dom ord 32 c

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Ciclo C

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Page 1: Dom ord 32 c

Ciclo C

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Estamos en Noviembre, mes de los difuntos y casi terminando el año litúrgico.

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El evangelio nos habla de unos saduceos que van a preguntar a Jesús.

Los saduceos eran ricos materialistas, que vivían muy cómodos y no creían en la

resurrección. (Lucas 20, 27-38)

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En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer,

pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer?

Porque los siete han estado casados con ella.“ Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los

que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son

como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo

indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos,

sino de vivos; porque para él todos están vivos."

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Le proponen a Jesús una historia grotesca, casi para reírse de Él, pues creen que no les va a dar una solución.

Decía una ley en el Levítico que, si uno moría sin hijos, la viuda debía casarse con algún hermano del difunto, para que el hijo que tuvieran se considerase como del muerto.

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Los saduceos le proponen a Jesús un caso posible, pero ridículo. Uno muere teniendo seis hermanos. La viuda se va casando con todos, que van muriendo. Luego muere la viuda.

Y viene la pregunta a Jesús: “Cuando resuciten los muertos ¿de quién de ellos será la mujer?” Ellos, como no creían en la resurrección, no lo podían entender.

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Desgraciada-mente esa ignorancia de los saduceos es muy común, porque en realidad se sabe muy poco, sobre todo de manera vivencial, sobre los problemas del más allá.

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Automático

Qué poco saben los hombres sobre la muerte y el más allá.

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Qué poco saben los hombres sobre la muerte y el más allá.

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No es que se sepa poco, sino que muchos viven como si nunca tuvieran que morir.

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Muchos trabajan sin descanso, pero sólo para lo terreno, no para la eternidad.

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Qué poco saben los hombres sobre la muerte y el más

allá.

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Qué poco saben los hombres sobre la muerte y el más allá.

Hacer CLICK

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Un gran problema nuestro es que muchos cristianos, aun de los que van a misa y a procesiones, muchas veces viven preocupados sólo por lo material, sin repercusión en la vida preparatoria para la eternidad.

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La primera gran verdad que sacamos hoy del evangelio es que nuestra vida terrena está destinada a otra vida superior, que la muerte no es muerte total, sino que

esperamos vivir por los siglos de los siglos.

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No he de morir,

viviré

Automático

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por los siglos de

los siglos.

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Abridme las puertas del triunfo

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y entraré para dar gracias

al Señor.

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Esta es la puerta

del Señor:

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los vencedores

entrarán por ella.

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No he de morir,

viviré

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Hacer CLICK

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La verdad de nuestra resurrección está corroborada por la resurrección de Jesucristo. Jesús resucitó, no sólo como triunfo de su vida, sino para que creamos que nosotros podremos vivir también con Él. Y esto por los siglos de los siglos.

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Desgraciadamente la mayoría de las noticias de televisión, revistas profanas, nos impulsan a creer que sólo vale lo material. Hacen creer que son afortunados

los que consiguen pasarlo bien aquí, pero no se preocupan de lo que será después de la muerte.

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Cristo triunfó de la muerte resucitando. Esta palabra “resucitar” significa: ser nosotros

mismos con una vida nueva.

No significa volver a la misma vida de antes, como fueron las tres resurrecciones a tres personas que realizó Jesús, según nos cuentan los evangelios.

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Esto sería un ser sin personalidad. Nosotros tenemos nuestra personalidad, con la que

resucitaremos cada uno. Otra cosa es el modo: Nuestra persona será sublimada.

Resucitar tampoco es, como algunos creen, una reencarnación, como si tuviéramos un “alma perdida”, que necesita estar en un cuerpo.

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Dios iba revelando las verdades de la fe de modo lento, quedando las más difíciles, como la Santísima Trinidad, para la revelación particular de Jesús.

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La resurrección de los muertos no era conocida en la mayoría de los libros del Antiguo Testamento. Pero en el 2º libro de los macabeos, escrito hacia el año 150 antes de Cristo, aparece una formulación muy clara, en el martirio de siete hermanos, que hoy nos trae la 1ª lectura.

2Macabeos 7, 1-2. 9-14

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En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer

carne de cerdo, prohibida por la Ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: "¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de

nuestros padres.“ El segundo, estando para morir, dijo: "Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos

muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.“ Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y

habló dignamente: "De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios”. El rey y su corte

se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: "Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos

resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida."

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El mensaje que el autor sagrado quiere dar a los israelitas es que vale la pena ser fieles a la ley, aunque sea en cosas que parecen pequeñas, para poder resucitar.

Ser fieles a la ley era ser fieles a Dios.

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Cuando se habla de resucitar, se quiere expresar el tener otra vida más especial, unidos con Dios, aunque en aquel tiempo era muy difícil saber en qué consistiría esa nueva vida.

Sobre esa nueva vida

nos hablaría

Jesucristo.

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Y como nos dice el prefacio pascual: “Cristo muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida”. San Pablo dirá: Como por un hombre vino la muerte, por un hombre viene la resurrección de los muertos”.

Esa nueva vida

comenzó con la

resurrección de Jesús.

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Cuando la Iglesia habla de la resurrección habla de una vida totalmente nueva, en relación con la vida anterior. Por eso, cuando Jesús les va a explicar un poco a los saduceos les dice: “No entendéis”.

Y les dice que lo del sentido del matrimo-nio es diferente.

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El matrimonio aquí en esta vida es como un signo de imperfección. Es necesario para la continuación de la raza humana. Allí no será necesario. No quiere decir que se desconozcan y que no gocen por el bien matrimonial anterior; pero será un amor sublimado, porque seremos “como ángeles”.

Nuestra vida será mucho más perfecta y gozosa en el cielo.

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Ser “como los ángeles” significa que allí no hay limitaciones materiales: no se sufre, no se come,

no se procrea, no se muere.

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Si uno no cree en la resurrección y piensa que todo se termina con la muerte, lo natural es que piense gozar lo más posible aquí, ignorando a los demás o no preocupado si el otro goza o no. Le será difícil sacrificarse por los otros. Y crecerán las venganzas, etc.

Ante esta realidad de la resurrección, no basta creer. Hace falta ser consecuentes

con esta creencia.

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Cuando uno cree de verdad que hay otra vida y que resucitaremos para esa vida eterna, debe vivir fiel y consecuentemente con esa verdad. Creer de verdad en la vida eterna nos cuestiona toda nuestra vida actual.

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Jesús es el ejemplo del triunfo de la vida sobre la muerte. Por eso es también el ejemplo de nuestro comportamiento en esta vida. La resurrección de Jesús no fue un hecho aislado. Fue el final de toda una vida resucitada.

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También nosotros debemos vivir con

una vida resucitada.

Significa un modo especial de vivir y

de enfrentarse con los

problemas de la vida con nueva

seguridad, paz y alegría. Como

vivían los santos.

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Creer en la resurrección no es sólo una proclamación, sino una postura práctica, que se debe reflejar en toda nuestra existencia. Si el cristiano cree en la resurrección, debe demostrarlo ante el mundo, más que con las palabras, con los hechos de vida.

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Muchos creen que nacemos para

morir; pero terminamos

proclamando ante el Creador que la

muerte es el principio de otra vida. Por eso, si

morimos es PARA VIVIR.

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Dicen que nacemos

para morir;

Automático

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pero en ti creemos, Señor,

y sabemos

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llegar al puerto de tus brazos.

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nos acoges y nos abrazas

a tus

hijos

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Dicen que nacemos

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pero en ti creemos, Señor, y sabemos

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que morimos

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Si Cristo ha resucitado,

resucitarán los muertos.

Page 55: Dom ord 32 c

AMEN