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267 ANTECEDENTES GENERALES A lo largo del proceso histórico, dos ideas fundamentales, como base para las creaciones estético-literarias, se han impuesto en la vida cultural de los pueblos. La primera fue expuesta, a comienzos de la civilización occidental, por Homero en estos términos: "Diéronse las deidades, que decretaron la muerte de aquellos hombres para que sirviera a los venideros de asunto para sus cantos". (Homero 1995: 190) En contraposición a lo escrito por el griego, muchísimos siglos después, Liev Tolstói escribió: "Todo acto humano se halla inevitablemente sometido a determinadas condiciones por cuanto lo rodea, incluso por el cuerpo mismo del hombre". (Tolstói 1987: 1454) Por último, César Vallejo, desarrollando la idea del novelista ruso, agregó: "Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él, de frente o transmitido..." (Vallejo 1995: 282) Las obras respectivas de estos autores: ODISEA, GUERRA Y PAZ y ESPAÑA, APARTE DE MI ESTE CÁLIZ, entre otras, son consecuencia y símbolo de la encarnizada lucha del hombre, sobre esta mezcla de paraíso y de valle de lágrimas que es la vida, sobre la tierra. A la vez son patrimonios que trascienden épocas y que la humanidad nos ha legado para no olvidar el pasado, mitigar el presente y continuar la brega por el futuro. En medio de esta naturaleza divinizada y las deidades humanizadas, dividido o integrado, está el hombre, expresando, incluso con su muerte, vida. Así lo comprendieron y comprenden los creadores que ven en el diario vivir, la fuente primigenia y la razón última de toda creación artístico-literaria. Vargas Llosa es uno de ellos cuando escribe: "La raíz de todas las historias es la experiencia

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ANTECEDENTES GENERALES

A lo largo del proceso histórico, dos ideas fundamentales,

como base para las creaciones estético-literarias, se han impuesto en la vida cultural de los pueblos. La primera fue expuesta, a comienzos de la civilización occidental, por Homero en estos términos: "Diéronse las deidades, que decretaron la muerte de aquellos hombres para que sirviera a los venideros de asunto para sus cantos". (Homero 1995: 190)

En contraposición a lo escrito por el griego, muchísimos siglos después, Liev Tolstói escribió: "Todo acto humano se halla inevitablemente sometido a determinadas condiciones por cuanto lo rodea, incluso por el cuerpo mismo del hombre". (Tolstói 1987: 1454)

Por último, César Vallejo, desarrollando la idea del novelista ruso, agregó: "Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él, de frente o transmitido..." (Vallejo 1995: 282)

Las obras respectivas de estos autores: ODISEA, GUERRA Y PAZ y ESPAÑA, APARTE DE MI ESTE CÁLIZ, entre otras, son consecuencia y símbolo de la encarnizada lucha del hombre, sobre esta mezcla de paraíso y de valle de lágrimas que es la vida, sobre la tierra. A la vez son patrimonios que trascienden épocas y que la humanidad nos ha legado para no olvidar el pasado, mitigar el presente y continuar la brega por el futuro.

En medio de esta naturaleza divinizada y las deidades humanizadas, dividido o integrado, está el hombre, expresando, incluso con su muerte, vida. Así lo comprendieron y comprenden los creadores que ven en el diario vivir, la fuente primigenia y la razón última de toda creación artístico-literaria. Vargas Llosa es uno de ellos cuando escribe: "La raíz de todas las historias es la experiencia

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de quien las inventa, lo vivido es la fuente que irriga las ficciones". (Vargas Llosa 1997: 21)

Lo escrito por el novelista se cumple, inclusive, en aquellos escritores que por su estilo literario estarían, aparentemente, alejados de la realidad. Estamos pensando, en Latinoamérica, en Jorge Luis Borges y su "literatura fantástica" y García Márquez en la línea del "realismo mágico".

El autor del ALEPH es diáfano cuando declara: "La gente suele suponer que la literatura fantástica es arbitraria. En vez, no es arbitraria: quizás haya seis o siete historias fantásticas esenciales que los hombres repiten, y yo sé que cada uno de mis cuentos fantásticos corresponde a una experiencia personal mía. A veces una experiencia muy íntima, que no he querido declarar directamente y que ha tomado espontáneamente la formula de una fábula fantástica". (Campra 1987: 131)

Por su parte el autor de CIEN AÑOS DE SOLEDAD dice: "Yo no podría escribir una historia que no sea basada exclusivamente en experiencias personales". (Vargas Llosa 1971: 88)

Lo dicho por los tres autores citados, tiene su razón de ser en la medida que: "...la literatura no es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma -quizá la más completa y profunda- de examinar la condición humana". (Sábato 1997: 9)

Idea que tiene su complemento, en lo escrito por Alfonso Reyes: "... la literatura, de un suceder imaginario, aunque integrado -claro es- por los elementos de la realidad, único material de que disponemos para nuestras creaciones". (Reyes 1974: 41)

La realidad y la experiencia que es descrita, recreada, reinventada y hasta sublimada en diversas formas estético-literarias tiene, de igual modo, otras formas de expresión, una de las más conocidas es la política, no sólo la cotidiana y

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contingente, sino aquella que es analizada, ordenada, sintetizada y, sobre todo, la actuada conscientemente.

En América Latina hay muchos ejemplos de cómo la política ha sido, deliberadamente, la razón de excelentes obras literarias (sólo tomaremos al género novelístico) en el siglo XX. Concretamente en los autores vinculados al BOOM de la novela latinoamericana, son célebres: SEÑOR PRESIDENTE (el guatemalteco Estrada Cabrera) de Miguel Ángel Asturias, YO EL SUPREMO (el general paraguayo de Francia) de Augusto Roa Bastos, EL OTOÑO DEL PATRIARCA (el general venezolano Juan Vicente Gómez) de Gabriel García Márquez y LA FIESTA DEL CHIVO (el general dominicano Rafael Leonidas Trujillo) de Mario Vargas Llosa.

La producción política-literaria de Vargas Llosa es ilustrativa. No sólo sus trabajos de ensayo o periodísticos están impregnadas de ideología y política que él trabaja literariamente, el novelista también hace política y transmite ideología a través de sus creaciones literarias, particularmente en sus novelas. Vargas Llosa tiene dos formas de exteriorizar estas expresiones humanas: directa e indirectamente.

La primera forma se expresa cuando el novelista toma, deliberadamente, como tema de fondo para sus creaciones, un hecho político y lo recrea literariamente; el resultado es, por ejemplo, sus creaciones mayores: CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL, LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO y LA FIESTA DEL CHIVO, o las menores: HISTORIA DE MAYTA, LITUMA EN LOS ANDES.

En CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL, Vargas Llosa se propone friccionar la atmósfera político-social de la sociedad peruana de los años 50, momento político marcado por la acción de la dictadura encabezada por el general Manuel Odría. En relación con esta experiencia literaria, el escritor, dice: "No creo que mis novelas den una visión del ser humano abstracta, metafísica, sino una visión histórica

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concreta. Acepto (además yo mismo me he encargado de decirlo muchas veces) que una novela como Conversación en la catedral aspira a expresar el fracaso, la frustración de una sociedad que vive una experiencia política determinada". (Cano 1972: 98)

En LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO evidencia los extremos a los que pueden llegar los hombres cuando predomina en su vida la fe sobre la razón, el tema central de la novela es un hecho histórico-político-militar, la guerra de Canudos, que ocurrió a fines del siglo XIX, en el nordeste brasileño.

Vargas Llosa, generalizando esta experiencia a toda América Latina, declara: "Para mí, quizá eso es lo que tiene Canudos de ejemplar para un latinoamericano, porque eso, esa ceguera recíproca, a partir de la visión fantástica de la realidad, de la que participan tanto republicanos como Jungos, es la misma ceguera para admitir la crítica que la realidad hace a la visión teórica. Esa es la historia de América Latina. La tragedia de América Latina es que, en distintos momentos de nuestra historia, nosotros nos hemos visto divididos, enfrentados en guerras civiles, en represiones, y a veces en matanzas peores que la de Canudos, por cegueras recíprocas parecidas. (...) Pero el fenómeno es general: es el fenómeno del fanatismo, básicamente, de la intolerancia que pesa sobre nuestra historia. En algunos casos, eran rebeldes mesiánicos; en ocasiones eran rebeldes utópicos o socialistas; en otras eran las luchas entre conservadores y liberales. Y si no era la mano de Inglaterra, era la del imperialismo yanqui o la de los masones o la mano del Diablo. Nuestra historia está plagada de esa intolerancia, de esa incapacidad de aceptar divergencias". (Setti 1989: 48)

En LA FIESTA DEL CHIVO continua con la tradición de evidenciar a los dictadores latinoamericanas, inaugurada por Asturias, seguida por Roa Bastos y García Márquez; describe

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con estilo magistral el mundo, poderes, conductas y actitudes del anticomunista y pro-yanqui "Generalísimo" Rafael Leonidas Trujillo, llamado el: "... Jefe Máximo, Benefactor y Padre de la Patria Nueva, que desde hacía tres décadas presidía los destinos de la República y las vidas y muertes de los dominicanos". (Vargas Llosa 2000: 45)

Además destaca a dos figuras: en primer lugar, al senador Henry (en español Enrique) Chirinos como prototipo de esos políticos "inmundos y miserables" que tanto abundan en el continente. En segundo lugar, el no menos "infeliz y perverso" jefe del Servicio de Inteleigencia Militar, Johnny Abbes García, personaje infaltable en la vida política Latinoamérica. En el país de Vargas Llosa lo encarnarían Esparza Zañartu en los tiempos de Odría, Agustín Mantilla en los de Alan García y Vladimiro Montesinos en los de Fujimori.

La segunda forma, de la relación entre política y literatura, la encontramos en Vargas Llosa en sus creaciones algo extremas en el tiempo, género y temática. Recordemos el enjuiciamiento que hace de los métodos de enseñanza impartidos en la sociedad peruana, en ese microcosmos del Colegio Militar Leoncio Prado, en la CIUDAD Y LOS PERROS, o los enfrentamientos ideológicos del profesor Brunelli, como representante de la aristocracia cultivada que defiende el pasado cultural, concretizados en los blancos de Lima, con el ingeniero Cánepa, quien como buen constructor de mentalidad capitalista, sólo le interesa edificar en Lima para acumular dinero, en el LOCO DE LOS BALCONES.

Hasta el momento hemos venido hablando de la literatura, como una forma del arte, que tiene su fuente principal en lo concreto; pero esto no sólo se limita a la experiencia individual, por el contrario, como sostiene T. Adorno: "... las obras de arte, incluso en las supuestamente individualistas, es un Nosotros y no un Yo quien habla ...".(Zima 1973: 54)

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Vargas Llosa, coincidiendo con el filósofo de la Escuela de Francfort, en torno al Yo y al Nosotros, desarrolla su idea sosteniendo que la literatura nace y se nutre de experiencias históricas, de hechos económico-sociales y acciones político-culturales vividas por la colectividad. Pero eso no quiere decir que se confundan Vargas Llosa, haciendo la diferencia entre lo artístico-literario y lo histórico-sociológico, declara: "Es evidente que la literatura aparte de ser una creación estética es también un testimonio de tipo histórico y social. Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza exacta de este testimonio?, ¿qué grado de creatividad tiene ese testimonio? ¿de qué manera debemos aceptarlo, interpretarlo, entenderlo? En realidad, se trata del problema de las relaciones de la literatura con la historia, de las relaciones de la literatura con la experiencia viva. (...) Creo que el testimonio que da la literatura es un testimonio que refleja la experiencia histórica y social, pero no a la manera de un documento sociológico o de un documento histórico, sino de una manera específica, diferente, única, y que esa naturaleza del testimonio es quizá lo que explica la perennidad de la literatura a lo largo de la historia". (Autores varios 1984: 65 y 66)

Por otra parte, para Vargas Llosa es lícito que el escritor en función de su estética se aproveche de todo el material posible, y a través de y con él pueda desarrollar y materializar su obra. Para el escritor, en función de cumplir a cabalidad con su vocación, la ética pierde su valor, el principio maquiavélico de que "El fin justifica los medios" encuentra su plena realización; pero a la vez no está de acuerdo con que la política, por ejemplo, se aproveche de la literatura o del escritor en función de sus fines.

En este plano él encuentra una lamentable contradicción, hasta hoy no resuelta, entre la ética y la estética, Vargas Llosa lo expresa así: "Desde un punto de vista ético seguramente el escritor que quiere poner la literatura al servicio de la política

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es más digno de admiración que aquel egoísta que pone la revolución al servicio de su vocación. Pero hay que tener en cuenta que, cuando hace eso, no es porque se lo proponga; Tolstoi no se propuso, al escribir GUERRA Y PAZ, servirse de las guerras napoleónicas, servirse de las miserias y glorias de su sociedad. No se lo propuso pero tampoco pudo evitar esa especie de enorme canibalización de la realidad, que es justamente el precio de la creación literaria. Un hombre elige servir a la literatura por un motivo fundamentalmente egoísta, aunque el producto de esa elección no sea egoísta, puesto que la literatura cumple una función en la sociedad". (Cano 1972: 26)

Que toda obra literaria tiene una carga ideológica y un interés político es para el novelista evidente y natural; pero con lo que él no está de acuerdo, es que la política y la ideología se introduzcan en la literatura exprofesamente; cuando se hace de esa forma deviene, según Vargas Llosa, en dirigismo y, casi siempre, en pérdida de calidad estética; esta es la razón del porqué, el escritor hispano-peruano toma partido por el "mensaje indirecto" que transmite en su literatura el "despectivo" novelista francés Gustave Flaubert en contra del "mensaje impuesto" que transmite en su literatura el "democrático" dramaturgo alemán Bertold Brecht.

Leamos: "Lo paradójico es que los productos artísticos de ambas actitudes contrarias son también contrarios en relación a las teorías de sus autores. El democrático Brecht escribe una obra que, en la práctica, parece suponer el infantilismo o la ineptitud de su público: todo debe serle explicado y subrayado para no dar la menor oportunidad al equívoco, a la interpretación incorrecta. La literatura adopta la forma de una clase en la que el autor, un riguroso dómine, explica a los alumnos una lección en la que van incluidas ciertas historias y sus enseñanzas, unas fábulas y las verdades excluyentes que ilustran. El ´mensaje´ es impuesto al lector o espectador (a

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menudo con genio) al mismo tiempo que una historia y unos personajes, sin dejarle escapatoria ni elección: la literatura resulta así, como las dictaduras, algo que no deja otra disyuntiva que el sometimiento o el rechazo totales".(Vargas Llosa 1995: 226)

Mientras que "El despectivo Flaubert, en cambio, realizó una obra que en la práctica supone (en la medida que las exige) la adultez y la libertad del lector: si hay una verdad en la obra literaria (porque es posible que haya varias y contradictorias), se halla escondida, disuelta en el entramado de elementos que constituye la ficción, y le corresponde al lector descubrirla, sacar por su cuenta y riesgo las conclusiones éticas, sociales y filosóficas de la historia que el autor ha puesto ante sus ojos. El arte de Flaubert respeta por sobre todas las cosas la iniciativa del lector. La técnica de la objetividad está encaminada a atenuar al máximo la inevitable `imposición´ que conlleva toda obra de arte. No digo, claro está, que las novelas de Flaubert carezcan de ideología, que no proponen una cierta visión de la sociedad y del hombre, sino que, en su caso, estas ideas no son causa sino más bien efecto de la obra de arte; ...". (Vargas Llosa 1995: 267)

Para Vargas Llosa la literatura y la política teniendo una fuente común, son diferentes en cuanto al tratamiento de los temas y a su objetivo planeado, de ahí que no se puede poner en un mismo nivel estas dos vivencias humanas socio-culturales. Leamos: "... la literatura es algo más permanente que la actividad política, que un escritor no puede poner la política y la literatura en un pie de igualdad, porque si lo hace va a fracasar como escritor seguramente y tal vez como político". Pero el sostener esto no quiere decir que el novelista se aleje del compromiso político, todo lo contrario, él nos aclara líneas después, diciendo: "Al mismo tiempo que digo eso, yo soy una persona que está continuamente opinando sobre política y escribiendo sobre política y enfrascado en

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polémicas políticas. Por otra parte, creo que un escritor no debe rehuir al compromiso político, sobre todo en países como los nuestros, donde hay problemas tan arduos, donde la situación social y económica tiene muchas veces contornos tan dramáticos". (Setti 1989: 135 y 136)

En el capítulo II, en base a una síntesis hecha por Benedetti, hemos mencionado algunos conocidos artistas los cuales, en la mayoría de sus creaciones, están marcados por una profunda carga ideológico-política y no han perdido en absoluto su calidad estética. Lo dicho tiene relación con la manera en que la vocación artístico-individual se compagina con el interés general, no sólo estético, sino también con el histórico-social.

En el capítulo ya mencionado hemos desarrollado de igual modo las ideas de Vargas Llosa con respecto a la vocación del escritor. Él novelista, hasta mediados de la década de los 90, sostiene dos ideas fundamentales: en principio, la "voluntad" y la "persistencia" del individuo que hacía su genio, allí donde había, posiblemente, sólo ingenio; idea que se concatena con la "elección" o "decisión" de ser lo que la voluntad ha trabajado. El novelista sostiene que estas ideas fueron producto de la influencia del existencialismo, particularmente del filósofo francés Jean-Paul Sartre, nosotros creemos que esta influencia viene más bien del filósofo alemán Arthur Schopenhauer.

La idea de la "voluntad" y la "elección", a partir de la segunda mitad de la última década del siglo XX, cederá su lugar a lo "misterioso", a lo "irracional", a lo "innato" que vendrían a ser los primeros resortes con los que el escritor encuentra para desarrollar su vocación. Vargas Llosa escribe: "No creo que los seres humanos nazcan con un destino programado desde su gestación, por obra del azar o de una caprichosa divinidad que distribuiría aptitudes, ineptitudes, apetitos y desganos entre las flamantes existencias. Pero,

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tampoco creo, ahora, lo que en algún momento de mi juventud, bajo la influencia del voluntarismo de los existencialistas franceses -Sartre sobre todo-, llegué a creer: que la vocación era también una elección, un movimiento libre de la voluntad individual que decidía el futuro de la persona. Aunque creo que la vocación literaria no es algo fatídico, inscrito en los genes de los futuros escritores, y pese a que estoy convencido de que la disciplina y la perseverancia pueden en algunos casos producir el genio, he llegado al convencimiento de que la vocación literaria no se puede explicar sólo como una libre elección. Ésta, para mí, es indispensable, pero sólo en una segunda fase, a partir de una primera disposición subjetiva, innata o forjada en la infancia o primera juventud, a la que aquella elección racional viene a fortalecer, pero no a fabricar de pies a cabeza". (Vargas Llosa 1997: 10)

Desde sus primeros tiempos de narrador, Vargas Llosa, siguiendo a otros, particularmente a Gustave Flaubert y William Faulkner, ha utilizado algunas figuras metafóricas para describir la vocación del escritor, ligado a ciertas técnicas literarias. La mayoría de éstas, aparte de la "disidencia", los "demonios", el "elemento añadido" y el "buitre", fueron sintetizadas en su libro CARTAS A UN JOVEN NOVELISTA. Por las características de este trabajo nos limitamos sólo a mencionarlas: "Parábola de la solitaria", "El catobeplas", "El poder de persuasión", "Las mudas y el salto cualitativo", "La caja china", "El dato escondido" y "Los vasos comunicantes".

Otro hecho significativo en la relación entre política y literatura en Vargas Llosa es cuando relaciona época histórica, crisis social, escritores y género novelístico. Nietzsche en referencia a estas dos actividades humanas, escribió: "Todas las épocas grandes de la cultura son épocas de decadencia

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política: lo que es grande en el sentido de la cultura ha sido apolítico, ...". (Nietzche 1998: 86)

El escritor peruano-español, siguiendo en alguna forma esta idea del filósofo alemán, sostiene que las épocas de profundas crisis político-sociales son las más propicias para que aparezcan los grandes novelistas y sus creaciones, los que tienen el mérito no sólo de expresar estos males, sino incluso de avizorar muchas veces lo que vendrá (1). Él cree que eso sucedió, por ejemplo, con la mayor parte de la producción novelística de antes de las revoluciones de 1848 y de 1871 en Francia, experiencia que se repitió en la sociedad rusa previa a las revoluciones de 1905 y de 1917. Vargas Llosa declara: "Lo que ocurre en ese momento inicial del género se repite de alguna manera en todas las épocas históricas equivalentes, en las cuales la idea aglutinante, la clave para explicar la vida y la muerte, el mundo y el trasmundo, entra en crisis. Es por eso que las épocas de decadencia histórica, digamos, son las que han sido más estimulantes para la novela. Tolstoi y Dostoievski también surgieron cuando una sociedad entera se hundía en el caos y la confusión. Cuando la realidad parece estar muriendo social e históricamente es cuando surge esa necesidad de representaciones verbales de la realidad". (Cano 1972: 15)

Esta idea general, Vargas Llosa cree que se repite de igual modo en Latinoamérica. Interpretando la aparición del BOOM DE LA NOVELA en este continente, escribe: "A mí esto me parece un síntoma, el anuncio de grandes transformaciones históricas en América Latina. Los novelistas son como los buitres: se alimentan de carroña; es un hecho que éste es el alimento que más les conviene. Todas las grandes épocas de la novela han precedido, muy de cerca, algún Apocalipsis social". (Oviedo 1977: 69)

Vargas Llosa, como escritor, en lo fundamental ha heredado lo bueno y lo malo que caracterizó a los escritores

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europeos del siglo XIX, llamado también el "siglo de la novela moderna"; y esto demuestra entre otras cosas, euro centrismo aparte, que la cultura no tiene y no debe tener fronteras. De esta misma opinión es el estudioso alemán Wolfgang Luchting cuando escribe: "Las teorías de Mario Vargas Llosa sobre el narrador (que narra escribiendo, se entiende) son decimonónicas en su esencia: él hace romántica la figura del artista, del novelista. Pero lo hace de manera relativamente moderna si bien no muy reciente. Sus teorías se inspiran en Freud y Jung, por un lado, y en Sartre, por el otro. Así: el novelista está determinado por su subconsciente y el de su sociedad; se resiste a este estado de cosas al `realizarse´ actuando. Estas acciones, estos actos, requieren decisiones. La decisión específica y primaria del narrador es la de escribir". (Luchting 1977: 39)

Deseamos continuar desarrollando la relación entre política y literatura; pero ahora tomando las principales ideas de Vargas Llosa en torno al origen, estructura y futuro de la novela moderna. Lo haremos en contraposición a las de los dos teóricos más conocidos del género, el húngaro György Lukács y el rumano Lucien Goldmann.

VARGAS LLOSA Y SU POLÉMICA

CON LUKÁCS Y GOLDMANN

En las primeras décadas del siglo XX aparece el más conocido teórico de la novela moderna en Europa, nos referimos al filósofo György Lukács, y posteriormente, en la década de los 60, su continuador, Lucien Goldmann.

Por estos años se conocerán, también, los trabajos teóricos de los que el profesor Raymond Williams denomina "el grupo de Vitebsk", estamos hablando de los soviéticos P. N Medvedev, V. N Volshinov y M. M Bajtin; de los tres destaca, en los estudios específicos de la novela, Mijaíl Bajtin.

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Vargas Llosa en su polémica sobre el tema alude directamente a Lukács y Goldmann, razón por la cual nos limitaremos a desarrollar los principales puntos de vista en torno al origen, contenido y futuro de la novela moderna de los autores de SOCIOLOGÍA DE LA LITERATURA y PARA UNA SOCIOLOGÍA DE LA NOVELA respectivamente, y a la vez contraponerlos a los del autor de GARCÍA MÁRQUEZ: HISTORIA DE UN DEICIDIO, y así ver en qué puntos coinciden y en qué difieren.

György Lukács, siguiendo y desarrollando los estudios estéticos de los teóricos alemanes, particularmente Goethe, Schiller y Hegel, sostiene que la novela moderna, en el plano histórico-social, está ligada al capitalismo como sistema económico, a la burguesía como clase social y a la quiebra de la cultura religiosa (la muerte de dios), en el nivel espiritual. Siendo esto el marco general, en el plano específico de la novela-novelista será Goethe quien más ha influenciado en Lukács con esta idea rectora: "La novela es una epopeya subjetiva en la cual el autor pide permiso para representar el mundo a su manera. Falta por saber si efectivamente tiene una manera de representárselo. El resto viene dado a partir de aquí". (Zima 1973: 115)

Según el filósofo húngaro, la novela en particular y el arte en general, no son meros reflejos de la sociedad en la cual se desarrollan y recrean. Lukács vio este problema con mucha claridad desde los inicios de sus estudios estéticos, de ahí que en 1909 en DAS MODERNE DRAMA (El drama moderno) criticando esta corriente mecanicista, escribió: "El defecto mayor de la crítica sociológica del arte consiste en que busca y analiza los contenidos de las creaciones artísticas, queriendo establecer una relación directa entre ellas y determinadas condiciones económicas. Pero lo verdaderamente social de la literatura es la forma. Sólo la forma consigue que la vivencia del artista con los otros, con el público, se convierta en

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comunicación, y gracias a esta comunicación establecida, gracias a la posibilidad del efecto y la aparición verdadera del efecto el arte llega a ser -en primer lugar- social". (Lukács 1973: 67)

Luego relacionando forma, vida y hecho social, escribe: "Decíamos que la forma es una realidad anímica que participa activamente en la vida del alma, y como tal no sólo desempeña un papel como factor que actúa sobre la vida y transforma las vivencias, sino también como factor estructurado por la vida. Los esquemas de las condiciones del destino corresponden a las formas de la literatura; pero el marco de aquello que calificamos como destino, cómo lo calificamos y con qué intensidad lo observamos, cómo lo valoramos, todo esto ha de ser determinado por lo menos por la vida. En épocas determinadas sólo son posibles determinadas concepciones de la vida, y a pesar de que la Sociología de la Literatura no se puede ocupar buscando la causa que origina esta concepción de la vida, estas intuiciones del mundo constatan en cambio el hecho de que determinadas instituciones del mundo aportan unas formas determinadas, las posibilitan, y del mismo modo excluyen otras a priori. Aquí actuarían las conexiones internas. El factor determinante externo de la Literatura es el efecto tanto más general, amplio y profundo, cuanto más social es la causa". (Lukács 1973: 68 y 69)

Entre 1914 y 1915 Lukács desarrolla sus ideas en torno a otro elemento fundamental del arte, el papel del artista en torno a él, en DIE THEORIE DES ROMANS (La teoría de la novela), sostiene: "El artista transplanta un trozo de la vida a un ambiente destacado de la totalidad de la vida en el que pone su acento; y tanto la selección como la delimitación llevan en la obra misma el sello de su origen, siguiendo el deseo y el conocimiento del sujeto; su naturaleza es lírica en mayor o menor grado. La relatividad de independencia y

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unión de los seres vivos y de sus relaciones igualmente vivas -establecidas orgánicamente sobre ellas-, puede ser elevada a forma cuando una colocación consciente del sujeto creador de la obra descubre un sentido inmanente y lúcido en la existencia aislada de esta parte de la vida. La acción creadora del sujeto, que da forma y límites, su soberanía en la creación dominante del objeto, es la lírica de las formas épicas sin totalidad. Esta lírica es la última unidad épica; no se trata de ningún regalarse de un Yo solitario en la contemplación inmaterial de su propio Yo, de ninguna disolución del objeto en sensaciones y efectos, sino que lleva la existencia de toda la estructura, nacida de la norma y creando formas". (Lukács 1973: 92)

Del arte y de la literatura en general, pasa al estudio de la novela en particular; el filósofo, afirma: "La novela es la forma de la virilidad madurada; su autor ha perdido la luminosa fe juvenil de toda poesía, `de que el destino y el alma sean nombres de un concepto´; y cuanto más dolorosa y profunda está arraigada en él la necesidad de oponer a la vida este credo esencialísimo de toda obra literaria como una exigencia, tanto más dolorosa y profundamente ha de aprender que sólo se trata de una exigencia y que no es una verdadera realidad. Y este conocimiento, su ironía, se dirige tanto contra sus héroes que parecen en la realización de esta fe, como contra la propia sabiduría que fue obligada a reconocer la inutilidad de esta lucha y la victoria definitiva de la realidad". (Lukács 1973: 98)

Para Lukács, el dejar de ser joven y transformarse en adulto, tiene sus consecuencias en este mundo de la creación estética, en la medida que: "Los dioses guían a los héroes de juventud en sus caminos. Al final de su itinerario les espera el resplandor de la caída o la felicidad del éxito, o ambas cosas a la vez. Pero nunca caminan solos, sino siempre guiados. Así se explica la profunda seguridad de su paso; tanto si abandonados

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por todos, lloren amargamente en islas desiertas, tanto si en la más profunda aberración de la ceguera tambaleen hasta el pórtico del infierno, siempre los rodea la atmósfera de la seguridad. Siempre les asiste el dios que designa los caminos del héroe y que precede al héroe por los caminos". (Lukács 1973: 98)

Posteriormente, sostiene que: "Los dioses ahuyentados y aquellos que aún no han alcanzado el poder se convierten en demonios: su poder es efectivo y vivo, pero ya no -o aún no- atraviesa el mundo: el mundo ha recibido una conexión de sentidos o una unión causal, incomprensible para el poder de vivos efectos del dios transformado en demonio, desde cuyo punto de vista aparece como puro absurdo su actuación. Pero el poder de su efectividad es inamovible, porque el ser del nuevo dios se asienta en la muerte del antiguo. Por ese motivo, uno de ellos -en la esfera del único ser esencial, del ser metafísico- tiene la misma valencia de realidad que el otro". (Lukács 1973: 99)

En otro párrafo, sintetizando, es concluyente en torno a este género: "La novela es la epopeya del mundo dejado de la mano de dios; la psicología del héroe novelístico es lo demoníaco; la objetividad de la novela es el conocimiento virilmente maduro de que el sentido no podrá penetrar nunca en la realidad, pero que sin él ésta se desharía en la nada de la inesencialidad: todo significa lo mismo. Designa los límites productivos y trazados desde dentro de las posibilidades de la estructuración de la novela y al mismo tiempo alude inequívocamente al instante filosófico-histórico donde son posibles las grandes novelas, donde se transforman en el símbolo de lo esencial, en el símbolo de lo que debe decirse. El carácter de la novela es la virilidad madura y la estructura característica de su tema es su manera discreta, la profunda separación entre interioridad y aventura (...) La novela es la forma de la aventura correspondiente al valor propio de la

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interioridad. Su contenido es la historia del alma que sale para conocer, que va en busca de las aventuras para ser examinado por ellas, para hallar su propia esencialidad, acreditándose en ellas". (Lukács 1973: 100)

En otro párrafo, en torno al mundo interior del personaje novelístico, continúa: "La psicología del héroe novelístico es el campo de eficacia de lo demoníaco: La vida biológica y sociológica tiene una profunda inclinación a mantenerse en su propia inmanencia: los hombres sólo quieren vivir y las estructuras quieren permanecer intactas: La lejanía y la ausencia del dios actuante daría el absolutismo a la desidia y a la modestia de esta vida que se corrompe en silencio, si no fuese por los hombres que capturados por el poder del demonio llegan más allá de ellos mismos de manera infundada, para anular todas las bases psicológicas y sociológicas de su existencia". (Lukács 1973: 101)

Relacionando ironía, libertad, ausencia de dios, totalidad y novela moderna, escribe: "Para la novela, la ironía es esta libertad del autor frente a dios, la relatividad trascendental de la objetividad estructuradora: La ironía que puede divisar en una duplicidad intuitiva la acción de dios, del mundo dejado de la mano de dios; que ve el perdido hogar utópico de la idea convertida en ideal, y al mismo tiempo capta esto en su condicionamiento subjetivo psicológico, en su única forma existencial posible. La ironía que -aunque de manera demoníaca- entiende al demonio contenido en el sujeto como una esencialidad meta-subjetiva, y que debido a ello siempre que habla de aventuras de almas extraviadas en una realidad vacía y sin esencia, habla -presintiéndolo y sin expresarlo- de dioses pasados y por venir (...) La ironía como supresión de la subjetividad acabada es la libertad más alta que es posible en un mundo sin dios. Debido a ello, no sólo es la única condición apriorística posible de una objetividad creadora de totalidad, sino que eleva también esta totalidad, la novela, a la

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categoría de forma representativa de la era, apareciendo las categorías estructuradoras de la novela de forma constitutiva en la situación del mundo". (Lukács 1973: 102)

Años después en su trabajo SCHILLERS THEORIE DER MODERNEN LITERATUR (La teoría de Schiller sobre la literatura moderna) sostiene que: "El gran período de la teoría burguesa de la literatura se cierra con el enorme resumen histórico-universal de la Historia por la Literatura y el Arte en la estética de Hegel". Y luego agrega: "En sus problemas inmediatamente formales y de contenido, la incipiente literatura burguesa comienza más bien de la herencia medieval que no de la antigüedad. Es comprensible: Porque la moderna clase burguesa se formó económicamente a partir de la burguesía urbana de la edad media, para convertirse más tarde en la fuerza que hundiría el sistema feudal. También allí donde los primeros grandes representantes de la literatura burguesa se hallan enzarzados en la más dura lucha ideológica contra el declinante sistema feudal, donde a partir de esta lucha desarrollan unas formas totalmente nuevas de la configuración artística, esta nueva Literatura parte de manera natural de aquellas formas y contenidos (Ariosto, Rabelais, Cervantes), aunque a veces de forma satírico-irónico, destruyendo las viejas ideologías y sus modos de configuración artística. La moderna novela corta, la novela moderna, el drama moderno del tipo Shakespeareano, la forma lírica moderna (rima, etc.) conservan una inmensurable herencia del mundo formal surgido de la edad media. Como es natural existe una serie de formas de importancia (el drama clasicista, la renovación de la Epopeya, sátira, poesía didáctica, oda, etc.), que se formaron de una recepción más o menos directa de modelos antiguos. Y es muy característico para los primeros periodos de la moderna teoría burguesa de la Literatura, que en sus análisis utiliza casi exclusivamente estas formas, despreciando a las otras como una bárbara falta de forma. (...) Las nuevas formas

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especialmente características de la literatura burguesa, y en especial la novela, se desarrollan casi por completo al margen de la teoría de la literatura, desatendidas por ella". (Lukács 1973: 155)

Terminamos con Lukács recogiendo su opinión relacionada con el escritor moderno. De este personaje que "ha hecho de su intimidad una industria", dice: "Pero debe tenerse en cuenta que la exageración de la propiedad personal, técnico-artística, y de la novedad individual y técnica de los medios de expresión y de la elección del tema, presenta al escritor con una necesidad interna. Debido a ello, la personalidad propia, su particularidad individual, los rasgos subjetivos del proceso de creación, sus conquistas y dificultades subjetivas, la particularidad individual de finezas estilísticas, reciben un peso que no poseen objetivamente, ni desde el lado de la sociedad ni del de la evolución del arte; un peso, que tampoco poseyeron los escritores de tiempos artísticamente más felices". (Lukács 1973: 195)

Por su lado Lucien Goldmann en PARA UNA SOCIOLOGÍA DE LA NOVELA, siguiendo las principales ideas de Lukács, y compaginando novela y sociedad, sostiene: "Siendo la novela la búsqueda degradada de valores auténticos en un mundo inauténtico, ha de ser, necesariamente y a la vez, una biografía y una crónica social". (Goldmann 1975: 20)

En otra página: "En nuestra opinión, la forma novelesca es, en efecto, la transposición al plano literario de la vida cotidiana en la sociedad individualista nacida de la producción para el mercado. Existe una homología rigurosa entre la forma literaria de la novela, (...) y la relación cotidiana de los hombres con los bienes en general y, por extensión, de los hombres entre sí, en una sociedad que produce para el mercado". (Goldmann 1975: 24)

Más aún Goldmann, relacionando un estilo de novela con la burguesía como clase social, escribe: "La novela de héroe

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problemático se revela así, contrariamente a la opinión tradicional, como una forma literaria vinculada sin duda a la historia y al desarrollo de la burguesía, pero que no es la expresión de la conciencia real o posible de esta clase". (Goldmann 1975: 33)

Luego, insistiendo en su vinculación entre novela y clase social, y más especificando con las clases medias, continúa: "... es probable que el género novelesco no haya podido aparecer y desarrollarse más que en la medida en que un estado de descontento afectivo no conceptualizado y una aspiración afectiva directamente orientada hacia valores cualitativos se hayan desarrollado en el conjunto de la sociedad o, quizá, únicamente entre las capas medias, en cuyo interior se reclutan la gran mayoría de los novelistas". (Goldmann 1975: 31)

Lucien Goldmann, emparentando en el plano psico-sociológico, una vez más, novela con clase media termina sosteniendo: "Estudio que sería tanto más importante cuanto que, además de su objeto propio, podría significar una aportación nada desdeñable al estudio de las estructuras síquicas de ciertos grupos sociales y, especialmente, de las capas medias de la sociedad". (Goldmann 1975: 36)

Vargas Llosa, así como en su trayectoria ideo-política es un espíritu inseguro, emotivo y contradictorio, de igual modo lo es en su valoración estético-literaria. Hasta fines de la década de los 60, él coincidía con las ideas esenciales de Lukács y Goldmann en torno al origen, desarrollo y posible futuro de la novela moderna.

En 1970, haciendo la diferencia entre la novela de caballería y la novela moderna, y a la vez comprobando la crisis de esta última, dice: "Las novelas de caballería dan soberbias representaciones de su tiempo. Abarcan la realidad en su nivel mítico, en su nivel religioso, en su nivel histórico, en su nivel social, en su nivel instintivo. Ha habido una

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especie de decadencia de la novela en los últimos tiempos, una especie de repliegue. La tentativas modernas de la novela quieren dar una visión de un solo canal, de un solo nivel de realidad. Yo estoy, al contrario, por la novela totalizadora, que ambiciona abrazar una realidad en todas sus fases, en todas sus manifestaciones". (Oviedo 1977: 67)

En este mismo año vinculando espacio-tiempo con el nacimiento de la novela moderna, escribe: "La novela es el más histórico de los géneros en el sentido de que, a diferencia de la poesía o el teatro, cuyo origen se confunde con el origen de todas las civilizaciones, ella tiene fecha y lugar de nacimiento. Esta representación verbal desinteresada de la realidad humana que expresa el mundo en la medida que lo niega, que rehace deshaciendo, este deicidio sutil que entendemos por novela y que es perpetrado por un hombre que hace las veces de suplantador de Dios, nació en Occidente, en la alta Edad Media, cuando moría la fe y la razón humana iba a reemplazar a Dios como instrumento de comprensión de la vida y como principio rector para el gobierno de la sociedad. Occidente es la única civilización que ha matado a sus dioses sin sustituirlos por otros, ha escrito Malraux: la aparición de la novela, ese deicidio, y del novelista, ese suplantador de Dios, es, en cierto sentido, el resultado de ese crimen ...". (Oviedo 1977: 70)

En 1971 Vargas Llosa publicó su tesis doctoral GARCÍA MÁRQUEZ: HISTORIA DE UN DEICIDIO. Desde el título, hace alusión a la muerte de Dios y luego destaca el papel del novelista como el suplantador de la deidad. Además de estas dos ideas principales Vargas Llosa centró su análisis, del punto que nos incumbe, en el capítulo titulado EL NOVELISTA Y SUS DEMONIOS, donde afirma: "Escribir novelas es un acto de rebelión contra la realidad, contra Dios, contra la creación de Dios que es la realidad. Es una tentativa de corrección, cambio o abolición de la realidad real, de su

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sustitución por la realidad ficticia que el novelista crea. Éste es un disidente: crea vida ilusoria, crea mundos verbales porque no acepta la vida y el mundo tal como son (o como cree que son). La raíz de su vocación es un sentimiento de insatisfacción contra la vida; cada novela es un deicidio secreto, un asesinato simbólico de la realidad". (Vargas Llosa 1971: 85)

Relacionando los demonios con los temas, Vargas Llosa sostiene: "El porqué escribe un novelista está visceralmente mezclado con el sobre qué escribe: los demonios de su vida son los temas de su obra. Los demonios: hechos, personas, sueños, mitos, cuya presencia o cuya ausencia, cuya vida o cuya muerte lo enemistaron con la realidad, se grabaron con fuego en su memoria y atormentaron su espíritu, se convirtieron en los materiales de su empresa de reedificación de la realidad, y a la que tratará simultáneamente de recuperar y exorcizar, con las palabras y la fantasía, en el ejercicio de esa vocación que nació y se nutre de ellos, (...) El proceso de la creación narrativa es la transformación del demonio en tema, el proceso mediante el cual unos contenidos subjetivos se convierten, gracias al lenguaje, en elementos objetivos, la mudanza de una experiencia individual en experiencia universal". (Vargas Llosa 1971: 87)

El novelista y el escritor en general, para Vargas Llosa, es uno de los seres más libres que existen sobre la tierra, pero ante sus demonios, devenidos en temas, es un auténtico esclavo, que gracias al ejercicio de su vocación recupera su plena libertad, leamos: "Si un novelista no elige sus temas, sino, más bien, es elegido por éstos como novelista, la conclusión es, en cierto modo, deprimente: el novelista no es libre. Efectivamente, no lo es, pero en el mismo sentido que ningún hombre es libre de elegir sus sueños o pesadillas. En el dominio específico de sus fuentes, el suplantador de Dios es un esclavo de determinadas experiencias negativas de la

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realidad, de las que ha extraído la voluntad de escribir y de las que esta voluntad se nutre incansablemente al traducirse en una praxis. Pero en el ejercicio de su vocación, en la operación concreta de convertir sus obsesiones en historias, el suplantador de Dios recupera su libertad y puede ejercerla sin límites. El esclavo es un ser absolutamente libre en el dominio de la forma, y es precisamente en este dominio -el del lenguaje y el orden de una ficción- en el que se decide su victoria o su fracaso como suplantador de Dios". (Vargas Llosa 1971: 101)

Finalmente: "... el suplantador de Dios no sólo es un asesino simbólico de la realidad, sino, además, su ladrón. Para suprimirla, debe saquearla; decidido a acabar con ella, no tiene más remedio que servirse de ella siempre. (...) Los demonios que deciden y alimentan la vocación pueden ser experiencias que afectaron específicamente a la persona del suplantador de Dios, o patrimonio de su sociedad y de su tiempo, o experiencias indirectas de la realidad real, reflejadas en la mitología, en el arte o la literatura". (Vargas Llosa 1971: 102 y 103)

Con algunas divergencias menores, como podemos ver, Vargas Llosa, en esencia coincide con Lukács y Goldmann, sobre todo en torno al papel de la novela y del novelista en el proceso de creación, recreación y transformación de la "realidad real" hacia la "realidad ficticia".

Un año después Vargas Llosa regresa sobre el tema; pero esta vez cuestionando algunas tesis de los estudiosos líneas antes nombrados, en cuanto al origen, crisis o, eventualmente, muerte de la novela moderna; leamos lo que declaró: "La hipótesis que lanzó Lukács hace unos treinta años late en todas estas predicciones sobre la muerte del género. Me refiero a la hipótesis según la cual el destino de la novela está ligado al destino de una clase social determinada: la burguesía. Que la novela nació con la burguesía, que su apogeo coincidió con el de la burguesía -el siglo XIX- y que, en consecuencia, su

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desaparición está condicionada a la de la clase que la hizo nacer y desarrollarse. Esta teoría que lanzó Lukács ha sido propagada por Goldmann y en América Latina hay muchos papagayos que la repiten. Me parece que es una teoría errónea. Lukács no pudo probar la existencia de un vínculo determinista y mecánico entre la novela y una determinada clase social, y aún menos vincular el origen del género con el de la burguesía. Lo máximo que se puede demostrar en este terreno es que la novela surge en el momento en que la civilización deja de tener un carácter predominante rural y pasa a tener un carácter predominantemente urbano, en el momento en que la ciudad comienza a predominar sobre el campo. Pero más importante todavía que esta coincidencia me parece el hecho de que la novela haya surgido en el momento en que la cultura religiosa, en que la cultura teológica, entraba en crisis". (Cano 1972: 13)

Párrafos después Vargas Llosa insistiendo en la quiebra de la "cultura religiosa", continúa: "Cuando esta totalización se rompe, cuando la clave para explicar la vida y la muerte, es decir, la fe en Dios, es reemplazada por la razón, por la inteligencia -momento en que el Renacimiento comienza a tomar cuerpo en Europa- los problemas ya no están tan cómodamente resueltos para la mente humana, hay algo que falla, surgen las dudas. Es el final de la Edad Media: Dios es reemplazado por la razón, y ésta no llega a colmar el vacío dejado por aquél: el resultado de ese deicidio es la aparición de la novela. Fielding, Cervantes, Martorell son de alguna manera consecuencia de la Muerte de Dios. En el momento en que el orden respaldado por la fe comienza a flaquear, en que la realidad comienza a ser sentida como caos y la vida como confusión, surge la necesidad de órdenes sustitutivos (...) Es justamente cuando entra en acción la novela, como un nuevo orden y un nuevo sentido de la vida". (Cano 1972: 14 y 15)

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Por último esgrime otro argumento en contra de la teoría de Lukács y Goldmann, en estos términos: "Podría aún añadir que si esa tesis es falsa respecto al origen de la novela también lo es -y quizá por los mismos motivos- respecto al ocaso. Tenemos el caso flagrante de la Unión Soviética. Allí la burguesía desapareció hace muchos años, lo suficiente como para que, si esa tesis fuera válida, la novela como género hubiese comenzado por lo menos a declinar, lo que está muy lejos de suceder. No sólo esto no ha ocurrido sino que Rusia es probablemente el único país del mundo donde se siguen escribiendo las novelas más formalmente burguesas que se escriben en la actualidad, incluso por muy buenos escritores". (Cano 1972: 16)

Vamos por partes. En primer lugar, cuando Vargas Llosa sostiene que "es el fin de la edad media", "cuando la ciudad reemplaza al campo" y la "cultura religiosa" entra en crisis, y que como consecuencia de ello ocurre la "muerte de Dios" y por consiguiente aparece el "suplantador de Dios", utiliza los mismos argumentos que sostienen, con otras palabras, Lukács y Goldmann, sobre el contexto y el origen del género novelístico, en especial de la novela moderna.

En segundo lugar, cuando Vargas Llosa habla de que en "América Latina hay muchos papagayos que repiten" la tesis de los estudiosos europeos en torno a la crisis o muerte de la novela, como consecuencia de la crisis de la burguesía como clase social, se refiere, deducimos, a Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Ernesto Sábato y Carlos Fuentes. Citemos a los aquí nombrados. Borges, escribió: "Chesterton, apenas ayer, escribía: `la novela bien puede morir con nosotros´. El instinto de Flaubert presintió esa muerte, que ya está aconteciendo -¿ no es el ULISES, con sus planos y horarios y precisiones, la espléndida agonía de un género?-, y en el quinto capítulo de la obra condenó las novelas estadísticas o etnográficas de Balzac y, por extensión, las de Zola". (Borges 1997: 179).

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Para Carpentier: "Periódicamente se produce, en la historia literaria del mundo, algo que -usándose una expresión de hoy- suele calificarse de crisis de la novela, pero no sería propio hablar de crisis de novela, sino de crisis de una determinada novelística". (Carpentier 1981: 192)

Por su parte Sábato, sostiene: "Muchas de las bizantinas discusiones sobre la crisis de la novela se deben a que se plantea el problema de modo intrínsecamente literario. No creo que se logre ninguna claridad ni se llegue a una conclusión neta y valedera si no se plantea el fenómeno de la novela como epifenómeno de un drama infinitamente más vasto, exterior a la literatura misma: el drama de la civilización que dio origen a esa curiosa actividad del espíritu occidental que es la ficción novelesca. El nacimiento, desarrollo y crisis de esa civilización es también el desarrollo y crisis de la novela". (Sábato 1997: 21)

Carlos Fuentes escribe: "Cabría preguntarse, en primer lugar, si se puede identificar totalmente el género novelesco con la burguesía (por más que el apogeo de la forma narrativa moderna coincida con el de esa clase social). Longo y Apuleyo, Las mil y una noches, Boccacio, Firenzuola, la narrativa china e hindú, la novela de caballería demuestra que existe una amplitud mayor. Lo que ha muerto no es la novela, sino precisamente la forma burguesa de la novela y su término de referencia, el realismo, que supone un estilo descriptivo y psicológico de observar a individuos en relaciones personales y sociales. Pero si el realismo burgués ha muerto, secuestrado por los espectáculos de masas, la psicología y la sociología, ¿quiere ello decir que la realidad novelesca ha muerto con él? Inmersos en esta crisis, pero indicando ya el camino para salir de ella, varios grandes novelistas han mostrado que la muerte del realismo burgués sólo anuncia el advenimiento de una realidad literaria mucho más poderosa". (Fuentes 1969: 17)

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Por último, un nuevo "papagayo que repite" a Lukács y Goldmann, sería el peruano Miguel Gutiérrez, quién además de considerar a Lukács y Bajtin, si bien con argumentos distintos los dos mayores teóricos del género, va mucho más allá al exponer dos hipótesis dignas de ser tomadas en cuenta.

Para comenzar, en torno al llamado "realismo socialista" en el arte, Gutiérrez afirma: "A lo largo de numerosos años he pensado mucho en este problema (...), llegué a la conclusión de que el problema esencial del realismo socialista es que no era realismo sino idealismo, en la medida en que presenta a los sujetos, los acontecimientos y las cosas no como son sino como debieran ser. Se trata, pues, de una estética del deber ser y supeditada a criterios morales y de utilidad revolucionaria de la obra artística". (Gutiérrez 1996: 14)

Y en cuanto a la novela y el socialismo, de igual modo: " ... la novela, por naturaleza, resulta incompatible con el socialismo. Señalaré dos de estas razones de incompatibilidad por considerarlas esenciales. Más allá de los modelos seguidos en la construcción de las sociedades socialistas, por principio al socialismo le resulta ajena a su sistema de valores una forma literaria fundada en la exploración de los modos de existencia individuales dentro de un mundo social que impide o se opone al desarrollo de las potencialidades humanas. En el socialismo (por lo menos en teoría) prima la colectividad, lo comunal, lo solidario, y único camino correcto que le queda al individuo es integrarse en el todo social, de modo que la perfección humana verdaderamente sublime consistiría en la anulación misma del yo, del ego. En segundo lugar, aunque el socialismo es todavía una etapa hacia el comunismo, dentro de la concepción marxista significa ya `un salto cualitativo´ en relación a los modelos anteriores de organización social y anuncia, según la hermosa propuesta del Manifiesto comunista, el fin de la prehistoria de la humanidad y el comienzo de la historia propiamente humana. Revelar de

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manera artística esta perspectiva implica un acuerdo con el ser, una visión optimista y positiva del hombre y la historia que garantiza el triunfo final y confiere sentido y plenitud a todas las acciones encaminadas a alcanzar la meta, aunque en la marcha por ese objetivo el Partido y las masas sufran los más duros reveses". (Gutiérrez 1996: 12 y 13)

Regresando a Vargas Llosa, cuando él argumenta " ... tenemos el caso flagrante de la Unión Soviética, allí la burguesía desapareció hace años ... " y a pesar de ello la novela no sólo no ha muerto, tampoco está en crisis, y más aún se sigue escribiendo, en ese país, novelas de mucha calidad. La verdad es que con este argumento, Vargas Llosa demuestra desconocer los principios elementales de la ciencia política, concretamente la teoría sobre el sistema de Estado, sobre el sistema de gobierno y de las clases sociales. Ningún teórico marxista ni no marxista serio, sostenía en la década de los 70 del siglo pasado dicho planteamiento; por el contrario, a principios de la década de los 60, Mao Tse Tung y el Che Guevara, entre otros, plantearon que en Rusia se había restaurado el capitalismo, que una nueva burguesía se había apoderado del poder del Estado, que Rusia se ha transformado de país socialista en social imperialista.

Además es conocido que cuando una clase entra en crisis o eventualmente desaparece, esto no implica que la cultura por ella creada, automáticamente, entra en crisis o muera. La cultura, como parte de la ideología, de una clase que muere, no sólo perdura por años sino hasta por siglos; esto es de conocimiento general, y para no extendernos, recordemos lo que un compatriota de Vargas Llosa, allá por los años veinte, escribió, sobre el punto: "El capital es expropiable violentamente. La cultura, no. Y, en manos de la burguesía, la cultura es un arma eminentemente política, un arma reaccionaria, un arma contrarrevolucionaria. La cultura es el mayor gendarme del viejo régimen". (Mariátegui 1975: 29)

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En 1987 Vargas Llosa retoma el tema en discusión, y en gran medida repitiendo los argumentos de Lukács y Goldmann escribe: "Un misterioso vínculo une la novela con la urbe, un parentesco que no existe en los casos del teatro y de la poesía. A diferencia de éstos, que florecen en todas las culturas y civilizaciones agrarias, antes de la preeminencia de las ciudades, la novela es una planta urbana a la que parecen serle imprescindibles para germinar y propagarse las calles y los barrios, el comercio y los oficios y esa muchedumbre apiñada, variopinta, diversa de la ciudad. Lukács y Goldmann atribuyen este vínculo a la burguesía, clase social en la que la novela habría encontrado no sólo su audiencia natural, sino, también, su fuente de inspiración, su materia prima, su mitología y sus valores: ¿no es el siglo burgués por excelencia el siglo de la novela? Sin embargo, esta interpretación clasista del género no tiene en cuenta los ilustres precedentes de la novelística medieval y renacentista (...) y, en algunas de sus ramas, también palaciega y aristocrática. En verdad, la novela es urbana en un sentido comprensivo, totalizador: abraza y expresa por igual a ese conglomerado policlasista que es la sociedad urbana. La palabra clave es, tal vez, sociedad. El universo de la novela no es el del individuo sino el del individuo inmerso en un tejido humano de relaciones múltiples, el de un hombre cuya soberanía y cuyas aventuras están condicionadas por las de otros como él. (...) Y no hay nada que simbolice y encarne mejor la idea de sociedad que la urbe, espacio de muchos, mundo compartido, realidad gregaria por definición. Que ella sea, pues, la tierra de elección de la novela parece coherente con su predisposición más íntima: representar la vida del hombre en medio de los hombres, fingir la condición del individuo en su contexto social". (Vargas Llosa 1992: 198 y 199)

En lo transcrito, Vargas Llosa ya no cuestiona a Lukács y Goldmann en cuanto al futuro de la novela, los cuestiona en

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relación a sus antecedentes. Según él: "...esta interpretación clasista del género no tiene en cuenta los ilustres precedentes ...". En primer lugar los estudiosos no hablan de la novela en general, hablan de la "novela moderna" en particular. Es sabido, con Alfonso Reyes, que antes de la novela moderna existió la: " ... novela bizantina, novela pastoral, novela celestinesca, novela picaresca, novela naturalista (...) La novela comprende la epopeya antigua y la moderna: la Iliada, el Orlando, la Araucana y lo que hoy se llama novela: Dickens, Balzac y Proust". (Reyes 1974: 47)

El problema en el novelista hispano-peruano es que parte de hipótesis falsas, como sostener que en Rusia ya "desaparecieron las clases sociales" y hablar de la "novela en general" donde debería hablar de la "novela moderna en particular" como consecuencia, sus conclusiones son de igual manera falsas. Para la investigación científica, todo hecho o fenómeno dado tiene sus antecedentes y sus consecuentes, el presente viene a ser el resultado de la lucha-unidad de lo viejo que se resiste a perecer y de lo nuevo que pugna por nacer, lo realmente nuevo es consecuencia de ese enfrentamiento, es lo particular que caracteriza una época histórica-política o una expresión artístico-cultural.

Deseamos terminar esta polémica manifestando que discrepo con Vargas Llosa por los cambios frecuentes de opinión y por la inconsecuencia en su argumentación en torno al origen, desarrollo y futuro de la novela, en general, y de la moderna, en particular, y asimismo dar la razón a Lukács y Goldmann, y a los "papagayos" latinoamericanos. Lo hacemos cediendo la palabra a quien desde nuestro punto de vista ha sintetizado mejor en América Latina las ideas en torno al origen, desarrollo y futuro de la novela moderna.

Ernesto Sábato escribe: "El surgimiento de la novela occidental coincide con la profunda crisis que se produce al finalizar la época medieval, era religiosa en que los valores

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son nítidos y firmes, para entrar en una era profana en que todo será puesto en tela de juicio y en que la angustia y la soledad serán cada día más los atributos del hombre enajenado. Si hemos de buscar una fecha más o menos definida, creo que podemos fijarla en el siglo XIII, cuando comienza la desintegración del Sacro Imperio y cuando el Papado como el Imperio empiezan a derrumbarse desde su universalidad. Entre ambos poderes en declinación, cínicas y poderosas, las comunas italianas inician la nueva era del hombre profano, y todo el Viejo Mundo comenzará a ser derruido. Pronto el hombre estará listo para el surgimiento de la novela: no hay una fe sólida, la burla y el descreimiento han reemplazado a la religión, el hombre está de nuevo a la intemperie metafísica. Y así nacerá ese género curioso que hará el escrutinio de la condición humana en un mundo donde Dios está ausente, o no existe, o está cuestionado. De Cervantes a Kafka, éste será el gran tema de la novela y por eso será una creación estrictamente moderna y europea; pues se necesitaba la conjunción de tres grandes acontecimientos que no se dieron ni antes ni en ninguna otra parte del mundo: el cristianismo, la ciencia y el capitalismo con su revolución industrial. (...) La novela se situaría de este modo entre el comienzo de los Tiempos Modernos y su declinación, ahora; corriendo paralelamente a esta creciente profanación (...) de la criatura humana, a este pavoroso proceso de desmitificación del mundo. Entre estas dos grandes crisis de forma, desarrolla y culmina la novela occidental. Y por eso es inútil y ocioso estudiarla sin referencia a este formidable período, que no hay más remedio que llamar `Los tiempos Modernos´. Sin el cristianismo que los precede, no habría existido la conciencia intranquila y problemática; sin la técnica que los tipifica no habría habido ni desmitificación, ni inseguridad cósmica, ni alienación, ni soledad urbana. De ese modo, Europa inyecta en viejo relato legendario o en la simple aventura épica esa

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inquietud social y metafísica para producir un género literario que describirá un territorio infinitamente más fantástico que el de los países de leyenda: la conciencia del hombre. Y lo llevará a sumergirse cada día más, a medida que el fin de la era se acerca, en ese universo oscuro y enigmático que tanto tiene que ver con la realidad de los sueños". (Sábato 1997: 208, 209 y 210)

Como escritor-novelista Vargas Llosa, sin lugar a dudas, es una de las más altas expresiones que ha producido la lengua castellana. Sobre este punto y por trascender los objetivos de esta investigación, sólo nos limitaremos a transcribir la opinión del escritor peruano Miguel Gutiérrez, quien dice: " ... por ejemplo, la maestría de su construcción, en verdad deslumbrante", y continúa: "Creo que la novelística de VLl es el resultado de dos factores principales y uno secundario. Un talento de primer orden y una excepcional capacidad de trabajo: he aquí las cualidades y virtudes sin las cuales VLl no habría podido mantener una producción sostenida que incluye novelas de la importancia y magnitud de Conversación en la catedral y La guerra del fin del mundo. El tercer factor es su no menos extraordinaria capacidad empresarial que apunta a la circulación internacional de sus obras y a mantener una imagen casi permanente en los medios de comunicación de masas ...". (Gutiérrez 1988: 149)

Para terminar con el tema de Vargas Llosa y la novela, mencionemos que con la aparición de este escritor se ha podido comprobar, también en América Latina, que la novela es un ejercicio de largo aliento, de madurez espiritual, donde, a la par de la inspiración y el talento, juegan un papel determinante la constancia y la persistencia, y como consecuencia de ello, hay que comprender una vez más que no hay novelistas precoces; la precocidad parece ser el "don", principalmente, de los poetas, como los casos de Darío y Neruda en el continente americano, quienes, antes de los

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veinte años de edad ya fueron célebres, mientras que en el género novelístico sencillamente es imposible encontrar una gran novela escrita por un autor antes de los veinticinco años de edad. El caso de Vargas Llosa es que siendo el autor más precoz del BOOM DE LA NOVELA LATINOAMERICANA, publicó su novela LA CIUDAD Y LOS PERROS sólo después de haber cumplido los 27 años de edad.

VARGAS LLOSA COMO PORTAVOZ DE LA GRAN BURGUESÍA LATINOAMERICANA

En los años 50, como consecuencia del desarrollo

económico-social y político-cultural, la configuración de América Latina se había transformado significativamente. Esta experiencia se repite, de manera más evidente y profunda, en las dos últimas décadas del siglo XX. A partir de la década de los 80, a nivel externo, el carácter semi-colonial latinoamericano se ha acentuado significativamente; esta tendencia se concretizó en la aplicación de políticas económicas diseñadas por los organismos económicos y financieros internacionales (FMI, BM, etc) y más concretamente en la denominada deuda externa.

Este fenómeno se ha convertido en uno de los mayores problemas del subcontinente. F. Fukuyama relacionando estabilidad democrática, crisis económica y deuda externa, en 1992 escribió: "En América latina la democracia ha ido y venido muchas veces y todas las nuevas democracias se hallan en un estado de angustiosa situación económica, cuya manifestación más aguda es la crisis de la deuda. Países como Perú y Colombia, además, debían hacer frente a graves desafíos internos, como la guerrilla y las drogas". (Fukuyama 1992: 43)

Vargas Llosa, a mediados de la década del 90 del siglo pasado, en LA UTOPÍA ARCAICA... tomando como modelo

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de análisis su país de origen, sostiene que la "modernización" en América Latina se ha impuesto como consecuencia de tres hechos ocurridos allí en las tres últimas décadas del siglo XX.

En primer lugar las reformas, principalmente la agraria, materializadas en la década de los 70 y los 80. En segundo lugar las acciones político-militares de las organizaciones guerrilleras en contra del poder local-regional y el sistema semi-feudal subsistente, que ha generado el desplazamiento masivo de poblaciones que estuvieron sujetas a formas precapitalistas de producción, particularmente en México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Colombia y Perú, con el consiguiente crecimiento de las grandes metrópolis y el incremento del desempleo respectivo. En tercer lugar las reformas neo-liberales llevadas a cabo por los distintos regímenes en Latinoamérica, en las últimas décadas del siglo que acaba de fenecer.

Coincidiendo en lo fundamental con la argumentación del escritor, agregamos dos hechos. Primero, la dinámica interna propia de estas sociedades en transición, en la medida que en el campo, en las pequeñas y hasta en las medianas ciudades: "Los trabajadores no pueden estar atados para siempre a un empleo, una localidad o una serie de relaciones sociales particulares, sino que han de tener libertad de moverse, aprender nuevas tareas y tecnologías y vender su trabajo a quien más ofrezca por él. Esto tiene un poderoso efecto en minar grupos sociales tradicionales, como tribus, clanes, familias extensas, sectas religiosas y demás. Vivir en estos grupos puede resultar humanamente más satisfactorio, pero como no están organizados de acuerdo con los principios racionales de la eficiencia económica, tienden a dejar el campo a los que sí lo están." (Fukuyama 1992: 125)

En segundo lugar, el rol desempeñado por la "industria del narcotráfico" en el proceso de acumulación, capitalización, generación y ampliación del mercado interno en

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Latinoamérica; actividad que ha implicado, en alguna medida, la desaparición por un lado y la emergencia por otro de sectores sociales, con el consiguiente predominio de los "nuevos ricos", los que con su poder económico y recurriendo a algunos métodos violentos en algunos casos desplazaron y en otros, en pugna, comparten el poder en provincias, departamentos e incluso países con las antiguas clases dominantes ya evolucionadas.

Así los grandes y medianos terratenientes y su poder local-regional o gamonalismo, si bien es cierto no han desaparecido totalmente, su capacidad de maniobra y control económico-político-social se ha reducido a su mínima expresión; ese espacio ha sido copado por la gran burguesía, en sus diferentes facciones, en alianza con el capital imperialista transnacional y juntos controlan el poder en el continente. Esta es la razón del porqué disentimos con Fukuyama, en la medida que en la década de los 90 continúa sosteniendo una tesis que fue válida, en el nivel económico-político, hasta la década de los 80. Leamos lo que escribe el estudioso norteamericano: "Pero para sociedades altamente polarizadas en cuestiones de clase social, nacionalidad o religión, la democracia puede ser una fórmula para el estancamiento en un punto muerto. La forma más típica de polarización es la del conflicto de clases, en países con una estructura de clases muy estratificada y desigual, remanente de un orden social feudal. Ésta era la situación en Francia en la época de la Revolución, y ésta continúa siendo la situación en países del Tercer Mundo, como Filipinas y Perú. La sociedad está dominada por una élite social, frecuentemente de grandes terratenientes que no se muestran ni tolerantes con otras clases ni empresarios eficientes." (Fukuyama 1992: 177 y 178)

Investigando la etapa de consolidación del modo de producción capitalista en Europa occidental, Max Weber sostiene que una de las características fundamentales de este

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sistema es: "... la organización racional-capitalista del trabajo formalmente libre". (Weber 1998: 12)

Esta "racionalización" tiene en la burguesía nacional, en un primer momento y en la forma, su fuerza realizadora. Examinemos hasta qué punto la gran burguesía latinoamericana, en sus diversas facciones ha llegado, comenzando el nuevo milenio, a un nivel de "racionalización-capitalista" ya no sólo en la producción-trabajo-reproducción, sino también en otras esferas de la vida social. De qué manera estas clases dominantes han pensado y repensado sus sociedades como totalidades, para luego intentar dar cauce coherente, no sólo a las fuerzas económico-sociales en transformación sino también a las inquietudes político-culturales.

García Canclini, especialista en el tema, en alguna forma da respuesta a nuestra inquietud. El sociólogo, centrando su análisis en un aspecto del problema, el cultural, no encuentra una salida posible, en la medida que a pesar del predominio de esa forma especial de capitalismo y tal vez por ello no ha generado una fuerza-idea hegemónica, menos de consenso, en base y alrededor de la cual se podría organizar y ordenar democráticamente la vida de estas sociedades: "Los países latinoamericanos, escribe, son actualmente resultado de la sedimentación, yuxtaposición y entrecruzamiento de tradiciones indígenas (sobre todo en las áreas mezo América y andina), del hispanismo colonial católico y de las acciones políticas, educativas y comunicacionales modernas. Pese a los intentos de dar a las cultura de élite un perfil moderno, recluyendo lo indígena y lo colonial en sectores populares, un mestizaje interclasista ha generado formaciones híbridas en todos los estratos sociales. Los impulsos secularizadores y renovadores de la modernidad fueron más eficaces en los grupos `cultos´, pero ciertas élites preservan su arraigo en las tradiciones hispánico-católicas, y en zonas agrarias también en

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tradiciones indígenas, como recursos para justificar privilegios del orden antiguo desafiados por la expansión de la cultura masiva".

A renglón seguido agrega: "En casas de la burguesía y de sectores medios con alto nivel educativo en Santiago de Chile, Lima, Bogotá, México y muchas otras ciudades coexisten bibliotecas multilingües y artesanías indígenas, cablevisión y antenas parabólicas con mobiliario colonial, las revistas que informan cómo realizar mejor especulación financiera esta semana con ritos familiares y religiosos centenarios". (García Canclini 1990: 71)

A esta amalgama político-cultural, como consecuencia de las condiciones histórico-económicas y sociales, algunos teóricos de diferentes tendencias políticas e influencias ideológicas le han planteado posibles vías de solución Aquí nos interesa desarrollar las principales ideas, de un sector de la gran burguesía latinoamericana, la que se le denomina, a partir de las dos últimas décadas del siglo XX, como "nueva derecha", la misma que se orienta en el plano ideo-político por el neo-liberalismo; teniendo en cuenta que Vargas Llosa, como objetivo central de nuestra investigación, a partir de estas últimas décadas, adhiere a esta corriente de ideas.

Al interior de esta clase en América Latina hay algunas discrepancias secundarias en cuanto al diagnóstico, y en alguna forma también en relación a la solución de los problemas mencionados. Esto podemos deducir leyendo la producción intelectual de algunos de sus principales teóricos.

Una de estas corrientes está representada por Octavio Paz, quien recordando los proyectos modernizadores en América Latina, en 1990, escribe: "Durante el siglo XIX y el XX el continente latinoamericano ha adoptado sucesivos proyectos de modernización, todos ellos inspirados en los ejemplos norteamericano y europeo, sin que hasta la fecha ninguno de nuestros países pueda llamarse con entera propiedad moderno.

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Esto es cierto no sólo para naciones donde el pasado indio todavía está vivo -México, Guatemala, Perú, Ecuador, Bolivia- sino para aquellas que son casi enteramente de origen europeo, como Argentina, Uruguay y Chile. (...) En nuestros países coexisten el burro y el avión, los analfabetos y los poetas de vanguardia, las chozas y las fábricas de acero. Todas estas contradicciones culminan en una: nuestras constituciones son democráticas pero la realidad real y ubicua es la dictadura. Nuestra realidad política resume la contradictoria modernidad latinoamericana. Nuestros pueblos escogieron la democracia porque les pareció que era la vía hacia la modernidad. La verdad es lo contrario: la democracia es el resultado de la modernidad, no el camino hacia ella". (Paz 1990: 119)

En otra parte, centrando en el análisis de las clases sociales, dice: "Durante más de un siglo América Latina ha vivido entre el desorden y la tiranía, la violencia anárquica y el despotismo. Se ha querido explicar la persistencia de estos males por la ausencia de las clases sociales y de las estructuras económicas que hicieron posible la democracia en Europa y en los Estados Unidos. Es cierto: hemos carecido de burguesías realmente modernas, la clase media ha sido débil y poco numerosa, el proletariado es reciente". (Paz 1990: 170)

Sobre el tema de los intelectuales, el escritor mexicano continúa: "En América Latina no existía la tradición intelectual que, desde la Reforma y la Ilustración, había formado las conciencias y las mentes de las élites francesas y norteamericanas; tampoco existían las clases sociales que correspondían, históricamente, a la nueva ideología liberal y democrática. Apenas si había clase media y nuestra burguesía no había rebasado la etapa mercantilista. Entre los grupos revolucionarios de Francia y sus ideas había una relación orgánica y lo mismo puede decirse de la revolución norteamericana; entre otros, las ideas no correspondían a las clases. Las ideas tuvieron una función de máscara; así se

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convirtieron en una ideología, en el sentido negativo de esta palabra, es decir, en velos que interceptan y desfiguran la percepción de la realidad". (Paz 1990: 168).

Paz es uno de los pocos neo-liberales que insistió, hasta el final de sus días, en un hecho que la mayoría de los que adhieren a esta ideología ignoran; nos referimos al papel del imperialismo norteamericano en América Latina. Leamos: "Esta rápida descripción sería incompleta si no mencionase a un elemento extraño que, simultáneamente, precipitó la desintegración y fortificó a las tiranías: el imperialismo norteamericano. Cierto, la fragmentación de nuestros países, las guerras civiles, el militarismo y las dictaduras no han sido una invención de los Estados Unidos. Pero ellos tienen una responsabilidad primordial porque se han aprovechado de este estado de cosas para lucrar, medrar y dominar. Han fomentado las divisiones entre los países, los partidos y los dirigentes; han amenazado con el uso de la fuerza, y no han vacilado en utilizarla, cada vez que han visto en peligro sus intereses; según su conveniencia, han ayudado a las rebeliones o han fortificado a las tiranías. Su imperialismo no ha sido ideológico y sus intervenciones han obedecido a consideraciones de orden económico y de supremacía política. Por todo esto, los Estados Unidos, han sido uno de los mayores obstáculos con que hemos tropezado en nuestro empeño por modernizarnos. (...) Némesis histórica: los Estados Unidos han sido, en América Latina, los protectores de los tiranos y los aliados de los enemigos de la democracia". (Paz 1990: 171)

La otra corriente neo-liberal está representada, principalmente, por Francis Fukuyama y el peruano Hernando de Soto. El filósofo argumenta que uno de los problemas básicos de las economías en América Latina, coincidiendo en parte con Paz, es el predominio en la base económica del "capitalismo mercantilista" y la actividad intervencionista del

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Estado: " ... la mayoría de las economías latinoamericanas ostensiblemente capitalista están gravemente afectadas por la tradición mercantilista local y por los sectores estatales establecidos en nombre de la justicia económica y que penetran es todas partes". (Fukuyama 1992: 158)

Páginas después, examinando los problemas a nivel de la democracia representativa y las contradicciones de la gran burguesía gobernante y los bloques de poder, continúa: " ... en América Latina la democracia es poco más que un compromiso entre la derecha autoritaria y la izquierda autoritaria, o entre poderosos grupos de la derecha, cada uno de los cuales tiene su visión predilecta de la sociedad que impondrá cuando esté en condiciones de conseguir el poder. Esto puede ser un modelo fiel de describir el proceso que conduce a la democracia en ciertos países concretos, pero si la democracia no es el primer sistema preferido de nadie, difícilmente será estable". (Fukuyama 1992: 182)

Y finalmente sostiene que: "La oposición a la democracia liberal en América Latina nunca ha sido poderosa, en el terreno teórico, excepto durante breves desafíos por parte del fascismo o el comunismo, y pese a esto los demócratas liberales han tenido que andar muy cuesta arriba para conseguir el poder y mantenerse en el". (Fukuyama 1992: 290)

Por su parte el economista peruano de Soto, tomando su país como modelo de análisis y a la vez haciendo extensivo su diagnóstico a América Latina y al Tercer Mundo, escribe: "... el Perú de hoy vive dentro de un sistema predominantemente mercantilista que poco tiene que ver con uno de economía de mercado moderna. Sin embargo, los portavoces de la derecha tradicional confunden continuamente un sistema con otro, en su intento de darle sustento racional a las actividades comerciales y empresariales de sus representados y de granjearse también las simpatías de los abanderados del sector privado en Occidente. Estos últimos rara vez se dan cuenta de

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que sus contrapartes latinoamericanos no funcionan en economías regidas por el mercado sino por la política". (de Soto 1987: 259)

En el plano político-social sostiene que: "... tanto la derecha como la izquierda tradicionales han logrado, por distintos motivos, desacreditar la causa del desarrollo por vía de un sector privado formal, simplemente porque al aludir a él, en realidad ambas se están refiriendo a un sistema mercantilista anacrónico. Ni una ni otra cosa se han puesto a pensar que tanto los particulares como el Estado producen resultados distintos según cómo sean las instituciones legales dentro de las cuales operan, y que los incentivos dentro de una economía de mercado o dentro de un sistema mercantilista tienen consecuencias radicalmente diferentes". (de Soto 1987: 260)

Finalmente concluye: "Hay un país mercantilista al que hasta el día de hoy se le trata de reanimar con distintas fórmulas y técnicas políticas, pero que ya tiene todos los síntomas del cuerpo que no da más; hay también un segundo país, el de quienes se angustian buscando salidas, pero que se pierde entre los objetivos de destrucción de la violencia terrorista y las exhortaciones carentes de soluciones prácticas de muchos progresistas; y finalmente, existe un tercer país, que constituye lo que nosotros llamamos `el otro sendero´: el país que trabaja duro, es innovador y ferozmente competitivo, y cuya provincia más resaltante es, por supuesto, la informalidad. Este último país es la alternativa directa a cualquier violencia subversiva o criminal, porque constituye la energía desperdiciada en el resentimiento y la destrucción, por la energía bien invertida en el progreso económico y social. (...) El verdadero remedio contra la violencia y la pobreza es reconocer la propiedad y el trabajo a quienes la formalidad hoy excluye, de tal manera que donde existía rebelión nazca el sentido de pertenencia y de responsabilidad. Así, donde ya

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surgió el gusto por la independencia y la fe en las fuerzas propias, se difundirá una esperanza justificada en el pueblo y la libertad". (de Soto 1987: 313 y 314)

Los tres autores neo-liberales aquí citados coinciden en caracterizar al capitalismo que se ha desarrollado en los países latinoamericanos como "capitalismo mercantilista" y que el camino correcto para dar solución a los problemas de atraso de estas sociedades pasa por liquidar el "capitalismo mercantilista", el "estado interventor" y sus consecuencias, y a la vez desarrollar el "capitalismo moderno" que tiene su base determinante en la libertad individual, en lo filosófico, en el libre mercado, en lo económico, y su natural correlato en la democracia representativa, en lo político. En otras palabras, empresa privada contra empresa estatal, gran burguesía neoliberal contra gran burguesía burocrática. Conclusión, para el neo-liberalismo en su conjunto, América Latina necesita más capitalismo y más burguesía.

Sus diferencias se concretizan en dos puntos. Paz no incluye a la izquierda como co-responsable del atraso del continente latinoamericano; Fukuyama y de Soto, por el contrario, sí. Para el mexicano, en la estructuración de este "capitalismo mercantilista" y su consecuencia, el estado interventor y los gobiernos burocratizados en el continente, el imperialista ha desempeñado y desempeña un rol de primer orden en función de mantener estas estructuras y a la vez cuidar sus intereses. Este imperialismo está representado, según Paz, principalmente por los Estado Unidos de Norte América.

Para los otros dos autores, el papel del imperialismo en el continente es un falacia creada por la "izquierda marxista" y por la "derecha mercantilista", o en el mejor de los casos, cuando se refieren a los socios de Occidente, creen que han sido sorprendidos o víctimas de sus pares latinoamericanos quienes han usufructuado los beneficios, préstamos y el

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prestigio de estas sociedades desarrolladas y modernas en función de intereses particulares.

De los tres citados, es el norteamericano Francis Fukuyama quien va mucho más allá, en la medida que, la economía de mercado y la democracia representativa, según él, en su forma más desarrollada y perfecta las encarnan los EE. UU de Norteamérica, y que sobre estas bases ha llegado a construir ese estado social ideado por Hegel, Marx y Kojéve, con el cual la humanidad ha llegado al fin de la historia.

En esta polémica al interior del neo-liberalismo teórico, Vargas Llosa se ubica, en lo fundamental, de lado de Francis Fukuyama y de Hernando de Soto. El novelista cuestiona algunas expresiones del sistema (las dictaduras); pero no al sistema en sí. La única excepción es cuando Vargas Llosa critica a sus ideólogos por no haber logrado sistematizar un cuerpo teórico y menos haber dado, hasta hoy, una correcta orientación práctica al problema del arte (particularmente la pintura), actividad humana que se encontraría dominada, en la mayoría de los casos y de una u otra manera, según el novelista, por las "mafias de galerías".

Pero Vargas Llosa, como producto de su pasado histórico, social y familiar es una personalidad contradictoria y extremista, no se siente cómodo en el centro, este lugar lo angustia y se siente, como él declaró, en el "limbo político". Él es una personalidad de facción antes que de conciliación, de lucha antes que de unidad, es por ello que, a partir de mediados de la década de los 80, condicionado por la falta de alternativas de la Social-democracia, el "fracaso del comunismo", la propagación de las ideas de los teóricos neo-liberales y los triunfos de la "nueva derecha" política en los principales países capitalistas del mundo, Vargas Llosa involución al otro extremo del espectro ideo-político.

Es así como a partir de la segunda mitad de esta década, lo encontramos defendiendo las posiciones más extremas del

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neo-liberalismo latinoamericano. Su radicalismo es tal, ya lo dijimos, que muchas veces va más allá de las tesis de uno de los mayores representantes del liberalismo clásico, Adam Smith, y de la figura más destacada del neo-liberalismo en el siglo XX, según Vargas Llosa, Karl Popper; quienes serían ubicados, según la lógica del escritor, en esa variante que él llama los liberales "acomplejados", en la medida que tanto Smith como Popper sostenían la necesidad de cierta participación y control, por parte del gobierno y del estado, en la vida económica, social y cultural de la sociedad.

Sus tesis de la libertad individual en abstracto, de la moral ahistórica, del voluntarismo, de la lucha en contra del culto a la personalidad, del libre mercado, de la democracia sin apellido, frecuentemente lo hacen vincularse, consciente o no, como sostenía Popper, con las posiciones conservadoras y autoritarias que él en otros momentos combate. Si esto se da en este nivel teórico, en el práctico su conservadurismo es mucho más evidente. Donde mejor se puede observar al conservador Vargas Llosa es cuando en 1988 se alió con un sector de los "mercantilistas" en contra de los "jacobinos" al interior del Movimiento Libertad, primero, y después con los mayores representantes económico-políticos e ideológicos del "mercantilismo" o conservadores peruanos, para dar origen al FREDEMO en función de las elecciones generales en Perú en 1990. Unido a ello están su nacionalismo, su racismo, su irracionalismo y su misticismo que se evidenciaron en dicha campaña electoral y en especial en contra del candidato de CAMBIO 90, Alberto Fujimori.

Un elemento importante para comprender a los intelectuales es, sin duda, su extracción de clase, y el sector más proclive a los cambios y mutaciones es precisamente la clase media o pequeña burguesía de la cual proviene Vargas Llosa. La clase media tiene también sus sectores; Vargas Llosa, según propia confesión, proviene de la capa

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"empobrecida" y provinciana. Este sector social por su ubicación en la producción, su relación con los demás grupos sociales, su vinculación con el Estado y la cultura, es un segmento inestable por antonomasia, se ve compelida a moverse en medio de los dos grandes bloques sociales: las clases dominantes y las dominadas. Ante esta realidad y como individuos, comúnmente ven una salida a sus principales problemas a través de la educación y la cultura; de ahí que sea históricamente la clase media el sector social de donde provienen la mayoría de los intelectuales y artistas.

En América Latina, en el último siglo, la mayoría de los escritores e intelectuales, han comenzado su vida política pública identificándose con el progresismo y la izquierda; algunos, Octavio Paz y Vargas Llosa, se alinearon con las posiciones más radicales. Pero al correr del tiempo, de igual modo la mayoría de ellos o volvieron a defender las posiciones de la clase de la cual provienen, o adoptaron las posiciones de la clase que durante su paso por la izquierda más combatieron. Paz y Vargas Llosa son paradigmáticos.

Tomando en cuenta que las clases dominantes se preocupan esencialmente por la producción y el control económico, secundariamente por la política y, eventualmente, por la producción cultural -mientras que las dominadas se dedican a producir para sobrevivir en su condición de explotados y oprimidos-, con algunos casos excepcionales, como para que se cumpla la regla, las clases medias son en gran medida las dueñas del escenario cultural. Los intelectuales provenientes de este sector tienen la oportunidad de adoptar conscientemente por un determinado lugar en la sociedad y sobre todo adoptar una determinada ideología; comúnmente, por facilidad o comodidad, personalismo y arribismo, a la larga (exceptuando su etapa de juventud) la mayoría de ellos se identifica con las de las clases dominantes,

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y así piensan, sienten y trabajan como ellas, sin ser en esencia tales.

Sartre, siguiendo a otros (2), escribe: "En realidad, uno se hace burgués al optar, de una vez para siempre, por cierta visión del mundo analítica que se intenta imponer a todos los hombres y que excluye la percepción de las realidades colectivas. De este modo, la defensa burguesa es permanente en cierto sentido y se identifica con la misma burguesía. Pero no se manifiesta por cálculos; en el interior del mundo que la burguesía se construye, hay sitio para las virtudes de la despreocupación, el altruismo e incluso la generosidad". (Sartre 1990: 15)

Doscientos años antes de lo afirmado por el filósofo francés, el economista escocés Adam Smith, sobre el mismo punto escribió: "En especial los ricos están necesariamente interesados en conservar un estado de cosas que pueda asegurarles la posesión de sus propias ventajas. Las personas menos ricas se combinan para defender a las más ricas en la posición de su propiedad con objeto de que las más ricas se combinen para defenderlas a ellas en sus posesiones". (Smith 1999: 680)

Por su parte el sociólogo James Petras, especialista en esta problemática, tomando como centro y eje a la pequeña burguesía, escribe: "La ambigüedad de los intelectuales progresistas dominantes se encuentra en los diversos componentes que conforman su equipaje ideológico y en aquellos elementos que están excluidos de él. Las dos caras de los intelectuales progresistas son reflejo de su situación de clase -preponderantemente de clase media- particularmente el estrato profesional. Los progresistas combinaron las posiciones dictatoriales anti-oligárquicas, nacionalistas y anti-imperialistas de los radicales y las posiciones revolucionarias elitistas, anti-igualitarias, anti-social de los liberales del siglo XIX". (Autores varios 1991: 101).

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Vargas Llosa en su larga trayectoria política se ha adherido a casi todas las corrientes ideológicas en boga y las ha defendido, como es su característica, con pasión. Acercándose a los 70 años y oscilando entre el neo-liberalismo y el conservadurismo ideológico-político latinoamericano, es un caso especial al interior de los intelectuales del continente. Sin lugar a dudas, es el más controvertido y polémico de su generación y acaso de todos aquellos escritores del siglo que acaba de fenecer.

Así como las críticas al liberalismo clásico, tanto económico, político y filosófico fueron hechas, principalmente, por los teóricos marxistas y libertarios, de igual modo, después de un corto paréntesis intelectual, las críticas al neo-liberalismo con su tesis de la libertad en abstracto en lo filosófico, del mercado libre en lo económico y la democracia representativa en lo político, son hechas, básicamente, por la izquierda intelectual del continente. Son conocidas la de los disidentes norteamericanos Noam Chomsky y James Petras, de los uruguayos Eduardo Galeano y Mario Benedetti, del ecuatoriano Agustín Cueva, entre otros. Nosotros deseamos transcribir las de los sociólogos Henry Pease, Heinz Dieterich y Jorge Castañeda.

El peruano Pease, en un libro colectivo escrito algunos años atrás, precisamente cuando se reiniciaba una nueva etapa de los gobiernos demo-liberales en Latinoamérica, afirmó: "Para las clases dominantes la democracia se restringe sólo a los niveles formales de decisión política, pues defienden en primer término su situación de privilegio, manteniendo las diferencias sociales y económicas existentes. Al no ser hombres iguales los que la ley define como tales, el postulado de la igualdad llega a la caricatura. Al definirse la libertad como principio genérico, fue libertad sólo para algunos, y devino en libertad formal y sometimiento real para las mayorías. El desarrollo mismo de estas contradicciones llevó a

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restringir el concepto de democracia: de idea de un gobierno `del pueblo, por el pueblo y para el pueblo´ se involucionó hacia la `democracia representativa´, en la cual el pueblo se limita a elegir cada cierto tiempo a quienes gobiernan en su nombre, aunque actúen al margen de sus intereses reales. De esta forma, lo que es democracia para unos pocos -para las clases dominantes- no lo es necesariamente para las grandes mayorías". (Autores varios 1978: 18 y 19)

Por su parte H. Dieterich, en alusión al autor de EL FIN DE LA HISTORIA Y EL ÚLTIMO HOMBRE, escribe: "En su pensamiento metafísico (en el sentido hegeliano) separa el proceso contradictorio de desarrollo de la historia, pese a que los grandes problemas de la convivencia política humana no han sido resueltos y que, por ende, la fuerza de cambio inherente a la contradicción y su desenvolvimiento hacia principios superiores, se mantiene vigente. Esa fuerza dinámica de cambio, que emana de la contradicción inherente a la democracia liberal se revela inmediatamente si contemplamos algunas de sus deficiencias estructurales, tales como: 1. que representa una democracia restringida a lo formal, es decir, su esencia democrática consiste en la protección formal del ciudadano, por medio de la ley, frente al Estado y los más poderosos; 2. que no constituye una democracia material o participativa, sino excluyente, porque margina a las mayorías de las determinaciones estratégicas de la nación, p.e., las decisiones sobre paz y guerra, el sistema político y productivo, las inversiones, etcétera. 3. que no sólo es una forma de organización política elitista y excluyente dentro de la nación, sino también a nivel de la especie". (Autores varios 1994: 10 y 11)

En tercer lugar, Jorge Castañeda, haciendo ver las contradicciones de la gran burguesía latinoamericana, sostiene: "Pero las economías de América Latina nunca fueron estructuras socialistas de mando. Todas han tenido mercados,

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precios, propiedad privada, desempleo, escalas móviles de salarios, intermediarios financieros, monedas más o menos convertibles. Estaban protegidas, subsidiadas, y en algunos casos eran ineficientes, pero no socialistas. Por lo tanto, la transición no es del socialismo al mercado, sino de un tipo de economía de mercado a otro: a la economía de mercado individualista y anglosajona, o a la economía social de mercado al estilo europeo, o a una versión japonesa. Ello no quiere decir que se trate de una transición incruenta; muy al contrario: implica cesiones sumamente dolorosas de soberanía, además de transferencias internas de poder y de riqueza. Pero la diferencia es importante: por difíciles que sean, tales transiciones permiten soluciones a medias; las otras no". (Castañeda 1995: 516)

Finalmente menciona el papel del Estado en cuanto a la represión en el continente, leamos: "Las atrocidades autoritarias, tan frecuentes en la política latinoamericana, las cometían gobiernos de derecha, no de izquierda: la clausura de parlamentos, las desapariciones y tortura de disidentes, el cierre de periódicos y la persecución de dirigentes obreros, organizadores campesinos e intelectuales, tuvieron lugar en Brasil, Argentina, México, Chile, Uruguay y gran parte de Centroamérica. La razón era obvia: la derecha era la que estaba en el poder, no la izquierda". (Castañeda 1995: 295)

Terminamos este capítulo y de este modo así mismo la investigación, mencionando sucintamente los motivos de carácter histórico-social y filosófico-cultural que han determinado la contradictoria personalidad y trayectoria ideo-política del conocido escritor hispano-peruano.

CAUSAS DE SUS CONTRADICCIONES

Vargas Llosa es un espíritu problemático, contradictorio y

en constante búsqueda. En los capítulos anteriores hemos

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evidenciado sus cambios radicales y hasta repentinos en el nivel ideológico y político, y como resultado su inconsecuencia entre el discurso teórico y la actividad práctica. Antes de profundizar en las razones teóricas de estas contradicciones, deseamos ilustrar con dos ejemplos concretos, de tiempos relativamente recientes, lo aquí afirmado.

En primer lugar, Vargas Llosa escribe en abril de 1991 sobre el bloqueo a Cuba lo siguiente: "Ésta es la cuarta o quinta vez que estoy en Praga, pero la primera en que vengo de verdad. Todas las otras, en los años sesenta, fueron meras escalas, viniendo de, o yendo a Cuba, pues, debido al bloqueo, el camino más corto hacia La Habana para un latinoamericano pasaba por aquí". (Vargas Llosa 1994: 44)

Dos años y meses después, con la rotundidad que le caracteriza, afirma: "El `bloqueo´ es un mito -una ficción- de estirpe soreliana, amañado con su inagotable capacidad manipulatoria de la opinión pública internacional, por ese maestro supremo de la hechicería y el cinismo político que es Fidel Castro (...) En efecto, con la excepción de unos cuantos días de noviembre de 1962 (...), cuando Kennedy ordenó a la Marina impedir el desembarco de armas atómicas soviéticas en la isla, Cuba no ha estado jamás bloqueada". (Vargas Llosa 1994: 242)

En cuanto al embargo, en enero de 1993, el novelista sostiene: "¿Cuál es la razón de ser, pues, de esa farsa recurrente, el embargo económico, con la que se llenan la boca por igual el régimen castrista y los Estados Unidos? La política. A ambos gobiernos le sirve, para consumo interno: a Washington le permite mantener las apariencias de una lucha sin tregua contra uno de los últimos vestigios estalinistas y al gobierno de La Habana, esgrimir una excusa de buena marca ideológica para su calamitosa incapacidad". (Vargas Llosa 1994: 191)

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Seis meses más tarde vuelve sobre el embargo; para ese entonces ya no es una "farsa". Vargas Llosa, escribe: "Por estas razones pedí que la comunidad internacional penalizara al gobierno de Pinochet y a la dictadura castrense argentina, apoyé el embargo comercial contra África del Sur y Haití, el bloqueo de Iraq y de la ex Yugoslavia y he pedido sanciones contra quien destruyó el Estado de Derecho en Perú. Y por eso apoyo el embargo estadounidense contra la satrapía de Cuba". (Vargas Llosa 1994: 246)

En segundo lugar, el caso de México y la "dictadura perfecta" del PRI. En mayo de 1992, Vargas Llosa, sostiene: "Durante mucho tiempo, el PRI fabricaba y subsidiaba a sus partidos de oposición, de manera que estos extraordinarios happenings de la vida del país -elecciones- tuvieran cierto semblante democrático. Ahora ni siquiera necesita el esfuerzo de ese dispendio, pues, como Eva de una costilla de Adán, ha generado una excreción rival, el PRD, de Cuauhtémoc Cárdenas, partido que, con prodigiosa ceguera, ha hecho suyas todas las lacras y las taras ideológicas -populismo, estatismo, socialismo, nacionalismo económico- de las que el camaleónico PRI necesitaba desprenderse a fin de mostrarse renovado -democrático, internacionalista, pro-mercado y liberal-, y permeable a los vientos que corren. Si ésta es la alternativa que se le presenta al pueblo mexicano -el viejo PRI camuflado bajo el nombre de PRD o de la cara modernizada que encarna Salinas de Gortari-, no es de extrañar que el partido en el poder no haya necesitado amañar las últimas elecciones para ganarlas". (Vargas Llosa 1994: 121 y 122)

Un año más tarde, en abril de 1993, sobre el jefe del PRD dice: "De las intervenciones sobre este asunto, la que me pareció más convincente fue la de Cuauhtémoc Cárdenas. Él no es un político que quiere hacerse simpático; tiene un aire adusto, una manera parca y una puntillosa cortesía poco electorales (...) Sin embargo, cuando pormenorizó las

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consecuencias que el monolitismo político ha traído a su país, los abusos, negociados, injusticias, crímenes, resultantes de la falta de una democracia que permitiera el pluralismo, la alternancia en el gobierno, y afirmó que no hay desarrollo ni justicia sin libertad -sin prensa independiente, elecciones limpias e instituciones representativas- impresionó a todos como alguien que dice lo que piensa, un demócrata a carta cabal". (Vargas Llosa 1994: 224)

Dos meses después, en relación a las dictaduras, argumenta: "Para quienes como el autor de este artículo, consideran que cualquier dictadura -comunista, fascista o integrista- es el mal absoluto para un pueblo, la fuente principal de todas las desgracias, la mejor manera de mostrar solidaridad y compasión por éste es ayudándolo, por todos los medios posibles, a acabar cuanto antes con ella". (Vargas Llosa 1994: 245)

Finalmente (sólo a seis meses de tiempo transcurrido), cuando los zapatistas, utilizando "todos los medios posibles" se levantan en contra de la "dictadura perfecta" del PRI, Vargas Llosa, escribe: " ... creo que la insurrección zapatista de Chiapas debe ser condenada sin eufemismos, como un movimiento reaccionario y anacrónico, de índole todavía más autoritario y obsoleto que la representa el PRI". Párrafos después, dando a entender que el PRI ya no representa la "dictadura perfecta" continúa: "Ése no es el caso de México, donde, pese a sus sutiles y múltiples tentáculos de control de la sociedad y a sus fraudes electorales, el PRI ya no ha podido impedir a la oposición de izquierda representada por el cardenismo, o a la derecha, del PAN, ganar espacios importantes en la estructura del Estado y reclutar en sus filas a considerables sectores de la opinión pública". (Vargas Llosa 1994: 308 y 309)

Nosotros no pretendemos discutir con Vargas Llosa si existe o no bloqueo y embargo a Cuba, ni su condena a los

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zapatistas, ni tampoco si el PRI es una "dictadura perfecta", o si el PRD y Cárdenas son, en un primer momento, lo peor que ha producido el PRI, para luego transformarse, no sabemos porqué razones en la valoración del novelista, en la "oposición de izquierda" y su jefe en " ... un demócrata a carta cabal". El interés que tenemos, con este material empírico, es evidenciar las contradicciones en el discurrir mental del novelista; incoherencias manifiestas, no de una década a otra, sino sólo en lapsos de dos años en el primer caso y de meses en el tercero.

En primer lugar, en América Latina y como consecuencia de la dominación colonial y su secuela se ha sufrido y se sigue sufriendo las consecuencias del trauma de la conquista, el que ha generado, entre otros, ese sujeto complejo y contradictorio: el mestizo. Vale la pena decirlo una vez más, con el sociólogo Agustín Cueva: " ... el mestizo se manifiesta esencialmente como el punto de cristalización subjetiva de todas las contradicciones sociales. Atrapado entre dos razas, dos culturas, dos instancias estructurales y hasta dos edades históricas, configura un lugar de desgarramiento y desarraigo antes que un espacio privilegiado de función". (Cueva 1978: 416)

García Canclini siendo más amplio y en su deseo de comprender el hecho como totalidad, recurre a la categoría de hibridez para designar, tanto al mestizaje como al sincretismo: "Prefiero este último, escribe, porque abarca diversas mezclas interculturales -no sólo las raciales a las que suele limitarse mestizaje- y porque permite incluir las formas modernas de hibridación mejor que sincretismo, fórmula referida casi siempre a fusiones religiosas o de movimientos simbólicos tradicionales". (García Canclini 1990: 15)

Las sociedades mestizas-híbridas latinoamericanas han formado su personalidad histórico-político-cultural sobre la base de este "agravio colectivo" y así se han ido desarrollando

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lastradas por este "trauma histórico"; el resultado-símbolo de este hecho son los mestizos-híbridos (el ochenta por ciento de los habitantes del subcontinente), tanto en el plano étnico-racial como en el ideológico-cultural. Este hecho, que implica en gran medida haber perdido la memoria histórica, despreciar lo nativo, asociándolo, frecuentemente con la madre, identificarse con el padre-forastero y agresor, vivir en el "limbo", sin planes y metas, guiarse por emociones antes que por razones, vivir en la duda, con cambios frecuentes y repentinos tanto en los sentimientos como en las ideas. Lo mencionado son algunas actitudes que caracterizan y marcan, hasta nuestros días, a los descendientes del "golpe de agravio" que significó la conquista del continente americano. Vargas Llosa es uno de los más conocidos depositarios de estos males, que por siglos, en esta parte del mundo, se han venido acumulando.

En segundo lugar, América Latina y el Perú, además de los problemas antes mencionados, son sociedades cruzadas por problemas económico-sociales, los que han determinado la aparición de las clases y sus consecuentes enfrentamientos. Las clases sociales en Latinoamérica, sin haber llegado al mismo nivel de estructuración que en las sociedades capitalistas desarrolladas, están lo suficientemente diferenciadas; lo que nos permite tomar esta categoría como eje fundamental de análisis de estas formaciones histórico-sociales, y a la vez nos ayuda a comprender los movimientos, intereses, conductas, aspiraciones e ideologías de los distintos sectores agrupados en los diversos segmentos sociales en este continente. Estos principios sociológicos fueron y son compartidos por Vargas Llosa, concretamente cuando hace historia de su clase, familia y persona. Refiriéndose a su padre y al enfrentamiento social con la familia de su madre, escribe: "De algún modo y por alguna complicada razón, la familia de mi madre llegó a representar para él lo que nunca tuvo o lo

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que su familia perdió -la estabilidad de un hogar burgués, el firme tramado de relaciones con otras familias semejantes, el referente de una tradición y un cierto distintivo social- ...". (Vargas Llosa 1993: 13)

A continuación, explica: "La verdad, estos sentimientos tenían muy poco sustento ya que en aquella época -mediados de los años treinta-, pues la familia Llosa, que había sido, desde que llegó a Arequipa el primero de la estirpe -el maese de campo don Juan de la Llosa y Llaguno-, acomodada y con ínfulas aristocráticas, había venido decayendo hasta ser, en la generación de mi abuelo, una familia arequipeña de clase media de modestos recursos. Eso sí, bien relacionada y firmemente establecida en el mundillo de la sociedad". (Vargas Llosa 1993: 14)

Finalmente, dos páginas después, recordando su estancia en Arequipa, escribe: "Ese primer año de vida, el único que he pasado en la ciudad donde nací y del que nada recuerdo, fue un año infernal para mi madre así como para los abuelos y el resto de la familia -una familia prototípica de la burguesía arequipeña, en todo lo que la expresión tiene de conservadora- ...". (Vargas Llosa 1993: 16)

Es menester hacer algunas precisiones. Vargas Llosa habla, en los párrafos citados, que la familia de su madre representaba en el imaginario de su padre un "hogar burgués", luego que en la generación de su abuelo era "una familia arequipeña de clase media de modestos recursos", finalmente "una familia prototípica de la burguesía arequipeña".

Se puede observar que Vargas Llosa no tiene claro las diferencias entre lo que es la burguesía y lo que es la pequeña o mediana burguesía; utiliza estas categorías indistintamente, como si fueran sinónimos. A juzgar por los datos que Vargas Llosa esgrime, su familia materna, en el momento en que él nace, es clase media de modestos recursos y provinciana; pero con pasado aristocrático-terrateniente en su provincia (el

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abuelo Pedro había trabajado como agricultor sembrando algodón en el valle de Camaná, no se sabe si como propietario o empleado), de ahí algunas costumbres refinadas, ciertos contactos importantes y variados complejos heredados.

La familia veía en los cargos públicos, en el estudio y futura profesión de los hijos, la posibilidad de no seguir descendiendo en la escala social y si es posible no sólo conservar su estatus, sino hasta ascender en la misma. El sociólogo F. Bourricaud, describe este sector social así: "La expresión clase media no es muy clara. El único modo de conferirle un sentido un tanto preciso consiste en comprender que las palabras clase media se refieren a una concepción jerárquica de la sociedad. (...) El calificativo de media significa que los grupos que se lo atribuyen -o a los que se les atribuye- están ante todo preocupados por su posición frente a sus vecinos de abajo y de arriba. No se sitúan ni completamente abajo ni completamente arriba, y se definen negativamente: no pertenecen a la clase dirigente y, sin embargo, se distinguen de la masa". (Bourricaud 1967: 54)

Esta situación de ser producto de en medio y vivir en medio, y como consecuencia sin ubicación precisa, implica, frecuentemente, ser oprimidos y despreciados por los de arriba y la consiguiente desconfianza-envidia de los de abajo; es uno de los rasgos que caracterizan a esta clase social, que dicho sea de paso, comúnmente, hace lo posible por imitar lo que la burguesía hace y piensa y a la vez pugna por alejarse de los sectores populares. Uno de sus sueños es devenir en burgueses, si no en esencia, por lo menos en la forma. Gustave Flaubert fue cáustico con las clases medias, se refería a ellas diciéndoles: " ... pequeños burgueses imbéciles, mediocridad de la existencia ... ". (Flaubert 1995: 59)

El individualismo, el arribismo, los complejos, los cambios e incoherencias de este sector sin ideología y sin proyecto histórico propio, es correctamente descrito por

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Álvaro Vargas y sus amigos en MANUAL DEL PERFECTO LATINOAMERICANO, leamos: "Si a este personaje pudiéramos tenderlo en el diván de un psicoanalista, descubriríamos en los pliegues más íntimos de su memoria las úlceras de algunos complejos y resentimientos sociales. Como la mayor parte del mundo político e intelectual latinoamericano, el perfecto idiota proviene de modestas clases medias, muy frecuentemente de origen provinciano y de alguna manera venidos a menos. Tal vez tuvo un abuelo próspero que se arruinó, una madre que enviudó temprano, un padre profesional, comerciante o funcionario estrujado por las dificultades cotidianas y añorando mejores tiempos de la familia. El medio de donde proviene está casi siempre marcado por fracturas sociales, propias de un mundo rural desaparecido y mal asentado en las nuevas realidades urbanas". (Autores varios 1988: 22)

A continuación, tomando algunos hechos que caracterizan a la generación del 50, a la cual pertenece Vargas Llosa, continúa: "Debieron ser compañeros de su infancia la Emulsión de Scott, el jarabe yodotánico, las novelas radiofónicas, los mambos de Pérez Prado, los tangos y rancheras vengativas, los apuros de fin de mes y parientes siempre temiendo perder su empleo con un cambio de gobierno".

Por último, termina "Y encima, siempre arrogantes, los ricos con sus clubes, sus grandes mansiones, sus muchachas de sociedad y sus fiestas exclusivas, viendo con desdén desde la altura de sus buenos apellidos a las gentes de clase media, llamados, según el país, huachafos, lobos, siúticos, o cualquier otro término despectivo". (Autores varios 1998: 23)

Si intentáremos identificar al fluctuante Vargas Llosa, por su extracción de clase, con alguno de los personajes mestizos, provincianos, pequeños burgueses e intelectuales que aparecen en sus obras de creación, quien mejor sintetiza ese mundo

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interno y externo, complejo, contradictorio, desgarrado y en eterna búsqueda es, naturalmente, Santiago Zavala en CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL. Si Gustave Flaubert dijo "Madame Bovary soy yo", Vargas Llosa podría decir, parafraseando a su maestro, "Santiago Zavala soy yo".

En tercer lugar, en el plano de su concepción filosófica, cuando la libertad ha logrado independizarse de la necesidad, Vargas Llosa se ha reclamado, en un corto tiempo, como materialista; luego, a partir de los años setenta hasta comienzos del nuevo milenio, se autodefine, indistintamente, como escéptico, ecléctico y agnóstico. Nunca ha definido qué entiende por estos términos, pareciera que para el novelista son sinónimos. Esta base gnoseológica puede ser muy fecunda para un "aventurero" de la imaginación que busca nuevos espacios en el mundo, para un "hablador" que cuenta y recuenta historias, o para un "inventor" de mundos y realidades fantásticas, en la medida que le permite hacer los juegos y extrapolaciones mentales sin límites y sin responsabilidad ante nadie, incluso hasta convertirse, como él sostiene, en un auténtico "deicida".

Si el eclecticismo o el agnosticismo, como base del conocimiento, son fecundos para el desarrollo de una de las pasiones en la vida del novelista, la literatura, este hecho no se repite en la otra pasión de su vida, la política, donde la moral, por un lado, tiene que ser histórica y socialmente comprendida, y por otro lado, las pasiones, los sentimientos, los odios y los rencores deben no sólo ser controlados, sino hasta reprimidos, en la medida que la política exige, sobre todo, seriedad y responsabilidad. En otras palabras, la actividad política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo o del alma, como escribió hace más de un siglo Max Weber.

Vargas Llosa es la síntesis, en negativo y en positivo, de todos estos males acumulados, que dicho sea de paso, hay que

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repetirlo una vez más, es un problema de la gran mayoría de latinoamericanos que nacieron de "pura casualidad" en este continente, que aprendieron el idioma y se nutrieron de la cultura, en su conjunto, inconscientemente. Simplemente es un hecho que se dio al margen de la voluntad, hegelianamente hablando, es la necesidad; pero a la par, como reconocimiento de la necesidad, está la libertad. Es decir, llegado un momento dado los hombres comunes, con mayor razón intelectuales con el nivel cultural y los conocimientos teóricos que Vargas Llosa adquirió, tienen la capacidad, como individuos o como parte de un colectivo, de reconocer su pasado con todos sus encantos y desencantos; la libertad de decidir, hasta cierto punto, a través de un proceso de cuestionamientos, de afirmaciones y negaciones, de análisis y síntesis, qué orientación dar a su vida y a su intelecto en esta agonía eterna que es el presente, y así proyectarse, como ser individual o como parte de un todo, hacia el futuro. Esto es lo que uno de los más famosos novelistas de habla castellana ha logrado, en gran medida, en el plano individual-literario; pero en el nivel político-colectivo, a pesar de sus esfuerzos, sea desde la izquierda, hasta 1971, desde el centro, hasta 1986, o desde la derecha, hasta comienzos del nuevo milenio, de ver transformada América Latina. Ya sea como socialismo, como una social-democracia o como una democracia liberal al estilo europeo, hasta hoy ha quedado ello en deseos.

Si algo tendríamos que criticar a Vargas Llosa, entre otras cosas, es no haber podido dar cauce consciente y coherente a su vida política, desde el punto de vista histórico-social. Sin lugar a dudas él no es un caso único en el continente. En el novelista pesó más su historia, su clase, su familia, sus problemas personales y el sistema al que Vargas Llosa combatió, con su verbo y su pluma, hasta comienzos de la década del 70 del siglo XX.

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Vargas Llosa ha devenido en "una especie de mito" para un determinado sector social de habla hispana y ésta es una de las razones de porqué, en un momento dado, el novelista cree que su capacidad como tal no tiene límite y a la vez piensa que sus posibilidades son absolutas. Sus posibilidades ilimitadas parecen ser verdad en una de las pasiones de su vida: la literatura; pero en la otra: la política, sus posibilidades tienen sus límites y ellos se imponen objetivamente en contra de su voluntad.

Como queda demostrado a lo largo de su trayectoria ideo-política, gran parte de la cual hemos reconstruido en esta investigación, y más concretamente en el año 1990 cuando el gobierno estuvo maduro para él, pero él no estuvo maduro para el gobierno, y así perdió la oportunidad de convertirse en el primer y único presidente escritor del continente americano, en la segunda mitad del siglo XX.