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T.S. KuhnLA ESTRUCTURA

DE LAS REVOLUCIONESCIENTÍFICAS

Para que el cultivo de la historia de la ciencia ad-quiera cabal sentido y rinda todos los frutos quepromete, se impone el examen de ciertas coyun-turas, propias del desenvolvimiento científico. La"revolución científica" es quizá la circunstanciaen que el desarrollo de la ciencia exhibe su plenapeculiaridad, sin que importe gran cosa de quémateria se trate o la época considerada.

El presente trabajo es un estudio, casi único ensu género, de las "revoluciones científicas". Basa-do en abundante material —principalmente enlos campos de la física y la química—, procuraesclarecer conceptos, corregir malentendidos y,en suma, demostrar la extraordinaria compleji-dad del mecanismo del progreso científico, cuan-do es examinado sin ideas preconcebidas: más deuna sorpresa nos reserva este camino, más de unrecoveco del análisis incita a protestar con vehe-mencia antes de quedar convencidos. A fin decuentas, el itinerario que parecía simple y ra-cional resulta ser complejo y proteico.

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La estructura de lasrevoluciones científicas

por THOMAS S. KUHN

FONDO DE CULTURA ECONÓMICAMÉXICO

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Traducción deAGUSTÍN CONTIN

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Primera edición en inglés, 1962Primera edición en español (FCE, México), 1971Octava reimpresión (FCE, Argentina), 2004

Título original: The structure of scientifícrevolutions © 1962, University of Chicago Press

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ÍNDICE

Prefacio................................................. 9

I. Introducción: un papel para la historia....................................................... 20

II. El camino hacia la ciencia normal. . . 33

III. Naturaleza de la ciencia normal ...... 51

IV. La ciencia normal como resolución deenigmas................................................. 68

V. Prioridad de los paradigmas ............. 80

VI. La anomalía y la emergencia de losdescubrimientos científicos .............. 92

VII. Las crisis y la emergencia de las teorías científicas ................................. 112

VIII. La respuesta a la crisis ................... 128

IX. Naturaleza y necesidad de las revoluciones científicas .............................. 149

X. Las revoluciones como cambios delconcepto del mundo........................... 176

XI. La invisibilidad de las revolucionescientíficas ........................................... 212

XII. La resolución de las revoluciones. . . . . 224

XIII. Progreso a través de las revoluciones 247

Posdata: 1969 .............. .................................. 268

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AJAMES B. CONANT,

que puso esto en marcha

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PREFACIO

EL ENSAYO que sigue es el primer informe publi-cado de modo íntegro de un proyecto concebido,originalmente, hace casi quince años. En esaépoca, yo era un estudiante graduado en físicateórica, que estaba a punto de presentar mi tesis.Un compromiso afortunado con un curso de co-legio experimental que presentaba las cienciasfísicas para los no científicos, me puso en con-tacto, por primera vez, con la historia de la cien-cia. Resultó para mí una sorpresa total el que esecontacto con teorías y prácticas científicas anti-cuadas socavara radicalmente algunos de mis con-ceptos básicos sobre la naturaleza de la cienciay las razones que existían para su éxito específico.Estas concepciones las había formado previa-mente, obteniéndolos en parte de la preparacióncientífica misma y, en parte, de un antiguo inte-rés recreativo por la filosofía de las ciencias. Encierto modo, fuera cual fuera su utilidad peda-gógica y su plausibilidad abstracta, esas nocionesno encajaban en absoluto en la empresa exhibidapor el estudio histórico. Sin embargo, eran y sonfundamentales para muchas discusiones científi-cas y, por consiguiente, parecía valer la pena ahon-dar más en sus fallas de verosimilitud. El re-sultado fue un cambio drástico en mis planesprofesionales, un paso de la física a la historiade la ciencia y, luego, gradualmente, de los pro-blemas históricos relativamente íntegros a las in-quietudes más filosóficas, que me habían condu-cido, inicialmente, hacia la historia. Con excepciónde unos cuantos artículos, este ensayo es el pri-mero de mis libros publicados en que predominanesas preocupaciones iniciales. En cierto modo,

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es, principalmente, un esfuerzo para explicarmey explicar a mis amigos cómo fue que pasé dela ciencia a su historia.

Mi primera oportunidad para ahondar en algu-nas de las ideas que expreso más adelante, mefue proporcionada a través de tres años comoJunior Fellow de la Society of Fellows de laUniversidad de Harvard. Sin ese periodo de liber-tad, la transición a un nuevo campo de estudiohubiera sido mucho más difícil y, probablemente,no hubiera tenido lugar. Parte de mi tiempo,durante esos años, fue dedicada a la historiade la ciencia propiamente dicha. Principalmente,continué el estudio de los escritos de AlexandreKoyré y descubrí los de Émile Meyerson, HéléneMetzger y Anneliese Maier.1 De manera más claraque la mayoría de los demás eruditos recientes,ese grupo muestra lo que significaba pensar cien-tíficamente en una época en la que los cánonesdel pensamiento científico eran muy diferentesde los actuales. Aun cuando pongo en tela dejuicio, cada vez más, algunas de sus interpreta-ciones históricas particulares, sus obras, juntocon Great Chain of Being, de A. O. Lovejoy, sólohan cedido el lugar preponderante a los materia-les originales primarios, en la formación de misconceptos sobre lo que puede ser la historia delas ideas científicas.

Gran parte de mi tiempo, durante esos años,lo pasé explorando campos que, aparentemente,

1 Ejercieron una influencia primordial: Etudes Gali-léennes, de Alexandre Koyré (3 vols.; París, 1939); Identityand Reality, de Émile Meyerson, trans. Kate Loewenberg(Nueva York, 1930); Les doctrines chimiques en Francedu debut du XVIIe á la fin du XVIIIe siécle (París, 1923), yNewton, Stahl, Boerhaave et la doctrine chimique (París,1930) de Héléne Metzger; y Die Vorlaufer Galileis im 14.Jahrhundert, de Anneliese Maier ("Studien zur Naturphilo-sophie der Spätscholastik"; Roma, 1949).

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carecían de relación con la historia de las cien-cias, pero en los que sin embargo, en la actuali-dad, la investigación descubre problemas simila-res a los que la historia presentaba ante miatención. Una nota encontrada, por casualidad,al pie de una página, me condujo a los experi-mentos por medio de los cuales, Jean Piaget, hailuminado tanto los mundos diversos del niño encrecimiento como los procesos de transición deun mundo al siguiente.2 Uno de mis colegas meanimó a que leyera escritos sobre la psicologíade la percepción, sobre todo de los psicólogos dela Gestalt; otro me presentó las especulacionesde B. L. Whorf acerca del efecto del lenguajesobre la visión del mundo y W. V. O Quine mepresentó los problemas filosóficos relativos a ladistinción analiticosintética.3 Éste es el tipo deexploración fortuita que permite la Society ofFellows y sólo por medio de ella pude descu-brir la monografía casi desconocida de LudwikFleck, Entstehung und Entwicklung einer wissen-schaftlichen Tatsache (Basilea, 1935), un ensayoque anticipaba muchas de mis propias ideas.Junto con una observación de otro Junior Fellow,Francis X. Sutton, la obra de Fleck me hizo com-prender que esas ideas podían necesitar ser es-tablecidas en la sociología de la comunidad cien-

2 Debido a que desarrollaron conceptos y procesos quesurgen también directamente de la historia de la ciencia,dos conjuntos de investigaciones de Piaget resultaron par-ticularmente importantes: The Child's Conception of Cau-sality, traducción de Marjorie Gabain (Londres, 1930), yLes notions de mouvement et de vitesse chez l'enfant (París,1946).

3 Los escritos de Whorf han sido reunidos posterior-mente por John B. Carroll en Language, Thought, andReality—Selected Writings of Benjamin Lee Whorf (NuevaYork., 1956). Quine ha presentado sus opiniones en "Twodogmas of Empiricism", reimpreso en su obra From aLogical Point of View (Cambridge, Mass., 1953), pp. 2046.

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tífica. Aunque los lectores descubrieran pocasreferencias en el texto a esas obras o conversa-ciones, estoy en deuda con ellas en muchos másaspectos de los que puedo recordar o evaluar hoy.Durante mi último año como Junior Fellow,una invitación del Instituto Lowell de Bostonpara dar conferencias me proporcionó la primeraoportunidad de poner a prueba mi noción de laciencia, la que todavía se encontraba en desarro-llo. El resultado fue una serie de ocho conferen-cias públicas, pronunciadas durante el mes demarzo de 1951, sobre "La búsqueda de la teoríafísica". Al año siguiente comencé propiamentea enseñar historia de la ciencia y, durante casiuna década, los problemas de la enseñanza de unarama que nunca había estudiado sistemáticamenteme dejaron poco tiempo para articular de modoexplícito las ideas que me condujeron a esecampo. Afortunadamente, sin embargo, esas ideasresultaron una fuente de orientación implícitay, hasta cierto punto, de parte de la estructuraproblemática, para gran sector de mi enseñanzamás avanzada. Tengo, por consiguiente, queagradecer a mis alumnos varias lecciones impa-gables, tanto sobre la viabilidad de mis opinio-nes como sobre las técnicas apropiadas paracomunicarlas de manera eficaz. Los mismos pro-blemas y esa misma orientación proporcionaronunidad a la mayoría de los estudios, predominan-temente históricos y aparentemente diversos, quehe publicado desde el final de mi época de be-cado. Varios de ellos tratan del papel integraldesempeñado por una u otra metafísica en lainvestigación científica creadora. Otros examinanel modo como las bases experimentales de unanueva teoría se acumulan y son asimiladas porhombres fieles a una teoría incompatible y másantigua. En el proceso, describen el tipo de des-

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arrollo que llamo, más adeante, "emergencia" deun descubrimiento o una teoría nuevos. Hay, ade-más de eso, muchos otros vínculos de unión.

La etapa final del desarrollo de esta monogra-fía comenzó con una invitación para pasar el año1958-59 en el Centro de Estudios Avanzados sobrelas Ciencias de la Conducta (Center for AdvancedStudies in the Behavioral Sciences). Una vezmás, estuve en condiciones de prestar una indi-visa atención a los problemas presentados másadelante. Lo más importante es que, el pasar unaño en una comunidad compuesta, principalmen-te, de científicos sociales, hizo que me enfrentaraa problemas imprevistos sobre las diferencias en-tre tales comunidades y las de los científicosnaturales entre quienes había recibido mi pre-paración. Principalmente, me asombré ante elnúmero y el alcance de los desacuerdos patentesentre los científicos sociales, sobre la naturalezade problemas y métodos científicos aceptados.Tanto la historia como mis conocimientos mehicieron dudar de que quienes practicaban lasciencias naturales poseyeran respuestas más fir-mes o permanentes para esas preguntas que suscolegas en las ciencias sociales. Sin embargo, hastacierto punto, la práctica de la astronomía, de lafísica, de la química o de la biología, no evoca,normalmente, las controversias sobre fundamen-tos que, en la actualidad, parecen a menudo en-démicas, por ejemplo, entre los psicólogos o lossociólogos. Al tratar de descubrir el origen deesta diferencia, llegué a reconocer el papel desem-peñado en la investigación científica por lo que,desde entonces, llamo "paradigmas". Considero aéstos como realizaciones científicas universalmentereconocidas que, durante cierto tiempo, propor-cionan modelos de problemas y soluciones a unacomunidad científica. En cuanto ocupó su lugar

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esta pieza de mi rompecabezas, surgió rápida-mente un bosquejo de este ensayo.

No es necesario explicar aquí la historia sub-siguiente de ese bosquejo; pero es preciso deciralgo sobre la forma en que se ha preservado des-pués de todas las revisiones. Hasta que terminéla primera versión, que en gran parte fue revi-sada, pensé que el manuscrito aparecería, exclu-sivamente, como un volumen de la Enciclopediade Ciencia Unificada. Los redactores de estaobra precursora me habían solicitado primera-mente este ensayo; luego, me respaldaron fir-memente y, al final, esperaron el resultado contacto y paciencia extraordinarios. Les estoy muyagradecido, principalmente a Charles Morris, pordarme el estímulo que necesitaba y por sus con-sejos sobre el manuscrito resultante. No obstan-te, los límites de espacio de la Enciclopedia hi-cieron necesario que presentara mis opiniones enforma esquemática y extremadamente condensa-da. Aunque sucesos posteriores amortiguaron esasrestricciones e hicieron posible una publicaciónindependiente simultánea, esta obra continúa sien-do un ensayo, más que el libro de escala plenaque exigirá finalmente el tema que trato.

Puesto que mi objetivo fundamental es deman-dar con urgencia un cambio en la percepción y laevaluación de los datos conocidos, no ha de ser uninconveniente el carácter esquemático de esta pri-mera presentación. Por el contrario, los lectoresa los que sus propias investigaciones hayan pre-parado para el tipo de reorientación por el queabogamos en esta obra pueden hallar la formade ensayo más sugestiva y fácil de asimilar. Noobstante, tiene también desventajas y ellas pue-den justificar el que ilustre, desde el comienzomismo, los tipos de ampliaciones, tanto en el al-cance como en la profundidad, que, eventualmen-

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te, deseo incluir en una versión más larga. Exis-ten muchas más pruebas históricas que las quehe tenido espacio para desarrollar en este libro.Además, esas pruebas proceden tanto de la his-toria de las ciencias biológicas como de la de lasfísicas. Mi decisión de ocuparme aquí exclusiva-mente de la última fue tomada, en parte, paraaumentar la coherencia de este ensayo y tam-bién, en parte, sobre bases de la competencia ac-tual. Además, la visión de la ciencia que vamosa desarrollar sugiere la fecundidad potencial decantidad de tipos nuevos de investigación, tantohistórica como sociológica. Por ejemplo, la formaen que las anomalías o las violaciones a aquelloque es esperado atraen cada vez más la atenciónde una comunidad científica, exige una estudiodetallado del mismo modo que el surgimiento delas crisis que pueden crearse debido al fracasorepetido en el intento de hacer que una anomalíapueda ser explicada. O también, si estoy en locierto respecto a que cada revolución científicamodifica la perspectiva histórica de la comuni-dad que la experimenta, entonces ese cambio deperspectiva deberá afectar la estructura de loslibros de texto y las publicaciones de investiga-ción posteriores a dicha revolución. Es precisoestudiar un efecto semejante —un cambio de dis-tribución de la literatura técnica citada en lasnotas al calce de los informes de investigación—como indicio posible sobre el acaecimiento de lasrevoluciones.

La necesidad de llevar a cabo una condensa-ción drástica me ha obligado también a renunciara la discusión de numerosos problemas impor-tantes. Por ejemplo, la distinción que hago entrelos periodos anteriores y posteriores a un para-digma en el desarrollo de una ciencia, es dema-siado esquemática. Cada una de las escuelas cuya

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competencia caracteriza el primer periodo es guia-da por algo muy similar a un paradigma; haytambién circunstancias, aunque las considero ra-ras, en las que pueden coexistir pacíficamente dosparadigmas en el último periodo. La posesiónsimple de un paradigma no constituye un criteriosuficiente para la transición de desarrollo que ve-remos en la Sección II. Lo que es más impor-tante, no he dicho nada, excepto en breves co-mentarios colaterales, sobre el papel desempeñadopor el progreso tecnológico o por las condicionesexternas, sociales, económicas e intelectuales, enel desarrollo de las ciencias. Sin embargo, no hayque pasar de Copérnico y del calendario para des-cubrir que las condiciones externas pueden contri-buir a transformar una simple anomalía en origende una crisis aguda. El mismo ejemplo puedeilustrar el modo en que las condiciones ajenasa las ciencias pueden afectar el cuadro disponiblede posibilidades para el hombre que trata deponer fin a una crisis, proponiendo alguna refor-ma revolucionaria.4 La consideración explícita deefectos como éstos no modificará, creo yo, lasprincipales tesis desarrolladas en este ensayo;pero, seguramente, añadiría una dimensión ana-

4 Estos factores se estudian en The Copernican Revolu-tion: Planetary Astronomy in the Development of WesternThought, de T. S. Kuhn (Cambridge, Mass., 1957), pp. 122-132, 270-271. Otros efectos de las condiciones intelectualesy económicas externas sobre el desarrollo científico subs-tantivo se ilustran en mis escritos: "Conservation ofEnergy as an Example of Simultaneous Discovery", Cri-tical Problems in the History of Science, ed. MarshallClagett (Madison, Wisconsin, 1959), pp. 321-356; "Engineer-ing Precedent for the Work of Sadi Carnot", Archivesintemationales d'histoire des sciences, XIII (1960), 247-251; y"Sadi Carnot and the Cagnard Engine", Isis, LII (1961),567-74. Por consiguiente, considero que el papel desempe-ñado por los factores externos es menor, sólo con respectoa los problemas estudiados en este ensayo.

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lítica de importancia primordial para la com-prensión del progreso científico.

Finalmente, quizá lo más importante de todo,las limitaciones de espacio han afectado drástica-mente el tratamiento que hago de las implicacio-nes filosóficas de la visión de la ciencia, histó-ricamente orientada, de este ensayo. Desde luego,existen esas implicaciones y he tratado tanto deindicar las principales como de documentarlas.No obstante, al hacerlo así, usualmente he evi-tado discutir, de manera detallada, las diversasposiciones tomadas por filósofos contemporáneossobre los temas correspondientes. Donde he in-dicado escepticismo, con mayor frecuencia, lo heenfocado a la actitud filosófica y no a cualquierade sus expresiones plenamente articuladas. Comoresultado de ello, algunos de los que conocen ytrabajan dentro de una de esas posiciones articu-ladas puede tener la sensación de que no he lo-grado comprender su punto de vista. Consideroque sería una equivocación, pero este ensayo notiene el fin de convencerlos de lo contrario. Paraello hubiera sido preciso un libro mucho más am-plio y de tipo muy diferente.

Los fragmentos autobiográficos con que inicioeste prefacio servirán para dar testimonio de loque reconozco como mi deuda principal tantohacia los libros de eruditos como a las institu-ciones que contribuyeron a dar forma a mis pen-samientos. Trataré de descargar el resto de esadeuda, mediante citas en las páginas que siguen.Sin embargo, nada de lo que digo antes o delo que expresaré más adelante puede dar algo másque una ligera idea sobre el número y la natura-leza de mis obligaciones personales hacia los nu-merosos individuos cuyas sugestiones y críticas,en uno u otro momento, han respaldado o diri-gido mi desarrollo intelectual. Ha pasado dema-

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siado tiempo desde que comenzaron a tomarforma las ideas expresadas en este ensayo; unalista de todos aquellos que pudieran encontrarmuestras de su influencia en estas páginas casicorrespondería a una lista de mis amigos y co-nocidos. En esas circunstancias, debo limitarmeal corto número de influencias principales queni siquiera una memoria que falla suprimirá com-pletamente.

Fue James B. Conant, entonces presidente dela Universidad de Harvard, quien me introdujopor vez primera en la historia de la ciencia y,así, inició la transformación en el concepto quetenía de la naturaleza del progreso científico.Desde que se inició ese proceso, se ha mostradogeneroso con sus ideas, sus críticas y su tiempo,incluyendo el necesario para leer y sugerir cam-bios importantes al bosquejo de mi manuscrito.Leonard K. Nash, con quien, durante cinco años,di el curso orientado históricamente que habíainiciado el doctor Conant, fue un colaborador toda-vía más activo durante los años en que mis ideascomenzaron a tomar forma y mucho lo he echa-do de menos durante las últimas etapas del des-arrollo de éstas. Sin embargo, afortunadamente,después de mi partida de Cambridge, su lugarcomo creadora caja de resonancia, y más que ello,fue ocupado por mi colega de Berkeley, StanleyCavell. El que Cavell, un filósofo interesado prin-cipalmente en la ética y la estética, haya lle-gado a conclusiones tan en consonancia con lasmías, ha sido una fuente continua de estímulo yaliento para mí. Además, es la única persona conla que he podido explorar mis ideas por mediode frases incompletas. Este modo de comunica-ción pone de manifiesto una comprensión que lepermitió indicarme el modo en que debía salvaro rodear algunos obstáculos importantes que en-

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contré, durante la preparación de mi primer ma-nuscrito.

Desde que escribí esta versión, muchos otrosamigos me han ayudado con sus críticas. Creoque me excusarán si sólo nombro a los cuatrocuyas contribuciones resultaron más decisivas yprofundas: Paul K. Feyerabend de Berkeley, Er-nest Nagel de Columbia, H. Pierre Noyes delLaboratorio de Radiación Lawrence y mi discí-pulo John L. Heilbron, que ha colaborado, a me-nudo, estrechamente conmigo al preparar unaversión final para la imprenta. Todas sus reser-vas y sugestiones me han sido muy útiles; perono tengo razones para creer (y sí ciertas razonespara dudar) que cualquiera de ellos, o de los quemencioné antes, apruebe completamente el ma-nuscrito resultante.

Mi agradecimiento final a mis padres, esposae hijos, debe ser de un tipo diferente. De ma-neras que, probablemente, seré el último en re-conocer, cada uno de ellos ha contribuido coningredientes intelectuales a mi trabajo. Pero, engrados diferentes, han hecho también algo mu-cho más importante. Han permitido que siguieraadelante e, incluso, han fomentado la devociónque tenía hacia mi trabajo. Cualquiera que sehaya esforzado en un proyecto como el mío sa-brá reconocer lo que, a veces, les habrá costadohacerlo. No sé cómo darles las gracias.

T. S. K.Berkeley, California.

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I. INTRODUCCIÓN: UN PAPEL PARA LAHISTORIA

Si SE CONSIDERA a la historia como algo más queun depósito de anécdotas o cronología, puede pro-ducir una transformación decisiva de la imagenque tenemos actualmente de la ciencia. Esa ima-gen fue trazada previamente, incluso por los mis-mos científicos, sobre todo a partir del estudiode los logros científicos llevados a cabo, que seencuentran en las lecturas clásicas y, más recien-temente, en los libros de texto con los que cadauna de las nuevas generaciones de científicosaprende a practicar su profesión. Sin embargo,es inevitable que la finalidad de esos libros seapersuasiva y pedagógica; un concepto de la cien-cia que se obtenga de ellos no tendrá más proba-bilidades de ajustarse al ideal que los produjo,que la imagen que pueda obtenerse de una cul-tura nacional mediante un folleto turístico o untexto para el aprendizaje del idioma. En esteensayo tratamos de mostrar que hemos sido malconducidos por ellos en aspectos fundamentales.Su finalidad es trazar un bosquejo del conceptoabsolutamente diferente de la ciencia que puedesurgir de los registros históricos de la actividadde investigación misma.

Sin embargo, incluso a partir de la historia,ese nuevo concepto no surgiría si continuáramosbuscando y estudiando los datos históricos conel único fin de responder a las preguntas plan-teadas por el estereotipo no histórico que proce-de de los libros de texto científicos. Por ejemplo,esos libros de texto dan con frecuencia la sen-sación de implicar que el contenido de la cienciaestá ejemplificado solamente mediante las obser-

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vaciones, leyes y teorías que se describen en suspáginas. De manera casi igual de regular, losmismos libros se interpretan como si dijeran quelos métodos científicos son simplemente los ilus-trados por las técnicas de manipulación utiliza-das en la reunión de datos para el texto, juntocon las operaciones lógicas empleadas para rela-cionar esos datos con las generalizaciones teó-ricas del libro de texto en cuestión. El resultadoha sido un concepto de la ciencia con profundasimplicaciones sobre su naturaleza y su desarrollo.

Si la ciencia es la constelación de hechos, teo-rías y métodos reunidos en los libros de textoactuales, entonces los científicos son hombresque, obteniendo o no buenos resultados, se hanesforzado en contribuir con alguno que otro ele-mento a esa constelación particular. El desarro-llo científico se convierte en el proceso gradualmediante el que esos conceptos han sido añadi-dos, solos y en combinación, al caudal crecientede la técnica y de los conocimientos científicos,y la historia de la ciencia se convierte en unadisciplina que relata y registra esos incrementossucesivos y los obstáculos que han inhibido suacumulación. Al interesarse por el desarrollocientífico, el historiador parece entonces tenerdos tareas principales. Por una parte, debe de-terminar por qué hombre y en qué momento fuedescubierto o inventado cada hecho, ley o teoríacientífica contemporánea. Por otra, debe descri-bir y explicar él conjunto de errores, mitos ysupersticiones que impidieron una acumulaciónmás rápida de los componentes del caudal cien-tífico moderno. Muchas investigaciones han sidoencaminadas hacia estos fines y todavía hay al-gunas que lo son.

Sin embargo, durante los últimos años, unoscuantos historiadores de la ciencia han descubier-

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to que les es cada vez más difícil desempeñar lasfunciones que el concepto del desarrollo por acu-mulación les asigna. Como narradores de unproceso en incremento, descubren que las inves-tigaciones adicionales hacen que resulte más di-fícil, no más sencillo, el responder a preguntastales como: ¿Cuándo se descubrió el oxígeno?¿Quién concibió primeramente la conservación dela energía? Cada vez más, unos cuantos de elloscomienzan a sospechar que constituye un errorel plantear ese tipo de preguntas. Quizá la cien-cia no se desarrolla por medio de la acumulaciónde descubrimientos e inventos individuales. Si-multáneamente, esos mismos historiadores se en-frentan a dificultades cada vez mayores paradistinguir el componente "científico" de las ob-servaciones pasadas, y las creencias de lo que suspredecesores se apresuraron a tachar de "error"o "superstición". Cuanto más cuidadosamenteestudian, por ejemplo, la dinámica aristotélica,la química flogística o la termodinámica calórica,tanto más seguros se sienten de que esas anti-guas visiones corrientes de la naturaleza, en con-junto, no son ni menos científicos, ni más elproducto de la idiosincrasia humana, que las ac-tuales. Si esas creencias anticuadas deben deno-minarse mitos, entonces éstos se pueden producirpor medio de los mismos tipos de métodos y serrespaldados por los mismos tipos de razones queconducen, en la actualidad, al conocimiento cien-tífico. Por otra parte, si debemos considerarloscomo ciencia, entonces ésta habrá incluido con-juntos de creencias absolutamente incompatiblescon las que tenemos en la actualidad. Entre esasposibilidades, el historiador debe escoger la últi-ma de ellas. En principio, las teorías anticuadasno dejan de ser científicas por el hecho de quehayan sido descartadas. Sin embargo, dicha op-

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ción hace difícil poder considerar el desarrollocientífico como un proceso de acumulación. Lainvestigación histórica misma que muestra lasdificultades para aislar inventos y descubrimien-tos individuales proporciona bases para abrigardudas profundas sobre el proceso de acumula-ción, por medio del que se creía que habíansurgido esas contribuciones individuales a laciencia.

El resultado de todas estas dudas y dificultadeses una revolución historiográfica en el estudio dela ciencia, aunque una revolución que se encuentratodavía en sus primeras etapas. Gradualmente, ya menudo sin darse cuenta cabal de que loestán haciendo así, algunos historiadores de lasciencias han comenzado a plantear nuevos tiposde preguntas y a trazar líneas diferentes dedesarrollo para las ciencias que, frecuentemen-te, nada tienen de acumulativas. En lugar debuscar las contribuciones permanentes de unaciencia más antigua a nuestro caudal de conoci-mientos, tratan de poner de manifiesto la inte-gridad histórica de esa ciencia en su propia época.Por ejemplo, no se hacen preguntas respecto a larelación de las opiniones de Galileo con las dela ciencia moderna, sino, más bien, sobre la rela-ción existente entre sus opiniones y las de sugrupo, o sea: sus maestros, contemporáneos ysucesores inmediatos en las ciencias. Además,insisten en estudiar las opiniones de ese grupoy de otros similares, desde el punto de vista—a menudo muy diferente del de la ciencia mo-derna— que concede a esas opiniones la máximacoherencia interna y el ajuste más estrecho posi-ble con la naturaleza. Vista a través de las obrasresultantes, que, quizá, estén mejor representa-das en los escritos de Alexandre Koyré, la cienciano parece en absoluto la misma empresa discu-

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tida por los escritores pertenecientes a la antiguatradición historiográfica. Por implicación al me-nos, esos estudios históricos sugieren la posibili-dad de una imagen nueva de la ciencia. En esteensayo vamos a tratar de trazar esa imagen, es-tableciendo explícitamente algunas de las nuevasimplicaciones historiográficas.

¿Qué aspecto de la ciencia será el más desta-cado durante ese esfuerzo? El primero, al menosen orden de presentación, es el de la insuficienciade las directrices metodológicas, para dictar, porsí mismas, una conclusión substantiva única amuchos tipos de preguntas científicas. Si se ledan instrucciones para que examine fenómenoseléctricos o químicos, el hombre que no tiene co-nocimientos en esos campos, pero que sabe quées ser científico, puede llegar, de manera legíti-ma, a cualquiera de una serie de conclusionesincompatibles. Entre esas posibilidades acepta-bles, las conclusiones particulares a que llegueestarán determinadas, probablemente, por su ex-periencia anterior en otros campos, por los acci-dentes de su investigación y por su propia pre-paración individual. ¿Qué creencias sobre lasestrellas, por ejemplo, trae al estudio de la quí-mica o la electricidad? ¿Cuál de los muchosexperimentos concebibles apropiados al nuevocampo elige para llevarlo a cabo antes que losdemás? ¿Y qué aspectos del fenómeno complejoque resulta le parecen particularmente im-portantes para elucidar la naturaleza del cambioquímico o de la afinidad eléctrica? Para el indi-viduo al menos, y a veces también para la comu-nidad científica, las respuestas a preguntas talescomo ésos son, frecuentemente, determinantesesenciales del desarrollo científico. Debemos no-tar, por ejemplo, en la Sección II, que las prime-ras etapas de desarrollo de la mayoría de las

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ciencias se han caracterizado por una competen-cia continua entre una serie de concepciones dis-tintas de la naturaleza, cada una de las cualesse derivaba parcialmente de la observación y delmétodo científicos y, hasta cierto punto, todaseran compatibles con ellos. Lo que diferenciabaa esas escuelas no era uno u otro error de méto-do —todos eran "científicos"— sino lo que llega-remos a denominar sus modos inconmensurablesde ver el mundo y de practicar en él las ciencias.La observación y la experiencia pueden y debenlimitar drásticamente la gama de las creenciascientíficas admisibles o, de lo contrario, no ha-bría ciencia. Pero, por sí solas, no pueden deter-minar un cuerpo particular de tales creencias.Un elemento aparentemente arbitrario, compues-to de incidentes personales e históricos, es siem-pre uno de los ingredientes de formación de lascreencias sostenidas por una comunidad cientí-fica dada en un momento determinado.

Sin embargo, este elemento arbitrario no indi-ca que cualquier grupo científico podría practi-car su profesión sin un conjunto dado de creen-cias recibidas. Ni hace que sea menos importantela constelación particular que profese efectiva-mente el grupo, en un momento dado. La inves-tigación efectiva apenas comienza antes de queuna comunidad científica crea haber encontradorespuestas firmes a preguntas tales como las si-guientes: ¿Cuáles son las entidades fundamenta-les de que se compone el Universo? ¿Cómo ínter-actúan esas entidades, unas con otras y con lossentidos? ¿Qué preguntas pueden plantearse legí-timamente sobre esas entidades y qué técnicaspueden emplearse para buscar las soluciones? Almenos en las ciencias maduras, las respuestas (osubstitutos completos de ellas) a preguntas comoésas se encuentran enclavadas firmemente en la

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iniciación educativa que prepara y da licencia alos estudiantes para la práctica profesional. De-bido a que esta educación es tanto rigurosa comorígida, esas respuestas llegan a ejercer una in-fluencia profunda sobre la mentalidad científica.El que puedan hacerlo, justifica en gran partetanto la eficiencia peculiar de la actividad inves-tigadora normal como la de la dirección que sigaésta en cualquier momento dado. Finalmente,cuando examinemos la ciencia normal en las Sec-ciones III, IV y V, nos gustaría describir estainvestigación como una tentativa tenaz y fer-viente de obligar a la naturaleza a entrar en loscuadros conceptuales proporcionados por la edu-cación profesional. Al mismo tiempo, podemospreguntarnos si la investigación podría llevarsea cabo sin esos cuadros, sea cual fuere el ele-mento de arbitrariedad que forme parte de susorígenes históricos y, a veces, de su desarrollosubsiguiente.

Sin embargo, ese elemento de arbitrariedad seencuentra presente y tiene también un efecto im-portante en el desarrollo científico, que exami-naremos detalladamente en las Secciones VI, VIIy VIII. La ciencia normal, la actividad en que,inevitablemente, la mayoría de los científicos con-sumen casi todo su tiempo, se predica supo-niendo que la comunidad científica sabe cómoes el mundo. Gran parte del éxito de la empresase debe a que la comunidad se encuentra dis-puesta a defender esa suposición, si es necesarioa un costo elevado. Por ejemplo, la ciencia nor-mal suprime frecuentemente innovaciones funda-mentales, debido a que resultan necesariamentesubversivas para sus compromisos básicos. Sinembargo, en tanto esos compromisos conservanun elemento de arbitrariedad, la naturaleza mis-ma de la investigación normal asegura que la

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innovación no será suprimida durante muchotiempo. A veces, un problema normal, que debe-ría resolverse por medio de reglas y procedimien-tos conocidos, opone resistencia a los esfuerzosreiterados de los miembros más capaces del gru-po dentro de cuya competencia entra. Otras ve-ces, una pieza de equipo, diseñada y construidapara fines de investigación normal, no da losresultados esperados, revelando una anomalía que,a pesar de los esfuerzos repetidos, no responde alas esperanzas profesionales. En esas y en otrasformas, la ciencia normal se extravía repetida-mente. Y cuando lo hace —o sea, cuando la pro-fesión no puede pasar por alto ya las anomalíasque subvierten la tradición existente de prácticascientíficas— se inician las investigaciones extra-ordinarias que conducen por fin a la profesióna un nuevo conjunto de compromisos, una basenueva para la práctica de la ciencia. Los episo-dios extraordinarios en que tienen lugar esoscambios de compromisos profesionales son losque se denominan en este ensayo revolucionescientíficas. Son los complementos que rompenla tradición a la que está ligada la actividad de laciencia normal.

Los ejemplos más evidentes de revolucionescientíficas son los episodios famosos del desarro-llo científico que, con frecuencia, han sido llama-dos anteriormente revoluciones. Por consiguiente,en las Secciones IX y X, donde examinaremosdirectamente, por primera vez, la naturaleza delas revoluciones científicas, nos ocuparemos re-petidas veces de los principales puntos de virajedel desarrollo científico, asociados a los nombresde Copérnico, Newton, Lavoisier y Einstein. Demanera más clara que la mayoría de los demásepisodios de la historia de, al menos, las cien-cias físicas, éstos muestran lo que significantodas

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las revoluciones científicas. Cada una de ellas ne-cesitaba el rechazo, por parte de la comunidad,de una teoría científica antes reconocida, paraadoptar otra incompatible con ella. Cada una deellas producía un cambio consiguiente en los pro-blemas disponibles para el análisis científico yen las normas por las que la profesión determi-naba qué debería considerarse como problemaadmisible o como solución legítima de un pro-blema. Y cada una de ellas transformaba la ima-ginación científica en modos que, eventualmente,deberemos describir como una transformacióndel mundo en que se llevaba a cabo el trabajocientífico. Esos cambios, junto con las contro-versias que los acompañan casi siempre, son lascaracterísticas que definen las revoluciones cien-tíficas.

Esas características surgen, con una claridadparticular, por ejemplo, de un estudio de la revo-lución de Newton o de la de la química. Sin em-bargo, es tesis fundamental de este ensayo quetambién podemos encontrarlas por medio del es-tudio de muchos otros episodios que no fuerontan evidentemente revolucionarios. Para el grupoprofesional, mucho más reducido, que fueafectado por ellas, las ecuaciones de Maxwellfueron tan revolucionarias como las de Einstein yencontraron una resistencia concordante. La in-vención de otras nuevas teorías provoca, de ma-nera regular y apropiada, la misma respuesta porparte de algunos de los especialistas cuyo espe-cial campo de competencia infringen. Para esoshombres, la nueva teoría implica un cambio enlas reglas que regían la práctica anterior de laciencia normal. Por consiguiente, se refleja inevita-blemente en gran parte del trabajo científico queya han realizado con éxito. Es por esto por loque una nueva teoría, por especial que sea su gama

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de aplicación, raramente, o nunca, constituye sóloun incremento de lo que ya se conoce. Su asimi-lación requiere la reconstrucción de teoría an-terior y la reevaluación de hechos anteriores; unproceso intrínsecamente revolucionario, que esraro que pueda llevar a cabo por completo unhombre solo y que nunca tiene lugar de la nochea la mañana. No es extraño que los historiadoreshayan tenido dificultades para atribuir fechasprecisas a este proceso amplio que su vocabula-rio les impele a considerar como un suceso ais-lado.

Las nuevas invenciones de teorías no son tam-poco los únicos sucesos científicos que tienen unefecto revolucionario sobre los especialistas encuyo campo tienen lugar. Los principios que ri-gen la ciencia normal no sólo especifican quétipos de entidades contiene el Universo, sino tam-bién, por implicación, los que no contiene. Deello se desprende, aunque este punto puede re-querir una exposición amplia, que un descubri-miento como el del oxígeno o el de los rayos Xno se limita a añadir un concepto nuevo a la po-blación del mundo de los científicos. Tendrá eseefecto en última instancia, pero no antes de quela comunidad profesional haya reevaluado los pro-cedimientos experimentales tradicionales, altera-do su concepto de las entidades con las que haestado familiarizada durante largo tiempo y, enel curso del proceso, modificado el sistema teó-rico por medio del que se ocupa del mundo.Los hechos y las teorías científicas no son cate-góricamente separables, excepto quizá dentro deuna tradición única de una práctica científicanormal. Por eso el descubrimiento inesperado noes simplemente real en su importancia y por es.oel mundo científico es transformado desde elpunto de vista cualitativo y enriquecido cuanti-

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tativamente por las novedades fundamentalesaportadas por hecho o teoría.

Esta concepción amplia de la naturaleza de lasrevoluciones científicas es la que delineamos enlas páginas siguientes. Desde luego, la extensióndeforma el uso habitual. Sin embargo, continuaréhablando incluso de los descubrimientos comorevolucionarios, porque es precisamente la posi-bilidad de relacionar su estructura con la de, porejemplo, la revolución de Copérnico, lo que haceque la concepción amplia me parezca tan impor-tante. La exposición anterior indica cómo van adesarrollarse las nociones complementarias de laciencia normal y de las revoluciones científicas,en las nueve secciones que siguen inmediatamen-te. El resto del ensayo trata de vérselas con trescuestiones centrales que quedan. La Sección XI,al examinar la tradición del libro de texto, pon-dera por qué han sido tan difíciles de comprenderanteriormente las revoluciones científicas. La Sec-ción XII describe la competencia revolucionariaentre los partidarios de la antigua tradición cien-tífica normal y los de la nueva. Así, examina elproceso que, en cierto modo, debe reemplazar, enuna teoría de la investigación científica, a losprocedimientos de confirmación o denegación queresultan familiares a causa de nuestra imagenusual de la ciencia. La competencia entre frac-ciones de la comunidad científica es el únicoproceso histórico que da como resultado, en rea-lidad, el rechazo de una teoría previamente acep-tada o la adopción de otra. Finalmente, en laSección XIII, planteamos la pregunta de cómoel desarrollo por medio de las revoluciones puedeser compatible con el carácter aparentementeúnico del progreso científico. Sin embargo, paraesta pregunta, el ensayo sólo proporcionará lostrazos generales de una respuesta, que depende

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de las características de la comunidad científicay que requiere mucha exploración y estudio com-plementarios.

Indudablemente, algunos lectores se habránpreguntado ya si el estudio histórico puede efec-tuar el tipo de transformación conceptual haciael que tendemos en esta obra. Se encuentra dis-ponible todo un arsenal de dicotomías, que su-gieren que ello no puede tener lugar de maneraapropiada. Con demasiada frecuencia, decimos quela historia es una disciplina puramente descrip-tiva. Sin embargo, las tesis que hemos sugeridoson, a menudo, interpretativas y, a veces, norma-tivas. Además, muchas de mis generalizacionesse refieren a la sociología o a la psicología socialde los científicos; sin embargo, al menos unascuantas de mis conclusiones, corresponden tradi-cionalmente a la lógica o a la epistemología. Enel párrafo precedente puede parecer incluso quehe violado la distinción contemporánea, muy in-fluyente, entre "el contexto del descubrimiento"y "el contexto de la justificación". ¿Puede indicaralgo, sino una profunda confusión, esta mezclade campos e intereses diversos?

Habiendo estado intelectualmente formado enesas distinciones y otras similares, difícilmentepodría resultarme más evidente su importanciay su fuerza. Durante muchos años las considerécasi como la naturaleza del conocimiento y creotodavía que, reformuladas de manera apropiada,tienen algo importante que comunicarnos. Sinembargo, mis tentativas para aplicarlas, inclusogrosso modo, a las situaciones reales en que seobtienen, se aceptan y se asimilan los conoci-mientos, han hecho que parezcan extraordinaria-mente problemáticas. En lugar de ser distincio-nes lógicas o metodológicas elementales que, porello, serían anteriores al análisis del conocimien-

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to científico, parecen ser, actualmente, partesintegrantes de un conjunto tradicional de res-puestas substantivas a las preguntas mismas so-bre las que han sido desplegadas. Esta circula-ridad no las invalida en absoluto, sino que lasconvierte en partes de una teoría y, al hacerlo,las sujeta al mismo escrutinio aplicado regular-mente a las teorías en otros campos. Para que sucontenido sea algo más que pura abstracción,ese contenido deberá descubrirse, observándolasen su aplicación a los datos que se supone quedeben elucidar. ¿Cómo podría dejar de ser lahistoria de la ciencia una fuente de fenómenosa los que puede pedirse legítimamente que se apli-quen las teorías sobre el conocimiento?

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II. EL CAMINO HACIA LA CIENCIA NORMAL

EN ESTE ensayo, 'ciencia normal' significa inves-tigación basada firmemente en una o más reali-zaciones científicas pasadas, realizaciones que al-guna comunidad científica particular reconoce,durante cierto tiempo, como fundamento parasu práctica posterior. En la actualidad, esas rea-lizaciones son relatadas, aunque raramente en suforma original, por los libros de texto científicos,tanto elementales como avanzados. Esos librosde texto exponen el cuerpo de la teoría aceptada,ilustran muchas o todas sus aplicaciones apropia-das y comparan éstas con experimentos y obser-vaciones de condición ejemplar. Antes de que esoslibros se popularizaran, a comienzos del siglo XIX(e incluso en tiempos más recientes, en las cien-cias que han madurado últimamente), muchosde los libros clásicos famosos de ciencia desem-peñaban una función similar. La Física de Aristó-teles, el Almagesto de Tolomeo, los Principios yla óptica de Newton, la Electricidad de Franklin,la Química de Lavoisier y la Geología de Lyell—estas y muchas otras obras sirvieron implíci-tamente, durante cierto tiempo, para definir losproblemas y métodos legítimos de un campo de lainvestigación para generaciones sucesivas de cien-tíficos. Estaban en condiciones de hacerlo así,debido a que compartían dos características esen-ciales. Su logro carecía suficientemente de pre-cedentes como para haber podido atraer a ungrupo duradero de partidarios, alejándolos de losaspectos de competencia de la actividad científica.Simultáneamente, eran lo bastante incompletaspara dejar muchos problemas para ser resueltospor el redelimitado grupo de científicos.

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Voy a llamar, de ahora en adelante, a las reali-zaciones que comparten esas dos características,'paradigmas', término que se relaciona estrecha-mente con 'ciencia normal'. Al elegirlo, deseo su-gerir que algunos ejemplos aceptados de la prác-tica científica real —ejemplos que incluyen, almismo tiempo, ley, teoría, aplicación e instru-mentación— proporcionan modelos de los quesurgen tradiciones particularmente coherentes deinvestigación científica. Ésas son las tradicionesque describen los historiadores bajo rubros talescomo: 'astronomía tolemaica' (o 'de Copérnico'),'dinámica aristotélica' (o 'newtoniana'), 'ópticacorpuscular' (u 'óptica de las ondas'), etc. El es-tudio de los paradigmas, incluyendo muchos delos enumerados antes como ilustración, es lo queprepara principalmente al estudiante para entrara formar parte como miembro de la comunidadcientífica particular con la que trabajará mástarde. Debido a que se reúne con hombres queaprenden las bases de su campo científico a par-tir de los mismos modelos concretos, su prácticasubsiguiente raramente despertará desacuerdossobre los fundamentos claramente expresados.Los hombres cuya investigación se basa en para-digmas compartidos están sujetos a las mismasreglas y normas para la práctica científica. Estecompromiso y el consentimiento aparente queprovoca son requisitos previos para la ciencianormal, es decir, para la génesis y la continua-ción de una tradición particular de la investigacióncientífica.

Debido a que en este ensayo el concepto deparadigma reemplazará frecuentemente a diversasnociones familiares, será preciso añadir algo másrespecto a su introducción. ¿Por qué la realiza-ción científica concreta, como foco de entrega pro-fesional, es anterior a los diversos conceptos, le-

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yes, teorías y puntos de vista que pueden abs-traerse de ella? ¿En qué sentido es el paradigmacompartido una unidad fundamental para el es-tudiante del desarrollo científico, una unidad queno puede reducirse plenamente a componentesatómicos lógicos que pudieran aplicarse en suayuda? Cuando las encontremos en la Sección V,las respuestas a esas preguntas y a otras simila-res resultarán básicas para la comprensión tantode la ciencia normal como del concepto aso-ciado de los paradigmas. Sin embargo, esa discu-sión más abstracta dependerá de una exposiciónprevia de ejemplos de la ciencia normal o de losparadigmas en acción. En particular, aclarare-mos esos dos conceptos relacionados, haciendonotar que puede haber cierto tipo de investiga-ción científica sin paradigmas o, al menos, sinlos del tipo tan inequívoco y estrecho como loscitados con anterioridad. La adquisición de unparadigma y del tipo más esotérico de investiga-ción que dicho paradigma permite es un signo demadurez en el desarrollo de cualquier campo cien-tífico dado.

Si el historiador sigue la pista en el tiempoal conocimiento científico de cualquier grupo se-leccionado de fenómenos relacionados, tendráprobabilidades de encontrarse con alguna varian-te menor de un patrón que ilustramos aquí apartir de la historia de la óptica física. Los librosde texto de física, en la actualidad, indican alestudiante que la luz es fotones, es decir, entida-des mecánico-cuánticas que muestran ciertas ca-racterísticas de ondas y otras de partículas. Lainvestigación se lleva a cabo de acuerdo con elloo, más bien, según la caracterización más elabo-rada y matemática de la que se deriva esa verba-lización usual. Sin embargo, esta caracterizaciónde la luz tiene, apenas, medio siglo de antigüedad.

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Antes de que fuera desarrollada por Planck, Eins-tein y otros, a comienzos de este siglo, los textosde física indicaban que la luz era un movimientoondulante transversal, concepción fundada en unparadigma, derivado, en última instancia, de losescritos sobre óptica de Young y Fresnel, a co-mienzos del siglo XIX. Tampoco fue la teoría delas ondas la primera adoptada por casi todos losprofesionales de la ciencia óptica. Durante elsiglo XVIII, el paradigma para ese campo fue pro-porcionado por la Óptica de Newton, que ense-ñaba que la luz era corpúsculos de materia. Enaquella época, los físicos buscaron pruebas, locual no hicieron los primeros partidarios de la teo-ría de las ondas, de la presión ejercida por laspartículas lumínicas al chocar con cuerpos só-lidos.1

Estas transformaciones de los paradigmas de laóptica física son revoluciones científicas y la tran-sición sucesiva de un paradigma a otro por me-dio de una revolución es el patrón usual de desa-rrollo de una ciencia madura. Sin embargo, noes el patrón característico del periodo anteriora la obra de Newton, y tal es el contraste, quenos interesa en este caso. No hubo ningún pe-riodo, desde la antigüedad más remota hastafines del siglo XVII, en que existiera una opi-nión única generalmente aceptada sobre la na-turaleza de la luz. En lugar de ello, había nu-merosas escuelas y subescuelas competidoras, lamayoría de las cuales aceptaban una u otra va-riante de la teoría epicúrea, aristotélica o plató-nica. Uno de los grupos consideraba que la luzestaba compuesta de partículas que emanan decuerpos materiales; para otro, era una modifi-

1 The History and Present State of Discoveries Relatingto Vision, Light, and Cotours (Londres, 1772), pp. 385-90,de Joseph Priestley.

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cación del medio existente entre el objeto y elojo; todavía otro explicaba la luz en términosde una interacción entre el medio y una emana-ción del ojo; además, había otras combinacionesy modificaciones. Cada una de las escuelas corres-pondientes tomaba fuerza de su relación conalguna metafísica particular y todas realzaban,como observaciones paradigmáticas, el conjuntoparticular de fenómenos ópticos que mejor podíaexplicar su propia teoría. Otras observacioneseran resueltas por medio de elaboraciones ad hoco permanecían como problemas al margen parauna investigación posterior.2

En varias épocas, todas esas escuelas llevarona cabo contribuciones importantes al cuerpo deconceptos, fenómenos y técnicas del que sacóNewton el primer paradigma casi uniformementeaceptado para la óptica física. Cualquier defini-ción del científico que excluya al menos a losmiembros más creadores de esas diversas escue-las, excluirá asimismo a sus sucesores modernos.Esos hombres eran científicos. Sin embargo, cual-quiera que examine una investigación de la ópticafísica anterior a Newton, puede llegar fácilmen-te a la conclusión de que, aunque los profesio-nales de ese campo eran científicos, el resultadoneto de su actividad era algo que no llegaba aser ciencia. Al tener la posibilidad de no darpor sentado ningún caudal común de creencias,cada escritor de óptica física se sentía obligadoa construir su propio campo completamente, des-de los cimientos. Al hacerlo así, su elección deobservaciones y de experimentos que lo sostu-vieran era relativamente libre, debido a que noexistía ningún conjunto ordinario de métodos ofenómenos que cada escritor sobre la óptica se

2 Histoire de la lumière, de Vasco Ronchi, traducciónde Jean Taton (París, 1956), capítulos i-iv.

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sintiera obligado a emplear y explicar. En esascircunstancias, el diálogo de los libros resultantesfrecuentemente iba dirigido tanto a los miem-bros de otras escuelas como a la naturaleza. Estepatrón no es desconocido, en la actualidad, ennumerosos campos creadores, ni es incompatiblecon descubrimientos e inventos importantes. Sinembargo, no es el patrón de desarrollo que ad-quirió la óptica física después de Newton y que,hoy en día, reconocen otras ciencias naturales.La historia de la investigación eléctrica durantela primera mitad del siglo XVIII proporcionaun ejemplo más concreto y mejor conocidodel modo como se desarrolla una ciencia, antesde que cuente con su primer paradigmauniversalmente aceptado. Durante ese periodo ha-bía casi tantas opiniones sobre la naturaleza dela electricidad como experimentadores importan-tes, hombres como Hauksbee, Gray, Desaguliers,Du Fay, Nollett, Watson, Franklin y otros. Todossus numerosos conceptos sobre la electricidadtenían algo en común: se derivaban, parcialmen-te, de una u otra versión de la filosofía mecánico-corpuscular que guiaba todas las investigacionescientíficas de aquellos tiempos. Además, todoseran componentes de teorías científicas reales,que en parte habían sido obtenidas, por mediode experimentos y observaciones, y que determi-naron parcialmente la elección y la interpretaciónde problemas adicionales a los que se enfrenta-ban las investigaciones. No obstante, aunque to-dos los experimentos eran eléctricos y la mayoríade los experimentadores leían las obras de losdemás, sus teorías no tenían sino un mero airede familia.3

3 The Development of the Concept of Electric Charge:Electricity from the Greeks to Coulomb, de Duane Rollery Duane H. D. Roller ("Harvard Case Histories in Expe-

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Un grupo temprano de teorías, seguidoras de lapráctica del siglo XVII, consideraban laatracción y la generación friccional como elfenómeno eléctrico fundamental. Este grupo teníatendencia a considerar la repulsión como unefecto secundario debido a alguna clase de rebotemecánico y, asimismo, a aplazar cuanto fueraposible tanto la discusión como la investigaciónsistemática del recién descubierto efecto de Gray,la conducción eléctrica. Otros "electricistas" (eltérmino es de ellos mismos) consideraron laatracción y la repulsión como manifestacionesigualmente elementales de la electricidad ymodificaron en consecuencia sus teorías einvestigaciones. (En realidad, este grupo esnotablemente pequeño: ni siquiera la teoría deFranklin justificó nunca completamente larepulsión mutua de dos cuerpos cargadosnegativamente). Pero tuvieron tanta dificultadcomo el primer grupo para explicarsimultáneamente cualesquiera efectos que no fue-ran los más simples de la conducción. Sin em-bargo, esos efectos proporcionaron el punto departida para un tercer grupo, que tenía tendenciaa considerar a la electricidad como un "fluido"que podía circular a través de conductores, en

rimental Science", Caso 8; Cambridge, Mass., 1954); yFranklin and Newton: An Inquiry into Speculative New-tonian Experimental Science and Franklin's Work in Elec-tricity as an Example Thereof (Filadelfia, 1956), de I. B.Cohén, capítulos VII-XII. Algunos de los detalles analíti-cos del párrafo que sigue en el texto debo agradecérselosa mi alumno John L. Heilbron, puesto que los tomé de untrabajo suyo, todavía no publicado. Pendiente de publica-ción, un informe en cierto modo más extenso y precisodel surgimiento del paradigma de Franklin va incluidoen la obra de T. S. Kuhn, "The Function of Dogma inScientific Research', en A.C. Crombie (red.), "Symposiumon the History of Science, University of Oxford, July 9-15,1961", que será publicada por Heinemann EducationalBooks, Ltd.

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lugar de un "efluvio" que emanaba de los noconductores. Este grupo, a su vez, tenía dificul-tades para reconciliar su teoría con numerososefectos de atracción y repulsión. Sólo por mediode los trabajos de Franklin y de sus seguidoresinmediatos surgió una teoría que podía explicar,casi con la misma facilidad, casi todos esos efec-tos y que, por consiguiente, podía proporcionary proporcionó a una generación subsiguiente de"electricistas" un paradigma común para sus in-vestigaciones.

Excluyendo los campos, tales como las mate-máticas y la astronomía, en los que los primerosparadigmas firmes datan de la prehistoria, y tam-bién los que, como la bioquímica, surgieron porla división o la combinación de especialidades yamaduras, las situaciones mencionadas antes sontípicas desde el punto de vista histórico. Aun-que ello significa que debo continuar empleandola simplificación desafortunada que marca unepisodio histórico amplio con un nombre únicoy en cierto modo escogido arbitrariamente (v.gr.,Newton o Franklin), sugiero que desacuerdosfundamentales similares caracterizaron, por ejem-plo, al estudio del movimiento antes de Aristóte-les, de la estática antes de Arquímedes, del calorantes de Black, de la química antes de Boyle yBoerhaave y de la geología histórica antes deHutton. En ciertas partes de la biología —porejemplo, el estudio de la herencia— los primerosparadigmas umversalmente aceptados son toda-vía más recientes; y queda todavía en pie lapregunta de qué partes de las ciencias socialeshan adquirido ya tales paradigmas. La historiamuestra que el camino hacia un consenso firmede investigación es muy arduo.

Sin embargo, la historia sugiere también cier-tas razones que explican el porqué de las dificul-

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tades encontradas. A falta de un paradigma o dealgún candidato a paradigma, todos los hechosque pudieran ser pertinentes para el desarrollode una ciencia dada tienen probabilidades de pa-recer igualmenfe importantes. Como resultado deello, la primera reunión de hechos es una activi-dad mucho más fortuita que la que resulta fami-liar, después del desarrollo científico subsiguiente.Además, a falta de una razón para buscar algu-na forma particular de información más recón-dita, la primera reunión de hechos y datos quedalimitada habitualmente al caudal de datos de quese dispone. El instrumental resultante de hechoscontiene los accesibles a la observación y laexperimentación casual, junto con algunos de losdatos más esotéricos procedentes de artesaníasestablecidas, tales como la medicina, la confecciónde calendarios y la metalurgia. Debido a que lasartesanías son una fuente accesible de hechosque fortuitamente no podrían descubrirse, la tec-nología ha desempeñado frecuentemente un papelvital en el surgimiento de nuevas ciencias.

Pero, aunque este tipo de reunión de datos hasido esencial para el origen de muchas cienciasimportantes, cualquiera que examine, por ejem-plo, los escritos enciclopédicos de Plinio o lashistorias naturales baconianas del siglo XVII, des-cubrirá que el producto es un marasmo. Encierto modo, uno duda en llamar científica a laliteratura resultante. Las "historias" baconianassobre el calor, el color, el viento, la minería, etc.,están llenas de informes, algunos de ellos recón-ditos. Pero yuxtaponen hechos que más tarderesultarán reveladores (por ejemplo, el calenta-miento por mezcla), junto con otros (v.gr., el ca-lor de los montones de estiércol) que durantecierto tiempo continuarán siendo demasiado com-plejos como para poder integrarlos en una teoría

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bien definida.4 Además, puesto que cualquier des-cripción debe ser parcial, la historia natural típicacon frecuencia omite, de sus informes sumamentecircunstanciados, precisamente aquellos detallesque científicos posteriores considerarán comofuentes importantes de informes esclarecedores.Por ejemplo, casi ninguna de las primeras "histo-rias" de la electricidad, menciona que las gran-zas, atraídas a una varilla de vidrio frotada, sondespedidas nuevamente. Ese efecto parecía me-cánico, no eléctrico.5 Además, puesto que quienreúne datos casuales raramente posee el tiempoo la preparación para ser crítico, las historiasnaturales yuxtaponen, a menudo, descripcionescomo las anteriores con otras como, por ejemplo,el calentamiento por antiperistasis (o por enfria-miento), que en la actualidad nos sentimos abso-lutamente incapaces de confirmar.6 Sólo de vezen cuando, como en los casos de la estática, ladinámica y la óptica geométrica antiguas, loshechos reunidos con tan poca guía de una teo-ría preestablecida hablan con suficiente claridadcomo para permitir el surgimiento de un primerparadigma.

Ésta es la situación que crea las escuelas ca-racterísticas de las primeras etapas del desarrollo

4 Compárese el bosquejo de una historia natural delcalor en Novum Orgarutm, de Bacon, vol. VIII de TheWorks of Francis Bacon, ed. J. Spedding. R. L. Ellis yD. D. Heath (Nueva York, 1869), pp. 179-203.

5 Roller y Roller, op. cit., pp. 14, 22, 28, 43. Sólo des-pués del trabajo registrado en la última de esas citasobtuvieron los efectos repulsivos el reconocimiento gene-ral como inequívocamente eléctricos.

6 Bacon, op. cit., pp. 235, 337, dice: "El agua ligera-mente tibia es más fácil de congelar que la que se en-cuentra completamente fría." Para un informe parcialde la primera historia de esta extraña observación, véaseMarshall Clagett, Giovanni Marliani and Late MedievalPhysics (Nueva York, 1941), capítulo iv.

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de una ciencia. No puede interpretarse ningunahistoria natural sin, al menos, cierto caudal im-plícito de creencias metodológicas y teóricas en-trelazadas, que permite la selección, la evaluacióny la crítica. Si este caudal de creencias no se en-cuentra ya implícito en la colección de hechos—en cuyo caso tendremos a mano algo más que"hechos simples"— deberá ser proporcionado delexterior, quizá por una metafísica corriente, porotra ciencia o por incidentes personales o histó-ricos. Por consiguiente, no es extraño que, en lasprimeras etapas del desarrollo de cualquier cien-cia, diferentes hombres, ante la misma gama defenómenos —pero, habitualmente, no los mismosfenómenos particulares— los describan y lo in-terpreten de modos diferentes. Lo que es sor-prendente, y quizá también único en este gradoen los campos que llamamos ciencia, es que esasdivergencias iniciales puedan llegar a desapareceren gran parte alguna vez.

Pero desaparecen hasta un punto muy consi-derable y, aparentemente, de una vez por todas.Además, su desaparición es causada, habitual-mente, por el triunfo de una de las escuelas ante-riores al paradigma, que a causa de sus propiascreencias y preconcepciones características, hacehincapié sólo en alguna parte especial del con-junto demasiado grande e incoado de informes.Los electricistas que creyeron que la electricidadera un fluido y que, por consiguiente, concedie-ron una importancia especial a la conducción,proporcionan un ejemplo excelente. Conducidospor esa creencia, que apenas podía explicar laconocida multiplicidad de los efectos de atrac-ción y repulsión, varios de ellos tuvieron la ideade embotellar el fluido eléctrico. El fruto inme-diato de sus esfuerzos fue la botella de Leyden,un artefacto que nunca hubiera podido ser descu-

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bierto por un hombre que explorara la naturalezafortuitamente o al azar, pero que, en efecto, fuedescubierto independientemente al menos por dosinvestigadores, en los primeros años de la dé-cada de 1740.7 Casi desde el comienzo de susinvestigaciones sobre la electricidad, Franklin seinteresó particularmente en explicar el extrañoy, en aquellos tiempos, muy revelador aparatoespecial. El éxito que tuvo al hacerlo proporcionóel más efectivo de los argumentos para convertirsu teoría en un paradigma, aunque éste todavíano podía explicar todos los casos conocidos derepulsión eléctrica.8 Para ser aceptada comoparadigma, una teoría debe parecer mejor quesus competidoras; pero no necesita explicar y,en efecto, nunca lo hace, todos los hechos que sepuedan confrontar con ella.

Lo que hizo la teoría del fluido eléctrico porel subgrupo que la sostenía, lo hizo después elparadigma de Franklin por todo el grupo de loselectricistas. Sugirió qué experimentos valía lapena llevar a cabo y cuáles no, porque iban en-caminados hacia manifestaciones secundarias odemasiado complejas de la electricidad. Sólo queel paradigma hizo su trabajo de manera muchomás eficaz, en parte debido a que la conclusióndel debate interescolar puso punto final a la reite-ración constante de fundamentos y, en parte, de-bido a que la confianza de que se encontrabanen el buen camino animó a los científicos a em-prender trabajos más precisos, esotéricos y con-suntivos.9 Libre de la preocupación por cualquier

7 Roller y Roller, op. cit., pp. 51-54.8 El caso más molesto era el de la repulsión mutua

de cuerpos cargados negativamente. Véase Cohen, op. cit.,pp. 491-94, 53-43.

9 Debe hacerse notar que la aceptación de la teoría deFranklin no concluye totalmente el debate. En 1759, Ro-bert Symmer propuso una versión de dos fluidos de la

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fenómeno eléctrico y por todos a la vez, el grupounido de electricistas podía ocuparse de fenóme-nos seleccionados de una manera mucho más de-tallada, diseñando mucho equipo especial para latarea y empleándolo de manera más tenaz y sis-temática de lo que lo habían hecho hasta enton-ces los electricistas. Tanto la reunión de datosy hechos como la formulación de teorías se con-virtieron en actividades dirigidas. La efectividady la eficiencia de la investigación eléctrica au-mentaron consecuentemente, proporcionando evi-dencia al apoyo de una versión societaria delagudo aforismo metodológico de Francis Bacon:"La verdad surge más fácilmente del error quede la confusión".10

Examinaremos la naturaleza de esta investiga-ción dirigida o basada en paradigmas en la sec-ción siguiente; pero antes, debemos hacer notarbrevemente cómo el surgimiento de un paradigmaafecta a la estructura del grupo que practica enese campo. En el desarrollo de una ciencia na-tural, cuando un individuo o grupo produce, porprimera vez, una síntesis capaz de atraer a lamayoría de los profesionales de la generaciónsiguiente, las escuelas más antiguas desaparecengradualmente. Su desaparición se debe, en parte,

teoría y, durante muchos años, a continuación, los elec-tricistas estuvieron divididos en sus opiniones sobre si laelectricidad era un fluido simple o doble. Pero los deba-tes sobre ese tema confirman sólo lo que se ha dicho an-tes sobre la manera en que una realización umversal-mente reconocida sirve para unificar a la profesión. Loselectricistas, aun cuando a ese respecto continuaron divi-didos, llegaron rápidamente a la conclusión de que nin-guna prueba experimental podría distinguir las dos versio-nes de la teoría y que por consiguiente eran equivalentes.Después de eso, ambas escuelas podían explotar y explo-taron todos los beneficios proporcionados por la teoríade Franklin (ibid., pp. 543-46, 548-54). 10 Bacon, op. cit.,p. 210.

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a la conversión de sus miembros al nuevo para-digma. Pero hay siempre hombres que se aferrana alguna de las viejas opiniones y, simplemente,se les excluye de la profesión que, a partir deentonces, pasa por alto sus trabajos. El nuevoparadigma implica una definición nueva y másrígida del campo. Quienes no deseen o no seancapaces de ajustar su trabajo a ella deberán conti-nuar en aislamiento o unirse a algún otro grupo.11

Históricamente, a menudo se han limitado a per-manecer en los departamentos de la filosofía delos que han surgido tantas ciencias especiales.Como sugieren esas indicaciones, es a veces sólola recepción de un paradigma la que transformaa un grupo interesado previamente en el estudiode la naturaleza en una profesión o, al menos,en una disciplina. En las ciencias (aunque no encampos tales como la medicina, la tecnología yel derecho, cuya principal razón de ser es una ne-cesidad social externa), la formación de periódi-

11 La historia de la electricidad proporciona un ejemploexcelente, que podría duplicarse a partir de las carreras dePriestley, Kelvin y otros. Franklin señala que Nollet,quien, a mitades del siglo, era el más influyente de loselectricistas continentales, "vivió lo bástante como paraverse como el último miembro de su secta, conexcepción del Señor B.— su alumno y discípulo inmediato"(Max Farrand [ed.], Benjamin Franklin's Memoirs[Berkeley, Calif., 1949], pp. 384-86). Sin embargo, es másinteresante la resistencia de escuelas enteras, cada vezmás aisladas de la ciencia profesional. Tómese en consi-deración, por ejemplo, el caso de la astrología, que anti-guamente era parte integrante de la astronomía. O pién-sese en la continuación, a fines del siglo XVIII y princi-pios del XIX, de una tradición previamente respetada dequímica "romántica". Ésta es la tradición discutida porCharles C. Gillispie en "The Encyclopèdie and the JacobinPhilosophy of Science: A Study in Ideas and Consequen-ces", Critical Problems in the History of Science, ed.Marshall Clagett (Madison, Wis., 1959), pp. 255-89; y "TheFormation of Lamarck's Evolutionary Theory", Archivesinternationales d'histoire des sciences, XXXVII (1956), 323-38.

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cos especializados, la fundación de sociedades deespecialistas y la exigencia de un lugar especialen el conjunto, se han asociado, habitualmente,con la primera aceptación por un grupo de unparadigma simple. Al menos, ése era el caso entreel momento, hace siglo y medio, en que se desa-rrolló por primera vez el patrón institucional dela especialización científica y la época muy re-ciente en que la especialización adquirió un pres-tigio propio.

La definición más rígida del grupo científicotiene otras consecuencias. Cuando un científi-co individual puede dar por sentado un paradig-ma, no necesita ya, en sus trabajos principales, tra-tar de reconstruir completamente su campo, desdesus principios, y justificar el uso de cada con-cepto presentado. Esto puede quedar a cargo delescritor de libros de texto. Sin embargo, conun libro de texto, el investigador creador puedeiniciar su investigación donde la abandona el libroy así concentrarse exclusivamente en los aspec-tos más sutiles y esotéricos de los fenómenos na-turales que interesan a su grupo. Y al hacerloasí, sus comunicados de investigación comenza-rán a cambiar en formas cuya evolución ha sidomuy poco estudiada, pero cuyos productos finalesmodernos son evidentes para todos y abrumado-res para muchos. Sus investigaciones no tendránque ser ya incluidas habitualmente en un librodirigido, como Experimentos... sobre electrici-dad, de Franklin, o el Origen de las especies, deDarwin, a cualquiera que pudiera interesarse porel tema principal del campo. En lugar de ellose presentarán normalmente como artículos bre-ves dirigidos sólo a los colegas profesionales, alos hombres cuyo conocimiento del paradigmacompartido puede presumirse y que son los únicoscapaces de leer los escritos a ellos dirigidos.

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En la actualidad, en las ciencias, los libros sonhabitualmente textos o reflexiones retrospectivassobre algún aspecto de la vida científica. El cien-tífico que escribe uno de esos libros tiene ma-yores probabilidades de que su reputación pro-fesional sea dañada que realzada. Sólo en lasprimeras etapas del desarrollo de las diversasciencias, anteriores al paradigma, posee el libroordinariamente la misma relación con la realiza-ción profesional que conserva todavía en otroscampos creativos. Y sólo en los campos que to-davía conservan el libro, con o sin el artículo,como vehículo para la comunicación de las in-vestigaciones, se encuentran tan ligeramente tra-zadas las líneas de la profesionalización que pue-de esperar un profano seguir el progreso, leyendolos informes originales de los profesionales. Tantoen la matemática como en la astronomía, yadesde la Antigüedad los informes de investiga-ciones habían dejado de ser inteligibles para unauditorio de cultura general. En la dinámica, lainvestigación se hizo similarmente esotérica afines de la Edad Media y volvió a recuperar suinteligibilidad, de manera breve, a comienzos delsiglo XVII, cuando un nuevo paradigmareemplazó al que había guiado lasinvestigaciones medievales. Las investigacioneseléctricas comenzaron a requerir ser traducidaspara los legos en la materia a fines del sigloXVIII y la mayoría de los campos restantes delas ciencias físicas dejaron de ser generalmenteaccesibles durante el siglo XIX. Durante esosmismos dos siglos, pueden señalarse transicionessimilares en las diversas partes de las cienciasbiológicas; en ciertas partes de las cienciassociales pueden estarse registrando en laactualidad. Aunque se ha hecho habitual y esseguramente apropiado deplorar el abismo cadavez mayor que separa al científico

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profesional de sus colegas en otros campos, sededica demasiado poca atención a la relaciónesencial entre ese abismo y los mecanismos in-trínsecos del progreso científico.

Desde la Antigüedad prehistórica, un campo deestudio tras otro han ido cruzando la línea divi-soria entre lo que un historiador podría llamarsu prehistoria como ciencia y su historia propia-mente dicha. Esas transiciones a la madurez ra-ramente han sido tan repentinas e inequívocascomo mi exposición, necesariamente esquemática,pudiera implicar. Pero tampoco han sido histó-ricamente graduales, o sea, coextensivas con eldesarrollo total de los campos en cuyo interiortuvieron lugar. Los escritores sobre la electrici-dad, durante las cuatro primeras décadas delsiglo XVIII, poseían muchos más informes sobrelos fenómenos eléctricos que sus predecesoresdel siglo XVI. Durante el medio siglo posterior a1740, se añadieron a sus listas muy pocos tiposnuevos de fenómenos eléctricos. Sin embargo,en ciertos aspectos importantes, los escritos deCavendish, Coulomb y Volta sobre la electrici-dad, en el último tercio del siglo XVIII parecenmás separados de los de Gray, Du Fay e, incluso,Franklin, que los escritos de los primeros descu-bridores eléctricos del siglo XVIII de aquellos delsiglo XVI.12 En algún momento, entre 1740 y 1780,

12 Los desarrollos posteriores a Franklin incluyen unaumento inmenso de la sensibilidad de los detectores decargas, las primeras técnicas dignas de confianza y difun-didas generalmente para medir la carga, la evolución delconcepto de capacidad y su relación con una noción nue-vamente refinada de la tensión eléctrica, y la cuantifica-ción de la fuerza electrostática. Con respecto a todosesos puntos, véase Roller y Roller, op. cit., pp. 66-81; W.C. Walker, "The Detection and Estimation of ElectricCharges in the Eighteenth Contury", Annals of Science,I (1936), 66-100; y Edmund Hoppe, Geschichte der Elek-trizität (Leipzig, 1884), Primera Parte, capítulos III-IV.

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pudieron los electricistas, por primera vez, darpor sentadas las bases de su campo. A partir deese punto, continuaron hacia problemas más con-cretos y recónditos e informaron cada vez másde los resultados obtenidos en sus investigacio-nes en artículos dirigidos a otros electricistas,más que en libros dirigidos al mundo instruidoen general. Como grupo, alcanzaron lo que ha-bían logrado los astrónomos en la Antigüedad ylos estudiosos del movimiento en la Edad Me-dia, los de la óptica física a fines del sigloXVII y los de la geología histórica a principiosdel siglo XIX. O sea, habían obtenido unparadigma capaz de guiar las investigaciones detodo el grupo. Excepto con la ventaja de la visiónretrospectiva, es difícil encontrar otro criterioque proclame con tanta claridad a un campo dadocomo ciencia,

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III. NATURALEZA DE LA CIENCIA NORMAL

¿CUÁL es pues la naturaleza de la investigaciónmás profesional y esotérica que permite la acep-tación por un grupo de un paradigma único? Siel paradigma representa un trabajo que ha sidorealizado de una vez por todas, ¿qué otros pro-blemas deja para que sean resueltos por el grupounido? Estas preguntas parecerán todavía másapremiantes, si hacemos notar ahora un aspectoen el que los términos utilizados hasta aquí pue-den conducir a errores. En su uso establecido,un paradigma es un modelo o patrón aceptado yeste aspecto de su significado me ha permitidoapropiarme la palabra 'paradigma', a falta de otrotérmino mejor; pronto veremos claramente queel sentido de 'modelo' y 'patrón', que permiten laapropiación, no es enteramente el usual para defi-nir 'paradigma'. En la gramática, por ejemplo,'amo, amas, amat' es un paradigma, debido aque muestra el patrón o modelo que debe utili-zarse para conjugar gran número de otros ver-bos latinos, v.gr.: para producir 'laudo, laudas,laudat'. En esta aplicación común, el paradigmafunciona, permitiendo la renovación de ejemploscada uno de los cuales podría servir para reem-plazarlo. Por otra parte, en una ciencia, un para-digma es raramente un objeto para renovación.En lugar de ello, tal y como una decisión judicialaceptada en el derecho común, es un objeto parauna mayor articulación y especificación, en con-diciones nuevas o más rigurosas.

Para comprender cómo puede suceder esto,debemos reconocer lo muy limitado que puedeser un paradigma en alcance y precisión en elmomento de su primera aparición. Los paradig-

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mas obtienen su status como tales, debido a quetienen más éxito que sus competidores para re-solver unos cuantos problemas que el grupo deprofesionales ha llegado a reconocer como agu-dos. Sin embargo, el tener más éxito no quieredecir que tenga un éxito completo en la resolu-ción de un problema determinado o que dé resul-tados suficientemente satisfactorios con un nú-mero considerable de problemas. El éxito de unparadigma —ya sea el análisis del movimientode Aristóteles, los cálculos hechos por Tolomeode la posición planetaria, la aplicación hecha porLavoisier de la balanza o la matematización delcampo electromagnético por Maxwell— es al prin-cipio, en gran parte, una promesa de éxito discer-nible en ejemplos seleccionados y todavía incom-pletos. La ciencia normal consiste en la realizaciónde esa promesa, una realización lograda mediantela ampliación del conocimiento de aquelloshechos que el paradigma muestra como particu-larmente reveladores, aumentando la extensióndel acoplamiento entre esos hechos y las predic-ciones del paradigma y por medio de la articu-lación ulterior del paradigma mismo.

Pocas personas que no sean realmente prac-ticantes de una ciencia madura llegan a compren-der cuánto trabajo de limpieza de esta especiedeja un paradigma para hacer, o cuán atrayentepuede resultar la ejecución de dicho trabajo. Yes preciso comprender esos puntos. Las operacio-nes de limpieza son las que ocupan a la mayoríade los científicos durante todas sus carreras.Constituyen lo que llamo aquí ciencia normal.Examinada de cerca, tanto históricamente comoen el laboratorio contemporáneo, esa empresaparece ser un intento de obligar a la naturalezaa que encaje dentro de los límites preestableci-dos y relativamente inflexible que proporciona

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el paradigma. Ninguna parte del objetivo de laciencia normal está encaminada a provocar nue-vos tipos de fenómenos; en realidad, a los fenó-menos que no encajarían dentro de los límitesmencionados frecuentemente ni siquiera se los ve.Tampoco tienden normalmente los científicos adescubrir nuevas teorías y a menudo se mues-tran intolerantes con las formuladas por otros.1

Es posible que sean defectos. Por supuesto, laszonas investigadas por la ciencia normal sonminúsculas; la empresa que está siendo discu-tida ha restringido drásticamente la visión. Peroesas restricciones, nacidas de la confianza en unparadigma, resultan esenciales para el desarrollode una ciencia. Al enfocar la atención sobre uncuadro pequeño de problemas relativamente eso-téricos, el paradigma obliga a los científicos ainvestigar alguna parte de la naturaleza de unamanera tan detallada y profunda que sería inima-ginable en otras condiciones. Y la ciencia normalposee un mecanismo interno que siempre que elparadigma del que proceden deja de funcionarde manera efectiva, asegura el relajamiento delas restricciones que atan a la investigación. Enese punto, los científicos comienzan a compor-tarse de manera diferente, al mismo tiempo quecambia la naturaleza de sus problemas de inves-tigación. Sin embargo, mientras tanto, duranteel periodo en que el paradigma se aplica conéxito, la profesión resolverá problemas que esraro que sus miembros hubieran podido imagi-narse y que nunca hubieran emprendido sin él.En lugar de ello, la investigación científica nor-mal va dirigida a la articulación de aquellos fe-nómenos y teorías que ya proporciona el pa-radigma.

1 Bernard Barber, "Resistance by Scientists to Scien-tific Discovery", Science, CXXXIV (1961), 596-602.

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Para mostrar de manera más clara lo que en-tendemos por investigación normal o basada enun paradigma, trataré ahora de clasificar e ilus-trar los problemas en los que consiste principal-mente la ciencia normal. Por conveniencia, pos-pongo la actividad teórica y comienzo con lareunión de datos o hechos, o sea, con los experi-mentos y las observaciones que se describen enlos periódicos técnicos por medio de los que loscientíficos informan a sus colegas profesionalesde los resultados del progreso de sus investiga-ciones. ¿Sobre qué aspectos de la naturaleza in-forman normalmente los científicos? ¿Qué deter-mina su elección? Y, puesto que la mayoría delas observaciones científicas toman tiempo, equi-po y dinero, ¿qué es lo que incita a los científicosa llevar esa elección hasta su conclusión?

Creo que hay sólo tres focos normales para lainvestigación científica fáctica y no son siempreni permanentemente, distintos. Primeramente, en-contramos la clase de hechos que el paradigmaha mostrado que son particularmente reveladoresde la naturaleza de las cosas. Al emplearlos pararesolver problemas, el paradigma ha hecho quevalga la pena determinarlos con mayor precisióny en una mayor variedad de situaciones. En unmomento u otro, esas determinaciones fácticasimportantes han incluido: en astronomía, la po-sición y magnitud de las estrellas, los periodosde eclipses binarios de los planetas; en física,las gravedades y compresibilidades específicas delos materiales, las longitudes de onda y las in-tensidades espectrales, las conductividades eléc-tricas y los potenciales de contacto; y en química,la composición y la combinación de pesos, lospuntos de ebullición y la acidez de las solucio-nes, las fórmulas estructurales y actividades óp-ticas.

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Los esfuerzos por aumentar la exactitud y elalcance con que se conocen hechos como ésos,ocupan una fracción importante de la literaturade la ciencia de observación y experimentación.Repetidas veces se han diseñado aparatos espe-ciales y complejos para esos fines, y el invento,la construcción y el despliegue de esos aparatoshan exigido un talento de primera categoría, mu-cho tiempo y un respaldo financiero considerable.Los sincrotrones y los radiotelescopios son tansólo los ejemplos más recientes de hasta dóndeestán dispuestos a ir los investigadores, cuandoun paradigma les asegura que los hechos quebuscan son importantes. Desde Tycho Brahe has-ta E. O. Lawrence, algunos científicos han adqui-rido grandes reputaciones, no por la novedad desus descubrimientos, sino por la precisión, la se-guridad y el alcance de los métodos que desarro-llaron para la redeterminación de algún tipo dehecho previamente conocido.

Una segunda clase habitual, aunque menor, dedeterminaciones fácticas se dirige hacia los he-chos que, aunque no tengan a menudo muchointerés intrínseco, pueden compararse directa-mente con predicciones de la teoría del para-digma. Como veremos un poco más adelante,cuando pasemos de los problemas experimenta-les a los problemas teóricos de la ciencia normal,es raro que haya muchos campos en los que unateoría científica, sobre todo si es formulada enuna forma predominantemente matemática, pue-da compararse directamente con la naturaleza.No más de tres de tales campos son accesibles,hasta ahora, a la teoría general de la relatividadde Einstein.2 Además, incluso en los campos enque es posible la aplicación, exige a menudo,

2 El único punto duradero de comprobación que esreconocido todavía en la actualidad es el de la precesión

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aproximaciones teóricas e instrumentales que li-mitan severamente el acuerdo que pudiera espe-rarse. El mejoramiento de ese acuerdo o el des-cubrimiento de nuevos campos en los que elacuerdo pueda demostrarse, representan un desa-fío constante para la habilidad y la imaginaciónde los experimentadores y los observadores. Lostelescopios especiales para demostrar la predic-ción de Copérnico sobre la paralaje anual; lamáquina de Atwood, inventada casi un siglo des-pués de los Principia, para proporcionar la pri-mera demostración inequívoca de la segunda leyde Newton; el aparato de Foucault, para demos-trar que la velocidad de la luz es mayor en elaire que en el agua; o el gigantesco contador decentelleo, diseñado para demostrar la existenciadel neutrino —esos aparatos especiales y muchosotros como ellos— ilustran el esfuerzo y el inge-nio inmensos que han sido necesarios para hacerque la naturaleza y la teoría lleguen a un acuerdocada vez más estrecho.3 Este intento de demos-trar el acuerdo es un segundo tipo de trabajo

del perihelio de Mercurio. El corrimiento hacia el rojodel espectro de la luz de las estrellas distantes puedededucirse a partir de consideraciones más elementalesque la relatividad general y lo mismo puede ser posiblepara la curvatura de la luz en torno al Sol, un puntoque en la actualidad está a discusión. En cualquier caso,las mediciones de este último fenómeno continúan siendoequivocas. Es posible que se haya establecido, hace muypoco tiempo, otro punto complementario de comprobación:el corrimiento gravitacional de la radiación de Mossbauer.Quizás haya pronto otros en este campo actualmente activo,pero que durante tanto tiempo permaneció aletargado.Para obtener un informe breve y al día sobre ese problema,véase "A Report on the NASA Con-ference onExperimental Tests of Theories of Relativity", de L. I.Schiff, Physics Today, XIV (1961), 42-48.

3 Sobre dos de los telescopios de paralaje, véase AHistory of Science, Technology, and Philosophy in theEighteenth Century (2a ed., Londres, 1952), pp. 103-5, de

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experimental normal y depende de un paradig-ma de manera todavía más evidente que el an-terior. La existencia del paradigma establece elproblema que debe resolverse; con frecuencia, lateoría del paradigma se encuentra implicada di-rectamente en el diseño del aparato capaz deresolver el problema. Por ejemplo, sin los Prin-cipia, las mediciones realizadas con la máquinade Atwood no hubieran podido significar nada enabsoluto.

Una tercera clase de experimentos y observa-ciones agota, creo yo, las tareas de reunión dehechos de la ciencia normal. Consiste en el tra-bajo empírico emprendido para articular la teo-ría del paradigma, resolviendo algunas de susambigüedades residuales y permitiendo resolverproblemas hacia los que anteriormente sólo sehabía llamado la atención. Esta clase resulta lamás importante de todas y su descripción exigeuna subdivisión. En las ciencias de carácter másmatemático, algunos de los experimentos cuyafinalidad es la articulación, van encaminados ha-cia la determinación de constantes físicas. Porejemplo: el trabajo de Newton indicó que la fuer-za entre dos unidades de masa a la unidad dedistancia sería la misma para todos los tiposde materia en todas las posiciones, en el Uni-verso. Pero sus propios problemas podían resol-verse sin calcular siquiera el tamaño de esaatracción, la constante gravitacional universal; y

Abraham Wolf. Sobre la máquina Atwood, véase Patternsof Discovery, de N. R. Hanson (Cambridge, 1958), pp. 100-102, 207-8. Para los últimos dos aparatos especiales, véase"Méthode génèrale pour mesurer la vitesse de la lumièredans l'air et les milieux transparents. Vitesses relativesde la lumière dans l'air et dans l'eau...", de M. L. Fou-cault, Comptes rendus... de l'Académie des sciences, xxx(1850), 551-60; y "Detection of the Free Neutrino: A Con-firmation", de C. L. Cowan, Science, CXXIV (1956), 103-4.

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nadie diseñó un aparato capaz de determinarladurante todo el siglo que siguió a la apariciónde los Principia. La famosa determinación deCavendish, en 1790, tampoco fue la última. A cau-sa de su posición central en la teoría física, losvalores perfeccionados de la constante gravita-cional han sido desde entonces objeto de esfuer-zos repetidos por parte de experimentadores ex-traordinarios.4 Otros ejemplos del mismo tipo detrabajo continuo incluirían la determinación de launidad astronómica, el número de Avogadro, elcoeficiente de Joule, la carga electrónica, etc.Pocos de esos esfuerzos complejos hubieran sidoconcebidos y ninguno se habría llevado a cabosin una teoría de paradigma que definiera elproblema y garantizara la existencia de una solu-ción estable.

Los esfuerzos para articular un paradigma, sinembargo, no se limitan a la determinación deconstantes universales. Por ejemplo, pueden te-ner también como meta leyes cuantitativas: laLey de Boyle que relaciona la presión del gas conel volumen, la Ley de Coulomb sobre la atraccióneléctrica y la fórmula de Joule que relaciona elcalor generado con la resistencia eléctrica y conla corriente, se encuentran en esta categoría.Quizá no resulte evidente el hecho de que seanecesario un paradigma, como requisito previopara el descubrimiento de leyes como ésas. Confrecuencia se oye decir que son descubiertas exa-minando mediciones tomadas por su propia cuen-ta y sin compromiso teórico, pero la historia noofrece ningún respaldo a un método tan excesi-

4 J. H. Poynting revisa unas dos docenas de medicio-nes de la constante gravitacional entre 1741 y 1901, en"Gravitation Constant and Mean Density of the Earth",Encyclopaedia Britannica (11a ed.; Cambridge, 1910-11),XII, 38549.

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vamente baconiano. Los experimentos de Boyleno eran concebibles (y si se hubieran concebidohubieran recibido otra interpretación o ningunaen absoluto) hasta que se reconoció que el aireera un fluido elástico al que podían aplicarsetodos los conceptos complejos de la hidrostática.5

El éxito de Coulomb dependió de que constru-yera un aparato especial para medir la fuerzaentre dos cargas extremas. (Quienes habían me-dido previamente las fuerzas eléctricas, utilizandobalanzas de platillo, etc., no descubrieron nin-guna consistencia o regularidad simple.) Pero asu vez, ese diseño dependió del reconocimientoprevio de que cada partícula del fluido eléctricoactúa sobre cada una de las otras a cierta dis-tancia. Era la fuerza entre esas partículas —laúnica fuerza que con seguridad podía suponerseuna función simple de la distancia— la que bus-caba Coulomb.6 También los experimentos deJoule pueden utilizarse para ilustrar cómo de laarticulación de un paradigma, surgen leyes cuan-titativas. En efecto, la relación existente entreel paradigma cualitativo y la ley cuantitativa estan general y cercana que, desde Galileo, talesleyes han sido con frecuencia adivinadas correc-tamente, con ayuda de un paradigma, muchos

5 Para la conversión plena de conceptos hidrostáticosa la neumática, véase The Physical Treatises of Pascal,trad, de I. H. B. Spiers y A. G. H. Spiers, con una intro-ducción y notas de F. Barry (Nueva York, 1937). La pre-sentación original que hizo Torricelli del paralelismo("Vivimos sumergidos en el fondo de un océano del ele-mento aire") se presenta en la p. 164. Su rápido desarrollose muestra en los dos tratados principales.

6 Duane Roller y Duane H. D. Roller, The Developmentof the Concept of Electric Charge: Electricity from theGreeks to Coulomb ("Harvard Case Histories in Experi-mental Science", Caso 8; Cambridge, Mass., 1954), pági-nas 66-80.

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años antes de que pudiera diseñarse un aparatopara su determinación experimental.7

Finalmente, existe un tercer tipo de experi-mento encaminado hacia la articulación de unparadigma. Estos experimentos, más que otros,pueden asemejarse a la exploración y sobre todoprevalecen en los periodos y en las ciencias quese ocupan más de los aspectos cualitativos que delos cuantitativos relativos a la regularidad de lanaturaleza. Con frecuencia un paradigma, desa-rrollado para un conjunto de fenómenos, resultaambiguo al aplicarse a otro estrechamente rela-cionado. Entonces son necesarios experimentospara escoger entre los métodos alternativos, aefecto de aplicar el paradigma al nuevo campode interés. Por ejemplo, las aplicaciones del pa-radigma de la teoría calórica, fueron el calenta-miento y el enfriamiento por medio de mezclasy del cambio de estado. Pero el calor podía sersoltado o absorbido de muchas otras maneras—p. ej. por medio de combinaciones químicas,por fricción y por compresión o absorción deun gas— y la teoría podía aplicarse a cada unode esos otros fenómenos de varias formas. Sipor ejemplo, el vacío tuviera una capacidad tér-mica, el calentamiento por compresión podría ex-plicarse como el resultado de la mezcla de gascon vacío. O podría deberse a un cambio en elcalor específico de los gases con una presión va-riable. Además, había varias otras explicacionesposibles. Se emprendieron muchos experimentospara elaborar esas diversas posibilidades y parahacer una distinción entre ellas; todos esos expe-rimentos procedían de la teoría calórica comoparadigma y todos se aprovecharon de ella en el

7 Para obtener ejemplos, véase "The Function of Mea-surement in Modern Physical Science", de T. S. Kuhn,Isis, LII (1961), 161-93.

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diseño de experimentos y en la interpretaciónde los resultados.8 Una vez establecido el fenó-meno del calentamiento por compresión, todoslos experimentos ulteriores en ese campo fueron,en esa forma, dependientes del paradigma. Dadoel fenómeno, ¿de qué otra forma hubiera podidoseleccionarse un experimento para elucidarlo?

Veamos ahora los problemas teóricos de la cien-cia normal, que caen muy aproximadamente den-tro de las mismas clases que los experimentaleso de observación. Una parte del trabajo teóriconormal, aunque sólo una parte pequeña, consistesimplemente en el uso de la teoría existente parapredecir información fáctica de valor intrínseco.El establecimiento de efemérides astronómicas,el cálculo de las características de las lentes y laproducción de curvas de propagación de radioson ejemplos de problemas de ese tipo. Sin em-bargo, los científicos los consideran generalmentecomo trabajos de poca monta que deben dejarsea los ingenieros y a los técnicos. Muchos deellos en ningún momento aparecen en periódicoscientíficos importantes. Pero esos mismos perió-dicos contienen numerosas discusiones teóricasde problemas que, a los no científicos, deben pa-recerles casi idénticos. Son las manipulacionesde teoría emprendidas no debido a que las pre-dicciones que resultan sean intrínsecamente va-liosas, sino porque pueden confrontarse directa-mente con experimentos. Su fin es mostrar unanueva aplicación del paradigma o aumentar laprecisión de una aplicación que ya se haya hecho.

La necesidad de este tipo de trabajo nace delas enormes dificultades que frecuentemente seencuentran para desarrollar puntos de contacto

8 T. S. Kuhn, "The Caloric Theory of Adiabatic Com-pression", Isis, XLIX (1958), 132-40.

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entre una teoría y la naturaleza. Estas dificul-tades pueden ilustrarse brevemente por medio deun examen de la historia de la dinámica des-pués de Newton. A principios del siglo XVIII,aquellos científicos que hallaron un paradigmaen Principia dieron por sentada la generalidad desus conclusiones y tenían todas las razones parahacerlo así. Ningún otro trabajo conocido en lahistoria de la ciencia ha permitido simultánea-mente un aumento tan grande tanto en el alcancecomo en la precisión de la investigación. Encuanto al cielo, Newton había derivado las Leyesde Kepler sobre el movimiento planetario y ha-bía explicado, asimismo, algunos de los aspectosobservados en los que la Luna no se conformaba aellas. En cuanto a la Tierra, había derivado losresultados de ciertas observaciones dispersas so-bre los péndulos, los planos inclinados y las ma-reas. Con la ayuda de suposiciones complemen-tarias, pero ad hoc, había sido capaz también dederivar la Ley de Boyle y una fórmula impor-tante para la velocidad del sonido en el aire.Dado el estado de las ciencias en esa época, eléxito de estas demostraciones fue extraordinaria-mente impresionante. Sin embargo, dada la ge-neralidad presuntiva de las Leyes de Newton, elnúmero de esas aplicaciones no era grande yNewton casi no desarrolló otras. Además, encomparación con lo que cualquier graduado defísica puede lograr hoy en día con esas mismasleyes, las pocas aplicaciones de Newton no fue-ron ni siquiera desarrolladas con precisión.

Limitemos la atención por el momento, al pro-blema de la precisión. Ya hemos ilustrado suaspecto empírico. Fue necesario un equipo espe-cial —el aparato de Cavendish, la máquina deAtwood o los telescopios perfeccionados— paraproporcionar los datos especiales que exigían las

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aplicaciones concretas del paradigma de Newton.Del lado de la teoría existían dificultades simi-lares para obtener el acuerdo. Al aplicar sus leyesa los péndulos, por ejemplo, Newton se vio obli-gado a considerar el disco como un punto demasa, con el fin de proporcionar una definiciónúnica de la longitud del péndulo. La mayoría desus teoremas, siendo las escasas excepciones hi-potéticas y preliminares, pasaban también poralto el efecto de la resistencia del aire. Eranaproximaciones físicas que tenían solidez. Sinembargo, como aproximaciones restringían elacuerdo que podía esperarse entre las prediccio-nes de Newton y los experimentos reales. Lasmismas dificultades aparecieron, de manera to-davía más clara, en la aplicación de la teoría deNewton al firmamento. Las simples observacio-nes telescópicas cuantitativas indican que los pla-netas no obedecen completamente a las Leyesde Kepler, y la teoría de Newton indica que nodeberían hacerlo. Para derivar esas leyes, New-ton se había visto obligado a desdeñar toda laatracción gravitacional, excepto la que existe en-tre los planetas individuales y el Sol. Puesto quelos planetas se atraen también unos a otros, sólopodía esperarse un acuerdo aproximado entre lateoría aplicada y la observación telescópica.9

Como en el caso de los péndulos, la confirma-ción obtenida fue más que satisfactoria para quie-nes la obtuvieron. No existía ninguna otra teoríaque se acercara tanto a la realidad. Ninguno delos que pusieron en tela de juicio la validez deltrabajo de Newton, lo hizo a causa de su limitadoacuerdo con el experimento y la observación. Sinembargo, esas limitaciones de concordancia de

9 Wolf, op. cit., pp. 75-81, 96-101; y William Whewell,History of the Inductive Sciences (ed. rev.; Londres, 1847),II, 213-71.

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jaron muchos problemas teóricos fascinantes alos sucesores de Newton. Fueron necesarias téc-nicas teóricas para determinar, por ejemplo, la"longitud equivalente" de un péndulo masivo.Fueron necesarias asimismo técnicas, para ocu-parse de los movimientos simultáneos de más dedos cuerpos que se atraen mutuamente. Esos pro-blemas y muchos otros similares ocuparon a mu-chos de los mejores matemáticos de Europa du-rante el siglo XVIII y los primeros años delXIX. Los Bernoulli, Euler, Lagrange, Laplace yGauss, realizaron todos ellos parte de sus trabajosmás brillantes en problemas destinados a mejorarla concordancia entre el paradigma de Newtony la naturaleza. Muchas de esas mismas figurastrabajaron simultáneamente en el desarrollo delas matemáticas necesarias para aplicaciones queNewton ni siquiera había intentado produciendo,por ejemplo, una inmensa literatura y varias téc-nicas matemáticas muy poderosas para la hidro-dinámica y para el problema de las cuerdas vibra-torias. Esos problemas de aplicación representan,probablemente, el trabajo científico más brillantey complejo del siglo XVIII. Podrían descubrirseotros ejemplos por medio de un examen del pe-riodo posterior al paradigma, en el desarrollo dela termodinámica, la teoría ondulatoria de laluz, la teoría electromagnética o cualquier otrarama científica cuyas leyes fundamentales seantotalmente cuantitativas. Al menos en las cien-cias de un mayor carácter matemático, la mayo-ría del trabajo teórico es de ese tipo.

Pero no todo es así. Incluso en las cienciasmatemáticas hay también problemas teóricos dearticulación de paradigmas y durante los perio-dos en que el desarrollo científico fue predominan-temente cualitativo, dominaron estos problemas.Algunos de los problemas, tanto en las ciencias

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más cuantitativas como en las más cualitativas,tienden simplemente a la aclaración por mediode la reformulación. Por ejemplo, los Principiano siempre resultaron un trabajo sencillo de apli-cación, en parte debido a que conservaban algode la tosquedad inevitable en un primer intentoy en parte debido a que una fracción considerablede su significado sólo se encontraba implícito ensus aplicaciones. Por consiguiente, de los Ber-noulli, d'Alembert y Lagrange, en el sigloXVIII. a los Hamilton, Jacobi y Hertz, en el XIX,muchos de los físicos matemáticos más brillantesde Europa se dieron repetidamente a la tarea dereformu-lar la teoría de Newton en una formaequivalente, pero más satisfactoria lógica yestéticamente. O sea, deseaban mostrar laslecciones implícitas y explícitas de los Principiaen una versión más coherente, desde el punto devista de la lógica, y que fuera menos equívoca ensus aplicaciones a los problemas recién planteadospor la mecánica.10 En todas las ciencias han tenidolugar, repetidamente, reformulaciones similares deun paradigma; pero la mayoría de ellas hanproducido cambios más substanciales delparadigma que las reformulaciones de losPrincipia que hemos citado. Tales cambios son elresultado del trabajo empírico previamentedescrito como encaminado a la articulación deun paradigma. En realidad, la clasificación deese tipo de trabajo como empírico fue arbitraria.Más que cualquier otro tipo de investigaciónnormal, los problemas de la articulación deparadigmas son a la vez teóricos yexperimentales; los ejemplos dados antes serviránigualmente bien en este caso. Antes de quepudiera construir su equipo y realizar medi-

10 René Dugas, Histoire de la Mecanique (Neuchâtel,1950), Libros IV-V.

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ciones con él, Coulomb tuvo que emplear teoríaeléctrica para determinar cómo debía construirdicho equipo. La consecuencia de sus medicio-nes fue un refinamiento de esa teoría. O también,los hombres que idearon los experimentos quedebían establecer la distinción entre las diversasteorías del calentamiento por compresión fuerongeneralmente los mismos que habían formuladolas versiones que iban a ser comparadas. Traba-jaban tanto con hechos como con teorías y sutrabajo no produjo simplemente una nueva infor-mación sino un paradigma más preciso, obtenidomediante la eliminación de ambigüedades quehabía retenido el original a partir del que traba-jaban. En casi todas las ciencias, la mayor partedel trabajo normal es de este tipo.

Estas tres clases de problemas —la determina-ción del hecho significativo, el acoplamiento delos hechos con la teoría y la articulación de lateoría— agotan, creo yo, la literatura de la cien-cia normal, tanto empírica como teórica. Porsupuesto, no agotan completamente toda la lite-ratura de la ciencia. Hay también problemasextraordinarios y su resolución puede ser la quehace que la empresa científica como un todo re-sulte tan particularmente valiosa. Pero los pro-blemas extraordinarios no pueden tenerse apetición; surgen sólo en ocasiones especiales, oca-sionados por el progreso de la investigación nor-mal. Por consiguiente, es inevitable que una ma-yoría abrumadora de los problemas de que seocupan incluso los mejores científicos, caigan ha-bitualmente dentro de una de las tres categoríasque hemos mencionado. El trabajo bajo el para-digma no puede llevarse a cabo en ninguna otraforma y la deserción del paradigma significa de-jar de practicar la ciencia que se define. Prontodescubriremos que esas deserciones tienen lugar.

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Son los puntos de apoyo sobre los que giran lasrevoluciones científicas. Pero antes de comenzarel estudio de esas revoluciones, necesitamos unavisión más panorámica de las empresas científi-cas normales que preparan el camino.

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IV. LA CIENCIA NORMAL COMO RESOLUCIÓNDE ENIGMAS

LA CARACTERÍSTICA más sorprendente de los pro-blemas de investigación normal que acabamos dever es quizá la de cuán poco aspiran a producirnovedades importantes, conceptuales o fenomena-les. A veces, como en la medición de una longitudde onda, se conoce de antemano todo excepto losdetalles más esotéricos y la latitud típica de ex-pectativa es solamente un poco más amplia. Lasmediciones de Coulomb no necesitaban, quizá,haberse ajustado a una ley inversa de los cuadra-dos. Los hombres que trabajaban en el calenta-miento por compresión estaban preparados, fre-cuentemente, para obtener cualquiera de variosresultados. Sin embargo, incluso en casos comoésos, la gama de resultados esperados y, por ello,asimilables, es siempre pequeño en comparacióncon la gama que puede concebir la imaginación.Y el proyecto cuyo resultado no cae dentro deesa gama estrecha es, habitualmente, un fracasode la investigación, fracaso que no se refleja so-bre la naturaleza sino sobre el científico.

Por ejemplo, en el siglo XVIII se prestaba pocaatención a los experimentos que medían la atrac-ción eléctrica con instrumentos tales como labalanza de platillos. Debido a que no producíanresultados consistentes ni simples, no podíanusarse para articular el paradigma del cual sederivaban. Por consiguiente, continuaban siendomeros hechos, no conexos e imposibles de rela-cionar con el progreso continuado de la investi-gación eléctrica. Sólo de manera retrospectiva,en posesión de un paradigma subsiguiente, pode-mos apreciar las características de los fenómenos

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que muestran. Por supuesto, Coulomb y sus con-temporáneos poseían también este último para-digma u otro que, al aplicarse al problema de laatracción, producía las mismas expectativas. Espor eso por lo que Coulomb fue capaz de diseñaraparatos que dieron un resultado asimilable pormedio de la articulación del paradigma. Pero estambién por eso por lo que el resultado no sor-prendió a nadie y que varios de los contemporá-neos de Coulomb habían podido predecirlo deantemano. Ni siquiera los proyectos cuya finali-dad es la articulación de un paradigma tiendenhacia Una novedad inesperada.

Pero si el objetivo de la ciencia normal no sonlas novedades sustantivas principales —si el fra-caso para acercarse al resultado esperado cons-tituye habitualmente un fracaso como científico—¿por qué entonces se trabaja en esos problemas?Parte de la respuesta ya ha sido desarrollada.Para los científicos, al menos, los resultados ob-tenidos mediante la investigación normal son im-portantes, debido a que contribuyen a aumentarel alcance y la precisión con la que puede apli-carse un paradigma. Sin embargo, esta respuestano puede explicar el entusiasmo y la devoción deque dan prueba los científicos con respecto a losproblemas de la investigación normal. No haynadie que dedique varios años, por ejemplo, aldesarrollo de un espectrómetro perfeccionado oa la producción de una solución mejorada res-pecto al problema de las cuerdas vibratorias, sóloa causa de la importancia de la información quepueda obtenerse. Los datos que pueden obtenersecalculando efemérides o por medio de medicionesulteriores con un instrumento que existe yapueden tener a veces la misma importancia; peroesas actividades son menospreciadas regu-larmente por los científicos, debido a que en

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gran parte son repeticiones de procedimientosque se han llevado a cabo con anterioridad. Eserechazo proporciona un indicio sobre la fascina-ción de los problemas de la investigación normal.Aunque pueda predecirse el resultado de maneratan detallada que lo que quede por conocer ca-rezca de importancia, lo que se encuentra enduda es el modo en que puede lograrse ese re-sultado. El llegar a la conclusión de un problemade investigación normal es lograr lo esperado deuna manera nueva y eso requiere la resoluciónde toda clase de complejos enigmas instrumen-tales, conceptuales y matemáticos. El hombreque lo logra prueba que es un experto en la re-solución de enigmas y el desafío que representanestos últimos es una parte importante del acicateque hace trabajar al científico.

Los términos "enigma" y "solucionador de enig-mas" realzan varios de los temas que han idosobresaliendo cada vez más en las páginas pre-cedentes. Los enigmas son, en el sentido absolu-tamente ordinario que empleamos aquí, aquellacategoría especial de problemas que puede ser-vir para poner a prueba el ingenio o la habilidadpara resolverlos. Las ilustraciones del diccionarioson "enigmas de cuadros en pedazos" y "enig-mas de palabras cruzadas", y ésas son las carac-terísticas que comparten con los problemas dela ciencia normal que necesitamos aislar ahora.Acabamos de mencionar una de ellas. No es uncriterio de calidad de un enigma el que su resulta-do sea intrínsecamente interesante o importante.Por el contrario, los problemas verdaderamenteapremiantes, como un remedio para el cáncer oel logro de una paz duradera, con frecuencia noson ningún enigma, en gran parte debido a quepueden no tener solución alguna.

Consideremos un rompecabezas cuyas piezas se

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seleccionan al azar de dos cajas diferentes derompecabezas. Puesto que ese problema tieneprobabilidades de desafiar (aunque pudiera nohacerlo) incluso a los hombres más ingeniosos,no puede servir como prueba de habilidad pararesolverlo. En el sentido normal de la palabra,no es ningún enigma. Aunque el valor intrín-seco no constituye un criterio para un enigma, sílo es la existencia asegurada de una solución.

Sin embargo, hemos visto ya que una de lascosas que adquiere una comunidad científica conun paradigma, es un criterio para seleccionarproblemas que, mientras se dé por sentado el pa-radigma, puede suponerse que tienen soluciones.Hasta un punto muy elevado, ésos son los únicosproblemas que la comunidad admitirá como cien-tíficos o que animará a sus miembros a tratarde resolver. Otros problemas, incluyendo muchosque han sido corrientes con anterioridad, se re-chazan como metafísicos, como correspondien-tes a la competencia de otra disciplina o, a veces,como demasiado problemáticos para justificar eltiempo empleado en ellos. Así pues, un paradig-ma puede incluso aislar a la comunidad de pro-blemas importantes desde el punto de vista so-cial, pero que no pueden reducirse a la formade enigma, debido a que no pueden enunciarse deacuerdo con las herramientas conceptuales e ins-trumentales que proporciona el paradigma. Talesproblemas pueden constituir una distracción, lec-ción ilustrada brillantemente por varias facetasdel baconismo del siglo XVIII y por algunasde las ciencias sociales contemporáneas. Una delas razones por las cuales la ciencia normalparece progresar tan rápidamente es que quienesla practican se concentran en problemas quesólo su propia falta de ingenio podría impedirlesresolver.

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Sin embargo, si los problemas de la ciencianormal son enigmas en ese sentido, no necesita-mos continuar preguntándonos por qué los cien-tíficos se dedican a ellos con tanta pasión y de-voción. Un hombre puede ser atraído hacia laciencia por toda clase de razones. Entre ellas seencuentra el deseo de ser útil, la emoción de ex-plorar un territorio nuevo, la esperanza de encon-trar orden y el impulso de poner a prueba losconocimientos establecidos. Esos motivos y otrosmuchos ayudan también a determinar a qué pro-blemas particulares dedicará más tarde su tiem-po el científico. Además, aunque el resultado es,a veces, una frustración, existe una buena razónpara que motivos como ésos primero lo atraigany luego lo guíen.1 La empresa científica comoun todo resulta útil de vez en cuando, abre nue-vos territorios, despliega orden y pone a pruebacreencias aceptadas desde hace mucho tiempo.Sin embargo, el individuo dedicado a la resolu-ción de un problema de investigación normal casinunca hace alguna de esas cosas. Una vezcomprometido, su aliciente es de tipo bastantediferente. Lo que lo incita a continuar entonceses la convicción de que, a condición de que tengala habilidad suficiente para ello, logrará resolverun enigma que nadie ha logrado resolver hastaentonces o, por lo menos, no tan bien. Muchasde las mentalidades científicas más brillantes handedicado toda su atención profesional a enigmasexigentes de ese tipo. La mayoría de las veces,cualquier campo particular de especialización no

1 Las frustraciones motivadas por el conflicto entre elpapel del individuo y el patrón general del desarrollocientífico pueden ser a veces, sin embargo, muy serias.Sobre este tema, véase "Some Unsolved Problems of theScientific Career", de Lawrence S. Kubie, American Scien-tist, XLI (1953), 596-613; y XLII (1954), 104-12.

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ofrece otra cosa que hacer, hecho que no lo hacemenos atrayente para los adictos del tipo apro-piado.

Veamos ahora otro aspecto, más complejo y re-velador, del paralelismo entre los enigmas y losproblemas de la ciencia normal. Para que puedaclasificarse como enigma, un problema debe ca-racterizarse por tener más de una solución asegu-rada. Asimismo, debe haber reglas que limitentanto la naturaleza de las soluciones aceptablescomo los pasos que es preciso dar para obtener-las. Por ejemplo, el resolver un rompecabezas depiezas recortadas no es simplemente "montar uncuadro". Cualquier niño o artista contemporáneopodría hacerlo dispersando piezas seleccionadas,como formas abstractas, sobre algún fondo neu-tro. El cuadro así producido podría ser muchomejor y, desde luego, más original, que aquel delque se hizo el rompecabezas. Sin embargo, esecuadro no sería una solución. Para lograr quese utilicen todas las piezas, sus lados planos de-ben estar hacia abajo y deberán unirse, sin for-zarlas, de tal manera que no queden huecos entreellas. Esas son algunas de las reglas que rigenla solución de los rompecabezas de piezas. Pue-den descubrirse fácilmente restricciones similaresde las soluciones admisibles de crucigramas, adi-vinanzas o acertijos, problemas de ajedrez, etc.

Si podemos aceptar un uso muy extendido deltérmino "regla" —un sentido que equivalga oca-sionalmente a "punto de vista establecido" o a"preconcepción"—, entonces los problemas acce-sibles dentro de una tradición dada de investiga-ción presentarán algo muy similar a este conjuntode características de los enigmas. El hombre queconstruye un instrumento para determinar laslongitudes de onda ópticas no deberá estar sa-tisfecho con un equipo que se limite a atribuir

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números determinados a líneas espectrales par-ticulares. No es sólo un explorador o un medi-dor, sino que por el contrario, mediante el análisisde su aparato, deberá mostrar en términos delcuerpo establecido de teoría óptica, que los nú-meros que muestra su instrumento son los quecorresponden en la teoría como los de las longi-tudes de onda. Si algún punto vago que quedeen la teoría o algún componente no analizado desu aparato le impiden completar su demostra-ción, sus colegas pueden llegar a la conclusiónde que no ha medido nada en absoluto. Porejemplo, los máximos de dispersión de electronesque fueron considerados más tarde como índicesde longitud de onda de los electrones no teníanningún significado aparente cuando fueron ob-servados y registrados por primera vez. Antesde que se convirtieran en medidas de algo, tuvie-ron que ser relacionados con una teoría que pre-decía el comportamiento ondulatorio de la materiaen movimiento. E incluso después de que se seña-lara esa relación, el aparato tuvo que volver a serdiseñado para que los resultados experimentalespudieran relacionarse con la teoría de manerainequívoca.2 No se resolvió ningún problema hastaque fueron satisfechas esas condiciones.

Otros tipos similares de restricciones ligan lassoluciones admisibles a los problemas teóricos.Durante todo el siglo XVIII, los científicos quetrataron de derivar el movimiento observado dela Luna, de las leyes de Newton sobre el movi-miento y la gravitación, fracasaron repetidamente.Como resultado, algunos de ellos sugirieron reem-plazar la ley del Universo de los cuadrados poruna ley que se desviara de ella a pequeñas dis-

2 Para obtener un breve informe de la evolución deesos experimentos, véase la p. 4 de la conferencia de C. J.Davisson, en Les prix Nobel en 1937 (Estocolmo, 1938).

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tancias. Sin embargo, el hacerlo así hubiera sidotanto como cambiar el paradigma, definir un nue-vo enigma y no resolver el antiguo. En esas con-diciones, los científicos preservaron las reglashasta que, en 1750, uno de ellos descubrió cómopueden aplicarse con buenos resultados.3 Sóloun cambio de las reglas del juego podía haberproporcionado una alternativa.

El estudio de las tradiciones científicas nor-males hace descubrir muchas otras reglas com-plementarias, que proporcionan mucha informa-ción sobre los compromisos que deducen los cien-tíficos de sus paradigmas. ¿Cuáles podemos decirqué son las categorías principales a que corres-ponden esas reglas?4 La más evidente y, pro-bablemente, la más inflexible, es ilustrada porlos tipos de generalizaciones que acabamos demencionar. Son enunciados explícitos de leyescientíficas y sobre conceptos y teorías científicos.Mientras continúan siendo reconocidos, esos enun-ciados ayudan a fijar enigmas y a limitar las so-luciones aceptables. Por ejemplo, las Leyes deNewton desempeñaron esas funciones durante lossiglos XVIII y XIX. En tanto lo hicieron, lacantidad de materia fue categoría ontológicafundamental para los científicos físicos y lasfuerzas que actúan entre trozos de materiafueron un tópico predominante para lasinvestigaciones.5 En química, el plantear élproblema de los pesos atómicos, las leyes deproporciones fijas y defi-

3 W. Whewell, History of the Inductive Sciences (ed. rev.;Londres, 1847), II, 101-5, 220-22.

4 Debo esta pregunta a W. O. Hagstrom, cuyo trabajoen la sociología de la ciencia coincide a veces con el mío.

5 Sobre este aspecto del newtonianismo, véase Franklinand Newton: An Inquiry into Speculative Newtonian Ex-perimental Science and Franktin's Work in Electricity asan Example Thereof, de I. B. Cohen, (Filadelfia, 1956),capítulo VII, sobre todo las pp. 255-57, 275-77.

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nidas tuvieron, durante mucho tiempo, una fuerzaidéntica, fijar los resultados admisibles de losanálisis químicos e informar a los químicos delo que eran los átomos, las moléculas, los com-puestos y las mezclas.6 Las ecuaciones de Max-well y las leyes de la termodinámica estática tie-nen hoy en día la misma vigencia y desempeñanesas mismas funciones.

Sin embargo, las reglas de ese tipo no son lasúnicas ni siquiera las más interesantes que pue-den encontrarse mediante el estudio histórico. Aun nivel inferior o más concreto que el de lasleyes y las teorías, hay, por ejemplo, una mul-titud de compromisos sobre tipos preferidos deinstrumentación y los modos en que pueden utili-zarse legítimamente los instrumentos aceptados.El cambio de actitudes hacia el papel desempe-ñado por el fuego en el análisis químico consti-tuyó en el siglo XVII un progreso vital en eldesarrollo de la química.7 Helmholtz, en el si-glo XIX, encontró una fuerte resistencia porparte de los fisiólogos para aceptar la noción deque la experimentación física podía iluminar sucampo.8 Y en este siglo, la curiosa historia de lacromatografía química ilustra una vez más la re-sistencia de los compromisos instrumentales que,tanto como las leyes y las teorías, proporcionana los científicos reglas del juego.9 Cuando ana-lizamos el descubrimiento de los rayos X, encon-

6 Este ejemplo es examinado detalladamente hacia elfinal de la Sección X.

7 H. Metzger, Les doctrines chimiques en France dudébut du XVIIe siècle à la fin du XVIIIe siècle (París,1923), pp. 359-61; Marie Boas, Robert Boyle andSeventeenth Century Chemistry (Cambridge, 1958), pp.112-15.

8 Leo Königsberger, Hermann van Helmholtz, trad, deFrancis A. Welby (Oxford, 1906), pp. 65-66.

9 James E. Meinhard, "Chromatography: A Perspec-tive", Science, CX (1949), 387-92.

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tramos, generalmente, razones para compromisosde ese tipo.

Menos locales y temporales, aunque todavíano características invariables de la ciencia, sonlos compromisos de nivel más elevado, casi me-tafísico, que muestran tan regularmente los estu-dios históricos. Desde aproximadamente 1630, porejemplo, y sobre todo después de la aparición delos escritos científicos de Descartes que tuvie-ron una influencia inmensa, la mayoría de loscientíficos físicos suponían que el Universo es-taba compuesto de partículas microscópicas yque todos los fenómenos naturales podían ex-plicarse en términos de forma, tamaño, movi-miento e interacción corpusculares. Este conjun-to de compromisos resultó ser tanto metafísicocomo metodológico. En tanto que metafísico, in-dicaba a los científicos qué tipos de entidadescontenía y no contenía el Universo: era sólo ma-teria formada en movimiento. En tanto que meto-dológico, les indicaba cómo debían ser las leyesfinales y las explicaciones fundamentales: las le-yes deben especificar el movimiento y la interac-ción corpusculares y la explicación debe reducircualquier fenómeno natural dado a la acción cor-puscular conforme a esas leyes. Lo que es todavíamás importante, la concepción corpuscular delUniverso indicó a los científicos cuántos de susproblemas de investigación tenían razón de ser.Por ejemplo, un químico que, como Boyle, adop-tara la nueva filosofía, prestaba atención especiala las reacciones que podían considerarse comotrasmutaciones. De manera más clara que cuales-quiera otras, éstas exhibían el proceso de reaco-modo corpuscular que debe encontrarse en labase de todo cambio químico.10 Pueden obser-

10 Sobre el corpuscularismo en general, véase "TheEstablishement of the Mechanical Philosophy", de Mane

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varse efectos similares del corpuscularismo, enel estudio de la mecánica, de la óptica y delcalor.

Finalmente, a un nivel aún más elevado, existetodavía otro conjunto de compromisos sin loscuales ningún hombre es un científico. Por ejem-plo, el científico debe interesarse por comprenderel mundo y por extender la precisión y el alcancecon que ha sido ordenado. A su vez, ese compro-miso debe llevarlo a analizar, ya sea por sí mismoo a través de sus colegas, algún aspecto de lanaturaleza, con toda clase de detalles empíricos.Y si ese análisis pone de manifiesto bolsones deaparente desorden, entonces éstos deberán inci-tarlo a llevar a cabo un refinamiento nuevo de sustécnicas de observación o a una articulación ulte-rior de sus teorías. Indudablemente hay todavíaotras reglas como estas, que los científicos detodas las épocas han mantenido.

La existencia de esta sólida red de compromi-sos —conceptuales, teóricos, instrumentales y me-todológicos— es una fuente principal de la metá-fora que relaciona a la ciencia normal con laresolución de enigmas. Debido a que proporcionareglas que dicen, a quien practica una especiali-dad madura, cómo son el mundo y su ciencia, elcientífico puede concentrarse con seguridad enlos problemas esotéricos que le definen esas re-glas y los conocimientos existentes. Entonces, loque constituye un reto para él es cómo llegar aresolver el enigma residual. En ese y otros as-pectos, una discusión de los enigmas y de lasreglas, esclarece la naturaleza de la práctica cien-tífica normal. Sin embargo, en otro aspecto, ese

Boas, Osiris, x (1952), 412-541. Sobre sus efectos en laquímica de Boyle, véase "Robert Boyle and StructuralChemistry in the Seventeenth Century", de T. S. Kuhn,Isis, XLIII (1952), 12-36.

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esclarecimiento puede ser bastante engañoso.Aunque es evidente que hay reglas a las que seadhieren, en un momento dado, todos los profe-sionales que practican una especialidad científica,esas reglas pueden no especificar por sí mismastodo lo que tiene en común la práctica de esosespecialistas. La ciencia normal es una actividadaltamente determinada, pero no necesita estardeterminada enteramente por reglas. Ésta es larazón por la cual, al comienzo de este ensayo,presenté paradigmas compartidos, más que re-glas, suposiciones y puntos de vista compartidos,como fuente de coherencia para las tradicionesde la investigación normal. Las reglas, según su-giero, se derivan de los paradigmas; pero éstospueden dirigir la investigación, incluso sin reglas.

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V. PRIORIDAD DE LOS PARADIGMAS

PARA DESCUBRIR la relación existente entre reglas,paradigmas y ciencia normal, tómese primera-mente en consideración cómo aisla el historiadorlos lugares particulares de compromiso que aca-bamos de describir como reglas aceptadas. Unainvestigación histórica profunda de una especia-lidad dada, en un momento dado, revela un con-junto de ilustraciones recurrentes y casi norma-lizadas de diversas teorías en sus aplicacionesconceptuales, instrumentales y de observación.Ésos son los paradigmas de la comunidad reve-lados en sus libros de texto, sus conferencias ysus ejercicios de laboratorio. Estudiándolos y ha-ciendo prácticas con ellos es como aprenden suprofesión los miembros de la comunidad corres-pondiente. Por supuesto, el historiador descubri-rá, además, una zona de penumbra ocupada porrealizaciones cuyo status aún está en duda; pero,habitualmente, el núcleo de técnicas y problemasresueltos estará claro. A pesar de las ambigüe-dades ocasionales, los paradigmas de una comu-nidad científica madura pueden determinarse conrelativa facilidad.

La determinación de los paradigmas compar-tidos no es, sin embargo, la determinación dereglas compartidas. Esto exige una segunda eta-pa, de un tipo algo diferente. Al emprenderla, elhistoriador deberá comparar los paradigmas dela comunidad unos con otros y con sus informescorrientes de investigación. Al hacerlo así, su ob-jetivo es descubrir qué elementos aislables, ex-plícitos o implícitos, pueden haber abstraído losmiembros de esa comunidad de sus paradigmasmás globales, y empleado como reglas en sus in-

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vestigaciones. Cualquiera que haya tratado dedescribir o analizar la evolución de una tradicióncientífica dada, habrá buscado, necesariamente,principios y reglas aceptados de ese tipo. Como loindica la sección anterior, es casi seguro que hayatenido éxito, al menos de manera parcial. Pero, sisu experiencia tiene alguna similitud con la mía,habrá descubierto que la búsqueda de reglas esmás difícil y menos satisfactoria que la de para-digmas. Algunas de las generalizaciones que uti-lice para describir las creencias compartidas porla comunidad, no presentarán problemas. Sin em-bargo, otras, incluyendo algunas de las utilizadasanteriormente como ilustraciones, mostrarán unmatiz demasiado fuerte. Expresadas de ese modoo de cualquier otra forma que pueda imaginarse,es casi seguro que hubieran sido rechazadas poralgunos miembros del grupo que se esté estu-diando. Sin embargo, para comprender la coheren-cia de la tradición de investigación en términosde las reglas, se necesitarán ciertas especificacio-nes de base común en el campo correspondiente.Como resultado de ello, la búsqueda de un cuer-po de reglas pertinentes para constituir una tra-dición de investigación normal dada, se convierteen una fuente de frustración continua y profunda.Sin embargo, el reconocimiento de la frustraciónhace posible diagnosticar su origen. Loscientíficos pueden estar de acuerdo en que New-ton, Lavoisier, Maxwell o Einstein produjeronuna solución aparentemente permanente para ungrupo de problemas extraordinarios y, no obs-tante, estar en desacuerdo, a veces sin darse cuen-ta plenamente de ello, en lo que respecta a lascaracterísticas abstractas particulares que hacenque esas soluciones sean permanentes. O sea,pueden estar de acuerdo en cuanto a su identifi-cación de un paradigma sin ponerse de acuerdo

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o, incluso, sin tratar siquiera de producir, unainterpretación plena o racionalización de él. Lafalta de una interpretación ordinaria o de unareducción aceptada a reglas, no impedirá que unparadigma dirija las investigaciones. La ciencianormal puede determinarse en parte por mediode la inspección directa de los paradigmas, pro-ceso que frecuentemente resulta más sencillo conla ayuda de reglas y suposiciones, pero que nodepende de la formulación de éstas. En realidad,La existencia de un paradigma ni siquiera debeimplicar la existencia de algún conjunto completode reglas.1

Inevitablemente, el primer efecto de esos enun-ciados es el de plantear problemas. A falta deun cuerpo pertinente de reglas, ¿qué es lo queliga al científico a una tradición particular de laciencia normal? ¿Qué puede significar la frase'inspección directa de paradigmas'? El finadoLudwig Wittgenstein dio respuestas parciales aesas preguntas, aunque en un contexto muy dife-rente. Debido a que este contexto es, a la vez,más elemental y más familiar, será convenienteque examinemos primeramente su forma del ar-gumento. ¿Qué debemos saber, preguntaba Witt-genstein, con el fin de aplicar términos como"silla', 'hoja' o 'juego' de manera inequívoca y sinprovocar discusiones?2

Esta pregunta es muy antigua y generalmente

1 Michael Polanyi ha desarrollado brillantemente untema muy similar, arguyendo que gran parte del éxitode los científicos depende del "conocimiento tácito", osea, del conocimiento adquirido a través de la prácticay que no puede expresarse de manera explícita. Véase suobra Personal Knowledge (Chicago, 1958), sobre todo loscapítulos v y vi.

2 Ludwig Wittgenstein, Philosophical Investigations,trad. G. E. M. Anscombe.(Nueva York, 1953), pp. 31-36.Sin embargo, Wittgenstein no dice casi nada sobre el

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se ha respondido a ella diciendo que debemossaber, consciente o intuitivamente, qué es unasilla, una hoja o un juego. O sea, debemos cono-cer un conjunto de atributos que todos los juegostengan en común y sólo ellos. Sin embargo, Witt-genstein llegaba a la conclusión de que, dado elmodo en que utilizamos el lenguaje y el tipo demundo al cual se aplica, no es preciso que hayatal conjunto de características. Aunque un exa-men de algunos de los atributos compartidos porcierto número de juegos, sillas u hojas a menudonos ayuda a aprender cómo emplear el términocorrespondiente, no existe un conjunto de carac-terísticas que sea aplicable simultáneamente a to-dos los miembros de la clase y sólo a ellos. Encambio, ante una actividad que no haya sido ob-servada previamente, aplicamos el término 'jue-go' debido a que lo que vemos tiene un gran"parecido de familia" con una serie de actividadesque hemos aprendido a llamar previamente conese nombre. En resumen, para Wittgenstein, losjuegos, las sillas y las hojas son familias natura-les, cada una de las cuales está constituida poruna red de semejanzas que se superponen y seentrecruzan. La existencia de esa red explica su-ficientemente el que logremos identificar al ob-jeto o a la actividad correspondientes. Sólo si lasfamilias que nominamos se superponen y se mez-clan gradualmente unas con otras —o sea, sólo sino hubiera familias naturales— ello proporciona-ría nuestro éxito en la identificación y la nomi-nación, una prueba en pro de un conjunto decaracterísticas comunes, correspondientes a cadauno de los nombres de clases que utilicemos.Algo muy similar puede ser válido para lostipo de mundo que es necesario para sostener el proce-dimiento de denominación que subraya. Por consiguien-te, parte del punto que sigue no puede atribuírsele.

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diversos problemas y técnicas de investigaciónque surgen dentro de una única tradición deciencia normal. Lo que tienen en común no esque satisfagan algún conjunto explícito, o inclusototalmente descubrible, de reglas y suposicionesque da a la tradición su carácter y su vigenciapara el pensamiento científico. En lugar de ellopueden relacionarse, por semejanza o por emula-ción, con alguna parte del cuerpo científico quela comunidad en cuestión reconozca ya comouna de sus realizaciones establecidas. Los cien-tíficos trabajan a partir de modelos adquiridospor medio de la educación y de la exposición sub-siguiente a la literatura, con frecuencia sin cono-cer del todo o necesitar conocer qué característi-cas les han dado a esos modelos su status de pa-radigmas de la comunidad. Por ello, no necesitanun conjunto completo de reglas. La coherenciamostrada por la tradición de la investigación dela que participan, puede no implicar siquiera laexistencia de un cuerpo básico de reglas y supo-siciones que pudiera descubrir una investigaciónfilosófica o histórica adicional. El hecho de quelos científicos no pregunten o discutan habitual-mente lo que hace que un problema particularo una solución sean aceptables, nos inclina a su-poner que, al menos intuitivamente, conocen larespuesta. Pero puede indicar sólo que no le pa-recen importantes para su investigación ni la pre-gunta ni Ja respuesta. Los paradigmas pueden seranteriores, más inflexibles y completos que cual-quier conjunto de reglas para la investigaciónque pudiera abstraerse inequívocamente de ellos.Hasta ahora, hemos desarrollado este tema desdeun punto de vista totalmente teórico: los para-digmas podrían determinar la ciencia normal sinintervención de reglas descubribles. Trataré ahorade aumentar tanto su claridad como su apre-

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mio, indicando algunas de las razones para creerque los paradigmas funcionan realmente en esaforma. La primera, que ya hemos examinado demanera bastante detallada, es la gran dificultadpara descubrir las reglas que han guiado a lastradiciones particulares de la ciencia normal. Estadificultad es casi la misma que la que encuentrael filósofo cuando trata de explicar qué es lo quetienen en común todos los juegos. La segunda,de la que la primera es realmente un corolario,tiene sus raíces en la naturaleza de la educacióncientífica. Como debe ser obvio ya, los científicosnunca aprenden conceptos, leyes y teorías enabstracto y por sí mismos. En cambio, esas he-rramientas intelectuales las encuentran desde unprincipio en una unidad histórica y pedagógica-mente anterior que las presenta con sus aplica-ciones y a través de ellas. Una nueva teoría seanuncia siempre junto con aplicaciones a ciertorango concreto de fenómenos naturales; sin ellas,ni siquiera podría esperar ser aceptada. Despuésde su aceptación, esas mismas aplicaciones u otrasacompañarán a la teoría en los libros de textode donde aprenderán su profesión los futuroscientíficos. No se encuentran allí como meroadorno, ni siquiera como documentación. Por elcontrario, el proceso de aprendizaje de una teo-ría depende del estudio de sus aplicaciones, in-cluyendo la práctica en la resolución de proble-mas, tanto con un lápiz y un papel como coninstrumentos en el laboratorio. Por ejemplo, siel estudiante de la dinámica de Newton descubrealguna vez el significado de términos tales como'fuerza', 'masa', 'espacio' y 'tiempo', lo hace me-nos a partir de las definiciones incompletas, aun-que a veces útiles, de su libro de texto, que pormedio de la observación y la participación en la

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aplicación de esos conceptos a la resolución deproblemas.

Ese proceso de aprendizaje por medio del es-tudio y de la práctica continúa durante todo elproceso de iniciación profesional. Cuando el es-tudiante progresa de su primer año de estudioshasta la tesis de doctorado y más allá, los pro-blemas que le son asignados van siendo cada vez,más complejos y con menos precedentes; perocontinúan siguiendo de cerca al modelo de lasrealizaciones previas, como lo continuarán siguien-do los problemas que normalmente lo ocupen du-rante su subsiguiente carrera científica indepen-diente. Podemos con toda libertad suponer queen algún momento durante el proceso, el cientí-fico intuitivamente ha abstraído reglas del juegopara él mismo, pero no hay muchas razones paracreer eso. Aunque muchos científicos hablan confacilidad y brillantez sobre ciertas hipótesis indi-viduales que soportan alguna fracción concretade investigación corriente, son poco mejores quelos legos en la materia para caracterizar las basesestablecidas de su campo, sus problemas y susmétodos aceptados. Si han aprendido alguna vezesas abstracciones, lo demuestran principalmentepor medio de su habilidad para llevar a cabo in-vestigaciones brillantes. Sin embargo, esta habi-lidad puede comprenderse sin recurrir a hipotéti-cas reglas del juego.

Estas consecuencias de la educación científicatienen una recíproca que proporciona una ter-cera razón para suponer que los paradigmas guíanla investigación tanto como modelos directoscomo por medio de reglas abstraídas. La ciencianormal puede seguir adelante sin reglas sólo entanto la comunidad científica pertinente aceptesin discusión las soluciones de los problemas par-ticulares que ya se hayan llevado a cabo. Por

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consiguiente, las reglas deben hacerse importan-tes y desaparecer la despreocupación caracterís-tica hacia ellas, siempre que se sienta que losparadigmas o modelos son inseguros. Además,es eso lo que sucede exactamente. El periodo an-terior al paradigma sobre todo, está marcado re-gularmente por debates frecuentes y profundossobre métodos, problemas y normas de solucionesaceptables, aun cuando esas discusiones sirvenmás para formar escuelas que para producir acuer-dos. Ya hemos presentado unos cuantos de esosdebates en la óptica y la electricidad y desem-peñaron un papel todavía más importante en eldesarrollo de la química en el siglo XVII y de lageología en el XIX.3 Por otra parte, esos debatesno desaparecen de una vez por todas cuando sur-ge un paradigma. Aunque casi no existen durantelos periodos de ciencia normal, se presentan regu-larmente poco antes de que se produzcan lasrevoluciones científicas y en el curso de éstas,los periodos en los que los paradigmas primerose ven atacados y más tarde sujetos a cambio.La transición de la mecánica de Newton a la me-cánica cuántica provocó muchos debates tantosobre la naturaleza como sobre las normas de lafísica, algunos de los cuales continúan todavíaen la actualidad.4 Todavía viven personas quepueden recordar las discusiones similares engen-

3 Sobre la química, véase: Les doctrines chimiques enFrance du début du XVIIe á la fin du XVIIIe siècle, deH. Metzger (París, 1923), pp. 24-27, 146-149; y RobertBoyle and Seventeenth-Century Chemistry, de Mane Boas(Cambridge, 1958), capítulo II. Sobre la geología, véase:"The Uniformitarian-Catastrophist Debate", de Walter F.Cannon, Isis, LI (1960), 38-55; y Génesis and Geology, deC. C.Gillispie (Cambridge, Mass., 1951), caps. IV-V.

4 Con respecto a las controversias sobre la mecánicacuántica, véase: La crise de la physique quantique, deJean Ullmo (París, 1950), cap. II.

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dradas por la teoría electromagnética de Maxwelly por la mecánica estadística.5 Y antes aún, laasimilación de las mecánicas de Galileo y New-ton dio lugar a una serie de debates particular-mente famosa con los aristotélicos, los cartesia-nos y los leibnizianos sobre las normas legítimasde la ciencia.6 Cuando los científicos están endesacuerdo respecto a si los problemas funda-mentales de su campo han sido o no resueltos, labúsqueda de reglas adquiere una función queordinariamente no tiene. Sin embargo, mientrascontinúan siendo seguros los paradigmas, pue-den funcionar sin acuerdo sobre la racionaliza-ción o sin ninguna tentativa en absoluto de ra-cionalización.

Podemos concluir esta sección con una cuartarazón para conceder a los paradigmas un statusanterior al de las reglas y de los supuestos com-partidos. En la introducción a este ensayo sesugiere que puede haber revoluciones tanto gran-des como pequeñas, que algunas revolucionesafectan sólo a los miembros de una subespecia-lidad profesional y que, para esos grupos, incluso

5 Sobre la mecánica estadística, véase: La théorie physi-que au sens de Boltzmann et ses prolongements modernes,de René Rugas (Neuchâtel, 1959), pp. 158-84, 206-19. Sobrela recepción del trabajo de Maxwell, véase: "Maxwell'sInfluence in Germany", de Max Planck, en James ClerkMaxwell: A Commemoration Volume, 1831-1931 (Cam-bridge, 1931), pp. 45-65, sobre todo las pp. 58-63; y The Life ofWilliam Thompson Baron Kelvin of Largs, de Sil-vanus P.Thompson (Londres, 1910), II, 1021-27.

6 Como ejemplo de la lucha con los aristotélicos, véase:"A Documentary History of the Problem of Fall fromKepler to Newton", de A. Koyré, Transactions of theAmerican Philosophical Society, XLV (1955), 329-95. Conrespecto a los debates con los cartesianos y los leibnizia-nos, véase: L'iniroduction des théories de Newton enFrance au XVIIIe siècle, de Pierre Brunet (París, 1931); yFrom the Closed World to the Infinite Universe, de A.Koyré (Baltimore, 1957), cap. XI.

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el descubrimiento de un fenómeno nuevo e ines-perado puede ser revolucionario. En la secciónsiguiente presentaremos revoluciones selecciona-das de ese tipo y todavía no está muy clarocómo pueden existir. Si la ciencia normal es tanrígida y si las comunidades científicas están tanestrechamente unidas como implica la exposiciónanterior, ¿cómo es posible que un cambio de pa-radigma afecte sólo a un pequeño subgrupo? Loque hasta ahora se ha dicho, puede haber pare-cido implicar que la ciencia normal es una em-presa única, monolítica y unificada, que debe sos-tenerse o derrumbarse tanto con cualquiera desus paradigmas como con todos ellos juntos. Peroevidentemente, la ciencia raramente o nunca esde ese tipo. Con frecuencia, viendo todos los cam-pos al mismo tiempo, parece más bien una es-tructura desvencijada con muy poca coherenciaentre sus diversas partes. Sin embargo, nada delo dicho hasta este momento debería entrar enconflicto con esa observación tan familiar. Porel contrario, sustituyendo los paradigmas por re-glas podremos comprender con mayor facilidadla diversidad de los campos y las especialidadescientíficas. Las reglas explícitas, cuando existen,son generalmente comunes a un grupo científicomuy amplio; pero no puede decirse lo mismode los paradigmas. Quienes practican en camposmuy separados, por ejemplo, la astronomía y labotánica taxonómica, se educan a través del es-tudio de logros muy distintos descritos en librosabsolutamente diferentes. Incluso los hombresque se encuentran en el mismo campo o en otroscampos estrechamente relacionados y que co-mienzan estudiando muchos de los mismos librosy de los mismos logros pueden, en el curso de suespecialización profesional, adquirir paradigmasmuy diferentes.

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90 PRIORIDAD DE LOS PARADIGMAS

Examinemos, para dar un solo ejemplo, la co-munidad amplia y diversa que constituyen todoslos científicos físicos. A cada uno de los miem-bros de ese grupo se le enseñan en la actualidadlas leyes de, por ejemplo, la mecánica cuántica,y la mayoría de ellos emplean esas leyes en algúnmomento de sus investigaciones o su enseñanza.Pero no todos ellos aprenden las mismas aplica-ciones de esas leyes y, por consiguiente, no sonafectados de la misma forma por los cambios dela mecánica cuántica, en la práctica. En el cursode la especialización profesional, sólo unos cuan-tos científicos físicos se encuentran con los prin-cipios básicos de la mecánica cuántica. Otrosestudian detalladamente las aplicaciones del pa-radigma de esos principios a la química, otrosmás a la física de los sólidos, etc. Lo que lamecánica cuántica signifique para cada uno deellos dependerá de los cursos que haya seguido,los libros de texto que haya leído y los periódicosque estudie. De ello se desprende que, aun cuan-do un cambio de la ley de la mecánica cuánticasería revolucionario para todos esos grupos, uncambio que solo se refleja en alguna de las apli-caciones del paradigma de la mecánica cuánticasólo debe resultar revolucionario para los miem-bros de una subespecialidad profesional deter-minada. Para el resto de la profesión y para quie-nes practican otras ciencias físicas, ese cambiono necesitará ser revolucionario en absoluto. Enresumen, aunque la mecánica cuántica (o la di-námica de Newton o la teoría electromagnética)es un paradigma para muchos grupos científicos,no es el mismo paradigma para todos ellos; pue-de, por consiguiente, determinar simultáneamentevarias tradiciones de ciencia normal que, sin sercoextensivas, coinciden. Una revolución produ-cida en el interior de una de esas tradiciones no

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tendrá que extenderse necesariamente a todas lasdemás.

Una breve ilustración del efecto de la especia-lización podría dar a toda esta serie de puntosuna fuerza adicional. Un investigador que espe-raba aprender algo sobre lo que creían los cien-tíficos qué era la teoría atómica, les preguntó aun físico distinguido y a un químico eminentesi un átomo simple de helio era o no una molécu-la. Ambos respondieron sin vacilaciones, pero susrespuestas no fueron idénticas. Para el químico,el átomo de helio era una molécula, puesto quese comportaba como tal con respecto a la teoríacinética de los gases. Por la otra parte, para elfísico, el átomo de helio no era una molécula,ya que no desplegaba un espectro molecular.7

Puede suponerse que ambos hombres estaban ha-blando de la misma partícula; pero se la repre-sentaban a través de la preparación y la prácticade investigación que les era propia. Su expe-riencia en la resolución de problemas les decíalo que debía ser una molécula. Indudablemente,sus experiencias habían tenido mucho en común;pero, en este caso, no les indicaban exactamentelo mismo a los dos especialistas. Conforme avan-cemos en el estudio de este tema, iremos descu-briendo cuántas consecuencias pueden ocasional-mente tener las diferencias de paradigma deeste tipo.

7 El investigador era James K. Senior, con quien es-toy en deuda por un informe verbal. Algunos puntosrelacionados son estudiados en su obra: "The Vernacularof the Laboratory", Philosophy of Science, XXV (1958),163-68.

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VI. LA ANOMALÍA Y LA EMERGENCIA DE LOSDESCUBRIMIENTOS CIENTÍFICOS

LA CIENCIA normal, la actividad para la resoluciónde enigmas que acabamos de examinar, es unaempresa altamente acumulativa que ha tenido unéxito eminente en su objetivo, la extensión conti-nua del alcance y la precisión de los conocimien-tos científicos. En todos esos aspectos, se ajustacon gran precisión a la imagen más usual del tra-bajo científico. Sin embargo, falta un productoordinario de la empresa científica. La ciencianormal no tiende hacia novedades fácticas o teó-ricas y, cuando tiene éxito, no descubre ninguna.Sin embargo, la investigación científica descubrerepetidamente fenómenos nuevos e inesperadosy los científicos han inventado, de manera conti-nua, teorías radicalmente nuevas. La historia su-giere incluso que la empresa científica ha desa-rrollado una técnica cuyo poder es único paraproducir sorpresas de este tipo. Para reconciliaresta característica de la ciencia con todo lo quehemos dicho ya, la investigación bajo un para-digma debe ser particularmente efectiva, comométodo, para producir cambios de dicho paradig-ma. Esto es lo que hacen las novedades funda-mentales fácticas y teóricas. Producidas de ma-nera inadvertida por un juego llevado a cabo bajoun conjunto de reglas, su asimilación requiere laelaboración de otro conjunto. Después de conver-tirse en partes de la ciencia, la empresa, al menosla de los especialistas en cuyo campo particularcaen las novedades, no vuelve a ser nunca lamisma.

Debemos preguntarnos ahora cómo tienen lugarlos cambios de este tipo, tomando en considera-

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ción, primero, los descubrimientos o novedadesfácticas, y luego los inventos o novedades teóri-cas. Sin embargo, muy pronto veremos que estadistinción entre descubrimiento e invento o entrefacto y teoría resulta excesivamente artificial. Suartificialidad es un indicio importante para va-rias de las tesis principales de este ensayo. Al exa-minar en el resto de esta sección descubrimientosseleccionados, descubriremos rápidamente que noson sucesos aislados, sino episodios extensos, conuna estructura que reaparece regularmente. Eldescubrimiento comienza con la percepción de laanomalía; o sea, con el reconocimiento de queen cierto modo la naturaleza ha violado las ex-pectativas, inducidas por el paradigma, que rigena la ciencia normal. A continuación, se produceuna exploración más o menos prolongada de lazona de la anomalía. Y sólo concluye cuandola teoría del paradigma ha sido ajustada de talmodo que lo anormal se haya convertido en loesperado. La asimilación de un hecho de tiponuevo exige un ajuste más que aditivo de la teo-ría y en tanto no se ha llevado a cabo ese ajuste—hasta que la ciencia aprende a ver a la natura-leza de una manera diferente—, el nuevo hechono es completamente científico.

Para ver cuán estrechamente entrelazadas se en-cuentran las novedades fácticas y las teóricas enun descubrimiento científico, examinemos unejemplo particularmente famoso: el descubrimien-to del oxígeno. Al menos tres hombres diferentestienen la pretensión legítima de atribuírselo yvarios otros químicos, durante los primeros añosde la década de 1770, deben haber tenido aireenriquecido en un recipiente de laboratorio, sinsaberlo.1 El progreso de la ciencia normal, en este

1 Sobre la discusión del descubrimiento del oxígeno,

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caso de la química neumática, preparó el caminopara un avance sensacional, de manera muy com-pleta. El primero de los que se atribuyen eldescubrimiento, que preparó una muestra relati-vamente pura del gas, fue el farmacéutico suecoC. W. Secheele. Sin embargo, podemos pasar poralto su trabajo, debido a que no fue publicadosino hasta que el descubrimiento del oxígeno ha-bía sido ya anunciado repetidamente en otraspartes y, por consiguiente, no tuvo efecto en elpatrón histórico que más nos interesa en estecaso.2 El segundo en el tiempo que se atribuyóel descubrimiento, fue el científico y clérigo bri-tánico Joseph Priestley, quien recogió el gas libe-rado por óxido rojo de mercurio calentado, comoun concepto en una investigación normal prolon-gada de los "aires" liberados por un gran númerode substancias sólidas. En 1774, identificó el gasasí producido como óxido nitroso y, en 1775, conla ayuda de otros experimentos, como aire comúncon una cantidad menor que la usual de flogisto.El tercer descubridor, Lavoisier, inició el trabajoque lo condujo hasta el oxígeno después de losexperimentos de Priestley de 1774 y posiblementecomo resultado de una indicación de Priestley. Acomienzos de 1775, Lavoisier señaló que el gas

que todavía es clásica, véase: The Eighteenth-CenturyRevolution in Science. The First Phase, de A. N. Meldrum(Calcuta, 1930), cap. v. Una revisión reciente, indispensa-ble, que incluye un informe de la controversia sobre laprioridad, es: Lavoisier, théoricien et expérimentateur,de Maurice Daumas (París, 1955), caps. II-III. Para obte-ner un informe más completo y bibliografía, véase tam-bién "The Historical Structure of Scientific Discovery",de T. S. Kuhn, Science, CXXXVI (1° de junio de 1962), 760-64.

2 No obstante, véase: "A Lost Letter from Secheele toLavoisier", de Uno Bocklund, Lychnos, 1957-58, pp. 39-62para estudiar una evaluación diferente del papel desem-peñado por Scheele.

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obtenido mediante el calentamiento del óxido rojode mercurio era "el aire mismo, entero, sin alte-ración [excepto que]... sale más puro, más res-pirable".3 Hacia 1777, probablemente con la ayudade una segunda indicación de Priestley, Lavoisierllegó a la conclusión de que el gas constituía unaespecie bien definida, que era uno de los dos prin-cipales componentes de la atmósfera, conclusiónque Priestley no fue capaz de aceptar nunca.

Este patrón de descubrimiento plantea una pre-gunta que puede hacerse con respecto a todos ycada uno de los nuevos fenómenos que han lle-gado alguna vez a conocimiento de los científicos.¿Fue Priestley o Lavoisier, si fue uno de ellos, elprimero que descubrió el oxígeno? En cualquiercaso, ¿cuándo fue descubierto el oxígeno? La pre-gunta podría hacerse en esta forma, incluso si nohubiera existido nunca más que un solo científicoque se atribuyera el descubrimiento. Como reglasobre la prioridad y la fecha, no nos interesa enabsoluto la respuesta. No obstante, un intentopara encontrar una, serviría para esclarecer lanaturaleza del descubrimiento, debido a que noexiste ninguna respuesta del tipo buscado. El des-cubrimiento no es el tipo de proceso sobre el quese hace la pregunta de manera apropiada. El he-cho de que se plantee —la prioridad por el oxí-geno ha sido cuestionada repetidamente desdelos años de la década de 1780— es un síntomade algo desviado en la imagen de una ciencia, queconcede al descubrimiento un papel tan funda-mental. Veamos una vez más nuestro ejemplo. Lapretensión de Priestley de que había descubierto

3 B. Conant, The Overthrow of the Phlogiston Theory:The Chemical Revolution of 1775-1789 ("Harvard CaseHistories in Experimental Science", Caso 2; Cambridge,Mass., 1950), p. 23. Este folleto, muy útil, reproduce mu-chos de los documentos importantes.

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96 EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS

el oxígeno, se basaba en su prioridad en el aisla-miento de un gas que fue más tarde reconocidocomo un elemento definido. Pero la muestra dePriestley no era pura y, si el tener en las manosoxígeno impuro es descubrirlo, lo habrían hechotodos los que embotellaron aire atmosférico. Ade-más, si el descubridor fue Priestley, ¿cuándo tuvolugar el descubrimiento? En 1774 pensó que habíaobtenido óxido nitroso, una especie que conocíaya; en 1775 vio el gas como aire deflogistizado,que todavía no es oxígeno o que incluso es, paralos químicos flogísticos, un tipo de gas absoluta-mente inesperado. La pretensión de Lavoisierpuede ser más contundente; pero presenta losmismos problemas. Si rehusamos la palma aPriestley, no podemos tampoco concedérsela a La-voisier por el trabajo de 1775 que lo condujo aidentificar el gas como "el aire mismo, entero".Podemos esperar al trabajo de 1776 y 1777, quecondujo a Lavoisier a ver no sólo el gas sinotambién qué era. Sin embargo, aun esta conce-sión podría discutirse, pues en 1777 y hasta elfinal de su vida Lavoisier insistió en que el oxí-geno era un "principio de acidez" atómico y queel gas oxígeno se formaba sólo cuando ese "prin-cipio" se unía con calórico, la materia del calor.4

Por consiguiente, ¿podemos decir que el oxígenono había sido descubierto todavía en 1777? Algu-nos pueden sentirse tentados a hacerlo. Pero elprincipio de acidez no fue eliminado de la quí-mica hasta después de 1810 y el calórico hastalos años de la década de 1860. El oxígeno se habíaconvertido en una sustancia química ordinaria an-tes de cualquiera de esas fechas.

Está claro que necesitamos conceptos y un nue-vo vocabulario para analizar sucesos tales como

4 H. Metzger, La philosophie de la matière chez Lavoi-sier (París, 1935); y Daumas, op. cit., cap. VII.

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el descubrimiento del oxígeno. Aunque sea indu-dablemente correcta, la frase "El oxígeno fue des-cubierto", induce a error, debido a que sugiereque el descubrir algo es un acto único y simple,asimilable a nuestro concepto habitual de la vi-sión (y tan discutible como él). Por eso supone-mos con tanta facilidad que el descubrir, comoel ver o el tocar, debe ser atribuible de manerainequívoca a un individuo y a un momento dadoen el tiempo. Pero la última atribución es siem-pre imposible y la primera lo es con frecuencia.Ignorando a Scheele, podemos decir con seguri-dad que el oxígeno no fue descubierto antes de1774 y podríamos decir también, probablemente,que fue descubierto aproximadamente en 1777 omuy poco tiempo después de esta fecha. Perodentro de estos límites o de otros similares, cual-quier intento para ponerle fecha al descubrimientodebe ser, de manera inevitable, arbitrario, ya queel descubrimiento de un tipo nuevo de fenómenoes necesariamente un suceso complejo, queinvolucra el reconocimiento, tanto de que algoexiste como de qué es. Nótese, por ejemplo, quesi el oxígeno fuera para nosotros aire deflogisti-zado insistiríamos sin vacilaciones en que Priestleylo descubrió, aun cuando de todos modos no sa-bríamos exactamente cuándo. Pero si tanto laobservación y la conceptualización, como el hechoy la asimilación a la teoría, están enlazadas inse-parablemente en un descubrimiento, éste, enton-ces, es un proceso y debe tomar tiempo. Sólocuando todas las categorías conceptuales perti-nentes están preparadas de antemano, en cuyocaso el fenómeno no será de un tipo nuevo, po-drá descubrirse sin esfuerzo qué existe y qué es,al mismo tiempo y en un instante.

Concedamos ahora que el descubrimiento invo-lucra un proceso extenso, aunque no necesaria-

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mente prolongado, de asimilación conceptual. ¿Po-dríamos decir también que incluye un cambio enel paradigma? A esta pregunta no podemos darletodavía una respuesta general; pero, al menos eneste caso preciso, la respuesta deberá ser afirma-tiva. Lo que anunció Lavoisier en sus escritos, apartir de 1777, no fue tanto el descubrimientodel oxígeno, como la teoría de la combustión deloxígeno. Esta teoría fue la piedra angular parauna reformulación tan amplia de la química que,habitualmente, se la conoce como la revoluciónquímica. En realidad, si el descubrimiento deloxígeno no hubiera sido una parte íntimamenterelacionada con el surgimiento de un nuevo para-digma para la química, la cuestión de la prio-ridad, de la que partimos, no hubiera parecidonunca tan importante. En este caso como en otros,

el valor atribuido a un nuevo fenómeno y, porconsiguiente, a su descubridor, varía de acuerdocon nuestro cálculo de la amplitud con la quedicho fenómeno rompía las previsiones inducidaspor el paradigma. Sin embargo, puesto que seráimportante más adelante, nótese que el descubri-miento del oxígeno no fue por sí mismo la causadel cambio en la teoría química. Mucho antes deque desempeñara un papel en el descubrimiento

del nuevo gas, Lavoisier estaba convencido, tan-to de que había algo que no encajaba en la teoríadel flogisto como de que los cuerpos en combus-tión absorbían alguna parte de la atmósfera. Esolo había registrado ya en una nota sellada quedepositó en la Secretaría de la Academia Fran-cesa, en 1772.5 Lo que logró el trabajo con eloxígeno fue dar forma y estructura adicionales

5 El informe más serio sobre el origen del descontentode Lavoisier es el de Henry Guerlac, Lavoisier. The CrucialYear: The Background and Origin of His First Experi-ments on Combustión in 1772 (Ithaca, N. Y., 1961).

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al primer sentimiento de Lavoisier de que algofaltaba. Le comunicó algo que ya estaba prepa-rado para descubrir: la naturaleza de la sustan-cia que la combustión sustrae de la atmósfera.Esta comprensión previa de las dificultades debeser una parte importante de lo que permitió vera Lavoisier en experimentos tales como los dePriestley, un gas que éste había sido incapazde ver por sí mismo. Recíprocamente, el hecho deque fuera necesaria la revisión de un paradigmaimportante para ver lo que vio Lavoisier debe serla razón principal por la cual Priestley, hacia elfinal de su larga vida, no fue capaz de verlo.

Dos otros ejemplos mucho más breves refor-zarán mucho lo que acabamos de decir y, al mis-mo tiempo, nos conducirán de la elucidación dela naturaleza de los descubrimientos hacia la com-prensión de las circunstancias en las que surgenen la ciencia. En un esfuerzo por representar losmodos principales en que pueden surgir los des-cubrimientos, escogimos estos ejemplos de talmodo que sean diferentes tanto uno del otro comoambos respecto del descubrimiento del oxígeno.El primero, el de los rayos X, es un caso clásicode descubrimiento por medio de un accidente, untipo de descubrimiento que tiene lugar con ma-yor frecuencia de lo que nos permiten compren-der las normas impersonales de la informacióncientífica. Su historia comienza el día en que elfísico Roentgen interrumpió una investigaciónnormal sobre los rayos catódicos debido a quehabía notado qué una pantalla de platino-cianu-ro de bario, a cierta distancia de su aparato pro-tegido, resplandecía cuando se estaba produciendola descarga. Investigaciones posteriores —requi-rieron siete agitadas semanas durante las queRoentgen raramente salió de su laboratorio—indicaron que la causa del resplandor procedía

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en línea recta del tubo de rayos catódicos, quelas sombras emitidas por la radiación no podíanser desviadas por medio de un imán y muchasotras cosas. Antes de anunciar su descubrimiento,Roentgen se convenció de que su efecto no sedebía a los rayos catódicos sino a un agente que,por lo menos, tenía cierta similitud con la luz.6

Incluso un tan breve resumen revela semejan-zas sorprendentes con el descubrimiento del oxí-geno : antes de experimentar con el óxido rojo demercurio, Lavoisier había realizado experimentosque no produjeron los resultados previstos se-gún el paradigma flogista; el descubrimiento deRoentgen se inició con el reconocimiento de quesu pantalla brillaba cuando no debería hacerlo.En ambos casos, la percepción de la anomalía—o sea, un fenómeno para el que el investigadorno estaba preparado por su paradigma— desem-peñó un papel esencial en la preparación delcamino para la percepción de la novedad. Pero,también en estos dos casos, la percepción de quealgo andaba mal fue sólo el preludio del descubri-miento. Ni el oxígeno ni los rayos X surgieronsin un proceso ulterior de experimentación y asi-milación. Por ejemplo, ¿en qué momento de lainvestigación de Roentgen pudiéramos decir quelos rayos X fueron realmente descubiertos? Entodo caso, no fue al principio, cuando todo loque el investigador había notado era una panta-lla que resplandecía. Por lo menos otro investi-gador había visto ya ese resplandor y, con la penaconsiguiente, no había logrado descubrir nada.7

6 L. W. Taylor, Physics, the Pioneer Science (Boston,1941), pp. 790-94; y T. W. Chalmers, Historic Researches(Londres, 1949), pp. 218-19.

7 E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aetherand Electricity, I (2a ed.; Londres, 1951), 358, nota 1. SirGeorge Thompson me ha informado de otra segunda apro-

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EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS 101

Podemos ver casi con la misma claridad que nopodernos desplazar el momento del descubrimien-to a un punto determinado durante la última se-mana de investigación, ya que en ese tiempo,Roentgen estaba explorando las propiedades dela nueva radiación que ya había descubierto. Sólopodemos decir que los rayos X surgieron en Würz-burg entre el 8 de noviembre y el 28 de diciembrede 1895.

Sin embargo, en una tercera zona, la existen-cia de paralelismos importantes entre los descu-brimientos del oxígeno y de los rayos X es muchomenos evidente. A diferencia del descubrimientodel oxígeno, el de los rayos X no estuvo impli-cado, al menos durante una década posterior alsuceso, en ningún trastorno evidente de la teoríacientífica. Entonces, ¿en qué sentido puede decir-se que la asimilación de ese descubrimiento hayahecho necesario un cambio del paradigma? Losargumentos para negar un cambio semejante sonmuy poderosos. Desde luego, los paradigmas acep-tados por Roentgen y sus contemporáneos nohubieran podido utilizarse para predecir los ra-yos X. (La teoría electromagnética de Maxwell nohabía sido aceptada todavía en todas partes yla teoría particular de los rayos catódicos era sólouna de varias especulaciones corrientes). Perotampoco prohibían esos paradigmas, al menosen un sentido obvio, la existencia de los rayos X,del modo como la teoría del flogisto había pro-hibido la interpretación dada por Lavoisier al gasde Priestley. Por el contrario, en 1895 la teoríacientífica aceptada y la práctica admitían una se-rie de formas de radiación —visible, infrarroja yultravioleta. ¿Por qué no habrían podido ser

ximación. Advertido por placas fotográficas inexplicable-mente veladas, Sir William Crookes estaba también en elcamino del descubrimiento.

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102 EMERGENCIA DE DESCUBRIMIENTOS

aceptados los rayos X como una forma más deuna categoría bien conocida de fenómenos natu-rales? ¿Por qué no fueron recibidos de la mismaforma que, por ejemplo, el descubrimiento de unelemento químico adicional? En la época de Roent-gen, se estaban buscando y encontrando todavíanuevos elementos para llenar los vacíos de latabla periódica. Su búsqueda era un proyectoordinario de la ciencia normal y el éxito sólo eramotivo de felicitaciones, no de sorpresa.

Sin embargo, los rayos X fueron recibidos nosólo con sorpresa sino con conmoción. Al princi-pio, Lord Kelvin los declaró una burla muy elabo-rada.8 Otros, aunque no podían poner en dudala evidencia, fueron sacudidos por el descubri-miento. Aunque la teoría establecida no prohibíala existencia de los rayos X, éstos violaban expec-tativas profundamente arraigadas. Esas expecta-tivas, creo yo, se encontraban implícitas en eldiseño y la interpretación de los procedimientosde laboratorio establecidos. Hacia 1890, el equi-po de rayos catódicos era empleado ampliamenteen numerosos laboratorios europeos. Si el aparatode Roentgen produjo rayos X, entonces otros nu-merosos experimentadores debieron estar produ-ciendo esos mismos rayos, durante cierto tiempo,sin saberlo. Quizá esos rayos, que pudieran tenertambién otras fuentes desconocidas, estaban im-plícitos en un comportamiento previamente ex-plicado sin referencia a ellos. Por lo menos, variostipos de aparatos que durante mucho tiempo fue-ron familiares, en el futuro tendrían que ser pro-tegidos con plomo. Los trabajos previamenteconcluidos sobre proyectos normales tendrían quehacerse nuevamente, debido a que los científicos

8 Silvanus P. Thompson, The Life of Sir William Thom-son Baron Kelvin of Largs (Londres, 1910), II, 1125.

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anteriores no habían reconocido ni controlado unavariable importante. En realidad, los rayos Xabrieron un nuevo campo y, en esa forma, con-tribuyeron al caudal potencial de la ciencia nor-mal. Pero, asimismo, y éste es ahora el puntomás importante, cambiaron campos que ya exis-tían. En el proceso, negaron a tipos de instrumen-tación previamente paradigmáticos el derecho aese título.

En resumen, de manera consciente o no, la de-cisión de emplear determinado aparato y de usarlode un modo particular, lleva consigo unasuposición de que sólo se presentarán ciertostipos de circunstancias. Hay expectativas tantoinstrumentales como teóricas, y con frecuenciahan desempeñado un papel decisivo en el desarro-llo científico. Una de esas expectativas es, porejemplo, parte de la historia del tardío descubri-miento del oxígeno. Utilizando una prueba ordi-naria para "la bondad del aire", tanto Priestleycomo Lavoisier mezclaron dos volúmenes de sugas con un volumen de óxido nítrico, sacudieronla mezcla sobre agua y midieron el volumen delresiduo gaseoso. La experiencia previa de la quehabía surgido ese procedimiento ordinario lesaseguró que, con aire atmosférico, el residuo se-ría un volumen y que para cualquier otro gas(o para el aire contaminado) sería mayor. En losexperimentos sobre el oxígeno, ambos descubrie-ron un residuo cercano a un volumen e identifi-caron el gas en consecuencia. Sólo mucho mástarde y, en parte, a causa de un accidente, renun-ció Priestley al procedimiento ordinario y tratóde mezclar óxido nítrico con su gas en otras pro-porciones. Descubrió entonces que con un volu-men cuádruple de óxido nítrico casi no quedabaresiduo en absoluto. Su fidelidad al procedimientooriginal de la prueba —procedimiento sancio-

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nado por muchos experimentos previos— habíasido, simultáneamente, una aceptación de la noexistencia de gases que pudieran comportarsecomo lo hizo el oxígeno.9

Podrían multiplicarse las ilustraciones de estetipo haciendo referencia, por ejemplo, a la iden-tificación tardía de la fisión del uranio. Una delas razones por las que esa reacción nuclear re-sultó tan difícil de reconocer fue la de que loshombres que sabían qué podía esperarse delbombardeo del uranio, escogieron pruebas quími-cas encaminadas principalmente al descubrimientode elementos situados, en el extremo superior dela tabla periódica.10 ¿Debemos llegar a la con-clusión de que la ciencia debería abandonar laspruebas ordinarias y los instrumentos normaliza-dos, por la frecuencia con que esos compromisos

9 Conant, op. cit., pp. 18-20.10 K. K. Darrow, "Nuclear Fission", Bell System Tech-

nical Journal, XIX (1940), 267-89. El criptón, uno de los dosproductos principales de la fisión, no parece haber sidoidentificado por medios químicos sino después de que secomprendió bien la reacción. El bario, el otro producto,casi fue identificado químicamente en una etapa final dela investigación debido a que ese elemento tuvo que aña-dirse a la solución radiactiva para precipitar el elementopesado que buscaban los químicos nucleares. El fracasopara separar ese bario añadido del producto radiactivocondujo, finalmente, después de investigar repetidamentela reacción durante casi cinco años, al siguiente informe:"Como químicos, esta investigación debería conducirnos...a cambiar todos los nombres del esquema [de reacción]precedente y a escribir Ba, La, Ce en lugar de Ra, Ac, Th.Pero, como 'químicos nucleares' con una relación estrechacon la física, no podemos decidirnos a ello, ya que con-tradiría todas las experiencias previas de la física nuclear.Puede ser que una serie de accidentes extraños haga quenuestros resultados no respondan a lo esperado" (OttoHahn y Fritz Strassman, "Über den Nachweis und dasVerhalten der bei der Bestrahlung des Urans mittels Neu-tronen entstehended Erdalkalimetalle", Die Naturwissen-schalten, XXVII (1939), 15).

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instrumentales resultan engañosos? Esto daríacomo resultado un método inconcebible de inves-tigación. Los procedimientos y las aplicacionesparadigmáticas son tan necesarios a la cienciacomo las leyes y las teorías paradigmáticas y tie-nen los mismos efectos. Inevitablemente, restrin-gen el campo fenomenológico accesible a la inves-tigación científica en cualquier momento dado.Al reconocer esto, podemos ver simultáneamenteun sentido esencial en el que un descubrimientocomo el de los rayos X hace necesario un cambiodel paradigma —y, por consiguiente, un cam-bio tanto de los procedimientos como de lasexpectativas— para una fracción especial de lacomunidad científica. Como resultado, de ello,podemos comprender también cómo el descubri-miento de los rayos X pudo parecer que abría unmundo nuevo y extraño a muchos científicos ypor tanto pudo participar de manera tan efec-tiva en la crisis que condujo a la física delsiglo XX.

Nuestro último ejemplo de descubrimientoscientíficos, el de la botella de Leyden, pertenecea una clase que pudiera describirse como indu-cida por la teoría. Inicialmente, ese término pue-de parecer paradójico. Gran parte de lo quehemos dicho hasta ahora sugiere que los descu-brimientos predichos por la teoría son partes dela ciencia normal y no dan como resultado nin-gún tipo nuevo de hecho. Por ejemplo, me hereferido previamente a los descubrimientos denuevos elementos químicos durante la segundamitad del siglo XIX como procedentes de la cien-cia normal, en esa forma. Pero no todas lasteorías pertenecen a paradigmas. Tanto durantelos periodos anteriores a los paradigmas comodurante las crisis que conducen a cambios engran escala en los paradigmas, los científicos

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acostumbran desarrollar muchas teorías especu-lativas e inarticuladas, que pudieran señalar elcamino hacia los descubrimientos. Sin embargo,con frecuencia el descubrimiento que se produ-ce, no corresponde absolutamente al anticipadopor las hipótesis especulativas y de tanteo. Sólocuando el experimento y la teoría de tanteo searticulan de tal modo que coincidan, surge eldescubrimiento y la teoría se convierte en pa-radigma.

El descubrimiento de la botella de Leydenmuestra todas esas características, así como tam-bién las que hemos visto antes. Cuando se ini-ció, no había un paradigma único para la inves-tigación eléctrica. En lugar de ello, competíanuna serie de teorías, todas ellas derivadas de fe-nómenos relativamente accesibles. Ninguna deellas lograba ordenar muy bien toda la varie-dad de fenómenos eléctricos. Este fracaso es lafuente de varias de las anomalías que proporcio-naron la base para el descubrimiento de la bote-lla de Leyden. Una de las escuelas competidorasde electricistas consideró a la electricidad unfluido y ese concepto condujo a una serie de cien-tíficos a intentar embotellar dicho fluido, soste-niendo en las manos una redoma de cristal llenade agua y tocando ésta con un conductor sus-pendido de un generador electrostático activo.Al retirar la redoma de la máquina y tocar elagua (o un conductor conectado a ella) conla mano libre, cada uno de esos investigadoresexperimentaba un fuerte choque. Sin embargo,esos primeros experimentos no proporcionaron aesos investigadores la botella de Leyden. Esteinstrumento surgió más lentamente y, tambiénen este caso, es imposible decir cuándo se com-pletó el descubrimiento. Los primeros intentosde almacenar fluido eléctrico tuvieron buenos re-

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sultados sólo debido a que los investigadoressostenían la redoma en las manos mientras per-manecían en pie en el suelo. Los electricistastenían que aprender todavía que la redoma nece-sitaba una capa conductora tanto interior comoexterior y que el fluido no se almacena realmenteen la redoma. El artefacto que llamamos botellade Leyden surgió en algún momento, en el cursode las investigaciones que demostraron a loselectricistas lo anterior y que les hicieron descu-brir varios otros efectos anómalos. Además, losexperimentos que condujeron a su descubrimien-to, muchos de ellos llevados a cabo por Franklin,fueron también los que hicieron necesaria la re-visión drástica de la teoría del fluido y, de esemodo, proporcionaron el primer paradigma com-pleto para la electricidad.11

Hasta un punto mayor o menor (correspon-diendo a la continuidad que va de resultados im-previstos al resultado previsto), las característicascomunes a los tres ejemplos antes citados, sontambién comunes a todos los descubrimientosde los que surgen nuevos tipos de fenómenos.Esas características incluyen: la percepción pre-via de la anomalía, la aparición gradual y simul-tánea del reconocimiento tanto conceptual comode observación y el cambio consiguiente de lascategorías y los procedimientos del paradigma,acompañados a menudo por resistencia. Hay in-cluso pruebas de que esas mismas característicasestán incluidas en la naturaleza del proceso mis-mo de percepción. En un experimento psicoló-

11 Para ver varias etapas de la evolución de la botella deLeyden, véase: Franklin and Newton: An Inquiry intoSpeculative Newtonian Experimental Science and Fran-klin's Work in Electricity as an Example Thereof, de I. B.Cohen (Filadelfia, 1956, pp. 385-86, 400-406, 452-67, 506-7). Laú ltima etapa es descrita por Whittaker, op. cit., pp. 50-52.

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gico, que merece ser conocido mucho mejor fuerade la profesión, Bruner y Postman pidieron asujetos experimentales que identificaran, en ex-posiciones breves y controladas, una serie de car-tas de la baraja. Muchas de las cartas eran nor-males, pero algunas habían sido hechas anómalas;por ejemplo: un seis de espadas rojo y un cuatrode corazones negro. Cada etapa experimental es-taba constituida por la muestra de una cartaúnica a un sujeto único, en una serie gradual-mente aumentada de exposiciones. Después decada exposición, se le preguntaba al sujeto quéhabía visto y se concluía el ciclo con dos identi-ficaciones sucesivas correctas.12

Incluso en las exposiciones más breves, mu-chos sujetos identificaron la mayoría de las car-tas y, después de un pequeño aumento, todos lossujetos las identificaron todas. Para las cartasnormales, esas identificaciones eran habitualmen-te correctas; pero las cartas anormales fueronidentificadas casi siempre, sin asombro o vacila-ción aparentes, como normales. El cuatro negrode corazones, por ejemplo, podía ser identificadocomo un cuatro, ya sea de picas o de corazones.Sin ninguna sensación del trastorno, se lo ajus-taba inmediatamente a una de las categorías con-ceptuales preparadas por las experiencias previas.Ni siquiera podría decirse que los sujetos habíanvisto algo diferente de lo que identificaron. Conun mayor aumento del tiempo de exposición delas cartas anómalas, ciertos sujetos comenzarona dudar y a dar muestras de que se daban cuentade la existencia de una anomalía. Por ejemplo,antes el seis de picas rojo, algunos dirían: Es elseis de picas; pero tiene algo extraño, lo negro

12 J. S. Bruner y Leo Postman, "On the Perception ofIncongruity: A Paradigm", Journal of Personality, XVIII(1949), 206-23.

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tiene un reborde rojo. Un aumento posterior dela exposición daba como resultado más dudas yconfusión, hasta que, finalmente, y a veces de ma-nera muy repentina, la mayoría de los sujetosllevaban a cabo la identificación correcta sin va-cilaciones. Además, después de hacerlo así condos o tres de las cartas anómalas, no tenían yagrandes dificultades con las siguientes. Sin em-bargo, unos cuantos sujetos no fueron capaces enningún momento de llevar a cabo el ajuste nece-sario de sus categorías. Incluso a cuarenta vecesla exposición media necesaria para reconocer lascartas normales con exactitud, más del 10 porciento de las cartas anómalas no fueron identifi-cadas correctamente. Y los sujetos que fallaronen esas condiciones mostraron, con frecuencia, ungran desaliento personal. Uno de ellos exclamó:"No puedo hacer la distinción, sea la que fuere.Ni siquiera me pareció ser una carta en estaocasión; no sé de qué color era ni si se tratabade una pica o de un corazón. Ya ni siquiera es-toy seguro de cómo son las picas. ¡Dios mío!"13

En la sección siguiente, veremos a veces a cien-tíficos que también se comportan en esa forma.Ya sea como metáfora o porque refleja la natu-raleza de la mente, este experimento psicológicoproporciona un esquema maravillosamente sim-ple y convincente para el proceso del descubri-miento científico. En la ciencia, como en elexperimento con las cartas de la baraja, la nove-dad surge sólo dificultosamente, manifestada porla resistencia, contra el fondo que proporcionalo esperado. Inicialmente, sólo lo previsto y lohabitual se experimenta, incluso en circunstancias

13 Idem, p. 218. Mi colega Postman me dijo que, aun-que conocía de antemano todo sobre el aparato y la pre-sentación, se sintió, no obstante, muy incómodo al mirarlas cartas anómalas.

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en las que más adelante podrá observarse la ano-malía. Sin embargo, un mayor conocimiento dacomo resultado la percepción de algo raro o re-laciona el efecto con algo que se haya salidoantes de lo usual. Esta percepción de la anoma-lía abre un periodo en que se ajustan las cate-gorías conceptuales, hasta que lo que era inicial-mente anómalo se haya convertido en lo previsto.En ese momento, se habrá completado el descu-brimiento. He insistido ya en que ese proceso uotro muy similar se encuentra involucrado enel surgimiento de todas las novedades científi-cas fundamentales. Ahora señalaré cómo, recono-ciendo el proceso, podemos comenzar por fin acomprender por qué la ciencia normal, una acti-vidad no dirigida hacia las novedades y que alprincipio tiende a suprimirlas, puede, no obs-tante, ser tan efectiva para hacer que surjan.

En el desarrollo de cualquier ciencia, habitual-mente se cree que el primer paradigma aceptadoexplica muy bien la mayor parte de las observa-ciones y experimentos a que pueden con facilidadtener acceso todos los que practican dicha ciencia.Por consiguiente, un desarrollo ulterior exige,normalmente, la construcción de un equipo com-plejo, el desarrollo de un vocabulario esotéricoy de habilidades, y un refinamiento de los con-ceptos que se parecen cada vez menos a susprototipos usuales determinados por el sentidocomún. Por una parte, esta profesionalizaciónconduce a una inmensa limitación de la visiónde los científicos y a una resistencia considerableal cambio del paradigma. La ciencia se hace asícada vez más rígida. Por otra parte, en los cam-pos hacia los que el paradigma dirige la atencióndel grupo, la ciencia normal conduce a una in-formación tan detallada y a una precisión tal enla coincidencia de la teoría y de la observación

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como no podrían lograrse de ninguna otra forma.Además, esa minuciosidad y esa precisión de lacoincidencia tienen un valor que trasciende suinterés intrínseco no siempre muy elevado. Sinel aparato especial que se construye principal-mente para funciones previstas, los resultadosque conducen eventualmente a la novedad nopodrían obtenerse. E incluso cuando existe elaparato, la novedad ordinariamente sólo es apa-rente para el hombre que, conociendo con preci-sión lo que puede esperar, está en condicionesde reconocer que algo anómalo ha tenido lugar.La anomalía sólo resalta contra el fondo propor-cionado por el paradigma. Cuanto más precisosea un paradigma y mayor sea su alcance, tantomás sensible será como indicador de la anoma-lía y, por consiguiente, de una ocasión para elcambio del paradigma. En la forma normal deldescubrimiento, incluso la resistencia al cambiotiene una utilidad que exploraremos más detalla-damente en la sección siguiente. Asegurando queno será fácil derrumbar el paradigma, la resis-tencia garantiza que los científicos no serán dis-traídos con ligereza y que las anomalías que con-ducen al cambio del paradigma penetrarán hastael fondo de los conocimientos existentes. El he-cho mismo de que, tan a menudo, una novedadcientífica importante surja simultáneamente devarios laboratorios es un índice tanto de la pode-rosa naturaleza tradicional de la ciencia normalcomo de lo completamente que esta actividadtradicional prepara el camino para su propiocambio.

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VII. LAS CRISIS Y LA EMERGENCIA DE LASTEORÍAS CIENTÍFICAS

TODOS los descubrimientos examinados en la Sec-ción VI fueron causas de cambio de paradigmaso contribuyeron a él. Además, los cambios en queestuvieron implicados esos descubrimientos fue-ron tanto destructivos como constructivos. Des-pués de que el descubrimiento había sido asimi-lado, los científicos se encontraban en condicionesde explicar una gama más amplia de fenómenosnaturales o de explicar con mayor precisión algu-nos de los previamente conocidos. Pero este avan-ce se logró sólo descartando ciertas creencias yprocedimientos previamente aceptados y, simul-táneamente, reemplazando esos componentes delparadigma previo por otros. He insistido ya enque los cambios de este tipo están asociados atodos los descubrimientos logrados por la cien-cia normal, exceptuando sólo los no sorprenden-tes, previstos en todo, con excepción de los deta-lles. Sin embargo, los descubrimientos no son lasúnicas fuentes de esos cambios, tanto destructi-vos como constructivos, de los paradigmas. Enesta sección comenzaremos a estudiar los cam-bios similares, pero generalmente mucho mayo-res, que son el resultado de la formulación denuevas teorías.Habiendo visto ya que en las ciencias, hecho yteoría, descubrimiento e invento, no son categó-rica y permanentemente diferentes, podemos es-perar que haya coincidencias entre esta seccióny la anterior. (La sugestión imposible de quePriestley fue el primero en descubrir el oxígenoy de que Lavoisier lo inventó más tarde, tienesus atractivos. Ya hemos encontrado el oxígeno112

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como descubrimiento; pronto lo veremos comoinvento). Al ocuparnos del surgimiento de nuevasteorías, es también inevitable que ampliemosnuestra comprensión de los descubrimientos. Sinembargo, coincidencia en ciertos puntos no es lomismo que identidad. Los tipos de descubrimien-tos estudiados en la sección anterior no fueronresponsables, al menos por sí solos, de los cam-bios de paradigmas que se produjeron en revo-luciones tales como la de Copérnico, la de New-ton, la química y la de Einstein. Tampoco fueronresponsables de los cambios de paradigma algomenores (debido a que fueron más exclusivamenteprofesionales) producidos por la teoría ondu-latoria de la luz, la teoría dinámica del calor ola teoría electromagnética de Maxwell. ¿Cómopueden surgir teorías como ésas de la ciencianormal, una actividad todavía menos dirigida aellas que a los descubrimientos?

Si la percepción de la anomalía desempeña unpapel en la aparición de nuevos tipos de fenó-menos, no deberá sorprender a nadie que unapercepción similar, aunque más profunda, seaun requisito previo para todos los cambios acep-tables de teoría. Creo que en este punto, laspruebas históricas son absolutamente inequívo-cas. El estado de la astronomía de Tolomeo eraun escándalo, antes del anuncio de Copérnico.1

Las contribuciones de Galileo al estudio del mo-vimiento dependieron estrechamente de las difi-cultades descubiertas en la teoría aristotélica porlos críticos escolásticos.2 La nueva teoría de

1 A. R. Hall, The Scientific Revolution, 1500-1800 (Londres, 1954), p. 16.

2 Marshall Claget, The Science of Mechanices inthe Middle Ages (Madison, Wis., 1959), Partes II-III. A.Koyré muestra una serie de elementos medievales en elpensa miento de Galileo, en sus Etudes Galiléennes (París,1939), sobre todo el Vol- I.

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Newton sobre la luz y el color tuvo su origen enel descubrimiento de que ninguna de las teoríasexistentes antes del paradigma explicaban la lon-gitud del espectro, y la teoría de las ondas, quereemplazó a la de Newton, surgió del interés cadavez mayor por las anomalías en la relación de losefectos de difracción y polarización con la teoríade Newton.3 La termodinámica nació de la coli-sión de dos teorías físicas existentes en el sigloXIX, y la mecánica cuántica, de una diversidad dedificultades que rodeaban a la radiación de uncuerpo negro, a calores específicos y al efectofotoeléctrico.4 Además, en todos esos casos conexcepción del de Newton, la percepción de laanomalía había durado tanto y había penetradotan profundamente, que sería apropiado describirlos campos afectados por ella como en estado decrisis creciente. Debido a que exige la destrucciónde paradigmas en gran escala y cambiosimportantes en los problemas y las técnicas de laciencia normal, el surgimiento de nuevas teoríases precedido generalmente por un periodo deinseguridad profesional profunda. Como podríaesperarse, esta inseguridad es generada por elfracaso persistente de los enigmas de la ciencianormal para dar los resultados apetecidos. Elfracaso de las reglas existentes es el

3 Sobre Newton, véase "Newton's Optical Papers", enIsaac Newton's Papers and Letters in Natural Philosophy,de T. S. Kuhn, ed. I. B. Cohén (Cambridge, Mass., 1958),pp. 27-45. Para el preludio de la teoría de las ondas, véase:A History of the Theories of Aether and Electricity, I, de E.T. Whittaker (2a ed.; Londres, 1951), 94-109; y History aithe Inductive Sciences, de W. Whewell (ed. rev.; Londres,1847), II, 396-466.

4 Sobre la termodinámica, véase: Life of William Thom-son Baron Kelvin of Largs, de Silvanus P. Thompson(Londres, 1910). Sobre la teoría cuántica, véase: TheQuantum Theory, de Fritz Reiche, trad. H. S. Hatfield yH. L. Brose (Londres, 1922), caps. I-II.

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que sirve de preludio a la búsqueda de otrasnuevas.

Examinemos primeramente un caso particular-mente famoso de cambio de paradigma, el sur-gimiento de la astronomía de Copérnico. Cuandosu predecesor, el sistema de Tolomeo, fue des-arrollado durante los dos siglos anteriores a Cris-to y los dos primeros de nuestra era, tuvo unéxito admirable en la predicción de los cambiosde posición tanto de los planetas como de lasestrellas. Ningún otro sistema antiguo había dadotan buenos resultados; con respecto a las estre-llas, la astronomía de Tolomeo es utilizada to-davía en la actualidad, con bastante amplitud,como manual de aproximación de ingeniería; conrespecto a los planetas, las predicciones de Tolo-meo eran tan buenas como las de Copérnico. Peropara una teoría científica, el tener un éxito ad-mirable no es lo mismo que tener un éxito com-pleto. Con respecto tanto a la posición planetariacomo a la precesión de los equinoccios, las pre-dicciones hechas con el sistema de Tolomeo nun-ca se conformaron por completo a las mejoresobservaciones disponibles. La posterior reducciónde esas pequeñas discrepancias constituyó, paraun gran número de los sucesores de Tolomeo,muchos de los principales problemas de la inves-tigación astronómica normal, del mismo modocomo un intento similar para hacer coincidir laobservación del cielo con la teoría de Newton,proporcionó en el siglo XVIII problemas de inves-tigación normal a los sucesores de Newton. Du-rante cierto tiempo, los astrónomos tenían todaslas razones para suponer que esos intentos ten-drían tanto éxito como los que habían conducidoal sistema de Tolomeo. Cuando se presentabauna discrepancia, los astrónomos siempre erancapaces de eliminarla, mediante algún ajuste par-

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ticular del sistema de Ptolomeo de los círculoscompuestos. Pero conforme pasó el tiempo, unhombre que examinara el resultado neto del es-fuerzo de investigación normal de muchos astró-nomos podía observar que la complejidad de laastronomía estaba aumentando de manera muchomás rápida que su exactitud y que las discrepan-cias corregidas en un punto tenían probabilidadesde presentarse en otro.6

Debido a que la tradición astronómica fue in-terrumpida repetidamente desde el exterior y aque, en ausencia de la imprenta, la comunicaciónentre los astrónomos era limitada, esas dificulta-des sólo lentamente fueron reconocidas. Pero seprodujo la percepción. Durante el siglo XIII, Al-fonso X pudo proclamar que si Dios lo hubieraconsultado al crear el Universo, hubiera recibidoun buen consejo. En el siglo XVI, Domenico daNovara, colaborador de Copérnico, sostuvo queningún sistema tan complicado e inexacto comohabía llegado a ser el de Tolomeo, podía existirrealmente en la naturaleza. Y el mismo Copér-nico escribió en el Prefacio al De Revolutionibus,que la tradición astronómica que había heredadosólo había sido capaz de crear un monstruo. Aprincipios del siglo XVI, un número cada vezmayor de los mejores astrónomos europeos reco-nocía que el paradigma astronómico fallaba ensus aplicaciones a sus propios problemas tradi-cionales. Este reconocimiento fue el requisitoprevio para que Copérnico rechazara el paradig-ma de Tolomeo y se diera a la búsqueda de otronuevo. Su famoso prefacio es aún una de las des-cripciones clásicas de un estado de crisis.6

5 J. L. E. Dreyer, A History af Astronomy from Thales toKepler (2a ed.; Nueva York, 1953), caps, XI-XII.

6 The Copernican Revolution, T. S. Kuhn (Cambridge,Mass., 1957), pp. 13543.

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Por supuesto, el derrumbamiento de la activi-dad técnica normal de resolución de enigmas nofue el único ingrediente de la crisis astronómicaa la que se enfrentó Copérnico. Un estudio másamplio revelaría también la presión social en prode la reforma del calendario, presión que volvióparticularmente apremiante al enigma de la pre-cesión. Además, una explicación más completatomaría en consideración la crítica medieval aAristóteles, el ascenso del neoplatonismo en elRenacimiento, así como también otros elementoshistóricos significativos. Pero el desbarajuste téc-nico seguiría siendo todavía el centro de la crisis.En una ciencia madura —y la astronomía habíallegado a serlo ya en la Antigüedad— los factoresexternos como los que acabamos de mencionartienen una importancia particular en la determi-nación del momento del derrumbamiento, en lafacilidad con que puede ser reconocido y enel campo donde, debido a que se le concede unaatención particular, ocurre primeramente el tras-torno. Aunque inmensamente importantes, cues-tiones de ese tipo se encuentran fuera de loslímites de este ensayo.

Si todo esto está claro ya con respecto a larevolución de Copérnico, pasemos a un segundoejemplo bastante diferente, la crisis que precedióa la aparición de la teoría de Lavoisier sobre lacombustión del oxígeno. En los años de la dé-cada de 1770, se combinaron muchos factores paragenerar una crisis en la química y los historia-dores no están completamente de acuerdo ya searespecto a su naturaleza o a su importancia re-lativa. Pero se acepta generalmente que dos deesos factores tuvieron una importancia de pri-mera magnitud: el nacimiento de la química neu-mática y la cuestión de las relaciones de peso.La historia del primero se inicia en el sigloXVII

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con el desarrollo de la bomba de aire y su utili-zación en la experimentación química. Duranteel siglo siguiente, utilizando esa bomba y otrosnumerosos artefactos neumáticos, los químicosllegaron a comprender, cada vez mejor, que elaire debía ser un ingrediente activo de las reac-ciones químicas. Pero con pocas excepciones—tan equívocas que pueden no ser consideradascomo excepciones— los químicos continuaroncreyendo que el aire era él único tipo de gas.Hasta 1756, cuando Joseph Black demostró queel aire fijo (CO2) se distinguía claramente delaire normal, se creía que dos muestras de gaseran sólo diferentes por sus impurezas.7

Después del trabajo de Black, la investigaciónde los gases se llevó a cabo rápidamente, princi-palmente por Cavendish, Priestley y Scheele quie-nes juntos, desarrollaron una serie de técnicasnuevas, capaces de distinguir una muestra de gasde otra. Todos esos hombres, desde Black hastaScheele, creían en la teoría del flogisto y la em-pleaban a menudo en el diseño y la interpreta-ción de sus experimentos. En realidad, Scheeleprodujo oxígeno por primera vez, mediante unacadena compleja de experimentos destinados adeflogistizar el calor. Sin embargo, el resultadoneto de sus experimentos fue una variedad demuestras de gases y de propiedades de estos tancomplejas, que la teoría del flogisto resultó cadavez menos capaz de hacer frente a la experienciade laboratorio. Aunque ninguno de esos químicossugirió que era preciso reemplazar la teoría, fue-ron incapaces de aplicarla de manera consistente.Para cuando Lavoisier inició sus experimentos conel aire, durante los primeros años de la décadade 1770, había casi tantas versiones de la teoría

7 J. R. Partington, A Short History of Chemistry (2aed.; Londres, 1951), pp. 48-51, 73-85, 90-120.

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flogística como químicos neumáticos.8 Esta pro-liferación de versiones de una teoría es un sín-toma muy usual de crisis. En su prefacio, Copér-nico se quejaba también de ello.

Sin embargo, la vaguedad creciente y la utili-dad cada vez menor de la teoría del flogisto parala química neumática no fueron las únicas cau-sas de la crisis a que se enfrentó Lavoisier. Es-taba también muy interesado en explicar el au-mento de peso que experimentan la mayoría delos cuerpos cuando se queman o se calientan, yéste es un problema que también tiene una largaprehistoria. Al menos varios químicos del Islamhabían reconocido que algunos metales aumen-tan de peso cuando se calientan. En el siglo XVIIvarios investigadores habían llegado a la conclu-sión, a partir de ese mismo hecho, de que unmetal calentado toma algún elemento de la atmós-fera. Pero en el siglo XVII esa conclusión lespareció innecesaria a la mayoría de los químicos.Si las reacciones químicas podían alterar el vo-lumen, el color y la textura de los ingredientes,¿por qué no podían modificar también el peso?No siempre se consideraba que el peso era lamedida de la cantidad de materia; además, el au-mento de peso mediante el calentamiento conti-nuaba siendo un fenómeno aislado. La mayoríade los cuerpos naturales (p. ej. la madera) pier-den peso al ser calentados, como diría más tardela teoría del flogisto.

Sin embargo, durante el siglo XVIII, esas res-puestas inicialmente adecuadas para el problema

8 Aunque su principal interés se concentra en un pe-riodo ligeramente posterior, hay mucho material impor-tante diseminado en la obra de J. R. Partington y DouglasMcKie, "Historical Studies on the Phlogiston Theory",Annals of Science, II (1937), 361-404; III (1938), 1-58, 337-71;y IV (1939), 337-71.

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del aumento de peso se hicieron cada vez másdifíciles de sostener. En parte debido a que labalanza se utilizaba cada vez más como instru-mento ordinario de química y en parte porqueel desarrollo de la química neumática hizo posi-ble y conveniente retener los productos gaseososde las reacciones, los químicos descubrieron mu-chos otros casos en los que el calentamiento ibaacompañado por un aumento de peso. Simultá-neamente, la asimilación gradual de la teoría gra-vitacional de Newton condujo a los químicos ainsistir en que el aumento de peso debía signifi-car un incremento de la cantidad de materia.Esas conclusiones no dieron como resultado elrechazo de la teoría del flogisto, debido a queesta teoría podía ajustarse de muchas formasdiferentes. Era posible que el flogisto tuviera unpeso negativo o que partículas de fuego o algunaotra cosa entrara al cuerpo calentado, al salir elflogisto. Había otras explicaciones, además. Perosi el problema del aumento de peso no condujoal rechazo, sí llevó a un número cada vez mayorde estudios especiales en los que dicho problematenía una gran importancia. Uno de ellos "Sobreel flogisto considerado como una sustancia conpeso y [analizado] en términos de los cambiosde peso que produce en los cuerpos con los quese une", fue leído ante la Academia Francesa en1772, el año que concluyó con la entrega quehizo Lavoisier de su famosa nota sellada a laSecretaría de la Academia Francesa. Antes deque se escribiera esa nota, un problema que ha-bía estado al borde de la percepción conscientede los químicos durante muchos años, se habíaconvertido en un enigma extraordinario y no re-suelto.9 Se estaban formulando muchas versiones

9 H. Guerlac, Lavoisier; The Crucial Year (Ithaca, N. Y.,1961). Todo el libro documenta la evolución y el primer

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diferentes de la teoría del flogisto para respon-der a él. Como los problemas de la química neu-mática, los del aumento de peso estaban haciendoque resultara cada vez más difícil saber qué erala teoría del flogisto. Aunque todavía era creídoy aceptado como instrumento de trabajo, un pa-radigma de la química del siglo XVIII estaba per-diendo gradualmente su status único. Cada vezmás, la investigación que guiaba se iba parecien-do a la llevada a cabo por las escuelas en com-petencia del periodo anterior al paradigma, otroefecto típico de la crisis.

Examinemos ahora, como tercer y último ejem-plo, la crisis de la física a fines del siglo XIX, quepreparó el camino para el surgimiento de la teo-ría de la relatividad. Una de las raíces de estacrisis puede remontarse en el tiempo hasta elsiglo XVII, cuando una serie de filósofosnaturales, principalmente Leibniz, criticaron laretención por Newton de una versión modernizadade la concepción clásica del espacio absoluto.10

Eran casi capaces, aunque no completamente, dedemostrar que las posiciones absolutas y los mo-vimientos absolutos carecían de función en el sis-tema de Newton y lograron adivinar el atractivoestético considerable que llegaría a tener, másadelante, una concepción plenamente relativistadel espacio y el movimiento. Pero su crítica erapuramente lógica. Como los primeros seguidoresde Copérnico que criticaban las pruebas propor-cionadas por Aristóteles sobre la estabilidad dela tierra, no soñaban que la transición a un sis-

reconocimiento de una crisis. En la página 35 puede verseun enunciado claro de la situación con respecto a La-voisier.

10 Max Jammer, Concepts of Space: The History ofTheories of Space in Physics (Cambridge, Mass., 1954), pp.114-24.

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122 CRISIS Y E MERGENCIA DE TEORÍ AS

tema relativista pudiera tener consecuencias enla observación. En ningún punto relacionaronsus opiniones con los problemas que se presen-taron al aplicar la teoría de Newton a la natura-leza. Como resultado, sus opiniones murieron almismo tiempo que ellos, durante las primerasdécadas del siglo XVIII, resucitando sólo en lasúltimas décadas del XIX, cuando tenían unarelación muy diferente con la práctica de lafísica. Los problemas técnicos con los cuales, enúltima instancia, iba a relacionarse una filosofíarelativista del espacio, comenzaron a entrar a laciencia normal con la aceptación de la teoríaondulatoria de la luz, después de 1815, aproxima-damente; aunque no produjeron ninguna crisishasta los años de la década de 1890. Si la luz esun movimiento ondulatorio que se propaga en unéter mecánico gobernado por las leyes de Newton,entonces tanto la observación del cielo como laexperimentación terrestre se hacen potencialmen-te capaces de detectar el desplazamiento a tra-vés del éter. De las observaciones del cielo, sólolas de la aberración prometían una exactitud su-ficiente para proporcionar información importantey el descubrimiento del desplazamiento en el éterpor medio de mediciones de la aberración seconvirtió, por consiguiente, en un problemareconocido para la investigación normal. Se cons-truyó cantidad de equipo especial para resol-verlo. Sin embargo, ese equipo no detectaba nin-gún desplazamiento observable y, así, el problemafue transferido de los experimentadores y los ob-servadores a los teóricos. Durante las décadas dela mitad del siglo, Fresnel, Stokes y otros inven-taron numerosas articulaciones de la teoría deléter destinadas a explicar el fracaso para observarel desplazamiento. Cada una de esas articu-laciones suponía que un cuerpo en movimiento

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arrastra consigo una fracción del éter. Y todasellas tenían un éxito suficiente para explicar losresultados negativos no sólo de las observacionescelestes, sino también de la experimentación te-rrestre, incluyendo el famoso experimento de Mi-chelson y Morley.11 No había todavía conflicto,salvo el que existía entre las diversas articulacio-nes. A falta de técnicas experimentales pertinen-tes, ese conflicto nunca se volvió agudo.

La situación volvió a cambiar sólo con la acep-tación gradual de la teoría electromagnética deMaxwell durante las dos últimas décadas delsiglo XIX. Maxwell mismo era un seguidor deNewton, que creía que la luz y el electromagne-tismo en general se debían a desplazamientos va-riables de las partículas de un éter mecánico. Susprimeras versiones de una teoría sobre la elec-tricidad y el magnetismo utilizaron directamentepropiedades hipotéticas que atribuía a ese medio.Todo ello fue excluido de su versión final; perocontinuó creyendo que su teoría electromagnéticaera compatible con alguna articulación de la con-cepción mecánica de Newton.12 El desarrollo deuna articulación apropiada constituyó un desafío,tanto para él como para sus sucesores. Sin em-bargo, en la práctica, como ha sucedido repetidasveces en el desarrollo científico, la articulaciónnecesaria resultó inmensamente difícil de lograr.Del mismo modo como la proposición astronó-mica de Copérnico, a pesar del optimismo de suautor, creó una crisis cada vez mayor de las teo-rías existentes del movimiento, la teoría de Max-

11 Joseph Larmor, Aether and Matter... Including aDiscussion of the Influence of the Earth's Motion onOptical Phenomena (Cambridge, 1900), pp. 6-20, 320-22.

12 R. T. Glazebrook, James Clerk Maxwell and ModernPhysics (Londres, 1896), cap. IX. Sobre la actitud finalde Maxwell, véase su propio libro: A Treatise on Elec-tricity and Magnetism (3a ed., Oxford, 1892), p. 470.

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124 CRISIS Y EMERGENCIA D E TEO RÍAS

well, a pesar de su origen newtoniano, produjoen última instancia una crisis para el paradigmadel que surgió.13 Además, el punto en el que lacrisis se hizo más aguda fue proporcionado porlos problemas que acabamos de considerar, losdel movimiento con respecto al éter.

La discusión hecha por Maxwell del comporta-miento electromagnético de los cuerpos en mo-vimiento no se refirió al arrastre del éter y, ade-más, resultó muy difícil introducir en su teoríadicho arrastre. Como resultado de ello, toda unaserie de observaciones destinadas a detectar eldesplazamiento a través del éter se hizo anómala.Por consiguiente, los años posteriores a 1890 co-nocieron una larga serie de intentos, tanto expe-rimentales como teóricos, para detectar el mo-vimiento con respecto al éter y para introducirel arrastre del éter en la teoría de Maxwell. Losprimeros carecieron uniformemente de éxito, auncuando algunos analistas consideraron sus resul-tados como erróneos. Los últimos produjeron unaserie de puntos de partida prometedores, sobretodo los de Lorenz y Fitzgerald; pero descubrie-ron también otros enigmas y finalmente dieroncomo resultado precisamente esa proliferación deteorías en competencia que hemos visto previa-mente como síntoma de crisis.14 Fue en mediode ese momento histórico cuando surgió, en 1905,la teoría especial de la relatividad, de Einstein.

Esos tres ejemplos son casi completamente tí-picos. En cada caso, sólo surgió una nueva teoríadespués de un fracaso notable de la actividadnormal de resolución de problemas. Además, ex-cepto en el caso de Copérnico, en el que ciertos

13 Sobre el papel de la astronomía en el desarrollo dela mecánica, véase Kuhn, op. cit., cap. VII.

14 Whittaker, op. cit.. I, 386410; y II (Londres, 1953),27-40.

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factores exteriores a la ciencia desempeñaron unpapel muy importante, ese derrumbamiento y laproliferación de teorías, que es su síntoma, tuvie-ron lugar no más de una o dos décadas antes dela enunciación de la nueva teoría. La teoría nue-va parece una respuesta directa a la crisis. Nó-tese también, aun cuando ello pueda no parecertan típico, que los problemas con respecto a losque se presentan los derrumbamientos, eran to-dos de un tipo reconocido desde mucho tiempoantes. La práctica previa de la ciencia normalhabía proporcionado toda clase de razones paracreerlos resueltos o casi resueltos, lo cual con-tribuye- a explicar por qué el sentimiento defracaso, al producirse, pudo ser tan agudo. El fra-caso con un problema nuevo es, a veces, decep-cionante; pero nunca sorprendente. Ni los pro-blemas ni los enigmas ceden generalmente antelos primeros ataques. Finalmente, esos ejemploscomparten otra característica que puede contri-buir a hacer que el argumento en pro del papeldesempeñado por la crisis, resulte impresionante: la solución de todos y cada uno de ellos habíasido, al menos en parte, prevista durante un pe-riodo en que no había crisis en la ciencia corres-pondiente; y en ausencia de crisis, esas previ-siones fueron desdeñadas.

La única previsión completa es también la másfamosa, la de Copérnico por Aristarco, en el si-glo III a. c. Se dice frecuentemente que si laciencia griega hubiera sido menos deductiva ymenos regida por dogmas, la astronomía helio-céntrica habría podido iniciar su desarrollo die-ciocho siglos antes.15 Pero esto equivale a pasar

15 Sobre el trabajo de Aristarco, véase:Aristarchus of Samos: The Ancient Copernicus, de T. L.Heath (Oxford, 1913), Parte II. Para un enunciadoextremo sobre la posición tradicional con respecto aldesdén por la po-

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por alto todo el contexto histórico. Cuando Aris-tarco hizo su sugerencia, el mucho más razonablesistema geocéntrico no tenía necesidades de lascuales pudiera concebirse que sólo un sistemaheliocéntrico pudiera satisfacer. Todo el desa-rrollo de la astronomía de Tolomeo, tanto sustriunfos como su quiebra, corresponde a los si-glos posteriores a la proposición de Aristarco.Además, no había razones evidentes para tomaren serio a Aristarco. Ni siquiera la proposiciónmás completa de Copérnico era más simple o másexacta que el sistema de Tolomeo. Las pruebasde la observación disponibles, como veremos másclaramente a continuación, no proporcionabanuna base para la elección entre los dos sistemas.En esas circunstancias, uno de los factores quecondujeron a los astrónomos hacia Copérnico(factor que no podía haberlos llevado a Aristarco)fue la crisis reconocida que, en primer lugar, fueresponsable de la innovación. La astronomía deTolomeo no había logrado resolver sus problemasy había llegado el momento de que surgiera uncompetidor. Nuestros otros dos ejemplos noproporcionan previsiones tan completas. Pero,seguramente, una de las razones por las que lasteorías de la combustión por absorción de laatmósfera —desarrolladas en el siglo XVII porRey, Hooke y Mayow— no lograron hacerseescuchar suficientemente, fue que no entraronen contacto con ningún punto en conflicto en lapráctica de la ciencia normal.16 Y el prolongadodesdén mostrado por los científicos de los si-glos XVIII y XIX hacia las críticas relativistasde

sición de Aristarco, véase: The Sleepwalkers: A Historyof Man's Changing Vision of the Universe (Londres, 1959),p. 50.

16 Partington, op. cit., pp. 78-85.

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CRISIS Y EMERGENCIA DE TEORÍAS 127

Newton, debe haber tenido como causa principaluna similar falta de confrontación.

Los filósofos de la ciencia han demostrado re-petidamente que siempre se puede tomar basemas que en una construcción teórica, sobre unacolección de datos determinada. La historia dela ciencia indica que, sobre todo en las primerasetapas de desarrollo de un nuevo paradigma, nisiquiera es muy difícil inventar esas alternativas.Pero es raro que los científicos se dediquen a talinvención de alternativas, excepto durante la eta-pa anterior al paradigma del desarrollo de suciencia y en ocasiones muy especiales de su evo-lución subsiguiente. En tanto los instrumentosque proporciona un paradigma continúan mos-trándose capaces de resolver los problemas quedefine, la ciencia tiene un movimiento más rá-pido y una penetración más profunda por mediodel empleo confiado de esos instrumentos. Larazón es clara. Lo mismo en la manufactura queen la ciencia, el volver a diseñar herramientas esuna extravagancia reservada para las ocasionesen que sea absolutamente necesario hacerlo. Elsignificado de las crisis es la indicación que pro-porcionan de que ha llegado la ocasión para re-diseñar las herramientas.

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VIII. LA RESPUESTA A LA CRISIS

SUPONGAMOS entonces que las crisis son una con-dición previa y necesaria para el nacimiento denuevas teorías y preguntémonos después cómoresponden los científicos a su existencia. Partede la respuesta, tan evidente como importante,puede descubrirse haciendo notar primeramentelo que los científicos nunca hacen, ni siquieracuando se enfrentan a anomalías graves y prolon-gadas. Aun cuando pueden comenzar a perder sufe y, a continuación a tomar en consideraciónotras alternativas, no renuncian al paradigma quelos ha conducido a la crisis. O sea, a no tratarlas anomalías como ejemplos en contrario, aun-que, en el vocabulario de la filosofía de la ciencia,eso es precisamente lo que son. Esta generali-zación es en parte, simplemente una afirmacióndel hecho histórico, basada en ejemplos comolos mencionados antes y, de manera más detalla-da, los que se mencionarán a continuación. Estoindica lo que nuestro examen posterior del re-chazo del paradigma establecerá de manera másclara y completa: una vez que ha alcanzado elstatus de paradigma, una teoría científica se de-clara inválida sólo cuando se dispone de un candi-dato alternativo para que ocupe su lugar. Ningúnproceso descubierto hasta ahora por el estudiohistórico del desarrollo científico se parece ennada al estereotipo metodológico de la demostra-ción de falsedad, por medio de la comparacióndirecta con la naturaleza. Esta observación nosignifica que los científicos no rechacen las teo-rías científicas o que la experiencia y la experi-mentación no sean esenciales en el proceso enque lo hacen. Significa (lo que será al fin de128

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LA RESPUESTA A LA CRISIS 129

cuentas un punto central) que el acto de juicioque conduce a los científicos a rechazar una teo-ría aceptada previamente, se basa siempre en másde una comparación de dicha teoría con el mun-do. La decisión de rechazar un paradigma essiempre, simultáneamente, la decisión de aceptarotro, y el juicio que conduce a esa decisión in-volucra la comparación de ambos paradigmas conla naturaleza y la comparación entre ellos.

Además, existe una segunda razón para poneren duda que los científicos rechacen paradigmasdebido a que se enfrentan a anomalías o a ejem-plos en contrario. Al desarrollarlo, mi argumen-to, por sí solo, delineará otra de las tesis princi-pales de este ensayo. Las razones para dudar queantes bosquejamos eran puramente fácticas; osea, ellas mismas eran ejemplos en contrario deuna teoría epistemológica prevaleciente. Comotal, si mi argumento es correcto, pueden contri-buir cuando mucho a crear una crisis o, de ma-nera más exacta, a reforzar alguna que ya exista.No pueden por sí mismos demostrar que esateoría filosófica es falsa y no lo harán, puestoque sus partidarios harán lo que hemos vistoya que hacen los científicos cuando se enfrentana las anomalías. Inventarán numerosas articula-ciones y modificaciones ad hoc de su teoría paraeliminar cualquier conflicto aparente. En reali-dad, muchas de las modificaciones y de las cali-ficaciones pertinentes pueden hallarse ya en laliteratura. Por consiguiente, si esos ejemplos encontrario epistemológicos llegan a constituir algomás que un ligero irritante, será debido a quecontribuyen a permitir el surgimiento de un aná-lisis nuevo y diferente de la ciencia, dentro delque ya no sean causa de dificultades. Además,si se aplica aquí un patrón típico, que observare-mos más adelante en las revoluciones científicas,

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130 LA RESPUESTA A LA CRISIS

esas anomalías no parecerán ya hechos simples.A partir de una nueva teoría del conocimientocientífico, pueden parecerse mucho a tautologías,enunciados de situaciones que no pueden conce-birse que fueran de otro modo.

Por ejemplo, con frecuencia se ha observadoque la segunda ley del movimiento de Newton,aun cuando fueron necesarios varios siglos de di-fícil investigación, teórica y fáctica para llegar aella, desempeña, para los partidarios de la teoríade Newton, un papel muy similar al de un enun-ciado puramente lógico, que ningún número deobservaciones podría refutar.1 En la Sección Xveremos que la ley química de las proporcionesconstantes, que antes de Dalton era un descubri-miento experimental ocasional, de aplicación ge-neral muy dudosa, se convirtió, después de sutrabajo, en un ingrediente de una definición decompuesto químico que ningún trabajo experi-mental hubiera podido trastornar. Algo muy simi-lar puede suceder también con la generalizaciónde que los científicos dejan de rechazar los para-digmas cuando se enfrentan a anomalías o ejem-plos en contrario. Pueden no hacerlo así y, noobstante, continuar siendo científicos.

Aunque es improbable que la historia recuerdesus nombres, es indudable que algunos hombreshan sido impulsados a abandonar la ciencia de-bido a su incapacidad para tolerar la crisis. Comolos artistas, los científicos creadores deben sercapaces de vivir, a veces, en un mundo desorde-nado; en otro lugar, he descrito esta necesidadcomo "la tensión esencial" implícita en la inves-tigación científica.2 Pero este rechazo de la cien-

1 Véase sobre todo la discusión en Patterns of Disco-very, de N. R. Hanson (Cambridge, 1958), pp. 99-105.

2 T. S. Kuhn, "The Essential Tensión: Tradition andInnovation in Scientific Research", en The Third (1959)

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LA RESPUESTA A LA CRISIS 131

cia en favor de alguna otra ocupación es, creoyo, el único tipo de rechazo de paradigma al quepueden, por sí mismos, conducir los ejemplos encontrario. Una vez descubierto un primer para-digma a través del cual ver la naturaleza, noexiste ya la investigación con ausencia de para-digmas. El rechazar un paradigma sin reemplazar-lo con otro, es rechazar la ciencia misma. Ese actono se refleja en el paradigma sino en el hombre.De manera inevitable, será considerado por suscolegas como "el carpintero que culpa a sus he-rramientas".

A la inversa puede llegarse al mismo punto,con una eficiencia, al menos, similar: no existela investigación sin ejemplos en contrario. ¿Quées lo que diferencia a la ciencia normal de laciencia en estado de crisis? Seguramente, noel hecho de que la primera no se enfrente a ejem-plos en contrario. A la inversa, lo que hemosllamado con anterioridad los enigmas que consti-tuyen la ciencia normal, existen sólo debido aque ningún paradigma que proporcione una basepara la investigación científica resuelve comple-tamente todos sus problemas. En los pocos casosen que parecen haberlo hecho (p. ej. la visióngeométrica), pronto han dejado de constituir pro-blemáticas para la investigación y se han con-vertido en instrumentos para el trabajo práctico.Con excepción de aquellos que son exclusivamenteinstrumentales, todos los problemas que laciencia normal considera como enigmas pueden,desde otra perspectiva, verse como ejemplos en

University of Utah Research Conference on the Identifi-cation of Creative Scientific Talent, ed. Calvin W. Taylor(Salt Lake City, 1959), pp. 162-77. Sobre un fenómenocomparable entre los artistas, véase "The Psychology ofImagination", de Frank Barron, Scientific American,CXCIX (Septiembre de 1958), 151-66, sobre todo 160.

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132 LA RESPUESTA A LA CRISIS

contrario y por consiguiente como fuentes de cri-sis. Copérnico consideró ejemplos en contrariolo que la mayor parte de los demás seguidoresde Tolomeo habían considerado como enigmasen el ajuste entre la observación y la teoría. La-voisier vio como un ejemplo en contrario lo quePriestley había considerado como un enigma re-suelto con éxito en la articulación de la teoría delflogisto. Y Einstein vio como ejemplos en con-trario lo que Lorentz, Fitzgerald y otros habíanconsiderado como enigmas en la articulación delas teorías de Newton y de Maxwell. Además, nisiquiera la existencia de una crisis transformapor sí misma a un enigma en un ejemplo en con-trario. No existe tal línea divisoria precisa. Enlugar de ello, provocando una proliferación deversiones del paradigma, la crisis debilita las re-glas de resolución normal de enigmas, en modosque, eventualmente, permiten la aparición de unnuevo paradigma. Creo que hay solamente dos al-ternativas: o ninguna teoría científica enfrentanunca un ejemplo en contrario, o todas las teo-rías se ven en todo tiempo confrontadas conejemplos en contrario.

¿Cómo podía parecer diferente la situación?Esta pregunta conduce, necesariamente, a la elu-cidación histórica y crítica de la filosofía y esostópicos quedan fuera de este ensayo. Pero, almenos, podemos señalar dos razones por las quela ciencia parece haber proporcionado un ejemplotan adecuado de la generalización de que la ver-dad y la falsedad se determinan únicamente yde manera inequívoca, por medio de la confron-tación del enunciado con los hechos. La ciencianormal se esfuerza y deberá esforzarse continua-mente por hacer que la teoría y los hechos vayanmás de acuerdo y esta actividad puede verse fácil-mente como una prueba o una búsqueda de con-

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filmación o falsedad. En lugar de ello, su objetoes resolver un enigma para cuya existencia mis-ma debe suponerse la validez del paradigma. Elno lograr una solución desacredita sólo al cien-tífico, no a la teoría. En este caso, todavía másque en el anterior, se aplica el proverbio de que:"Es mal carpintero el que culpa a sus herramien-tas". Además, el modo en que la pedagogía de laciencia embrolla la discusión de una teoría conobservaciones sobre ejemplos de sus aplicaciones,ha contribuido a reforzar una teoría de confir-mación extraída principalmente de otras fuentes.Si tiene la menor razón para hacerlo, el hombreque lea un texto científico podrá llegar con faci-lidad a considerar las aplicaciones como la pruebade una teoría, como las razones por las cualesdebe creerse en ella. Pero los estudiantes de cien-cias aceptan teorías por la autoridad del profesory de los textos, no a causa de las pruebas. ¿Quéalternativas tienen, o qué competencia? Las apli-caciones mencionadas en los textos no se dancomo pruebas, sino debido a que el aprenderlases parte del aprendizaje del paradigma dado comobase para la práctica corriente. Si se avanzaranlas aplicaciones como pruebas, entonces el fra-caso de los textos para sugerir interpretacionesalternativas o para discutir problemas para losque los científicos no han logrado producir solu-ciones paradigmáticas, acusarían a los autores deparcialidad extrema. No existe ninguna razónpara semejante acusación.

Así pues, volviendo a la primera pregunta, ¿cómoresponden los científicos a la percepción de unaanomalía en el ajuste entre la teoría y la natura-leza? Lo que hemos dicho indica que incluso unadiscrepancia inconmensurablemente mayor que laexperimentada en otras aplicaciones de la teoríano debe provocar necesariamente cualquier res-

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puesta profunda. Hay siempre ciertas discrepan-cias. Incluso las más tenaces responden usual-mente, al fin, a la práctica normal. Con muchafrecuencia, los científicos se sienten dispuestos aesperar, sobre todo si disponen de muchos otrosproblemas en otras partes del campo. Por ejem-plo, ya hemos hecho notar que, durante los sesentaaños posteriores al cálculo original de Newton,el movimiento anticipado del perigeo de la Lunacontinuaba siendo todavía la mitad del observado.Mientras los mejores físicos y matemáticos deEuropa continuaron ocupándose sin éxito del pro-blema, se hicieron proposiciones ocasionales parauna modificación de la ley del inverso del cua-drado de Newton. Pero nadie tomó muy en serioesas proposiciones y, en la práctica, esa pacienciacon una anomalía importante resultó justificada.En 1750, Clairaut logró demostrar que sólo lasmatemáticas usadas en la aplicación habían es-tado en un error y que la teoría de Newton po-día continuar como antes.3 Incluso en los casosen que no parece posible que se produzcan erro-res simples (quizá debido a que las operacionesmatemáticas involucradas son o más sencillas ode un tipo familiar y con buenos resultados entodos los los demás campos), una anomalía reco-nocida y persistente no siempre provoca una cri-sis. Nadie puso seriamente en duda la teoría deNewton a causa de las discrepancias, reconocidasdesde hacía mucho tiempo, entre las prediccionesde esa teoría y las velocidades tanto del sonidocomo del movimiento de Mercurio. La primeradiscrepancia fue finalmente resuelta y de mane-ra inesperada, por medio de experimentos sobreel calor, los que habían sido emprendidos con

3 W. Whewell, History of the Inductive Sciences (ed.rev.; Londres, 1847), II, 220-21.

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otro fin muy diferente; la segunda desaparecióal surgir la teoría general de la relatividad, des-pués de una crisis en cuya creación no habíatomado parte.4 Aparentemente, tampoco había pa-recido lo suficientemente importante como paraprovocar el malestar que acompaña a las crisis;pudieron reconocerse como ejemplos en contrarioy, no obstante, ser relegados para un trabajoposterior.

De ello se desprende que para que una anoma-lía provoque crisis, debe ser algo más que unasimple anomalía. Siempre se presentan dificulta-des en alguna parte en el ajuste del paradigmacon la naturaleza; la mayoría de ellas se resuel-ven tarde o temprano, frecuentemente por mediode procesos que no podían preverse. Es raro queel científico que se detenga a examinar todas lasanomalías que descubra pueda llevar a cabo al-gún trabajo importante. Debemos por consiguien-te preguntarnos qué es lo que hace que unaanomalía parezca merecer un examen de ajustey para esta pregunta es probable que no existauna respuesta absolutamente general. Los casosque ya hemos examinado son característicos, peroraramente prescriptivos. A veces, una anomalíapondrá claramente en tela de juicio generaliza-ciones explícitas y fundamentales de un paradig-ma, como lo hizo el problema del arrastre deléter para quienes aceptaban la teoría de Max-well. O como en la revolución de Copérnico, unaanomalía sin aparente importancia fundamental,puede provocar crisis si las aplicaciones que in-

4 Sobre la velocidad del sonido, véase "The CaloricTheory of Adiabatic Compression", de T. S. Kuhn, Isis,XLIV (1958), 136-37. Sobre el desplazamiento del periheliode Mercurio, véase: A History of the Theories of Aetherand Electricity, de E. T. Whittaker, II (Londres, 1953),151, 179.

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hibe tienen una importancia práctica particular,en este caso para el calendario y la astrología.O, como en la química del siglo XVIII, eldesarrollo de la ciencia normal puede transformaruna anomalía que, anteriormente, había sidosólo una molestia, en causa de crisis: elproblema de las relaciones de pesos tuvo unstatus muy diferente después de la evolución delas técnicas químicas neumáticas. Probablemente,hay todavía otras circunstancias que puedenhacer que una anomalía resulte especialmenteapremiante y, ordinariamente, se combinaránvarias de ellas. Por ejemplo, ya hemos hechonotar que una de las causas de la crisis a que seenfrentó Copérnico fue la sola duración deltiempo durante el que los astrónomos seesforzaron, sin obtener resultados, en reducir lasdiscrepancias residuales del sistema de Ptolomeo.

Cuando por esas razones u otras similares, unaanomalía llega a parecer algo más que otro enig-ma más de la ciencia normal, se inicia la transi-ción a la crisis y a la ciencia fuera de lo ordinario.Entonces, la anomalía misma llega a ser recono-cida de manera más general como tal en la profe-sión. Cada vez le presta mayor atención un númeromayor de los hombres más eminentes del campode que se trate. Si continúa oponiendo resisten-cia, lo cual no sucede habitualmente, muchos deellos pueden llegar a considerar su resolucióncomo el objetivo principal de su disciplina. Paraellos, el campo no parecerá ser ya lo que eraantes. Parte de ese aspecto diferente es simple-mente el resultado del nuevo punto de enfoquedel examen científico. Una fuente todavía másimportante de cambio es la naturaleza divergentede las numerosas soluciones parciales a que sellega por medio de la atención concertada que sepresta al problema. Los primeros intentos de re-

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solución del problema seguirán de cerca las reglasestablecidas por el paradigma; pero, al continuaradelante sin poder vencer la resistencia, las ten-tativas de resolución involucrarán, cada vez más,alguna coyuntura menor o no tan ligera del pa-radigma, de modo tal que no existan dos de esasarticulaciones completamente iguales, con un éxitoparcial cada una de ellas ni con el suficienteéxito como para poder ser aceptadas como para-digmas por el grupo. A través de esta prolifera-ción de coyunturas divergentes (de manera cadavez más frecuente llegarán a describirse comoajustes ad hoc), las reglas de la ciencia normalse hacen cada vez más confusas. Aun cuandoexiste todavía un paradigma, pocos de los quepractican la ciencia en su campo están completa-mente de acuerdo con él. Incluso las solucionesde algunos problemas aceptadas con anterioridadse ponen en duda.

Cuando es aguda, esta situación es a veces re-conocida por los científicos involucrados. Copér-nico se quejaba de que, en su tiempo, fueran losastrónomos tan "inconsistentes en esas investiga-ciones (astronómicas)... que no pueden ni si-quiera explicar u observar la longitud constantede las estaciones del año". "Con ellos", continuabadiciendo, "es como si un artista tuviera que tomarlas manos, los pies, la cabeza y otros miembrosde sus cuadros, de modelos diferentes, de talmodo que cada una de las partes estuviera perfec-tamente dibujada; pero sin relación con un cuer-po único, y puesto que no coinciden unas conotras en forma alguna, el resultado sería unmonstruo más que un hombre."5 Einstein, limi-tado por el uso corriente a un lenguaje menosflorido, escribió solamente: "Es como si le hu-

5 Citado en The Copernican Revolution, de T. S. Kuhn(Cambridge, Mass., 1957), p. 138.

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bieran retirado a uno el terreno que pisaba, sinver en ninguna parte un punto firme sobre elque fuera posible construir." 6 Y Wolfgang Pauli,en los meses anteriores al momento en que eldocumento de Heisenberg sobre la mecánica ma-tricial señalara el camino hacia una nueva teoríacuántica, escribió a un amigo: "Por el momento,la física se encuentra otra vez terriblemente con-fusa. De cualquier modo, es demasiado difícilpara mí y desearía haber sido actor de cine o algoparecido y no haber oído hablar nunca de lafísica". Este testimonio es particularmente im-presionante, si se compara con las palabras delmismo Pauli, unos cinco meses más tarde: "Eltipo de mecánica de Heisenberg me ha devueltola esperanza y la alegría de vivir. Indudablemen-te, no proporciona la solución al problema; perocreo que nuevamente es posible seguir adelante." 7

Los reconocimientos explícitos de un derrumba-miento, tales como éste, son extremadamente ra-ros ; pero los efectos de la crisis no dependen en-teramente de su reconocimiento consciente. ¿Quépodemos decir que son esos efectos? Sólo dos deellos parecen ser universales. Todas las crisis seinician con la confusión de un paradigma y elaflojamiento consiguiente de las reglas para la in-vestigación normal. A este respecto, la investiga-ción durante las crisis se parece mucho a la quetiene lugar en los periodos anteriores a los para-digmas, con excepción de que en el primer caso

8 Albert Einstein, "Autobiographical Note", en AlbertEinstein: Philosopher-Scientist, ed. P. A. Schilpp (Evans-ton,III, 1949), p. 45.

7 Ralph Kronig, "The Turning Point", en TheoreticalPhysics in the Twentieth Century: A Memorial Volume toWolfgang Pauli, ed. M. Fierz y V. F. Weisskopf (NuevaYork, 1960), pp. 22, 25-26. Gran parte de este artículo des-cribe la crisis de la mecánica cuántica en los años inme-diatamente anteriores a 1925.

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el lugar de la diferencia es, a la vez, más pequeñoy mejor definido. Y todas las crisis concluyencon la aparición de un nuevo candidato a paradig-ma y con la lucha subsiguiente para su acepta-ción. Éstos son temas que deberán tomarse enconsideración en secciones posteriores; pero de-bemos anticipar algo de lo que veremos, con elfin de completar estas observaciones sobre la evo-lución y la anatomía del estado de crisis.

La transición de un paradigma en crisis a otronuevo del que pueda surgir una nueva tradiciónde ciencia normal, está lejos de ser un proce-so de acumulación, al que se llegue por mediode una articulación o una ampliación del antiguoparadigma. Es más bien una reconstrucción delcampo, a partir de nuevos fundamentos, recons-trucción que cambia algunas de las generaliza-ciones teóricas más elementales del campo, asícomo también muchos de los métodos y aplica-ciones del paradigma. Durante el periodo detransición habrá una gran coincidencia, aunquenunca completa, entre los problemas que pue-den resolverse con ayuda de los dos paradigmas,el antiguo y el nuevo; pero habrá también unadiferencia decisiva en los modos de resolución.Cuando la transición es completa, la profesiónhabrá modificado su visión del campo, sus mé-todos y sus metas. Un historiador perspicaz, alobservar un caso clásico de reorientación de laciencia mediante un cambio de paradigma, lo des-cribió recientemente como "tomar el otro extre-mo del bastón", un proceso que involucra "ma-nejar el mismo conjunto de datos anteriores, perosituándolos en un nuevo sistema de relacionesconcomitantes al ubicarlos en un marco diferen-te".8 Otros que han notado este aspecto del

8 Herbert Butterfield, The Origins of Modern Science,1300-1800 Londres, 1949), pp. 1-7.

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avance científico han subrayado su similitud conun cambio en la forma de visión: las marcas so-bre el papel que se veían antes como un pájaro,se ven ahora como un antílope, o viceversa.9 Esteparalelo puede ser engañoso. Los científicos noven algo como otra cosa diferente; en lugar deello, se limitan a verlo. Ya hemos examinado al-gunos de los problemas creados por la pretensiónde Priestley al considerar al oxígeno como airedeflogistizado. Además, el científico no preservala libertad del sujeto para pasar repetidas vecesde uno a otro modo de ver las cosas. Sin embar-go, el cambio de forma, sobre todo debido a quees muy familiar en la actualidad, es un prototipoelemental útil para lo que tiene lugar en uncambio de paradigma a escala total.

Lo que acabamos de anticipar puede ayudarnosa reconocer a la crisis como un preludio apro-piado al surgimiento de nuevas teorías, sobretodo debido a que ya hemos examinado una ver-sión en pequeña escala del mismo proceso, alestudiar la aparición de los descubrimientos. De-bido a que el nacimiento de una nueva teoríarompe con una tradición de práctica científica eintroduce otra nueva que se lleva a cabo con re-glas diferentes y dentro de un universo de razo-namiento también diferente, esto sólo tiene pro-babilidades de suceder cuando se percibe que unaprimera tradición ha errado el camino de maneranotable. Sin embargo, esta observación no es sinoun preludie a la investigación del estado de crisisy, desgraciadamente, las preguntas que planteaexigen la competencia de un psicólogo todavíamás que la de un historiador. ¿Qué es una inves-tigación fuera de lo extraordinario? ¿Cómo sehace que una anomalía se conforme a leyes?

9 Hans, op. cit., cap. I.

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¿Cómo proceden los científicos cuando sólo se dancuenta de que algo va mal fundamentalmente, enun nivel para cuyo manejo la instrucción recibidano los ha preparado? Esas preguntas exigen unainvestigación mucho más profunda, que no siem-pre será histórica. Lo que sigue será, necesaria-mente, más hipotético y menos completo que loque hemos visto con anterioridad.

Con frecuencia, surge un nuevo paradigma, almenos en embrión, antes de que una crisis hayaavanzado mucho en su desarrollo o de que hayasido reconocida explícitamente. El trabajo de La-voisier nos proporciona un ejemplo al respecto.Su nota sellada fue depositada en la AcademiaFrancesa menos de un año después del estudioprofundo de las relaciones de peso en la teoríadel flogisto y antes de que las publicaciones dePriestley revelaran la amplitud total de la crisisque sufría la química neumática. Los primerosinformes de Thomas Young sobre la teoría ondu-latoria de la luz aparecieron en una etapa muytemprana de una crisis que se estaba desarrollan-do en la óptica y que casi no había sido notable,excepto en que, sin la ayuda de Young, se con-virtió en un escándalo científico internacional enel plazo de una década a partir del momentoen que aquél escribió sus primeros informes. Encasos como ésos, solo podemos decir que un tras-torno poco importante del paradigma y la pri-mera confusión de sus reglas para la ciencia nor-mal, fueron suficientes para sugerirle a alguienun nuevo método para observar su campo. Loque tuvo lugar entre la primera sensación de tras-torno y el reconocimiento de una alternativa dis-ponible, debió ser en gran parte inconsciente.

Sin embargo, en otros casos —los de Copérnico,Einstein y la teoría nuclear contemporánea, porejemplo—, transcurió un periodo considerable

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entre la primera percepción del trastorno y elsurgimiento de un nuevo paradigma. Cuandoesto sucede, el historiador puede, al menos, lo-grar unas cuantas indicaciones de lo que es laciencia fuera de lo ordinario. Frente a la ad-misión de una anomalía fundamental en la teo-ría, el primer esfuerzo de un científico será, fre-cuentemente, aislarla de manera más precisa ydarle una estructura. Aun cuando se dé cuenta deque ya no pueden ser absolutamente correctas, elcientífico aplicará las reglas de la ciencia normalcon mayor fuerza que nunca, con el fin de ver,en la zona en que haya surgido la dificultad, dón-de y hasta dónde pueden aplicarse. Al mismotiempo, buscará maneras de realzar la importanciadel trastorno, para hacerlo más notable y, quizá,también más sugestivo, de lo que fuera en expe-rimentos en los que se creía conocer de antemanoel resultado. Y en el último esfuerzo, más que encualquier otra parte del desarrollo de una cien-cia en el periodo posterior al paradigma, se ase-mejará mucho a la imagen que predomina delcientífico. Primeramente, parecerá a menudo unhombre que busca al azar, probando experimen-tos para ver qué sucede, buscando un efecto cuyanaturaleza no puede prever. Simultáneamente,puesto que no puede concebirse ningún experi-mento sin algún tipo de teoría, el científico encrisis tratará constantemente de generar teoríasespeculativas que, si dan buenos resultados, pue-dan mostrar el camino hacia un nuevo paradigmay, si no tienen éxito, puedan desdeñarse con rela-tiva facilidad.

El informe de Kepler sobre su lucha prolon-gada con el movimiento de Marte y la descrip-ción de Priestley de su respuesta a la prolife-ración de nuevos gases, proporcionan ejemplosclásicos de un tipo más fortuito de investigación,

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producido por la percepción de la anomalía.10

Pero probablemente las mejores ilustraciones pro-ceden de la investigación contemporánea en lateoría del campo y en las partículas fundamenta-les. A falta de una crisis que hiciera necesariover hasta dónde podían llegar las reglas de laciencia normal, ¿habría parecido justificado el in-menso esfuerzo necesario para detectar el neutri-no? O, si las reglas no hubieran fallado de maneraevidente en algún punto no revelado, ¿habría sidosugerida o probada alguna vez la hipótesis ra-dical de la no conservación de la paridad? Comomuchas otras investigaciones de física durantela última década, esos experimentos fueron, enparte, intentos para localizar y definir la causade un conjunto todavía disperso de anomalías.

Este tipo de investigación no-ordinaria a me-nudo —aunque no generalmente— es acompa-ñado por otro. Creo que es, sobre todo, en losperiodos de crisis reconocida, cuando los cien-tíficos se vuelven hacia el análisis filosófico comoinstrumento para resolver los enigmas de sucampo. Los científicos generalmente no han ne-cesitado ni deseado ser filósofos. En realidad,la ciencia normal mantiene habitualmente apar-tada a la filosofía creadora y es probable quetenga buenas razones para ello. En la medidaen que los trabajos de investigación normal pue-den llevarse a cabo mediante el empleo del para-digma como modelo, no es preciso expresar demanera explícita las reglas y las suposiciones.

10 Para un informe del trabajo de Kepler sobre Marte,véase: A History of Astronomy from Thales to Kepler, de J.L. E. Dreyer (2a ed.; Nueva York, 1953), pp. 380-93. Lasinexactitudes ocasionales no impiden que la obra de Dre-yer nos proporcione el material que necesitamos. SobrePriestley, véase su propia obra, sobre todo. Experimentsand Observations on Different Kinds of Air (Londres, 1774-75).

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En la Sección V hicimos notar que no es siquieranecesario que exista todo el conjunto de reglasbuscado por medio del análisis filosófico; peroesto no quiere decir que la búsqueda de suposi-ciones (incluso de las no existentes) no puedaser un modo efectivo para debilitar el dominiode una tradición sobre la mente y para sugerirlas bases para otra nueva. No es un accidenteque el surgimiento de la física newtoniana en elsiglo XVII, y el de la relatividad y de la mecánicacuántica en el xx, hayan sido precedidos y acom-pañados por análisis filosóficos fundamentales desu tradición contemporánea de investigación.11

Tampoco es un accidente que, en esos dos perio-dos, el llamado experimento mental haya desem-peñado un papel tan importante en el progresode las investigaciones. Como he mostrado enotros lugares, la experimentación mental analíti-ca que ocupa tanto lugar en los escritos de Ga-lileo, Einstein, Bohr y otros, está perfectamentecalculada a efecto de exponer el paradigma anti-guo a los conocimientos existentes de modos ta-les que aislen la raíz de la crisis con una claridadinalcanzable en el laboratorio.12

Con el despliegue de esos procedimientos ex-traordinarios, uno por uno o todos juntos, puedesuceder otra cosa. Al concentrarse la atencióncientífica en una zona estrecha de trastorno y alprepararse la mentalidad científica para recono-cer las anomalías experimentales, tal y como son,

11 Con respecto al contrapunto filosófico que acompañó ala mecánica del siglo XVII, véase: La mécanique au XVIIesiècle ( Neuchatel, 1954), de Rene Dugas, sobre todo elcapítulo XI. Con respecto al episodio similar del siglo XIX,véase el libro anterior del mismo autor, Histoire de lamécanique (Neuchatel, 1950), pp. 419-43.

12 T. S. Kuhn, "A Function for Thought Experiments",en Melanges Alexandre Koyré, ed. R. Taton e I. B. Cohen,que debía publicar Hermann (Paris), en 1963.

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la crisis hace proliferar a menudo los descubri-mientos. Ya hemos hecho notar cómo distin-guen la percepción de la crisis, el trabajo deLavoisier sobre el oxígeno del de Priestley; y eloxígeno no era el único gas nuevo que eran capa-ces de descubrir en el trabajo de Priestley losquímicos que habían percibido la anomalía. Otambién, nuevos descubrimientos ópticos se acu-mularon rápidamente poco antes de la apariciónde la nueva teoría ondulatoria de la luz y du-rante ésta. Algunos de esos descubrimientos,como la polarización por reflexión, fueron resul-tado de los accidentes que hace probables el tra-bajo concentrado en una zona confusa (Malus,que hizo el descubrimiento, estaba apenas ini-ciando su trabajo para el premio de ensayo dela Academia sobre la doble refracción, tema delcual se sabía muy bien que estaba en un estadopoco satisfactorio). Otros, como el punto lumino-so en el centro de la sombra de un disco, fueronpredicciones hechas a partir de la nueva hipóte-sis, que contribuyeron a que ésta se transformaraen un paradigma para trabajos posteriores. Y to-davía otros, como los colores en los rayadosen el vidrio y en las placas gruesas, eran efectosque habían sido vistos antes con frecuencia y se-ñalados en ocasiones, pero que, como el oxígenode Priestley, habían sido asimilados a efectos bienconocidos, de modos que impedían que fueranconsiderados como lo que eran realmente.13 Po-dría hacerse una enumeración semejante de losmúltiples descubrimientos que, a partir de 1895,

13 Con respecto a los nuevos descubrimientos ópticosen general, véase: Histoire de la lumière de V. Ronchi(París, 1956), cap. VII. Con respecto a la explicación inicialde uno de esos efectos, véase: The History and PresentState of Discoveries Relating to Vision, Light and Colours deJ. Priestley (Londres, 1772), pp. 498-520.

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acompañaron constantemente a la aparición dela mecánica cuántica.

La investigación extraordinaria debe tener to-davía otras manifestaciones y efectos, pero eneste terreno apenas hemos comenzado a descu-brir las preguntas a que es preciso responder.Sin embargo, es posible que a esta altura no senecesite más. Las observaciones anteriores de-ben ser suficientes para mostrar cómo las crisisdebilitan los estereotipos y, simultáneamente, pro-porcionan los datos adicionales necesarios para uncambio de paradigma fundamental. A veces, la for-ma del nuevo paradigma se vislumbra en la es-tructura que le da a la anomalía la investigaciónno-ordinaria. Einstein escribió que, antes de quedispusiera de un sustituto para la mecánica clá-sica, podía ver la interrelación existente entrelas anomalías conocidas de la radiación de uncuerpo negro, el efecto fotoeléctrico y los calo-res específicos.14 Es más frecuente que no sevea conscientemente de antemano una estructurasemejante. En cambio, el nuevo paradigma o unindicio suficiente para permitir una articulaciónposterior, surge repentinamente, a veces en me-dio de la noche, en la mente de un hombre sumer-gido profundamente en la crisis. Lo que es lanaturaleza de esta etapa final —cómo inventaun individuo (o descubre que ha inventado) unmodo nuevo de ordenar datos totalmente reuni-dos ya—, deberá permanecer inescrutable aquíy es posible que ese estado sea permanente. So-bre ese punto, señalemos aquí sólo una cosa.Casi siempre, los hombres que realizan esos in-ventos fundamentales de un nuevo paradigmahan sido muy jóvenes o muy noveles en el campo

14 Einstein, loc. cit.

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cuyo paradigma cambian.15 Y quizá no fueranecesario expresar explícitamente este punto, yaque, evidentemente, se trata de hombres que, alno estar comprometidos con las reglas tradicio-nales de la ciencia normal debido a que tienenpoca práctica anterior, tienen muchas probabili-dades de ver que esas reglas no definen ya unjuego que pueda continuar adelante y de conce-bir otro conjunto que pueda reemplazarlas.

La transición consiguiente a un nuevo paradig-ma es la revolución científica, tema al cual es-tamos finalmente listos para acercarnos directa-mente. Sin embargo, nótese primeramente unaspecto final y aparentemente esquivo, para elque ha preparado el camino el material de lasúltimas tres secciones. Hasta la Sección VI, don-de presentamos por primera vez el concepto deanomalía, los términos de "revolución" y de "cien-cia extraordinaria" pudieron parecer equivalentes.Lo que es más importante, ninguno de esos tér-minos parecía significar otra cosa que "cienciano normal", circularidad que habrá resultado mo-lesta para algunos lectores al menos. En la prác-tica, no era preciso que fuera así. Estamos apunto de descubrir que una circularidad seme-jante es característica de las teorías científicas.Sin embargo, molesta o no, esta circularidad no

15 Esta generalización sobre el papel de la juventuden la investigación científica fundamental es tan comúncomo una frase gastada. Además, una mirada a casi cual-quier lista de contribuciones fundamentales a la teoríacientífica, proporcionará una confirmación muy clara.Sin embargo, esa generalización hace muy necesaria unainvestigación sistemática. Harvey C. Lehman (Age andAchievement [Princeton, 1953]) proporciona muchos datosútiles; pero sus estudios no tratan de aislar contribucio-nes que involucren un reenunciado fundamental. Tampocopregunta nada sobre las circunstancias especiales, si lashay, que puedan acompañar a la productividad relativa-mente tardía en las ciencias.

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148 LA RESPUESTA A LA CRISIS

deja ya de estar calificada. En esta sección yen las dos anteriores del ensayo hemos enunciadonumerosos criterios de una quiebra de la activi-dad científica normal, criterios que no dependenen absoluto de si a esa quiebra sigue o no unarevolución. Al enfrentarse a anomalías o a crisis,los científicos adoptan una actitud diferente ha-cia los paradigmas existentes y en consecuencia,la naturaleza de su investigación cambia. La pro-liferación de articulaciones en competencia, ladisposición para ensayarlo todo, la expresión deldescontento explícito, el recurso a la filosofía yel debate sobre los fundamentos, son síntomasde una transición de la investigación normal a lano-ordinaria. La noción de la ciencia normal de-pende más de su existencia que de la de las re-voluciones.

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IX. NATURALEZA Y NECESIDAD DE LASREVOLUCIONES CIENTÍFICAS

ESTAS observaciones nos permiten finalmenteconsiderar los problemas que dan título a esteensayo. ¿Qué son las revoluciones científicas ycuál es su función en el desarrollo científico?Gran parte de la respuesta a esas preguntas hasido anticipada ya en secciones previas. En par-ticular, la discusión anterior ha indicado que lasrevoluciones científicas se consideran aquí comoaquellos episodios de desarrollo no acumulativo enque un antiguo paradigma es reemplazado, com-pletamente o en parte, por otro nuevo e incom-patible. Sin embargo, hay mucho más que deciral respecto y podemos presentar una parte de ellomediante una pregunta más. ¿Por qué debe lla-marse revolución a un cambio de paradigma?Frente a las diferencias tan grandes y esencialesentre el desarrollo político y el científico, ¿quéparalelismo puede justificar la metáfora que en-cuentra revoluciones en ambos?

Uno de los aspectos del paralelismo debe serya evidente. Las revoluciones políticas se inicianpor medio de un sentimiento, cada vez mayor,restringido frecuentemente a una fracción de lacomunidad política, de que las instituciones exis-tentes han cesado de satisfacer adecuadamentelos problemas planteados por el medio ambienteque han contribuido en parte a crear. De ma-nera muy similar, las revoluciones científicas seinician con un sentimiento creciente, también amenudo restringido a una estrecha subdivisiónde la comunidad científica, de que un paradigmaexistente ha dejado de funcionar adecuadamenteen la exploración de un aspecto de la naturaleza,

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hacia el cual, el mismo paradigma había previa-mente mostrado el camino. Tanto en el desarro-llo político como en el científico, el sentimientode mal funcionamiento que puede conducir a lacrisis es un requisito previo para la revolución.Además, aunque ello claramente fuerza la metáfo-ra, este paralelismo es no sólo válido para losprincipales cambios de paradigmas, como los atri-buibles a Copérnico o a Lavoisier, sino tambiénpara los mucho rnás pequeños, asociados a laasimilación de un tipo nuevo de fenómeno, comoel oxígeno o los rayos X. Las revoluciones cien-tíficas, como hicimos notar al final de la Sec-ción V, sólo necesitan parecerles revolucionariasa aquellos cuyos paradigmas sean afectados porellas. Para los observadores exteriores puedenparecer, como las revoluciones balcánicas de co-mienzos del siglo xx, partes normales del procesode desarrollo. Los astrónomos, por ejemplo, po-dían aceptar los rayos X como una adición simpleal conocimiento, debido a que sus paradigmasno fueron afectados por la existencia de la nuevaradiación. Pero, para hombres como Kelvin, Cro-okes y Roentgen, cuyas investigaciones tratabande la teoría de la radiación o de los tubos derayos catódicos, la aparición de los rayos X vio-ló, necesariamente, un paradigma, creando otro.Es por eso por lo que dichos rayos pudieren serdescubiertos sólo debido a que había algo que noiba bien en la investigación normal.

Este aspecto genético del paralelo entre el des-arrollo político y el científico no debería ya dejarlugar a dudas. Sin embargo, dicho paralelo tieneun segundo aspecto, más profundo, del que de-pende la importancia del primero. Las revolucio-nes políticas tienden a cambiar las institucionespolíticas en modos que esas mismas institucio-nes prohiben. Por consiguiente, su éxito exige el

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abandono parcial de un conjunto de institucionesen favor de otro y, mientras tanto, la sociedad noes gobernada completamente por ninguna insti-tución. Inicialmente, es la crisis sola la que ate-núa el papel de las instituciones políticas, delmismo modo, como hemos visto ya, que atenúael papel desempeñado por los paradigmas. Ennúmeros crecientes, los individuos se alejan cadavez más de la vida política y se comportan demanera cada vez más excéntrica en su interior.Luego, al hacerse más profunda la crisis, muchosde esos individuos se comprometen con algunaproposición concreta para la reconstrucción dela sociedad en una nueva estructura institucio-nal. En este punto, la sociedad se divide en cam-pos o partidos enfrentados, uno de los cualestrata de defender el cuadro de instituciones anti-guas, mientras que los otros se esfuerzan en esta-blecer otras nuevas. Y, una vez que ha tenidolugar esta polarización, el recurso político fracasa.Debido a que tienen diferencias con respecto ala matriz institucional dentro de la que debetener lugar y evaluarse el cambio político, debidoa que no reconocen ninguna estructura suprains-titucional para dirimir las diferencias revolucio-narías, las partes de un conflicto revolucionariodeben recurrir, finalmente, a las técnicas de per-suasión de las masas, incluyendo frecuentementeel empleo de la fuerza. Aunque las revolucionestienen una función vital en la evolución de lasinstituciones políticas, esa función depende deque sean sucesos parcialmente extrapolíticos oextrainstitucionales.

El resto de este ensayo está dedicado a demos-trar que el estudio histórico del cambio de para-digma revela características muy similares en laevolución de las ciencias. Como la elección entreinstituciones políticas que compiten entre sí, la

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elección entre paradigmas en competencia resultauna elección entre modos incompatibles de vidade la comunidad. Debido a que tiene ese carác-ter, la elección no está y no puede estar determi-nada sólo por los procedimientos de evaluacióncaracterísticos de la ciencia normal, pues éstosdependen en parte de un paradigma particular,y dicho paradigma es discutido. Cuando los para-digmas entran, como deben, en un debate sobrela elección de un paradigma, su función es nece-sariamente circular. Para argüir en la defensa deese paradigma cada grupo utiliza su propio pa-radigma.

Por supuesto, la circularidad resultante no haceque los argumentos sean erróneos, ni siquierainefectivos. El hombre que establece como pre-misa un paradigma, mientras arguye en su de-fensa puede, no obstante, proporcionar una mues-tra clara de lo que será la práctica científica paraquienes adopten la nueva visión de la naturaleza.Esa muestra puede ser inmensamente persuasivay, con frecuencia, incluso apremiante. Sin em-bargo, sea cual fuere su fuerza, el status del argu-mento circular es sólo el de la persuasión. Nopuede hacerse apremiante, lógica ni probable-mente, para quienes rehusan entrar en el círculo.Las premisas y valores compartidos por las dospartes de un debate sobre paradigmas no sonsuficientemente amplios para ello. Como en lasrevoluciones políticas sucede en la elección deun paradigma: no hay ninguna norma más ele-vada que la aceptación de la comunidad perti-nente. Para descubrir cómo se llevan a cabo lasrevoluciones científicas, tendremos, por consi-guiente, que examinar no sólo el efecto de la na-turaleza y la lógica, sino también las técnicas deargumentación persuasiva, efectivas dentro de los

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grupos muy especiales que constituyen la comu-nidad de científicos.

Para descubrir por qué la cuestión de la elec-ción de paradigma no puede resolverse nunca demanera inequívoca sólo mediante la lógica y laexperimentación, debemos examinar brevementela naturaleza de las diferencias que separan a lospartidarios de un paradigma tradicional de sussucesores revolucionarios. Este examen es el ob-jeto principal de esta sección y de la siguiente.Sin embargo, hemos señalado ya numerosos ejem-plos de tales diferencias, y nadie pondrá en dudaque la historia puede proporcionar muchos otros.De lo que hay mayores probabilidades de poneren duda que de su existencia —y que, por consi-guiente, deberá tomarse primeramente en consi-deración—, es de que tales ejemplos proporcionaninformación esencial sobre la naturaleza de laciencia. Dando por sentado que el rechazo delparadigma ha sido un hecho histórico, ¿iluminaalgo más que la credulidad y la confusión huma-nas? ¿Hay razones intrínsecas por las cuales laasimilación de un nuevo tipo de fenómeno o deuna nueva teoría científica deba exigir el rechazode un paradigma más antiguo?

Nótese, primeramente, que si existen esas ra-zones, no se derivan de la estructura lógica delconocimiento científico. En principio, podría sur-gir un nuevo fenómeno sin reflejarse de maneradestructiva sobre parte alguna de la práctica cien-tífica pasada. Aunque el descubrimiento de vidaen la Luna destruiría paradigmas hoy existentes(que nos indican cosas sobre la Luna que pare-cen incompatibles con la existencia de vida en elsatélite), el descubrimiento de vida en algún lu-gar menos conocido de la galaxia no lo haría. Porla misma razón, una teoría nueva no tiene porqué entrar en conflictos con cualquiera de sus

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predecesores. Puede tratar exclusivamente de fe-nómenos no conocidos previamente, como es elcaso de la teoría cuántica que trata (de manerasignificativa, no exclusiva) de fenómenos subató-micos desconocidos antes del siglo xx. O también,la nueva teoría podría ser simplemente de unnivel más elevado que las conocidas hasta ahora,agrupando todo un grupo de teorías de nivel másbajo sin modificar sustancialmente a ninguna deellas. Hoy en día, la teoría de la conservaciónde la energía proporciona exactamente ese enlaceentre la dinámica, la química, la electricidad, laóptica, la teoría térmica, etc. Pueden concebirsetodavía otras relaciones compatibles entre lasteorías antiguas y las nuevas. Todas y cada unade ellas podrían ilustrarse por medio del procesohistórico a través del que se ha desarrollado laciencia. Si lo fueran, el desarrollo científicosería genuinamente acumulativo. Los nuevos tiposde fenómenos mostrarían sólo el orden en unaspecto de la naturaleza en donde no se hubieraobservado antes. En la evolución de la ciencia,los conocimientos nuevos reemplazarían a la igno-rancia, en lugar de reemplazar a otros conoci-mientos de tipo distinto e incompatible.

Por supuesto, la ciencia (o alguna otra empre-sa, quizá menos efectiva) podría haberse desarro-llado en esa forma totalmente acumulativa. Mu-cha gente ha creído que eso es lo que ha sucedidoy muchos parecen suponer todavía que la acumu-lación es, al menos, el ideal que mostraría eldesarrollo histórico si no hubiera sido distorsio-nado tan a menudo por la idiosincrasia humana.Hay razones importantes para esta creencia. Enla Sección X descubriremos lo estrechamente quese confunde la visión de la ciencia como acu-mulación con una epistemología predominanteque considera que el conocimiento es una cons-

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trucción hecha por la mente directamente sobredatos sensoriales no elaborados. Y en la Sec-ción XI examinaremos el fuerte apoyo propor-cionado al mismo esquema historiográfico por lastécnicas de pedagogía efectiva de la ciencia. Sinembargo, a pesar de la enorme plausibilidad deesta imagen ideal, hay cada vez más razones parapreguntarse si es posible que sea una imagen dela ciencia. Después del período anterior al pa-radigma, la asimilación de todas las nuevas teo-rías y de casi todos los tipos nuevos de fenómenosha exigido, en realidad, la destrucción de un para-digma anterior y un conflicto consiguiente entreescuelas competitivas de pensamiento científico.La adquisición acumulativa de novedades no pre-vistas resulta una excepción casi inexistente a laregla del desarrollo científico. El hombre quetome en serio los hechos históricos deberá sospe-char que la ciencia no tiende al ideal que haforjado nuestra imagen de su acumulación. Quizásea otro tipo de empresa.

Sin embargo, si los hechos que se oponen pue-den llevarnos tan lejos, una segunda mirada alterreno que ya hemos recorrido puede sugerirque la adquisición acumulativa de novedades nosólo es en realidad rara, sino también en princi-pio, improbable. La investigación normal que esacumulativa, debe su éxito a la habilidad de loscientíficos para seleccionar regularmente proble-mas que pueden resolverse con técnicas concep-tuales e instrumentales vecinas a las ya existen-tes. (Por eso una preocupación excesiva por losproblemas útiles sin tener en cuenta su relacióncon el conocimiento y las técnicas existentes,puede con tanta facilidad inhibir el desarrollocientífico). Sin embargo, el hombre que se es-fuerza en resolver un problema definido por losconocimientos y las técnicas existentes, no se li-

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mita a mirar en torno suyo. Sabe qué es lo quedesea lograr y diseña sus instrumentos y dirigesus pensamientos en consecuencia. La novedadinesperada, el nuevo descubrimiento, pueden sur-gir sólo en la medida en que sus anticipacionessobre la naturaleza y sus instrumentos resultenerróneos. Con frecuencia, la importancia del des-cubrimiento resultante será proporcional a laamplitud y a la tenacidad de la anomalía quelo provocó. Así pues, es evidente que debe haberun conflicto entre el paradigma que descubre unaanomalía y el que, más tarde, hace que la ano-malía resulte normal dentro de nuevas reglas.Los ejemplos de descubrimientos por medio dela destrucción de un paradigma que mencionamosen la Sección VI no nos enfrentan a un simpleaccidente histórico. No existe ningún otro modoefectivo en que pudieran generarse los descubri-mientos.

El mismo argumento se aplica, de manera to-davía más clara, a la invención de nuevas teorías.En principio, hay sólo tres tipos de fenómenossobre los que puede desarrollarse una nueva teo-ría. El primero comprende los fenómenos que yahan sido bien explicados por los paradigmas exis-tentes y que raramente proporcionan un motivoo un punto de partida para la construcción deuna nueva teoría. Cuando lo hacen, como en elcaso de las tres famosas predicciones que analiza-mos al final de la sección VII, las teorías resultan-tes son raramente aceptadas, ya que la naturalezano proporciona terreno para la discriminación.Una segunda clase de fenómenos comprende aque-llos cuya naturaleza es indicada por paradigmasexistentes, pero cuyos detalles sólo pueden com-prenderse a través de una articulación ulteriorde la teoría. Éstos son los fenómenos a los quedirigen sus investigaciones los científicos, la ma-

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yor parte del tiempo; pero estas investigacionesestán encaminadas a la articulación de los para-digmas existentes más que a la creación de otrosnuevos. Sólo cuando fallan esos esfuerzos de ar-ticulación encuentran los científicos el tercer tipode fenómenos, las anomalías reconocidas cuyorasgo característico es su negativa tenaz a serasimiladas en los paradigmas existentes. Sólo estetipo produce nuevas teorías. Los paradigmas pro-porcionan a todos los fenómenos, excepto lasanomalías, un lugar determinado por la teoríaen el campo de visión de los científicos.

Pero si se adelantan nuevas teorías para resol-ver anomalías en la relación entre una teoríaexistente y la naturaleza, la nueva teoría quetenga éxito deberá permitir ciertas prediccionesque sean diferentes de las derivadas de su prede-cesora. Esta diferencia podría no presentarse silas dos teorías fueran lógicamente compatibles.En el proceso de su asimilación, la segunda de-berá desplazar a la primera. Incluso una teoríacomo la de la conservación de la energía, quehoy en día parece una superestructura lógicaque se relaciona con la naturaleza sólo por mediode teorías independientemente establecidas, nose desarrolló históricamente sin destrucción deparadigma. En lugar de ello, surgió de una cri-sis en la que un elemento esencial fue la incom-patibilidad entre la dinámica de Newton y cier-tas consecuencias recientemente formuladas dela teoría calórica. Sólo después del rechazo de lateoría calórica podía la conservación de la ener-gía llegar a ser parte de la ciencia.1 Y sólo des-pués de ser parte de la ciencia durante ciertotiempo, podía llegar o parecer una teoría de un

1 Silvanus P. Thomson, Life of William Thomson BaronKelvin of Largs (Londres, 1910), I, 266-81.

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tipo lógicamente más elevado, que no estuvieraen conflicto con sus predecesoras. Es difícil vercómo pueden surgir nuevas teorías sin esos cam-bios destructores en las creencias sobre la natu-raleza. Aunque la inclusión lógica continúa sien-do una visión admisible de la relación entre teoríascientíficas sucesivas, desde el punto de vista his-tórico no es plausible.

Creo que hace un siglo hubiera sido posibledejar en este punto el argumento en pro de lanecesidad de las revoluciones. Pero, desgraciada-mente, hoy en día no puede hacerse eso, debidoa que la visión del tema antes desarrollado nopuede mantenerse si se acepta la interpretacióncontemporánea predominante de la naturaleza yla función de la teoría científica. Esta interpre-tación, asociada estrechamente con el positivismológico inicial y que no ha sido rechazada categó-ricamente por sus sucesores, restringiría el al-cance y el significado de una teoría aceptada, detal modo que no pudiera entrar en conflictocon ninguna teoría posterior que hiciera pre-dicciones sobre algunos de los mismos fenómenosnaturales.

El argumento mejor conocido y más fuertea favor de esta concepción restringida de unateoría científica surge en discusiones sobre larelación entre la dinámica contemporánea deEinstein y las ecuaciones dinámicas, más anti-guas, que descienden de los Principia de Newton.Desde el punto de vista de este ensayo, esasdos teorías son fundamentalmente incompatiblesen el sentido ilustrado por la relación de la astro-nomía de Copérnico con la de Tolomeo: sólopuede aceptarse la teoría de Einstein reconocien-do que la de Newton estaba equivocada. En laactualidad, esta opinión continúa siendo minori-

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taria.2 Por consiguiente, debemos examinar lasobjeciones mas importantes que se le hacen.

La sustancia de esas objeciones puede desarro-llarse corno sigue. La dinámica relativista no pue-de haber demostrado que la de Newton fueraerrónea, debido a que esta última es usada toda-vía, con muy buenos resultados, por la mayoríade los ingenieros y, en ciertas aplicaciones selec-cionados, por muchos físicos. Además, lo apro-piado del empleo de la teoría más antigua puedeprobarse a partir de la misma teoría modernaque, en otros aspectos, la ha reemplazado. Puedeutilizarse la teoría de Einstein para demostrarque las predicciones de las ecuaciones de Newtonserán tan buenas como nuestros instrumentos demedición en todas las aplicaciones que satisfa-gan un pequeño número de condiciones restric-tivas. Por ejemplo, para que la teoría de Newtonproporcione una buena solución aproximada, lasvelocidades relativas de los cuerpos estudiadosdeberán ser pequeñas en comparación con la ve-locidad de la luz. Sujeta a esta condición y aunas cuantas más, la teoría de Newton parece serdeducible de la de Einstein, de la que, por consi-guiente, es un caso especial.

Pero, añade la misma objeción, ninguna teoríapuede entrar en conflicto con uno de sus casosespeciales. Si la ciencia de Einstein parece con-firmar que la dinámica newtoniana es errónea,ello se debe solamente a que algunos newtonia-nos fueron tan incautos como para pretenderque la teoría de Newton daba resultados absolu-tamente precisos o que era válida a velocidadesrelativas muy elevadas. Puesto que no pudierondisponer de ninguna evidencia para confirmarlo,

2 Véanse, por ejemplo, las observaciones de P. P. Wie-ner, en Philosophy of Science, XXV (1958), 298.

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traicionaron las normas de la ciencia al hacerlo.Hasta donde la teoría de Newton ha sido unaverdadera teoría científica apoyada en pruebasválidas, todavía lo es. Sólo las pretensiones ex-travagantes sobre la teoría —que nunca forma-ron realmente parte de la ciencia— pudieron, deacuerdo con la teoría de Einstein, mostrarseerróneas. Eliminando esas extravagancias pura-mente humanas, la teoría de Newton no ha sidopuesta en duda nunca y no puede serlo.

Alguna variante de este argumento es amplia-mente suficiente para hacer que cualquier teoríaque haya sido empleada alguna vez por un gruposignificativo de científicos competentes, sea in-mune a los ataques. La tan calumniada teoría delflogisto, por ejemplo, explicaba gran número defenómenos físicos y químicos. Explicaba por quéardían los cuerpos —eran ricos en flogisto— ypor qué los metales tenían más propiedades encomún que sus minerales. Los metales estabancompuestos todos por diferentes tierras elemen-tales combinadas con flogisto, y este último, co-mún a todos los metales, producía propiedadescomunes. Además, la teoría del flogisto explicabanumerosas reacciones en las que se formabanácidos mediante la combustión de sustancias ta-les como el carbono y el azufre. Explicaba asi-mismo, la disminución de volumen cuando tienelugar la combustión en un volumen confinado deaire —el flogisto liberado por la combustión "es-tropeaba" la elasticidad del aire que lo absorbía,del mismo modo como el fuego "estropea" laelasticidad de un resorte de acero.3 Si esos fenó-menos hubieran sido los únicos que los teóricos

3 James B. Conant, Overthrow of the Phlogiston Theory(Cambridge, 1950), pp. 13-16; y J. R. Partington, A ShortHistory of Chemistry (2? ed.; "Londres, 1951), pp. 85-88. Elinforme más completo y simpático sobre los logros de la

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del flogisto hubieran pretendido explicar median-te su teoría, no habría sido posible atacarla nun-ca. Un argumento similar sería suficiente paracualquier teoría que alguna vez haya tenido éxi-to en su aplicación a cualquier conjunto de fe-nómenos.

Pero, para salvar en esta forma a las teorías,deberá limitarse su gama de aplicación a los fe-nómenos y a la precisión de observación de quetratan las pruebas experimentales que ya se ten-gan a mano.4 Si se lleva un paso más adelante(y es difícil no dar ese paso una vez dado el pri-mero), esa limitación prohibe a los científicos lapretensión de hablar "científicamente" sobre fe-nómenos que todavía no han sido observados.Incluso en su forma actual, la restricción pro-hibe al científico basarse en una teoría en suspropias investigaciones, siempre que dichas inves-tigaciones entren a un terreno o traten de obtenerun grado de precisión para los que la prácticaanterior a la citada teoría no ofrezca precedentes.Lógicamente, esas prohibiciones no tienen excep-ciones; pero el resultado de aceptarlas sería el finde la investigación por medio de la que la cien-cia puede continuar desarrollándose.

A esta altura, este punto también es virtual-mente una tautología. Sin la aceptación de unparadigma no habría ciencia normal. Además, esaaceptación debe extenderse a campos y a gradosde precisión para los que no existe ningún pre-cedente completo. De no ser así, el paradigmano podrá proporcionar enigmas que no hayan sido

teoría del flogisto lo hace H. Metzger, en Newton, Stahl.Boerhaave et la doctrine chimique (Paris, 1930), 2a Parte.4 Compárense las conclusiones obtenidas por medio de untipo muy diferente de análisis, por R. B. Braithewaite,Scientific Explanation (Cambridge, 1953), pp. 50-87, sobretodo la p. 76.

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todavía resueltos. Además, no sólo la ciencianormal depende de la aceptación de un paradig-ma. Si las teorías existentes sólo ligan a los cien-tíficos con respecto a las aplicaciones existentes,no serán posibles las sorpresas, las anomalías olas crisis. Pero éstas son precisamente las seña-les que marcan el camino hacia la ciencia no-ordinaria. Si se toman literalmente las restric-ciones positivistas sobre la gama de aplicabilidadlegítima de una teoría, el mecanismo que indicaa la comunidad científica qué problemas puedenconducir a un cambio fundamental dejará de fun-cionar. Y cuando esto tenga lugar, la comunidadinevitablemente regresará a algo muy similar alestado anterior al paradigma, condición en la quetodos los miembros practican la ciencia, peroen la cual sus productos en conjunto se parecenmuy poco a la ciencia. ¿Es realmente sorpren-dente que el precio de un avance científico im-portante sea un compromiso que corre el riesgode ser erróneo?

Lo que es más importante, hay en la argumen-tación de los positivistas una reveladora lagunalógica que vuelve inmediatamente a presentarnosla naturaleza del cambio revolucionario. ¿Puederealmente derivarse la dinámica de Newton de ladinámica relativista? ¿Cómo sería esa deriva-ción? Imaginemos un conjunto de enunciados, E1E 2 , . . . , En, que, en conjunto, abarcaran las leyesde la teoría de la relatividad. Estos enunciadoscontienen variables y parámetros que represen-tan la posición espacial, el tiempo, la masa enreposo, etc. A partir de ellos, con ayuda del apa-rato de la lógica y la matemática, puede dedu-cirse todo un conjunto de enunciados ulteriores,incluyendo algunos que pueden verificarse pormedio de la observación. Para probar lo apro-piado de la dinámica newtoniana como caso espe-

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cial, debemos añadir a los Ei enunciados adicio-nales, como (v/c)2 << l, que restringen elalcance de los parámetros y las variables. Esteconjunto incrementado de enunciados esmanipulado, a continuación, para que produzca unnuevo conjunto, N1 N2 ..., Nm que es idéntico, enla forma, a las leyes de Newton sobre elmovimiento, la ley de gravedad, etc.Aparentemente, la dinámica de Newton se derivade la de Einstein, sometida a unas cuantascondiciones que la limitan.

Sin embargo, la derivación es ilegítima, al me-nos hasta este punto. Aunque el conjunto Ni esun caso especial de las leyes de la mecánica rela-tivista, no son las leyes de Newton. O, al menos,no lo son si dichas leyes no se reinterpretan deun modo que hubiera sido imposible hasta des-pués de los trabajos de Einstein. Las variables yparámetros que en la serie einsteiniana E1 repre-sentaban la posición espacial, el tiempo, la masa,etc., se presentan todavía en Ni; y continúanrepresentando allí espacio, tiempo y masa einstei-nianos. Pero las referencias físicas de esos con-ceptos einsteinianos no son de ninguna maneraidénticos a las de los conceptos newtonianos quellevan el mismo nombre. (La masa newtonianase conserva; la einsteiniana es transformable pormedio de la energía. Sólo a bajas velocidades re-lativas pueden medirse ambas del mismo modoe, incluso en ese caso, no deben ser consideradasidénticas). A menos que cambiemos las defini-ciones de las variables en Ni los enunciados deri-vados no serán newtonianos. Si las cambiamos,no podremos de manera apropiada decir que he-mos derivado las leyes de Newton, al menos noen cualquiera de los sentidos que se le reconocenactualmente al verbo "derivar". Por supuesto,nuestra argumentación ha explicado por qué lasleyes de Newton parecían ser aplicables. Al ha-

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cerlo así ha justificado, por ejemplo, a un auto-movilista que actúe como si viviera en un universonewtoniano. Una argumentación del mismo tipose utiliza para justificar la enseñanza por los agri-mensores de la astronomía centrada en la Tierra.Pero la argumentación no ha logrado todavía loque se proponía. O sea, no ha demostrado quelas leyes de Newton sean un caso limitado de lasde Einstein, ya que al transponer el límite, nosólo han cambiado las formas de las leyes; simul-táneamente, hemos tenido que modificar los ele-mentos estructurales fundamentales de que secompone el Universo al cual se aplican.

Esta necesidad de cambiar el significado deconceptos establecidos y familiares, es crucial enel efecto revolucionario de la teoría de Einstein.Aunque más sutil que los cambios del geocen-trismo al heliocentrismo, del flogisto al oxígenoo de los corpúsculos a las ondas, la transforma-ción conceptual resultante no es menos decisiva-mente destructora de un paradigma previamenteestablecido. Incluso podemos llegar a conside-rarla como un prototipo para las reorientacionesrevolucionarias en las ciencias. Precisamente por-que no implica la introducción de objetos o con-ceptos adicionales, la transición de la mecánicade Newton a la de Einstein ilustra con una cla-ridad particular la revolución científica como undesplazamiento de la red de conceptos a travésde la que ven el mundo los científicos.

Estas observaciones deberían bastar para de-mostrar lo que, en otro clima filosófico, se hubie-ra dado por sentado. Al menos para los cientí-ficos, la mayoría de las diferencias aparentesentre una teoría científica descartada y su suce-sora, son reales. Aun cuando una teoría anticuadapueda verse siempre como un caso especial desu sucesora más moderna, es preciso que sufra

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antes una transformación. Y la transformaciónsólo puede llevarse a cabo con las ventajas dela visión retrospectiva, la guía explícita de lateoría más reciente. Además, incluso en el casode que esa transformación fuera un dispositivolegítimo que pudiera emplearse para interpretarla teoría más antigua, el resultado de su aplica-ción sería una teoría tan restringida que sólopodría reenunciar lo ya conocido. A causa de sueconomía, esa reenunciación, podría resultar útil,pero no sería suficiente para guiar las investi-gaciones.

Por consiguiente, demos ahora por sentado quelas diferencias entre paradigmas sucesivos sonnecesarias e irreconciliables. ¿Podremos decir,entonces, de manera más explícita cuáles sonesos tipos de diferencias? El tipo más evidenteha sido ilustrado ya repetidamente. Los paradig-mas sucesivos nos indican diferentes cosas sobrela población del Universo y sobre el comporta-miento de esa población. O sea, presentan dife-rencias en problemas tales como la existenciade partículas subatómicas, la materialidad de laluz y la conservación del calor o de la energía.Éstas son las diferencias principales entre para-digmas sucesivos y no requieren una mayor ilus-tración. Pero los paradigmas se diferencian enalgo más que la sustancia, ya que están dirigidosno sólo hacia la naturaleza, sino también hacia laciencia que los produjo. Son la fuente de losmétodos, problemas y normas de resolución acep-tados por cualquier comunidad científica madura,en cualquier momento dado. Como resultado deello, la recepción de un nuevo paradigma fre-cuentemente hace necesaria una redefinición dela ciencia correspondiente. Algunos problemas an-tiguos pueden relegarse a otra ciencia o ser decla-rados absolutamente "no científicos". Otros que

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anteriormente eran triviales o no existían siquie-ra, pueden convertirse, con un nuevo paradigma,en los arquetipos mismos de la realización cien-tífica de importancia. Y al cambiar los problemastambién lo hacen, a menudo, las normas que dis-tinguen una solución científica real de una sim-ple especulación metafísica, de un juego de pala-bras o de un juego matemático. La tradicióncientífica normal que surge de una revolución cien-tífica es no sólo incompatible sino también a me-nudo realmente incomparable con la que existíacon anterioridad.

El efecto del trabajo de Newton sobre la tra-dición normal de práctica científica del siglo XVIIproporciona un ejemplo sorprendente de los efec-tos más sutiles del desplazamiento de paradigma.Antes de que naciera Newton, la "nueva ciencia"del siglo había logrado finalmente rechazar lasexplicaciones aristotélicas y escolásticas, que seexpresaban en términos de las esencias de loscuerpos materiales. El decir que una piedra caeporque su "naturaleza" la impulsa hacia el centrodel Universo se había convertido en un simplejuego tautológico de palabras, algo que no habíasido antes. A partir de entonces, todo el con-junto de percepciones sensoriales, incluyendo elcolor, el gusto e incluso el peso, debían explicarseen términos del tamaño, la forma, la posición yel movimiento de los corpúsculos elementalesde la materia base. La atribución de otras cuali-dades a los átomos elementales era recurrir a looculto y, por consiguiente, se encontraba fueradel alcance de la ciencia. Moliere recogió esenuevo espíritu con precisión, cuando ridiculizó aldoctor que explicaba la eficacia del opio comosoporífero atribuyéndole una potencia adormece-dora. Durante la segunda mitad del siglo XVII,muchos científicos preferían decir que la forma

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redondeada de las partículas de opio les permi-tía suavizar los nervios en torno a los que semovían.5

Durante un periodo anterior, las explicacionesen términos de cualidades ocultas habían sidouna parte integrante del trabajo científico fecun-do. Sin embargo, en el siglo XVII, el nuevo com-promiso con la explicación mecánico-corpuscularresultó inmensamente fructífero para una seriede ciencias, al eliminar los problemas que ha-bían desafiado todas las soluciones generalmenteaceptadas y sugerir otros nuevos para reemplazar-los. En la dinámica, por ejemplo, las tres leyesdel movimiento de Newton son menos el produc-to de nuevos experimentos que el de un intentode volver a interpretar observaciones conocidas,en términos de movimientos y acciones recípro-cas de los corpúsculos neutrales primarios. Exa-minemos sólo un ejemplo concreto. Puesto quelos corpúsculos neutrales sólo podían actuar unossobre otros por contacto, la visión mecánico-cor-puscular de la naturaleza dirigió la atención cien-tífica hacia un tema absolutamente nuevo deestudio, la alteración del movimiento de las par-tículas por medio de colisiones. Descartes anun-ció el problema y proporcionó su primera solu-ción supuesta. Huyghens, Wren y Wallis fuerontodavía más allá, en parte mediante experimen-tos con discos de péndulos que entraban en coli-sión; pero, principalmente, mediante la aplica-ción de características previamente conocidas delmovimiento al nuevo problema. Y Newton in-cluyó sus resultados en sus leyes del movimiento.La "acción" y "reacción" iguales de la tercera

5 Sobre el corpuscularismo en general, véase "The Es-tablishment of the Mechanical Philosophy", de Marie Boas.Osiris, X (1952), 412-541. Sobre el efecto de la forma delas partículas sobre el gusto, véase idem., p. 483.

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ley son los cambios en la cantidad de movimientoque experimentan las dos partes que entran encolisión. El mismo cambio de movimiento pro-porciona la definición de la fuerza dinámica im-plícita en la segunda ley. En este caso, como enmuchos otros durante el siglo XVII, elparadigma corpuscular engendró un nuevoproblema y una parte importante de susolución.6

Sin embargo, aunque gran parte del trabajo deNewton iba dirigido a problemas e incluía nor-mas derivadas de la visión mecánico-corpusculardel mundo, el efecto del paradigma que resultóde su trabajo fue un cambio ulterior y parcial-mente destructor de los problemas y las normaslegitimadas por la ciencia. La gravedad, interpre-tada como una atracción innata entre cualquierpar de partículas de materia, era una cualidadoculta en el mismo sentido que lo había sido la"tendencia a caer" de los escolásticos. Por con-siguiente, aunque continuaban siendo efectivas lasnormas del corpuscularismo, la búsqueda de unaexplicación mecánica de la gravedad fue uno delos problemas más difíciles para quienes acepta-ban los Principia como paradigma. Newton lededicó mucha atención, lo mismo que muchosde sus sucesores del siglo XVIII. La única opciónaparente era la de rechazar la teoría de Newtondebido a que no lograba explicar la gravedad, ytambién esta alternativa fue adoptada amplia-mente. Sin embargo, en última instancia, ningu-na de esas opiniones triunfó. Incapaces de prac-ticar la ciencia sin los Principia o de hacer queese trabajo se ajustara a las normas corpuscula-res del siglo XVII, los científicos aceptaron gra-dualmente la idea de que la gravedad, en realidad,era innata. Hacia mediados del siglo XVIIIesa

6 Dugas, La mé canique au XVIIe siè cle (Neuchatel, 1954),pp. 177-85, 284-98, 345-56.

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interpretación había sido casi universalmenteaceptada y el resultado fue una reversión ge-nuina (que no es lo mismo que retroceso) a unanorma escolástica. Las atracciones y repulsionesinnatas se unían al tamaño, a la forma, a la posi-ción y al movimiento como propiedades primarias,físicamente irreductibles, de la materia.7

El cambio resultante en las normas y proble-mas de la ciencia física fue una vez más de con-secuencias. Por ejemplo, hacia los años de ladécada de 1740, los electricistas podían hablar dela "virtud" atractiva del fluido eléctrico, sin in-currir en el ridículo que había acogido al doctorde Moliere un siglo antes. Al hacerlo así, losfenómenos eléctricos exhibieron, cada vez más,un orden diferente del que habían mostrado cuan-do se consideraban como los efectos de un efluviomecánico que sólo podía actuar por contacto.En particular, cuando la acción eléctrica a dis-tancia se convirtió por derecho propio en temade estudio, pudo reconocerse como uno de susefectos el fenómeno que ahora conocemos comocarga por inducción. Previamente, cuando se ob-servaba, se lo atribuía a la acción directa de"atmósferas" eléctricas o a las pérdidas inevita-bles en cualquier laboratorio eléctrico. La nuevavisión de los efectos de inducción fue, a su vez,la clave para el análisis que hizo Franklin de labotella de Leyden y, en esa forma, para el surgi-miento de un paradigma nuevo y newtoniano parala electricidad. La dinámica y la electricidad nofueron tampoco los únicos campos científicosafectados por la legitimación de la búsqueda defuerzas innatas de la materia. El gran caudal

7 I. B. Cohen, Franklin and Newton: An Inquiry intoSpeculative Newtonian Experimental Science and Fran-klin's Work in Electricity as an Example Thereof (Filadel-fia, 1956), caps, VI-VII.

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de literatura del siglo XVIII sobre afinidades quí-micas y series de reemplazo, se deriva también deeste aspecto supramecánico del newtonismo. Losquímicos que creían en esas atracciones diferen-ciales entre las diversas especies químicas, pre-pararon experimentos que no hubieran podidoconcebir antes y buscaron nuevos tipos de reac-ciones. Sin los datos y los conceptos químicosque se desarrollaron en el curso de este proceso,el trabajo posterior de Lavoisier y, de maneraespecial, el de Dalton, hubieran sido incompren-sibles.8 Los cambios en las normas que rigen losproblemas, conceptos y explicaciones admisibles,pueden transformar una ciencia. En la secciónsiguiente sugeriré incluso un sentido en el quepueden transformar al mundo.

En la historia de cualquier ciencia, casi en cual-quier periodo de su desarrollo, pueden encon-trarse otros ejemplos de esas diferencias nosustantivas entre paradigmas sucesivos. Por elmomento, contentémonos con otras dos ilustra-ciones, mucho más breves. Antes de la revoluciónquímica, una de las tareas reconocidas de la quí-mica era la de explicar las cualidades de lassustancias químicas y los cambios que sufríanesas cualidades durante las reacciones químicas.Con la ayuda de un número reducido de "princi-pios" elementales —uno de los cuales era el flo-gisto—, el químico debía explicar por qué algu-nas sustancias son acidas, otras básicas, combus-tibles, y así sucesivamente. En este sentido, sehabían logrado ciertos éxitos. Ya hemos hechonotar que el flogisto explicaba por qué los me-tales eran tan similares y hubiéramos podidodesarrollar una argumentación similar para los

8 Sobre la electricidad, véase idem, caps, VIII-IX.Sobre la química, véase Metzger, op. cit., 1a Parte.

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ácidos. Sin embargo, la reforma de Lavoisier, eli-minó finalmente los "principios" químicos y, deese modo, le quito a la química algo del poderreal de explicación y gran parte del potencial.Para compensar esa pérdida, era necesario uncambio en las normas. Durante gran parte delsiglo XIX, el no lograr explicar las cualidadesde los compuestos no era acusación contra unateoría química.9

También Clerk Maxwell compartía con otrosproponentes del siglo XIX de la teoríaondulatoria de la luz, la convicción de que lasondas de luz debían propagarse a través de unéter material. El diseño de un medio mecánicopara sostener a esas ondas fue un problemanormal para muchos de sus más capacescontemporáneos. Sin embargo, su propia teoríaelectromagnética de la luz, no dio ningunaexplicación sobre un medio capaz de soportar lasondas de luz y claramente hizo que dar talexplicación resultara mucho más difícil de lo quehabía parecido antes. Inicialmen-te, la teoría deMaxwell fue ampliamente rechazada por esasrazones; pero, como la teoría de Newton, la deMaxwell resultó difícil de excluir y cuandoalcanzó el status de paradigma, cambió la actitudde la comunidad hacia ella. Durante las primerasdécadas del siglo xx, la insistencia de Maxwell enla existencia de un éter mecánico pareció ser cadavez más algo así como un mero reconocimientoverbal y se abandonaron los intentos para diseñarun medio etéreo de ese tipo. Los científicos noconsideraron ya como no científico el hablar de un"desplazamiento" eléctrico, sin especificar quéestaba siendo desplazado. El resultado,nuevamente, fue un nuevo conjunto

9 E. Meyerson, Identity and Reality (Nueva York, 1930).cap. x.

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de problemas y normas que, en realidad, tuvomucho que ver con la aparición de la teoría dela relatividad.10

Esos cambios característicos en la concepciónde la comunidad científica sobre sus problemas ysus normas legítimos tendrían menos importan-cia para la tesis de este ensayo si fuera posiblesuponer que siempre tuvieron lugar de un tipometodológico más bajo a otro más elevado. Eneste caso, asimismo, sus efectos parecerían seracumulativos. No es extraño que algunos histo-riadores hayan argumentado que la historia dela ciencia registra un aumento continuo de lamadurez y el refinamiento de la concepción delhombre sobre la naturaleza de la ciencia.11 Sinembargo, el argumento en pro del desarrollo acu-mulativo de los problemas y las normas de laciencia es todavía más difícil de establecer queel de la acumulación de las teorías. El intentopara explicar la gravedad, aunque abandonadoconvenientemente por la mayoría de los científi-cos del siglo XVIII, no iba dirigido a un problemaintrínsecamente ilegítimo; las objeciones a lasfuerzas innatas no eran inherentemente no cien-tíficas ni metafísicas en sentido peyorativo. Noexisten normas externas que permitan ese juicio.Lo que ocurrió no fue ni un trastorno ni unaelevación de las normas, sino simplemente uncambio exigido por la adopción de un nuevoparadigma. Además, desde entonces, ese cambiofue invertido, y puede volver a serlo. En el si-glo xx, Einstein logró explicar las atracciones

10 E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aetherand Electricity, II (Londres, 1953), 28-30.

11 Sobre una tentativa brillante y absolutamente aldía de encajar el desarrollo científico en este lecho deProcusto, véase The Edge of Objectivity: An Essay in theHistory of Scientific Ideas, de C. C. Gillispie (Princeton,1960).

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gravitacionales y esta explicación hizo que laciencia regresara a un conjunto de cánones yproblemas, a este respecto, que se parece mása los de los predecesores de Newton que a losde sus sucesores. Asimismo, el desarrollo de lamecánica cuántica ha invertido la prohibición me-todológica que tuvo su origen en la revoluciónquímica. Los químicos actualmente intentan, ycon gran éxito, explicar el color, el estado deagregación y otras cualidades de las sustanciasutilizadas y producidas en sus laboratorios. Esposible que esté teniendo lugar también una in-versión similar en la teoría electromagnética. Elespacio, en la física contemporánea, no es el sus-trato inerte y homogéneo empleado tanto en lateoría de Newton como en la de Maxwell; algu-nas de sus nuevas propiedades no son muy dife-rentes de las atribuidas antiguamente al éter; esposible que lleguemos a saber, algún día, qué esun desplazamiento eléctrico.

Cambiando el acento de las funciones cognosci-tivas a las normativas de los paradigmas, losejemplos anteriores aumentan nuestra compren-sión de los modos en que dan forma los para-digmas a la vida científica. Previamente, hemosexaminado, sobre todo, el papel desempeñado porun paradigma como vehículo para la teoría cien-tífica. En este papel, su función es la de decir a loscientíficos qué entidades contiene y no contienela naturaleza y cómo se comportan esas entida-des. Esta información proporciona un mapa cu-yos detalles son elucidados por medio de lasinvestigaciones científicas avanzadas. Y puestoque la naturaleza es demasiado compleja y va-riada como para poder estudiarla al azar, estemapa es tan esencial como la observación y laexperimentación para el desarrollo continuo dela ciencia. A través de las teorías que engloban,

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los paradigmas resultan esenciales para las acti-vidades de investigación. Sin embargo, son tam-bién esenciales para la ciencia en otros aspectosy esto es lo que nos interesa en este momento.En particular, nuestros ejemplos más recientesmuestran que los paradigmas no sólo proporcio-nan a los científicos mapas sino también algunasde las indicaciones principales para el estableci-miento de mapas. Al aprender un paradigma, elcientífico adquiere al mismo tiempo teoría, mé-todos y normas, casi siempre en una mezcla inse-parable. Por consiguiente, cuando cambian losparadigmas, hay normalmente transformacionesimportantes de los criterios que determinan lalegitimidad tanto de los problemas como de lassoluciones propuestas.

Esta observación nos hace regresar al puntoen que se inició esta sección, pues nos proporcio-na nuestra primera indicación explícita de porqué la elección entre paradigmas en competenciaplantea regularmente preguntas que no puedenser contestadas por los criterios de la ciencianormal. Hasta el punto, tan importante comoincompleto, en el que dos escuelas científicas quese encuentren en desacuerdo sobre qué es un pro-blema y qué es una solución, inevitablemente ten-drán que chocar al debatir los méritos relativosde sus respectivos paradigmas. En los argumen-tos parcialmente circulares que resultan regular-mente, se demostrará que cada paradigma satis-face más o menos los criterios que dicta para símismo y que sé queda atrás en algunos de losdictados por su oponente. Hay también otras ra-zones para lo incompleto del contacto lógico quecaracteriza siempre a los debates paradigmáticos.Por ejemplo, puesto que ningún paradigma re-suelve todos los problemas que define y puestoque no hay dos paradigmas que dejen sin resol-

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ver los mismos problemas, los debates paradig-máticos involucran siempre la pregunta: ¿Quéproblema es más significativo resolver? Como lacuestión de la competencia de normas, esta cues-tión de valores sólo puede contestarse en térmi-nos de criterios que se encuentran absolutamentefuera de la ciencia normal y es ese recurso a cri-terios externos lo que de manera más obvia hacerevolucionarios los debates paradigmáticos. Sinembargo, se encuentra también en juego algomás fundamental que las normas y los valores.Hasta ahora, sólo he argüido que los paradigmasson parte constitutiva de la ciencia. A continua-ción, deseo mostrar un sentido en que son tam-bién parte constitutiva de la naturaleza.

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X. LAS REVOLUCIONES COMO CAMBIOSDEL CONCEPTO DEL MUNDO

EXAMINANDO el registro de la investigación pa-sada, desde la atalaya de la historiografía contem-poránea, el historiador de la ciencia puede sen-tirse tentado a proclamar que cuando cambian losparadigmas, el mundo mismo cambia con ellos.Guiados por un nuevo paradigma, los científicosadoptan nuevos instrumentos y buscan en luga-res nuevos. Lo que es todavía más importante,durante las revoluciones los científicos ven cosasnuevas y diferentes al mirar con instrumentos co-nocidos y en lugares en los que ya habían buscadoantes. Es algo así como si la comunidad profe-sional fuera transportada repentinamente a otroplaneta, donde los objetos familiares se ven bajouna luz diferente y, además, se les unen otrosobjetos desconocidos. Por supuesto, no sucedenada de eso: no hay transplantación geográfica;fuera del laboratorio, la vida cotidiana continúacomo antes. Sin embargo, los cambios de para-digmas hacen que los científicos vean el mundode investigación, que les es propio, de maneradiferente. En la medida en que su único accesopara ese mundo se lleva a cabo a través de loque ven y hacen, podemos desear decir que, des-pués de una revolución, los científicos respon-den a un mundo diferente.Las demostraciones conocidas de un cambio enla forma (Gestalt) visual resultan muy sugestivascomo prototipos elementales para esas trans-formaciones del mundo científico. Lo que antesde la revolución eran patos en el mundo delcientífico, se convierte en conejos después. Elhombre que veía antes el exterior de la caja

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desde arriba, ve ahora su interior desde abajo.Las transformaciones como ésas, aunque habi-tualmente más graduales y casi siempre irrever-sibles, son acompañantes comunes de la prepa-ración de los científicos. Al mirar el contornode un mapa, el estudiante ve líneas sobre un pa-pel, mientras que el cartógrafo ve una fotografíade un terreno. Al examinar una fotografía decámara de burbujas, el estudiante ve líneas inte-rrumpidas que se confunden, mientras que el fí-sico un registro de sucesos subnucleares que leson familiares. Sólo después de cierto númerode esas transformaciones de la visión, el estu-diante se convierte en habitante del mundo delos científicos, ve lo que ven los científicos yresponde en la misma forma que ellos. Sin em-bargo, el mundo al que entonces penetra el estu-diante no queda fijo de una vez por todas, poruna parte, por la naturaleza del medio ambientey de la ciencia, por la otra. Más bien, esconjuntamente determinado por el medio ambien-te y por la tradición particular de la ciencianormal que el estudiante se ha preparado a se-guir. Por consiguiente, en tiempos de revolución,cuando la tradición científica normal cambia, lapercepción que el científico tiene de su medioambiente debe ser reeducada, en algunas situacio-nes en las que se ha familiarizado, debe aprendera ver una forma (Gestalt) nueva. Después de quelo haga, el mundo de sus investigaciones pare-cerá, en algunos aspectos, incomparable con elque habitaba antes. Ésa es otra de las razonespor las que las escuelas guiadas por paradigmasdiferentes se encuentran siempre, ligeramente, enpugna involuntaria.

Por supuesto, en su forma más usual, los expe-rimentos de forma (Gestalt) ilustran sólo la na-turaleza de las transformaciones perceptuales.

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No nos indican nada sobre el papel desempeñadopor los paradigmas o el de las experiencias pre-viamente asimiladas en el proceso de percepción.Pero sobre ese punto existe un caudal impor-tante de literatura psicológica, gran parte de lacual procede de los trabajos pioneros del Hano-ver Institute. Un sujeto experimental que se poneanteojos ajustados con lentes inversos verá ini-cialmente todo el mundo cabeza abajo. Al prin-cipio este cuadro de percepción funciona comosi hubiera sido preparado para que funcionara afalta de lentes y el resultado es una gran des-orientación y una crisis personal aguda. Perodespués de que el sujeto ha comenzado a apren-der a conducirse en su nuevo mundo, todo sucampo visual se transforma, habitualmente des-pués de un periodo intermedio en el que la visiónresulta simplemente confusa. Después, los obje-tos pueden nuevamente verse como antes de uti-lizar los lentes. La asimilación de un campo devisión previamente anómalo ha reaccionado so-bre el campo mismo, haciéndolo cambiar.1 Tantoliteral como metafóricamente, el hombre acos-tumbrado a los lentes inversos habrá sufrido unatransformación revolucionaria de la visión.

Los sujetos del experimento de las cartas anó-malas de la baraja, que vimos en la sección VI,sufrieron una transformación muy similar. Hastaque aprendieron, por medio de una prolongadaexposición, que el Universo contenía cartas anó-malas, vieron sólo los tipos de cartas para los queexperiencias previas los habían preparado. Sin

1 Los experimentos originales fueron llevados a cabo,por George M. Stratton, "Vision without Inversion of theRetinal Image", Psychological Review, IV (1897), 341-60,463-81. Una revisión más al día es proporcionada porHarvey A. Carr, en An Introduction to Space Perception(Nueva York, 1935), pp. 18-57.

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embargo, una vez que la experiencia les propor-cionó las categorías complementarias necesarias,fueron capaces de ver todas las cartas anómalasdurante una primera inspección suficientementelarga como para permitir cualquier identifica-ción. Otros experimentos han demostrado que eltamaño, el color, etc., percibidos en objetos ex-perimentalmente exhibidos, varían también deacuerdo con la preparación y el adiestramientoprevios de los sujetos.2 Al examinar la rica lite-ratura experimental de que hemos extraído esosejemplos, podemos llegar, a sospechar que es necesario algo similar a un paradigma como requi-sito previo para la percepción misma. Lo que veun hombre depende tanto de lo que mira comode lo que su experiencia visual y conceptual pre-via lo ha preparado a ver. En ausencia de esapreparación sólo puede haber, en opinión deWilliam James, "una confusión floreciente y zum-bante" ("a bloomin' buzzin' confusión").

En los últimos años, varios de los eruditos in-teresados en la historia de la ciencia han consi-derado los tipos de experimentos descritos antescomo muy sugestivos. En particular, N. R. Han-son ha utilizado demostraciones de forma (Ges-talt) para elaborar algunas de las mismas con-secuencias de las creencias científicas que meocupan en este ensayo.3 Otros colegas han hechonotar repetidamente que la historia/de la cienciatendría un sentido más claro y coherente si se

2 Para ejemplos, véase "The Influence of Suggestionon the Relationship between Stimulus Size and PerceivedDistance", de Albert H. Hastrof. Journal of Psychology,XXIX (1950). 195-217; y "Expectations and the Perceptionof Color", de Jerome S. Bruner, Leo Postman y JohnRodrigues, American Journal of Psychology, LXIV (1951),216-27.

3 N. R. Hanson. Patterns of Discovery (Cambridge,1958), cap. I.

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pudiera suponer que los científicos experimen-tan, a veces, cambios de percepción como los queacabamos de describir. Sin embargo, aun cuan-do los experimentos psicológicos son sugestivos,no pueden ser más que eso, dada la naturalezadel caso. Muestran características de percepciónque podrían ser cruciales para el desarrollo cien-tífico; pero no demuestran que la observacióncuidadosa y controlada de los científicos investi-gadores comparta en absoluto esas características.Además, la naturaleza misma de esos experimen-tos hace que resulte imposible cualquier demos-tración directa de ese punto. Para que el ejemplohistórico pueda hacer que esos experimentos psi-cológicos parezcan ser importantes, deberemosanotar primeramente los tipos de pruebas quepodemos esperar que nos proporcione la historiay los que no podremos encontrar en ella.

El sujeto de una demostración de forma (Ges-talt) sabe que su percepción ha cambiado debidoa que puede cambiarla en ambos sentidos repeti-damente, mientras sostiene el mismo libro o lamisma hoja de papel en la mano. Dándose cuentade que no hay nada en su medio ambiente quehaya cambiado, dirige cada vez más su atenciónno a la figura (pato o conejo) sino a las líneasdel papel que está observando. Finalmente, pue-de aprender incluso a ver esas líneas, sin verninguna de las figuras y puede decir (lo que nohubiera podido decir legítimamente antes) quelo que ve realmente son esas líneas; pero que,alternativamente, las ve como un pato y como unconejo. Por el mismo motivo, el sujeto del expe-rimento de cartas anómalas sabe (o, más exacta-mente, puede ser persuadido de) que su percep-ción debe haber cambiado porque una autoridadexterna, el experimentador, le asegura que, a pe-sar de lo que haya visto, estuvo mirando siempre

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un cinco de corazones negro. En esos dos casos,como en todos los experimentos psicológicos si-milares, la efectividad de la demostración depen-de de si se analiza de ese modo o no. A menosque exista un patrón externo con respecto al quepueda demostrarse un cambio de visión, no po-drá sacarse ninguna conclusión sobre posibili-dades alternativas de percepción.

Sin embargo, sin observación científica la si-tuación es exactamente la inversa. El científicono puede tener ningún recurso por encima o másallá de lo que ve con sus ojos y sus instrumen-tos. Si hubiera alguna autoridad más elevada,recurriendo a la cual pudiera demostrarse quesu visión había cambiado, esa autoridad se con-vertiría ella misma en la fuente de ese dato y elcomportamiento de su visión podría convertirseen fuente de problemas (como lo es para el psi-cólogo la del sujeto experimental). Se presenta-rían los mismos tipos de problemas si el cientí-fico avanzara y retrocediera como el sujeto delos experimentos de forma (Gestalt). El periododurante el que la luz era "a veces una onda y aveces una partícula" fue un periodo de crisis—un periodo en que algo iba mal— y concluyósólo con el desarrollo de la mecánica ondulatoriay la comprensión de que la luz era una entidadconsistente en sí misma y diferente tanto de lasondas como de las partículas. Por consiguiente,en las ciencias, si los cambios perceptuales acom-pañan a los de paradigma, no podremos esperarque los científicos atestigüen directamente sobreesos cambios. Al mirar a la Luna, el convertidoa la teoría de Copérnico no dice: "Antes veía unplaneta; pero ahora veo un satélite". Esta fraseimplicaría un sentido en el que el sistema deTolomeo hubiera sido correcto alguna vez. Encambio, alguien que se haya convertido a la nue-

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va astronomía dice: "Antes creía que la Luna eraun planeta (o la veía como tal); pero estabaequivocado". Este tipo de enunciado vuelve apresentarse en el periodo inmediatamente poste-rior a las revoluciones científicas. Si oculta ordi-nariamente un cambio de visión científica o al-guna otra transformación mental que tenga elmismo efecto, no podremos esperar un testimo-nio directo sobre ese cambio. Más bien, debere-mos buscar evidencia indirecta y de comporta-miento de que el científico que dispone de unnuevo paradigma ve de manera diferente a comolo hacía antes.

Regresemos ahora a los datos y pregúntemenosqué tipos de transformaciones del mundo cien-tífico puede descubrir el historiador que creaen esos cambios. El descubrimiento de Uranopor Sir William Herschel proporciona un primerejemplo que es muy similar al experimento delas cartas anómalas. Al menos en diecisiete oca-siones diferentes, entre 1690 y 1781, una serie deastrónomos, incluyendo a varios de los observa-dores más eminentes de Europa, vieron una estre-lla en posiciones que suponemos actualmente quedebía ocupar entonces Urano. Uno de los mejo-res observadores de dicho grupo vio realmente laestrella durante cuatro noches sucesivas, en 1769,sin notar el movimiento que podía haber suge-rido otra identificación. Herschel, cuando obser-vó por primera vez el mismo objeto, doce añosmás tarde, lo hizo con un telescopio perfeccio-nado, de su propia fabricación. Como resultadode ello, pudo notar un tamaño aparente del discoque era, cuando menos, muy poco usual para lasestrellas. Había en ello algo raro y, por consi-guiente, aplazó la identificación hasta llevar acabo un examen más detenido. Ese examen mostróel movimiento de Urano entre las estrellas y,

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como consecuencia, Herschel anunció que habíavisto un nuevo corneta. Sólo al cabo de variosmeses, después de varias tentativas infructuosaspara ajustar el movimiento observado a una ór-bita de cometa, Lexell sugirió que la órbita eraprobablemente planetaria.4 Cuando se aceptó esasugestión, hubo varias estrellas menos y un pla-neta más en el mundo de los astrónomos profe-sionales. Un cuerpo celeste que había sido obser-vado varias veces, durante casi un siglo, era vistodiferentemente a partir de 1781 debido a que,como una de las cartas anómalas, no podía ajus-tarse ya a las categorías perceptuales (estrellao cometa) proporcionadas por el paradigma quehabía prevalecido antes.

El cambio de visión que permitió a los astró-nomos ver a Urano como planeta no parece, noobstante, haber afectado sólo la percepción deese objeto previamente observado. Sus conse-cuencias fueron mucho más lejos. Probablemente,aunque las pruebas son engañosas, el cambiomenor de paradigma que produjo Herschel con-tribuyó a preparar a los astrónomos para el descubrimiento rápido, después de 1801, de nume-rosos planetas menores o asteroides. A causa desu tamaño pequeño, los asteroides no mostrabanel aumento anómalo que había alertado a Her-schel. Sin embargo, los astrónomos preparadospara ver planetas adicionales fueron capaces, coninstrumentos ordinarios, de identificar veinte deellos durante los primeros cincuenta años del si-glo XIX.5 La historia de la astronomía propor-

4 Peter Doig, A Concise History of Astronomy (Londres, 1950), pp. 115-16.

5 Rudolph Wolf, Geschichte der Astronomic (Munich.1877), pp. 513-15. 683-93. Nótese, principalmente, lo difícilque hace el informe de Wolf el explicar esos descubrimientos como consecuencias de la ley de Bode.

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ciona muchos otros ejemplos de cambios induci-dos por los paradigmas en la percepción científica,algunos de ellos incluso menos equívocos. Porejemplo, ¿es concebible que fuera un accidenteel que los astrónomos occidentales vieran porprimera vez cambios en el firmamento, que anteshabía sido considerado como inmutable, duranteel medio siglo que siguió a la primera proposi-ción del paradigma de Copérnico? Los chinos,cuyas creencias cosmológicas no excluían el cam-bio celeste, habían registrado en fecha muy ante-rior la aparición de muchas estrellas nuevas enel firmamento. Asimismo, incluso sin ayuda detelescopios, los chinos habían registrado sistemá-ticamente la aparición de manchas solares, siglosantes de que fueran observadas por Galileo ysus contemporáneos.6 Tampoco fueron las man-chas solares y una nueva estrella los únicos ejem-plos de cambios celestes que surgieron en elfirmamento de los astrónomos occidentales, in-mediatamente después de Copérnico. Utilizandoinstrumentos tradicionales, algunos tan simplescomo un pedazo de hilo, los astrónomos de finesdel siglo XVI descubrieron repetidamente que loscometas se desplazan libremente por el espacioreservado previamente a los planetas y a lasestrellas fijas.7 La facilidad y la rapidez mismascon que los astrónomos vieron cosas nuevas alobservar objetos antiguos con instrumentos an-tiguos puede hacernos desear decir que, despuésde Copérnico, los astrónomos vivieron en unmundo diferente. En todo caso, sus investigacio-nes dieron resultados como si ése fuera el caso.Seleccionamos los ejemplos anteriores de la as-

6 Joseph Needham, Science and Civilization in China, III(Cambridge, 1959), 423-29, 434-36.

7 T. S. Kuhn, The Copernican Revolution (Cambridge,Mass., 1957), pp. 206-9.

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tronomía, debido a que los informes sobre lasobservaciones celestes se hacen, frecuentemente,en un vocabulario que consiste relativamente entérminos puramente observacionales. Sólo en esosinformes podemos esperar hallar algo semejantea un paralelismo pleno entre las observacionesde los científicos y las de los sujetos experimen-tales de los psicólogos. Pero no es necesario in-sistir en un paralelismo tan completo y podremosobtener mucho si flexibilizamos nuestro patrón.Si nos contentamos con el uso cotidiano del ver-bo 'ver', podremos rápidamente reconocer queya hemos encontrado muchos otros ejemplos delos cambios en la percepción científica que acom-pañan al cambio de paradigma. El uso extendidode 'percepción' y de 'ver' requerirá pronto unadefensa explícita; pero, primeramente, ilustrarésu aplicación en la práctica.

Volvamos a ver, durante un momento, dos denuestros ejemplos anteriores, sacados de la his-toria de la electricidad. Durante el siglo XVII,cuando sus investigaciones eran guiadas por al-guna de las teorías de los efluvios, los electricistasvieron repetidamente limaduras o granzas que re-botaban o caían de los cuerpos eléctricos que lashabían atraído. Al menos, eso es lo que los obser-vadores del siglo XVII decían que veían y no tene-mos más motivos para poner en duda sus infor-mes de percepción que los nuestros. Colocadosante los mismos aparatos, los observadores mo-dernos verían una repulsión electrostática (másque un rebote mecánico o gravitacional), perohistóricamente, con una excepción pasada poralto universalmente, la repulsión electrostática nofue vista como tal hasta que el aparato en granescala de Hauksbee aumentó mucho sus efectos.Sin embargo, la repulsión, después de la electri-ficación de contacto, fue sólo uno de los muchos

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efectos de repulsión que vio Hauksbee. A travésde sus investigaciones, ]a repulsión repentina-mente se convirtió, más bien, como en un cambiode forma (Gestalt), en la manifestación fundamen-tal de la electrificación y, entonces, fue precisoexplicar la atracción.8 Los fenómenos eléctricosvisibles a comienzos del siglo XVIII fueron mássutiles y variados que los vistos por los observa-dores del siglo XVII. O también, después de laasimilación del paradigma de Franklin, el electri-cista que miraba una botella de Leyden vio algodiferente de lo que había visto antes. El instru-mento se había convertido en un condensador,que no necesitaba ni la forma de botella ni serde cristal. En lugar de ello, los dos recubrimien-tos conductores —uno de los cuales no había for-mado parte del instrumento original— se hicieronprominentes. Como atestiguan tanto las exposi-ciones escritas como las representaciones pictó-ricas, de manera gradual dos placas metálicas,con un cuerpo no conductor entre ellas, se habíaconvertido en el prototipo de la clase.9 Simultá-neamente, otros efectos de inducción recibieronnuevas descripciones y otros más fueron notadospor primera vez.

Los cambios de este tipo no son exclusivos dela astronomía y la electricidad. Ya hemos hechonotar algunas de las transformaciones similaresde la visión que pueden sacarse de la historia dela química. Como dijimos, Lavoisier vio oxígenodonde Priestley había visto aire deflogistizado ydonde otros no habían visto nada en absoluto.Sin embargo, al aprender a ver oxígeno, Lavoisier

8 Duane Roller y Duane H. D. Roller, The Develop-ment of the Concept of Electric Charge (Cambridge, Mass.,1954), pp. 21-29.

9 Véase la discusión, en la Sección VII, y la literaturaindicada en esa sección en la nota número 9.

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tuvo que modificar también su visión de otrasmuchas substancias más conocidas. Por ejemplo,vio un mineral compuesto donde Priestley y suscontemporáneos habían visto una tierra elemen-tal y había, además, otros varios cambios. Cuandomenos, como resultado de su descubrimiento deloxígeno, Lavoisier vio a la naturaleza de maneradiferente. Y a falta de algún recurso a esa natu-raleza fija e hipotética que "veía diferentemente",el principio de economía nos exigirá decir que,después de descubrir el oxígeno, Lavoisier tra-bajó en un mundo diferente.

Me preguntaré en breve si existe la posibilidadde evitar esa extraña frase; pero, antes, necesita-mos un ejemplo más de su uso, derivado de unade las partes mejor conocidas del trabajo de Ga-lileo. Desde la Antigüedad más remota, la mayo-ría de las personas han visto algún objeto pesadobalanceándose al extremo de una cuerda o cade-na, hasta que finalmente queda en reposo. Paralos aristotélicos, que creían que un cuerpo pesadose desplazaba por su propia naturaleza de unaposición superior a una más baja hasta llegar aun estado de reposo natural, el cuerpo que sebalanceaba simplemente estaba cayendo con di-ficultad. Sujeto a la cadena, sólo podía quedaren reposo en su posición más baja, después de unmovimiento tortuoso y de un tiempo considerable.Galileo, por otra parte, al observar el cuerpo quese balanceaba, vio un péndulo, un cuerpo que casilograba repetir el mismo movimiento, una y otravez, hasta el infinito. Y después de ver esto,Galileo observó también otras propiedades delpéndulo y construyó muchas de las partes másimportantes y originales de su nueva dinámica,de acuerdo con esas propiedades. Por ejemplo, delas propiedades del péndulo, Galileo dedujo susúnicos argumentos completos y exactos para la

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independencia del peso y del índice de caída, asícomo también para la relación entre el peso ver-tical y la velocidad final de los movimientos des-cendentes sobre un plano inclinado.10 Todos esosfenómenos naturales los vio diferentemente decomo habían sido vistos antes.

¿Por qué tuvo lugar ese cambio de visión? Porsupuesto, gracias al genio individual de Galileo.Pero nótese que el genio no se manifiesta en estecaso como observación más exacta u objetiva delcuerpo oscilante. De manera descriptiva, la per-cepción aristotélica tiene la misma exactitud.Cuando Galileo informó que el periodo del pén-dulo era independiente de la amplitud, para am-plitudes de hasta 90°, su imagen del péndulo lollevó a ver en él una regularidad mucho mayorque la que podemos descubrir en la actualidad endicho péndulo.11 Más bien, lo que parece haberestado involucrado es la explotación por el ge-nio de las posibilidades perceptuales disponibles,debido a un cambio del paradigma medieval.Galileo no había recibido una instrucción total-mente aristotélica. Por el contrario, había sido pre-parado para analizar los movimientos, de acuerdocon la teoría del ímpetu, un paradigma del finalde la Edad Media, que sostenía que el movimientocontinuo de un cuerpo pesado se debía a unpoder interno, implantado en él por el impulsorque inició su movimiento. Jean Buridan y NicoleOresme, los escolásticos del siglo XIV que lleva-ron la teoría del ímpetu a sus formulaciones másperfectas, son los primeros hombres de quienesse sabe que vieron en los movimientos de oscila-ción una parte de lo que vio en ellos Galileo.

10 Galileo Galilei, Dialogues Concerning Two NewSciences, trad. H. Crew y A. de Salvio (Evanston, III,1946), pp. 80-81, 162-66.

11 Ibid., pp. 91-94, 244.

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Buridan describe el movimiento de una cuerdaque vibra como aquel en el que el ímpetu esimplantado primeramente cuando se golpea lacuerda; ese ímpetu se consume al desplazarsela cuerda en contra de la resistencia ofrecida porsu tensión; a continuación, la tensión lleva a lacuerda hacia atrás, implantando un ímpetu cre-ciente hasta alcanzar el punto medio del movi-miento; después de ello, el ímpetu desplaza ala cuerda en sentido contrario, otra vez contra latensión de la cuerda, y así sucesivamente en unproceso simétrico que puede continuar indefini-damente. Más avanzado el siglo, Oresme bosquejóun análisis similar de la piedra que se balancea,en lo que ahora, aparece como la primera discu-sión sobre un péndulo.12 De manera clara, suopinión se encuentra muy cerca de la que tuvoGalileo cuando abordó por primera vez el estudiodel péndulo. Al menos, en el caso de Oresme ycasi seguro que también en el de Galileo, fue unavisión hecha posible por la transición del para-digma aristotélico original al paradigma escolás-tico del ímpetu para el movimiento. Hasta quese inventó ese paradigma escolástico no hubopéndulo, sino solamente piedras oscilantes, paraque pudiera verlas el científico. Los péndulos co-menzaron a existir gracias a algo muy similar alcambio de forma (Gestalt) provocado por un pa-radigma.

Sin embargo, ¿necesitamos realmente describirlo que separa a Galileo de Aristóteles o a Lavoi-sier de Priestley como una transformación de lavisión? ¿Vieron realmente esos hombres cosas di-ferentes al mirar los mismos tipos de objetos?¿Hay algún sentido legítimo en el que podamosdecir que realizaban sus investigaciones en mun-

12 M. Clagett, The Science of Mechanics in the MiddleAges (Madison, Wis., 1959), pp. 537-38, 570.

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dos diferentes? No es posible continuar apla-zando estas preguntas, ya que existe otro modoevidente y mucho más habitual de describir to-dos los ejemplos históricos delineados antes. Mu-chos lectores desearán decir, seguramente, que loque cambia con un paradigma es sólo la interpre-tación que hacen los científicos de las observa-ciones, que son fijadas, una vez por todas, por lanaturaleza del medio ambiente y del aparato per-ceptual. Según esta opinión, Lavoisier y Priestleyvieron ambos el oxígeno, pero interpretaron susobservaciones de manera diferente; Aristóteles yGalileo vieron ambos el péndulo, pero difirieronen sus interpretaciones de lo que ambos habíanvisto. Ante todo diré que esta opinión muy habi-tual sobre lo que sucede cuando los científicoscambian de manera de pensar sobre cuestionesfundamentales, no puede ser ni completamenteerrónea ni una simple equivocación. Más bienes una parte esencial de un paradigma filosóficoiniciado por Descartes y desarrollado al mismotiempo que la dinámica de Newton. Ese paradig-ma ha rendido buenos servicios tanto a la cienciacomo a la filosofía. Su explotación, como la dela dinámica misma, ha dado como fruto una com-prensión fundamental que quizá no hubiera po-dido lograrse en otra forma. Pero, como indicatambién el ejemplo de la dinámica de Newton,ni siquiera los éxitos pretéritos más sorprendentespueden garantizar que sea posible aplazarindefinidamente una crisis. Las investigacionesactuales en partes de la filosofía, la psicología,la lingüística, e incluso la historia del arte, seunen para sugerir que el paradigma tradicionalse encuentra en cierto modo, desviado. Estefracaso en el ajuste aparece también cada vezcon mayor claridad en el curso del estudio his-tórico de la ciencia, hacia el cual habremos de

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orientar necesariamente la mayor parte de nues-tra atención.

Ninguno de esos temas productores de crisisha creado todavía una alternativa viable para elparadigma epistemológico tradicional; pero co-mienzan a insinuar lo que serán algunas de lascaracterísticas de ese paradigma. Por ejemplo,me doy cuenta perfectamente de la dificultadcreada al decir que, cuando Aristóteles y Galileomiraron a piedras oscilantes, el primero vio unacaída forzada y el segundo un péndulo. Las mis-mas dificultades presentan, en forma todavía másfundamental, las frases iniciales de esta sección:aunque el mundo no cambia con un cambio deparadigma, el científico después trabaja en unmundo diferente. No obstante, estoy convencidode que debemos aprender a interpretar el sen-tido de enunciados que, por lo menos, se parez-can a ésos. Lo que sucede durante una revolucióncientífica no puede reducirse completamente auna reinterpretación de datos individuales y es-tables. En primer lugar, los datos no son inequí-vocamente estables. Un péndulo no es una piedraque cae, ni el oxígeno es aire deflogistizado.Por consiguiente, los datos que reúnen los cien-tíficos de esos objetos diversos son, como vere-mos muy pronto, ellos mismos diferentes. Lo quees más importante, el proceso por medio delcual el individuo o la comunidad lleva a cabo latransición de la caída forzada al péndulo o delaire deflogistizado al oxígeno no se parece a unainterpretación. ¿Cómo podría serlo, a falta dedatos fijos que pudieran interpretar los cientí-ficos? En lugar de ser un intérprete, el científicoque acepta un nuevo paradigma es como el hom-bre que lleva lentes inversores. Frente a la mis-ma constelación de objetos que antes, y sabiendoque se encuentra ante ellos, los encuentra, no

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obstante, transformados totalmente en muchos desus detalles.

Ninguno de estos comentarios pretende indi-car que los científicos no interpretan caracterís-ticamente las observaciones y los datos. Por elcontrario, Galileo interpretó las observaciones delpéndulo y Aristóteles las de las piedras en caída,Musschenbroek las observaciones de una botellallena de carga eléctrica y Franklin las de un con-densador. Pero cada una de esas interpretacio-nes presuponía un paradigma. Eran partes de laciencia normal, una empresa que, como ya hemosvisto, tiene como fin el refinar, ampliar y articu-lar un paradigma que ya existe. En la sección IIIpresentamos muchos ejemplos en los que la in-terpretación desempeñaba un papel esencial. Esosejemplos eran típicos en la mayoría abrumadorade las investigaciones. En cada uno de ellos, envirtud de un paradigma aceptado, el científicosabía qué era un dato, qué instrumentos podíanutilizarse para ubicarlo y qué conceptos eran im-portantes para su interpretación. Dado un para-digma, la interpretación de datos es crucial parala empresa de explorarlo.

Pero esta empresa de interpretación —y esefue el tema del antepenúltimo párrafo— sólopuede articular un paradigma, no corregirlo. Losparadigmas no pueden ser corregidos por la cien-cia normal. En cambio, como ya hemos visto,la ciencia normal conduce sólo, en último aná-lisis, al reconocimiento de anomalías y a crisis.Y éstas se terminan, no mediante deliberación ointerpretación, sino por un suceso relativamenterepentino y no estructurado, como el cambio deforma (Gestalt). Entonces, los científicos hablancon frecuencia de las "vendas que se les caende los ojos" o de la "iluminación repentina" que"inunda" un enigma previamente oscuro, permi-

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tiendo que sus componentes se vean de unamanera nueva que permite por primera vez suresolución. En otras ocasiones, la iluminaciónpertinente se presenta durante el sueño.13 Ningúnsentido ordinario del término "interpretación" seajusta a esos chispazos de la Intuición por mediode los que nace un nuevo paradigma. Aunqueesas intuiciones dependen de la experiencia, tantoanómala como congruente, obtenida con elantiguo paradigma, no se encadenan lógica nigradualmentes a conceptos particulares de esa ex-periencia como sucedería si se tratara de inter-pretaciones. En lugar de ello, reúnen grandesporciones de esa experiencia y las transformanpara incluirlas en el caudal muy diferente deexperiencia que será más tarde, de manera gra-dual, insertado al nuevo paradigma, y no alantiguo.

Para aprender algo más sobre cuáles puedenser esas diferencias de experiencia, volvamos porun momento a Aristóteles, Galileo y el péndulo.¿Qué datos pusieron a su alcance la interacciónde sus diferentes paradigmas y su medio ambientecomún? Al ver la caída forzada, el aristotélicomediría (o al menos discutiría; el aristotélico ra-ramente medía) el peso de la piedra, la alturavertical a que había sido elevada y el tiemporequerido para que quedara en reposo. Juntocon la resistencia del medio, ésas fueron las ca-tegorías conceptuales tomadas en consideraciónpor la ciencia aristotélica para tratar la caída de

13 Jacques Hadamard, Subconscient intuition, et logique dans la recherche scientifique. Conférence faite auPalais de la Découverte le 8 Décembre 1945 (Alençon,s.f.), pp. 7-8. Un informe mucho más completo, aunquerestringido a las innovaciones matemáticas, es la obradel mismo autor: The Psychology of Invention in theMathematical Field (Princeton, 1949).

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un cuerpo.14 La investigación normal guiada porellas no hubiera podido producir las leyes quedescubrió Galileo. Sólo podía —y lo hizo por otrocamino— conducir a la serie de crisis de la quesurgió la visión de Galileo de la piedra oscilante.Como resultado de estas crisis y de otros cambiosintelectuales, Galileo vio la piedra que se balan-ceaba de manera totalmente diferente. El trabajode Arquímedes sobre los cuerpos flotantes hizoque el medio no fuera esencial; la teoría delímpetu hacía que el movimiento fuera simétricoy duradero; y el neoplatonismo dirigió la aten-ción de Galileo hacia la forma circular del movi-miento.15 Por consiguiente, midió sólo el peso, elradio, el desplazamiento angular y el tiempo poroscilación, que eran precisamente los datos quepodían interpretarse de tal modo que produjeranlas leyes de Galileo para el péndulo. En realidad,la interpretación resultó casi innecesaria. Con losparadigmas de Galileo, las regularidades similaresa las del péndulo eran casi accesibles a la inspec-ción. De otro modo, ¿cómo podríamos explicar eldescubrimiento hecho por Galileo de que el perio-do de oscilación es enteramente independiente dela amplitud, un descubrimiento que la ciencianormal sucesora de Galileo tuvo que erradicar yque nos vemos imposibilitados de probar teórica-mente en la actualidad? Las regularidades quepara un aristotélico no hubieran podido existir(y que, en efecto, no se encuentran ejemplifica-das precisamente en ninguna parte de la natura-leza), fueron para el hombre que vio la piedra

14 T. S. Kuhn, "A Function for Thought Experiments",en Mélanges Alexandre Koyré, ed. R. Taton e I. B. Cohén,que deberá ser publicado por Hermann (París) en 1963.

15 A. Koyré, Études Galiléennes (París, 1939), I, 46-51;y "Galileo and Plato", Journal of the History of Ideas, IV(1943), 400-428.

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oscilante como la vio Galileo, consecuencias de laexperiencia inmediata.

Quizá sea demasiado imaginario el ejemplo, yaque los aristotélicos no registran ninguna discu-sión sobre las piedras oscilantes. De acuerdo consu paradigma, éste era un fenómeno extraordina-riamente complejo. Pero los aristotélicos discu-tieron el caso más simple, el de las piedras quecaían sin impedimentos no comunes, y en esecaso pueden observarse claramente las mismasdiferencias de visión. Al observar la caída deuna piedra, Aristóteles vio un cambio de estadomás que un proceso. Para él, por consiguiente,las medidas pertinentes de un movimiento eranla distancia total recorrida y el tiempo total trans-currido, parámetros que producen lo que actual-mente no llamaríamos velocidad sino velocidadmedia.16 De manera similar, debido a que la pie-dra era impulsada por su naturaleza para quealcanzara su punto final de reposo, Aristóteles viocomo parámetro importante de la distancia encualquier instante durante el movimiento, la dis-tancia al punto final, más que la del punto deorigen.17 Esos parámetros conceptuales sirvende base y dan un sentido a la mayoría de susconocidas "leyes del movimiento". Sin embargo,en parte debido al paradigma del ímpetu, y enparte a una doctrina conocida como la latitud delas formas, la crítica escolástica modificó esa ma-nera de ver el movimiento. Una piedra se despla-za por el ímpetu creciente logrado mientras sealeja de su punto inicial; por consiguiente, el pa-rámetro importante fue la distancia del punto departida y no la distancia al punto final del tra-

16 Kuhn, "A Function for Thought Experiments", enMélanges Alexandre Koyré (véase la cita completa en lanota 14).

17 Koyré, Études..., II, 7-11.

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yecto. Además, la noción que tenía Aristótelesde la velocidad fue dividida por los escolásticosen conceptos que poco después de Galileo seconvirtieron en nuestra velocidad media y ve-locidad instantánea. Pero cuando se examinana través del paradigma del cual esas concepcionesformaban parte, tanto la caída de la piedra comola del péndulo casi desde su inspección exhibie-ron las leyes que las rigen. Galileo no fue unode los primeros hombres que sugirió que las pie-dras caen con un movimiento uniformemente ace-lerado.18 Además, había desarrollado su teoríasobre ese tema junto con muchas de sus conse-cuencias antes de llevar a cabo sus experimentossobre un plano inclinado. Este teorema fue otrodel conjunto de nuevas regularidades accesiblesal genio en el mundo conjuntamente determi-nado por la naturaleza y por los paradigmas deacuerdo con los cuales habían sido educados Ga-lileo y sus contemporáneos. Viviendo en esemundo, Galileo podía todavía, cuando deseabahacerlo, explicar por qué Aristóteles había vistolo que vio. Sin embargo, el contenido inmediatode la experiencia de Galileo con la caída de laspiedras, no fue lo que había sido la de Aristóteles.Por supuesto, no es de ninguna manera evidenteque debamos preocuparnos tanto por la "ex-periencia inmediata ", o sea por las característicasperceptuales que un paradigma destaca tan no-tablemente, que casi desde el momento de lainspección muestran sus regularidades. Obvia-mente esas características deben cambiar conlos compromisos de los científicos con paradig-mas, pero están lejos de lo que tenemos ordi-nariamente en la imaginación cuando hablamosde los datos sin elaborar o de la experiencia bru-

18 Clagett, op. cit., capítulos IV, VI y IX.

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ta de donde se cree que procede la investigacióncientífica. Quizá la experiencia inmediata debadejarse a un lado y debamos, en cambio, discutirlas operaciones y mediciones concretas que loscientíficos llevan a cabo en sus laboratorios. Oquizá el análisis deba ser alejado más todavía delo inmediatamente dado. Por ejemplo, podría lle-varse a cabo en términos de algún lenguaje neu-tral de observación, quizá un lenguaje preparadopara conformarse a las impresiones de la retinaque intervienen en lo que ven los científicos.Sólo de una de esas maneras podemos esperarencontrar un reino en donde la experiencia seanuevamente estable, de una vez por todas, en don-de el péndulo y la caída forzada no sean percep-ciones diferentes sino más bien interpretacionesdiferentes de los datos inequívocos proporciona-dos por la observación de una piedra que se ba-lancea.

Pero, ¿es fija y neutra la experiencia sensorial?¿Son las teorías simplemente interpretaciones he-chas por el hombre de datos dados? El punto devista epistemológico que con mucha frecuenciadirigió la filosofía occidental durante tres siglos,sugiere un sí inequívoco e inmediato. En ausen-cia de una alternativa desarrollada, creo impo-sible abandonar completamente ese punto de vis-ta. Sin embargo, ya no funciona efectivamente ylos intentos para que lo haga, mediante la intro-ducción de un lenguaje neutro para las observa-ciones, me parecen por ahora carentes de pers-pectivas.

Las operaciones y mediciones que realiza uncientífico en el laboratorio no son "lo dado" porla experiencia, sino más bien "lo reunido con di-ficultad". No son lo que ve el científico, al menosno antes de que su investigación se encuentremuy avanzada y su atención enfocada. Más bien,

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son índices concretos del contenido de percep-ciones más elementales y, como tales, se seleccio-nan para el examen detenido de la investigaciónnormal, sólo debido a que prometen una oportu-nidad para la elaboración fructífera de un para-digma aceptado. De manera mucho más claraque la experiencia inmediata de la que en partese derivan, las operaciones y las mediciones es-tán determinadas por el paradigma. La cienciano se ocupa de todas las manipulaciones posiblesde laboratorio. En lugar de ello, selecciona laspertinentes para la yuxtaposición de un paradig-ma con la experiencia inmediata que parcialmenteha determinado el paradigma. Como resultado,los científicos con paradigmas diferentes se ocu-pan de diferentes manipulaciones concretas delaboratorio. Las mediciones que deben tomarserespecto a un péndulo no son las apropiadas re-feridas a un caso de caída forzada. Tampoco lasoperaciones pertinentes para la elucidación delas propiedades del oxígeno son uniformementelas mismas que las requeridas al investigar lascaracterísticas del aire deflogistizado.

En cuanto al lenguaje puro de observación, to-davía es posible que se llegue a elaborar uno;sin embargo, tres siglos después de Descartesnuestra esperanza de que se produzca esa even-tualidad depende aún exclusivamente de una teo-ría de la percepción y de la mente. Y la expe-rimentación psicológica moderna está haciendoproliferar rápidamente fenómenos a los que esraro que esa teoría pueda dar respuesta. El ex-perimento del pato y el conejo muestra que doshombres con las mismas impresiones en la re-tina pueden ver cosas diferentes; los lentes in-versores muestran que dos hombres con impre-siones diferentes en sus retinas pueden ver lamisma cosa.

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La psicología proporciona un gran caudal deotras pruebas similares y las dudas que se derivande ellas son reforzadas fácilmente por medio de lahistoria de las tentativas hechas para lograr un len-guaje auténtico de !a observación. Ningún intentocorriente para lograr ese fin se ha acercado toda-vía a un lenguaje aplicable de modo general a laspercepciones puras. Y los intentos que más seacercan comparten una característica que refuer-za firmemente varias de las principales tesis deeste ensayo. Desde el comienzo presuponen unparadigma, tomado ya sea de una teoría cientí-fica corriente o de alguna fracción de la conversación cotidiana y, a continuación, tratan de eli-minar de él todos los términos no lógicos y noperceptuales. En unos cuantos campos de la con-versación, ese esfuerzo se ha llevado muy lejos,con resultados fascinantes. No puede ponerse enduda que merece la pena que se lleven a caboesos esfuerzos. Pero su resultado es un lenguajeque —como los empleados en las ciencias— en-carna un conjunto de expectativas sobre la natu-raleza y deja de funcionar en el momento en queesas expectativas son violadas. Nelson Goodmanestablece precisamente ese punto al describir lasmetas de su Structure of Appearance: "Es afortu-nado que no se ponga en duda nada más [que losfenómenos que se sabe que existen]; ya que lanoción de los casos 'posibles', de los casos queno existen pero podrían haber existido, está le-jos de ser clara".19 Ningún lenguaje restringido

19 N. Goodman, The Structure of Appearance (Cam-bridge, Mass., 1951). Merece la pena citar el pasaje demanera más extensa: "Si todos los residentes en Wilming-ton y sólo ellos, en 1947, que pesaran entre 175 y 180libras, tuvieron el pelo rojo, entonces 'los residentes deWilmington en 1947 que tuvieran el cabello rojo' y 'losresidentes de Wilmington en 1947 que pesaran entre 175 y180 libras' podrían reunirse en una definición construe-

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a informar sobre un mundo enteramente cono-cido de antemano puede producir simples infor-mes neutrales y objetivos sobre "lo dado". Lainvestigación filosófica no ha producido todavíani siquiera una muestra de lo que pudiera ser unlenguaje capaz de hacerlo.

En esas circunstancias, podemos al menos sos-pechar que los científicos tienen razón, tanto enlos principios como en la práctica, cuando tratanal oxigeno y a los péndulos (y quizá también a losátomos y a los electrones) como ingredientesfundamentales de su experiencia inmediata. Comoresultado de la experiencia encarnada en para-digmas de la raza, la cultura y, finalmente, laprofesión, el mundo de los científicos ha llegadoa estar poblado de planetas y péndulos, conden-sadores y minerales compuestos, así como de cuer-pos similares. En comparación con esos objetosde la percepción, tanto las indicaciones del metrocomo las impresiones de la retina son construc-tos elaborados a los cuales la experiencia sólotiene acceso directo cuando el científico, para losfines específicos de su investigación, dispone queunas u otras puedan estar disponibles. Esto noquiere decir que los péndulos, por ejemplo, sonlas únicas cosas que un científico podría tenerprobabilidades de ver al mirar a una piedra quese balancea colgada de una cuerda. (Ya hemoshecho notar que los miembros de otra comunidadcientífica podían ver la caída forzada). Pero síqueremos sugerir que el científico que observa

cional... La pregunta de si 'hubiera podido haber' alguiena quien se aplicara uno pero no el otro de esos predica-dos no tendría razón de ser... una vez que hemos deter-minado que no había ninguna persona de ese tipo... Esafortunado que no haya ninguna otra cosa que se pongaen duda; ya que la noción de los casos 'posibles', que noexisten pero pudieron haber existido, está lejos de serclara".

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el balanceo de una piedra puede no tener nin-guna experiencia que, en principio, sea más ele-mental que la visión de un péndulo. La alterna-tiva no es una visión "fija" hipotética, sino lavisión que a través de otro paradigma, conviertaen otra cosa a la piedra que se balancea.

Todo esto puede parecer más razonable si re-cordamos nuevamente que ni los científicos nilos profanos aprenden a ver el mundo gradual-mente o concepto por concepto. Excepto cuandotodas las categorías conceptuales y de manipula-ción se encuentran preparadas de antemano, p. ej.para el descubrimiento de un elemento trans-uránico adicional o para la visión de una casanueva, tanto los científicos como los profanosseparan campos enteros a partir de la experien-cia. El niño que transfiere la palabra 'mamá' detodos los humanos a todas las mujeres y, mástarde, a su madre, no está aprendiendo sólo quésignifica 'mamá' o quién es su madre. Simultá-neamente, aprende algunas de las diferencias en-tre varones y hembras, así como también algosobre el modo como todas las hembras, exceptouna, se comportan o pueden comportarse con él.Sus reacciones, esperanzas y creencias —en reali-dad, gran parte del mundo que percibe— cambianconsecuentemente. Por el mismo motivo, los se-guidores de Copérnico que le negaban al Sol sutitulo tradicional de 'planeta', no meramente es-taban aprendiendo el significado del término 'pla-neta' o lo qué era el Sol, sino que en lugar de ello,estaban cambiando el significado de 'planeta' parapoder continuar haciendo distinciones útiles enun mundo en el que todos los cuerpos celestes,no sólo el Sol, estaban siendo vistos de maneradiferente a como se veían antes. Lo mismo puededecirse con respecto a cualquiera de nuestrosprimeros ejemplos. Ver oxígeno en lugar de aire

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deflogistizado, el condensador en lugar de la bo-tella de Leyden o el péndulo en lugar de la caídaforzada, era sólo una parte de un cambio consti-tuido en la visión que tenían los científicos demuchos fenómenos relacionados, bien de la quí-mica, la electricidad o la dinámica. Los para-digmas determinan al mismo tiempo grandes cam-pos de la experiencia.

Sin embargo, es sólo después de que la expe-riencia haya sido determinada en esa forma, cuan-do puede comenzar la búsqueda de una definiciónoperacional o un lenguaje de observación puro.El científico o filósofo que pregunta qué medi-ciones o impresiones de la retina hacen que elpéndulo sea lo que es, debe ser capaz ya de reco-nocer un péndulo cuando lo vea. Si en lugar delpéndulo ve la caída forzada, ni siquiera podráhacer su pregunta. Y si ve un péndulo, pero love del mismo modo en que ve un diapasón o unabalanza oscilante, no será posible responder a supregunta. Al menos, no podría contestarse en lamisma forma, porque no sería la misma pregunta.Por consiguiente, aunque son siempre legítimas ya veces resultan extraordinariamente fructíferas,las preguntas sobre las impresiones de la retina osobre las consecuencias de manipulacionesparticulares de laboratorio presuponen un mundosubdividido ya de cierta manera, tanto perceptualcomo conceptualmente. En cierto sentido, talespreguntas son partes de la ciencia normal, ya quedependen de la existencia de un paradigma yreciben respuestas diferentes como resultado delcambio de paradigma.

Para concluir esta sección, pasaremos por alto,de ahora en adelante, las impresiones de la re-tina y limitaremos nuevamente nuestra atencióna las operaciones de laboratorio que proporcio-nan al científico indicios concretos, aunque frag-

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mentarios, de lo que ya ha visto. Ya hemosobservado repetidamente uno de los modos enque esas operaciones de laboratorio cambian almismo tiempo que los paradigmas. Después deuna revolución científica, muchas mediciones ymanipulaciones antiguas pierden su importanciay son reemplazadas por otras. No se aplican lasmismas pruebas al oxígeno que al aire deflogisti-zado. Pero los cambios de este tipo nunca sontotales. Sea lo que fuere lo que pueda ver elcientífico después de una revolución, está miran-do aún al mismo mundo. Además, aun cuandohaya podido emplearlos antes de manera dife-rente, gran parte de su vocabulario y de sus ins-trumentos de laboratorio serán todavía los mis-mos de antes. Como resultado de ello, la cienciaposrevolucionaria invariablemente incluye muchasde las mismas manipulaciones, llevadas a cabocon los mismos instrumentos y descritas en losmismos términos que empleaban sus preceso-res de la época anterior a la revolución. Siesas manipulaciones habituales han sido cambia-das, ese cambio se deberá ya sea a su relacióncon el paradigma o a sus resultados concretos.Sugiero ahora, mediante la presentación de unúltimo ejemplo nuevo, cómo tienen lugar esosdos tipos de cambio. Examinando el trabajo deDalton y de sus contemporáneos, descubriremoscómo una misma operación, cuando se liga a lanaturaleza a través de un paradigma diferente,puede convertirse en indicio de un aspecto com-pletamente diferente de la regularidad de la na-turaleza. Además, veremos cómo, a veces, la anti-gua manipulación, en sus nuevas funciones, daráresultados concretos diferentes.

Durante gran parte del siglo XVIII ycomienzos del XIX, los químicos europeoscreían, de manera casi universal, que los átomoselementales de que

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se componían todos los elementos químicos semantenían unidos mediante fuerzas de afinidadmutua. Así, una masa de plata permanecía unidadebido a las fuerzas de afinidad entre los cor-púsculos de la plata (hasta que después de Lavoi-sier se consideró a esos corpúsculos como com-puestos, ellos mismos, de partículas todavía máselementales). De acuerdo con la misma teoría,la plata se disolvía en ácido (o la sal común en elagua) debido a que las partículas del ácido atraíana las de la plata (o las partículas del agua alas de la sal) de manera más fuerte que lo que laspartículas de esos productos solubles se atraíanunas a otras. O también, el cobre se disolvía enla solución de plata, precipitando la plata, debidoa que la afinidad del cobre por el ácido era ma-yor que la del ácido por la plata. Muchos otrosfenómenos eran explicados en la misma forma.Durante el siglo XVIII, la teoría de la afinidadelectiva era un paradigma químico admirable, em-pleado amplia y, a veces, fructíferamente, en eldiseño y los análisis de experimentación química.20

Sin embargo, la teoría de la afinidad trazó lalínea que separaba a las mezclas físicas de loscompuestos químicos de un modo que, desde laasimilación del trabajo de Dalton, dejó de serfamiliar. Los químicos del siglo XVIII reconocíandos tipos de procesos. Cuando la mezcla produ-cía calor, luz, efervescencia o alguna otra cosadel mismo tipo, se consideraba que había tenidolugar una unión química. Por otra parte, si asimple vista podían verse las partículas de unamezcla o podían separarse mecánicamente, se tra-taba sólo de una mezcla física. Pero en el número,muy grande, de casos intermedios —la sai en elagua, las aleaciones, el vidrio, el oxígeno en la at-

20 H. Metzger, Newton, Stahl, Boerhaave et la doctrinechimique (París, 1930), pp. 34-68.

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mósfera, etc.—, esos criterios aproximados teníanpocas aplicaciones. Guiados por su paradigma,la mayoría de los químicos consideraban a todosesos casos intermedios como químicos, debido aque los procesos de que consistían estaban todosellos gobernados por fuerzas del mismo tipo. Lasal en el agua o el oxígeno en el nitrógeno eraun ejemplo de combinación química tan apropia-do como la producida mediante la oxidación delcobre. Los argumentos en pro de la considera-ción de las soluciones como compuestos eranmuy poderosos. La teoría misma de la afinidadestaba bien asentada. Además, la formación deun compuesto explicaba la homogeneidad obser-vada en una solución. Por ejemplo, si el oxígenoy el nitrógeno estuvieran sólo mezclados y nocombinados en la atmósfera, entonces el gas máspesado, el oxígeno, se depositaría en el fondo.Dalton, que consideró que la atmósfera era unamezcla, no fue capaz nunca de explicar satisfac-toriamente por qué el oxígeno no se depositabaen el fondo. La asimilación de su teoría atómicacreó, eventualmente, una anomalía en donde nohabía existido antes.21

Nos sentimos tentados a decir que los quími-cos que consideraban a las soluciones como com-puestos se diferenciaban de sus sucesores sóloen una cuestión de definición. En cierto sentido,es posible que ése haya sido el caso. Pero esesentido no es el que hace que las definicionessean simplemente convenciones convenientes. Enel siglo XVIII no se distinguíancompletamente las mezclas de los compuestospor medio de pruebas operacionales y esposible que no hu-

21 Ibid., pp. 124-29, 139-48. Sobre Dalton, véase Leonard K.Nash, The Atomic Molecular Theory ("Harvard CaseHistories in Experimental Science", Caso 4; Cambridge,Mass., 1950), pp. 14-21.

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biera sido posible hacerlo. Incluso en el caso deque los químicos hubieran tratado de descubriresas pruebas, habrían buscado criterios que hi-cieran que las soluciones se convirtieran en com-puestos. La distinción entre mezclas y compues-tos era una parte de su paradigma —parte delmodo como veían todo su campo de investiga-ción— y, como tal, tenía la prioridad sobre cual-quier prueba de laboratorio, aunque no sobre laexperiencia acumulada por la química como untodo.Pero mientras se veía la química de ese modo, losfenómenos químicos eran ejemplos de leyes quediferían de las que surgieron de la asimilacióndel nuevo paradigma de Dalton. Sobre todo, entanto las soluciones continuaban siendo com-puestos, ninguna cantidad de experimentaciónquímica hubiera podido, por sí misma, producir laley de las proporciones fijas. A fines del sigloXVIII se sabía generalmente que algunoscompuestos contenían, ordinariamente,proporciones fijas, relativas a los pesos, de susconstituyentes. Para algunas categorías dereacciones, el químico alemán Richter inclusohabía anotado las regularidades actualmenteabarcadas en la ley de los equivalentes químicos.22

Pero ningún químico utilizó esas regularidadesexcepto en recetas, y ninguno de ellos, casi hastafines del siglo, pensó en generalizarlas. Teniendoen cuenta los obvios ejemplos en contrario,como el vidrio o la sal en el agua, no era posibleninguna generalización sin el abandono de lateoría de la afinidad y la recon-ceptualización delos límites del dominio del químico. Estaconsecuencia se hizo explícita al final del siglo, enun famoso debate entre los químicos francesesProust y Berthollet. El primero pre-

22 J. R. Partington, A Short History of Chemistry (2a ed.;Londres, 1951), pp. 161-63.

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tendía que todas las reacciones químicas teníanlugar en proporciones fijas y el último que noera así. Ambos reunieron pruebas experimentalesimpresionantes para apoyar en ellas sus opinio-nes. Sin embargo, los dos hombres necesaria-mente hablaron fuera de un lenguaje común ysu debate no llegó a ninguna conclusión. DondeBerthollet veía un compuesto que podía variaren proporción, Proust veía sólo una mezcla física.23

En este caso, ningún experimento ni cambio deconvención definicional hubiera podido tener im-portancia. Los dos hombres estaban tan funda-mentalmente en pugna involuntaria como lo ha-bían estado Galileo y Aristóteles.

Ésta era la situación que prevalecía durantelos años en que John Dalton emprendió las in-vestigaciones que culminaron finalmente en sufamosa teoría atómica química. Pero hasta lasúltimas etapas de esas investigaciones, Dalton nofue un químico ni se interesaba por la química.Era, en lugar de ello, un meteorólogo que inves-tigaba lo que creía que eran problemas físicosde la absorción de gases por el agua y de aguapor la atmósfera. En parte debido a que su pre-paración correspondía a otra especialización di-ferente y en parte debido a su propio trabajo enesa especialidad, abordó esos problemas con unparadigma distinto al de los químicos contem-poráneos suyos. En particular, consideraba lamezcla de gases o la absorción de un gas por elagua como procesos físicos en los cuales las fuer-zas de la afinidad no desempeñaban ninguna fun-ción. Por consiguiente, para él, la homogeneidadobservada en las soluciones constituía un pro-blema; pero pensó poder resolverlo, si lograba

23 A. N. Meldrum, "The Development of the AtomicTheory: (1) Berthollet's Doctrine of Variable Proportions", Manchester Memoirs, LIV (1910), 1-16.

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determinar los tamaños y pesos relativos de lasdiversas partículas atómicas en sus mezclas ex-perimentales. Para determinar esos tamaños ypesos, Dalton se volvió finalmente hacia la quí-mica, suponiendo desde el comienzo que, en lagama restringida de reacciones que considera-ba como químicas, los átomos sólo podían com-binarse unívocamente o en alguna otra propor-ción simple de números enteros.24 Esta suposi-ción natural le permitió determinar los tamaños ylos pesos de partículas elementales, pero tambiénconvirtió a la ley de las proporciones constantesen una tautología. Para Dalton, cualquier reac-ción en la que los ingredientes no entraran enproporciones fijas no era ipso facto un procesopuramente químico. Una ley que los experimen-tos no hubieran podido establecer antes de lostrabajos de Dalton, se convirtió, una vez acep-tados esos trabajos, en un principio constitutivoque ningún conjunto simple de medidas químicashubiera podido trastornar. Como resultado delo que es quizá nuestro ejemplo más completode revolución científica, las mismas manipulacio-nes químicas asumieron una relación con la gene-ralización química muy diferente de la que ha-bían tenido antes.

No es preciso decir que las conclusiones deDalton fueron muy atacadas cuando las anunciópor primera vez. Berthollet, sobre todo, no seconvenció nunca. Tomando en consideración lanaturaleza del problema, no necesitaba conven-cerse. Pero para la mayoría de los químicos elnuevo paradigma de Dalton resultó convincenteallí donde el de Proust no lo había sido, puestenía implicaciones más amplias e importantesque un mero nuevo criterio para distinguir una

24 L. K. Nash, "The Origin of Dalton's Chemical AtomicTheory", Isis, XLVII (1956), 101-16.

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mezcla de un compuesto. Por ejemplo, si losátomos sólo pudieran combinarse químicamenteen proporciones simples de números enteros, en-tonces un nuevo examen de los datos químicosexistentes debería mostrar ejemplos de propor-ciones múltiples así como de fijas. Por ejemplo,los químicos dejaron de escribir que los dos óxi-dos del carbono, contenían 56 y 72 por ciento deoxígeno, en peso; en lugar de ello, escribieronque un peso de carbón se combinaría ya fueracon 1.3 o con 2.6 pesos de oxígeno. Cuando seregistraban de este modo los resultados de lasantiguas manipulaciones, saltaba a la vista unaproporción de 2 a 1; y esto ocurría en el análisisde muchas reacciones conocidas, así como tam-bién de varias otras nuevas. Además, el paradig-ma de Dalton hizo que fuera posible asimilar eltrabajo de Richter y comprender toda su gene-ralidad. Sugirió asimismo nuevos experimentos,principalmente los de Gay-Lussac, sobre la com-binación de volúmenes y esos experimentos die-ron como resultado otras regularidades, con lasque los químicos no habían soñado siquiera.Lo que los químicos tomaron de Dalton no fueronnuevas leyes experimentales sino un modo nuevopara practicar la química (Dalton mismo lo llamó"nuevo sistema de filosofía química") y ello re-sultó tan rápidamente fructífero que sólo unoscuantos de los químicos más viejos de Franciae Inglaterra fueron capaces de oponerse.25 Comoresultado, los químicos pasaron a vivir en unmundo en el que las reacciones se comportabanen forma completamente diferente de como lohabían hecho antes. Mientras tenía lugar todoesto, ocurrió otro

25 A. N. Meldrum, "The Develpoment of the AtomicTheory: (6) The Reception Accorded to the Theory Advo-cated by Dalton". Manchester Memoirs, LV (1911), 1-10

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cambio típico y muy importante. En diversoslugares, comenzaron a cambiar los datos numé-ricos de la química. Cuando Dalton examinó pri-meramente la literatura química para buscar datosen apoyo de su teoría física, encontró variosregistros de reacciones que concordaban, pero lehubiera sido casi imposible no descubrir otrosque no lo hacían. Por ejemplo, las propias me-diciones que hizo Proust de los dos óxidos decobre dieron como resultados una proporciónen peso de oxígeno de 1.47:1, en lugar de 2:1,que era lo que exigía la teoría atómica; y Proustes justamente el hombre a quien pudiera consi-derarse como el más indicado para llegar a laproporción de Dalton.26 En realidad, era un ex-perimentador muy fino y su visión de la relaciónentre las mezclas y los compuestos era muy cer-cana a la de Dalton. Pero es difícil hacer que lanaturaleza se ajuste a un paradigma. De ahíque los enigmas de la ciencia normal sean tandifíciles, y he aquí la razón por la cual las me-diciones tomadas sin un paradigma conducen tanraramente a alguna conclusión definida. Por con-siguiente, los químicos no podían simplementeaceptar la teoría de Dalton por las pruebas, de-bido a que gran parte de ellas eran todavía nega-tivas. En lugar de ello, incluso después de aceptarla teoría, tuvieron que ajustar todavía a lanaturaleza un proceso que, en realidad, hizo ne-cesario el trabajo de casi otra generación. Cuandose llevó a cabo, incluso el porcentaje de com-

26 Sobre Proust, véase "Berthollet's Doctrine of Va-riable Proportions", de Meldrum, Manchester Memoirs,LIV (1910), 8. La historia detallada de los cambios gra-duales en las mediciones de la composición química yde los pesos atómicos no ha sido escrita todavía; peroPartington, op. cit., proporciona muchas indicacionesútiles.

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posición de los compuestos conocidos resultó di-ferente. Los datos mismos habían cambiado. Éstees el último de los sentidos en que podemosdesear afirmar que, después de una revolución,los científicos trabajan en un mundo diferente.

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XI. LA INVISIBILIDAD DE LAS REVOLU-CIONES

TODAVÍA debemos inquirir cómo se cierran las. re-voluciones científicas. Sin embargo, antes de ha-cerlo, parece indicado un último intento parareforzar la convicción sobre su existencia y sunaturaleza. Hasta ahora he tratado de mostrarrevoluciones por medio de ejemplos y éstos pue-den multiplicarse ad nauseam. Pero, evidente-mente, la mayor parte de esos ejemplos, quefueron deliberadamente seleccionados por su fa-miliaridad, habitualmente han sido consideradosno como revoluciones sino como adiciones al co-nocimiento científico. Con la misma facilidadpodría tenerse también esa opinión de cualquierilustración complementaria y es probable queésta resultara ineficaz. Creo que hay excelentesrazones por las que las revoluciones han resul-tado casi invisibles. Tanto los científicos comolos profanos toman gran parte de la imagen quetienen de las actividades científicas creadoras,de una fuente de autoridad que disimula siste-máticamente —en parte, debido a razones fun-cionales importantes— la existencia y la significa-ción de las revoluciones científicas. Sólo cuandose reconoce y se analiza la naturaleza de estaautoridad puede esperarse que los ejemplos his-tóricos resulten completamente efectivos. Ade-más, aunque este punto sólo podrá ser desarro-llado en la sección final de este ensayo, el análisisnecesario en este caso comenzará indicando unode los aspectos del trabajo científico que lo dis-tingue con mayor claridad de cualquier otra em-presa creadora, con excepción, quizá, de la teo-logía.

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Como fuente de autoridad, acuden a mi ima-ginación, sobre todo, los libros de texto científi-cos junto con las divulgaciones y las obras filosó-ficas moldeadas sobre ellos. Estas tres categorías—hasta hace poco tiempo no se disponía de otrasfuentes importantes de información sobre la cien-cia, excepto la práctica de la investigación— tie-nen una cosa en común. Se dirigen a un cuerpoya articulado de problemas, datos y teorías, conmayor frecuencia que al conjunto particular deparadigmas aceptado por la comunidad científicaen el momento en que dichos libros, fueron escri-tos. Los libros de texto mismos tienen como metael comunicar el vocabulario y la sintaxis de unlenguaje científico contemporáneo. Las obras dedivulgación tratan de describir las mismas apli-caciones, en un lenguaje que se acerca más al dela vida cotidiana. Y la filosofía de la ciencia,sobre todo la del mundo de habla inglesa, ana-liza la estructura lógica del mismo cuerpo deconocimientos científicos, íntegro. Aunque un es-tudio más completo tendría necesariamente queocuparse de las distinciones muy reales entreesos tres géneros, sus similitudes son las que másnos interesan por el momento. Las tres catego-rías registran los resultados estables de revolu-ciones pasadas y, en esa forma, muestran las basesde la tradición corriente de la ciencia normal.Para cumplir con su función, no necesitan pro-porcionar informes auténticos sobre el modo enque dichas bases fueron reconocidas por primeravez y más tarde adoptadas por la profesión. Enel caso de los libros de texto, por lo menos, exis-ten incluso razones poderosas por las que, enesos temas, deban ser sistemáticamente enga-ñosos.

En la sección II señalamos que con el surgi-miento de un primer paradigma en cualquier

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campo de la ciencia, existía una invariable con-comitancia respecto a una seguridad creciente enlos libros de texto o en sus equivalentes. En laúltima sección de este ensayo sostendremos cómoel dominio por dichos libros de texto de unaciencia madura, diferencia de manera importantesu patrón de desarrollo del de otros campos.Por el momento, demos por sentado que, hastaun punto sin precedente en otros campos, tantolos conocimientos científicos de los profesionalescomo los de los profanos se basan en libros detexto y en unos cuantos tipos más, de literaturaderivada de ellos. Sin embargo, puesto que loslibros de texto son vehículos pedagógicos para laperpetuación de la ciencia normal, siempre quecambien el lenguaje, la estructura de problemaso las normas de la ciencia normal, tienen, ínte-gramente o en parte, que volver a escribirse. Enresumen, deben volverse a escribir inmediata-mente después de cada revolución científica y,una vez escritos de nuevo, inevitablemente disimu-lan no sólo el papel desempeñado sino tambiénla existencia misma de las revoluciones que losprodujeron. A menos que personalmente hayaexperimentado una revolución durante su propiavida, el sentido histórico del científico activo oel del lector profano de los libros de texto sólose extenderá a los resultados más recientes de lasrevoluciones en el campo.

Así pues, los libros de texto comienzan trun-cando el sentido de los científicos sobre la histo-ria de su propia disciplina y, a continuación,proporcionan un substituto para lo que han eli-minado. Es característico que los libros de textode ciencia contengan sólo un poco de historia,ya sea en un capítulo de introducción o, conmayor frecuencia, en dispersas referencias a losgrandes héroes de una época anterior. Por me-

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dio de esas referencias, tanto los estudiantes comolos profesionales llegan a sentirse participantesde una extensa tradición histórica. Sin embargo,la tradición derivada de los libros de texto, en laque los científicos llegan a sentirse participantes,nunca existió efectivamente. Por razones que sonobvias y muy funcionales, los libros de texto cien-tíficos (y demasiadas historias antiguas de laciencia) se refieren sólo a las partes del trabajode científicos del pasado que pueden verse fácil-mente como contribuciones al enunciado y a lasolución de los problemas paradigmáticos de loslibros de texto. En parte por selección y en partepor distorsión, los científicos de épocas anterio-res son representados implícitamente como sihubieran trabajado sobre el mismo conjunto deproblemas fijos y de acuerdo con el mismo con-junto de cánones fijos que la revolución másreciente en teoría y metodología científicos hayahecho presentar como científicos. No es extrañoque tanto los libros de texto como la tradiciónhistórica que implican, tengan que volver a escri-birse inmediatamente después de cada revolucióncientífica. Y no es extraño que, al volver a escri-birse, la ciencia aparezca, una vez más, en granparte como acumulativa.

Por supuesto, los científicos no son el únicogrupo que tiende a ver el pasado de su disciplinacomo un desarrollo lineal hacia su situación ac-tual. La tentación de escribir la historia haciaatrás es omnipresente y perenne. Pero los cien-tíficos se sienten más tentados a volver a escribirla historia, debido en parte a que los resultadosde las investigaciones científicas no muestranuna dependencia evidente sobre el contexto his-tórico de la investigación y, en parte, debido aque, excepto durante las crisis y las revolucio-nes, la posición contemporánea de los científicos

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parece ser muy segura. Un número mayor dedetalles históricos, tanto sobre el presente de laciencia como sobre su pasado o una mayor res-ponsabilidad sobre los detalles históricos presen-tados, sólo podría dar un status artificial a laidiosincrasia, los errores y las confusiones hu-manos. ¿Por qué honrar lo que los mejores ymás persistentes esfuerzos de la ciencia han hechoposible descartar? La depreciación de los he-chos históricos se encuentra incluida, profunday es probable que también funcionalmente, enla ideología de la profesión científica, la mismaprofesión que atribuye el más elevado de todoslos valores a detalles fácticos de otros tipos.Whitehead captó el espíritu no histórico de lacomunidad científica cuando escribió: "Una cien-cia que vacila en olvidar a sus fundadores estáperdida". Sin embargo, no estaba completamenteen lo cierto, ya que las ciencias, como otrasempresas profesionales, necesitan a sus héroes ypreservan sus nombres. Afortunadamente, en lu-gar de olvidar a esos héroes, los científicos hanestado en condiciones de olvidar o revisar sustrabajos.

El resultado de ello es una tendencia persis-tente a hacer que la historia de la ciencia parezcalineal o acumulativa, tendencia que afecta inclu-so a los científicos que miran retrospectivamentea sus propias investigaciones. Por ejemplo, lostres informes incompatibles de Dalton sobre eldesarrollo de su atomismo químico hacen resal-tar el hecho de que estaba interesado, desde unafecha temprana, precisamente en aquellos proble-mas químicos de proporciones de combinacióncuya posterior resolución lo hizo famoso. Enrealidad, esos problemas parecen habérsele ocu-rrido sólo cuando descubrió la solución y, aunentonces, no antes de que su propio trabajo

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creador estuviera casi completamente terminado.1

Lo que todos los informes sobre Dalton omiten,son los efectos revolucionarios de la aplicacióna la química de un conjunto de cuestiones yconceptos que, anteriormente, estaba restringidoa la física y a la meteorología. Es eso lo que hizoDalton y el resultado fue una reorientación haciael campo, que enseñó a los químicos a hacersenuevas preguntas y a sacar nuevas conclusionesde datos antiguos.

O también, Newton escribió que Galileo habíadescubierto que la fuerza constante de gravedadproduce un movimiento proporcional al cuadradodel tiempo. En efecto, el teorema cinemático deGalileo toma esa forma cuando se lo inserta enla matriz de los conceptos dinámicos propiosde Newton. Pero Galileo no dijo nada parecido.Su exposición sobre los cuerpos en caída raramente alude a fuerzas, y mucho menos a unafuerza gravitacional uniforme que haga que loscuerpos caigan.2 Atribuyendo a Galileo la respuesta a una pregunta que los paradigmas deGalileo no permitían plantear, el informe de New-ton oculta el efecto de una reformulación pequeña, aunque revolucionaria, sobre las preguntasque se hacían los científicos en torno al movimiento así como también sobre las respuestasque estaban dispuestos a aceptar. Pero es justamente este cambio de formulación de las preguntas y las respuestas el que explica, mucho más

1 L. K. Nash, "The Origins of Dalton's Chemical Atomic Theory", Isis, XLVII (1956), 101-16.

2 Sobre la observación de Newton, véase Sir IsaacNewton's Mathematical Principles of Natural Philosophyand His System of the World, de Florian Cajori (ed.)(Berkeley, California, 1946), p. 21. El pasaje debe compararse con la propia discusión hecha por Galileo en suobra Dialogues concerning Two New Sciences, trad. H.Crew y A. de Salvio (Evanston, III., 1946), pp. 154-76.

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que los descubrimientos empíricos nuevos, la tran-sición de la dinámica de Aristóteles a la de Galileoy de la de éste a la de Newton. Al disimular esoscambios, la tendencia que tienen los libros detexto a hacer lineal el desarrollo de la ciencia,oculta un proceso que se encuentra en la basede los episodios más importantes del desarrollocientífico.

Los ejemplos anteriores muestran, cada unode ellos en el contexto de una revolución única,los comienzos de una reconstrucción de la his-toria que es completada, regularmente, por loslibros de texto científicos postrevolucionarios.Pero, en esa construcción, está involucrado algomás que la multiplicación de los datos históricosengañadores que ilustramos antes. Esos datosengañadores hacen que las revoluciones resulteninvisibles; la disposición del material que per-manece visible en los libros de texto implica unproceso que, caso de haber existido, habría ne-gado a las revoluciones toda función. Puesto quesu finalidad es la de enseñar rápidamente al es-tudiante lo que su comunidad científica contem-poránea cree conocer, los libros de texto tratanlos diversos experimentos, conceptos, leyes y teo-rías de la ciencia normal corriente, hasta dondees posible, separadamente y uno por uno. Comopedagogía, esta técnica de presentación es in-cuestionable. Pero cuando se combina con el airegeneralmente no histórico de los escritos cientí-ficos y con las construcciones engañadoras oca-sionales y sistemáticas que hemos mencionadoantes, son grandes las probabilidades de que seproduzca la impresión siguiente: la ciencia haalcanzado su estado actual por medio de una se-rie de descubrimientos e inventos individualesque, al reunirse, constituyen el caudal modernode conocimientos técnicos. La presentación de

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un libro de texto implica que, desde el comienzode la empresa científica, los profesionales se hanesforzado por las objetividades particulares quese encuentran incluidas en los paradigmas ac-tuales. En un proceso comparado frecuentementea la adición de ladrillos a un edificio, los cien-tíficos han ido añadiendo uno por uno hechos,conceptos, leyes y teorías al caudal de informa-ción que proporciona el libro de texto científicocontemporáneo.

Pero no es así como se desarrolla una ciencia.Muchos de los enigmas de la ciencia normal con-temporánea no existieron hasta después de la re-volución científica más reciente. Son pocos losque, pudiendo remontarse en el tiempo hastalos comienzos históricos de la ciencia, se presen-tan en la actualidad. Las generaciones anterioresse ocuparon de sus propios problemas, con suspropios instrumentos y sus propios cánones deresolución. Tampoco son sólo los problemas losque han cambiado; más bien, todo el conjuntode hechos y teorías, que el paradigma de los li-bros de texto ajusta a la naturaleza, ha cambiado.Por ejemplo, ¿es la constancia de la composiciónquímica un hecho simple de la experiencia quelos químicos hubieran podido descubrir por me-dio de experimentos llevados a cabo en cualquierade los mundos en que han practicado su ciencia?¿O es más bien un elemento —además,indudable— en una construcción nueva de he-chos y teorías asociadas que Dalton ajustó a laexperiencia química anterior como un todo, cam-biando en el proceso dicha experiencia? O, porel mismo motivo, ¿es la aceleración constanteproducida por una fuerza constante un hechosimple que los estudiosos de la dinámica han bus-cado siempre o es más bien la respuesta a unapregunta que sólo se planteó por primera vez

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dentro de la teoría de Newton y que esta teoríapodía responder a partir del caudal disponiblede información antes de que se hiciera la pre-gunta?

Hacemos aquí esas preguntas con respecto alo que, en su presentación en un libro de texto,parecen ser hechos gradualmente descubiertos.Pero, obviamente, tienen también implicacionespara lo que el libro de texto presenta como teo-rías. Por supuesto, esas teorías "se ajustan a loshechos", pero sólo mediante la transformaciónde la información previamente accesible en he-chos que, para el paradigma anterior, no existie-ron en absoluto. Y esto significa que las teoríastampoco evolucionaron gradualmente para ajus-tarse a hechos que se encontraban presentes entodo tiempo. En lugar de ello, surgen al mismotiempo que los hechos a los que se ajustan, apartir de una reformulación revolucionaria de latradición científica anterior, tradición en la quela relación que intervenía en los conocimientosentre el científico y la naturaleza no era exacta-mente la misma.

Un último ejemplo puede aclarar esta explica-ción del efecto de la presentación de los librosde texto sobre nuestra imagen del desarrollo cien-tífico. Todo texto elemental de química debepresentar el concepto de elemento químico. Casisiempre, cuando se presenta esta noción, su ori-gen se atribuye al químico Robert Boyle, delsiglo XVII, en cuya obra Sceptical Chymist un lec-tor atento puede descubrir una definición de 'ele-mento' muy cercana a la que se emplea en laactualidad. La referencia a las contribuciones deBoyle sirve para hacer que el novato se dé cuen-ta de que la química no se inició con las sulfa-midas; además, le indica que una de las tareastradicionales de los científicos es inventar con-

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ceptos de ese tipo. Como parte del arsenal peda-gógico que convierte a un hombre en científico,la atribución tiene un gran éxito. Sin embargo,ilustra una vez más, el patrón de errores histó-ricos que conduce, tanto a los estudiantes comoa los profanos, a conclusiones erróneas sobre lanaturaleza de la empresa científica.

Según Boyle, que estaba absolutamente en locierto, su "definición" de un elemento no erasino una paráfrasis de un concepto químico tra-dicional ; Boyle lo ofreció sólo con el fin de argu-mentar que lo que se llama un elemento químicono existe; desde el punto de vista histórico, laversión que hacen los libros de texto de la con-tribución de Boyle es absolutamente errónea.3

Por supuesto, ese error es trivial, aunque no másque cualquier otra representación errónea de da-tos. Sin embargo, lo que no es trivial es la im-presión de la ciencia, fomentada cuando este tipode error es primeramente compuesto y luego in-cluido dentro de la estructura técnica del texto.Como 'tiempo', 'energía', 'fuerza' o 'partícula', elconcepto de elemento es el tipo de ingredientede un libro de texto que, a menudo, no es inven-tado ni descubierto en absoluto. La definición deBoyle puede hacerse remontar por lo menos hastaAristóteles y se proyecta hacia adelante a travésde Lavoisier hasta los libros de texto modernos.Esto, sin embargo, no quiere decir que la cienciahaya poseído el concepto moderno de elementodesde la antigüedad. Las definiciones verbales,como la de Boyle, tienen poco contenido científicocuando se las considera en sí mismas. No sonespecificaciones lógicas y completas delsignificado (si existen), sino más bien ayudaspedagógicas. Los conceptos científicos que indi-

3 T. S. Kuhn, "Robert Boyle and Structural Chemistryin the Seventeenth Century", Isis, XLIII (1952), 26-29.

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can sólo obtienen un significado pleno cuando serelacionan, dentro de un texto o de alguna otrapresentación sistemática, con otros conceptos cien-tíficos, con procedimientos de manipulación y conaplicaciones de paradigmas. De ello se desprendeque es casi imposible que conceptos tales comoel de elemento puedan inventarse independiente-mente del contexto. Además, dado el contexto,raramente requieren ser inventados, puesto quese encuentran ya a mano. Tanto Boyle comoLavoisier cambiaron la significación química de'elemento' en importantes aspectos; pero no in-ventaron la noción, ni siquiera cambiaron lafórmula verbal que le sirve de definición. Tam-poco, como ya hemos visto, tuvo Einstein queinventar o redefinir explícitamente 'espacio' y'tiempo' para darles dentro del contexto de sutrabajo, un nuevo significado.

¿Cuál fue entonces la función histórica de Boyleen la parte de su trabajo que incluye la famosa"definición"? Fue el líder de una revolución cien-tífica que, mediante el cambio de la relación de'elemento' en la manipulación y la teoría quími-cas, transformó a la noción en un instrumentomuy diferente del que antes había sido y, en elproceso, modificó a la química y al mundo de losquímicos.4 Otras revoluciones, incluyendo la quese centra sobre Lavoisier, tuvieron que darle alconcepto su forma y su función modernas. PeroBoyle proporciona un ejemplo típico tanto delproceso involucrado en cada una de esas etapascomo de lo que le sucede a ese proceso cuandoel conocimiento existente es incluido en un librode texto. Más que cualquier otro aspecto singu-

4 Marie Boas, en su obra Robert Boyle and Seventeenth-Century Chemistry (Cambridge, 1958) trata, en muchospuntos, de las contribuciones hechas por Boyle a la evo-lución del concepto de elemento químico.

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lar de la ciencia, esta forma pedagógica ha deter-minado nuestra imagen de la naturaleza de laciencia y del papel desempeñado en su progresopor los inventos y los descubrimientos.

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XII. LA RESOLUCIÓN DE LAS REVOLUCIONES

Los LIBROS de texto que hemos estado examinan-do sólo se producen inmediatamente después deuna revolución científica. Son las bases para unanueva tradición de ciencia normal. Al ocuparnosde la cuestión relativa a su estructura, está claroque hemos omitido una etapa. ¿Cuál es el procesomediante el que un candidato a paradigma reem-plaza a su predecesor? Cualquier interpretaciónnueva de la naturaleza, tanto si es un descubri-miento como si se trata de una teoría, surge ini-cialmente, en la mente de uno o de varios indivi-duos. Son ellos los primeros que aprenden a vera la ciencia y al mundo de una manera diferentey su habilidad para llevar a cabo la transición esfacilitada por dos circunstancias que no son co-munes a la mayoría de los demás miembros desu profesión. De manera invariable, su atenciónse ha concentrado intensamente en los problemasprovocadores de crisis; además, habitualmente,son hombres tan jóvenes o tan novatos en el cam-po en crisis, que la práctica los ha comprometidomenos profundamente que a la mayor parte desus contemporáneos en la opinión sobre el mundoy sobre las reglas determinadas por el antiguoparadigma. ¿Cómo pueden y qué deben hacerpara convencer a toda la profesión, o al subgrupoprofesional pertinente, de que su modo de ver ala ciencia y al mundo es el correcto? ¿Qué haceque el grupo abandone una tradición de investi-gación normal en favor de otra?

Para ver el apremio de estas preguntas, re-cuérdese que son las únicas reconstrucciones quepuede suministrar el historiador para satisfacera las inquisiciones de los filósofos sobre las prue-

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bas, la verificación o la falsación de teorías cien-tíficas establecidas. Hasta el grado en que sededique a la ciencia normal, el investigador es unsolucionador de enigmas, no alguien que ponga aprueba los paradigmas. Aunque durante la bús-queda de la solución de un enigma particularpuede ensayar una serie de métodos alternativospara abordar el problema descartando los queno le dan los resultados deseados, al hacerlo noestará poniendo a prueba al paradigma. En lugarde ello, será como el jugador de ajedrez que,frente a un problema establecido y con el table-ro, física o mentalmente ante él, ensaya variosmovimientos alternativos para buscar la solución.Esos intentos de prueba, tanto si son hechos porel jugador de ajedrez como si los lleva a cabo elcientífico, son sólo pruebas para ellos mismos,no para las reglas del juego. Sólo son posibles entanto se dé por sentado el paradigma. Por con-siguiente, la prueba de un paradigma sólo tienelugar cuando el fracaso persistente para obtenerla solución de un problema importante hayaproducido una crisis. E incluso entonces, sola-mente se produce después de que el sentimientode crisis haya producido un candidato alternativoa paradigma. En las ciencias, la consolidaciónde la prueba no consiste simplemente, como su-cede con la resolución de enigmas, en la compa-ración de un paradigma único con la naturaleza.En lugar de ello, la prueba tiene lugar como partede la competencia entre dos paradigmas rivales,para obtener la aceptación por parte de lacomunidad científica.

Al examinarla de cerca, esta formulación mues-tra paralelos inesperados, y probablemente im-portantes, con dos de las teorías filosóficas con-temporáneas más populares sobre la verificación.Pocos filósofos de la ciencia buscan todavía cri-

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terios absolutos para la verificación de las teoríascientíficas. Al notar que ninguna teoría puedeexponerse siempre a todas las pruebas posiblesy pertinentes, no preguntan si una teoría ha sidoverificada sino, más bien, sobre sus probabilida-des, teniendo en cuenta las pruebas que ya exis-ten. Y para responder a esta pregunta, una es-cuela importante se siente impulsada a compararla capacidad de diferentes teorías para explicarlas pruebas que se encuentran a mano. Esta in-sistencia en comparar teorías es también carac-terística de la situación histórica en la que seacepta una nueva teoría; es muy probable queindique uno de los sentidos en que se dirigiránlas futuras discusiones sobre la verificación.

Sin embargo, en sus formas más habituales,todas las teorías de verificación de probabilidadesrecurren a uno u otro de los lenguajes de obser-vación puros o neutros que estudiamos en lasección X. Una teoría de probabilidades exigeque comparemos la teoría científica dada con to-das las demás que puedan imaginarse, para quese ajusten al mismo conjunto de datos observa-dos. Otra exige la construcción imaginaria de to-das las pruebas a que pueda someterse a la teoríacientífica dada.1 Aparentemente, parte de esaconstrucción es necesaria para el cálculo de lasprobabilidades específicas, absolutas o relativas,y es difícil ver cómo puede lograrse una cons-trucción semejante. Si, como ya hemos señalado,no puede haber ningún sistema de lenguaje o deconceptos que sea científica o empíricamente neu-tro, la construcción propuesta de pruebas y teo-

1 Para obtener un bosquejo breve de los principalescaminos que conducen a las teorías de la verificaciónprobabilistas, véase Principles of the Theory of Probability,Vol. I, núm. 6, de Ernest Nagel, International Encyclopediaof Unified Science, pp. 60-75.

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rías alternativas deberá proceder de alguna tradi-ción basada en un paradigma. Con esta limitación,no tendría acceso a todas las experiencias o teo-rías posibles. Como resultado de ello, las teoríasprobabilistas disimulan la situación de verifica-ción tanto como la iluminan. Aunque esta si-tuación, como insisten, depende de la comparaciónde teorías y de muchas pruebas presentadas, lasteorías y observaciones en cuestión están siempreestrechamente relacionadas con otras ya existen-tes. La verificación es como la selección natural:toma las más viables de las alternativas reales, enuna situación histórica particular. El hecho de siesta elección es la mejor que pudo hacerse si sehubiera dispuesto todavía de otras alternativaso si los datos hubieran sido de otro tipo, no esuna pregunta que pueda plantearse de maneraútil. No hay instrumentos que puedan emplearsepara encontrar las respuestas pertinentes.

Un método muy distinto para abordar todoeste conjunto de problemas ha sido desarrolladopor Karl R. Popper, quien niega la existencia detodo procedimiento de verificación.2 En su lu-gar, hace hincapié en la importancia de la falsa-ción, o sea de la prueba que, debido a que suresultado es negativo, hace necesario rechazaruna teoría establecida. Claramente, el papel atri-buido así a la falsación se parece mucho al queen este ensayo atribuimos a las experiencias anó-malas; o sea, a las experiencias que, al provocarcrisis, preparan el camino hacia una nueva teo-ría. Sin embargo, las experiencias anómalas nopueden identificarse con las de falsación. En rea-lidad, dudo mucho que existan estas últimas.

2 K. R. Popper, The Logic of Scientific Discovery(Nueva York, 1959), sobre todo los caps. I-IV. Versiónal español: La lógica del descubrimiento científico. Ed.Tecnos.

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Como repetidamente hemos subrayado con ante-rioridad, ninguna teoría resuelve nunca todos losproblemas a que en un momento dado se enfren-ta, ni es frecuente que las soluciones ya alcanza-das sean perfectas. Al contrario, es justamentelo incompleto y lo imperfecto del ajuste entre lateoría y los datos existentes lo que, en cualquiermomento, define muchos de los enigmas que ca-racterizan a la ciencia normal. Si todos y cadauno de los fracasos en el ajuste sirvieran de basepara rechazar las teorías, todas las teorías debe-rían ser rechazadas en todo momento. Por otraparte, si sólo un fracaso contundente en el ajustejustifica el rechazo de la teoría, entonces los se-guidores de Popper necesitarán cierto criterio de"improbabilidad" o de "grado de demostraciónde falsación". Al desarrollar un criterio, es casiseguro que se enfrentarán al mismo tejido dedificultades que ha obsesionado a los partidariosde las diversas teorías de verificación proba-bilista.

Muchas de las dificultades precedentes puedenevitarse reconociendo que tanto las opinionesprevalecientes como las opuestas, con respecto ala lógica básica de la investigación científica, hantratado de comprimir en uno solo dos procesosmuy separados. La experiencia anómala de Pop-per es importante para la ciencia, debido a queproduce competidores para un paradigma exis-tente. Pero la demostración de falsación aunqueseguramente tiene lugar, no aparece con el surgi-miento, o simplemente a causa del surgimientode una anomalía o de un ejemplo que demuestrela falsación. En lugar de ello, es un procesosubsiguiente y separado que igualmente bien po-dría llamarse verificación, puesto que consiste enel triunfo de un nuevo paradigma sobre el ante-rior. Además, es en este proceso conjunto de

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verificación y demostración de falsación en dondedesempeña un papel crucial la comparación pro-babilista de teorías. Creo que esa formulaciónen dos etapas tiene la virtud de una gran vero-similitud y puede capacitarnos también para co-menzar a explicar el papel del acuerdo (o deldesacuerdo) entre el hecho y la teoría en el pro-ceso de verificación. Para el historiador al menos,tiene poco sentido el sugerir que la verificaciónes establecer el acuerdo del hecho con la teoría.Todas las teorías que tuvieron significado histó-rico estuvieron acordes con los hechos; pero sóloen forma relativa. No existe ninguna respuestamás precisa para la pregunta de si una teoríaindividual se ajusta a los hechos y hasta quépunto lo hace. Pero pueden plantearse pregun-tas muy similares a ésas, cuando se toman lasteorías colectivamente o por parejas. Cabe pre-guntar cuál de dos teorías, reales y en competen-cia, se ajusta mejor a los hechos. Por ejemplo,aunque ni la teoría de Priestley ni la de Lavoisierconcordaban precisamente con las observacionesexistentes, pocos contemporáneos dudaron másde una década en llegar a la conclusión de que, delas dos, la teoría de Lavoisier era la que mejor seajustaba.

Sin embargo, esta formulación hace que la ta-rea de escoger entre paradigmas parezca másfácil y familiar de lo que es en realidad. Si nohubiera más que un conjunto de problemas cien-tíficos, un mundo en el que poder ocuparse deellos y un conjunto de normas para su resolu-ción, la competencia entre paradigmas podría re-solverse por medio de algún proceso más o menosrutinario, como contar el número de problemasresueltos por cada uno de ellos. Pero, en realidad,esas condiciones no son satisfechas completa-mente nunca. Quienes proponen los paradigmas

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en competencia se encuentran siempre, por lomenos ligeramente, en pugna involuntaria. Nin-guna de las partes dará por sentadas todas lassuposiciones no empíricas que necesita la otrapara poder desarrollar su argumento; como Prousty Berthollet, cuando discutieron sobre la compo-sición de los compuestos químicos, estarán, hastacierto punto, obligadas a hablar sin entenderse;aunque cada una de ellas podrá esperar conven-cer a la otra de su modo de ver su ciencia y susproblemas, ninguna de ellas podrá esperar pro-bar su argumento. La competencia entre paradig-mas no es el tipo de batalla que pueda resolversepor medio de pruebas.

Ya hemos visto varias razones por las que losproponentes de paradigmas en competencia nece-sariamente fracasan al entrar en contacto com-pleto con los puntos de vista de los demás. Co-lectivamente, estas razones han sido descritascomo la inconmensurabilidad de las tradicionescientíficas normales anteriores y posteriores alas revoluciones, y sólo necesitaremos repetirlasbrevemente. En primer lugar, los proponentes deparadigmas en competencia estarán a menudo endesacuerdo con respecto a la lista de problemasque cualquier candidato a paradigma deba resol-ver. Sus normas o sus definiciones de la cienciaserán diferentes. ¿Debe una teoría del movi-miento explicar la causa de la fuerza de atrac-ción entre partículas de materia o puede simple-mente notar la existencia de esas fuerzas? Ladinámica de Newton fue ampliamente rechazadadebido a que, a diferencia de las teorías de Aris-tóteles y de Descartes, implicaba la última res-puesta a la pregunta. Por consiguiente, cuandose aceptó la teoría de Newton, una pregunta fueeliminada de la ciencia. Sin embargo, la relati-vidad general podría públicamente enorgullecerse

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de haber resuelto esa pregunta. También la teo-ría química de Lavoisier, diseminada a lo largodel siglo XIX, impidió a los químicos plantear lapregunta de por qué se parecían tanto los meta-les, pregunta que la química del flogisto habíaplanteado y respondido. La transición al paradig-ma de Lavoisier, como la que tuvo lugar al deNewton, significo no solo la pérdida de una pre-gunta permitida sino también la de una soluciónlograda; sin embargo, tampoco esa pérdida fuepermanente. En el siglo xx, las preguntas res-pecto a las cualidades de las substancias químicashan sido nuevamente incluidas en la ciencia, jun-to con algunas respuestas.

Sin embargo, está implicado algo más que lainconmensurabilidad de las normas. Puesto quelos nuevos paradigmas nacen de los antiguos, in-corporan ordinariamente gran parte del vocabu-lario y de los aparatos, tanto conceptuales comode manipulación, que previamente empleó el pa-radigma tradicional. Pero es raro que empleenexactamente del modo tradicional a esos elemen-tos que han tomado prestados. En el nuevo para-digma, los términos, los conceptos y los experi-mentos antiguos entran en relaciones diferentesunos con otros. El resultado inevitable es lo quedebemos llamar, aunque el término no sea abso-lutamente correcto, un malentendido entre lasdos escuelas en competencia. El profano quefruncía el ceño ante la teoría general de la rela-tividad de Einstein, debido a que el espacio nopodía ser "curvo" —no era exactamente eso—,no estaba simplemente equivocado o engañado.Tampoco los matemáticos, los físicos y los filó-sofos que trataron de desarrollar una versióneuclideana de la teoría de Einstein.3 Lo que an-

3 Sobre las reacciones de los profanos ante el conceptodel espacio curvo, véase Einstein, His Life and Times,

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teriormente se entendía por espacio, era necesa-riamente plano, homogéneo, isotrópico y no afec-tado por la presencia de la materia. De no serasí, la física de Newton no hubiera dado resul-tado. Para llevar a cabo la transición al universode Einstein, todo el conjunto conceptual cuyasramificaciones son el espacio, el tiempo, la ma-teria, la fuerza, etc., tenía que cambiarse y esta-blecerse nuevamente sobre el conjunto de la na-turaleza. Sólo los hombres que habían sufridojuntos o no habían logrado sufrir esa transfor-mación serían capaces de descubrir precisamenteen qué estaban o no de acuerdo. La comunica-ción a través de la línea de división revoluciona-ria es inevitablemente parcial. Por ejemplo, tó-mese en consideración a los hombres que llamaronloco a Copérnico porque proclamó que la Tierrase movía. No estaban tampoco simple o comple-tamente equivocados. Parte de lo que entendíanpor 'Tierra' era una posición fija. Por lo menos,su tierra no podía moverse. De la misma mane-ra, la innovación de Copérnico no fue sólo moverla Tierra; por el contrario, fue un modo comple-tamente nuevo de ver los problemas de la físicay de la astronomía, que necesariamente cambiabael significado de 'Tierra' y de 'movimiento'.4 Sinesos cambios, el concepto de que la Tierra semovía era una locura. Por otra parte, una vez

de Philipp Frank, trad. y ed. por G. Rosen y S. Kusaka(Nueva York, 1947), pp. 142-46. Sobre algunos de los in-tentos hechos para preservar los triunfos de la relatividadgeneral dentro de un espacio euclideano, véase Einsteinand the universe, de C. Nordmann, trad. J. McCabe(Nueva York, 1922), cap. IX.

4 T. S. Kuhn, The Copemican Revolution (Cambridge,Mass., 1957), caps, III, IV y VII. Uno de los temasprincipales de todo el libro es el punto sobre hasta dónde elheliocentrismo fue algo más que una cuestión estricta-mente astronómica.

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llevados a cabo y comprendidos, tanto Descartescomo Huyghens comprendieron que el movimien-to de la Tierra era una cuestión que carecía decontenido para la ciencia.5

Estos ejemplos señalan hacia el tercero y másfundamental de los aspectos de la inconmensu-rabilidad de los paradigmas en competencia. Enun sentido que soy incapaz de explicar de maneramás completa, quienes proponen los paradigmasen competencia practican sus profesiones en mun-dos diferentes. Unos contienen cuerpos forzadosque caen lentamente y otro péndulos que repitensus movimientos una y otra vez. En un caso, lassoluciones son compuestos, en otro, mezclas. Unose encuentra inserto en una matriz plana del es-pacio, el otro en una curva. Al practicar susprofesiones en mundos diferentes, los dos gruposde científicos ven cosas diferentes cuando miranen la misma dirección desde el mismo punto.Nuevamente, esto no quiere decir que puedenver lo que deseen. Ambos miran al mundo yaquello a lo que miran no ha cambiado. Pero, enciertos campos, ven cosas diferentes y las venen relaciones distintas unas con otras. Es por esopor lo que una ley que ni siquiera puede ser esta-blecida por demostración a un grupo de científi-cos, a veces puede parecerle a otro intuitivamenteevidente. Por eso, asimismo, antes de que pue-dan esperar comunicarse plenamente, un grupoo el otro deben experimentar la conversión quehemos estado llamando cambio de paradigma.Precisamente porque es una transición entre in-conmensurables, la transición entre paradigmasen competencia no puede llevarse a cabo paso apaso, forzada por la lógica y la experiencia neu-

5 Max Jammer, Concepts of Space (Cambridge, Mass.,1954), pp. 118-24.

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tral. Como el cambio de forma (Gestalt), debetener lugar de una sola vez (aunque no necesaria-mente en un instante) o no ocurrir en absoluto.Entonces, ¿cómo llegan los científicos a haceresta trasposición? Parte de la respuesta es quecon mucha frecuencia no la hacen. El coperni-canismo obtuvo muy pocos adeptos durante casiun siglo después de la muerte de Copérnico. Eltrabajo de Newton no fue generalmente acepta-do, sobre todo en la Europa continental, durantemás de medio siglo después de la aparición delos Principia.6 Priestley nunca aceptó la teoríadel oxígeno, ni Lord Kelvin la teoría electromag-nética y así sucesivamente. Las dificultades deconversión han sido notadas con frecuencia porlos científicos mismos. Darwin, en un pasajeparticularmente perceptivo al final de su Originof Species, escribió: "Aunque estoy plenamenteconvencido de la verdad de las opiniones expre-sadas en este volumen..., no espero convencer,de ninguna manera, a los naturalistas experimen-tados cuyas mentes están llenas de una multi-tud de hechos que, durante un transcurso muygrande de años, han visto desde un punto de vistadirectamente opuesto al mío... Pero miro confirmeza hacia el futuro, a los naturalistas nue-vos y que están surgiendo, porque serán capacesde ver ambos lados de la cuestión con imparcia-lidad".7 Y Max Planck, pasando revista a su propiacarrera en su Scientific Autobiography, escribiócon tristeza que "una nueva verdad científica notriunfa por medio del convencimiento de sus

6 I. B. Cohen, Franklin and Newton: An Inquiry intoSpeculative Newtonian Experimental Science and Fran-klin's Work in Electricity as an Example Thereof (Fila-delfia, 1956), pp. 93-94.

7 Charles Darwin, On the Origin of Species... (edi-ción autorizada de la 6a ed. inglesa; Nueva York, 1889),II, 295-96.

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oponentes, haciéndoles ver la luz, sino más bienporque dichos oponentes llegan a morir y creceuna nueva generación que se familiariza con ella".8

Estos hechos y otros similares son demasiadocomúnmente conocidos como para necesitar in-sistir en ellos. Pero sí necesitan ser reevaluados.En el pasado a menudo han sido consideradoscomo indicación de que los científicos, debido aque son sólo seres humanos, no siempre puedenadmitir sus errores, ni siquiera cuando se en-frentan a pruebas concretas. Yo más bien afir-maría que en estos temas no son pruebas nierrores los que están cuestionados. La transfe-rencia de la aceptación de un paradigma a otroes una experiencia de conversión que no se puedeforzar. La resistencia de toda una vida, sobretodo por parte de aquellos cuyas carreras fecun-das los han hecho comprometerse con una tra-dición más antigua de ciencia normal, no es unaviolación de las normas científicas, sino un ín-dice de la naturaleza de la investigación científicamisma. La fuente de la resistencia reside en laseguridad de que el paradigma de mayor anti-güedad finalmente resolverá todos sus proble-mas, y de que la naturaleza puede compelersedentro de los marcos proporcionados por el pa-radigma. En épocas revolucionarias, inevitable-mente esa seguridad se muestra como terca ytenaz, lo que en ocasiones incluso llega a ser.Pero es también algo más que eso. Esta mismaseguridad es la que hace posible a una ciencia,normal o solucionadora de enigmas. Y es sólo através de la ciencia normal como la comunidadprofesional primeramente logra explotar el al-cance potencial y la justeza del paradigma más

8 Max Planck, Scientific Autobiography and Other Pa-pers, trad. F. Gaynor (Nueva York, 1949), pp. 33-34.

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antiguo y más tarde, aislar la aporía de cuyoestudio pueda surgir un nuevo paradigma.

No obstante, el pretender que la resistencia esinevitable y legítima y que el cambio de paradig-ma no puede justificarse por medio de pruebas,no quiere decir que no haya argumentos perti-nentes o que no sea posible persuadir a los cien-tíficos de que cambien de manera de pensar.Aunque a veces se requiere de una generaciónpara llevar a cabo el cambio, las comunidadescientíficas se han convertido una vez tras otraa los nuevos paradigmas. Además, esas conver-siones no ocurren a pesar del hecho de que loscientíficos sean humanos, sino debido a que loson. Aunque algunos científicos, sobre todo losmás viejos y experimentados, puedan resistirseindefinidamente, la mayoría de ellos, en una uotra forma, podrán ser logrados. Las conversio-nes se producirán poco a poco hasta cuando, des-pués de que los últimos en oponer resistenciamueran, toda la profesión se encuentre nueva-mente practicando de acuerdo con un solo para-digma, aunque diferente. Debemos por consi-guiente, inquirir cómo se induce a la conversióny cómo se encuentra resistencia.

¿Qué tipo de respuesta puede esperarse a estapregunta? Tan sólo debido a que se refiere a téc-nicas de persuasión o a argumentos y contra-argumentos en una situación en la que no puedehaber pruebas, nuestra pregunta es nueva y exi-ge un tipo de estudio que no ha sido emprendidoantes. Debemos prepararnos para una inspecciónmuy parcial e impresionante. Además, lo queya se ha dicho se combina con el resultado deesta inspección para sugerir que, cuando se pre-gunta algo, más sobre la persuasión que sobrelas pruebas, el problema de la naturaleza de laargumentación científica no tiene una respuesta

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única o uniforme. Los científicos individualesaceptan un nuevo paradigma por toda clase derazones y, habitualmente, por varias al mismotiempo. Algunas de esas razones —por ejemplo,el culto al Sol que contribuyó a que Kepler seconvirtiera en partidario de Copérnico— se en-cuentran enteramente fuera de la esfera aparentede la ciencia.9 Otras deben depender de idiosin-crasias de autobiografía y personalidad. Inclusola nacionalidad o la reputación anterior del inno-vador y de sus maestros pueden a veces desem-peñar un papel importante.10 Por tanto, en últimainstancia, debemos aprender a hacer esa preguntade una manera diferente. No deberemos inte-resarnos por los argumentos que de hecho con-vierten a uno u otro individuo, sino más bienpor el tipo de comunidad que siempre, tarde otemprano, se reforma como un grupo único. Voy,sin embargo, a aplazar este problema para la sec-ción final, examinando mientras tanto algunos delos tipos de argumentos que resultan particular-mente efectivos en las batallas sobre cambios deparadigmas. Probablemente la pretensión simplede mayor

9 Con respecto al papel del culto al Sol en el pensamiento de Kepler, véase The Metaphysical Foundations ofModern Physical Science, de E. A. Burtt (ed. rev.; NuevaYork, 1932), pp. 44-49.

10 Sobre el papel de la reputación, tómese en consideración lo siguiente: Lord Rayleigh, en una época en quesu reputación estaba ya bien establecida, sometió a laAsociación Británica un documento sobre varias paradojas de la electrodinámica. Por inadvertencia, su nombre fue omitido cuando se envió el documento por primeravez y dicho escrito fue primeramente rechazado comoobra de algún "hacedor de paradojas". Poco después,con el nombre del autor en su lugar, el documento fueaceptado con toda clase de excusas (R. J. Strutt, 4° BarónRayleigh, John William Strutt, Third Baron Rayleigh[Nueva York, 1924], p. 228).

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relevancia que plantean quienes proponen unnuevo paradigma es la de que pueden resolverlos problemas que condujeron al paradigma anti-guo a la crisis. Cuando de manera legítima puedehacerse esta pretensión con frecuencia es la másefectiva posible. En el campo en que se propone,se sabe que el paradigma se encuentra en dificul-tades. Estas dificultades han sido exploradas re-petidamente y las tentativas para vencerlas hanresultado vanas una y otra vez. Se han recono-cido y atestiguado "experimentos cruciales" —losque son capaces de establecer una discrimina-ción particularmente clara entre los dos para-digmas—, antes de que se inventara siquiera elnuevo paradigma. Copérnico pretendía, en esaforma, que había resuelto el problema que sehabía resistido durante tanto tiempo sobre la lon-gitud del año del calendario, Newton que habíareconciliado la mecánica terrestre con la celeste,Lavoisier que había resuelto los problemas deidentidad de los gases y de las relaciones de pesoy Einstein que había hecho que la electrodiná-mica fuera compatible con una ciencia del mo-vimiento revisada.

Las pretensiones de este tipo tienen muchasprobabilidades de tener éxito si el nuevo para-digma muestra una precisión cuantitativa sor-prendentemente mayor que la de su competidormás antiguo. La superioridad cuantitativa de lastablas Rudolphine de Kepler sobre todas las quehabían sido calculadas desde la aparición de lateoría de Tolomeo, fue un factor importante parala conversión de los astrónomos al copernicanis-mo. El éxito de Newton para predecir observa-ciones astronómicas cuantitativas fue probable-mente la razón singular más importante deltriunfo de su teoría sobre sus competidoras másrazonables, pero más uniformemente cualitativas.

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Y en este siglo, el sorprendente éxito cuantitativotanto de la ley de la radiación de Planck como dela del átomo de Bohr, persuadieron rápidamentea los físicos de que debían adoptarlas, aun cuan-do, viendo la ciencia física como un todo, esasdos contribuciones creaban muchos más proble-mas de los que resolvían.11

La pretensión de haber resuelto los problemasprovocadores de una crisis, sin embargo, rara-mente es suficiente por sí sola. Además, no siem-pre puede hacerse de manera legítima. En efecto,la teoría de Copérnico no era más exacta que lade Tolomeo y no condujo directamente a nin-gún mejoramiento en el calendario. O también,la teoría ondulatoria de la luz no tuvo, durantevarios años después de haber sido proclamada, nisiquiera el mismo éxito que su rival corpuscularpara resolver los efectos de polarización, queeran una de las causas principales de la crisisde la óptica. A veces, la práctica floja que carac-terice a la investigación no-ordinaria produciráun candidato a paradigma que, inicialmente, nocontribuya en absoluto a resolver los problemasque provoquen la crisis. Cuando eso suceda, de-berán obtenerse pruebas de otros lugares del cam-po, como de todas formas sucede con frecuencia.En estas otras zonas pueden desarrollarse para-digmas particularmente persuasivos si el nuevoparadigma permite la predicción de fenómenostotalmente insospechados cuando prevalecía el pa-radigma anterior.

Por ejemplo, la teoría de Copérnico sugirió quelos planetas debían ser similares a la Tierra,

11 Con respecto a los problemas creados por la teoríacuántica, véase The Quantum Theory, de F. Reiche (Lon-dres, 1922), caps, II, VI-IX. Con respecto a los demásejemplos de este párrafo, véanse las referencias anterioresde esta sección.

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que Venus debía mostrar fases y que el Universodebía ser muchísimo más grande de lo que hastaentonces se había supuesto. Como resultado deello, cuando, sesenta años después de su muerte,los telescopios descubrieron repentinamente mon-tañas en la Luna, las fases de Venus y un númeroinmenso de estrellas cuya existencia no se sospe-chaba siquiera, esas observaciones dieron a lanueva teoría muchísimos adeptos, principalmenteentre los no astrónomos.12 En el caso de la teoríaondulatoria, una de las causas principales de laconversión de profesionales resultó más dra-mática. La resistencia opuesta por los francesesse derrumbó de repente y de una manera relati-vamente completa, cuando Fresnel logró demos-trar la existencia de un punto blanco en el centrode la sombra de un disco. Era un efecto que nisiquiera él había esperado, pero que Poisson,inicialmente uno de sus oponentes, había demos-trado que era una consecuencia necesaria aunqueabsurda de la teoría de Fresnel.13 A causa de lavalía de su impacto y de que de manera evidente,desde un principio, no habían sido incluidos enla nueva teoría, argumentos como estos resultanespecialmente persuasivos. A veces esa fuerzacomplementaria puede explotarse, incluso a tra-vés de fenómenos que han sido observados muchoantes de que se presentara la teoría que los ex-plica. Por ejemplo, Einstein no parece haberprevisto que la relatividad general explicara conprecisión la conocida anomalía en el movimientodel perihelio de Mercurio y experimentó el triunfoconsiguiente cuando lo logró.14

12 Kuhn, op. cit., pp. 219-25.13 E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether

and Electricity, I (2a ed.; Londres, 1951), 108.14 Véase ibid., II (1953), 151-80, sobre el desarrollo de

la relatividad general. Con respecto a la reacción de Eins-tein sobre el acuerdo preciso de la teoría con el movi-

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Todos los argumentos en pro de un nuevo pa-radigma que hemos presentado hasta ahora, hanestado basados en la habilidad comparativa deun competidor para resolver problemas. Paralos científicos, esos argumentos son ordinaria-mente los más importantes y persuasivos. Losejemplos anteriores no deben dejar dudas sobreel origen de su inmensa atracción. Pero, porrazones que veremos dentro de poco, no son niindividual ni colectivamente apremiantes. Afor-tunadamente, hay también otro tipo de considera-ción que puede conducir a los científicos a recha-zar un antiguo paradigma, en favor de otro nuevo.Éstos son los argumentos, raramente establecidosexplícitamente, que hacen un llamamiento al sen-tido que tienen los individuos de lo apropiado yde lo estético: se dice que la nueva teoría es"más neta", "más apropiada" o "más sencilla"que la antigua. Es probable que esos argumen-tos sean menos efectivos en las ciencias que enla matemática. Las primeras versiones de la ma-yoría de los nuevos paradigmas son aproximadas.Para cuando puede desarrollarse toda su atrac-ción estética, la mayor parte de la comunidad hasido persuadida por otros medios. Sin embargo,la importancia de las consideraciones de estéticapuede ser a veces decisiva. Aunque a menudosólo atraen a unos cuantos científicos hacia unanueva teoría, es posible que su triunfo finaldependa precisamente de esos pocos. Si por fuer-tes razones individuales no lo hubieran tomadoa su cargo rápidamente, el nuevo candidato a pa-radigma pudiera no desarrollarse nunca lo sufi-ciente como para atraer a la comunidad científicacomo un todo.

miento observado del perihelio de Mercurio, véase Incarta citada en Albert Einstein, Philosopher-Scientist, deP. A. Schilpp (ed.), Evanston, III., 1949), p. 101.

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Para ver las razones de la importancia de esasconsideraciones más subjetivas y estéticas, re-cuérdese qué es un debate paradigmático. Cuan-do por primera vez se propone un candidato aparadigma, es raro que haya resuelto más queunos cuantos de los problemas a que se enfrentay la mayoría de las soluciones distarán muchotodavía de ser perfectas. Hasta Kepler, la teo-ría de Copérnico apenas había logrado mejorarlas predicciones de posición planetaria que ha-bía hecho Tolomeo. Cuando Lavoisier vio eloxígeno como "el aire mismo entero", su nuevateoría no podía enfrentarse en absoluto a los pro-blemas presentados por la proliferación de nue-vos gases, un argumento que utilizó con granéxito Priestley en su contraataque. Los casos comoel del punto blanco de Fresnel son extremada-mente raros. Ordinariamente, es sólo mucho mástarde, después de que el nuevo paradigma hasido desarrollado, aceptado y explotado, cuandose desarrollan argumentos aparentemente decisi-vos, como el péndulo de Foucault para demos-trar la rotación de la Tierra o el experimento deFizeau para demostrar que la luz se desplaza másrápidamente en el aire que en el agua. El pro-ducirlos es parte de la ciencia normal y su fun-ción no se desempeña en el debate paradigmá-tico sino en los libros de texto posteriores a larevolución.

Antes de que se escribieran esos libros de tex-to, mientras tiene lugar el debate, la situaciónes muy diferente. Habitualmente, los adversariosde un nuevo paradigma pueden legítimamentepretender que incluso en la zona de crisis éstees muy poco superior a su rival tradicional; porsupuesto, resuelve mejor algunos problemas ydescubre algunas regularidades nuevas. Pero esprobable que el antiguo paradigma pueda articu-

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larse para satisfacer esas condiciones, como loha hecho antes con otras. Tanto el sistema astro-nómico geocéntrico de Tycho Brahe como lasúltimas versiones de la teoría del flogisto fueronrespuestas a desafíos planteados por un nuevocandidato a paradigma, y ambas tuvieron un éxitocompleto.15 Además, los defensores de la teoría ylos procedimientos tradicionales pueden casisiempre señalar problemas que su nuevo rivalno ha resuelto pero que, desde el punto de vistade ellos, no son problemas en absoluto. Hastael descubrimiento de la composición del agua, lacombustión del hidrógeno era un fuerte argumentoen pro de la teoría del flogisto y en contra deLavoisier; y después del triunfo de la teoríadel oxígeno, todavía no podía explicar la pre-paración de un gas combustible a partir del car-bono, fenómeno al que los partidarios del flogistohabían recurrido como apoyo firme para su teo-ría.16 Incluso en la zona en crisis, el balance delargumento y del contraargumento pueden ser muysimilares y fuera de esa zona, la balanza, con fre-cuencia, favorecerá a la tradición. Copérnico des-truyó una explicación mucho tiempo reconocidadel movimiento de la Tierra, sin reemplazarla;Newton hizo lo mismo con una explicación másantigua de la gravedad, Lavoisier con las propie-

15 Con respecto al sistema de Brahe que, desde elpunto de vista geométrico, era absolutamente equivalenteal de Copérnico, véase A History of Astronomy fromThales to Kepler, de J. L. E. Dreyer (2a ed.; Nueva York,1953), pp. 359-71. Con respecto a las últimas versiones dela teoría del flogisto y sus éxitos, véase "Historical Stu-dies on the Phlogiston Theory", de J. R. Partington y D.McKie, Annals of Science, IV (1939), 11349.

16 Sobre el problema presentado por el hidrógeno,véase A Short History of Chemistry, de J. R. Partington(2a ed.; Londres, 1951), p. 134. Sobre el monóxido de car-bono, véase Geschichte der Chemie, III (Braunschweig,1845), 294-96.

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dades comunes de los metales, y así sucesiva-mente. En resumen, si debe juzgarse un nuevocandidato a paradigma desde el principio porpersonas testarudas que sólo examinen la capa-cidad relativa de resolución de problemas, lasciencias experimentarían muy pocas revolucionesimportantes. Añádanse los argumentos contra-rios, generados por lo que hemos denominadoantes la inconmensurabilidad de los paradigmas,y es posible que las ciencias pudieran no sufrirrevolución alguna.

Pero los debates paradigmáticos no son real-mente sobre la capacidad relativa de resoluciónde problemas aunque, por buenas razones, se ex-presen habitualmente en esos términos. En lugarde ello, lo que se encuentra en juego es qué para-digma deberá guiar en el futuro las investiga-ciones que se lleven a cabo sobre problemas queninguno de los competidores puede todavía re-solver completamente. Es necesaria una decisiónentre métodos diferentes de practicar la cien-cia y, en esas circunstancias, esa decisión deberábasarse menos en las realizaciones pasadas queen las promesas futuras. El hombre que adoptaun nuevo paradigma en una de sus primeras eta-pas, con frecuencia deberá hacerlo, a pesar delas pruebas proporcionadas por la resoluciónde los problemas. O sea, deberá tener fe en queel nuevo paradigma tendrá éxito al enfrentarsea los muchos problemas que se presenten en sucamino, sabiendo sólo que el paradigma antiguoha fallado en algunos casos. Una decisión de estaíndole sólo puede tomarse con base en la fe.

Ésa es una de las razones por las que resultatan importante una crisis anterior. Los científi-cos que no la hayan experimentado, raramenterenunciarán a las pruebas poderosas de la reso-lución de problemas para seguir lo que fácilmente

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pueda resultar y será considerado como un fuegofatuo. Pero la crisis sola no es suficiente. Debehaber también una base, aun cuando no necesiteser racional ni correcta en definitiva, para tenerfe en el candidato particular que se escoja. Algodebe hacer sentir, al menos a unos cuantos cien-tíficos, que la nueva proposición va por buencamino y, a veces, sólo consideraciones estéticaspersonales e inarticuladas pueden lograrlo. Hayhombres que se han dejado convertir por ellas,en momentos en los que la mayoría de los argu-mentos técnicos articulables señalaban en direc-ción opuesta. Cuando fueron presentadas porprimera vez, ni la teoría astronómica de Copér-nico ni la teoría de la materia de De Broglietenían muchos otros puntos importantes de atrac-ción. Incluso hoy en día, la teoría general deEinstein atrae a los hombres principalmente so-bre bases estéticas, atractivo que pocas personasfuera de la matemática han podido sentir.

Esto no quiere decir que los nuevos paradigmastriunfan en definitiva mediante alguna estéticamística. Contrariamente, son muy pocos los hom-bres que abandonan una tradición sólo por esasrazones. Quienes lo hacen, con frecuencia se dancuenta de haber sido llevados a conclusioneserróneas. Pero para que un paradigma puedatriunfar deberá ganar algunos primeros adeptos,hombres que lo desarrollen hasta el punto de quepuedan producirse y multiplicarse argumentostenaces. E incluso estos argumentos, cuando sonproducidos, no son individualmente decisivos.Debido a que los científicos son hombres razo-nables, uno u otro de los argumentos persuadiránen última instancia a muchos de ellos. Pero noexiste ningún argumento único que pueda o debapersuadirlos a todos. Lo que ocurre, más que laconversión de un solo grupo, es un cambio cada

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246 RESOLUCIÓN DE LAS REVOLUCIONES

vez mayor en la distribución de la fidelidad pro-fesional.

Al comienzo, un nuevo candidato a paradigmapuede tener pocos partidarios, y a veces los mo-tivos de esos partidarios pueden resultar sospe-chosos. Sin embargo, si son competentes, lo me-jorarán, explorarán sus posibilidades y mostraránlo que sería pertenecer a la comunidad guiadapor él. Al continuar ese proceso, si el paradigmaestá destinado a ganar la batalla, el número y lafuerza de los argumentos de persuasión en su fa-vor aumentarán. Entonces más científicos se con-vertirán y continuará la exploración del nuevoparadigma. Gradualmente, el número de experi-mentos, instrumentos, artículos y libros basadosen el paradigma se multiplicará. Otros hombresmás, convencidos de la utilidad de la nueva vi-sión, adoptarán el nuevo método para practicarla ciencia normal, hasta que, finalmente, sóloexistan unos cuantos que continúen oponiéndoleresistencia. Y ni siquiera podemos decir que es-tén en un error. Aunque el historiador puedeencontrar siempre a hombres que, como Pries-tley, se mostraron irrazonables al resistirse du-rante tanto tiempo como lo hicieron, no hallaráun punto en el que la resistencia se haga ilógicao no científica. Cuando mucho, puede deseardecir que el hombre que sigue oponiendo resis-tencia después de que se hayan convencido todoslos demás miembros de su profesión, deja ipsofacto de ser un científico.

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XIII. PROGRESO A TRAVÉS DE LASREVOLUCIONES

EN LAS páginas precedentes he incluido mi des-cripción esquemática del desarrollo científicohasta donde es posible llegar en este ensayo;no pueden, sin embargo, proporcionar una con-clusión completa. Si esta descripción ha captadola estructura esencial de la evolución continuade una ciencia, al mismo tiempo habrá planteadoun problema: ¿por qué debe progresar continua-mente la empresa bosquejada antes, cuando, porejemplo, el arte, la teoría política y la filosofíano lo hagan? ¿Por qué es el progreso una condi-ción reservada casi exclusivamente a las activi-dades que llamamos ciencia? Las respuestas másusuales a este problema, han sido negadas en elconjunto de este ensayo. Debemos concluirlo,por consiguiente, preguntando si pueden hallarsesubstitutos.

Puede notarse, inmediatamente, que parte dela pregunta es absolutamente semántica. En me-dida muy grande, el término 'ciencia' está reser-vado a campos que progresan de manera eviden-te. En ninguna parte se muestra esto de maneramás clara que en los debates repetidos sobre siuna u otra de las ciencias sociales contemporá-neas es en realidad una ciencia. Esos debates tie-nen paralelos en los periodos anteriores a losparadigmas de los campos que, en la actualidad,son sin vacilaciones llamados ciencias. Su resul-tado ostensible es una definición completa de esetérmino turbador. Por ejemplo, hay hombres quepretenden que la psicología es una ciencia, debi-do a que posee tales y cuales características.Otros, al contrario, arguyen que esas caracterís-

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ticas son innecesarias o que no son suficientespara convertir a ese campo en una ciencia. Confrecuencia se gastan grandes energías, se des-piertan grandes pasiones y los observadores ex-teriores tienen grandes dificultades para saberpor qué. ¿Hay mucho que pueda depender deuna definición de 'ciencia'? ¿Puede una defini-ción indicarle a un hombre si es o no un científi-co? En ese caso, ¿por qué no se preocupan losartistas o los científicos naturales por la defini-ción del término? De manera inevitable, llegamosa sospechar que lo que se encuentra en juego esalgo más fundamental. Es probable que, en rea-lidad, se hagan preguntas como las siguientes:¿por qué no progresa mi campo del mismo modoque lo hace, por ejemplo, la física? ¿Qué cam-bios de técnicas, de métodos o de ideología loharían capaz de progresar en esa forma? Éstassin embargo, no son preguntas que pudieran res-ponder a un acuerdo con respecto a la defini-ción. Además, si sirve el precedente de las cienciasnaturales, no cesarán de ser una causa de preo-cupación cuando se halle una definición, sinocuando los grupos que actualmente ponen enduda su propio status lleguen a un consenso so-bre sus realizaciones pasadas y presentes. Porejemplo, puede ser significativo que los econo-mistas arguyan menos sobre si su campo es o nouna ciencia que el que lo hagan los profesionalesde varios otros campos de las ciencias sociales.¿Se debe esto a que los economistas saben quées la ciencia? ¿O es más bien la economía laque los hace estar de acuerdo?

Este punto tiene una recíproca que, aunque yano sea simplemente semántica, puede ayudar amostrar las conexiones inextricables entre nues-tras nociones de ciencia y de progreso. Durantemuchos siglos, tanto en la Antigüedad como en

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los comienzos de la Europa moderna, la pinturafue considerada la disciplina acumulativa. Du-rante esos años, se suponía que la meta del artistaera la representación. Los críticos y los histo-riadores, como Plinio y Vasari, registraron conveneración la serie de inventos que, desde el es-corzo hasta el claroscuro, habían hecho posible,sucesivamente, representaciones más perfectas dela naturaleza.1 Pero ésos son también los años,particularmente durante el Renacimiento, cuan-do no se consideraba que hubiera una gran sepa-ración entre las ciencias y las artes. Leonardoera sólo uno de entre muchos hombres que pa-saba libremente de uno a otro campo, los quesólo más tarde se hicieron categóricamente dis-tintos.2 Además, incluso después de que cesó eseintercambio continuo, el término 'arte' continuóaplicándose tanto a la tecnología y a las artesa-nías, las que también se consideraban como pro-gresivas, como a la pintura y a la escultura. Sólocuando estas últimas renunciaron de manera ine-quívoca a la representación como finalidad ycomenzaron a aprender nuevamente de los mo-delos antiguos, obtuvo su profundidad actual laseparación que, hoy en día, damos por sentada.E incluso en la actualidad, cambiando de camposuna vez más, parte de nuestra dificultad paraver las diferencias profundas entre la ciencia yla tecnología debe relacionarse con el hecho deque el progreso es un atributo evidente de amboscampos. Sin embargo, puede sólo aclarar, noresolver,

1 E. H. Gombrich, Art and Illusion: A Study in thePsychology of Pictorial Representation (Nueva York, 1960),pp. 11-12.

2 Idem., p. 97; y Giorgio de Santillana, "The Role ofArt in the Scientific Renaissance", en Critical Problemsin the History of Science, ed. M. Clagett (Madison, Wis.,1959), pp. 33-65.

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nuestras dificultades presentes el reconocer quetenemos tendencia a ver como ciencia a cualquiercampo en donde el progreso sea notable. Quedael problema de comprender por qué el progresodebe ser una característica tan valiosa de unaactividad llevada a cabo con las técnicas y lasfinalidades que hemos descrito en este ensayo.Esta pregunta resulta ser múltiple y tendremosque examinar cada una de sus ramificaciones porseparado. Sin embargo, en todos los casos, conexcepción del último, su resolución dependeráen parte de una inversión de nuestra visión nor-mal de la relación entre la actividad científicay la comunidad que la practica. Debemos apren-der a reconocer como causas lo que ordinaria-mente hemos considerado efectos. Si logramoshacer esto, las frases 'progreso científico' e in-cluso 'objetividad científica' pueden llegar a pa-recer en parte redundantes En realidad, aca-bamos de ilustrar uno de los aspectos de laredundancia. ¿Progresa un campo debido a quees una ciencia, o es una ciencia debido a que pro-gresa?

Preguntémonos ahora por qué debe progresaruna empresa como la ciencia normal y comence-mos recordando algunas de sus característicasmás notables. Normalmente, los miembros de unacomunidad científica madura trabajan a partirde un paradigma simple o de un conjunto deparadigmas estrechamente relacionados. Es muyraro que comunidades científicas diferentes in-vestiguen los mismos problemas. En esos casosexcepcionales, los grupos comparten varios de losprincipales paradigmas. Sin embargo, viéndolodesde el punto de vista de cualquier comunidadsimple, sea o no de científicos, el resultado deltrabajo creador exitoso es el progreso. ¿Cómopodría ser de otra forma? Por ejemplo, acaba-

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mos de hacer notar que mientras los artistasaceptaron como meta la representación, tantolos críticos como los historiadores registraronel progreso del grupo aparentemente unido. Otroscampos creadores muestran progresos del mismotipo. El teólogo que articula el dogma o el filó-sofo que refina los imperativos de Kant contri-buye al progreso, aunque sólo sea al del gru-po que comparte sus premisas. Ninguna escuelacreadora reconoce una categoría de trabajo que,por una parte, sea un éxito de creación, peroque, por otra parte, no sea una adición a la reali-zación colectiva del grupo. Si ponemos en duda,como lo hacen muchos, que progresen los cam-pos no científicos, ello no se deberá a que lasescuelas individuales no progresen. Más bien,debe ser porque hay siempre escuelas competi-doras, cada una de las cuales pone constante-mente en tela de juicio los fundamentos mismosde las otras. £1 hombre que pretende que la filo-sofía, por ejemplo, no ha progresado, subraya elhecho de que haya todavía aristotélicos, no queel aristotelismo no haya progresado.

Sin embargo, esas dudas sobre el progreso sepresentan también en las ciencias. Durante todoel periodo anterior al paradigma, cuando hay grannúmero de escuelas en competencia, las pruebasde progreso, excepto en el interior de las escue-las, son muy difíciles de encontrar. Éste es elperiodo descrito en la sección II como aqueldurante el cual los individuos practican la cien-cia, pero donde los resultados de su empresa nose suman a la ciencia, tal y como la conocemos.Y nuevamente, durante periodos revolucionarios,cuando se encuentren en juego una vez más losprincipios fundamentales de un campo, se expre-sarán repetidamente dudas sobre la posibilidadmisma de un progreso continuo si se adopta uno

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u otro de los paradigmas opuestos. Los que re-chazaban el newtonismo proclamaban que su de-pendencia de las fuer/as innatas haría regresara la ciencia a las Edades Oscuras. Los que seoponían a la química de Lavoisier sostenían queel rechazo de los "principios" químicos en favorde los elementos de laboratorio era el rechazo deuna explicación química lograda, rechazo reali-zado por quienes iban a refugiarse en un simplenombre. Un sentimiento similar, aunque expre-sado de manera más moderada, parece encon-trarse en la base de la oposición de Einstein,Bohm y otros a la interpretación probabilista do-minante en la mecánica cuántica. En resumen,sólo durante los periodos de ciencia normal elprogreso parece ser evidente y estar asegura-do. Durante esos periodos, sin embargo, la co-munidad científica no puede ver los frutos de sutrabajo en ninguna otra forma.

Así pues, con respecto a la ciencia normal, partede la respuesta al problema del progreso seencuentra simplemente en el ojo del espectador.El progreso científico no es de un tipo diferenteal progreso en otros campos; pero la ausencia,durante ciertos periodos, de escuelas competido-ras que se cuestionen recíprocamente propósitosy normas, hace que el progreso de una comuni-dad científica normal, se perciba en mayor faci-lidad. Esto sin embargo, es sólo parte de la res-puesta y de ninguna manera la más importante.Por ejemplo, ya hemos notado que una vez quela aceptación de un paradigma común ha libe-rado a la comunidad científica de la necesidadde reexaminar constantemente sus primeros prin-cipios, los miembros de esa comunidad puedenconcentrarse exclusivamente en los más sutilesy esotéricos de los fenómenos que le interesan.Inevitablemente, esto hace aumentar tanto el vi-

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gor como la eficiencia con que el grupo, comoun todo, resuelve los problemas nuevos que sepresentan. Otros aspectos de la vida profesionalen las ciencias realzan todavía más esa tan espe-cial eficiencia.

Algunos de ellos son consecuencias del aisla-miento sin paralelo de las comunidades cientí-ficas maduras, respecto de las exigencias de losprofanos y de la vida cotidiana. Ese aislamientono ha sido nunca completo, estamos discutiendoahora cuestiones de grado. Sin embargo, no hayotras comunidades profesionales en las que eltrabajo creador individual esté tan exclusivamentedirigido a otros miembros de la profesión y seaevaluado por éstos. El más esotérico de los poetaso el más abstracto de los teólogos se preocupamucho más que el científico respecto a laaprobación de su trabajo creador por los profa-nos, aun cuando puede estar todavía menos inte-resado en la aprobación en general. Esta diferen-cia resulta importante. Debido a que trabajasólo para una audiencia de colegas que compar-ten sus propios valores y sus creencias, el cien-tífico puede dar por sentado un conjunto únicode normas. No necesita preocuparse de lo quepueda pensar otro grupo o escuela y puede, porconsiguiente, resolver un problema y pasar al si-guiente con mayor rapidez que la de los que tra-bajan para un grupo más heterodoxo. Lo que estodavía más importante, el aislamiento de la co-munidad científica con respecto a la sociedad,permite que el científico individual concentre suatención en problemas sobre los que tiene bue-nas razones para creer que es capaz de resolver.A diferencia de los ingenieros y de muchos doc-tores y la mayor parte de los teólogos, el cientí-fico no necesita escoger problemas en razón deque sea urgente resolverlos y sin tomar en consi-

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deración los instrumentos disponibles para suresolución. También a ese respecto, el contrasteentre los científicos naturalistas y muchos cien-tíficos sociales resulta aleccionador. Los últimostienden a menudo, lo que los primeros casi nun-ca hacen, a defender su elección de un problemapara investigación —p. ej. los efectos de la discri-minación racial o las causas del ciclo de nego-cios—, principalmente en términos de la impor-tancia social de lograr una solución. ¿De quégrupo puede esperarse entonces que resuelva susproblemas a un ritmo más rápido?

Los efectos del aislamiento respecto de la so-ciedad mayor se intensifican mucho por otra ca-racterística de la comunidad científica profesio-nal, la naturaleza de su iniciación educativa. Enla música, en las artes gráficas y en la literatura,el profesional obtiene su instrucción mediante laobservación de los trabajos de otros artistas,principalmente artistas anteriores. Los libros detexto, excepto los compendios o los manualesde creaciones originales, sólo tienen un papel se-cundario. En la historia, la filosofía y las cienciassociales, los libros de texto tienen una impor-tancia mucho mayor. Pero incluso en esos cam-pos, los cursos elementales de los colegios empleanlecturas paralelas en fuentes originales, algunasde ellas de los "clásicos" del campo, otras de losinformes de la investigación contemporánea quelos profesionales escriben unos para otros. Comoresultado de ello, el estudiante de cualquiera deesas disciplinas está constantemente al tanto de lainmensa variedad de problemas que los miem-bros de su futuro grupo han tratado de resolver,en el transcurso del tiempo. Algo todavía másimportante, es que tiene siempre ante él numero-sas soluciones, inconmensurables y en competen-cia, para los mencionados problemas, soluciones

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que en última instancia tendrá que evaluar porsí mismo.

Compárese esta situación con la de las cien-cias naturales contemporáneas. En estos campos,el estudiante depende principalmente de los li-bros de texto hasta que, en su tercero o cuartoaño de trabajo como graduado, inicia sus propiasinvestigaciones. Muchos planes de estudio de lasciencias ni siquiera exigen a los graduados quelean obras no escritas especialmente para losestudiantes. Los pocos que asignan lecturas su-plementarias en escritos de investigación y mo-nografías, restringen tales asignaciones a los cur-sos más avanzados y a los materiales que, más omenos, se inician donde quedaron los libros detexto. Hasta las últimas etapas de la instrucciónde un científico, los libros de texto substituyensistemáticamente a la literatura científica crea-dora que los hace posibles. Teniendo en cuentala confianza en sus paradigmas, que hace que esatécnica de enseñanza sea posible, pocos cientí-ficos desearían cambiarla. Después de todo, ¿porqué debe el estudiante de física leer, por ejemplo,las obras de Newton, Faraday, Einstein o Schröd-inger, cuando todo lo que necesita saber sobreesos trabajos se encuentra recapitulado en formamucho más breve, más precisa y más sistemáticaen una serie de libros de texto que se encuen-tran al día?

Sin desear defender los extremos excesivos aque se ha llevado a veces este tipo de educación,no podemos dejar de notar que, en general, hasido inmensamente efectivo. Por supuesto, se tra-ta de una educación estrecha y rígida, probable-mente más que ninguna otra, exceptuando quizála teología ortodoxa. Pero para los trabajos deciencia normal, para la resolución de enigmas den-tro de la tradición que definen, los libros de

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texto, el científico se encuentra casi perfecta-mente preparado. Además, está igualmente bienequipado para otra tarea —la generación de cri-sis significantes a través de la ciencia normal.Por supuesto, cuando éstas se presentan, el cien-tífico no se encontrará tan bien preparado. Auncuando las crisis prolongadas probablemente sereflejan en prácticas menos rígidas de educación,la preparación científica no está bien diseñadapara producir al hombre que pueda con facilidaddescubrir un enfoque original. Pero en tantohaya alguien que se presente con un nuevo can-didato a paradigma —habitualmente un hombrejoven o algún novato en el campo— la pérdidadebida a la rigidez corresponderá sólo al indivi-duo. Dada una generación en la que efectuar elcambio, la rigidez individual es compatible conuna comunidad que pueda pasar de un paradig-ma a otro cuando la ocasión lo exija. Es par-ticularmente compatible cuando esa misma rigidezproporciona a la comunidad un indicador sensi-ble de que hay algo que va mal.

Así pues, en su estado normal, una comunidadcientífica es un instrumento inmensamente efi-ciente para resolver los problemas o los enigmasque define su paradigma. Además, el resultadode la resolución de esos problemas debe ser ine-vitablemente el progreso. En este caso no existeningún problema. Sin embargo, el ver todo esosólo realza la segunda parte del problema delprogreso de las ciencias, la más importante. Porconsiguiente, volvámonos hacia ella y hagamosla pregunta relativa al progreso por medio de laciencia no-ordinaria. ¿Por qué es también el pro-greso, aparentemente, un acompañante universalde las revoluciones científicas? Una vez más, po-demos aprender mucho al preguntar qué otropodría ser el resultado de una revolución. Las

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revoluciones concluyen con una victoria total deuno de los dos campos rivales. ¿Dirá alguna vezese grupo que el resultado de su victoria ha sidoalgo inferior al progreso? Eso sería tanto comoadmitir que estaban equivocados y que sus opo-nentes estaban en lo cierto. Para ello, al menos,el resultado de la revolución debe ser el progresoy se encuentran en una magnífica posición paraasegurarse de que los miembros futuros de sucomunidad verán la historia pasada de la mismaforma. En la Sección XI describimos detalla-damente las técnicas por medio de las que selogra esto y hemos presentado nuevamente unaspecto estrechamente vinculado con la vida cien-tífica profesional. Cuando una comunidad cientí-fica repudia un paradigma anterior, renuncia,al mismo tiempo, como tema propio para elescrutinio profesional, a la mayoría de los librosy artículos en que se incluye dicho paradigma.La educación científica no utiliza ningún equiva-lente al museo de arte o a la biblioteca de librosclásicos y el resultado es una distorsión, a vecesmuy drástica, de la percepción que tiene el cien-tífico del pasado de su disciplina. Más que quie-nes practican en otros campos creadores, llega aver ese pasado como una línea recta que conducea la situación actual de la disciplina. En resu-rten, llega a verlo como progreso. En tanto per-manece dentro del campo, no le queda ningunaalternativa.

Inevitablemente, estas observaciones sugeriránque el miembro de una comunidad científica ma-dura es, como el personaje típico de 1984 deOrwell, la víctima de una historia reescrita porquienes están en el poder. Esa sugestión, además,no es completamente inapropiada. En las revo-luciones científicas hay tanto pérdidas como ga-nancias y los científicos tienen una tendencia

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peculiar a no ver las primeras.3 Por otra parte,ninguna explicación del progreso por medio dela revolución puede detenerse en este punto. Elhacerlo implicaría que, en las ciencias, el poderhace el derecho, una formulación que, nuevamen-te, no sería completamente errónea si no supri-miera la naturaleza del proceso y de la autoridadmediante la que se hace la elección entre losparadigmas. Si la autoridad aislada, sobre todosi se trata de una autoridad no profesional, fuerael arbitró de los debates paradigmáticos, elresultado de esos debates podría ser todavía unarevolución, pero no sería una revolución cientí-fica. La existencia misma de la ciencia dependede que el poder de escoger entre paradigmas sedelegue en los miembros de una comunidad detipo especial. Lo especial que esta comunidaddeba ser para que la ciencia sobreviva y se desa-rrolle, puede estar indicado en la fragilidad mis-ma del dominio de la humanidad sobre la em-presa científica. Todas las civilizaciones de lasque tenemos registros han poseído una tecnolo-gía, un arte, una religión, un sistema político,leyes, etc. En muchos casos, estas facetas de lacivilización han sido tan desarrolladas como lasnuestras. Pero sólo las civilizaciones que des-cienden de la Grecia helénica poseyeron algo másque una ciencia rudimentaria. El caudal de co-nocimientos científicos es un producto de Europaen los últimos cuatro siglos. Ningún otro lugar

3 Los historiadores de la ciencia encuentran frecuen-temente esa ceguera en una forma particularmente llama-tiva. El grupo de estudiantes que llega a ellos procedentede las ciencias es, muy a menudo, el mejor grupo al queenseñan. Pero es también el que más frustraciones pro-porciona al comienzo. Debido a que los estudiantes deciencias "conocen las respuestas correctas", es particu-larmente difícil hacerles analizar una ciencia más antiguaen sus propios términos.

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o época ha contado con las comunidades tan es-peciales de las que procede la productividad cien-tífica.

¿Cuáles son las características esenciales deesas comunidades? Evidentemente, ello requiereun estudio mucho mayor. En esta área, sólo sonposibles generalizaciones de tanteo. Sin embargo,cierto número de requisitos para pertenecer comomiembro a un grupo científico profesional debeser ya netamente claro. Por ejemplo, el cientí-fico deberá interesarse por resolver problemassobre el comportamiento de la naturaleza. Ade-más, aunque esta preocupación por la naturalezapueda tener una amplitud global, los problemassobre los que el científico trabaje deberán serde detalle. Lo que es más importante todavía,las soluciones que le satisfagan podrán no sersólo personales, sino que deberán ser aceptadaspor muchos como soluciones. Sin embargo, elgrupo que las comparta no puede ser tomadofortuitamente de la sociedad como un todo, sinomás bien de la bien definida comunidad de loscolegas profesionales del científico. Una de las le-yes más firmes, aun cuando no escritas, de lavida científica es la prohibición de hacer llama-mientos, en asuntos científicos, a los jefes deEstado o a las poblaciones en conjunto. El reco-nocimiento de la existencia de un grupo profesio-nal que sea competente de manera única en lamateria y la aceptación de su papel como arbitroexclusivo en los logros profesionales tienen otrasimplicaciones. Los miembros del grupo, como in-dividuos y en virtud de su preparación y la ex-periencia que comparten, deberán ser considera-dos como los únicos poseedores de las reglas deljuego o de alguna base equivalente para emitirjuicios inequívocos. El poner en duda que com-parten esa base para las evacuaciones seria tanto

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como admitir la existencia de normas para lainvestigación científica, incompatibles. Esta ad-misión inevitablemente plantearía la pregunta desi la verdad en las ciencias puede ser una.

Esta pequeña lista de características comunesa las comunidades científicas ha sido sacada ínte-gramente de la práctica de la ciencia normal yes preciso que haya sido así. Es ésa la actividadpara la que el científico es ordinariamente pre-parado. Nótese, sin embargó, que a pesar de sutamaño pequeño, la lista es ya suficiente paraseparar a esas comunidades de todos los demásgrupos profesionales. Nótese también que, a pe-sar de que tiene su fuente en la ciencia normal, lalista explica muchas de las características espe-ciales de la respuesta del grupo durante las revo-luciones y, sobre todo, durante los debates para-digmáticos. Ya hemos observado que un grupode ese tipo debe ver como progreso el cambio deparadigma. Ahora debemos reconocer que la per-cepción es autosatisfactoria en muchos aspectos.La comunidad científica es un instrumento su-premamente eficiente para llevar al máximo lalimitación y el número de los problemas resuel-tos a través del cambio de paradigma.

Ya que el problema resuelto es la unidad dela investigación científica y debido a que el grupoconoce ya qué problemas han sido resueltos, apocos científicos se podrá convencer con facilidadpara que adopten un punto de vista que nueva-mente ponga en tela de juicio muchos problemaspreviamente resueltos. La naturaleza misma de-berá primeramente socavar la seguridad profe-sional, haciendo que las investigaciones anterioresparezcan problemáticas. Además, incluso cuandohaya ocurrido esto y se haya presentado un nue-vo candidato a paradigma, los científicos se mos-trarán renuentes a adoptarlo a menos que estén

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convencidos de que se satisfacen dos condicionesimportantes. Primeramente, el nuevo candidatodeberá parecer capaz de resolver algún problemaextraordinario y generalmente reconocido, que deninguna otra forma pueda solucionarse. En segun-do lugar, el nuevo paradigma deberá prometerpreservar una parte relativamente grande de la ha-bilidad concreta para la solución de problemasque la ciencia ha adquirido a través de sus para-digmas anteriores. La novedad por sí misma noes tan deseable en las ciencias como en muchosotros campos creativos. Como resultado de ello,aunque los nuevos paradigmas raramente o nun-ca poseen todas las capacidades de sus predece-sores, habitualmente preservan una multitud delas partes más concretas de las realizaciones pa-sadas y permiten siempre, además, soluciones con-cretas y adicionales de problemas.

Todo esto no quiere decir que la capacidad pararesolver problemas constituya una base única oinequívoca para la selección de un paradigma.Ya hemos hecho notar muchas razones por lasque no es posible que exista un criterio de estetipo. Pero sí quiere decir que una comunidad deespecialistas científicos hará todo lo que puedapara asegurar el desarrollo continuado de losdatos reunidos, que ella puede tratar con pre-cisión y de manera detallada. En el proceso, lacomunidad sufrirá pérdidas. Con frecuencia, de-ben eliminarse ciertos problemas antiguos. Ade-más, frecuentemente, la revolución disminuye elalcance de los intereses profesionales de la co-munidad, aumenta su grado de especialización yreduce sus comunicaciones con otros grupos, tan-to de científicos como de profanos. Aunque esseguro que la ciencia aumenta en profundidad,no puede crecer en el mismo grado en anchuray, si lo hace, esa amplitud se manifestará princi-

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pálmente en la proliferación de especialidadescientíficas y no en el alcance de alguna singularespecialidad aislada. Sin embargo, a pesar deesas y otras pérdidas para las comunidades indi-viduales, la naturaleza de tales comunidades pro-porciona una garantía virtual de que tanto lalista de problemas resueltos por la ciencia comola limitación de las soluciones individuales de losproblemas irán aumentando cada vez más. Porlo menos, si es que es posible proporcionar talgarantía, la naturaleza de la comunidad la pro-porciona. ¿Qué mejor criterio puede existir quela decisión del grupo científico?

Estos últimos párrafos indican las direccionesen que creo que debe buscarse una solución másrefinada para el problema del progreso de lasciencias. Quizá indiquen que el progreso cientí-fico no es completamente lo que creíamos. Peroal mismo tiempo muestran que, de manera ine-vitable, algún tipo de progreso debe caracterizara las actividades científicas, en tanto dichas acti-vidades sobrevivan. En las ciencias no es necesa-rio que haya progreso de otra índole. Para sermás precisos, es posible que tengamos que renun-ciar a la noción, explícita o implícita, de que loscambios de paradigma llevan a los científicos, y aaquellos que de tales aprenden, cada vez máscerca de la verdad.

Ya es tiempo de hacer notar que hasta laspáginas finales de este ensayo, no se ha incluidoel término 'verdad' sino en una cita de FrancisBacon. E incluso en esas páginas, sólo fue in-cluido como una fuente de la convicción de loscientíficos de que para la práctica de las cienciasno pueden coexistir reglas incompatibles, exceptodurante las revoluciones, cuando la tarea princi-pal de la profesión es eliminar todos los conjuntosde reglas excepto uno. El proceso de desarrollo

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descrito en este ensayo ha sido un proceso deevolución desde los comienzos primitivos, un pro-ceso cuyas etapas sucesivas se caracterizan poruna comprensión cada vez más detallada y refi-nada de la naturaleza. Pero nada de lo que hemosdicho o de lo que digamos hará que sea un pro-ceso de evolución hacia algo. Inevitablemente,esa laguna habrá molestado a muchos lectores.Todos estamos profundamente acostumbrados aconsiderar a la ciencia como la empresa que seacerca cada vez más a alguna meta establecidade antemano por la naturaleza.

Pero, ¿es preciso que exista esa meta? ¿Nopodemos explicar tanto la existencia de la cienciacomo su éxito en términos de evolución a partirdel estado de conocimientos de una comunidaden un momento dado? ¿Ayuda realmente el ima-ginar que existe alguna explicación plena, objeti-va y verdadera de la naturaleza y que la medidaapropiada de la investigación científica es laelongación con que nos acerca cada vez más aesa meta final? Si podemos aprender a sustituirla-evolución-hacia-lo-que-deseamos-conocer por la-evolución-a-partir-de-lo-que-conceemos, muchosproblemas difíciles desaparecerán en el proceso.Por ejemplo, en algún lugar de ese laberinto debeencontrarse el problema de la inducción.

No puedo especificar todavía, en forma deta-llada, las consecuencias de esta visión alternativadel avance científico; pero ayuda a reconocerque la trasposición conceptual que recomenda-mos aquí, es muy cercana a la que emprendió elOccidente hace un siglo. Es particularmente útildebido a que, en ambos casos, el obstáculo prin-cipal para la transposición es el mismo. CuandoDarwin en 1859 publicó por primera vez su teo-ría de la evolución por selección natural, lo quemás molestó a muchos profesionales no fue la

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noción del cambio de las especies ni la posibledescendencia del hombre a partir del mono. Laspruebas indicadoras de la evolución, incluyendola del hombre, se habían estado acumulando du-rante varias décadas y la idea de la evoluciónhabía sido sugerida y se había diseminado am-pliamente, antes. Aunque la evolución, como tal,encontró resistencia, particularmente por partede ciertos grupos religiosos, no era, de ningunamanera, la mayor de las dificultades a que seenfrentaron los darwinianos. Esta dificultad sur-gió de una idea que era más cercana a la deDarwin. Todas las teorías conocidas sobre laevolución antes de Darwin —las de Lamarck,Chambers, Spencer y los Naturphilosophen ale-manes— habían considerado a la evolución comoun proceso dirigido hacia un fin. Se creía quela "idea" del hombre y de la flora y la faunacontemporánea había estado presente, desde laprimera creación de la vida, quizá en la mente deDios. Esta idea o plan había proporcionado ladirección y el impulso conductor, para todo el pro-ceso de evolución. Cada nueva etapa del desarro-llo evolucionario era una realización más perfec-cionada de un plan que desde el principio habíaexistido.4

Para muchos hombres, la abolición de ese tipoteleológico de evolución era la más importantey desagradable sugerencia de Darwin.5 El Originof Species no reconoció ninguna meta establecidapor Dios o por la naturaleza. En lugar de ello, laselección natural, operando en un medio ambien-

4 Loren Eiseley, Darwin's Century: Evolution and theMen Who Discovered It (Nueva York, 1958), caps. II, IV-V.

5 Con respecto a un informe particularmente agudode la lucha de un darwinista prominente con este problema, véase Asa Gray, 1810-1888, de A. Hunter Dupree (Cambridge, Mass., 1959), pp. 295-306, 355-83.

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te dado y con los organismos que tenía entoncesa su disposición, era responsable del surgimiento,gradual pero continuo, de organismos más com-plejos y articulados y mucho más especializados.Incluso órganos tan maravillosamente adaptadoscomo el ojo y la mano del hombre —órganoscuyo diseño antes había proporcionado poderososargumentos en pro de la existencia de un supre-mo artífice y de un plan previo— eran produc-tos de un proceso que a partir de los comienzosprimitivos progresaba continuamente pero nohacía una meta. La creencia de que la selecciónnatural, resultante de la mera competencia entreorganismos por la supervivencia, pudiera haberproducido, junto con los animales superiores ylas plantas al hombre, era el aspecto másdifícil y molesto de la teoría de Darwin. ¿Quépueden significar 'evolución', 'desarrollo' y'progreso' a falta de una meta específica? Amuchas personas esos términos les parecieronrepentinamente auto-contradictorios.

La analogía que relaciona la evolución de losorganismos con la de las ideas científicas puedecon facilidad llevarse demasiado lejos. Pero enlo que respecta a los problemas de esta últimasección del ensayo es casi perfecta. El procesodescrito como la resolución de las revolucionesen la sección XII constituye, dentro de la comu-nidad científica, la selección, a través de la pug-na, del mejor camino para la práctica de laciencia futura. El resultado neto de una secuen-cia de tales selecciones revolucionarias, separadopor periodos de investigación normal, es el con-junto de documentos, maravillosamente adaptado,que denominamos conocimiento científico moder-no. Las etapas sucesivas en ese proceso de desa-rrollo se caracterizan por un aumento en la ar-ticulación y la especialización. Y todo el proceso

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pudo tener lugar, como suponemos actualmenteque ocurrió la evolución biológica, sin el bene-ficio de una meta establecida, de una verdadcientífica fija y permanente, de la que cada etapadel desarrollo de los conocimientos científicosfuera un mejor ejemplo.

Todo aquel que haya seguido hasta aquí la ar-gumentación sentirá, no obstante, la necesidadde preguntar por qué debe funcionar el procesoevolucionado. ¿Qué debe ser la naturaleza, in-cluyendo al hombre, para que la ciencia sea posi-ble? ¿Por qué deben ser capaces las comunidadescientíficas de llegar a un consenso firme, inalcan-zable en otros campos? ¿Por qué después de losdiferentes cambios de paradigmas debe durar eseconsenso? ¿Y por qué el cambio de paradigmaproduce, invariablemente, un instrumento másperfecto en cualquier sentido que todos los antesconocidos? Desde un punto de vista estas pre-guntas, exceptuando la primera, han sido con-testadas ya. Pero, desde otra perspectiva, seencuentran todavía tan abiertas como cuando ini-ciamos este ensayo. No es sólo la comunidadcientífica la que debe ser especial. El mundo delque esa comunidad forma parte debe tambiénposeer características muy especiales y no esta-mos más cerca al principio de saber qué debenser. Ese problema —¿cómo debe ser el mundopara que el hombre pueda conocerlo?— no fuesin embargo, creado por este ensayo. Al contra-rio, es tan viejo como la ciencia misma y conti-núa sin respuesta. Pero no necesitamos resolverloen este ensayo. Cualquier concepción de la natu-raleza que sea compatible con el crecimiento dela ciencia por medio de pruebas, es compatiblecon la visión evolutiva de la ciencia que hemosdesarrollado. Puesto que esa visión es compati-ble también con la observación atenta de la

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vida científica, hay argumentos poderosos en fa-vor de su empleo, en los intentos hechos pararesolver la multitud de problemas que todavía notienen respuesta.

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POSDATA: 1969

HAN TRANSCURRIDO casi siete años desde la prime-ra publicación de este libro.1 En el ínterin, tantola respuesta de la crítica como mi propio trabajonuevo han aumentado mi comprensión de unbuen número de los asuntos en cuestión. En lofundamental, mi punto de vista casi no ha cam-biado, pero hoy reconozco aspectos de su formu-lación inicial que crean dificultades y equívocosgratuitos. Como algunos de esos equívocos hansido de mi propia cosecha, su eliminación me per-mite ganar un terreno que, a la postre, podráconstituir la base de una nueva versión del libro.2

Mientras tanto, aprovecho la oportunidad paraesbozar algunas revisiones necesarias, comentaralgunas críticas reiteradas y esbozar las direccio-nes que hoy está siguiendo mi propio pensa-miento.3

1 Esta posdata fue preparada originalmente a sugeren-cia del que fue mi alumno y por mucho tiempo mi amigo,Dr. Shigeru Nakayama, de la Universidad de Tokio, paraincluirla en la versión japonesa de este libro. Le estoyagradecido por su idea, por su paciencia al esperar susresultados y por su permiso para incluir su resultado enla edición en idioma inglés.

2 Para esta edición he procurado limitar las alteracio-nes a unos cuantos errores tipográficos, dos pasajes quecontienen errores aislados, y no dar una nueva versión.Uno de estos errores es la descripción del papel de losPrincipia de Newton en el desarrollo de la mecánica delsiglo XVIII, de las pp. 62-65. Los otros se refieren a lasrespuestas a la crisis, en la pp. 138.3 Otras indicaciones podrán encontrarse en dos de misrecientes ensayos: "Reflections on My Critics", editado porIrme Lakatos y Alan Musgrave, Criticism and the Growthof Knowledge (Cambridge, 1970); y "Second Thoughts onParadigms", editado por Frederick Suppe, The Structureof Scientific Theories (Urbana, III, 1970 o 1971). Másadelante citaré el primero de estos ensayos como "Re-268

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Algunas de las principales dificultades de mitexto original se centran en el concepto de unparadigma, y mi análisis empieza con ellas.4 Enla subsección que sigue, haré ver lo deseable deaislar tal concepto apartándolo de la nociónde una comunidad científica, indico cómo puedehacerse esto y elucido algunas consecuencias con-siderables de la resultante separación analítica.Después considero lo que ocurre cuando se bus-can paradigmas examinando el comportamientode los miembros de una comunidad científica pre-viamente determinada. Ese procedimiento revela,al punto, que en gran parte del libro me he va-lido del término "paradigma" en dos sentidosdistintos. Por una parte, significa toda la cons-telación de creencias, valores, técnicas, etc., quecomparten los miembros de una comunidad dada.Por otra parte, denota una especie de elementode tal constelación, las concretas soluciones deproblemas que, empleadas como modelos o ejem-plos, pueden remplazar reglas explícitas comobase de la solución de los restantes problemasde la ciencia normal. El primer sentido del tér-mino, al que podremos llamar sociológico, es eltema de la Subsección 2, más adelante; la Sub-sección 3 está dedicada a los paradigmas comoejemplares logros del pasado.

Al menos en el aspecto filosófico este segundosentido de "paradigma" es el más profundo delos dos, y las afirmaciones que he hecho en su

flections" y al volumen en que aparece como Growth ofKnowledge; el segundo ensayo será mencionado como"Second Thoughts".

4 Para una crítica particularmente convincente de mipresentación inicial de los paradigmas véase: "The Na-ture of a Paradigm" en Growth of Knowledge, de Mar-garet Masterman; y "The Structure of Scientific Revolu-tions", de Dudley Shapere, en Philosophical Review,LXXIII (1964), 383-94.

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nombre son las principales causas de las contro-versias y equívocos que ha producido el libro,particularmente la acusación de que yo he hechode la ciencia una empresa subjetiva e irracional.Estos temas se consideran en las Subsecciones 4y 5. En la primera se sostiene que términos como"subjetivo" e "intuitivo" no pueden aplicarse conpropiedad a los componentes del conocimientoque, según mi decisión, están tácitamente empo-trados en ejemplos compartidos. Aunque tal co-nocimiento no está sujeto a la paráfrasis —sincambios esenciales— por lo que respecta a reglasy cánones, sin embargo resulta sistemático, haresistido el paso del tiempo, y en cierto sentidoes corregible. La Subsección 5 aplica tal argu-mento al problema de elección entre dos teoríasincompatibles, y pide, en breve conclusión, quequienes sostienen puntos de vista inconmensura-bles sean considerados como miembros de dife-rentes comunidades lingüísticas, y que sus pro-blemas de comunicación sean analizados comoproblemas de traducción. Los asuntos restantesse analizan en las siguientes Subsecciones 6 y 7.La primera considera la acusación de que el con-cepto de ciencia desarrollado en este libro es in-tegralmente relativista. La segunda comienza pre-guntando si mi argumento realmente adolece,como se ha dicho, de una confusión entre los mo-dos descriptivo y normativo; concluye con unasbreves observaciones sobre un tema que mereceun ensayo aparte: el grado en que las principalestesis del libro pueden aplicarse legítimamente aotros campos, aparte de la ciencia.

1. Paradigmas y estructura comunitariaEl término "paradigma" aparece pronto en las

páginas anteriores, y es, intrínsecamente, circular.

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Un paradigma es lo que comparten los miembrosde una comunidad científica y, a la inversa unacounidad científica consiste en unas personas quecomparten un paradigma. No todas las circulari-dades son viciosas (defenderé más adelante, eneste escrito, un argumento de estructura similar),pero ésta es causa de verdaderas dificultades. Lascomunidades científicas pueden aislarse sin recu-rrir previamente a paradigmas; éstos pueden serdescubiertos, entonces, analizando el comporta-miento de los miembros de una comunidad dada.Si estuviera reescribiendo este libro, por lo tanto,empezaría con un análisis de la estructura comu-nitaria de la ciencia, tema que recientemente seha convertido en importante objeto de la investi-gación sociológica, y que también empiezan a to-mar en serio los historiadores de la ciencia. Losresultados preliminares, muchos de ellos aún iné-ditos, indican que las técnicas empíricas necesa-rias para su exploración son no-triviales, pero al-gunas están en embrión y otros seguramente sedesarrollarán.5 La mayoría de los científicos enfunciones responden inmediatamente a las pre-guntas acerca de sus afiliaciones comunitarias,dando por sentado que la responsabilidad por lasvarias especialidades actuales está distribuida en-tre grupos de un número de miembros al menosgeneralmente determinado. Por tanto, supondré

5 The Scientific Community, de W. O. Hagstrom (NuevaYork 1965), caps. IV y V; "Collaboration in an InvisibleCollege", de D. J. Price y D. de B. Beaver, AmericanPsychologist, XXI (1966), 1011-18; "Social Structure in aGroup of Scientists: A Test of the 'Invisible' CollegeHypothesis" de Diana Crane. American Sociological Re-view, XXXIV (1969), 335-52; Social Networks among Bio-logical Scientists de N. C. Mullins (Ph. D. Diss HarvardUniversity, 1966) y "The Micro-Structure of an InvisibleCollege: The Phage Group" (artículo presentado en lareunión anual de la American Sociological Association,Boston, 1968).

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aquí que ya se encontrarán medios más sistemáti-cos para su identificación. En lugar de presentarlos resultados de la investigación preliminar, per-mítaseme explicar brevemente la noción intuitivade comunidad, subyacente en gran parte de loscapítulos anteriores de este libro. Es una ideaque comparten extensamente científicos, sociólo-gos y numerosos historiadores de la ciencia.

Según esta opinión, una comunidad científicaconsiste en quienes practican una especialidadcientífica. Hasta un grado no igualado en la ma-yoría de los otros ámbitos, han tenido una edu-cación y una iniciación profesional similares. Enel proceso, han absorbido la misma bibliografíatécnica y sacado muchas lecciones idénticas deella. Habitualmente los límites de esa bibliografíageneral constituyen las fronteras de un tema cien-tífico, y cada unidad habitualmente tiene un temapropio. En las ciencias hay escuelas, es decir,comunidades que enfocan el mismo tema desdepuntos de vista incompatibles. Pero aquí son mu-cho más escasas que en otros campos. Siempreestán en competencia, y su competencia por logeneral termina pronto; como resultado, losmiembros de una comunidad científica se ven así mismos, y son considerados por otros comolos hombres exclusivamente responsables de lainvestigación de todo un conjunto de objetivoscomunes, que incluyen la preparación de sus pro-pios sucesores. Dentro de tales grupos, la comu-nicación es casi plena, y el juicio profesional es,relativamente, unánime. Como, por otra parte,la atención de diferentes comunidades científicasenfoca diferentes problemas, la comunicación pro-fesional entre los límites de los grupos a veceses ardua, a menudo resulta en equívocos, y deseguir adelante, puede conducir a un considera-ble y antes insospechado desacuerdo.

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En ese sentido, las comunidades, desde luego,existen en muchos niveles. La más global es lacomunidad de todos los científicos naturalistas.A un nivel apenas inferior, los principales gruposde científicos profesionales son comunidades: mé-dicos, químicos, astrónomos, zoólogos y similares.Para estos grandes grupos, la pertenencia a unacomunidad queda inmediatamente establecida,excepto en sus límites. Temas de la mayor difi-cultad, afiliación a las sociedades profesionales ypublicaciones leídas son, por lo general, más quesuficientes. Las técnicas similares también pue-den aislar a los principales subgrupos: químicosorgánicos, quizás los químicos de las proteínasentre ellos, físicos especializados en transistores,radio astrónomos, etc. Sólo es en el siguientenivel inferior donde surgen problemas empíricos.Para tomar un ejemplo contemporáneo, ¿cómo sehabría podido aislar el grupo "fago", antes de seraclamado por el público? Con este fin se debeasistir a conferencias especiales, se debe recurrira la distribución de manuscritos o galeras antesde su publicación y ante todo, a las redes oficia-les o extraoficiales de comunicación, incluso lasque hayan sido descubiertas en la corresponden-cia y en los nexos establecidos entre las refe-rencias.6 Yo sostengo que esa labor puede y debehacerse, al menos en el escenario contemporáneo,y en las partes más recientes del escenario histó-rico. Lo característico es que ofrezca comunida-des hasta, quizá, de cien miembros, ocasionalmen-te bastante menos. Por lo general los científicos

6 The Use of Citation Data in Writing the History ofScience, de Eugene Garfield (Filadelfia: Institute of Scien-tific Information, 1964); "Comparison of the Results ofBibliographic Coupling and Analytic Subjetc Indexing",de M. M. Kessler, American Documentation, XVI (1965)223-33; "Networks of Scientific Papers", de D. J. Price,Science, CIL (1965), 510-15.

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individuales, particularmente los más capaces,pertenecerán a varios de tales grupos, sea simul-táneamente, sea en sucesión.

Las comunidades de esta índole son las unida-des que este libro ha presentado como producto-ras y validadoras del conocimiento científico. Aveces los paradigmas son compartidos por miem-bros de tales grupos. Si no se hace referencia ala naturaleza de estos elementos compartidos,muchos aspectos de la ciencia descritos en laspáginas anteriores difícilmente se podrán enten-der. Pero otros aspectos sí, aunque no hayan sidopresentados independientemente en mi texto ori-ginal. Por tanto, vale la pena notar, antes de vol-verse directamente a los paradigmas, una seriede asuntos que requieren su referencia a la es-tructura de la comunidad, exclusivamente.

Probablemente el más notable de éstos es loque antes he llamado la transición del periodopre-paradigma al post-paradigma en el desarrollode un campo científico. Tal transición es la quefue esbozada antes, en la Sección II. Antes de queocurra, un buen número de escuelas estarán com-pitiendo por el dominio de un ámbito dado. Des-pués, en la secuela de algún notable logro cien-tífico, el número de escuelas se reduce grande-mente, ordinariamente a una, y comienza enton-ces un modo más eficiente de práctica científica.Este último generalmente es esotérico, orientadohacia la solución de enigmas, como el trabajo deun grupo puede ser cuando sus miembros dan porsentadas las bases de su estudio.

La naturaleza de esa transición a la madurezmerece un análisis más completo del que ha re-cibido en este libro, particularmente de aquellosinteresados en el avance de las ciencias socialescontemporáneas. Con ese fin puede ser útil in-dicar que la transición no tiene que estar aso-

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ciada (ahora creo que no debe estarlo) con laprimera adquisición de un paradigma. Los miem-bros de todas las comunidades científicas, inclusode las escuelas del periodo "preparadigma" com-parten las clases de elementos que, colectivamen-te, he llamado un "paradigma". Lo que cambiacon la transición a la madurez no es la presenciade un paradigma, sino, antes bien, su naturaleza.Sólo después del cambio es posible una investiga-ción normal de la solución de enigmas. Muchosde los atributos de una ciencia desarrollada, queantes he asociado con la adquisición de un para-digma, serán considerados, por tanto, como con-secuencias de la adquisición de la clase de para-digmas que identifica los enigmas más intrigan-tes, que aporta claves para su solución y quegarantiza el triunfo del practicante verdadera-mente capaz. Sólo quienes han cobrado ánimoobservando que su propio campo (o escuela) tie-ne paradigmas sentirán, probablemente, que elcambio sacrifica algo importante.

Un segundo asunto, más importante al menospara los historiadores, implica la identificaciónhecha en este libro, de las comunidades científi-cas, una a una, con las materias científicas. Esdecir, repetidamente he actuado como si, porejemplo, la "óptica física", la "electricidad" y el"calor" debieran señalar comunidades científicasporque designan materias de investigación. Laúnica alternativa que mi texto ha parecido dejarconsiste en que todos estos temas han perteneci-do a la comunidad científica. Sin embargo, lasidentificaciones de tal índole no resisten un exa-men, como repetidas veces lo han señalado miscolegas en materia de historia. Por ejemplo, nohubo una comunidad de físicos antes de media-dos del siglo XIX, y entonces fue formada por unaamalgamación de partes de dos comunidades an-

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tes separadas: las matemáticas y la filosofía natu-ral (physique experiméntale). Lo que hoy es ma-teria para una sola extensa comunidad ha estadodistribuido de varios modos, en el pasado, entrediversas comunidades. Otros temas de estudiomás reducidos, por ejemplo el calor y la teoría dela materia, han existido durante largos periodossin llegar a convertirse en campo exclusivo deninguna comunidad científica en especial. Sin em-bargo, tanto la ciencia normal como las revolu-ciones son actividades basadas en comunidades.Para descubrirlas y analizarlas es preciso desen-trañar la cambiante estructura de las ciencias conel paso del tiempo. En primer lugar, un paradig-ma no gobierna un tema de estudio, sino, antesbien, un grupo de practicantes. Todo estudio deuna investigación dirigida a los paradigmas o adestruir paradigmas debe comenzar por localizaral grupo o los grupos responsables.

Cuando se enfoca de este modo el análisis deldesarrollo científico, es probable que se desvanez-can algunas dificultades que habían sido focos dela atención de los críticos. Por ejemplo, un grannúmero de comentadores se han valido de la teo-ría de la materia para indicar que yo exageréradicalmente la unanimidad de los científicos ensu fe en un paradigma. Hasta hace poco, señalan,esas teorías habían sido materia de continuo de-sacuerdo y debate. Yo convengo con la descrip-ción, pero no creo que sea un ejemplo de lo con-trario. Al menos hasta 1920, las teorías de la ma-teria no fueron dominio especial ni objeto deestudio de ninguna comunidad científica. Encambio, fueron útiles de un buen número de gru-pos de especialistas. Los miembros de diferentescomunidades científicas a veces escogen útiles dis-tintos y critican la elección hecha por otros. Algoaún más importante: una teoría de la materia no

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es la clase de tema en que los miembros siquierade una sola comunidad necesariamente deben con-venir. La necesidad de un acuerdo depende de loque hace la comunidad. La química de la prime-ra mitad del siglo XIX resulta un caso oportuno.Aunque varios de los útiles fundamentales de lacomunidad —proporción constante, proporciónmúltiple y pesos combinados— se han vuelto deldominio público como resultado de la teoría ató-mica de Dalton, era absolutamente posible quelos químicos, ante el hecho consumado, basaransu labor en aquellos útiles y expresaran su desa-cuerdo, a veces con vehemencia, con respecto ala existencia de los átomos.

Creo que de la misma manera podrán disiparsealgunas otras dificultades y equívocos. En partea causa de los ejemplos que he escogido y en partea causa de mi vaguedad con respecto a la na-turaleza y las proporciones de las comunidadesen cuestión, unos cuantos lectores de este librohan concluido que mi interés se basa fundamentaly exclusivamente en las grandes revoluciones,como las que suelen asociarse a los nombres deCopérnico, Newton, Darwin o Einstein. Sin em-bargo, yo creo que una delineación más clara dela estructura comunitaria ayudaría a iluminar laimpresión bastante distinta que yo he queridocrear. Para mí, una revolución es una clase espe-cial de cambio, que abarca cierta índole de re-construcción de los compromisos de cada grupo.Pero no tiene que ser un gran cambio, ni siquieraparecer un cambio revolucionario a quienes sehallen fuera de una comunidad determinada, queacaso no consista más que en unas veinticincopersonas. Y simplemente porque este tipo decambio, poco reconocido o analizado en la biblio-grafía de la filosofía de la ciencia, ocurre tanregularmente en esta escala menor, es tan urgente

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comprender el cambio revolucionario, en contras-te con el acumulativo.

Una última alteración, íntimamente relacionadacon la anterior, puede ayudarnos a hacer másfácil esa comprensión. Un buen número de críti-cos han dudado de que una crisis, la observacióncomún de que algo anda mal, preceda tan invaria-blemente las revoluciones como yo lo he dicho,implícitamente, en mi texto original. Sin embar-go, nada de importancia en mi argumento depen-de de que las crisis sean un requisito absolutopara la revolución. Tan solo necesitan ser el pre-ludio habitual, que aporte, por decirlo así, unmecanismo de auto-corrección que asegure que larigidez de la ciencia normal no siga indefinida-mente sin ser puesta en duda. También puedeninducirse de otras maneras las revoluciones, aun-que creo que ello ocurra raras veces. Además,deseo señalar ahora lo que ha quedado oscureci-do antes por falta de un adecuado análisis de laestructura comunitaria: las crisis no tienen queser generadas por la labor de la comunidadque las experimenta y que a veces, como resul-tado, pasa por una revolución. Nuevos instru-mentos como el microscopio electrónico o leyesnuevas como la de Maxwell pueden desarrollarseen una especialidad, y su asimilación puede crearcrisis en otras.

2. Los paradigmas como constelación decompromisos del grupo

Volvámonos ahora a los paradigmas y pregun-temos que pueden ser. Mi texto original no dejaninguna cuestión más oscura o más importante.Un lector partidario de mis ideas, quien compar-te mi convicción de que "paradigma" indica loselementos filosóficos centrales del libro, ha pre-

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parado un índice analítico parcial, y ha concluidoque el término ha sido aplicado al menos deveintidós modos distintos.7 Creo ahora que lamayor parte de esas diferencias se deben a incon-gruencias de estilo (por ejemplo, las leyes deNewton a veces son un paradigma, a veces partesde un paradigma y a veces son paradigmáticas),y pueden ser eliminadas con relativa facilidad.Pero, una vez hecha tal labor de corrección, aúnquedarían dos usos muy distintos del término,que requieren una completa separación. El usomás global es el tema de esta subsección; el otroserá considerado en la siguiente.

Habiendo aislado una particular comunidad deespecialistas mediante técnicas como las que aca-bamos de analizar, resultaría útil plantearse lasiguiente pregunta: ¿qué comparten sus miem-bros que explique la relativa plenitud de su comu-nicación profesional y la relativa unanimidadde sus juicios profesionales? A esta pregunta mitexto original responde: un paradigma o conjuntode paradigmas. Pero para el caso, a diferenciadel que hemos visto antes, el término resulta ina-propiado. Los propios científicos dirían que com-parten una teoría o conjunto de teorías, y yo que-daré satisfecho si el término, a fin de cuentas,puede volver a aplicarse para ese uso. Sin em-bargo, tal como se emplea en la filosofía de laciencia el término "teoría", da a entender unaestructura mucho más limitada en naturaleza ydimensiones de la que requerimos aquí. Mientrasel término no quede libre de sus actuales impli-caciones, resultará útil adoptar otro, para evitarconfusiones. Para nuestros propósitos presentessugiero "matriz disciplinaria": "disciplinaria" por-que se refiere a la posesión común de quienespractican una disciplina particular; "matriz" por-

7 Masterman, op. cit.

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que está compuesta por elementos ordenados devarias índoles, cada uno de los cuales requiereuna ulterior especificación. Todos o la mayorparte de los objetos de los compromisos de grupoque en mi texto original resultan paradigmas opartes de paradigmas, o paradigmáticos, son par-tes constituyentes de la matriz disciplinaria, ycomo tales forman un todo y funcionan en con-junto.

No obstante lo anterior, no se les debe anali-zar como si fueran todos de una sola pieza. Nointentaré esbozar una lista completa, pero harénotar cuáles son las principales clases de com-ponentes de una matriz disciplinaria y aclararéasí tanto la naturaleza de mi actual enfoque, loque nos preparará, simultáneamente, para mi si-guiente argumento importante.

Una clase importante de componente al que lla-maré "generalizaciones simbólicas", teniendo enmente tales expresiones, desplegadas sin duda nidisensión por unos miembros del grupo, fácil-mente puede presentarse en una forma lógicacomo (x) (y) (z) (x, y, z). Tales son los com-ponentes formales, o fácilmente formalizables, dela matriz disciplinaria. En algunas ocasiones yase les encuentra en una forma simbólica: f = mao I = V/R. Otras habitualmente se expresan enpalabras: "los elementos se combinan en propor-ción constante por el peso" o "acción igual reac-ción". De no ser por la aceptación general de ex-presiones como éstas, no habría puntos en que losmiembros del grupo pudieran basar las podero-sas técnicas de la manipulación lógica y matemá-tica en su empresa de solución de problemas.Aunque el ejemplo de la taxonomía parece indi-car que la ciencia normal puede proceder conpocas expresiones semejantes, el poder de unaciencia, generalmente, parece aumentar con el

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número de generalizaciones simbólicas que tienena su disposición quienes la practican.

Estas generalizaciones parecen leyes de la na-turaleza, pero para los miembros del grupo, sufunción, a menudo, no es tan sólo ésa. Es a ve-ces, por ejemplo, la Ley de Joule-Lenz, H = RI2.Cuando se descubrió esa ley, los miembros de lacomunidad ya sabían lo que representaban H, Re I; estas generalizaciones simplemente les en-señaban algo acerca de cómo proceden el calor, lacorriente y la resistencia, algo que no habían sa-bido antes. Pero más a menudo, como lo indicaun análisis anterior de este mismo libro, las ge-neralizaciones simbólicas, simultáneamente, sirvena una segunda función, que habitualmente es cla-ramente separada en los análisis de los filósofosde la ciencia. Así, f = ma, o IV/R, funcionanen parte como leyes, pero también en parte comodefiniciones de algunos de los símbolos que mues-tran. A mayor abundamiento, el equilibrio entresu inseparable fuerza legislativa y definidora cam-bia con el tiempo. En otro contexto, estos argu-mentos valdrían la pena de hacer un análisis de-tallado, pues la naturaleza del compromiso conuna ley es muy distinta de la del compromisocon una definición. A menudo las leyes pueden co-rregirse parte por parte, pero las definiciones, alser tautologías, no se pueden corregir. Por ejem-plo, una parte de lo que exigía la aceptación dela Ley de Ohm era una redefinición tanto de "co-rriente" como de "resistencia"; si tales términoshubieran seguido significando lo que antes signi-ficaban, la Ley de Ohm no habría podido ser cier-ta; tal es la razón por la que encontró una oposi-ción tan enconada, a diferencia de la Ley de Joule-Lenz.8 Probablemente tal situación es caracte-

8 Para conocer partes significativas de este episodiovéase "The Electric Current in Early Nineteenth-Century

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rística. Ahora yo sospecho que todas las revolu-ciones, entre otras cosas, implican el abandonode generalizaciones cuya fuerza, previamente, ha-bía sido la fuerza de las tautologías. ¿DemostróEinstein que la simultaneidad era relativa, o bienalteró la propia noción de simultaneidad? ¿Sim-plemente estaban equivocados quienes encontra-ron una paradoja en la frase "relatividad de lasimultaneidad"?

Consideremos ahora un segundo tipo de com-ponente de la matriz disciplinaria, componenteacerca del cual se ha dicho ya bastante en mi textooriginal, bajo títulos como el de "paradigma meta-físico" o "las partes metafísicas de los paradig-mas". Estoy pensando en compromisos compar-tidos con creencias tales como: el calor es laenergía kinética de las partes constituyentes delos cuerpos; todos los fenómenos perceptibles sedeben a la interacción de átomos cualitativamenteneutrales en el vacío o bien, en cambio, a la ma-teria y la fuerza, o a los campos. Al reescribir ellibro describiría yo ahora tales compromisoscomo creencias en modelos particulares, y exten-dería los modelos de categorías para que tambiénincluyeran una variedad relativamente heurística:el circuito eléctrico puede ser considerado comoun sistema hidrodinámico de estado estacionario;las moléculas de un gas actúan como minúsculasbolas de billar, elásticas, en un movimiento pro-ducido al azar. Aunque varía la fuerza de los com-promisos del grupo, con consecuencias no tri-viales, a lo largo del espectro de los modelosheurístico a ontológico, sin embargo todos los mo-delos tienen funciones similares. Entre otras co-

French Physics", de T. M. Brown, Historical Studiesin the Physical Sciencies, I (1969), 61-103 y "Resistence toOhm's Law", de Morton Schagrin, American Journal ofPhysics, XXI (1963), 536-47.

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sas, dan al grupo sus analogías y metáforas pre-feridas o permisibles. Y al hacer esto ayudan adeterminar lo que será aceptado como explicacióny como solución de problemas; a la inversa, ayu-dan en la determinación de la lista de enigmas noresueltos y en la evaluación de la importancia decada uno. Sin embargo, obsérvese que los miem-bros de las comunidades científicas acaso nocompartan ni siquiera los modelos heurísticos,aunque habitualmente sí lo hacen. Ya he indica-do que durante la primera parte del siglo XIX sepodía pertenecer a la comunidad de los químicossin creer por ello, necesariamente, en los átomos.Ahora describiré aquí como valores a una terceraclase de elementos de la matriz disciplinaria.Habitualmente se les comparte entre diferentescomunidades, más generalmente que las generali-zaciones simbólicas o los modelos, y hacen mu-cho para dar un sentido de comunidad a los cien-tíficos naturalistas en conjunto. Aunque funcio-nan en todo momento, su importancia particularsurge cuando los miembros de una comunidadparticular deben identificar una crisis o, después,escoger entre formas incompatibles de practicarsu disciplina. Probablemente los valores más pro-fundamente sostenidos se refieren a las prediccio-nes: deben ser exactas; las predicciones cuanti-tativas son preferibles a las cualitativas; sea cualfuere el margen de error admisible, debe ser con-tinuamente respetado en un campo determinado,y así por el estilo. Sin embargo, también hayvalores que deben aplicarse al juzgar teorías en-teras: antes que nada, deben permitir la formu-lación y solución de enigmas; cuando sea posibledeben ser sencillas, coherentes y probables, esdecir, compatibles con otras teorías habitualmen-te sostenidas. (Considero ahora como una fla-queza de mi texto original el haber prestado poca

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atención a valores tales como la coherencia in-terna y externa al considerar las causas de crisisy factores de elección de teorías). También exis-ten otras clases de valores, por ejemplo, la cien-cia debe ser (o no tiene que serlo necesariamente)útil para la sociedad, pero lo anterior indica aque-llo que tengo en mente.

Sin embargo, un aspecto de los valores com-partidos requiere en este punto una mención par-ticular. En un grado más considerable que otrasclases de componentes de la matriz disciplinaria,los valores deben ser compartidos por personasque difieren en su aplicación. Los juicios de pre-cisión y exactitud son relativamente estables, aun-que no enteramente, de una vez a otra y de unmiembro a otro en un grupo particular. Pero losjuicios de sencillez, coherencia, probabilidad ysimilares a menudo varían grandemente de indi-viduo a individuo. Lo que para Einstein resulta-ba una incoherencia insoportable en la antiguateoría de los quanta, incoherencia tal que hacíaimposible la investigación de una ciencia normal,fue para Bohr y para otros sólo una dificultadque, por los medios normales, podía resolverse.Algo más importante aún: en aquellas situacionesen que hay que aplicar valores, los diferentesvalores, tomados por separado, a menudo obligarán a hacer diferentes elecciones. Una teoría pue-de resultar más precisa pero menos coherente oprobable que otra; asimismo, la antigua teoríade los quanta nos ofrece un ejemplo. En suma,aunque los valores sean generalmente comparti-dos por los hombres de ciencia y aunque el com-promiso con ellos sea a la vez profundo y cons-titutivo de la ciencia, la aplicación dé valores amenudo se ve considerablemente afectada por losrasgos de la personalidad individual que diferen-cia a los miembros del grupo.

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Para muchos lectores de los anteriores capítu-los, esta característica de la operación de los va-lores compartidos ha parecido una considerableflaqueza de la posición que he adoptado. Comoinsisto en que aquello que comparten los hom-bres de ciencia no es suficiente para imponer unacuerdo uniforme acerca de cuestiones tales comola opción entre teorías competitivas o la distin-ción entre una anomalía ordinaria y otra que pro-voca crisis, ocasionalmente se me ha acusado deglorificar la subjetividad y aun la irracionalidad9.Pero tal reacción ha pasado por alto dos caracte-rísticas que muestran los juicios de valor en cual-quier campo. En primer lugar, los valores com-partidos pueden ser importantes y determinan-tes del comportamiento del grupo, aun cuando losmiembros del grupo no los apliquen todos de lamisma manera. (Si tal no fuera el caso, no ha-bría especiales problemas filosóficos acerca de lateoría del valor o la estética). No todos los hom-bres pintaron de la misma manera durante losperiodos en que la representación era un valorprimario, pero la pauta de desarrollo de las artesplásticas cambió radicalmente al ser abandonadotal valor.10 Imagínese lo que ocurriría en las cien-cias si la coherencia dejase de ser un valor fun-damental. En segundo lugar, la variabilidad in-dividual en la aplicación de los valores comparti-dos puede servir a funciones esenciales para laciencia. Los puntos en que deben aplicarse losvalores son invariablemente aquellos en que de-

9 Véase particularmente: "Meaning and Scientific Chan-ge", de Dudley Shapere, en Mind and Cosmos: Essaysin Contemporary Science and Philosophy, The Universityof Pittsburgh Series in the Philosophy of Science, III(Pittsburgh, 1966), 41-85; Science and Subjectivity, de Is-rael Scheffler Nueva York, 1967); y el ensayo de Sir KarlPopper de Imre Lakatos en Growth of Knowledge.

10 Véase la discusión al principio de la sección XIII.

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ben correrse riesgos. La mayor parte de lasanomalías se resuelve por medios normales; lamayoría de las proposiciones de nuevas teoríasresultan erróneas. Si todos los miembros de unacomunidad respondiesen a cada anomalía comocausa de crisis o abrazaran cada nueva teoría pro-puesta por un colega, la ciencia dejaría de exis-tir. En cambio, si nadie reaccionara a las anoma-lías o a las flamantes teorías de tal manera quese corrieran grandes riesgos, habría pocas o nin-guna revoluciones. En asuntos como estos el re-currir a los valores compartidos, antes que a lasreglas compartidas que gobiernan la elección in-dividual, puede ser el medio del que se vale la co-munidad para distribuir los riesgos y asegurar,a la larga, el éxito de su empresa.

Volvámonos ahora a una cuarta especie de ele-mento de la matriz disciplinaria, no la única res-tante, pero sí la última que analizaré aquí. Paraella resultaría perfectamente apropiado el térmi-no "paradigma", tanto en lo filológico como en loautobiográfico; se trata del componente de loscompromisos compartidos por un grupo, que ini-cialmente me llevaron a elegir tal palabra. Sinembargo, como el término ha cobrado una vidapropia, lo sustituiré aquí por "ejemplares". Conél quiero decir, inicialmente, las concretas solu-ciones de problemas que los estudiantes encuen-tran desde el principio de su educación científica,sea en los laboratorios, en los exámenes, o al finalde los capítulos de los textos de ciencia. Sin em-bargo, a estos ejemplos compartidos deben aña-dirse al menos algunas de las soluciones deproblemas técnicos que hay en la bibliografía pe-riódica que los hombres de ciencia encuentrandurante su carrera de investigación post-estudian-til, y que también les enseñan, mediante el ejem-plo, cómo deben realizar su tarea. Más que

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otras clases de componentes de la matriz disci-plinaria, las diferencias entre conjuntos de ejem-plares dan a la comunidad una finísima estruc-tura de la ciencia. Por ejemplo, todos los físicosempiezan aprendiendo los mismos ejemplares:problemas tales como el plano inclinado, el pén-dulo cónico y las órbitas keplerianas, instrumen-tos como el vernier, el calorímetro y el puente deWheatstone. Sin embargo, al avanzar su prepa-ración, las generalizaciones simbólicas que com-parten se ven ilustradas cada vez más a menudopor diferentes ejemplares. Aunque tanto los físi-cos especializados en transistores como los físicosteóricos de un campo comparten y aceptan laecuación de Schrödinger, tan solo sus aplicacio-nes más elementales son comunes a ambos grupos.

3. Los paradigmas como ejemplos compartidosEl paradigma como ejemplo compartido es el

elemento central de lo que hoy considera comoel aspecto más novedoso y menos comprendido deeste libro. Por lo tanto, sus ejemplares requierenmás atención que las otras clases de componen-tes de la matriz disciplinaria. Los filósofos de laciencia habitualmente no han elucidado los pro-blemas que encuentra el estudiante en los labo-ratorios o en los textos de ciencia, pues se suponeque éstos tan solo aportan una práctica en laaplicación de aquello que ya sabe el estudiante.Se dice que no puede resolver problemas a me-nos que ya conozca la teoría y algunas reglaspara su aplicación. El conocimiento científico sehalla como empotrado en la teoría y la regla;se ofrecen problemas para darle facilidad a su apli-cación. Sin embargo, yo he tratado de sostenerque esta localización del conocimiento cognos-citivo de la ciencia es un error. Después que

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el estudiante ha resuelto muchos problemas, tansolo podrá lograr más facilidad si resuelve másaún. Pero al principio y durante cierto tiempo,resolver problemas es aprender cosas consecuti-vas acerca de la naturaleza. A falta de talesejemplares, las leyes y teorías que previamentehaya aprendido tendrán muy escaso contenidoempírico.

Para indicar lo que tengo en mente volveré porun momento a las generalizaciones simbólicas. Unejemplo muy extensamente compartido es la Se-gunda Ley del Movimiento, de Newton, general-mente escrita como f = ma. Los sociólogos, porejemplo, o los lingüistas que descubren que la ex-presión correspondiente ha sido proferida y reci-bida sin problemas por los miembros de una co-munidad dada, no habrán aprendido mucho, singran investigación adicional, acerca de lo quesignifica la expresión o los términos que la for-man, acerca de cómo los científicos de la comu-nidad relacionan la expresión con la naturaleza.En realidad, el hecho de que la acepten sin poner-la en tela de duda y que la utilicen en un puntoen el cual introducen la manipulación lógica ymatemática, no implica por sí mismo que todosconvengan en cosas tales como significado y apli-cación. Desde luego, convienen hasta un gradoconsiderable, o el hecho rápidamente saldría a laluz a partir de sus subsiguientes conversaciones.Pero bien podemos preguntar en qué punto y porqué medio han llegado a ello. ¿Cómo han apren-dido, ante una situación experimental dada, a es-coger las fuerzas, masas y aceleraciones perti-nentes?

En la práctica, aunque este aspecto de la si-tuación pocas veces o nunca se nota, lo que losestudiantes tienen que aprender es aún más com-plejo que todo eso. No es exactamente que la

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manipulación lógica y matemática se aplique di-rectamente a f = ma. Una vez, examinada, la ex-presión resulta un esbozo de ley o un esquemade ley. Cuando el estudiante o el científico prac-ticante pasa de una situación problemática a lasiguiente, cambia la generalización simbólica ala que se aplican tales manipulaciones. Para elcaso de la caída libre, f = ma se convierte en

para el péndulo simple se transforma en

para una pareja de osciladores armónicos queactúan uno sobre otro se convierte en dosecuaciones, la primera de las cuales puedeescribirse así:

(s2 - s1 + d); y para situaciones más complejas,tales como las del giróscopo, toma otras formas,cuyo parecido familiar con f = ma es todavíamás difícil de descubrir. Sin embargo, mientrasaprende a identificar fuerzas, masas y aceleracio-nes en toda una variedad de situaciones físicasnunca antes encontradas, el estudiante tambiénha aprendido a diseñar la versión adecuada def = ma a través de la cual puede interrelacionar-las, y a menudo una versión para la cual nuncaha encontrado un equivalente literal. ¿Cómo haaprendido a hacer todo esto?

Un fenómeno conocido tanto de los estudiantesde la ciencia como de sus historiadores nos ofreceuna clave. Los primeros habitualmente informanque han seguido de punta a cabo un capítulo desu texto, que lo han comprendido a la perfección,pero que sin embargo tienen dificultades pararesolver muchos de los problemas colocados alfinal del capítulo. Por lo general, asimismo, estasdificultades se disuelven de la misma manera.

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Con o sin ayuda de su instructor, el estudiante,descubre una manera de ver su problema, comoun problema que ya había encontrado antes. Unavez captada la similitud, percibida la analogía en-tre dos o más problemas distintos, puede interre-lacionar símbolos y relacionarlos con la natura-leza de las maneras que ya han resultado efecti-vas antes. El esbozo de ley, como por ejemplof = ma, ha funcionado como instrumento, infor-mando al estudiante de las similitudes que debebuscar, mostrándole la Gestalt en que puede ver-se la situación. La resultante capacidad para per-cibir toda una variedad de situaciones como si-milares, como sujeto para f = ma o para algunaotra generalización simbólica es, en mi opinión,lo principal "que adquiere un estudiante al resol-ver problemas ejemplares, sea con papel y lápizo en un laboratorio bien provisto. Después decompletar un cierto número, que puede variarextensamente de un individuo al siguiente, con-templa la situación a la que se enfrenta como uncientífico en la misma Gestalt que otros miem-bros de su grupo de especialistas. Para él ya noson las mismas situaciones que había encontradoal comenzar su preparación. En el ínterin ha asi-milado una manera de ver las cosas, comprobadapor el tiempo y sancionada por su grupo.

El papel de las relaciones de similitud adquiri-das también se muestra claramente en la historiade las ciencias. Los científicos resuelven los enig-mas modelándolos sobre anteriores soluciones deenigmas, a menudo recurriendo apenas a las ge-neralizaciones simbólicas. Galileo descubrió queuna vola que rueda por una pendiente adquiere lavelocidad exactamente necesaria para volver ala misma altura vertical en una segunda pendien-te de cualquier cuesta, y aprendió a ver tal situa-ción experimental como el péndulo con una masa

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puntual como lenteja. Huyghens resolvió enton-ces el problema de la oscilación de un péndulofísico imaginando que el cuerpo extendido de esteúltimo se componía de unos péndulos puntualesgalileicos, y que los nexos entre ambos podíansoltarse instantáneamente en cualquier punto desu vaivén. Una vez sueltos los vínculos, podríanbalancearse libremente los péndulos puntuales,pero su colectivo centro de gravedad cuando cadauno llegara a su punto más alto, como el del pén-dulo de Galileo, tan sólo subiría a la altura desdela cual había empezado a caer el centro de grave-dad del péndulo extendido. Finalmente, DanielBernoulli descubrió cómo hacer que el flujo deagua que pasa por un orificio se pareciera al pén-dulo de Huyghens. Determínese el descenso delcentro de gravedad del agua que hay en el tan-que y del chorro durante un infinitesimal inter-valo de tiempo. Luego imagínese que cada par-tícula de agua después avanza separadamente, ha-cia arriba, hasta la máxima altura alcanzable conla velocidad adquirida durante el intervalo. Elascenso del centro de gravedad de las partículasindividuales entonces debe equipararse con el des-censo del centro de gravedad del agua que hay enel tanque y el chorro. Desde tal punto, la tan lar-gamente buscada velocidad del efluvio aparecióinmediatamente.11 Este ejemplo debe empezar aponer en claro lo que quiero decir con aprender

11 Véase un ejemplo en: A History of Mechanics, deRené Dugas, traducción al inglés de J. R. Maddox (Neu-chatel, 1955) pp. 135-36, 186-93, e Hidrodynamica, sive deviribus et motibus fluidorum, commentarii opus academi-cum, de Daniel Bernoulli (Estrasburgo, 1738), Sec. 3.Para ver el grado de desarrollo alcanzado por la mecá-nica durante la primera mitad del siglo XVIII, modelandouna solución sobre otra, véase: "Reactions of Late Baro-que Mechanics to Success, Conjecture, Error, and Failurein Newton's Principia", de Clifford Truesdell, Texas Quar-terly, X (1967), pp. 238-58.

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a partir de los problemas, a ver situaciones romosimilares, como sujetas a la aplicación de la mis-ma ley o esbozo de ley científica. Simultáneamen-te, debe mostrar por qué me refiero al conoci-miento consecuencial de la naturaleza, adquiridomientras se aprendía la relación de similitud y,después, incorporado a una forma de ver las si-tuaciones físicas, que no en reglas o leyes. Lostres problemas del ejemplo, todos ellos ejempla-res para los mecánicos del siglo XVIII, muestrantan solo una ley de la naturaleza. Conocida comoel Principio de vis viva, habitualmente se plantea-ba como "descenso real igual a ascenso potencial".La aplicación hecha por Bernoulli de tal ley debemostrarnos cuán consecuencial era. Y sin embar-go, el planteamiento verbal de la ley, en sí mismo,es virtualmente impotente. Preséntesele a un ac-tual estudiante de física, que conozca las palabrasy que puede resolver todos sus problemas, peroque hoy se vale de medios distintos. Luego ima-gínese lo que las palabras, aunque bien conocidas,pueden haber dicho a un hombre que no cono-ciera siquiera los problemas. Para él la generali-zación podía empezar a funcionar tan solo cuandoaprendiera a reconocer los "descensos reales" ylos "ascensos potenciales" como ingredientes dela naturaleza, y ello ya es aprender algo, anteriora la ley, acerca de las situaciones que la natura-leza presenta y no presenta. Tal suerte de apren-dizaje no se adquiere exclusivamente por mediosverbales; antes bien, surge cuando se unen laspalabras con los ejemplos concretos de cómo fun-cionan en su uso; naturaleza y palabra se apren-den al unísono. Utilizando una vez más una útilfrase de Michael Polanyi, lo que resulta de esteproceso es un "conocimiento tácito" que se ob-tiene practicando la ciencia, no adquiriendo re-glas para practicarla.

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4. Conocimiento tácito e intuiciónTal referencia al conocimiento tácito y el con-

secuente rechazo de las reglas ponen en relieveotro problema que ha interesado a muchos demis críticos y que pareció aportar una base paraacusarme de subjetividad e irracionalidad. Algu-nos lectores han considerado que yo estaba tra-tando de hacer que la ciencia se basara en in-tuiciones individuales inanalizables, antes que enla ley y en la lógica. Pero tal interpretación re-sulta desviada en dos aspectos esenciales. En pri-mer lugar, si estoy hablando siquiera acerca deintuiciones, no son individuales. Antes bien, sonlas posesiones, probadas y compartidas, de losmiembros de un grupo que han logrado éxito, y elpracticante bisoño las adquiere mediante su pre-paración, como parte de su aprendizaje para lle-gar a pertenecer a un grupo. En segundo lugar,en principio no son inanalizables. Por el contra-rio, actualmente estoy experimentando con unprograma de computadoras destinado a investigarsus propiedades a un nivel elemental. Acerca detal programa no tengo nada que decir aquí,12 perohasta una mención de él debe probar mi puntomás esencial. Cuando hablo de un conocimientoincorporado a unos ejemplos compartidos, no es-toy refiriéndome a un modo de conocimiento quesea menos sistemático o menos analizable que elconocimiento incorporado a las reglas, leyes onormas de la ejemplificación. En cambio, tengoen mente un modo de conocer deficientementeconstruido, aunque haya sido reconstruido deacuerdo con las reglas tomadas de ejemplares, yque después han funcionado en lugar de estos.O, para decir la misma cosa de otro modo, cuan-

12 Alguna información sobre este tema puede encontrar-se en "Second Thoughts".

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do hablo de adquirir de unos paradigmas la ca-pacidad de reconocer una situación dada comoparecida o no parecida a otras antes vistas, noestoy indicando un progreso que no sea, poten-cialmente, del todo explicable en términos delmecanismo neuro-cerebral. En cambio, estoy afir-mando que la explicación, por su naturaleza, noresponderá a la pregunta "¿similar con respectoa qué?" Tal pregunta es una petición de una re-gla, en este caso de unas normas por las cualesunas situaciones particulares se agrupen en con-juntos de similitud, y estoy afirmando que la ten-tación de buscar normas (o al menos un conjuntocompleto) debe resistirse en este caso. Sin em-bargo, no es al sistema al que me estoy oponien-do, sino a una clase particular de sistema.

Para dar más sustancia a mi argumento, tendráque hacer una breve digresión. Lo que sigue meparece obvio en la actualidad, pero el constanterecurrir en mi texto original a frases como "elmundo cambia" parece indicar que no siemprefue así. Si dos personas se encuentran en el mis-mo lugar y miran en la misma dirección, debe-mos, bajo pena de caer en un solipsismo, concluir,que reciben unos estímulos muy similares. (Siambos pudieran fijar su mirada en el mismo lu-gar, los estímulos serían idénticos). Pero la genteno ve estímulos; nuestro conocimiento de éstoses sumamente teórico y abstracto. En cambio,tienen sensaciones, y nada nos obliga a suponerque las sensaciones de nuestras dos personas seanlas mismas. (Los escépticos acaso recordarán quela ceguera al color nunca fue advertida hasta queJohn Dalton la describió en 1794). Por el contra-rio, muchos procesos neurales ocurren entre larecepción de un estímulo y la conciencia de unasensación. Entre las otras cosas que sabemos conseguridad acerca de ello están: que muy diferen-

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tes estímulos pueden producir las mismas sensa-ciones ; que el mismo estímulo puede producirmuy distintas sensaciones, y, finalmente que elcamino del estímulo a la sensación está condi-cionado, en parte, por la educación. Individuoseducados en distintas sociedades se comportanen algunas ocasiones como si vieran diferentescosas. Si no tuviéramos la tentación de identificarlos estímulos, uno a uno, con las sensaciones, po-dríamos reconocer que en realidad hacen eso.

Nótese ahora que dos grupos, cuyos miembrostienen sensaciones sistemáticamente distintas alrecibir los mismos estímulos, en cierto sentidoviven en diferentes mundos. Suponemos la exis-tencia de los estímulos para explicar nuestraspercepciones del mundo y suponemos su inmuta-bilidad para evitar el solipsismo, tanto individualcomo social. No tengo la menor reserva ante nin-guna de las dos suposiciones. Pero nuestro mun-do está poblado, en primer lugar, no por estímu-los, sino por los objetos de nuestras sensaciones,y éstos no tienen que ser los mismos, de un indi-viduo a otro, o de un grupo a otro. Por supuesto,hasta el grado en que los individuos pertenecenal mismo grupo y comparten así educación, idio-ma, experiencias y cultura, tenemos buenas razo-nes para suponer que sus sensaciones son las mis-mas. ¿De qué otro modo deberíamos comprenderla plenitud de su comunicación y lo común de susrespuestas conductistas a su medio? Deben dever cosas, estímulos de procesos, de manera muyparecida. Pero donde empiezan las diferenciacio-nes y la especialización de los grupos, ya no te-nemos una prueba similar de la inmutabilidadde las sensaciones. Sospecho que un mero provin-cianismo nos hace suponer que el camino de losestímulos a la sensación es el mismo para losmiembros de todos los grupos.

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Si volvemos ahora a los ejemplares y reglas,lo que he estado tratando de decir, por muy pro-visional que haya sido mi manera de hacerlo, esesto: una de las técnicas fundamentales por lasque los miembros de un grupo, ya sea toda unacultura o una subcomunidad de especialistas den-tro de ella, aprenden a ver las mismas cosas cuan-do se encuentran ante los mismos estímulos, esal verse ante ejemplos de situaciones que sus pre-decesores en el mismo grupo ya habían aprendidoa ver como similares y como diferentes de otrasespecies de situaciones. Estas situaciones simila-res pueden ser sucesivas presentaciones sensoriasdel mismo individuo, digamos de una madre, bá-sicamente reconocida de vista como lo que es, ycomo diferente del padre o de la hermana. Pue-den ser presentaciones de los miembros de fami-lias naturales, digamos de cisnes por una partey de gansos por la otra. O bien, para los miem-bros de grupos más especializados, pueden serejemplos de la situación newtoniana, o de sussituaciones; es decir, que todos son similares yaque están sujetos a una versión de la forma sim-bólica f = ma y que son distintos de las situa-ciones a las que, por ejemplo, se aplican los pro-yectos de ley de la óptica.

Admitamos por el momento que pueda ocurriralgo de esta índole. ¿Debemos decir que lo quese ha adquirido de unos ejemplares son las re-glas y la capacidad de aplicarlas? Esta descrip-ción es tentadora porque el hecho de que veamosuna situación como parecida a las que hemos en-contrado antes tiene que ser el resultado de unprocesamiento neural, gobernado absolutamentepor leyes físicas y químicas. En este sentido, encuanto hemos aprendido a hacerlo, el reconoci-miento de la similitud debe ser tan totalmentesistemático como el latir de nuestros corazones.

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Pero ese paralelo mismo nos sugiere que el reco-nocimiento también puede ser involuntario, unproceso sobre el cual no tenemos ningún domi-nio. Si es así, entonces no debemos concebirlopropiamente como algo que logramos mediantela aplicación de reglas y normas. Hablar de él enestos términos implica que tenemos acceso a op-ciones; por ejemplo, acaso hayamos desobede-cido una regla, o aplicado mal una norma, expe-rimentado con otra forma de ver.13 Esas, lo acepto,son las clases de cosas que no podemos hacer. O,más precisamente, son cosas tales que nopodemos hacer hasta que hayamos tenido una sen-sación, que hayamos percibido algo; entonces amenudo buscamos normas y las ponemos en uso.Entonces podemos embarcarnos en una interpre-tación, proceso deliberativo por el cual escogemosentre alternativas, como no lo hacemos en la per-cepción misma. Quizás, por ejemplo, haya algoraro en lo que hemos visto (recuérdense unasbarajas anormales). Al dar vuelta a una esquinavemos a mamá entrando en una tienda del centroen un momento en que creíamos que se encontra-ba en casa. Al contemplar lo que hemos visto, depronto exclamamos: ¡"Esa no era mamá, puestenía el cabello rojo!" Al entrar en la tienda ve-mos de nuevo a esa señora y no podemos enten-der cómo pudimos confundirla con mamá. O,quizá vemos las plumas de la cola de un ave queestá tomando sus alimentos del fondo de una pis-cina. ¿Se trata de un cisne o un ganso? Contem-

13 Nunca hubiera sido necesario establecer este puntosi todas las leyes fueran como las de Newton y todas lasreglas como los Diez Mandamientos. En tal caso, la frase"quebrantar una ley", no tendría sentido y un rechazode las reglas no parecería implicar un proceso no gober-nado por leyes. Por desgracia las leyes de tránsito y pro-ductos similares de la legislación sí pueden quebrantarse,facilitando la confusión.

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piamos lo que hemos visto y mentalmente com-paramos las plumas de la cola con las de los cis-nes y gansos que antes hemos visto. O quizás, sinos inclinamos hacia la ciencia, tan sólo quere-mos saber algunas características generales (lablancura de los cisnes, por ejemplo) de los miem-bros de una familia zoológica que fácilmente po-damos reconocer. Una vez más, contemplamos loque antes habíamos percibido, buscando lo quetengan en común los miembros de la familia dada.

Todos estos son procesos deliberativos, y enellos buscamos y desplegamos normas y reglas.Es decir, tratamos de interpretar las sensacionesque ya tenemos, de analizar qué es lo dado paranosotros. Por mucho que hagamos eso, los proce-sos en cuestión finalmente deben ser neurales,y por tanto están gobernados por las mismas leyesfísico-químicas que gobiernan la percepción, poruna parte, y el latido de nuestros corazones,por la otra. Pero el hecho de que el sistema obe-dezca las mismas leyes en los tres casos no esuna razón para suponer que nuestro aparato neu-ral está programado para operar de la misma ma-nera en la interpretación como en la percepcióno en ambas como en el latir de nuestros corazo-nes. A lo que hemos estado oponiéndonos en estelibro es, por tanto, al intento, tradicional desdeDescartes, pero no antes, de analizar la percep-ción como un proceso interpretativo, como unaversión inconsciente de lo que hacemos despuésde haber percibido.

Lo que hace que la integridad de la percepciónvalga la pena de subrayarse es, por supuesto, quetanta experiencia pasada se encuentre incorpora-da en el aparato neural que transforma los es-tímulos en sensaciones. Un mecanismo percep-tual apropiadamente programado tiene valor desupervivencia. Decir que los miembros de distin-

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tos grupos pueden tener distintas percepcionescuando se encuentran ante los mismos estímulosno es implicar que tengan percepciones en abso-luto. En muchos medios, el grupo que no podíadiferenciar los perros de los lobos, no pudo sub-sistir. Tampoco podría un grupo de físicos nu-cleares de hoy sobrevivir como hombres de cien-cia si no pudieran reconocer las huellas de laspartículas y los electrones alfa. Es precisamenteporque hay tan pocas maneras de ver por lo queaquellas que han pasado por las pruebas de usodel grupo son dignas de ser transmitidas de ge-neración en generación. Asimismo, es porque hansido seleccionadas por su triunfo sobre el tiempohistórico por lo que tenemos que hablar de laexperiencia y el conocimiento de la naturaleza in-corporados en el camino del estímulo a la sensa-ción.

Quizás "conocimiento" no sea la palabra ade-cuada, pero hay razones para valemos de ella.Lo que está incluido en el proceso neural quetransforma los estímulos en sensaciones tiene lascaracterísticas siguientes: ha sido transmitido pormedio de la educación; tentativamente, ha resul-tado más efectivo que sus competidores históri-cos en el medio actual de un grupo; y, finalmente,está sujeto a cambio, tanto por medio de unanueva educación como por medio del descubri-miento de incompatibilidad con el medio. Talesson características del conocimiento, y ello expli-ca por qué aplico yo ese término. Pero es un usoextraño, porque falta otra característica. No te-nemos acceso directo a lo que es aquello que sa-bemos, no tenemos reglas de generalización conque expresar este conocimiento. Las reglas quepudieran darnos tal acceso se referían a los es-tímulos, no a las sensaciones. Y solo podemosconocer los estímulos mediante una elaborada

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teoría. A falta de ella, el conocimiento incluidoen el camino del estímulo de sensación siguesiendo tácito.

Lo que antes se ha dicho acerca de la sensación,aunque obviamente preliminar, y que por ello notiene que ser exacto en todos sus detalles, ha sidoconsiderado literalmente. Por lo menos, es unahipótesis acerca de la visión que debe sometersela investigación experimental, aunque, probable-mente, no a una verificación directa. Pero hablarasí de ver y de sensaciones también sirve aquí aunas funciones metafóricas, como en todo el cuer-po de este libro. No vemos los electrones, sinoantes bien su recorrido, o bien burbujas de va-por en una cámara anublada. No ventos paranada las corrientes eléctricas, sino, antes bien,la aguja de un amperímetro o de un galvanóme-tro. Sin embargo, en las páginas anteriores, par-ticularmente en la Sección X, repetidas veces heprocedido como si en realidad percibiéramos en-tidades teóricas, como corrientes, electrones ycampos, como si aprendiésemos a hacerlo exami-nando ejemplos, y como si en todos estos casosfuese erróneo dejar de hablar de "ver". La me-táfora que transfiere "ver" a contextos similares.apenas resulta base suficiente para tales afirma-ciones. A la larga, tendrá que ser eliminada enfavor de un modo de discurso más literal.

El programa de computadoras antes referidoempieza a indicar las maneras en que esto puedahacerse, pero ni el espacio de que disponemos niel grado de mi actual comprensión me permiteneliminar aquí la metáfora.14 En cambio, breve-

14 Para los lectores de "Second Thoughts", las siguien-tes observaciones crípticas pueden servir de guía. La po-sibilidad de un reconocimiento inmediato de los miem-bros de las familias naturales depende de la existencia,después del procesamiento neural, del espacio perceptualvacío entre las familias que deben ser discriminadas. Si

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mente trataré de sostenerla. Ver unas gotitas deagua o una aguja contra una escala numérica esuna primitiva experiencia perceptual para el hom-bre que no está acostumbrado a cámaras anubla-das y amperímetros. Por ello, requiere contem-plación, análisis e interpretación (o bien la inter-vención de una autoridad exterior) antes de quepueda llegarse a conclusiones acerca de electro-nes o de corrientes. Pero la posición de quienha aprendido acerca de tales instrumentos y hatenido una gran experiencia con tales ejemploses muy distinta, y hay una diferencia correspon-diente, en la forma en que procesa los estímulosque le llegan a partir de aquellos. Contemplandoel vapor de su aliento en una fría noche de in-vierno, su sensación puede ser la misma del lego,pero al ver una cámara anublada ve (aquí sí li-teralmente) no gotitas sino el rastro de electro-nes, partículas alfa, etc. Tales pistas, si el lectordesea, son las normas que él interpreta como ín-dices de la presencia de las partículas correspon-dientes, pero tal camino es a la vez más breve ydistinto del que sigue aquél que interpreta lasgotitas.

por ejemplo, hubiera un continuo percibido de las clasesde aves acuáticas, desde los gansos hasta los cisnes,estaríamos obligados a introducir un criterio específicopara distinguirlos. Algo similar puede decirse para enti-dades no observables. Si una teoría física sólo admite laexistencia de una corriente eléctrica, entonces un peque-ño número de normas, que pueden variar considerable-mente de un caso a otro, sería suficiente para identificarla corriente, aun cuando no haya un conjunto de reglasque especifiquen las condiciones necesarias y suficientespara la identificación. El punto sugiere un corolario plau-sible, que puede ser más importante. Dado un conjuntode condiciones necesarias y suficientes para identificaruna entidad teórica, esa entidad puede ser eliminada apartir de la ontología de una teoría por sustitución. Sinembargo, en ausencia de tales reglas, esas entidades noson eliminables; la teoría, entonces, exige su existencia.

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O bien, consideremos al científico que inspec-ciona un amperímetro para determinar el númeroante el cual se ha detenido la aguja. Su sensaciónprobablemente sea la misma que la del profano,particularmente si este último ha leído antesotras clases de metros. Pero ha visto el metro(una vez más, a menudo literalmente) en elcontexto de todo el circuito, y sabe algo acercade su estructura interna. Para él, la posición dela aguja es una norma, pero tan solo del valorde la corriente. Para interpretarla sólo tiene quedeterminar en qué escala debe leerse el metro.En cambio, para el profano la posición de laaguja no es una norma de nada, excepto de símisma. Para interpretarla, tendrá que examinartoda la posición de los alambres, internos y ex-ternos, experimentar con baterías e imanes, etc.En el uso metafórico tanto como en el literal de"ver", la interpretación empieza donde la percep-ción termina. Los dos procesos no son uno mis-mo, y lo que la percepción deja para que la in-terpretación lo complete depende radicalmentede la naturaleza y de la cantidad de la anteriorexperiencia y preparación.

5. Ejemplares, inconmensurabilidady revoluciones

Lo que hemos dicho antes nos ofrece una basepara aclarar un aspecto más del libro: mis obser-vaciones sobre la inconmensurabilidad y sus con-secuencias para los científicos que han debatidola opción entre teorías sucesivas.15 En las Seccio-nes X y XII yo he afirmado que en tales debates,uno y otro bando inevitablemente ven de maneradiferente algunas de las situaciones experiménta

15 Los puntos que siguen son tratados con mayor detalleen las secciones 5 y 6 de "Reflections".

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les u observacionales a las que tienen acceso. Sinembargo, como los vocabularios en que discutende tales situaciones constan predominantementede los mismos términos, tienen que estar remi-tiendo algunos de tales términos a la naturalezade una manera distinta, y su comunicación, ine-vitablemente, resulta sólo parcial. Como resulta-do, la superioridad de una teoría sobre otra esalgo que no puede demostrarse en el debate. Encambio, como he insistido, cada bando, mediantela persuasión, debe tratar de convertir al otro.Tan solo los filósofos han interpretado con gra-ves errores la intención de estas partes de miargumento. Sin embargo, muchos de ellos hanasegurado que yo creo lo siguiente:16 los defen-sores de teorías inconmensurables no pueden co-municarse entre sí, en absoluto; como resultado,en un debate sobre la elección de teorías no pue-de recurrirse a buenas razones: en cambio la teo-ría habrá de escogerse por razones que, a fin decuentas, son personales y subjetivas; alguna es-pecie de percepción mística es la responsable dela decisión a que al final se llegue. Más que nin-guna otra parte de este libro, los pasajes en quese basan estas erróneas interpretaciones han sidoresponsables de las acusaciones de irracionalidad.Considérense primero mis observaciones sobre laprueba. Lo que he estado tratando de explicar esun argumento sencillo, con el que desde hacelargo tiempo están familiarizados los filósofos dela ciencia. Los debates sobre la elección de teo-rías no pueden tener una forma que se parezcapor completo a la prueba lógica o matemática.En esta última, desde el principio quedan estipu-ladas las premisas y reglas de inferencia. Si haydesacuerdo acerca de las conclusiones, los bandos

16 Ver los trabajos citados en la nota 9 y, también elensayo de Stephen Toulmin en Growth of Knowledge.

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que participen en el siguiente debate podrán vol-ver sobre sus pasos, uno por uno, revisando cadauno contra toda estipulación anterior. Al final decada proceso, uno u otro tendrán que admitir quehan cometido un error, que han violado una reglapreviamente aceptada. Después de tal admisiónno tendrán a quien recurrir, y la prueba de suoponente resultará decisiva. En cambio, sólo silos dos descubren que difieren acerca del signi-ficado o de la aplicación de las reglas estipuladas,que el acuerdo anterior no ofrece una base sufi-ciente para la prueba, sólo entonces continúa eldebate en la forma que inevitablemente toma du-rante las revoluciones científicas. Tal debate esacerca de las premisas, y recurre a la persuasióncomo preludio de la posibilidad de demostración.En esta tesis, relativamente familiar, no haynada que implique que no hay buenas razonespara quedar persuadido, o que tales razones a finde cuentas no son decisivas para el grupo. Tam-poco implica siquiera que las razones para la elec-ción son distintas de aquellas que habitualmentecatalogan los filósofos de la ciencia: precisión,sencillez, utilidad y similares. Sin embargo, loque debe indicar es que tales razones funcionancomo valores y que así pueden aplicarse de ma-nera diferente, individual y colectivamente, porlos hombres que convienen en aceptarlas. Porejemplo, si dos hombres no están de acuerdoacerca de la utilidad relativa de sus teorías, o siconvienen en ellas pero no en la importancia re-lativa de la utilidad y, digamos, en el ámbito queofrecen para llegar a una decisión, ninguno podráquedar convencido de haberse equivocado. Tam-poco estará siendo anticientífico ninguno de losdos. No hay un algoritmo neutral para la elecciónde teorías, no hay ningún procedimiento sistemá-tico de decisión que, aplicado adecuadamente,

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deba conducir a cada individuo del grupo a lamisma decisión. En este sentido es la comunidadde los especialistas, que no sus miembros indivi-duales, la que hace efectiva la decisión. Paracomprender por qué se desarrolla la ciencia talcomo lo hace, no es necesario desentrañar los de-talles de biografía y personalidad que llevan acada individuo a una elección particular, aunqueesto ejerza una notable fascinación. Lo que debecomprenderse, en cambio, es el modo en que unconjunto particular de valores compartidos inter-actúa con las experiencias particulares que com-parte toda una comunidad de especialistas paradeterminar que la mayoría de los miembros delgrupo a fin de cuentas encuentren decisivo unconjunto de argumentos por encima de otro. Talproceso es la persuasión, pero presenta un pro-blema más profundo aún. Dos hombres que per-ciben la misma situación de modo diferente peroque sin embargo no se valen del mismo vocabu-lario, al discutirlo tienen que estar valiéndose delas palabras de un modo distinto. Es decir, ha-blan de lo que yo he llamado puntos de vista in-conmensurables. ¿Cómo pueden tener esperanzasde entenderse y mucho menos de ser persuasivos?Hasta una respuesta preliminar a tal preguntarequiere una mayor especificación de la natura-leza de la dificultad. Supongo que, al menos enparte, tal especificación toma la forma siguiente.La práctica de la ciencia normal depende de lacapacidad, adquirida a partir de ejemplares, deagrupar objetos y situaciones en conjuntos simi-lares que son primitivos en el sentido en que elagrupamiento se hace sin contestar a la pregunta:"¿Similar con respecto a qué?" Un aspecto cen-tral de toda evolución es, entonces, que cambienalgunas de las relaciones de similitud. Objetosque fueron agrupados en el mismo conjunto con

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anterioridad se agrupan de diferentes manerasdespués, y viceversa. Piénsese en el Sol, la Luna,Marte y la Tierra antes y después de Copérnico;de la caída libre, del movimiento pendular y pla-netario antes y después de Galileo; o en sales,aleaciones y mezclas de hierros azufrados antesy después de Dalton. Como la mayor parte de losobjetos, aun dentro de los conjuntos alterados,continúan agrupados, habitualmente se conservanlos nombres de los conjuntos. No obstante, latransferencia de un subconjunto forma parte deun cambio crítico en la red de sus interrelaciones.Transferir los metales del conjunto de compues-tos al conjunto de elementos desempeñó un pa-pel esencial en el surgimiento de una nueva teo-ría de la combustión, de la acidez, y de la com-binación física y química. En poco tiempo talescambios habíanse extendido por todo el campode la química. Por tanto, no es de sorprenderque cuando ocurren tales redistribuciones, doshombres cuyo discurso previamente había proce-dido con una comprensión aparentemente com-pleta, de pronto puedan encontrarse respondien-do a un mismo estímulo con descripciones y ge-neralizaciones incompatibles. Esas dificultadesno se harán sentir en todos los campos, ni si-quiera de su mismo discurso científico, pero sí seplantearán y se agruparán luego más densamentealrededor de los fenómenos de los cuales depen-de más la elección de una teoría.

Tales problemas, aun cuando por primera vezse hacen evidentes en la comunicación, no sonmeramente lingüísticos, y no pueden resolversesimplemente estipulando la definición de los tér-minos más difíciles. Como las palabras alrededorde las cuales se agrupan las dificultades han sidoaprendidas, en parte por su directa aplicación aejemplares, quienes participan en una in-

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terrupción de la comunicación no pueden decir:'Yo uso la palabra 'elemento' (o 'mezcla' o'planeta' o 'movimiento incontrolado') de ma-nera determinada por las siguientes normas". Esdecir, no pueden recurrir a un lenguaje neutroque ambos apliquen de la misma manera y quesea adecuado al planteamiento de sus teorías osiquiera a las consecuencias empíricas de las teo-rías. Parte de la diferencia es anterior a la apli-cación de los idiomas en que, sin embargo, serefleja.

Los hombres que experimentan tales interrup-ciones a la comunicación, por lo tanto, deben con-servar algún recurso. Los estímulos que actúansobre ellos son los mismos. Y también su aparatoneural general, por muy distintamente programa-do que esté. A mayor abundamiento, excepto enuna pequeña zona del conocimiento (aunque im-portantísima) aun su programación neural debeestar muy cerca de ser la misma, pues tienen encomún una historia, excepto el pasado inmediato.Como resultado, tanto su mundo como su lengua-je científicos son comunes. Dado todo eso encomún, debe poder descubrir mucho acerca deaquello en que difieren. Sin embargo, las técni-cas requeridas no son ni directas ni confortables,ni partes del arsenal normal del científico. Loscientíficos rara vez las reconocen por lo que son,y rara vez las utilizan durante más tiempo delrequerido para tratar de inducir a una conversióno para convencerse a sí mismos de que no podránobtenerla.

En resumen, lo que pueden hacer quienes par-ticipan en una interrupción de la comunicaciónes reconocerse unos a otros como miembros dediferentes comunidades lingüísticas, y entonces seconvierten en traductores.17 Tomando como ob-

17 La ya clásica fuente para la mayor parte de los as-

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jeto de estudio las diferencias entre su propiodiscurso intragrupal e intergrupal, pueden, en pri-mer lugar, tratar de descubrir los términos y lo-cuciones que, usados sin problemas dentro de lacomunidad son, no obstante, focos de disturbiopara las discusiones intergrupales. (Las locucio-nes que no presentan tales dificultades puedentraducirse homofónicamente). Habiendo aisladode la comunidad científica tales ámbitos de difi-cultad, en un esfuerzo más por dilucidar sus per-turbaciones, pueden valerse del vocabulario quediariamente comparten. Es decir, cada uno pue-de hacer un intento de descubrir lo que el otromundo ve y dice cuando se le presenta un estímu-lo que pudiera ser distinto de su propia respuestaverbal. Si pueden contenerse lo suficiente parano explicar un comportamiento anormal comoconsecuencia de un simple error o de locura, conel tiempo pueden volverse muy buenos pronosti-cadores del comportamiento del otro bando. Cadauno habrá aprendido a traducir la teoría del otroy sus consecuencias a su propio lenguaje y, si-multáneamente, a describir en su idioma el mun-do al cual se aplica tal teoría. Eso es lo que re-gularmente hacen (o debieran hacer) los histo-riadores de la ciencia cuando se enfrentan ateorías científicas anticuadas.

Como la traducción, si se continúa, permite aquienes participen en una interrupción de la co-

pectos pertinentes de la traducción es Word and Object,de W. V. O. Quine (Cambridge, Mass., y Nueva York,1969). Caps., I y II. Pero Quine parece considerar que doshombres que reciben el mismo estímulo deben tener lamisma sensación, y por lo tanto tiene poco que decirsobre el grado que debe alcanzar un traductor para des-cribir el mundo al que se aplica el lenguaje interpretado.Para ese último punto véase "Linguistics and Ethnologyin Translation Problems", de E. A. Nida en ed. DelHymes, Language and Culture in Society (Nueva York,1964), pp. 90-97.

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municación experimentar vicariamente algunosde los méritos y defectos de los puntos de vis-ta de los otros, ésta es una potente herramientatanto de transformación como de persuasión.Pero ni aun la persuasión tiene que tener buenéxito, y si lo tiene, no necesariamente irá acom-pañada o seguida por la conversión. Una impor-tante distinción que sólo recientemente he reco-nocido por completo es que las dos experienciasde ninguna manera son las mismas.

Persuadir a alguien es, convengo en ello, con-vencerlo de que nuestra opinión es mejor que lasuya, y por lo tanto debe remplazaría. Esto selogra, ocasionalmente, sin recurrir a nada pare-cido a la traducción. En su ausencia, muchas delas explicaciones y enunciados de problemas sus-critos por los miembros de un grupo científicoresultarán opacos para el otro. Pero cada comu-nidad lingüística habitualmente puede producir,desde el principio, unos resultados concretos desu investigación que, aunque sean descriptiblesen frases comprendidas de la misma manera porlos dos grupos, no pueden ser explicados por laotra comunidad en sus propios términos. Si elnuevo punto de vista se sostiene durante un tiem-po y sigue siendo útil, los resultados de la inves-tigación verbalizables de esta manera probable-mente crecerán en número. Para algunos hom-bres, tales resultados, por sí mismos, serán deci-sivos. Pueden decir: no se cómo lo lograron lospartidarios de la nueva opinión, pero yo deboaprenderlo; sea lo que fuere lo que están hacien-do, claramente tienen razón. Tal reacción resultaparticularmente fácil para los hombres que ape-nas están ingresando en la profesión, pues aúnno han adquirido los vocabularios y compromisosespeciales de uno u otro grupo.

Los argumentos que pueden presentarse en el

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vocabulario del que se valen ambos grupos, de lamisma manera, sin embargo, generalmente no sondecisivos, al menos no lo son hasta una etapamuy tardía de la evolución de las opinionesopuestas.

Entre aquellos ya admitidos en la profesión po-cos quedarán persuadidos sin recurrir un poco alas comparaciones más generales que permite latraducción. Aunque el precio que hay que pagarhabitualmente consiste en frases de gran longitudy complejidad (recuérdese la controversia Proust-Berthollet, que se llevó a cabo sin recurrir al tér-mino "elemento"), muchos resultados adicionalesde la investigación pueden ser traducidos del idio-ma de una comunidad al de la otra. Además, alavanzar la traducción, algunos miembros de cadacomunidad también pueden empezar vicariamen-te a comprender cómo una afirmación antes con-fusa pudo parecer una explicación a los miem-bros del grupo opuesto. La disponibilidad de téc-nicas como éstas no garantiza, desde luego, lapersuasión. Para la mayoría de la gente, la tra-ducción es un proceso amenazante, totalmenteajeno a la ciencia normal. En todo caso, siemprese dispone de contra argumentos y ninguna reglaprescribe cómo debe llegarse a un equilibrio. Noobstante, conforme un argumento se apila sobreotro argumento y cuando alguien ha recogido conéxito un reto tras otro, sólo la más ciega obstina-nación podría explicar finalmente una resistenciacontinuada.

Siendo tal el caso, llega a ser de una importan-cia decisiva un segundo aspecto de la traducción,muy familiar tanto a lingüistas como a historia-dores. Traducir una teoría o visión del mundoal propio lenguaje no es hacerla propia. Para ellohay que volverse "completamente indígena", des-cubrir que se está pensando y trabajando en un

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idioma que antes era extranjero, no simplementetraduciéndolo; sin embargo, tal transición no esuna que un individuo pueda hacer o pueda dejarde hacer por deliberación y gusto, por buenasque sean sus razones para desear hacerla así.En cambio, en algún momento del proceso deaprender a traducir, el individuo encuentra queya ha ocurrido la transición, que él se ha desli-zado al nuevo idioma sin haber tomado ningunadecisión. O bien, como muchos de quienes encon-traron por primera vez, digamos, la relatividado la mecánica cuántica siendo ya de mediana,edad, se encuentra totalmente persuadido de lanueva opinión, pero, sin embargo, incapaz de in-ternalizarla y de sentirse a gusto en el mundo alque ayuda a dar forma. Intelectualmente, talhombre ya ha hecho su elección, pero la conver-sión requerida, si ha de ser efectiva, aún lo elude.No obstante, puede valerse de la nueva teoría,pero lo hará así como un extranjero que se ha-llara en un medio ajeno, como una alternativa dela que dispone tan sólo porque se encuentran allíalgunos "indígenas" La labor del hombre es pa-rasitaria de la de ellos, pues aquél carece dela constelación de conjuntos mentales que pormedio de la educación adquirirán los futurosmiembros de la comunidad. La experiencia de laconversión que yo he comparado a un cambio deGestalt permanece, por lo tanto, en el núcleo mis-mo del proceso revolucionario. Buenas razonespara la elección ofrecen motivos para la conver-sión y el clima en que más probablemente ocu-rrirá ésta. Además, la traducción puede aportarpuntos de entrada para la reprogramación neu-ral, que por inescrutable que sea en este momen-to, debe hallarse subyacente en la conversión.Pero ni unas buenas razones ni la traducciónconstituyen la conversión y es este proceso el que

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tenemos que explicar para comprender una ín-dole esencial de cambio científico.

6. Las revoluciones y el relativismoUna consecuencia de la posición antes delinea-

da ha molestado particularmente a varios de miscríticos.18 Encuentran relativista mi perspectiva,particularmente como está desarrollada en la úl-tima sección de este libro. Mis observaciones so-bre la traducción ponen en relieve las razones deesta acusación. Los partidarios de distintas teo-rías son como los miembros de comunidades dis-tintas de cultura-lenguaje. El reconocer el para-lelismo sugiere que en algún sentido ambos gru-pos pueden estar en lo cierto. Aplicada a lacultura y a su desarrollo, tal posición es relati-vista.

Pero aplicada a la ciencia puede no serlo, y entodo caso está muy lejos del mero relativismoen un respecto que mis críticos no han visto. Tomados como grupo o en grupos, los practicantesde las ciencias desarrolladas son, como yo he afir-mado, fundamentalmente, resolvedores de enig-mas. Aunque los valores que a veces despliegan,de elección de teorías se derivan también de otrosaspectos de su trabajo, la demostrada capacidadpara plantear y para resolver enigmas dados por lanaturaleza es, en caso de conflicto de valores,la norma dominante para la mayoría de los miem-bros dé un grupo científico. Como cualquier otrovalor, la capacidad de resolver enigmas resultaequívoca en su aplicación. Los hombres que lacomparten pueden diferir, no obstante, en losjuicios que hacen basados en su utilización. Peroel comportamiento de una comunidad que la hace

18 "Structure of Scientific Revolutions", de Shapere yPopper en Growth of Knowledge.

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preeminente será muy distinto del de aquella co-munidad que no lo haga. Creo yo que en las cien-cias el alto valor atribuido a la capacidad de re-solver enigmas tiene las consecuencias siguientes;imagínese un árbol evolutivo que represente eldesarrollo de las modernas especialidades cientí-ficas a partir de sus orígenes comunes, digamosen la primitiva filosofía naturalista y en las téc-nicas. Una línea que suba por ese árbol, sin vol-ver nunca atrás, desde el tronco hasta la puntade alguna rama, podría seguir una sucesión deteorías de ascendencia común. Considerando cua-lesquiera dos de tales teorías elegidas a partir depuntos no demasiado cercanos a su origen, debeser fácil establecer una lista de normas que pue-dan capacitar a un observador no comprometidoa distinguir las anteriores de la teoría más recien-te, una y otra vez. Entre las más útiles se encon-trarán la precisión en la predicción, particular-mente en la predicción cuantitativa; el equilibrioentre temas esotéricos y cotidianos, y el númerode diferentes problemas resueltos. Menos útilespara este propósito, aunque considerables deter-minantes de la vida científica, serían valores ta-les como simplicidad, dimensiones y compatibili-dad con otras especialidades. Tales listas aún noson las requeridas, pero no tengo duda de que selas puede completar. De ser esto posible, enton-ces el desarrollo científico, como el biológico,constituye un proceso unidireccional e irreversi-ble. Las teorías científicas posteriores son mejo-res que las anteriores para resolver enigmas enlos medios a menudo totalmente distintos a losque se aplican. Tal no es una posición relativista,y muestra el sentido en el cual sí soy un conven-cido creyente en el progreso científico.

Sin embargo, comparada esta posición con laidea de progreso que hoy prevalece tanto entre

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los filósofos de la ciencia como entre los profa-nos, la posición carece de un elemento esencial.A menudo se considera que una teoría científicaes mejor que sus predecesoras, no tan solo en elsentido en que es un instrumento mejor para des-cubrir y resolver enigmas, sino también porque,de alguna manera, constituye una representaciónmejor de lo que en realidad es la naturaleza. Amenudo se oye decir que las teorías sucesivascrecen aproximándose cada vez más a la verdad.Generalizaciones aparentes como esa no sólo serefieren a la solución de enigmas y a las predic-ciones concretas derivadas de una teoría, sino,antes bien, a su ontología, es decir, a la uniónde las entidades con que la teoría cubre la natu-raleza y lo que "realmente está allí".

Quizás haya alguna manera de salvar la ideade "verdad" para su aplicación a teorías comple-tas, pero ésta no funcionará. Creo yo que no hayun medio, independiente de teorías, para recons-truir frases como "realmente está allí"; la idea deuna unión de la ontología de una teoría y su co-rrespondiente "verdadero" en la naturaleza meparece ahora, en principio, una ilusión; además,como historiador, estoy impresionado por lo im-probable de tal opinión. Por ejemplo, no dudo deque la mecánica de Newton es una mejora sobrela de Aristóteles, y que la de Einstein es una me-jora sobre la de Newton como instrumento pararesolver enigmas. Pero en su sucesión no puedover una dirección coherente de desarrollo onto-lógico. Por el contrario, en algunos aspectos im-portantes, aunque, desde luego, no en todos, lateoría general de la relatividad, de Einstein, estámás cerca de la de Aristóteles que ninguna de lasdos de la de Newton. Aunque resulta compren-sible la tentación de tildar a tal posición de rela-tivista, a mí tal descripción me resulta errónea.

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Y, a la inversa, si tal posición es relativismo nopuedo ver que el relativista pierda nada necesa-rio para explicar la naturaleza y el desarrollo delas ciencias.19

7. La naturaleza de la cienciaConcluirá con un breve análisis de dos reaccio-

nes recurrentes a mi texto original, la primeracrítica, la segunda favorable y, creo yo, ningunade las dos correcta. Aunque ninguna de las dosse relaciona con lo que se ha dicho, ni entre sí.ambas han prevalecido lo suficiente para exigiral menos alguna respuesta.

Unos pocos lectores de mi texto original hannotado que yo repetidas veces he pasado del mo-do descriptivo al modo normativo, transición par-ticularmente marcada en pasajes ocasionalesque empiezan con "pero eso no es lo que hacenlos científicos", y que terminan afirmando que loscientíficos no deben hacerlo. Algunos críticosafirman que yo he estado confundiendo la des-cripción con la prescripción, violando así el anti-guo y honorable teorema filosófico según el cual"es" no puede implicar "debe ser".20

Sin embargo, tal teorema, en la práctica, ha pa-sado a no ser más que un marbete, y ya no se lerespeta en ninguna parte. Un buen número defilósofos contemporáneos han descubierto impor-tantes contextos en que lo normativo y lo des-criptivo quedan inextricablemente entrelazados."Es" y "debe ser" están lejos de hallarse siempretan separados como parece. Pero no es necesa-rio recurrir a las sutilezas de la actual filosofía

19 Pa ra u n o d e l o s mu c h o s e j e m p l o s v é a s e e l e n sa y ode P. K. Fe yerab end en G r o wth o f Kn o wle d ge .

20 Mus t We Mean What We Say? de S ta nley Ca vell(Nueva York, 1969), cap. I.

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lingüística para desentrañar lo que ha parecidoconfuso en este aspecto de mi posición. Las pá-ginas anteriores presentan un punto de vista ouna teoría acerca de la naturaleza de la cienciay, como otras filosofías de la ciencia, la teoríatiene consecuencias para el modo en que debenproceder los científicos si quieren que su empre-sa triunfe. Aunque no tiene que ser correcta,como ninguna otra teoría, sí aporta una base le-gítima para reiterados "debe ser" y "tiene queser". A la inversa, un conjunto de razones paratomar en serio la teoría es que los científicos,cuyos métodos han sido desarrollados y seleccio-nados de acuerdo con su éxito, en realidad sí secomportan como la teoría dice que deben hacerlo.Mis generalizaciones descriptivas son prueba dela teoría precisamente, porque también puedenhaberse derivado de ella, en tanto que, segúnotras opiniones de la naturaleza de la ciencia,constituyen un comportamiento anómalo.

Creo yo que la circularidad de tal argumentono lo hace vicioso. Las consecuencias del puntode vista que estamos examinando no quedan ago-tadas por las observaciones en las que se basó alprincipio. Desde antes de que el libro fuera pu-blicado por primera vez, algunas partes de la teo-ría que presenta, habían sido para mí una herra-mienta de gran utilidad para la exploración delcomportamiento y el desarrollo científico. Lacomparación de esta posdata con las páginas deltexto original acaso indique que ha seguido de-sempeñando tal papel. Ningún punto de vista me-ramente singular puede ofrecer tal guía.

A una última reacción a este libro, mi respuestatiene que ser de índole distinta. Muchos dequienes han encontrado un placer en él lo hanencontrado no tanto porque ilumine la cienciacuanto porque han considerado sus principales

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tesis aplicables también a muchos otros campos.Veo lo que quieren decir, y no desearía desalen-tar sus esfuerzos de extender la posición; pero,no obstante, su reacción me ha intrigado. En elgrado en que mi libro retrata el desarrollo cien-tífico como una sucesión de periodos estableci-dos por al tradición, puntuados por interrupcio-nes no acumulativas, sus tesis indudablementeson de extensa aplicabilidad. Pero así tenían queserlo, porque son tomadas de otros campos. Loshistoriadores de la literatura, de la música, de lasartes, del desarrollo político y de muchas otrasactividades humanas han descrito de la mismamanera sus temas. La periodizacipn de acuerdocon interrupciones revolucionarias de estilo, gustoy estructura institucional, ha estado siempre entresus útiles normales. Si yo he sido original conrespecto a conceptos como éstos, ello ha sido,principalmente, por aplicarlos a las ciencias, cam-po que por lo general, se había supuesto que sedesarrollaba de manera distinta. Es concebibleque la noción de un paradigma como una realiza-ción concreta, un ejemplar, sea una segunda con-tribución. Por ejemplo, yo sospechaba que algu-nas de las notorias dificultades que rodean a lanoción de estilo en las artes plásticas podrán des-vanecerse si puede verse que las pinturas estánmodeladas unas a partir de otras, y no produci-das de conformidad con algunos abstractos cá-nones de estilo.21

Sin embargo, también pretende este libro esta-blecer otra clase de argumento, que ha resultadomenos claramente visible para muchos de mislectores. Aunque el desarrollo científicopuede

21 Para este punto así como para un análisis más am-plio de lo que es especial en las ciencias, ver: "Comment[on the Relations of Science and Art]", de T. S. Kuhn, enComparative Studies in Philosophy and History. XI (1969),pp. 403-12.

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parecerse al de otros campos más de lo que amenudo se ha supuesto, también es notablementedistinto. Por ejemplo, decir que la ciencia, almenos después de cierto punto de su desarrollo,progresa de una manera en que no lo hacenotros campos, puede ser completamente erróneo,cualquiera que sea tal progreso. Uno de los obje-tos del libro fue examinar tales diferencias y em-pezar a explicarlas. Considérese, por ejemplo, elreiterado hincapié anterior en la ausencia o, comodiría yo ahora, en la relativa escasez de escuelasen competencia en la ciencia del desarrollo. Orecuérdense mis observaciones acerca del gradoen que los miembros de una comunidad científicadada constituyen el único público y son los úni-cos jueces del trabajo de la comunidad. O pién-sese, asimismo, en la naturaleza especial de laeducación científica, en la solución de enigmascomo objetivo y en el sistema de valores que elgrupo de científicos muestra en los periodos decrisis y decisión. El libro aisla otros rasgos de lamisma índole, no necesariamente exclusivos dela ciencia pero que, en conjunción, sí colocanaparte tal actividad.

Acerca de todos estos rasgos de la ciencia haymucho más por aprender. Habiendo iniciado estaposdata subrayando la necesidad de estudiar laestructura comunitaria de la ciencia, la terminarésubrayando la necesidad de un estudio similar y,sobre todo, comparativo de las correspondientescomunidades en otros ámbitos. ¿Cómo se elige ycómo se es elegido para miembro de una comu-nidad particular, sea científica o no? ¿Cuál es elproceso y cuáles son las etapas de la socializacióndel grupo? ¿Qué ve el grupo, colectivamente,como sus metas? ¿Qué desviaciones, individualeso colectivas, tolerará, y cómo controla la aberra-ción impermisible? una mayor comprensión de

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la ciencia dependerá de las respuestas a otras cla-ses de preguntas, así como a éstas, pero no haycampo en que se necesite con más urgencia untrabajo ulterior. El conocimiento científico, comoel idioma, es, intrínsecamente, la propiedad co-mún de un grupo, o no es nada en absoluto. Paracomprender esto necesitaremos conocer las carac-terísticas especiales de los grupos que lo creany que se valen de él.