anÁlisis del desastre naval de cavite

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ANÁLISIS DEL DESASTRE NAVAL DE CAVITE JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ (*) JUNIO 2012 RESUMEN: En Cuba y Filipinas, tuvo lugar el denominado “desastre del 98” donde España perdió su imperio colonial y sus últimas posesiones insulares. Las batallas navales de Cavite y Santiago de Cuba, a favor de los americanos fueron decisivas en el resultado final de la guerra hispanoestadounidense de 1898 .El objetivo del presente trabajo es tratar de analizar de una manera somera las fuerzas navales enfrentadas en la batalla naval de Cavite, el desarrollo del combate, las consecuencias finales producidas y su incidencia en la España de finales del siglo XIX. Palabras Clave: Filipinas, Guerra naval, Cavite, Armada Española, Manila, Combate naval ABSTRACT: In Cuba and the Philippines, took place the so-called "disaster of 98" where Spain lost its colonial empire and its island possessions past. The naval battles of Cavite and Santiago de Cuba, on behalf of the Americans were decisive in the outcome of the Spanish-American War of 1898. The objective of this paper is to analyze in a brief opposing naval forces in the naval battle of Cavite, development of combat, the ultimate consequences and their impact produced in Spain in the late nineteenth century. Key Words: Philippine, Naval War, Cavite, Spanish Navy, Manila, Naval Combat (*) Licenciado en Historia por la UNED y Especialista en Historia Militar por el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, es autor, propietario y administrador del blog “El Oráculo del Trisquel”, dedicado a temas históricos.

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Trata de analizar de una manera somera las fuerzas navales enfrentadas en la batalla naval de Cavite, el desarrollo del combate, las consecuencias finales producidas y su incidencia en la España de finales del siglo XIX.

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ANÁLISIS DEL DESASTRE NAVAL DE CAVITE

JUAN ANDRÉS CABALLERO DÍEZ (*)

JUNIO 2012

RESUMEN: En Cuba y Filipinas, tuvo lugar el denominado “desastre del 98” donde España

perdió su imperio colonial y sus últimas posesiones insulares. Las batallas

navales de Cavite y Santiago de Cuba, a favor de los americanos fueron

decisivas en el resultado final de la guerra hispanoestadounidense de 1898 .El

objetivo del presente trabajo es tratar de analizar de una manera somera las

fuerzas navales enfrentadas en la batalla naval de Cavite, el desarrollo del

combate, las consecuencias finales producidas y su incidencia en la España de

finales del siglo XIX.

Palabras Clave: Filipinas, Guerra naval, Cavite, Armada Española, Manila, Combate naval

ABSTRACT: In Cuba and the Philippines, took place the so-called "disaster of 98" where

Spain lost its colonial empire and its island possessions past. The naval battles

of Cavite and Santiago de Cuba, on behalf of the Americans were decisive in

the outcome of the Spanish-American War of 1898. The objective of this paper

is to analyze in a brief opposing naval forces in the naval battle of Cavite,

development of combat, the ultimate consequences and their impact produced in

Spain in the late nineteenth century.

Key Words: Philippine, Naval War, Cavite, Spanish Navy, Manila, Naval Combat 

(*) Licenciado en Historia por la UNED y Especialista en Historia Militar por el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, es autor, propietario y administrador del blog “El Oráculo del Trisquel”, dedicado a temas históricos.

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«En Cavite nos espera un desastre en la primera ocasión y Ciertamente que no se podrá hacer cargo a la Armada…».

Víctor Concas. Capitán de Navío. 1882

INTRODUCCIÓN

Sobre el desarrollo, las causas y las consecuencias de la batalla naval de Cavite se

han debatido mucho y la opinión más generalizada es la de la notable inferioridad de los

españoles respecto a los estadounidenses que provocó una “cómoda” ventaja de éstos y

que abrió las puertas de la conquista del archipiélago filipino.

También hay especialistas, que tras una intensa investigación sobre ambas armadas,

defienden que la diferencia de potencial militar de la americana sobre la española no era

tan grande como popularmente se defiende, ya que los barcos españoles no eran tan

viejos como se dice y su armamento alcanzaba de sobra a los buques americanos desde

la distancia a la que se combatió en Cavite. A parte de heroísmo español en el combate,

cosa que está fuera de toda duda, lo que no supo aprovechar convenientemente el

mando español fueron las ventajas y los medios de los que disponía y además, la

resistencia no se prolongó al límite, como bien dice Agustín Rodríguez: “Cabe destacar

que ningún barco español resultó hundido por la acción del enemigo, y que las bajas de

uno y otro bando no han sido establecidas, al menos hasta ahora, de forma concluyente”

(Rodríguez, 1998, 500).

Además hay que tener en cuenta que la actitud de los británicos de los británicos de

apoyar a Estados Unidos y las consecuencias de la anterior rebelión tagala, jugaron un

importante papel en el resultado final del combate. (Rodríguez, 1998). Los resultados

de las batallas navales de Cavite y de Santiago de Cuba, a favor de los americanos,

fueron decisivos en el desenlace final de la guerra hispanoamericana de 1898 en las que

las fuerzas navales españolas sufrieron la mayor derrota de su historia contemporánea.

En el presente trabajo se tratará de analizar las fuerzas navales enfrentadas, el

desarrollo del combate, las consecuencias finales producidas y su incidencia en la

España de fin del XIX.

ANTECEDENTES Y CAUSAS

España hacia finales del siglo XIX poseía, una maraña de territorios ultramarinos:

Cuba, Puerto Rico, Filipinas, las Marianas, Guam, las Carolinas, Palaos, norte de

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Marruecos y golfo de Guinea. El archipiélago de Filipinas se encontraba bajo

soberanía española desde 1521, pero que en la práctica nunca había llegado a

colonizarse en su totalidad. La administración española solamente alcanzaba, de forma

real y efectiva, a la isla de Luzón, teniendo cierta presencia administrativa en Las

Visayas y en algunos puntos costeros de Mindanao, Calamianes y Palawan. En el resto

(tiene 7.017 islas) no era efectiva la soberanía española, como ejemplo se puede citar el

archipiélago de Jojó donde los «piratas musulmanes» actuaban con total independencia

hasta que periódicamente las autoridades españolas efectuaban operaciones de castigo,

desde Manila, para hacer presente la soberanía española en la zona. (Rolandi, 2008).

El principal problema para la administración española lo constituía la población

mestiza y el clero secular nativo, que, en su mayoría, no se sentían plenamente

españoles y que se encontraban resentidos y marginados por éstos por los privilegios de

los que gozaban que terminó favoreciendo su progresiva identidad nacional y de

oposición al régimen colonial y a los altos funcionarios peninsulares destinados en el

archipiélago debido a su alto grado de corrupción y al trato discriminatorio y prepotente.

(Rolandi, 2010).

Fig. 1. Mapa general del Archipiélago de las Filipinas. (Fuente «Historia de la Infantería de Marina Española». J.E. Rivas Fabal)

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Varias fueron las causas que movieron a la insurrección filipina entre otras, además

del natural afán de las colonias por desligarse de la metrópoli cuando se creen

preparadas para regirse por sí mismas; las ideas progresistas propias del siglo, que

movían a reclamar el que se equiparase en derechos a indígenas y peninsulares; el

ejemplo de las colonias americanas a los que se unía el odio del clero indígena a los

frailes españoles, que disfrutaban pingües beneficios y los curatos más lucrativos y no

observaban escrupulosamente las reglas de su orden; la rapacidad o falta de moralidad

de no pocos funcionarios que llegaban con la idea de enriquecerse; y el trato lamentable

que se daba a los indígenas, que causaban en la masa del pueblo, un grave descontento.

(Terrero, 2002)

En enero de 1872, la ciudad de Cavite1, viviría el primer intento independentista

filipino contra España2, que sería protagonizado por un reducido número de tropas

nativas de Artillería y de Infantería de Marina destacadas en el Fuerte de San Felipe y

en el Arsenal Naval de la ciudad. La insurrección duraría tres días —desde la noche del

20 al atardecer del 22 de enero— y constituyó un completo fracaso ya que los

sublevados no consiguieron llevar a buen término sus planes y la sublevación se zanjó

con una contundente acción de las autoridades militares españolas que consiguieron la

total aniquilación de los sublevados en tan solo 35 horas con el resultado de 150 bajas,

entre muertos y heridos. (Rolandi, 2008).

En 1896 a todas estas causas se sumó la demoledora labor realizada por José Rizal3 y

por el abogado Marcelo Pinar, el apoyo de la francmasonería que dio a los tagalos su

organización y ritos secretos, y el odio de tagalos y mestizos a las comunidades

religiosas. Así las cosas, unos 1.500 hombres armados, estaban dispuestos a comenzar

las hostilidades, y aunque las autoridades realizaron detenciones en Madrid y en Manila,

Andrés Bonifacio4, jefe principal de los insurrectos de Cavite, pudo escapar y levantar a

1 Cavite era la segunda ciudad en importancia del archipiélago filipino de la época. 2 Denominado “El motín de Cavite”. 3 José Rizal fue un médico y escritor filipino. Ideólogo de la sublevación filipina es considerado uno de los grandes nacionalistas filipinos junto a Andrés Bonifacio y Emilio Aguinaldo. (http://es.wikipedia.org/wiki/José_Rizal). Durante su estancia en España en 1882 entraría en contacto con la masonería y grupos filipinos reformistas e independentistas; en 1886 escribió la novela Noli Me Tangere, que tuvo una gran resonancia y en la que narraba la opresión del Pueblo filipino. Rizal será deportado en julio de 1892 a Dapitán (Mindanao) acusado de actividades antiespañolas, siendo sometido en 1896 a un Consejo de Guerra y fusilado. 4 Andrés Bonifacio y Castro, líder de la revolución de las Filipinas en contra del gobierno colonial español, que fue la primera revolución en Asia contra un gobierno colonial europeo. En 1892, fundó la sociedad secreta revolucionaria el Katipunan, que más adelante, se convirtió en la base del ejército revolucionario filipino. (http://es.wikipedia.org/wiki/Andrés_Bonifacio).

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los conjurados a la lucha. Se preparó un levantamiento, que pronto adquiriría vastas

proporciones. La sublevación estalló el 30 de agosto. Bonifacio se enfrentó con la

Guardia Civil, y trató de entrar en Manila, siendo rechazado en San Juan del Monte. La

sublevación se extendió por la provincia de Manila y después por la de Cavite,

sublevada por Emilio Aguinaldo.5

La falta de fuerzas suficientes, por parte del gobierno español, propició que los

sublevados creyeran en sus posibilidades de victoria y se les unieran los tagalos que

militaban en el ejército español. Finalmente el 15 de septiembre, el gobierno pudo

enviar 6.000 hombres y posteriormente 3.000 hombres más. Tras unos cuantos reveses

tomó el mando el general Polavieja quien recrudeció la represión, aplacó la sublevación

castigando a sus jefes más representativos6, ocupó el territorio perdido y aprovechó para

pedir al gobierno 20.000 hombres más de refuerzo. El gobierno lo destituyó y nombró

en su lugar al general Primo de Rivera, quien consiguió expulsar de Cavite a Aguinaldo.

Finalmente en diciembre de 1897 se firmó el llamado «Pacto de Biacnabató»7 en el que

los sublevados acataron la sumisión a España a cambio del indulto general y de

1.700.000 pesos en concepto de indemnización. (Terrero, 2002: Sus, 1983).

Al estallar la guerra hispano-norteamericana, Aguinaldo acordó en Hong-Kong, con

el cónsul norteamericano, un nuevo levantamiento, firmándose en Singapur entre ambos

un pacto para la proclamación de la República en Filipinas bajo el protectorado

norteamericano. (Terrero, 2002). Así, con el enfrentamiento hispano-estadounidense

declarado, el 1 de mayo de 1898 tuvo lugar la batalla de Cavite donde la escuadra

norteamericana aniquiló totalmente a la española.

5 Emilio Aguinaldo Famy, un general y político filipino, uno de los líderes del movimiento independentista. Presidió el primer gobierno de la República de Filipinas, aunque su gobierno no obtuvo reconocimiento internacional. Luchó en la guerra independentista de 1898 contra España y al año siguiente en la guerra contra los Estados Unidos. (http://es.wikipedia.org/wiki/Emilio_Aguinaldo). 6 La muestra más significativa fue la detención y el proceso de José Rizal. Su muerte activó el movimiento de una auténtica independencia nacional, que acentuaron las múltiples ejecuciones llevadas a cabo en los primeros meses de 1897, hasta que el general Polavieja fue sustituido el 22 de marzo por el general Primo de Rivera. (Sus, 1983, 245). 7 El Pacto de Biacnabató se firmó el 15 de diciembre de 1897. En nombre del Gobierno español lo hizo don Fernando Primo de Rivera; en el de los filipinos, don Pedro Alejandro Paterno. Como consecuencia del pacto, Aguinaldo pasó a Hong-Kong, El 9 de abril de 1898, Primo de Rivera es relevado por el General Basilio Augustín, bajo cuyo mandato tendrá lugar la guerra con los EEUU.

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LAS FUERZAS ENFRENTADAS

Diez días después de la explosión del Maine, el 25 de febrero de 1.898, el comodoro

Dewey recibe la orden de partir con su escuadra, estacionada en Yokohama, hasta

Hong-Kong para estar más cerca del teatro de operaciones que debe abrir en las

Filipinas con objeto de distraer fuerzas españolas y de impedir la salida de la flota

española del Apostadero de Cavite, al mando del Almirante Patricio Montojo.

Los americanos contaban con seis buques, cuatro cruceros protegidos: Olympia,

Baltimore, Raleigh y Petrel y dos grandes cañoneros: Condord y Boston. En total

sumaban 19.000 toneladas de desplazamiento. El Olympia era el buque insignia del

Comodoro Dewey, que estaba al mando de las fuerzas atacantes. Su poder ofensivo

combinado era el siguiente: diez cañones de 203 mm., veintitrés de 152, veinte de 127 y

un total de cincuenta piezas ligeras que iban de los 57 mm a 37 mm. Completaban su

armamento 10 tubos lanzatorpedos. Eran de construcción moderna.

Fig. 2. El Olimpia, buque insignia del Comodoro Dewey. (Fuente «Historia de la Infantería de Marina Española». J.E. Rivas Fabal)

Por parte los españoles contaban con siete buques, dos cruceros: Reina Cristina y el

Castilla y cinco cañoneros: Isla de Cuba, Isla de Luzón, Don Antonio Ulloa, Don Juan

de Austria, y Velasco, sumando un total de 14.000 toneladas de desplazamiento. El

buque insignia del almirante Montojo era el Reina Cristina. Disponían en total de: 37

cañones de entre 160 mm y 120 mm. 9 de entre 90 mm y 70 mm y 35 piezas ligeras de

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57 a 37 mm., completados con un número indeterminado de ametralladoras de entre 25

y 11 mm y trece tubos lanzatorpedos. Además los españoles contaban con las bocas de

fuego situadas en la costa: 4x240, 9x203, 6x 150, 4x120 y 4 Ordóñez de150 mm de

barcos fuera de servicio y 12 Armstrong de entre 180 y 160 mm8.

Aunque los buques españoles eran un poco más viejos que los de los americanos, se

encontraban en la mitad de su ciclo de vida al igual que muchos buques de las grandes

potencias navales del momento, por tanto es falso afirmar que la escuadra española

estaba compuesta por buques de madera y se enfrentó con una todopoderosa flota de

acorazados. Esta teoría fue alentada y divulgada para mitigar y eximir de culpa a los

responsables de tan magno desastre naval. Pero, a pesar de que los buques americanos

eran más grandes, potentes y modernos que los españoles, la diferencia no era mucha y

lo cierto era que ni en tecnología ni en concepto ambas escuadras diferían en mucho.

(Rodríguez, 1988).

Fig. 3. El Crucero Reina Cristina, buque insignia del Almirante Montojo (Oleo de G. Aledo)

A pesar de los datos anteriormente apuntados, sí que hay que reiterar el mal estado

de mantenimiento en el que se encontraban los buques españoles, ya que el Arsenal de

Cavite había quedado totalmente obsoleto para sus necesidades. Cuando estalló la

guerra, tres de los principales buques estaban siendo sometidos a grandes reparaciones y 8 Datos extraídos del artículo de Tomás Tornadijo publicado en http://candamo.eu/1898/colabor4.htm.

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el resto se encontraba en un estado de mantenimiento deficiente, más parecía una

escuadra que acabara de salir de un combate que una que se preparara para empezarlo.

A esta deplorable situación del material a flote se unía la escasez y la falta de

preparación del personal que componía en aquellos momentos la Armada Española a la

que el movimiento independentista y la guerra con los Estados Unidos sorprendió ya

que no estaba preparada para un combate naval de entidad o en igualdad de condiciones

contra Armada norteamericana9.

Fig. 4. A la izquierda el almirante don Patricio Montojo y Pasarón, Jefe del Apostadero de Filipinas (Retrato autor desconocido) y a la derecha

el Comodoro George Dewey, Jefe de la Flota norteamericana (Óleo sobre lienzo, de NM Miller, 1911)

LOS PREPARATIVOS PARA EL COMBATE

El almirante don Patricio Montojo y Pasarón10, Jefe del Apostadero de Filipinas, al

ver que no recibiría los refuerzos solicitados optó por preparar la defensa apoyada con

9 Aunque los contendientes se conocían perfectamente ya que ambas escuadras frecuentaban puertos como el de Hong Kong, estando las dos perfectamente al tanto de los últimos movimientos de la enemiga. (Anca Alamillo, “Batalla de Cavite, 1 de mayo de 1898: El sol del Imperio comienza a ponerse” en http:/revistanaval.com). 10 Patricio Montojo y Pasarón, almirante de la Armada española célebre por su participación en la batalla de Cavite en 1898, decisiva en la guerra hispano-estadounidense. Cuentan las crónicas de la época que al la inminencia de la derrota, mandó quemar y hundir el resto de las naves que aún se encontraban a flote para impedir que fueran tomadas por los americanos. En septiembre de 1898, fue relevado y compareció ante el Tribunal Militar Supremo, siendo juzgado y encarcelado, aunque más tarde, absuelto. Entre sus muchos defensores en el Consejo de Guerra se encontraba el que fuera su enemigo, el Comodoro George Dewey. Sin embargo, y a pesar de su absolución, Montojo fue dado de baja de la Fuerza Naval Española injustamente, ya que la pérdida de la colonia de Filipinas era inminente por el estado obsoleto de las

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las baterías de costa. El 15 de marzo, el Capitán General Primo de Rivera convocó una

reunión en el Palacio de Malacanang a los principales mandos militares para establecer

la estrategia de defensa. Las desavenencias entre el Ejército y la Armada propiciaron un

despliegue defensivo basado en la artillería de costa que no fue ni idóneo ni suficiente.

Los primeros eran partidarios de defender directamente Manila, mientras que Montojo

consideraba que eso era poner en riesgo la ciudad, y que la escuadra se defendería mejor

en la estrecha bahía de Subic, a la entrada de la de Manila. El resultado fue el

desperdigamiento de los medios de defensa. Lo ideal hubiera sido que la escuadra

española se hubiera situado frente a Manila, para combatir con el apoyo de las baterías

de la ciudad, pero el Mando español no quería que la ciudad fuera el escenario del

combate, lo que hubiera supuesto con total seguridad un gran número de bajas entre la

población civil.

Fig. 5. Ubicación de la bahía de Subic a la entrada de la bahía de Manila. (Elaboración propia)

El 25 de abril partió Montojo para tomar posiciones en la bahía de Subic, mejor lugar

para dar la batalla, donde comprueba que las piezas de gran calibre que debían defender

la boca oeste de la bahía, —la este estaba cegada con buques, como el San Quintín,

echados a pique—, no están instaladas por falta de entendimiento entre los mandos

naves españolas. Montojo hizo saber al Gobierno en varias ocasiones el precario estado de su flota, sin recibir respuesta en ninguna de las ocasiones. El Comodoro Dewey llegó a reconocer a Montojo que, a pesar de la antigüedad de los barcos españoles, supo defenderse muy bien con los pocos medios de los que disponía. (http://es.wikipedia.org/wiki/Patricio_Montojo_y_Pasarón).

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españoles que hizo que la bahía fuese indefendible. Para empeorar las cosas el Castilla

embarrancó sufriendo una vía de agua, que dejó inútil el grupo propulsor al reabrir la

brecha las trepidaciones de la hélice. Finalmente viendo la situación tan negativa

Montojo retornó hacia Manila para tratar de preparar la defensa donde el Capitán

General le prohíbe colocarse frente a la capital por temor a un bombardeo sobre la

ciudad, y acaba por situarse frente a Cavite. El lugar será descrito por el capitán de

navío Concas así: “Bajo el punto de vista militar, Cavite es un absurdo.....En Cavite nos

espera un desastre a la primera ocasión”.

La táctica española consistió en la figura de “flota en fortaleza”, consistente en

esperar al enemigo en línea, con los flancos apoyados en las fortificaciones de los

extremos, Punta Sangley y Cavite, en este caso anticuadas y de poco apoyo.

Los americanos, vez reunida toda la flota, partieron de Hong-Kong el 24 de abril

hacia la isla de Luzón donde esperaban encontrarse con la flota española, llegando a su

objetivo el día 30. El Comodoro Dewey11 tenía decido forzar esa misma noche la

entrada en Manila para atacar a la flota española al día siguiente.

A las 23:30 horas la escuadra americana pasaba sin ser vista frente la isla del

Corregidor. Los buques americanos iban totalmente a oscuras y sólo una pequeña luz en

popa indicaba al buque siguiente la derrota a seguir. El único peligro al que estaban

expuestos los buques de Dewey eran las minas, que no hicieron acto de presencia.

EL COMBATE NAVAL

Al amanecer del 1 de mayo la flota americana de Dewey se encontraba frente a

Manila. Inmediatamente las baterías de costa comenzaron a disparar desde la isla de

Corregidor, pero la distancia a la que se encontraban ya los buques enemigos hace que

se queden cortos.

A las 5.45 horas de la mañana comenzó el combate cuando los americanos llegan

ante la escuadra española que los reciben con fuego, a una distancia quizás excesiva de

11 George Dewey almirante de la Fuerza Naval Estadounidense recordado por su victoria, sin la pérdida de uno solo de sus hombres, en la Batalla de Cavite. Después de la guerra, Dewey declaró a favor Montojo en el Consejo de Guerra que se le formó ya que, según cuentan las crónicas, nunca perdieron su amistad, reconociendo que Montojo supo defender bien y hasta el último momento a su país a pesar de que la Armada española estuviera obsoleta. Regresó a los Estados Unidos como héroe, y fue nombrado Almirante de la Armada en 1899. También fue también creada en su honor, la Medalla Dewey. (http://es.wikipedia.org/wiki/George_Dewey).

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5.000 metros12, los buques españoles se quedan cortos en sus disparos, ante lo cual los

americanos se limitarán a efectuar varias pasadas frente a los españoles disparando fuera

del alcance de éstos. Instantes después el Olympia, el Baltimore y el Boston, con su

artillería de 203’2 mm, concentraban su fuego sobre el Castilla y el Reina Cristina, que

reciben numerosos impactos y les causan grandes daños. La flota de Dewey inició

entonces una serie de pasadas a una velocidad de 6 nudos, reduciéndose poco a poco la

distancia del combate con los inmóviles buques españoles, que llegó a ser de 2.000

metros.

La táctica española de acercarse lo más posible con su buque insignia —el Reina

Cristina— al enemigo —el Olimpia—, con el fin de torpedearlo, no se consiguió al ser

rechazados todos los intentos por el fuego enemigo. La superioridad americana se basó

principalmente en sus cañones de gran calibre, de los que carecía la escuadra española y

por la mejor calidad de las denominadas piezas de tiro rápido.

Dos horas y media de combate después, la situación de la escuadra española no era

tan mala como cabría esperar. Sólo en el Castilla y en el Reina Cristina la situación era

casi insostenible debido a los graves daños y las numerosas bajas, pero aún así

continuaban a flote y seguían disparando, no obstante un temeroso Montojo cambió su

insignia al Isla de Cuba; el resto de buques apenas habían recibido algunos impactos y

estaban en condiciones de soportar sin problemas el castigo americano durante bastante

tiempo.

A las 7.35 h, con la escuadra española y las defensas costeras casi destruidas, Dewey

retira momentáneamente sus barcos para reorganizarse y ordenó que se diera de comer a

sus agotadas tripulaciones que llevaban en pie toda la noche (Rodríguez, 1998, 510),

reflexionando sobre el hecho de que a pesar de haber consumido la mitad de sus

municiones, no había conseguido hundir ningún buque enemigo. El testimonio de uno

de sus ayudantes, J.L Stickney, es muy clarificador respecto a esta acción de Dewey:

"Cuando nos retiramos de la lucha, a las 7' 30 de la mañana, Dewey se encontraba en una situación grave. Durante más de dos horas habíamos combatido a un enemigo determinado y valiente sin haber conseguido disminuir el volumen de su fuego. Es verdad que tres, por lo menos, de sus barcos están ardiendo, pero también lo estaba uno de los nuestros, el Boston. Y los incendios habían sido extinguidos sin daño visible a los buques. En general, nada importante había ocurrido que nos permitiera decir que habíamos causado serios daños a los buques españoles. Seguían navegando por detrás

12 Agustín Rodríguez apunta que los rudimentarios sistemas de puntería impedían hacer blanco por encima de los cinco kilómetros, por ello,y aunque las piezas tuvieran alcances superiores, sólo se abría fuego a distancias inferiores. (Rodríguez, 1998).

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de Punta Sangley o en la bahía de Bacoor con la misma actividad que cuando, al amanecer, les dimos vista por primera vez. Hasta entonces nada demostraba que el enemigo fuera menos capaz de defender su posición que lo era al comienzo".

"Por otra parte, nuestra situación había grandemente empeorado. Las municiones que quedaban en el Olympia no hacían posible prolongar la batalla por otras dos horas...Si se nos agotaban las municiones, podríamos ser los cazados en vez de los cazadores". "No exagero diciendo que cuando nos retiramos, la consternación en el puente del Olympia era más sombría que una niebla de Noviembre en Londres”. (Rodríguez, 1998, 510).

Fig. 6. Desarrollo de la batalla de Cavite. Movimientos de la escuadra estadounidense y disposición de las defensas españolas en la Bahía de

Manila (Fuente: Orfebre)

Mientras Montojo da el combate por perdido ordenando el abandono de sus buques,

quitando el cierre de las piezas y abriendo los grifos. Sorprendido por la acción de su

rival, Dewey decide a las 11.00 h reanudar el ataque acabando con los buques

españoles.

Pese a la superioridad artillería de los americanos, el porcentaje de acierto de sus

cañones fue ridículo. Los cañones de 152 mm sólo consiguieron un 1% de impactos, los

de 127 alcanzaron el 3’5% y sólo los de 203 tuvieron un aceptable 9%, siendo los que

más daño hicieron a los buques españoles. En total los americanos hicieron 5.859

disparos de los que sólo unos 145 lograron alcanzar su objetivo: 81 impactos recibieron

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entre los cruceros Reina Cristina y Castilla, 33 el Ulloa, 13 el Austria, 5 el Isla de

Cuba y 3 el Isla de Luzón.

La derrota en esta primera batalla de la guerra causaría, por su contundencia, una

gran sorpresa y conmoción en España.

En cuanto a las bajas humanas, basadas en las listas nominales completas y

revisadas que se conservan y que además concuerdan con los partes médicos son por

parte española un total de 60 muertos y 222 heridos en la escuadra, 17 muertos y 49

heridos en el arsenal y un herido en uno de los buques inútiles allí fondeados.

Desglosadas por buques son muy significativas, pues sólo entre el Reina Cristina y el

Castilla sumaron 52 de los 60 muertos y 186 de los 222 heridos en la escuadra, lo que

prueba que fueron casi los objetivos únicos del enemigo. El total de tripulantes era de

1.144, lo que supone un porcentaje global de más de un 20 %, de ellas, 14 muertos y 42

heridos corresponden a marineros filipinos. Bastantes de estas bajas se produjeron no en

el combate propiamente dicho, sino en el bombardeo posterior del arsenal y cuando los

españoles ya no se defendían.

Fig. 7 Pintura estadounidense que muestra al Olympia liderando el ataque a la flota española en la Batalla de Cavite.

(Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Cavite)

Por parte americana sus buques recibieron 25 impactos españoles, la mayoría de

pequeño calibre, lo que desmiente de nuevo la versión de que estaban fuera de alcance.

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Pese a que se ha afirmado lo contrario, la puntería española dejó que desear, pues

hubieran sido esperables muchos más blancos. La cuestión se explica por falta de

personal adiestrado, por la falta de práctica, y porque se estimó por exceso la distancia

al enemigo, ya que se creyó erróneamente que no se acercaría tanto. En cuanto a las

bajas, la cuestión no está tan clara, tras varios partes contradictorios, se reconoció

oficialmente un total de 1 muerto y doce heridos, cifras que rechazaron los españoles

presentes, que afirmaron que los americanos ocultaban las suyas, y basándose en fuentes

neutrales, las estimaron al menos en 13 muertos y 30 heridos. (Rodríguez, 1998, 512-

513).

CONCLUSIONES

La composición y potencia de la escuadra atacante era perfectamente conocida en

Manila, gracias a los informes del cónsul español en Hong Kong y a los de la Comisión

de Marina en China, y sobre sus propósitos no había tampoco grandes dudas. Lo que

queda claro es que la decisión de Montojo de hundir sus buques fue algo precipitada,

habiéndose puesto en duda por prestigiosos entendidos en la materia. Sobre esta acción

del Almirante español existe, desde hace ya algunos años, una pugna entre la versión

«oficialista», que exime a Montojo de toda responsabilidad, y una versión

«revisionista», más crítica con su actitud, tachándole de cobarde al rendir la flota a la

primera escaramuza y, aunque todos coinciden en la inferioridad de la flota española,

creen que faltó a su deber de militar y caballero rindiéndose casi sin presentar batalla.

Es importante determinar que en el fragor del combate se pueden tomar decisiones

equivocadas aunque luego los resultados puedan determinar que no fueron las más

acertadas, pero Montojo probablemente tomó esas decisiones por el estado de su

escuadra, aunque a lo mejor debería haber analizado algo más la actitud de su rival

cuando se retiraba. Un hecho, según relata Agustín Rodríguez, empaña la actitud final

de Montojo que además dio ventaja a su oponente y decantó la victoria del lado

americano:

“Desembarcó con el motivo de hacerse curar una contusión en la pierna, ya curado, ordenó al jefe del arsenal, Sostoa, que se echaran los buques a pique si volvía el enemigo, tras extremar la resistencia, tras lo cual, se marchó por tierra a Manila, dejando a sus hombres frente al enemigo. Este hecho le valió ser encausado después de la guerra y apartado del servicio, lo que tal vez fue un castigo leve para una falta semejante. Aquello hundió la moral de las tripulaciones, el "Castilla" y el "Cristina" fueron evacuados, y entonces se

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reactivaron sus incendios, ocasionando la voladura de ambos. Animado Dewey por el espectáculo, volvió al combate a eso de las 11'15, pero ya no encontró apenas resistencia, pues las tripulaciones hundieron los barcos y se refugiaron en el arsenal. Sólo continuaron haciendo fuego los dos cañones de Punta Sangley, hasta que visto que era imposible cualquier tipo de resistencia, se izó la bandera de parlamento a eso de las 2'30 de la tarde”. (Rodríguez, 1998, 511).

Las conclusiones son breves y razonables. No está muy claro cuál era la idea que

sobre el futuro de las colonias en ultramar tenía el gobierno español, pero pesó mucho

su incapacidad para modernizar la fuerza y sobre todo la lejanía de las plazas a defender

ante nuevos enemigos cómo los Estados Unidos de América con mucha más fuerza y

capacidad militar. Aún con estas razones en contra, la capacidad de resistencia española

era superior a la americana y con una correcta dirección se hubiese evitado el modo

deshonroso en que se produjo la derrota. El mando español no supo aprovechar los

medios ni las ventajas que tenía a su alcance y el encadenamiento de circunstancias,

órdenes y contraórdenes, incapacidad política, incapacidad social y económica jugó en

nuestra contra. Nosotros no habíamos salido del siglo XIX y los americanos ya estaban

bien avanzados en el XX.

En cualquier caso la batalla de Cavite o de la Bahía de Manila no fue sólo una

derrota total de las fuerzas españolas, sino que también fue el triste inicio de lo que

luego ocurriría en Santiago de Cuba y la posterior pérdida de las colonias de ultramar

conocido como el “Desastre del 98” que lastró durante mucho tiempo el ánimo de

nuestro Ejército y de nuestra sociedad.

Fig. 8. El Reina Cristina, buque insignia de la flota española tras la batalla (Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Cavite)

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