sobre estrategas fútbol y juego en equipo prólogo e introducción

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Sobre estrategas, fútbol y juego en equipo ............................................................................... A modo de prólogo ............................................................................................................... Introducción.......................................................................................................................... Jugar en libertad ................................................................................................................... Orígenes y fundaciones ........................................................................................................ Adversario y rival: el-otro-en competencia .......................................................................... Encuentros ............................................................................................................................ La pregunta primigenia (y crucial) del estratega .................................................................. Anticipar. Sorprender. Goles imaginados. ........................................................................... Marcar. Pasar. Nunca jamás perdonar. ................................................................................. El estratega en la orilla y el Capitán: liderazgo en la cancha; y el árbitro. ........................... Epílogo. En últimas, ¿de qué hablamos aquí, qué vimos? ...................................................

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Page 1: Sobre Estrategas Fútbol y Juego en Equipo Prólogo e Introducción

Sobre estrategas, fútbol y juego en equipo ...............................................................................

A modo de prólogo ...............................................................................................................

Introducción..........................................................................................................................

Jugar en libertad ...................................................................................................................

Orígenes y fundaciones ........................................................................................................

Adversario y rival: el-otro-en competencia ..........................................................................

Encuentros ............................................................................................................................

La pregunta primigenia (y crucial) del estratega ..................................................................

Anticipar. Sorprender. Goles imaginados. ...........................................................................

Marcar. Pasar. Nunca jamás perdonar. .................................................................................

El estratega en la orilla y el Capitán: liderazgo en la cancha; y el árbitro. ...........................

Epílogo. En últimas, ¿de qué hablamos aquí, qué vimos? ...................................................

Page 2: Sobre Estrategas Fútbol y Juego en Equipo Prólogo e Introducción

Sobre estrategas, fútbol y juego en equipo Escueto ensayo con breves consejos para gerentes y propietarios de organizaciones de negocios, nuevas o

vetustas, triunfantes o en decadencia.

Por Ramón Luis Pizarro Romero

Para Federico y Pablo. Porque la estrategia sí existe, pero solo la acometen los valientes.

Page 3: Sobre Estrategas Fútbol y Juego en Equipo Prólogo e Introducción

A modo de prólogo

Fueron varios los títulos ensayados a medida que construía la reflexión que dio pie a la escritura de este texto.

Entre otros: ‘La estrategia del balón: jugar naturalmente en equipo en la organización tal como cuando se

dispone de un balón’, ‘El juego que llamamos fútbol y sus lecciones para el estratega de negocios’, ‘El fútbol

y la estrategia’. Busqué en cada intento sin quedar del todo satisfecho con ninguno resumir justamente la

invitación al lector. Quería, por sobre todo, que quien iniciara su lectura la culminara satisfecho; y esto en

virtud de garantizarle que iría encontrando párrafo a párrafo las asignaturas insinuadas vía comprensión de lo

resumido en el título. Al cabo renuncié a este propósito. Decidí que había más esperanzas de no defraudar al

lector proponiéndole una breve pero descarnada Introducción (que al cabo derivó en una introducción a la

legítima Introducción), en fin, una que expresara lo que el suscrito se empeñó en redactar – sin usar para ello

estratagemas distractoras – y lo que quizá un lector atento podría de ello cosechar. Así prometido, así

facturado.

El primer provecho tendría que ser el del auto-conocimiento. La lectura de lo que sigue en tanto que

tratamiento reflexivo del reto estratégico como pensamiento y ejecutorias del estratega, debería permitir a

cualquiera un examen de sí mismo, anticipando la eventualidad futura o inminente de oficiar como estratega.

Mi más honesto sentir acerca del oficio es doble: 1) son muy pocos los que reúnen en su ser lo suficiente

(luego veremos qué exactamente) para, no digamos triunfar, que resistir ya es bastante, para vivir pues, dando

dignas batallas en un puesto tal; y, 2) la sociedad recibe un enorme beneficio cuando halla pronto entre sus

levas, en cada siguiente generación, a más entre aquellos que resultarán aptos para ese cargo (para, de hecho,

la tremenda carga que viene con éste, y esto solo se consigue si a los estrategas en potencia se les encomienda

y guía, cuanto antes, en el inicio-aprendizaje de sus quehaceres. De manera que, quien lea estas páginas quizá

contribuya a facilitar dicho esfuerzo dentro de su comunidad. Unos auto-promoviéndose, y otros, los más,

evitando atender a un canto de sirenas que más que seguro terminaría en festejo de tiburones. La siguiente

sentencia – leída u oída no recuerdo dónde – aclara y hace sencillo no olvidar esta advertencia, que vendrá a

ser la primera y más expedita ganancia del lector atento, más alerta él ahora por avisado: ‘A nosotros los

hombres, en verdad que nada nos detiene, pero así mismo todo puede esclavizarnos’.

En esta misma vena – la de un prometido inédito capítulo de auto-conocimiento – será un alivio para muchos

lectores constatar que en el juego en equipo, que por ser tal exige ser jugado bajo la dirección de un estratega,

en este juego digo, son muchos más los que tienen que jugar para que unos pocos puedan dirigir. O al revés, y

más despacio: para que tantos puedan jugar (y competir por los honores), solo unos cuantos serán los

llamados a dirigirlos. El estratega, así, es quien juega sin jugar; porqué los muchos solo juegan cuando sus

designios los contemplan: si en su particular modo de entender y practicar el juego se los considera

necesarios.

Para el estratega llegado a instancias de comprensión plena de su misión, ‘juego’ significa enfrentamiento

para dirimir quién juega mejor. Es entonces su equipo (casual y accidentalmente) el que entra a jugar al

terreno, pero es él quien (en esencia) juega más: conduciendo el juego de todos. Pues su juego es el modo con

el que todos en el terreno jugarán como equipo (así ocurrirá, eventualmente). Y claro está, todo esto de cara a

enfrentar la furia del otro equipo. Que para probar exactamente lo mismo ha venido a ser tal, o sea: que

jugando a su modo sería él el mejor; que, en virtud de la guía de su estratega, serían ellos los mejores, al

menos por un tiempo, invencibles quizá durante ese término.

Por cierto, tenemos que agradecer al estratega que nos invita a jugar. Hay en su decisión obsequio y gracia. Y

sin duda él espera que, nuestra contribución a resultas de hacernos parte de su equipo, forje un equipo con

más juego y arrestos. Apoyarle entonces en el cabal cumplimiento de ello significa aceptar el compromiso de

seguir jugando. Porque cada encuentro se gana o se pierde al cabo – pues es por y para eso que hay juego y

rival – pero seguir jugando, esa ya es una decisión de cada quien; y por cierto, el deber irrenunciable de los

que deseen ser campeones.

Ahora bien, está implícito en el agradecimiento y deber anotados el hecho, y siempre será urgente su

señalamiento, de que para nada está garantizado que haya un ‘quien’ contra quien jugar. A primera vista nos

puede parecer natural que nazcan por doquier clubes y selecciones (empresas y más empresas) que la

competición y las ligas altamente competitivas sean tan solo producto de la vitalidad de jugadores y

estrategas. Quienes resuelven cómo organizarse y se buscan para dirimir honores en campeonatos de ligas y

encuentros. Y sí, la vitalidad sí que es natural, pero el escenario competitivo en cambio es artificio de unos

pocos: unos muy pocos en verdad, muy avezados eso sí de entendederas, unos cuantos que, en verdad que sí,

aprecian, promueven, y cuidan la libertad de juego; y la competitividad hecha actualidad en cada encuentro.

La Historia enseña que para los más (lo cual es de lamentar, digo yo) vale más la comodidad y la

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intocabilidad de los privilegios. Aquello que resulta precisamente de la supresión del escenario competitivo.

Es más, diría yo otra vez, si es que hay algún progreso en el quehacer humano, sería aquél que, por la libertad

de juego y el dirimir en justa lucha surge tras la derrota. Lo mismo en el deporte que en los negocios, en la

ciencia que en las artes, pero también en otros ámbitos que exigirían una explicación más elaborada.

Y en lo dicho inmediatamente antes habría otro fruto para el lector atento. Quien ojalá (que significa ‘Dios

quiera’) consienta en ser alcanzado por el esfuerzo intentado de asociar estrategia y fútbol (ahora ante sus

ojos). Esto es, de hermanar este ámbito un tanto árido que es el de los negocios, con aquél otro del fútbol

mucho más pródigo en la producción de belleza. Belleza de un tipo que, por cierto, solo en la alta

competencia es dable observar. La que viene a hacerse presente cuando se pone en escena el humano drama,

la humana lucha, que batalla para evitar las consecuencias amargas de la derrota; aun cuando sea por esta

misma, pero del otro, que consigamos la temporal victoria.

La alta competencia, el desafío justamente arbitrado pero libre, la libertad de perseguir y hallar uno su modo

y, la más de las veces, fracasar batallando con éste para que sea otro quien triunfe esta vez en su intento – a

expensas de nuestra derrota – todo esto digo yo, es algo bello. Bello no solo por lo que cabe presenciar en

tales encuentros sino que bello además por lo admirable que en disposición anímica supone de parte de los

contendientes. Una única ésta, necesaria y quizá inalcanzable fuera del entorno del juego, y que será prenda

de que presenciaremos los juegos como lo que en realidad estos son: re-creación y al tiempo drama.

Suficientemente serios pues como para que no obstante su lúdica solución conlleve la incertidumbre plena del

resultado. ¿Por qué, a cuento de qué acordar enfrentarse, prepararse tanto para jugar, intentar anticiparlo todo,

darle curso franco al estratega y su estrategia, si de antemano conocemos el resultado? En todos estos

encuentros, dirimir por el juego es ir alcanzando conocimiento cierto, y bello modo del saber. Cuando uno

aún no le ha ganado a nadie lo que se ansía es seguir jugando. Al menos algunos queremos que algo así

siempre sea posible.

Introducción

El fútbol es el juego de la libertad. Jugando al fútbol se realiza maravillosamente la más grata conjugación

posible de individuo y colectivo, ‘rueda suelta’ y organización. Ocurre que otros juegos en equipo consienten

un elevado grado de diseño por parte del estratega, director técnico o coach. Y ello tiene como consecuencia

que la creación, desenvolvimiento y consumación de las jugadas dentro de la cancha sean con frecuencia

menos libres.

Nos interesa la medida de la libertad en el juego porque es esta la que condiciona que aquel se juegue más

como juegan los niños que como lo hacen los adultos. Jugar como adultos es lo que hacemos cuando

trabajamos y creamos riqueza, también cuando asumimos posiciones políticas; y más en general, toda vez que

nos aplicamos a la solución perentoria de un problema. Jugar como niños en cambio, es ante todo jugar en

libertad: descubrir riendo, imaginar sin límites, volver a empezar a jugar una y otra vez sin asomo de fatigas,

sin la carga de deudas o plazos.

Recordar cuan libres fuimos alguna vez, y admitir a continuación que quizá aún podamos volver a serlo,

debería ayudar a iluminar el entendimiento más obtuso; y también quizá, de paso, estremecer un tanto el

corazón menos predispuesto a la emoción.

Y así será que en un estado de ánimo tal, un poco más libertario y con nuestros miedos un poco más

acorralados, podremos intentar de nuevo hazañas sublimes – tolérese por ahora la osadía de afirmarlo sin

explicación alguna – y soñar con triunfos de leyenda. Liberados y reencontrados con nuestras horas más

felices, cobijados en dicho estado de ánimo, la claridad del pensamiento sonríe ahora ante la dificultad, y forja

sin pausa avances hacia el logro.

Porque mostraré aquí que el encuentro futbolero nos enseña mucho más que tan solo jugar al fútbol. Y la

buena nueva es que estos aprendizajes son posibles lo mismo para los que están compitiendo dentro de la

cancha que para los que dirigen a éstos los estrategas de los equipos en competencia – los que juegan sin

jugar. Y así también, son posibles para quienes simplemente observamos con atención, disfrutando el

desarrollo de los encuentros desde las tribunas.

Hay un poderoso legado de conocimientos sobre estrategia, desplegado ante nuestros ojos una y otra vez por

el juego, durante cada encuentro de fútbol de las ligas y campeonatos de alta competencia; qué precisamente

solo en el fútbol, y así en ninguna otra competición deportiva de las que se juegan en equipo, se presenta en

extremo cercano (o sea favorablemente análogo para su análisis) a aquellas otras circunstancias determinantes

allá, en el otro ámbito que viene a ser campo de juego de los negocios: una economía de libre mercado.

Me atrevo a afirmar esto tras una experiencia de décadas ‘haciendo negocios’ (incompleta aunque extensa), y

tras haber ‘leído’, observado y anotado cual fútbol-grafía los 90 y más minutos de juego de cientos de

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encuentros futboleros de alta competencia de todo tipo. Incluidos los de mi hijo, desempeñándose él unas

veces como medio y otras como puntero izquierdo; entre sus 5 y 12 años de edad.

(Yo también he jugado al fútbol, pero muchas menos horas y de lejos con menos habilidad e ímpetu. Para el

propósito aquí, cuentan de aquéllos mis encuentros los dolorosos recuerdos de las múltiples derrotas.)

Doy así testimonio de cuánto se parecen en materia de competitividad, en forma y sustancia, fondo y figura,

los negocios y las organizaciones operando en una economía de libre mercado, puestas ellas frente a las ligas

y los clubes que acuden a cumplir la cita del encuentro de fútbol. Y así también, de cuántas similitudes hay en

el tratamiento de los asuntos estratégicos en unas y otros, o sea en aquel del conjunto de quehaceres que

tienen que ver con anticipar para ganar; y de cuántas en los avatares y rol del estratega el que juega sin jugar.

Veremos porqué el fútbol es el juego en equipo que, pensando por analogía, mejor se presta para entender un

poco más de la competición en el ámbito de los negocios. La competición en el fútbol, con sus equipos de 11

jugadores en el terreno más el estratega en la orilla, su elaborado reglamento para contener el juego

destructivo extremo, sus ligas locales y regionales o campeonatos entre selecciones nacionales, y un terreno-

campo de juego trazado y delimitado para exigir a los jugadores el máximo despliegue posible de fuerza y

velocidad, astucia e inteligencia, nada más esta particular competición deportiva afirmamos, es útilmente

asimilable con aquella otra – y tal vez para beneficio mutuo – que surte a la humanidad de tantas y variadas

mercancías para su disfrute y holgura.

El hoy elevado grado de competitividad en el fútbol y su exitosa adopción y apropiación por todas las

naciones y culturas del mundo, y esto durante el total transcurso de su existencia, son quizá los rasgos más

visibles de la similitud; equiparables ellos a los correspondientes en el competitivo ‘juego’ que se despliega

en y entre las economías basadas en la libertad de empresa y de mercado, y las organizaciones de negocios

que en ellas prosperan. De igual modo que aquéllas, y a objeto de alcanzar su desenvolvimiento y

consumación plenos, el fútbol otorga y al tiempo exige, la irremplazable libertad de pensamiento y acción que

propician las ansias de ganar, o el querer librarse del dolor y el apocamiento que nacen de la derrota. Y de

igual manera, así en el fútbol como en los negocios, el único remedio para resurgir quien ya puesto en

situación de vencido, será seguir jugando.

Obsérvese. Ha menester, tanto en el equipo de fútbol como en la empresa, cumplirse con diferentes funciones

para poder tener equipo y competir frente a un rival. Quien por su parte, igualmente organizado, puesto por

puesto, se opondrá para frenar nuestras conquistas y se esforzará por auspiciar las suyas.

Ha de haber, lo mismo en el fútbol que en la empresa, quien dirija la ‘intención y operaciones’ del equipo;

bregando para no naufragar – tal como cuando se aspira a conducir una nave a puerto. Esto es, un estratega a

cargo, cuya tarea será concertar recursos físicos y habilidades individuales, para que su equipo aprenda de

algún modo, algún modo de jugar en equipo; con destrezas tales, que al cabo capaz hagan inocuas las

respectivas ‘intenciones y operaciones’ del equipo rival.

Y quizá, incluso más digno de ser resaltado esto otro que sigue. Igual en el fútbol que en la empresa – y se

agradecerá que así sea – abundarán los equipos competentes contra los cuales valga la pena competir. Por

ejemplo, campeones a quienes emular para luego desafiar. Porque a través de los años y los muchos

encuentros jugados, fueron estrategas y jugadores en contienda los que crearon una cultura de juego; cultura

que luego quienes vendríamos tras ellos estudiamos y agradecimos. Porque equipos que nos precedieron, al

persistir jugando favorecieron también la optimización del reglamento que hoy rige. En fin, porque equipos

jóvenes y briosos demostraron ya antes y siguen haciéndolo, que fue posible renovar el modo de juego

venciendo a antiguas glorias; y sin embargo enalteciendo en esa misma renovación lo grande y perenne

aprendido de quienes les antecedieron.

En el fútbol y en la empresa la libertad de juego es la condición primera y última que hace posible el elevado

grado de competitividad y al tiempo la renovación. La competitividad a su vez hace vistoso el encuentro de

fútbol y eficaz-eficiente en extremo el producido de las empresas. Entretanto, la renovación crea la

posibilidad de que sea otra vez esta vez, una nueva generación de jóvenes – dotados con coraje y método –

quienes lleguen a la cima. En la libertad de juego confluyen así, lo mejor de la tradición, y la esperanza

relanzada que conlleva la innovación. El pasado que surte legados y enseñanzas junto al presente que reanima

(desde ese tipo de alegrías que solo se tiene durante los años mozos.)

Aquí sospechamos que en todo esto hay algo más que la mera casualidad, en el hecho gratísimo de que sean

precisamente estos ‘juegos’ – fútbol y economías de libre mercado y libre empresa – los que con máxima

transparencia admitan una explicación de su éxito por la libertad pactada. Están sin duda en el espíritu

humano la afición al juego y la pasión por atender y entender los anhelos de libertad; y es en ambas

actuaciones con el otro que se zanja el dilema. Pactar por tanto juegos contra el otro, sea acaso sinónimo

eximio de sabiduría; y hasta el único ejercicio verdadero de libertad al cual quepa y reste aferrarnos (en todo

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caso, mínimamente, se trata de un arquetipo de contienda amistoso). Mientras haya quienes deseen jugar,

tendríamos nosotros que confiar lo mismo en la tenacidad que en la elegancia del pacto.

Lo que sigue entonces es una invitación a y guía para cultivar los conocimientos de tal legado. Una a aprender

cada quien a apropiarlos observando encuentros de fútbol de alta competencia. Este hábito y dedicación, digo

yo, debería favorecer en el lector en tanto que estratega de su negocio, un estado de ánimo un poco más

libertario; y a la postre en la organización e-inevitablemente-tal-vez en los negocios (las industrias) una mayor

competitividad.

Y si el caso es que en su negocio hoy usted aún no es el propietario, ni juega como gerente, de todos modos

vale la pena un examen tal de sí mismo: en anticipo de la eventualidad de que algún día deba o quiera oficiar

de estratega; o de que tenga que evaluar y contratar a uno.

Y vale la pena sin duda también si usted simplemente labora para una organización que se enfrenta a diario

con la furia competitiva de otras organizaciones. Poder desempeñarse uno un poco más estratégicamente,

cualesquiera sean las responsabilidades del cargo, es algo que siempre será bienvenido y recompensado: por

la organización, el jefe, o por ambos. Recuerde siempre que siempre se debe agradecer haya quien contra

quien jugar. Y de inmediato – aceptado lo anterior – qué sea usted uno entre los que juegan. Con más veras si

la posición a la cual se lo invita es aquélla: en la que uno es aquel que juega sin jugar.

El oficio del estratega, por supuesto, siempre está presente donde hay contienda; ansias de victoria o mucho

pavor previendo la eventual derrota, o ambas. El estratega es el escogido por ese otro quien va a arriesgarlo

todo, para poner él en juego todo lo que posee aquél; del mejor modo posible. Y luego ya durante el trance de

la pugna, ojalá – que significa Dios quiera – ganar. El oficio del estratega se ejerce pues hallando ese modo. Y

el oficio del otro estratega, el escogido por el adversario, es por supuesto el mismo.

En una perspectiva histórica, la práctica del juego del fútbol es reciente, y todavía más lo son las ligas y

campeonatos de alta competencia. En este sentido, diremos que la aplicación de la dirección estratégica en el

fútbol viene a ser pero que muy contemporánea de esa otra, la correspondiente que existe en el ámbito de los

negocios y sus organizaciones. Y aquí, llegados a este punto, y desde lo anotado, cabe tantear un par de

preguntas. Preguntas que relacionan a una y otra de estas dos aplicaciones del direccionamiento con

estrategia, y que surgen de esa Historia reciente que por cierto a hoy ni siquiera completa dos centurias en su

recorrido.

Nos preguntamos primero: ¿por qué ocurrió con el fútbol precisamente que llegó a ser el juego de alta

competencia que conquistó antes que ningún otro una afición global? Hay, claro está, más de una

aproximación legítima y útil para quien desee explorar respuestas a esta pregunta. ¿La extensión y fuerza del

otrora imperio británico tuvo algo que ver?, seguro. ¿Y el aislacionismo de los Estados Unidos de América en

la primera mitad del siglo veinte?, seguro también: frustrando en este caso que hubiera sido el baseball, un

candidato con sobradas credenciales para disputar supremacías en esta particular carrera hacia la

globalización temprana. Y así – podemos continuar tejiendo especulaciones – estaría por ejemplo el hecho de

que para jugar al fútbol casi que lo único indispensable es un balón. O este otro: que ponerse a la tarea de

dominar el balón con los pies para poder jugarlo supone aceptar un desafío de mayor elegancia y envergadura;

lo que por tanto atraería a gentes más predispuestas al esfuerzo y a la constancia, a la creatividad y al ensayo,

todo lo cual al cabo habría derivado antes en las notables capacidades menester de la alta competencia…

El hecho histórico especulaciones aparte es que el fútbol hoy se juega en todo el planeta; y de todos sus

rincones surgen a diario jugadores formidables; y quizá ni siquiera sea una exageración afirmar – aunque

ciertamente no es un hecho – que ya ninguna selección nacional (precisémoslo: países con algunas decenas de

millones de ciudadanos de población) sienta que no pueda alcanzar el título de campeón mundial de mayores

algún día.

Y cabe preguntarnos igualmente, ¿qué sugiere el hecho patente de que sea la disciplina de la innovación, tanto

en el fútbol como en los negocios, sosteniendo allí y allá la fuerza competitiva, aquello que define el modo-

de-ser-jugando de toda organización que alcanza el liderato en sus mercados (y en las ligas)? Usamos la

expresión ‘hecho patente’ para referirnos a la a hoy ya muy documentada explicación que ronda al éxito y al

fracaso en los negocios y sus organizaciones: adoptando el cambio y reinventándose las unas, o rehusándose

al mismo y anquilosándose las otras. Porque está demostrado que en el ambiente de las economías de libre

mercado es el ejercicio valiente de la disciplina de la innovación lo que diáfanamente separa a ganadores de

perdedores, a constructores de futuro de vetustas reliquias ya sin dignidad posible. Y en cuanto a la expresión

‘modo-de-ser-jugando’ – cuyo examen detallaremos más adelante – la ofrecemos a consideración pues

creemos que resume, diáfanamente también, lo que una organización obtiene a cambio de aceptar los

designios de un estratega u otro. Esto es, lo que una organización llega a ser al cabo, tras mucho jugar, y en

ello tejiendo puntada a puntada su particular modo de juego: guiada por el estratega, él, que, si de los buenos,

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sabrá cómo ‘orientar y animar’ para que su propósito, el de aquella, generalicémoslo en la expresión llegar

bien alto, no se trunque a mitad del camino.

Y tal cual todo esto lo anotado en el párrafo anterior, acontece también en el ámbito del fútbol de alta

competencia, encuentro a encuentro, copa a copa. ¿Qué queremos entonces sugerir nosotros, desde lo que a su

vez sugiere la pregunta planteada? Simplemente que la analogía propuesta se anuncia pródiga, que aquello de

la ‘libertad de juego’ y su relación con la competitividad y sus bondades podría efectivamente tornarse

transparente si nos esforzamos en bucear a profundidad en sus aguas, y no nos amedrentamos si más hacia el

fondo va escaseando el aire y la luz.

Y así entonces, llegados a este otro punto, tras considerar brevemente las dos preguntas tanteadas desde la

Historia reciente de la alta competencia en los deportes en equipo y en el ámbito de los negocios y sus

organizaciones, es ahora el lector atento – digo yo que los hay – quien preguntará: ¿Por qué sería el fútbol

precisamente el juego de alta competencia que mejor y en mayor grado puede ofrecer algunas lecciones

claves de estrategia al estratega de negocios (nos referimos a lo dicho antes acerca de la ‘cercanía que

favorece el análisis por analogía’)? Y también, ¿hasta dónde cabe afirmar que, tanto en el fútbol como en los

negocios, hay un posible entendimiento coincidente de la estrategia como asunto, y que el oficio del estratega,

así Gerente en la empresa o Director Técnico en el club de fútbol, también sería uno solo, el mismo casi, allí y

allá? Y también esta otra, ¿qué es aquello que respaldaría, en tanto que aproximación metodológica, que se

hayan logrado resultados válidos (y valiosos) tras esa anunciada mirada paralela a la dirección estratégica en

el deporte y en los negocios, simplemente por cuenta de una declarada observación cuidadosa de muchos

encuentros de fútbol y luego pensando en lo visto por analogía? A ese lector solo cabe responderle diáfana y

honestamente: juzgue cada quien, y ya sabemos lo que implica la respuesta. Lo más que atino a ofrecer por

ahora a ese lector atento es lo siguiente.

(Que por cierto en nada corresponde a ordenamiento alguno del texto que sigue, solo que sé, y con certeza,

que es mi mejor carta para engatusarle. Al tiempo advirtiéndole, apelando a su curiosidad, confiando atraparlo

por ella: que sé también ésta es deseo y vicio de poca monta y casi siempre divierte.)

Titulémosle pomposamente ‘Siete fundamentos del juego y de los equipos campeones’. Tómeselo como un

inventario (apretujado) de los trasuntos que el estratega ha de cavilar antes de un encuentro, para re-dirigirlos

luego en alguna re-solución eficaz llevada a efecto por parte de los que sudan corriendo: intentando dominar

el balón, ya ellos en terreno, sosteniéndose en el ánimo adecuado durante los 90 minutos, frente a toda la furia

desplegada del adversario viniéndoseles encima.

1. La explicación de la victoria (y de la derrota): estratega, estrategia, talento de jugador y juego en equipo. 2.

La solución del gol: dominio del balón, pase, jugada colectiva, anotación. 3. Exigencias en la cancha:

restricciones de preparación previa a los 90 minutos, tiempo de juego propiamente, campo de juego,

reglamento. 4. Modos de la velocidad: pase largo, velocidad pura del puntero, la gambeta (regate o finta), la

‘pared’. 5. Crimen y castigo: tiro libre en cobro a riesgo (incluye el ‘corner’), jugada preparada (incluye el

‘corner’), tiro directo al arco (incluye el ‘corner’), tiro desde el punto penal. 6. Relajamientos en la cancha:

pausa del ‘medio tiempo’, tres cambios permitidos de jugador, tiempos extendidos de juego, tarjetas

amarillas. 7. Arqueros, que son algo especial en todo equipo: los hay capitanes, imbatibles, atajadores de tiro

penal, los sencillamente espectaculares.

Vamos pues, de una buena vez, con la materia.