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Universidad Nacional Autónoma de México Escuela Nacional Preparatoria “Vidal Castañea y Nájera” Plantel Cuatro-Tacubaya Moyano Pahissa, Ángela. 1993. Una Nación de Naciones. México. Instituto José María Luís Mora. TEXTO MODIFICADO PARA FINES EDUCATIVOS, OTORGANDO SIEMPRE LOS DERECHO DE AUTOR A LA CASA EDITORIAL Y AUTOR.

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UUnniivveerrssiiddaadd NNaacciioonnaall AAuuttóónnoommaa ddee MMééxxiiccoo EEssccuueellaa NNaacciioonnaall PPrreeppaarraattoorr iiaa

““ VViiddaall CCaassttaaññeeaa yy NNáájjeerraa”” PPllaanntteell CCuuaattrroo--TTaaccuubbaayyaa

MMooyyaannoo PPaahhiissssaa,, ÁÁnnggeellaa.. 11999933.. UUnnaa NNaacciióónn ddee NNaacciioonneess.. MMééxxiiccoo.. IInnsstt ii ttuuttoo JJoosséé MMaarrííaa LLuuííss

MMoorraa..

TEXTO MODIFICADO PARA FINES EDUCATIVOS , OTORGANDO SIEMPRE LOS DERECHO DE AUTOR A LA

CASA EDITORIAL Y AUTOR .

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IInnddííccee

Introducción

II.. PPrr iimmeerraa EEttaappaa:: LLaa ccoolloonniiaa

a. Los ingleses: 250 000 en 150 años b. Inmigrantes forzados: los esclavos negros c. Otras naciones europeas d. Proyectos para propiciar la inmigración

II. SSeegguunnddaa EEttaappaa:: eell ssiigglloo XXIIXX a. El siglo XIX

III. TTeerrcceerraa eettaappaa:: eell ssiigglloo XXXX a. El siglo XX

IIVV.. LLaa rreeaaccccóónn nnoorrtteeaammeerr iiccaannaa aa llaa iinnmmiiggrraacciióónn

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Introducción

Fue hasta finales del siglo XVI que aparecieron en Inglaterra los factores de empuje necesarios para que una emigración se llevase a cabo. Isabel 1, en un esfuerzo nuevos mercados, envió dos expediciones al norte del continente americano. Consciente del desarrollo mercantil de su país pero también de los 4 000 000 de súbditos que vivían en la pobreza, el gobierno de Isabel buscaba nuevas tierras donde proporcionarles una esperanza y donde encontrar materias primas tan necesarias como madera, pescado, carbón y, por supuesto, oro y plata.

Las primeras expediciones fracasaron, pero sus sobrevivientes llevaron a Inglaterra noticias de tierras con mejor clima, agua y madera en abundancia. Justo en los años en que millones de labriegos estaban siendo expulsados de tierras comunales destinadas a la cría de ovejas, los viajeros hablaron de tierras fértiles cruzadas por innumerables ríos. En un Londres abigarrado, sucio, maloliente y lleno de epidemias, las noticias de campos frescos, aire limpio y abundante agua corrieron como pólvora. Hasta Richard Hakluyt, el dramaturgo, tomando el pulso de su tiempo escribió una obra que resultó inmensamente popular: Westward ho! impulsando a los jóvenes a embarcarse en busca de mejores condiciones de vida. Se escribieron numerosos folletos apelando a diversos motivos para emigrar: sobrepoblación, desempleo, falta de libertad religiosa, pero sobre todo, se hizo hincapié en los beneficios económicos a obtener El cronista Edward Hayes se encargó de hacer ver a sus compatriotas que ellos habían recibido un encargo divino: extender el protestantismo, la verdadera religión, a las nuevas tierras. El fracaso colonial de España en la zona septentrional probaba, según Hayes, que Dios la reservaba para Inglaterra. Una vez desarrollados los factores que hicieron factible el deseo de emigrar, sur los medios que lo hicieron posible.

El auge del comercio lanar había acumulado capital que permitió la organización de poderosas compañías colonizadoras, las cuales necesitaban miles de personas para llevar a cabo sus objetivos. Fueron ellas, organizadas bajo el modelo de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, las que a su vez transportaron a los millones de gentes que, libres o forzados, llegaron a vivir al continente norteamericano.

Su modelo de colonización significó un trasplante de unidades completas de la sociedad inglesa. Hicieron lo que los colonos romanos: reprodujeron sus propias comunidades y modo de vida. Y no sólo empujaron a los nativos fuera de los territorios en donde se establecieron, sino que organizaron una nueva Britania a la que llegaron también millones de otros europeos. Es esa historia la que deseamos relatar para que nuestros lectores hispanoamericanos conozcan el desarrollo de “las naciones” que conformaron a la que en este momento es la primera potencia mundial.

Organizamos nuestro material de manera cronológica. Los primeros en llegar fueron naturalmente británicos, pero dada la regionalización de una isla dividida en Inglaterra, Gales, Escocia, etc., los llamados comúnmente ingleses tenían diferentes culturas, modos de vivir y religiones que, al trasplantarse, crearon mundos diferentes entre los que los únicos lazos eran la lengua (con acentos y peculiaridades propias) y las instituciones políticas a grosso modo. Es por lo tanto de gran interés que el público hispanoamericano conozca que fueron cuatro migraciones británicas las que configuraron culturas regionales que continúan en existencia. Posteriormente, la llegada de otros grupos, europeos, asiáticos, africanos e hispanoamericanos, han dado a ese gran mosaico el sabor especial de cada una de sus piezas. No es lo mismo visitar Los Ángeles en California que el Medio Oeste o Virginia. No se comportan de igual manera los oriundos de Boston que los habitantes de Dallas. El conocimiento de la historia de su inmigración nos permitirá comprender la razón de su ser.

El mundo africano de los inmigrantes forzados o involuntarios, también tuvo numerosas facetas. Los colonos experimentaron la diferencia entre comprar un africano de Sierra Leona o uno, de la región de Senegambia. El primero les servía de peón en los campos, mientras que el segundo era refinado y culto, por que había que emplearlo en tareas domésticas o de

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administración. Todas esas migraciones, forzadas o voluntarias, formaron el magnífico mosaico cultural que conocemos como Estados Unidos de América.

Primera etapa: La colonia

Los ingleses: 250 000 en 150 años

Se calcula que, durante la época colonial, la gran inmigración se compuso casi totalmente de ingleses, aunque también llegaron elementos de otras nacionalidades, sobre todo holandeses, suecos y alemanes. El mundo colonial de las trece colonias fue inglés en cultura, instituciones políticas y económicas. Sin embargo, es interesante conocer de qué parte de Inglaterra llegaron los diferentes grupos dado que, en los siglos XVII y XVIII, las culturas inglesas eran muy regionales. Cada grupo llevó a las colonias las diferentes costumbres y tradiciones características de sus regiones, además de diversas denominaciones protestantes y rangos sociales. Fue su heterogeneidad la que dio origen a las peculiaridades en valores, lenguaje, arquitectura y hábitos familiares, sexuales, educacionales, funerarios, religiosos, etc., en cada región de las colonias, aun en nuestros días.

Durante el largo periodo de 1607 a 1775 tuvieron lugar cuatro grandes migraciones. La primera fue la de los puritanos o calvinistas del este de Inglaterra. La segunda, la del gran número de sirvientes escriturados, como se los llamaba, del sur de la isla y de la pequeña migración de la élite monárquica que escapé de Inglaterra durante la guerra civil (1642-60). La tercera fue un desplazamiento de las regiones centrales del norte y de Gales hacia el valle del río Delaware. La cuarta llegó de la frontera con Escocia y norte de Irlanda a la frontera de los Apalaches entre 1718 y 1775.

LOS ORÍGENES DE VIRGINIA Y MARYLAND

Aun cuando la colonia de Virginia fue fundada en 1607, su desarrollo fue muy lento. Para 1642, cuando sir William Berkely llegó como gobernador, apenas tenía 8 000 habitantes. En los 35 años que duró la gubernatura de Berkely la región se transformó. El gobernador alentó la inmigración de muchos miembros de la aristocracia que dejaron inglesa que dejaron Inglaterra a raíz de la guerra civil o revolución puritana (1642-60). Fueron ellos quienes dieron a Virginia su legado cultural. Reconstruyeron el mundo que habían perdido en Inglaterra, la vida del caballero rural. Dos tercios de los caballeros que llegaron habían vivido en un triángulo de territorio en el sur y el oeste de Inglaterra, que iba de Kent a Devon y al norte hasta Warwick. Si se añadían los emigrantes de Londres al grupo regional, su proporción subía de dos tercios a casi tres cuartos. Muy pocos llegaron a East Anglia y otras partes del país. A la migración de caballeros se añadió el gran éxodo de gente de estratos sociales bajos, también de la misma región geográfica, los condados de Gloucester, Somerset, Devon, Dorset, Oxford, Brístol, etc. A través de los siglos la región había desarrollado su propia cultura: su lengua y leyes eran de los sajones del oeste y no como las de la región puritana que descendía de daneses. Su área rural estaba dividida en grandes plantaciones y dominada por un pequeño grupo de propietarios; tenía un porcentaje menor de ellos que todas las otras regiones. También en política era una región diferente puesto que siempre había sido leal a la corona. En cuanto a religión, pertenecía a ala conservadora de la Iglesia anglicana. La devastación y la hambruna que tuvo lugar durante la guerra civil, empujó a los pobres a dejar Inglaterra y a buscar en Virginia un lugar afín. Ahí se convirtieron en empleados de los grandes señores de las plantaciones. En las que fueron la primera y tercera colonias inglesas en Norteamérica se desarrolló un mundo conservador, de anglicanismo ortodoxo, de grandes plantaciones al estilo inglés y de profunda alianza con la Inglaterra rural del sur y oeste de la isla. Los viajeros que visitaron la región, llamada del Chesapeake a finales del siglo XVII o principios del XVIII, la describieron como un apéndice de Inglaterra. “Detestaban a todas las naciones, excepto a Inglaterra y despreciaban a todas las razas, excepto la suya”. Ese desprecio se extendía hacia los llamados yankees, o sea los habitantes de Nueva Inglaterra, y hacia los cuáqueros. Los de Virginia y Maryland se concebían

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como los verdaderos ingleses y la suya, la única región en la que persistía la cultura y el refinamiento de la que llamaban “madre patria”. Diferían casi en todo de los puritanos y de los cuáqueros: ellos no aspiraban a vivir siguiendo el modelo del Antiguo Testamento sino el de la aristocracia rural inglesa. Al contrario de la ética de trabajo puritana y cuáquera, los sureños buscaban “matar el tiempo”, de ahí su afición por el juego, las largas conversaciones y la equitación. Maryland también tenía el mismo legado cultural. Ahí, desde su fundación, lord Baltimore había alentado la migración de caballeros rurales ingleses, aunque posteriormente llegaron miles de desposeídos; las bases culturales fueron muy parecidas a las de Virginia porque además, económica y geográficamente, eran la misma región. Las dos colonias se regían por el llamado “ciclo del tabaco” y por la mano de obra esclava. Había sido precisamente en Virginia donde se había declarado esclavos a los negros llevados por los comerciantes holandeses. El cultivo del tabaco ejercía una tiranía completa sobre las vidas de los habitantes de la región de la bahía de Chesapeake. De ahí que mientras esperaban su cosecha se dedicaran, como en las casas señoriales del sur de Inglaterra, a “matar el tiempo”. Sin embargo, esa prerrogativa pertenecía a los dueños de las plantaciones; el tiempo de sirvientes y esclavos no era de ellos sino de sus patrones y dueños. Aproximadamente un 10% de la población masculina adulta era dueña de plantaciones, juntos eran propietarios de 50 a 75% de la productividad de las dos colonias. Ese mismo patrón se daba en el sur y en el oeste de Inglaterra de donde ellos provenían. Había mucho en común entre las dos regiones: ambas tenían una sociedad muy desigual, idénticos patrones de establecimientos, agricultura de monocultivo, oligarquías poderosas de grandes terratenientes, religión anglicana y hasta el mismo acento y peculiaridades en su habla. Seis generaciones después de su fundación, los de Virginia y Maryland todavía consideraban que la cultura inglesa era una herencia formidable que había que pasar a las siguientes generaciones. En cuanto a su arquitectura, tanto las granjas como las casas señoriales se construían según sus tradiciones. Por ejemplo, el gran recibidor situado en el centro de la mansión era algo generalizado en las casas señoriales del sur y oeste de Inglaterra durante el siglo XVII al igual que los jardines, terrazas y estanques. Quizá la característica más notoria de los de Virginia y Maryland fue la idea de lo que debía ser una familia. Al contrario de los de Nueva Inglaterra y de los cuáqueros, que consideraban ideal una familia nuclear, ellos llevaron a las colonias la tradición de una familia patriacal. El orgullo de familia era su pasión, al igual que sucedía entre los caballeros rurales ingleses del sur y oeste de la isla. Su unidad de residencia era su casa, pero su unidad de asociación era la familia que, la mayoría de las veces, vivía en la misma región. Llevaron a las colonias la costumbre de los cementerios familiares .y preservaron la hospitalidad que había hecho famosos a los caballeros rurales ingleses. El “viejo sur”, como llaman a esa región de la bahía Chesapeake, continúa siendo hasta ahora la parte más parecida a la Inglaterra rural.

LOS ORÍGENES DE LA MIGRACIÓN DEL ESTE DE INGLATERRA Estudios recientes muestran que la mayoría de las familias de Nueva Inglaterra emigraron de la región de Haverhill (Norfollc, Suffolk, Essex, Hertford, Cambridge, Huntington y Lincoln), condados al sureste de Inglaterra, en el área conocida como East Anglia. La mayoría pertenecía a la clase media, muy pocos eran aristócratas. Había artesanos, profesores, comerciantes, doctores, granjeros, magistrados, artesanos especializados y aquellos llamados gentry, o sea, la clase social inglesa que iba entre la media y la aristocracia.

La mayoría de los emigrantes puritanos6 llegaron con sus familias. De un grupo de 60, 88% viajaba con parientes y 73% como parte de familias emparentadas con los demás. En el siglo XVII, época de su inmigración, la región de East Anglia era la parte más urbanizada de Inglaterra y la de mayor densidad de población. Su centro poblacional, Norwich, era la segunda ciudad del país donde abundaban los centros textiles, en especial de lana ligera. Sin embargo, las guerras con España y Francia (1625-30) habían dañado su comercio y proliferaban la pobreza y el desempleo justo en los años que precedieron a su emigración.: No obstante, la gran mayoría de los que emigraron lo hicieron por razones religiosas.’ La doctrina calvinista penetró en Inglaterra desde tiempos de Isabel. Ganó tantos adeptos que, para 1572, un grupo de reformadores intentó legalizar la nueva religión en la Cámara de los Comunes. La reina se opuso insistiendo en que la única Iglesia debía ser la anglicana.

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Desde ese momento, los ingleses calvinistas decidieron llevar a cabo una serie de reformas y se convirtieron en el ala radical que buscaba suprimir todo aquello que tuviera sabor a catolicismo dentro de la Iglesia de Inglaterra. Por este motivo, a los calvinistas ingleses se les llamó puritanos y como tales, han pasado a la historia. Poco a poco lograron infiltrar muchas de sus doctrinas en el seno de la Iglesia oficial. En 1603, con la llegada de Jacobo 1 al trono, los puritanos recibieron órdenes reales: obedecer a la jerarquía anglicana o salir del país. El rey, aunque de creencias calvinistas, prefirió respaldar a la jerarquía que alentaba el desarrollo de la autoridad real. Así, quienes no acataron las disposiciones tuvieron que dejar Inglaterra; los que se quedaron continuaron su labor de infiltración. La Congregación de Leyden se trasladó a Holanda y de ahí surgió el primer grupo calvinista que llegó a Norteamérica en 1620. Nueve años después de la llegada de los peregrinos a Plymouth, un segundo grupo, esa vez ya de calvinistas no separatistas, tuvo que dejar Inglaterra. Desde la conferencia real de 1604, sus ideas habían ganado influencia, pero la hostilidad del clero anglicano había aumentado. Durante veinticinco años se intentaron diversas tácticas para debilitar al puritanismo pero todo fue en vano. Los puritanos trabajaban en el seno de la Cámara de los Comunes para conseguir la conversión de más miembros y, eventualmente, obtener la legislación de su religión. El peor golpe lo recibieron en 1628 cuando Carlos I decidió abolir el Parlamento. Se dieron cuenta de que la persecución política iría acompañada de la religiosa. Un año después, el arzobispo de la Iglesia anglicana, gran amigo del rey, inició la represión. Una fuerte depresión económica terminó por decidir a un grupo puritano de abogados, profesores y ricos comerciantes a salir de Inglaterra. Se consideraban elegidos por Dios para crear una comunidad ejemplar encargada de regenerar al mundo. Eran hombres de negocios, muy seguros de su misión y acostumbrados a tener autoridad. Sus ideales eran glorificar a Dios por medio del trabajo y vivir una vida honesta y prospera, ya que el triunfo en la profesión era signo de eleccion divina. En marzo de 1630 empezó el éxodo, llamado la Gran Migración, a las costas de Massachusetts. Antes de finalizar el año llegaron más de 1 000 colonos, y se estima que, en diez años, la población de emigrados llegó a los 20 000. Por razones de cantidad y calidad, los calvinistas que llegaron a Nueva Inglaterra, los presbiterianos escoceses y los reformados holandeses, fueron los grupos de más influencia en la formación de los Estados Unidos. A través del estudio de su historia, se ha insistido en que el espíritu puritano fue el más determinante en la cultura norteamericana. Admiradores y opositores concuerdan en que la herencia puritana es la base de la conciencia nacional. No se puede comprender la historia de Estados Unidos y la de sus relaciones con otros países si se desconoce esa herencia. No hay verdad más evidente que el hecho de la influencia calvinista. Las actitudes norteamericanas hacia el ahorro y el triunfo, hacia el trabajo y el ocio son amplia muestra de esa verdad. En la Inglaterra del siglo XVII la región de East Anglia era considerada como diferente a las demás. Su fácil acceso al mar y su dedicación a los textiles formaron fuertes lazos económicos y culturales con Holanda. De ese país recibió comercio, inmigración, arquitectura, religión y cultura. La región fue excepcional en su desarrollo educativo y era alto el grado de preparación cultural. Un historiador inglés los describió así: “Tendían a ser secos, tercos, con gran aprecio por el argumento y el litigio, profundamente puritanos en religión. La imagen no era universal [...] pero era el tipo al que la mayoría tendía a parecerse.” Al emigrar, su cultura enfatizó lo conservador porque querían continuar sintiéndose en East Anglia. Hasta en cuestiones arquitectónicas lo demostraron: a pesar del cambio geográfico, continuaron edificando con las mismas técnicas utilizadas por sus antepasados. Los fundadores de Nueva Inglaterra también continuaron con sus formas especiales de pensar en cuanto a la vida familiar, porque las veían como la manera de llegar a Dios. Eran tribales porque se creían el pueblo elegido y santos predestinados a mejorar el mundo. Su lema era “seremos como la ciudad sobre la montaña, la mirada del mundo estará sobre nosotros”. De ahí que ese grupo selecto fuera el único que requería a sus inmigrantes varias cartas de recomendación. La gran migración terminó en 1640, cuando la guerra civil estaba por empezar; sin embargo, los índices de natalidad entre ellos fueron tan altos que en 1700 eran 100 000, en 1 800 llegaron a 1 000 000, a 6 000 000 en 1900 y, en 1988, alcanzaron el número de 16 000 000, descendientes todos de los 21 000 inmigrantes que llegaron a Massachusetts de 1629 a 1640. Además, fundaron varios estados y ciudades: el norte de Nueva York, Búfalo, Cleveland, Chicago, etcétera.

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De todas las características puritanas, las que más marcaron el carácter nacional fueron su dedicación al trabajo como manera de glorificar a Dios, llamada después ética del trabajo, su absoluta creencia en ser elegidos de Dios y su insistencia en la necesidad de la preparación profesional, porque el hombre puritano se sentía elegido por Dios para transformar el mundo; como tal debía ser industrioso, pues, según su ideología, ésa era la única manera de glorificar a Dios y obtener el éxito indispensable para considerarse salvado. Lutero escribió que trabajar era orar y los calvinistas añadieron que sus fieles debían ser miembros provechosos para la comunidad. Esa obsesión por el trabajo fue uno de los pilares de la comunidad puritana original. En una mente desocupada andaba el diablo, decían. Sus principios básicos eran trabajo y piedad, por lo que la ley contra la pereza era severa, una de las más drásticas de su código. Se multaba con dos chelines y medio al que se quedaba más de una hora en la taberna durante el tiempo de labor. Al perezoso se lo azotaba. Si no cambiaba de proceder se lo llevaba, azotándolo, hasta los confines de la aldea en donde las autoridades del poblado lo esperaban para continuar los azotes hasta que jurara trabajar.” Aun cuando todas las regiones culturales de las colonias norteamericanas impulsaron la educación formal, fueron los puritanos quienes fundaron cuatro universidades (igual número que el total del resto de la colonia), las cuales vincularon a las comunidades al pedirles que contribuyeran a su subsistencia. El más alto desarrollo intelectual de las colonias tuvo lugar en Nueva Inglaterra, al igual que East Anglia fue la región más cultivada después de Londres. Vinculado a su sentido del trabajo como manera de glorificar a Dios, estaba su concepto del tiempo. Para los puritanos, la pérdida del tiempo era una ofensa criminal. Sus diarios están llenos de los inicidentes en que castigaban a las personas perezosas. Consideraban que perder el tiempo era una profanación. Sus descendientes conservaron su obsesión por el reloj aun cuando cambiaron su finalidad hacia cuestiones materiales. A mediados del siglo XVIII Benjamín Franklin acuñó la frase Time is money (el tiempo es dinero) que pasó a formar parte de la herencia cultural de todo un país. Fue uno de los puritanos quien inventó el reloj despertador y el cambiar la hora para aprovechar la luz del sol. Su obsesión era tal que sus casas estaban orientadas hacia el sur, en la línea del sol y sus fachadas constituían un reloj de sol gigante con las horas incrustadas en tablas alrededor de la puerta para que todos pudieran seguir la marcha del tiempo» Otro componente de la cultura del grupo llegado de East Anglia fue su sistema de orden social. Entre los puritanos, el orden era una obsesión pero lo definian como “una condición donde todo se ponía en su lugar y se mantenía ahí por la fuerza si eso era necesario. De ahí que en el sistema puritano el orden y la fuerza iban juntos. Su régimen combinaba el orden colectivo y la violencia institucional a un alto grado. Para que todos estuvieran ordenados se instituyó una autoridad que los vigilara y esforzara: recogía impuestos, organizaba elecciones, recuperaba animales y objetos perdidos, vigilaba a los inmigrantes, arrestaba a las personas que iban en contra de las costumbres, llamaba al pueblo a juntas, etcétera. Era el encargado de que todo marchara ordenadamente y para eso leía las leyes a cada familia, por lo menos una vez cada tres meses. La pasión por el orden fue otro gran legado puritano al país. Su manera de entender la riqueza constituyó también una diferencia fundamental con el mundo católico y latino. Calvino fue el primero de los reformadores protestantes en romper con la prohibición católica de la usura. Llegó a esa postura por ser jefe de una comunidad burguesa que vivía del comercio. Justificó toda actividad económica que se llevara a cabo bajo la vigilancia de la Iglesia calvinista. Calvino escribió: “¿Hay alguna razón para que las ganancias derivadas de los negocios no sean mayores que las que se obtienen por la propiedad de la tierra?”

El que podía ser rico y no lo era, pecaba. El hombre debía acumular riquezas para Dios, pues era su administrador. Sin embargo, Calvino era muy estricto en cuanto al disfrute de la riqueza. Lo mismo que el hombre debía trabajar, el dinero ganado debía permanecer activo mediante inversiones productivas. La ostentación y los gastos superfluos estaban prohibidos. Como nota final vale consignar que el inglés de los pobladores de East Anglia tenía ciertas peculiaridades y un acento que lo distinguía del resto de la isla. Lingüistas contemporáneos han identificado su legado cultural! ¡Hastá por el acento! Igualmente sucedió con las siguientes migraciones, para siempre su habla dejó marcada a la región.

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CUÁQUEROS

El tercer gran éxodo de ingleses hacia la colonia de Norteamérica fue el de los cuáqueros, entre 1675 y 1715. Este grupo se llamó en realidad “Sociedad de Amigos”, pero sus detractores lo apodaron cuáqueros (quakers) haciendo mofa del lema de su fundador que instaba a la gente a “temblar” (quake) ante el poder de Dios. Aun cuando individuos de su religión ya habían llegado antes a las colonias, eran migrantes individuales que habían sido juzgados como herejes y expulsados de Massachusetts y Virginia. Entran gran parte, su migración se debió a motivos religiosos porque eran severamente perseguidos en la Inglaterra de finales del, siglo XVII. Para entender su cultura hay que enumerar algunas de sus características religiosas: repudiaban tanto el puritanismo (calvinismo) como el anglicanismo y se basaban en la “luz interna” que recibían todos sus adeptos. Sus creencias se identificaban totalmente con el Nuevo Testamento y con la idea de que el hombre se salvaba a través de un proceso de conversión espiritual y no de predestinación como los puritanos. Repudiaban los sacramentos, ceremonias, iglesias, clérigos, ordenaciones y limosnas.Su sociedad se organizó como una estructura compleja de juntas y una disciplina colectiva que regulaba toda la vida de sus fieles. Como los puritanos, los cuáqueros insistieron en la necesidad de la educación pero sólo para que sus fieles pudieran leer la Biblia.

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Casas de Nueva Inglaterra, edificadas según la arqu itectura de East Anglia de alrededor de

1600 Quizá la característica que más los definió fue su rechazo a la guerra: ninguno de ellos podía tomar las armas ni en defensa propia. Su ideal era crear una sociedad sin jerarquías en la que todos fueran iguales y en donde reinaran el amor y la justicia. Sus comunidades eran fuertes, ascéticas, con propiedad privada, igualdad, simplicidad, ética del trabajo (como los puritanos) y creían en la importancia de la familia. También eran hospitalarios y carentes de prejuicios hacia los extranjeros. De ahí que desde el principio dieran la bienvenida a gran número de franceses, holandeses, alemanes, escandinavos y escoceses. Todas las sectas protestantes pudieron vivir y desarrollarse en las regiones cuáqueras. Para 1760 los cuáqueros ingleses eran una minoría y la región en la que se habían localizado se había convertido en un mosaico cultural. Sin embargo, todos esos grupos étnicos compartían características culturales afines. Los hombres y mujeres cuáqueros procedían generalmente de estratos sociales bajos, eran labradores, tenderos, empleados y algunos, artesanos. Emigraron de toda Inglaterra pero, sobre todo, de la región del norte, de los condados de Cheshire, Lancashire, York, Derby, Nothingham y Gales. Muy pocos llegaron del sur y del oeste y ninguno de East Anglia. El norte de Inglaterra y la región de Gales eran las partes más rurales del país, con baja densidad demográfica y mucha pobreza; su población se componía de pequeños granjeros y pastores. Durante el siglo XVII la región tenía reputación de ser peligrosa, independiente e igualitaria. Su gente vestía austera y pobremente y su cultura era sencilla. Todas estas características se convirtieron en la base del cuaquerismo. Seguramente porque fue ahí donde apareció George Fox, su fundador: que era de esa región. Su gran discípulo fue William Penn, hijo de un hombre con mucha influencia en la corte. En señal de gratitud Carlos II le otorgó tierra en América del Norte. La última de las donaciones hechas por el rey Carlos 11(1666) fue la otorgada a William Penn quien ansiaba fundar un refugio para sus correligionarios, los cuáqueros. Reclamó al rey la donación de tierras entre Nueva York y Virginia, hecha a su padre en pago de un préstamo. Al igual que los puritanos, Penn se propuso hacer un “experimento santo” que sirviera de modelo a la humanidad: recibió gente de todas las nacionalidades y aceptó todos los credos religiosos. Asimismo, en una época en la que en Inglaterra se castigaban más de doscientos crímenes con la muerte, Penn sólo consideró como crímenes capitales el asesinato y la traición.

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Su arquitectura reflejó su origen al igual que la de los puritanos y los del Chesapeake: las granjas se construyeron con piedra gris-café como las del norte de Inglaterra. Los métodos de construcción fueron exactamente los mismos, con pequeños cambios necesarios en la nueva tierra. Sus ideas acerca de la familia eran también diferentes a las de los puritanos y los de Chesapeake. Aun cuando muchos padres continuaban insistiendo en la obligación de la obediencia de sus hijos, la mayoría de los. Cuáqueros pensaba que la familia era un conglomerado de personas iguales ante los ojos de Dios. En sus casas, todos, sirvientes, patrones y hasta los negros se sentaban a comer juntos. Generalmente eran el marido y la mujer unidos los que decidían todo. Su manera de ver el matrimonio también difería de la de sus compatriotas tanto del norte como del sur. Debía ser entre cuáqueros y unión de amor; generalmente se casaban ya mayores. Sus rituales diferían en muchos detalles de los demás de la Nueva Inglaterra y el Chesapeake. Le daban gran importancia a la decisión femenina ya que, entre los cuáqueros, las mujeres eran iguales a sus esposos. Ese aprecio por las mujeres no procedía solamente de su interpretación de la Biblia, sino, según muchos historiadores, de la ascendencia escandinava de los habitantes del norte de Inglaterra, región en donde el credo cuáquero había surgido. En la cultura escandinava las mujeres tenían un estatus social alto, con todos los derechos legales. Sus tradiciones alababan la fortaleza femenina por lo que trataban a las mujeres como iguales a los hombres ya que la doctrina cuáquera sostenía que las almas no tienen sexo.

En cuanto a su uso del tiempo, los cuáqueros y los puritanos tenían mucho era común. Ambos pensaban que era una oportunidad para glorificar a Dios pero había diferencias: los cuáqueros creían en la maldad de una idolatría del tiempo. Juzgaban que el absorberse en los asuntos de este mundo era perder de vista lo más importante, el amor de Dios. No creían que se debía dar cada minuto del día a los negocios.’

Su actitud hacia la educación superior también provenía de sus orígenes. En las regiones centrales del norte de Inglaterra, la gente humilde que se hizo cuáquera miraba con sospecha a las instituciones educativas por considerarlas extranjeras. De ahí surgió su falta lnterés en las universidades aunque sus escuelas tenían y tienen un alto nivel académico

LOS ESCOCESES-IRLANDESES

La cuarta gran migración desde la Gran Bretaña fue de irlandeses y escoceses-irlandeses como llamaban al grupo de personas que gobierno inglés había llevado a Irlanda con la intención de crear un bastión de protestantismo en una isla ferozmente católica; en menos de cincuenta años había llevado 100 000 de ellos al norte de Irlanda. El grupo llamado “escoceses-irlandeses” pertenecía a 1, Iglesia presbiteriana o calvinista establecida en Escocia a mediados del siglo de inmigrantes. ‘‘La víspera de la celebración del centenario de la inauguración de la estatua de la libertad, en el verano de 1986, una encuesta mostró que el 49 % del público norteamericano quería que se redujera la inmigraciónt129,. De ahí que, cuand6’ se persiguió a los calvinistas ingleses (1620- 1642), también ellos fueron, perseguidos en un afán de volverlos ‘fieles a la Iglesi4 anglicana. Las restricciones religiosas se convirtieron en violaciones a sus derechos civiles cuando se les prohibió pertenecer tanto al ejército como a la marina y trabajar en la aduana y en los juzgados. Se abolió su derecho a tener escuelas calvinistas y se los gravó con un fuerte impuesto para mantener a la Iglesia de Inglaterra. A lo anterior se añadió un problema económico: se impusieron restricciones a sus manufacturas de lana, vidrio, lino y barcos. A esas medidas arbitrarias se agregó, en 1670, la prohibición de comerciar con las colonias norteamericanas. En 1704 se los excluyó de todos los puestos públicos y se declaró inválidos todos los matrimonios celebrados en iglesias presbiterianas. Todos esos factores se combinaron para empujarlos hacia las colonias inglesas del Nuevo Mundo. Después de obtener la entrada a Massachusetts y ser rechazado su permiso, los escoceses-irlandeses se dirigieron a Pensilvania. Filadelfia, su capital, se convirtió en el centro distribuidor de escoceses-irlandeses a todas las partes de las colonias pero, sobre todo, a sus fronteras. La gran migración tuvo lugar entre 1714 y 1720 en que cincuenta y cuatro barcos llegaron a Nueva Inglaterra; un número igual desembarcó en los puertos de Delaware, Maryland y Carolina del Sur. Se estima que antes de la Independencia (1776) habían llegado entre 150 y 200

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000 escoceses-irlandeses o irlandeses, como los llamaban en las colonias erróneamente, ya que la gran migración irlandesa no tendría lugar sino hasta principios del siglo XIX. El escocés-irlandés fue el típico hombre de frontera: audaz, valiente, democrático, muy individualista, irritable, hostil hacia los indios y un opositor crónico a la autoridad. A esas características se añadían las de ser peleonero y prejuicioso. Como buen calvinista era dogmático y exclusivo en materia de religión “lo que lo llevaba a enfatizar más la ética del Antiguo Testamento que la del Nuevo La mayoría de los migrantes eran descendientes de habitantes del norte de Inglaterra, específicamente de la región fronteriza con Escocia o de la frontera de esa provincia con Inglaterra. Esa región incluía sus condados: Cumberland, Westmoreland, partes de Lancashire, Northumberland, Durham y partes de York. Del lado escocés incluía cinco condados. Los que emigraron a las colonias llegaron directamente del norte de Irlanda, de la región de Ulster. Su proximidad a su tierra de origen los había mantenido en estrecho contacto cultural con sus habitantes. Estudiosos de la región concuerdan en que la frontera inglesa-escocesa derivó su carácter cultural de las constantes luchas entre Inglaterra y Escocia por la posesión del área fronteriza. Hasta mediados del siglo XVIII la región nunca tuvo más de cincuenta años de paz. El efecto cultural de la violencia fue un clima de temor que continuó durante los periodos pacíficos. Además, creó un, sistema social y económico diferente al del resto de Inglaterra durante años los campos no se ‘cultivaron y la pobreza y la violenclia crearon un círculo vicioso, repetido en el norte de Irlanda cuando los llevaron ahí. Este creó a su ve una sociedad, cerrada, conservadora, dogmática, centrada no sólo en la familia sino en el clan, al que pedían lealtad ilimitada. Como es sabido, la violencia engendra violencia, por lo que una de las características de la sociedad escocesa-irlandesa fueron los pleitos, discusiones y asesinatos perpetrados por hombres que creían en la “ley del Talión” del Antiguo Testamento. Creían que, en ausencia de un órgano de orden y jerarquía, el jefe del clan y sus hijos debían encargarse de hacer justicia. De la frontera escocesa e inglesa trajeron el proverbio “cada hombre debe ser el sherif de su hogar” que los llevó a organizar grupos de “vigilantes” que nada tenían que ver con el gobierno de la región. De ahí surgió la costumbre de linchar a los acusados de algún crimen sin darles oportunidad de juicio. En cambio, sus compatriotas del norte y de la región del Chesapeake, lo mismo que los cuáqueros, tenían un gran respeto por la ley y por las autoridades que ellos habían elegido porque así había sido el uso en sus regiones de origen. De ahí que la tradición de violencia persista en las regiones norteamericanas que ellos colonizaron.’ Entre las costumbres que llevaron a las colonias norteamericanas estaban sus actitudes hacia el trabajo y la guerra. “Donde la ética guerrera es fuerte, la ética del trabajo es débil.”19 Cierto, su manera de trabajar parecía indolente pero era en realidad solamente diferente. Dados los ciclos de violencia en que vivían habían desarrollado técnicas de campo diferentes, en las que, mientras trabajaban los círculos internos de una labor, dejaban los externos sin cultivar porque eran, precisamente, los que pisaban los caballos de los partidos en guerra. Los escoceses-irlandeses también se distinguieron de las otras migraciones en su manera de pensar sobre el tiempo. Su ritmo de vida difería de los puritanos, los de Chesapeake y los cuáqueros. En vez de creer, como los de Nueva Inglaterra, que había que aprovechar el tiempo hasta el último minuto, los escoceses-irlandeses tenían una idea fatalista: había que dejar pasar el tiempo como venía, sin manejarlo ni controlarlo, dejando que pasara “lo que tenía que pasar”. De ahí que muchos los tildaran de perezosos. El orden prevaleciente en la frontera inglesa-escocesa también fue llevado a Estados Unidos. No sólo era violento sino antidemocrático, porque era el gobierno de los jefes de los clanes. El sistema político que organizaron, en las regiones norteamericanas donde se establecieron era poco estructurado No celebraban juntas locales como los de Nueva Inglaterra, ni establecían comisiones, como los de Chesapeake. Sencillamente, los jefes se reunían para dictar las leyes, justas o injustas, que debían regir a su comarca. De ahí que la deslealtad se considerara como el mayor pecado aun en la política. Sus conceptos de libertad también diferían de los de sus compatriotas de Massachusetts, Virginia y Pensilvania De la frontera inglesa-escocesa llevaron la idea de que la libertad debía ser natural y, por lo tanto, de que nadie podía infringirla. En consecuencia eran hostiles hacia las instituciones de gobierno cuando creían que restringían su libertad personal. De manera

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consistente defendieron los principios de poco gobierno, pocos impuestos y el derecho de oponer resistencia a la autoridad en los casos en que se restringiera su libertad. Pero su idea de libertad natural no era recíproca porque no reconocía el derecho de estar en desacuerdo. Raramente toleraban desviaciones de sus normas y suprimían la oposición por la fuerza. Un estudioso de sus costumbres así los describió: “Parece ser más difícil para un escocés- irlandés que para otros hombres, el permitir una diferencia honesta de opinión; para él oponente es sinónimo de mi’ Es grande el número de norteamericanos famosos descendientes de los escoceses-irlandeses: James Monroe, quinto presidente de Estados Unidos, Andrew Jackson, séptimo presidente, Alexander Graham BeIl, inventor del teléfono, etcétera. Su tenacidad, firmeza y determinación, su valentía y autoconfianza fueron elementos básicos en el importante papel que jugaron en la política, ya que varios presidentes y representantes fueron descendientes de escoceses-irlandeses. Nueve de los firmantes de la Constitución en 1792 eran graduados de la Universidad de Princeton, constituyendo la contribución escocesa-irlandesa más importante a la educación superior norteamericana. A mediados del siglo XVIII, cuando se empezaron a desarrollar las factorías de hierro, los escoceses-irlandeses entraron a esos trabajos, para lo cual muchos de ellos se mudaron desde otros lugares de Norteamérica o desde Irlanda, a la región entre Carolina del Norte y Nueva Inglaterra, donde estaban las fundiciones y herrerías. Su espíritu indómito los llevó a colonizar las regiones más apartadas de las colonias. caracterizaron por su hostilidad al gobierno inglés y a toda actitud centralista de las autoridades coloniales

INMIGRANTES FORZADOS: LOS ESCLAVOS NEGROS La “inmigración” africana a las colonias inglesas de Norteamerica tuvo lugar durante poco más de dos siglos y fue un fenómeno constante a lo largo del periodo colonial. Los primeros negros de los que se tiene noticia llegaron a Virginia en 1619 como sirvientes escriturados. Fue ya entrado el siglo XIX que se prohibió el comercio de esclavos, finalizando la “inmigración” africana. Para entonces ya las colonias se habían independizado de Inglaterra. La “inmigración” africana no fue un fenómeno voluntario sino un traslado forzoso de seres humanos de un continente a otro. Sin embargo, esto no impidió que la llegada de africanos aportara rasgos culturales a las colonias. Su forma de adaptación muchas veces fue determinada por la esclavitud, pero aun en estas condiciones, importantes tradiciones africanas continuaron existiendo. El origen de los africanos que llegaron a las colonias fue variado. Asimismo, había gran diversidad de características culturales, económicas y sociales y mucho más profundas que en el caso de los ingleses. El oeste de África, principal zona de origen de los “inmigrantes”, había sido el componente de tres importantes reinos en sucesión: Ghana, Mali y Sudán; el último sobrevivió hasta el siglo XVII. Ghana o Costa de Oro estaba formada por una confederación de poblaciones y contaba con una complicada organización política. Su sociedad era estratificada, con la nobleza en el vértice de la misma y los trabajadores agrícolas en su base. Había también un grupo de comerciantes, que recorrían la zona intercambiando productos. Para el siglo x Ghana fue alcanzada por la influencia del Islam, propagada por los árabes y la mayoría de los habitantes se convirtió gradualmente a esta religión. Para finales del siglo XI, Ghana entró en una etapa de decadencia económica, debido a una serie de sequías; esto la convirtió en presa fácil para los invasores de distinto origen que la atacaron durante los siguientes siglos, acabando con su poderío. Dentro de los grupos de Ghana que llegaron a América estaban los koromantinos, fantees y minas, condicionados por la guerra desde la infancia. Eran de mente despierta y de robusta constitución física, La esclavitud no terminó con su apego a la libertad y por ello, resultaban peligrosos en las plantaciones, donde se constituían en líderes e instigadores de levantamientos. Sin embargo, sus características físicas los convertían en buenos trabajadores agrícolas. Mali sustituyó a Ghana como el reino más poderoso del oeste. Para el siglo XIII alcanzó alto grado de organización política. La mayoría de la población se había convertido al Islam y las peregrinaciones la Meca propiciaron un mayor comercio. A pesar de esto, la agricultura continuó siendo la principal actividad del reino aunque otros sectores de la población se dedicaban a

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actividades artesanales, como el trabajo en piedra y madera. Hubo también explotación de aúnas pues existían ricos yacimientos de oro. Para el momento de la decadencia de Mali en el siglo XV, Sudán estaba ya listo para tomar el liderazgo en el oeste. Sudán estuvo largo tiempo sometido a la voluntad de Mali, pero a finales del siglo XV realizó importantes conquistas en la región del Niger y dominó incluso al reino de Mali. Las conquistas y ascenso de Sudán como el reino más importante del oeste continuaron hasta mediados del siglo XVI. Para entonces Sudán contaba con una eficiente organización política, la mayoría de las provincias llevaban a cabo un intenso comercio y se estableció un sistema uniforme de pesas y medidas. La educación también prosperó consolidándose una cultura característica. También hubo un gran interés por promover el islamismo, religión practicada podria gran mayoría La población se dedicaba, por lo general, a la agricultura, pero grupos de comerciantes y artesanos también trabajaban madera y piedra. Las sociedades africanas contaban con diferentes recursos naturales y la fertilidad del suelo variaba de una zona a otra. Algunos grupos, como los mencionados, se dedicaban principalmente a la agricultura. Otros eran guerreros o cazadores-recolectores, que se limitaban a sobrevivir de los recursos de la zona, sin desarrollar trabajos agrícolas o artesanales. Estas características básicas influyeron en la forma en que los africanos se adaptaron al régimen de esclavitud. Además de los grupos provenientes de los reinos mencionados, otros grupos de africanos identificados fueron los mandingos y foulahs, del área de Senegal. Eran de facciones finas, parecidas a las blancas, altos y bien proporcionados. Muchos dominaban el árabe, de ahí que resultaron poco adecuados para las faenas agrícolas, siendo en cambio excelentes sirvientes domésticos además de eficientes en la vigilancia de destilerías y almacenes. De lo que hoy es el este de Nigeria llegaron los igbos o ibibios. Eran empecinados y agresivos, con frecuencia se suicidaban. Sus mujeres eran superiores a otras mujeres africanas, siendo casi tan fuertes como los varones. Se creía que si desde un principio se los trataba bien, resultaban buenos esclavos. De la región de Dahomey llegaron nocos, gaboneses, popos, andras y chidaws. Los popos eran considerados entre los mejores esclavos. Los chidaws tenían aún mejor reputación. Los gaboneses, en cambio, “por perezosos”, resultaban los peores esclavos para las plantaciones. Al principio del comercio de esclavos éstos baratos y muchos capitanes los compraban; pero debido, a frágil, constitución, muchos morían durante la travesía o poco despues del desembarco y los que sobrevivían enfermaban frecuentemente. Todo eso provocó que se los vendiera, faIseando sus orígenes. Los esclavos procedentes de reinos menores como el Congo y Benin, sobresalían en el trabajo de los metales, el tejido y la cerámica. Resultaban, en opinión de sus amos blancos, poco aptos para la agricultura pero excelentes artesanos. Muchas de las actividades desarrolladas por ellos en África pudieron así sobrevivir y florecer en las colonias inglesas. Según su lugar de origen, los colonos sabían cuáles serían sus habilidades; por tal razón, los capitanes de los barcos anunciaban siempre la región de la cual procedían sus cargamentos. La familia era una institución de gran importancia en su sociedad, pues se agrupaban en clanes que reconocían un antepasado común.

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Los clanes llevaban a cabo en forma común actividades como la agricultura, la recolección y el comercio así como los asuntos religiosos y bélicos. La poligamia era practicada con anterioridad al Islam, el cual limitó el número de esposas a cuatro. Cuando se llevaba a cabo el matrimonio, el esposo debía indemnizar a la familia por la pérdida de un miembro, aun cuando la esposa no se integraba a la familia del marido. Hay evidencias de estratificación en las sociedades africanas. En el vértice estaban el rey y la nobleza, que procedían de clanes de reconocido renombre. Después seguía un gran grupo de trabajadores sin abolengo y finalmente, un sector más bajo carente de derechos políticos o sociales. Había además esclavos, prisioneros de guerra y marginados sociales. El tipo de trabajo realizado por cada clan contribuía a incrementar o disminuir su prestigio. El trabajo de la tierra era considerado el más ennoblecedor de todos. La esc1avitud africana era de carácter referían a su amo como “padre y a su vez eran llamados niños” por aquél. En muchas ocasiones los esclavos conservaban ciertos derechos; por ejemplo, en Guinea, los esclavos sólo podían ser vendidos por graves ofensas, tenían sus propias parcelas y/o derecho a una proporción del producto de su trabajo. Podían casarse y sus descendientes tenían derecho a heredar. En muchos casos se les daba la libertad a los hijos de los esclavos,., El comercio de esclavos afectó profundamente a las sociedades con las que entró en contacto. Proporcionó ingresos a las naciones que lo patrocinaban, pero también involucró a algunos sectores específicos de la sociedad africana. Estos pronto se volvieron económicamente dependientes de dicha actividad. Así, los negros capturados, no sólo tenían que resistirse al traficante, sino a miembros de su propia raza y sociedad convertidos en sus enemigos por causas económicas. Esta falta de unidad y conciencia de raza y origen entre los africanos, ante la amenaza de secuestro y esclavitud, contribuyó a mantener un flujo humano constante de continente a continente. Aquellos sectores de la sociedad africana que resultaron beneficiados por el comercio de esclavos —especialmente reyes y mercaderes— fueron quienes más se resistieron a las disposiciones de algunas naciones europeas encaminadas a poner fin al comercio de esclavos. El tráfico de esclavos se enfrentó, desde el momento de la captura de individuos, a la resistencia de éstos. Los esclavos eran llevados en “cuerdas” humanas, o sea, atados unos con otros por el cuello, hasta la costa donde eran embarcados en una forzosa emigración. Muchos negros, en la creencia de que la muerte les pemitiría regresar a su lugar de origen, se suicidaban arrojándose por la borda o bien languidecían

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de hambre hasta morir Las sublevaciones y revueltas a bordo de las embarcaciones fueron frecuentes. Sin embargo, estas manifestaciones sólo contribuyeron a incrementar la violencia de su transportación. Los traficantes adoptaron métodos drásticos para controlar a sus renuentes pasajeros y mantener el valor de la “mercancía”. Los esclavos eran hacinados al tratar de transportar el mayor número posible para compensar el porcentaje, algunas veces sumamente alto, que no sobrevivía la travesía. Una vez desembarcados, se procedía a la distribución del cargamento. Aquí el inmigrante africano se veía separado de la mayoría de sus compañeros de viaje, de conocidos y familiares que hubiesen compartido su suerte hasta entonces. Los compradores potenciales examinaban a los esclavos subastados como si se tratara de ganado. Sin reparar en vínculos familiares, adquirían aquellos que consideraban de mayor utilidad según sus particulares intereses. Las diferencias regionales entre las colonias inglesas influyeron en el entorno de los diferentes inmigrantes africanos. En las colonias del norte, los esclavos funcionaron, sobre todo, como sirvientes domésticos, y aunque hubo durante el periodo colonial un grupo reconocido de negros libres, éstos no gozaron de igualdad; se encontraron en permanente peligro de ser secuestrados y vendidos sin posibilidad de demostrar su condición. La esclavitud en el sur fue muy distinta. No fue una institución establecida en los proyectos coloniales. Sin embargo, cuando se convirtió en base del engranaje económico de la zona, se procedió a legislar al respecto, convirtiéndola en una institución indispensable para la organización de la economía. Las leyes que reglamentaron la esclavitud fueron emitidas entre 1660 y 1669.26 Su intención era establecer la más radical segregación racial. Se castigaba severamente a las mujeres que sostuviesen relaciones con esclavos Se consideraba esclavos a todos los hijos de madre esclava, sin importar si el padre era blanco. — Aumentó también la violencia en el castigo de rebelión o fuga. A la circunstancia de que poco tiene que perder un individuo que no es dueño de su propia persona, se añadía el maltrato físico, siendo la higa castigada con la mutilación e incluso con la muerte. Las leyes que institucionalizaron la esclavitud fueron una respuesta a la creciente dependencia desarrollada por la economía sureña de la mano de obra esclava. Además, para ese momento, la población negra había aumentado mucho, tanto por la llegada de nuevos cargamentos de esclavos como por la reproducción natural. El temor a rebeliones ante este incremento de la población negra aumentó también, propiciando una actitud más represiva por parte de la población blanca hacia los esclavos. Las rebeliones que surgieron fueron sofocadas con la violencia para que el ejemplo desalentara nuevos levantamientos; era lo que se llamaba aplicar un escarmiento. A partir del momento en que se efectuaba la compra del esclavo, el amo sustituía al traficante como figura de autoridad para el esclavo. Desde entonces se establecía una clara competencia entre amo y esclavo. El primero recurría a todos aquellos métodos que le facilitasen controlar a su recién adquirido bien, desde la bofetada con que lo recibía como su propiedad. El segundo, como defensa, desarrollaba todas aquellas habilidades que le permitiesen mantener un vínculo con el pasado y, más que nada, consigo mismo. Uno de los diferentes métodos de los amos para controlar a los esclavos fue evitar, en la mayor medida posible, la convivencia de esclavos provenientes de un lugar de origen común y que por eso compartían la misma lengua. Se forzó a los esclavos recién llegados a departir con esclavos ya establecidos o nacidos en las colonias. Así los amos se aseguraban de que el idioma único fuese el inglés y debilitaban la posibilidad de continuidad de los vínculos creados por la tradición común:

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A la par de la imposición de un nuevo idioma, el esclavo recibía un nuevo nombre, con el cual debía identificarse y al cual debía responder. Con este no solicitado bautizo se transformaba al africano consciente de su origen en esclavo. La religión planteé uno de los puntos más complicados del proceso de adaptación. A diferencia de otros grupos que habían llegado para fundar utopías religiosas o por verse perseguidos por sus creencias, los africanos carecían de un proyecto religioso homogéneo por su calidad de “inmigrantes” forzados. Al verse separados en el momento mismo de desembarcar, no pudieron consolidar núcleos que compartiesen y perpetuasen una tradición religiosa. Sin embargo, sus antecedentes religiosos, fuesen musulmanes o de otro tipo, les permitieron incorporar con relativa facilidad elementos cristianos. La gran mayoría adoraba a un dios creador, el cual se convirtió en Jehová y Cristo y los santos sustituyeron a otras de sus deidades aun cuando continuaron también con sus creencias en el poder mágico de amuletos y talismanes. Creían asimismo los espíritus de sus antepasados tenían un poder ilimitado sobre ellos; todo esto los llevó a crear un folklore religioso sincrético. Muchos elementos africanos se conservaron así integrados al ceremonial cristiano. La música, básica para la cultura africana, proporcionó instrumentos desconocidos y una nueva complejidad de ritmos a las celebraciones; aun en el entorno de una sociedad blanca las danzas típicas africanas siguieron llevándose a cabo como parte de sus rituales. La música y los cantos ofrecieron a la cultura africana un vehículo para expresar su espiritualidad. Los cantos religiosos —gospeis— fueron una importante aportación de África a la cultura de la sociedad colonial inglesa en formación y continúan hasta nuestros días conservando claramente sus raíces africanas. Otra condición que debilité la unión de los inmigrantes africanos fue la división interna de los mismos, establecida por el sector blanco. El no presentar un bloque homogéneo de características e intereses, interfería con su eficiencia al momento de las rebeliones. Los esclavos domésticos disfrutaban de una mejor posición en comparación con los trabajadores agrícolas y muchas veces eran considerados como una extensión de la familia propietaria. Los amos se preocupaban muy poco por la educación de los negros, pues veían en ésta elementos que podían propiciar la insubordinación. No tenían mayor interés en que los esclavos tuviesen acceso a material escrito o en alfabetizarlos. Los “inmigrantes’, africanos transmitieron de forma oral sus fábulas de generación en generación. Estos relatos explicaban fenómenos naturales, incluyendo una gran variedad de héroes, brujas, elementos mágicos y moralejas. Un elemento tanto mágico como religioso que persistió entre los esclavos, fue el vudú y con él, el uso de fetiches y amuletos. El vudú conservó su integridad con gran fuerza en otras colonias como Haití y Brasil. La mayoría de los esclavos terminaban aceptando, en mayor o menor grado, la religión impuesta por los amos. Estos pertenecían a las diferentes ramas del protestantismo que habían llegado a Norteamérica. Sin embargo, dos grupos religiosos asumieron desde su llegada una postura antiesclavista: los cuáqueros y los metodistas.

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Los esclavos reaccionaron a su condición con resistencia pasiva, además con fugas y rebeliones. Practicaban también métodos discretos de sabotaje, por ejemplo, el descuido en el uso de las herramientas de trabajo o aun la destrucción de éstas o una lentitud perfectamente calculada en el desempeño de la faena, la cual sólo se remediaba con el látigo del capataz. También era común que se fingiesen enfermos o se provocasen lesiones para evadir el trabajo. Tampoco pudieron los “inmigrantes” africanos y sus descendientes mantener núcleos familiares en las colonias. Las familias eran desintegradas en la captura o subaste y el matrimonio entre esclavos no era legal, La “inmigración” africana no se vio interrumpida por la independencia de las colonias. Algunos negros participaron en la contienda en ambos bandos cambió su situación, porque fue la producción de las colonias del Sur la que pagó la ayuda extranjera a la causa independentista. “Puede afirmar- se que, en gran medida, los americanos compraron su independencia con mano de obra. La “inmigración” africana a las colonias fue un fenómeno constante que se fue incrementando durante el periodo colonial y que no terminó con éste. Tras la independencia de las colonias en 1776, todavia llegaron africanos durante algunas décadas más. Lo que puede afirmarse es que fue en el periodo colonial cuando se dio la tónica en el caso de la "inmigración" africana. “inmigración” africana. En él se fijaron los métodos de asimilación, las aportaciones y el impacto de la cultura negra en Norteamérica, vigente hasta nuestros días.

OTRAS NACIONES EUROPEAS HOLANDESES

En 1660 el duque de York tomó para Inglaterra la ciudad de Nueva Ámsterdam. Por motivos estratégicos y económicos, la corona inglesa decidió adueñarse de los territorios holandeses entre la región de la Nueva Inglaterra y la colonia llamada Maryland. Ese establecimiento holandés en la región llamada Nueva Holanda databa de 1624. En un principio, la compañía holandesa de las Indias Occidentales no tuvo interés en colonizar el país, sino solamente en creas unos cuantos fuertes, en gran medida autosuficientes, donde, comerciar en pieles con los indios del lugar. La compañía era dueña de la tierra alrededor de ”Ios fuertes, la cual trabajaban labradores pagados por ella. Unos años después, los directores de la compañía, dándose cuenta de que el comercio de pieles era poco redituable, decidieron colonizar la región. Los primeros colonos llegaron a la isla de Manhattan, previamente comprada a los indios en 1623 con collares de cuentas de colores. Un año después, treinta familias del sur de Holanda establecieron el fuerte Orange, con lotes de tierra de 20 hectáreas en 360 kilómetros a lo largo del río. Para 1626 ya existían los rudimentos de una aldea en la isla de Manhattan, molinos para cortar la madera y desgranar el maíz además de treinta casas de troncos al oeste de la isla llamada Nueva Amsterdam. Para fomentar la colonización, la compañía instituyó un plan mediante el cual personas que llevaran a más de cincuenta colonos en un plazo de cuatro años, recibirían las 20 hectáreas de tierra a esos plantadores se les llamó “patrones” y se les otorgó derechos de propiedad, de establecer tribunales, fundar municipios ,y nombrar funcionarios, además de privilegios comerciales En 1640 la compañía, dada la popularidad del plan, introdujo un nuevo grupo de propietarios a los que se otorgaban ochenta hectáreas por transportar a cinco individuos, así fue como aumentó la llegada de pequeños granjeros. La provincia de Nueva Holanda logró crear una comunidad agrícola próspera pero no logró establecer orden ni buen gobierno. Sin embargo, logró atraer colonos cuando publicó que se otorgaría libertad religiosa. En 1650 la antigua isla de Manhattan, llamada después Nueva Amsterdam, tenía una población de 8 000 habitantes de todas las religiones: sectas protestantes, católicos y hasta judíos a quienes en 1655 se les dio la libertad de practicarlas. Era una aldea verdamente internacional en la que sus habitantes hablaban más de quince o lenguas y pertenecían a naciones múltiples: holandeses, flamencos, franceses, daneses, noruegos, suecos, ingleses, escoceses, irlandeses, alemanes, polacos, bohemios, portugueses, italianos, etc. Todos ellos vivían desordenadamente en un sitio en que no se habia establecido un orden legal. Sin embargo, la base de la comunidad era holandesa y así quedó aun después de la conquista inglesa en 1064. La iglesia principal siguió siendo la Iglesia Reformada Holandesa. El siglo siguiente se continuó escribiendo en holandés (50 libros de 1708 a 1794) y el comercio continuó en manos de

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los viejos comerciantes holandeses. En 1764, de 72 nombres en una petición reanudar comerciar con los indios, 60 de ellos eran holandeses. La influencia de los holandeses se plasmó sobre todo en la lengua, arquitectura y costumbres de la gente de Nueva York (como se llamó en 1664 en honor del duque de York). La combinación “uy” en apellidos como Schuyler, Spuyten, Duyuil, o en los empezados con “van”, típicamente holandeses, quedaron para siempre como “típicamente” neoyorkinos. En los términos geográficos también quedaron palabras holandesas. En cuanto a la alimentación, los holandeses llevaron a Nueva York la espinaca, los betabeles, el perejil, el eneldo y el perifollo. La supervivencia de los holandeses en Nueva York se nota sobre lucio en la arquitectura. Las casas más antiguas tenían techos de dos aguas, de azulejos rojos y negros, y medias puertas y aleros que sobresalían en forma horizontal. Algunos de sus mejores ejemplos se encuentran en el valle del río Hudson. Una de las tradiciones culturales norteamericanas, quizá la más notoria, heredada de los holandeses, fue la de Santa Claus. Las colonias cercanas ni la conocían ni la practicaban. Todavía a finales del siglo XIX los extranjeros se referían a Nueva York como “un lugar holandés”.

SUECOS

Gustavo Adolfo de Suecia planeó un establecimiento en Norteamérica y dos años después de su muerte se pudo llevar a cabo. Dos barcos de la compañía Sueca de las Indias Occidentales transportaron cincuenta colonos a la región después conocida como Delaware. Construyeron cabinas de troncos y erigieron un fuerte que llamaron Cristina en honor de su reina. Los colonos se dedicaron al comercio de pieles y de tabaco por lo que entraron en competencia con las colonias inglesas y holandesa. En 1655 esta última invadió Nueva Suecia; menos de nueve años después pasó a control inglés y aun cuando para finales del siglo XVII se hablaba sueco, la asimilación de sus habitantes al mundo inglés fue rápida. Muchos de sus descendientes continuaron en la región. Quizá su mayor aportación a la cultura angloamericana fue su método de construcción, sus cabañas de troncos de árbol que pasaron a ser sinónimo de la frontera norteamericana.

ALEMANES

Las grandes migraciones alemanas a Estados Unidos fueron dos. La primera llegó las colonias a principios del siglo XVIII y la, segunda a mediados del siglo XIX. Alemania, a finales de la guerra de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), sólo una expresión geográfica puesto que estaba dividida en unos trescientos feudos. Esta guerra la había dejado devastada tanto política y socialmente como en su economía. Numerosas sectas protestantes se habían fundado respondiendo a las necesidades de una población frustrada en todos sentidos. Como consecuencia, muchos de sus habitantes eran perseguidos por las iglesias luteranas establecidas y por los príncipes católicos, especialmente por el elector del Palatinado. A eso se añadieron los desastres agrícolas de 1708 y 1709 y la ley inglesa (1740) que favorecía la naturalización en las colonias. A ese inundo llegaron los propagandistas de las compañías navieras en busca de inmigrantes para las colonias inglesas de Norteamérica. Cientos de folletos se distribuyeron entre la población alemana con el resultado de que miles de ellos se contrataron para hacer el viaje como trabajadores “redimidos”. Estos eran los que aceptaban ser “vendidos” temporalmente por el capitán del barco a uno de los colonos. Uno de esos inmigrantes nos dejó su versión:

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Los inmigrantes alemanes fueron, en su mayoría, a Pensilvania porque fue William Penn quien les ofreció tierras y libertad de conciencia. Ahí se formó una colonia alemana en el año de 1683, Una sociedad conformada en Alemania comisionó a Francis D. Pastorius para comprar tierras en la propiedad de William Penn. Adquirió varios terrenos al norte de Filadelfia en los que proyectó un poblado que llamó Germantown. Ahí llegaron doce familias, en su mayoría mecánicos y tejedores, que formaron el primer núcleo de lo que llegaría a ser una especie de provincia alemana en las colonias inglesas. 33 En 1714 se inició la importación de trabajadores alemanes del hierro. Con la ayuda del barón von Graffenried, que había fundado una colonia de alemanes y suizos en Carolina del Norte, se rescató a un grupo de 42 alemanes, trabajadores de esta industria, que se habían quedado en Londres a la mitad de su viaje a las colonias y se los llevó a la frontera norte de Virginia a una colonia que se llamó Germana. Ellos constituyeron parte del primer gran éxodo del alto Rhin a través de Rotterdam e Inglaterra. Llegaron del distrito “fierrero” de Nassau-Siegen a 45 millas al este del Rhin. En el curso del siglo siguieron llegando a los distritos del hierro: Virginia, Maryland, Pensilvania, Carolina del Norte, Nueva Jersey y Nueva Inglaterra. En su totalidad, estos trabajadores llegaron como sirvientes escriturados. Treinta y cinco años después, un viajero alemán, Peter Kalm, describiría la gran prosperidad de Pensilvania, debida en gran parte a los inmigrantes alemanes que, desde principios de siglo, contaban con molinos, hornos para ladrillos y mosaicos, granos y ganado para exportar, fábricas de lana y lino ‘junto con una gran variedad de otros artículos útiles y necesarios’ Diez años después se cree que la población alemana de Pensilvania llegaba a los 45 000 habitantes En Nueva York se estableció otra colonia alemana: el gobierno británico promovió su inmigración, pagó sus gastos de transporte y su establecimiento con el resultado de que, la llamada inmigración palatina, fue el mayor grupo en llegar de una vez. Los colonos fueron contratados como sirvientes del gobierno británico hasta que las ganancias de los almacenes de

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pertrechos navales pudieron pagar sus pasajes. Una vez alcanzado lo anterior, los alemanes del Palatinado se cambiaron a tierras de granjas, a lo que llegó a llamarse “tierra alemana” por su enorme productividad. Para mediados del siglo XVIII (1750) se había conformado una cadena de establecimientos alemanes que iba desde el valle Mohawk en Nueva York hasta Savannah, Georgia. Después de la independencia de Estados Unidos, hombres y mujeres de ascendencia alemana fueron a colonizar Kentucky, Tennessee y el nuevo oeste. De interés especial son las costumbres y tradiciones alemanas que han sobrevivido hasta nuestros días. Los alemanes se concentraron en los llamados “Pennsylvania Dutch”, como se conocen hasta ahora, los cuales se dividían en dos grupos: los de los luteranos y los de aquellos que llamaban “sectarios”, decenas de grupos menores que pertenecían a una docena de religiones, incluida la católica. Sin embargo, estudiosos de ese periodo han definido al luteranismo como la esencia de la personalidad del alemán de Pensilvania. Su influencia a través de los años, se llevó a cabo por medio del sistema de escuelas parroquiales que, junto con la iglesia luterana, ayudaron a mantener a los alemanes como una unidad religiosa y cultural independiente en una tierra extrangera En contraste con los dispendiosos escoceses-irlandeses, los alemanes eran ahorradores, trabajadores, frugales y avaros. Trabajaban tan intensamente que no tenían tiempo para actividades recreativas. En tiempos de la colonia se sabía que ahí donde el escocés-irlandés y el inglés fracasaban, el alemán prosperaba, quizá como decían entonces porque bebía menos y se organizaba mejor. El alemán de Pensilvania actuaba como patriarca sobre su familia y detestaba todas las innovaciones que pudieran desafiar las viejas virtudes del ahorro y el trabajo duro. Sus mujeres hicieron grandes contribuciones al arte culinario de Estados Unidos. Como carpinteros y artesanos no tuvieron igual: uno de ellos edificó la primera fábrica de papel en Pensilvania, otro introdujo la imprenta, manufacturaron las primeras medias de hilo y los primeros hornos de acero. En el plano intelectual, los alemanes del Palatinado no hicieron mella. El promedio de analfabetismo entre ellos era grande y Benjamín Franklin los consideraba los más estúpidos entre los alemanes Su lengua llamada “Pennsylvania Dutch” puede decirse que es la lengua inmigrante más antigua de las que todavía se hablan. Durante la guerra de Independencia, el grupo de inmigrantes alemanes o sus descendientes recibió al de los hessians, soldados mercenarios alemanes que sirvieron en el ejército británico y que, a finales de la revolución de Independencia, se quedaron en Estados Unidos. Durante la época colonial, los inmigrantes no ingleses contribuyeron poco a la vida política de las colonias. Sin embargo, su influencia fue grande en el desarrollo social, económico y cultural que construyó una nueva nación. Jean de Crevecoeur, inmigrante francés, escribió una serie de artículos con la finalidad de exponer lo que él pensaba que eran los norteamericanos. Son una mezcla de ingleses, escoceses, irlandeses, franceses, holandeses, alemanes y suecos. De esta casta promiscua, ha surgido esta raza ahora llamada norteamericana. Deben exceptuarse las provincias del este, por ser los descendientes puros de los ingleses [...] ¿Qué es entonces el norteamericano, este nuevo hombre? lis o bien un europeo, o el descendiente de un europeo, por ende, esa extraña mezcla de sangre que no se encontrará en ningún otro país. Yo podría señalarle a una familia cuyo abuelo era inglés, cuya esposa era holandesa, cuyo hijo se casó con una francesa, y cuyos cuatro hijos tienen ahora cuatro esposas de diferentes naciones. Es norteamericano quien dejando atrás todos sus antiguos principios y modales, recibe nuevos de la nueva manera de vivir que ha abrazado, del nuevo gobierno al que obedece y del nuevo rango que tiene. Se convierte en norteamericano al ser recibido en el ancho regazo de nuestra gran alma mater. Aquí los individuos de todas las naciones se funden en una nueva raza de hombres cuyos esfuerzos y posteridad causarán algún día grandes cambios en el mundo [...]

FRANCESES La inmigración francesa a Estados Unidos durante la época colonial consistió, sobre todo, en personas perseguidas en su país por motivos religiosos. Cuando tuvo lugar la revocación del edicto de Nantes en 15, miles de franceses calvinistas hubieron de dejar su país por temor a una persecución. La mayoría de ellos se refugió en Inglaterra y de ahí paso a las colonias Llegaron

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alrededor de 15 000 personas y se establecieron en Nueva York, Massachusetts, Rhode Island, Maine, Virginia y, sobre todo, en Carolina del Sur. Según leemos en los documentos, el primer lugar a donde emigraron fue a Nueva Holanda, después llamada Nueva York. Ahí aparecen sus nombres como parte de la población de Nueva Amsterdam. La Iglesia francesa se fundó en 1659 y los decretos se proclamaban tanto en holandés corno en frances. En 1688 llegaron doscientas familias calvinistas o hugonotes, como las llamaban en Francia, y diez años después había tal número de ellos que justificó la publicación de un libro en francés. Su centro de mayor influencia fue la ciudad de Nueva Rochelle fundada en 1689. A Massachusetts llegaron durante los dos primero años después de la revocación del edicto de Nantes. Organizaron su iglesia en Boston aun cuando se dispersaron por toda la colonia; muchos de ellos pasaron a Rhode Island y por supuesto, a Maine, ya que era la región más cercana al Canadá francés. Para 1700 había unos 4 000 hugonotes en la región. Al ser muy industriosos y cultos, la mayoría progresó con rapidez y ejerció mucha influencia donde se radicaron. A Virginia llegaron a supervisar los viñedos y la industria vinícola, y a introducir la cría del gusano de seda. Fueron, no obstante, vetados en la región cuando dieron comienzo las guerras con los franceses que bajaban, junto con sus aliados indios, a devastar las colonias iglesias. Fue en Carolina del Sur, que los franceses tuvieron mayor éxito. Ahí se dedicaron también a los viñedos, a los olivares y a la elaboración de la seda. Su principal establecimiento fue la ciudad de Charleston pero colonizaron por lo menos seis lugares más donde plantaron arroz, índigo y algodón. Fueron comunidades muy prósperas y cultas. Se convirtieron en prestamistas para sus vecinos ingleses. Durante cincuenta años publicaron periódicos, libros, etc., en su idioma nativo. Probablemente su inmigración no fue mayor de 15 000 personas pero, como la mayoría de sus miembros llegó a ser muy próspera, su influencia fue grande. Su número aumentó cuando, en 1803, el presidente Jefferson compró la colonia francesa de Luisiana. La ciudad de Nueva Orleans constituye el mayor ejemplo de la influencia francesa en Estados Unidos. Después de los Ingleses, los franceses fueron y son los inmigrantes recibidos en Estados Unidos.

Los franceses de Arcadia

Para finales del siglo XVII, descendientes de colonos franceses que llegaron a la región de Nueva Escocia en el siglo XVII los “acadios”, constituían una amalgama extraordinaria, pues se habían mezclado con portugueses, escoceses, ingleses e indios de la región; una de las consecuencias de vivir en un territorio aislado fue que desarrollaron una cultura y un lenguaje peculiares. Eran unos 10000 cuando, en 1755, el comandante británico de Nueva Escocia los deportó, temiendo que por ser descendientes de franceses, ayudaran a éstos en la guerra contra de los colonos ingleses. Sus propiedades fueron confiscadas y ellos fueron enviados a las islas del Caribe y a Luisiana. Cuando en 1803 ésta pasó a ser propiedad norteamericana, los descendientes de los acadios,37 tanto los pocos que habían quedado en Nueva Escocia como los de Luisiana, formaron comunidades cerradas en las que continuaron, por muchos años, conservando su cultura y su religión. Después de la Independencia de las trece colonias inglesas de Norteamérica, tuvo lugar el turbulento periodo de la revolución francesa. Durante esos años, en gran parte por la falta de seguridad en el mar, la inmigración a Estados Unidos descendió a sus números más bajos. En 1803 tuvo lugar la compra del territorio francés de Luisiana, por lo que un número adicional de extranjeros pasaron a ser ciudadanos de Estados Unidos. La mayoría de ellos se quedaron en los alrededores de Nueva Orleans y de Baton Rouge, región que quedó como un enclave francés.

JUDIOS EN LA COLONIA

El número de judíos en la colonia parece no haber sido mayor de 3 000. La mayoría de ellos llegaron escapando de la persecución religiosa en España y Portugal Los primeros en llegar fueron los llamados sefarditas, o sea judíos españoles y portugueses. Se establecieron en Nueva Holanda por ser la región más tolerante y ahí fundaron sinagogas; se les otorgó la ciudadanía holandesa. Cuando Nueva Amsterdam pasó a ser colonia inglesa (Nueva York) en 1662, los judíos sefarditas se quedaron en el lugar. Veinte años después, eaj33, el duque de York decreté que

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todas las personas que lo desearan podían vivir en su colonia. Ese mismo año, los judíos inauguraron su primera sinagoga en la América inglesa En 1727 la Asamblea General de la colonia de Nueva YÑ-k legislé para permitir la naturalización de los judíos. Hay que recordar, sin embargo, que en la colonia inglesa no existió un organismo de gobierno central por lo cual lo que se legislaba en una colonia no afectaba a las otras. Todavía para esa época la mayoría e los judíos eran sefarditas o “marranos”, como llamaban a los que, en un momento u otro, habían aceptado pasar por cristianos En 1748, Peter Kahn, viajero sueco, escribió: Además de diferentes sectas cristianas, muchos judíos se han establecido en Nueva York donde poseen grandes privilegios. Tienen una sinagoga, casas, grandes mansiones de campo en sus propiedades, y se les permite mantener tiendas en la ciudad. También tienen varios barcos, los que cargan y envían fuera con sus propias mercancías. En fin, ellos disfrutan de todos los privilegios comunes a los demás habitantes de esta ciudad y esta provincia. El segundo establecimiento judío en las colonias inglesas de Norteamérica tuvo lugar en Newport, Rhode Island. Roger Williams había fundado la colonia para dar refugio a todas las religiones, excepto la llamada “papista” o católica. Llegaron muy temprano, pues la colonia había sido fundada en 1636, y a finales de 1658 llegó a establecerse el primer grupo judío. En 1677 fundaron su panteón, el más antiguo existente en el país, ya que el de Nueva York se perdió con el tiempo y con la urbanización de la ciudad.

Los dormitorios de los barcos, estrechos y muchas veces insalubres, hacían difícil la travesía Antes de la guerra de Independencia de las colonias (1776), se contaban sesenta familias judías viviendo en Newport. Ese puerto era, a finales del siglo XVIII, el tercero en importancia, después de Boston y Filadelfia; por lo mismo fue el lugar a donde llegaron muchos comerciantes judíos con importantes conexiones en los mercados tanto europeos como del Caribe. También ellos eran sefarditas, españoles o portugueses, que cansados de esconderse de la Inquisición española querían vivir en paz como judíos. Todos estaban naturalizados y comerciaban bajo bandera inglesa. Durante la revolución de Independencia, la comunidad judía de Newport escapé a Nueva York, Filadelfia y Massachusetts cuando el puerto fue tomado por los ingleses. Los judíos llamados ashkenazi llegaron a Norteamérica vía Filadelfia. Fundaron varios establecimientos en la colonia de Pensilvania en donde muchos se dedicaron a comerciar con los indios. La mayoría de ellos provenían de Alemania pero también había judíos ingleses dedicados al comercio con Europa.

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Carolina del Sur fue la cuarta colonia en recibir inmigrantes judíos. Para 1750 había un número suficiente para fundar una sinagoga, y la mayoría de ellos eran sefarditas con apellidos españoles y portugueses. Bajo la Constitución redactada por John Locke, expresamente para su colonia, los judíos podían ser representantes en la Asamblea General de la colonia; uno de ellos era miembro de la Asamblea cuando ésta decidió separarse de Inglaterra. Al momento de la Independencia había cinco comunidades judías en las colonias; la quinta se había organizado en Georgia aprovechando la liberalidad de sus fundadores. Al empezar la revolución había, aproximadamente, 2 500 judíos, la mayoría sefarditas de origen español; según sus archivos, gran parte de ellos ayudaron con dinero y armas Se los describe como un grupo de gente culta y rica y también orgullosa de su historia.

Proyectos para propiciar la inmigración Desde la época de William Penn, en la década de 1680, Norteamérica empezó a captar inmigrantes por medio de anuncios que estimulaban su cambio al nuevo mundo. Los folletos de Penn, en holandés, alemán, francés e inglés describían las bendiciones que podrían encontrar en su colonia donde, además de disfrutar de tolerancia religiosa, obtendrían grandes beneficios económicos. Penn viajó una y otra vez a Gran Bretaña y a Alemania para ofrecer las ventajas de trasladarse a su colonia: organizada con libertad religiosa, con asamblea y consejos elegidos, y con derechos civiles más avanzados. Otorgaba asimismo tierra e instrumentos de labranza a los que emigraran, al igual que todas las demás colonias. Las cartas de los recién llegados fueron, desde el principio, otro gran estímulo para que muchos se decidieran a emigrar. Con algunas excepciones, todos escribían elegías a su nueva tierra, pues, pese a los problemas, nadie se quedaba sin comer. Uno de ellos escribió: Creo que vi más duraznos y manzanas pudriéndose en el suelo de los que podría hundir una flota británica. Voy a una plantación en Ohio donde no saben el número de cerdos que tienen 1...] la familia más pobre tiene una o dos vacas y borregos [...] ponen su mesa tres veces al día como para una comida de boda: té, café, carne de res, pasteles, huevos, buen pan; y su bebida favorita es whiskey o brandy de durazno. Dime, ¿esto sucede en Inglaterra? La razón económica fue tan poderosa para emigrar que Héctor St. John de Crévecoeur, colono francés de finales del siglo XVIII, escribió que los pobres de Europa, devastados por el hambre y la guerra, se convertían en prósperos ciudadanos y añadió “Ubi panis ibi patria [La patria está donde se encuentra el pan] es el motor de todos los inmigrantes” Sus cartas acerca de su nueva tierra impulsaron a miles de europeas a emigrar. Otro escrito que tuvo gran influencia para conseguir inmigrantes fue el llamado América Book, publicado en 1838, que describió el país como un lugar “donde los sueldos son altos, los precios bajos, excelente tierra y libertad religiosa y política”.42 Las cartas enviadas por los suecos de Iowa a sus compatriotas les informaban no sólo de la enorme cantidad de maíz, cerdos y calabazas que tenían, sino de que no había necesidad de cerrar las puertas de las casas puesto que no había ni limosneros ni ladrones. Contaban que el clima era mucho mejor que el de Suecia, que no había grandes plantaciones ni distinciones sociales, sólo económicas. Las llamadas “guías para los inmigrantes” también tuvieron mucho efecto. Se escribieron en muchos idiomas incluyendo el inglés. La Guía del emigrante a los Estados Unidos, escrita por el reverendo 1. O’Hanlon, se recomendaba para los irlandeses; se escribieron otras dos para los alemanes y una más para los suecos. Todas ellas eran para conseguir que llegaran colonos a una u otra parte del país. La mayor ambición de todos los nuevos estados era atraer inmigrantes capaces e inteligentes. Los nuevos territorios del Medio Oeste publicaron asimismo folletos en diferentes lenguas con dicho propósito. Se distribuyeron tanto en ciudades europeas como americanas, en tabernas, muelles y periódicos europeos y norteamericanos. La legislatura de Minnessota llegó a ofrecer un premio de 200 dólares al mejor ensayo que describiera la región a los futuros colonos,. Para mediados del siglo pasado, los nuevos estados empezaron a competir por captar a los colonos; Michigan, por ejemplo, ofreció la ciudadanía a todos los inmigrantes que residieran en su territorio por dos años y medio. Wisconsin, a su vez, publicó que su Constitución otorgaría la ciudadanía con sólo un año de residencia en el país. Indiana entró a la competencia: su legislatura aprobó una residencia de seis meses en el estado y un año en Estados Unidos para que los inmigrantes pudieran votar. Kansas manifestó su deseo de atraer colonos pasando una ley que exceptuaba a los menonitas del servicio militar.

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Después de la guerra Civil (1860-1865) Norteamérica, los estados del Sur empezaron su propaganda para conseguir inmigrantes, especialmente porque querían suplantar la fuerza de trabajo negra Organizaron convenciones y asociaciones, y mandaron agentes tanto a Europa como a China, El ferrocarril de Carolina del Sur ofreció tierra gratuita y todas las comunidades pusieron dinero para ayudar a la llegada de inmigrantes. “El verdadero método para la reconstrucción —anunciaron— es la infusión de sangre nueva al sistema exhausto del Sur.” Todas las legislaturas sureñas pasaron leyes para conseguir inmigrantes, por ejemplo, Tennessee legalizó la llamada “Sociedad de Inmigrantes Americana” para poder vender tierra a los colonos reclutados. Sin embargo, poca inmigración llegó al sur, sobre todo, por el prejuicio europeo en su contra por haber sido tierra de esclavos. Además, el mismo retraso económico sureño, sus pocas escuelas, caminos y viviendas, ahuyentó a los inmigrantes por muchos años. Unos pocos suecos, italianos, daneses y alemanes fue todo lo que pudieron conseguir.

LAS CONDICIONES DE VIAJE

Las opiniones de viaje de los inmigrantes eran pavorosas. Los dueños y los capitanes de los barcos no se preocupaban nunca por hacerles agradable el viaje. Después de acomodar la carga, los hacinaban en los sitios vacíos, la mayoría de las veces desprovistos de ventilación y luz. Como debían cocinar ahí mismo sus alimentos, esos lugares negros y cenados se llenaban de humo, y calor. Además, las peleas para utilizar los fogones eran frecuentes y como siempre, eran los fuertes y violentos los que triunfaban. Frecuentemente había epidemias tales como el tifo, el cólera, la viruela y la disentería que dejaban muertos y una secuela de mugre y contagio. Tanto la comida como el agua, eran escasos. Un médico que vivió las condiciones de un barco las describió así: “Nunca vi gente tan indiferente a la vida; continuaban en la misma litera con alguien ya muerto hasta que el capitán mandaba sacarlo […]” Todavía a mediados del siglo XIX, Horace Greeley, periodista famoso de la época, describía los males del transporte de inmigrantes en el New York Tribune: un 10% morían en el viaje atacados por diversas epidemias, otros se volvían locos por el hambre, la sed o las condiciones intolerables.

Gracias las numerosas quejas y al interés humanitario, las condiciones de viaje empezaron a mejorar. Desde mediados de siglo varias ciudades europeas legislaron para hacer de sus puertos lugares más seguros y sanitarios. Estados Unidos también respondió estableciendo reglas e inspeccionando los barcos para verificar su sanidad. La primera ley fue emitida en 1819 para ordenar que no debía haber más de dos pasajeros por cada cinco toneladas de capacidad.46 Sin embargo, queda a Pensilvania el honor de haber sido la primera colonia en legislar a favor de los inmigrantes. En 1749 ordenó que las literas para personas mayores de catorce años debían ser de seis pies de largo por uno y medio de ancho. En 1766 modificó la ley para ordenar además, una altura de tres pies entre cada una. Dictaminó asimismo que no debían dormir en una litera más de dos personas, a menos que fueran niños. La ley estipuló también que cada, barco debía et fumigado y lavado con vinagre dos veces a la semana. Tenía cada barco la obligación de llevar un médico y un botiquín completo de medicinas.

Sirvientes escriturados La mayoría de los inmigrantes llegaron a las trece colonias, como sirvientes escriturados. Por ejemplo, en la Virginia de 1683, casi 12 000 personas, un sexto de su población, eran sirvientes escriturados. Así se los llamaba por haber firmado un contrato especificando el término de su servicio que iba, generalmente, de 4 a 7 años. El servicio por contrato databa de tiempos medievales y como esta práctica no había desaparecido en Inglaterra, se adapté para las colonias. Los sirvientes escriturados eran generalmente artesanos y pequeños comerciantes. Los campesinos llegaban casi siempre como sirvientes “redimidos”, o que, por no poder pagar su pasaje, aceptaban que el capitán los “vendiera” por unos cuantos años a algún colono que quería, a su vez, obtener las donaciones de tierra ofrecidas a los que llevaran inmigrantes. Hubo muchos barcos, ingleses y alemanes, que llevaban a cabo este comercio. En esa sociedad pionera, libre de jerarquías, los sirvientes escriturados tenían posibilidad de movilidad social. Su estatus era reputable dentro del esquema de la vida social inglesa, puesto que se veía como una extensión del sistema de

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aprendices. Un contemporáneo describió así su llegada: La venta de seres humanos en el mercado a bordo de los barcos, se efectúa de esta manen: cada día, ingleses, holandeses y alemanes llegan de la ciudad de Filadelfia y de otros lugares, en parte cubriendo grandes distancias, digamos veinte, treinta o cuarenta horas de camino, y suben a bordo del barco recién llegado, que ha traído y ofrece en venta a pasajeros de Europa, y seleccionan entre los sanos, a aquellos que les parecen adecuados para sus negocios, y regatean con ellos el tiempo que habrán de servir para cubrir el dinero de sus pasajes, que la mayoría aún debe. Cuando llegan a un acuerdo, resulta que los adultos se han comprometido por escrito para servir tres, cuatro, cinco o seis años por la cantidad que adeudan, de acuerdo con su edad y fortaleza. Pero la gente muy joven, de diez a quince años, debe prestar sus servicios hasta que cumpla veintiún años. También existió otro grupo de inmigrantes, los presos. Así empezó la política inglesa consistente en enviar a las colonias a todos sus indeseables. Las sentencias de los prisioneros enviados en 1617, fueron conmutadas por un servicio de 7 a 14 años, según la gravedad de sus delitos. Se han estimado en 50 000 los presos enviados a las colonias. Todos los “sirvientes escriturados”, ya fueran por contrato, redimidos o prisioneros recibían, al finalizar su servicio, veinte hectáreas de tierra, herramientas para cultivarla y un cambio de ropa. Además, se les otorgaban todos los derechos ciudadanos. En general todos eran bien recibidos, pero no así los presos. Los colonos se quejaron de esa política inglesa a través de todo el periodo colonial, mas sin ningún resultado. El sistema de sirvientes escriturados llevó, pues, a las colonias, tanto a personas deseables como indeseables. El castigo por desobediencia o pequeñas felonías consistió en una multa pecuniaria o en una extensión del tiempo a servir El amo tema el derecho de azotarlos, y cuando querían casarse, debían obtener su permiso.

LLEGADA DE LOS INMIGRANTES

La llegada e las, inmigrantes era, todo, un espectáculo: docenas de hombres se peleaban por cargarles las maletas, con el único fin, de obtener que se alojaran en un hotelucho u otro, en donde los esquilmaban dejándolos sin dinero. Hasta 1855 no existió una agencia gubernamental que se encargara de su bienestar; por consiguiente, y a pesar de la media docena de grupos privados organizados para protegerlos, los inmigrantes acababan en las vecindades de la peor ralea y se daban al vicio o al latrocinio. II. G. Leonard, director de una casa de asilo para inmigrantes en Nueva York, escribió al Consejo Municipal de la ciudad: “Señores: Su comunicación del 9 del corriente, pidiéndole al departamento una relación del número de inmigrantes recibidos en el asilo, desde septiembre de 1846 hasta la fecha (el barco en que llegaron, la condición en que estaban cuando fueron recibidos en el asilo, etc.), ha sido debidamente atendida; y aquí mismo les proporciono con placer la substancia de la información que obra en mi poder. La relación tabulada adjunta les ofrecerá los conocimientos estadísticos que buscan, y mis observaciones actuales se concretarán a la condición en que llegan cuando aparecen en nuestras costas. “Gran cantidad de estos infortunado emigrantes, tan pronto como dejan a cubierta, de las embarcaciones y. sin casa a donde dirigir sus las calles en estado de completa desolación, hasta que una mano benevolente, consternada por la miseria y la desdicha que tiene ante sí, conduce las formas postradas y sus pasos temblorosos al asilo del parque; y aquí se exhibe un cuadro tan enfermante de la miseria y el sufrimiento humanos que ninguna pluma, por elocuente que sea en la triste y tenebrosa descripción del infortunio,, podría pintar e ilustrar bien la negra y escueta verdad. Su seca, deplorable y solitaria infelicidad debe verse y sentirse para apreciarse; y eso, para encontrar que, frecuentemente, entre los grupos heterogéneos, alguien con el último hálito de expiración emanando de sus labios fríos y descoloridos, presenta una escena de asombro y angustia demasiado extenuante para verla con cualquier otro sentimiento que no sea el horror y la compasión abrumadora. Tal vez sea natural para usted averiguar la causa de tal estado de miseria aunado a la emigración. Usted se pregunta, sin duda, si la condición de los emigrantes era tan desastrosa en su propio país. A estas preguntas no tengo conocimientos exactos que me faculten para darle una respuesta positiva; pero su propia narración de sus recursos y condición muestra, con frecuencia, que si se les reinstalara en su humilde pero comparativamente feliz suerte, disfrutada por ellos hasta la víspera de su desafortunado embarque, ninguna más que su propia

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región debe constituir el hogar natural de su restante peregrinaje sobre la tierra. ‘Dejan sus casas —dicen— con las más brillantes perspectivas’, y mencionan las representaciones que les ofrecieron del bendito estado de la vida norteamericana; con unas pocas monedas en sus bolsillos y sintiéndose en el disfrute de vigorosa salud y rodeados de su tierna e inocente prole, poco se imaginaron las pruebas a las que se expondrían; pero con el tiempo descubrieron, para su tristeza y descontento muy natural, que el abominable fin de ciertos barcos arrojados al océano, es constituir un receptáculo sucio de personas, llenos hasta el tope con hordas de seres humanos, con apenas el suficiente espacio para contener a la mitad de ellos (ciertamente a no más de la cuarta parte con comodidad); y así amontonados, todos juntos en una sola masa, convertirlos en ‘pasajeros emigrantes’ destinados a este país. “Ni siquiera es éste el cuadro completo de esta empresa desalmada. Sin haber aprendido las maneras de viajar, y engañados por la avaricia de sus casi criminales consejeros, quienes les prometen que en pocos días desembarcarán felizmente en las costas de Norteamérica, llevan (en realidad, sus medios son demasiado limitados para hacer otra cosa) una provisión muy frugal de alimentos para consumir durante el viaje; y antes de completar la mitad de éste carecen de un bocado que les sirva de sustento y que los salve de los horrores del hambre. Los tanques de agua de la embarcación están también casi vacíos; y esto, aunado a la exposición, al hambre y a la atmósfera repugnante de sus alojamientos estrechos y contraídos, produce la fiebre y la disentería en los campamentos y en las embarcaciones atiborradas. Gran cantidad de ellos, desprovistos de asistencia médica, aun cuando esa ayuda esencial fuera pasajera y temporal, caen víctimas del destructivo contagio, y el oleaje del océano se convierte en tumba silenciosa; y cuando, al fin, llegan a nuestras costas, muchos de ellos habrían estado mejor si los hubieran echado al ‘profundo mar’ que, tras de batirse en las punzadas de hambre, de la enfermedad y del dolor, acabar exhalando su último aliento agonizante en las calles de Nueva York. Además llegan en harapos, sombras pálidas y fantasmagóricas, encubriendo sus rasgos macilentos y demacrados, apenas capaces de producir el sonido de una queja y tambaleándose por la debilidad de la postración abrumadora, a las puertas de una institución. Desde luego que se recurre a los esfuerzos inmediatos, bajo mi dirección, para ayudar a resucitarlos; pero a menudo, ¡qué lamentable!, estas medidas les llegan demasiado tarde; y en las mismas puertas de nuestras oficinas, y durante su tránsito a nuestros hospitales, las últimas tristes notas de una vida que expira son llevadas a su extinción silenciosa. “La descripción de esta escena es como ver una representación del natural. Dejemos que la sabiduría y la humanidad de nuestros consejos nacionales la lean y hagan tan sólo una única reflexión, la de detener la agencia destructora de los males de la emigración moderna, y controlar la mano salvaje que entierra en desdicha y en calamidad lo que debiera alzarse hacia el disfrute pleno de los benditos privilegios que se identifican con el carácter del asilo en el mundo.” Fue en la década de 1840 cuando se empezó a tratar de regular los abusos; las compañías navieras anunciaron sus precios para acabar con la explotación efectuada por sus mismos empleados. Los ferrocarriles eran más tardados; todavía en los cincuenta sus “carros para inmigrantes” tenían bancas duras, carecían de agua para beber y de comida para vender. Amontonados, sedientos y hambrientos, los inmigrantes tenían que viajar, muchas veces, distancias enormes hasta sus nuevos hogares. Lo mismo pasaba en los lanchones que hacían el viaje por los canales y en los barcos de vapor que transitaban lagos y ríos. Ahí se repetían las escenas de los barcos en que habían llegado a Estados Unidos: epidemias, robos, hambrunas y muertes. Sin embargo, miles de ellos entraron al valle del Mississippi por esas rutas. A pesar de los terribles sufrimientos, los inmigrantes llegaban con la ilusión de adquirir tierra barata. Se consideraban afortunados, por haber dejado atrás las hambrunas y las guerras europeas, además de las vecindades y el vicio de las grandes ciudades del noreste norteamericano.

FIN DEL PERIODO COLONIAL

La declaración de independencia y la guerra subsecuente terminó la fase de inmigración a las trece colonias inglesas de Norteamérica. Durante el conflicto, se restringieron los viajes migratorios, debido a la falta de barcos mercantes y a la inseguridad en los mares. Además, el periodo fue testigo de una gran migración hacia afuera de Estados Unidos. Entre 80 000 y 100 000 colonos prefirieron emigrar a Inglaterra y a Canadá antes que abandonar su sujeción a la corona.

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Muchos, casi 30 000 de ellos, subieron a Nueva Escocia y de ahí al cabo Bretón, otros fueron a Quebec y a Ontario. La expansión canadiense hacia el oeste se debió a estos colonos, lo mismo que el establecimiento en el Canadá de comunidades holandesas y alemanas, premiadas con tierras por haber luchado del lado inglés en la guerra de Independencia norteamericana. En 1790 se organizó el primer gobierno bajo la Constitución de Estados Unidos. El censo demostró que tenían una población de 4 000 000 de habitantes, de los cuales 3 172 444 eran blancos; 757 208 eran negros y el recién organizado territorio del noroeste contenía al resto. Dos siglos de inmigración habían creado ya una nación de naciones, aun cuando los colonos de ascendencia inglesa seguían siendo los más numerosos y constituían la base cultural y política de la nación. Aunque en la última década del siglo llegaron inmigrantes que escapaban a las guerras y revoluciones europeas, fue hasta 1815 que se restauró la paz en el viejo continente y empezó de nuevo la emigración hacia Norteamérica.

Segunda etapa: el siglo XIX

El siglo XIX

La gran inmigración de la primera mitad del siglo XIX fue el resultado de crisis económicas fuertes. Pocos europeos hubieran dejado sus hogares si alimento, tierra y empleos hubieran sido suficientes. Por ejemplo, el colapso de la cosecha de patatas en Irlanda y la hambruna subsecuente empujó a miles de ellos a emigrar. En Alemania y partes de Escandinavia los gobiernos alentaron la emigración como la forma de acabar con el desempleo causado por la modernización de las máquinas agrícolas. Por otra parte, la prosperidad de Norteamérica creó la necesidad de expander la fuerza laboral para responder a la demanda de más caminos y canales, además de la apertura de nuevas tierras en el oeste. En 1830 el número de inmigrantes era de aproximadamente 300 000 al año. En 1840 subió a 1 500 000 y en 1850 a 2890 000. La inmigración incluyó enormes grupos de irlandeses y alemanes analfabetas, artesanos especializados de Inglaterra, Bélgica, Suiza y Alemania y refugiados políticos de las revoluciones de. 1830 y 1848. También incluyó perseguidos por motivos religiosos, especialmente judíos huyendo de los “progroms” de la Europa oriental. La mayoría de los inmigrantes en ese periodo se concentró en las ciudades del noreste, principalmente en Nueva York, Pensilvania y Ohio. Hasta esa fecha el grueso de los inmigrantes continuaba siendo parte de la corriente incidente en la época colonial: ingleses, escoceses-irlandeses, galeses, alemanes y franceses en números más pequeños. Sin embargo otras nacionalidades se habían agregado, ya fuera por la fuerza, como en el caso mexicano, o por tratado diplomático como en el chino. En el primer caso fue a causa de la derrota de México por Estados Unidos. Este se adjudicó las antiguas provincias de Alta California y Nuevo México que entonces incluía, el presente estado de Arizona. El territorio perdido fue enorme pero en México no se lo tomaba encuesta por estar prácticamente deshabitado. En Texas había unos 3 000 mexicanos. Se estima que entre 80 y 90 000 mexicanos pasaron a ser estadounidenses casi sin percatarse de ello. En el Tratado de Guadalupe Hidalgo existía un artículo, el VIII, que daba a los mexicanos el derecho de escoger si deseaban quedarse en el territorio conquistado o emigrar a México. Pocos se enteraron del artículo. Las condiciones económicas en Nuevo México impelieron al gobernador norteamericano a prohibir su proclama mientras que - el hallazgo de oro en California anclé a los nuestros en el territorio. En ambos casos se violé el artículo VIII del Tratado Guadalupe Hidalgo.

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Los chinos, como otros inmigrantes asiáticos, se co ncentraban en el oeste norteamericano.

En el segundo caso, el chino, fueron los dueños de concesiones ferrocarrileras quienes enviaron a sus promotores a contratar a miles de chinos que sentaron las bases de las grandes compañías. En 2 años de 1849 a 1869 trajeron más de 63 000 trabajadores. Aprovechando la situación, el gobierno norteamericano buscó obtener concesiones comerciales a cambio de un tratado (Burlingame) que permitía el acceso de todos los chinos que quisieran emigrar. También ahí tuvieron que violar el tratado forzados por la opinión publica en una California histérica ante el gran número de inmigrantes chinos (125 000 para 1879).

Nadie duda que la mayor inmigración de la primera mitad del siglo fue la de los irlandeses. Hambrunas, opresión y la llamada “fiebre americana” llevó a millones a las costas del Atlántico norte. Todos los estados de la Unión Americana mandaban promotores a Europa con el fin de conseguir inmigrantes. Y todos, especialmente los recién organizados, rivalizaban en sus ofertas: Michigan ofrecía el derecho del voto a todos los que residían en su tierra durante dos años y medio. Wisconsin ofrecía lo mismo con sólo un año de residencia; Minnesota otorgaba premios hasta de 200 dólares a los mejores artículos promocionales. Indiana requería sólo seis meses de residencia en su territorio y un año en el país para otorgar el derecho. de voto. Todos mantenían promotores en diferentes ciudades europeas y publicaban folletos en varias lenguas para motivar a la gente a emigrar a sus estados. Las compañías navieras no se quedaron atrás. Generalmente trabajaban en conjunto con algún promotor estatal para anunciar no sólo el viaje sino el destino final. Lo mismo sucedió con los vendedores y especuladores de tierra, montaron verdaderas campañas publicitarias para atraer colonos. Las compañías ferrocarrileras fueron quizá las más emprendedoras. De ellas fue la del Illinois Central Railroad la que llevó a cabo el programa colonizador más vigoroso en el país. Mandó a un ministro protestante n conseguir colonos noruegos; enlisté los servicios del gobernador del estado para atraer alemanes; mantuvo una oficina de reclutamiento y “reclutadores” en Nueva York; mandó propaganda a más de una docena de países; consiguió que un polaco respetable posibilitara que gran número de sus compatriotas emigraran a Illinois. De manera similar, el ferrocarril Pacifico Northwest organizó un llamado “comité de tierra” que publicó mapas y folletería en varios idiomas y preparó casas “temporales” para los inmigrantes recién llegados, a quienes vendió granjas a plazos. Astutamente, mantuvo en su nómina a muchas de las autoridades migratorias para que enviaran colonos a sus territorios.

Así llegó la llamada “vieja” inmigración: irlandeses, alemanes, escandinavos —y por supuesto ingleses— que después de dos siglos seguían emigrando atraídos por las promesas del

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nuevo mundo. Como veremos, todos ellos, en mayor o menor grado, se asimilaron al modo de vida norteamericano aun cuando conservaran sus hábitos, costumbres y peculiaridades que ahora forman parte de la vida estadounidense. Hostilizados en un principio, llegaron a ser aceptados y hasta queridos cuando llegó la llamada “nueva” inmigración compuesta de europeos mediterráneos, judíos rusos y alemanes, griegos, eslavos y un sinnúmero de otras nacionalidades. Fue entonces que los estadounidenses se sintieron agredidos, confundidos por - las costumbres “extrañas”, por su analfabetismo, su pobreza y su atrasa. El gran público no sabía que siguiendo una corriente histórica llegaban atraídos por la propaganda ya que se los necesitaba para formar parte del lampen básico al desarrollo industrial.

Los chinos también fueron empleados en las minas de carbón y hacia finales del siglofueron duramente hostilizados por los racistas blancos. En las siguientes páginas relatamos la llegada y el establecimiento tanto de la “vieja” como de la “nueva” inmigración en un esfuerzo por dar a conocer a nuestro público mexicano los sinsabores y triunfos de cada uno de los grupos que llegaron a formar parte del mosaico “de la nación de naciones”. Por motivos bibliográficos algunos relatos son más extensos que otros, el caso inglés ya no se repite pues ha sido suficientemente descrito en la parte inicial. Algunas nacionalidades o etnias no aparecen por falta de información. A continuación presentaremos las inmigraciones del siglo XIX comenzando por aquellos grupos cuyas características no se ubican ni en la “vieja” ni en la “nueva” inmigración la china por haberse prohibido en 1882 y la mexicana porque en un principio fue adquirida por conquista y desde finales de siglo no ha cesado.

LA INMIGRACIÓN CHINA

La emigración china comenzó durante la época de la dinastía Ming (1368-1644) que coincidió con un periodo de decadencia Fue en onces’ cuando los chinos comenzaron a llegar al continente americano en busca de mejores oportunidades económicas.

Un gran número, de chinos llegaron a la costa del Pacifico de Nueva España debido al comercio entre las colonias hispanoamericanas con Manila. Las ciudades costeras como Acapulco,

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Mazatlán y Puerto Vallarta ofrecían oportunidades para llevar a cabo actividades comerciales. Muchos cambiaron su nombre, asimilándose a la población novohispana y participaron en la colonización española de las tierras americanas. En aquellos momentos era poco el atractivo que ofrecían las colonias inglesas de Norteamérica, situadas al este del continente, de difícil acceso por vía marítima y sin el floreciente comercio ultramarino de las colonias españolas. Los chinos comenzaron a llegar en cantidades significativas a Norteamérica en 1847, durante la guerra con México, pero sobre todo cuando se dio la “fiebre del oro” en California. En una inmensa mayoría provenían de la provincia de Cantón. Esta se encuentra situada al sur de China; de hecho los inmigrantes provenían de un distrito específico de dicha provincia: Toishan. En ese momento, China se encontraba dividida en regiones y a pesar de la homogeneidad racial del país esas divisiones se reflejaban en la existencia de grupos muy distintos y con dialectos totalmente diferentes. Muchos de los chinos que llegaron a Estados Unidos lo hicieron como trabajadores bajo contrato. Al desconocer por completo el idioma inglés esos recién llegados desempeñaron su trabajo formando cuadrillas supervisadas por otro chino que ya dominaba este idioma. La primera ola de inmigración estuvo compuesta en su mayoría por hombres jóvenes: muchos de los cuales no tenían intención de residir en Estados Unidos sino que, tras haber reunido la mayor cantidad de dinero posible, planeaban regresar a su patria. Provenían de las clases bajas de la sociedad china; las clases altas no tenían ningún interés en emigrar. Aproximadamente la mitad de los que llegaron en esa primera generación no permanecieron en Estados Unidos. Por eso y por el alto costo de la travesía se trasladaron hombres solos, sin su familia. Los chinos se enfrentaron a graves problemas para ser integrados a la sociedad estadounidense. Había dos razones básicas que lo impedían: no eran blancos y no eran cristianos. Además, presentaban una competencia a nivel laboral no deseada por los trabajadores blancos. En 1852 se dictó una medida relacionada directamente con “los celestiales”, como eran conocidos. En dicho año se estableció el impuesto para mineros extranjeros, según el cual, todos aquellos trabajadores que no quisieran adoptar la ciudadanía debían efectuar un pago de tres dólares mensuales. Sin embargo, los chinos no tenían la posibilidad de naturalizarse pues en 1790 se había emitido una Ley federal que reservaba la ciudadanía para los blancos. La ley de mineros extranjeros estuvo vigente durante 28 años y pronto la acompañaron otras creadas también para hostilizar al trabajador oriental. En 1855 se emitió una ley encaminada a disminuir la inmigración de Oriente, obligando a todo capitán a pagar un cargo de 50 dólares por cada pasajero no elegible para la ciudadanía que transportara. Durante el periodo de la reconstrucción que siguió a la guerra Civil, algunos chinos se instalaron en los estados sureños de la costa este. Debido a la crisis laboral provocada por la manumisión de los esclavos negros se vio en la mano de obra china una posible solución. Grupos de orientales llegaron a Luisiana y Mississippi donde sustituyeron a los esclavos en el trabajo de las plantaciones. Los reportes de los dueños de éstas elogiaron la rapidez y eficiencia con que los asiáticos se adaptaban a las demandas del trabajo. Sin embargo, la tendencia de los mismos a dejar las plantaciones para dedicarse al comercio y a la pequeña industria impidió que los plantadores invirtieran más recursos en su importación. Algunos chinos llegaron también a la región de Nueva Inglaterra. Fue una inmigración controlada por industriales de Massachusetts, deseósos de aumentar tanto la producción como el desempeño de sus respectivos negocios y cansados de las demandas de los trabajadores blancos. El proyecto fue un éxito pero no tuvo mayores repercusiones en la inmigración china, cuyo punto focal continuó siendo California.

Los chinos trabajaban la misma jornada que los blancos y por menos paga. Su estilo de vida se caracterizaba por su frugalidad, y su desempeño laboral rebasaba el realizado por los trabajadores norteamericanos. Por ejemplo en el sector de la minería “no fue la superioridad sino la inferioridad del minero yankee lo que provocó su odio por los chinos’

La capacidad de los chinos para realizar los trabajos pesados requeridos por la minería, la agricultura y la instalación de ferrocarriles en las más adversas condiciones y con salarios muy bajos, provocó que, aunque sus servicios eran requeridos en dichos sectores, se hostilizara tanto al trabajador chino como al patrón blanco que hiciera uso de sus servicios. No fue casualidad que los sindicatos tomaran la iniciativa en la demanda de medidas legales que llevaran a la exclusión

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laboral de los chinos. Conforme se iba dando una respuesta legal a estas demandas, la posibilidad de empleo para los chinos se iba reduciendo a trabajos de mínima categoría. Abundó la propaganda que resaltaba la imposibilidad de asimilación de los chinos al mundo anglosajón. Asimismo, se buscó crear toda una teoría de desprestigio alrededor de ellos. En un escrito apoyando su exclusión se dijo que: Si aparenta amoldarse a nuestra idiosincrasia lo hace únicamente para tener una mejor posibilidad de acumular dinero [...] es cruel e inflexible, esperando únicamente la oportunidad para dar el golpe con seguridad sobre4el objeto de su despecho, de su codicia o de su superstición.

Los chinos pronto se vieron en las mismas condiciones que los indios, los mexicanos y los negros, no siendo reconocidos como iguales a los angloamericanos. Entre 1854 y 1874 estuvo vigente una ley que prohibía que los chinos testificaran ante la corte contra un hombre blanco. Dicha ley fomentó los ataques contra los chinos pues los privó de un recurso legal para defenderse.5 Fue durante esos años que se agudizaron los linchamientos de chinos y la destrucción de sus posesiones. La mayoría de los inmigrantes eran hombres jóvenes y las mujeres que llegaban eran prostitutas. En 1875 se dictó la Ley Page que prohibía la inmigración de éstas. Sin embargo, ello impidió también que las chinas se reunieran con sus esposos en Estados Unidos al ser rechazadas sus solicitudes de entrada al país. Pocas mujeres recibían una respuesta aprobatoria de los oficiales estadounidenses encargados de hacer las entrevistas correspondientes en China. La hostilidad contra la inmigración china fue permanente, y caracterizada por una animosidad constante que cada cierto tiempo se traducía en ataques violentos. El rechazo de la población por los chinos llevó a la ley de exclusión d 1882 que prohibió la entrada al país de trabajadores no especializados Se emitieron también otras leyes que exigían la ciudadanía como requisito para la solicitud de empleo. En 1888 se amplió la ley de exclusión a todas las personas de raza china excepto a oficiales de gobierno, maestros, estudiantes, turistas y comerciantes. La medida se renové en 1892. También en 1888 se estableció una ley que prohibía a los chinos ausentes del país regresar al mismo. Aquellos que se encontraban en viaje de regreso cuando se puso en vigor dicha ley no pudieron entrar a Estados Unidos. Estas leyes se extendieron a Hawai donde los chinos habían tenido una buena acogida y formaban el 22% de la población, cuando la isla fue anexada a la Unión Americana en 1898. De esa forma los chinos se convirtieron en un sector cada vez más marginado y carente de opciones. Ese conjunto de restricciones y la animosidad que despertaban provocó que los chinos ocuparan puestos no ambicionados por los demás sectores de la población o que iniciaran negocios propios, los cuales se convirtieron en actividades chinas por tradición, como lavanderías y restaurantes. Las lavanderías, a pesar de no existir en China, proliferaron más que los restaurantes pues requerían, menor inversión inicial y no necesitaban un alto grado de dominio del inglés. Cuando carecían de la posibilidad de crear negocios independientes, los chinos se empleaban como mineros, cocineros, sirvientes domésticos y trabajadores agrícolas. Aun en estas actividades los chinos fueron hostilizados por el resto de la sociedad. Por ejemplo, a las lavanderías que no repartieran la carga en un carretón, sino en bultos cargados con una vara al hombro —al estilo chino— se les exigía pagar licencias más caras que al resto

En el caso de los restaurantes, la comida preparada en ellos se volvió parte cotidiana del pueblo norteamericano. Platillos inspirados en la gastronomía china, aun cuando no legítimamente chinos, pronto fueron del gusto de diferentes sectores de la población como el chop suey, el chow mein y el arroz frito. La actividad restaurantera de los chinos hizo que algunos de ellos establecieran tiendas de abarrotes para proveer a sus compatriotas de los productos necesarios para sus negocios. La presión ejercida sobre los chinos y sus negocios llevó a estos inmigrantes a llevar vidas silenciosas, tratando de llamar lo menos posible la atención del resto de la población. Además propició gran cohesión entre ellos a los que unía también el antecedente de un lugar de origen en el distrito de Toishan. La familia, muy importante en la tradición social china, no se estableció en la primera ola de inmigración por la escasez de mujeres. En cambio las sociedades secretas chinas, muy parecidas en sus características a la mafia italiana, sí prosperaron en Norteamérica. Eran conocidas como tongs y sus líderes mantenían el poder con base en la fuerza. Los tongs se

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enfrentaban periódicamente por el dominio de un territorio y controlaban los espacios para la prostitución, el juego y el uso del opio, introducido por los chinos al continente americano. La falta de apoyo legal contribuyó a la continuidad de los clanes originados en la misma China. En Estados Unidos los clanes pequeños se unían en un clan mayor a fin de detentar mayor poder. Ofrecían a los chinos la posibilidad de apoyo negada por la hostilidad de la sociedad estadounidense. La Asociación de Beneficencia China, conocida también como Las Seis Compañías, se fundó con el propósito de ayudar a los inmigrantes quienes muchas veces se encontraban completamente desvalidos e ignorantes de sus opciones laborales. El desequilibrio provocado por la escasez de mujeres tardó largos años en disminuir. Pocos chinos se casaban con no chinas y en esos casos generalmente el enlace era con mujeres blancas En 1890 la proporción era de 10 hombres por cada mujer. A finales del siglo XIX la condición de los chinos permanecía sin cambio. Las leyes de exclusión seguían vigentes y no habían aumentado sus opciones laborales. Así pues, la llegada del nuevo siglo encontró a los chinos sin posibilidades reales de ser asimilados por la sociedad anglosajona.

LOS MEXICANOS: INMIGRANTES EN SU PROPIA TIERRA

Los mexicanos se incorporaron a la fuerza laboral norteamericana, no por inmigración sino por conquista. En virtud del Tratado de Guadalupe Hidalgo —firmado en febrero de 1848— más de 70 000 mexicanos pasaron a ser norteamericanos. Sabemos que el gobierno mexicano envió agentes para repatriar a aquellos que no querían quedarse en Estados Unidos, pero también sabemos que de los que quisieron volver sólo unos 2 000 lo lograron. Se instalaron en La Mesilla que fue vendida a Estados Unidos en 1854 y de todas maneras se convirtieron en norteamericanos. Otros texanos sí lograron regresar a México y se asimilaron a la población de los viejos pueblos de Reynosa, Camargo y Nuevo Laredo. Los que se quedaron fueron incorporados al mundo laboral de Norteamérica. La historia de la inmigración mexicana a Estados Unidos es diferente a la de los otras inmigraciones por vanos motivos la cercanía geográfica les permitía —y permite— cruzar la línea fronteriza con facilidad; Segundo, desde su inicio los que han emigrado han contado con parientes o conocidos ya establecidos en territorio norteamericano. Tercero, por el mismo motivo el desconocimiento de la lengua nunca ha sido un grave obstáculo. Cuarto, la mayoría de los inmigrantes mexicanos, a diferencia de los demás, han emigrado con la idea de hacer dinero y regresar a su poblado de origen. Quinto, es quizá el grupo inmigrante que menos se asimiló, en gran parte por la cercanía geográfica y por el racismo norteamericano. Por último hay que tener en cuenta que no es sólo un grupo en búsqueda sino buscado por los intereses agrícolas, mineros y ferrocarrileros norteamericanos. De ahí su flujo constante hacia la nación vecina. La primera inmigración mexicana después de la guerra de 1846 tuve— lugar en California donde los sonorenses fueron a trabajar los placeres. de oro. Una campaña en su contra los forzó a regresar pero se quedaron en los pueblos del sur de California. Tan sólo en Santa Bárbara, en 1860, los inmigrantes constituían el 40% de la población mexicana.7 Según sus contemporáneos ayudaron a fortalecer su cultura en el área, además de desarrollar con nuevas ideas la ganadería. Ese mismo año, el censo indicó que en el sur de California los inmigrantes mexicanos constituían el 61% de los trabajadores calificados y casi el 50% de los trabajadores sin calificar. El censo federal de 1860 también muestra que muchos sonorenses no sólo habían emigrado al sur de California sino también al territorio de Arizona. De las 2 775 personas que ahí vivían, 963 eran inmigrantes mexicanos. Sabemos que la, emigración de tantos mexicanos preocupé al gobierno. En 1861 Benito Juárez autorizó que se concedieran tierras a quienes quisieran regresar a México. Una década después (1871) la población nacida en México de residentes en Estados Unidos había aumentado a 9 659 personas. De estas, más de 4 000 eran recién llegadas. Muchas de ellas se emplearon en la construcción de los ferrocarriles y en las minas de Arizona. Su experiencia minera enseñó a los angloamericanos los métodos necesarios a desarrollar. Uno de los casos que mejor ejemplifican el factor “gancho” de la época fue el de las minas de cobre en Clifton, Arizona. Cuando en 1872 un grupo de empresarios norteamericanos empezaron la referida empresa minera contrataron a mineros de Sonora para operar los instrumentos e introducir los

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procedimientos utilizados en las minas sonorenses. Las leyes restrictivas en su contra los mantuvieron en situación de peonaje, confinados a trabajos de subsuelo. Recibían salarios más bajos que los mineros anglos y eran víctimas del racismo pues no se les permitía vivir en sus pueblos. Si desarrollo del suroeste de Estados Unidos tuvo lugar. Con la Construcción de ferrocarriles. Pronto se percataron los norteamericanos de que necesitarían una gran cantidad de mano de obra barata. Los llamados “reclutadores” recorrieron la frontera y la cruzaron, en busca de trabajadores. “Desde 1880 los inmigrantes formaron el 70% de las cuadrillas de sección y el 90% de los supernumerarios de las principales ferrovías del oeste”) Como éstos eran muy mal pagados se quedaban a vivir junto a la vía o en los furgones de carga inutilizados. Así fueron surgiendo las

colonias de inmigrantes mexicanos a lo largo de la frontera porque, como ya se ha dicho, les estaba vedado vivir en los pueblos norteamericanos. El desarrollo de los ferrocarriles mexicanos y su conexión con 145 líneas norteamericanas en la frontera contribuyo a que los trabajadores emigraran de las ciudades terminales fronterizas a sus gemelas norteamericanas. En 1883 la Ley de Colonización y Baldíos ofreció a los mexicanos que se repatriaran, 200 hectáreas en la región fronteriza. Además, ofreció darles títulos de propiedad si las trabajaban durante cinco años y explotaban al menos el 15% de su extensión.

Hubo varios mexicanos, a fines del siglo XIX, que intentaron fundar colonias de mexicanos repatriados. Se sabe que un tal Luís Silicio firmó contrato con la Secretaría de Fomento y recibió a cambio un poder para colonizar terrenos baldíos nacionales en Chihuahua, Coahuila, Guerrero, Michoacán, Puebla y Veracruz. Consciente del poder de la propaganda, fundó el periódico El Coloso para convencer a sus compatriotas del suroeste norteamericano. Su contrato caducó en 1900 sin haber captado colonos. Generalmente los, inmigrantes buscaban establecerse, ya fuera en un barrio de mexicano-norteamericanos o consiguiendo tierra formar lo que se llamaba “el segundo barrio”. Fue a finales de siglo que empezaron a emigrar en grandes cantidades a California. Desafortunadamente

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entraban en una sociedad angloamericana en que su posición socioeconómica estaba decidida: los inmigrantes mexicanos eran parte de la fuerza laboral más baja, integrada por los mexicano-norteamericanos. Los chinos estaban siendo expulsados de California desde 1880, de ahí que cuando empezó la construcción del ferrocarril Southern Pacific —en 1893— sus administradores importaran trabajadores mexicanos para llenar el vacío dejado por ellos. La compañía pagaba salarios muy bajos y deducía el costo del cuarto y la comida, de ahí que muchos de los inmigrantes terminaran por ir a buscar trabajo a Santa Bárbara. La mayoría de los peones provenía de los estados de Guanajuato, Zacatecas y Michoacán, además de Sonora, Chihuahua. El patrón de atracción siguió siendo el mismo que el de los demás inmigrantes: los que estaban a gusto escribían a su pueblo de origen e invitaban a parientes y amigos a que emigraran. Fue así como pueblos enteros cruzaron la frontera para vivir en el suroeste axial cuando sus intenciones fueran temporales. La mayoría dejaba sus pueblos a causa de las condiciones económicas que empeoraban de año en año. Dos instituciones de gran importancia para los inmigrantes fueron la familia y las mutualidades. Organizadas en México, esas asociaciones de ahorro y ayuda fueron inmensamente populares tanto en los estados fronterizos mexicanos como entre los inmigrantes mexicanos y de otras nacionalidades. Sin embargo, según los estudiosos, la vitalidad y la actividad de las mexicanas era mucho mayor. En general, todas tenían cuatro características comunes: la ayuda mutua y los beneficios de un tipo de seguro; la asociación de los compatriotas, la protección de sus derechos y privilegios y un cierto número de actividades de recreo. Como ejemplo citará la formación de la mutua llamada Club Mexicano Independiente fundado en Santa Bárbara en 1914. Para lograr relaciones entre mexicanos, especialmente entre los miembros de este Club con la idea de que se extiendan la mano del amor fraterno para protegerse, darse beneficios mutuos, y procurar por todos los medios legales la mejora material y moral de sus miembros Lo curioso del Club fue que sólo recibía miembros nacidos en México para asegurar que la mutua los beneficiara sólo a ellos y previniera la introducción de lo que llamaba una cultura diluida. La organización ofrecía sus beneficios a los miembros de la clase trabajadora. Cada uno recibía, cuando éstaba enfermo o accidentado, un salario semanal. En caso de invalidez recibía una pensión. Además el Club pagaba por la muerte del asegurado, los gastos del funeral y un fondo de emergencia para su familia. El Club también se ocupaba de defender a la comunidad mexicana cuando se la acusaba injustamente. Sus funciones sociales estaban abiertas a toda la comunidad mexicana y mexicano-americana. Desde 1925 existió una rama femenil con todos estos mismos beneficios. Como se puede ver por sus fotos, las personas que integraban la mutualidad pertenecían a la clase media trabajadora. Había otra comunidad mexicana más pobre que vivía en un barrio cercano y que pertenecía a otra mutua. Muchas mutuas mexicanas aceptaban tanto a los nacidos en México como a otros latinoamericanos. Muchas de las mutuas ayudaban económicamente a todos los mexicanos sin tener en cuenta si eran miembros o no. Todos celebraban con fervor el 16 de septiembre y el 5 de mayo, además de organizar las posadas decembrinas. La Iglesia católica —aun siendo católicos la gran mayoría de los inmigrantes— no fue para ellos lo que para los irlandeses y los italianos porque los sacerdotes mexicanos constituían un número pequeño y hubo entre éstos contadas vocaciones quizá por lo mismo. La Iglesia estaba en el suroeste en manos de los irlandeses que no tenían ningún vínculo con los mexicanos y que no se interesaban por su desarrollo.

Otras asociaciones —que sin ser mutualistas tenían fines semejantes— fueron las logias masónicas y grupos de caridad. Entre ellos se distinguió la Cruz Azul Mexicana cuyos miembros femeninos se encargaban de la salud de los mexicanos más pobres. Tenía filiales en todos los pueblos del suroeste. Todas esas actividades promovieron la continua interacción social entre los mexicanos inmigrantes y los nativos o chicanos. Fue a través de ellos que se conservó la cultura y la lengua. A finales de siglo, el censo norteamericano dio la cifra de. 1OQ 400 mexicanos residentes en Estados Unidos. Los periodistas del porfiriato escribieron numerosos artículos y notas para evitar el éxodo hacia el país vecino y los cónsules en las ciudades fronterizas norteamericanas pedían al gobierno que se escribiera y se hiciera propaganda para evitar que se emigrara porque [...]“se hunden en la más degradante miseria y son tratados con la mayor ignominia El gobierno porfirista fue acusado de causar la despoblación de México: “por millones nuestros compatriotas

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han tenido que traspasar las fronteras de la patria, huyendo del despojo y la tiranía”.’7 Respondió, como hemos visto, otorgando permisos especiales y tic- «as a los mexicanos que regresaron y en el artículo 35 de la ley de Colonización y Baldíos estableció que: “A los mexicanos residentes en el extranjero que lo soliciten, los repatriará el gobierno pagándoles los gastos de viaje y les proporcionará tierra para su cultivo”. A pesar de todas las declaraciones gubernamentales, la emigración continuó, sobre todo a las regiones mineras. Los periodos de recesión en Estados Unidos sólo lograban disminuir el número pero no pararla. Contrario al mito, los trabajadores mexicanos sí se organizaron. La Alianza Hispano-Americana fundada en Arizona (1894) consiguió afiliar más de 3 000 miembros para 1910. En las minas formaron sindicatos y organizaron varias huelgas, ya que no podían pertenecer a los sindicatos norteamericanos. En la huelga de Clifton, Arizona, más de 80% de los huelguistas era mexicano.

La “vieja” inmigración: Alemanes

Ya nos hemos referido a la inmigración alemana durante la época colonial. Pues bien, durante el siglo XIX continuaron emigrando en cantidades tan grandes que entre 1814 y 1914 llegaron más de cinco millones a Estados Unidos. Si a ese número le añadirnos los inmigrantes de cultura alemana provenientes de Suiza, Rusia y Austria, la cantidad excedió los 8 000 000. Los inmigrantes alemanes, al contrario de otros grupos, se dispersaron por todo el país. La mayoría, al igual que la inmigración durante la colonia, estaba compuesta por aldeanos, artesanos y granjeros. Sin embargo, después de la fallida revolución de 1848 emigraron muchos profesores universitarios y un grupo de intelectuales que llegaron a ser importantes en el mundo de la política y de las letras. Después de un periodo de choque cultural por encontrar a la sociedad norteamericana “en estado de barbarie”, los alemanes de la generación del 48 fundaron periódicos e ingresaron a las filas del abolicionismo con el firme propósito de acabar con la esclavitud en el sur de Estados Unidos. Muchos de ellos escribieron folletos con fuertes críticas a la sociedad norteamericana, sobre todo a su puritanismo, que fueron publicados en Alemania. Sin embargo fueron ellos quiénes dieron a los inmigrantes germanos la reputación de ser pensadores progresistas. A pesar del fracaso del intento por establecer un estado alemán en Estados Unidos, los germanos continuaron llegando. En todas las comunidades existía un grupo de ellos que trataba de vivir junto a sus hermanos de raza ya fuera en Nueva York, Nueva Orleans, el oeste de Texas o en el sur de California. En todas partes eran bienvenidos porque eran trabajadores, tenaces, limpios y respetuosos de la autoridad. No se sabía de ninguno de ellos que se hubiera convertido en una carga para el Estado. Ellos y los escandinavos eran considerados como los grupos estabilizadores de la inmigración del siglo XIX. La mayoría de los estados les otorgaron toda clase de concesiones para que colonizaran sus tierras baldías, pero en general prefirieron el medio oeste —los estados de Illinois, Ohio, Indiana, Missouri, Kansas y Wisconsin. Su concentración en esa región los protegió de las críticas que hubieran surgido en su contra si se hubieran quedado en las ciudades atlánticas. Sin embargo, cuando aumentó su participación en la política y en la prensa, muchos norteamericanos los atacaron y se preocuparon ante su creciente riqueza e influencia. Por ejemplo, en 1850 había 100 000 de ellos en el estado de Nueva York con 20 iglesias, 50 escuelas, 10 librerías, 5 imprentas y hasta un teatro alemán.21 En todas partes organizaban sociedades musicales y literarias, periódicos, y toda clase de actividades culturales. Sin embargo, la comunidad alemana tenía grandes divisiones ideológicas —ya que entre ellos había judíos, católicos, protestantes y librepensadores— por lo que se establecieron mayor número de grupos por religión o clase social que por nacionalidad.

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Después de 1870, como resultado de. las. guerras de. Unificación alemana y de los problemas económicos consecuentes, llegaron. Dos nuevos tipos de inmigrantes: el trabajador industrial y el artesana En vez de establecerse en las viejas comunidades agrícolas (en 1900 la mayoría de los granjeros norteamericanos eran de ascendencia alemana) se quedaron en las ciudades —sobre todo, en las del medio oeste y especialmente en Cincinnati (Ohio), St. Louis (Missouri), Milwaukee (Wisconsin) y Chicago (Illinois).22 La mayoría de ellos eran organizadores de todo tipo de grupos: sinfónicas, sindicatos, escuelas, teatros, periódicos, iglesias, laboratorios, gimnasios, etc. Sin embargo la mayoría no tenia interés en la política excepto para votar en contra de leyes secas” o sea, las que pretendían prohibir la bebida. También, como los irlandeses, estaban en contra de las leyes puritanas que prohibían divertirse en domingo Su lapso de asueto era la tarde del sábado. La inmigración alemana era, para mediados del siglo XIX preponderantemente luterana, aun cuando después de 1870 empezó a ser judía o católica de la región de Bayana. Ellos, como los italianos, tuvieron grandes problemas porque la Iglesia católica estaba prácticamente dominada por los irlandeses y su jerarquía. Al igual que a los italianos, los obispos irlandeses trataron de “americanizarlos”, pero los alemanes se negaron a obedecer a quienes consideraban unos ignorantes. El problema llegó a tal extremo que el papa hubo de intervenir y permitió que cada grupo católico tuviera sus propias iglesias. El argumento alemán era que las parroquias étnicas constituían la mejor manera de proteger a los inmigrantes de la pérdida de su fe. Además, muchos de sus ministros veían en las iglesias una manera de preservar su germanidad. Los inmigrantes, a su vez, alentaron y ayudaron a la construcción de sus iglesias, porque además de otorgarles satisfacciones religiosas les brindaban la oportunidad de fundar o asociarse a grupos de ayuda mutua: ya fuera económica, social o de salud. Por lo mismo, todos los inmigrantes, ya fueran católicos, protestantes o judíos, alentaron mucho el que hubiera iglesias y vocaciones de su misma nacionalidad. Los alemanes, junto con los escandinavos, los ingleses, y —en menor grado—los irlandeses, estaban ya tan asimilados a la vida norteamericana ala que habían hecho tantas contribuciones, que eran considerados como la inmigración preferida por los norteamericanos Cuando a finales de siglo empezaron a llegar europeos de la zona del Mediterráneo y eslavos, la sociedad norteamericana se dolió del cambio y la denominó “la nueva inmigración” con todos los prejuicios concomitantes.

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Escandinavos

La inmigración escandinava se componía de daneses, suecos, noruegos y finlandeses; también legaron los irlandeses. Excepto la inmigración sueca —que tuvo lugar en 1635 para fundar el Fuerte Cristina en la región de Delaware— el resto fue tardío y pequeño cuando se compara con otras inmigraciones. Sin embargo tuvo gran importancia, ya que fueron ellos los que conquistaron las grandes praderas del noroeste del país. Ni religión. Ni política tuvieron que ver en su emigración que fue eminentemente económica dadas, las grandes hambrunas del siglo. Aun cuando un número de ellos, 18 000, llegaron a Estados Unidos entre 1840 y 1850, fue hasta después de la guerra Civil norteamericana que empezaron a emigrar en números mayores. Aunque pequeña, fue una inmigración importante porque colonizó las regiones de Iowa, Illinois, las Dakotas y las Grandes Planicies. Su historia es la de grupos. humanos, intensamente trabajadores, que. fundaron pueblos en regiones agrestes y frías. Pobres cosechas y terribles hambrunas además de impuestos opresivos, los empujaron a, emigrar. Como factor “gancho” se pueden contar las guías o folletos llevados por los “recolectores” enviados por los estados del noroeste y por las compañías ferrocarrileras, a buscar colonos y trabajadores.

El ferrocarril Illinois Central mandaba a sus agentes a los pueblos en donde asistían a las juntas de granjeros, las ferias y las iglesias en busca de futuros trabajadores y colonos. La primera colonia fue fundada en 1841 en Pine Lake, Wisconsin; fue la primera de las comunidades suecas en Estados Unidos. En 1842 se fundó New Sweden en Iowa. Para 1860 sus establecimientos en ese estado iban del lago Michigan a la frontera canadiense.

La vida en el noroeste era muy difícil a causa de su clima y de su dura tierra., Sólo una inmigración de gente acostumbrada a lo agreste la pudo conquistar. Los suecos eran gente práctica y de emociones profundas, y la mayoría eran agricultores a quienes la situación económica había empujado hacia la búsqueda de tierras nuevas. Todos sabían leer y escribir y estaban acostumbrados ala democracia que existía en su país. Entre 1820 y 1930 más de 1 000 000 de suecos dejó su país.27 El centro geográfico de su inmigración fue el estado de Illinois. La mayoría llegaba a Chicago desde donde se dirigía a las regiones vecinas De 1860 a 1885 organizaron granjas en Illinois, Wisconsin, Iowa y Minnesota. En esta última hay más de 400 pueblos con nombres suecos. En todas ellas existen iglesias luteranas fundadas desde el arribo sueco a la región. Su luteranismo, desde el principio, fue más rígido y ortodoxo que en su país de origen. Como los calvinistas, condenaron el baile, las cartas, la bebida y el teatro, En todas, sin embargo, se organizaron coros de mujeres y hombres que a través de los años fueron aclamados por sus voces maravillosas. Su aspecto físico y su conocimiento de los elementos de la democracia hicieron que no fueran una minoría discriminada. Parece que fue el grupo inmigrante de habla no inglesa que se americanizó con mayor prontitud. Muchos de ellos se cambiaron de nombre y anglicanizaron sus apellidos para poder encajar mejor. El apellido Esbjorn se volvió Osborn, el Sjostrand cambió a Seashore, Hakanson a Hawkinson, etc. Suecia fue el país escandinavo que mandó el número mayor de emigrantes. Entre 1869 y 1893 llegaron 714 886 hombres, mujeres y niños. Al final del siglo la emigración se estabilizó porque el gobierno sueco adopto una tarifa protectora para la agricultura.

Noruegos Las razones de los noruegos para emigrar fueron. Las mismas que las de sus vecinos los suecos. Tierra pobre e improductiva con grandes épocas de hambrunas, granjas pequeñísimas y pocas maneras. de sobrevivir. Cartas, folletos y agentes ferrocarrileros los hicieron creer que América era un paraíso. Entre 1835 y 1900, 500 000 de ellos emigraron y, como los suecos, acabaron conquistando la agreste tierra del noroeste. Uno de ellos, Gjert Hovland, escribió a un pariente en Noruega: Nuestro hijo asiste a la escuela inglesa y habla el inglés igual que si fuera nacido aquí. Nada me ha puesto tan feliz como el haber dejado Noruega y haber venido a este país. Hemos ganado más aquí desde que llegamos que todo lo que yo ganó durante todo el tiempo que viví en Noruega.

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Sin embargo, otro noruego escribió a su tierra durante la guerra Civil norteamericana expresando su angustia. Se podrán dar cuenta de cómo vivimos; por un lado la perspectiva de ser llevados al sur, como carne de cañón; por el otro, con el inminente peligro de caer presa de los indios; agreguen a esto el elevado impuesto de guerra. Están mejor ustedes que pueden vivir en la pacífica Noruega [...] Después de Irlanda, fue Noruega principalmente el país que más gente envió a Estados Unidos; los noruegos escogieron la misma región que los suecos pero se extendieron hasta el estado de Washington en el Pacífico. Illinois, Wisconsin, Michigan, Iowa, Minnesota y las Dakotas fueron los lugares en donde se quedaron para empezar una vida nueva. Fuertes y tenaces, fueron descritos a la perfección en las novelas de Ole Rolvaog, sobre todo en Gigantes de la tierra, que más que literatura es un documento de la colonización noruega del noroeste. La mayoría de los noruegos, como los suecos, eran agricultores, pero muchos trabajaron las minas de cobre y acero alrededor del lago llamado Superior. Otros se emplearon en las pesquerías del litoral del Pacífico y aun otros como marineros en varias empresas navieras. Al igual que los suecos, se “americanizaron” con rapidez, fundaron sus universidades y establecieron sus iglesias luteranas escribieron un buen número de libros, especialmente de religión y teología. Los daneses fueron el grupo más pequeño de los inmigrantes escandinavos. Empezaron a llegar a mediados del siglo pasado como los suecos y los noruegos, emigraron básicamente por razones económicas. Al igual que ellos eran gente pobre pero escolarizada, por lo que fueron bienvenidos en Estados Unidos. Sin embargo, las buenas condiciones económicas y políticas en Dinamarca llevaron a emigrar a poca gente. A excepción de la década de 1880 en que 90 000 de ellos llegaron a Estados Unidos, generalmente emigraban sólo 10 000 cada diez años. Como los suecos y los noruegos, los daneses se establecieron en el medio oeste y en el noroeste: Iowa, Kansas, Nebraska, Dakota, Minnesota, Oregon y Wisconsin. Gente muy religiosa —generalmente luterana— fundaron varios periódicos eclesiales. Como casi todos los inmigrantes organizaron clubes y sociedades danesas. Todos ellos tenían como finalidad poseer una granja para ser independientes, pero primero se emplearon (como los demás escandinavos y los irlandeses) como leñadores, mineros y obreros. Junto con alemanes e ingleses formaron la llamada “vieja” inmigración tan estimada por los norteamericanos. Perseverantes, tenaces y ahorradores, llegaron para quedarse y convertirse rápidamente en estadounidenses. Fueron los menos urbanos de todos los grupos de inmigrantes.

Irlandeses

La inmigración irlandesa a Estados Unidos fue una de las más numerosas y constantes a lo largo del siglo XIX. Debido a esto, y a su constante flujo surgió un gran grupo de población de origen irlandés. La figura del irlandés-americano tuvo gran impacto en la conformación del mosaico cultural de Estados Unidos. Los irlandeses constituían un pueblo sometido a los británicos tras la conquista del siglo XVII., Aunque eran legalmente libres, el gobierno británico controlaba la vida política, la economía y el usufructo de la tierra. Como la mayoría de los irlandeses eran católicos también estaban marginados de la participación en la vida pública, la cual había quedado en manos de los ingleses protestantes. A partir de la conquista británica se produjeron severos enfrentamientos entre protestantes y católicos que continuaron durante el siglo XIX y el XX. La Iglesia católica se erigió en continuas ocasiones como el paladín de una callada resistencia al gobierno impuesto. Dicha resistencia pugnaba por la continuidad de tradiciones anteriores a la llegada de los británicos y sustituía en algunos casos al gobierno, considerado ilegítimo por la mayoría de la población. El conflicto religioso aunado a una serie de desastres en la cosecha anual de la papa, dieron lugar en buena medida al 6xodo de una, tercera parte de la población irlandesa en la búsqueda de una mejor vida La emigración hacia Estados Unidos comenzó a partir de 1820 pero se agudizó en la década de 1840 con la destrucción de la cosecha de la papa durante varios años consecutivos a partir de 1845. Este cultivo ocupaba el 25% de la tierra arable del país y la pérdida de las cosechas asumió proporciones catastróficas para mediados de siglo. Más de 1 000 000 de irlandeses murieron de hambre y la población sólo pudo recuperarse hasta bien entrado el siglo XX.

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La emigración irlandesa con rumbo a la costa este de Estados Unidos asumió características dictadas por la gran hambruna. Los más pobres y depauperados no pudieron emigrar. La capa que les seguía en la escala económica y que logro reunir suficiente dinero para el pasaje fue la que abandonó Irlanda. Generalmente eran núcleos familiares completos y no hombres solos los que se transportaban; esto indicó una emigración definitiva y no un fenómeno temporal. Más de la mitad de los emigrantes eran mujeres y niños. Una gran proporción de la inmigración irlandesa a Estados Unidos se costeó gracias a los irlandeses ya establecidos en dicho país que enviaron recursos a familiares y conocidos. La mayoría de los inmigrantes cruzó el océano a bordo de barcos de carga que carecían de acondicionamiento para el acomodo de pasajeros. No había literas ni facilidades sanitarias. Lo poco adecuado de las embarcaciones se combiné con la gran cantidad de inmigrantes que las abordaban y la debilitada condición de muchos de éstos desde el momento mismo de iniciar la travesía. Las enfermedades proliferaban y convertían el viaje en una verdadera pesadilla, de mortandad. Para los inmigrantes irlandeses sólo el cruzar el océano constituía salvar el primer gran obstáculo en la búsqueda de una nueva vida, pues a las constantes epidemias de tifo y cólera se agregaba una alta probabilidad de naufragio. Durante el año de 1847 uno de cada cinco de los inmigrantes irlandeses murió durante el viaje o poco después de desembarcar. Contaban con ciertas ventajas sobre otros grupos de inmigrantes. La mayoría hablaba inglés y algunos sabían leer y escribir, conocían el funcionamiento de las instituciones anglosajonas y, sobre todo, tenían una gran identidad nacional y una fuerte cohesión de grupo, la última respaldada por su apego a la Iglesia católica. A su llegada muchos irlandeses se vieron de inmediato involucrados en actividades bélicas, pues fueron reclutados para participar en la guerra con México. En este caso, al no estar aún identificados con Estados Unidos como su nueva patria, era frecuente la deserción. De hecho, muchos irlandeses abandonaron las filas del ejército estadounidense en las actividades de frontera y formaron un batallón dentro de las fuerzas mexicanas llamado Compañía de San Patricio en honor al santo patrono de Irlanda. La Compañía de San Patricio participé en la batalla de la Angostura y más tarde en acciones del Valle de México, como las batallas de Padierna y de Churubusco. Su bandera era una insignia blanca con los escudos de Irlanda y de México y el nombre de su capitán John O’Reilly bordado en verde. El batallón estaba formado por 260 soldados, de los cuales la mayoría perdió la vida en acción. Los 72 sobrevivientes de las acciones militares fueron hechos prisioneros en Churubusco y sentenciados a muerte por los estadounidenses al ser acusados de deserción y traición. El capitán O’Reilly salvó la vida desertando antes de que se emitiera la condena, pero el resto fue ahorcado en septiembre de 1847. Muy caro pagaron el precio de abandonar las filas de un país al que no tuvieron tiempo de considerar como su patria. La mayor parte de estos inmigrantes llegó a los puertos de Nueva York y Boston para después concentrarse en cuatro estados: Massachusetts, Nueva York, Pensilvania e Illinois. Sólo una mínima proporción buscó acomodo en las colonias sureñas. El hecho de que la mayoría de los irlandeses desembarcara o se dirigiera a centros de población urbana, hizo que su formación agraria no fuese de utilidad en su nuevo entorno. Acostumbrados a las faenas relacionadas con el cultivo de la tierra, los irlandeses encontraron un medio hostil en los centros industriales. Como carecían del entrenamiento necesario, los hombres sólo podían aspirar a colocarse como trabajadores no especializados y las mujeres como sirvientes domésticos. Para 1855, un 25% de irlandeses laboraba en cada una de las actividades mencionadas. 34 Asimismo, el desconocimiento de las actividades de una economía urbana los obligó muchas veces a permanecer cerca de los puertos ocupándose en las actividades más bajas de la escala económica. De esta forma los irlandeses que constituían un pueblo básicamente agrario en Europa, se convirtieron en un grupo eminentemente urbano en Estados Unidos. Las actividades a las que tuvieron mayor acceso fueron la minería y la construcción de canales y vías de ferrocarril. Las malas condiciones laborales características de dichas faenas provocaban frecuentes accidentes y epidemias y un número considerable de irlandeses murió a causa de unos u otras. Las zonas donde se establecieron los irlandeses pronto fueron identificadas por el resto de la población como zonas de epidemias, alcoholismo y riñas callejeras. Estas características ya existían en Irlanda debido a su condición de sometimiento y a sus limitadas opciones económicas.

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En Estados Unidos los habitantes que se vieron repentinamente convertidos en sus vecinos pronto buscaron un nuevo barrio a fin de evitar su cercanía. La cohesión que los caracterizó desde un principio se reflejó en la fundación de sociedades, algunas específicamente para ayudar al constante flujo de irlandeses inmigrantes y otras para ayudar a los ya establecidos a obtener un mejor nivel de vida. La Iglesia católica se vinculó con muchas de estas sociedades, por ejemplo, la de la Templanza que buscaba reducir el consumo de alcohol, asociado con las riñas callejeras. La expansión de la Iglesia católica en el noreste estadounidense está relacionada con los sitios donde se fueron estableciendo. Este grupo inmigrante fue el que transformó Massachusetts de un estado de tradición protestante puritana en el estado con la proporción de habitantes católicos más alta. Su predominio en la jerarquía eclesiástica duré varias décadas e incluso se mandó un enviado papal para estudiar la condición de ese clero y en qué medida se reflejaba dicha influencia. El control irlandés de la jerarquía. ec1siástica católica en Estados Unidos tuvo diferentes consecuencias. Por un lado fortaleció a su institución, pero por otro llevó a que otros grupos inmigrantes católicos se alejaran de ella al no ver posibilidades de competir con los irlandeses por el poder. Durante la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del siglo XX la Iglesia católica estadounidense estuvo controlada por irlandeses. Ellos formaban la jerarquía eclesiástica y controlaban los recursos, la difusión y aun el establecimiento de nuevos templos. La figura del, sacerdote irlandés estuvo siempre presente. en la vida de los inmigrantes. El bautizaba a los niños, casaba a los jóvenes y. daba su bendición a los moribundos, además de efectuar funciones de consejero y mentor. La Iglesia católica logró consolidarse y convertirse en una institución respetada y poderosa en la costa este gracias a la energía infatigable de estos inmigrantes: “En América los sacerdotes irlandeses del siglo XIX eran de hecho y de forma más notoria que en Irlanda los auténticos líderes de los irlandeses.” La Iglesia católica irlandesa participó además en actividades educativas y caritativas. Asimismo, trató de influir positivamente en agrupaciones terroristas, como la de los Molly Maguires de Pensilvania. Dicha agrupación surgió como una reacción a las malas condiciones laborales que la mayoría de los irlandeses se habían visto obligados a aceptar y asoló Pensilvania durante más de una década. Finalmente se puso fin a sus actividades con la ejecución de varios de sus líderes. Sus acciones sirvieron para enfatizar el aura de violencia que se relacionaba con los irlandeses. Los inmigrantes irlandeses pronto entraron en conflicto con otras minorías. Los enfrentamientos entre irlandeses y negros se debieron a la competencia que ambos grupos mantenían por trabajos no especializados. El enemigo más peligroso para los inmigrantes no era el patrón sino la minoría llegada poco antes o poco después. La que los antecedía ocupaba los puestos ambicionados por ellos y la recién llegada vendía su fuerza de trabajo a precios ínfimos interfiriendo con cualquier posibilidad de demandar mejoras laborales o de organizar una huelga exitosa. Esta situación provocó gran tensión en la sociedad estadounidense de la segunda mitad del siglo XIX, cuando la llegada de inmigrantes de diferentes orígenes se daba continuamente. Ello explica por qué los irlandeses fueron de los grupos que más se opusieron al movimiento abolicionista, plenamente conscientes de que la manumisión de los esclavos haría aún más penosa su búsqueda laboral. Por las mismas razones, los irlandeses tuvieron enfrentamientos con otros grupos inmigrantes, como los de los escoceses-irlandeses, alemanes, italianos, judíos y chinos. La guerra Civil fue otro acontecimiento que favoreció la asimilación de los irlandeses a su nueva patria. Durante el conflicto participaron tanto a favor de la Unión como de la Confederación. Muchos fueron reclutados en el momento mismo de desembarcar, sin tener la opción de decidir si deseaban involucrarse en la guerra o no, como había sucedido durante la guerra con México. Después de siglos de ser marginados de la participación política en su propia patria, los irlandeses estaban más que deseosos de formar parte en la vida política de Estados Unidos. Una habilidad natural para la política y su identidad de grupo pronto resultaron evidentes. Tenían un reconocimiento general y tácito de cuáles eran los intereses de grupo. Desde un principio se inclinaron por el Partido Demócrata pues el Whig y el Republicano les parecían demasiado anglófilos y una marcada anglofobia fue una de sus herencias más perdurables tanto en su vida cotidiana como en su desempeño político. El carisma del líder, su prestigio personal y la eficacia de su discurso, eran requisitos básicos en la política irlandesa-americana. Su experiencia como

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pueblo sometido les hacía identificar al gobierno formal como algo impuesto y al informal como la manifestación real de la soberanía popular.37

Los irlandeses pronto cobraron conciencia de su fuerza y ejercieron presión sobre los políticos, quienes tuvieron que reconocer la importancia de contar con el apoyo de dicho sector. La política brindó además a los irlandeses la posibilidad de integrarse efectivamente al medio estadounidense. La novedad de la política irlandesa e irlandesa-americana consiste en su eficacia pan abarcar ciudades americanas situadas estratégicamente y en usar abiertamente los poderes d8un gobierno de elección como un vehículo para la asimilación étnica. La capacidad instintiva de los irlandeses para la política quedó demostrada por su vertiginoso ascenso durante la década de 1870, cuando participaron cada vez más activamente en la política nacional, lo cual culminó con el control de las alcaldías de Nueva York y Boston. Para finales del siglo XIX muchos de ellos seguían ubicados en los lugares más bajos de la escala socioeconómica. Sin embargo, había surgido una segunda generación que gracias al apoyo de la Iglesia católica, a la educación y a un irrefrenable deseo de superación, ya se integraba como clase media. Tuvieron acceso a puestos en los servicios públicos como maestros y bomberos lo que les brindó otra forma de asimilación y aceptación civil. Su desempeño como miembros del clero de la Iglesia católica también les ofreció una vía para adquirir una posición social respetada. Cuando el siglo XIX tocó a su fin ya no era relevante el número de inmigrantes irlandeses que llegaba a Estados Unidos; ya había para entonces grandes grupos de irlandeses-americanos establecidos en el país, de hecho, los suficientes como para tener impacto en la vida nacional. La inmigración se convirtió en un fenómeno esporádico. La población irlandesa en el nuevo siglo se caracterizó por grupos sólidos y numerosos en las ciudades industriales de la costa este y por su establecimiento en nuevas zonas como la costa oeste. Para el nuevo siglo ya numerosos irlandeses habían ascendido en la escala social y económica de la sociedad estadounidense. Aunque un alto porcentaje continuaba dedicado a actividades no especializadas y al servicio doméstico, ya muchas familias de ascendencia irlandesa gozaban de mejores posibilidades económicas. Los puestos que habían dejado vacantes en la escala social fueron ocupados por nuevos grupos inmigrantes como los eslavos y los italianos. Esta nueva capacidad económica del sector irlandés fue resultado de su exitoso desempeño en diversas actividades como la política, los negocios y los deportes. Su nueva situación socioeconómica abrió grandes posibilidades a los descendientes de irlandeses. Un mayor número de ellos pudieron costearse estudios universitarios que les dieron acceso a nuevas ocupaciones. Algunas características de los irlandeses tanto inmigrantes como radicados ya por generaciones en Estados Unidos, continuaron durante el siglo XX. tales como su apego a la Iglesia católica y una da anglofobia. Durante la primera guerra mundial, el sector irlandés mostró inclinaciones progermanas al inicio del conflicto. Sin embargo, dicha tendencia no prosperó y los irlandeses se alistaron en las filas de los aliados, luchando al lado de los británicos. En 1921 Irlanda del sur fue nombrada “estado libre” con rango de “dominio” dentro del imperio con lo que terminó un enfrentamiento de siglos. Tan sólo unos años más tarde, en 1932, se consolidó su independencia nacional. El fin de la dominación británica en Irlanda debilitó el vínculo de ésta con los irlandeses-americanos, ya para entonces plenamente identificados con su patria adoptiva. Los irlandeses han sido uno de los grupos inmigrantes más exitosos en su adaptación a Estados Unidos. Hacia 1960 aproximadamente la mitad de los irlandeses-americanos se casaba fuera de su etnia. Las familias irlandesas-americanas son del mismo tamaño del promedio de las estadounidenses. En la actualidad 1, mayoría continúa manteniendo un fuerte vínculo con la Iglesia católica y un gran apego por sus tradiciones como la festividad de San Patricio, que en urbes como Nueva York y Chicago es de suma importancia. En política su desempeño no podría haber sido más brillante y alcanzó su apogeo cuando John E. Kennedy, de ascendencia irlandesa y católico, ocupó la presidencia a principios de la década de los sesenta. Los irlandeses también han destacado en los deportes como el boxeo, el baseball y el atletismo. A la fecha forman un sector fácilmente identificable en la sociedad estadounidense por sus tradiciones, muchas de las cuales se han integrado a la diversidad cultural que caracteriza a Estados Unidos.

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Canadienses

Esta inmigración a Estados Unidos ha sido siempre resultado de una crisis específica y se ha caracterizado porque el grupo de canadiense que tomó la iniciativa de emigrar fue el de francocanadienses. Su emigración a Estados Unidos se ha ido trazando a partir de los momentos de conflicto que han tenido lugar a lo largo de la historia de Canadá. La primera vez que se produjo un movimiento masivo de franco- canadienses forzados a buscar mejores opciones de vida fue inmediatamente después de la conquista inglesa en 1760. Incluso durante la guerra entre Inglaterra y Francia en las colonias, conocida como guerra de los siete años, hubo prisioneros franco-canadienses que se rehusaron a regresar a Canadá. La conquista de Canadá por Inglaterra, consumada en la famosa batalla de las “praderas de Abraham” —en las afueras de Quebec— encerró a un mundo católico y francés en poblaciones e instituciones inglesas. El tratado de París de 1763 dio a Inglaterra el dominio de Canadá. Francia hubo de conformarse con conservar Martinica y Guadalupe, sus islas azucareras en el mar Caribe, perdiendo su imperio colonial americano. La población francocanadiense de Quebec sufrió inmediatamente las repercusiones de la sujeción a un nuevo régimen. Su religión católica fue atacada, y la parroquia, fundamento social de sus comunidades, se enfrentó a la llegada y el establecimiento de ingleses protestantes. Para sobrevivir en su propia tierra convertida de pronto en territorio hostil, los francocanadienses se vieron obligados a familiarizarse con la lengua inglesa, pero en la mayoría de los casos no buscaron convertirse en bilingües. Sin embargo, el mayor impacto de la conquista inglesa tuvo lugar en el ámbito económico. La población francocanadiense, caracterizada por familias extensas, se dedicaba por lo general a las faenas agrícolas. El comercio era escaso y la manufactura se llevaba a cabo en talleres o empresas meramente familiares. Los francocanadienses se encontraban satisfechos y no deseaban ampliar sus negocios o acumular capital con fines de acelerar o aumentar la producción. La llegada de los ingleses y su establecimiento como terratenientes y comerciantes alteró drásticamente la bucólica vida del francocanadiense. Su sustitución como máxima autoridad sobre el uso de la tierra y la introducción de nuevas técnicas agrícolas afectó a los campesinos. Muchos de ellos se vieron obligados a convertirse en jornaleros de los nuevos terratenientes ingleses y otros inconformes optaron por emigrar a Estados Unidos en donde aún había tierras gratuitas.

Las frecuentes crisis agrícolas en el Canadá francés, aunadas a la industrialización de las ciudades durante el siglo XIX. provocaron nuevas oleadas de emigración. La constante pérdida de las cosechas y l agotamiento y la escasez de tierra arable llevaron a numerosos campesinos francocanadienses a emigrar, ya fuese a las ciudades canadienses como a las estadounidenses. La situación de estos francocanadienses de extracción campesina en las grandes urbes rápidamente industrializadas, fue miserable Se convirtieron en el proletariado explotado y discriminado por una burguesía angloparlante y protestante que controlaba los empleos y los salarios a su mejor parecer. Muchos de ellos, viendo ya imposible reintegrar se a su parroquia local y a una forma de vida que desaparecía rápidamente, optaron por emigrar a las ciudades estadounidenses ya fuese directamente del campo o después de enfrentarse a la hostilidad de ciudades como Toronto y Montre4l. De 1845 a 1849 emigraron 20 000 francocanadienses rumbo a Estados Unidos, Los miembros del clero francocanadiense también sufrieron durante las décadas posteriores a la conquista inglesa y durante el siglo XIX. Muchos religiosos y religiosas prefirieron mudarse a Estados Unidos al perder la autoridad y el apoyo de que gozaban durante el régimen francés y verse hostilizados por la mayoría protestante. Los Hermanos del Sagrado Corazón establecieron escuelas en Nueva Hampshire y Rhode Island y los Hermanos de San Gabriel en Burlington. Estos núcleos religiosos encontraron apoyo en la fuerte presencia irlandesa de Nueva Inglaterra a partir de 1845. Para ambos grupos era un objetivo el proteger y extender la religión católica. Muchos francocanadienses se convirtieron en feligreses de parroquias irlandesas. También muchos profesionistas- francocanadienses abandonaron su lugar de origen buscando mejores oportunidades en Estados Unidos. Este caso era común que los hombres jóvenes emigraran solos, mientras que los campesinos y obreros trataran de emigrar acompañados

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de su familia. Los profesionistas francocanadienses enfrentaban una competencia desequilibrada con los angloparlantes en Canadá. Grupos de profesionistas francocanadienses se establecieron en Massachusetts y Texas buscando destacar en su actividad sin la sombra del colega anglocanadiense. La Confederación de 1867 que marcó el nacimiento del Canadá moderno no pudo evitar nuevas depresiones económicas. En 1873 Canadá se enfrentó al inicio de una serie de agudas crisis económicas caracterizadas por el desempleo y la rápida caída de los precios de los productos agrícolas que se prolongaron hasta 1879. El grueso de la población clamó por el establecimiento de medidas proteccionistas, las cuales permitieron a Canadá sobrevivir a la vecindad con Estados Unidos y a su rápido desarrollo. Sin embargo una nueva depresión tuvo lugar de 1884 a 1891, y como siempre, un éxodo de canadienses, provenientes en su mayoría de las provincias francoparlantes se dirigió a Estados Unidos. Muchos granjeros del centro de Canadá se dirigieron a los estados de Nebraska y Dakota, jóvenes de las provincias marítimas canadienses se establecieron en Nueva Inglaterra y abundantes desempleados del Canadá francés buscaron empleo en los aserraderos novoingleses. La creación de la red ferroviaria de Estados Unidos ofreció ocupación a los inmigrantes canadienses y aun los profesionistas vieron en demanda sus servicios en las nacientes comunidades del país vecino. Se ha calculado que en la década de 1871 a 1881 emigraron 500 000 canadienses a Estados Unidos, duplicándose este número la década posterior. Canadá, mientras tanto, oscilaba en su política poblacional. El gobierno estaba consciente de que los programas para atraer inmigrantes estaban resultando un fracaso, pues más de la mitad de los inmigrantes que llegaban al país no se establecían sino que proseguían su viaje hasta radicarse en Estados Unidos. Peor aún, Canadá era testigo del éxodo de numerosos miembros de su propia población. La apertura del oeste canadiense dio a las autoridades la oportunidad de promover una opción tanto para inmigrantes internacionales como para los mismos canadienses. Así pues, cuando el “lejano oeste” estadounidense era sólo un recuerdo, las abundantes tierras del oeste canadiense se convirtieron en una nueva tierra prometida. La campaña que hacía énfasis en las bondades de la región fue incluso dirigida a aquellas localidades estadounidenses donde se encontraban radicados canadienses a fin de repatriarlos. Los francocanadienses y anglocanadienses no emigraron en número suficiente como para impactar la sociedad estadounidense. Su progreso fue totalmente individual. Al emigrar se vieron . obligados a adaptarse a una vida muy distinta. Fueron forzados a dominar el inglés y si las primeras generaciones fueron bilingües, las posteriores perdieron la familiaridad con el francés. Sin embargo, algunos francocanadienses ascendieron socialmente en sus comunidades de adopción; hay noticias de que en 1884 había dos francocanadienses en la Legislatura de Maine y que en 1907 trece francocanadienses ocupaban puestos públicos en Massachusetts t Durante las primeras décadas del siglo XX y especialmente a partir de su participación en la primera guerra mundial, Canadá se consolidé como un país de primera línea. No obstante, algunos soldados que regresaron del frente para encontrarse con la depresión de posguerra prefirieron establecerse en Estados Unidos, pero su número, aunque alto, no fue significativo. Para entonces Canadá era el punto de llegada de incontables inmigrantes, pues sustituyó a Estados Unidos como opción de establecimiento cuando aquél comenzó a cerrar sus puertas a la inmigración mundial. La participación de Canadá en la primera guerra mundial estimuló el desarrollo de la industria de la pesca y de la minería. A partir del conflicto, el gobierno canadiense buscó regular y participar en el desarrollo de la industria privada. Sin embargo, la prosperidad aparente del periodo inmediato de posguerra pronto se tradujo en una crisis nacional que propició una nueva emigración a Estados Unidos. En esa época la mayoría de los inmigrantes eran jóvenes profesionistas de ambos sexos, tanto anglocanadienses como francocanadienses. Pronto el número de anglocanadienses que emigró a Estados Unidos superó al de francocanadienses. Los anglocanadienses contaron con varias ventajas, como el hablar inglés y pertenecer a una cultura de origen anglosajón, características que facilitaron su asimilación a la sociedad estadounidense. El gobierno canadiense trató de equilibrar los vacíos creados por los emigrantes con nuevas campañas para propiciar la inmigración, sobre todo al oeste y a las provincias marítimas. Con este fin se obtuvo una educación en el pasaje transoceánico para campesinos y sirvientes domésticos, y diversas iglesias, compañías de ferrocarriles y el gobierno unieron esfuerzos en la campaña. Sin embargo, los recién llegados apenas superaban en número a los emigrantes y no

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sustituían a éstos como profesionistas. Las autoridades canadienses fueron incapaces de encontrar medidas que impidieran el constante éxodo al sur. En 1926 Canadá se convirtió en un país independiente dentro del “Common Wealth” dejando de ser dominio británico. Ello no impidió que sus habitantes siguieran buscando mejores oportunidades en Estados Unidos: profesionistas que en su país vieron suprimidas sus posibilidades de ascenso continuaron emigrando en gran número. Durante la década de los años treinta, Canadá sufrió una crisis económica semejante a la estadounidense. Las exportaciones cayeron estrepitosamente y diversas industrias se vieron forzadas a cerrar. La recesión afectó especialmente a la industria carbonera de Nueva Escocia y la industria papelera y de pulpa de Quebee. Los agricultores del este pudieron sobrevivir gracias a su cercanía con las ciudades y a que en su mayoría cultivaban diversos productos. Sin embargo, los agricultores de las praderas y del oeste, obligados a altos gastos de transporte y generalmente dedicados a monocultivos, sufrieron enormemente ante la súbita caída de los precios de sus productos. Muchos de los afectados por la crisis —tanto trabajadores industriales como agrícolas— emigraron a Estados Unidos buscando empleo. Las décadas más recientes se han caracterizado en Canadá por una lucha interna en pro del equilibrio de las diferentes regiones. De hecho, la Confederación culminó en 1949 con el ingreso de Terranova después de la segunda guerra mundial. A partir de la década de 1960 y de su “revolución silenciosa” que modernizó el Canadá francés durante el gobierno de Pierre Trudeau, los francocanadienses luchan por un espacio propio. Ya no desean emigrar individualmente a un país diferente sino que desean tener el control de su destino. El separatismo de Quebec y el conflicto de ser una sociedad bilingüe continúa hasta nuestros días y probablemente dependa de su éxito en erigirse dueños de sí mismos el que los canadienses no vuelvan a ver a Estados Unidos como la tierra prometida o al menos, como un lugar de refugio y oportunidad.

LA “NUEVA” INMIGRACIÓN En 1890, según el censo, 20 645 542 de las personas residentes en Estados Unidos o eran inmigrantes o descendientes de ellos. El grupo definido por el censo como de “origen extranjero” formaba el 32.7% de una población de 62 947 714 personas. Entre ellos había más de 6 500 000 alemanes, casi 3 000 000 de ingleses, cerca de 5 000 000 de irlandeses, 1 500 000 escandinavos y el mismo número de canadienses. Por cada irlandés nativo había 1.47 de irlandeses-americanos, por cada alemán, 1.46 de germano-americanos, por cada tres escandinavos, dos nacidos en Estados Unidos. A esos europeos del norte de Europa se les llamaba “la vieja inmigración”.45 Todos ellos, aunque guardaban cariño por su “madre patria” y sus costumbres, estaban casi totalmente acomodados a la sociedad norteamericana No hay que pensar sin embargo, que la gente de esas nacionalidades dejó de inmigrar a Estados Unidos después de 1890, simplemente lo hizo en números menores. Por ejemplo, los ingleses que habían constituido a la nación, continuaron llegando. De 1899 a 1924 fueron casi un millón de ellos los que emigraron a Estados Unidos. Nunca se les ha considerado como minoría porque llegaban a asimilarse a los que habían arribado antes y que constituían la base de la sociedad norteamericana. Según el censo de 1980 ellos y sus descendientes eran el 17.7% de la población norteamericana. Los alemanes también siguieron llegando y para 1980 ellos, y sus descendientes formaban el 20% de la población. Los irlandeses volvieron a emigrar en grandes cantidades por lo que en 1980 suponían el 11.5% de la población. A finales de la década de 1880 empezaron a llegar otros europeos: venían de países considerados exóticos por los norteamericanos. Eran judíos, eslavos, griegos, italianos y, en su mayoría, analfabetas que desconocían el sistema político democrático y que hablaban lenguas extrañas. Más de 18 200 000 de ellos arribaron de países del sur y del este de Europa entre 1890 y 1920. Dado que sólo 10 000 000 de inmigrantes habían llegado de 1860 a 1890, el lector podrá imaginar la confusión que crearon. Los factores que empujaron a esa enorme cantidad de gente a salir de sus países fueron políticos y económicos, además de religiosos en el caso de los judíos. Las naciones de la península de los Balcanes acababan de independizarse del decadente imperio otomano o estaban en proceso de ello. Como resultado, sus mundos político-económicos estaban sumidos en el caos. En el caso de Italia, la unificación de la península había producido enormes carencias económicas a las que se habían unido largas temporadas de sequía. El

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desarrollo de los medios de transporte que habían adquirido la capacidad de acarrear millones de personas a través del Atlántico, favoreció el éxodo. Como factor de atracción estaba el enorme desarrollo económico de Estados Unidos y su creciente industrialización que demandaba millones de seres humanos como mano de obra. En este capítulo sedará una síntesis de los diferentes grupos que formaron la llamada “nueva inmigración” y que se agregaron al mosaico racial norteamericano entre 1880 y 1924. Los nuevos inmigrantes eran, en gran proporción, hombres solos que llegaban con la esperanza de hacer un poco de dinero y de regresar a casa. Por tanto, no se preocupaban por asimilarse ni por asociarse a grupos que podrían haberlos beneficiado. Tampoco se preocupaban por demandar niveles de vida saludables y cómodos ni, por supuesto, de influir en la política.48

La mayoría de los nuevos inmigrantes se quedaron en las ciudades ya que la expansión agrícola norteamericana había terminado. Cuatro quintas partes de ellos se establecieron en los centros industriales del este del Mississippi, que requerían de trabajadores baratos. El grupo eslavo incluía a polacos, bohemios, rutenos (ucranianos subcarpáticos) eslovacos, rusos, búlgaros, serbios, croatas y otros grupos menores. Dada la confusión de lenguas y de fronteras es difícil obtener estadísticas confiables. Por ejemplo, Bohemia y Eslovaquia se convirtieron en Checoslovaquia a finales de la primera guerra mundial. Aunque varios miles de bohemios emigraron a Estados Unidos antes de 1880, fue después de esa fecha que el gran éxodo tuvo lugar. Su grado de analfabetismo era bajo y alto el número de artesanos entre ellos. No obstante que se establecieron por todo el medio oeste, sus estados preferidos fueron Nebraska y Texas donde se enseñaba el idioma eslovaco en las universidades y el checo en las secundarias

Bohemios o checos

Los bohemios o checos llegaron para quedarse; el porcentaje de los que se regresaron fue relativamente bajo. Para 1930 había casi 1 500 000 de sus descendientes y tanto en Chicago como en Cleveland se distinguían en la política y “por su alto nivel de inteligencia”. Existían también comunidades checas agrícolas en donde, hasta en las más pequeñas, tenían orquestas y bibliotecas. Sin embargo, la gran mayoría de ellos escogieron asentamientos urbanos yen varias ciudades llegaron con rapidez a puestos altos en los negocios yen las profesiones. Según observadores fue el grupo entre los eslavos que mejor organizó sus sociedades mutualistas para los de su grupo. Entre sus asociaciones se encontraban las de los librepensadores, muy parecidas a las alemanas que rechazaban pertenecer a una Iglesia y eran sólo para su desarrollo intelectual y ético. Su radicalismo religioso se acompañó del político con el resultado de que tuvieron puestos importantes en el movimiento socialista de finales de siglo.50 El censo de 1980 dio un 1.7% de la población a checoslovacos o sus descendientes.

Los polacos Un pequeño número, de polacos emigró a Estados Unidos en tiempos coloniales, pero fue durante la guerra de Independencia que se hicieron famosos Thaddeus Koscinzko y Casiomir Pulaski, militares polacos, pelearon por la causa norteamericana y forman parte de los héroes de esa guerra. Por ese motivo, los pequeños grupos que emigraron durante el siglo XIX fueron bien recibidos. La mayoría eran profesores de música, baile y esgrima. Durante, la guerra Civil norteamericana fueron numerosos los polacos en ambos ejércitos, tanto en el de la Unión como en el de la Confederación. En esa década, con permiso del Vaticano, se estableció la primera iglesia católica polaca en Wisconsin debido al gran número de ellos que vivían en ese estado. Como los italianos, alemanes, mexicanos y otras inmigraciones católicas, los polacos resintieron el dominio irlandés de la jerarquía católica norteamericana. Fue, sin embargo, a finales del siglo que tuvo lugar la gran inmigración polaca. Formaron el grupo más grande de eslavos que emigraron a Estados Unidos, empujados por la mala situación económica y por los esfuerzos del canciller alemán, Bismarck, por germanizar- los, Entre 1870 y 1880, Bismarck ordenó el uso de la lengua alemana en los documentos legales y administrativos, puso a las escuelas parroquiales bajo control estatal y reemplazó por alemanes a muchos agricultores. En la Polonia rusa el gobierno zarista intentó desaparecer a la

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cultura polaca. Cerca de 1 500 000 de ellos llegaron a Estados Unidos entre 1880 y 1920. El censo de ese año registró casi dos millones de personas de ascendencia polaca, casi todos vivían en Chicago, Nueva York, Buffalo, Milwaukee y Pittsburg. La mayoría de los polacos eran campesinos pero constituían un grupo trabajador y ahorrador, y encontraron trabajo en las’ industrias, minas y fábricas de acero. Casi todos vivían en sus guetos en las grandes ciudades y formaban parte de la llamada “nueva inmigración” denunciada por los nativistas como un peligro para la “pureza” racial anglosajona. En una huelga de mineros en Pittsburgh, Pensilvania, 21 polacos y húngaros fueron asesinados; grupos de “linchadores” se dedicaron a buscarlos en las comunidades mineras. El senador Henry Cabot Lodge jefaturó el movimiento que pedía que Estados Unidos cerrara la puerta a la inmigración. Exigió una prueba de lectura para evitar la entrada de aldeanos analfabetos pero el presidente Cleveland se negó a que se adoptara, y el retomo a la prosperidad hizo que el asunto se archivara. Mientras tanto, los polacos seguían llegando y haciéndose más visibles. Desde la década de 1880 varios polacos consiguieron ser elegidos a la Legislatura de Wisconsin y en 1891 las leyes de ese estado se publicaban ya en inglés y en polaco.54 Como otros grupos de inmigrantes, los polacos y los eslovacos empezaron trabajando por salarios más bajos que los otros grupos de trabajadores: A todos se les consideraba extraños por sus costumbres e inclinación a la bebida. Sin embargo, los polacos trabajaban como esclavos y ahorraban todo lo posible porque “eran obsesivos en su deseo de adquirir una casita con jardín”. Establecieron toda clase de sociedades para ayudarse mutuamente y preservar sus instituciones en tierra extraña. En las ciudades más grandes establecieron cámaras de comercio polacas y Chicago se convirtió en la ciudad con más polacos después de Varsovia. La Alianza Nacional Polaca y la Iglesia católica han sido las instituciones preferidas por los polacos. A través de ellas contribuyeron con millones de dólares para la liberación de Polonia después de las guerras mundiales.55 Su grupo de presión o “lobby” ante el Congreso federal es famoso por su fuerza. Según el censo de 1980 los polacos y sus descendientes forman un 3.5% de la población estadounidense. Yugoslavos, rusos, húngaros, búlgaros, lituanos, letones y estonios también emigraron a Estados Unidos a finales del siglo XIX y en el presente y aunque muchos de ellos regresaron a sus patrias de origen, un número considerable se quedó.

Los yugoslavos

Yugoslavia, lo mismo que Polonia y Checoslovaquia, fue un país producto de la primera guerra mundial. Asimiló las poblaciones conocidas como serbios, croatas, montenegrinos, eslovenos y dálmatas. Por motivos económicos y políticos, a finales del siglo XIX los yugoslavos emigraron en gran número, especialmente a Estados Unidos a donde llegó un 83% de su emigración. De 1899 a 1924 llegaron casi 500 000 croatas y eslovenos, 165 091 serbios y montenegrinos, 52 130 bosnios y herzegovinos. Aun cuando todos eran eslavos hablaban diferentes lenguas y tenían religiones diferentes: los croatas, y eslovenos eran católicos romanos, los serbios pertenecían a la Iglesia católica o a la ortodoxa griega, los bosnios y herzegovinos eran católicos romanos o musulmanes. Todos contaban con el alfabeto cirílico para su escritura. Como otros grupos eslavos, los anteriores constituían una emigración pobre, analfabeta y técnicamente atrasada. Los siglos pasados bajo el imperio otomano no les habían permitido. integrarse al inundo occidental. Cuando llegaron a Estados Unidos se establecieron cerca de minas, fábricas y campos madereros. Los dálmatas se fueron a los puertos, donde se emplearon como pescadores, estibadores, marinos. En todas partes funcionaron como una inmigración de bajos salarios. Sin embargo, sus asociaciones promovieron la educación y la participación cívica. Sus grandes núcleos de población se concentraron sobre todo en Illinois, Pensilvania y Ohio.

Los rusos

Al igual que sobre la inmigración yugoslava, es difícil escribir sobre la inmigración rusa, ya que por muchos años las estadísticas no diferenciaban a los rusos de los letones, judíos, lituanos y todos aquellos que emigraban del imperio de los Romanof.

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Aquí se hablará de los rusos, los rutenos y los ucranianos a quienes se llamaba “los pequeños rusos”. Entre 1899 y 1924 llegaron más de 500 000. Casi todos se quedaron en el estado, sobre todo en la ciudad de Nueva York, y en la región al norte de California a donde se habían localizado sus viejos fuertes del siglo XVIII. En California y Florida encontraron trabajo como recolectores de fruta, y en los estados del norte trabajaron como mineros, acereros y en los empleos más bajos de las fábricas porque, al igual que otros eslavos, llegaban de un mundo atrasado técnica y económicamente. Su pertenencia a una sociedad autocrática los imposibilitaba para participar en la vida política Pero muchos de ellos ya eran socialistas y se asociaron a grupos radicales como los International Workers of the World y otros. El Partido Socialista Norteamericano fue fundado por uno de ellos junto con varios compañeros de otras nacionalidades. Por motivos desconocidos formaron la mayor inmigración de hombres solteros y. vivían en edificios baratos con bajas condiciones sanitarias Sin embargo, hubo también otra emigración rusa la de grupos de intelectuales que, perseguidos por las autoridades, decidieron emigrar. Llegaron después de la revolución de 1917 y entre ellos se encontraban distinguidos músicos, bailarines, poetas y otros intelectuales. Los ucranianos se establecieron cerca de las minas de carbón en Pensilvania, Ohio y West Virginia, en las minas de hierro de Michigan y Minnesota y en regiones pobladas por escandinavos en los estados centrales del norte del país. Por ser muy regionalistas, prefirieron establecerse aparte de los rusos. El censo de 1930 dio entre sus resultados el de 700 000 ucranianos en Estados Unidos. Otros grupos pequeños de eslavos que también emigraron a Estados Unidos..fueron los búlgaros, lituanos y letones. En los censos se contaba a los búlgaros junto con los serbios y los montenegrinos. A los lituanos se les asignó el número de 263 277 personas que llegaron entre 1898 y 1924. También ellos se establecieron cerca de las minas de carbón y fábricas de Pensilvania, Illinois y West Virginia; los que se quedaron en las ciudades escogieron Filadelfia y Chicago.58 Los lituanos, una minoría pobre católica y poco preparada de gigantes rubios, son despreciados hasta el grado de considerar el vocablo lituano como peyorativo. Los letones en cambio eran protestantes, vivían en Nueva York, Boston, Filadelfia y Baltimore. Se naturalizaron y americanizaron bastante rápido, su inmigración continuó hasta después de la guerra mundial cuando en sus países se impuso el régimen socialista.

Los húngaros

La sociedad norteamericana conocía a los húngaros desde 1848 cuando, después de la rebelión húngara en contra del imperio austrohúngaro, su jefe, Louis Kossuth, viajó a Estados Unidos con un grupo de compatriotas que decidieron quedarse en el país. A Kossuth se le hizo el símbolo de todos los oprimidos en Europa y fue el objeto de toda clase de recepciones. En todas las ciudades hubo reuniones para expresar su simpatía por “la causa” húngara. La primera comunidad húngara consistió en un grupo de exiliados políticos jefaturados por el conde Ladislaus Ujhazy y fundaron el pueblo de New Buda en Iowa. Era, tal la simpatía hacia en los que el mismo presidente de Estados Unidos les escribió dándoles calurosamente la bienvenida. Años después, en 1880, tuvo lugar una nueva inmigración húngara. Sus miembros se quedaron en las grandes ciudades del este del país y en Illinois, Michigan y Ohio. Entre 1898 y 1924 llegaron 500 000 huyendo de los rigores del imperio austrohúngaro y de la primera guerra mundial. Muchos de ellos regresaron a su patria finales de la década de los años veinte pero después de la segunda guerra mundial nuevos grupos inmigraron, sobre todo después de la fallida revuelta de 1956. La sociedad norteamericana los ha aceptado con facilidad porque los considera, como a los checoslovacos, un grupo de gente inteligente, trabajadora y frugal que aprende el inglés con facilidad y prospera con rapidez. Como otros grupos de inmigrantes organizaron toda clase de sociedades para ayudarse mutuamente y preservar sus tradiciones Casi todos son católicos: ya sea del rito romano o bizantino Entre sus descendientes han destacado músicos y literatos.

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Griegos, armenios, portugueses y españoles: lar inm igraciones pequeñas

La emigración griega a Estados Unidos tuvo lugar por la tremenda pobreza que sufrió la península en la última década del siglo XIX. Entre 1890 y 1940 llegaron casi 500 000 campesinos, analfabetos y la mayoría hombres. Muchos regresaron a Grecia a pelear por su país durante las dos guerras mundiales pero los recién llegados siempre excedieron el número de los que regresaban a su patria. Los griegos, aun los campesinos, conocían e significado de la democracia, así que rápidamente establecieron una comunidad griega con autoridades electas por’ todos. En un principio tomaron los empleos considerados “típicos” o sea se convirtieron en recolectores de basura, limpiabotas, meseros y albañiles. p tuvieron interés en irse al campo como agricultores, casi en su totalidad se quedaron en los centros urbanos del este y medio oeste de Estados Unidos. Al igual que los polacos escogieron la ciudad de Chicago como centro de su comunidad, por ser la base de una gran industria. Ahí fue donde sus hombres fueron atacados varias veces por fungir como esquiroles. En 1918 dado el gran número de griegos en Estados Unidos la Iglesia ortodoxa estableció la llamada Arquidiócesis de América. Su religión probó ser su marca de identidad y sus iglesias con sus torres bizantinas marcaban sus localidades. Desde el principio las comunidades griegas, hicieron hincapié en preservar su cultura, religión y lengua. Además, tenían una especie de manía por organizar clubes y sociedades basadas en su provincia de origen. Sin embargo, los cafés, una institución masculina, eran el centro de cada comunidad.62 Ahí, además de jugar cartas, tenían toda clase de debates acerca de todos los temas. Los griegos se. distinguían por discutir mucho. Según los observadores fue extraordinaria la conversión de los aldeanos griegos en hombres de negocios. En sus comunidades no había miserables. A base de ahorro y frugalidad adquirían tintorerías, zapaterías, florerías restaurantes y dulcerías. También mostraban interés en poseer tabaquerías, fábricas de cigarros y de dulces. Casi todas las grandes ciudades tenían un barrio llamado “la pequeña Grecia”. Como a otros grupos de inmigrantes sus periódicos los ayudaron a tender un puente entre la madre patria y la nueva. Como los polacos, los gri6g& formaron, a través de los años, un grupo de presión para destacar su presencia ante el Congreso. Consiguieron que el gobierno norteamericano ayudara a Grecia después de las dos guerras mundiales. Esos dos eventos aceleraron la americanización y se convirtieron en participantes activos en la política norteamericana. Sus asociaciones promovían la naturalización al mismo tiempo que la preservación de su lengua y su cultura. Los armenios. Para 1920 habían llegado a Estados Unidos más de 100 000 personas del medio oriente: sirios, árabes, turcos y armenios. De todos ellos los armenios fueron los más numerosos. Su tierra se localiza al sur del mar Negro y ha sido botín de las naciones contiguas a través de los siglos. El mundo occidental ha tenido noticia de las terribles masacres que han sufrido. Precisamente una de ellas, la de 1894 tuvo como resultado el que miles de armenios salieran a buscar asilo en lugares seguros. 80 000 llegaron a Estados Unidos entre 1894 y 1920. La mayoría eran varones, campesinos y pequeños artesanos. Muchos de ellos se quedaron en Massachusetts donde en el pueblo de Worcester encontraron trabajo en las fabricas de alambre En general se establecieron cerca de fundidoras de acero, fábricas de textiles y de zapatos. Algunos se fueron a Nueva York donde entraron a formar parte de la enorme fila de meseros y sirvientes domésticos. Sin embargo, sus conocimientos acerca ¿le la manufactura de tapetes les permitió establecerse como importadores y vendedores de tapetes orientales. Sus instituciones principales fueron y son la Iglesia Ortodoxa armenia y la Unión General de Beneficencia Armenia. En 1909 establecieron una asociación para ayudar a los inmigrantes y otorgar becas a sus estudiantes. Establecieron periódicos con muchos artículos religiosos, algunos de los cuales subsisten hasta la fecha. Es triste que a pesar de sus esfuerzos y sus contribuciones, los armenios han logrado la liberación de su patria que continua siendo parte de la Unión Soviética Forman comunidades cerradas para preservar su lengua y cultura.

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Portugueses y españoles.

Aun cuando se fundaron dos establecimientos portugueses en Estados Unidos alrededor de 1850, su gran migración (186 244) tuvo lugar de 1890 en adelante. A mediados del siglo pasado el motivo para emigrar fue el que dos de sus comunidades eran perseguidas por haberse convertido al protestantismo. A finales de siglo las causas fueron económicas. Su población era de tronco racial diverso pues había desde personas negroides hasta caucásicas. Su grupo cultural más deprimido fue el de las islas de Cabo Verde, seguido por los oriundos de las islas Azores. Formaban un grupo analfabeto, sin ninguna preparación, y sacaban a sus hijos de la escuela antes de terminar la primaria. Por su poco interés en la educación, sus comunidades tuvieron pocas oportunidades para escalar en el mundo económico y social. Al igual que los italianos, le dieron enorme importancia a la celebración de fiestas religiosas dentro de la Iglesia católica. Como los mexicanos, consideraban que su estancia en Estados Unidos sería breve por lo que no se interesaban en convertirse en ciudadanos ni en participar en la vida política del país. La inmigración española fue tan pequeña como la portuguesa. De 1899 a 1924 llegaron 190 521 españoles. Sin embargo, grande ha sido su influencia en la vida cultural norteamericana puesto que dejaron innumerables obras arquitectónicas en todo el suroeste norteamericano: presidios, misiones y catedrales. El estilo “californiano” está basado en el español de los siglos XVIII y XIX. Su idioma, reforzado por las inmigraciones hispanoamericanas, se habla por todo el país. El inglés norteamericano ha asimilado, a través de los años, un gran vocabulario en español sobre todo de términos agrícolas, ganaderos y mineros. En los estados del noroeste existen varias comunidades vascas desde finales del siglo XIX. Llegaron invitados por empresas agrícolas norteamericanas para hacerse cargo de los enormes rebaños de ovejas que pastaban y pastan, en los estados de Nevada, Colorado, Montana y el norte de California. En el censo de 1980 un .7% de la población es descendiente de españoles

Italianos: la ‘nueva” inmigración más numerosa

Italia surgió como país unificado en 1860. Antes esta unificación no era más que un conglomerado de republicas y principiados. Sin embargo todos venecianos, napolitanos, romanos, etc. — se consideraban italianos. Empezaron a llegar al nuevo mundo con Cristóbal Colon y Américo Vespucio —nada menos— y este último fue quien dio al nuevo continente su nombre: América. De ahí en adelante miles de sus compatriotas emigraron a Brasil, Argentina, Chile y sobre todo a Estados Unidos. En Nueva York hay más italianos que en Roma. De 1820 a 1930 más de 4 628 000 llegaron a Estados Unidos; de ellos 3 500 000 arribaron en este siglo XX.66 El emigrar era parte de su vida, viajaban a través de la península de otras regiones europeas y del norte de Afrecha siempre en búsqueda de mejor trabajo Puesto que las divisiones económicas, políticas y sociales de la península prohibían el desarrollo en común, cada provincia tenía sus propios problemas, historia, costumbres y dialecto. Para mediados del siglo pasado habían llegado a América tres o cuatro millones de italianos huyendo de problemas políticos y económicos, había desde músicos y escultores hasta organilleros (¡con todo y mono!), profesores de arte y de lengua italiana, además de astutos comerciantes. El barrio italiano llamado “la pequeña Italia” se localizaba en Nueva York, era un mundo tiendas, restaurantes, bancos, carnicerías, panaderías y agencias navieras italianas. Después de la revolución de 1848 llegaron a Estados Unidos varios grupos de exiliados políticos, entre ellos el famoso Giusseppe Garibaldi, unificador de Italia en 1860. Diez años antes se había fundado el primer periódico italiano L ‘Eco de Italia dedicado a conseguir dinero y voluntarios para la guerra de unificación. Entre 1802 y 1865 cerca de 17 000 italianos llegaron a Estados Unidos.

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Las familias italianas generalmente eran de condici ón muyhumilde. Los barcos no sólo eran incómodos tenían pésimas condiciones sanitarias. De 300 a 600

personas debían dormir y comer en la cubierta más baja durante todo el viaje. La mayoría de los barcos llegaba a Ellis Island, la estación migratoria a las afueras de Nueva York. Ahí hombres, mujeres y niños eran separados para exámenes médicos e interrogatorios. Si los pasaban, la mayoría eran recogidos por los “reclutadores” que los llevaban al lugar de su futuro trabajo. En el siglo XIX casi todos los nuevos estados de Estados Unidos subvencionaban “reclutadores” para conseguir inmigrantes como fuerza laboral. Muchos italianos llegaban con etiquetas en su ropa que indicaban su destino a Estados Unidos y su lugar de su trabajo. Algo muy importante y que merece atención es que las agencias de caridad que los ayudaban eran organizadas por la comunidad italoamericana y subsidiadas por el gobierno italiano, lo que no sucedió con otro grupo inmigrante. Condiciones adversas en la península, impuestos exagerados, monopolios y crecimiento demográfico forzaron a miles de personas a dejar Italia de 1880 en adelante. Barrios italianos aparecieron en todas las grandes ciudades norteamericanas y más aún, pequeños o grandes enclaves de paisanos de diferentes regiones, Calabria, Sicilia, Nápoles, etc. La colonia en Nueva York tenía 80 000 habitantes en 1880. La mayoría eran hombres solos, analfabetos, que llegaban de pueblos semifeudales, sin entrenamiento alguno. En Nueva York tomaban el lugar de los irlandeses y los polacos en la construcción de edificios, calles y subterráneos. En Filadelfia se unieron a la fuerza de limpieza de la ciudad. En Chicago entraron a los rastros, en Nueva Inglaterra a las textileras y en Pensilvania a las minas y a las fundidoras de acero. En todas las grandes ciudades organizaron sus “pequeñas Italias”, lugares sucios, malolientes, pero llenos de actividad para —en medio de un mundo hostil— sentirse en casa con sus paisanos. Esas concentraciones les permitieron, además, desarrollar negocios étnicos tales como la importación de aceite de oliva, vino italiano, espagueti, embutidos, etc. Su identidad se expresaba en patrones habitacionales: los de Calabria vivían en una calle, los napolitanos en otra y así sucesivamente. Sin embargo, para finales del siglo habían superado sus regionalismos y todos se sentían italianos. Aunque muchos de los recién llegados regresaban a su patria en cuanto hacían un poco de dinero, poco a poco se fueron quedando y mandaban por sus familias. Las mujeres italianas siempre contribuyeron al presupuesto familiar: lavaban ropa ajena, trabajaban en el enlatado- ras, recogían cosechas, hacían joyas de fantasía en casa lo mismo que flores de papel y de tela, además de juguetes. Conservaron lo que era su pasión: crecer, preparar y compartir la comida con sus paisanos, “cada una de sus comidas era un evento social”. Los niños italianos también formaban parte del negocio, dejaban la escuela en el año en que la ley lo permitía, o se enrolaban en clases vespertinas. Pronto los italianos organizaron sociedades mutualistas para ayudar a los enfermos y heridos, a las viudas y a los huérfanos. Esas sociedades, con sus actividades sociales, ayudaron al inmigrante a hacer la transición hacia la nueva sociedad. Los orígenes regionales sirvieron de base para la organización de los primeros grupos como la Sociedad Calaseibelta de Baltimore que unía a los hombres nacidos en ese pueblo siciliano. Todos los grupos ítaloamericanos ofrecían actividades formales e informales que iban

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desde comidas anuales hasta clubes donde se jugaban cartas y dominó. También ofrecían beneficios mutuos, los asociados pagaban cuotas para que se les protegiera en caso de enfermedad o muerte. Tenían médicos para atenderlos al igual que seguros de enfermedad y beneficios para las viudas. Además, esas asociaciones, de tipo mutualista, tenían grupos de asociados y/o sus esposas que visitaban a los enfermos y acompañaban a los parientes en caso de muerte. Ese mismo tipo de organización existía en Italia pero en Estados Unidos tenía mayor fuerza e influencia puesto que fungía como la familia de sus asociados y les proporcionaba ayuda económica y social en momentos de emergencia. Algunas de las asociaciones se formaron sobre la base de la ocupación de sus asociados como la Fraternidad de los Mineros. Otras, sin embargo, se organizaron alrededor de la devoción a un santo en particular, generalmente de una región específica. Los inmigrantes italianos nacionalizados fundaron organizaciones con fines políticos afiliadas a uno de los grandes partidos, demócratas o republicanos. Invitaban a los recién llegados con la idea de alentarlos a hacerse ciudadanos norteamericanos. Empezaron por apoyar candidatos no italianos pero a finales del siglo pasado ya tenían. los propios. Un buen número de ellos llegó a ser diputado o senador en el Congreso estatal y federal. El llamado “padrino” fue una figura de gran importancia para los inmigrantes. Este era un italiano versado entre el inglés que actuaba como traductor, ayudante, banquero, comerciante y jefe de los recién llegados. Sin embargo, ya desde finales de siglo se le empezó a asociar con las actividades delictuosas que han estereotipado al inmigrante italiano. Veían y ven al padrino como el símbolo de la corrupción que causaba enormes problemas a los norteamericanos. Sin embargo, muchos padrinos eran personas honorables que servían como agentes de empleos y verdaderos líderes de sus comunidades. A finales del siglo pasado la llegada de algunos elementos radicales complico la situación La prensa norteamericana, siempre tan aniarillista, se dedicó a informar al público sobre las actividades criminales de los grupos italianos. Al que más atención le prestó fue al grupo llamado de la Mano Negra. Los secuestros, extorsiones, robos y asesinatos que cometían dentro de la comunidad italoamericana y que involucraban a otros grupos de inmigrantes o a los angloamericanos eran publicados en forma sensacionalista. Por ejemplo, cuando tuvo lugar el asesinato del jefe de la policía de Nueva Orleans —David Hennessy en 1890— el público norteamericano exageró su respuesta y creó un ambiente de venganza. Un grupo de angloamericanos invadió la prisión y “linchó’’ a once prisioneros italianos, algunos de los cuales no habían tenido nada que ver. El gobierno italiano protestó y rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Eventualmente el gobierno norteamericano pagó indemnizaciones pero nunca acusó a los asesinos. En general, a finales del siglo, el público angloamericano repudiaba a los italianos del sur de la península. Le molestaban sus hábitos de alimentación, sus maneras extrovertidas, sus procesiones en honor de sus santos patronos, etcétera. Los inmigrantes italianos, al igual que otros, buscaban identificar- se por medio de su Iglesia. Religiosos, pero en gran proporción ignorantes de su fe, encontraron que el catolicismo norteamericano estaba en manos de la jerarquía irlandesa desde mediados del siglo pasado. Fue lo mismo que les sucedió a los mexicanos, los filipinos y los centroamericanos. Los obispos irlandeses o irlandeses nacionalizados desaprobaban las costumbres latinas, por exuberantes, y querían una Iglesia ordenada y digna. Por lo tanto, los italianos, durante un tiempo, prefirieron no tener mucho que ver con sus ordenadas parroquias que llamaban a asimilarse al mundo católico norteamericano. En consecuencia, los religiosos italianos, salesianos, scalabrini, hermanos del Sagrado Corazón, etc., se organizaron para cubrir las necesidades espirituales de sus compatriotas en Estados Unidos. En general la política de “americanización”, como a casi todos los inmigrantes, les parecía injusta. A finales de siglo consiguieron permiso para establecer algunas parroquias propias lisera de los límites geográficos religiosos usuales. Los italianos formaron el primer grupo extranjero que pidió el establecimiento de parroquias étnicas. Recogieron dinero, donaron su trabajo y construyeron iglesias católicas italianas en todo el país. El culto era el centro de su vida al igual que la familia. Sin embargo, pocos italianos escogieron ser sacerdotes, quizá porque la Iglesia católica norteamericana estaba monopolizada por los irlandeses. Pocos niños ítaloamericanos iban a las escuelas parroquiales porque ellos creían que la religión católica debía enseñarse en la

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familia» En los años de la década de 1950 la situación cambió, los italianos de clase media adoptaron el catolicismo americano y la escuela parroquial. Desde el principio de su, migración, los italianos contribuyeron para conservar su vida cultural trayendo pequeñas compañías de opera, títeres y teatro. Aun cuando la mayoría había sido muy pobre tenían la tradición de recursos culturales desconocidos para otros pueblos. Dado que la migración fue hacia las ciudades del noreste —en ese momento las que regían la vida norteamericana— desde su llegada se insistió en su “americanización”. La mayor cantidad de emigrantes italianos llegó en la época en que se daba gran importancia al the king pot, por lo que a sus niños se les pedía abandonar las tradiciones de sus padres porque la cultura norteamericana era mejor. Parece ser que a sus niños, por ser blancos, nunca se les segregó, así pudieron aprender las costumbres norteamericanas y en general se dice que les parecieron superiores. Era más fácil para las razas blancas asimilarse al mundo anglosajón porque aun, cuando muchos les ponían motes despectivos, al final los consideraban iguales. En el suroeste, por ejemplo, la sociedad estaba y está dividida en “anglos” e “hispanos” con los italianos dentro de los primeros. Con excepciones y fuera del típico mafioso, se les respetaron muchas de sus características por ser europeos.

Los italianos, según los historiadores, entraron tarde a la política quizá por no contar con hombres ricos y famosos. En la década de los veinte el señor La Guardia era el único congresista de ascendencia italiana. En los cuarenta las cosas cambiaron y sus comunidades empezaron a elegirlos, desde entonces tienen un papel importante en la política norteamericana. Aunque ninguno ha llegado a la presidencia, docenas de ellos han sido gobernadores y congresistas. La mayoría, no obstante que viven y piensan como angloamericanos, conserva sus lazos con la vieja colonia italiana porque es la que más vota por ellos. Conservan entre ellos una gran afinidad, desconocida entre otros inmigrantes latinos. Es característico de la cultura angloamericana el despreciar a las nacionalidades que en su mayoría llegan pobres y analfabetas. Los irlandeses sufrieron el desdén angloamericano a mediados del siglo pasado. Los chinos fueron los más despreciados y combatidos y hasta lograron expulsarlos en 1880. Siguieron los italianos, por su pobreza, analfabetismo y catolicismo. En periodos de crisis se los acusé de ocupar los empleos de los angloamericanos. Llegaron hasta a linchar- los en la década de 189O’y en la primera del siglo XX.75 Creció la creencia de que italianos, judíos, eslavos y polacos estaban contaminando los viejos y “puros” valores anglosajones. También se discutía su inferioridad como razas y se empezó a pedir que se cortara su inmigración. Varios senadores anglosajones comenzaron a pedir un examen de lectura para dejarlos entrar pero el presidente Cleveland vetó la proposición sobre la base de que violaba la Constitución. En la década de 1890 creció la hostilidad hacia lo que llamaban “la nueva inmigración” o sea la consistente en personas del este de Europa y la región del Mediterráneo. Los medios de comunicación los atacaban constantemente, pero fracasaron los intentos de 1898, 1902 y 1906 para detener su llegada aun cuando en 1891 se había legislado para evitar la entrada de polígamos y enfermos. También se prohibió el que se hiciera propaganda para obtener inmigrantes. Entre 1881 y 1910 habían entrado más de 3 000 000 de italianos.

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Judíos alemanes y centroeuropeos

Los judíos en el siglo XIX.

Los judíos alemanes eran justo lo opuesto de los que habían llegado en la colonia; eran pobres e ignorantes. Empezaron a llegar en 1815 y todavía en 1.890 continuaban llegando. Después de las guerras napoleónicas los estados alemanes se encontraban en extrema pobreza y con pocas oportunidades para salir de ella. Como parte de su reacción a la tiranía napoleónica, estuvo el restituir las viejas leyes medievales en contra de los judíos. Por ese motivo el número de emigrantes aumentó de 15 000 en 1840 a 250000 en 1880. Los judíos de esta segunda inmigración eran muy diferentes a los de la primera. En primer lugar eran alemanes mientras que los primeros habían sido españoles y portugueses en su mayoría, orgullosos y ricos, Los judíos alemanes habían vivido por varias generaciones en guetos forzados a llevar una estrella de David como identificación, la mayoría era ignorante y pobre pero trabajadora y de iniciativa. Empezaban como buhoneros llevando su mercancía de casa en casa, después compraban un vagón y su caballo con el cual viajaban, vendiendo, por muchas partes del país. Como tercer paso compraban una tienda en el lugar que mejor les había parecido y traían a su familia de Alemania para ayudar en el negocio. Aun cuando los judíos ale- inanes eran ignorantes, puesto que no les estaba permitido ir a la escuela, tenían un gran respeto por la educación. Eran, en su mayoría, liberales: repudiaban el sometimiento al gobierno autócrata y pensaban que todo individuo puede y debe desarrollarse como mejor le parezca. Estaban acostumbrados al sistema y organización alemanes por lo que eran metódicos, frugales y trabajadores. Establecieron sus comunidades en todas las ciudades del medio oeste y fueron de los primeros grupos en llegar a California cuando ésta pasó a ser propiedad de Estados Unidos en 1848. Entre sus descendientes hubo rabinos, abogados, médicos, profesores universitarios, políticos y grandes intelectuales. Una de sus características fue que organizaron toda clase de instituciones filantrópicas sin nexos religiosos. Su gran pasión consistía en organizar su comunidad, su municipio y su estado. Muchos observadores opinan que la comunidad judía, entre 1840 y 1880, era bastante homogénea. En primera instancia, todos ellos habían cambiado el

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idioma yiddish por el alemán. En segunda, sus ocupaciones eran bastante similares: casi todos se dedicaban al comercio, entre ellos no hubo ni artesanos ni agricultores. Todos pertenecían a la misma rama ashkenazi de la religión judía que desarrolló su “reforma”, pero sobre todo, quizá su mayor lazo de unión era el recuerdo de haber sido perseguidos en las diferentes partes de Alemania en que habían vivido.’

El periodo de transición

De 1865 a 1880 la inmigración judío-alemana descendió a unas cuantas docenas de personas En Alemania se habían abolido las leyes antisemitas, así que los judíos podían desarrollarse .y prosperar. Todavía no empezaba la terrible persecución en Rusia que llevaría a miles de ellos a Estados Unidos. Eso dio oportunidad a los nacionalizados de consolidar sus instituciones y crear otras nuevas. En 1875 fundaron la Universidad Hebrea que permitió a los jóvenes estudiar para rabinos en el nuevo país. También fundaron un periódico en inglés The Israelite y uno en alemán entre otras numerosas actividades. Para 1880 los judíos-alemanes dominaban la vida judía en Estados Unidos. La tercera inmigración judía a Estados Unidos. Jjg4fpq llegaron después de 1880 procedían de diversos países de Europa oriental: Polonia, Rumania y Rusia entre otros. De 1880 a 1920 aumentaron de 250 000 a 3 500 000 en una población que a su vez creció de 50 000 000 en 1880 a 106 000 000 en 1920. En esos 40 años llegaron 2 000 000 de judíos provenientes de Europa oriental como ya se ha dicho. Casi todos eran pobres y habían sufrido leyes antisemitas. Debido a la persecución en su contra eran. Fanáticos, y estaban divididos en varias sectas judías. Así como los judíos alemanes habían llegado a Estados Unidos junto con los alemanes protestantes y católicos ése no fue el caso de los judíos rusos. Llegaron solos y únicamente porque eran perseguidos. Los rusos emigraron no sólo en familias, sino pueblos enteros; emigraron ricos y pobres, jóvenes y viejos. Fue una verdadera migración nacional totalmente diferente a las anteriores. Así como los judíos alemanes habían llegado con su organización, muchos judíos rusos llegaron con ideas socialistas. La mayoría de ellos eran radicales en pensamiento y así permanecieron. El judío ruso No sabía nada de democracia, de partidos políticos y del derecho de voto, por lo que fracasaron las primeras instituciones que crearon en Estados Unidos. Muchos eran radicales y se asociaron al Partido Comunista y formaron parte de motines y protestas. La mayoría de ellos se quedó en las ciudades atlánticas como empleados en sastrerías, factorías, etc. No. eran comerciantes como los judío-alemanes sencillamente porque iban de una economía feudal a una moderna. El 72% de ellos s quedó en la ciudad de Nueva York, abigarrados en los barrios bajos. Eran tan diferentes a sus predecesores que rompieron la homogeneidad del mundo judío-americano. A finales de siglo llegó a haber de todo: judíos pobres, ricos, ignorantes, sabios, proletarios y banqueros, con ideologías ortodoxas, socialistas, sionistas o anárquicas. Todos crearon instituciones para llevar a cabo sus fines. Al igual que los judíos españoles y los alemanes, los rusos tenían gran respeto por la educación y trataron de enviar a sus hijos a las universidades. Sin embargo, en un principio, rechazaron los intentos de los judío-alemanes por “americanizarlos”, pues mientras éstos se consideraban un grupo religioso, los judíos rusos se concebían como parte de una nacionalidad. Querían ser como los otros norteamericanos en todo, menos en religión. Siempre tuvieron presente que eran una nacionalidad judía de la Diáspora. La mayoría de ellos se convirtió al sionismo que buscaba establecer un país en Palestina para los judíos del mundo entero. A principios del siglo XX los judíos rusos establecieron la Organización Sionista de América y empezaron un vigoroso grupo de presión que endosaría la idea ante el Congreso de Estados Unidos. Con el tiempo muchos judíos rusos alcanzaron la riqueza y se convirtieron en poderosos banqueros y operarios de la bolsa de Wall Street. El movimiento laboral fucilo ruso. Así como los judíos alemanes empezaron como mercaderes itinerantes, el comienzo de los judíos rusos fue en la industria de la ropa. En un principio tenían pequeños talleres donde la familia entera se dedicaba a coser. Con el tiempo se percataron de la injusticia y explotación en que los tenían los dueños de las fábricas de ropa. Fue entonces que sus intelectuales —que ya conocían las teorías socialistas— los organizaron para

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protestar. El primer sindicato judío apareció en 1877 pero fue hasta el principio de los noventa que empezaron las huelgas. Uno de sus líderes —Abraham Cahan— fundó el periódico Forward en yiddish que vendía 150 000 copias diarias. Otro de ellos —Morris Hillguit— escribió la Historia del socialismo en América. El más famoso, sin embargo, fue Samuel Gompera quien fue presidente de la Federación Americana del Trabajo durante cuarenta años. De esa manera fue que los judíos rusos tuvieron gran influencia en el movimiento laboral de la época. Los judíos americanos en la política exterior. Desde mediados del siglo XX, los judíos americanos de ascendencia alemana e hispano portuguesa pidieron que su gobierno interviniera en favor de los judíos perseguidos en otros países Uno de los primeros casos tuvo lugar en Suiza donde los judíos no podían obtener la ciudadanía. Cuando un judío norteamericano fue expulsado de ese país el presidente Lincoln nombró a uno de ellos cónsul de Estados Unidos en Zurich. Menos de diez años después el gobierno suizo otorgó la ciudadanía a sus judíos. En 1878 el Congreso de Berlin discutió la petición de reconocimiento de soberanía por parte de Rumania que se había independizado de Turquía. El gobierno norteamericano insistió en que la condición para su reconocimiento debía ser que Rumania otorgara a todos los judíos los derechos ciudadanos. Cuando empezaron, las persecuciones en contra de los judíos en Rua, Estados Unidos junto con otras naciones, protestó con fuerza. Muchas juntas de protesta tuvieron lugar en 50 ciudades norteamericanas y se recaudaron 100 000 dólares para ayudarlos. Además, miles de norteamericanos, senadores, gobernadores y personas de todos los estratos sociales enviaron al zar una petición de clemencia. Más tarde el presidente Taft abrogó el tratado de amistad y comercio con Rusia aun cuando databa de 1832. La protección norteamericana continuó, más o menos, a través del siglo. Después de la primera guerra mundial el presidente Woodrow Wilson expresó su interés por el movimiento sionista. No obstante la protección de las leyes generales norteamericanas, ha habido en el país antisemitismo en las ciudades con fuerte número de ellos. En la década de los años veinte, por ejemplo, en muchos estados norteamericanos se legisló en su contra quitándoles el permiso de practicar algunas de las profesiones. Además, la ley de 1924 disminuyó en un gran porcentaje la entrada de judíos de Europa oriental. En 1930 casi la mitad de los judíos norteamericanos vivian en la ciudad de Nueva York, las estadísticas dieron un 30%. Los barrios de Manhattan y Brooklyn tenían cada ,uno 600 OOQ y el Bronx 300 000. En cuánto a las otras ciudades del país, 69% de los judíos vivía en las once ciudades mayores con 325 000 judíos en Chicago y 370 000 en Filadelfia, 75% de los judíos vivían en seis estados, cada uno con 100 000 de ellos: Nueva York, Pensilvania, Illinois, Massachussets, Ohio y Nueva Jersey. Los demás vivían desperdigados por todo el país. Las estadísticas muestran que trabajaban en las líneas de manufactura que existían en las grandes ciudades y en las profesiones. Muchos eran dueños de fábricas de minas, de grandes tiendas de departamentos, otros trabajan en las financieras, en las universidades, en el teatro, en las orquestas, en los periódicos, etc. La mayor triunfaría por su concepción del trabajo como una virtud., La mayoría, aunque sean norteamericanos de muchas generaciones, guardan su religión en cualquiera de sus formas. Subvencionan muchas escuelas para rabinos, reformados, ortodoxos, etc., porque consideran, al igual que muchas otras minorías, que son quienes los mantienen unidos y enseñan a sus jóvenes a ser judíos. Los judíos se preocupan y cuidan mucho de sus correligionarios. Desde el siglo pasado organizaron la Sociedad Hebrea de Socorro al Inmigrante que continúa existiendo. Hasta hace poco tenía un representante en la isla de Ellis para ayudar a los judíos que llegaban a empezar una nueva vida en Estados Unidos. Tanto en Europa como en muchas de las ciudades norteamericanas la Sociedad tenía y tiene gente para ayudar a los recién llegados sobre todo en los juzgados en problemas de inmigración. El Consejo Nacional de Mujeres Judías, también fundado a finales del siglo pasado se encargó y encarga de asistir a sus hermanos en religión. Uno de sus programas era el acelerar su americanización en cuanto a idioma y costumbres. En Nueva York todavía existe la Oficina de Colocación Industrial que ayuda a los judíos a cambiarse de una ciudad a otra del país. Se encargó y aún se encarga de encontrarles empleo y

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hogares. Aun cuando hay pocos granjeros judíos, existe una Sociedad de Ayuda a los Granjeros fundada en 1891.

Otro tipo de filantropía fue la iniciada en 1880 a la llegada de los judíos rusos y eslavos, en forma de casas de refugio y asilo. En ellas enseñaban a los judíos pobres un oficio, inglés, religión, etc. Similares a los cursos fundados para ayudar a los jóvenes cristianos (YMCA) los judíos organizaron los suyos en 1889 (YMHA). Dada la intensa inmigración y los abusos antisemitas, los líderes de las comunidades judío-alemanas organizaron el Comité Judío Americano para defender los intereses de sus correligionarios. Durante la primera guerra mundial, muchos de los judíos norteamericanos, sobre todo los descendientes de alemanes, se convirtieron al sionismo. Aunque el movimiento existía desde finales del siglo XIX, fue sólo cuando las colonias judías en Palestina necesitaron ayuda que sus correligionarios en Estados Unidos despertaron a la necesidad de obtenerles un territorio. En 1914 el movimiento contaba con 14 000 miembros, para 1920 aumentaron a 176 000. Durante los años entre la primera y segunda guerra el problema sionista dividió a los judíos en Estados Unidos: los descendientes de alemanes se sentían comprometidos con la causa. Los recién inmigrados del este de Europa tenían mayor interés en promover el socialismo en sus países de origen como la manera de conseguir derechos para los judíos. Para la década de los años veinte los judíos ya se habían dividido en tres grupos religiosos (además de su división entre alemanes y europeos orientales): los reformados, los conservadores y los ortodoxos. Las tres “denominaciones” tenían sus propios seminarios, organizaciones congregación ales y de rabinos. Los sindicatos judíos también eran exclusivos.

La inmigración judía del este de Europa empezó a frenarse con la ley de 1917 que exigía una prueba de escritura para poder entrar al país. En 1921 recibió un segundo golpe con la ley de inmigración que permitió menos de un cuarto de la cantidad admitida antes de la primera guerra mundial. En mucho tuvo que ver el miedo al comunismo que invadió a Estados Unidos a finales de la guerra; muchos de los judíos de Europa oriental lo eran. Tres años más tarde, en 1924, se dio una nueva ley que restringió el número de inmigrantes a un 2% del de 1890. Además, de ese momento en adelante se tenía que conseguir visa en el lugar de origen para que sólo los más

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aptos pudieran emigrar. La entrada de personas de este y del sur de Europa bajó de 685 531 en el periodo de 1907-1914 a 158 367 en 1921 y a 23 235 en 1924.81 Sin embargo, como la ley no estableció la diferencia entre inmigrantes y refugiados, de 1933 a 1944 sólo 250 000 personas perseguidas por los gobiernos fascistas pudieron entrar a Estados Unidos. Al comenzar la década de 1930 los judíos norteamericanos habían fundado nueve asociaciones para apoyar la causa. Palestina. La mayor, la sionista tenía una membresía de 65 000 personas con sucursales en todo el país. En espera de que se constituyera un estado israelita, los judíos norteamericanos cooperaban enviando gente y dinero a Palestina, Durante los horrores del nazismo los judíos norteamericanos pudieron hacer muy poco, ya que la ley de 1924 permitía la entrada de sólo unos cuantos de sus correligionarios. Además, la situación desarrolló una nueva ola de antisemitismo. Fue por esos motivos que aumentaron los miembros de la organización sionista. Dado que la inmigración del este de Europa había casi dejado de existir empezó a desarrollarse de nuevo la homogeneidad de los judíos norteamericanos. La clase proletaria casi desapareció lo mismo que quienes hablaban yiddish. Después de 1948 todas las organizaciones judías se unieron en defensa de Israel, el nuevo país. Su existencia se ha convertido en la cuestión más importante en la vida de los judíos norteamericanos. Todos sus esfuerzos, dinero e influencias se han convertido en un poderoso grupo de presión política dedicado a convencer al gobierno norteamericano de la necesidad de proteger a Israel. Aun cuando su número es pequeño, un 3% de. la población norteamericana son gente acostumbrada a trabajar, a luchar y a defenderse. Sus contribuciones a la vida norteamericana son. enormes: el número de científicos, abogados, banqueros, políticos, novelistas, ensayistas, poetas e industriales es el mayor con que ha contribuido un grupo de inmigrantes.

Japoneses a Estados Unidos

Japón estuvo durante siglos aislado de la corriente occidental. Sólo hasta 1854, cuando el comodoro Perry abrió los puertos japoneses al comercio con occidente, se inició la integración de Japón a un contexto económico más amplio. El año de 1868 marcó el nacimiento de1 Japón

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moderno con el inicio de la Restauración Meiji, que tuvo entre sus objetivos la transformación de Japón en una nación industrial. El gobierno japonés recurrió a toda una serie de medidas encaminadas a acelerar la participación de su país en una dinámica internacional. El idioma inglés se empezó a enseñar en las escuelas secundarias y surgió un interés general por Estados Unidos. La apertura económica también propició que en l868 se enviaran 148 japoneses como trabajadores bajo contrato a Hawai para ayudar con la cosecha de la caña de azúcar. Sin embargo, su desempeño no fue del agrado de los plantadores de la isla y los trabajadores fueron repatriados. No hubo interés por parte del gobierno japonés en repetir dicha experiencia. Durante los últimos 25 años del siglo XIX la población japonesa creció en un 30%. Esto provocó un movimiento del campo a los centros urbanos en búsqueda de mejores opciones económicas. La emigración a otros países pronto se convirtió en una posibilidad viable, sobre todo para hombres jóvenes. En 1886 se estableció un acuerdo informal entre Japón y Hawaii para la contratación temporal de japoneses. Para evitar problemas como los anteriores el gobierno japonés seleccionó cuidadosamente los trabajadores que serían enviados a Hawaii. Esta vez los resultados fueron óptimos y muchos japoneses se quedaron a radicar allí definitivamente. La emigración hacia Estados Unidos comenzó a tomar. fuerza a partir de 1880. La mayoría de los japoneses se dirigieron a la costa oeste del país. Por lo general eran hombres jóvenes, lo que indica una emigración temporal. Las clases más bajas no emigraron pues carecían de los recursos para solventar el traslado. Para 1890 había 6 000 japoneses radicados en Estados Unidos y la proporción era de siete hombres por cada mujer. Muchos de los trabajadores japoneses regresaron a a su patria e invirtieron sus ganancias en tierra o negocios. Su presencia y su ejemplo sirvió para estimular la emigración de otros deseosos de imitar su triunfo. Los japoneses fueron inicialmente bien recibidos en Estados Unidos y mostraron una aptitud natural para el desempeño de trabajos nidos y peligrosos como la minería y la construcción de vías ferroviarias. Sin embargo fueron estas mismas características las que en pocos años les atrajeron la antipatía de los trabajadores blancos que veían en los orientales un rival. La situación empeoró cuando algunos japoneses compraron tierra o invirtieron en negocios y se, constituyeron en patrones provocando una nueva rivalidad con los patrones blancos. Otras actividades desempeñadas por los japoneses fueron la agricultura y la jardinería Los japoneses lograron convertirse en terratenientes y’ participaron activamente en la producción agrícola de California, sobre todo gracias a que las líneas ferroviarias se terminaron y a la novedad de la refrigeración. Tanto las vías ferroviarias corno la refrigeración revolucionaron el tipo de cultivo en California haciendo accesibles los mercados lejanos. Ello condujo a que muchos terratenientes se interesaran en cultivos que antes no eran considerados convenientes, dándose un giro de los cereales hacia las, frutas. Entre otras actividades la jardinería fue muy popular entre los japoneses, pues requería una mínima inversión inicial además de permitir gran libertad al trabajador que así no dependía de un solo patrón. Los jardineros japoneses se convirtieron en una tradición en- líe los habitantes de California. La hostilidad manifestada por la población hacia los chinos pronto se extendió a los japoneses y a ambos grupos se los identificó popularmente como el “peligro amarillo”. Las demandas por un control por parte del gobierno de la inmigración oriental fueron en aumento. Sin embargo era evidente que en el caso de los japoneses no se podía recurrir a medidas extremas como en el de los chinos. Japón había iniciado una guerra contra China en 1895 en la cual resultó victorioso, lo que contribuyó a consolidar su posición como potencia militar. El siglo. XX terminó sin que se hubiera encontrado una solución definitiva al problema. de la inmigración japonesa hacia Estados Unidos. Para ese entonces aproximadamente 25 000 japoneses radicaban en este país.

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Tercera etapa: el siglo XX

El siglo XX

Este siglo ha visto los cambios más importantes en la historia de la inmigración a Estados Unidos. Debido a la llegada de una gran cantidad de inmigrantes provenientes de naciones pobres de Europa, el gran público norteamericano había insistido en la necesidad de restringir la entrada de éstos aduciendo que habían probado ser poco aptos para vivir en la democracia norteamericana, que no se habían asimilado y que muchos de ellos eran una carga para la ciudad en que vivían. El gran público concluyó, entre 1900 y 1917, que prefería a los inmigrantes del norte de Europa. Fue por ese motivo que la primera década del siglo se vio llena de iniciativas de ley para restringir la inmigración. Se supo de intensos debates en el Congreso para encontrar la manera de disminuir el flujo de inmigrantes. La ley de escolaridad de 1917 y el impuesto que cada persona debía pagar para inmigrar no fueron suficientes. A fines de la primera guerra mundial el movimiento para forzar la restricción tomó un fuerte auge, sin precedentes. Consiguió que el gobierno norteamericano aplicara el llamado sistema de cuotas dando con ello preferencia a los europeos del norte y del noroeste. Presionó para que se declarara que ningún inmigrante asiático podía convertirse en ciudadano norteamericano. La década de los años veinte fue testigo de la disminución de inmigrantes a una cifra anual de 150 000. La Depresión atrajo a pocos de ellos a la miseria en que vivían los norteamericanos. Muchos inmigrantes regresaron o fueron forzados a hacerlo, como es el caso de los mexicanos y de los socialistas, a sus países de origen. La segunda guerra mundial forzó al gobierno norteamericano a reconsiderar su política de inmigración. En 1943 abrió la puerta a los chinos y aceptó que se convirtieran en ciudadanos. Lo hizo como un gesto de buena voluntad hacia los que habían probado ser fieles aliados en la guerra contra Japón. Tres años después se permitió que los filipinos y otros asiáticos se naturalizaran, si así lo deseaban. El primer cambio a la ley de 1924 —la llamada McCarran-Walter de 1952— aunque aceptó la ciudadanía para los asiáticos insistió en que los inmigrantes debían hablar y escribir el inglés para ser aceptados como ciudadanos. Sin embargo, la ley fue un verdadero parteaguas en la historia norteamericana al declarar que a nadie se debía negar el permiso de ciudadanía ni por su raza ni por su sexo. ¡Por fin la política de inmigración había dejado de ser racista! No obstante, la ley McCarran-Walter aumentó el poder gubernamental para deportar a aquellos que consideraba indeseables o ilegales. A mediados de1 siglo XX la composición de la población extranjera cambio radicalmente hasta 1950 la mayoría de los inmigrantes habían sido europeos, de ahí en adelante fueron los asiáticos, los mexicanos y los habitantes de las islas del Caribe quienes llegaron en gran cantidad. Quizá las inmigraciones más impactantes fueron las de los llamados boat people de la región del Pacífico asiático y la cubana. La que más inquietó al suroeste del país fue la mexicana por su alto número de trabajadores ilegales. La ambivalencia proverbial de los norteamericanos hacia los inmigrantes ha sido muy notoria en este siglo sobre todo en el caso de los asiáticos. Al repudio hacia chinos y japoneses manifestado a principios de siglo, ha seguido un sentimiento de bienvenida después de 1950. Las razones para el cambio han sido múltiples pero se pueden resumir diciendo que ha llegado a Estados Unidos un alto porcentaje de asiáticos preparados y que han conquistado los primeros lugares en múltiples universidades y empresas.

Los judíos rusos de las regiones del este de Europa —vitupe4a4os a principios de siglo— forman parte de los cutes universitarios y económicos del país. Un caso semejante es el de los cubanos que. han ascendido a importantes puestos políticos y económicos en el estado de Florida.

Sin embargo, el rechazo hacia mexicanos y puertorriqueños ha continuado y en el caso de los primeros se ha acrecentado debido a su tasa de ilegales y por el bajo índice de su triunfo económico.

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Los lugares preferidos por los inmigrantes también han cambiado. En 1940 más de la mitad de la población extranjera vivía en el noreste y en el medio oeste; sobre todo en los estados de Illinois, Michigan, Pensilvania, Nueva Jersey, Nueva York y Massachusetts. La llegada de gran número de cubanos convirtió a Florida en un estado de inmigrantes y California reemplazó a Nueva York como la región con mayor número de extranjeros. De hecho, la legislatura estatal se vio forzada a declarar el inglés como el idioma del estado.

Otro cambio es que los nuevos inmigrantes tienen un porcentaje de nacimientos mayor que el de la vieja población. En 1970 un 70% de su gente tenía menos de 44 años, En un futuro próximo la comunidad de habla española será la mayor, y la vieja población anglosajona se convertirá e minoría No se debe olvidar, sin embargo, que los números no necesariamente otorgan poder e influencia si no van acompañados de preparación y calidad. Si los hispanos no se superan, continuarán formando parte del sector servicio de Estados Unidos.

A continuación ofrecernos a nuestros lectores un resumen de la llegada y asimilación de nuevos grupos de inmigrantes ansiosos de participar en la riqueza de la nación de naciones. Terminaremos con un breve análisis de la reacción norteamericana al arribo de tantos millones de nuevos extranjeros ya que en realidad —excepto la minoría india— todos son descendientes de inmigrantes. Lo que une a los norteamericanos por sobre etnia y religión es su cultura cívica. Esta es la base para el unum en su monis: E pluribus unum (de muchos: uno). Sin embargo han dejado de ser el albergue para todos —de que se jactaban durante el siglo XIX— por sus cuotas preferentes. Ahora son en realidad el albergue de los mejores. El último capítulo hace un resumen de las medidas legales adoptadas para filtrar y después restringir la inmigración.

INMIGRACIÓN ASIÁTICA: LA RESTRICCIÓN DE 1924 Y LA P RESENCIA ASIÁTICA EN DÉCADAS SUBSECUENTES

Japoneses

Un nuevo siglo se inició con demandas cada vez más imperiosas por un freno a la inmigración japonesa a Estados, ni4os. En 1905 se Fundó la Liga de Exclusión Asiática “por la preservación de la raza caucásica ante la invasión oriental”.1 En este mismo año Japón venció a Rusia en la guerra ruso-japonesa, consolidando aún más su condición de potencia. Era por lo tanto evidente la necesidad de una solución diplomática al problema por lo que Japón y Estados Unidos entraron en pláticas que culminaron con el llamado Acuerdo de Caballeros de 1908, firmado entre el presidente Teodoro Roosevelt y el gobierno japonés. Según el Acuerdo de Caballeros, Japón debía restringir directamente el número de emigrantes a Estados Unidos. Este, por su parte, permitió que las esposas de los japoneses ya radicados en Estados Unidos se reunieran con sus maridos. El acuerdo fue bastante eficiente. Muchas japonesas se reunieron con sus esposos, ayudando a disminuir el desequilibrio entre ambos sexos. Los japoneses solteros radicados en Estados Unidos también aprovecharon el acuerdo y solicitaron a sus familias en Japón realizar la búsqueda de esposas y llevar a cabo matrimonios, por poderes. Es tos enlaces fueron muy comunes y cuando las esposas alcanzaban a sus maridos en América, éstos sólo tenían fotografías para identificarlas. Dichos matrimonios formaron la primera generación de inmigrantes, conocida como issei. Las novias “de retrato” fueron muy criticadas por los estadounidenses y contribuyeron a propiciar la idea de que los japoneses eran fríos y desapegados, imposibles de asimilar racial y culturalmente. Sin embargo la familia japonesa se distinguió por su estabilidad. Los divorcios eran poco frecuentes y como consecuencia del concepto de “honor familiar” hubo poca delincuencia juvenil en los barrios japoneses. De los primeros años del siglo data también uno de los primeros ejemplos de cooperación entre dos grupos minoritarios en busca de mejores condiciones laborales. La fundación de la Unión de Trabajadores Japoneses-Mexicanos se debió a la necesidad de ejercer presión por mayores derechos.3 En 1903 la Unión organizó una exitosa huelga contra la Compañía Contractual Agrícola de Occidente. Sin embargo la cooperación entre mexicanos y japoneses llegó a su fin cuando se ofrecieron mejores condiciones a los primeros, siempre y cuando prohibieran la entrada de chinos y

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japoneses a su asociación. Los mexicanos se negaron a negociar en dichos términos, en apoyo a los orientales que habían sido sus aliados en la lucha por mejoras laborales. La Unión de Trabajadores Japoneses-Mexicanos perdió su inicial fuerza al cabo de los años.

Como se ha mencionado anteriormente, para el siglo XX muchos japoneses habían pasado de trabajadores a patrones. Algunos habían comprado tierras y se convirtieron en terratenientes, sobre todo en California. Su nueva condición despertó el recelo del resto de la población por lo que en 1913 se estableció en California la Ley de Propiedad para Extranjeros. Esta prohibía que aquellos no elegibles para obtener la ciudadanía se convirtieran en propietarios legales o que rentaran tierras por un periodo mayor a tres años.4 La forma en que los japoneses lograron evadir dicha medida fue registrando su propiedad a nombre de sus hijos —nacidos en Estados Unidos y por lo tanto ciudadanos incuestionables— o recurriendo a prestanombres a pesar del temor a ser descubiertos y perder su inversión. Los japoneses se integraron a nuevas actividades a principios del siglo XX. Una de ellas fue la hotelería y el pequeño comercio. En 1919 casi la mitad de los hoteles y la cuarta parte de las tiendas de abarrotes en Seattle pertenecían a japoneses.

La inmigración japonesa llegó a un fin temporal debido a las leyes de 1924 que prohibían la entrada al país a todas aquellas personas que no pudiesen optar por la ciudadanía. Pero los japoneses y el resto de los orientales no podían convertirse en ciudadanos por una ley de 1790 que por su raza los consideraba inelegibles. Para entonces la sociedad estadounidense desconfiaba más de los japoneses que de los chinos “pues su parcial adopción de las costumbres americanas los convertía en un peligro mayor al de los chinos’‘. El sonado caso de Takao Ozawa, a quien se le negó la ciudadanía únicamente por su condición racial ‘‘claramente no caucásica” obligó a los issei a admitir que a pesar de los años que llevaran viviendo en Estados Unidos siempre serían considerados extraños. Su máximo anhelo ante esa situación era que sus hijos —al haber nacido ciudadanos— tuvieran mayor aceptación social. Algunos miembros de la segunda generación o nisei hicieron realidad ese sueño. Aunque la mayoría de los japoneses-americanos continuaban vinculados a la agricultura y al pequeño comercio, aquellos que se habían convertido en propietarios de granjas o de negocios mandaban a sus hijos a la universidad. Aun las familias más pobres se esforzaban por ofrecer a sus hijos una vida mejor a la suya propia. La educación pronto fue considerada como un vehículo idóneo para el ascenso en la escala socioeconómica. Sin embargo, los nisei tuvieron que luchar con grandes prejuicios en el mercado laboral. En muchas ocasiones no lograban obtener empleo a pesar de su preparación universitaria tan sólo por su condición oriental, no teniendo otra opción que perpetuarse en los negocios familiares o en empleos de segunda categoría. Afortunadamente los nisei contaban con un recurso desconocido por sus padres: como ciudadanos tenían derecho al sufragio y pronto comenzaron a presionar a los políticos locales en busca de una legislación justa a cambio de su apoyo.

La segunda generación siguió el ejemplo de sus padres de llevar vidas calladas que no atrajeran la atención publica sobre ellos Además trataron de destacar en todas las actividades en que participaban, conscientes de que si deseaban conseguir la añorada era necesario ser mucho mejores que el promedio.

Al alcanzar la edad adulta muchos nisei entraban en conflicto con sus padres. Se oponían a efectuar matrimonios arreglados y buscaban integrarse a la sociedad estadounidense mediante la preparación académica. Fundaron la Liga de Ciudadanos Japoneses que sustituyó a la Asociación Japonesa fundada por sus padres y establecieron periódicos bilingües tratando de armonizar ambas culturas.

Para la década de 1930 la comunidad japonesa-americana ya no era homogénea, sino que estaba dividida en dos comunidades: la issei, orientada al Japón, y la nisei, enfocada hacia América. La primera conservaba una imagen estática de Japón desconociendo su verdadera realidad.

Los japoneses se enfrentaron a la crisis de los años treinta de forma muy similar a los chinos. Pocas veces recurrieron a la ayuda pública y se organizaron entre ellos para prestar apoyo a quien lo necesitara. Establecieron fondos de préstamo rotativo y en general lograron mantener un alto grado de independencia. La década de los treinta se caracterizó por el paulatino ascenso de los nisei a nuevos empleos. La década de 1940 trajo consigo una de las experiencias más traumáticas que los japoneses-americanos y nativos habrían de vivir en su patria adoptiva. El

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vertiginoso ascenso de un régimen totalitario con ambiciones imperialistas durante los últimos años de la década de los treinta ya había provocado la invasión japonesa de China y culminó con el bombardeo japonés a la base militar estadounidense de Pearl Harbor, Hawaii, en diciembre de 1941. El ataque y la consecuente participación de Estados Unidos alteraron bruscamente la vida de los japoneses y japoneses-americanos. El conflicto los convirtió en objeto de recelo y desconfianza popular. En febrero de 1942 el presidente Franklin D. Roosevelt, mediante la Ley Ejecutiva 9066, autorizó al ejército a realizar las maniobras que considerara necesarias en el reacomodo interno de habitantes estadounidenses. A pesar de que dicha medida podía haberse extendido a los sectores de ascendencia alemana e italiana, sólo se aplicó en el caso de los japoneses-americanos, pues se vinculó a tradicionales prejuicios raciales y culturales. Alemania e Italia, a pesar de estar llevando a cabo invasiones imperialistas, eran identificadas por el gobierno estadounidense como naciones occidentales y habitadas por población blanca y cristiana. Los japoneses-americanos tuvieron que liquidar sus negocios y fueron transportados a campos vigilados por autoridades militares. Además de la natural indignación que les causó ser objeto de la desconfianza del resto de la sociedad y aun del gobierno, su internamiento les provocó un fuerte golpe económico. Sus granjas y casas fueron arrasadas durante su ausencia y los frutos de una vida de trabajo y dedicación perdidos en cuestión de semanas. Los japoneses radicados en Hawaii no fueron sujetos a internamiento y pronto fue evidente lo innecesario de este No se descubrió un solo incidente sospechoso de traición ni en Hawaii ni en Estados Unidos y para la primavera ya se discutía la posibilidad de cerrar los campos de concentración.

Los japoneses-americanos pasaron momentos muy amargos, durante su forzada reclusión A su natural resentimiento por ser tratados como enemigos por las autoridades de su propia patria, se aunaba su virtual condición de prisioneros. Se establecieron escuelas y oficios dentro de los internados pero la obligada convivencia de los internos provocó un constante estado de tensión. Para 1942 era evidente la necesidad de refuerzos en el frente y el gobierno consideró la posibilidad de reclutar a los jóvenes nisei siempre y cuando respondiesen afirmativamente a un doble juramento de fidelidad. La reacción a la posibilidad de unirse a las fuerzas aliadas fue recibida de diversas formas por los japoneses-americanos. Mientras que algunos se regocijaron ante la posibilidad de demostrar activamente su lealtad hacia Estados Unidos y se apresuraron a alistarse, otros consideraron una burla el manejo de la situación. Furiosos, hicieron público su resentimiento contestando que no a ambos juramentos. Se los conoció como los “chicos no-no”. El equipo de Combate 442 formado por algunos nisei luchó con los aliados en los frentes europeos y fueron incontables los actos heroicos de sus integrantes. Muchas de las familias de los soldados condecorados se encontraban aún internadas. La rigidez del internamiento comenzó a resquebrajarse, algunos trabajadores ferroviarios de Oregon regresaron a ocupar sus puestos y algunos estudiantes universitarios se reintegraron a sus cursos. En agosto de 1945 la segunda guerra mundial tocó a su fin. En el transcurso de los siguientes meses los campos de internamiento fueron desmantelados y los internos quedaron en libertad. Durante 1946 los japoneses-americanos trataron de retomar las riendas de sus vidas donde las habían dejado. Algunos volvieron a sus localidades, otros buscaron establecerse en sitios diferentes. La guerra fue especialmente costosa para todos ellos, tanto a nivel emocional como a nivel material. En 1948 se promulgó una ley referente a los daños materiales infligidos a los japoneses-americanos estableciendo que se les pagarían diez centavos por cada dólar perdido.9 Sin embargo la contienda sirvió para reforzar la integración nacional de los japoneses-americanos. A partir de 1952 los issei pudieron optar por la ciudadanía y se fijó una cuota de inmigración de 185 japoneses al año. Las últimas décadas se han destacado por el vertiginoso ascenso de los japoneses-americanos. Han destacado en todas las actividades en que han participado. Su desempeño académico ha resultado brillante y por tal motivo han consolidado una posición de prestigio como grupo social y laboral. Según el censo de 1980 su ingreso es superior al del estadounidense promedio. El nivel de los anglos fue de 20 800 dólares mientras que el de los japoneses alcanzó la cifra de 27 350.” El gobierno de Estados Unidos, consciente del agravio del que fueron víctimas durante la segunda guerra mundial, ha buscado repararlos. En 1980 el presidente James Carter formó una

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comisión de siete miembros para que examinaran los efectos sociales y económicos del internamiento. El presidente Ronald Reagan agregó dos miembros más y a la fecha dicha comisión se encarga de revisar y dictaminar sobre las reclamaciones que aún son presentadas. En agosto de 1988 la presidencia ofreció una disculpa pública y entregó la cantidad de $20 000 dólares a cada uno de los sobrevivientes de los internados.

En la década de los años ochenta había 701 000 personas de ascendencia japonesa. La tercera generación o sansei no conoció o tiene escasos recuerdos —sois por los relatos de sus padres, y abuelos— de los campos de internamiento. Sin embargo, todo el sector japonesamericano está consciente de que su lealtad a la patria adoptiva convirtió una experiencia amarga en la ruta más directa al reconocimiento y aceptación del resto de la sociedad estadounidense. Actualmente los japoneses-americanos conservan una rica tradición cultural sin que ello impida su plena identificación corno miembros de una nación cosmopolita, característica a la que contribuyen día a día.

Coreanos

La historia de Corea ha estado determinada en buena medida por su posición geográfica, pues a lo largo de los años Rusia, China y Japón rivalizaron por su control Corea trato de enfrentarse a estas influencias siguiendo una política de aislamiento que fue destruida en 1876 cuando Japón la obligó a firmar un tratado que colocaba al país bajo el dominio japonés. La cultura occidental también trató de influir en Corea y el elemento que le permitió algo de penetración fue el cristianismo Durante el siglo XIX llegaron a Corea misioneros católicos y protestantes. Los últimos tuvieron mayor éxito que los primeros y el cristianismo se volvió un baluarte en la lucha contra las desigualdades sociales, la represión y la injusticia. A finales del siglo XIX y principios del XX Corea quedó en medio de los enfrentamientos de Rusia y Japón. De hecho, su territorio se convirtió en parte del campo de batalla de la guerra ruso-japonesa de 1905. El tratado de paz que puso fin a la contienda situó a Corea como un protectorado a cargo de Japón. La presencia de Japón combinada con la expansión del cristianismo influyó para que algunos jóvenes coreanos imitaran el ejemplo de los trabajadores japoneses y se dirigieran a Hawaii para emplearse en las plantaciones a partir de 1901. Una hambruna generalizada en el noroeste del país también estimuló el éxodo con rumbo a Hawaii. Algunos coreanos se establecieron también en Estados Unidos, principalmente en la costa de California, donde se dedicaron a la recolección de fruta, y en Alaska, donde trabajaron en las pesquerías.

La experiencia de los trabajadores coreanos en Hawaii fue muy semejante a la de sus colegas japoneses. Sin embargo, los coreanos fueron utilizados para evitar las demandas de mejoras por parte de los japoneses y para hacer fracasar las huelgas que organizaban. Ante esta situación el gobierno japonés puso fin a la emigración coreana a Hawaii en 1905. Japón trató de acelerar el desarrollo de Corea mediante medidas represivas y ello propició una emigración de coreanos. Aunque éstos estaban excluidos en el Tratado de Caballeros de 1907, la prohibición no incluía estudiantes y pronto un grupo de académicos coreanos se estableció en Estados Unidos. La inmigración coreana a Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo XX fue muchísimo menor que la china y la japonesa. Sin embargo la existencia de elementos de cohesión como el cristianismo, así como una oposición nacionalista al régimen japonés, permitió a los coreanos mantener un sentido de comunidad.

Los coreanos ya establecidos en Estados Unidos tenían el derecho de traer a sus esposas de Corea, y como en el caso de Japón se generalizaron las “novias de retrato”. Sin embargo se produjo un severo desequilibrio entre ambos sexos que agudizo la Ley de Inauguración de 1924 y que puso fin a toda inmigración asiática, incluyendo a las “novias de retrato”.

La comunidad coreana inmigrante organizó frecuentes demostraciones nacionalistas impugnando el control japonés sobre su patria. Dichas demostraciones generalmente tenían lugar en las universidades, sobre todo las de las ciudades de Los Angeles y San Francisco, donde radicaba la mayoría.

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A pesar de que la mayor parte de los integrantes de la inmigración coreana contaba con una buena educación y en muchos casos con cierto grado de especialización, tropezaron con las amarguras del prejuicio y el racismo. A muchos se los confunde con chinos o japoneses y se les negaba la posibilidad de obtener trabajos calificados. En 1908 tuvo lugar un incidente que arrojó a los coreanos a la luz pública. El diplomático Durham White Stevens se pronunció a favor de la ocupación japonesa de Corea y fue asesinado por un nacionalista coreano llamado Chang. Chang se convirtió en héroe y mártir para los coreanos. Japón, en tanto, restringió a los coreanos las posibilidades de obtener visas de estudiante para Estados Unidos, para así debilitar el movimiento estudiantil allí radicado. El control de Japón sobre Corea se intensificó a través de los años. Para la década de 1930 se había prohibido el idioma coreano en las escuelas de Corea y lapón presionaba a los coreanos a adoptar nombres japoneses. Los coreanos eran reubicados para ser explotados como mano de obra barata en las industrias japonesas.14 El conocimiento de esta situación en Estados Unidos promovió mayor unidad en la comunidad coreana, cuyos miembros seguían sufriendo la hostilidad hacia los asiáticos. Para entonces ya había una segunda generación de coreanos-americanos que si bien se interesaba por la situación de su madre patria, no compartían el fervor de sus padres. Para ellos Corea era una realidad muy distante, su vida en Estados Unidos era ya su realidad inmediata. La barrera racial y la incapacidad de sobreponerse a los prejuicios de la sociedad estadounidense forzó a los coreanos a considerar una opción ya ensayada por otras minorías: el autoempleo. Así, muchos coreanos se esforzaron por contar con sus propios negocios, y con sacrificios y muchas veces uniendo esfuerzos, pronto establecieron restaurantes, farmacias y hoteles.

El advenimiento de la segunda guerra mundial reavivó su animosidad contra el dominio japonés en su patria. La máxima indignidad que sufrieron los coreanos radicados en Estados Unidos fue la de ser continuamente confundidos con sus enemigos los japoneses, además deque la ley de Registro para Extranjeros los ubicaba como súbditos del imperio japonés. Ante su justa

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indignación, los coreanos recibieron permiso del gobierno para usar una banda proclamando orgullosamente “soy un coreano’ Los coreanos ayudaron activamente al esfuerzo de guerra comprando bonos y especialmente por su conocimiento del japonés, con lo que cooperaban a la traducción de documentos secretos. Los coreanos de Los Angeles organizaron la Brigada del Tigre, una asociación que se reunía los fines de semana para realizar prácticas militares con la finalidad de estar preparados para defender California ante una posible invasión,16 Las mujeres, por su parte, se unieron a la Cruz Roja. La derrota de lapón reavivó la esperanza de los coreanos por ver su patria liberada. Sin embargo, los tratados de paz dividieron Corea a la altura del paralelo 38: la parte norte quedó bajo el dominio de la Unión Soviética y la parte sur en poder de Estados Unidos. La división, propuesta como temporal, se prolongó y pronto ambas regiones se diferenciaron agudamente. En 1946, cuando por mandato de las Naciones Unidas debían realizarse elecciones, éstas sólo tuvieron lugar en Corea del Sur. Corea del Norte se había convertido en una zona de influencia de la Unión Soviética. El equilibrio entre ambas regiones fue roto en junio de 1950 cuando Corea del Norte invadió Corea del Sur. La ONU acordó ayudar a Corea del Sur y catorce naciones mandaron tropas. La guerra propició el éxodo de refugiados. El desempleo cundió y numerosos coreanos se dirigieron nuevamente a Estados Unidos llevando al tope la cuota de inmigrantes fijada en la Ley de Inmigración de 1951. De 1961 a 1964 llegaron 10 000. Su límite de inmigrantes se modificó legalmente en 1965 y a partir de ese año aumentó considerablemente su número anual de inmigrantes a Estados Unidos. De 1965 a 1970 se admitieron allí 24 000 coreanos.’7 El año que dicha inmigración alcanzó su máximo fue 1975 y ello se debió a la llegada de numerosas “novias de guerra” o sea las esposas de soldados estadounidenses que ahora se reunían con ellos. Estas ‘‘novias de guerra”, al estar emparentadas con ciudadanos estadounidenses no eran afectadas por ningún tipo de restricción. Otros inmigrantes coreanos que llegaron como refugiados fueron los huérfanos de guerra. Algunos habían perdido a sus familias mientras que muchos otros eran hijos de soldados estadounidenses cuyas madres no podían hacerse ya cargo de ellos. Los años de 1970 a 1975 se caracterizaron porque durante ellos los coreanos buscaron vías de ascenso social, luchando por mejores oportunidades en cuanto educación, vivienda y trabajo En 1980 el censo registró una población de 354 000 habitantes de ascendencia coreana, en porcentaje, el cuarto grupo asiático en Estados Unidos. Sin embargo, muchos de los inmigrantes no han podido superar los obstáculos establecidos por el gobierno en cuanto a desempeño profesional. Aunque el 72% de los recién llegados tenían trabajos a nivel profesional en su patria, en Estados Unidos no podían ejercer por problemas de lenguaje y por los requisitos necesarios para obtener una licencia profesional)8 Al igual que para los inmigrantes de décadas anteriores, su solución ha sido el iniciar negocios propios, sobre todo aquellos relacionados con comida y peluquerías. Estas actividades han reforzado el apego de los coreanos por negocios familiares y el mantenimiento de una familia extensa.

La comunidad coreana se ha dispersado a lo largo de todo el país, aunque hay una gran concentración de coreanos en Los Angeles, cerca de la sección olímpica. Se han creado ahí instituciones de ayuda a los coreanos recién llegados y centros de servicios para la comunidad. Su sentido de unión y su presencia en casi todos los centros urbanos de Estados Unidos hacen suponer que su herencia cultural esta en proceso de integrarse a la de Estados Unidos, -tomo una rica aportación de un grupo plenamente consciente de su origen y tradición.

Chinos La llegada del nuevo siglo no cambió las restricciones a la inmigración. Las medidas restrictivas se apoyaban en las demandas., de la población, que exigía que se extendieran a otros grupos asiáticos corno japoneses y coreanos. La prohibición de 1882 continuó vigente y los chinos continuaron siendo discriminados debido a su raza y a su origen asiático. Un hecho que benefició a la comunidad china de San Francisco fue el terremoto de 1906. Los registros de población se quemaron en un incendio provocado por el temblor y muchos

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orientales establecidos en la ciudad se proclamaron ciudadanos nacidos en Estados Unidos; como tales, recurrieron a su derecho a traer a sus esposas de China. Sin embargo, la inmigración china se vio afectada por las leyes de inmigración «e 1924, en las que incluso se prohibía la llegada de esposas de ciudadanos estadounidenses si pertenecían a alguna raza oriental. El conjunto de medidas legales impidió equilibrar la proporción entre ambos sexos por algunos años más. En el siglo XX la segunda generación de chinos alcanzó la edad adulta. El hecho de haber nacido en Estados Unidos provocó una ruptura generacional con sus padres. La mayoría de ellos recibió una educación mixta asistiendo simultáneamente a escuelas estadounidenses y chinas. Sin embargo los hijos de chinos inmigrantes vivieron el conflicto provocado por el intento de combinar ambas culturas. En algunos casos cambiaron sus nombres, adoptando nombres ingleses o fracasaban en sus estudios de la lengua china, en un esfuerzo por asimilarse a la sociedad anglosajona. En otros, incapaces de librarse del estigma de inmigrantes, anhelaban regresar a China y defendían celosamente sus tradiciones. En este último caso, no sólo había conciencia de su diferenciación cultural, sino un rechazo a la posibilidad de ser asimilados. La costumbre de arreglar los matrimonios de los hijos se debilitó entre la población china inmigrante, porque muchos jóvenes se negaron a cumplir los deseos de sus padres. Las mujeres tuvieron en Estados Unidos mejores oportunidades de desarrollo que en China. Aunque por tradición la mujer siempre estaba bajo la tutela del varón inmediato —padre, esposo, hijo—; en América las hijas de inmigrantes podían asistir a centros de educación superior. Sin embargo, tenían mayores problemas que los hombres en el mercado laboral, pues debían hacer frente tanto a los prejuicios raciales como a la discriminación sexual. El acceso de los chino-americanos a la educación superior no transformó sus oportunidades laborales. Muchos egresados de las universidades eran rechazados cuando solicitaban empleo y un gran número de ellos volvía al barrio chino, donde desempeñaban las labores tradicionales de su gente como restauranteros o tenderos. A pesar de lo anterior la educación superior continuó siendo vista como la opción más adecuada de integración para los hijos de inmigrantes. Detestaban trabajar en el barrio chino en los tradicionales comercios chinos. Querían Iibrarse de la condición de inmigrantes de sus padres y esperaban que la educación y el empleo como profesionistas les permitieran avanzar hacia una sociedad igualitaria. Los vínculos chinos radicados en Estados Unidos provincia de origen se prolongaron durante el siglo XX y grandes cantidades de dinero fueron enviados a Toishan. Este ingreso sirvió para incrementar el nivel de vida de sus habitantes, donde las calles fueron pavimentadas y se introdujo alumbrado público. Durante la Depresión de 1929, los chinos vieron más restringidas sus posibilidades de empleo. Mostraron una férrea independencia y pocos acudieron a la beneficencia pública. De esos años quedó la costumbre de mantener un barril de arroz disponible para que cualquier miembro de la comunidad dispusiera de él y lo repusiera de la misma forma anónima. La renuencia a acudir a los medios oficiales de ayuda llevó a los niños a organizar asociaciones de crédito propias En estas el acumulado monetario se iba rotando periódicamente a familias e individuos y de esa manera muchos de ellos iniciaron negocios que prosperaron. A causa de su apego por los negocios familiares muchas de las organizaciones secretas o tonga existentes desde el siglo pasado cambiaron su nombre por el de asociaciones mercantiles invirtieron muchos recursos en restaurantes y sobre todo en fomentar un ambiente atractivo en los barrios chinos de las diferentes ciudades. El turismo dio a la población china un recurso legítimo que le permitió mejores ingresos y la posibilidad de dar a conocer su bagaje cultural a la población no oriental. En sus barrios trataron de reproducir su arquitectura y de mantener un aire de misterio y atractivo para turistas y visitantes. Los desfiles con sus impresionantes dragones despertaron gran interés por los barrios chinos. El advenimiento de la segunda guerra mundial fue de gran importancia para la inmigración china —la cual aún estaba excluida— y para los chinos radicados en Estados Unidos. La atención internacional había seguido con preocupación la invasión japonesa a China. La población estadounidense inmediatamente se solidarizó con la primera víctima del imperialismo nipón. Después del bombardeo a Pearl Harbor, Japón se convirtió en el enemigo y China en una aliada en el conflicto, como lo expresó el presidente Roosevelt en un discurso de 1943. Los comercios chinos

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colocaron letreros estableciendo su condición para evitar agresiones y proliferaron artículos que daban pautas para diferenciar de forma física a los chinos de los japoneses. La segunda guerra mundial también brindó a los jóvenes chinos la oportunidad de unirse al ejército como ciudadanos estadounidenses, Un total de 13 499 chino-americanos -el 22% de la población masculina adulta china—se enlistó en el ejército. Los vacíos laborales creados por la guerra fueron. aprovech4dos por los chinos para moverse a sectores donde antes no tenían acceso. Participaron conjuntamente con el resto de la población en un esfuerzo de guerra común para la producción del armamento y recursos necesarios para el conflicto y ello les permitió cierta integración a la sociedad estadounidense. El cambio de actitud hacia China fue debido al clamor popular por la suspensión de las leyes de exclusión; el conjunto de medidas restrictivas fue suspendido en 1945 aunque fue fijado un máximo de inmigración anual. La invasión japonesa a China, la segunda guerra mundial y la revolución comunista fueron las causas directas de una nueva ola de inmigrantes. Esta inmigración fue muy distinta de la anterior. Muchos de estos chinos pasaron a Hong Kong y de ahí a Estados Unidos. Los nuevos inmigrantes no tenían orígenes tan homogéneos como los ya establecidos. Provenían de diversos puntos, hablaban chino-mandarín -el cual no tenía nada en común con el dialecto de Toishan, lo que les impedía la comunicación con los chino-americanos— y carecían de su tradicional apego al clan y a la familia, que caracterizaba a la comunidad china en Norteamérica. A la par de la gran cantidad de inmigrantes legales que llegaban a Estados Unidos, tuvo lugar una fuerte inmigración ilegal. La mayoría de estos recién llegados chocaba de inmediato tanto con los chinos ya establecidos como con la población estadounidense. En muchos casos, a pesar de haber abandonado China por el ascenso de Mao, exaltaban al gobierno comunista mientras que la opinión pública estadounidense y la comunidad china apoyaban al régimen nacionalista de Taiwán. La presencia de esos grupos de inmigrantes heterogéneos afectó al turismo que era vital para la economía de los barrios chinos. La violencia callejera, el pandillerismo y las actividades delictivas cobraron fuerza y fue necesaria una alianza entre los dirigentes de los barrios chinos y las autoridades locales para recobrar el control. La inmigración china ha continuado hasta presente. Entre 1965 y 1984 llegaron 419 373 chinos a Estados Unidos. Muchos de ellos buscaban la posibilidad de una educación universitaria o de estudios de posgrado, mientras que otros se reunieron con familiares ya establecidos. En los últimos años los chinos se han desenvuelto bien en Estados Unidos. Su ingreso económico individual ha sido superior al promedio de los estadounidenses. Han destacado en muchas actividades como empresarios, comerciantes y científicos Una de sus características es el apego a la familia, se ha ido consolidando y hay pocos divorcios entre sus matrimonios. Asimismo, el desequilibrio entre sexos ha desaparecido casi por completo y la gran mayoría de chino-americanos se casa con personas del mismo origen, formando sectores identificables y con una tradición propia de trabajo y participación en la sociedad estadounidense.

Filipinos

Durante siglos las islas Filipinas formaron parte del imperio colonial español. Sin embargo, al finalizar la guerra entre Estados Unidos y España en 1898 las islas pasaron a ser posesión de Estados Unidos. La integración política de las Filipinas a Estados Unidos dio paso a que muchos filipinos buscaran horizontes más prometedores.

Algunos se dirigieron a Hawaii, isla anexada a Estados unidos desde daño 1898,. en donde entablaron una seria rivalidad laboral con los japoneses Hasta 1910 sólo había 406 filipinos en Estados Unidos. La mayoría eran hombres jóvenes y solteros. Su condición de “nacionales”, por ser originarios de un protectorado, impidió que se les incluyera en las medidas restrictivas establecidas para otros grupos asiáticos como chinos y japoneses. Al igual que dichos grupos, los filipinos se enfrentaron rápidamente a una sociedad racista y prejuiciosa que rechazaba sus intentos de asimilación. La mayoría de ellos se dirigió a la costa oeste, especialmente a California, en donde, además de la agricultura, se emplearon en trabajos no especializados como cocineros, lavaplatos, porteros y elevadoristas. En muchas ocasiones llenaron los vacíos causados por las leyes de

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exclusión de chinos y japoneses. Otras veces sustituían a otras minorías ya establecidas y demandantes de mejoras económicas, pues los filipinos como recién llegados no podían aspirar a salarios equivalentes a los percibidos por los estadounidenses o aun por grupos minoritarios. Algunos filipinos llegaron a Alaska como trabajadores bajo contrato para las pesquerías y enlatadoras locales. La ley de 1924 que excluyó a los asiáticos no incluyó a los filipinos por pertenecer a la comunidad estadounidense. Para 1930 había ya 45 208 filipinos en Estados Unidos, la mayoría establecidos en el estado de California. Durante la década de 1930- 1940 los filipinos comenzaron a organizarse en sindicatos laborales tratando de defenderse de abusos y de lograr mejoras económicas. En 1933 tuvo lugar una huelga organizada por la Unión de Trabajadores Filipinos fundada seis años antes y en 1936 se organizó una huelga en la que participaron conjuntamente con trabajadores mexicanos. La depresión económica de la década intensificó además la rivalidad laboral entre las ‘minorías y las clases bajas. Un hecho que alegró tanto a los filipinos radicados en Estados Unidos como a los que permanecían en su patria fue el establecimiento de la Ley Tydings-Mc Duffie de 1934. Esta prometía la independencia a Filipinas en un término de diez años. Además, fijaba una cuota de 35 inmigrantes filipinos anuales, ya no considerados nacionales sino extranjeros. Sin embargo, una ley del Congreso establecida el siguiente año dejó claro lo poco bienvenidos que eran los filipinos en Estados Unidos. Mediante esta ley, firmada por el presidente Franklin D. Roosevelt, serían solventados los gastos de aquellos filipinos que se decidiesen a volver a las islas. Sólo 2 190 regresaron a su patria. Estas leyes no variaron las condiciones de vida de los filipinos en listados Unidos. Eran muchas veces confundidos con chicanos por sus nombres de origen hispano. Provenientes de una sociedad mestiza y de sangre malaya, china e hispana, los filipinos resintieron enormemente las leyes que les impedían contraer matrimonio con miembros de la raza blanca. Durante años hubo un serio desequilibrio entre sexos y muchos hombres se casaban ya de edad madura. Ser originarios de un protectorado estadounidense no cambiaba el hecho de que al ser de origen asiático no eran elegibles como ciudadanos y no podían ser propietarios. El gobierno mantuvo una actitud claramente paternalista hacia los filipinos. Para la mayoría de la población, los filipinos eran un mal comparable a los chinos y japoneses. Se les hizo blanco de innumerables propagandas racistas y fueron objeto de violentas agresiones. En algunas ocasiones fueron asaltados o sus propiedades destruidas. Se les prohibía la entrada a hoteles, restaurantes y peluquerías. En California estaba en vigor una ley que prohibía el matrimonio entre blancos y negros, mulatos y mongoles. A los filipinos se los ubicó en este último grupo. Durante la segunda guerra mundial los filipinos establecidos en Estados Unidos siguieron con atención las vicisitudes de su patria invadida por Japón.., Una, tercera parte de los filipinos., se enroló en el ejército... Al final de la guerra se ofreció la ciudadanía estadounidense a todos los filipinos radicados en Estados Unidos a la vez que Filipinas se convirtió en una nación independiente. En 1952 se fijó una nueva cuota de inmigración filipina. De esta fecha a 1965, aproximadamente 2 000 filipinos emigraron anualmente a Estados Unidos. En 1965 la cuota aumentó a más de 20 000 anuales, lo que se reflejó en el censo de 1970. Según dicho censo, existían 337 000 personas de origen filipino en Estados Unidos. Para 1980 el censo reveló que el sector filipino ascendía a 775 000 convirtiendo a los filipinos en el segundo grupo de origen asiático después de los chinos. Su impresionante aumento, en los últimos años se ha prestado poca atención a los filipinos, quizá por lo reciente de su ascenso como minoría. La mayoría continua desempeñando labores no especializadas y muy pocos han logrado acumular algún tipo de riqueza. Probablemente pasarán todavía algunos años antes de que su cultura y tradición impacten la sociedad estadounidense de forma visible. A su favor está su creciente número y una trayectoria de lucha y participación que va desde su temprana actividad en agrupaciones laborales a su intervención en la segunda guerra mundial. Culmina con los filipinos-americanos actuales, ansiosos de dar a conocer a su sociedad y al resto del mundo su identidad propia.

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Hindúes

Durante el siglo XIX se contempló la posibilidad de importar mano de obra india a la par que japonesa y china. Sin embargo, lo abundante de éstas, impidió que prosperara el proyecto. La inmigración hindú a Estados Unidos se inició de forma consistente hasta el siglo XX. Para 1920 había aproximadamente 6 400 hindúes establecidos en Estados Unidos. No se localizaban en un sitio concreto sino que eran un grupo pequeño y disperso. Debido a ello las autoridades estadounidenses no les prestaban atención. Los inmigrantes hindúes eran visiblemente diferentes por lo yana- do de la tonalidad de su piel que iba del blanco más claro a casi negro. La gran mayoría eran sijs, a los cuales se les reconocía por llamadas cinco Ks: kes, el cabello sin cortar y la barba hirsuta; kacch, los pantalones a la rodilla; kara, la pulsera; kirpan o khanda, la espada o daga y khanga, el peine.26 El distintivo de todos los hindúes sin importar su religión, eran turbante. A pesar de que los hindúes eran reconocidos como caucásicos, arios de “sangre completa”, se los relacionó con otros grupos asiáticos como chinos y japoneses por lo que también se los consideró como parte de ‘‘el peligro amarillo”. A principios del siglo XX circulaban ya folletos para informar a la población de los múltiples vicios de los hindúes. Se los acusó de ser sucios, lujuriosos y enfermos. Las constantes demandas por un alto a la inmigración asiática repercutieron en la inmigración hindú. De 1908 a 1924 se les negó la entrada a Estados Unidos a unos 3 453 hindúes argumentando que eran probables cargas públicas. En 1917 se incluyó a la India en parte de las áreas de inmigración restringida. La discusión sobre silos hindúes tenían el derecho .a optar por la ciudadanía continuaron, aunque se los considerara como caucásicos. Finalmente se decidió en 1923 que los hindúes no podían convertirse en ciudadanos ya que se entendía por blanco “un inmigrante del norte o del occidente europeo”. Los hindúes fueron clasificados como descendientes de una vertiente degenerada de la original caucásica’. Aquellos que ya habían adoptado la ciudadanía la vieron revocada sin la menor posibilidad de apelación y con ello el derecho de convertirse en propietarios. Algunos incluso regresaron a la India. Otros recurrieron a prestanombres para adquirir o conservar su propiedad. En 1924 la ley de inmigración negó la entrada a quienes no hieran elegibles para la ciudadanía. Muchos hindúes ya radicados en listados Unidos vieron con esta medida el fin de su esperanza de traer a sus esposas e hijos. El 80% de los hindúes establecidos en Estados Unidos provenía de la jat o casta campesina. Su única posibilidad de trabajo eran las faenas agrícolas La mayoría radico en California aprovechando los yacios laborales creados por la exclusión de japoneses y chinos. La proporción era de 75 hombres por cada mujer. Las leyes del estado prohibían el matrimonio entre blancos y no blancos. Un hindú burló la ley alquilando un barco para efectuar la ceremonia fuera de las tres millas reglamentarias mar adentro.28 Muchos otros optaron por casarse con mexicanas. Dichos enlaces fueron muy comunes. Generalmente ambos cónyuges mantenían la mayor parte de su carga cultural. Asistían cada Lino su templo y aprendían el idioma de su pareja. Los niños eran bilingües y frecuentemente crecían como católicos. En algunos casos los mismos padres adoptaban el catolicismo. Sin embargo muchos de los matrimonios resultaban en divorcio por las altas exigencias de adaptación para ambos miembros. La mujeres se quejaban de las exageradas demanda. d1 marido, de su constante infidelidad y de maltrato físico Los esposos por su parte, acusaban a sus cónyuges de casarse a cocinar, de visitar a su familia siempre que lo deseaban y de salir de compras para “adquirir maquillaje 29 Los fracasos matrimoniales contribuían a que la comunidad hindú continuara caracterizada por hombres solos ya fueran solteros, divorciados o casados imposibilitados de reunirse con sus familias. Laboralmente los hindúes se organizaban en cuadrillas al igual que otras minorías Las cuadrillas funcionaban como una familia adoptiva Trabajaban, Vivian y viajaban juntos Laboraban tanto en la recolección de frutos y en la cosecha del arroz, como en la construcción de vías de ferrocarril. “Cuando uno de sus miembros moría pagaban colectivamente los gastos del funeral y cremación así como las fotografías del cuerpo para enviarlas a la India, además de contribuir con dinero para la viuda del fallecido” •30 Los capataces de las cuadrillas muchas veces se convertían

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en invaluables aliados, pues alterando los libros de contabilidad obtenían remuneración extra para los integrantes de sus cuadrillas.31 En algunos casos los hindúes entraron en conflicto con otros grupos de inmigrantes —como chinos y japoneses.— al competir por los mismos trabajos. Sin embargo, en algunas ocasiones, se establecieron lazos de unión y aun de amistad entre los trabajadores de diferente origen. La comunidad hindú en Estados Unidos -a pesar de no contar con gran cohesión— se caracterizó por su lucha a favor de pendencia de la madre patria. Circulaban escritos pidiendo el fin de la dominación inglesa en la India y la reivindicación de su tradición cultural. “La lucha contra el dominio británico brindó una Forma de mantener un sentido de identidad y de integridad personal ante el prejuicio y vaga situación legal de Estados Unidos.” 2 A principios de la década de 1940 la población hindú en Estados Unidos descendió a sólo 2 400, de los cuales 1 400 vivían en California. Para 1946 el número de la población hindú era de 1 500. Algunos regresaron a la India para incorporarse a la lucha por la independencia, otros siguieron su plan inicial de volver a su patria tras reunir algún dinero y otros más simplemente encontraron la vida en Estados Unidos demasiado difícil. En 1946 se estableció una cuota de inmigración anual de 100 hindúes a Estados Unidos por presión de grupos indoestadunidenses y la necesidad de tener buenas relaciones con la India ya convertida en nación independiente. Ello implicó además que los hindúes podían adoptar la ciudadanía. A pesar de que sólo 6 000 nuevos inmigrantes llegaron en los siguientes 20 años, la medida tuvo un significado simbólico y efectivo. “Podían obtenerse novias provenientes de la India, las familias podían reunirse, se podía viajar a la India y se podía ser propietario. Nueve años después de establecida esta legislación, un indoamericano fue elegido como miembro del Congreso.” La inmigración hindú ocurrida después de 1965 tuvo características muy distintas a la anterior. La gran mayoría provenía de zonas urbanas y se estableció en ciudades estadounidenses. Lo numeroso de la inmigración permitió la creación de instituciones para la conservación de la cultura hindú. Hubo casi el mismo número de hombres que de mujeres por lo que existió la posibilidad de formar familias nuticares totalmente hindúes. La nueva ola de inmigrantes entró en conflicto con los grupos ya establecidos. Hindúes recién llegados demandaron puestos de liderazgo. La división de la India en una nación islámica —Pakistán— y una no islámica —la India— también dividió a ¡a comunidad hindú en Estados Unidos. A pesar de ello, la religión representó un elemento de cohesión y refugio para los hindúes Tanto los sijs como los musulmanes dedicaron buena parte de sus recursos a la manutención de un templo y en el caso de los sijs, de un sacerdote. El templo servía de alojamiento al sacerdote y albergaba a la vez al Granth o libro sagrado que era leído dos veces al día. Los templos servían además de centros sociales y de asistencia a los recién llegados También fueron vinculo entre la primera y segunda generación de hindúes en Estados Unidos. Mientras que la primera generación proporcionó pujaris o sacerdotes, los miembros de la segunda han ingresado como suamis o maestros. Tanto la religión como la mitología hindú proporcionaron a los padres, originados de la India, elementos de tradición cultural que transmitir a sus hijos, la segunda generación nacida en América. Los relatos del Ramayama se convirtieron en historias para el momento de acostar a los niños. Sin embargo, en la mayoría de los casos la segunda generación i’stá más preocupada por integrarse a la cultura estadounidense. Los líderes se preocupan por la pérdida de los valores hindúes ante la necesidad de adaptarse y triunfar en una sociedad tan distinta a suya. También desean para sus hijos mejores posibilidades sociales y económicas que las suyas. En la mayoría de los casos permiten a sus hijos socializar con miembros del mismo sexo, ya sean de la misma casta, hindúes o pertenecientes a otro grupo. Sin embargo invariablemente expresan su esperanza de que sus hijos se casen con hindúes.36 I’ambién les exigen un adecuado desempeño académico. Los indoestadunidenses han destacado por su capacidad académica. La segunda generación se ha visto forzada a equilibrar las demandas y exigencias paternas con su interés por participar plenamente en las actividades sociales de su comunidad. Para sus miembros la India no es una realidad inmediata y tangible. Sin embargo ha habido un esfuerzo constante por mantener viva la tradición cultural hindú: “Desde 1985 aproximadamente, se ha intentado educar a los niños

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más conscientemente. Se han agregado cursos cortos e incluso campamentos de verano a los programas tradicionales para animarlos a participar en los ritos y en los eventos comunales.” La comunidad indoestadunidense actual se caracteriza por esa doble, lucha para triunfar como ciudadanos de Estados Unidos pero protegiendo y conservando una tradición cultural que se remonta a muchos siglos atrás. De hecho, los indoestadunidenses ven en la preservación de su cultura ancestral una forma de contribuir a la riqueza de la nueva sociedad de la que forman parte.

LEY DE CUOTAS: ITALIANOS, ALEMANES Y JUDÍOS

Italianos

Fue a principios del siglo XX que los angloamericanos doblaron sus esfuerzos por restringir la llegada de italianos y otras nacionalidades de Europa, de la zona mediterránea. Su lema era que atacaban los valores anglosajones y protestantes. Según el clamor popular, disminuían la democracia y creaban caos social. Los italianos eran considerados como buenos trabajadores pero su poco respeto por la educación superior los hacía ser ignorantes, Según su sistema de valores “el mal hijo” era el que insistía en ir a la escuela en vez de trabajar, y “la mala hija” la que quería quedarse en la escuela en vez de ayudar a su madre. Un estudio publicado en 1911 mostró que el 63% de los hijos de italianos estaban atrasados en la escuela, En la misma época se demostró que ningún adolescente italiano o italoamericano había terminado la secundaria En 1931 se graduaba un 42% de los estudiantes de secundaria en Nueva York pero sólo 11 % de los italoamericanos Esa es la razón por la que el público anglosajón los acusaba de ser mentalmente inferiores. Hasta finales de la década de los años ochenta era bajo el porcentaje de ítaloamericanos en las universidades. Cómo todos los inmigrantes, los italianos fueron inducidos a irse a la provincia. Lo mismo que los judíos y los irlandeses, ignoraron las campañas, sobre todo por temor a estar lejos de sus paisanos. Sin embargo, su excelencia como agricultores se probó en California en donde establecieron viñedos y huertas importantes. Durante la primera guerra mundial miles de italoamericanos lucharon por su país, y recibieron medallas al mérito. Sin embargo, en los años siguientes el público angloamericano volvió a reaccionar en contra de los italianos. Periódicos y revistas dieron a conocer que varios radicales italianos habían inmigrado y jefaturaban huelgas y quejas sobre todo en las textileras. El colmo fue la ejecución de Saco y Vanzetti, basada en realidad en el hecho de ser inmigrantes italianos. La creencia en los años veinte era que los italianos eran todos radicales. La tan discutida Ley de Lectura se había puesto en operación el año de 1917. Presidentes como Grover Cleveland y muchos congresistas habían estado contra ella desde que el senador Henry Cabot Lodge en 1894 introdujo la propuesta por primera vez. El presidente Wilson la vetó pero el Congreso la aceptó. Los inmigrantes de la Europa mediterranea vieron cerrada la puerta a Estados Unidos, ya que en su gran mayoría eran analfabetos. Sin embargo, siguieron llegando y en 1924 el Congreso federal pasó una nueva ley restringiendo el número de inmigrantes provenientes del sur de Europa. Durante la depresión de los años treinta la emigración a Estados Unidos bajó como nunca en su historia. Eso y el triunfo de las medidas económicas de Mussolini casi nulificaron la inmigración italiana a listados Unidos. Durante esos años de transición los italoamericanos no se asimilaron a la vida norteamericana. En mucho se debió a gru1 XX de italoamericanos que a través de los periódicos pidieron insistentemente a sus compatriotas que se naturalizaran, mandaran a sus hijos a las universidades y dieran fin a los barrios llamados “pequeñas Italias”. La Sociedad de Beneficencia Italiana organizó, en las décadas de los años veinte y treinta, campañas en contra de los costosos festivales religiosos de los italoamericanos. Cuando el alcalde de Nueva York en 1925 prohibió una procesión italiana, sus periódicos aplaudieron tal acción. Empezaron a fundar organizaciones de 1nofesiomstas y a promover su cultura. En la política tuvieron bastante éxito, desde 1930 sus votos ganaban las elecciones en muchas ciudades. Sufrieron desprecio en este terreno pero para los treinta ya habían producido políticos de estatura estatal y nacional. Sin embargo los judíos y los irlandeses seguían ganando aún en los distritos mayoritariamente italianos. Fue hasta 1950 que eligieron al primer senador

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ilaloamericano y hasta 1962 en que hubo un miembro del gabinete presidencial con apellidos italianos. En cuanto a economía, los italianos han subido la escalera del proceso a través del trabajo duro y perseverante Un gran porcentaje perteneciente a la clase media vive en los suburbios y va a la universidad. Muchos trabajan en actividades relacionadas con turismo, música y artes en general. Siguen, sin embargo, siendo estereotipados como gángsters y mafiosos dado que muchos de ellos pertenecían y pertenecen organizaciones de dudosa legalidad.

ALEMANES

Como ya se ha dicho, la comunidad alemana en Estados Unidos gozaba a fines del siglo XIX de prestigio y era respetada por los norteamericanos Sus características físicas, lingüísticas y culturales eran cercanas a las inglesas por lo que se los contaba, dentro del grupo WASP. Les era posible asimilarse con gran facilidad cuando así lo deseaban. A fines de siglo, con la creciente prosperidad de su país, la emigración había casi cesado por lo que al principio del siglo XX haba sólo un poco más de 1 000 000 de personas que todavía se identificaban como alemanes. Su situación cambió con el comienzo de la primera guerra mundial. De respetados y estimados pasaron a ser objeto de discriminación y de sospecha. Se los acusó de traición por desearla neutralidad de Estados Unidos en el conflicto. El mismo presidente Woodrow Wilson los acusó por su deslealtad y falta de patriotismo. La entrada del país a la guerra alteró la situación de los alemanes americanos. Muchos de ellos fueron perseguidos hasta el grado de tener que cambiarse de apellido. Se prohibió la enseñanza del alemán en las escuelas y se censuraron sus periódicos. En varios estados se llegó hasta la violencia en su contra, se quemaron libros en alemán, sus edificios fueron pintados de amarillo y se linchó a un alemán recién llegado.42 Su heterogeneidad les bloqueó la posibilidad de unirse para defenderse. Entre ellos había pobres y ricos, educados e ignorantes, urbanos y rurales, católicos, protestantes, librepensadores, socialistas, demócratas y republicanos. El resultado fue que miles de ellos se asimilaron al mundo anglosajón hasta en sus servicios religiosos. Todos se enrolaron en actividades diseñadas para probar su patriotismo norteamericano. Después de la guerra, los alemanes americanos se organizaron para derrotar la candidatura de Woodrow Wilson que deseaba reelegirse a la presidencia. La Liga de Ciudadanos Germanoamericanos, creada en 1919, se declaró a favor de Warren llarding y en contra de todos aquellos que los habían humillado. Otra organización, la Sociedad Steuben de América —también fundada en 1919— se dedicó a publicar las contribuciones de los germanoamericanos a la grandeza de Estados Unidos pero escogió el inglés como su idioma oficial.43 A cesar de que el público norteamericano había atacado a los alemanes durante la guerra, cuando se discutió la ley para impedir una gran inmigración europea, los estadounidenses votaron a favor de admitir personas de la llamada “vieja inmigración”: ingleses, escandinavos, irlandeses y alemanes. Los años de La década de los treinta con su terrible depresión o- nómica asustaron a miles o quizá a millones que pensaban emigrar, á Estados Unidos. La inmigración descendió hasta su punto más bajo en la historia, pero sólo por unos años porque a principios de los cuarenta empezaron a llegar de nuevo como exiliados políticos y/o perseguidos por, motivos raciales, como en el caso de los judíos. Esa migración llevó a un grupo de hombres destacados en el arte y las letras pero sobre todo en la ciencia. Albert Einstein fue el más famoso pero también llegaron Paul Tillich, el teólogo eminente, Thomas Mann, el escritor, y Henry Kissinger, el político. Todos los refugiados, fueran o no judíos, eran liberales y demócratas. Ninguno tenía interés en exaltar su germanidad. Durante la segunda guerra mundial la comunidad germanoamericana se mostró hostil a los nazis por lo que no sufrió la persecución y la humillación de la primera guerra. Además, los grandes generales eran en su mayoría descendientes de alemanes En el censo de 1972 un 13 % de la población declaró ser descendiente de alemanes. El censo de 1980, en cambio, dio un total de 20% de alemanes o sus descendientes,45 dato muy sorprendente pues todo el mundo cree que los ingleses fueron quienes más emigraron. Quizá se daba que sus descendientes han dejado de llamarse ingleses pues consideran obvio que esa es su ascendencia.

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Judíos

Ya hemos visto cómo los judíos de Europa oriental fueron considerados parte de la “nueva” inmigración y puestos bajo la tutela de sus correligionarios los judíos alemanes, ya para entonces con varias generaciones en Estados Unidos. Estos defendieron a los llamados. judíos “rusos” hasta que empezaron a entrar en gran número al movimiento sionista, que buscaba obtener tierra para. una futura nación israelita. Aun cuando los judíos alemanes no los habían aceptado en sus grupos sociales, albergaban la esperanza de que se convirtieran, como ellos, en norteamericanos de religión judía. Fue después de la primera guerra que los “rusos” decidieron emanciparse de sus correligionarios y establecer sus propias reglas del juego. No quisieron esperar a ser aceptados primero por los judíos alemanes y luego por los gentiles. Su vehículo fue el sionismo. Aun cuando este movimiento databa de finales del siglo XIX, cobró fuerza después de la primera guerra, sobre todo por que el gran intelectual judío Luis D. Brandeis aceptó ser su director. Fue la persecución de los judíos en Polonia lo que permitió la unión de ambos grupos. Juntos y por primera vez los “rusos’’ en igualdad con los “alemanes” ayudaron a los suyos en la Europa en guerra con más de 38 000 000 de dólares.46 Los dos grupos formaron la comunidad judía de Estados Unidos, los “alemanes” terminaron por aceptar la idea sionista de un país pan Israel. Ambos sin embargo serían sionistas de manera diferente a los judíos europeos, pues ellos ayudarían al establecimiento de Israel desde Estados Unidos y no emigrando. En 1914 el movimiento contaba con 14 000 miembros, para 1920 aumentó a 176 000. En 1930 casi la mitad de los judíos norteamericanos Vivian en la ciudad de Nueva York, las estadísticas dieron una cifra de 9%. Los barrios de Manhattan y Brooklyn tenían cada uno 600 000 y el Bronx 300 000. En cuanto a las otras ciudades del país, 69% de los judíos vivía en las once ciudades mayores con 325000 en Chicago y 370000 en Filadelfia. El 75% de los judíos vivía en seis estados, cada uno con 100 000 de ellos: Nueva York, Pensilvania, Illinois, Massachusetts, Ohio y Nueva Jersey. Los demás vivían desperdigados por todo el país. Las estadísticas muestran que trabajaban en las líneas de manufactura que existían en las grandes ciudades y en las profesiones. Muchos eran dueños de fábricas, de minas y grandes tiendas de departamentos; otros trabajaban en empresas financieras, en universidades, en teatro, en orquestas, en periódicos, etc. La mayoría triunfó por su herencia de ética del trabajo. También la mayoría, aunque norteamericanos de muchas generaciones, guardan su religión en cualquiera de sus formas. Subvencionaban muchas escuelas para rabinos, reformados, ortodoxos, etc., porque consideraban —al igual que muchas otras minorías—, que son quienes los mantienen unidos y enseñan a sus jóvenes a ser judíos. Sin embargo, para la década de los años veinte, los judíos ya se habían dividido en tres grupos religiosos (además de la división entre alemanes y europeos orientales) los reformados, la conservadora y los ortodoxos. Las tres “denominaciones” tenían su propio seminario, organizaciones congregacionales y de rabinos. Los sindicatos judíos también tenían sus propias organizaciones, AA comenzar la década de 1930 los judíos norteamericanos habían fundado nueve asociaciones para la causa de Palestina. La mayor —la sionista-’ tenía una membresía de 65 000 personas con sucursales en todo el país. En espera de que se constituyera un Estado israelita, los judíos norteamericanos cooperaban enviando gente y también dinero a Palestina. Quizá la década más brillante de los judíos en Estados Unidos fue la de osan os cuarenta. De 1933 a 1945 llegaron más de 200 000 judíos de Europa central. La mayoría pertenecían a la clase media y una minoría era gente brillante: Albert Einstein, el científico; Marc Chagall, el pintor; Theodore Adorno, Max Horkheimer, Hannah Arendt, etc., llegaron a incorporarse a una “inteligencia” judía cada vez mayor que extendía las teorías de Freud y de Kafka a un público cada vez más ávido del internacionalismo que los judíos intelectuales propagaban. Poco a poco y a pesar de corrientes esporádicas de antisemitismo fueron ganando terreno, hasta que en la época del presidente Eisenhower, éste y su gobierno reconocieron públicamente que el país era de tres religiones: católica, protestante y judía. la creciente prosperidad de estos últimos los llevó a la conquista dejos suburbios, que llenaron de espléndidas sinagogas, con sus clubes deportivos y sociales donde siguieron fomentando sus comunidades.

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LOS VECINOS DEL SUR AUMENTAN SU NÚMERO:

MEXICANOS La inmigración mexicana a Estados Unidos en el siglo XX contó con varios elementos que la hicieron diferente de las otras migraciones El primer elemento consistió en que la inmigración europea tema cuotas desde 1896 y la mexicana no tuvo la suya hasta muy entrado el siglo. Un segundo elemento es que ésta ha sido la única inmigración masiva prolongada. En tercer lugar, sus integrantes han sido reacios a nacionalizarse norteamericanos por la gran facilidad de cruzar la frontera de un lado al otro. En cuarto, muchos mexicanos nacidos en Estados Unidos viven en México y cruzan diariamente a trabajar. Finalmente ninguna otra minoría ha sufrido deportaciones masivas alternadas con periodos de incentivos para que migren. Aun cuando la migración mexicana a Estados Unidos nunca se había suspendido, a principios del siglo se incremento La mala situación económica y la represión gubernamental se habían recrudecido, por lo que miles de mexicanos emigraron buscando una vida mejor. Los lugares principales para cruzar la frontera frieron, a principios de siglo: El Paso, Eagle Pass y Laredo, en Texas. Los inmigrantes llegaban sobre todo de cuatro estados norteños: Coahuila, Sonora, Chihuahua y Nuevo León, aunque otros estados como Zacatecas, Aguascalientes, Guanajuato, Jalisco y Michoacán también enviaban un buen número de personas. Aun cuando seguían emigrando para trabajar en los ferrocarriles y en las minas, los trabajos agrícolas siguieron siendo primordiales. El factor “gancho” se dio con la Ley de Irrigación de 1901 para el suroeste. Como la agricultura de riego tiene una alta demanda de mano de obra, los “enganchadores” de trabajadores pasaron nuevamente al lado mexicano. La necesidad de mano de obra con el arribo, de los cultivos industrializados ya que se necesitaba mucha gente para procesarlos, empacarlos y transportarlos. En cuanto al algodón, la Tarifa Dingley (1897) y la Ley de Irrigación de 1902 extendieron su cultivo desde Texas hasta California. Eso creó una enorme necesidad de trabajadores que, impelidos por las pobres condiciones económicas del fin de siglo mexicano, pasaron en masa al norte del río Bravo. En 1899 los campos de remolacha que abarcaban 54 000 hectáreas, para 1906 aumentaron a 150 400 y por consiguiente demandaban un aumento de trabajadores agrícolas mexicanos. Sin embargo todos ellos recibían salarios muy bajos aun cuando el precio de esta remolacha azucarera iba en continuo aumento. Entre 1909 y 1927, por ejemplo, el precio aumentó en un 60% mientras que el salario de los mexicanos subió tan sólo un 22 por ciento. La cosecha de nueces era una industria millonaria que empleaba a cientos de mexicanos Familias enteras migraban a los campos para recolectarlas La industria del limón era especialmente atractiva porque daba empleo permanente.

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El censo norteamericano de 1910 registré 162 959 personas nacidas en México y 382 000 descendientes de mexicanos. El 61% radicaba en Texas, el 13.4% en Arizona, un 12% en California y un 7% en Nuevo México y Colorado.51 Fue precisamente en ese año que dio inicio otro movimiento migratorio mexicano causado por los rigores de la evolución en México. Entre ellos se encontraban, por primera vez, un número de personas de clase media y alta que pensaba regresar a México después del conflicto, Los registros de migración en las ciudades fronterizas norteamericanas dieron una cifra de 173 663 mexicanos que habían cruzado la frontera impelidos por el hambre y la guerra. Se nos dice que la situación caótica en México coincidió con una etapa de bonanza en el suroeste norteamericano, por lo que había tina gran demanda de mano de obra. l número de emigrantes indocumentados fue considerable y el historiador chicano Oscar Martínez escribe que el censo registré un aumento de 264 503 personas incidas en México entre los años de 1910 a 1920 y que aproximadamente ‘10 000 emigraron sin papeles. Durante toda esa década continué el éxodo de mexicanos hacia Estados Unidos aun cuando el gobierno mexicano envió órdenes a sus cónsules para que los emigrados que lo desearan, pudieran regresar con sus propiedades sin pagar impuestos. Muchos se quedaron para siempre, por ejemplo, en El Paso durante 1970 la población encuestada reveló que sus antepasados habían llegado a la ciudad durante el éxodo de la época revolucionaria. Las consecuencias fueron graves. Fue tan grande el número de los que huían del hambre y la guerra que los agentes de inmigración llegaron a bañar a cada mexicano que pasaba la frontera con una mezcla de vinagre y gasolina. Peor aún, la desestabilización económica y social que causó su llegada al suroeste intensificó el prejuicio angloamericano y logró el cisma final entre mexicanos y chicanos. Al ser físicamente iguales estos últimos, sufrían el mismo estigma que los recién llegados. Como medida de defensa empezaron a alejarse de ellos y hasta a negar su ascendencia para escapar al prejuicio anglo y sus efectos económicos. Dos barrios diferentes empezaron a formarse con diferencias de lenguaje, costumbres y ceremonias religiosas. Ambos sin embargo tenían gran hostilidad y resentimiento hacia el angloamericano.

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Durante 1916 y principios de 1917 miles de mexicanosemigraron a Estados Unidos aun cuando en ese país se había pasado una ley que cobraba ocho dólares por cada inmigrante y exigía el saber leer. La ley había sido diseñada para evitar la entrada de inmigrantes de la zona del Mediterráneo. Sin embargo, también tuvo efecto en la inmigración mexicana ya que miles eran analfabetas, pero era tal la necesidad de mano de obra, sobre todo agrícola, que los granjeros del suroeste violaban la ley mediante mil subterfugios. Nada amedrentaba a los mexicanos hasta que en 19-17 Estados Unidos entró a la primera guerra. Asustados ante la posibilidad de ser enviados al campo de batalla, miles de hombres regresaron a la patria. No tenían por qué pelear guerras norteamericanas. Un empleado de la Secretaría de Gobernación en Ciudad Juárez les brindaba ayuda burocrática, y la Secretaría de Agricultura les ofrecía exención de impuestos y ayuda futura. Sin embargo, la economía fronteriza del vecino país volvió a cambiar la situación. Conforme sus jóvenes abandonaban la región para irse al ejército, los agricultores, los comerciantes y las compañías ferrocarrileras pedían desesperadamente la ayuda de su gobierno Consiguieron que se suspendieran las pruebas de lectura y escritura, y además que se les eximiera del impuesto de ocho dólares por cabeza durante todo el conflicto. Ante las súplicas del suroeste el gobierno norteamericano anunció la reapertura de la frontera a todos los mexicanos. Sólo se conoce el número de aquellos que se registraron al pasar la frontera y que fue de 72 000. Se desconoce el número de los que no lo hicieron. Durante la primera guerra mundial el público del suroeste acusé a los mexicanos de ser proalemanes y los convirtió en el ‘‘chivo expiatorio” de los males económicos y sociales. Rodolfo Acuña cita a un corresponsal norteamericano que escribió: El asesinato de mexicanos [...] en la frontera en estos últimos cuatro años es algo increíble [...] Algunos de los rangers se han convertido en criminales. No hay castigo para el que mata, no hay jurado en la frontera que acuse a un hombre blanco por matar a un mexicano. Varios grupos se organizaron para protegerse entre ellos: la Agrupación Protectora Mexicana, numerosas compañías mutualistas, la Unión de Jornaleros, etcétera. El censo de 1920 dio a conocer que 651 596 mexicanos y sus familias vivían en Estados Unidos.55 Fue durante esa década que empezaron a

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llegar al llamado medio oeste: Chicago, badiana, Ohio, a trabajar tanto en el campo como en las ciudades. Terminada la guerra el gobierno norteamericano dispuso la vuelta hacia medidas restrictivas causando así —en 1919—la primera gran repatriación de mexicanos. Los soldados que regresaban de la guerra europea necesitaban su empleo. De nuevo se dieron brotes antimexicanos en varias ciudades del suroeste. Sin embargo —y a pesar de la repatriación de miles de mexicanos— otros se aprestaron a cruzar la frontera. La contradicción se explica al saber que la mayoría de los rancheros norteamericanos preferían tener como trabajadores a los mexicanos que a sus compatriotas ya que los primeros aceptaban salarios más bajos y horarios de trabajo más largos.59 A pesar de las prohibiciones y las presiones enviaron cientos de enganchadores o reclutadores a la frontera mexicana. En 1919 se registraron 28 884 inmigrantes y 17 793 repatriados, lo que da un total de 11 091 mexicanos que lograron quedarse en Estados Unidos. La cifra aumentó en 1920 cuando de 51 042 regresaron 6 412. En 1921 fueron 29 603 y regresaron a 5 519.60 Esas fueron las cifras registradas por la Oficina de Inmigración, las de indocumentados no se saben. En 1924 la Ley de Cuotas logró abatir la inmigración europea y prohibió la asiática pero no legisló acerca de la mexicana. La agricultura del Valle Imperial en California estaba en plena expansión y los peones mexicanos eran de necesidad vital. Los dueños de granjas y ranchos en el suroeste, de Texas a California, sabían que los norteamericanos no aceptarían ni los sueldos ni las horas de trabajo de los mexicanos. Es más, ni siquiera querían sus empleos. en la cosecha; -además los rancheros declaraban que los mexicanos eran una población “en tránsito” que no deseaba ser estadounidense. No obstante la falta de legislación en contra de la inmigración mexicana sí se la restringió: sé empezó a privilegiar en 1924 la ley de 1917 que requería un examen de lectura y escritura Además en 1925 se creó la Patrulla Fronteriza que en siete años capturó a 100 000 ilegales. Así como de 1923 a 1929 entraron 62 000 mexicanos, en 1930 sólo se dieron visas a 40 000. Para junio de ese último año habían bajado a 11 801 los inmigrantes anuales.62 De acuerdo con los estudiosos, hubo 498 945 inmigrantes que cruzaron la frontera entre 1920 y 1929. Sabemos que la emigración preocupaba a los gobernadores de Jalisco y Tamaulipas porque pidieron a la Secretaría de Gobernación frenarla de alguna manera. A pesar de la Patrulla Fronteriza miles de mexicanos continuaban pasando al otro lado ayudados por “coyotes” que a su vez los entregaban a los empresarios agrícolas, ferrocarrileros o mineros por sumas irrisorias. Para 1925 Los Ángeles tenía ya el mayor número de mexicanos después de la ciudad de México. La mayoría de ellos eran trabajadores pobres y segregados en barrios exclusivos para mexicanos. Su integración social y racial a la sociedad norteamericana fue siempre muy lenta. La discriminación los mantuvo congregados no sólo en cuanto a vivienda, sino en cuanto a escuelas e iglesias. Su amplio número causaba problemas económicos y sociales, por lo que eran acusados por los norteamericanos de “causar la desintegración de sus valores. La oposición a los mexicanos creció durante toda la década en parte porque su número aumentó dado que las compañías norteamericanas comenzaron a importarlos como rompehuelgas en fábricas y campos agrícolas. Se empezó a hablar de establecer un sistema de cuotas también para los mexicanos y se volvieron a repetir los viejos prejuicios. Sin embargo, fue el tema del panamericanismo lo que cerró la discusión y, como dice Rodolfo Acuña, “muchos senadores respaldaron el argumento del panamericanismo como vehículo para establecer el dominio político y económico de Estados Unidos”. Dado que la ley de inmigración de 1924 había casi acabado con la fuerza laboral barata, los ranchos del suroeste tenían que depender de Ia mexicana. Se discutió mucho si se les asignaba una cuota cuando tuvo lugar la Depresión. La Gran Depresión. Durante el periodo conocido como la Gran depresión, que en realidad cubrió toda la década de los años treinta, la inmigración mexicana disminuyo hasta números insignificantes Amedrentados por la repatriación masiva de sus connacionales, los mexicanos se quedaron en casa. El censo de 1930 reportó una población de 1 422 533 mexicanos que incluían chicanos repartidos en todo el suroeste pero con un número mayor en Texas. Para finales de 1937 el Servicio Migratorio Mexicano informó que se había repatriado a casi 500 000 mexicanos. Conforme la década avanzaba era menor el número de repatriados. El movimiento en su contra fue muy duro y cruel al principio de la década, después fue perdiendo intensidad aunque no crueldad. Según las cifras proporcionadas por los cónsules mexicanos aparece que el 70% estaba empleado en trabajos agrícolas, el 15% eran números y el 5% eran comerciantes, profesionistas e

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industriales.67 Oscar Martínez indica que el dinero llevado por los mexicanos ricos que se exilaron durante la revolución revitalizó la economía de las ciudades fronterizas norteamericanas. De interés para nuestro tema, sin embargo, es que la inmigración mexicana a Estados Unidos, ante tanta presión, bajó en número aunque no desapareció. Otro punto interesante es que de los 320 000 mexicanos mayores de 21 años que vivían en Estados Unidos en 1930, sólo un 5.5% se había naturalizado norteamericano. Su “sueño americano’’ consistía en tener el suficiente dinero para regresar a su niobio en México y montar un pequeño negocio. El convenio bracero. Ante la enorme necesidad de mano de obra que el país vecino registró durante la segunda guerra mundial, su gobierno entro en negociaciones con el gobierno mexicano para el envio de trabajadores. Dado que en ese momento las relaciones diplomáticas eran excelentes, quizá las mejores de toda la historia, el gobierno mexicano accedió. En julio de 1942 se inició el convenio, que con enmiendas y extensiones, duraría hasta 1964. El presidente Franklin Delano Roosevelt describió el convenio como “un elocuente testimonio del importante papel que México juega en la batalla para la producción de alimentos, de la que depende el inevitable éxito de nuestro programa militar”. El gobierno mexicano reglamentó la salida de sus connacionales, el salario que recibirían y las condiciones en que vivían con el propósito de evitar abusos como los que habían tenido lugar en la década de los años veinte Sin embargo, estos no se hicieron esperar, el numero de aquellos que querían salir a trabajar a Estados Unidos era tan grande que excedió la cantidad requerida. Eso abrió la puerta a las contrataciones privadas, sobre todo en Arizona y Texas, totalmente contrarias al convenio. En el año de 1949 fueron arrestados y deportados 214 543 indocumentados. Como ya se dijo, el censo de 1930 había mostrado que 1 442 553 de mexicanos o descendientes de mexicanos (chicanos) vivían en Estados Unidos. En 1945 la cifra aumentó a 2 500 000. Entre 375 000 y 500 000 chicanos sirvieron en el ejército norteamericano y ganaron muchas medallas por su valor. Sin embargo, la sociedad norteamericana seguía sin aceptarlos, en muchos lugares del suroeste se los clasificaba y segregaba con los negros. Como resultado de algunos incidentes entre los adolescentes chicanos y mexicanos la prensa de California los estereotipó como crueles y asesinos. Al internar el gobierno de California a los japoneses y japoneses-americanos durante la segunda guerra —acusándolos de fechoría y media— fueron los mexicanos los que se convirtieron en “chivos expiatorios”. Mexicanos y mexicano-americanos sufrieron racismo y arbitrariedades. Sin embargo, los necesitaban para las labores duras rurales y urbanas. Pidieron, como ya vimos, que se les mandaran braceros. Y la relación “amor-odio” continuó... El gobierno mexicano se negó a mandarlos a Texas conociendo su racismo y crueldad.

A pesar de la falta de interés del mexicano en la escolarización de sus hijos, había logrado, varios triunfos: tenía un periódico ,e buen nivel cultural titulado La Opinión. Había conseguido entrar a HoIlywood con actores de gran reconocimiento como Ramón Novarro, Dolores del Río, Gilbert Roland, etc. Su música había sido aceptada como parte del suroeste, y en la asociación creada por miembros de su clase media llamada LUI.AC, su lista de empresarios era formidable. De entonces a ahora la lista de los profesionistas que se quedan a trabajar en Estados Unidos, atraídos por sueldos y asimismo becas, es también larga. Los años de la posguerra. En la década de los años cincuenta, los mexicanos seguían llegando como inmigrantes a Estados Unidos. Las estadísticas de la Patrulla Fronteriza informan que 480 000 mexicanos fueron arrestados por cruzar la frontera sin papeles. En 1954 fueron 1 108 900.71 La sobreabundancia de mano de obra sólo consiguió el abaratarla y explotarla. Dado que los gobiernos no se ponían de acuerdo para prolongar el Acuerdo de Braceros, los Departamentos de Trabajo, de Justicia y de Estado notificaron al gobierno mexicano que abrirían la frontera para reclutar trabajadores mexicanos dado que la guerra que llevaban a cabo en Corea los había dejado sin mano de obra. Así lo hicieron. El 23 de enero de 1953 contrataron indocumentados en Calexico, San Diego y San Isidro, los legalizaron y los enviaron a lugares de trabajo. Como el gobierno mexicano había enviado patrullas especiales para que su gente no emigrara, hubo numerosos incidentes sangrientos Como dijo uno de los diputados norteamericanos “los mexicanos necesitan dólares y nosotros necesitamos su trabajo”. Sin embargo, al término de la guerra de Corea volvieron a estorbar los trabajadores mexicanos y empezaron a deportarlos. En cinco años fueron deportados 3 800 000 mexicanos.

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Fue la llamada Operación Espalda Mojada y durante ella toda persona de tez morena en el sureste debía llevar consigo sus documentos por temor de ser deportada. Mientras tanto, estaban ocupados en pelear su integración en las escuelas del suroeste. Siguieron después las piscinas públicas, los jurados, etc. Sobre todo peleaban la igualdad en la

administración de justicia y el disfrute de derechos íntegros como ciudadanos norteamericanos. En 1960 los mexicanos norteamericanos eran casi 4 000 000, la mayoría vivían en California y Texas y estaban concentrados en las grandes ciudades. El 85% de ellos había nacido en Estados Unidos. En cuanto a los inmigrantes, la opinión pública en el suroeste pidió el cese de trabajadores mexicanos. El gobierno respondió poniendo un alto al programa de braceros en 1964 y un año después el Congreso puso un límite de 120 000 inmigrantes anuales del continente americano y sólo 40 000 de una nación. Solamente 32 967 mexicanos entraron al país en 1964. Al año siguiente aumentaron a 37 969 y a 45 163 en 1966. Los 5 163 inmigrantes fueron según la ley personas consideradas fuera de la cuota por ser familiares de ciudadanos norteamericanos. La proporción de aquellos que llevaban a su familia también se incrementó. La tasa de aumento de los chicanos entre 1950 y 1960 fue de 4.1% contra el 3.1% de los angloamericanos. No era un grupo numeroso pero su concentración en el suroeste hizo que fueran el 12% de los 29 millones que ahí vivían en cinco estados. Alrededor del 35% de las familias estaba colocado abajo de la llamada “línea de la pobreza’’. La mayoría vivía en los estados de Texas y California, y en el área de Los Ángeles había 629 000 chicanos. Sin embargo, no todos estaban en el suroeste, había pequeñas comunidades en Kansas, Michigan, Illinois (especialmente en Chicago) y en otras ciudades. Lo que impresionaba a los observadores era el ritmo al que crecían y en el que la inmigración tenía sólo una pequeña parte. En la década de los sesenta, la década del descubrimiento de “la pobreza” en Estados Unidos, los chicanos tuvieron la oportunidad de obtener beneficios. Como una de sus características en el bajo nivel educativo e su gente (primaria —por supuesto con excepciones—,.. les costó trabajo ser reconocidos dentro de la demanda de derechos civiles. Los sesenta fue la década de los negros pero se abrió la puerta a las otras minorías: los chicanos se organizaron en varias de sus ciudades y demandaron sus derechos. La frase ‘‘el café es un bello color” se convirtió en su slogan y empezaron a presionar a las universidades para obtener más admisiones y programas de estudios chicanos. Esa fue la década de César Chávez, líder carismático de los

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recolectores de uvas en Delano, California. A través de numerosos boicots y manifestaciones logró organizar el movimiento agrícola chicano y mexicano, dado que sus filas continuamente recibían nuevos inmigrantes. A finales de los sesenta surgieron nuevos líderes: Reyes López Tijerina en Nuevo México y Cory González en Texas. Ambos continuaron la lucha para mejorar la condición de vida de los mexicanos y chicanos en Estados Unidos. Para 1967 un número mayor de ellos ingresó a las universidades. Ese año organizaron la Asociación de Estudiantes Mexicano-Americanos. También se formó ese año la de Estudiantes Unidos Mexicoamericanos; Luis Valdez con su compañía llamada ‘‘Teatro Campesino’‘ayudó a concientizar el mundo chicano. Para tal efecto, se compusieron corridos y dramas de un solo acto, se escribieron artículos y poemas, se pintaron murales, se organizaron comunidades, manifestaciones, etc. Fue en el año de 1967 que adoptaron el nombre de ‘‘chicanos’‘La década de los años setenta. Según las estadísticas del censo de 1971, más de 5000 000 de personas mexicanas o de origen mexicano vivían en Estados Unidos. Sin embargo, el hecho de que la mayoría continuara viviendo en el suroeste, la hacía invisible ante el resto de La inestabilidad social y el alto índice de desempleados en el México la nación de los años setenta tuvo como resultado el movimiento migratorio Estados Unidos más fuerte que nunca. La ley de migración de 1965 seguía vigente por lo que, teniendo en cuenta las exenciones causadas por parentesco con ciudadanos norteamericanos, el número de personas aceptadas osciló entre 44 mil “y feria” en 1970 y 1977 y 71 586 en 1974. En total, de 1970 a 1978 se recibieron a 464 386 mexicanos. Sin embargo, las cifras de ilegales arrestados y deportados son impresionantes De 1970 a 1978, se expulsó aproximadamente a 5711 394 mexicanos que querían entrar a Estados Unidos.78 No se sabe si para quedarse o para trabajar una temporada. En los diez años fiscales que siguieron a la Ley de Inmigración de 1965 entraron 538 624 inmigrantesMexicanos legales mientras que de 1955 a l965 habían llegado 419 760.

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En 1972, Peter Rodino, diputado demócrata por Nueva Jersey presentó una iniciativa de ley para conseguir una disminución de la inmigración indocumentada. Fue hasta enero de 1977 que el diputado demócrata por Pensilvania, Joshua Elberg introdujo una iniciativa que incorporó las cláusulas propuestas por Rodino: anmistía para los trabajadores indocumentados que hubieran residido 5 años en Estados Unidos y que no hubieran sido una carga úi80 Propuso también sanciones para los patrones que contrataran a un ilegal sabiendo que lo era. Los chicanos se opusieron a esa medida, sobre todo porque ellos tendrían que llevar sus papeles en todo momento para probar su ciudadanía. De 1977 en adelante, se desarrolla una encarnizada discusión tanto en el Congreso como en los medios de comunicación para conseguir que la inmigración mexicana cesara. Dados los fuertes intereses de los rancheros y comerciantes norteamericanos de la frontera esa ley tardó en pasar hasta 1986. Se tituló Ley para la Reforma y Control de la Inmigración (The Inmigration Reform & Control Act). Fue la revisión más profunda de la ley de 1965. Aun cuando en 1988 hubo menos arrestos de indocumentados, un año después había empeorado la situación. Probó ser verdadera la aseveración de que mientras los mexicanos necesitaran dólares y los norteamericanos trabajadores, aquéllos continuarían pasando. La emigración mexicana a Estados Unidos continuará mientras la situación económica de México siga siendo difícil y altas las tasas de

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desempleados. En periodos de recesión bajará, lo mismo que seguirá alternándose el factor “gancho” con el factor “rechazo”. Para finalizar es necesario enfatizar que la inmigración mexicana reciente consta cada vez más de personas preparadas, profesionistas, científicos, empresarios, académicos, artistas, técnicos... que atraídos por los altos salarios y la posibilidad de gran .desarrollo dentro de sus carreras se quedan a vivir en Estados. Unidos, sobre todo en el suroeste en donde la cultura hispana tiene gran presencia y las relaciones entre los grupos preparados, anglos, chicanos y mexicanos son estables y armoniosas.

La inmigración puertorriqueñía a partir de la segun da guerra mundial

La inmigración puertorriqueña Estados Unidos ha sido un proceso propio del siglo XX Otra de sus características es que solo ha impactado de forma visible un lugar especifico la ciudad de Nueva York Ha sido únicamente durante los últimos años que los puertorriqueños han buscado establecerse fuera del ámbito de dicha metrópoli, dirigiéndose sobre todo al estado de Nueva Jersey como una segunda opción. Puerto Rico fue parte de las posesiones coloniales españolas que pasaron al control de Estados Unidos al finalizar la guerra hispano-americana en 1898. El dominio estadounidense de la isla afecté algunos aspectos como el reducir la alta lasa de mortalidad. Otros mantuvieron cierta continuidad, por ejemplo, la alta lasa de natalidad. Durante las siguientes décadas la administración estadounidense de Puerto Rico no logró resolver problemas tan graves como la pobreza y la desnutrición. La economía de la isla dependía básicamente del cultivo de la caña de azúcar, el cual se desplomó a causa de la crisis de 1929. El desarrollo de la industria fue poco o nulo. España había prestado poca atención a su colonia y la atención de Estados Unidos hacia su nueva posesión fue también mínima. De hecho, algunas políticas introducidas por el gobierno estadounidense sólo provocaron conflictos. En el caso de la educación, la indecisión gubernamental de si ésta debía impartirse en inglés o en español fue causa de problemas de continuidad y de incapacidad para resolver el grave problema del analfabetismo. Puerto Rico adolecía de dos graves limitantes aun cuando su contexto económico no difería mayormente del resto de países latinoamericanos en ese momento. Su cultura propia carecía de la complejidad y riqueza de otras naciones de habla hispana y su estructura familiar carecía de solidez. Eran comunes las uniones conyugales no legalizadas y aproximadamente la tercera parte de los nacimientos eran ilegítimos. La ruptura de estas uniones era frecuente, lo mismo que el concubinato. La Iglesia católica, que era una institución básica para el resto de Latinoamérica, no tuvo la misma fuerza en Puerto Rico. En 1955 había un sacerdote por cada 7 000 católicos en la isla. Las mujeres puertorriqueñas se enfrentaban a una sociedad controlada por el sector masculino. No gozaban de la misma libertad sexual y al contraer matrimonio a muy cortas edades pronto se veían responsables de la protección y subsistencia de sus hijos. La inmigración de puertorriqueños a Estados Unidos fue de índole esporádica hasta la segunda guerra mundial. Ello se debió en buena parte a la ausencia de transporte entre la isla y el continente. Para 1940 había 70 000 personas de origen puertorriqueño en Nueva York, concentradas en el este de Harlem y en Brooklyn. Durante la guerra se interrumpió la ruta marítima entre Puerto Pico y Estados Unidos por lo que virtualmente no hubo inmigración. Terminado el conflicto se registró una migración masiva de 11 000 puertorriqueños. La introducción de vuelos entre la isla y Nueva York -un año después, en 1945— fomenté mayor movilidad rumbo al continente. En ese mismo año se registró la entrada de 13 500 puertorriqueños a Nueva York. En 1945, de 40 000 más. El gran éxodo se había iniciado. En los años que siguieron, más puertorriqueños viajaron a Nueva York, y la inmensa mayoría se estableció ahí, rara vez abandonando los límites propios de la ciudad. Para 1950 se encontraban registrados 187 000 puertorriqueños. La inmigración alcanzó su punto máximo en los años de 1952 y 1953 cuando llegaron a Nueva York 58 500 puertorriqueños. Durante los años siguientes el flujo disminuyó considerablemente. Una constante fue que más de las dos terceras partes de los recién llegados permanecieron en dicha ciudad.

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El censo de 1960 informó que vivían en Estados Unidos 892 513 personas de origen puertorriqueño. El vertiginoso ascenso en su número se debió a tres circunstancias: el abaratamiento del pasaje aéreo entre la isla y el continente, la prosperidad de Estados Unidos en la posguerra y su posibilidad de mejores salarios que en Puerto Rico y, como tercera razón, el hecho de que los puertorriqueños fueron adquiriendo paulatinamente conciencia de su condición de ciudadanos de Estados Unidos. La gran mayoría de los puertorriqueños radicados en Nueva York, y aun aquellos establecidos en Nueva Jersey, tuvieron como principal ocupación la industria del vestido, ya fuera como costureras o ya como sastres. Su segunda opción laboral fue ocuparse en hoteles y restaurantes. La familia ¡he el centro de la vida de los inmigrantes puertorriqueños. No se propició la independencia de los jóvenes y los padres se mostraron reacios a la oportunidad de enviar a sus hijos a instituciones de educación superior que exigían el abandono del hogar. Aun en la educación preescolar cuando los puertorriqueños junto con los habitantes de los barrios negros se negaron a trasladar a sus niños a establecimientos lejanos, demandando en cambio mejoras dentro de su propio barrio. Este apego a su gente y entorno se reflejó en la costumbre puertorriqueña de comprar invariablemente dentro de su barrio todos aque1 los artículos que fueran necesarios. Esto muchas veces los obligó apagar altos precios en los almacenes de su localidad. La necesidad de una lucha común con otras minorías obligó a los puertorriqueños a adoptar una posición que les permitiera sobrevivir en la comunidad estadounidense. ‘‘El carácter fundamentalmente racista de la sociedad norteamericana cimenta y refuerza el prejuicio [...] no pueden escapar a los estereotipos arraigados.”83 De esta forma los puertorriqueños blancos se unieron a los negros en algunas causas afines, pero a la vez prefirieron seguir hablando español para no ser confundidos con negros o mulatos cuando lo oscuro de su piel lo pudiera propiciar. El intento de mantener vivo el vínculo con su origen también explicó las peticiones y demandas de los puertorriqueños por maestros que instruyeran a sus hijos en la historia de Puerto Rico. Sin embargo, hubo tres elementos que sabotearon sistemáticamente la educación a la que los puertorriqueños tuvieron acceso: la escasez de instalaciones, las barreras del lenguaje y un desinterés del profesorado, apremiado por grupos

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numerosos y sin tiempo para casos específicos. La religión fue uno de los mecanismos que brindó cohesión y unidad al sector puertorriqueño en Nueva York. Aunque algunos de los puertorriqueños adoptaron religiones protestantes la mayoría siguió siendo católica. De hecho, los puertorriqueños inmigrantes en Estados Unidos eran mucho más devotos y cuidadosos de sus deberes religiosos que sus contrapartes de la isla. Muchos miembros de la segunda generación se casaron por la Iglesia, aun cuando sus padres habían considerado innecesario refrendar sus votos mediante una ceremonia eclesiástica. La Iglesia funcioná además como una institución de consuelo y guía espiritual en una sociedad extraña y muchas veces hostil. Sin embargo, el catolicismo practicado por los puertorriqueños no fue un catolicismo puro. Los puertorriqueños recurrían en caso de necesidad a todos aquellos ritos que les pudieran brindar una solución a sus problemas. Los puertorriqueños rezan a la Virgen, a los santos cristianos por bienes materiales [. . .] pero prefieren las recetas y ensalmos de los mediums a las prescripciones médicas. Creen en los maleficios, en el mal de ojo y en los hechizos y para protegerse contra todos estos males lo mismo usan un amuleto mágico que la medalla de un santo. La vida de los puertorriqueños en Nueva York no ha sido fácil y probablemente aún los esperan largos años de lucha por una integración exitosa a la sociedad estadounidense. Su presencia ha impactado visiblemente la realidad neoyorquina. Existe, sin embargo, la necesidad de que se asuman como una comunidad forzosamente bilingüe. El dominio del inglés les dará un acceso más rápido y fácil a posiciones a las que ahora aspiran. Pero también deben conservar y promover el uso del español si desean proteger su bagaje cultural. El ser bilingües les dará también la oportunidad de una mejor educación y con ella una preparación que justifique su empleo en actividades más remuneradas que las que desempeñan actualmente. La religión también les brinda un recurso de unión hacia el interior de la comunidad puertorriqueña. El futuro de la comunidad puertorriqueña en Estados Unidos tiene más de reto que de promesa y sólo mediante un esfuerzo consciente y constante podrán los puertorriqueños destacar en la comunidad estadounidense al parejo de otros grupos minoritarios. Algunos puertorriqueños han ascendido ya tanto en la escala social como en la económica y su ejemplo habla de una realidad tangible para las generaciones nacidas en el continente y para las cuales la isla de puerto Rico es un recuerdo del ayer de sus abuelos pero no su presente o su futuro.

Los cubanos durante el régimen de Fidel Castro La inmigración cubana a Estados Unidos es de las más recientes. Una de sus características es que ha afectado a un lugar específico, la ciudad de Miami. Al ser un proceso muy reciente se desconoce aún la magnitud de su impacto en la polifacética sociedad estadounidense y lo exitoso de su adaptación. Las relaciones de Estados Unidos con la isla de Cuba tomaron importancia a partir de la guerra hispano-americana de 1898, al cabo de la cual España perdió sus últimas colonias a manos de Estados Unidos. Al término del conflicto, Cuba se convirtió oficialmente en un país independiente. Sin embargo, la inclusión de la enmienda Platt en su Constitución de 1902 daba al gobierno estadounidense el control de la situación política. Durante décadas la isla fue virtualmente un protectorado de Estados Unidos. La enmienda Platt fue derogada en 1 934 al establecerse una nueva Constitución. Durante el siglo XX, la isla sufrió numerosos levantamientos tanto en oposición a la presencia y control estadounidenses como contra los diferentes grupos políticos locales, y el traspaso de poder fue, de forma sistemática, resultado de la violencia. La guerra de guerrillas llevó al éxito el levantamiento izquierdista encabezado por Fidel Castro durante la década de 1950. En diciembre de 1958 el movimiento obligó al presidente Fulgencio Ratista a huir y Castro tomó el poder como jefe del ejército y más tarde como primer ministro. Se nombró presidente a Manuel Urrutia pero pronto fue sustituido por Osvaldo Dorticós Torrado. Las elecciones que supuestamente iban a tener lugar fueron pospuestas y Castro se convirtió en la figura clave del nuevo gobierno. Castro tenía como objetivo el establecimiento de un régimen de corte marxista y por ello procedió inmediatamente a la expropiación de 8 300 000 acres de tierra. Meses después declaró la nacionalización de las escuelas. Ante esto, el gobierno de Estados Unidos, encabezado por Dwight Eisenhower, que había seguido el proceso con enorme preocupación, procedió a suspender la

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importación de azúcar cubana. La relación entre ambos países se deterioró rápidamente y al saber en Estados Unidos la orden de Castro de que el personal de la embajada estadounidense se redujera a 11 miembros, Washington procedió a romper oficialmente las relaciones diplomáticas con la isla. El éxodo de cubanos con rumbo a Estados Unidos se inició al ser inminente el triunfo de Castro. Aquellos que huyeron al principio del conflicto lograron escapar con algún dinero y pertenencias. Los que escaparon después no fueron tan afortunados. Muchos de ellos perdieron la vida en el intento de huir o llegaron a su destino únicamente con lo que llevaban puesto. El gobierno estadounidense dio la bienvenida a los exiliados al considerarlos víctimas de un enemigo ideológico. Además Washington vio en ellos la posibilidad de acabar con el régimen castrista. Con ese propósito numerosos refugiados fueron entrenados en Guatemala bajo auspicios de la CIA para participar en un futuro ataque a la isla. De hecho, dicho ataque fue el frustrado desembarco en Bahfa de Cochinos durante el gobierno de Kennedy. Al continuar la llegada de cubanos a Estados Unidos se creó en julio de 1960 el Comité de Rescate del Caribe. Este organismo tenía como objetivo recibir y organizar a los refugiados a fin de acelerar su establecimiento y regularizar su vida lo más posible. Para el momento de toma de posesión de John F. Kennedy había ya radicados 100 000 cubanos en Estados Unidos y cada semana salían 3 000 de la isla. Durante la década de 1960 el éxodo continuó y a ello ayudé la apertura del puerto de Camarioca en octubre de 1965 Sin embargo, en 1973 el puerto fue cerrado y la emigración de la isla fue en muchos casos ilegal. Los refugiados que llegaban de Cuba a Estados Unidos procedían de diversos sectores de la población exceptuando el campo. Hubo políticos, profesionistas y académicos. Muchos se trasladaban a Estados Unidos pues ya tenían familiares radicados ahí y deseaban reunirse con ellos. En 1976 Castro se convirtió en presidente del Consejo de Estado y en noviembre de 1977 procedió a liberar a los prisioneros políticos, la mayoría de los cuales se dirigió a Estados Unidos. Dos años después, en 1979, se regularizaron los vuelos entre Estados Unidos y La Habana. Gracias a ello algunos cubanos pudieron abandonar la isla y muchos exiliados pudieron visitar a sus familiares radicados aún en la isla de Cuba. Entre 1960 y 1980 llegaron más de 650 000 cubanos anticastristas. En 1980 tuvo lugar un nuevo incidente en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. A finales de año un grupo de cubanos tomó la embajada de Perú y demandé la apertura del puerto del Mariel a fin de abandonar la isla. Diversos países, sobre todo los firmantes del Pacto Andino, se prepararon para ofrecer alojamiento a los nuevos refugiados. El presidente Jimmy Carter anuncié que Estados Unidos estaba dispuesto a recibir a 3 500 cubanos. Para entonces ya había al- rededor de 1 000 000 de cubanos radicados en Estados Unidos. La decisión del presidente Carter de aceptar a estos refugiados provocó polémicas pues entre los que llegaron a Estados Unidos había criminales y espías junto con prisioneros políticos. A Castro se le acusé de violar las reglas internacionales de emigración al permitir la salida de dichas personas rumbo a Estados Unidos, A principios de 1980 entraron aproximadamente 1 30 000 cubanos. La inmensa mayoría de los cubanos que llegaron a Estados Unidos se establecieron en la ciudad de Miami, capital del estado de Florida. La razón evidente fue la cercanía física de la península de Florida con su patria. Las siguientes oleadas de refugiados también encontraron atractivo Miami pues había ya un numeroso grupo de cubanos establecido ahí. La presencia cubana en Miami se tradujo en la aparición de una comunidad bilingüe y de fuerte influencia hispana. Los cubanos no han progresado en su nueva patria de forma homogénea. Algunos han ascendido vertiginosamente las escalas social y eco- nómica y se han integrado a la clase alta de la ciudad viviendo en lujosas residencias y gozando de amplios privilegios. Muchos más aún luchan por integrarse a su comunidad de adopción y asegurar trabajos estables que les permitan aspirar a un mejor futuro. La presencia de los cubanos en Florida se ha reflejado en la aparición del barrio conocido como “la pequeña Habana” en donde el español isleño de los cubanos se conserva y a partir del cual los cubanos demandan para sí atención y participación en la toma de decisiones de su nueva patria.

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La reciente inmigración asiática: los refugiados

La inmigración asiática a Estados Unidos durante el último medio siglo tuvo características muy peculiares. No estuvo formada como antaño por hombres jóvenes en busca de mejores horizontes sino de todo tipo de personas que se vieron obligadas a abandonar su hogar por una situación de emergencia. La segunda guerra mundial y sus consecuencias en el poblamiento de extensas zonas dieron lugar al concepto de refugiado, establecido en 1946 por las Naciones Unidas. Seis años después, en 1952, la ley McCarran-Walter acuñó el término “parole” o “admitido bajo palabra” para referirse a un individuo que era aceptado en un país determinado, como consecuencia de una crisis determinada sin que ello implicara residencia. Los movimientos de expansión comunista que tuvieron lugar en el sureste asiático en las últimas décadas provocaron grandes oleadas de refugiados que bajo un régimen de terror y temerosos por sus vidas se vieron forzados a abandonar su patria y a trasladarse a diferentes destinos sin otro objetivo que la inmediata supervivencia. Hubo cuatro grupos principales de refugiados: vietnamitas, laosianos, chinos radicados en el exterior de las fronteras de China y campucheanos. La participación estadounidense en el conflicto de Vietnam propició que muchos de ellos consideraran a Estados Unidos como su primer objetivo para emigrar. Otra razón fue el rechazo que sufrieron en países de escasos recursos como Malasia y Singapur que eran incapaces de absorber una inmigración repentina y abundante. Muchos organismos internacionales trataron de vincular los esfuerzos de las diferentes naciones ante el interminable éxodo de refugiados. En el caso de Estados Unidos también participaron activamente asociaciones nacionales como VOLAG, una agencia voluntaria encaminada al reacomodo de los refugiados, y MAA (Asociación de Asistencia Mutua). El reacomodo organizado por VOLAG requería de un responsable del refugiado en Estados Unidos como requisito previo a su admisión al país. Por su parte era una organización cuyo propósito era ayudar a los refugiados mediante el fortalecimiento de lazos étnicos y familiares. Financiaba a muchos inmigrantes en sus proyectos de iniciar negocios propios. Ambas asociaciones ponían especial énfasis en la necesidad de aprender el idioma inglés con la mayor rapidez posible. Los refugiados del este de Asia se enfrentaron a tres posibilidades en su nuevo entorno. La primera era arraigarse dentro de los de su lugar de origen y rechazar la nueva cultura que los rodeaba. Una segunda opción era tratar de asimilarse con la mayor prontitud al estilo de vida estadounidense para ser aceptado en su comunidad adoptiva, buscando olvidarse de su origen pues éste sólo le traía dolorosos re- cuerdos. La tercera era combinar rasgos de ambas culturas en un intente por preservar la antigua y acostumbrarse a la nueva.89 En muchos casos la tercera opción se convirtió en la estrategia más viable para la supervivencia y adaptación de los asiáticos a la sociedad estadounidense. Otra característica común de los refugiados era la aparición de una severa brecha generacional Los adultos sufrían lo indecible al ver el rechazo de las nuevas generaciones hacia sus costumbres ancestrales y su adopción de tradiciones ajenas a su cultura. El ‘‘sentimiento de culpa del sobreviviente’ también se presentó en todos los grupos asiáticos que llegaron a Estados Unidos en calidad de refugiados. Continuamente se preguntaban por qué ellos estaban vivos cuando sus familiares y conocidos habían muerto. Pesadillas relacionadas con la guerra y el genocidio eran frecuentes. En muchos casos estos traumas interfirieron en la adaptación de los refugiados en el santuario ofrecido por Estados Unidos. En estas ocasiones era necesario superar las experiencias vividas en su patria para después poder generar la capacidad de adaptación necesaria en un nuevo lugar. A pesar de las mencionadas características comunes, había importantes diferencias entre los cuatro grupos asiáticos llegados a Estados Unidos como refugiados. Dichas diferencias estuvieron vinculadas con su particular capacidad de adaptación a su patria adoptiva.

Vietnamitas Vietnam fue parte de la colonia francesa de Indochina de 1886 a 1954. La colonización francesa introdujo elementos europeos a la religión. La educación seguía los lineamientos del liceo francés. La vestimenta occidental fue aceptada por la población. La Iglesia católica no logró

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convertir más allá de una décima parte de la población cobrando no obstante importancia como institución que contribuyera a la cohesión social. Para mediados del siglo XX ya había una fuerte lucha por su independencia de la metrópoli. Ho Chin Minh formó el Vietminh, que organizó actividades de guerrilla. Al término de la segunda guerra mundial fueron reconocidos los derechos franceses en Indochina pero tras algunos años de enfrentamiento entre Francia y su colonia, la independencia de ésta fue reconocida mediante los acuerdos de Ginebra en 1954. Estos acuerdos dividieron Vietnam en norte y sur e inmediatamente hubo fricción entre ambas regiones. En 1964 Vietnam del Norte invadió Vietnam del Sur con el propósito de extender sobre él su régimen comunista. También hubo hostilidad hacia Estados Unidos como el ataque a destructores estadounidenses que patrullaban los mares circundantes. Estados Unidos apoyó a Vietnam del Sur, tanto con recursos como con tropas. La opinión pública pidió el fin de la participación armada y de 1968 a 1973 se produjo el retiro gradual de las tropas estadounidenses en la región. En 1973 tuvo lugar el acuerdo de París que puso fin a la participación militar estadounidense en Asia. En 1975 y tras la caída de Vietnam del Sur en poder de Vietnam del Norte se inició la salida de miles de vietnamitas. Muchos huyeron porque al haber cooperado con las fuerzas estadounidenses temían represarías por parte del gobierno comunista. Dichos fugitivos contaban por lo general con una educación superior y en la mayoría de los casos conocían, al menos superficialmente, el idioma inglés. Otros más temían al nuevo régimen y preferían abandonar su hogar a quedarse. La huida en masa fue un desastre para un gran número de vietnamitas. Se calcula que aproximadamente 60% de aquellos que escaparon por mar murieron. Los que huían por tierra debieron enfrentarse a tropas comunistas, hambre, desnutrición y enfermedad. Para finales de 1975 habían huido 130 000 vietnamitas. El establecimiento oficial de la República Socialista de Vietnam en 1978 provocó un nuevo éxodo de población y se calcula que en dicho año huyó un promedio de 12 000 vietnamitas al mes. En 1977 había en Estados Unidos 21 000 vietnamitas. Para el año siguiente la cifra aumentó a 106 500 y para 1979 eran ya 150 000 los que se habían refugiado en Estados Unidos.90 En Estados Unidos se crearon centros con el propósito específico de recibir a los refugiados y organizar su re- acomodo. Hubo desde entOnces centros en California, Pensilvania, Arkansas y Florida. Uno de los problemas iniciales de los vietnamitas en su adaptación a la sociedad estadounidense fue el brusco choque educacional. Estos provenían de una comunidad agrícola donde no se requería una especialización. La falta de preparación para labores sofisticadas hizo que tuvieran que conformarse con empleos mal pagados y de poca competencia. Aquellos que contaban con educación superior tuvieron que someterse a innumerables exámenes a fin de que se les reconociera como profesionales y les fuera permitido ejercer su profesión en Estados Unidos. Aun en empleos poco especializados los vietnamitas tu- vieron problemas. Un grupo instalado en Texas y dedicado a la pesca en el Golfo de México fue hostilizado por los demás pescadores. Hubo quejas sobre si los refugiados acataban el volumen de pesca establecido por la ley y por su acceso a recursos provenientes del presupuesto federal. Se produjeron incluso demandas para que los vietnamitas fueran internados en reservas ‘‘ en lo que comprendían y asimilaban la cultura estadounidense’‘ Algunos estadounidenses consideraban que era una obligación el ofrecer refugio a los fugitivos de guerra, pero otros se oponían argumentando que los vietnamitas sólo provocaban problemas y 5e aprovechaban de la bondad del gobierno. Tampoco ayudó a los viet1fltta el hecho de que muchos de sus jóvenes se unieran en pandillas dedicadas a perpetrar asaltos y robos. La educación ha sido el instrumento que ha permitido a los vietnamitas establecidos en Estados Unidos y a sus descendientes aspirar a una mejor posición en la escala social. Con ella han demostrado su capacidad en diferentes áreas, han incursionado en actividades científicas, comerciales e industria5 y en muchos casos han triunfado. Su inmigración es aún muy reciente y no hay todavía una segunda gene- ración que muestre los alcances de su adaptación. Su adhesión a la lejana patria y a sus tradiciones se enfrenta cotidianamente a la necesidad de vivir y compartir en una sociedad muy distinta. Será un enorme esfuerzo de voluntad preservar ese bagaje cultural para el gozo de futuras generaciones. Laosianos. Laos formó parte de la Indochina francesa de 1907 a 1954. La influencia de Francia en Laos fue menor que la que tuvo en Vietnam. Durante su

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control se continuaron numerosas tradiciones anteriores a la llegada de los europeos. En 1949 Francia otorgó a Laos un autogobierno limitado. Sin embargo, al año siguiente se formó el Pathet Laos (Nación Laos) para luchar por la independencia del país y con ese fin éste se vinculó rápidamente al Vietminh. En 1954 los acuerdos de Ginebra reconocieron a Laos como una entidad autónoma pero el país pronto se vio involucrado en el conflicto vietnamita. Tropas de Vietnam del Norte incursionaron en su territorio en forma de guerrilla con el propósito de extender sobre él la influencia del gobierno comunista. La caída de Vietnam del Sur y Camboya (o Campuchea) en poder de los comunistas, llevó a que miles de laosianos se dirigieran apresuradamente a Tailandia, tratando de evitar quedarse bajo el nuevo régimen. El establecimiento oficial de la República Popular Democrática de Laos dos años después, llevó a muchos otros a imitar esa decisión. Los laosianos escaparon como mejor pudieron, ya fuera por tierra o por mar. Se calcula que la décima parte de la población huyó. Algunos laosianos llegaron a Estados Unidos en condición de refugiados. A pesar de que en el momento de su admisión todos los refugiados provenientes de Laos eran registrados como laosianos, los vínculos de cada individuo con su tribu de origen se prolongaron en Estados Unidos. Hubo tanto elementos comunes como diferencias que distinguían a los dos grupos principales, hmong y mien. Compartían una tradición agrícola basada en la siembra de ron y quema, el cultivo del opio y semejantes principios religiosos. El bordado característico de sus ropas era también general para todos los laosianos. Sin embargo, los hmong se afirmaban como enemigos ancestrales de los chinos, mientras los míen presumían de su ascendencia china. Los hmong se organizaban en clanes y sus mujeres eran fácilmente identificables por sus turbantes negros y sus faldas con aplicaciones. Los hmong presentaron en Estados Unidos el extraño síndrome de muerte súbita. Esto es, algunos varones adultos sin ningún padecimiento aparente morían repentinamente. Las autopsias no brindaron ninguna pista sobre la razón de los decesos. La exposición a gases durante la guerra se ha descontado pues sólo los hombres han presentado el síndrome. Generalmente se le ha vinculado con el cambio tan radical en su forma de vida y con su incapacidad de adaptarse a una sociedad industrial. Una característica principal de ambos grupos fue su aceptación de los principios cristianos pero sin desechar sus creencias religiosas previas. De esta forma los preceptos cristianos convivían con las tradiciones animistas y las doctrinas budistas. Reprodujeron lo más cercanamente posible la dependencia de la comunidad de la figura del monje y del templo local. Un grave impedimento fue que para 1981 habían emigrado escasamente 20 monjes. Los laosianos refugiados en Estados Unidos destinaban parte de sus escasos recursos como donativo para la manutención del monje más cercano. El fin de ello era hacer “méritos’‘ con el líder espiritual y garantizar así la iluminación espiritual y un renacimiento feliz. También se destinaban recursos para la construcción de templos, lo que en muchos casos se convertía en una prioridad para la comunidad laosiana ansiosa de crear o re- crear elementos familiares en un nuevo entorno. Las mujeres laosianas sufrieron especialmente en el periodo poste- flor a su llegada a Estados Unidos. Como generalmente permanecían con sus familias, su aprendizaje del idioma y su relación con nuevas costumbres fue mucho más lenta que la de los hombres que salían a trabajar, o que la de los niños a quienes la escuela suavizaba el pro- ceso de integración. Muchos laosianos se establecieron en el sur de California. La diversidad cultural de la zona actuó como un imán para ellos. La existencia de otras minorías los hacía sentirse menos extraños, ya que no habían inmigrado en suficiente número como para impactar a la sociedad estadounidense. En 1978 el gobierno comunista estableció en Laos granjas colectivas y muchos agricultores que no habían huido antes lo hicieron entonces, temerosos de perder toda su propiedad y quedar sujetos a la nueva organización. Se calcula que durante la primera mitad de 1979 huyeron 5 000 laosianos al mes. Algunos de ellos se establecieron en Estados Unidos. El máximo impedimento para los laosianos en su adaptación a la nueva patria ha sido su falta de especialización. Ello les ha impedido competir por mejores trabajos y continúan desempeñando labores poco remuneradas y por las que no hay fuerte competencia. Las sociedades de ayuda creadas para agilizar la adaptación de refugiados asiáticos deberán crear lo más pronto posible mecanismos que pernil- tan a los laosianos aspirar a una mejor posición en la sociedad que los adoptó cuando requirieron refugio y esperanza.

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La “gente de los botes”. Por varios años muchos chinos se habían establecido fuera de las fronteras de China. A pesar de ello conservaron sus vínculos étnicos y nacionales, pues el gobierno chino establecía que cualquier hijo de chinos, sin importar su lugar de nacimiento, era ciudadano chino. Estos chinos del exterior se encontraron en di- cha posición principalmente por su desempeño como intermediarios comerciales. Su privilegiada posición de ciudadanos chinos comenzó a resquebrajarse con los cambios políticos que tuvieron lugar en el este de Asia. El gobierno comunista de Vietnam los comenzó a presionar para que adoptaran la ciudadanía viemamíta y en Campuchea les fue restringida la ocupación de cualquier puesto de seguridad pública. Sin embargo, lo que más afectó la posición de los chinos establecidos en el exterior fue el fin del mercado libre a manos de los regímenes comunistas. En la mayoría de los casos esta medida los dejó desempleados y sin medios de subsistencia en lugares en donde ya no eran bienvenidos. La invasión china de Vietnam del Norte en 1979 reforzó la campaña que los gobiernos comunistas emprendieron contra los chinos establecidos en sus territorios. Las presiones ejercidas por los nuevos regímenes, la falta de medios de subsistencia y el temor a represalias forzó a los chinos a buscar refugio en otros sitios. La inmensa mayoría de ellos huyó por mar por lo que se les identificó como “la gente de los botes”. Esta forma de huir fue la más lógica pero no la más exitosa. Más de la mitad de los fugitivos murieron en el mar. Algunos fueron atacados y asaltados por piratas. Otros naufragaron y muchos más fueron asesinados por vigías de aquellas naciones que ya no estaban dispuestas a ofrecer refugio a un individuo más. En otras ocasiones, los fugitivos eran apresados por piratas que exigían a sus familiares rescate a cambio de la vida de sus parientes. Los chinos que llegaron a Estados Unidos en esta inmigración contaron con ciertas ventajas. En primer lugar, una sólida comunidad chino-estadounidense que suavizó el proceso de adaptación. Además, generalmente provenían de puertos comerciales o centros urbanos. Esto les daba cierto conocimiento de la cultura occidental. En muchos casos su grado de preparación les fue de utilidad para obtener acomodo laboral.

A pesar de su vínculo con la comunidad chino-estadounidense, los nuevos inmigrantes cobraron pronto conciencia de que no podían de- pender indefinidamente de ella. Se organizaron para crear asociaciones de ayuda mutua, para la enseñanza del inglés y para financiar proyectos económicos. Su adaptación ha sido de las más exitosas entre los grupos asiáticos llegados a Estados Unidos en las últimas décadas.

Campucheanos. El avance del comunismo sobre Camboya, más adelante rebautizada como Campuchea, trajo para sus habitantes una pesadilla de sangre y muerte. Se ha calculado que de una población de 7 000 000 murieron de dos a cuatro ya fuera por genocidio, enfermedad o hambre. Durante 1976 y 1977 Camboya se transformó en Campuchea Democrática bajo el mando de Pol Pot. El nuevo gobierno organizó un programa de reubicación de la población urbana y de exterminio sistemático de todo aquel vinculado con Estados Unidos, En 1979 tropas vietnamitas ocuparon el país y derrocaron el gobierno del Pol Pot pero desataron una nueva ola de desorden y violencia que provocó un nuevo éxodo de la población. Aproximadamente 100 000 asiáticos provenientes de Campuchea se establecieron en Estados Unidos. Algunos provenían de un medio urbano pero la gran mayoría eran campesinos con un nivel muy bajo de educación. Su escaso número les ha impedido formar un grupo sólido en su nueva patria y a la fecha siguen luchando por obtener mejores oportunidades económicas. La vida en Estados Unidos le ha ofrecido oportunidades no existentes en su natal Campuchea, sobre todo para las mujeres que ahora pueden aspirar a un futuro distinto al de ser sólo amas de casa. La posibilidad de satisfacer dichas aspiraciones contribuye a un choque cultural del cual están conscientes los refugiados. En los años por venir, los inmigrantes procedentes de Campuchea deberán luchar por obtener un delicado equilibrio que les permita conservar su riqueza cultural como pueblo y aprovechar, al mismo tiempo, las oportunidades ofrecidas por su patria de adopción. En la década de los ochenta volvieron a llegar inmigrantes europeos, sobre todo los irlandeses. Ya para entonces las cuotas establecidas daban y dan preferencia a los más preparados, a los que pueden invertir en negocios y empresas y a aquellos cuyas especialidades son necesarias a Estados Unidos. En un reportaje de la revista Time (julio 8, 1985) se enfatiza que

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en esa década un buen porcentaje de gente con alto poder económico emigraba a Norteamérica. Diez años antes el lugar preferido había sido Inglaterra pero el terrorismo y los secuestros los habían obligado a buscar un lugar con mayor seguridad. Miles de millonarios asiáticos se han establecido en California, los latinoamericanos en Florida en donde también reside un buen número de franceses y un conglomerado de ricos extranjeros se han quedado en Nueva York y Washington. Así, un gran porcentaje solicita la ciudadanía.

La reacción norteamericana a la inmigración En la historia de Estados Unidos ha sido constante la aparición de grupos fanáticos, llamados nativistas, que buscan amedrentar a los inmigrantes para forzarlos a dejar el país; Desde tiempos coloniales los norteamericanos han alternado entre la hospitalidad y la xenofobia hacia los recién llegados. Dado que son básicamente una nación de inmigrantes su hostilidad es difícil de comprender. En 1751 Benjamín Franklin preguntaba: ¿Por qué hemos de permitir que los alemanes lleguen en masa a nuca- tras colonias, vivan juntos y establezcan su lengua y costumbres con la exclusión de las nuestras? ¿Por qué dejar que Pensilvania, fundada por ingleses, se convierta en una colonia de extranjeros, que pronto nos germanizarán en lugar de que los anglicanicemos? Con la llegada de grandes grupos de irlandeses en la década de 1820 los norteamericanos protestantes se alarmaron y empezaron el movimiento llamado no catolicismo, que se desarrolló aún más en la década de 1 840 cuando llegaron miles de irlandeses huyendo de la hambruna causada por el colapso del cultivo de la papa en su país. Llegaron al país muchos clérigos protestantes con propaganda anticatólica y prejuicios en contra de los irlandeses, y la década terminó con violencia y quemazón de iglesias en la Filadelfia de 1844. Fue la llegada de miles de inmigrantes lo que causó el resurgimiento del sentimiento xenófobo llamado “nativista”. Antes de 1840 llegaban menos de 10 000 personas al año mientras que para 1842 llegaron 100 000 irlandeses y cinco años después 200 000. Al empezar la década de 1 850 la situación se agravó por la fundación de un partido político basado en una logia masónica. Aunque oficialmente se denominaba el partido americano, el populacho lo apodó el partido ‘‘que no sabe” (Know-nothing Parry) porque eso contestaban sus miembros cuando eran interrogados. Para 1855 ese partido logró controlar la política estatal de Nueva Inglaterra, Nueva York, Pensilvania y California. En otros estados como Virginia, Carolina del Norte y Georgia obtuvo muchos puestos locales. Su plata- forma política, publicada en agosto de 1855, hizo hincapié en el peligro en que se encontraba la libertad del país a causa de los inmigrantes. Ofrecía que si se lo elegía modificaría las leyes de naturalización prohibiéndole al inmigrante votar hasta que hablara inglés y conociera las leyes e instituciones del país lo que, aseveraba, requerían por lo menos 21 años de residencia en Estados Unidos. Otra de sus proposiciones era que se impidiera a los nacidos en el extranjero tener puestos políticos o diplomáticos importantes. Consideraban que el catolicismo era una religión extranjera. La violencia anticatólica fue en realidad contra los inmigrantes pues se les asociaba al desarrollo de la pobreza urbana, las fábricas, los ferrocarriles y la inflación monetaria. En 1854 habían llegado más de 400 000 irlandeses que los norteamericanos consideraban que nunca se asimilarían a su modo de vida. Los acusaban de corruptos, ignorantes y poco aptos para vivir en una democracia. El repudio a los inmigrantes continuó durante la década de los cincuenta. John P. Sanderson, diputado por Massachusetts, escribió ahondando sobre la necesidad de restringir la inmigración. Según sus estadísticas, el gasto público destinado al sostenimiento de los indigentes se había incrementado dado el aumento de los inmigrantes, y “así parece que, de 2 244 625 habitantes de Estados Unidos nacidos en el extranjero en ese tiempo, uno de cada 33, por lo menos, era un indigente mantenido a expensas del erario público [. . . ] Mientras que los nacidos en el país sólo uno de cada 300 constituía una carga pública.” Los números de Anderson pretendían comprobar que el crimen había aumentado al ritmo de la llegada de inmigrantes, lo mismo que el consumo de bebidas alcohólicas: “¿quiénes, entonces, son aquellos que generalmente se encargan de la venta de bebidas alcohólicas y contribuyen con ello al aumento del crimen? Una gran mayoría son extranjeros’‘. A ellos los acusaba además, de violar las leyes, usurpar los derechos norteamericanos, hacer fraudes con los

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requisitos de naturalización. Terminó su artículo pidiendo se extendiera el periodo de prueba para permitir a un extranjero naturalizarse’ El que los extranjeros inmigrantes aceptaran alistarse en el ejército, tanto del norte como del sur, durante la guerra civil (1861-1865) suavizó un poco la postura de los xenófobos. Alemanes, escandinavos e irlandeses fueron aceptados, y para la década de 1880 se convirtieron en estimados “viejos inmigrantes”. La llegada de millones de ‘‘nuevos inmigrantes’‘, o sea, europeos mediterráneos, eslavos y rusos, volvió a poner la inmigración en la palestra y la xenofobia resurgi4. Los irlandeses habían probado ser asimilables pero los recién llegados, judíos alemanes, rusos, checoslovacos, italianos y polacos, fueron considerados una carga por los angloamericanos- Los acusaron de todo lo que habían dicho en contra de los irlandeses pero agregaron que habían introducido al país ideas radicales. Como la mayoría de ellos eran obreros se convirtieron en el ‘‘chivo expiatorio’‘de las huelgas y motines ocasionados por la depresión de 1883. El incidente de Haymarket Square en Chicago hizo temblar al país y se le identificó como obra de inmigrantes. Todo lo malo de la década se les achacó: la corrupción municipal, la suciedad y las enfermedades de las grandes ciudades. Se les acusó de ser criminales, inmorales, socialistas y corruptos. En la década siguiente el nativismo se convirtió en histeria. La segunda depresión en diez años resultó en continuos enfrentamientos entre trabajadores y capitalistas. Los granjeros también se volvieron radicales en su cruzada ‘‘populista’‘. En esas circunstancias el miedo al extranjero aumentó, se convirtió en odio y se demostró con violencia. Se hicieron campañas en todo el país para “americanizar” a los recién llegados y se formaron organizaciones ‘‘en defensa del país”, como la American Protective Association. En 1897 grupos de ‘‘vigilantes’‘mataron a 21 huelguistas de origen polaco y húngaro. En el sur se linchó a varios italianos y en el norte se apedreó a los judíos. ’ Mientras tanto, la vieja “aristocracia” wasp102 gritaba en contra de los inmigrantes acusándolos de adulterar la pureza racial del país. Conscientes de que los nuevos inmigrantes eran en su mayoría analfabetos, pidieron una prueba de lectura para dejarlos entrar. No falta- ron senadores que los ayudaron pero el presidente Grover Cleveland no aceptó el examen. El retomo de la prosperidad en 1897 y la guerra contra España hizo desaparecer la xenofobia por unos Ya en el siglo XX la prosperidad, las reformas progresistas y la primera guerra mundial pusieron al nativismo en el archivo hasta principios de la década de 1920 cuando se probó que 5 000 000 de angloamericanos estaban afiliados al Ku Klux Klan. °‘Había vuelto a renacer en 1915 para “defender” al país de los nuevos inmigrantes. Fue en ese año que la xenofobia llegó a su clímax. Se empezó a legislar en contra de los extranjeros prohibiéndoles ser médicos, arquitectos y hasta choferes. Se declaró que el país ya no podía absorber más inmigrantes. Se formaron grupos como el de la American Legion que condenaba la inmigración como la causa del radicalismo en el país. El sindicato más grande, el AF1 pidió la restricción de la inmigración. Además apareció un nuevo elemento: se empezó a acusar a la inmigración del centro y el este de Europa de tener características raciales inferiores. Los angloamericanos sólo querían inmigración del norte de Europa, lo que se llevó a cabo con las leyes de 1921 y 1924. Como dijo el presidente Coolidge, ‘‘había que mantener a América, americana”. La curva del nativismo volvió a subir en 1954 con la famosa Operación Wetback que regresó a México a personas que llevaban años o habían nacido en Estados Unidos, y bajó de nuevo en los sesenta porque se legisló para aceptar inmigrantes de todas partes del mundo aunque sujetos a cuotas.

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Organizaciones como el Ku Klan cometieron asesinatos en protesta por la “perdidad de los valores americanos”

Desde 1965 el número de mexicanos que entraba ilegalmente a Estados Unidos era de 110 000 aproximadamente. Diez años después se estimó que había de uno a 4 millones de ilegales. A fines de la década de los setenta se creía que entraba 1 000 000 anual.’°5 Resurgió la paranoia: los mexicanos acabarían con los valores culturales norteamericanos. Empezó la ola nativista, a veces más fuerte y otras débiles y no ha desaparecido. Una docena de organizaciones se han formado para asustar inmigrantes. En el sur, el antiguo Ku Klux Klan ataca, verbal y físicamente a hispanos, negros, judíos y asiáticos. En los estados centrales del norte se fundó el Movimiento de la Iglesia de la Identidad Cristiana que declara que Jesucristo fue blanco, que la Biblia justifica el uso de la violencia y que los arios blancos son el pueblo escogido, no los judíos. Esta “Iglesia” celebra, mediante un gran festival, el cumpleaños de Adolfo Hitler. Su base se encuentra en Hayden Lake, Idaho. Ahí mismo existe también un grupo paramilitar llamado Naciones Arias que se dedica a establecer alianzas con otros organismos que proclaman la supremacía blanca. Otro grupo fundado con los mismos fines es el de la Resistencia Aria Blanca, que trata de conseguir adeptos entre los trabajadores blancos y las asociaciones de estudiantes universitarios. La Liga de Mujeres Arias persigue la misma finalidad que los anteriores : la expulsión de inmigrantes de sus comunidades. Un grupo más violento y peligroso es el de los skinheads neonazis, que agrede a negros, hispanos, judíos y asiáticos. Tiene ritos similares al Ku Klux Klan, llevan la cabeza rapada y utilizan tatuajes para identificarse. De todos ellos el más violento es el llamado Partido Nazi Americano organizado en células armadas para la “revolución blanca”,’° También se puede mencionar a la Asociación para el Avance de la Gente Blanca, al Partido Populista, a la Sociedad John Birch, al Movimiento de la Iglesia de Identidad Cristiana, a los Posse Comitatus o Naciones Arias entre otras. Como se puede deducir, la temida “migra” no es la única amenaza. A unos cuantos pasos de la línea imaginaria que divide a México y Estados Unidos, existe una franja territorial, prácticamente despoblada, la cual se ha convertido en el centro de operaciones de pandillas criminales y de grupos racistas , que han cobrado un elevado número de muertes ya que la recesión económica que afecta a Esta- dos Unidos ha traído como resultado el cierre de muchas empresas, ajustes de personal y otros problemas que han deteriorado considerablemente el nivel de vida de millares de personas.

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Pero no son éstas las más graves consecuencias de la recesión ya que en la medida en que las condiciones económicas declinan, declina también la civilidad de la sociedad. Con ello se incrementa de manera alarmante el número de ataques racistas de cientos o miles de desempicados resentidos contra los inmigrantes en toda la Unión América la, a quienes ven como la razón de todos sus males. Miembros de las comunidades hispánicas, negra, judía y asiática han sido víctimas de agresiones recientes por parte de grupos racistas en Estados Unidos particularmente de los mencionados skinhead. San Diego no podía quedar al margen del resurgimiento racista. Ubicado en un punto neurálgico de los 3 000 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos, el condado de San Diego se ha con- vertido en el paso natural de indocumentados mexicanos que cada día cruzan ilegalmente la frontera para internarse en el corazón de Cali- fornida. Por esta razón, la frontera de San Diego ha sido escenario de violentas campañas racistas denominadas Light up the border o ‘‘iluminen la frontera’‘, promovida por Roger Headgecock, ex alcalde de San Diego, destituido del cargo por escándalo de corrupción. Pero sin duda alguna, la manifestación antirracial más peligrosa es el baño de sangre que perpetran en la región los cada día mayores grupos de odio.

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Sin embargo ha habido y hay una reacción positiva de los norteamericanos a la inmigración En una nación enorme todo cabe. De ahí su ambivalencia. Junto con grupos xenófobos vivieron y viven grupos profundamente humanitarios. Así como hubo y hay núcleos de inmigrantes que se resisten a asimilarse, también los hay de gente que rápidamente busca ser parte del mundo norteamericano . Mientras unos los rechazan hay otros que les dan la bienvenida. Prueba de ello es la enorme aceptación que tienen las comidas étnicas. La comida típica “americana” incluye salchichas con col (alemana), pizza y espagueti (italiana), pie de manzana (inglesa). En los supermercados norteamericanos se encuentran tortillas, pan griego, verduras chinas, etc. , junto a los muffins y bagets ingleses. Otra de las muestras de hospitalidad es la libertad que dieron y dan a las publicaciones étnicas. Se dice que Benjamín Franklin fue el primero en publicar un periódico extranjero en las entonces colonias inglesas de Norteamérica. El año fue 1732 y el periódico Zeitung editado para los alemanes de Pensilvania. En 1900 había ya 1 300 periódicos y revistas extranjeros publicados en Estados Unidos. La ciudad de Nueva York tenía diez periódicos en alemán, cinco en yiddish, dos en bohemio, uno en croata, otro en ruso y uno más en eslovaco. La larmante el número de ataques racistas de cientos o miles de desempicados resentidos contra los inmigrantes en toda la Unión America la, a quienes ven como la razón de todos sus males. Miembros de las comunidades hispánicas, negra, judía y asiática han sido víctimas de agresiones recientes por parte de grupos racistas en Estados Unidos particularmente de los mencionados skinhead.

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En San Diego no podía quedar al margen del resurgimiento racista. Ubicado en un punto neurálgico de los 3 000 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos, el condado de Tras de las muestras de hospitalidad es la libertad que dieron y dan a las publicaciones étnicas. Se dice que Benjamín Franklin fue el primero en publicar un periódico extranjero en las entonces colonias inglesas de Norteamérica. El año fue 1732 y el periódico Zeitung editado para los alemanes de Pensilvania. En 1900 había ya 1 300 periódicos y revistas extranjeros publicados en Estados Unidos. La ciudad de Nueva York tenía diez periódicos en alemán, cinco en yiddish, dos en bohemio, uno en croata, otro en ruso y uno más en eslovaco. En 1985 la revista Tune (julio 8, 1985) contaba ya con 300 publicaciones en idiomas extranjeros. n menor escala está el caso de las estaciones televisivas. La Red Hispana Internacional tiene doce estaciones grandes, doce pequeñas y le están afiliados 325 sistemas de cablevisión. El número de programas étnicos transmitidos a través de estas estaciones norteamericanas es impreciso pero muy elevado. Las comunidades chinas, japonesas y árabes tienen sus estaciones. Ejemplos de hospitalidad fue y es la ley de educación bilingüe de 1968. Su finalidad era la de ayudar a los niños inmigrantes a aprender inglés con rapidez mientras seguían instruyéndose en otras materias en su propio idioma. En 1 985 algunas encuestas informaron que la educación bilingüe se llevaba a cabo en 80 idiomas a través de todo el país. Un gran número de ciudades, pequeñas y gran- des, tienen anuncios en hospitales, autobuses, trenes, edificios de oficinas y oficinas gubernamentales en diferentes idiomas.

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Como nota final queremos referimos al gran número de sociedades de beneficencia voluntarias que se encargan de ayudar a los inmigrantes desde el momento en que llegan hasta el minuto en que deciden independizarse. Son ellas también las que se encargan de luchar legalmente contra los grupos nativistas de los que hemos habla- do, que rechazan a los inmigrantes.

MEDIDAS LEGALES PARA CONTROLAR LA INMIGRACIÓN

Desde la redacción de la Constitución el nuevo país demostró su necesidad de inmigrantes al no poner obstáculos a que ocuparan todos los puestos políticos, excepto el de presidente del país. Para ser electo senador sólo se necesitaba haber residido nueve años en Estados Unidos y siete para ser diputado. En. .1790 el Congreso federal declaró que cualquier persona blanca y libre que viviera en el país durante dos años podía ser ciudadano. Sin embargo, las guerras europeas dieron el pretexto paií4ue el Partido Federalista tratara de excluir inmigrantes que sabía serían de la oposición. En 1798 la Ley de Extranjeros elevó el requisito de residencia de dos a catorce años, El descontento fue tal que el gobierno de Thomas Jefferson se apresuró a remediarlo por medio de una ley que requería una residencia de cinco años. La ley de naturalización de 1802 fue el punto de partida para la política de inmigración. La ley dictaminó mi periodo de cinco años para que los inmigrantes se familiarizaran con la vida nacional, de- mostraran su intención de quedarse en el país y probaran su buena conducta. Se les pedía que juraran el observar la Constitución, y probaran que aceptaban sus principios. Aquellos con títulos de nobleza debían renunciar a ellos. “Estados Unidos fue el primer país en la historia moderna que decidió, como parte de su política, recibir inmigrantes. “ La administración del tránsito inmigrante residía en las autoridades de los grandes puertos tales como Nueva York, Boston y Filadelfia. En cada uno de ellos se empezaron a legislar maneras de prohibir la entrada a vagabundos y enfermos. Nueva York, a don- de llegaban dos terceras partes de los inmigrantes, puso el requisito de que los capitanes de barco debían entregar listas de pasajeros con nombre, lugar de origen, ocupación, edad y condición física de cada uno. Se exigía una fianza por todos aquellos que podían convertirse en casos de caridad. En 1837 como conclusión al celebrado caso del capitan Milne en contra de las reglas de inmigración del puerto de Nueva York, el Congreso federal declaró que cada estado tenía la capacidad de decidir qué tipo de inmigrantes deseaba. Sin embargo, la Suprema Corte declaró: Creemos qua compete a cada estado el proveer medidas de precaución con contra de la pestilencia moral de los miserables, vagabundos y posiblemente de los convictos, además de protegerse de la pestilencia física que puede ocasionar la importación de artículos infectados, o de las enfermedades que puede llevar la tripulación del barca Un cuando el gobierno federal respetó la autonomía estatal en cuanto a sus decisiones sobre la inmigración a cada estado, en 1855 dado el número de recién llegados, el Congreso pidió que se le dieran informes anuales. En 1864 estableció la Oficina de Inmigración aun- que tres años después pidió al Departamento del Tesoro que se ocupara de las estadísticas migratorias. El Partido Republicano tomó la iniciativa de aplicar una política que promoviera la inmigración con mayor eficacia. Unos años después, en 1875, la Suprema Corte reclamó el derecho federal a controlar la inmigración. Para esa fecha ya existían numerosos grupos de ciudadanos que pedían se legislara para poder controlarla. Entre ellos los sindicatos, que presionaron al gobierno federal con el fin de terminar con la inmigración de trabajadores chinos que se daba desde 1848. La ley de exclusión de los chinos (1882) prohibió su entrada por diez años y declaró que ninguno de ellos podía ser ciudadano en virtud de la Ley de Naturalización de 1790 que limitaba la ciudadanía a personas blancas y libres. Fue la primera ley que estableció la prerrogativa del gobierno federal de controlar la inmigración. Tres años más tarde, a través de la ley Foran, el Congreso prohibió reclutar trabajadores no calificados a través de pasajes prepagados. En 1888 decidió demostrar su control con otra ley que ordenó la deportación de los contratados a pesar de la ley Foran. En 1889 el Senado creó, por primera vez, un comité para que estudiara el problema de la inmigración. También los diputados organizaron el suyo que al año siguiente se unió al del Senado. Tuvo impacto el que los partidos políticos se unieran al clamor ya que al año siguiente, 1891, se dio una nueva ley que prohibía la entrada a los hombres que declararan ser polígamos. La lista incluía

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ya a prostitutas, locos, idiotas, convictos y gente que podía convertirse en carga para el Estado, además de la inmigración china, prohibida desde 1882. En 1891 también se prohibió la propaganda que hacían las compañías privadas y las legislaturas estatales para conseguir inmigrantes. El norteamericano común no deseaba la entrada del gran número de personas que llegaba. Se agregó que se debían organizar grupos de agentes oficiales que vigilaran la llegada de los inmigrantes, y se regresara a los inmigrantes contrarios a la ley. De ahí que el 1 de enero de 1892 el gobierno norteamericano inaugurara las oficinas de inmigración en la llamada Isla Ellis como el paso obligado de casi todos los inmigrantes. En ese año se procesaron los documentos de 450 000 inmigrantes. Se pidió que los capitanes de los barcos rindieran un informe de la gente que llevaban a Nueva York. Se creó el oficio de superintendente de inmigración y se estableció la responsabilidad federal de reanimar a los recién llegados. La ley pidió que todos, excepto los que viajaban en primera clase, fueran examinados por los doctores del Hospital de la Marina tanto en Bilis como en la isla Angel en San Francisco. Los procedimientos eran rigurosos. Sin embargo, regresaron sólo a 1 % de los inmigrantes.” En 1 897 el Congreso federal pasó una iniciativa de ley que requería a los inmigrantes pasar un examen de lectura y escritura en cualquier idioma. Sin embargo, hacía excepción de sus abuelos, esposas e hijos ya en el país. El presidente Cleveland vetó la ley sobre la base de que el examen sólo probaba la preparación que el inmigrante había tenido y no sus habilidades, carácter o utilidad para Estados Unidos. Cuatro años después, en 1903, se declaró fuera de la ley ayudar a la entrada de anarquistas extranjeros, una nueva exclusión causada por el asesinato del presidente Mc Kinley a manos de un anarquista polaco.” Los miembros de la Liga, para restringir la inmigración, no cejaron en su propósito. A pesar del veto del presidente Cleveland continuaron pidiendo una prueba de lectura y escritura como requisito para dejar pasar a un inmigrante. Pidieron que una comisión del Senado federal estudiara el caso. El presidente Teodoro Roosevelt insistió en la creación de una comisión para encontrar la solución. La comisión llamada Dillingham (1906) por el senador que la presidía, trabajó más de tres años y publicó un informe que llenó 42 volúmenes. Toda clase de estadísticas y de información, demografía, etc., proporcionaron los últimos datos acerca de los inmigrantes. Como resultado, se informó al público norteamericano que la llamada “vieja’’ inmigración era mejor que la recién llegada. Según la comisión, los nuevos tenían menos capacidades, menos idealismo y menos deseos de quedarse en Estados Unidos. Se hizo hincapié en que quitaban empleos, se resistían a asimilarse y eran violentos.” La inmigración prácticamente cesó durante la primera guerra mundial. Fueron años de cavilación para decidir qué hacer después de la guerra. Los sindicatos, en especial, pedían la restricción pues estaban alarmados por el número de inmigrantes que podrían llegar después de la guerra . Aun cuando se había logrado detener un poco el paso de los indeseados, todavía no se llegaba a un consenso en cuanto al número de inmigrantes que debían entrar anualmente. Además, el gran público encontraba difícil asimilar a los miembros de la ‘‘nueva inmigración’‘ . La guerra aumentó el nacionalismo de los norteamericanos y su xenofobia. Hubo incluso alarmistas que llegaron a predecir que más de 25 000 000 ingresarían a Estados Unidos después de la guerra y por consiguiente habría serios trastornos, desempleo y radicalización. Numerosos escritores recordaron al gran público la ilegada de inmigrantes analfabetas y radicales. Mientras tanto el gobierno norteamericano obtuvo la promesa japonesa de restringir la emigración de sus nacionales y el estado de California les prohibió poseer o rentar granjas o ranchos. La primera guerra mundial provocó en Estados Unidos una reacción en contra de la inmigración masiva. Pensaban que los inmigrantes los habían metido en grandes problemas y en su búsqueda por un ‘‘chivo expiatorio’‘ los acusaban hasta de haberlos inmiscuido en la primera guerra mundial. Justo el año en que Estados Unidos entró en la guerra, su Congreso decidió imponer la prueba de alfabetismo: U»- das aquellas personas mayores de 16 años que no pudieran leer y escribir de 30 a 80 palabras en su propio idioma, no entrarían a Estados Unidos. El siguiente caso fue la obligación de aprender inglés en tres años o ser deportado. La revolución bolchevique en Rusia y la organización del Partido Comunista Americano hizo crecer la hostilidad hacia el inmigrante. De 1921 a 1922 tuvo lugar el llamado “miedo rojo” durante el cual fueron deportados miles de inmigrantes recién llegados, sobre todo eslavos. Como ya se ha dicho, los alarmistas predecían que Alegarían grandes grupos que sumados aumentarían la población en 25 000 000. Por esas razones y por la fuerte recesión de 1919 a 1921 las asociaciones fuertes

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como la Liga Americana, la Federación Americana del Trabajo, el National Grange, etc. , presionaron para obtener que el Congreso limitara su inmigración. Después de grandes debates el Congreso legisló limitando la inmigración anual a 3 % del número de inmigrantes de cada nacionalidad establecido en 1910. Esa medida redujo el número total de inmigran tes a 357 000 al año. Numerosas personas continuaron sus protestas puesto que la inmigración de 1910 era en su gran mayoría de miembros de la ‘‘nueva’‘emigración, o sea europeos de la Europa central y mediterránea además de una gran cantidad de judíos. De ahí que presionaran al Congreso a legislar de nuevo: la ley de 1924 cambió el porcentaje a 2%, redujo la cifra total a 164 000 personas y sobre todo decidió que tendrían que ser de las nacionalidades que habían llegado en 1890. Quedó claro que Estados Unidos quería personas de Europa occidental y del norte, de la llamada ‘‘vieja” inmigración. Esta ley de 1.924 excluyó totalmente a los inmigrantes japoneses. Sin embargo, se consideraron como excepciones a las mujeres y a los niños hijos de ciudadanos norteamericanos. Una decisión importante fue la de que, de ese momento en adelante, serían los cónsules quienes decidirían la entrada de inmigrantes con el propósito de evitar tragedias en Estados Unidos. En 1927 se decidió bajar el número de inmigrantes a 150 000 anuales, y con ello cambiar el censo de 1920. De nuevo la ley favorecía a los europeos del norte, se la llamó la ‘‘ley de orígenes ingleses”. El vacío dejado así en los oficios de bajo interés económico fue llenado por mexicanos y puertorriqueños. Durante la década de los años veinte la población norteamericana, al decir de los observadores, asimiló a los extranjeros dado que fueron pocos los que entraron en esos años. En 1929 el presidente Herbert Hoover ordenó la aplicación de la ley: sólo 154 000 hombres y mujeres podían entrar al país anualmente dentro del sistema de ‘‘cuotas’‘; 76 % fue para ingleses, irlandeses, escandinavos y alemanes. El remanente se distribuyó entre polacos (6 524), italianos (5 802), holandeses (3 153), franceses (2 712), suizos (1 707), austriacos (1 413), belgas (1 304), húngaros (869), yugoeslavos (845), finlandeses (569), portugueses (440), lituanos (386), rumanos (377) y griegos (307). Además se establecieron las reglas para controlar a esos inmigrantes. Parientes, cónyuges e hijos de ciudadanos norteamericanos pertenecían a una categoría sin cuota, o sea, podían entrar todos. Durante la década de los años treinta, a causa de la enorme depresión económica, hubo más personas que dejaron el país de las que llegaron. De 1930 a 1940 la población sólo creció en 68 693 personas. Sin embargo, bajo el estatus de “refugiados” se admitieron 250 000 perseguidos políticos. 120 Aproximadamente 80 000 mexicanos fueron deportados. El gran problema, quizá el mayor en la historia de la inmigración a Estados Unidos, surgió después de la segunda guerra mundial. Millones de personas habían perdido sus hogares, incluso sus pueblos y ciudades. Se les llamó “personas desplazadas” y a las que había que ayudar. Casi un millón de estas personas eran esclavos y judíos de toda la región de Alemania oriental, Austria e Italia. Muchos de ellos habían estado en campos de concentración o huido de sus hogares cuando los comunistas tomaron el gobierno de sus países. Los 4 000 000 restantes eran personas de origen alemán que habían sido repatriadas de sus hogares en Checoslovaquia, Hungría, Polonia. El presidente Truman les ofreció las cuotas para europeos pero su gobierno pronto se dio cuenta de que no serían suficientes. Después de mucha discusión, pues un gran sector se oponía a la extensión de los permisos para inmigrar, el Congreso les otorgó 200 000 visas. Sobre todo a las personas que huían de países comunistas. Otro requisito fue el que se admitiera primero a las personas que llegaron a los campos para refugiados antes de 1945 De 1947 a 1952 se admitieron 437 244 personas “desplazadas”, lo que quería decir que habían perdido la nacionalidad. Mientras tanto el Congreso norteamericano había decidido admitir, en otras categorías, a refugiados griegos, italianos y polacos. A todos se les permitió llevar a sus esposas e hijos. Observadores del periodo cuentan que el racismo nazi tuvo repercusiones en Estados Unidos en cuanto que demostró las atrocidades a las que podía llegar. De ahí que en 1943 el gobierno norteamericano abriera la inmigración a las personas asiáticas (105 visas).122 En 1950 el Congreso aprobó la Ley de Seguridad Interna que estableció la prohibición de otorgar visas a miembros, pasados o presentes, de organizaciones comunistas o fascistas. El problema de la inmigración seguía preocupando a los norteamericanos por lo que un comité de senadores elaboró un informe que se convirtió en la Ley McCarran-Walter. Esta otorgó 100 visas para cada

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nación asiática y otras 100 para la región denominada el triángulo Asia-Pacífico. Lo más importante de la ley fue que asignó la mitad de las visas de cada país a trabajadores calificados necesarios a Estados Unidos. La otra mitad de la visas se destinó en primer término a parientes cercanos de ciudadanos norteamericanos o a extranjeros calificados residentes en Estados Unidos. Quedaron al final los que pertenecían a categorías consideradas menos necesarias. Sin embargo, se continuaron otorgando visas de emergencia a refugiados políticos como en el caso de la revuelta de Hungría en 1956 cuando se recibieron 38 000 inmigrantes húngaros. La ley McCarran-Walter, a excepción de lo anterior, conservó las tasas de la ley de 1924, es decir que casi un 85 % de los inmigrantes serían del noroeste de Europa, la inmigración preferida por los norteamericanos. El continente americano no dijo nada de la ley pero amplió su lista de personas a excluir: los que tenían antecedentes penales o enfermedades crónicas, además de los consabidos comunistas y fascistas. Uno de sus puntos más controvertidos fue que otorgó poder al abogado general del país y a los cónsules para negar la entrada a personas con opiniones políticas o económicas consideradas ‘‘peligrosas ‘‘ . Muchos intelectuales y artistas extranjeros sufrieron por esa medida, ya que muchas veces algún cónsul retrógrado o ignorante los consideró ‘‘peligrosos”. Para mediados del presente siglo los inmigrantes y sus hijos constituían una proporción pequeña de la población. Entre 1950 y 1960 el número de residentes extranjeros bajó de aproximadamente 10 000 000 a 9 500 000. En porcentaje bajaron de 6.6% a 5.3%. La década de los años cincuenta fue la de la idealización del american way of life.

LA INMIGRACIÓN DE 1960 A 1980

A fines de su último año en la presidencia, Eisenhower reanudó su petición de que se efectuaran cambios en la ley McCarran-Walter. Propuso que se doblara la cuota anual de inmigración al distribuirla en proporción a la inmigración habida desde 1924 y redistribuir las cuotas no utilizadas entre los países que tenían las suyas saturadas. El Congreso sin embargo no aceptó la sugerencia. Dos años después; el presidente Kennedy recomendó la necesidad de reformar una ley que ni llena las necesidades nacionales ni logra una finalidad nacional. En una época de interdependencia entre las naciones, tal sistema es un anacronismo, porque discrimina a los candidatos para ser admitidos a Estados Unidos con base en un accidente, su naii12 Además añadió que miles de visas se desperdiciaban porque los habitantes del norte de Europa no las solicitaban mientras que los de la zona del Mediterráneo no podían reclamar ni a sus propios padres. Lo mejor, sugirió Kennedy, era aceptar a todos aquellos con mayores capacidades. El problema se siguió discutiendo en los años subsecuentes. En 1964, bajo la presidencia de Lyndon Johnson, una encuesta demostró que los norteamericanos buscaban cambiar el sistema de cuotas basa- do en el país de origen por uno basado en habilidades artesanales. Después de una extensa e intensa discusión el sistema de inmigración basado en orígenes nacionales expiró el 1 de julio de 1968. La ley de 1965 había establecido que se admitirían 170 000 europeos, asiáticos y africanos al nilo sin limitación de país pero no más de 20 000 de un solo país. Por primera vez en su historia se daría preferencia a la gente con cualidades valiosas: profesionistas, científicos, ingenieros, etc.126 La ley McCarran-Walter había asignado el 50 % de sus visas a trabajadores calificados. La ley de 1965 puso énfasis en las profesiones. Los trabajadores calificados descendieron en preferencia al sexto lugar, mientras que los profesionistas ocuparon el tercero, justo después de los padres, esposas e hijos de ciudadanos norteamericanos. También se estableció una comisión para estudiar la inmigración del continente americano y se le adjudicó una tasa de 120 000 personas. La administración Johnson cometió el error de creer que los latinoamericanos no tenían motivos para emigrar a Estados Unidos. El tiempo probó lo contrario; para la década de los años setenta la llega da de europeos había descendido y la mitad de los inmigrantes llegaba de siete países de Asia y Latinoamérica: Taiwán, Filipinas, Corea, India, Cuba, México y la República Dominicana. Como consecuencia el centro de la balanza étnica cambió. Hasta 1960, eran las viejas ciudades del noreste de Estados Unidos las que tenían más inmigrantes. En 1970 fueron California, Texas y Florida las que recibieron más personas. Paralelamente, el estatus de los

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chinos y japoneses se elevó. Sabido es que por años se habían incluido en un estereotipo despreciado por los anglosajones. Con la inmigración que llegó en la década de los sesenta de grupos de profesionistas, científicos y técnicos, y que los incluía, su imagen cambió a la de un grupo de gente altamente educada y trabajadora. Al continuar con la liberalización de la ley McCarran-Walter hacia los refugiados políticos, la ley de 1965 indicó 17 400 visas anuales para ellos. Sin embargo, dio una definición limitada de refugiado político como ‘‘ una persona que perseguida por su raza, religión u opinión política [. . .] ha escapado de un país dominado por los comunistas o de un país del Medio Oriente”. Entre 1956 y 1980 el gobierno norteamericano ofreció asilo a más de 1 000 000 de personas: más de 30 000 húngaros después de la re- vuelta de 1956, más de 650 000 cubanos que huían del gobierno de Fidel Castro y cerca de 360 000 indochinos. En 1980 se legisló de nuevo y se extendió a 50 000 la cantidad de visas para refugiados políticos,’ además de otorgar al Congreso poder para admitir mayor número. En ese mismo alío, el censo indicó que la población hispana en Estados Unidos había crecido considerablemente. Según las cifras del estado de Nuevo México, éste tenía 36. 6 % , Texas 21 % , California 19.2%, Arizona 16.2% y Colorado 11.7%. En el norte, los puertorriqueños, que son ciudadanos norteamericanos tenían un 5.6 % de su gente en Nueva York, 3.3% en Nueva Jersey, y 2.8% en Connecticut. En cuanto a los cubanos, casi todos se quedaron en Florida. Con el tiempo, su gente ha llegado a altos puestos políticos estatales. El total de personas de origen hispano fue según el censo de 1980 de 14 680 673, el 6.4% de la población del país. El de 1982 dio 18 800 000, que corresponde a 7.9 % de la población. Las encuestas realizadas en la década de los años ochenta muestran que la masa norteamericana se opone a recibir un gran número de inmigrantes. ‘‘La víspera de la celebración del centenario de la inauguración de la estatua de la libertad, en el verano de 1986, una encuesta mostró que el 49 % del público norteamericano quería que se redujera la inmigración. La última ley de inmigración llamada Simpson-Rodino tiene como finalidad disminuir la inmigración mexicana pues ésta se ha convertido en el mayor problema migratorio de Estados Unidos. El número de mexicanos que pasan la frontera de manera ilegal es tan grande que la ley ha tenido que convertir a todos aquellos que tienen empleados, en ‘‘agentes’‘de inmigración. Estados Unidos se asemeja cada vez más a una ensalada que a un crisol. Continuará recibiendo inmigrantes, legales e ilegales, pero también seguirá expulsándolos, según se mueva el indicador económico del país más rico del mundo.