuéspensó un rato en las clases, en el mucho tiempo que la habíaabandonado por culpa de la apuesta. Acabó la caja de vino ytambaleándose un poco caminó hasta la micro y se fue a casa. Estuvo

casi toda la noche pensando en las consecuencias de aquella apuesta. Descubrió que su abdomen había crecido con tanta cerveza. Sentíadolores extraños en su sistema digestivo y una acidez permanentesubía de su esófago como una llama del infierno. Escuchó esa nochealgunas canciones de los Beatles y en esas melodías dulces sintióque amaba a Noelia. Esa voz alegre y esa fluidez en su conversación. Le gustaba la forma en que caminaba y aquel mechón verde en sucabello. Sintió dolor al comprobar que no recordaba en detalle lasveces que había logrado hacerle el amor, y concluyó que todo aquellopodía también no existir más allá de un recuerdo borracho. Losrecuerdos que tenía en la cabeza se movían difusos como fantasmasy comenzó esa noche a pensar en la posibilidad de abandonar aquellaestúpida apuesta. Lo haría por Noelia, por su belleza y por conservarlaa su lado.Después de ducharse contó los días que le faltaban para acabar laapuesta. Faltaban cinco días y Fermín sintió el deseo deemborracharse ese día. Le hablo en el desayuno a su madre sobreNoelia. Le dijo que era una hermosa mujer que había caído del cielopara él y le prometió traerla esa tarde a casa para presentársela.Después se fue a la universidad. Entró a clases. Tomó apuntes yalgunos compañeros se extrañaron de no verlo borracho. La claseterminó y al salir de la salsa se encontró con los amigos de la apuesta. Evitó el contacto con ellos y se fue en busca de Noelia. Siempre ellalo esperaba en el foro, pero aquel día no la encontró allí. Fermín sesentó a esperarla. Miraba el reloj del campanil, el minutero queavanzaba lento y burlón. Después de dos horas de espera Fermín serindió y se fue a casa sin beber. Al llegar evitó también a su madrey fue a su cama con la esperanza de encontrar a Noelia al otro día.Se dio cuenta que no sabía la dirección de ella ni tenía un númerotelefónico donde ubicarla. Al día siguiente volvió a buscarla al foroy tampoco la encontró. Esta vez estuvo toda la tarde esperándola.No bebió. Y cuando pensaba en la apuesta, no le importaba perderla. Lo que si le aterraba era perder a Noelia, sus besos, su sexo, sumechón verde y su voz.Una semana entera se vio a Fermín sentado en la escalera del foro,mirando el reloj del campanil y buscando la cara de Noelia entre losgrupos de mujeres que veía pasar. No se sentía mal por haber perdido la apuesta con sus amigos. En momentos sentía el impulso de beber,pero todas las energías se le iban en pensar en aquella mujer quehabía caído del cielo para él. Noelia, entretanto, andaba viajando porel sur gracias al dinero que le dieron sus amigas. Noelia siempreganaba las apuestas por más difíciles que fueran; siempre resultabavencedora. Y cuando sus amigas la desafiaron a intimar cinco díascon el alumno más borracho de la universidad, ella sabía que estavez también sería fácil ganar."E

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Te escapaste del día con sus tormentosde los gritos de niño corriendo cerro abajo,¡Mamá no te vayas! Y no volteaste la espalda.De esos sonidos que aún retumban en tus recuerdos,porque la noche no tiene remordimientos.Te ocultaste del día con sus verdades,de esa niña pariendo sola en el campo,maldecida por las palabras de otra tirana.El viento del mar ahoga los sueños que ya olvidaste.Te escapaste del día con sus memorias,a tierra húmeda del sur lluvioso,de esa casa pobre llena de hijos.La noche sólo engendra soledades.

La noche porteña ocultó tus temoresmadre que cobija entre sus brazos a los parias;los desterrados, los excluidos del norte y el sur,los que nadie recuerda y todos olvidan.Entre sus calles eras La Gran Tiranamujer fría y seductora que nadie pudo dominar.Es la sangre india decían "las niñas" del puerto,vendías amores gastados a quien pudiera pagar.La noche porteña es dolorosa como un bolero,sabe que tus pasiones mueren al amanecer.y que tu boca vendió cariños que no debiste prometer.

La Gran Tirana entre muchos hombresque enloquecidos de placer,juramentaron nunca olvidarte,ignorando que tu alma se murió con tu niñez.¡Mujer, no me abandones! Y no volteaste la espalda.La noche porteña comprende que no sabes amar.Que te olvidaste del día con sus tormentos,de ese niño solo jugando en el campo,de tu infancia perdida entre los cerros,de ese pasado que no quisiste recordar.Renunciaste al día, a tu sangre, a tu ayer.Caminas sola por las calles del plan,vendes amores que sólo se pueden comprar.

"Según tu punto de vista, yo soy la mala.La que te llegó hasta el alma,La Gran Tirana"

PUBLI

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PUBLIGerardo Chao

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David chicotea su trompeta como si fuera un elefante en celo.Sopla los bronces de la orquesta gitanay escapa en estampidauna manada de música en peligro de extinción.

Se dan vuelta dos y tres litros de vino vivo, saltan los vasos suicidas de la mesa,se hunde la fiesta, naufraga,mi cabeza no es más que una rueda de bicicleta.

Van dos días de incendio,las palabras como cardúmenes,como peces afiebrados.

Suena dulce una botella,y en la soledad oscura ¿de qué me perdí?estoy trenzado a las piernasde la única muchacha desnuda del mundocapaz de beber agua desde mis propias manos.

Entonces desperté,y fue la hinchazón de los ceniceros,el dolor de las puertas y ventanas abiertas,la mancha roja en la alfombray los libros deshojados,el agua saliendo de sus llaves a las doce del día,los platos sucios, las ollas raspadas,los tenedores marchitos;lo que esbozó la partitura.

Amanezco sediento en un cuarto que no es el mío, me cuesta trabajo reconocer mis zapatos.

Busco una puerta para implorar piedady escucho afuera las vitrolas polvorientas del sol.

Escapo sin rumbo hacia la casa de un amigopor una calle llena de lamentos,aparezco y desaparezco, mustio, ebrio, bebiendo todavía que no tiene fin.

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PUBLI

Me invitaron a una lectura en un local nocturno de Santiago. Nos habíamos metido al metro. Llevábamos unamochila con seis o siete botellas de vino. Íbamos y veníamos en el estúpido metro. Íbamos vaciando las botellasy riendo y hablando en voz muy alta. Roberto (mi compinche de borrachera) se llevaba la mayor parte. La historiafue que nunca pudimos salir del metro y jamás llegamos a la lectura. Él era el bebedor, yo no. -Empecé a beber a los 11 años -explicó Roberto. Y miró a la distancia con nostalgia. -Has perdido varios empleos -le dije, me sabía la historia de memoria. -...pierdo constantemente la billetera... me parto la boca...despierto en casas vacías... -...bebías en moteles. Fumabas y veías tele. -Me encanta el ron, el vodka, el whisky, el vino, la cerveza... -Eh, eso es bueno -le confesé-, pasa la botella. -Le pasa a todos los borrachos, Claudio. -Sí que les pasa. -Una noche quemé la camioneta de la empresa. -Apuesto a que carabineros te encontró en calzoncillos y te encerró... -Claro que sí. Un hombre que pasó a nuestro lado susurró: -Hijos de puta -Vete al cuerno -repliqué. Di un trago y le pasé la botella a Roberto. Él le dio un trago y me la devolvió. Habíamos pasado nueve horas enel estúpido metro. Bajábamos a orinar y subíamos a los vagones. Ahora estábamos en uno de ellos. -Hace nueve años me casé. Ella bebía tanto como yo -comentó. -Siguieron bebiendo y tu matrimonio se fue a pique -comenté. -Divorcio, abogados, pérdida de familia y del hogar. -Ella ya no bebe -dije. -Ella ya no bebe -dijo. -Es verdad. -Claro. -Ya lo sé. -Nos han robado la vida. -Sin familia y sin hogar. -Pero aquí no necesitamos vida. -Sí que sí. -Es horroroso. -La humanidad durante siglos se ha construido con esfuerzo y responsabilidad. -Es un maldito trabajo de hormigas. ¡Me encanta el mínimo esfuerzo! ¡Me encanta la irresponsabilidad! ¡Meencanta que la gente no trabaje! -Pero eso no está bien... los hombres trabajan durante todas sus vidas para obtener algo. Requiere trabajo,esfuerzo, responsabilidades. -Nada es imposible. -De qué estás hablando. -Te preocupa mucho tu cochina alma. El vino corría y el vino no paraba. Es lo último que recuerdo. El estúpido metro continuaba yendo y viniendo.

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Cuando el sueño se anclaba en lo más profundo de la noche sentí ungolpe en la ventana de la pieza, una voz susurrante que dice: pelao,peeelaaooo ábreme la puerta weon. Bajé las escalinatas con sigilo,abrí la puerta. Shihhh callao vengo medio doblao, dijó el minino, subióraudo las escaleras para entrar al sobre, sus catorce años no fueronimpedimento para la parranda inicial. Echado bajo las sábanas lo másquieto posible para tratar de esconder el olor a alcohol y humo decigarro que su cuerpo expelía sin misericordia. Cuando llegó la mañana,mi papá pasó frente a la puerta, olfateó y pensó: "algo de Alarcóntiene este cabro" recordando a sus parientes beodos y vividores que nunca llegaron a pasar los cuarenta años de vida.El minino fue creciendo, su capacidad para entablar amistades através del canto y su guitarra igual creció. Llegábamos a veranear aPichilo y la gente del sector esperaba con ansias su llegada, el negocitodel lugar triplicaba la venta de cerveza y vino, el gato gritaba ¡estáseco el cantor! y acto seguido llegaba a sus manos la pituca de tintoo la Pilsen, el supremo acto lo componía él y su amigo "el canilla debuitre", un profesor del liceo con el cual salía de parranda, los doscomo siameses tocando una cueca a dúo en una sola guitarra, otrobrindis, otro salud, hasta que los comensales secaran las garrafas ylos metros cuadrados de cerveza.Terminó su periodo de liceo y su inquieta vida lo llevo a trabajar aLaja donde se construía la papelera. El cuervo, su tío entrañable, lollevó. "Sobrino querido" le dijo ya es tiempo que sepas lo que estrabajar, es hora de que endilgue su vida, que asiente cabeza. El gatopartió.Pasaron los primeros quince días y cuando llegó era otro… pantalónpata de elefante, una camisa brillante color tecito con leche, condibujos que semejaban células distorsionadas en tonos verdes y rojos,traía regalos musicales, discos de Paco de Lucía, Cacho Tirao y losconciertos Brandemburgueses de J. S. Bach, mi hermana pensó queera el momento de la redención de nuestro felinezco hermano, fue

la última vez que lo vimos llegar hasta…Hasta la llegada de aquel viernes, sus colegas tipos versados en laparranda de antros y lupanares de baja monta lo invitaron a unmomento de esparcimiento y relajación. El gatuvelo llegó comocualquier iniciado, tímido, observante, las poncheras y cervezasllenaron la mesa; el humo, la música dio ambiente al lugar, llegaronlas meretrices, las flacas, las gordas, las tentonas y las destetadas,todas las mariposas revoloteaban felices en el lugar, hasta que llegóel momento en que la noche cambió su curso, se abrieron las cortinasesas que nunca fueron lavadas para dar paso al artista. Pasaronalgunos sin mayor expectación con aplausos tibios por parte de laconcurrencia, hasta que el lugar quedo abierto a quien quisiera haceruso de él. La suerte estaba echada, con la energía de su fiera juventud,el minino tomó una guitarra y lanzo su primera canción, su voz erapotente el lugar se doblego a la interpretación de la viola doliente,sonó el último arpegio de su guitarra, un pequeño silencio y laexplosión de sus amigos y compañeros al descubrir un artista en sunobel invitado, acto seguido vino la invitación por parte de la casa,dos niñas para atender a la revelación. La atención fue completa, elfelino despertó al día siguiente cuando el astro sol sacudió su cara,se abrió pasó entre las damiselas que le dieron algo más que calor.Regresó el sábado al trabajo, sumo horas de sobre tiempo, cuandodieron las seis de la tarde, salió del trabajo, en la puerta esperaba untaxi, señor don Gato, doña Enriqueta (la putita superiora) dice queestoy a su servicio, si desea puede ir a cantar hoy. Partió a la pensiónde la Carmen a buscar su guitarra más algo de ropa, para ir directoa la Pensión Soto. Fue así como el micifuz, inicio un idilio sostenidocon noche Lajina, deambulando entre el trabajo de la oficina de planosdirecto al puterío pueblerino, se sentía como vikingo muerto encombate en el Valhala, noche tras noche sin soltar la guitarra, poncheratras ponchera, pucho tras pucho, llegaba el día y abandonaba suharem, perdió la cuenta de la piernas que se desenredaban al

levantarse cada mañana. Sus compañeros de trabajo alinicio lo admiraron, la segunda semana sólo lo miraban,era una apuesta silente ¿cuándo se cortaría la cuerda? latercera semana pasaba el espectro directo a su escritorio,el fantasma dejaba su cuerpo en el burdel, asistiendocon algo de carne y huesos a la silla de su trabajo.Llegó una mañana, caminó por el centro de la oficina,tropezó con unos planos, su humanidad siguió directoal cajón de los desperdicios de papel diamante, su cuerpohabía adquirido tal liviandad que los papeles quedaronintactos, no se levantó una sola pelusa de polvo, cerrosus ojos verdes que habían dejado su luminosidad en ellupanar, para seguir en un sueño profundo, suscompañeros de obra dejaron caer sobre él otro tanto depapel, así tendrían tiempo para decidir qué hacer.El viernes a eso de las catorce horas un Simca 1000 sedetuvo frente a nuestra casa, tres amigos sacaron losrestos del crápula felino, caminaba con dificultad, al verlomi mamá y hermana explotaron en llanto, lo depositamosen su cama, yo no aguanté y le dije: ¿Parece que se loestá comiendo la zorra, hermanito?, una pequeña sonrisafue su respuesta, acto seguido llegó una sopa criaturerade esas que se le dejan caer dos huevitos crudos, quelevantan muertos, cucharadita por cucharadita tomósopita, sus ojos se cerraron para quedar sumergido enel más profundo sueño.Pasaron tres días, justito después de la misa del domingo,cuando mi mamá y hermana llegaron al lugar del doliente,abrieron las puertas de la pieza con sigilo, descubrieronque solo quedaba el cobertor con la silueta del felino,tampoco estaban la guitarra ni sus cigarrillos.

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PUBLIJubilado de radio NostalgieSe me raya el disco y no me queda otra que escucharel lamento borincano de los borrachosEsperando la letrina en los bares de la diagonal.Allí un chico ple-bello, me dice: "tu no eres penquista"Y yo le respondo con cara de Frances tipo jurel : soy de Traiguén."Tráiganle un vaso de agua que ya le entró agua al bote"Canturrea la Ceres bizca de tanto mirar el mall costanera,Y no poder callar de una vez a los evangelistas del séptimo día.Cuándo saliste del closet? me pregunta la camión PegasoYo me arremango los párpados y le respondoque en mi casa sólo había un ropero,donde hicimos Fondo común con mis carnales,mientras me acaricio el wall Mapu, y le envidio la camisa leñadora acuadros.El chico insistente me pide que le decline mi identidadY yo le digo que me llamo Luis Felipe Quintupil.La noche me lleva a decorar la realidad que no es lo mismo quementir, porque para eso la patria entera es bastarda de Pinocho.En la divina Concepción todos acarrean muertoslos carretones son tirados por jeep 4x4La Mireya es candidata a reina en el face to faceEl arte tiene código de barraLas calles son pasarelas de la moda al díaLos pescados son refrigerados en la alcantarillaLos taxistas son carabineros de turnoEl copete es más caudaloso que el Bío-BíoLos pájaros se rien en la filaLas vienesas de la fuente alemana son un rescoldo humeante,La cicatriz de villa Baviera.En la Purísima ConcepciónAbril pitos mil

Los cines ya no pasan EmanuelleLas universidades son abadías de numerariosLa performance es una cocida de hocicoLos bomberos son pyromansLa cueca hueca la cantan en el trans-noche, los clientes de la MariaBegoña ( la misma que parió un guacho y se lo tiró a los perros,porque de tanto hacerse el truco, se creyó un mujeron porteño)La cetácea obispo, vestida de púrpuraLe soba el lomo mayo a la bota milica.En la serenísima ConcepciónUna mancha de grasa humanaParpadea lo semáforos de la plaza de armasEl mercado es un esqueleto a bóveda abiertaLas mansiones son antesalas de inmobiliarias sanguijuelasEl hospital regional es un Cafarnaúm de fariseos mata sanosLos adoquines sirven de morteroLa estación es un otoño permanentePor donde pasa un metro, que no mide las consecuencias.Y aquí me veo en el reflejo de los remolinosQue acarrean escombros sentimentalesOtoñando impido que se me arranque la cacharraMientras limpio el parabrisas de hojas secasNo hay nada como la luz de esta ciudadNi los arreglines de mundo entre pensionados del aula cero.

Me iré antes de echar al suelo mi semillaY rompa a patadas el portal de medicinaNo vaya a ser cosa que se me de vuelta el paraguasY termine de seremi de la nueva minoría.Porque capaz que aquí me quede Apernadoa la fugaz espera de un tren que no pasará ya nunca más.

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La bohemia, mi ejercicio de bohemia, de tipo lotino que vive en Lagunillasy estudia en Conce, siempre tuvo visos de resentimiento y de periferia.Porque los diálogos entre los centros y los lindes no sólo operan en losescenarios grandiosos, en los grandes mapeos. Saberse un pendejoproleta de provincia era un estado un poco injusto, sabiendo que ladimensión de los grandes artistas del mundo, después de la dictaduraempezaba a abrirse a esta hendidura del mundo justo a 7 horas de dondeyo vivía: en pleno Santiago.Abro las viejas citas, los viejos saludes de ese Concepción borracho quesabía de caminatas frías buscando abrigo, una radio y las conversas deocasión y se me figura esa manoseada postal del flaneur que alguna vezcaché cuando me enteré que Baudelaire era más bacán que Bukowski.Porque la crisis que se adentra cuando te envicias con el juego de lo queignoras al candor de la copa que quieras, entre grifos y noche, resultaser un tema dentro de tus miserables prioridades de mocoso estudiante.Podías no alcanzar a alimentarte como corresponde o como tu mamáquerría, pero siempre, siempre te alcanzó para beber, siempre hubo algopara llenar las copas, siempre tuviste eso necesario para empeñar poruna dulce jarra de algo.Las formas que adopta la bohemia parecieran llevarse enquistadas en elhueso de cada quien y a medida que el cuerpo envejece y avanza, estasconductas del vicio, del exceso y de la risa ligera parecieran tambiéntransformarse con uno. Miro a mis viejos y mis recuerdos de sus vacilonesson de escenarios lluviosos, llenos de humo parrillero, guitarrassambalandeando y vino en diferentes formatos y de eso ya han pasadomás de treinta años y ahora, cuando me encuentro con esos mismosviejos, ahora cuando tanto ellos como yo estamos más envejecidos yseguimos avanzando, cacho que mantienen ciertos hábitos como abrazarlos saludes con vino en distintos formatos, sin embargo, hay una fuerzaque pareciera haber cambiado con ellos y que va más allá de la lógicafatiga de material de los cuerpos. Es como si el pulso de la bohemiahubiese madurado entre sus canas y sus besos de viejos. Lo hermoso deverlos beber su bohemia es que no quieren parecerse a esos papástreintañeros que empinaban la garrafa y pasaban de largo en medio dela noche. Lo bacán de sus desmadres es que los viven a un pulso natural,evitando ceñirse a esos ejercicios lastimeros que muchas veces trae lamanoseada nostalgia. Es más, creo que mirando a mis viejos en sushábitos de tragos y abrazos, ellos viven sólo una parte de la nostalgia:el nostos, ese que se refiere desde la figuración griega al regreso,

sacudiéndose esa fracción que refiere al dolor, la algia. Es como si lesimportara una mierda cualquier refrito vintage, cualquier ondalacrimógena que intenta alcanzar los tiempos idos con un sabor a llantoy a pérdida.Hace poco tiempo atrás un ex compañero de la u me contactó porFacebook. La verdad es que no éramos compañeros de curso sino quede andadas, de garrafeos. Buen tipo el loco. Lo recuerdo cagao de risaen la cancha de hockey, cuando hacíamos deporte visual mientrasbebíamos y armábamos proyectos que nunca siquiera pasaron al díasiguiente en nuestras cabezas. Me invitaba eufórico por chat a que nosjuntáramos a tomarnos algo y recordar viejos tiempos. Recordar viejostiempos, y claro que puedo entender que la nostalgia se nos aparezcacomo el respiro y que nos habite permanentemente, pero reunirse arecordar lo bien que lo pasábamos cuando éramos cabros y teníamosmás aguante, no sé si lo prefiera.Es lindo transitar a mi antojo por todos los tiempos, por los que se fueron,por los hoyes y por los que imagino vendrán, pero no hay asunto másarrobador que obrar como trabajador desde el segundo inmediato, desdela experiencia viva que se apuntala con cada paso, por eso me terminopor hacer el leso ante el ofrecimiento de este contacto del pasado,porque no convino conmigo reencontrarnos para celebrar nuestro hoy,para empezar a urdir las candorosas o fomes formas de nuestras actualesbohemias. Ahí está la verdadera gracia de cualquier goce: el momento.Hoy fui de camino a una fuente de soda que queda muy cerca de mi casa.Nos citamos esta vez con un compañero de pega que es tan amante delos schop y el olor a fritanga como yo. Me contó de cuánto extraña a sucabra chica y de cómo su ex mujer le pone escollos para que la visite. Lecuento que soy profesor y que muchos años hice clases en colegios yque el dedicarme ahora al periodismo -o más bien a ser un escritor denoticias- me llegó a la vida como un extraño giro al que no me pudenegar. Nos reímos por muchas horas, muchas, y las rondas y los cenicerosse llenaron con esa abundancia que regala un lindo encuentro.De vuelta a casa, tras abrazos largos y proyectos en ciernes con estenuevo compañero, me figuro brindando en treinta años más y me repitoen secreto que, después de todo, cualquier forma que viva en mí en estetiempo es el glorioso ejercicio de la decisión y si a mis setentas tengaque brindar y acostarme con las gallinas, bueno, ese momento luminososerá suficiente para estar tranquilo.Después de todo, el que nace chicharra... "B

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El viejo profesor de música llegó por última vez al bar de sus amigos,aunque de ellos no se sabía nada hace años, pidió un vino de la casay lo miró recordando sus matrimonios, sus hijos indiferentes, subatería, recordó la incomprensión de sus jefes, el cariño de su madre,la ausencia de su padre.Tomó la botella con su mano derecha y comenzó a depositar el rojolíquido sobre el transparente vaso, mientras lo llenaba se veía riendoy llorando, tocando con una banda olvidada en un bar ya olvidado,se vio afirmado en una puerta, contando hasta 20 para poder retomarel equilibrio, vomitando en bares, camino a casa, en la casa, recordaba.Esta sería su última botella, otra vez el compromiso.El vaso ya vestido de amaranto le daba el reflejo de sus manos añosas,ya inútiles para la escritura o el uso de baquetas, menos aún (nuncalo fueron) para las labores del hogar.En ese momento aparecieron los viejos amigos en su recuerdo,aquellos que de un momento a otro prefirieron una película familiaral trasnochado comentario musical, los que desaparecieron atrapadospor sus mujeres, los que le dijeron que ya era el momento de pensaren el cuerpo, nunca faltaron las excusas.Pensó en sus alumnos, haciendo preguntas y comentarios capciosos,"cuál es su perfume profe", "le gusta el escabeche maestro",regalándole chicles de broma que lo dejaban toda la mañanamanchado de rabia y vergüenza.Dejó el vaso sobre la mesa y sacó la billetera, siempre con poco dinero,buscó la foto de su madre y la miró a los ojos otra vez, "salud viejita"pensó, este es por ti, por tu cariño y paciencia, porque siempre meapoyaste pese a los líos en que te metí.El profesor besó la copa y se embriagó en su aroma, fue como milemociones juntas, caída libre sin paracaídas, cosquilleo nervioso enel cuerpo, hielo frío recorriendo la espalda...La última, se dijo, de verdad la última, el ex batero sentía las miradasde los otros comensales en su rostro, la mesera que le observaba lasmanos, la señora de la barra no perdiendo de vista su viejo bolso, losveteranos jugadores de brisca, la pareja de amantes escondidos enel rincón, todos parecían mirarlo.

Un par de minutos de inmovilidad y una lágrima cae de sus ojos, caeen un viaje en cámara-lenta, es una babosa transparente que dejasu brilloso camino hasta que llega a sus labios, el hombre traga sugota sintiendo el sabor del vino, imaginando la calidez de su sabor,notando su temperatura perfecta... intentó seguir llorando paramultiplicar la celebración milagrosa, pero la felicidad de su alma nodaba espacio a las penas lagrimosas.Pasaban los minutos y el maestro no se movía, de un momento aotro abrió su bolso, sacó un cuaderno y desprendió una hoja, luegola dobló en 4 y la cortó, escribió: último vaso, última botella, últimodía, último mes, revolvió múltiples veces la pequeña baraja paraterminar colocando los simétricos cuadrados en una espacie de torreposa vasos, la copa de vino intacta sobre el delgado montón, pensaréen un número -se dijo-, y sin meditar mucho decidió que su destinofuera el tercer papel contando desde el superior.Sacó el primer papel y no lo leyó, sacó el segundo papel manteniendosu conducta, el tercero quedaba al descubierto, era su galleta de lafortuna, siempre temió decidir por sí solo, se apegó a los instintosy al placer mundano, mal que mal, no se sentía un hombre infeliz,recordó una caricia de amor, un chiste festejado, un aplauso por sullegada, no era ni nunca fue una mala persona... tomó el papel condelicadeza y lo volteó lentamente, un movimiento repentino y fuertele ocurrió a su cuerpo, los ojos se agrandaron para luego cerrarlosfuertemente, arrugó el papel con su mano izquierda y tomó la botellapor la parte del medio, luego, poco a poco fue soltando la fuerza desu mano derecha para dejar libre el objeto retenido.Se puso de pié sin despegar la vista del vino, sacó de su bolsillo unmontón de monedas sueltas y las dejó en la mesa, apretó con lamisma fuerza los dientes como el papel atrapado hace un rato, luegose dio vuelta y caminó hacia la salida y de ahí calle abajo, hasta queésta terminó, luego dobló y continuó con el andar, era tarde otemprano, aún no lo sabía. Quizás no lo sabría nunca.

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Bárbara CalderónJohann BórquezMuñozColoma

Constanza GreenDiego GálvezAntón GacitúaClaudio Romo

Pablo Valenzuela

Imprenta Arte Alan Gonzalez - Francisco Sanchez - Luis Luna - Eduardo Rivera

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Iván Monsalves Bustos

Tulio MendozaCésar ValdebenitoBárbara CalderónAlonso TapiaMuñozColomaRonald ZuritaCarlos MontesRosy SáezOscar PetrelTaty Torres

Jorge BaraditVíctor BascurPatricio RagoAmérica ValdésFelipe FuentealbaDiego GálvezErik VarasAcarandairBoris ElchiverGermán Estrada

Cristóbal Arévalo ParadaFelipe Martínez Henning

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Nº18, AÑO 8, OTOÑO 2015, TIRAJE: 5000 EJEMPLARES