dom ord 17 b

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El evangelio de este día nos habla del milagro de la multiplicación de panes y peces. Aunque estamos en el ciclo B, en el cual se suele leer del evangelista san Marcos, hoy lo narra el evangelista san Juan. Es por dos razones. La 1ª porque, al ser el evangelio de san Marcos más breve, se deja ahora unos pocos domingos para san Juan.

La 2ª razón es porque san Juan narra este suceso como introducción a la proclamación de la eucaristía que hará Jesús al día siguiente y que leeremos en varios domingos siguientes. Por eso da algunos detalles más relacionados con lo del día siguiente.

San Juan narra pocos milagros; pero los que narra, que él llama “signo”, están relacionados con algún tema grande en la predicación de Jesús. El de hoy va unido al tema de la Eucaristía. Dice así:

Juan 6,1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?" Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe contestó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo." Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" Jesús dijo: "Decid a la gente que se siente en el suelo." Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: "Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie." Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: "Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo." Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Automático

Convirtió dos

pececillos en

centenares de peces,

que sucede todos

los días:

Hacer CLICK

Jesús está de visita por amor en la Eucaristía.

Tradicionalmente el milagro de la multiplicación de panes ha servido para hablar de la multiplicación del pan eucarístico. San Juan hace realzar la unidad. Y hasta pone en parte las mismas fórmulas: “tomó los panes, dijo la acción de gracias y lo repartió”.

El evangelio nos dice que a Jesús le seguía mucha gente porque era repartidor de bienes, en todos los sentidos. La Iglesia es seguidora de la obra de Jesús.

Lo principal debe ser su preocupación por lo espiritual; pero está unida su preocupación por la salud material, pues somos una unidad.

La historia de la Iglesia es una historia de caridad: miles de hospitales, residencias y atenciones a minusválidos y enfermos abandonados.

Ha habido grandes santos hospitalarios, como san Juan de Dios y san Camilo de Lelis, que han comenzado solos, pero junto a ellos se han ido reuniendo otras personas hasta organizarse en congregación religiosa.

Otros grandes organizadores de la caridad han liderado varios grupos de caridad, como san Vicente de Paul y la beata Teresa de Calcuta.

Jesús no sólo realizaba gestos de caridad por el bien de una persona, sino que eran lecciones para sus apóstoles, que debían ser buenos pastores en la Iglesia que busca ayudar a la humanidad doliente.

Respecto al milagro de la multiplicación de panes y peces, Jesús podría haber hecho maravillas: o que la gente no hubiera tenido hambre, o que apareciese de repente diversa comida para todos; pero Él quiere que nosotros ayudemos para manifestar lo principal, que es el amor.

Por eso pide la colaboración de los apóstoles, que de hecho no tienen nada, sino que están a expensas de lo que dé la gente. Pero se mueven y buscan. Y encuentran a un muchacho que tiene cinco panes y dos peces.

Y sobre todo

tiene muy buena

voluntad.

Aquel muchacho tiene cinco panes de cebada, que era el pan de los pobres, y dos peces. Era todo lo que tenía; pero se lo da todo a Jesús. También nosotros, dentro de nuestra pobreza, podremos dar alguna sonrisa y algo más, que represente todo nuestro amor.

Un niño se te acercó aquella tarde.

Automático

Los dos hicisteis

que ya no hubiera hambre.

También yo

quiero poner

sobre tu mesa,

mis cinco panes que son

de darte todo mi amor y

mi pobreza.

de darte todo mi

amor y mi pobreza.

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Si aquel muchacho hubiera dicho: ¿Esto qué es para tantos? Y se lo hubiera quedado para él, no sabemos lo que hubiera hecho Jesús. A veces nosotros vemos lo poco que podemos hacer y no hacemos nada pensando que lo deben hacer las naciones poderosas o el gobierno o la Iglesia.

Decía la madre Teresa de Calcuta: “Lo nuestro puede ser como una gota en el mar; pero el mar no sería lo mismo sin esa gota”.

Cada uno debe aportar lo que pueda: puede ser alimentos, cultura, trabajo, ideas.

Jesús ayudaba algo en lo material; pero su mesianismo era sobre todo espiritual. Por eso cuando la gente, que casi sólo entendía el lenguaje de lo material, vio su vida solucionada si Jesús fuese su rey, despidió a la gente y se fue solo por aquel bosque para orar.

Si hubiera fe, podría hacerse mucho más de lo que se hace. Nos podría suceder como al profeta Eliseo, que pudo hacer que se aumentasen en algo los panes que tenía.

Así nos lo

cuenta la 1ª

lectura.

En aquellos días, uno de Baal-Salisá vino a traer al profeta Eliseo el pan de las primicias, veinte panes de

cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo: "Dáselos a la gente, que coman." El criado replicó:

"¿Qué hago yo con esto para cien personas?" Eliseo insistió: "Dáselos a la gente, que coman. Porque así

dice el Señor: Comerán y sobrará." Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el

Señor.

2Reyes 4,42-44

Algo que nos enseñó Jesús con este milagro, y quiso enseñarles a los discípulos fue la verdad sobre la Providencia divina.

Aunque no veamos milagros de Dios a nuestro alrededor, nos debería bastar para sentir a Dios con la fe en su Providencia divina. Debería crecer nuestro amor a Dios, que es nuestro Padre, al contemplar la naturaleza. Si Dios cuida de las aves y las plantas ¿Cómo no va a cuidar de nosotros que somos sus hijos?

Automático

que va buscando un nido guiado por tu amor,

nos proteges,

Señor, con más cariño,

pues quieres más a

un niño que al pájaro

y la flor.

primavera y

manantial,

Dios hermano,

Dios amigo,

Hacer CLICK

Pero su importancia está en que deben ser expresión de la fraternidad humana, la materialización del mandamiento del amor.

Para la finalidad de la vida cristiana tiene una cierta importancia “el compromiso temporal”, que son los bienes materiales.

Siempre quedará, en la cima de nuestras relaciones, el “amarnos los unos a los otros”. Por eso Jesús nos enseñó a pedir “el pan nuestro de cada día”.

Lo pedimos no sólo para los

cercanos, sino para

toda la familia

humana.

La lástima es que hay naciones pobres que lo poco que tienen lo emplean en armas, para que unos pocos tengan el poder y lo que correspondería a muchísimos.

Si sabemos que Dios es bueno, es para que nosotros también lo seamos. Y aprovechemos lo que tenemos.

Esto de aprovechar lo que tenemos y no lo malgastemos es otra enseñanza que nos da hoy el evangelio. Jesús pide que se recoja lo que sobra. Y recogieron 12 cestos. El número 12 para los hebreos era de plenitud, como las tribus, como los apóstoles.

La fe en la Providencia de Dios hace maravillas en la conquista de la paz. Pero Dios quiere que nos ganemos el cielo con nuestro esfuerzo, para que sea más alegre y gozoso.

Esto será verdad si aprendemos a vivir en unidad, porque Dios es el Padre de todos. Así nos lo dice san Pablo en la 2ª lectura:

Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

Efesios 4,1-6

Vivir en la unidad y en la paz es vivir en la vocación a la que hemos sido llamados los cristianos. Una fe que hemos recibido en un mismo bautismo para unirnos con Jesucristo como verdadero y único intermediario y unirnos entre nosotros.

Terminamos recordando la escena del evangelio. Dios nos pide un poco para darnos mucho más. No seamos tacaños con Dios. Seamos generosos, que Él nos dará mucho más.

Automático

Y saciaba a su pueblo con el pan de su palabra.

Anochecía: “Di, Señor,

que marchen a

por su alimento”.

Mirad, son vuestro pueblo: Dadles vosotros de comer.

Si nosotros hoy te diéramos, Señor, todo lo que somos y tenemos,

ya no habría ser alguno en toda la tierra que muriese de hambre.

Es imposible. Esta gente que está hambrienta es demasiada.

Pero yo confío en Ti. Aquí está todo lo mío.

y se sigue repitien-do cada día

Si ponemos nuestros

“panes” al servicio del Dios

vivo.

Si nosotros hoy te

diéramos, Señor, todo

lo que somos y tenemos,

ya no habría ser alguno en toda la tierra que muriese de hambre

Si nosotros hoy te

diéramos, Señor, todo

lo que somos y tenemos,

ya no habría ser alguno en toda la tierra que muriese de hambre.

Que María nos enseñe a

entregarnos al Señor, como

ella se entregó desde niña.

AMÉN