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Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 14

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14 DECANO DE LA PRENSA NACIONAL Dos miércoles / 2 / mayo / 2012 miércoles / 2 / mayo / 2012 Tre s 33. El neopunitivismo Seis miércoles / 2 / mayo / 2012 34.Otras palabras: las ciencias psi miércoles / 2 / mayo / 2012 S i ete Romina Zárate, Alejandro Slokar, Matías Bailone y Jorge Vicente Paladines Equipo de trabajo: Eugenio Raúl Zaffaroni 15

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Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

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Dos miércoles / 2 / mayo / 2012

32. Los homicidios estatales ocrímenes de masa

La criminología académica guardóun llamativo silencio acerca de losasesinatos masivos estatales, ape-nas interrumpidos por algún ar-tículo aislado, como el de Leo Ale-xander en 1948 o el libro de Shel-don Glueck de 1944 sobre crí-menes de guerra. En el filo de estesiglo los trabajos más frecuentesfueron son los de: Alex Alvarez(1999), William Laufer (1999),Georges S. Yacoubian (2000), An-drew Woolford (2006) y en es-pecial Wayne Morrison, neozelan-dés profesor en Londres, que en2006 publicó un libro tituladoCriminología, civilización y el nue-vo orden mundial. Por ser esteúltimo el más extenso y analítico,lo tomamos como referencia.

Morrison recuerda que Hobbesseparaba el espacio civilizado delno civilizado (de guerra de todoscontra todos), cuya presenciaconstituía una amenaza. Afirmaque esta línea hobbesiana se que-bró cuando el mundo incivilizadoirrumpió en el corazón del ci-vilizado el 11 de setiembre de 2001,destruyendo el símbolo de esemundo funcional y utilitarista dela globalización.

El World Trade Center era elmáximo templo de la tecnología yla seguridad, pues su caída con-virtió de repente al espacio ci-vilizado en tercermundial. Depronto, los residentes del espaciocivilizado tomaron consciencia delmundo externo, lo que fue muyimpactante para los Estados Uni-dos, que había sido muy afor-tunado en su propio territorio.

A partir del 11 de septiembre laadministración de Bush reforzó sudiscutible origen y escaso prestigiocon un discurso que confunde laguerra con el crimen, para volver

porosa la frontera entre el controlinterno y externo, borrando loslímites hobbesianos.

Bush agitó el nacionalismo, to-mó de la tolerancia cero la idea deprevención y la llevó a la guerra, ymanipuló la tecnología de la co-municación para declarar la guerraa Irak sobre la base de una mentira.Pero se movió con reglas dife-rentes, pues las válidas para losotros civilizados no fueron las queaplicó frente a los incivilizados, osea, en la lucha en la jungla, lo queno es más que otra faceta de ladoctrina de la seguridad nacional yde la guerra sucia.

Morrison afirma que el presentese caracteriza por una vuelta de laemocionalidad, un nuevo popu-larismo, politización, un sentidode crisis, un sentido de norma-lidad de altas tasas de crimina-lidad, una nueva relación del cri-men con los medios masivos, unapérdida de confianza en la ex-perticia del estado de bienestar.

Morrison reconoce que la cri-minología es el producto de unsector del planeta, cuyos estadosse construyeron sobre la violenciay el genocidio, con cita de Bauman:el triunfo de unas pocas etniassobre otras llevó a la destrucciónde los vencidos y la historia laescribieron los vencedores, mos-trando su civilización como uncamino de progreso hacia la pa-cificación de la vida cotidiana.

Por otra parte, señala que lascifras de criminalidad registradaque se reportan en los países don-de ha habido genocidios no in-cluyen los cientos de miles y aveces millones de muertos por esecrimen. Para la estadística cri-minal sólo cuentan los homicidiosnormales. Con toda razón señalaMorrison que existe una estadís-tica criminal que registra en formade apartheid criminológico.

La criminología sólo recoge da-tos domésticos y condicionadospor el poder de las naciones-es-tado, formadas por medio de laviolencia y dominando a otras deigual modo. Por ende, la crimi-nología es un discurso muy parcial,construido en torno de un mundode hechos políticamente delimi-ta d o.

De inmediato presenta una tablaimpresionante de crímenes ma-sivos cometidos desde 1885 hasta1994, reconocidos y no recono-cidos, de la que nos ocuparemosmás adelante. Ante estos millonesde cadáveres que la criminologíano toma en cuenta en sus es-tadísticas, formula los siguientesinterrogantes, que quedan abier-tos: ¿Podemos globalizar la es-tadística criminal? Si parte delobjeto del análisis estadístico deQuetelet era medir la tasa normalde crimen en una sociedad y asídeterminar el riesgo ¿cómo sepuede crear una imagen estadís-tica de una sociedad mundial deriesgo? Volveremos más adelantesobre esta posibilidad.

Pasa revista a toda la crimi-nología neocolonialista y a los crí-menes legitimados (Congo, Nami-bia, Benin, etc.). Señala que lacriminología no reparó en Nür-nberg ni en Tokio, por conside-rarlos crímenes de guerra, vio-latorios de las reglas que las mis-mas potencias colonialistas norespetaban en sus colonias. ¿Perosi Hitler los hubiese cometido sólodentro de las fronteras alemanas,los campos de concentración hu-biesen quedado impunes? Sostie-ne que ha habido ambigüedad en eljuzgamiento, que la víctima era lahumanidad, pero que no dejó depesar que las víctimas concretasfuesen judíos, gitanos y gays.

Afirma que la criminología con-sideró que los grandes crímenes

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del pasado siglo son excepcionesde las que la criminología –co m ociencia de operaciones normalesde control llevadas a cabo por elesta d o – no necesita ocuparse. Enel caso del Holocausto, la imagende los campos de concentraciónreafirma esta distancia, aseguran-do que se trata de lugares ver-daderamente excepcionales que novolverán a existir nunca.

Niega rotundamente la explica-ción del camino especial –el Son-der weg– del nazismo y de la pa-tologización de la Shoá, dado quelas personas que participaron ac-tivamente en esos crímenes erannormales y muchos de ellos vol-vieron a la vida corriente sin di-f icultades.

Compara las ejecuciones ejem-plificadoras –como la de TúpacAmaru, descuartizado públicamen-te – que tenían por objeto la rea-firmación de la verticalidad del po-der (Miren lo que les vamos a hacersi insisten) con la secreta fabri-cación de cadáveres en los camposde exterminio, como dos objetivospor completo diferentes.

Al momento de escribir afirmaque entre Bush y Bin Laden mediaun juego de espejos, pues sin BinLaden, Bush no hubiese obtenidopoderes extraordinarios ni hubiesepodido ganar las elecciones.

Observa que al asignársele alterrorismo el status de acto deguerra se lo excluye de las ga-rantías penales, al tiempo que, notratándose de combatientes regu-lares, se los excluye de la Con-vención de Ginebra, quedando adisposición de las órdenes del máspoderoso, que es quien resuelve enla excepción, señalando esto comoel equivalente actual de la ley mar-cial en los regímenes coloniales ydel Führerprinzip en el nazismo.

Aunque no lo dice, es claro queesta es la tesis central de la de-

finición de lo político de CarlSchmitt y la verificación de que seintenta una trágica planetariza-ción de la llamada doctrina de laseguridad nacional de los años se-tenta sudamericanos.

Esta senda teórica es una de lasque desde la periferia debemosreelaborar y profundizar, porquenos incumbe muy directamente,pero además, es desde donde po-demos detectar más fácilmente elpapel central y protagónico delpoder punitivo.

3 3. El neopunitivismo

Las características del estado nor-teamericano han cambiado total-mente desde el establecimiento delo que se denomina New Puni-tiveness (neopunitivismo).

Insisto en los caracteres del nue-vo rostro del sistema penal nor-teamericano: uno de cada treshombres negros entre veinte yveintinueve años se halla en lacárcel, un norteamericano de cadacien está en prisión, tres más estánsometidos a vigilancia con pro-bation o con parole, se inhabilita aperpetuidad para votar a cualquiercondenado por cualquier delito, sedifunde el three strikes and youare out (o sea, una pena de re-legación perpetua para los sim-plemente molestos), se expulsa delas viviendas sociales a toda lafamilia del condenado, se lo privade todos los beneficios sociales, serestablecieron los trabajos forza-dos, se ejecutaron unas 1.300 pe-nas de muerte desde el final de lamoratoria de los setenta (incluso aenfermos mentales y menores), losgobernadores hacen campañas pa-ra su reelección rodeados de re-tratos de los ejecutados a los queno les conmutaron la pena, secondena sin juicio mediante ex-torsión (con procedimientos abre-

viados o simplificados para po-nerlo en nuestros términos), lostestigos de cargo son compradoscon impunidad, se practican losmétodos más inmorales de inves-tigación (entrega vigilada, agentesencubiertos, delación premial, in-terceptación electrónica, entreotros), se instiga a la denunciadentro de la familia, es decir, loposmoderno recupera todas las ca-racterísticas de lo premoderno in-quisitorial (Tal como también lodesnudara el filósofo ecuatorianoBolívar Echeverría en “La moder-nidad de lo barroco”).

De poco ha servido la caída delmuro, porque el stalinismo penalha renacido en los Estados Unidosy se ofrece como modelo mundial.De esto se ocupan muchos cri-minólogos, pero como no puedomencionarlos a todos, nos ocu-paremos de los tres más notorios:David Garland, Loïc Wacquant yJonathan Simon.

Garland, formado en Edimburgopero que también enseña en NewYork, publicó varias obras; la quemás nos interesa es La cultura delcontrol de 2001. Afirma que en lasociedad posmoderna reina unasuerte de esquizofrenia, que porun lado da lugar a una crimi-nología de la vida cotidiana, queapela a todos los recursos pre-ventivos mecánicos, electrónicos,etc., pero por otro a una cri-minología del otro, que resucitaen definitiva las versiones mástenebrosas del viejo positivismo.

La criminología de la vida co-tidiana incorpora al delito comoriesgo normal y nos llena de in-genios humanos preventivos, o seaque la prevención del delito nodepende de valores morales, sino deobstáculos físicos que privan deoportunidad. En este sentido con-trasta con la tradición conservadoraque entiende que la prevención

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Act de 1968 de Lyndon Johnsonmarcó un cambio fundamental,pues se pasó del modelo del tra-bajador manual como el ciuda-dano común del imaginario co-lectivo, al de la víctima, seña-lando el comienzo del gobiernomediante la criminalidad.

El proceso se aceleró porquedesde Reagan hasta Bush todoslos presidentes fueron antes go-bernadores de estados (salvoBush padre, que venía de la CIA,lo que no alteraba la tónica), quetrasladaron al gobierno federal lamodalidad vindicativa de la po-lítica provinciana, donde los fis-cales son elegidos por voto po-pular y adquirieron la práctica defabricar víctimas-héroes comomodo de dar el salto a las go-bernaciones sobre la base de

laboral, que hace económica-mente innecesaria o subemplea-da y mal paga a una parte de lapoblación, que soporta el trabajocomo una obligación ciudadana,siendo funcional mantener esaposición subordinada la crimi-nalización de la pobreza, cla-ramente emprendida a partir delos años ochenta del siglo pa-sa d o.

Además, la precarización deltrabajo hizo desaparecer la so-lidaridad del gueto, que fuereemplazado por un superguetodonde no hay un sentimientocomunitario, lo que provoca lavictimización de los pobres (losdel suburbio roban en el su-burbio). Es claro que Wacquantsostiene una interpretación es-tructural del fenómeno frente alcultural de Garland. Lo cierto esque Wacquant se detiene poco enlos cambios políticos generales yen el propio sistema penal quefueron preparando el terreno pa-ra el giro autoritario, o sea, queno repara en la transformacióninstitucional que se produjo enlas últimas tres décadas y que,sin duda, incidió en el giro re-presivo del poder punitivo es-ta d o u n i d e n se.

Jonathan Simon es profesor enBerkeley y en 2007 publicó Go-verning through Crime, How theWar on Crime TransformedAmerican Democracy, en que lle-va a cabo una interesante in-vestigación que a mi entender nose opone a la tesis culturalista deGarland ni a la estructural deWacquant, sino que las com-pleta, analizando en profundidadcómo se fue gestando la tre-menda transformación institu-cional y social que desembocó enel autoritarismo penal actual.

Atribuye esta explosión repre-siva a la lenta pero incesante

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depende de los valores morales ydel respeto a la autoridad.

Pero por otro lado aparece lacriminología del otro, basada enla venganza, que se expresa comoexclusión, defensa social, neu-tralización del sujeto peligroso, osea, que usa el discurso del viejopositivismo pero en un sentidobien vindicativo.

La contradicción es clara: eldelito no puede ser tan normalcomo la lluvia y al mismo tiempodramatizarse al máximo, usandovocabulario militar o guerrero ypresentando al infractor comoun sujeto irreductiblemente ma-lo al que se debe aniquilar.

Wacquant es francés, profesorde la Universidad de California(Berkeley) e investigador delCentro de Sociología de París.También ha publicado variasobras al respecto en los últimosdiez años.

Para Wacquant la tensión se-ñalada por Garland responde a unsistema posfordista que precarizael trabajo, profundiza las discri-minaciones y segregaciones declase y raciales, relega a los sec-tores más golpeados por la políticallamada neoliberal a los barriosmás pobres, marginales y alejados,y monta un aparato punitivo decontención que configura lo quellama un estado penal.

Afirma también que este es-tado penal continúa el racismodel apartheid que –según sos-tiene– nunca desapareció de lasprácticas burocráticas nortea-mericanas, por lo que lo con-sidera también un estado racial.

En realidad es llamativo que en1989, por primera vez en la his-toria de los Estados Unidos, lapoblación penal negra sea ma-yoritaria en las cárceles. ParaWacquant esto lo provoca la po-lítica de expulsión del mercado

campañas vindicativas.Estas campañas estigmatiza-

ron a los jueces como enemigosaliados o encubridores de loscriminales y responsables de lainseguridad frente al crimen, loque motivó las reformas legis-lativas que impusieron penasfijas o redujeron la posibilidad devaloración judicial (son reaccio-nes políticas frente a los juecesg a ra n t i sta s) .

Los políticos que al legitimar eldesmantelamiento del estado debienestar lesionan los derechosde toda la población, tienen laoportunidad de reivindicarse,mostrando su inexistente preo-cupación por la seguridad me-diante las leyes más autoritarias,atendiendo al reclamo públicodel que las víctimas-héroes sonsu vanguardia (caso Blumberg),al tiempo que el modelo punitivose va derivando a todas las ins-tituciones y formas sociales, pú-blicas y privadas.

En definitiva, se trata de unamanera de gobernar mediante laadministración de los miedos. Elpropio Simon recuerda que entiempos de Nixon el miedo do-minante era al cáncer, lo que fueevolucionando hasta llegar al te-r ro r i s m o.

Por cierto que el análisis deSimon es mucho más porme-norizado que los de Garland yWacquant, aunque no se oponenecesariamente a éstos, puestanto la dimensión cultural comola estructural bien pueden en-cajar en su interpretación comocomplemento de ella.

No obstante, creemos que Si-mon no percibe la dimensióntotal del giro autoritario, porqueno enfoca la cuestión con unavisión histórica más amplia. Go-bernar mediante el miedo im-porta la fabricación de enemigos

deslegitimación del estado debienestar, fijando su comienzoen la agresiva campaña del con-servador Barry Goldwater en1964, basada casi por completoen la afamada consigna de la ley yorden. A ella siguieron las gue-rras contra la droga de Nixon,Reagan y Bush padre, para cul-minar con la guerra al terrorismode su inolvidable hijo despuésdel 11 de setiembre de 2001.

Para Simon todo esto confi-gura una governance, o sea, unatécnica de gobierno que se ca-racteriza como un gobierno me-diante el crimen, y que es porcompleto opuesta a la tradiciónl i b e ra l .

La clave de su interpretaciónes que cuando se gobierna me-diante el crimen el modelo pu-

nitivo –y vindicativo– se vuelveuna técnica general de gobierno,o sea, que se extiende a todas lasformas sociales: va desde el es-tado nacional hasta la escuela,invade el ámbito privado y lasrelaciones familiares, amenaza lademocracia en todas las insti-tu c i o n es .

Simon previene muy especial-mente sobre la amenaza a lademocracia que puede implicarla víctima-héroe: La democraciaamericana está amenazada por elsurgimiento de la víctima deldelito como modelo dominantedel ciudadano, como represen-tante de la gente del común,cuyas necesidades y capacidadesdefinen la misión del gobiernore p rese n ta t i vo.

Según Simon, la Safe Streets

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y la consiguiente neutralización decualquier obstáculo al poder pu-nitivo ilimitado, supuestamenteusado para destruir al enemigo, aun-que todos sabemos que es mate-rialmente utilizado para lo que elpoder quiera. Siempre el fenómenoes en el fondo una inmensa estafapara distraer la atención de otrosriesgos y obtener el consenso paraejercer un poder policial sin con-t ro l .

Este poder punitivo sin controlsiempre se usó para verticalizar yjerarquizar a las sociedades, como lohemos manifestado reiteradamente,o sea, para dotarlas de estructuracolonizante. Por ende, es natural queesta técnica o governance se deriveen forma de catarata hacia todas lasinstituciones sociales. La inquisiciónnecesitó reforzar el patriarcado paraasegurar la base de la sociedad ejér-cito-forme, que luego se lanzó sobreAmérica y África. Toda inquisicióntiende a jerarquizar y a producirhomogeneidad y conformismo; elideal político de todo inquisidor es elpanal de abejas o el hormiguero.

Lo que hace Simon es describirmuy bien el proceso actual, en de-talle y en su genealogía, pero lo ciertoes que en cuanto a lo estructural, nohay diferencias de esta naturalezacon otros momentos inquisitoriales.¿Se trata del prolegómeno o de unatentativa en marcha de imponer unLeviatán planetario? ¿O más bienobedece a la necesidad de reforzar unpoder debilitado o declinante? Estaes la pregunta que no se formula,pero que debe preocuparnos a no-sotros en nuestro margen.

De toda forma, Simon da en latecla: la clave es gobernar valiéndosede la centralización del miedo en unobjeto. En este sentido su aporte, aldescribirnos cómo y por qué se lohace en la actualidad en los EstadosUnidos, es fundamental para no-sotros, porque de allí se globaliza o

planetariza esta técnica de gobierno.Nos hacen falta investigaciones aná-logas a la de Simon en nuestrospa í ses .

34. Otras palabras: las ciencias psi

Cuando la criminología crítica pro-veniente del interaccionismo y de lafenomenología puso de manifiestolos caracteres estructurales del po-der punitivo, la criminología etio-lógica del rincón de la facultad dederecho terminó de derretirse y conella se desprestigió la llamada clínicacriminológica, o sea, el estudio de lapersona criminalizada por los es-pecialistas psi.

Esta desconfianza no era gratuita,dados los antecedentes del primerencuentro de estas disciplinas con lacriminología en el marco de la cri-minología racista, pero también por-que su etiología y su práctica ins-titucional no tomaba en cuenta elefecto deteriorante y estigmatizantede la criminalización misma.

Era un poco difícil exigirle al psiinstitucional que pusiese de ma-nifiesto que la intervención de lapropia institución de la que formabaparte cumplía un rol determinanteen la etiología. Suponemos que a unoperador psi que informase que lapolicía, los jueces y los peniten-ciarios estaban condicionando unacarrera criminal, por lo menos ennuestro medio, lo hubiesen echado ala calle por vía rápida.

Debido a esto y a los tristes an-tecedentes históricos fue que loscriminólogos críticos en generalreaccionaron alérgicamente frente alas propuestas de intervenciones psien su campo y se inclinaron porcortar todo vínculo con estos sa-beres. Esto no pasa de ser una reac-ción emocional –nunca buena con-sejera en la ciencia–, producto deuna confusión de niveles.

En principio, los saberes psi de hoy

no son los del positivismo. Entre loscultores de estas ciencias hay tantossujetos de alta peligrosidad como entodas las otras, pero por suerte nodominan.

Es verdad que no faltan quienespretender reconstruir al criminal natoen base a neurociencias, volviendo aextraer consecuencias apresuradas denuevos conocimientos médicos y bio-lógicos, como otrora sucedieron con elevolucionismo, con las localizacionescerebrales o con la endocrinología.También es cierto que algunos pre-tenden resolver cualquier cosa re-partiendo alegremente el chaleco quí-mico a toda la población, al tiempoque se rasgan las vestiduras porquealguien fuma marihuana. Pero en to-dos los saberes asistimos a exabrup-tos que –sin desmedro de su pe-l i g ros i d a d – son pasajeros.

La antipsiquiatría ha dejado unahuella más allá de sus exageracionespuntuales, el psicoanálisis hizo losuyo, la antropología de Franz Boas nopasó de lado sin impactar el campopsi, la desnaturalización de las pre-ferencia sexuales minoritarias es unhecho, etc. En síntesis: está muy claroque lo psi no se nutre hoy de ideo-logías racistas ni totalitarias.

El psicoanálisis impactó al comien-zo a la criminología etiológica delrincón con una montaña de trabajos,algunos de los cuales sólo extraían suprofundidad de que sus autores ha-bían leído a Freud en el subterráneo.En los años treinta hizo furor Eldelincuente y sus jueces desde elpunto de vista psicoanalítico de FranzAlexander (psicólogo) y Hugo Staub(jurista), del cual casi todos los otrosescritos fueron deudores (y algunosp l a g i a r i os) .

Pero no era tarea de los psicólogosponer de manifiesto los caracteresestructurales del poder punitivo, sinode los sociólogos. Sería injusto car-garles con una responsabilidad que noles incumbía. Lo cierto es que tam-

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poco es verdad que intentaran re-construir un criminal nato por víapsicológica, por lo menos respecto desus exponentes más destacados.

No niego que se generan a vecesconfusiones provenientes de algunosapresurados lectores del propio cam-po psi, como cuando alguien –quetambién vio las tapas del código penalen el subterráneo– confunde la leydel padre de Freud o el nombre delpadre de Lacan con el código penal,sin darse cuenta que esos conceptosno se fijan por mayoría parlamen-taria. Pero por suerte ni Freud niLacan pensaron eso (ni Melanie Kleinse miraba al espejo para ver si teníados senos muy diferentes). TampocoLacan pensó que las cárceles debíanllenarse de locos. Esta gente escribiótextos inteligentes que no se puedenleer fácilmente al menos en la revistaLa Onda.

Este desencuentro no es más que elresultado del desconocimiento de losrespectivos planos de análisis y ob-servación: el sociólogo observa desdelo grupal y el psicólogo desde el sujetoconcreto. Por eso, los conocimientosdel sociólogos son útiles en particularpara formular políticas, pero nadanos dice sobre qué hacer con el sujetoconcreto, del que la criminología nopuede desentenderse.

Cuando nos hallamos con un fe-nómeno que es necesario controlar,como puede ser el uso de un venenocomo la llamada pega (cemento decontacto), el sociólogo nos puedeinformar acerca de las medidas gru-pales (planes de asistencia, progra-mas de fomento de la escolaridad y degeneración de proyectos de vida po-sitivos, modos de instruir a los ope-radores, medidas que eliminen o re-duzcan la estigmatización del usua-rio, etc.), pero no nos puede decir quéhacer con el sujeto concreto (con elchico usuario al que es necesariotratar para evitar que muera o selesione en forma irreversible). Y esto

es válido para cualquier otro pro-blema.

La criminología crítica bien en-tendida, en lugar de limitar el campopsi en su materia, lo amplía. Eletiquetamiento no es algo que operaen forma mecánica ni afecta a todospor igual, pues el ser humano no esuna marioneta. Hay personas queasumen la etiqueta del estereotipo yotras que no lo hacen. Es obvio, pues,que existe un grado de fragilidad quecondiciona una vulnerabilidad al eti-quetamiento. Esta es cuestión quehace al sujeto concreto y en eseterreno son las disciplinas psi las quedeben informarnos.

Si la intervención del poder pu-nitivo tiene efecto deteriorante yestigmatizante, y si hay personas quesufren estos efectos mucho más queotras, es el campo psi el que nospuede informar a qué responde lamayor vulnerabilidad en cada uno y,lo que es más importante, cómoabordarla en el sujeto concreto.

En este último sentido, no de-bemos omitir la inspiración que pue-de proporcionar Viktor Frankl, quedespués de sobrevivir a un campo deconcentración hizo de esa experien-cia toda una teorización (que llamólogoterapia) con base existencial,que sintetiza en un libro titulado Unpsicólogo sobrevive al campo de con-centración (en castellano El hombreen busca de sentido).

Por otro lado es inocultable que eldelito y el poder punitivo producenvíctimas, o sea, que ejercen vio-lencias que afectan a muchas per-sonas y, si bien la criminología so-ciológica aporta información parapolíticas reductoras de los daños, noes menos cierto que, frente a lossujetos concretos afectados, son lasdisciplinas psi las que pueden in-dicar cómo actuar. Sólo el espe-cialista psi puede decirnos cómotratar a quien sobrevive a un aten-tado criminal o a quien pasa por la

to r tu ra .Por otra parte, dado que la cri-

minología actual incorpora a su cam-po el ejercicio del poder punitivo,amplía el universo de conductas delos sujetos concretos. Ya no se tratasólo de observar al criminalizado y ala víctima, sino de incorporar a losoperadores del sistema penal.

Sin ánimo de psiquiatrizar nada,es sabido que todo lo relacionadocon el ejercicio del poder punitivoopera como miel para moscas res-pecto de muchas personas con pa-tologías serias, lo que no es un datomenor para la toma de decisiones a lahora de seleccionar personal o dedesentrañar la naturaleza de algunasconductas desplegadas en otros seg-mentos del sistema.

Ignorar desde la criminología elcampo psi es un gravísimo errorprejuicioso que hace perder de vistaal sujeto concreto, tan negativo comopretender transpolar las observa-ciones sobre éste del campo psi a laspolíticas sociales: son dos perspec-tivas que deben encontrarse sin pre-tender ignorarse ni neutralizarse, si-no, simplemente, reconociendo queaportan visiones diferentes sobreconducta humana, que es un objetoconfigurador de un extremo de com-plejidad.

Sabemos que no faltan quienesdesde la academia argumentan queesto es cuestión de la criminologíaaplicada pero no de la teórica. Por unlado, mostraremos seguidamente có-mo los conocimientos psi son in-dispensables para la criminologíateórica actual, pero, además, si al-guien pretende hacer una crimi-nología teórica pura, sin consecuen-cias prácticas –sin aplicación– de esmejor que cerremos la puerta y lodejemos solo en su escritorio.

Equipo de trabajo:Romina Zárate, Alejandro Slokar, MatíasBailone y Jorge Vicente Paladines

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