y por las noches la soledad nimphie knox...

19
Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX http://nimphie.blogspot.com 1

Upload: others

Post on 17-Jul-2020

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 1

Page 2: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 2

Nimphie Knox, 2010

Todos los derechos reservados

Imagen de portada: Legs, por Gabba Gabba Hey!

http://nimphie.blogspot.com

Page 3: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 3

Nota de la autora

Este cuento se publicó originalmente en la Antología de Relatos Navideños 2010 de laColección Homoerótica. Mi decisión de ofrecerlo por separado se debe únicamente aque en aquel olvidé la dedicatoria. Queridx lector, espero que disfrutes la lectura tanto omás de lo que yo disfruté desgarrándome en este relato. Porque a veces la escritura esuna experiencia sadomasoquista.

Page 4: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 4

Ahora sí: Para Valeria, con cariño y respeto

Page 5: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 5

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD

Page 6: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 6

Lo único que conservo de mi pasado es el lápiz labial de Ángela. El primer recuerdo

que tengo es el de su boca gruesa, sus labios rojos y pegajosos y, cómo no, el perfume

salado de su piel tostada, como si su carne se hubiera mezclado con la tierra de las

montañas de su provincia calurosa, casi tropical. Nunca sentí deseo de besar esos labios

o de que me besaran. Los labios de Ángela me hipnotizaban y la blancura de sus dientes

me fascinaba tanto como la música que sus dedos largos le arrancaban al piano de aquel

salón. Así la recuerdo: con su vestido blanco, muy corto, el escote generoso perlado de

sudor y las rodillas más oscuras que el resto de sus piernas acariciándose en la

penumbra; su pelo negro, crespo, eternamente corto, y sus dedos revoloteando por las

teclas del piano como mariposas, como gusanitos en busca de alimento. Jamás estuve

enamorado de Ángela. O quizás sí. Al fin y al cabo, todos los niños se enamoran de sus

madres cuando son chicos.

Recuesto los brazos en la cornisa del balcón, pensando en Ángela. ¿Qué será de ella?

¿Seguirá allá, en aquella casa enorme perdida en el campo, entre los pantanos, entre los

ríos, entre los mosquitos, entre la luz del sol que le acariciaba la piel y hacía brillar sus

ojos, llenarlos de fuego, de un fuego misterioso que parecía surgir de su propia alma…?

Sí, en los ojos negros de Ángela había fuego. Ahora lo comprendo. El fuego le había

quemado las pestañas, había endurecido la piel de su frente, la había llenado de surcos.

¿Cómo habrá llevado Ángela todos estos años? ¿Qué habrá sido de sus piernas jóvenes,

de sus pechos que amenazaban con escaparse de la blusa, de sus brazos fuertes,

embrutecidos por las tareas del campo? ¿Qué será de sus labios?

Yo no comprendía que Ángela era una sirvienta. No comprendía que lo que veía en

sus ojos cuando mi abuelo maltrataba a los peones era el fuego del odio. Yo no sabía

que aquellos hombres eran su familia. Y ahora que soy adulto, me pregunto por qué le

encargaron la tarea de cuidarme, por qué no consiguieron una institutriz de piel blanca,

de ojos azules, de largas uñas pintadas y zapatos de taco aguja. La respuesta me

persigue, me atormenta cada vez que me acuerdo de ella…

Ángela lo sospechaba, pero no decía nada. Jamás se atrevió a preguntármelo, ni

siquiera aquella noche en que me emborraché y la arrastré a los establos. Me acuerdo

del olor de la noche, ese aroma cálido que llena el aire cuando la luna está en su punto

más alto: el aroma a pasto, a tierra seca, a hojas de eucalipto, a la acidez de las moras

que se pudren entre los insectos, entre el zumbido de las abejas y el aleteo de las

mariposas.

Page 7: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 7

—No te preocupés, Polín, no llorés… —me dijo, riendo con tristeza, subiéndose el

vestido, intentando consolarme—. Es… es…

Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir. Creo que seguí llorando, pero

no estoy seguro. Ella tenía puesto un vestido floreado y unas sandalias blancas. Se había

rapado la cabeza y sus labios brillaban jugosos, aumentados de tamaño por las

artimañas del alcohol.

Lo único que extraño es a Ángela. Siento como si hiciera siglos que no la veo.

Aunque al mismo tiempo me parece que el tiempo volara, que se me va la vida, que se

me escurre entre los dedos.

Me siento en el balcón y miro la ciudad: chiquita, diminuta, huele a verano, huele a

vida, pero también huele a muerte. Huele a tiempo achicharrado, a ceguera, a juventud

mal contenida, a desesperanza. Sí, a eso huele esta oscuridad: a desesperanza.

¿Por qué?

Porque somos muy cortos, me respondo en mi balcón. Nuestra vida es muy corta,

apenas nos alcanza para abrir los ojos, respirar una bocanada del aire de este mundo… y

cerrar los ojos de nuevo.

Y entonces… ¿por qué? ¿Por qué siento que esta noche se hace eterna? Porque el

recuerdo de Ángela es eterno, lo tengo grabado en mi memoria, esculpido en las arterias

de mi corazón, que bombea sangre del color de sus labios. Y cuando pienso en Ángela,

el tiempo se detiene, se desdobla, se hace muchos tiempos, se hace eternidad. Y cuando

pienso en sus labios, al tiempo le crecen alas. Y yo me quedo quieto, esperando en este

balcón vacío… una señal de que la muerte no es tan terrible, de que el tiempo se detiene

pero no retrocede.

Él se llama Darío y es de Historia. Cuando le dije que soy de Artes no preguntó nada,

ni siquiera quiso saber qué hacía cursando el seminario de derechos humanos. Me vio

con los dedos bien puestos en mi cuaderno, el cuerpo en una camisa y las piernas en

unos vaqueros viejos. Quizás las uñas un poco largas. Quizás la piel demasiado

cuidada… Quizás algo, cualquier cosa, quizás esto, quizás lo otro… Quizás nada. Nada

de nada.

Darío no se preocupa por su aspecto ni por su ropa. Cuando le pregunto por qué lleva

la camiseta al revés, me responde que la parte de adelante está sucia. Cuando come, a

veces se le quedan las migas de pan entre la barba. Y nunca entiende mis gestos: me

paso la mano por el mentón, diciéndole con la mirada «limpiate», y nada. Sigue

Page 8: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 8

hablando de política, del marxismo, de Trotsky, de Lenin… y yo finjo que me interesa

lo que dice, porque quiero que me hable y no soporto estar tan solo.

Nadie lo sabe. Solo el lápiz labial de Ángela, que se hace sangre en la noche porteña,

sangre muerta, sangre coagulada. Sangre de mi sangre, la mía y la de ella. La sangre que

traicionó cuando se fue a vivir a la casa grande y abandonó los jacales donde la criaron,

entre el queso de cabra y los vestidos tejidos a mano.

El lápiz labial de Ángela es sangre, pero la noche oscurece esa sangre y la vuelve algo

más temible, más peligroso, algo que muerde, que amenaza. Nadie lo sabe, pero yo

acepto ese peligro que se abre en la noche como una herida, dejo que la sangre fluya,

porque no tengo otra manera de exprimir este veneno que me hincha las venas. Y

cuando el veneno me domina, saco del cajón la sangre de Ángela y me embadurno los

labios con ella. Y el espejo me mira, me sonríe y me pregunta cuánto tiempo más pienso

llevar esta máscara.

El verano me sacude, me llena de pena. En la primavera, la semilla de la pena se abre

y deja que los primeros brotes se asomen a la tierra. El invierno paraliza. El otoño moja,

y la pena se resfría y después le entra sueño. Pero el verano es terrible, porque es

cuando más solo estoy. Cuando el trabajo me da la espalda y la carrera me sonríe.

Cuando el fruto de la pena florece y mi corazón se esconde bajo sus pétalos (me

imagino esos pétalos como lenguas gigantes, las mil lenguas de un animal moribundo

que se atragantó con su soledad), me escondo en las sombras y finjo que es invierno.

Pongo el aire acondicionado al máximo, me burlo del sol naciente bajando las persianas,

corriendo las cortinas, iluminando las paredes del departamento con luz artificial.

Sueño con tener un local de ropa y en verano me encierro en la habitación vacía que

está al lado del baño a dibujar y a coser. Me lo imagino en el centro de Buenos Aires, en

la peatonal de Lavalle. Enorme lo imagino, iluminadísimo, brillante, con las cantantes

de moda en los parlantes y las boquitas pintadas de las turistas alemanas parloteando

entre las sedas, entre el terciopelo y las cintas de colores. Ropa femenina. Vestidos,

polleras, blusas… ropa que se burle de todo lo que me fue negado. Imagino los

probadores llenos de los chillidos de las chicas, los rostros aburridos de sus novios (los

relojes de los muchachos reflejan una bolita luminosa en el techo cada vez que ellos

miran la hora), las tarjetas de crédito centelleando al compás de la música. Pero cada

vez que imagino mi negocio, algo raro pasa: no me veo. O mejor dicho: no me

encuentro. Yo no estoy, como si mi presencia estuviera representada por los vestidos y

las minifaldas. Es muy extraño. Paseo por entre los tules, las guirnaldas, las rosas de

Page 9: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 9

fantasía, me pierdo (acordate de que mi negocio es muy grande), me meto por las

camisas y me tiro por las mangas como por un tobogán… soplo los escotes intentando

inflarlos… pero cuando llego al mostrador principal ahí hay solo una mujer sin rostro.

Mi sueño es vestir a Ángela. Así se va a llamar mi local: Ángela. Lástima que todas

mis clientas vayan a ser alemanas rubias, francesitas esmirriadas y argentinitas

anoréxicas con la billetera de papá. Una Ángela nunca atravesaría la puerta de mi

negocio. Ángela estaría en Lavalle repartiendo volantes o sirviendo mesas en un

restorancito mugriento.

Me clavo las uñas en la palma de la mano… y me duele. Mis manos nunca trabajaron

la tierra, nunca tocaron el carbón. Ahora comprendo por qué los dedos de Ángela eran

tan feos, por qué estaban llenos de callos. Yo era un pibito, qué iba a saber.

El aire ahora no huele a nada. Pareciera como si, un par de horas antes de la

medianoche, una bestia gigante se tragara todo el aire del mundo y lo fuera expulsando

todo otra vez a lo largo del nuevo día. El aire es el mismo, nada se filtra, nada se queda

en los pulmones de esa bestia. Está demasiado vieja, demasiado cansada para

preocuparse por nosotros. Quiere morirse, y cada vez que traga, se imagina que por fin

le ha llegado la hora de ser libre. Pero no. No muere. Y no morirá jamás.

Abajo la ciudad es un hormiguero de luces. Desde este noveno piso los ruidos se

oyen, pero se oyen lejanos, como si la distancia estuviese hecha de silencio.

La primera vez que vine a la ciudad, sentí que me iba a desmayar. Los edificios altos

me mareaban, el ir y venir de los colectivos se me estancaba en los oídos y me olvidaba

de respirar porque el aire era demasiado sucio. Entre los rascacielos, el tránsito y la

contaminación, mi existencia se veía reducida a la nada, a una mancha, a una puntada en

el gran telar del universo.

El mundo ya no era mío: la enorme vastedad de la ciudad no es de nadie, no es del

Estado, no es de Dios, no es del sol ni de la noche. Las calles solo son mías cuando las

camino, cuando el cielo me abraza y la lluvia me moja las cejas. La ciudad es oscura,

pero a la vez es luminosa. Huele a desesperanza y ahora también huele a verano. A

misterios tercermundistas, a pan dulce, a padres ahorrando los centavos para venderles a

sus hijos las fantasías de Papá Noel.

Otro de mis pasatiempos es bordar tapices con canutillos. Me tomo el subte enfrente

del obelisco y me bajo en la estación Pueyrredón. Recorro los locales mayoristas de

Once como un chico en una juguetería. Compro telas, hilos, agujas, encajes, puntillas,

botones, mostacillas, canutillos, cierres, cintas. El otro día compré la máquina para

Page 10: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 10

hacer los agujeros de los corsés. Un capricho. Si pudiera (si no fuera tan vergonzoso),

me tiraría en el piso junto a los hippies de Filo y vendería mis vestidos y mis blusas.

Algo voy a tener que hacer (¿ponérmelos?) con todos estos disfraces. Pero no me quiero

deshacer de ellos. A algunos les tengo demasiado cariño. A otros no, porque las malas

experiencias se les acumularon en los bolsillos y cada vez que los miro los insultos me

abofetean: puto, reputo, recontraputo. Aborto de la naturaleza. Monstruito. Anormal.

Suspiro, y con el suspiro se me escapan un par de recuerdos. Ahora están ahí, volando

cuesta abajo hacia la calle luminosa, para perderse entre los autos, entre los caños de

escape. Ahí se van mis recuerdos, que saben a sangre y a hierba mojada.

Pienso de nuevo en Darío, en su barba sucia. Y me acuerdo de que es muy chico para

mí. Sonrío. Buena excusa. Cuando comencé a ir a la Facultad, me sorprendí al ver a

todos esos jóvenes disfrazados de viejos. Son jóvenes que desdeñan la juventud y la

belleza, porque la tradición dice que la sabiduría es patrimonio de los ancianos. Y como

acá tildan a la juventud de ignorante, estos jóvenes se rebelan dejándose crecer la barba

y mirando para otro lado cuando la moda sacude las plumas frente a ellos. Yo tengo un

par de años más, pero el peso del sufrimiento acortó mis minutos, mis días, mis meses.

Los hizo multiplicarse, y todos y cada uno de ellos se me acumularon en la espalda y en

los párpados. Tengo los ojos de un anciano y llevo una mochila de miles de días

mutilados por el sol. Llevo los meses sumergidos en sangre, la sangre de los labios de

Ángela.

Me vuelvo al departamento, donde no me espera nadie. Solo mi máquina de coser en

el cuarto vacío y una cama de dos plazas en la que siempre duermo solo. La cama me da

risa. La compré por eso, para que el tema de la cama no fuera una excusa. Soy muy

amigo de las excusas. Y aun así, nada. La cama no conoce otro cuerpo más que el mío,

otra respiración que no sea la mía. Robarme, matarme, sé que todo eso me lo podrían

haber hecho ahí, en los lagos de Palermo, a donde voy cuando la sangre de Ángela grita

para mí en su cilindro de oro. Y mi casa es mi casa (¡mía!) y mi cuerpo no es mi cuerpo,

pero el primero que entre en esta casa no lo hará para entrar en mi cuerpo.

Entre estas paredes que no conocen otra voz más que la mía o la de las cantantes

rubias que admiro, la soledad se cuece en cada rincón, edulcorada con la oscuridad de la

noche. Me gusta la noche. En la noche los colores se ven a través de un filtro violeta,

violeta como un hematoma. Todo es negro, gris, neón y artificio.

Miro la hora, las paredes susurran. Lo sospechan. Algo se mueve en la habitación

vacía (y llena de telas, vestidos a medio terminar, sueños truncados) y veo que dejé la

Page 11: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 11

ventana abierta. Es la ventanita que me distrae mientras coso, la culpable de tantas

puntadas mal hechas. Ay, ventanita, ventanita. Me asomo por la triste ventanita y miro

para abajo. Ahí abajo hay un shopping y ahora, por la noche, la decoración navideña

brilla como si un dios multimillonario hubiese dejado caer sobre la calle todas sus joyas.

Recuerdo las primeras navidades que pasé en la ciudad. Me había olvidado de la

Navidad y el shopping me lo recordó de pronto, de golpe. Era por principios de

noviembre y ya había luces, árboles, muérdago. Me sentí desconcertado, triste. Pasé

aquellas navidades tal como pasé las cinco siguientes: acá, solo, de espaldas a la

ventanita, cosiendo un vestido que al final me quedó chico.

Miro la hora, son las diez y cuarto. Se hace esperar mi invitado, mi primer invitado, a

quien voy a convidarle una cucharada de esta tibia soledad. ¿Qué hago? ¿Cierro la

puerta? ¿Escondo mi verdad bajo llave? La llave está fría y una brisa entra por la

ventanita y me despeina. No. Que mi verdad quede expuesta, que se asome él hacia ella

si quiere pasar al baño, que las sedas brillen bajo la luna cuando la medianoche se

desgarre. Que la mire, y yo voy a fingir que no me avergüenza. Pero mi verdad estará

muda, será solo una verdad quieta, pasiva, como un animal domesticado. Solo él podrá

despertar a la bestia y si quiere, que lo haga. Lo más probable es que lo haga sin querer.

Que se despierten los monstruos dormidos y que le aúllen a la luna. Bostezo y ahogo un

grito. ¡Me olvidé de despintarme las uñas! Moradas como una herida infectada, mis

uñas combinan con mi estado de ánimo. Me arrepiento de haberlo invitado, pero es

demasiado tarde. Le dije que le tenía un regalo, un pedacito de mi tímida verdad.

—¿Vos tenés plata, no? —me preguntó cuando se lo dije, cuando tomábamos un café

en el bar del CEFyL. Él hace así las preguntas: las saca de la nada, las revolea frente a

tu cara. Y vos te quedás mudo, con la sorpresa salpicada en los ojos, y en vez de

responder querés preguntarle por qué te está preguntando semejante cosa.

Mi verdad (esa pequeña verdad) duerme bajo el arbolito, como un animal salvaje

dispuesto a clavarme los colmillos si me atrevo a acercarme. El arbolito lo compré hoy,

porque no tenía. Lo compré en el shopping y me costó carísimo. Eso que no mide ni un

metro. Cuando lo saqué de la caja y lo armé, me di cuenta de que tampoco tenía adornos

ni guirnaldas. No quise volver al shopping, no me gustó nada la manera en que me miró

el policía que estaba vigilando la entrada. Odio a los policías desde que uno me quiso

llevar por ejercer la prostitución. Una mentira odiosa, por supuesto. Me pidió plata y le

dije que no tenía por qué dársela.

—¿Y qué hacés acá, puto de mierda?

Page 12: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 12

—Coger, ¿vos?

Le pegué una trompada, me saqué los tacos y me largué a correr. No me alcanzó.

Cuando me miré la mano vi que sangraba. Todavía tengo la cicatriz: un puntito rojo en

el nudillo del dedo índice de la mano derecha. El primer regalo de Navidad de esta

ciudad anónima y corrupta. Por eso no tengo amigas que sean como yo: yo voy a esos

lugares a garronear (garronear es coger por coger, sin cobrarle al tipo), mientras ellas

van trabajar para ganarse el pan que se llevan a la boca.

De los nervios, tiro al suelo el frasco de quitaesmalte. La sala se llena del olor de la

acetona, me muerde la nariz, me nubla la vista. Toso y trago saliva, y siento el sabor

amargo en la base de la garganta. Voy al baño, hago buches, me lavo la cara y suena el

timbre. Cuando levanto la cabeza, me golpeo contra el espejo. Entonces pasa algo

insólito: me río. Sí, me río, una carcajada brota desde lo más profundo de mis pulmones

y vuela por el pequeño baño blanco, llenándose de eco. Cierro la canilla, salgo del

departamento y no espero que se desocupe el ascensor: bajo por las escaleras.

—¿Bajaste por las escaleras? —me pregunta Darío, sorprendido.

Le respondo que sí. Cuando me pregunta por qué, le digo que el ascensor funciona

mal. No quería que te fueras, pienso. No quería esperar. No quería que el tiempo no

dependiera de mí, quería tener los segundos en mis manos, rebotando contra los

escalones, quería patearlos, hacerlos explotar.

Qué mal vestido está. Pienso eso y reprimo un suspiro. Él no es para mí y yo tampoco

soy para él, pero eso no va a impedir que pasemos una noche de Navidad menos solos.

Por las noches la soledad desespera. Por las noches, cuando el silencio es más espeso y

nuestra mente se relaja y nuestras ideas se aquietan, el corazón se aisla en un rincón, se

separa del cerebro y piensa por sí mismo. A la noche todo parece más fácil, nuestros

cuerpos se deslizan a la deriva en las calles, el mundo parece más pequeño y

acogedor… Pero todo eso una ilusión causada por la oscuridad.

—Traigo un vino —dice él con una sonrisa tímida, quizás porque el vino es barato o

quizás porque su sonrisa es así, pequeña, apenas levantando las comisuras por detrás de

la barba mal afeitada. Y sí, vino tinto, porque el champán es demasiado burgués para la

lengua de este militante del Partido Obrero.

Abro la puerta del departamento con miedo. ¿Cuál será su reacción? Entro primero y

veo que sus ojos se detienen en los tapices de canutillos.

—¿Te gustan? —le digo para romper el hielo.

—Sí… ¿qué? ¡No me digás que los hiciste vos!

Page 13: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 13

—Sí.

Se sorprende y en sus ojos inyectados de sorpresa creo ver algo parecido al respeto, a

la admiración. La sensación es demasiado nueva para mí: nunca nadie contempló

ninguna de mis obras. Me pregunta cómo las hago y de repente estamos sumergidos en

una charla acerca de canutillos, mostacillas y telas. Yo hablo y hablo, ¡podría hablarle

durante horas!, pero lo estoy aburriendo y me callo. Cambio el tema. Nuestra

conversación es como un teatro de títeres rebeldes: difícil de manejar, difícil de

mantener. Lo que me interesa a mí a él no le interesa. De lo que le interesa a él no

conozco ni los nombres.

Lleno un plato con maní japonés y saco de la heladera los sándwiches de miga. Él se

lleva a la boca uno casi entero y a mí me entra risa.

—Qué bien que se está acá, che. —Lo dice por el aire acondicionado. Asiento y me

muerdo el labio. Quizás quiera sacarse la camiseta. Quizás si yo me la saco, él se la

saque. O quizás mis canutillos le hayan causado desconfianza y en realidad quiere

irse…

—Gracias por venir. Siempre la paso solo la Navidad.

Corro la mesa y nos sentamos en el piso. Me cuenta (en realidad ya me lo contó, pero

escucharlo de nuevo no me molesta), me cuenta que cuando su madre murió de cáncer

su familia se disolvió. Y Darío las Navidades también las pasa solo, porque su padre le

guarda rencor porque no quiso ser mecánico como él. Pobre Darío, un intelectual en

medio de una familia de mecánicos brutos, grasientos y malhablados. Un joven

disfrazado de anciano pasando la Navidad con un hombre que se disfraza de mujer.

—Che… —le digo; me mira—. Soy gay, ¿no te jode?

Traga su tercer sándwich, agarra su mochila y saca un marcador. Le arranca la tapita

de atrás con los dientes, y un porro se desliza suavemente hacia sus manos.

—Qué novedad… —dice. Mira el porro y con un gesto indeciso, me lo ofrece. Niego

con la cabeza. Odio las drogas. Mira el porro de nuevo y lo guarda. Menos mal, suspiro.

De verdad que odio las drogas. Pero esa es otra historia.

—¿Se me nota mucho…?

Me sonríe con precaución y se encoge de hombros.

—Y sí… Sos un poco…

Le cuesta decir la palabra, tiene miedo de que me ofenda.

—Afeminado —suelto yo. La palabra repta por mi lengua y la escupo, como a un

veneno, como algo asqueroso.

Page 14: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 14

—No, afeminado no… —se apura a corregir. Yo lo miro a los ojos: está incómodo,

pero en verdad quiero oír su respuesta—. O sea, no hablás así raro, bueno, un poco…

—Disimulo, qué querés que haga. O trato…

El silencio se hace sombra a sí mismo. Ahora más que nunca sé que esta invitación

fue un error. Somos dos seres de especies distintas, de mundos distintos. Juntos

seríamos el pecado del bestialismo. Somo dos animales intentando sondear en el

territorio del otro. Y esta es la primera vez que él pisa el mío. Que se alimenta en el mío.

—No digo que se te nota así a simple vista. Digo que yo lo noté…

Lo miro y me río, qué voy a hacer. Piensa que estoy ofendido. Él me contempla con

sus ojos marrones un poquito asustados, un poquito aliviados.

—¿Cómo es…?

—¿Cómo es qué?

—Ser gay.

—Si pudiera nacer de nuevo, elegiría ser mujer.

Desvía los ojos, sus ojos jóvenes en su rostro de anciano. Pobre, no sabe qué decir.

¿Qué hice? ¿Por qué tuve que arrastrar a un inocente a este caldero de soledades

amargas?

Dejo el vaso en el suelo, me levanto, estiro el brazo hacia el arbolito y agarro el único

regalo.

—Tomá, para vos. La hice yo. Si te queda grande la puedo arreglar, pero te vas a tener

que sacar la ropa.

Se ríe, me río, nos reímos. Qué hacer. La risa es la peor enemiga del silencio, es su

madrastra malvada. Peor el silencio es caprichoso y a veces la risa es engañada. A veces

el silencio es respetuoso, es solemne como un águila en vuelo. A veces el silencio es

simplemente… necesario.

Abre el papel de regalo con la punta de los dedos, como si quisiera tomarlo por

sorpresa pero que quede intacto. Como si el papel de regalo valiera mucho. Dale, pibe,

me pone nervioso tu ritualismo ridículo. Una cosa más que se suma a la lista, una cosa

más que este puto no soporta de vos. ¿Qué no soportarías vos de este puto?

—Che, qué buena que está. —Ah, cómo se nota la sinceridad en su voz de intelectual

inquieto, en su garganta de revolucionario. Quiero pensar que no es falsa, tantas cosas

quiero pensar. Quiero pensar que no le provoco desconfianza.

—Si te querés ir… todo bien, no pasa nada.

Page 15: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 15

Se pone la camisa regalada encima de su remera vieja. Levanta la mirada con

sorpresa, una sorpresa herida.

—No… yo… ¿querés que me vaya?

—No, no quiero. Pero si te sentís incómodo conmigo por lo que te conté…

—No me siento incómodo. Bueno, un poco. Yo sospechaba que eras gay, pero… qué

sé yo… No sé, no me parece que sea algo tan terrible. Tengo un tío gay, ¿sabés? Vive

con su pareja. Bueno, nunca me dijeron que son pareja y nunca me dijo que es gay.

Cuando era chico no lo entendía, no sabía… me podías decir cualquier cosa, uno cuando

es chico se cree todo… Pero ahora sí me doy cuenta de que son pareja y que son gays,

que no son amigos como decían siempre mis viejos. Y mi hermano está divorciado,

¿sabés? Se casó hace tres años y a los dos años y medio se divorció. Tiene una nena. Y

andan con la nena de acá para allá y se pelean por la nena, Ayelén se llama, se pelean

por Ayelén como si la pibita fuera qué sé yo, una bolsa de basura, que hoy la saco yo,

que mañana la sacás vos, que no, que hoy no puedo, que sacala vos… Y ellos, de mi tío

te hablo, están hace más de quince años juntos, boludo, ¿te imaginás? ¡Quince años! Y

no sé, la verdad, no sé cómo hacen, pero te juro que los admiro… los admiro una

bocha…

Toma aire. Después de largar semejante monólogo, sus ojos están más brillantes. Y

yo… yo estoy más deprimido que antes, porque ¡quién no quisiera que una relación le

durara quince años! ¡Quién no quisiera que el amor durara toda la vida!

—Ahora se quieren casar… con esto de que se legalizó el matrimonio.

—El matrimonio es un contrato económico.

Y lo digo yo, que nunca voy a encontrar a nadie que quiera establecer ese contrato

conmigo. Si tengo que ser sincero, esperaba que no lo legalizaran. Detesto ver la

felicidad de los otros mientras yo estoy acá en este rincón oxidado.

—¿No conocés la historia…? —dice—. ¿…de esa pareja gay que uno se murió y el

otro que lo había cuidado y que era su pareja de hacía un montón de años la familia lo

dejó en la calle? Cambiaron la cerradura y él no pudo entrar más.

—No.

Su voz es firme, dura, borracha de reproche e indinación.

—Es verdad que es un contrato económico, pero tiene su principio en el amor. ¿Vos le

dejarías tu departamento a cualquiera? No, seguro que no. Se lo dejarías a tu pareja, a la

persona con la que estás compartiendo la vida.

Page 16: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 16

Yo no comparto la vida con nadie. La comparto con mis vestidos. A ellos les dejo el

departamento si alguna vez un loco me mata en Palermo o San Telmo. Quiero que

forren el departamento con terciopelo rojo.

—Sos muy raro, chabón… —susurra, tomando un trago de vino—. Y no lo digo

porque seas gay.

—¿A vos te gustaría casarte? —le pregunto. Bosteza y estira los brazos. Deja el vaso

en el piso y se acuesta boca arriba, con la nariz apuntando al techo. Yo me quedo donde

estoy, mirándolo, encogido contra la pared. Suerte que tengo aire acondicionado, si

hiciera calor y tuviera que ponerme un pantalón corto, me moriría de vergüenza de que

me viera las piernas. Por eso odio salir los días de verano. Las noches, en cambio… son

más bondadosas con mis piernas… y con todo mi cuerpo.

—Qué sé yo. Si encuentro una mina que valga la pena, sí.

Machista, pienso, tus palabras te traicionan, pro-gay, pro-matrimonio entre putos.

¿Una mujer que valga la pena? Qué frase hecha tan fea, tan de mierda. Ustedes los

hombres son los que son una mierda, los que ponen los cuernos, los que se vuelven

loquitos por un par de tetas. ¿Te creés que porque sé usar una máquina de coser soy

tarado o ciego? ¿Cómo es una mujer que vale la pena? ¿Por qué pensás que una mujer

que vale la pena quiere valer tu pena? Con esa barba mal afeitada y esa ropa sucia, ¿las

penas de quién valés vos? Las mías no, eso te lo aseguro.

—¿Vos no tenés pareja, no?

—No.

—¿Tuviste?

—Tuve algo el año pasado… salimos dos meses hasta que se enteró de que me visto

de mujer…

—¿…Y por eso te dejó?

Bajo la cabeza, no le respondo.

—Digo, no es tan terrible.

Lo miro. Pobre, no entiende.

—No es disfrazarme, Darío. Es… acercarme más a lo que soy. A lo que me gustaría

ser. Él no lo entendía, nunca lo entendió. Me pidió que lo dejara. Y cuando le dije no

podía, me pegó…

Ahora es él quien baja la cabeza. No sabe qué decir.

—Yo pensaba que… —Y se encoge de hombros. Dice bajito, como con vergüenza—:

Que todos se entendían…

Page 17: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 17

—Yo también lo pensaba… y seguramente hay algunos que sí te entienden, pero esto

es algo muy difícil, muy duro. El sufrimiento te endurece, te llena de resentimiento… de

odio.

Y lo sé, porque en las noches de soledad, sufro dos veces: por ese sufrimiento que ya

existía y por el dolor del resentimiento. No quiero ser como él, no quiero odiar, no

quiero descargar mi dolor en los otros. ¡Que se casen, carajo! ¡Que se casen y que sean

felices! Yo soy el único responsable de mi felicidad. Yo tengo que ser fuerte y

enfrentarme con mis propios demonios.

Se acerca, me pone una mano en la rodilla. Sin querer, me muevo, apartándome.

—Che, eh, pará, no llorés…

No, no llorés, Polín…

—Pablo, dale, no llor… —Suspira con violencia, como un animal furioso; el vaso

choca contra el suelo y el vino me salpica los dedos de los pies—…llorá boludo, llorá

todo lo que quieras, la puta que lo parió… Mi viejo me decía cuando me pegaba con el

cinturón “no llorés, maricón, los hombres no lloran”, y yo me meaba en la cama,

boludo, tenía cinco años y me meaba, y él me pegaba el hijo de puta y yo… y yo…

Se quiebra. Será por el vino, será por los recuerdos que le nublan la masculinidad que

la norma le impuso a cinturonazos. Será por esta mierda de cultura que nos dice cómo

tienen que ser los hombres, cómo tienen que ser las mujeres. Y la diferencia duele, la

diferencia es dolorosa porque te sentís solo en el mundo, te sentís que no encajás, que

tenés que cambiar, que tenés que ajustarte a lo que te dicen. Y es todo mierda, es todo

basura, no hay que ajustarse a nada… Solo hay que ajustarse a uno mismo.

Le apoyo la mano en el hombro, lo sacudo suavecito. Me mira y me sonríe con miedo.

Agarra los vasos de vino que dejamos en el piso, me pasa uno, y enreda su brazo

alrededor del mío.

—Feliz Navidad, Pablo.

—Feliz Navidad…

Se baja el vaso de un sorbo. Me bajo el vaso de un sorbo. Nos bajamos la botella

entera, la sidra, el champán y el vodka que guardo para los días en que me siento más

deprimido que de costumbre. Quedamos tirados en el suelo, con el departamento

flotando a nuestro alrededor, una procesión de fantasmas ciegos que extienden sus

mantos hacia nosotros, amenazando con abrazarnos, con acunarnos, con besarnos, con

hacernos el amor. Darío gira su cabeza hacia mí y dice:

—Vestite de mina.

Page 18: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 18

—¿Qué?

—Eso. Que te vistás de mina.

Me entra una risa tremenda, Dios mío, ¡no recuerdo haberme reído así en toda mi

vida! Me duele el estómago de tanto reírme, la mandíbula, las mejillas, me lloran los

ojos. Darío se contagia de mi risa e intenta levantarse, pero se resbala por culpa de sus

zapatillas con suela de goma. Se cae de culo al piso y mi risa se dispara, se multiplica,

se embaraza de muchas risas y una gran familia va naciendo de mi boca…

—Ay, no, pará, boludo… —chilla él, agarrándose del brazo de un sillón para

sostenerse.

Le doy la mano, él la acepta, y lo guío hasta la habitación de la verdad dormida. El

silencio acá nos absorbe, Darío deja de reír y contempla todo con los ojos entornados.

Cuando prendo la luz, un baño de mermelada dorada se derrama sobre la máquina de

coser, sobre los maniquís vestidos de fiestas, sobre los percheros engalanados con tules,

sedas y moños. Todo es luz, color y vida.

—Qué lindo, che…

Abro los ojos: sigue teniendo puesta la camisa que le regalé, que cosí para él

imaginando su cuerpo, calculando cada centímetro de sus rincones escondidos. Le

queda perfecta. Es gris, a cuadros celestes, de mangas cortas y botones de presión. Él

odia los botones, me contó, porque cuando era chiquito se tragó uno y cada vez que iba

al baño el padre tenía que revisar la caca para buscarlo, para asegurarse de que lo había

cagado.

—Cada vez que podía me agarraba a cinturonazos.

—¿Qué querés que me ponga? —le digo—. Elegí.

Él se ríe. Se acerca a la máquina de coser, donde todavía está puesto el hilo gris con el

que cosí su camisa.

—Eso —dice señalando el maniquí más cercano, una castaña tetona de ojos miel. Así

sería yo si fuera mujer, como este maniquí: tendría el pelo largo y mis pestañas

aletearían sobre mis ojos amielados como mariposas recién nacidas.

—Se llama Sonia.

—¿El maniquí?

—Sí.

Sonia lleva puesto un minivestido estampado que le copié a Chanel. No me lo puse

nunca porque tengo que arreglarle las pinzas a la pollera. Pero no importa. Le voy a dar

el gusto a Darío, a su borrachera. Y a mí mismo, por qué no. Le saco con cuidado el

Page 19: Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOSphoto.goodreads.com/documents/1306449016books/11469018.pdf · 2011-05-26 · Y nunca dijo qué era. Nunca supe lo que intentó decir

Y POR LAS NOCHES LA SOLEDAD NIMPHIE KNOX KKNOS

http://nimphie.blogspot.com 19

vestido a Sonia (ella queda desnuda, pobre, como no habla no puede quejarse), y la

tranquilizo con una caricia en el hombro. Me quedo de espaldas a Darío y rápidamente

me arranco la camiseta y los vaqueros. En silencio, me deslizo por el vestido, y parece

como si el departamento, las paredes y la misma noche aguantaran la respiración

mientras lo hago, mientras mi piel acaricia la tela suave y la tela se va calentando con la

tibieza de mi sangre. Zapatos tengo varios, siempre uso la misma estrategia: quiero

esos, son para una amiga, se llevó otros pero ahora se arrepintió, le quiero dar una

sorpresa. Y claro, a veces me sale mal. Los zapatos no me quedan. Solo una vez me

atreví a cambiarlos y el vendedor me preguntó si amiga era muy alta.

—Señorita, qué linda está usté —dice Darío, borracho, haciéndome una reverencia.

—Pelotudo —le digo, tirándole un zapato—. Te voy a ma… tar.

Estallaron los fuegos artificiales. Ya es medianoche. Navidad. Volvemos al salón,

tropezándonos con nuestros propios pies, con la borrachera. Pongo música: cualquier

cosa, lo que esté ahí. Suena Gloria Estefan; subo el volumen, y su conga empienza a

vibrar contra nuestros oídos, contra los vidrios…

—¡Boludo! ¡Cómo tenés la ventana cerrada! —grita Darío, agarrándose la cabeza. Me

río, porque imagino que se saca la cabeza y me la tira, y yo la agarro y le digo que una

cabeza no me sirve, que peluquera no soy.

Se abalanza contra el ventanal, lo abre de un tirón, y su cuerpo parece sacudirse al

compás del viento y la música, al compás del cielo estremecido que nos cobija a estos

millones de almas que latimos esta noche, esta noche igual a cualquier otra.

—¡Ah, es un balcón!

Me agarra de la mano y me arrastra hacia afuera. La conga se disuelve en el aire, el

aire se llena de olor a pirotecnia y el cielo se ilumina de miles de colores. El cielo estalla

por encima de nosotros, y Darío comienza a moverse despacito, en un tímido intento de

bailar conmigo.

—¡Bailá, amargo! —me dice, haciéndome dar una vuelta.

Por detrás de su barba rala, desde de sus ojos llorosos y su rostro de anciano, esta

noche de Navidad Darío me sonríe.

Y yo también le sonrío a él. Esta noche y todas las que él quiera, sin avergonzarme,

sin dejar que los malos recuerdos me hagan tropezar. Hoy, mañana y siempre, desde mi

verdadero yo.