dom ord 6 b

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Ciclo B

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Ciclo B

Hoy el evangelio nos habla de un leproso que va donde Jesús.

Es el encuentro de una gran miseria con la infinita misericordia de Dios. El tema de la misericordia de Dios podemos decir que es la principal enseñanza de este día. Debemos meternos muy profundamente en el alma el saber que Dios es el Padre bueno lleno de misericordia. Dice así el evangelio:

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme." Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero: queda limpio." La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés." Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Mc 1,40-45

Jesús iba dando muestras de que era el Mesías anunciado por los profetas. Esas pruebas eran evangelizar a los pobres y curar a los enfermos.

Entre los más pobres y enfermos estaban los leprosos.

¡Qué mala era la lepra en el tiempo de Jesús! Era mucho peor que ahora, sobre todo porque no había medicinas ni higiene. Y muy especialmente por el sentido social, la exclusión civil. El leproso no tenía derecho a nada y hasta se le tenía como un maldito de Dios.

El tenerles como malditos de Dios se debía a la mentalidad errónea de que, si tenían una enfermedad tan mala, debía ser porque algo malo habrían hecho. Por lo tanto era como una señal de que era pecador.

Y esta mentalidad es la que

quería quitar o cambiar Jesús.

Así que las distancias con un leproso eran insalvables. Jesús viene a dar realce a la persona, de modo que se convierte en sagrada. Con Jesús desaparece la idea de que la enfermedad sea un castigo divino. Es un signo doliente que espera una respuesta compasiva de Dios y de nosotros.

Hoy debemos proclamar la dignidad y los derechos de las personas. Y eso debe ser en todos: niños, adultos y ancianos.

Porque debemos proclamar bien alto

que no hay hombres distintos para el

Padre Dios.

No hay hombres distintos para el Padre Dios; a todos los hizo con el mismo amor.

Automático

Siguiendo sus huellas, puedes alcanzar que algún día haya hombres que vivan la paz.

Que vivan la paz.

No desprecia a nadie; sus hijos son todos, quien vive en miseria, quien nada en confort.

Él nunca aprueba la desigualdad y pide un reparto

Con amplia mirada está atento a todos. Jamás volvió el rostro a quien le invocó.

al joven, al viejo o al niño sin pan, a aquella familia

No hay hombres distintos para el Padre Dios; a todos los hizo con el

mismo amor.

Siguiendo sus huellas, puedes alcanzar que algún día haya hombres

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Para Dios todos son iguales, a todos busca. Aunque, si pensamos en sus predilecciones, las tiene con los pobres, los humildes y los que sufren. Si nosotros examinamos nuestros pecados, nos debemos ver como aquel leproso. Por lo tanto debemos gritar a Jesús.

Aquel leproso habría oído hablar de Jesús y empezó a creer en Él. Pensó que si era un enviado por Dios, un nuevo profeta o quizá el mismo Mesías, le podría ayudar. Y le buscó desesperadamente. Debía ir con cuidado, pues debía ir tapado, hasta que supo que estaba cerca y lo encontró.

Entonces desde lo más profundo de su ser le salió el grito suplicante: "Si quieres, puedes limpiarme." Esto es lo que Dios quiere de nosotros, pues estamos como aquel leproso o peor por causa del pecado. Sabemos que Jesús está en el sagrario, en el altar. Postrados, vayamos a implorar.

Postrado ante tu altar, yo te vengo a implorar

Automático

que hoy te viene a rezar.

yo no supe vivir.

La vida me achocó sin compasión. La pena y el pudor fue mi consolación.

Por eso yo te pido, mi Señor, que calmes esta pena, este dolor.

Merezco un poco de tu compasión, perdóname. Señor.

que calmes

esta pena, este

dolor.

Merezco un poco de tu compasión, apiádate de

mi.

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¡Cuántos leprosos del alma van por el mundo necesitados de la misericordia de Dios! Vayamos con la confianza de aquel leproso: Si quieres, puedes limpiarme. Para ello necesitamos confianza y humildad, que es reconocer que necesitamos de esa gran misericordia.

Jesús se conmovió, sintió lástima, y actuó en consecuencia. “Y le tocó”. La ley de aquel pueblo mandaba apartarse del leproso, pero Jesús pone la misericordia por encima de la ley. Es la gran revelación de Jesús. Dios es ante todo misericordia. Vayamos a Él.

Hay algunos que, leyendo la Biblia, creen que Dios es violento, agresivo. Y a Jesús, por una escena leída un poco a medias y no en su conjunto, le tienen como terrorista. La Biblia hay que leerla en conjunto y en espíritu y aparece sobre todo que Dios es el Dios misericordioso, el Dios que salva.

Lo principal que reluce en los milagros de Jesús no es la sensación de poder o grandeza, sino la piedad y la misericordia. Es la prueba más grande de su divinidad. Los seres humanos somos los que ponemos barreras legales entre nosotros. Y a veces poniendo como excusa lo religioso. Así era con los leprosos, como nos lo dice la 1ª lectura del Levítico:

El Señor dijo a Moisés y a Aarón: "Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento."

Levítico 13,1-2.44-46

pero la realidad es que este texto del Levítico es varios siglos posterior a Moisés y era una hechura de los dirigentes del pueblo que, debido a la poca higiene, vieron que convenía para el desarrollo cívico.

Comienza diciendo que le dijo Dios a Moisés y a Aarón. Es muy difícil meterse ahora en estas disquisiciones;

Jesús vino a complementar la ley con el espíritu de amor. Por eso, al tocar aquel cuerpo del leproso, está tocando también el alma. No sólo le toca en lo físico, sino en lo afectivo y espiritual. A través de aquel toque externo, Jesús quiere hacer penetrar la gracia en aquel hombre.

Todo eso es lo que significan las palabras de Jesús: “Quiero, queda limpio”. El “quiero” es como decir “te quiero”. Y el “queda limpio” es querer una limpieza total, de cuerpo y de espíritu. Como sabemos que Dios quiere darnos la limpieza de nuestros pecados, lo que nos toca a nosotros es pedírselo.

Hoy le pedimos al Señor con toda humildad y confianza que nos purifique, que su gracia nos inunde el corazón como una lluvia de bendiciones. Así con su gracia el alma se llenará de esperanza para permanecer con Él ahora y siempre.

Au-to-má-ti-co

Purifícame, Señor, con la lluvia de tu gracia.

lléname, Señor,

de alegría,

y al entrar en tu

morada, purifícame.

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Alguno piensa que el sentimiento de misericordia es como una debilidad. Es más difícil y de mucha más altura que el desprecio, porque la misericordia es propia de Dios.

Nosotros no sólo debemos pedir la misericordia del Señor, sino que debemos continuar el signo de Jesús actuando con misericordia.

Nosotros debemos ser agentes activos de la misericordia. Jesús dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia”. Hay muchas personas a las que podemos dirigir la misericordia: enfermos, solitarios, ancianos, tristes, marginados, los que se sienten castigados por la enfermedad.

Muchos que se sienten atados por sus vicios, otros que ni lo sienten y es peor, otros que tienen a Dios por el culpable de sus desgracias. Debemos pedir fuerza a Dios para poder llevar el evangelio a todos nuestros hermanos.

Pero no sólo hay miserias en el sentido corporal. Mayores son las de sentido espiritual:

Automático

en tu nombre

anunciaré el mensaje

de tu Reino.

Tú vendrás, Señor, a mi lado,

llevaré la buena

nueva a mis

hermanos.

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No basta con pedir perdón a Dios por tanta lepra espiritual, sino que debemos buscar lo positivo: dar gloria a Dios.

Y esto podemos y debemos

hacerlo en todo

momento, como hoy

nos recomienda san Pablo en la 2ª lectura:

Hermanos: Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.

1Cor 10,31-11,1

La gloria de Dios no sólo se agranda y se hace esplendorosa cuando hacemos una gran obra de

misericordia,

sino cuando realizamos los gestos

normales de comer, beber,

trabajar; pero unidos al amor de

Dios.

San Ireneo, en una frase esplendorosa, decía: “La gloria de Dios es el hombre viviente, y la vida del hombre es la visión de Dios”. Desgraciadamente hay vidas del hombre que no se pueden llamar “vida”. El mensaje de este domingo nos impele a buscar más vida en nuestra vida y poder aumentar la “vida” en la vida de los demás.

Hay un canto de mi tierra castellana en que, explicando un poco quizá la frase de san Ireneo, va proclamando la gloria de Dios en las esperanzas y anhelos de muchos por tener una vida mejor.

Cantemos juntos la Gloria de Dios fiel a

su palabra:

Automático

de Dios fiel a su palabra:

su gloria

es canción

de siega.

y paz en

toda la

tierra.

Su gloria es salario justo, su gloria es pan para todos.

para el que se encuen-tra solo.

Su gloria es que nadie emigre y que nadie quede parado,

pueda vivir de

sus campos

Su gloria es fuerza en la lucha, su gloria es

fiesta y descanso.

tener un

libro en las manos

Que aprendamos como María a dar gloria a Dios con

nuestra vida.

AMÉN