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MANUAL SOBRE DERECHOS HUMANOS Y USO DE DROGAS

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  • MANUAL

    SOBRE DERECHOS HUMANOS

    Y USO DE DROGAS

  • ISBN: 978-987-05-6056-2 Hecho el Depsito que establece la Ley 11.723

  • MANUAL SOBRE DERECHOS HUMANOS

    Y USO DE DROGAS

    3

    AgradecimientosEl Centro de Estudios Avanza

    dos en Drogadependencias y SIDA CEADS quiere manifes

    tar

    su agradecimiento a las autoridades de la Universidad Na

    cional de Rosario, en especial a su

    Secretaria General y al Consejo de Investigaciones (CIUNR) p

    or haber apoyado este proyecto.

    As mismo agradece a la Asociacin de Reduccin de Da

    os de la Argentina (ARDA) que

    acompaa este proyecto colaborando con la difusin de es

    te Manual tanto en la comunidad en

    general como entre los profesionales involucrados y los usu

    arios de drogas.

    Tambin muy especialmente queremos agradecer a todo

    s los miembros del equipo del

    Programa de Reduccin de Daos y a los usuarios de d

    rogas que trabajando con nosotros

    evidencian su compromiso con la tarea de reducir riesgos y

    daos defendiendo sus derechos.

  • MANUAL SOBREDERECHOS HUMANOS

    Y USO DE DROGAS

    4

    IND

    ICE

    Derechos humanos y ciudadana, por Mariano Bufarini.

    CAPITULO 1

    7

    Los usuarios de drogas como ciudadanos. Revisin de una

    logica discursiva basada en la discriminacin que los situa

    como enemigos, por Silvia Inchaurraga.

    CAPITULO 2 15

    Ni faloperos, ni drogadictos; Ciudadanospor Silvia Inchaurraga y Gustavo Hurtado

    INTRoDUCCION 5

    PRESENTACIon 3

    Glosario sobre derechos humanos y uso de drogas

    por Silvia Inchaurraga.

    CAPITULO 3 25

    Ley de Estupefacientes 23.737

    Anexo 1

    37

    Declaracin de Apoyo a la Despenalizacin de la Tenencia

    de Drogas para Consumo Personal de la Asociacin de

    Reduccin de Daos de la Argentina ARDA

    Anexo 2

    43

    Recomendacin general en materia de discriminacin a

    consumidores/as de drogas prohibidas INADI

    Anexo 3

    47

    Sondeo de opinin del imaginario social de la poblacin

    general sobre los usuarios de drogas y la despenalizacin de la

    tenencia de drogas para consumo personal

    por Andrea Celentano y Silvia Inchaurraga

    CAPITULO 4 31

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    Y USO DE DROGAS

    5

    Primero, no daar

    Hipcrates.El presente Manual sobre Derechos Humanos y Uso de Drogas surge en el marco del trabajo que viene desarrollando el Programa de Reduccin de Daos en Usuarios de Drogas en situacin de pobreza

    de la ciudad de Rosario. Hacia una construccin ciudadana con el apoyo inicial del Proyecto Actividades

    de apoyo a la prevencin y el control del VIH/SIDA en la Argentina del Fondo Global de Lucha contra el

    SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. El mismo est a cargo del Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencias y SIDA (CEADS) de

    la Universidad Nacional de Rosario con el aval de la Asociacin de Reduccin de Daos de la Argentina

    (ARDA). Sus objetivos centrales son reducir los daos asociados al uso de drogas, mejorar el acceso de

    los usuarios de drogas al sistema de salud y proteger sus derechos en tanto ciudadanos. As en el marco de las actividades que vienen implementndose en la ciudad de Rosario como

    capacitacin de usuarios de drogas como agentes de salud, consejeras en VIH/SIDA, uso de drogas

    y derechos humanos, distribucin de material informativo sobre riesgos y daos, distribucin de

    preservativos, sniffkits y equipos de inyeccin para los usuarios de drogas inyectables, talleres en

    vecinales, centros comunitarios y de salud este Manual pretende ser una herramienta tanto para la

    poblacin beneficiaria del Proyecto como para la comunidad en general y los profesionales en contacto con

    la problemtica. La misin del mismo es defender los derechos de los usuarios de drogas contribuyendo

    a evitar su discriminacin y los daos que ocasionan algunas lgicas discursivas, en especial en cuanto

    al distanciamiento del sistema de salud. La actual revisin de la poltica legislativa en materia de drogas fue anunciada por el Sr. Ministro

    de Justicia Anibal Fernandez en la Sesin sobre Drogas de las Naciones Unidas en marzo del 2008,

    posibilitada por la creacin de un Comit Asesor revisor de la ley 23.737 y tiene su punto clave en el

    consenso logrado en la Corte Suprema de Justicia para abandonar en el 2009 la penalizacin de la

    tenencia de drogas para consumo personal. Esto es un hito que permite reducir los daos subjetivos,

    sociales y sanitarios que acarrea la penalizacin de la tenencia para consumo en los usuarios de drogas,

    pero debe ser coherente con una poltica pblica que reivindique al usuario de drogas como ciudadano

    con derechos. Una poltica que instaure los tres pilares de la prevencin, la asistencia y la reduccin de

    daos para quienes no puedan o no quieran dejar de consumir drogas. Una poltica acorde con discursos

    y prcticas sociales donde el usuario de drogas deje definitivamente de ser percibido y tratado como

    diferente, como amenaza, como enemigo.Este Manual pretende por lo tanto tambin ser un aporte a la reflexin necesaria para construir hoy

    en Argentina esta poltica.

    Silvia InchaurragaDirectora del Programa

    PRESENTACIONDerechos humanos y ciudadana, por Mariano Bufarini.

    CAPITULO 1

    7

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  • MANUAL SOBRE DERECHOS HUMANOS

    Y USO DE DROGAS

    7

    INTRODUCCION Silvia Inchaurraga1 y Gustavo Hurtado2

    Este Manual sobre Derechos Humanos y Uso de Drogas pretende contribuir a legitimar a los usuarios de drogas en tanto ciudadanos. Partir por lo tanto de explicitar y fundamentar el concepto de ciudadana y su articulacin con los de responsabilidad y libertad individual y colectiva para posteriormente profundizar en los derechos de los usuarios de drogas y en los daos de su vulneracin. Detalla aspectos cruciales del fracaso de la Ley 23737 de Estupefacientes y la modalidad de aplicacin en nuestro medio.

    Ley sta enmarcada en la poltica norteamericana de Guerra contra las Drogas que impone la visin, de que todo lo relacionado con la produccin, el trfico, el comercio y el consumo de las sustancias prohibidas debe ser tratado en trminos blicos. Desde su aprobacin, los usuarios de drogas dejaron de ser ciudadanos, con iguales garantas, responsabilidades y derechos que el resto de los habitantes de la Argentina, para pasar a ser tratados como enemigos. En una guerra, al enemigo es sabido se le niegan las garantas y los derechos. Incluso, se impulsan legislaciones especiales que no reprimen delitos sino actos supuestamente predelictuales, preparatorios. Se crea un derecho de guerra para ser aplicado a un enemigo. Aparecen as varias aberraciones jurdicas, entre ellas, la de reprimir la tenencia de drogas para consumo personal, porque como lo gustaba repetir a un ex Procurador General de la Nacin durante la infame dcada menemista cuando un joven fuma un cigarrillo de marihuana en una plaza est poniendo en peligro la seguridad del Estado.

    1. Directora del Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencias y SIDA (CEADS) de la Universidad Nacional de Rosario, ex Presidente y actual Presidente Honoraria de la Asociacin de Reduccin de Daos de la Argentina, ARDA.

    2. Presidente de la Asociacin de Reduccin de Daos de la Argentina, ARDA

    NI FALOPEROS

    NI DROGADICTOS, ciudadanos

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    Y USO DE DROGAS

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    Ral Zaffaroni plantea con fuerza esta disyuntiva: o mantenemos las garantas de todos los ciudadanos, o hacemos desaparecer las garantas ciudadanas para individualizar a los enemigos; sean estos los que desde el sistema se califica como terroristas, subversivos, locos, usuarios de drogas, piqueteros o simplemente pobres. Para ellos no slo todo el rigor de la selectividad del sistema penal. Tambin contra ellos las medidas de seguridad,diseadas para recaer sobre los que hay que eliminar o, por lo menos, sacar de circulacin. Promover los derechos de los usuarios de drogas implica apostar fuertemente por la alternativa de sostener un Estado de derecho con garantas para todos y oponernos a un Estado policaco con legislaciones excepcionales para los distintos, para los seleccionados por el sistema como enemigos.

    La nocin de ciudadana implica que los usuarios de drogas, como los dems, ni ms ni menos, poseen obligaciones y tambin derechos. Estamos en el terreno de los derechos humanos. Derecho a la salud, a la educacin, al trabajo, a la igualdad, a la dignidad y el honor, a la libertad, a la privacidad, a la propiedad. El derecho a la privacidad, en especial, permite sostener la necesidad de reformular las polticas de drogas en nuestro pas, dejando de tratar como delincuentes, como enemigos, a los usuarios de drogas.

    En relacin al derecho a la salud, el articulo 25 de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos dice que: ...toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, as como a su familia, la salud y el bienestar y en especial la alimentacin, el vestido, la asistencia mdica y los servicios sociales necesarios. El articulo 12 del Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales; reconoce el ...derecho de toda persona al disfrute del ms alto nivel posible de salud fsica y mental y a la prevencin, tratamiento.

    Dada la necesidad de evitar la discriminacin de los usuarios de drogas y modificar el imaginario social estigmatizante, iniciamos desde el Programa de Reduccin de Daos un trabajo de educacin e informacin dirigido a la opinin pblica que incluy el mensaje Ni faloperos, ni drogadictos: Ciudadanos en el marco de la Campaa para mejorar el acceso de los usuarios de drogas al sistema de salud. El objetivo de esta Campaa podramos decir que se resume claramente en el mensaje que reivindica al usuario de drogas como ciudadano de derechos y considera esta reivindicacin un aspecto clave tanto para su acercamiento al sistema de salud como para el mejor abordaje de las consecuencias perjudiciales del uso de drogas por parte de dicho sistema. Porque reducir riesgos y daos asociados al uso de drogas incluye reducir los acarreados por el incorrecto abordaje de las agencias del Estado que tienen a su cargo la promocin y proteccin de los derechos de los usuarios de drogas las utilizan.

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    CAPITULOI

    derechos humano

    s

    y ciudadania

    Por Mariano Bufarini

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    La construccin de la nocin de ciudadana, tal como se encuentra reflejada en nuestra Constitucin Nacional, se origina con la creacin de los Estados nacionales europeos a fines del siglo XVI y con el auge inicial de la difusin de los derechos humanos como universales, e implica por definicin una institucin generadora de derechos y obligaciones sobre la base de un status subjetivo de pertenencia a una comunidad poltica dada.1

    Esta nocin, por su origen y porque as fue desarrollndose histrica y polticamente se sustenta, como columna ms importante, sobre un principio terico (o derecho subjetivo) ineludible para su construccin y posterior defensa: el principio de igualdad. Ya la Declaracin de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, adems de llevar en su ttulo la nocin referida, dispona en su Art. 1 lo que aos despus todas las constituciones del mundo repetiran, incluyendo la nuestra: los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos... y agregaba en su Art. 6: la ley debe ser la misma para todos, tanto cuando protege como cuando castiga. Siendo todos los ciudadanos iguales.... De esta manera, considerando a este principio como su base ms fuerte, el ciudadano incorpora en su configuracin una condicin poltica individual que lo asimila al resto de las personas a travs de una herramienta institucional fundamental como la ley.

    Antes de comenzar a razonar sobre el principio

    citado debemos presentar una paradoja, la que sin dudas es la culpable, si no se resuelve de modo positivo, de la mayora de los conflictos actuales en las sociedades occidentales. Esta paradoja enfrenta de un lado la proclamacin formal de la igualdad normativa como cimiento de la configuracin del ciudadano, y del otro, el cada vez ms claro reconocimiento que en las sociedades actuales convergen en sus propios ciudadanos, de hecho, mltiples racionalidades (culturales, religiosas, polticas, ideolgicas, etc.) que se encuentran en veredas opuestas. Este segundo lado de la paradoja conforma para algunos una peligrosa consecuencia para la misma nocin de ciudadana ya que esto llevara a la disgregacin paulatina de esa nocin que como sabemos est fuertemente sostenida sobre la unidad.2 Podramos estipular en este trabajo a esta paradoja como la de la igualdad/diversidad. Asimismo, una forma distinta de abordarla podra realizarse desde el punto de vista del deber ser: debe ser la igualdad ciudadana como proclama el Art. 16 de la Constitucin Nacional o deben fomentarse y protegerse en esa misma ciudadana las diferencias, tal como defienden los escritos multiculturalistas y tal como se deriva tambin de principios constitucionales?, y ms complejo an, puede compatibilizarse esta oposicin?. Encontrar el antdoto, difcil por cierto, al conflicto que presenta la paradoja igualdad/diversidad en una comunidad democrtica actual deviene esencial para la salud de la misma.

    * Profesor de Derecho Penal I de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, Director del Servicio Penitenciario de la provincia de Santa Fe.

    1. Ferrajoli Luigi, Ms all de la soberana y la ciudadana: un constitucionalismo global, Isonoma, N 9, Octubre 1998, pag. 173

    2. Entiendo que un ejemplo coyuntural claro de esta disyuntiva se presenta crudamente en Francia y las reiteradas crisis de los barrios perifricos parisinos lideradas por aquellos quienes fueron proclamados como ciudadanos iguales normativamente pero diversos de hecho y que no encuentran lugar en ese Estado desde la ley para la aceptacin de su diversidad.

    Derechos Humanos

    y Ciudadania por Mariano Bufarini*

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    3. Perdn por la digresin pero no puedo dejar de citar una de las tantas frases atribuidas a Voltaire, de lo ms certera para poner en palabras la nocin de tolerancia: No estoy de acuerdo con tus ideas, pero luchare hasta el final para que puedas decirlas.

    4. Giovanna Borradori, La Filosofa en una Epoca de terror. Dialogos con Jurgen Habermas y Jacques Derrida, Taurus, pag. 74.

    Podramos adelantar dos intentos de hallar respuestas a esta paradoja, ambos sustentados en lo que ser definido en este trabajo como el marco normativo consensuado ms relevante que posee actualmente nuestra comunidad: la hermenutica de la Constitucin Nacional y los derechos humanos que de ella se derivan.

    1) El primer intento para enfrentar este conflicto, sin dudas vlido pero a nuestra entender an demasiado pretencioso, ha pasado por apelar a la nocin de tolerancia como la capacidad intersubjetiva para, conociendo nuestra igualdad formal frente a la ley, aceptar, respetar y si fuera posible fomentar las diversidades existentes y los juicios de valor que por ellas sobrevienen.3 Sin embargo, ms all de la belleza literaria de la frase de la cita anterior, la tolerancia sufre en estos das continuos embates prcticos y tericos, ya que adems de la demostracin emprica de intolerancia que nos devuelve da a da el espejo de la realidad resulta atacada asimismo en sus propios fundamentos filosficos. El meollo de este ataque terico pasa por explicitar el contenido histricamente paternalista de la nocin de tolerancia porque, desde sus inicios como una virtud cristiana, implica que alguien considerado superior o en una posicin ventajosa de poder aguanta, dentro de los lmites de normalidad fijados por l mismo, las desviaciones de los diferentes o de la minora. Sera un acto de caridad del poderoso frente al dbil. Esta tolerancia implica, por ejemplo, decirle al inmigrante: te recibo en mi casa pero bajo mis reglas, mis lmites y mis caprichos.

    Tus ideas, tus sueos y tus costumbres sern adecuadas y condicionadas a mis parmetros de normalidad. Si te gusta y te adaptas, bienvenido. Caso contrario, nada puedo hacer por ti y debes marcharte. En resumidas cuentas es una tolerancia que desciende verticalmente de arriba hacia abajo. Es una tolerancia no dialogada.

    Frente a este lgubre panorama: cmo entonces podra ser la tolerancia una herramienta de ayuda para resolver la paradoja apuntada?. La Constitucin y los derechos humanos aparecen frente a esta interpretacin como una herramienta de solucin a la paradoja igualdad/diversidad y como revitalizadora de la nocin de tolerancia. Podramos definir a esta salida como la hiptesis Habermas: para el pensador alemn, en un Estado Democrtico de Derecho, como intenta ser el nuestro, no existira esa posibilidad paternalista de la tolerancia porque: en el interior de una comunidad poltica cuyos ciudadanos se han otorgado recprocamente los mismos derechos no hay lugar para una autoridad que pueda fijar unilateralmente los lmites de lo que se tolera4 Y esa imposibilidad de fijar en soledad los lmites de la tolerancia se fundamenta en que los juicios de valor sociales utilizados para delimitar se encuentran explicitados y con carcter coercitivo en los principios que se derivan de la Constitucin y el catalogo de derechos humanos. De esta forma, segn Habermas, las pautas que fijan los derechos humanos en una sociedad democrtica construidas mediante un proceso previo en el que todos participaran hacen de la tolerancia, as entendida, un instrumento vlido para proteger la nocin de

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    ciudadana y por consiguiente resolver la paradoja arriba presentada.

    2) El segundo intento de salida pasa por considerar, como bien ilustr Norberto Bobbio hace aos, que en realidad no estamos en la paradoja citada frente a dos trminos opuestos: lo contrario de la igualdad es la desigualdad, no la diversidad. La igualdad es un principio a respetar y la desigualdad es un hecho a combatir. En contraposicin a estos la diversidad es un estado de cosas que no confronta con la igualdad como principio porque en su formulacin ms clara este principio de igualdad reza as: se debe tratar a los que estn en igualdad de condiciones de igual modo y a los que estn en diferentes condiciones en forma diversa. Es tan injusto por cierto que al igual lo discriminemos como que al diferente pretendamos igualarlo, en ese sentido, la igualdad debe contemplar a la diversidad.

    Muy resumidamente podramos alcanzar un endeble consenso y decir, en una definicin antropolgicamente bsica, que nosotros como ciudadanos somos, a la vez, iguales en ciertas caractersticas, diversos en otras y esta afirmacin no debera ser un problema.

    Ahora bien, este pomposo principio de igualdad arriba formulado resulta demasiado abstracto e incompleto ya que an no nos dice lo ms importante: no ha definido quienes sern considerados iguales y quienes sern considerados diversos, o ms certero an: en primer lugar quin y en segundo lugar con que criterios, con qu pautas, vamos a clasificar a los iguales y a los diversos?

    Si ser ciudadano, como decamos ms arriba, es compartir ese conjunto de derechos y obligaciones

    que nos acerca la ley, y a la vez, considerar y respetar las diferencias que pueden existir entre nosotros, encontrar la respuesta correcta a la pregunta formulada arriba deviene ineludible para que no se produzca una de las consecuencias ms dainas para la convivencia en una sociedad: la discriminacin prejuiciosa o negativa.

    Nuevamente la Constitucin y los derechos humanos aparecen aqu como herramientas tiles para evitar esa discriminacin prejuiciosa porque para que una discriminacin resulte calificada de ese modo se deben utilizar parmetros infundados o irracionales que sern aquellos que pretendan diferenciar o clasificar a los ciudadanos mediante criterios que ignoren o dejen de lado dolosamente el contenido normativo de los derechos que informa y protege nuestra Constitucin Nacional. Lo que intento alegar es que las pautas hermenuticas que surgen de nuestra Constitucin y el balance de derechos que se realiza frente a conflictos entre iguales y diversos deben ser tenidos en cuenta como premisas fuertes a considerar a la hora de imponer criterios de discriminacin.

    Luego de estas elucubraciones que intentaron resumidamente revitalizar la nocin de ciudadana presentando previamente algunas soluciones a la paradoja igualdad/diversidad (oposicin sta que entendemos inserta en el ncleo de esa nocin), aparece el muelle al que intento arribar pero que lamentablemente se encuentra atascado de preguntas: qu los hace a los consumidores de drogas, ciudadanos sin dudas, distintos al resto de la poblacin?, afirmamos que son diferentes y en tanto merecen un trato diverso?, en qu radica su diversidad?. Cmo ciudadanos que son, que tolerancia vamos a ejercer sobre sus actitudes o elecciones?. Si el consumidor, como cualquier

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    ciudadano, est inmerso en la paradoja igualdad/diversidad: qu parte respetaremos como igual y que parte como diversa?, y bajo que criterios?. Pensando en voz alta: bajo que criterios el Estado discrimina y se etiqueta a un consumidor de alcohol y su abuso como un problema de salud y por el contrario a un consumidor de marihuana como un delincuente?, porqu a unos intenta ayudarlos o contenerlos el sistema de salud y a los otros les pega el sistema penal?, el criterio de razonabilidad para discriminar ser que la opcin penal soluciona el problema del consumo?, pueden pasar esos criterios por un test de constitucionalidad frente a un catalogo de derechos que incluya, entre otros, a la privacidad, a la salud y a la libertad?. No forman parte estas discriminaciones de la versin histrica y criticada de la tolerancia como el lmite impuesto desde arriba al presunto desviado?.

    Disculpen ustedes pero en mi perplejidad frente al asunto me siguen acorralando las preguntas: porqu, adems de la discriminacin que realizan los legisladores en el momento de la criminalizacin primaria para tipificar el consumo de estupefacientes, existe en la sociedad un saber no reflexivo, un imaginario social que acompaa y legitima esta discriminacin inicial?, cmo se crea ese imaginario?. No se retroalimentan y terminan formando un circulo vicioso, por un lado la moral puritana del buen ciudadano medio que pretende limitar al diferente y tolerar hasta ah, y por el otro la respuesta legislativa demaggica de incluir al consumidor en el catalogo del Cdigo Penal?.Algo de razn tendr Michael Foucault y ese saber difuso frente al consumidor legitima y alimenta ese ejercicio infundado de poder?

    Como no quiero abrumar al lector y que me

    odie por no decir nada y preguntar mucho voy a detenerme aqu aunque las preguntas podran multiplicarse. Esta inquisicin permanente sobre el tema que nos ocupa encuentra fcilmente su lugar gracias a los groseros agujeros que aparecen en la liviana y prejuiciosa argumentacin corriente respecto al tema drogas, en las eternas dudas que generan sus soluciones legislativas, y en el cachetazo diario que la realidad descarnada, apoyada en estudios serios y estadsticas ms que fundamentadas, le pega a la siempre polticamente til proclama de guerra contra las drogas.

    La continuacin de este trabajo, que no se formular aqu por razones de brevedad pero que s se insinuar, debera pasar por desarrollar la cuestin del consumidor de drogas como aquel con y en pleno ejercicio de derechos cuyo status poltico de ciudadano se encuentra inmerso en la presunta oposicin igualdad/diversidad pero con una mirada que obtenga lo mejor de las dos soluciones arriba presentadas.

    En ese sentido, el consumidor, como todos, es un poco igual y un poco diverso: su igualdad aparece reflejada en los textos normativos en su condicin de participante, al decir de Habermas, de lo que intenta ser un Estado democrtico, el que no puede avasallar lo que son los derechos humanos ms importantes de sus miembros como la intimidad o la libertad. Recordemos que son esos mismos derechos los que de manera autoreferencial definen a ese Estado como democrtico. En su diversidad, la cual tambin est protegida constitucionalmente, no pueden aceptarse utilizaciones de la nocin histrica de tolerancia como el acto de gracia que el dueo de la moral del momento concede, marcando la cancha, hasta donde el diverso puede llegar

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    porque ms all estn los lmites intolerables de la anormalidad. Por el contrario debe propenderse, an reconociendo la dosis de utopismo que pueda conllevar, a defender su diversidad mediante la hiptesis habermasiana de la nocin de tolerancia por la cual los lmites se fijan no por imposicin sino por consenso, al que se llega con el dilogo de todos los ciudadanos teniendo como norte, no los prejuicios banales e infundados habituales, sino el contenido material que se deriva de la prctica histrica de los derechos humanos insertos en nuestra Constitucin Nacional, esa misma que nos configura e intenta hacer un equilibrio difcil pero constante entre nuestra igualdad y nuestra diversidad.

    Bibliografa

    Borradori G., La Filosofa en una poca de terror. Dilogos con Jurgen Habermas y Jacques Derrida, Taurus, Buenos Aires, 2004

    Collo P., Diccionario de la Tolerancia, Ed. Norma, Bogot, 2001

    Ferrajoli L., Ms all de la soberana y la ciudadana: un constitucionalismo global, Revista de Filosofa del Derecho Isonoma, N 9, Octubre 1998.

    Gelli, M., Constitucin de la Nacin Argentina. Comentada y Concordada, 3ed., La Ley, 2006

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    Imagen del material informativo Si te das, hacela bien elaborado y distribuido por la Asociacion de Reduccin de Daos de la Argentina, ARDA, en el marco del Programa de Reduccin de Daos en Asentamientos Urbanos Irregulares de la ciudad de Buenos Aires, Rosario y Crdoba. (2000-2004)

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    CAPITULOII

    Los usuarios de drogas como ciudadanos. Revision de una logica discursiva basada en la discriminacion que los situa como enemigos

    Por Silvia InchaurragaDirectora del Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencias y SIDA (CEADS) de la Universidad Nacional de Rosario, ex Presidente y actual

    Presidente Honoraria de la Asociacin de Reduccin de Daos de la Argentina, ARDA.

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    Introduccin

    La figura del ciudadano como sujeto de derechos se establece a partir del reconocimiento de garantas civiles. El Estado de Bienestar instaura la ciudadana social, asegurando los derechos sociales. Sin embargo a partir de la Globalizacin pierden legitimidad las instituciones que contribuyen a la integracin, insercin y socializacin de las personas en general, arraigndose las ms diversas formas de exclusin y discriminacin especialmente de los ms vulnerables y desdibujndose la ciudadana. Los excludos y discriminados son as quienes se vuelven los diferentes, los desiguales, perdiendo de esta manera derechos a partir de perder el derecho a la igualdad de derechos.

    As en la ltima dcada en Argentina asistimos a una naturalizacin de las prcticas de segregacin social, a la difusin de discursos que legitiman la existencia de ciudadanos de segunda y a una mayor visibilidad del deterioro de los lazos sociales y las polticas sociales de integracin lo que genera a su vez ms exclusin y discriminacin.

    La falta de ideales, de proyectos colectivos, de solidaridad tiene como contracara el exceso de prcticas que vulneran derechos e inhabilitan el ejercicio de la plena ciudadana

    Los usuarios de drogas

    como ciudadanos.

    Revision de una logica

    discursiva basada en la

    discriminacion que los

    situa como enemigos

    por Silvia Inchaurraga*

    * Directora del Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencias y SIDA /CEADS) de la Universidad Nacional de Rosario. Presidente Honoraria y Ex Presidente de la Asociacin de Reduccin de Daos de la Argentina (ARDA) Miembro del Comit Ejecutivo de la Red Latinoamericana para la Reforma de las Polticas de Drogas (REFORMA)

    En este modelo los usuarios de drogas dejan de ser ciudadanos que usan drogas, dependen de ellas o son adictos a las mismas para pasar a convertirse en drogadictos, faloperos, viciosos y as se encadenan una serie de representaciones sociales que asocian drogadiccin con delincuencia y delincuencia con violencia.

    As se vuelven ciudadanos sin derechos, estigmatizados, excluidos. La discriminacin toma mayor virulencia con los ms desfavorecidos, los ya excluidos, los pobres. Para excluir al otro es necesario convertirlo en un extrao, peligroso, que pasa a ser por lo tanto necesario de domesticar, dominar, controlar.

    Es as que para controlar a quienes se drogan y controlar las drogas, el Estado puede involucrarse en la privacidad de las personas que las consumen lo que se logra tanto al castigarlas con pena de prisin como al obligarlas a rehabilitarse. Para esto tambin desde lo social se instauran discursos y prcticas que desde una lgica de buenas intenciones tratan como diferentes a quienes consumen, abusan o dependen de ciertos objetos inanimados llamados drogas. Contra ellos se instaura una inverosmil lgica blica desde el discurso hegemnico y las instituciones sociales y de salud. Decile No a la Droga; La Droga mata, La Droga es tu enemigo.

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    Y USO DE DROGAS

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    1. INCHAURRAGA S. Drogas, polticas prohibicionistas y daos: La disyuntiva de legalizar consumos, drogas o mentiras en Las drogas entre el fracaso y los daos de la prohibicin Ed CEADSUNR/ARDA, Rosario, 2003, pgina 27.

    2. FOUCAULT M. Genealoga del racismo, Altamira, Bs. As., 1999, pg. 182183.3. ESCOHOTADO A. Historia general de las drogas. Tomo III. Ed Alianza, Madrid 19894. Recordemos que la Coca Cola usa el extracto de coca desde 1886. En la ltima dcada se ha difundido el uso de

    plantas prohibidas con fines industriales. Ver La DEA admite industrializacin de la coca en Boletn Internacional nmero 6, Cochabamba octubre 1994, pg. 6; SALAZAR A. Pg. 186.

    La logica del prohibicionismo y sus raices en los sentimientos racistas. El usuario de

    drogas como enemigo/amenaza

    El prohibicionismo define la poltica de tolerancia cero frente a la produccin, venta y consumo de las sustancias prohibidas, define tambin la poltica de Guerra a las Drogas y a los consumidores. No obstante en algunos pases la mentalidad prohibicionista no avanza sobre el consumo al no involucrarse el Estado en actos privados como el de consumir, tener para consumir, o autocultivar para consumir. La pregunta es si esto da garntias de que el usuario de drogas no siga siendo percibido como enemigo/amenaza y en tanto tal sino expuesto a los daos de la ley que penaliza la tenencia para el consumo personal si expuesto a los daos de la aplicacin de la ley por parte de la polica que puede seguir deteniendo a quienes visualiza como amenazas a lo social o de las representaciones sociales que siguen situndolo como enemigo.1

    Un factor clave en la genealoga del prohibicionismo son los sentimientos racistas ante algunas minoras identificadas con los vicios. Dice el periodista francs Guy Sorman en su libro Esperando a los brbaros que en la Guerra contra la Droga, el enemigo no es la droga, sino el extranjero, el que viene de otra parte, de otro pas, de otro estrato social. Jacques Lacan para explicar la segregacin dir que se trata de la intolerancia ante el goce del otro.

    Para pensar esta lgica del enemigo/amenaza/diferente en relacin a las drogas puede sernos de utilidad tambin el concepto de Michel Foucault de racismo de Estado que el autor explica a travs del poder de soberana y el poder sobre la vida definido como el derecho de hacer morir o dejar vivir. El enemigo ms que el extranjero es simplemente el peligroso, el que amenaza el orden social. Dice Foucault que lo que permiti la inscripcin del racismo en los mecanismos del Estado fue justamente la emergencia del biopoder, siendo el racismo el modo en que, en el mbito de la vida que el poder tom bajo su gestin, se introduce una separacin, la que se da entre lo que debe vivir y lo que debe morir 2.

    El opio era identificado con los chinos que llegaron a EE.UU. entre 1850 y 1860 y se convirtieron en importante mano de obra barata, la cocana era sinnimo de los negros del sur representados con la imagen que nos brinda Escohotado3 del negro intoxicado entre otras cosas con una bebida fabricada en Atlanta y llamada Coca Cola4 y la marihuana con los mexicanos. Posteriormente la lgica prohibicionista atraviesa las fronteras de EE.UU. junto con su influencia y podero. As, se nos evidencia cmo las leyes sirven para perseguir a los excluidos; especialmente a los pobres, a los jvenes, a las minoras tnicas (los negros especialmente en EE.UU.5, los extranjeros en Europa y Amrica Latina).

    La historia de las drogas tiene desde la Antigedad

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    5. Segn datos del NIDA, National Institute of Drug Abuse aunque slo el 12% de los usuarios de drogas ilegales en EE.UU. son negros, el 44% de los detenidos por tenencia simple y el 57% de los detenidos por trfico lo son.

    6. Recordemos que Richard Nixon en plena Guerra de Vietnam dijo que El abuso de drogas es el enemigo nmero 1 de Amrica.

    7. ESCOHOTADO A. Op. Cit..8. FREUD S. Ttem y Tabu, Ed. Amorrortu Tomo XIII 1912 Buenos Aires9. Esto puede ser entendido a partir del estudio que Jacques Lacan realiza del nazismo en la Proposicin del 9 de octubre

    de 1967. En Momentos cruciales de la experiencia analtica Ed. Manantial, Bs As 1987, pagina 22.

    ms ejemplos de esto, desde la prohibicin de los ritos paganos por parte de las religiones monotestas con pnico frente a toda creencia distinta a su verdad absoluta. Pero es posiblemente la Cruzada norteamericana del siglo XX contra las drogas y los excluidos/inmigrantes asociados a ella el analizador ms claro6. La discriminacin racial hacia los inmigrantes mexicanos consumidores de marihuana, de los chinos consumidores de opio y de los afroamericanos consumidores de cocana lo representan. Dan visibilidad al temor de la clase dominante y su intento de preservacin de un orden y una moral. Tambin la contracultura hippie en la dcada del 60 asociada al uso de alucingenos aparece asociada al endurecimiento de la poltica prohibicionista7.

    La logica de la discriminacion. El usuario de drogas como diferente

    La lgica de la discriminacin se enlaza con la lgica prohibicionista a partir del miedo a lo diferente. Lo diferente como lo otro, lo desconocido se vuelve peligroso en el imaginario colectivo. A manera de mecanismos de defensa colectivos la sociedad busca alejar a los elementos considerados amenazadores, al modo de los objetos cargados de

    electricidad que Freud situaba en Ttem y Tabu8 como potenciales causantes del contagio. As las drogas, los usuarios de drogas y los abordajes alternativos a la abstinencia y el prohibicionismo son demonizados. Los usuarios de drogas en tanto diferentes son amenazadores. Amenazadores del orden establecido, de la seguridad ciudadana, de la salud pblica. A partir de esto y por su relacin con las sustancias prohibidas pierden su estatus de ciudadanos. Son as desde el Estado y desde la lgica dominante que prohibe y discrimina ratificados en el lugar de adictos. Recordemos que addictum en tiempos de la Repblica Romana designaba a aquel que se converta en esclavo por carecer de otros bienes ms que su cuerpo para sustraerse del compromiso contrado.

    La discriminacin se avala justamente en la exclusin disfrazada de diferencia. Los procesos de segregacin aparecen a partir de la universalizacin introducida por la ciencia en las agrupaciones9. La poltica criminal de tolerancia cero que es propiciada desde el Estado en la era de la Prohibicin, que se enlaza con el concepto de seguridad, en el sentido reduccionista, tiene entre sus destinatarios preferidos a los usuarios de drogas, a quienes se visualiza como aqullos que alteran el orden pblico y perpetran delitos.

    La seguridad se la vincula con la certeza que

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    10. Ver MOORE M. Libertad y drogas en Moralidad, legalidad y drogas. DE GREIFF P. DE GREIFF G, Fondo de Cultura Econmica, Mxico 2000, pg 107177. El autor es muy claro al respecto sobre las posibilidades de intentar persuadir, halagar, manipular, dar incentivos etc. para evitar que las personas hagan elecciones imprudentes o que sepamos equivocadas pero que ni nosotros, ni el Estado podemos emplear medidas coercitivas, situando como excepcin que slo podemos prevenir que ejecuten sus acciones las personas demasiado jvenes (menores) o demasiado locas, pg. 176.

    11. Ver INCHAURRAGA S. Compiladora Las drogas entre el fracaso y los daos de la penalizacin. Nuevas perspectivas en el debate despenalizacinlegalizacin CEADSUNR / ARDA, Rosario, 2003.

    12. Recordemos que tambin la Corte Suprema fall en este sentido en el ao 1986 en el resonado caso Bazterrica Capalvo despenalizando la tenencia para consumo personal que posteriormente volvi a ser penalizada en el ao 1990 cuando esta jurisprudencia fue interrumpida al considerarse la penalizacin de la tenencia para consumo (articulo 14, segundo prrafo) constitucional y as la tenencia para consumo punible.

    debe tener la poblacin de que no ser afectada por el comportamiento delictivo. Especficamente, se la relaciona con la confianza de que ciertos bienes jurdicos, como la propiedad y la vida no estn expuestos al riesgo de ser lesionados, esta es la forma en la que el poder busca consenso para una falsa solucin, basada en la escalada represiva.

    La prohibicin de las drogas y particularmente de su consumo pero tambin la discriminacin y exclusin de los usuarios de drogas a veces disfrazada de ayuda y tratamiento interpelan a los derechos individuales. No existe acaso un derecho bsico a la libertad?. Las elecciones de las personas no estn acaso protegidas por este derecho bsico a la libertad que ni el Estado ni nadie puede impedir?. Efectivamente y si bien el Estado o sus miembros pueden querer evitar las elecciones arriesgadas, destructivas o incluso equivocadas de las personas, no deberan poder usar la coercin y el castigo para ello. 10

    Ahora bien, en Argentina ya hemos fundamentado ampliamente en la ltima dcada11 el fracaso de las leyes represivas y hemos logrado finalmente el consenso necesario en la Corte Suprema de la Nacin para que el ao 2009 se recuerde como ao

    de la despenalizacin de la tenencia para consumo personal12. No obstante sigue siendo necesario el proceso de modificacin de representaciones sociales asociadas al usuario de drogas que si bien subyace a los fundamentos de la modificacin de la ley 23737, debe tambin ser un efecto de una nueva poltica pblica y de nuevas modalidades de insercin social y de respeto al semejante que consume drogas.

    Porque para que los usuarios de drogas y drogadependientes a los que se dice querer proteger puedan volver a ser considerados como ciudadanos es necesario que dejen de ser percibidos como ciudadanos de segunda y tratados como amenazas o enemigos.

    Las polticas pblicas y la lgica discursiva dominante; Antes y despus

    de la despenalizacin de la tenencia para consumo personal

    Es conocida la carencia de fundamentos cientficos de los Convenciones Internacionales sobre Estupefacientes. Desde sus orgenes, la prohibicin ha estado ms sujetada a condicionantes morales, religiosos, polticos y econmicos que a la

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    13. INCHAURRAGA, S.; Disertacin en representacin de la Red Latinoamericana de Reduccin de Daos (RELARD) en la Sesin Especial de SIDA de la Asamblea de las Naciones Unidas UNGASS (New York, 25 de junio de 2001). En INCHAURRAGA, S., y otros en Drogas: haciendo posible lo imposible. Experiencia de Reduccin de Daos en Argentina, Edicin de CEADSUNR y ARDA. Rosario, 2002, pg. 193.

    observancia de rigurosos estudios cientficos que la validaran.

    Muchas son las voces que vienen denunciando desde hace muchos aos que la prohibicin entraa de por s una gravsima violacin a los derechos humanos. En esta lnea argumental estuvo sustentada mi intervencin en representacin de la Red Latinoamericana de Reduccin de Daos en oportunidad de la Sesin Especial sobre SIDA de la Asamblea de las Naciones Unidas, realizada en Nueva York el 25 de junio de 2001, si coincidimos en que el respeto a los derechos humanos reduce la vulnerabilidad al VIH/SIDA, no podemos desconocer a los usuarios de drogas y cmo el VIH/SIDA los afecta. No podemos desconocer que ms del 22 % de la poblacin mundial con VIH/SIDA se inyecta drogas. Ni hasta qu punto las condiciones en que las personas consumen drogas las expone incluso en ocasiones a mayores riesgos y daos que los que pueden causar las drogas. Condiciones de desinformacin, pobreza, desigualdad, ilegalidad, encierro, estigmatizacin, criminalizacin. 13

    La cuestin es cmo lograr una nueva imagen del usuario de drogas que permita otras formas de comunicacin con l. Cmo garantizar polticas sociales que aborden la pobreza y la desigualdad y polticas de drogas que no busquen rehabilitar, educar o reeducar a los usuarios o dependientes sino garantizarles el acceso a la informacin necesaria para que reduzcan los riesgos asociados a su consumo y el acceso al sistema de salud que debe ser una posibilidad para l (y no una obligacin) as

    como las instituciones pblicas y gratuitas deben ser una responsabilidad del Estado.

    Las lgica discursiva del usuario de drogas como amenaza / enemigo diseminada en lo social, se apoya en cuatro argumentos que fueron soporte de la ley 23.737 y sus defensores y son hoy los caballitos de batalla de quienes se oponen a la reforma legislativa propuesta:

    1) El argumento maniqueo; La droga es mala, por eso su produccin, venta y consumo debe estar prohibida. Los prohibicionistas, el Estado que sostiene esta prohibicin, son buenos, quieren tu bien y si te castigan o encierran incluso para tratamiento lo hacen por tu bien. Esta posicin, del que sabe lo que es bueno para el otro, y se autoriza en eso para cometer cualquier acto, es la que Lacan defini como posicin del canalla. Este hacer lo que se sabe bueno para el otro ha justificado incluso grandes atrocidades como lo demuestra la historia de la humanidad desde el discurso del nazismo hasta el de las dictaduras militares en especial en los escenarios latinoamericanos.

    2) El argumento blico: La maldita droga es la causa de la drogadependencia. Se sita el eje de la cuestin en la sustancia a la que se demoniza y persigue, y con ella a los que la consumen que deben ser aislados para que no contagien su mal, castigados para que no reincidan y/o medicalizados para ser domesticados. Si la causa del problema es la droga, en la abstinencia y en la

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    14. INCHAURRAGA S. El SIDA en la cultura. Homo Sapiens, Rosario, 199715. Las declaraciones del Titular de la Secretaria de Drogas SEDRONAR Dr JoseGranero en el perido 20072009 abundan

    en confusiones entre despenalizacin y legalizacin, y la injerencia de los Tratados internacionales en las leyes nacionales de drogas en lo que respecta a la tenencia y el consumo. Entre otros enunciados bizarros ha dicho Objetivamente quienes proponen despenalizar la marihuana para consumo personal le estan abriendo las puertas de par en par a las tabacaleras... que tienen la estructura, el conocimiento y el capital para fabricar y distribuir cigarrillos de marihuana en Baradero te informa 5/1/2009. Ver tambin Despenalizar el uso de drogas no es progresista Revista Hablamos, 2008.

    lucha contra la droga se sita la solucin.

    3) El argumento de la seguridad ciudadana: Los drogadependientes son delincuentes. Se asocia arbitrariamente drogadelitoinseguridad. En el discurso hegemnico el consumo de drogas independientemente de su va de administracin se ha constituido en conducta de riesgo en s misma, pero adems, potenciadora de conductas delictivas y tendencias autodestructivas, desencadenante de actos suicidas, determinante de conductas promiscuas. Este discurso se sostiene en el imaginario de que es la droga (cualquiera sea: cocana, marihuana, alcohol...) la responsable de las conductas de riesgo o arriesgadas de un sujeto, encubrindose la dimensin de la responsabilidad.14

    No hay ciudadanos con derechos y obligaciones sino drogas y personas que por consumirlas delinquen.

    4) El argumento sin argumento; La prohibicin es necesaria. El debate sobre la despenalizacin ha sido siempre tergiversado especialmente por los responsables de las polticas de drogas en Argentina. 15 Se escucha legalizar es abrir las puertas a la droga, es aumentar el consumo, es igual a que se venda droga a nuestros hijos en las escuelas, es permitir que empiecen fumando marihuana y terminen inyectndose cocana. Sin embargo varias dcadas de prohibicionismo han dejado sobrada evidencia de que la prohibicin

    no permite ni evitar, ni reducir ni tan siquiera controlar el consumo. El consumo ha ido aumentando paulatinamente a lo ancho y largo del planeta, las drogas se han ido diversificando, perfeccionando y tambin abaratando en gran medida como efecto de la prohibicin que por ejemplo ha hecho nacer drogas tanto ms txicas como ms baratas para reemplazar a la cocana: la pasta base y el crack. Y los consumidores as como los pequeos distribuidoresconsumidores se han ido multiplicando como as los problemas a enfrentar: falta de informacin sobre las drogas que se consumen, falta de medios para prevenir problemas asociados como jeringas estriles para evitar la transmisin del VIH/SIDA o Hepatitis, falta de acceso al sistema de salud para recibir atencin en casos de sobredosis etc., y en el marco de la ley 23737 riesgo de ser detenido, encarcelado, riesgo de ser vctima de abuso de fuerza policial.

    Estos argumentos as como la lgica discursiva basada en el prohibicionismo y la discriminacin legitiman la disminucin de los derechos de las personas que consumen drogas. Sin embargo los consumidores de drogas, no obstante los argumentos anteriores, son tambin ciudadanos y este concepto define los alcances de polticas alternativas. Este es su primer derecho; el derecho a ser considerado como tal. Recordemos que el concepto de ciudadana se apoya en la responsabilidad y en la libertad individual y colectiva.

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    Polticas incluyentes que reduzcan y no incrementen los daos asociados a las drogas. El usuario como ciudadano y la

    Reduccin de Daos.

    Luego de un anlisis crtico de la lgica prohibicionista y los efectos dainos de la exclusin, segregacin y estigmatizacin podemos plantear desde el modelo de reduccin de daos el concepto del usuario de drogas como ciudadano.

    La nocin de ciudadana implica que los consumidores de drogas, como los dems, ni ms ni menos, poseen obligaciones y tambin derechos. Estamos en el terreno de los derechos humanos. Derecho a la salud, a la educacin, al privacidad, a la propiedad.

    En relacin al derecho a la salud, el articulo 25 de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos dice que: ...toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, as como a su familia, la salud y el bienestar y en especial la alimentacin, el vestido, la asistencia mdica y los servicios sociales necesarios. El articulo 12 del Pacto Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales; reconoce el ...derecho de toda persona al disfrute del ms alto nivel posible de salud fsica y mental y a la prevencin, tratamiento.

    La Declaracin de Medelln, inspirada en la Resolucin de Frankfurt dice: Las polticas sobre drogas que han buscado solucionar el problema por medio de la represin y la moralidad, obligando a la abstinencia total y convirtiendo esta en una condicin indispensable para obtener ayuda por parte de las instituciones prestadoras de servicios

    de rehabilitacin, han limitado la posibilidad de ofrecer alternativas a los consumidores crnicos.

    Debemos tener presente que tanto para la salud individual como para la salud pblica hay daos y peligros mayores que el uso de drogas; por ejemplo la transmisin del VIH y esto debe tener prioridad en los planes de desarrollo y en las polticas. Antecedentes de esta perspectiva pueden situarse ya en 1986 en una formulacin de la Organizacin Mundial de la Salud: no debe permitirse que las polticas dirigidas a la reduccin del uso de drogas interfieran las medidas contra la transmisin del SIDA.

    La reduccin de daos define una poltica pblica en relacin a la salud y a lo social que es relativamente nueva y que ha tomado fuerza fundamentalmente a raz de la alta incidencia de la transmisin del VIH/SIDA en los usuarios de drogas por va inyectable.

    Esta poltica tiene por objetivo reducir los daos relacionados con las drogas, no focalizndose por tanto en el consumo de drogas en s mismo o en la abstinencia. Los daos relacionados con las drogas son mltiples: en lo social y en la salud y con frecuencia son mayores que los producidos por las drogas mismas16.

    El campo de la reduccin de daos para muchos se circunscribe al campo de la salud, para ello ha influido sin duda el hecho de que las polticas de salud han sido en su mayora mas permeables a este modelo a causa de la gran preocupacin por el impacto del VIH SIDA, pero tambin a causa de que muchas organizaciones que dependen del Estado han intentado circunscribirse a una lectura polticamente correcta del modelo.

    16. INCHAURRAGA S. Drogas y polticas pblicas. El modelo de reduccin de daos Ed Espacio, Buenos Aires, 2001

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    Pero reduccin de daos no es solamente programas de cambios de jeringas, es fundamentalmente garantizar el acceso de todos a la informacin y a la prevencin, facilitar el contacto del usuario de drogas con el sistema de salud y evitar tanto los costos sociales y subjetivos que acompaan a la criminalizacin como a la discriminacin y exclusin social y toda percepcin negativa que contribuya a distanciar al usuario de drogas Es, digmoslo en forma sinttica, reconocer que los consumidores de drogas son ciudadanos con derechos.

    La estigmatizacin, la discriminacin, la exclusin y la violencia socialpolicialjudicialsanitaria, la penalizacin, la criminalizacin y el encierro son daos que pueden resultar irreparables, insoportables, injustificables y que deben ser abordados. No debemos creer que la modificacin de una ley por s misma tendr un efecto reparatorio automtico de los derechos lesionados o que posibilitar mgicamente los cambios de poltica, de abordaje y de percepcin necesarios.

    En tiempos de prohibicin, la reduccin de daos se instal claramente como una alternativa frente a las polticas de salud centradas en la abstinencia, acercando a los usuarios de drogas al sistema de salud. Alternativa para reducir los daos de las polticas represivas, valorando a los usuarios como interlocutores y ciudadanos con derechos y para abordar los daos de las leyes de drogas. Hoy la reduccin de daos es tambin una

    alternativa frente a discursos estigmatizantes que debemos definitivamente modificar y en cuya labor la comunidad, los medios, las instituciones sociales y de salud y los profesionales tenemos un rol clave. Ahora empieza el trabajo ms complejo que permitir ayudar a hacer la vida de los usuarios de drogas ms digna y las polticas de drogas definitivamente ms eficaces, justas y humanas.

    Conclusiones

    La cuestin clave esta en desenmascarar la lgica discursiva del prohibicionismo y la discriminacin que situando al usuario de drogas como enemigo y como amenaza impide avanzar hacia polticas de drogas que lo respeten como ciudadano17.

    Es posible y necesario modificar polticas y las lgicas discursivas subyacentes. As como en la actualidad avanzamos en el camino de modificar la concepcin de que la represin es la respuesta adecuada de las polticas legislativas debemos lograr modificar la concepcin de que la nica intervencin vlida de las polticas de salud es la que se dirige a la abstinencia, logrando el reconocimiento de la importancia de instituciones asistenciales para los que quieren dejar de consumir, de instituciones de bajo umbral de exigencias para los que no pueden dejar de consumir y de programas de reduccin de daos para los que quieren seguir consumiendo.

    17. En este sentido existen a nivel internacional diversas redes de usuarios de drogas que se plantean contribuir al mejoramiento de la calidad de vida y la defensa de sus derechos. En Amrica Latina la creacin tanto de la Red Latinoamericana para la Reforma de las Polticas de Drogas REFORMA como de redes nacionales de reduccin de daos significan la concrecin de redes de trabajo que apoyen y fortalezcan las iniciativas en marcha y aporten a la modificacin de mitos y estereotipos que hoy son no slo importantes obstculos en la regin a la reduccin de daos sino tambin bastiones de la poltica abstencionista y represiva -alineada a la poltica de drogas norteamericana- que desconoce los derechos de quienes consumen drogas.

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    Una poltica pblica racional en materia de drogas debe contar con dispositivos de prevencin, atencin y tratamiento accesibles y diversificados, basados en la educacin responsable, la calidad de la asistencia, la formacin de los profesionales y la adaptacin a las necesidades de los sujetos. Ms all de los resultados de los mismos esto es caso por caso es responsabilidad del sistema de salud ofrecerle y garantizarle estas opciones; que se sostienen en el respeto a los usuarios de drogas y en la aceptacin de sus derechos, consuman o no drogas. Para que esto sea posible hay que lograr abandonar la definicin de los usuarios como enfermos, que no es sino percibirlos como otra forma de amenaza a ser controlada esta vez a travs de la medicalizacin de lo que definen como su enfermedad.

    Una poltica pblica racional en materia de drogas debe tambin poder contribuir a instalar en lo social la concepcin del usuario de drogas no ya como amenaza algo que se facilita a partir de la despenalizacin de la tenencia para consumo personal pero no se garantiza sino como semejante reivindicando en el discurso y en la prctica que se trata de un ciudadano, nada ms ni nada menos. Esto es algo a construir, que no puede esperarse de la modificacin de ninguna ley pero que la modificacin de la ley 23.737 har posible siempre que se avance en una modificacin integral de las polticas de drogas y de las representaciones sociales de los usuarios que las mismas polticas de drogas han alimentado y arraigado en los ltimos tiempos de la Argentina.

    Bibliografa

    Escohotado A. Historia General de las Drogas, Ed Alianza, Madrid, 1989.

    Foucault M. Genealoga del Racismo. Ed. Altamira, Buenos Aires, 1989.

    Freud S. Totem y Tabu (1912). Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1984.

    Inchaurraga S. Comp. Las drogas entre el fracaso y los daos de la prohibicin. Nuevas alternativas en el debate despenalizacin / legalizacin, CEADS UNR, ARDA, Rosario, 2003.

    Sorman G. Esperando a los brbaros. Ed. Seix Barral, 1993.

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    CAPITULOIII

    GLOSARIO SOBR

    E

    DERECHOS HUMA

    NOS Y

    USO DE DROGAS

    Por Silvia Inchaurraga