calle dublin 3.3

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an pasado veinticuatro horas extrañas, pensó Adam sombríamente,

mirando a su ordenador portátil. Era un sábado por la noche y en

vez de salir y relajarse con algunos compañeros estaba en casa,

trabajando. Si se quedaba en su casa podría estar menos dispuesto a

poner su puño en la cara de alguien. Digamos… el ex de Ellie, Rich Stirling.

Adam frunció el ceño, empujando su portátil a un lado. ¿Por qué tenía que

ir y pensar en eso? Había estado haciéndolo tan bien.

Desde que descubrió que el cretino traicionero había estado utilizando a

Ellie como parte de un esquema de espionaje corporativo melodramático,

la sangre en sus venas había estado bombeando a una temperatura

caliente de fusión. Nunca había sentido nada tan satisfactorio como

cuando le dio un puñetazo en la nariz de Rich.

Cualquier hombre se sentiría afortunado de tener a Ellie Nichols y ese idiota

canalla había hecho una broma de Ellie no siendo más que una caliente

bonificación. Le había tomado todo dentro de Braden para no

abalanzarse sobre el imbécil. Adam no tuvo el mismo dominio de sí mismo.

Rich había lastimado a alguien que le importaba.

Sin embargo, era más que eso. Sus sentimientos por Ellie eran cualquier

cosa menos fraternal. Adam no podía ocultar eso de sí mismo, incluso si

pudiera de los demás: él la deseaba. Esa noticia lo golpeó como un rayo

cuando ella tenía dieciocho años y estaba de pie delante de él toda con

el cabello alborotado y la boca hinchada mientras le decía que acababa

de perder su virginidad.

H

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Los celos posesivos abrasadores que habían cursado a través de él, lo

recorrieron entonces ayer por la noche cuando Rich Stirling se jactó de

ella.

Del mismo modo que el calor en su sangre… no era solo estar enojado

porque alguien le hubiera hecho daño a ella. Se trataba de la continua

frustración que sentía. Él nunca podría tener lo que otros hombres podrían

tener de ella, no si quería mantener a Braden y su hermana en su vida para

siempre. Ellos eran su familia. Sabía que no podía perderlos por una

atracción a Ellie. No pierdes el tiempo con la hermana menor de tu mejor

amigo. Fin de la historia.

—Mierda —murmuró Adam. Necesitaba algo para distraer su cabeza de…

todo.

Miró el teléfono. Tal vez debería ponerse al día con Braden en la ciudad.

Justo cuando estaba a punto de llamar a su amigo su teléfono comenzó a

sonar.

El nombre de Ellie iluminó su pantalla.

En lugar de estar molesto de que el objeto de su distracción se encontrara

ahora en su cara distrayéndolo, Adam se sintió preocupado.

Ellie había tenido una terrible semana. Esperaba que la estuviera

afrontando.

—Hola, cariño.

—Hola —su voz suave y melódica lo calentó—. Estoy abajo. ¿Te viene bien

que suba?

—Claro. Te abro.

Vagó escaleras abajo, su corazón bombeando un poco más rápido ante

la idea de volver a verla. Abrió la puerta y se apoyó contra la jamba de la

puerta, esperando a que las puertas del ascensor se abran.

Cuando lo hicieron algo en su pecho se apretó ante la vista de ella. Ellie

salió, vestida de manera informal. De alguna manera se las arregló para

parecer una supermodelo. Levantó un brazo, agitando una botella de vino

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ante él. El dobladillo de la camiseta esquilada que vestía se levantó con el

movimiento para revelar su cintura tonificada y la piel cremosa.

Adam hizo caso omiso del calor que le inundó y le dio una curiosa sonrisa,

fingiendo no estar afectado en absoluto por su perfección.

Ella suspiró ante la pregunta en su sonrisa.

—Era una de las dos cosas: o una botella de vino o una palmada en el

dorso de la mano.

Ellie odiaba la violencia. La odiaba particularmente cuando él se veía

involucrado en una pelea, sin importar las circunstancias. No es que él

peleara mucho, pero había conseguido involucrarse en un par de peleas

en su juventud y a Ellie siempre le ha asombrado muchísimo de que él

recurriera a la violencia.

—El vino servirá.

Llevándola a través de su dúplex en la zona de cocina, él le sonrió por

encima del hombro.

—Creo que abriré esto… me huelo un sermón.

Adam recogió un par de copas de vino y las trajo de vuelta al mesón en el

que había dejado la botella de vino. Ellie llegó al mismo tiempo que él lo

hizo y cuando se inclinó contra el mostrador el dobladillo de su camisa se

alzó de nuevo, mostrando más de su piel tentadora.

Apartó la vista rápidamente, vertiéndole una copa de vino.

—Toma.

—He venido a darte las gracias —dijo Ellie, sus ojos azules pálidos solemnes.

—Ellie, no había necesidad de que vinieras a darme las gracias. Fue un

placer, créeme.

—Braden dice que le costó un buen rato separarte de Rich.

Cierto. Adam realmente no podía recordar un momento en el que nunca

había estado más enfadado.

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—Jodió contigo, Els. Y quiero decir que realmente jodió contigo. —Él

apartó la mirada de ella, una pequeña parte injusta, irracional de él se

molestó con ella por dejar que Rich se metiera en su cama en primer lugar.

—Literalmente —murmuró Ellie secamente.

Una imagen que no quería en su cabeza le fustigó y la furia que había

sentido antes amenazó con emerger a la superficie.

—No —le advirtió—. Estoy a punto de acabar con esa basura.

—Debería estar dándote una buena reprimenda. —Ella le tomó de la

mano, su pulgar rozando suavemente sobre sus nudillos hinchados—.

¿Cuántas veces le golpeaste?

Adam se encontró moviéndose inconscientemente más cerca, su mirada

fija en sus manos. Tenía unas manos tan delicadas. Eran tan pequeñas

contra la suya. Frunció el ceño, tratando de recordar lo que ella acababa

de preguntarle. Tan pronto como lo hizo, sintió otra oleada de enojada

satisfacción inundarlo.

—Golpeé una primera vez a la pared al lado de su cabeza a modo de

aviso. No atendió a la advertencia, soltó algo de mierda por la boca que

no debería haber dicho, y creo que le di cuatro veces antes de que

Braden me apartara de él.

—¿Lo dejas consciente?

Adam entrecerró los ojos. Cristo, ¿Ellie todavía tiene sentimientos por ese

idiota?

—¿Te importa?

—No quiero que tengas problemas por mí —explicó.

Aliviado de que esa era su razón y nervioso por su alivio, Adam sacó su

mano suavemente de las de ella.

—No te preocupes, cariño. Según las fuentes yo ni siquiera estaba cerca

de la New Town o de Rich anoche. Tenemos una docena de testigos que

declararán que estaba en el bar Kohl cuando se produjo el supuesto

ataque.

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Ella asintió, pero estaba mordisqueando su labio, algo que ella hacía

cuando estaba nerviosa o preocupada.

—Els, en serio, ¿cómo estás?

En lugar de responder ella agachó la cabeza, ocultando sus ojos. Entonces

se alejó de él.

Odiando al instante la distancia que ella estaba poniendo entre ellos,

Adam la siguió mientras entraba en la sala de estar y se sentaba en su

sofá. Deliberadamente, se sentó cerca de ella, poniendo su brazo sobre el

sofá detrás de él, atrapándola efectivamente. Ella no iba a ninguna parte

hasta que él supiera lo que estaba pasando en esa linda cabecita.

Ella le echó un vistazo.

—Soy idiota.

Él se ruborizó de ira.

—No eres idiota.

—Soy idiota —insistió Ellie—. Soy estúpida e ingenua y… he sido humillada.

Estaba decidido. Adam no había golpeado a Rich lo suficiente la noche

anterior. Tratando de templar sus emociones para así poder hacerle

entender a Ellie que esto no era su culpa, se deslizó más cerca y con

calma le tocó la muñeca. Él tenía que consolarla, no irritarla.

—No tienes nada por lo que sentirte humillada. Es él el imbécil que ha

jugado contigo. Es él el idiota. Es él el jodido bastardo que un día mirará

atrás y se dará cuenta de que durante cinco meses fue el cabrón más

afortunado del planeta por estar contigo. Se arrepentirá de esto, pequeña.

Ella se quedó en silencio un momento, solo mirándolo.

Adam no sabía qué otra cosa podía decir para hacerle comprender que

nada de esto era su culpa.

Ellie sonrió de repente.

—Siempre sabes exactamente lo que hay que decir.

La tensión se derritió de él y le devolvió la sonrisa.

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—Eso es porque siempre digo la verdad. Eres única, Els. Algún hombre sera

lo bastante afortunado como para tenerte.

Tan jodidamente afortunado. Sus ojos parpadearon sobre ella y se le secó

la boca.

Tomó su copa de vino y bebió un trago, tratando de borrar los

pensamientos que estaba teniendo sobre la hermana de Braden.

A medida que se sentaron y hablaron ella frustró sus intentos de luchar

contra su atracción a cada paso. Era una persona cariñosa por naturaleza,

pero esta noche estaba siendo especialmente sensiblera.

Ellie estaba coqueteando con él.

La satisfacción vibró a través de él. Era un error que no le importara que

Ellie tuviera sentimientos por él. Lo sabía. Pero había una parte egoísta de

él que estaba eufórico de que Ellie lo quisiera en cambio, se alegró de que

su frustración también fuera compartida por ella.

Tendría que haberla detenido cuando ella puso su mano en su muslo o

cuando ella le apretó la mano. No lo hizo.

Así que ella siguió adelante.

Él estaba en medio de hablar de sus padres ausentes cuando ella bostezó,

estirando sus brazos hacia arriba. El movimiento obligó a sus pechos hacia

delante y el dobladillo se levantó para revelar más de piel tonificada y

sedosa.

Estaba tratando de matarlo.

Excitado y molesto consigo mismo por haberle dado la apertura, espetó:

—Ellie, ¿se puede saber qué coño estás haciendo?

Ella se encogió de hombros con indiferencia, sus ojos azules brillando con

malicia.

—Me estiro.

Cristo, ella podría tentar a un santo, pensó Adam, devorándola. Tenía las

piernas más largas… se tensó ante la idea de tener esas piernas envueltas

alrededor de él.

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—Sabes de lo que estoy hablando. Rozarme, flirtear, estirarte…

Un nerviosismo brilló en sus ojos, traicionándola.

—Creo que lo sabes…

Ella lo deseaba.

Pero nunca podría ser solo una cosa casual para ella porque… Adam

sabía que ella lo amaba.

¿Y por qué, oh, por qué hacía lo ponía aún más excitado? Necesitaba que

ella se fuera. Justo. Ahora.

—Ellie —susurró, no estando seguro de lo que estaba pidiendo.

En respuesta ella puso la mano sobre su pierna y lentamente deslizó la

mano por su muslo.

El calor zigzagueó en su sangre, su pene tan duro por ella que era casi

doloroso.

Sus dedos se acercaron a su tirante cremallera y sus ojos se posaron en la

boca temblorosa de ella.

Tenía que parar esto.

Debía parar esto.

Adam agarró su muñeca y tiró de ella hacia él. Entonces él estaba

besando esa boca que le provocaba tanto. El beso se volvió salvaje casi al

instante. Ella estaba sentada a horcajadas sobre él de repente mientras él

saboreaba el calor y la dulzura en su lengua. Sus manos estaban en todas

partes, desesperado por tocar cada parte de su cuerpo hermoso.

Su control se había ido.

Lo único que importaba era la chica en sus brazos y la degustación de

cada centímetro de ella.

Ella lo montó a medida que sus besos se volvieron profundos y sucios,

húmedos y penetrantes. Su erección cubierta por el pantalón palpitaba

entre las piernas de ella, y su control sobre su dulce trasero se tensó

cuando su tensión aumentó.

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Él gruñó, sorprendido por el entusiasmo entre ellos. Era adictivo. Él se

apartó, necesitando ver y sentir más de ella. Pronto Adam la había

despojado de su camiseta y sujetador, y sus pechos perfectos se dieron a

conocer para él.

—Tan jodidamente perfectos —murmuró. Ella suspiró, este pequeño suspiro

entrecortado a medida que sus pezones se tensaban.

Mierda.

Él acunó con reverencia sus pechos con las manos y llevó un pezón en su

boca caliente.

Ella se volvió loca en sus brazos.

Adam no podía soportarlo más.

Él la empujó de espaldas, arrancándose la camisa antes de tirar de su

falda y bragas.

Ella era tan condenadamente hermosa que no era justo.

Necesitando de su boca de nuevo, él se apoyó sobre ella, sus pezones

rozando contra su pecho desnudo mientras la besaba. Se insinuó entre sus

piernas, el beso tornándose más desesperado mientras se estremecía con

la necesidad de estar dentro de ella.

Al parecer, ella estaba demasiado impaciente para esperar más, sus

delgados dedos se pusieron a trabajar en la cremallera de sus pantalones.

Ella empujó sus pantalones y bóxers hacia abajo y su palpitante erección

caliente se apretó contra su sexo.

—Mierda —gimió él mientras la cabeza se deslizaba sobre el clítoris.

Ella inclinó sus caderas y agarró su trasero, en silencio rogándole que la

tomara.

Sí, sí, a la mierda, sí…

—Adam, por favor —rogó Ellie—. Adam…

Ellie.

Esta era Els. La hermana menor de Braden, Els.

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Mierda.

Adam se quedó inmóvil, con los ojos clavados en los de ella. Más que

nada quería decirle al mundo y todos sus ocupantes que se largarán al

carajo para así poder deslizarse dentro de esta hermosa mujer dulce, que

lo era todo para él.

Pero el mundo y todos sus ocupantes incluían a su única verdadera familia:

Braden.

No podía hacerle eso.

O a Ellie.

Se apartó de ella, subiéndose los bóxers y los pantalones. Al ver a su

magnificencia desnuda tentándolo en su sofá, le arrojó su ropa a ella.

—Ellie, no podemos.

Él tiró de su camiseta y se levantó, poniendo distancia entre ellos.

La frustración sexual y el pánico le hizo ser cortante cuando se dio cuenta

que ella todavía estaba desnuda.

—Por el amor de Dios, Ellie, vístete.

Ella agachó la cabeza, sus manos temblando mientras se apresuraba a

buscar su ropa.

El arrepentimiento y la culpa le traspasaron en el pecho.

—Cariño, lo siento, no pretendía…

En lugar de contestar Ellie terminó de vestirse y buscó sus botas.

Algo así como el pánico comenzó a introducirse en él. No podía perderla

por esto. El pensamiento era una agonía.

—¿Ellie?

Finalmente se puso de pie y lo miró. La cruda expresión en sus ojos lo

destripó.

Tenía que explicarse, tenía que quitar ese dolor de alguna manera.

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—Ellie, eres la hermana pequeña de Braden. No puedo… no podemos… —

Hizo un gesto hacia el sofá donde habían estado a punto…

Cuando Adam miró a Ellie de nuevo se sintió como si le hubieran dado un

puñetazo en el estómago.

Ella se veía traicionada.

Sin decir palabra, se dio la vuelta, tomó su chaqueta y corrió hacia la

puerta.

No.

No podía irse así.

—¡Ellie! —corrió tras ella—. ¡Ellie! ¡Mierda! —La puerta se cerró de golpe

detrás de ella. Desesperado por arreglar las cosas, Adam arrancó del piso

después de ella.

Era rápida. Sus pasos resonando por las escaleras.

—¡Ellie, por favor! —gritó tras ella, saltando por encima de las escaleras

para alcanzarla.

Pero cuando emergió del edificio ella estaba corriendo por la calle, su

cabello largo azotando a sus espaldas.

—¡Ellie! —gritó tras ella, sus propias extremidades temblando de miedo—.

Vuelve. ¡Habla conmigo!

Esperó a que un auto pasara, impaciente por llegar a ella cuando la vio

entrar de prisa en un autobús. Adam corrió hacia la carretera, corriendo

hacia ella. Estaba casi en su rueda trasera cuando despegó en el tráfico,

llevándose a Ellie con él.

Angustiado, Adam trastabilló con el pavimento y se pasó la mano por el

cabello.

Su corazón latía con fuerza en su pecho y no debido a la carrera. Corría a

toda marcha por miedo.

De alguna manera tenía que reparar el daño por la pérdida de su control.

De alguna manera tenía que ganar a Ellie de vuelta y al mismo tiempo

hacerla ver el error que sería para ellos ser algo más que amigos.

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Él lo haría.

No había otra opción.

Y ahora que sabía que Ellie en sus brazos era como tener sus propios

Campos Elíseos privados, Adam iba a tener que trabajar más duro que

nunca para convencerse a sí mismo para mantener su distancia de ella.