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1 UNIVERSIDAD DE BELGRANO FACULTAD DE HUMANIDADES LIC. PSICOLOGÍA TRABAJO FINAL DE CARRERA TEMA: “La Psicología de los Selves y su articulación al arquetipo Sombra” Profesor tutor: Beatriz Gómez Marina I. Borja Carrera: 402 Matrícula Nº 17318 Firma:

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UNIVERSIDAD DE BELGRANO

FACULTAD DE HUMANIDADES

LIC. PSICOLOGÍA

TRABAJO FINAL DE CARRERA

TEMA:

“La Psicología de los Selves y su articulación al arquetipo Sombra”

Profesor tutor: Beatriz Gómez

Marina I. Borja

Carrera: 402

Matrícula Nº 17318

Firma:

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AGRADECIMIENTOS

A mi madre (quien hizo mi educación posible y es uno de mis modelos más fuertes), mi abuela

(que siempre cuida de mí y me ayuda desde donde esté) y mi padre (quien jamás deja de creer

ciegamente en mí). Agradezco especialmente a mi amiga Julieta, una colega brillante, una

verdadera compañera de vida, hermana por elección y alma gemela a mis emociones. Por su

apoyo y ayuda infinitos estaré siempre agradecida. A Aaron, por su constante aliento e interés,

y porque nuestro amor me sostiene cada vez que siento que tambaleo. A Diego, por leerla,

amarla y estimularme a escribir más. A Robert Stamboliev y Gerhard Fasser por ser increíbles

maestros y por sus sabios consejos. Finalmente agradezco a mi tutora y a Adriana Segreto por

su guía y orientación.

Dedico este trabajo a Hal y a Sidra porque sus enseñanzas cambiaron mi pensamiento de la

mejor manera posible.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 4

Marco Teórico 5

Justificación y Relevancia del Tema 9

PARTE I – La Psicología de los Selves y su Modelo de Consciencia 12

La Naturaleza de la Consciencia 15

Los Selves Renegados 17

PARTE II – Los Selves o Voces 22

El Protector/Controlador 22

Los “Pesos Pesados” o Selves Poderosos 25

El Pusher 25

El Crítico 28

Los Agentes de Poder (Power Brokers) 31

Otros “pesos pesados” 31

Los Selves Renegados y la Vulnerabilidad 32

Las Energías Instintivas Renegadas 33

Los Selves Vulnerables 34

PARTE III – El Arquetipo Sombra 35

La Estructura de la Personalidad de Jung 36

El Inconsciente Colectivo y el Concepto de Arquetipo 37

La sombra 39

INTEGRACIÓN 45

CONCLUSIONES 49

CITADO Y REFERENCIADO 52

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INTRODUCCIÓN

Con influencias que abarcan desde el análisis jungiano y el conductismo operante hasta la

literatura de Herman Hesse y Nikos Kazantzakis, los Doctores en Psicología Hal Stone y Sidra

Winkelman desarrollaron un método de trabajo psicoterapeútico denominado Diálogo de Voz, y

una teoría que lo contextualiza llamada la Psicología de los Selves. Ambos tomaron un

contacto profesional el uno con el otro a principios de la década de los setenta, y en ese marco

surgió entre ellos no sólo una relación que devino en matrimonio algunos años más tarde, sino

también una creativa alianza de trabajo, cuyos frutos son el mencionado método y teoría.

Los doctores Stone postulan que todos estamos formados por un grupo de selves primarios

que definen nuestra personalidad. Lo que creemos que somos es en realidad un grupo de

selves con los que nos hemos identificado y que nos representan y presentan ante el mundo.

Sin embargo, siempre que nos identificamos con un self primario, encontramos en el lado

contrario a su igual y opuesto. Éste es llamado self renegado o desoído. En el método de

diálogo de voz se trabaja con estos opuestos, aprendiendo a separarse de los selves primarios

e incorporando más a los renegados. Denominaron Proceso de Ego Conciente a la instancia

subyacente a todos los selves y Ego Operante a la combinación de selves que comanda

nuestra vida. Si bien el Ego Operante existe de por vida, otorga poder al Proceso de Ego

Conciente a medida que la persona se separa más de los selves primarios e integra más a los

renegados (Stone, H. y Stone, S., 2007).

Por otro lado, la concepción de la personalidad de Carl Jung, “[…] como un sistema de

(sub)sistemas autónomos, regulados por el principio de complementariedad […]” (Feixas, G.,

Miro, M. T., 1993, p. 109) con su distinción de diversos pares bipolares (como por ejemplo el

animus-anima), parece albergar notables similitudes con algunos de los núcleos teóricos

centrales de la Psicología de los Selves.

En este trabajo me propongo hacer una presentación de la Psicología de los Selves

introduciéndola como un modelo psico-terapéutico perteneciente a la rama de la psicología

humanística. Para ello, esbozaré brevemente el nacimiento de este enfoque y la formación

teórica de sus creadores, y describiré el modelo de consciencia y los principales elementos y

núcleos teóricos por él sustentados. Asimismo, expondré resumidamente en el último capítulo

el concepto de arquetipo de la Psicología Analítica de Jung en general, y su definición del

arquetipo sombra en particular. Finalmente, haré una breve articulación donde expondré los

puntos en común entre la definición de los selves de la Psicología de los Selves y la noción

jungiana de la sombra.

Antes de comenzar considero importante aclarar que, ninguno de los textos de referencia que

utilizaré al hablar de la Psicología de los Selves o de Hal y Sidra Stone ha sido traducido al

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español, por lo que todas las citas (textuales y no textuales) son producto de mi propia

traducción personal de los mismos.

Marco Teórico

La “Psicología de los Selves” es una línea de pensamiento desarrollada por Hal y Sidra Stone,

que se nutrió fuertemente de las muy disímiles formaciones en Psicología que ambos poseían.

Aquellos profesionales de la Psicología que, sin conocimientos previos específicos sobre esta

escuela de pensamiento, realizan una aproximación inicial al método de Diálogo de Voz (ya

sea presenciando una sesión o leyendo una descripción de la técnica), suelen pensar

prácticamente de inmediato en la escuela de la Guestalt o en el Psicodrama. Respecto de la

primera, la asociación mental generalmente se produce en relación a algunas de las más

conocidas técnicas guestálticas como el “autopsicodrama imaginario” o “Técnica de la Silla

Vacía”, o el soliloquio a modo de ejercicio. En cuanto al psicodrama, la profunda inmersión en

cada voz interna que la persona realiza durante la sesión de Diálogo de Voz, tratando de

transfigurar de lleno su habitual personalidad para sólo concentrarse y hablar desde uno de sus

“personajes internos”, es uno de los rasgos que fácilmente puede confundirse con los ejercicios

psicodramáticos.

Sin embargo, tanto el Doctor como la Doctora Stone no reconocen particularmente a ninguna

de ambas escuelas como influencias teóricas de su método y teoría. De hecho, en uno de sus

más recientes manuscritos relatan que:

[...] el verdadero trabajo de Hal en la Guestalt comenzó sólo después de que el Diálogo

de Voz estuviese definitivamente establecido [...] y a pesar de que Sidra tenía algún

contacto con el trabajo de una Guestalt muy temprana, su experiencia de ello era

extremadamente limitada. [...]. Tampoco estábamos particularmente influenciados por el

psicodrama [...], teniendo sólo un pasajero conocimiento de éstos dos a través de la

prensa popular. (Stone, H. y Stone, S., 2007, p. 2.)

No obstante, sí las piensan como aproximaciones que poseen alguna relación al Diálogo de

Voz, debido a que pertenecían a la cultura psicológica general de principios de la década de los

setenta, años en los que paralelamente ellos comenzaban a desarrollar esta técnica.

El principal entrenamiento y base teórica de Hal Stone podría decirse que proviene del análisis

jungiano. De hecho, en 1968 se convirtió en el presidente de la Society for Analytical

Psychology [Sociedad para la Psicología Analítica] en Los Ángeles, la cual dejó tras dos años.

Fue este modelo psicoterapéutico la piedra fundamental en su formación en sueños, mitos,

cuentos y psicología profunda (2007).

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Por su parte, durante sus primeros años de formación universitaria, Sidra Stone era una

comprometida conductista, llegando incluso a autodenominarse “fan de Skinner”. Fascinada

por el condicionamiento operante, se interesaba asimismo por investigar el terreno común entre

éste y el psicoanálisis freudiano de la época. Actualmente dice aún reconocer aquella temprana

influencia Skinneriana en la manera en la que observa el desarrollo de los selves primarios;

específicamente en la forma, cuando menos parcial, en la que emergen como resultado del

condicionamiento operante (2007).

Además de esta rama del conductismo, gran parte del legado teórico que la doctora Stone traía

consigo provenía de la literatura. Más concretamente, de los escritores Herman Hesse y Nikos

Kazantzakis. Respecto del escritor griego, rescata la importancia que éste da al honramiento de

los antiguos dioses y diosas en conexión a la manera de honrar y al peso que poseen los

selves primarios, y menciona a su libro La Odisea, una secuela moderna como una de sus

grandes fuentes de referencia. Por otro lado, atribuye a “El lobo estepario” de Hesse su primera

introducción al “mundo” de los selves al punto de que, en uno de sus más recientes escritos

sobre el origen del Diálogo de Voz, incluye una cita del mencionado libro, que según dice

resume esta poderosa influencia que tuvo sobre su pensamiento. La siguiente es una síntesis

de dicha cita:

Harry consiste en cientos o en miles de selves, no en dos. Su vida no oscila [...]

meramente entre dos polos, como el cuerpo y el espíritu, el santo y el pecador, sino

entre miles [...]. Como cuerpo todos son individuales, como alma, jamás (Herman Hesse

citado en Stone, H. y Stone, S., 2007, p. 7).

De todas maneras, más allá de las líneas psicoteóricas, escuelas de pensamiento e influencias

literarias que los doctores Stone reconocen como contexto teórico a su teoría, ambos otorgan

un lugar primordial a su vida y experiencias personales en la creación tanto de la teoría de los

Selves como de la técnica de Diálogo de Voz.

A lo largo de su carrera, los doctores Stone (2007) se han nutrido de conocimientos de las más

diversas fuentes para dar forma a su pensamiento profesional. Pero, en cuanto al desarrollo del

método y de la teoría de la Psicología de los Selves deben ser llamados pioneros. Como el

nacimiento de esta específica línea de pensamiento, ambos señalan al encuentro entre ellos en

1972. En los comienzos de ese año, la Dra. Sidra Stone (Sidra Winkelman en aquel entonces)

leyó un artículo sobre Imágenes Guiadas del médico italiano Roberto Assagioli, y quiso saber

más sobre la técnica. Fue así como contactó al Dr. Hal Stone para unas sesiones de

entrenamiento quien, gracias a su formación, estaba muy familiarizado con aquel material. Sin

embargo, el vínculo inicial de mentor-estudiante pronto devino en una relación de pares y

exploración conjunta de sus sueños y procesos oníricos. En una ocasión, mientras

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conversaban sobre el estado de vulnerabilidad que aquella labor les conllevaba, Hal Stone “[...]

sugirió que Sidra se cambiara de lugar y se convirtiera en la vulnerabilidad, en lugar de solo

hablar de ella. [...] En este momento, [...] el proceso de nacimiento del método de Diálogo de

Voz había comenzado” (p. 9). Fue de esta manera y en el contexto de estas sesiones que

comenzaron a trabajar con la técnica de hablar a los selves, que el Dr. Stone había investigado

brevemente un par de años antes. El término Diálogo de Voz aún no existía, sino que vino más

tarde. Esta primera voz de Sidra Stone era la voz de una niña pre-verbal que se sentaba en el

suelo. Cuando la doctora Stone regresaba a su asiento inicial en el sofá, volvía a lo que más

tarde ambos denominaron Ego Conciente. El mismo proceso ocurrió con Hal Stone y una de

sus voces. Para éstos autores el trabajo comenzó con lo que llamaron la voz del Niño Interior.

Durante los siguientes años, sólo se dedicaron a esta exploración. En aquella etapa todavía no

había teoría ni Ego Conciente, simplemente el proceso de diálogo de voz en un estadio

fenoménico y experimental (Stone, H. y Stone, S., 2007).

Los primeros trabajos e investigación formales sobre la Psicología de los Selves deben

atribuírseles a los Doctores Stone. Sin duda alguna, la metodología y técnica del diálogo de voz

tratada en este trabajo es la desarrollada desde principios de los años setenta por los mismos.

No obstante, existen algunos antecedentes que los Stone remiten en su teoría. Uno de ellos es

el término “Disowned self” (Self renegado o desoído). Dicen:

Nathaniel Branden había acuñado el término primero [...]. Sin embargo, cuando él

hablaba del self renegado, se refería al self renegado como las emociones que son

renegadas por las personas que se identifican con la mente y que tienen, básicamente,

un acercamiento racional a la vida. Hablamos con Nathaniel sobre todo esto y él estuvo

cómodo con que usáramos este término (2007, p.12).

A diferencia de Branden, para los doctores Stone, el concepto es utilizado para designar al

opuesto equivalente al self primario de la identificación.

En aquellos primeros años del método, los Stone postulaban como self primario y principal a la

voz por ellos denominada Protector/Controlador, la subpersonalidad que establece las reglas

básicas y es el guardián de las puertas de entrada a nuestro mundo interior. Pero, con el paso

del tiempo, se dieron cuenta de que éste era un término genérico y que cada self primario vive

bajo su propio conjunto de reglas y es un protector y un controlador a su manera (Stone, H. y

Stone, S., 2007).

Éste fue el comienzo de un importante cambio de dirección en la teoría de la Psicología de los

Selves. En los inicios, ambos se habían concentrado en un trabajo individual con cada self; de

esta manera, dedicaban gran cantidad de tiempo a investigar al Niño Interior, al Crítico Interior,

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al Protector/Controlador, de a uno por vez. Gradualmente, el énfasis de su exploración fue

virando hacia el trabajo con los opuestos. Dicen:

[...] comenzamos a percibir que el objetivo real del trabajo era trabajar directamente con

los opuestos [...] aprender a cómo separarse de los selves primarios, hablar con los

selves renegados, y luego aprender a pararse entre los opuestos [...] sintiendo

claramente ambos al mismo tiempo. (Stone, H. y Stone, S., 2007, p. 13)

Fue entonces cuando surgió la necesidad de un nombre para describir ese espacio central que

se creaba al separarse de un self primario. El nuevo concepto para designar a ese lugar fue el

de Ego Conciente. Quedaron así determinados tres niveles para el proceso de conciencia: el

nivel de Conciencia (un estado de puro atestiguamiento que no actúa), la experiencia de los

selves en sí y el Ego Conciente o Proceso de Ego Conciente. Todo este cambio de orientación

de la teoría fue tan significativo que los doctores Stone incluso se plantearon cambiar el

nombre de “Psicología de los Selves” a “Psicología del Ego Conciente”, dado que el centro del

trabajo no es hablar a los selves sino desarrollar un Proceso de Ego Conciente. Esto constituye

la clave para lograr cambios duraderos, ya que apunta a la separación y des-identificación de

los selves primarios. El proceso de ego conciente evoluciona entre cualquier par de opuestos, y

sin él los selves primarios recobran el control de la personalidad de manera automática. Éste

énfasis modifica dramáticamente la naturaleza del Diálogo de Voz. Sin embargo, Stone, H. y

Stone, S. finalmente decidieron no cambiar oficialmente el nombre del trabajo: “Diálogo de Voz,

Relaciones y la Psicología de los Selves han alcanzado un reconocimiento nominal tan fuerte

que decidimos dejarlo así” (2007, p. 21).

Desde la década de los ochenta hasta la fecha presente, los doctores Stone han viajado y

enseñado el Diálogo de Voz en los Estados Unidos, Europa, Israel y Australia, y han

continuado con sus propias exploraciones sobre el método. Los cambios que se han

presentado en este segmento constituyen los de mayor repercusión en la técnica y la teoría

hasta hoy en día.

Por otro lado, el sistema psicológico conocido como “Psicología Analítica” (también

denominado “psicología de los complejos” y “psicología profunda”) tiene como autor al médico

suizo Carl G. Jung. Ya antes de conocerse con Freud en 1907, Jung contaba con gran

aclamación internacional por su técnica de asociación de palabras. Pese a su trabajo

colaborativo de casi una década con Freud, sería incorrecto considerarlo su discípulo (Feixas,

G., Miró, M. T., 1993). Su teoría de la personalidad posee absoluta originalidad y su uso de

términos como “inconsciente” o “libido” dista enormemente de la definición freudiana de dichos

conceptos.

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Uno de los puntos de partida de Jung postula que todo en el inconsciente busca manifestarse y

que la personalidad aspira a auto-experimentarse como una totalidad, por medio de la

evolución de sus condiciones inconscientes (Jung, C., 1965, en Robertson, R., 1998). Su

definición de lo inconsciente es la de aquella psique “[…] que va desde la claridad diurna de

una conciencia espiritual y moral hasta ese sistema nervioso denominado simpático desde

mucho tiempo atrás” (Jung, C., 2008, p. 29); sistema que, a diferencia del sistema cerebro-

espinal, no se vale de órganos sensoriales y vivencia todo como interior. Mientras el sistema

cerebro-espinal se despliega sobre el espacio exterior y capta superficialidades y

exterioridades, el simpático informa sobre la naturaleza íntima de otra vida, una vida interna,

sobre la cual también provoca un efecto.

Jung explica:

Lo inconsciente es visto comúnmente como una especie de intimidad personal

encapsulada, que la Biblia designa como “corazón” y considera, entre otras cosas, punto

de origen de todos los malos pensamientos. En las cámaras del corazón habitan los

malos espíritus de la sangre, la ira pronta y las debilidades de los sentidos. Así aparece

lo inconsciente mirado desde la conciencia. Pero la conciencia parece ser algo

dependiente del cerebro, que todo lo separa y todo lo ve aislado, y al ver de ese modo lo

inconsciente lo presenta como si no fuera más que mi inconsciente (2008, p. 29).

Es por ello que para este autor existe un inconsciente colectivo, además del inconsciente

personal, sobre el cual “[…] la individualidad flota como una pequeña burbuja en las aguas del

mar” (Feixas, G., Miró, M. T., 1993, p. 109).

Justificación y Relevancia del Tema

La realización de este trabajo encuentra varios fundamentos. En primer lugar, la Psicología de

los Selves y el Diálogo de Voz han conseguido un importante reconocimiento internacional que

los ha introducido a cientos de profesionales de diversos continentes. El libro central en el que

se expone esta teoría, Embracing Ourselves. The Voice Dialogue Manual [Aceptando nuestros

Selves. El manual de Diálogo de Voz], es un best-seller en los Estados Unidos que ya va por

su segunda edición. El método ha probado ser de gran eficacia clínica en los diversos países

en los que ha sido introducido. En los Estados Unidos es enseñado por diversos facilitadores

en Houston, Chicago, Nueva York, San Francisco, Sun Valley, Little Rock, Minneapolis y muy

especialmente en Los Ángeles donde cuenta con el apoyo del Center for the Healing Arts.

Asimismo, es enseñado por varios profesionales en Inglaterra, Francia, Italia, Alemania,

Austria, Australia, Israel y muy especialmente en Holanda donde ha sido retomado por el

psicólogo Robert Stamboliev, autor de un libro sobre Diálogo de Voz.

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En segundo lugar, en América Latina y en general en la comunidad mundial de habla hispana

el conocimiento de este trabajo es prácticamente nulo, posiblemente en parte debido a que los

libros no han sido traducidos al español. En Argentina no se cuenta con información sobre este

método que cada vez incorpora más adeptos en otros países. Es por ello que un trabajo

introductorio como éste resulta útil y novedoso.

En tercer lugar, la teoría de los Selves y el método de Diálogo de Voz no se presentan como

substituto de ninguna terapia, sino como una herramienta de comunicación y un método que

puede integrarse a cualquier aproximación teórica o forma de trabajo que lidie con los temas

relativos al crecimiento personal.

Finalmente, si bien la influencia de la Psicología Analítica, producto de la formación jungiana de

Hal Stone puede verse claramente a lo largo de toda la teoría de los selves, aún no existen

trabajos que den cuenta de ello. Debido a la corta edad de este enfoque psicológico, aún no se

han publicado tantos estudios sobre él que no sean los de los mismos doctores Stone; y de los

trabajos que sí hay publicados, no encontré ninguno donde se asociara a la Psicología de los

Selves a cualquiera de las grandes tradiciones en psicología del siglo XX. Dicho esto, de más

está aclarar que la importancia del aporte jungiano a la psicología ha sido vital y es merecedora

de un amplio reconocimiento mundial.

Este trabajo ordenará la información en torno a los aspectos por mí considerados centrales de

la teoría de los selves, priorizando ciertos conceptos por sobre otros y permitiendo así una

lectura clara y efectiva. Ya en el tercer capítulo, se hará una apropiada presentación sintética

de la estructura de la psique para la psicología jungiana con particular énfasis en la definiciones

de inconsciente colectivo y arquetipo, y un breve pero didáctico desarrollo de la noción del

arquetipo sombra. Todo esto se generará a los fines de poder realizar una breve pero original

articulación de ambas teorías con el objetivo de despertar la curiosidad y el interés del lector

por conocer más acerca de estos enfoques de pensamiento.

La psicología de los Selves conforma una teoría que cualquier profesional de la salud mental

puede integrar a su conocimiento para enriquecer sus recursos terapéuticos, dado que no se

opone ni se contradice con ningún marco referencial en psicología. De hecho, su método

terapéutico suele usarse en contextos muy disímiles y con clientes muy diferentes. Psiquiatras,

psicólogos, terapeutas alternativos y consultores organizacionales, entre otros, han incorporado

esta metodología en sus respectivas áreas de trabajo, en diversos países del mundo.

La Psicología de los Selves se aplica en institutos y prácticas privadas en veinticinco países del

mundo, de los cuales catorce se hallan en Europa. Tan sólo dentro de los Estados Unidos se

desarrolla en veintiún estados, y en total existen ciento cincuenta facilitadores certificados que

integran la red mundial (Stamboliev, comunicación personal, 11/12/07).

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Creo que ambas teorías conforman un terreno sumamente fértil para futuras investigaciones.

De hecho, ya existen especialistas que se están dedicando al trabajo con los selves

involucrados en adicciones y, en el campo de la medicina occidental, numerosos

investigadores están comenzando a explorar los aspectos neurobiológicos de la conciencia y

los selves.

Por último quisiera agregar que ver la clara influencia jungiana en nuevas corrientes de

pensamiento en psicología me resulta apasionante y conmovedor, ya que me considero una

gran admiradora de sus ideas y su obra, y sostengo que su pensamiento puede ser

sumamente inspirador para cualquier ser humano y debería formar parte de la educación de

todo psicólogo.

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PARTE I – La Psicología de los Selves y su Modelo de Consciencia

Los doctores Hal y Sidra Stone comenzaron a delinear las bases teóricas y metodológicas del

Diálogo de Voz en la década de los setenta, en el marco del movimiento humanístico en

psicología.

Robert Stamboliev, discípulo del Dr. Hal Stone en la Universidad William Lyon en San Diego y

M. A. en Psicología Transformacional, explica resumidamente las bases del precedente

movimiento de la siguiente manera:

En los años sesenta, la llamada “Tercera Fuerza” en psicología emergió paralela al

psicoanálisis clásico y al conductismo. Principalmente a través del trabajo de Abraham

Maslow, esta Tercera Fuerza se hizo conocida como la Psicología Humanística. […] la

consciencia [consciousness], tras haber sido un tabú por años, se volvió un sujeto de

estudio en el cual el re-establecimiento de la unidad mente-cuerpo era el énfasis más

importante (1992, p. 19).

Esto resultó en la aparición de diversos enfoques terapéuticos que apuntaban a la obtención de

un grounding (“enraizamiento”) para poder experimentar las energías corporales y así lograr

centrarse en la experiencia, asimilando que vivimos en la tierra y sus energías están dentro

nuestro. De acuerdo con Stamboliev, la idea de la consciencia como energía se desarrolló bajo

la influencia de tradiciones orientales, como el Sufismo, el Budismo y el Yoga. Inspirada en

esto y bajo la dirección de Maslow, entre otros, nació en los años setenta la escuela de

pensamiento de Psicología Transpersonal; ésta entendía a la consciencia como un sistema

energético dinámico, compuesto por diferentes capas o niveles de experimentación. Fue así

como los sueños, la hipnosis y los estados alterados de consciencia (basados especialmente

en la visualización, la meditación y la experiencia psicodélica) cobraron un notorio relieve.

Asimismo, se desarrolló la teoría de la división cerebral en los hemisferios izquierdo y derecho,

donde el primero comanda al tiempo y al pensamiento lineal mientras que el segundo está a

cargo de la imaginación y la intuición (1992).

Como un intento de sintetizar las corrientes previas, nace en la década del ochenta una nueva

perspectiva denominada Psicología Transformacional. Tanto Hal Stone como Sidra Winkelman

Stone fueron claros exponentes de este enfoque, habiendo estado hasta aquel entonces ya

involucrados en el progreso de las mencionadas terapias de crecimiento y “grounding” de los

años setenta. Exponentes de éstas eran la terapia guestáltica y el trabajo neo-Reichiano, así

como los trabajos con la energía y la curación, en los cuales el amor incondicional era la clave

(Stamboliev, R., 1992).

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Hal y Sidra se desprendieron de estos enfoques individuales en pos de lograr una síntesis. Así

fue como fundaron Delos “[…] una corporación psicológica, en Los Ángeles, donde Stone

dirigía los entrenamientos y Winkelman dirigía la clínica” (Stamboliev, R, 1992, p. 20).

Tras mudarse a Albion, California, en 1986, se dedicaron a escribir y a enseñar en diversos

centros de entrenamiento del mundo que se habían inspirado con su trabajo. En la actualidad

continúan enseñando el modelo de conciencia y el método que ambos desarrollaron,

denominado Diálogo de Voz (Voice Dialogue), el cual fue desarrollado por ellos de manera

orgánica y en el seno de su relación, “[...] como un medio para comunicarse uno con el otro en

diferentes niveles.” (Stamboliev, R., 1992, p. 26).

Stone, H. y Stone, S. (1989, p. ix) sostienen que “El Diálogo de Voz como terapia no existe”, y,

a su efecto, explican que la comprensión del mismo viene de la mano de una multitud de

aproximaciones a la comprensión de la evolución de la conciencia, tales como el trabajo con el

sueño (Dream Work), la visualización simbólica, el conocimiento de la energía (Energetics) o la

instrucción en sistemas interpersonales. La riqueza en diversidad en el entrenamiento de un

facilitador garantiza una mejor calidad de sesión terapéutica. Y en este postulado es donde

encontramos el motivo debido al cual afirman que la perspectiva del Diálogo de Voz pueda

integrarse a cualquier acercamiento teórico o compromiso con asuntos del crecimiento

personal.

La Psicología de los Selves rompe con la noción de que estamos constituidos por un solo self y

de que nuestra personalidad es indivisible.

[...] todos somos criados en culturas y familias donde somos entrenados para pensar,

sentir y ver, de maneras específicas y predeterminadas. Dado que nuestras

percepciones aprendidas son todo lo que conocemos, asumimos naturalmente que el

mundo a nuestro alrededor, en efecto, existe como lo percibimos, y el self que

conocemos es el único que hay. (Stone, H. y Stone, S., 1989, p. 3)

Básicamente, los doctores Stone postulan que existe en nosotros “otra” naturaleza, aunque

oculta, silenciada, enterrada bajo la primera naturaleza que es producto de nuestra crianza y

educación principalmente intrafamiliares, y que son “[...] estas partes “perdidas” de nosotros a

las que [...] el método de Diálogo de Voz pretende restaurar.” (1989, p. 3).

Su tesis principal aduce que estamos integrados por muchos selves. Esta estructuración de la

conciencia explicaría nuestra naturaleza muy a menudo contradictoria y conflictuada. Y así,

considerando a la personalidad como “fragmentada” ya de por sí en estas diferentes

subpersonalidades o selves, señalan como objetivo para cada uno de nosotros el “[...]

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volvernos conciente de esta fragmentación o multiplicidad de selves, para poder hacer

elecciones válidas en nuestras vidas” (1989, p. 13)

Remontándose al origen de estas subpersonalidades y su manera de desarrollarse, los

doctores Stone explican:

Un recién nacido es un ser humano único que viene al mundo con su propia estructura

genética que determina su fisiología (y parte de su comportamiento) y con una cualidad

específica de “ser”, única para el infante. Llamamos a esta cualidad única de ser, la

“huella digital psíquica” del infante. (1989, p. 13).

Como muchas escuelas en psicología, los doctores Stone repiten que el neonato viene al

mundo en un estado de total indefensión y vulnerabilidad, hecho que lo vuelve absolutamente

dependiente de un adulto para su supervivencia. Sin embargo, junto a esta huella digital

psíquica única y básica, la criatura también posee el potencial de desarrollar un infinito

repertorio de selves o patrones energéticos. La personalidad individual resulta de la suma de

todos ellos. Sería de esta manera, y a partir de aquí, como se iniciaría el proceso de desarrollo

de la personalidad que iría de la mano del blindaje y acorazamiento de la vulnerabilidad

esencial. Para evitar angustias, el infante pronto aprende que debe establecer algún tipo de

control sobre su medio ambiente. El desenvolvimiento de la personalidad es el

desenvolvimiento de este control, desarrollándola así como una forma de lidiar con la

vulnerabilidad. La obtención de poder que proviene de este desarrollo del control aleja al niño

cada vez más de su ser esencial. A mayor peso de la incipiente personalidad, menor contacto

con la vulnerabilidad. Este avance en la obtención de mayor poder sobre el ambiente es

resultado de la interacción con él; por ejemplo, el bebé aprende que su sonrisa produce

felicidad en su madre, así su propio disfrute de este acto queda invalidado por la noción de que

su ejercicio conlleva aquel determinado efecto. De la misma manera, con los actos de orina y

defecación, la docilidad o la agresión, se establecen sistemas de recompensa o castigo. Para

un niño el control sobre su ambiente puede proveer de su retracción y refugio en la fantasía,

mientras que para otro puede ser el éxito escolar o la complacencia (1989).

Debido a que nuestro proceso de desarrollo está signado por el mencionado sistema de

recompensas y castigos a nuestros comportamientos, “[...] algunos selves son fortalecidos y

otros son debilitados.” (Stone, H. y Stone, S., 1989, p. 14).

Los selves podrían entenderse de esta manera como producto derivado de la respuesta

repetida del medio a ciertos sets de conductas y comportamientos auto-generados.

El resultado de este fenómeno de aprendizaje de lecciones es el desarrollo de

“personalidades”, por lo que hablar de personalidad es en realidad hablar de un sistema de

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subpersonalidades o selves que nos trae poder y control sobre el mundo, con la consecuente

lenta erradicación de nuestra huella digital psíquica. Si bien el propósito de la aparición de

estos diferentes selves (también denominados patrones energéticos) es facilitar nuestra

existencia en el mundo (y proveernos de un mayor éxito social), los doctores Stone señalan

que la gradual pérdida de contacto con nuestra huella digital psíquica se convierte en un serio

problema, ya que nuestro self más profundo, real, sensible y vulnerable deja de ser el que está

involucrado en las relaciones para ser sustituido por un grupo de selves que decretan nuestros

sentimientos y nuestra conducta (Stone, H. y Stone, S., 1989).

El resultado final es la permanente convivencia con “[…] el vago temor a que si la otra

persona realmente supiese como somos, él o ella nos abandonaría (a pesar de que nosotros

mismos no sabemos cómo es verdaderamente esta misteriosa persona “real”)” (Stone, H. y

Stone, S., 1989, p. 15).

El condicionamiento familiar y social que vivimos es tan eficiente que “[…] para cuando

alcanzamos la adultez, y usualmente mucho antes, hemos perdido toda conexión a nuestra

huella digital psíquica, a nuestro verdadero ser. [...] ya no sabemos quiénes somos o qué

sentimos” (1989, p. 15).

Cuando entramos en una relación, ésta consiste en dos personas pero no en dos

personalidades indivisibles interactuantes. La relación en realidad se produce entre dos

grupos de selves que están en constante comunicación. Si ignoramos esto es muy factible

que nos sintamos confundidos, lastimados, traicionados o enojados con la otra persona,

cuestionándonos su repentina falta de consistencia o su autenticidad. Al aprender sobre los

selves descubrimos que el otro no cambia en lo esencial sino que lo que cambian son sus

selves a cargo (Stone, H. y Stone, S., 2000).

La naturaleza de la consciencia

Antes de comenzar con la exposición del modelo de consciencia de los doctores Stone, deseo

hacer un par de aclaraciones de traducción respecto de dos términos que aparecerán con

frecuencia.

De acuerdo con el diccionario Inglés-Español KEL (1991), la traducción española de los

vocablos anglosajones “Awareness” y “Consciousness” es la misma: conciencia. Sin embargo,

su sentido en el lenguaje inglés es mucho más amplio, motivo por el cual los doctores Stone

los utilizan en maneras muy diferentes. El diccionario Longman de inglés-inglés (1995)

conceptualiza el término “Aware” como el darse cuenta, ser conciente de la existencia o

realidad de una situación o un estado de cosas; y da dos definiciones para la palabra

“Awareness”: el conocimiento o entendimiento de una situación o tema particulares y la

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habilidad de notar algo usando los sentidos. Ambas conforman el sentido que se debe tener

presente para esta palabra a lo largo de la lectura, si bien el vocablo español que utilizaré para

ambos términos será el mismo.

Respecto de la locución “Consciousness”, las definiciones que se dan en Longman (1995)

refieren a: la mente, los pensamientos, ideas y opiniones, la condición de estar despierto y con

la capacidad de comprender lo que ocurre alrededor, y el estado de poder discernir la realidad.

A fin de evitar confusiones, aclararé entre corchetes cuando los doctores Stone se refieran a

uno u otro.

El acercamiento a la exploración de los selves de Stone, H. y Stone, S., (1989) descansa sobre

la estructura conceptual que dan a la consciencia (Consciousness). Como punto de partida

consideran a la consciencia como un proceso en lugar de una entidad, aduciendo que no es un

estado que las personas se esfuercen por conseguir y que aparezca de un momento a otro,

sino un proceso evolutivo que debe vivirse y que permanece en constante cambio. Ésta

evolución se produce en tres niveles claramente distintos unos de otros: en primer lugar la

consciencia (Awareness), luego la experiencia de los selves y, en un tercer nivel, el ego

consciente (Aware Ego).

El primer nivel permite vivenciar la existencia en todos sus aspectos sin controlar ningún

resultado o evaluar que subpersonalidad se percibe. Llamada el “testigo silencioso”, es una

posición de no-apego, ni racional, ni emocional, que suele equipararse al concepto de puro

insight de ciertos sistemas psicológicos tradicionales. El segundo nivel es aquel de la

experiencia de las subpersonalidades o selves. Todas nuestras percepciones vitales

corresponden a patrones energéticos relacionados a algún estado interno particular (físico,

emocional, mental o espiritual), y pueden oscilar entre una vaga, apenas discernible, sensación

hasta una subpersonalidad totalmente desarrollada. Por último, la definición tradicional de ego

a la que Stone, H. y Stone, S. adscriben es aquella que lo define como el tomador de

decisiones o función ejecutiva de la psique, agregando que recibe su información de los dos

niveles ya mencionados. A mayor evolución de nuestra consciencia (Consciousness), más

consciente se vuelve este ego y más nos permite elegir (1989).

Sin embargo, lo más común es que el ego sucumba a una determinada combinación de

subpersonalidades que toman el mando de su función ejecutiva. Los autores (1989, p. 19)

añaden:

[...] nuestro ego se ha identificado con estos particulares patrones. La mayoría de la

gente cree que tiene voluntad propia porque ellos eligen hacer algo en particular [...]. A

menos que despertemos al proceso de consciencia (consciousness), la vasta mayoría de

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nosotros es comandada por los patrones energéticos con los que nos hemos identificado

o por aquellos de los que hemos renegado.

Para comprender nuestro vínculo o, mejor dicho, la relación de los selves con los que nos

hemos identificado (llamados primarios) con los selves que nos desagradan o que rechazamos

(llamados renegados), los doctores Stone hablan de una “mentalidad quirúrgica” (1989).

A través de ella, cortamos, extirpamos y removemos múltiples sentimientos, pensamientos,

tendencias e instintos que percibimos como inadecuados o peligrosos por aquello que

imaginamos como sus consecuencias.

Nos esforzamos en deshacernos de aspectos que constituyen una lista infinita: nuestro

temperamento, nuestra ira, los celos, la timidez, los sentimientos de incompetencia,

mezquindad, vulnerabilidad, sexualidad, etcétera. Lamentablemente, como dicen Stone, H. y

Stone, S., (1989) “En un intento por erradicar estos selves rechazados, los fortalecemos

enormemente al conducirlos al inconsciente donde son libre de operar fuera de nuestro

control.” (p. 23).

La evolución de la consciencia (consciousness) será posible si aparece una concientización

(awareness) de los opuestos, y si el ego consciente logra honrar a ambos patrones, tolerando

la tensión que existe entre ellos. Este circuito es consecuencia de una separación del self con

el que uno se ha identificado, y un reconocimiento del self que se ha reprimido. Es por ello que,

como premisa y afirmación subyacente a todo este trabajo, se postula el honramiento de todos

nuestros selves, ya que aquellos a los que no se les rinda honor crecerán internamente en

maneras inconscientes, ganando poder y autoridad. Los selves primarios cumplen un papel

esencial en el desarrollo de la personalidad. En palabras de los autores (1989, p. 26), son “[...]

el grupo de selves que ha evolucionado para proteger nuestra inicial vulnerabilidad y que ha

oscurecido gradualmente la huella digital psíquica presente en nuestro nacimiento.”

Los Selves Renegados

Para Hal y Sidra (1989, p. 27) los selves renegados, también aludidos como nuestra herencia

perdida, son “[...] patrones energéticos que han sido parcial o totalmente excluidos de nuestras

vidas. Pueden abarcar desde ser angelicalmente espirituales, creativos y místicos, hasta ser

lujuriosos, egoístas, e incluso demoníacos.”

El tipo de características que posean dependerá de cada uno de nosotros y de los aspectos y

rasgos de personalidad que nos hayamos visto compelidos a reprimir durante nuestra infancia.

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Cuando nos adentramos en el universo de los selves renegados, existen ciertos procesos y un

mecanismo defensivo por excelencia, que cobran un importante relieve. El mecanismo

defensivo de la proyección, así como las actitudes, juicios y prejuicios que tenemos respecto

de los demás y, de hecho, los vínculos y relaciones que entablamos con nuestro entorno,

parecen estar marcadamente influenciados por el tipo de selves que hemos sometido a una

renegación y/o enterrado en nuestro inconsciente, y por la intensidad personal de ese

mecanismo renegativo.

El desarrollo del sistema de selves primarios, que condena a la vulnerabilidad esencial en la

que nacemos a un categórico destierro psíquico (de nuestra conciencia) en pos de un intento

de protegerla o salvaguardarla, se entrama en nuestros primeros años de vida. Y es aquel

proceso al que los doctores Stone denominan como el desarrollo de nuestra personalidad.

Hal Stone (1985, p. 16) explica al respecto:

Nacemos en este mundo como niños vulnerables. Debemos ser cuidados por un otro,

como cualquier otro miembro del reino animal. Al igual que cualquier otro miembro del

reino animal, debemos aprender a ser capaces de cuidar de nosotros mismos. Debemos

volvernos capaces, debemos poder [We must become empowered]. Este proceso de

“empoderamiento” [empowerment] es el proceso que denominamos el desarrollo de la

personalidad.

Para sobrevivir en el planeta tierra y no vivir como víctimas, nos volvemos “fuertes” mediante el

desenvolvimiento de una personalidad que no es más que una defensa contra nuestra

vulnerabilidad de base. Lamentablemente, este sistema defensivo nos priva de una

experiencia sumamente rica que se apoya en o sobre una base de vulnerabilidad. Stone, H.

(1985) la llama la experiencia del “ser en el nivel-esencia” [essence-level being], y agrega que

“[…] es esa manera de ser/existir en el mundo que es sin armadura […], sin la necesidad de

deformar las maneras espontáneas del vivir.” (p. 16). Esta experiencia es un estado natural de

ser del niño que, tras el desarrollo de la personalidad, se sepulta.

Hal Stone aclara que todo este proceso de desarrollo, cual producto de lo que en un punto es

una represión-renegación de nuestra naturaleza esencial vulnerable, y que ocurre en todos los

seres humanos, no es en sí un fenómeno negativo o despreciable, sino una necesidad y un

requerimiento para la supervivencia.

Los selves renegados viven relegados al inconsciente, donde por lo general, suelen pulsar a la

espera de cualquier oportunidad para emerger. Stone, H. y Winkelman-Stone, S. (1989b)

sostienen que estos selves son habitualmente proyectados en otras personas o incluso en

objetos. Representaciones de nuestros selves renegados pueden observarse tanto en los

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rechazos, odios o exagerados desprecios que podemos sentir hacia otras personas así como,

inversamente, en las extremas idealizaciones y fanatismos, o en las personas a las que

sobrevaluamos emocionalmente. De cualquiera de las dos formas, las personas que acarrean

alguna representación de alguno de nuestros selves renegados siempre suelen generar que

nos sintamos profunda e inexplicablemente atraídos hacia ellos.

Dado que la energía que es renegada tiende a crecer en intensidad con el tiempo, cuanto más

poderosa sea la reacción afectiva que nos genera la otra persona, más fuerte será el poder del

self renegado que se ve en ella representado (Stone, H. y Winkelman, S., 1989b).

Los selves renegados son la contracara de los primarios. Se reniega de ellos desde una edad

muy temprana como consecuencia de condicionamientos externos que van desde la sutil

desaprobación hasta los castigos violentos ante su emergencia (Stone, H. y Stone, S., 1989).

Las energías principales que suelen renegarse están vinculadas a la agresividad y a la

sexualidad. El temperamento infantil suele sufrir un duro modelado familiar para lograr una

“normal” adaptación a las convenciones y normas sociales, y buena parte de este proceso

implica el pensamiento previo a la acción, el recato y la prudencia, enseñanzas que

inevitablemente conllevan una pérdida de espontaneidad y una cierta anulación de la

expresión voluntaria y natural.

Es así como los mencionados autores (1989, p. 31) utilizan la metáfora de la represa, al decir:

“Un self renegado acumula energía tanto como el agua se acumulará lentamente tras un dique

–y hemos construido un dique diferente para cada self renegado.” Una de las salidas que

tienen estos selves es el proceso de sueño. En los sueños estas energías instintivas aparecen

persiguiendo o perturbando al soñante, en la forma de animales salvajes, invasiones o

personajes siniestros como ladrones, asesinos o acosadores sexuales.

La multitud de relaciones en nuestra vida en donde se reflejan nuestros selves desoídos nos

conduce a una de dos alternativas: posicionarnos como víctimas indefensas o aceptar el

desafío de aprendizaje que ofrecen. Adoptar la última postura representa un profundo cambio

de consciencia, ya que una enorme parte de la tensión y el estrés que sufrimos en nuestra vida

diaria es consecuencia de esta tendencia de atracción al reflejo de nuestros selves renegados

(Stone, H. y Stone, S., 1989).

Partiendo de la premisa de que “La energía no puede ser destruida” (1989, p. 32), los autores

explican el círculo de potenciación y la eventual transformación que sufren estos patrones al

ser reprimidos, diciendo que la permanente represión de las energías sexuales y agresivas

conduce a que sufran un importante cambio. El hecho de operar inconscientemente las torna

más poderosas y les suma energía adicional. Lamentablemente, sus cualidades naturales se

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deforman tornándose hacia la destrucción y aquí es donde se les da un nuevo nombre:

energías o selves demoníacos. Así, continúan explicando que “[...] la agresión natural a

menudo es transformada en ira asesina, los celos se vuelven pasión incontrolable, y los

impulsos sexuales naturales se vuelven experiencias terribles” (1989, p. 33).

El uso del término “demoníaco” se debe a la diferencia entre una vida instintiva natural y una

vida instintiva renegada que se ha vuelto distorsionada. Las energías demoníacas en su

esencia existen para respaldarnos y ayudarnos, por ello es importante honrarlas, restituirlas a

su estado natural y evitar que se distorsionen (Stone, H. y Stone, S., 1989)

El proceso de renegación tiene un costado claramente cultural. Es decir, algunos patrones

energéticos suelen ser renegados culturalmente como, por ejemplo, en el caso de los siete

pecados capitales de la civilización occidental. Los autores (1989, p. 33) dicen:

Desde el Siglo de las Luces la humanidad ha renegado de todas las energías más

“oscuras” –las pasionales, las irracionales, las místicas, las poco claras, y las

paradójicas- y ha admirado, casi idolatrado, la racionalidad, el desapego, la objetividad

científica, y la claridad. De esta manera, hemos negado mucha de la información

disponible para nosotros como seres humanos. También hemos negado nuestra ira,

irritabilidad, inseguridades y confusiones, en favor del balance, buen humor, certeza y

auto-confianza. [...]

Gran parte de la razón por la cual se reprime tan intensamente a estos patrones energéticos es

por miedo, asociado a la idea de que si son liberados el caos prevalecerá. El método de

Diálogo de Voz provee un modo seguro de experimentar la existencia y gradual salida de estos

selves, sin que ellos se vuelvan dominantes de todo el proceso. Así, se apunta a honrarlos sin

que sea necesario “vivirlos”. De otra manera, su entierro inconsciente nos consume tales

cantidades de energía que, entre otras consecuencias, nos puede conducir al agotamiento y la

enfermedad física. Hal y Sidra sostienen que aceptar nuestras voces “demoníacas” es permitir

que se expresen de una forma equilibrada, no vivir de acuerdo a sus dictados. Consentimos su

expresión balanceada cuando los reconocemos concientemente operando en nuestras vidas y

en nuestros sueños, y esto de hecho nos da mayor control sobre ellos para evitar que se

disparen de maneras caóticas (1989).

Su cualidad de rezagados se remonta a una edad insuficientemente madura como para que

pudiésemos entender qué era lo que estaba ocurriendo, razón por la cual su identificación se

nos dificulta notoriamente. Por ello, deberíamos prestar atención a aquellas características con

las que estamos sobre-identificados (las que nos hacen sentirnos orgullosos), y comenzar a

reconocer en qué manera nos limitan. Por ejemplo, una persona excesivamente prolija,

trabajadora, compulsivamente amable y considerada, que jamás se enoja y está siempre en lo

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correcto puede volverse intolerante, inflexible, incapaz de relajarse o aceptar su propia

complejidad y la de los demás. El desesperado afán de llevar una vida perfecta puede anular el

intento de probar cosas nuevas por miedo a equivocarse. Es por ello que es positivo recordar

que los selves renegados suelen ser portadores de nuevas ideas e inspiraciones, soluciones

creativas a problemas insolubles hasta ese momento (Stone, H. y Stone, S., 1989).

Por último, los autores sostienen que hay que estar atento a que cuando un self renegado se

abre paso en la terapia de diálogo de voz, y comienza a expresarse, otros selves (de tipo

primario) pueden querer tratar de volverlo a su lugar desoído. Por esto, es necesario hablar, no

sólo con las subpersonalidades renegadas recién descubiertas sino también, con las

subpersonalidades que desean mantenerlas reprimidas (1989).

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PARTE II – Los Selves o Voces

Dentro de cada uno de nosotros existe un amplio surtido de subpersonalidades o patrones

energéticos: las voces. A lo largo de sus años de experiencia en el trabajo con el método de

Diálogo de Voz con diferentes grupos y en diversos países, los doctores Stone han

presenciado múltiples voces con ciertas características de corte bastante universal, y han

escrito sobre las más comunes. Su énfasis en la cualidad muy real de existencia de las

mismas, proviene de su vasta escucha de cada una de ellas, de sus demandas, quejas, y

deseos.

Es importante que el siguiente “listado” no sea tomado como una categorización rígida y

excluyente. Las voces o selves se describen por separado pero en nuestro interior están en

constante interacción unas con otras. También es necesario enfatizar el contraste entre los

selves primarios y los renegados. En la cultura americana, el protector/controlador y los

denominados “Pesos pesados” suelen ser los selves primarios, por ser aquellos con los que el

ego está identificado. Pero, para cada self primario, existe una contracara equivalente, opuesta

y menos desarrollada, denominada self renegado. Los autores sostienen que se debe pensar

en la psique en términos del balance dinámico entre estos dos sistemas (1989).

El Protector/Controlador

Describir esta voz implica necesariamente remontarse al desarrollo de la personalidad y al

estado de extrema vulnerabilidad bajo el cual venimos al mundo. Al nacer carecemos de

personalidad y aún no tenemos armadura ni defensas. Sin embargo, todos poseemos una

distintiva huella digital psíquica, que durante un corto período nos permite vivir sin culpas, sin

la necesidad de amurallarnos para protegernos del mundo. Desafortunadamente, este estado

de cosas pronto cambia ante el descubrimiento de que la garantía de nuestra existencia

conlleva ciertas reglas de conducta. Aprendemos que ciertos comportamientos complacen y

otros disgustan a nuestro medio y así desarrollamos una consciencia (Consciousness)

particular que se ocupa de atender a estas señales. Esta consciencia es el self

protector/controlador y coincide con el nacimiento de la personalidad. Su función consiste en

observar y determinar cuáles de nuestras conductas marchan mejor y agradan más a nuestro

ambiente (Stone, H. y Stone, S., 1989).

Este patrón energético surge en la vida increíblemente temprano y a través del armado de este

código de conductas socialmente aceptables nos guía y orienta. Su rol consiste en proteger a

nuestro niño vulnerable (Stone, H. y Winkelman, S., 1989b).

Bajo su dirección, incluso las conductas más simples como las sonrisas y los gorjeos,

pronto pierden su espontaneidad y se vuelven reacciones automáticas a nuestro

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contexto. Nos volvemos “menos naturales” porque nuestro protector/controlador está

ahora monitoreando y evaluando todos los “peligros” que encontramos. (Stone, H. y

Stone, S., 1989, p. 87).

A medida que crecemos, el protector/controlador trabaja en forma de red y, para lograr sus

objetivos, utiliza y se apoya en otros selves, que se constituyen en nuestro núcleo de selves

primarios. Estos selves determinan quiénes somos y qué hacemos, y son quien creemos que

somos (Stone, S., 2000). Para nuestra supervivencia, tanto física como psicológica, nos hemos

identificado con ellos al punto de confundirlos con nuestro yo.

El sistema de selves primarios establecidos en determinado momento puede modificarse a lo

largo del tiempo, ya que todo lo que describe es aquello que es primario para la personalidad

en una etapa particular. Descubrir y comprender cuál es el sistema de selves primarios es

esencial en el Diálogo de Voz, por lo cual se explora cómo se desarrollaron, cómo protegen la

vulnerabilidad del sujeto, y qué temen que le ocurrirá a la persona si ellos no están en control.

Socialmente, la vulnerabilidad no suele ser apreciada, sino más bien temida y evitada. En

cambio, el poder y la fuerza, generalmente, son bien vistos y muy recompensados. De esta

manera, nuestro sistema de selves primarios evoluciona en búsqueda de mayor poder y

fortaleza para proteger nuestra vulnerabilidad. En pos de esto nos educamos, aprendemos a

complacer y básicamente a cómo ser exitosos en el planeta. Nos movemos de la indefensión y

la vulnerabilidad hacia el poder, pero perdemos conexión con nuestra esencia (Stone, H. y

Stone, S., 1989).

El protector/controlador es el primero de los selves protectores que se desarrolla.

Primordialmente racional, nos da el marco de referencia con el que percibiremos nuestro

contexto mediante la explicación del mundo y de nosotros mismos que fija. A menudo termina

quedando completamente a cargo de nuestras vidas y no da entrada a nada que pueda

cuestionar sus creencias o alterar el status quo (Stone, H. y Winkelman, S., 1989b).

Los doctores Stone (1989) comparan, en una cierta medida, al self Protector/Controlador con

el “Superyó” freudiano o la figura del “padre” del análisis transaccional. Es quien nos convierte

en seres capaces de enfrentar al mundo y está profundamente influido familiar y culturalmente;

es de esta influencia de donde se desprende su set de principios básicos e inviolables. Una de

sus acciones más características es el mantenimiento de la cualidad de renegación-represión

de los selves desoídos.

La resurrección de los selves renegados es uno de los grandes objetivos de la Psicología de

los Selves, y por lo general, los selves que han sido reprimidos a merced del desarrollo de la

personalidad suelen ser aquellos de índole más sensible. Descubrir cuáles selves están a

cargo de la personalidad es esencial a este fin. Es por ello que trabajar con el

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protector/controlador es de crucial importancia en el Diálogo de Voz, porque es el self básico

detrás de la protección de todo ser humano. No obstante, característicamente, este self suele

temer el trabajo psicológico debido a sus tendencias conservadoras. Es esta propensión

tradicionalista la que lo vuelve desconfiado y escéptico ante nuevas ideas. Descubrir sus

anhelos y deseos comienza a abrir su puerta de entrada, convirtiéndose en uno de los

primeros pasos obligados en el método Diálogo de Voz. En este trabajo terapéutico el

establecimiento de la confianza entre el facilitador (la persona que conduce la sesión) y los

selves que aparecen durante el trabajo es crucial. Para ello, un self tan principal como el

protector/controlador debe sentir que en cierto punto tiene derecho a controlar la labor, hacer

que vaya más despacio o incluso detenerla si se torna muy amenazante (Stone, H. y Stone,

S., 1989). Esto evita consecuencias iatrogénicas en el trabajo.

Los protectores/controladores pueden variar significativamente de un país a otro, e incluso de

una ciudad a otra. Sin embargo, sea cual fuere su origen, albergan ciertas cualidades

esencialmente similares. Por sobre cualquier otro aspecto, los autores (1989) dicen que todos

suelen ser esencialmente racionales, todos aspiran al mantenimiento del decoro y la apariencia

de una conducta adecuada y correcta, todos quieren ejercer su control sobre las interacciones

interpersonales y, por sobre todo, proteger al individuo. Esta última es la función central e

intentan llevarla a cabo a cualquier precio. En un nivel microsocial, comentan que “Muchas

familias dividen y separan los atributos de personalidad, y estimulan a los diversos

protectores/controladores a desarrollarse a lo largo de líneas específicas que le otorgan al

individuo un rol particular en la familia” (p. 93).

De esta manera, el papel que cumple cada miembro de la familia suele caracterizarse por

portar una cualidad particular que ha sido alentada parentalmente. En las familias con más de

un hijo este fenómeno se puede ver en forma muy clara cuando, por ejemplo, uno de los

hermanos cumple el rol de inteligente y estudioso, y el otro se convierte en popular y exitoso

socialmente. Por lo general, estos papeles suelen estar en sintonía con el deseo de cada uno

de los progenitores, lo que condiciona las respectivas preferencias y complicidades.

A un nivel macro, Stone, H. y Stone, S., (1989, p. 95) dicen que los protectores/controladores

“[...] tienden a apoyar el estereotipo nacional o regional. Generalmente, están deseosos de

mantener a la gente tan cercana a la norma local o popular como sea posible, para prevenir las

dificultades que puedan surgir de comportarse de manera demasiado individualista.”

Respecto de la naturaleza dual de los patrones energéticos en los seres humanos y la

específica de este self, ambos sostienen que a la igual que en la política, nuestras

subpersonalidades pueden dividirse entre “conservadoras” y “liberales”. La primera tendencia

tiene arraigo en los valores tradicionales, evitando el cambio y la posibilidad de mayores

libertades, mientras que la segunda nos alienta a tomar riesgos y desafíos, romper con la

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tradición, salir de nuestra zona de confort. Obviamente, el protector/controlador representa

nuestra naturaleza conservadora interna y siempre apunta a la cautela. Si logramos honrar y

darle espacio a ambas energías, nuestras decisiones adquirirán mayor balance y equilibrio. Es

para ello que el respeto de los antecedentes culturales del protector/controlador del sujeto, por

parte del facilitador, es central para la formación de una buena alianza de trabajo con él (1989).

Percibir los cambios, a veces sutiles, en el individuo durante el trabajo es otra importante

medida de seguridad para evitar consecuencias no deseadas.

El facilitador debe sensibilizarse a las más ligeras reacciones de la persona con la que está

trabajando; percibir una retracción en el sujeto a veces significa que el protector/controlador

no está respondiendo positivamente al trabajo. De esta forma puede darse que, mientras se

trabaja con una voz renegada, el protector/controlador irrumpa y sea necesario interrumpir el

dialogo previo para entablar comunicación con él, y obtener su consentimiento para

proseguir el trabajo. La dirección que tome la sesión será igualmente valiosa porque

permitirá al sujeto ser testigo del conflicto de opuestos, y es específicamente este hecho el

que permitirá un incremento en su nivel de consciencia. El propósito del proceso es

escuchar las advertencias y consejos de distintos selves o subpersonalidades para, con toda

la información, tomar decisiones y hacer elecciones con mayor consciencia (Stone, H. y

Stone, S., 1989).

Los “Pesos Pesados” o Selves Poderosos

El Exigente (Pusher), el Crítico (Critic), el Perfeccionista (Perfectionist), los Agentes de Poder

(Power Brokers) y el Complaciente (Pleaser) son el grupo de subpersonalidades o patrones

energéticos que integran el conjunto de selves poderosos. Cualquiera de ellos, o cualquier

combinación entre ellos, puede ser parte del patrón protector/controlador general de cada

persona. Sin embargo, también puede ocurrir que operen independientemente. En América del

Norte, estos selves suelen representar los selves primarios, es decir, aquellos selves que el

protector/controlador elige para asegurar nuestro éxito y protección, y con los cuales el ego se

identifica (Stone, H. y Stone, S., 1989).

El Pusher

Antes de describir este self es preciso hacer una aclaración respecto del término y de su

traducción. Según el Diccionario Inglés-Español KEL (1991), el término Pusher se traduce

como camello de drogas. Sin embargo, a mi entender, la elección de esta palabra realizada por

Stone, H. y Stone, S., tiene que ver con el sentido tanto de la forma sustantivada como del

formato verbal de la palabra “Push”. Cual sustantivo, “Push” se traduce como empujón o

empuje, y en su forma verbal algunos de los significados, que yo encuentro relacionados al

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sentido que en esta teoría se le adjudica, son: empujar, instar, presionar, apremiar, promover,

promocionar o fomentar. Por último, la traducción de la construcción fija “to push oneself too

far” es “exigirse demasiado”. Mi elección personal para su traducción sería “el Exigente”, “el

Demandante” o “el Empujador”, con preferencia hacia la primera. Pero, habiendo hecho esta

aclaración, opto por utilizarlo a lo largo del texto en su formato inglés, y dejar su traducción a

criterio del lector.

La obtención de grandes triunfos y éxitos en la vida, con certeza, puede ser rastreada hasta un

Pusher sólido y fuerte. No obstante, también a esta voz pueden adjudicarse las migrañas, los

dolores de espalda o los ataques cardíacos (Stone, H. y Stone, S., 1989).

Uno de los mayores aliados del protector/controlador, el Pusher es un self constantemente

alerta a las tareas que se deben cumplir en todo momento. Nos hace listas permanentemente,

nos insta a llevar adelante y completar nuestras ocupaciones, manteniéndonos ocupados y

productivos todo el tiempo. Uno de sus objetivos con este accionar, es lograr que la gente nos

admire para que nuestro niño vulnerable se sienta bien consigo mismo. Sin embargo,

entorpece cualquier intento de relajarse o disfrutar (Stone, H. y Winkelman, S., 1989b).

Las listas de asuntos pendientes que crea para nosotros son infinitas, desde banalidades como

hacer la cama, ejercitarnos o arreglar algo de la casa, hasta nuestros trabajos más

importantes. Para este self nuestras horas de trabajo nunca son suficientes, y cada vez que

tachamos un ítem de la lista el Pusher agrega otro más. Esta subpersonalidad no opera

únicamente en los ejecutivos de primer nivel; a veces se encuentran los peores Pushers y los

más exigentes en aquellas amas de casa que se la pasan en pijama el día entero dejando que

los platos y la ropa se acumulen. Ello se debe a que las demandas de sus Pushers son tan

imposibles de conseguir y tan interminables, que las conducen a desistir. Así suelen caer en

subpersonalidades depresivas que consideran inútil intentar hacer nada (Stone, H. y Stone, S.,

1989).

En un caso como el antedicho, ocurre que la ausencia absoluta de gratificación y

reconocimiento por las metas conseguidas y los objetivos logrados, sumadas al gradiente de

actividades que permanece constante e invariable, generan un desasosiego y falta de resuello

que pueden conducir a un estado de bloqueo e inactividad, y en los peores casos de

desesperación.

Como self primario, el Pusher suele desarrollarse tempranamente en la vida, gracias a las

demandas fomentadas por el ambiente, en particular, por los padres. Más tarde, su estímulo

pasa a cargo de maestros, profesores y, finalmente, empleadores. En familias muy ambiciosas,

por ejemplo, el sobredesarrollo de este self puede llegar a causar el eclipsamiento del resto de

los selves. El éxito de esta subpersonalidad en la civilización Occidental no nos es ajeno, ya

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que los buenos pushers suelen ser muy recompensados por la sociedad. La hiperactividad, la

adicción al trabajo, la ocupación constante, suelen ser atributos muy valorados, en especial en

el mundo laboral (Stone, H. y Stone, S., 1989).

Cuando una subpersonalidad o self toma el control de nuestro ego o yo, es decir, de aquello

que identificamos como nosotros mismos, ocurren múltiples cambios en nuestro

comportamiento verbal y no verbal. Gran parte de ellos son muy sutiles, casi imperceptibles,

pero existen otros que no pasan desapercibidos (para un terapeuta entrenado).

Según los autores (1989), los cambios físicos vinculados a la toma de control por el Pusher se

relacionan a una sensación general de tensión en el cuerpo. Eventualmente esto puede

desembocar en mandíbulas trabadas, dientes apretados, tensión en los músculos del cuello y

la espalda, e incluso podemos sentirnos con dolor de estómago, producto de la angustia.

En las personas donde el Pusher es un self primario demasiado dominante, sin contrabalance,

suele existir mucha angustia y ansiedad, resultadas de las sensaciones de falta de tiempo, y

responsabilidades excesivas e inabarcables. Es posible conjeturar que el agobio y extenuación

a los que puede conducir este self, cuando no existe un ego consciente que opere sobre él

regulándolo, se acumulen de tal manera de que resulten en un estado depresivo o de angustia

generalizada. No obstante, hacen falta investigaciones específicas sobre la base de éstas y de

las otras tantas hipótesis que pueden formularse, en poblaciones que hayan recibido estos

diagnósticos.

Sin embargo, respecto del valor relativo o absoluto de los selves, los autores hacen una

aclaración:

[...] no consideramos al Pusher como una energía negativa. Todo es relativo a nuestra

consciencia (awareness) y a nuestra habilidad para dirigir energía a través de un ego

consciente, para que podamos tomar verdaderas decisiones sobre lo que hacemos.

Cuando el pusher está a cargo, somos conducidos por la autopista de la vida a alta

velocidad. [...] A menudo nuestro cuerpo físico paga el precio de sostener a un pusher

sobredotado (1989, p. 103).

El costo de esta última acción puede resultar mortal, como en el caso de un ataque cardíaco.

En última instancia, el pusher también termina interfiriendo en nuestras relaciones

interpersonales, ya que si no estamos en una relación puede sostener un control más absoluto

sobre nuestras vidas sin nadie que lo cuestione. Así nos transforma en personas

prodigiosamente productivas y admiradas, pero incapaces de establecer un verdadero

contacto con alguien más (Stone, H. y Winkelman, S., 1989b).

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La contracara o “Némesis” del Pusher suele ser el self “Hace-Nada” (Do-Nothing). Esta

subpersonalidad, que adquiere la cualidad de desoída o renegada cuando el Pusher es

primario, puede adoptar las características de un holgazán, un vagabundo de playa, un hippie,

un perezoso o una princesa malcriada. Como opuesta al Pusher, suele ser depositaria de

propuestas auto-indulgentes y relajantes. Al permitirnos e incluso animarnos a no hacer nada

suele ser un contra-self muy equilibrador, que nos deja ir más despacio, ocuparnos de

nosotros mismos y disfrutar de la vida. Debido a que, interpersonalmente, nuestros selves

dominantes y renegados siempre conforman un patrón con los selves respectivos de los

demás, cuando no incorporamos esta última energía en nuestras vidas, solemos atraerlo en la

persona de alguien de nuestro entorno más cercano (como un hijo, un jefe o una pareja)

(Stone, H. y Stone, S., 1989).

Los selves primarios son el apoyo y el sostén de la personalidad que desarrollamos como

defensa frente a nuestra vulnerabilidad. En la cultura norteamericana al menos, el Pusher

suele ser una de las piedras angulares de esa personalidad. La adquisición de mayor

consciencia (consciousness) acaba con el gobierno absoluto de nuestra existencia por parte de

ese grupo de subpersonalidades dominantes; la misma no apunta a juzgar o erradicar nada,

sino a poner nuestra vida en nuestras manos, separándose del sistema de ideas, actitudes y

sentimientos que hasta el momento había dominado nuestra manera de ser en el mundo. Tan

sólo nos permite ser conscientes de nuestra experiencia, tener mayor poder de elección y

decisión sobre ella, y sobrellevar y balancear la tensión entre los opuestos evitando que nos

volvamos esclavos de un pequeño grupo de los muchos selves que nos integran (1989).

Caer en el error de pensar que este tipo de voces siempre hablan “con la verdad” es la

consecuencia inevitable del profundo arraigo que poseen no sólo en las personas sino también

en la estructura social. Los autores (1989, p. 113) añaden que “Ellas siempre suenan como si

desearan mejorarnos, como si en el fondo albergasen nuestros mayores intereses. Por ello, es

importante escuchar atentamente [...] y, desde la posición estratégica de un ego consciente,

averiguar la validez de sus comentarios.”

El Crítico

Una de nuestras tendencias humanas es la de juzgar a los demás. Stone, H. y Stone, S.

(2000) sostienen que existen dos tipos de juicios: los que ejercemos hacia los demás y los que

dirigimos hacia nosotros mismos. El Crítico Interior se encarga de estos últimos.

Como un espejo cuya imagen distorsiona aquello que refleja, el Crítico Interior es una voz que

nos desvaloriza y critica. Dado que sus constantes juicios acerca nuestro y su manera

permanente de comentarnos existe desde nuestra temprana infancia, hemos perdido

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consciencia de que se trata únicamente de uno de los selves que nos integra, y solemos

vivenciarlo como una parte natural de nuestra identidad. Incorporando las opiniones y

expectativas de nuestro medio ambiente familiar y nuestro contexto social, se desarrolla en

nuestros primeros años de vida. (Stone, H. y Stone, S., 1993).

Habiendo dictado clases sobre la Psicología de los Selves y probado el método de Diálogo de

Voz en cuatro continentes y en diversas culturas los doctores Stone postulan una asombrosa

universalidad para el Crítico Interior. No obstante, aclaran que el contenido de sus críticas es

diferente según el sistema de valores de cada cultura particular. De su experiencia desprenden

que los Críticos de los norteamericanos suelen apuntar a que la persona sobresalga por

encima de los demás y sea especial, incluso superior a otros, tratando de evitar que uno se

pierda en la multitud. Mientras que en Australia, Holanda y otros países del norte de Europa,

los Críticos Interiores suelen mantener la postura opuesta y son muy prejuiciosos con las

personas que se destacan demasiado (1993).

En mi opinión personal, a pesar de la falta de investigaciones específicas respecto a esto, creo

que la visión de los Críticos en Argentina se correspondería con la de los europeos y

australianos.

De todos modos, y a pesar de sus diferencias, el gran punto en común que tienen los Críticos

Interiores de todos los países es su capacidad de paralizar a la gente y volverla sumamente

infeliz e inefectiva. Una de las razones para esto es que, sin importar cuánto uno escuche e

intente cambiar en la dirección que ellos desean, es imposible complacer al Crítico o

deshacerse de él. Parte de la importancia central que los doctores Stone (1993) atribuyen a

esta subpersonalidad, y que probablemente los motivó a dedicar un libro entero a este self,

tiene que ver con su consideración del mismo como una voz capaz de detener por completo o

atrofiar severamente el crecimiento personal.

Como el resto de los selves que suelen operar como primarios, el Crítico nace de manera

temprana. Nuestras figuras parentales suelen educarnos de manera de que luzcamos y nos

comportemos de un modo que nos permita salir bien en el mundo. Además, lograr que nos

convirtamos en personas “correctas” (sea cual sea el significado que atribuyan a esto) les

otorga un gran sentimiento de bienestar, ya que por debajo de sus expectativas yacen sus

propias inseguridades y su miedo a fracasar como padres. Múltiples comportamientos

infantiles suelen incomodar y avergonzar a los adultos, especialmente a los padres: las

interrupciones, los enojos, la curiosidad sexual, la desobediencia o hacer ruido son algunos

ejemplos de conductas que los contrarían. Sea por la razón que sea, el mensaje permanente

que recibimos de nuestros progenitores es que algo está mal en nuestro interior, con la

premisa implícita de que si uno se mejorara a sí mismo todo estaría bien (Stone, H. y Stone,

S., 1993).

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Para poder auto-protegernos del sufrimiento y la vergüenza de resultar siempre menos

de lo que deberíamos ser, dentro nuestro se desarrolla una voz que hace eco de los

intereses de nuestros padres [...] o de otra gente importante para nosotros en nuestros

primeros años (Stone, H. y Stone, S., 1993, p. 7).

Y es de esta manera que este self nace para criticarnos antes de que nadie más pueda

hacerlo. Ambos autores postulan que el objetivo del Crítico interior es evitar que nos lastimen o

nos avergüencen. Para ello, espera con ansiedad, a veces con desesperación nuestros

triunfos y éxitos en la vida, con la idea de que conllevarán la aceptación de los otros.

Señalando todos nuestros errores e inadecuaciones, junto con lo que “deberíamos” y “no

deberíamos” hacer, suele hacernos sentir que equivocarnos es inaceptable. Las palabras son

una herramienta que utiliza en formas muy poderosas y profundas, y su uso del lenguaje es

muy particular. Por ejemplo, se refiere a un poco de sobrepeso, a un dolor de cabeza, a comer

de más como “síntomas”. Tomar mucho café, o estar muy apegado a alguien se vuelven

“comportamientos adictivos”. La necesidad universal de otras personas la llama

“codependencia”, y así es con todo. Estos términos, bien utilizados en el contexto

correspondiente y por las personas correspondientes, son de gran ayuda, pero en boca del

Crítico son armas contra nuestro crecimiento (1993).

Sin embargo, los doctores Stone agregan que al trabajar con este self conviene recordar que el

mismo, como todas las subpersonalidades que ocupan el rol de primarios, desea nuestro bien.

Desea para nosotros éxitos profesionales y financieros, así como el éxito familiar, amoroso y la

consecuente aceptación por parte de los demás. Nació como subpersonalidad para

salvaguardar nuestra vulnerabilidad adaptándonos a nuestro mundo circundante mediante la

satisfacción de sus requisitos. Pero, para lograr que encajáramos socialmente y que fuésemos

aceptados y amados por los demás, y para evitarnos dolores y vergüenzas, toma control de

nuestras naturales inclinaciones, corrigiéndolas antes de que nadie más pueda hacerlo y

rechazarnos (1993).

El problema con esta subpersonalidad suele ser que sus propósitos originales se desvanecen

debido a que no sabe cuándo detenerse y cuándo sus comentarios han sido más que

suficientes. Por lo general, crece incesablemente hasta que pierde el control y comienza a

socavarnos generándonos un daño real. Cuando ha llegado a este punto los doctores Stone

hacen uso de la metáfora de un agente de la CIA renegado, ya que este self ha aprendido a

cómo infiltrarse en todas las áreas de nuestra vida, y a rastrear con excesiva minuciosidad y

detalle cualquier imperfección o flaqueza en nuestro comportamiento. Y así, habiendo cruzado

todo límite, opera de manera independiente, secreta y bajo su propio mando, fuera de

cualquier regulación. Esto conlleva un peligro que puede llegar a ser extremo porque la

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información que en su origen se destinaba a la promoción de nuestro bienestar general y

defensa integral es ahora usada en nuestra contra (Stone, H. y Stone, S., 1993).

Las consecuencias pueden ser varias de acuerdo a la intensidad de su poder anárquico.

Desde bloquear o anular nuestra creatividad, y ser fuente de un sentimiento de culpa u

humillación, hasta el minado de nuestra autoestima y auto-confianza a niveles de un trastorno

depresivo. El miedo al fracaso y a equivocarnos al que inevitablemente nos conduce, junto a

sus penetrantes y constantes observaciones, pueden llegar a paralizar toda nuestra vida

(Stone, H. y Stone, S., 1989). Trágicamente, el debilitamiento físico y psíquico extremo que

puede alcanzar una depresión es capaz de derivar en el suicidio.

Los Agentes de Poder (Power Brokers)

El poder no es sólo una realidad, sino también un hecho de la vida psíquica. Cual corredores

de bolsa, los agentes de poder son un grupo de patrones energéticos o subpersonalidades que

incluyen una variedad de voces como el poder, el dinero, el egoísmo y/o la ambición. El pusher

a veces se incluye aquí y en ciertas ocasiones, cuando que el terapeuta o facilitador desea

hablar con el protector/controlador, responden en su lugar este grupo de voces. Esto se debe a

que a menudo los intereses de éste coinciden con aquellos de los agentes de poder. Los

líderes tras muchas operaciones, a este grupo se deben fenómenos como la compulsiva

acumulación de riqueza o la necesidad de controlar a otros; ambos intentos de apaciguar las

ansiedades y miedos del niño vulnerable, la voz renegada por excelencia (Stone, H. y Stone,

S., 1989).

Otros “pesos pesados”

Si bien las próximas dos voces, y las ya “etiquetadas”, suelen ser las que más habitualmente

se encuentran operando en las civilizaciones occidentales –y a mi parecer, en los países o

ciudades de tipo más bien capitalista-, es importante recordar que su manera de presentarse y

de encarnar en cada ser humano es tan única e irrepetible como la persona en sí. Asimismo,

los patrones aquí mencionados no lo abarcan todo, y a mi entender la constelación de selves

en general y en particular, que esta teoría postula, es mucho más amplia, asemejando los

enormes sistemas teológicos de religiones politeístas de la historia (como la griega, la romana,

la egipcia), en donde cada dios personificaba una determinada cualidad o valor del espíritu

humano.

La voz del Perfeccionista (The Perfectionist) suele fijar metas de perfección en todas las áreas

de nuestra vida: lucir perfectos, ser perfectos, tener una relación de pareja perfecta, hijos

perfectos y trabajar impecablemente. Una vez más, si logra esto y evita que seamos criticados

externamente, nuestro niño vulnerable estará a salvo. Este self carece de tolerancia alguna

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ante la flaqueza humana. Pero, dado que, como he dicho previamente, ningún patrón

energético es inherentemente bueno o malo, los requerimientos que impone el Perfeccionista

pueden ser usados creativamente o pueden convertirse en una carga insoportable. Muchos

profesionales, como el cirujano o el ingeniero que lleva a cabo la construcción de un puente,

necesitan decididamente los estándares que impone esta voz a la hora de hacer su trabajo,

pero en nuestras relaciones personales sus efectos suelen ser dañinos (Stone, H. y

Winkelman, S., 1989b).

Cuando el Perfeccionista, el Pusher y el Crítico se juntan, como muy a menudo ocurre, suelen

formar una tríada insalubre. El resultado suelen ser personalidades rígidas con temperamentos

bastante inflexibles, exigentes, implacables, demandantes y controladores, consigo mismo y

con los demás.

Hal y Sidra postulan que estos elaborados sistemas se generan y existen para intentar

fortalecer a la persona frente a su propia vulnerabilidad. Pero, lamentablemente, a mayor

intensidad de ellos, mayor y más profunda la angustia del niño interior al que recubren. Esta

angustia suele traducirse en una enorme cantidad de síntomas: depresión, ansiedad,

problemas físicos, relaciones familiares perturbadas y disfuncionales (1989).

Por último, la voz del Complaciente (Pleaser), si bien es de un talante notablemente diferente a

las anteriores, suele incluirse aquí porque aunque a muchos les de la impresión de debilidad,

maneja un enorme poder (1989).

Su objetivo es complacer: agradar, contentar a la gente a su alrededor, hacer felices a los

demás. De increíble sensibilidad para sintonizar con los deseos ajenos, aprende a reconocer

qué quieren las personas que rodean al sujeto para poder actuar en consecuencia. A menudo,

para que esta voz exista y cobre importancia en la constitución psíquica de selves, es

necesario renegar por completo de la furia, la ira, el egoísmo y de toda la naturaleza

“demoníaca” afín.

Los Selves Renegados y la Vulnerabilidad

Como mencioné anteriormente, a cada self primario corresponde un self renegado que actúa

como su complemento, “[...] igual y opuesto en contenido y poder.” (Stone, H. y Winkelman, S.,

1989b, p. 9).

Según los doctores Stone, existen dos grandes grupos de selves renegados: las energías

instintuales y los selves vulnerables.

Las energías instintivas renegadas

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Como expliqué previamente, al ser renegadas activamente durante enormes períodos de

tiempo, las energías suelen aumentar su intensidad al punto de volverse en contra nuestro o

canalizarse a través de nosotros de maneras extremadamente destructivas. Cuando esto

ocurre, se las denomina demoníacas. Por lo tanto, por definición, sólo se vuelven

“demoníacas” cuando reprimidas o renegadas. El agotamiento físico y psíquico a menudo

puede provenir de la energía que invertimos en contener a estas energías. De hecho, la fatiga

extrema suele ser producto de la retención y renegación de fuertes instintos animales. El costo

de la represión de este “rugir” interno varía. Desde una depresión y pérdida de entusiasmo

hasta conductas que ponen en riesgo todas las áreas vitales (la profesión, el matrimonio, la

familia). En el peor de los casos puede conducir a un quiebre físico de resultados irreversibles

(Stone, H. y Stone, S., 1989).

Este tipo de energías suele sufrir un proceso de tipo círculo vicioso que los autores metaforizan

con la alegoría del “animal enjaulado”:

Si un animal es encerrado en una jaula por muchos años, se volverá salvaje. Si

inadvertidamente la puerta queda abierta, el animal sale furioso y violento. De esto, su

cuidador concluye acertadamente que el animal es inherentemente peligroso. Pero esto

no es necesariamente así. El peligro es, al menos en parte, resultado del largo

encarcelamiento.

Lo mismo ocurre con nuestra vida instintiva –aquellos selves que temen el instinto

ayudan a confinar a nuestras energías instintivas a una jaula, en donde eventualmente

se tornan demoníacas. Periódicamente, estas energías erupcionan de maneras

violentas. El “carcelero de los instintos” dentro de nosotros nos dice que esta violencia es

prueba de que los animales adentro nuestro son malos (1989, p. 138).

Así, advierten ambos autores, si escuchamos a este “guardián” de los instintos, mantenemos

nuestra naturaleza instintiva enjaulada y reprimida; y, dado que la voz de estas energías suele

decir cosas inaceptables a la moral y los valores tradicionales, permitir su discurso requiere de

gran coraje. Asimismo, porque el potencial destructivo que poseen es enorme, podría decirse

que los miedos del protector/controlador son, en un punto, muy legítimos. Pero estas voces no

necesitan tomar control de nuestra personalidad, tan sólo demandan ser honradas y para ello

oídas, piden que se les permita tener una voz. El poder y la sensualidad suelen representar los

núcleos básicos de su identidad (1989).

Los selves vulnerables

Estos selves suelen agruparse en torno a la representación de tres aspectos de nuestro niño

interior: el niño vulnerable, el niño juguetón y el niño mágico.

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Respecto del primero, explican que encarna la sensibilidad y los miedos del sujeto. Suele vivir

en el temor a ser abandonado, sus sentimientos son heridos con enorme facilidad y por lo

general teme a una multitud de cosas que el protector/controlador y los pesos pesados ignoran.

El desarrollo y evolución del protector/controlador, de hecho, ocurre para proteger a este niño

vulnerable, con el precio de que en este proceso lo sepulta para evitar que salga lastimado. El

niño juguetón o travieso es una especie de Peter Pan interno, sabe jugar y divertirse como un

niño. Según Stone, H. y Stone, S. (1989) es más accesible que el niño vulnerable dado que

“(…) es más factible que el protector/controlador permita diversión a lágrimas y dolor.” (p. 150).

Y, por último, el niño mágico es el niño de la imaginación, la creatividad, la intuición y la

fantasía.

Los autores recalcan que el niño interior nunca crece y es el que sabe “ser”, mientras todos los

selves restantes saben “hacer” y “actuar” (1989).

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PARTE III: El arquetipo Sombra

Como estudiante avanzada de psicología, considero que el pensamiento del médico suizo Carl

Gustav Jung (1875-1961) revolucionó el mundo de la psicología. Como dice John Freeman

(1977), amigo personal de Jung, en la introducción al libro “El hombre y sus símbolos”, muchos

conceptos muy conocidos y utilizados como “extravertido”, “introvertido”, o “arquetipo” se

deben a Jung.

Gracias a una excelente formación en literatura, mitología, filosofía y antropología, su visión de

la psicología se genera, a mi entender, desde un lugar tanto científico como artístico. Robin

Robertson (1998), psicólogo junguiano, dice que Jung “Estaba convencido de que una

descripción exacta de la realidad necesitaba tanto de precisión científica como de comprensión

poética” (p. 169).

El interés y curiosidad de Jung por las supersticiones, y por fenómenos plausibles de ser

llamados “paranormales”, “sobrenaturales” u “ocultos”, fenómenos que eran enfáticamente

rechazados por sus colegas, fue tanto su boleto a grandes descubrimientos como el estigma

que hizo que sus ideas fueran a menudo evitadas, rechazadas y hasta burladas. Pero Jung,

“Nunca pudo ignorar la experiencia simplemente porque no encajaba con su visión de la

realidad” (Robertson, R., 1998, p. 170).

De los episodios biográficos más famosos de Jung, su íntima amistad con Sigmund Freud y

posterior ruptura de la misma, por desavenencias tanto personales como intelectuales,

probablemente sea uno de los capítulos más renombrados y polémicos en la historia de las

grandes incompatibilidades teóricas en psicología.

Jung se inició en una correspondencia regular, que luego derivara en una profunda amistad,

con Freud en 1906, tras leer su escrito La interpretación de los sueños poco después de su

publicación. La admiración que ambos se profesaban repercutió en que Freud resolviera que

Jung era el destinado a sucederlo. Razón por la cual, en 1910, Jung se convirtió en el primer

presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional, luego de su fundación. Sin embargo,

en 1914 la ruptura entre ambos se dio por completada con la renuncia de Jung y su

desafiliación de la Asociación (Hall, C. y Lindzey, G., 1975).

Aunque las causas de la ruptura de tan íntima relación fueron complejas (…), entre las

más importantes se contó el rechazo, por parte de Jung, del pansexualismo freudiano.

(…) Jung procedió entonces a forjar su propio método psicoterapéutico y su propia teoría

psicoanalítica conocida por el nombre de psicología analítica, cuyos lineamientos

básicos habían sido trazados antes de su encuentro con Freud (…)(1975, p. 83).

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Siguiendo a estos autores, entre los antecedentes de estudio de Jung se encuentran el haber

asistido y colaborado con Eugene Bleuler, haber estudiado con Pierre Janet y haber sido

alumno y sucesor de Charcot. Fue objeto de múltiples títulos honoríficos de las universidades

de Harvard y Oxford, y es en Estados Unidos especialmente donde cuenta con numerosos

admiradores y continuadores. Respecto de su teoría de la personalidad, explican:

Tal vez el rasgo más importante, y particularmente distintivo de la concepción jungiana

del hombre, es la combinación de lo teleológico con lo causal: la conducta del ser

humano está condicionada no sólo por su historia individual y racial (causalidad) sino

también por sus objetivos y aspiraciones (teleología); el pasado como realidad y el futuro

como potencialidad orientan la conducta presente del individuo. El enfoque de Jung de la

personalidad es prospectivo (…) mira hacia (…) la línea futura de la evolución del

individuo y retrospectivo en el sentido de que toma en cuenta el pasado (p. 84).

Una de las características de su concepción que más lo alejan de Freud, es su énfasis en el rol

del destino o la finalidad del desarrollo humano. En tanto para Freud en el ser humano se

trataría solamente de una repetición continua de los temas instintivos, para Jung, en cambio,

existe un constante desarrollo creador, junto con un anhelo de renacer y una búsqueda de

totalidad y de plenitud. Esta diferencia va de la mano del origen racial que Jung postula para la

personalidad, en contraposición al infantil de Freud. Para Jung la personalidad resulta de un

ciclo de retroalimentación entre las fuerzas internas y externas al individuo, es decir que “(…)

existe una personalidad racial preformada y colectiva que alcanza selectivamente el mundo de

la experiencia y que es modificada y elaborada por las experiencias que ella misma vive” (Hall,

C. y Lindzey, G., 1975, p. 84).

Es a este gran respeto por el pasado racial y su influencia sobre el ser humano, denotado en la

concepción psicológica junguiana, al que los autores (1975) atribuyen el mérito de que Jung

sea reconocido como uno de los psicólogos de mayor erudición hasta nuestros días; y

continúan justificando esta afirmación citando la profundización de las investigaciones de Jung

que incluían el estudio de mitología, religión, símbolos y ritos ancestrales, costumbres y

creencias de pueblos primitivos, sueños y visiones, así como los síntomas de los neuróticos y

las alucinaciones y delirios de los psicóticos.

La estructura de la personalidad de Jung

A manera introductoria, y para mayor comprensión de los siguientes conceptos, explicaré

brevemente los tres sistemas que integran la personalidad total o psique (como la denominaba

Jung) en esta teoría.

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Separados aunque interactuantes, el Yo, el Inconsciente Personal (con sus complejos), y el

Inconsciente Colectivo (con sus arquetipos), son los tres sistemas más importantes de la teoría

analítica de la personalidad. Si bien no serán desarrollados aquí, existen, además de estos

sistemas interdependientes, las funciones del pensamiento, el sentimiento, la sensación y la

intuición, y las actitudes de extraversión e introversión, para completar la teoría. Finalmente, lo

que Jung llama el Self, y que en sus traducciones se conoce como el Sí Mismo, constituye, en

palabras de Hall, C. y Lindzey, G. (1975, p. 86), “(…) la personalidad plenamente desarrollada

y unificada.”

Los autores explican que el yo es la mente consciente, el centro de la conciencia, y está

integrado por las percepciones, los recuerdos, los sentimientos de identidad y continuidad del

individuo, y los pensamientos y sentimientos conscientes. El inconsciente personal, región

contigua al yo, se compone de experiencias que “(…) conscientes en algún momento, luego

fueron reprimidas, suprimidas, olvidadas o ignoradas y por aquellas otras que desde el primer

instante fueron demasiado débiles para producir una impresión consciente en el individuo” (p.

86). Accesibles a la conciencia, sus contenidos pueden compararse a los del preconsciente

freudiano, sosteniéndose así un gran intercambio bidireccional entre esta zona y el yo. En este

inconsciente habitan los complejos, constelaciones o grupos organizados de sentimientos,

pensamientos, percepciones y recuerdos, poseedores de un núcleo que atrae o “consteliza”

diversas experiencias como si fuese un imán. Según Jung, los complejos pueden actuar como

personalidades autónomas, con vidas mentales y móviles propias, controlando la personalidad

y usando la psique para sus fines. Asimismo, si bien este núcleo y sus asociaciones suelen ser

inconscientes, ambos pueden volverse conscientes. Por último, el inconsciente colectivo o

transpersonal es el más poderoso e influyente de los tres, pudiendo adquirir, en una

psicopatología, completo control del yo y del inconsciente personal. Dado que en él habitan los

arquetipos, lo explicaré más extensamente en el siguiente apartado (1975).

El inconsciente colectivo y el concepto de arquetipo

Dado que la sombra constituye uno de los principales arquetipos junguianos (junto con el

anima, el animus y la persona), para comenzar a comprender lo que significa en esta teoría,

me resulta necesario introducir de manera más profunda el concepto de inconsciente colectivo.

Aludido como el “residuo psíquico del desarrollo evolutivo del hombre” por Hall, C. y Lindzey,

G. (1975, p. 86), el inconsciente colectivo es el depositario de las huellas mnésicas de toda la

herencia ancestral del ser humano. Este pasado abarca no sólo la historia de la especie

humana de manera diferenciada, sino también el legado prehumano o animal.

En su libro “Arquetipos e Inconsciente Colectivo” (2008), Jung abre el primer capítulo diciendo:

“La hipótesis de un inconsciente colectivo es uno de esos conceptos que chocan en un

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38

comienzo al público pero que pronto se convierten en ideas de uso corriente;” (p. 9). No se

equivocaba. Así comienza a desarrollar la explicación del significado de este concepto,

remontándose primero a la noción de inconsciente sólo, diciendo:

(…) la idea filosófica de lo inconsciente, (…) como se encuentra principalmente en C. G.

Carus y E. von Hartmann (…) en primer término fue una designación para el estado de

los contenidos mentales olvidados o reprimidos. En Freud, lo inconsciente, aunque

aparece ya –al menos metafóricamente- como sujeto actuante, no es sino el lugar de

reunión de esos contenidos olvidados y reprimidos, y sólo a causa de éstos tiene una

significación práctica. De acuerdo con este enfoque, es (…) de naturaleza

exclusivamente personal aunque el mismo Freud había visto ya el carácter arcaico-

mitológico de lo inconsciente.

Un estrato en cierta medida superficial de lo inconsciente es, sin duda, personal. (…)

Pero ese estrato descansa sobre otro más profundo que no se origina en la experiencia

y la adquisición personal, sino que es innato: (…) (el) inconsciente colectivo. (…) este

inconsciente no es de naturaleza individual sino universal, es decir, (…) tiene contenidos

y modos de comportamiento que son, cum grano salis, los mismos en todas partes y en

todos los individuos. (…) es idéntico a sí mismo en todos los hombres y constituye así un

fundamento anímico de naturaleza suprapersonal ( p. 9).

Fundamento racial y heredado de toda la estructura de la personalidad, sobre el inconsciente

colectivo se erigen el yo, el inconsciente personal y las demás adquisiciones individuales. La

atribución de universalidad que Jung otorga a este inconsciente es por él justificada en la

similitud de la estructura cerebral de todas las razas humanas, hecho que sugiere una

evolución común. No son los recuerdos ni las representaciones raciales como tales lo que se

hereda, sino la potencialidad de poder revivir las experiencias de las generaciones anteriores,

repetidamente acumuladas en este sustrato psíquico a lo largo de la historia. Según esta

teoría, estas representaciones raciales innatas nos predisponen a pensar, sentir y percibir de

acuerdo con patrones y contenidos definidos, actualizándolos en cada experiencia individual.

Por ejemplo, dado que nuestros antepasados primitivos han hallado múltiples peligros en la

oscuridad o en ciertos reptiles como las serpientes, es considerable asumir que el hombre está

predispuesto a temer a cualquiera de éstos. Estas predisposiciones marcan tendencias que

aumentan la susceptibilidad de las personas a ciertos temores, ideas, sentimientos o

pensamientos (Hall, C. y Lindzey, G., 1975).

Al respecto los autores añaden:

Ciertas ideas, como la de un ser supremo, son concebidas con facilidad porque la

disposición ha sido firmemente impresa en el cerebro y requiere tan sólo un mínimo

refuerzo de la experiencia individual para aparecer en la conciencia e influir sobre la

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conducta; tales recuerdos latentes o potenciales dependen de estructuras intrínsecas y

de sendas grabadas en el cerebro como resultado de las experiencias acumuladas de la

humanidad: negar la condición hereditaria de dichos recuerdos ancestrales es negar la

evolución y la herencia del cerebro (p. 87).

La manera más famosa de referirse a estos contenidos del inconsciente colectivo es mediante

la palabra “Arquetipo”. Pero, de hecho, más aún que contenidos, los arquetipos son los

componentes estructurales de éste inconsciente. A la manera de la expresión de Lévy-Bruhl,

“representaciones colectivas”, por él usada para nombrar las figuras simbólicas de la

cosmovisión primitiva, estos contenidos son tipos arcaicos, más aún, primitivos. Así como el

mito y la leyenda son expresiones arquetípicas, en las doctrinas tribales primitivas suelen

transmitirse como fórmulas ya conscientes, a la manera de doctrinas secretas, voz usada para

la transmisión de contenidos colectivos de procedencia originalmente inconsciente (Jung, C.,

2008).

Llamados también dominantes, imágenes primordiales, imagos, imágenes mitológicas y

patrones de conducta, los arquetipos son el fruto de experiencias raciales respecto del mundo,

y pueden definirse como depósitos mentales permanentes de experiencias que han sido

constantemente reiteradas a lo largo de múltiples generaciones. Sin embargo, no debe

conferírseles una cualidad estática o inoperante; dado que están altamente cargados de

energía y funcionan como centros autónomos, generación tras generación, tienden a producir

la repetición y la elaboración de las mismas experiencias. Asimismo, pueden penetrar en la

conciencia: “Los mitos, los sueños, las visiones, los ritos, los síntomas neuróticos y psicóticos,

las obras de arte, contienen gran proporción de material arquetípico (…)” (Hall, C. y Lindzey,

G., 1975, p. 88).

La sombra

Jung sostenía que el encuentro con uno mismo “(…) significa en primer término el encuentro

con la propia sombra” (2008, p. 31). Firme creyente en que no podía ser esquivada ni

rechazada sin consecuencias, la describe como “(…) un angosto paso, una puerta estrecha,

cuya penosa estrechez nadie que descienda a la fuente profunda puede evitar” (2008, p. 31).

De la misma manera, en “Sobre la Psicología del Inconsciente” (1917), se refería a la sombra

personal como “(…) el otro en nosotros; la personalidad inconsciente de nuestro mismo sexo;

lo inferior y censurable; ese otro que nos llena de (…) vergüenza” (Jung, C., citado en Zweig,

C. y Abrams, J., 2001, p. 34). Similar a la noción freudiana de “lo reprimido”, la sombra es, sin

embargo, una especie de subpersonalidad con sus propias ideas, imágenes, pensamientos,

juicios de valor, es decir, con contenidos autónomos. Asimismo, y a diferencia de Freud para

quien resulta inmoral e incompatible con la personalidad consciente, la sombra es negativa

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40

únicamente desde la perspectiva de la conciencia. De hecho, posee un extraordinario potencial

creativo y artístico.

Definida más adelante por Jung (1945, citado en Zweig, C. y Abrams, J., 2001) como lo que

una persona no desea ser, personifica una “(…) instancia psicológica negada que mantenemos

aislada en el inconsciente donde termina configurando una especie de personalidad disidente.

Desde este punto de vista (…) es (…) una especie de compensación a la identificación

unilateral de nuestra mente consciente con aquello que le resulta aceptable” (p. 35).

Constituida en gran parte por los instintos animales heredados en el hombre en el curso de su

evolución desde las formas inferiores de vida (Jung, 1948, citado en Hall, C. y Lindzey, G.,

1975), tipifica el aspecto animal de la naturaleza humana.

Al hablar de la sombra, muchos analistas junguianos suelen apelar a la mundialmente

conocida novela de Robert Louis Stevenson, El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Según

C. Zweig (escritora y editora californiana) y J. Abrams (terapeuta junguiano y escritor, también

de California) (2001), el famoso argumento fue inspirado por un sueño que el propio Stevenson

tuvo, en el que un hombre, tras ser perseguido por un crimen, toma una pócima que le genera

un cambio drástico de personalidad, dejándolo irreconocible. “De esta manera, el Dr. Jekyll, un

amable y esforzado científico, termina transformándose en el violento y despiadado Mr. Hyde,

un personaje cuya maldad iba en aumento a medida que se desarrollaba el sueño” (p. 14)

¿Cómo se relaciona esto al arquetipo de la sombra de Jung? En palabras de ambos:

Cada uno de nosotros lleva consigo un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde, una persona afable en

la vida cotidiana, y otra entidad oculta y tenebrosa que permanece amordazada la mayor

parte del tiempo. Bajo la máscara de nuestro Yo (Self) consciente descansan ocultas

todo tipo de emociones y conductas negativas –la rabia, los celos, la vergüenza, la

mentira, el resentimiento, la lujuria, el orgullo, y las tendencias asesinas y suicidas (…).

Este territorio arisco e inexplorado para la mayoría (…) es conocido en psicología como

sombra personal (2001, p. 15).

Los autores explican que este lugar de la psique denominado sombra personal, se despliega

naturalmente en todo ser humano en la infancia, producto de un proceso de identificaciones y

desidentificaciones. De esta manera dicen:

Cuando nos identificamos con determinados rasgos ideales de nuestra personalidad –

como la buena educación y la generosidad (…) cualidades que, por otra parte, son

reforzadas sistemáticamente por el entorno que nos rodea (…), al mismo tiempo, vamos

desterrando también a la sombra aquellas otras cualidades que no se adecuan a nuestra

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imagen ideal –como la grosería y el egoísmo (…). De esta manera, el ego y la sombra se

van edificando simultáneamente, alimentándose (…) de la misma experiencia vital. (p.

15).

La demarcación de lo que corresponde al ego y lo que recae en la sombra es diferente para

cada familia, e incluso para cada cultura. Por ejemplo, si bien las expresiones de ira y

agresividad suele reprenderse, en algunas familias son permitidas. La misma suerte corren la

sexualidad, la vulnerabilidad, las emociones intensas, la ambición de dinero, las expresiones

artísticas o la intelectualidad (2001).

(…) todos los sentimientos y capacidades rechazados por el ego y desterrados a la

sombra alimentan el poder oculto del lado oscuro de la naturaleza humana. No todos

ellos, sin embargo, son rasgos negativos. Según la analista jungiana Liliane Frey-Rohn,

este misterioso tesoro encierra tanto facetas infantiles, apegos emocionales y síntomas

neuróticos como aptitudes y talentos que no hemos llegado a desarrollar. (Zweig, C. y

Abrams, J., 2001, p. 17).

Respecto a la etapa previa al desarrollo de este costado de la psique, Bly, R., un conocido y

galardonado ensayista y traductor de E.E.U.U. dice: “A los dos o tres años de edad todo

nuestro psiquismo irradia energía y disponemos de lo que bien podríamos denominar una

personalidad de 360º” (Bly, R., 1988, p. 39).

Sin embargo, comenzamos a escuchar los comentarios de nuestros padres para descubrir que

ciertos aspectos de nuestra personalidad son irritantes o simplemente molestos para ellos y es

entonces cuando recurrimos al mecanismo que desemboca en la consolidación de la sombra;

“(…) para seguir siendo merecedores de su amor comenzamos a arrojar todas aquellas facetas

de nuestra personalidad que les desagradan en un saco invisible que todos llevamos con

nosotros” (Bly, R., 1988, p. 40).

Es importante recordar, no obstante, que la sombra no necesariamente representa el mal, sino

simplemente lo opuesto al ego, conteniendo un noventa por ciento de oro puro en palabras de

Jung. “Lo que se ha reprimido encierra una tremenda cantidad de energía y contiene,

consecuentemente, un gran potencial positivo. Así pues, por más perturbadora que pueda

parecer, la sombra no es intrínsecamente mala” (Miller, D. P., 1990, p. 54).

Dueña de todo lo que rechazamos por no ajustarse a lo que consideramos el ego ideal, la

sombra sólo se torna dañina cuando el ego proyecta sobre ella su propio mal. En su estado

natural, la sombra de hecho se halla mucho más cerca del impulso creativo (Miller, D. P., 1990).

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Stevens, A., (1982), psiquiatra y psicoterapeuta inglés, repite cómo la idea de la sombra ha

estado presente en la humanidad desde sus comienzos, transmitida en los miedos a “ser

poseídos” por el lado oscuro, los cuentos de vampiros, hombres lobo o pactos con el diablo,

entre muchos otros; y menciona el clásico de la literatura, de Oscar Wilde, El Retrato de Dorian

Gray, diciendo, “(…) como Dorian Gray, optamos por mantener ocultas nuestras cualidades

negativas –en la esperanza de que nadie descubrirá su existencia- mientras mostramos un

rostro inocente al mundo (…); creemos que es posible vencer a la sombra, despojarnos de la

ambigüedad moral” (p. 65).

La sombra alberga toda la energía reprimida inconsciente y Sanford, J. A. (1981, p. 70),

analista junguiano, retoma este concepto, una vez más a la luz de la historia de R. L.

Stevenson:

Jekyll demuestra tener cierto grado de comprensión psicológica. Cuando se da cuenta

de la dualidad de su propia naturaleza declara que “el hombre no es verdaderamente

uno, sino dos” e incluso aventura la hipótesis –confirmada por los recientes

descubrimientos de la psicología profunda- de que el ser humano es un conglomerado

de personalidades diversas.

Marie-Louise von Franz (1964), una de las más destacadas discípulas de Jung, nos recuerda

que la sombra no integra la totalidad de la personalidad inconsciente. La sombra representa

aspectos desconocidos del ego, que pertenecen tanto a la esfera personal como, en algunos

casos, a la esfera colectiva, al mundo que rodea a la persona. Impulsos que solemos negar en

nosotros -como el egoísmo, la pereza, la crueldad, las fantasías, la cobardía, la ambición

exagerada de dinero y posesiones terrenales-, pero que claramente vemos y juzgamos en

otros, pertenecen al territorio de nuestra sombra.

Miller, W., A, (1989), un analista junguiano de E.E.U.U., postula que existen cinco áreas donde

podemos identificar la sombra en nuestra vida cotidiana: en la manera en la que nos ven los

demás, en nuestras proyecciones, en nuestros “lapsus”, en nuestro sentido del humor e

identificaciones y, finalmente, en nuestros sueños y fantasías.

Las personas que tenemos más cerca y que nos conocen bien suelen encontrarse en una

posición idónea para ayudarnos a ver nuestro costado más oscuro y nuestras facetas ocultas.

Asimismo, las situaciones o individuos que disparan reacciones exageradas en nosotros, o

posturas inflexibles del tipo “a favor” o “en contra”, suelen estar marcándonos que nos

encontramos en el territorio de la sombra. Cuando acontecen procesos como éste, bien

podemos reconocer que el mecanismo inconsciente de la proyección está operando, dispositivo

que se pone en marcha “(…) cuando se activa un rasgo o una característica de nuestra

personalidad que permanece desvinculada de nuestra conciencia” (Miller, W. A., 1989, p. 88).

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La percepción de este rasgo en el comportamiento ajeno, y las consecuentes reacciones que

esto desencadene, son el producto de este mecanismo proyectivo, lo que conduce al autor a

decir que “Así vemos en ellos algo que forma parte de nosotros mismos pero que no

reconocemos como propio” (p. 88). Si bien las proyecciones pueden ser positivas, en su

mayoría lo que vemos en los demás suelen ser atributos propios que nos desagradan.

Examinar y reflexionar sobre las actitudes ajenas que nos perturban nos acerca a una mayor

comprensión de los elementos que integran nuestra sombra.

Por otro lado, en las equivocaciones involuntarias, tales como los lapsus, obtenemos también

una posición de privilegio para ver a nuestra sombra, dado que ella “(…) es en parte todo

aquello que queremos ser –pero que no nos atrevemos a ser- (…)” (Miller, W. A., 1989, p. 90).

Al igual que la sombra, los lapsus parecen ser conductas que resultan totalmente ajenas a su

autor y que sorprenden a todos incluyendo a la persona que los comete.

El humor suele ser una representación bastante directa de la sombra, razón por la que las

personas que reprimen fuertemente su sombra suelen carecer de sentido del humor. Si bien

tenemos en claro que es de mal gusto disfrutar con el dolor o infortunio de los demás, no

podemos evitar reírnos ante un resbalón o una caída, o con el comediante que nos con ironía

nos cuenta sus infortunios. “En todas estas situaciones el humor evoca risa como expresión de

nuestro sadismo reprimido” (Miller, W., A., 1989, p. 92). De manera similar, en las

competencias y en el ámbito deportivo (por ejemplo en el boxeo) apreciamos también la

intensidad de la sombra, dado que allí se alientan conductas que serían censurables en otro

contexto. M. L. Von Franz (1964) retoma esto al decir que “(…) la sombra se contagia

colectivamente con más facilidad que la personalidad consciente”, y agrega: “Cuando un

hombre está solo, por ejemplo, se siente relativamente bien pero tan pronto como “los demás”

hacen cosas incomprensibles o primitivas comenzamos a temer que si no nos unimos a ellos

nos considerarán tontos.” (p. 79).

Finalmente, tenemos los sueños y las fantasías como sitio de encuentro directo con nuestra

sombra; y dado que la sombra de las personas del sexo opuesto nos suele resultar mucho

menos irritante, razón que nos hace más predispuestos a perdonarla, en los sueños la sombra

suele tomar la forma de una persona de igual sexo al soñante (Von Franz, M., L., 1964). Esta

figura, en el sueño, nos suele producir reacciones de miedo, desagrado o disgusto. También

solemos experimentar que nos persigue y que huimos de ella. Básicamente, evitar la sombra

parece ser nuestra tendencia habitual, tanto en la vida consciente como en la onírica (Miller, W.

A., 1989).

Relatando de manera autobiográfica el encuentro con su propia sombra, Zweig, C., (2001, p.

12) dice:

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La madeja de la historia de mi vida comenzó a desenredarse y todo aquello que hasta

ese momento había descuidado y menospreciado brotó de mi interior como si se tratara

de otra vida –aunque también mía-, mi imagen especular, mi invisible gemelo.

Entonces pude comprender por qué hay gente que enloquece; por qué hay personas

que se lanzan a vivir apasionadas aventuras amorosas a pesar de disfrutar de una

relación matrimonial estable; por qué hay quienes gozando de una sólida seguridad

económica se dedican a robar, atesorar o malgastar el dinero; entonces comprendí, en

fin, por qué Goethe dijo que jamás había escuchado hablar de un crimen que él no fuera

también capaz de cometer.

La sombra encarna dimensiones interesantes e inexploradas de nuestra persona, que tienen el

potencial de volverse conscientes. Por este motivo constituye un yacimiento que puede

enriquecer nuestro autoconocimiento en gran medida, y negar su existencia es desaprovechar

esta oportunidad (Miller, W., A., 1989).

Pero, aceptar e incluir la sombra en nuestra vida constituye un largo y arduo trabajo. Al

respecto Sanford, J., A., (1989, p. 74) advierte: “Sostener la tensión de los opuestos, estar a

mitad de camino entre ellos, es un acto difícil de soportar que puede equipararse a la

crucifixión (…)”; y continúa diciendo “El problema de los opuestos no admite una solución

racional y jamás podrá resolverse en el nivel del ego pero cuando tomamos conciencia de ello,

el Yo (…) puede favorecer el logro de una síntesis irracional de la personalidad” (p. 74).

Por decirlo de otro modo, cuando soportamos conscientemente la carga de nuestros

opuestos, todos los procesos secretos, irracionales y curativos inconscientes coadyuvan

en la labor de integración de nuestra personalidad. Este proceso de curación irracional,

que supera obstáculos aparentemente infranqueables, tiene una cualidad

inconfundiblemente femenina. La mente racional, lógica y masculina es la que declara

que opuestos como el ego y la sombra, la luz y la oscuridad jamás podrán integrarse. Sin

embargo, el espíritu femenino es capaz de alcanzar una síntesis más allá de la lógica

(Sanford, J., A., 1981, p. 75).

Respecto de este proceso, para la psicología jungiana, “(…) la psicoterapia constituye un ritual

de renovación que nos permite acercar e integrar en la conciencia la personalidad de la

sombra, reducir su potencial inhibidor o destructor y liberar la energía positiva de la vida que se

halla atrapada en ella” (Zweig, C. y Abrams, J., 2001, p. 35).

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45

INTEGRACIÓN

La concepción de la naturaleza del ser humano como dual e integrada por pares opuestos

complementarios es transcultural y transtemporal. A lo largo de la historia todas las razas han

cifrado este hecho simbólicamente y ha motivado incontables argumentos de la literatura, de

mitos y leyendas y, ya en el siglo XX, de la industria cinematográfica.

Aún en culturas que se sienten muy ajenas y distantes a la nuestra, como en la oriental,

pueden encontrarse símbolos que dan cuenta de esto; el Yin y el Yang, sin ir más lejos,

representa diversos conjuntos de fuerzas iguales, paralelas y de sentido contrario, que unidas

proveen un balance y un equilibrio. El Yang (la parte blanca del círculo) encarna el sol, la luz,

el calor, el día, lo masculino, lo activo, el “yo exterior”, y el Yin (la parte negra del círculo)

simboliza la luna, la oscuridad, el frío, la noche, lo femenino, lo pasivo, el “yo interior”.

Jung cifró a esta contracara opuesta e idéntica a nuestro yo cotidiano como la sombra; y Hal y

Sidra Stone la conocen como los selves renegados. Ambos sostienen que el horror de pensar

a esta segunda naturaleza recíproca como propia, nos conduce generalmente a la

imposibilidad de reconocerla en nosotros mismos, llevándonos así a exteriorizarla

proyectivamente en el mundo y en los demás.

Justamente, respecto de esta tendencia de la captura de algo del orden del inconsciente por

medio de su proyección, Jung dice:

Todos los procesos naturales convertidos en mitos, como el verano y el invierno, las

fases lunares, la época de las lluvias, etc., no son sino alegorías de esas experiencias

objetivas, o más bien expresiones simbólicas del íntimo e inconsciente drama del alma,

cuya aprehensión se hace posible al proyectarlo, es decir, cuando aparece reflejada en

los sucesos naturales (Jung, C., 2008, p. 12).

Y refuerza esta postura al decir que el conocimiento de la naturaleza del hombre primitivo no

es más que “[…] lenguaje y revestimiento exterior del proceso psíquico inconsciente” (Jung, C.,

2008, p. 13). Esta afirmación es de alguna manera sustentada por Hal y Sidra Stone en toda

su teoría si consideramos que, según ellos, la mayoría de nosotros percibe la realidad según el

self o grupo de selves que nos comanda en cierto momento e interacción con un otro; según el

self que “nos esté hablando” en una determinada situación, y sobre todo según el opuesto

renegado a dicho self, es como interpretaremos los sucesos que nos acontezcan. Este proceso

suele resultar en incorporar y rechazar del afuera aquello sustentado por el self primario y por

el renegado, respectivamente.

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46

En la teoría jungiana, el arquetipo de la sombra produce el mismo fenómeno. La sombra que

todos poseemos, el costado oscuro y desconocido de nuestros instintos, es rechazado en los

objetos o construcciones mentales sobre los que se lo proyecta. Así, en la cultura popular, los

demonios y ángeles negros, el diablo, los vampiros, los hombres lobos, no han sido más que

representaciones del arquetipo sombra. Y tal como nuestra sombra, tal como nuestros selves

renegados, nos generan un contradictorio rechazo simultáneo a una inextricable atracción y

fascinación.

Para ambas teorías, cuanta mayor es nuestra represión y desprecio de esta naturaleza

análoga personal, mayor es la energía que cobra en nuestro interior, y mayor es su capacidad

de hacernos actuarla. Cuanto más negada, más la proyectamos y por lo tanto más la

encontramos en el afuera. No sólo nos persigue insistentemente en nuestra vida consciente,

sino también en la inconsciente.

Los doctores Stone consideran a los sueños, especialmente aquellos que se presentan bajo la

forma de pesadillas de acoso y persecución, como uno de los sitios de aparición, presentación

y reclamo de reconocimiento de los selves renegados por excelencia. De la misma manera, la

teoría jungiana considera territorio de la sombra a sueños de este tipo, especificando no

obstante, que la sombra es del mismo sexo que el soñante y así se presenta en los sueños.

De la psicología de los selves, las subpersonalidades que mayor semejanza albergan con el

arquetipo sombra a primera vista son las energías instintivas renegadas; básicamente, todos

los impulsos, instintos y actitudes asociados a la agresividad, la sexualidad, y la expresión de

ambas. No obstante, cuando se describe a la sombra se suele referenciar su costado infantil;

la capacidad de fantasear, el humor inapropiado, las groserías, el egoísmo, incluso en

ocasiones el apego emocional y la vulnerabilidad, todas facetas que el ego suele reservar a la

sombra. Y es aquí donde se vislumbra su conexión a otros selves descritos por los doctores

Stone como lo son los tres aspectos del niño interior: vulnerabilidad, juego y magia. Asimismo,

los agentes de poder y sus ambiciones terrenales, a menudo desmedidas y socialmente mal

vistas, poseen ese terreno en común con la sombra. Los conocidos siete pecados capitales

(ira, lujuria, envidia, pereza, soberbia, avaricia y gula) proporcionan una gran imagen para

representar los contenidos que se relegan tanto a la sombra como a los selves renegados;

contenidos inaceptables y temidos por la “civilización”.

En el capítulo II, dedico una extensa explicación al protector/controlador y otros selves como el

pusher o el crítico. Estos selves son esenciales a la hora de comprender más profundamente

la hipótesis que presenta la psicología de los selves, ya que son ellos quienes suelen

predominar en nuestra cultura e integrar el núcleo de selves primarios. La tesis de que

estamos integrados por una familia de diversos selves que confundimos con un ego unitario se

vuelve muy patente al leer más sobre ellos, ya que no conozco a nadie que no se sienta

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identificado en al menos parte de sus descripciones. Lo que llamamos la “sociedad” y la

“civilización” pueden describirse como la exteriorización de los códigos de conducta y las

funciones de los selves primarios.

En nuestra cultura, la racionalidad, el control sobre la conducta propia y ajena, la ocupación

constante, la hiperactividad y la auto-crítica son fenómenos sociales claramente visibles y

vivenciables a nivel individual a través de selves como el protector/controlador o los “pesos

pesados”. Pero, paralela a la clara identificación que solemos sentir con estos

comportamientos se erige todo un segundo mundo opuesto al decoro y al “deber ser”,

constituido en las aguas de la irracionalidad, las emociones y los instintos. Informe, ambiguo,

creativo, caótico, sensorial y lleno de fantasía es un territorio más salvaje y crudo; y tal vez sea

por su falta de definición y de dimensiones concretas que se hace necesario apartarlo

tajantemente de la conciencia. No casualmente, tanto para Jung como para los doctores Stone

este territorio termina conformando la sombra o los selves renegados. La asociación de toda

esta energía a la vida primitiva, el desorden, el caos, la ausencia de límites, parece volverla

sumamente temible para la conciencia.

Tanto el ego jungiano como los selves primarios identificados con el ego en los Stone, parecen

vivenciar al mundo de manera dual e inconciliable, reduciéndolo a menudo a una lucha

maniqueísta entre el bien y el mal donde solo uno prevalecerá, y tornando así a los selves

renegados como a la sombra en depositarios de todo mal, y por lo tanto en preocupantes

amenazas.

Pero, es importante recordar que en ambas teorías se marca el hecho de que esta “otra”

naturaleza, equivalente y antagónica, es negativa solamente desde el punto de vista de la

conciencia en Jung y de los selves primarios en los Stone. Debido a la alta probabilidad que

augura de recibir el reproche y repudio social al manifestarse, es reprimida en aras de

defender al individuo de la vergüenza y el rechazo de su entorno. Sin embargo, ambas líneas

teóricas coinciden en que tanto los selves renegados como la sombra alojan un increíble

potencial energético íntimamente vinculado a la creatividad y al arte. Los selves renegados no

evocan el mal, sino tan sólo la otra cara de los selves primarios. Lo mismo ocurre con la

sombra y su relación al yo o ego. Ambas naturalezas censuradas se alimentan de gran

cantidad de energía reprimida inconsciente, fenómeno que puede desembocar en un deterioro

físico extremo de la persona. El sólo hecho de su represión en sí ya consume un enorme

insumo energético.

En Jung como en los Stone, el origen de esta división psíquica y del silenciamiento de una

parte integral de nuestra vida anímica, como es la encarnada por la sombra y los selves

renegados, se da de manera temprana y como producto de la socialización. Las

identificaciones con los ideales parentales, que se refuerzan sistemáticamente por medio de

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recompensas y castigos (en ocasiones sutiles y en otras hasta de maneras violentas), van

amainando esa personalidad que Bly describe como de 360º.

A la hora de nuestra supervivencia humana, el control del medio interno y externo parece ser lo

único importante. Para ello, el aporte de las energías renegadas o de la energía de la sombra

se vuelve racionalmente un estorbo, ya que a este espacio se han desterrado y en él viven

confinadas todas las cualidades inaceptables, inmensurables e inmoderadas de nuestra

esencia humana. Pero este destierro no significa su desaparición. Su prohibición y, peor aún,

negación, tan sólo las transforma en sintomáticas y peligrosas, cuando en su origen no lo eran.

Así, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones, las adicciones y las acciones más

oscuras son consecuencias del bloqueo y el aprisionamiento de todas estas energías que

también integran la vida y la naturaleza del hombre. Recuperar la riqueza de la sombra y de

nuestros selves renegados, rescatar ese “otro” que habita en nosotros e integrarlo a nuestra

vida consciente deshace su cualidad malévola o demoníaca y expande nuestra identidad,

reconectándonos con nuestro inconsciente cuyas profundidades nos proveen de un infinito

potencial creador para crecer y realizarnos.

La psicología jungiana se propone integrar la sombra a la conciencia, y Hal y Sidra Stone

apuntan a lo mismo con la instancia del proceso de ego conciente. Para ello utilizan el término

inglés “embrace” que significa abrazar, aceptar, adoptar, abarcar, incluir. Volvernos concientes

de nuestros opuestos, honrar y darle un lugar a todas las energías que nos habitan, acaba con

la polaridad antinómica. El equilibrio y el balance provienen de la completud. El poder no existe

sin la vulnerabilidad, la razón no existe sin la emoción, y la luz no es sin la oscuridad.

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CONCLUSIONES

He escuchado decir que la temática que uno elige para su tesina siempre posee una razón de

ser de índole personal. Ya sea que se le presente de manera latente o manifiesta, la

motivación que propulsa a su autor a escoger de una determinada manera suele tener

profundas raíces en su personalidad y su particular vida psíquica.

Las respectivas suposiciones contienen cierta lógica, ya que si consideramos el hecho de que

este trabajo final suele ser una ardua y extensa tarea para quien la realiza, además de

funcionar como corolario de una carrera profesional, alberga cierto sentido inferir que el tema

elegido será de un interés de notable importancia en la vida de su elector.

Más allá de estos hipotéticos pensamientos, puedo afirmar que esta tesina tuvo múltiples

motivos de origen personal para su realización. Para mayor comprensión de la previa lectura, y

un mayor entendimiento sobre mi firme convicción en los beneficios de una terapia como la

que deriva de las teorías expuestas, me propongo aquí la breve ilustración de las razones

principales que propiciaron la decisión de este tema.

En primer lugar, la experiencia de multiplicidad interna, por llamarla de alguna manera, ha sido

un fenómeno que me ha acompañado vívidamente desde mi infancia. Desde una etapa muy

temprana en mi vida, siempre tuve la sensación de ser habitada por muchas voces muy

distintas que formaban, lo que a mí se me hacía como una especie de comunidad. Estos

selves jamás llegaron a poseer la claridad sonora, táctil o visual de una alucinación, pero sí

poseían una “voz” como conjunto de cualidades distintivas, y una energía y un discurso

particulares.

Sin ir más lejos, creo que todos hemos experimentado al menos en alguna ocasión el hablar

solos en voz alta o, posiblemente con más frecuencia, el dialogar con nosotros mismos en

silencio. Es por esto que, en mi pensamiento, concebir la personalidad como un todo indivisible

y unificado, carente de conflictos o contradicciones, es una idea más cercana a la utopía que a

la verdadera experiencia humana.

Mi primer contacto con el material sobre la Psicología de los Selves se dio gracias a mi

curiosidad y mi hábito de husmear en las bibliotecas ajenas. Así, hace muchos años en la

biblioteca de mi madre, me encontré con todos los libros en inglés de los doctores Stone. Sin

embargo, no fue sino hasta diciembre del año 2007, cuando me decidí a usarlo como tema

para este trabajo. En aquel momento, vino a la Argentina Robert Stamboliev, M. A. en

psicología, el principal representante de Voice Dialogue en Holanda y el señalado en la

comunidad de ITP (International Transformational Psychology - Voice Dialogue) como uno de

los principales discípulos a suceder a los doctores Stone. En la serie de entrevistas,

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conferencias y clases que dictó durante su visita, tuve la oportunidad de ser su intérprete y

traducirlo en casi todas las ocasiones. Fue entonces cuando tomé un contacto más real y serio

con este método, y pude, de alguna manera, presenciar su manera de operar en vivo y en

directo.

Sumado a esto, y aún sin un conocimiento teórico concreto sobre la técnica, yo misma me

sometí, como sujeto de la clínica, para experimentar algunas sesiones con el método

terapéutico del Diálogo de Voz, que proviene de la Psicología de los Selves. Mis resultados

personales fueron ampliamente satisfactorios y superaron mis expectativas. El alivio a

tensiones que experimentaba por situaciones de conflicto interno fue inmediato. Y, además, los

resultados se trasladaron en forma pragmática a mi vida con asombrosa rapidez, derivando en

decisiones asertivas y acciones que me trajeron un gran beneficio personal.

Si aún no estaba convencida de la plausibilidad clínica y la efectividad terapéutica de este

método, mi propia experiencia con él, acabó por disipar toda duda. Asimismo, estas sesiones

fueron contemporáneas al tratamiento terapéutico de corte psicoanalítico al que atendía desde

hacía ya cuatro años. Ello me demostró que ambos procesos no tienen por qué ser

incompatibles, antagónicos, ni mutuamente excluyentes.

Si bien este trabajo me trajo grandes satisfacciones y disfruté haciéndolo, me topé con

importantes obstáculos durante su realización. Puedo agrupar estas dificultades en dos

núcleos principales.

Por un lado, embarcarme en la empresa de trabajar tan extensamente con fuentes

bibliográficas extranjeras, de las cuales aún no existen traducciones al castellano, constituyó

un gran riesgo y una verdadera audacia. A pesar de que los textos están escritos en un

lenguaje claro y altamente preciso, y aunque mi manejo del idioma inglés es bueno y fluido,

traducir siempre conlleva la difícil tarea de intentar traspolar conceptos e ideas estructurados

dentro de la gramática y la manera de hablar y pensar en una lengua, hacia otra

completamente diferente. Las múltiples aclaraciones que hago en el cuerpo de texto sobre los

términos idiomáticos, su interpretación y traducción, dan cuenta de esta dificultad.

En segundo lugar, la ausencia absoluta de material sobre la Psicología de los Selves aquí en

Argentina, así como la consecuente inexistencia de profesionales con conocimientos sobre

esta teoría y práctica clínicas, forzaron gran parte de la definición de este trabajo final como

descriptivo e introductorio en cuanto a la teoría de los doctores Stone se refiere.

Por esta razón, considero a los capítulos de la psicología de los selves como una buena

presentación de una teoría de considerable éxito y aclamación en el extranjero así como de

absoluta novedad local. Y dado que presentarla de esta manera constituía mi idea y meta

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originales para este trabajo, decidí dedicarle un estimado del setenta por ciento de todo el

escrito.

Fue del consejo de mi tutora de donde surgió la necesidad de darle un giro a mi trabajo original

y vincularlo a algún concepto o noción que no perteneciera a la teoría de los doctores Stone. A

mi entender, esto provino de la idea de darle mayor consistencia y validez al trabajo, y de

alejarlo de un formato que de otra manera se circunscribía a la presentación de una única

teoría en psicología. Y, si bien la teoría psicológica de los doctores Stone posee actualmente

un notorio alcance mundial, ha cobrado su relieve en una época medianamente reciente, a

partir de la década del noventa, y aún no cuenta con un caudal relevante de bibliografía, que

no sea la escrita por los mismos Hal y Sidra Stone. El hecho de que sus libros aún no se hayan

traducido a muchos idiomas provee una plausible explicación para esto.

Cuanto más me adentré en la investigación, más interrogantes e ideas se me generaron

acerca de las potenciales aplicaciones que el método terapéutico del Diálogo de Voz, al cual la

psicología de los selves aloja teóricamente, pueden ofrecer en el tratamiento de diferentes

trastornos, y su adaptación y uso en diferentes campos profesionales.

De haber existido mayor familiarización local con esta corriente de pensamiento, me habría

interesado hacer otro tipo de investigación. Por ejemplo, estudios comparados sobre algunos

de los conceptos troncales de esta teoría (como el self protector/controlador, el crítico interior o

el pusher) y nociones con algunas similitudes provenientes de líneas teóricas completamente

diferentes (como podría ser el superyó del psicoanálisis).

Por otro lado, también me habría gustado investigar la eficacia clínica y los resultados

terapeúticos del método de Diálogo de Voz concreto en el tratamiento de ciertos cuadros

psicopatológicos, como el TID (Trastorno de Identidad Disociada), los trastornos del estado del

ánimo en general y el trastorno bipolar en particular, la anorexia y los trastornos de angustia,

entre otros.

En mi opinión, casi cualquier trastorno de la psicopatología puede tratarse con la técnica de

Diálogo de Voz y resultar, o bien beneficiado, o bien estable y sin cambios significativos, pero

no con resultados iatrogénicos, por su aplicación.

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