¿puedo tener un café con leche - salem state...
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¿Puedo tener un café con leche?
Jesús Fernández
Imagínese la siguiente situación: Usted está tomando un café y unos churros en una cafetería del centro. Al tiempo que ojea si demasiado interés las noticias en un periódico local ve con el rabillo del ojo, como un joven de aspecto extranjero dejan sus mochilas en el suelo, se apoyan en la barra del bar y se dirigen al camarero diciendo con un acento foráneo:
Buenos días, señor, ¿Puedo tener un café con leche?
Como persona interesada por el español como lengua extranjera o simplemente como persona curiosa, probablemente, le habrán llamado la atención tres hechos: en primer lugar, el acento extranjero. Es posible, incluso que haya adivinado la procedencia de nuestro hambriento protagonista, que haya notado que sus vocales son demasiado oscuras o sus consonantes algo exageradas; en segundo lugar, quizá le haya sorprendido que se haya dirigido al camarero utilizando la palabra señor. Puede incluso que se pregunte en qué contextos utilizamos los hablantes nativos del español está forma de dirigirnos a los demás. Por último, sospecho que también se ha dado cuenta de que la forma que John, Peter, André o comoquiera que se llame nuestro amigo, disuena por alguna razón. No se trata ahora del acento, de eso ya hemos hablado. Tampoco son las palabras que integran la oración: puedo – tener – un – café – con – leche son todas ellas perfectamente correctas y admitidas en todos los diccionarios del español. ¿Es acaso la gramática? Si nos paramos un poco a pensar tampoco parece haber ningún error gramatical. El verbo poder va seguido de un infinitivo, lo cual es absolutamente normal: ¿Puedo entrar? ¿Puedes hacerme un favor? ¿Puedes tenerme esto un momento? Seguramente, ya empieza a verlo claro: aunque la estructura gramatical es correcta, lo que sucede es que no pedimos cafés así. Dicho con otras palabras, cuando un hablante nativo entra a tomar algo en un bar o en una cafetería no lo pide mediante la estructura ¿Puedo tener un / una X? Dispone de otras alternativas:
¿Me pones un café con leche?
Ponme un café con leche
Dame un café con leche
Un café con leche
En realidad, nuestro amigo extranjero está utilizando una fórmula de petición de permiso para pedir un objeto. Si le invitáramos a nuestra casa a comer y quisiera un poco más de sal en su ensalada, muy probablemente nos diría: ¿Puedo tener la sal? en lugar de ¿Me pasas la sal? o ¿Puedes pasarme la sal? por fa.
Puesto que estamos en el terreno de lo gastronómico, démosle la vuelta a la tortilla. Imaginémonos que estamos en Londres, sedientos tras una larga jornada de museos y compras, que entramos en un pub clásico, con su diana, sus jugadores de dardos y su medio penumbra, y que nos dirigimos al camarero diciendo:
Do you put me a beer, please?
(Lit. ¿Me pone una cerveza, por favor?
Los camareros son gente muy amable y casi con toda seguridad nos preguntaría qué tipo de cerveza queremos; pero muy bien podría haber preguntado ¿Dónde quiere que le ponga la cerveza, señor? Los lectores que estén familiarizados con el inglés habrán entendido sin más la reacción del camarero. Para los que no lo estén, la pregunta transmite un significado meramente locativo, no de petición.
Volvamos al principio. Imaginemos que no hemos podido resistir la tentación y le hemos enseñado a nuestro amigo extranjero que los cafés no se piden diciendo: ¿Puedo tener un café con leche? sino Me pones / pone un café
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con leche? Hemos hecho nuestra buena obra del día. Nos despedimos amistosamente y... no ha pasado ni media hora cuando de paseo por el centro, lo vemos en una tienda de souvenirs hablando con el dependiente y diciendo:
¿Me pone una camiseta de la Universidad, por favor?
Recapitulemos. Nuestro protagonista ha cometido dos errores: en primer lugar ha utilizado una estructura equivocada para una función comunicativa específica; en segundo lugar, una vez advertido, ha generalizado estructura aprendida y la ha aplicado equivocadamente en una situación diferente en la que era inadecuada.
El propósito de este libro es compartir algunas reflexiones sobre estos problemas con el lector. Las lenguas son herramientas para realizar cosas y es necesario disponer de la herramienta adecuada para cada tarea y en cada situación. Un cutter de metal no es lo más apropiado para apretar un tornillo y menos si ese tornillo pertenece a un aparato por el que circula alta tensión. Intentaremos, por tanto, evitar que se produzcan descargas lingüísticas, por más que éstas sean, en general, menos peligrosas.
1. El lenguaje como herramienta
El lenguaje puede ser estudiado como un objeto, como si de una máquina se tratara. Así, si tomamos un coche como ejemplo, podemos observar en él una serie de sistemas estructurales de muy diverso tipo: la carrocería, el motor, la tapicería, etc., los cuales a su vez pueden ser descompuestos ulteriormente. Durante mucho tiempo, los estudios lingüísticos primaron un estudio del lenguaje en esa línea. Así nos encontraríamos con:
a) un componente fónico dividido a su vez en dos estratos: el segmental, que comprendería los sonidos de la lengua y su organización, y el suprasegmental, que englobaría los patrones acentuales, entonativos, etc.
b) un componente léxico semántico que agruparía el conjunto de ítems léxicos: palabras, frases hechas, clichés, etc.
c) un componente gramatical, escindible a su vez en un nivel morfológico, que se ocuparía de la estructura de las palabras y de los procedimientos de formación y en otro sintáctico, en el que se integrarían las reglas y restricciones en la formación de constituyentes y oraciones
Dicho en términos de lo que un aprendiz de una lengua extranjera tiene que aprender, debe adquirir un nuevo sistema de sonidos, parcialmente diferente al de su lengua materna; debe incorporar un acervo léxico nuevo, teniendo en cuenta que la categorización que su lengua materna hace de la realidad no coincide necesariamente con la de la lengua que está aprendiendo; debe adaptarse a un sistema morfológico distinto, probablemente con nuevos paradigmas, así como internalizar unas estructuras sintácticas diferentes.
Gráficamente:
Estructura
Componente fónico componente gramatical componente léxico – semántico
nivel morfológico nivel sintáctico
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Esquema1
Ahora bien, al igual que un coche no es un mero objeto estático, sujeto a una autopsia de taller, sino que sirve para desplazarse de un lugar a otro, para transportar personas y objetos o simplemente para disfrutar del placer de conducir, y todo ello adaptándose a diferentes tipos de carreteras, condiciones meteorológicas, límites de velocidad, etc. El lenguaje o, más concretamente, cada lengua, es un instrumento que nos permite llevar a cabo diferentes funciones en diversas situaciones. Las palabras no sólo sirven para como elementos informativos sino que pueden realizar determinadas acciones. De la misma manera que realizamos actos físicos, como llevar las bolsas del supermercado o cambiar el botón del mando a distancia, al igual que realizamos actos mentales como imaginarnos que haremos en vacaciones o visualizar nuestros deseos, llevamos a cabo también actos de habla por el mero hecho de hablar. Podemos utilizar el lenguaje para transmitir información: La clase empieza a las seis; para pedirla: ¿A qué hora empieza el concierto?; dar órdenes: cállate; pedir cosas: acércame la impresora; amenazar: como no te calles, te mato; advertir: ten cuidado con la niebla; apostar: me juego veinte duros a que no lo consigues; aconsejar: deberías ir al oculista, etc.
Estas funciones no se realizan en el vacío, sino en una situación concreta que incluye:
a) contexto: El momento y el lugar en el que el acto comunicativo tiene lugar (en la iglesia, en una reunión, por teléfono, etc.)
b) Participantes: número y tipo de relación que existe entre ellos
c) Actividad lingüística: conversación, debate, etc.
Detengámonos un momento en estos parámetros:
Por lo que se refiere al contexto, de la misma manera que no se va vestido con la misma ropa a una piscina que a un funeral o a una fiesta que a una boda, igualmente la situación en la que se desarrolla la comunicación impone una serie de condicionantes lingüísticos. En una entrevista de trabajo, pongamos por caso, no es esperable el uso de tacos, coloquialismos, etc. En una conversación de bar entre amigos es menos frecuente imaginar el tratamiento de usted, la afectación, etc. Veamos un sencillo ejemplo de cómo la situación puede variar la formulación de una pregunta:
Juan a su amigo Pedro: ¿Dónde te metiste anoche? Te llamé a ver si querías salir a tomar una copichuela?
El fiscal al acusado: ¿Podría decirnos donde estuvo usted la noche del viernes, 17 de marzo?
Por lo que hace a los participantes, la persona con la que estamos hablando, su relación con nosotros, su condición social o profesional, el hecho de que haya una tercera o terceras personas escuchando, etc. Determinan en buena medida la manera de hablar. Veamos un par de ejemplos:
Ejemplo 1:
Pepito.‐ Hola mamá
Madre.‐ Hola. Llegas tarde
Pepito.‐ Sí, el capullo del profe nos hizo quedarnos
Madre.‐ La abuela está aquí
Pepito.‐ Ah, vaya, lo siento
El chico se hubiera expresado de manera diferente si hubiera sabido desde el principio que la abuela estaba en casa.
Ejemplo 2:
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Empleado: Perdone, Don Facundo, quería pedirle un aumento
Jefe: Coño, Gómez, ya estamos con lo mismo
En general quien más alto está en la escala social se dirige más informalmente al que está más bajo y a la inversa.
En otro orden de cosas, dentro de la relaciones entre los participantes hay que incluir el conocimiento del mundo compartido por ellos para que la comunicación tenga éxito. Así, para entender completamente un ejemplo como Se conocieron ayer y se sorprendentemente se van a casar mañana e la frase anterior compartir la creencia de que el conocimiento de un solo día no lleva frecuentemente al matrimonio.
En relación con el destinatario, es interesante observar dos fenómenos típicos: a) un intento de convergencia lingüística de manera que uno se adapta al otro o los dos acercan posiciones. b) un intento de divergencia lingüística en el que se busca el efecto opuesto, esto es, marcar las distancias.
En cuanto a la actividad, necesariamente influye también de manera decisiva en nuestro uso del lenguaje. La conversación informal, por ejemplo, se caracteriza por:
‐ poca explicitud, ya que el contexto aclara lo suficiente: ¿Esta bueno/a? Sí está, sí
‐ ausencia de planteamiento temático cuidadoso, frecuentes cambios de tema
‐ un cierto grado de falta de fluidez es normal. Salidas en falso, pausas, repeticiones, dudas (er, um)
‐ rapidez en la manera de hablar, con omisiones fonéticas
‐ construcciones sintácticas libres
Podríamos hablas así de una variación estilística con un espectro del tipo:
Informal – neutro – formal – afectado
La selección de uno u otro afectaría a todos lo niveles del lenguaje. En el nivel fónico, por ejemplo, cuanto más informal fuera el estilo menos esmero tendría la pronunciación. En el nivel léxico hay también una clara marcación social de las palabra. Siendo sinónimos conceptuales no es lo mismo decir: micción‐ orina ‐ pis ‐ meada. En el nivel gramatical pueden percibirse igualmente variaciones, como por ejemplo la mayor tendencia a la elisión en el lenguaje conversacional informal.
Así, las cosas, una misma función lingüística podría manifestarse de diferente forma en virtud de contexto en el que se lleva a cabo.
A partir de los años sesenta, los estudios lingüísticos empezaron a prestar una especial atención al uso lingüístico con el desarrollo de dos disciplinas: la pragmática y la sociolingüística. Nosotros nos ocuparemos fundamentalmente de la primera, aunque, de manera colateral incidiremos también en la segunda.
2. Nociones de pragmática.
En términos generales la pragmática puede definirse como la disciplina lingüística que estudia como los hablantes emitimos e interpretamos enunciados en relación con el contexto. En otras palabras se ocupa del uso lingüístico. Planteándolo por el momento de manera informal, nos explica por ejemplo que decirle a alguien hijo de perra no es hacer una opinión zoológica sino insultar; preguntarle a alguien ¿Tienes dinero? no es una petición de información sino de dinero; .que si alguien nos pregunta ¿Tienes hora? no podemos simplemente responder Sí y marcharnos, que lo mismo se aplica a ¿Tienes fuego? mientras que si alguien nos pregunta ¿Tienes frío? entonces decir sí sí sería pertinente; que decirle a alguien Yo os declaro marido y mujer puede en determinadas circunstancias constituir un acto matrimonial.
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De manera que podemos reformular el esquema 1 y dar una versión más ajustada de lo que es una lengua en el esquema 2:
Lengua
Estructura componente pragmático Uso
Componente fónico componente gramatical componente léxico – semántico
nivel morfológico nivel sintáctico
Esquema 2
La pragmática estudia, pues, formas de producir el significado que no entran dentro del dominio de la semántica, el objeto de estudio de la pragmática no es totalmente lingüístico sino que entra en relación, o mejor dicho se inscribe en una determinada realidad extralingüística. De ahí que una misma expresión pueda tener diferentes interpretaciones en virtud de esa realidad. Así Hace calor aquí puede querer decir ‐Por favor, abre la ventana o ‐Estás derrochando calefacción. En ocasiones pueden querer decir justo lo contrario de lo que dicen: [Un amigo nos devuelve el coche que le hemos prestado. El deposito de gasolina está vacío] ‐Gracias por llenar el depósito.
Son muchos los factores contextuales que intervienen en la interpretación de un enunciado. Los manuales de pragmática suelen incluir la resolución de ambigüedades, la deixis, las figuras retóricas, los actos de habla, las implicaturas, la cortesía y el análisis de la conversación. Por la especial relevancia que tienen en el aprendizaje de lenguas nos referiremos a los cinco últimos.
Los actos de habla
La teoría de los actos de habla, desarrollada por dos filósofos del lenguaje John Austin y John Searle, tiene como idea central la de que el lenguaje no es sólo un instrumento para describir el mundo, sino para hacer cosas. Así se quiere amenazar a alguien puede hacerse físicamente, blandiendo el puño, por ejemplo, pero también es posible hacerlo verbalmente Como no bajes el volumen de la tele, llamo a la policía. Emitir este enunciado no es sólo una mera transmisión de información, es un desafío que, en el peor de los casos, puede tener consecuencias imprevisibles. De forma semejante, si se dice Me juego cuarenta duros a que no lo consigues supone la apuesta de una cantidad que, en el caso de perder, tengo el compromiso moral de entregar a mi interlocutor.
J. Searle clasificó los actos de habla de la siguiente manera:
a) representativos: el hablante se compromete en diversa medida a la veracidad de lo que enuncia, por ejemplo Te informo de que ya se ha acabado el plazo, Niego que haya dicho eso, Creo que es posible
b) directivos: el hablante quiere que el oyente haga algo: Insisto en que vengas, Te pido que me dejes ir, Te mando que copies eso
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c) Comitativos: El hablante se compromete en diversa medida a una determinada acción: Te prometo que iré, Te garantizo que no volverá a ocurrir, Te juro que estudiaré más
d) Expresivos: El hablante expresa una actitud ante un estado de cosas: Lamento que haya pasado eso, Te agradezco que hayas venido, Te pido perdón por no haber tenido eso en cuenta
e) Declaraciones: El hablante altera una situación mediante el acto locutivo: Te bautizo con el nombre de Antonio, Estás despedido, Declaramos a Antonio López persona non grata.
El desarrollo posterior de los estudios sobre los actos de habla permitió además establecer una distinción entre::
a) actos de habla directos: aquellos que realizan su función de una manera directa o literal
b) actos de habla indirectos: aquellos que no lo hacen de manera directa. En ellos se distingue:
‐ locución: las palabras pronunciadas, Hace calor aquí
‐ ilocución: la fuerza o intencionalidad de las palabras, Quiero aire fresco
‐ perlocución: el efecto de la ilocución en el oyente, El oyente abre la ventana
Los actos de habla directos pueden realizarse mediante dos procedimientos:
a) el uso de estructuras gramaticales que directamente expresan la intención:
b) interrogativas para preguntar: ¿Puedo irme?
c) imperativas para ordenar: Ven
c) el uso de verbos realizativos: verbos cuya enunciación significa la acción a la que se refieren
d) Te prometo que me iré
e) Yo os declaro marido y mujer
Los actos de habla indirectos suponen, como hemos apuntado, dejar la intención de lo que se dice no expresada o encubierta en la forma oracional. Cuando preguntamos ¿Tienes hora? estructuralmente hacemos una interrogativa total, cuya contestación es sí o no. Ahora bien, si la respuesta es afirmativa, todo el mundo la entiende como interrogativa parcial, esto es, como petición de información. Los procedimientos para realizar actos de habla indirectos pueden ser muy numerosos, así, para conseguir que alguien haga algo, por ejemplo, que nos limpie las ventanas, tendríamos al menos las siguientes posibilidades:
‐ Mediante una oración enunciativa de una manera directa:
Hay que limpiar las ventanas
Puedes limpiar las ventanas
Lo de las ventanas es cosa tuya
‐ Mediante una oración enunciativa de manera indirecta:
A alguien se le ha olvidado limpiar las ventanas
Me molesta tener que decir que se limpien las ventanas
‐ Mediante una oración interrogativa de manera directa:
‐¿Están limpias estas ventanas?
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‐¿No has podido limpiar las ventanas?
‐¿No te toca a ti limpiar las ventanas?
‐¿Se me olvidó decirte que limpiaras las ventanas?
‐ Mediante una oración interrogativa de manera indirecta:
‐¿Te gusta vivir en una habitación tan oscura?
‐¿Se te ha acabado el limpiacristales?
‐¿Se encarga otra persona de limpiar las ventanas?
‐ Mediante un imperativo:
‐ Limpia las ventanas
Las implicaturas
La existencia de actos de habla indirectos, es decir, de maneras sesgadas de manifestar nuestras intenciones, llevó a los estudiosos de la pragmática a preguntarse cuáles son los principios comunes que permiten interpretar los enunciados de los otros hablantes. Así cuando oímos:
A. ¿Qué hora es?
B. Ya, ya nos vamos
o
A. Hace frío aquí
B. Ya pongo la calefacción
o
A.‐ ¿A qué hora es el partido?
B.‐ No te preocupes, hoy iremos a cenar fuera
nos damos cuenta de que no siempre descodificamos un significado literal, sino que buecamos un significado intencional, extraemos lo que técnicamente se llama una implicatura, es decir, que nuestro interlocutor quiere marcharse, quiere saber qué hora es o quiere ir a una oficina de correos.
Hay una relación entre el sentido literal y el contexto. El uso lingüístico está regulado de tal manera que los hablantes no sólo descodifican oraciones, sino que infieren el sentido y la fuerza de los enunciados. Estas inferencias son posibles porque el uso del lenguaje responde a un acuerdo previo de colaboración entre los hablantes. ¿En qué consiste ese acuerdo?
Básicamente, podría enunciarse en torno a dos principios, el de cooperación y el de relevancia. El primero de ellos viene a decir que en nuestros intercambios comunicativos nos guiamos y esperamos que nuestros interlocutores se guíen de tal forma que la comunicación sea sencilla, es decir, que nos den una información suficiente (ni más ni menos), que lo que se afirme sea verdad, y que se exprese de forma clara. Esto no quiere decir que no podamos hablar más de la cuenta, mentir o ser incapaces de organizar nuestro mensaje. Por supuesto que esto sucede. Ahora bien, si sistemáticamente infringiéramos estas tres normas la comunicación sería inviable. Con un símil automovilístico, se espera que todos conduzcamos por la derecha, que vayamos a velocidades ajustadas a la vía por la que transitamos y que nuestro coche esté en unas condiciones aceptables. Evidentemente, hay quienes se saltan esas normas, pero si todos lo hicieran sería verdad la metáfora de la jungla del asfalto.
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Veamos algunos ejemplos en los que no se sigue este principio de cooperación para comprender mejor su importancia:
A.‐ ¿Jugamos al ajedrez?
B.‐ Sí, ahora mismo y la sopa está caliente
En este caso hay una información adicional sobre la temperatura de la sopa que no parece necesaria en relación con la pregunta
A.‐ ¿Jugamos al ajedrez?
B.‐ Sí, jugar al ajedrez es posible, pues las figuras están dispuestas, que cierto es, el placer del juego
En este caso, no queda claro, dada la complejidad y falta de coherencia del discurso, si el interlocutor B quiere jugar o sufre algún tipo de trastorno.
A.‐ ¿Jugamos al ajedrez?
B.‐ Claro [el interlocutor B se marcha]
En este caso, lo dicho no se compadece con la acción. No hay coherencia entre palabras y hechos.
El segundo de los principios el de relevancia alude a que la interacción comunicativa exige que los que se dice sea pertinente, tenga relación con el discurso anterior. La falta de relevancia es la que está presente en chistes lingüísticos como:
A.‐ Muy buenas
B.‐ Muy buenas
A.‐ ¿Quiere magdalenas?
B.‐ Muy buenas
A.‐ Muy buenas
B.‐ Muy buenas
A. Quiere magdalenas?
B. Muy buenas
....
Ahora bien, a poco que se piense en ello, es fácil darse cuenta que en la interacción cotidiana son muchos los casos en los que aparentemente no respetamos los principios enunciados y, sin embargo la comunicación es perfecta. En estos casos, bajo las aparentes y obvias violaciones sobreactúa el principio de relevancia poniendo en relación el contexto lingüístico y extralingüístico con la emisión lingüística superficialmente no relevante. Así si alguien pregunta la hora y contestamos Todavía no ha venido el cartero, parece que a primera vista el que el cartero haya o no llegado no viene al caso (es irrelevante), pero el conocimiento compartido del mundo hace que nuestro interlocutor interprete que, como el cartero pasa todos los días a una hora, todavía no es esa hora.
En otras palabras, cuando un interlocutor viola estas principios de comportamiento normalmente no se trata de que se niegue a cooperar sino que quiere dar a entender algo sin decirlo directamente, de manera explícita, esto es, quiere implicar algo. Veamos algunos ejemplos de estas infracciones:
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A.‐ Mira ponen una película de miedo
B.‐ No me digas. Creo que me voy a morir
En función del contexto, podríamos interpretar el enunciado de B bien como un caso de hipérbole, de exageración desmedida, pues no es frecuente que las películas de miedo sean responsables de ninguna defunción, o bien como un ejemplo de ironía, el hablante dice justo lo contrario de lo que piensa, con el fin de ridiculizar el interés del interlocutor A.
A.‐ ¿Qué tal está la redacción?
B.‐ Bueno, no hay faltas de ortografía
La falta de información en este caso es justamente muy informativa. Como dice el refrán: A buen entendedor con pocas palabras basta.
A.‐ ¿A quién vas a votar?
B.‐ ¿Qué has dicho que querías tomar?
La irrelevancia de la intervención de B es una manera indirecta de esquivar la pregunta de A. Es una forma de cambiar de tema para evitar referirse al anterior
A.‐ ¿Crees que lo hizo él?
B.‐ No diría que es incapaz de hacerlo
La manera deliberadamente retorcida de contestar a la pregunta pone de manifiesto una afirmación no comprometedora.
A.‐ ¿Quieres salir a tomar algo?
B.‐ Tengo que estudiar
¿Cómo infiere A que su invitación está siendo rechazada? El principio de relevancia sugiere que, cuando interpretamos los enunciados, nos centramos en la información que es relevante, es decir, que tiene un efecto contextual. Así interactúa el contexto lingüístico y el extralingüístico proporcionando nueva información que confirma, contradice o modifica de alguna manera las ideas o creencias del interlocutor en relación con un enunciado.
En resumen, la armonía, el delicado equilibrio entre los principios de cooperación y relevancia, y el contexto lingüístico, extralingüístico y de conocimiento compartido establecen las bases sobre las que se desenvuelve nuestra comunicación. Así cuando decimos cosas como Un bocadillo de jamón es un bocadillo de jamón; El fútbol es el fútbol, Un Mercedes es un Mercedes, incurrimos desde un punto de vista lógico en una tautología, una repetición innecesaria, pero desde un punto de vista comunicativo estamos diciendo algo, estamos diciendo mucho, estamos diciendo que no hay nada mejor que un bocadillo de jamón, que el fútbol es un deporte imprevisible o que no hay coche que supere al Mercedes. Cuando decimos, y se trata sin duda de una de las conversaciones más habituales:
¿Qué ponen en la televisión?
Nada.
no podemos interpretar este enunciado en sentido literal, lo que todos entendemos es Nada que merezca la pena.
En definitiva, si tuviéramos que enseñar a hablar a un robot, no bastaría dotarle de un lexicón de 150.000 palabras y de una gramática que le permitiera combinarlas, deberíamos enseñarle que un mismo enunciado tiene diferentes significados según el contexto, que Parece caro como respuesta a ¿Te gusta mi sombrero? puede dar la
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idea de no me gusta mucho, pero que Parece caro como respuesta a ¿Entramos en este restaurante? significa Mejor no entramos; que He acabado de planchar como contestación a ¿Has acabado de planchar y colocar la ropa? significa No he colocado la ropa, pero que He acabado de planchar como réplica a Pareces muy contento implica estoy feliz porque ya he acabado mi tarea.
La pragmática es, en definitiva, el puente entre la lengua y el mundo real.
La cortesía
Estos dos principios se ven matizados por la intervención de la cortesía lingüística. Muchas veces decimos, de una manera perfectamente apropiada, cosas que son falsas o menos informativas de lo requerido con el fin de no herir la sensibilidad del interlocutor o no ponerle en una situación de desventaja que podría llevar a un conflicto. La cortesía lingüística es una válvula de seguridad que impone unos límites a la veracidad, relevancia o cantidad de la información que aportamos. A veces se trata de un principio de cortesía (cortesía, generosidad, tacto, aprobación, modestia). Imaginemos, por ejemplo, que un cliente pregunta en un comercio ¿Qué tal me sienta este traje? Y el dependiente, aunque es consciente de que no le sienta nada bien, no dice directamente: Le sienta a usted fatal, estos trajes no son para gente de tanto peso; sino que buscará una manera cortés de desaconsejarlo: No está mal, pero no sé si va con su estilo. En definitiva, la posibilidad de que convivencia origine roces entre los individuos hace necesarias unas estrategias que minimicen los enfrentamientos. Estas estrategias pueden tener una doble orientación:
a) cortesía positiva, aquella que refuerza la solidaridad con el interlocutor, la pertenencia a un grupo común, mediante, por ejemplo:
‐ atención explícita a los intereses del interlocutor: Debes estar cansado ¿Quieres dormir?
‐ El uso de apelativos que pongan de manifiesto la pertenencia al mismo grupo: Déjame mil pelas, venga, tío
‐ La manifestación de un deseo mutuo: Vamos a tomar algo
b) cortesía negativa, aquella que pone de manifiesto el respeto a la intimidad y a la libertad de acción del interlocutor, mediante, por ejemplo, manifestaciones de:
‐ pesimismo o necesidad: ¿Te sería posible echarme una mano?
‐ deferencia: Creo que puede haber un error en esa fórmula, profesor
‐ disculpa: Ya sé que estas muy liado, pero...
‐ invitación solapada: Quizá vaya mañana a Madrid
La preferencia por unas u otras depende de factores situacionales y culturales
Un comportamiento inverso es el que muestra el principio de solidaridad o confianza. Su importancia es menor, pero es muy frecuente entre grupos en los que los miembros tienen mucha confianza entre sí, por ejemplo pandillas de jóvenes. Podría enunciarse así: con el fin de mostrar el alto grado de solidaridad con el oyente des posible decirle algo que es obviamente falso y obviamente descortés para con él, por ejemplo, Cabronazo, Menudo buga te has comprao. Esta aparente falta de cortesía no es sino un signo de que la confianza que hay entre los interlocutores permite estas agresiones verbales ficticias, de forma semejante al amago de unos golpes como saludo.
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Análisis de la conversación
El estudio de la pragmática incluye, por último, la investigación sobre el acto más natural de comunicación. El análisis de la conversación se basa en la observación, acopio y análisis de un corpus amplio de conversaciones según tienen lugar en la vida real. Su objetivo es estudiar las diferentes acciones y estrategias interactivas que ponen en juego los hablantes al conversar, y analizar los medios que utilizan para satisfacer dichas acciones y estrategias. Desde otra perspectiva también intenta explicar el papel que la conversación tiene en el establecimiento de las relaciones sociales.
¿Cómo funciona una conversación? Aunque pueda parecerlo, una conversación no es algo caótico, incoherente y deslabazado. Todos podríamos distinguir perfectamente una conversación de una lista de frases al azar o de un diálogo inventado por un mal guionista. Como si de una obra de teatro se tratara, podemos hablar de tres momentos en la conversación: a) el inicio, b) el desarrollo y c) el cierre
a) El inicio:
De alguna manera, el principal problema que encaramos en la conversación es pasar del silencio al habla al empezar una conversación, y del habla al silencio al final. Empezar una conversación requiere interrumpir algo, aunque sólo sea interrumpir el silencio y en cierta medida invadir el territorio de alguien. Incluso cuando suena el teléfono, la tendencia más habitual es a cogerlo entre timbrazo y timbrazo. Es como si no quisiéramos interrumpir a un interlocutor mecánico. Por supuesto, el problema de iniciar una conversación depende en buena medida del interlocutor y de la situación. Iniciar determinadas conversaciones puede provocar pánico: dirigirse a una chica o chico que se quiere, pedir algo, protestar... De hecho, incluso nos educan para evitar las conversaciones: No hables con extraños, no hables hasta que te hablen... En otros casos, en cambio, en condiciones de intimidad o confianza, no supone ningún problema romper la barrera del silencio.
En la medida en que interrumpimos o nos entrometemos al iniciar una conversación tenemos la responsabilidad de reparar el daño que hacemos, por ejemplo, ante un coche aparcado delante de la puerta de nuestro garaje:
‐ ¿Es ese coche suyo?
‐ No
‐ Ah perdón, creía que...
De hecho, para compensar la intrusión que supone un el inicio de una conversación las lenguas disponen de operadores de pseudo disculpa del tipo: perdone, por favor...
Iniciar la conversación con un desconocido es hasta cierto punto una tarea arriesgada. Nos ayuda el contexto y las circunstancias: en un avión, en una sala de espera..., pero muchas veces no sabemos con quién hablamos, de qué podemos hablar, cómo reaccionará la persona. Al principio puede haber un cierto tanteo con temas triviales como el tiempo, o temas “seguros” en los que no haya polémica. Lógicamente, las convenciones sociales nos impiden preguntar cosas como: ¿cuánto dinero ganas? o ¿pega a su esposa?
Entre las muchas maneras que hay de iniciar una conversación podemos recordar las siguientes:
‐ sin preliminares: Algo le pasa al fax
‐ con petición de atención: Eh... Juan... Oye...con frecuencia de ahí se pasa a secuencias del tipo: sabes que... , escucha esto...
‐ petición de tiempo: ¿Tienes un minuto?
‐ saludo (muy variables): Hola. Buenos días ¿Qué tal? ¿Dónde te has metido?
‐ identificación: Soy de Iberdrola
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Finalmente, comenzar una conversación plantea también el problema de cómo dirigirse a la persona. En español, por ejemplo, hay que decidir si el trato es de tú o de Usted. En lenguas con sistemas de cortesía más complejos como el japonés, las dificultades son aún mayores.
El desarrollo
Una vez que se ha iniciado la conversación hay que mantenerla marcha. Eso supone desarrollar unos contenidos y hacerlo de una cierta forma.
En cuanto a los contenidos, el modo en que los temas entran en la conversación, las estrategias que los hablantes utilizan para introducirlos, desarrollarlos o cambiar su orientación forman un aspecto muy importante del análisis conversacional. En todo caso, los temas de una conversación son prácticamente infinitos. Los participantes seleccionan un primer tema mediante un proceso de negociación y éste se desarrolla hasta que se introducen otros. En general los temas se enlazan, se solapan unos sobre otros o se introducen directamente pero indicando el cambio: cambiando de tema, hablando de otra cosa. Cambiar de tema no es tan fácil, una vez que se tiene un tema hay que liquidarlo de alguna manera para meter otro. Expresiones como por cierto, a propósito, hablando de eso,... pueden facilitar el cambio, resulta además difícil cambiar de tema si son varias las personas que hablan. Las estrategias son muy variadas, por ejemplo antes de introducir un tema delicado, un conversador puede hablar de temas sin importancia para no parecer demasiado abrupto.
Por lo que se refiere a la dinámica formal de la conversación, son muchos los factores que intervienen. En primer término, cuando hablamos debemos asegurarnos de que nos escuchan y de que nos prestan atención. A la vez el que escucha debe mostrar atención, mediante gestos, expresiones faciales, asentimientos, uhums, sí, ya, etc, así como expresiones de apoyo al que habla como: y, y qué pasó?
Hablar implica también un proceso de autoedición, que puede llevar a dudas a volver atrás. De hecho cuando esto no sucede, nos ponemos en guardia, pensando que el discurso ha sido ensayado y falso. a su vez el oyente arregla los desajustes que pueda hacer el hablante.
‐Fui con su madre al cine
‐¿Con su madre? ¿no era con su hermana?
‐Sí, eso con su hermana, eso
El proceso de monitorización lleva también muletillas o latiguillos que ayudan a pensar, a ganar tiempo, a atraer la atención: la verdad es que, de cara, vamos a ver, eeh... A veces también se reformula o repite lo que esta diciendo para aclararlo, porque necesita tiempo...Vamos lo que estoy tratando de decir, no sé si me explico, a ver...
En segundo lugar, la conversación se caracteriza por la alternancia de turnos: un participante A habla, se para, otro B habla, se para y así sucesivamente. En general hay poca superposición y, sin embargo, los intervalos entre una persona hablando y otra empezando son inferiores a décimas de segundo. Es un proceso admirablemente ordenado. Este mecanismo funciona con un número variable de participantes, incluso a distancia (como es el caso de la conversación telefónica). Los participantes de una conversación deben acordar, de manera tácita, claro, quién habla. Cuando un participante no toma su turno, los otros hacen una pausa y luego alguien toma la palabra:
A.‐ ¿Hay algo que te preocupe?
B.‐ [silencio]
A.‐ ¿Hay algo que te preocupe?
B.‐ No, pero me preguntaba si podrías ayudarme con...
También las convenciones de cambio de turno se rompen cuando dos o más hablan a la vez:
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A.‐ Después de la fiesta de Juan fuimos a la casa de Pedro. Así que tú...tú...tú...
B:‐¿A qué hora llegasteis allí?
Cuando surge una competición así uno de los hablantes puede ceder el turno o subir el volumen y seguir hablando. Tanto el silencio como el habla simultánea son serios problemas en la conversación. Las reglas de cambio de turno tienden precisamente a minimizar esos problemas. Básicamente son dos las reglas para el cambio de turno:
1. Los hablantes marcan cuando desean acabar su turno, ya seleccionando al otro hablante ya dejando la opción abierta.
2. El que va a intervenir coge el turno de palabra empezando a hablar.
Los hablantes marcan el cambio de turno con claves verbales y no verbales. Veamos algunos ejemplos:
‐ oraciones que acaban ( a veces con coletillas)
A.‐ Hace bastante viento ¿verdad?
B.‐ Desde luego
‐ descenso marcado del tono de voz
‐ pausa lo suficientemente larga
‐ fin de los gestos o de la mirada al interlocutor
‐ enlentecimiento las últimas sílabas y exagerando el final
‐ relajación corporal
De otra parte el que quiere hablar tiende a incrementar la tensión corporal, a hacer ciertos movimientos a tomar aire, al principio habla un poco más alto
¿Cómo se producen los cambios de turno? En las conversaciones hay cortes naturales: un hablante tiene que hacer una pausa para respirar, no sabe qué decir, o no tiene nada más que añadir, estos sitios se denominan lugares de transición pertinente. Con todo, es frecuente que se produzcan solapamientos de unos hablantes y otros. Los solapamientos pueden tener dos objetivos:
‐ reclamar el turno de palabra bien porque uno de los interlocutores presuma (equivocadamente o no) que el otro ha terminado su turno, bien porque pretenda interrumpirlo.
‐ ayudar al interlocutor en una suspensión o en una duda, esto es, un solapamiento colaborativo
Un mecanismo muy frecuente en la organización de las conversaciones es el de los pares de adyacencia, esto es, intervenciones que exigen continuaciones específicas asociadas: los saludos van asociados a los saludos, las invitaciones a aceptaciones o negaciones. Veamos algunos ejemplos:
‐ Pregunta / respuesta:
A.‐ ¿Dónde está la leche que compré esta mañana?
B.‐ Allí encima
‐ Invitación / aceptación
A.‐ Vamos a un concierto ¿Quieres venir?
B.‐ Claro
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‐ Valoración / desacuerdo
A.‐ Este vino es excelente
B.‐ No parece que entiendas mucho
Por supuesto las posibilidades son más abiertas, veamos algunos ejemplos:
‐ Piropo: ¡Qué camisa tan bonita!
‐ aceptación: Gracias
‐ acuerdo. Sí ¿verdad?
‐ rechazo modesto: ¿No crees que me hace gorda?
‐ cambio: Me la compró mi madre
‐ piropo: Gracias, la tuya también es muy bonita
‐ Queja: ¡Te has comido el yogur que había en el frigorífico!
‐ disculpa: lo siento
‐ negativa: No, no fui yo, sería Luisa
‐ justificación: Tenía hambre, además estaba pasado de fecha
‐ reto: sí... y qué?
‐ Petición: ¿Puedes echar esto al correo?
‐ aceptación: claro
‐ postposición: Sí, pero mañana
‐ reto: ¿Por qué tengo que hacerlo yo?
‐ negativa: No, no me da la gana
Nos referiremos a ello con más detalle más adelante, pero en la enseñanza de lenguas extranjeras los pares de adyacencia pueden plantear dificultades. Aunque un determinado inicio del par de adyacencia puede tener muchas réplicas, los estudiantes suelen tomarlo muchas veces como con una única opción de respuesta, como mera petición de información, a la que sólo es posible contestar con si o no, por ejemplo:
A.‐ ¿Son buenas estas manzanas?
B.‐ Sí
A.‐ ¿Son buenas estas manzanas?
B.‐ Acabo de comprarlas. Coge una.
Como consecuencia muchos estudiantes son sólo capaces de las típicas respuestas cortas de sí /no, que son gramaticalmente correctas, pero pragmáticamente muy limitadas. De hecho, los hablantes no nativos son considerados frecuentemente muy pasivos en la conversación. Una explicación para ello puede ser que los no nativos caen fácilmente en la trampa de utilizar sólo segundas partes y dejar las primeras al nativo, contestar sólo con sí o no, decir gracias cuando se les ofrece algo, en definitiva, respondiendo, pero nunca iniciando el discurso. Esto lleva a un esquema conversacional pregunta /respuesta, pregunta / respuesta... algo que ocurre rara vez en la conversación normal, salvo en algunos tipos muy específicos como la conversación doctor ‐ paciente. Por eso ,
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los profesores deberían animar y enseñar a los estudiantes a contestar, dar información extra y hacer otra pregunta.
¿Estas estudiando aquí en Salamanca?
Sí, estudio español. Tú ¿estudias también?
La estructura de los pares de adyacencia responde a tres características:
‐ Las partes son contiguas y dichas por diferentes hablantes
‐ Las dos partes están ordenadas
‐ Una y otra parte tienen relación
Determinadas respuestas son preferidas, así, por ejemplo, parece preferible una aceptación que un rechazo en repuesta a una invitación; o un acuerdo es preferible a un desacuerdo en respuesta a una valoración. Las repuestas no preferidas suelen ser más largas que las preferidas y tienden a estar precedidas de alguno de estos elementos:
‐ una pausa o una partícula del tipo: eh..., em...
‐ un introductor del tipo: bueno..., esto...
‐ una expresión de duda: no sé, no estoy seguro
‐ una aceptación que esconde una negación: estaría bien, me encantaría
‐ una disculpa: lo siento
‐ una mención de obligación: tengo que...
‐ petición de comprensión: mira, ya sabes
‐ una explicación: tengo demasiado trabajo
‐ negación: me temo que no
Un pequeño esquema ilustrativo de las opciones preferidas y no preferidas podría ser:
preferida no preferida
Juicio acuerdo desacuerdo
Invitación aceptación rechazo
Oferta aceptación rechazo
Petición aceptación rechazo
A veces se producen secuencias de inserción del tipo:
A.‐ ¿Quieres venir al cine?
B.‐ ¿Qué ponen?
A.‐ Parque Jurásico
B.‐ Si, vale
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A.‐¿Puedo ver la tele?
B.‐ ¿Has hecho los deberes?
A.‐ No
B.‐ No
A lo largo de la conversación aparecen unos elementos cuya misión es ordenar, reconducir, matizar, ejemplificar, etc. que sirven para ordenar, organizar y dar coherencia a la conversación. Estos elementos se denominan operadores conversacionales. Entre ellos podemos indicar:
Operadores globales:
a) Indicadores del tema: Quería comentarte..., Has oído..., Cómo ves tú...
b) Indicadores de cambio de tema: A propósito..., Eso me recuerda..., Esto no tiene nada que ver, pero..
c) Resumidores: En resumen..., Para no extenderme...
Operadores locales:
d) Ejemplificadores: En otras palabras..., Por ejemplo..., Es como...
e) Evaluadores: Creo que.., En mi opinión..., Para mí...
f) Apartes: ¿Por dónde iba?..., Bueno, esto no tiene que ver..., Me estoy liando...
g) Conectores: No obstante...,Además... En relación con...
La tipología de los operadores del discurso es muy extensa y todavía no está bien estudiada. Así, por ejemplo, para presentar una queja, una protesta o una denuncia en un medio de comunicación son frecuentes introductores como: Se trata de..., Es referente a..., Es sobre.., Yo era para..., etc. ; para introducir una secuencia narrativa: Bueno, pues..., Resulta que...
Además una determinada palabra puede tener diferentes funciones, es el caso de bueno, que puede actuar como:
a) expresión de hastío, sorpresa, incredulidad aparente, indignación: Bueno, bueno, bueno, bueno o Pero bueno
b) operador discursivo:
c) redireccionador o reformulador de mensajes: Y dice usted que, bueno ¿cómo le han tratado en telefónica?
d) Secuencia de pre‐cierre: Bueno, pues, hasta luego
El cierre
Normalmente las conversaciones no acaban deforma abrupta, hay una manera bastante ritualizada de cerrarlas. Cuando, por ejemplo una conversación telefónica se corta inopinadamente, los hablantes dicen, ¿qué pasa? ¿se ha cortado? Podemos distinguir entre:
‐ secuencias de precierrre: Bueno, dale recuerdos a Juan
‐ secuencias de cierre: Adiós
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Es frecuente poner disculpas para acabar la conversación: Bueno, tengo que irme. Te dejo, me están esperando... Las excusas ponen de manifiesto que nos quedaríamos pero no podemos. A veces puede resultar extremadamente difícil cuando un participante no coopera.
Del método estructural al método comunicativo
Nos hemos referido en el capítulo anterior a los cambios que en el campo de la lingüística desplazaban el centro de atención de la estructura al uso, de la lingüística interna a la lingüística externa. Paralelamente, la metodología de la enseñanza de lenguas extranjeras fue cambiando su rumbo de un enfoque estructural, presente por ejemplo en métodos como el audiolingual muy populares en la década de los cincuenta y primeros sesenta hacia un enfoque más comunicativo.
Los métodos de corte estructural partían de una concepción del lenguaje como un conjunto de unidades, estructuras y reglas que las ponían en relación. El aprendizaje de una lengua extranjera se entendía como un proceso de memorización y automatización de unos nuevos hábitos lingüísticos que debían superponerse a los de la lengua materna. Por ejemplo, si para informar de la edad en inglés se utiliza una construcción con ser: I am 34 years old (Lit. Yo soy 34 años viejo), es necesario practicar la estructura con tener si se quiere dominar el español: tengo 34 años. En este sentido, era de suma importancia contrastar las estructuras de las dos lenguas en conflicto, la materna y la que se desea aprender con objeto de localizar aquellas áreas de divergencia que, según se entendía entonces, serían fuente inequívoca de error. Las nuevas estructuras debían ser practicadas intensivamente para quedar fijadas como nuevo comportamiento lingüístico y, a su vez, el error se veía como un producto indeseado del aprendizaje, que debía ser erradicado mediante la corrección inmediata. La fluidez quedaba supeditada a la correción.
A tenor de estos planteamientos sobre lo que es una lengua y lo que constituye su aprendizaje, los programas docentes se diseñaban como una sucesión de puntos gramaticales, en cuya secuenciación intervenía en buena medida el análisis contrastivo de las diferencias entre la lengua materna y la meta. Las clases se entendían como una ejercitación intensiva a base de ejercicios que permitieran la incorporación y el refuerzo de los nuevos hábitos. Los ejercicios incluían prácticas de repetición, sustitución, reformulación, expansión, transformación, etc. del tipo que se muestran en los siguientes ejemplos:
Transforme las siguientes oraciones a tiempo pasado:
1. Juan Antonio toma café con leche todos los días
2. El chef cocina estupendamente
3. Santiago dibuja mientras el profesor explica
4. Hoy tengo cita con el dentista
5. ...
Forme oraciones de relativo a partir de las oraciones simples
1. El niño come mucho. El niño está sentado en el suelo
2. El tren saldrá con retraso. El tren viene de Santiago de Compostela
3. La tienda abre a las seis. La tienda está enfrente de mi casa
4. Fuimos a ver una película. La película era muy divertida
5. ...
Los métodos de corte estructural pretendían dotar al estudiante de una serie de recursos lingüísticos y de una preparación intensiva que le sirvieran de herramienta en su interacción comunicativa fuera de la clase. Sin
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embargo, lo que sucedía generalmente es que el estudiante era capaz de realizar de forma aceptable los ejercicios, pero no estaba preparado para el uso cotidiano de la lengua. Es como si, con un símil futbolístico, se preparase físicamente en velocidad, flexibilidad, resistencia, etc. muy bien a unos jugadores, pero éstos no hicieran práctica de balón. Tendríamos excelentes atletas, pero muy probablemente pobres futbolistas.
Sería injusto, no obstante, decir que no había ningún componente comunicativo en los métodos estructurales. La lectura, repetición y memorización de diálogos o las respuestas estipuladas a una serie de estímulos lingüísticos apuntaban tímidamente en esa dirección. Por otra parte, el dominio del sistema formal es necesario para garantizar un cierto nivel de corrección.
Con todo, como decíamos, el fracaso de los estudiantes para trasladar lo aprendido en clase a la vida real contribuyó al progresivo declive de este concepto estructural de la enseñanza de lenguas extranjeras. A finales de la década de los sesenta estaba ya clara la necesidad de potenciar la relevancia de la comunicación en detrimento del mero dominio de unidades y estructuras. El desarrollo de la pragmática y de la sociolingüística en esos años proporcionaba un excelente caldo de cultivo. La transmisión del significado tomaba la delantera a los patrones gramaticales. Se acuñó así el término de competencia comunicativa.
En el plano sociopolítico, el estrechamiento de las relaciones internacionales, del contacto entre los pueblos y de la movilidad de las personas hacía aun más necesario un enfoque práctico, útil, inmediato. En el marco del Consejo de Europa empezaron a desarrollarse proyectos para estudiar cuáles eran las necesidades comunicativas de los aprendices y qué utillaje léxico y formal necesitaban para llevarlas a buen puerto. Estos proyectos se tradujeron en un enorme interés por una descripción pormenorizada de las funciones del lenguaje. Los lingüistas teóricos habían hablado de macrofunciones: instrumental (el lenguaje como medio para conseguir cosas), regulativa (el lenguaje como medio para controlar el comportamiento de los otros), interactiva (el lenguaje como medio para favorecer el contacto interpersonal), personal (el lenguaje como medio de expresión de los sentimientos), heurística (el lenguaje como medio para adquirir conocimiento), imaginativa (el lenguaje como medio de evasión y creación), representativa ( el lenguaje como medio de descripción del mundo), etc. Ahora, sin embargo, los estudiosos de la enseñanza de lenguas extranjeras necesitaban descripciones más detalladas y pormenorizadas de lo que es posible hacer con el lenguaje. El ejemplo más conocido es, sin duda, el Nivel Umbral. Bajo los auspicios del Consejo de Europa, este trabajo se entendía como una serie de especificaciones sobre lo que debería ser capaz de hacer un usuario de una lengua extranjera
3. Pragmática intercultural y pragmática contrastiva
La manera de hablar varía en función de las lenguas y las culturas. Hay culturas más verbales y otras que lo son menos. Por ejemplo, en términos generales, el mundo occidental es muy parlanchín. No nos gusta el silencio. Resulta incómodo, causa inseguridad. Cuando estamos en un ascensor o en una sala de espera, bien nos aislamos (mirando hacia todas partes o enfrascándonos en una revista) o iniciamos una conversación trivial sobre el tiempo, que es un tema muy seguro, para evitar que la atmósfera se cargue.
No es ésta una característica exclusiva de los países occidentales; los !Kung, bosquimanos del suroeste de África son una cultura muy verbal. Para liberar las tensiones inherentes a su dura vida de cazadores son muy dados a charlar y a comentar su jornada. Igualmente los Roti de Timor consideran la charla como uno de los grandes placeres de la vida, y la demostración de artes verbales es muy apreciada.
También entre los negros norteamericanos tienen mucho aprecio por la habilidad verbal, especialmente por las narraciones o por los duelos verbales. Un juego muy común entre los jóvenes, to play the dozens, que consiste en insultar a la madre del contrincante mediante una comparación ingeniosa: Tu madre es tan gorda que cuando se cae de la cama se cae por los dos lados, pues la tuya es tan estúpida que se queda mirando el microondas porque cree que es la televisión ,pues la tuya es tan promiscua que cada hermano tiene un apellido diferente etc. Igualmente, son conocidas sus grandes habilidades narrativas.
Para no irnos tan lejos, nosotros somos también una cultural muy verbal. ¿Por qué charlamos tanto y resolvemos los problemas del mundo? Pensamos seriamente que podemos hacer algo. Creo que sinceramente, no; pero la charla en grupo, la queja compartida es una manera de afrontar nuestra vida sintiéndonos solidarios con
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nuestros semejantes. Dicho en términos negativos “mal de muchos consuelo de tontos” o en términos positivos “terapia de grupo” sin necesidad de pagarle a un psiquiatra o a un psicólogo.
Por el contrario, los apaches occidentales del oeste de Arizona, prefieren el silencio. Cuando los niños regresan del colegio se les recibe con silencio y se espera que los niños se queden también callados. Este silencio se mantiene durante un tiempo, hasta que se han acostumbrado unos a la presencia de otros. En el inicio del noviazgo, como indicación de una relación que comienza, se espera también una buena dosis de silencio. Cuando alguien muere, el silencio es fundamental y no se debe molestar a aquellos que están tristes [acaso la anécdota del velatorio de mi madre]. Otros pueblos indios de América del norte entienden una visita como ir a casa de alguien, sentarse un tato y luego marcharse sin decir una sola palabra. Si no hay nada que decir, no hace falta la conversación intranscendente o small talk.
No nos vayamos tan lejos otra vez, en nuestra propia historia de la lengua se define al héroe épico como un hombre de pocas palabras: El Cid era un hombre parco en la conversación, frente a los infantes de Carrión, los villanos, auténticos parlanchines. Los héroes de las películas suelen ser parcos en el hablar, piensen en las películas del oeste o de superhéroes.
Acerquémonos no sólo en el espacio sino también en el tiempo. Quiero referirme ahora a un ejemplo mucho más próximo en relación con la forma más o menos directa o indirecta de decir las cosas. Como muchos de ustedes saben, Salamanca es una ciudad a la que muchos extranjeros se acercan para aprender el español. Los que nos hemos dedicado a enseñárselo, hemos oído frecuentemente sus comentarios de que los españoles hablamos demasiado alto, demasiado rápido, que parece que nos estamos peleando cuando hablamos y de que somos muy directos. Una estudiante mía Holly Hightower preparó una memoria de máster bajo mi dirección sobre este último tema y de nuestras discusiones y de sus hallazgos quiero hablarles unos minutos.
La indirectness o el uso de procedimientos indirectos es un recurso muy habitual en las lenguas. Es una especie de tratado de no agresión, de seguro ante meteduras de pata. Yo no me atrevería a decirle a uno de ustedes, Cierre la puerta, o Tráigame un vaso de agua. Hacer eso supondría una amenaza directa a mi interlocutor y esa amenaza podría tener consecuencias indeseadas: que la persona aceptara, pero se formara una mala opinión de mí, o que me desafiara y dijera que te la traiga tu tía. Por eso las lenguas se sirven de unas estrategias de cortesía entre las cuales está el ser indirecto.
Así cuando decimos ¿Tendrías un bolígrafo? Estamos evitando la orden directa y nos estamos sometiendo al interlocutor. Las estrategias de cortesía y el grado de indirectness están presentes en todas las lenguas, aunque de forma muy variable. De todos es conocida la importancia de estos recursos en lenguas del extremo oriente, como el japonés, por ejemplo. No sólo su extensión es universal, sino que las leyes que las rigen son muy complejas, en ellas influyen la distancia social, la solidaridad, la jerarquía, etc. Los ejemplos son múltiples: desde uso de los tratamientos como tú y el usted sometidos al binomio solidaridad o confianza vs respeto; el uso de presecuencias del tipo ¿Estás muy ocupado? No Puedes echarle un vistazo a estos papeles... El uso de repuestas más largas para opciones no preferidas. Por ejemplo si nos preguntan ¿Quieres ir al cine? La respuesta preferida es muy corta Sí. Las repuestas no preferidas suelen ser más largas que las preferidas y tienden a estar precedidas de alguno de estos elementos:
‐ una pausa o una partícula del tipo: eh..., em...
‐ un introductor del tipo: bueno..., esto...
‐ una expresión de duda: no sé, no estoy seguro
‐ una aceptación que esconde una negación: estaría bien, me encantaría
‐ una disculpa: lo siento
‐ una mención de obligación: tengo que...
‐ petición de comprensión: mira, ya sabes
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‐ una explicación: tengo demasiado trabajo
‐ negación: me temo que no
De hecho cuando queremos hablar de un tema delicado, muchas veces empezamos hablando de temas intranscendentes para prepararnos el camino. Evitamos ir al grano directamente y nos perdemos previamente por las ramas, para evitar ser demasiado directos.
Si la falta de indirectness puede ser causa de conflictos, su uso en determinadas circunstancias puede tener consecuencias trágicas. El 13 de enero de 1982 hizo un frío y un hielo tremendo en Washington D.C.., el vuelo de Air Florida 90 despegó del aeropuerto nacional (hoy Ronald Reagan), pero no pudo conseguir el empuje necesario para despegar, de forma que cayó, choco contra el puente que une el estado de Virgina y la capital federal y se hundió en el río Potomac. De las 64 personas que iban a bordo sólo sobrevivieron 5, las demás se ahogaron ante la mirada horrorizada e impotente de los que por allí se encontraban. La investigación reveló que el avión había esperado demasiado tiempo una vez que se había procedido a quitarle la capa de hielo, de forma tal, que el hielo se había vuelto a acumular en las alas y en el motor, lo que provocó la catástrofe. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Cómo pudieron cometer ese error?
La investigación puso de manifiesto que el piloto no tenía mucha experiencia en volar en este tipo de condiciones y, aunque el copiloto tenía algo más e intentó advertir al comandante, lo hizo de manera tan indirecta que sus insinuaciones no fueron tenidas en cuenta. Todo esto lo sabemos, como podrán imaginarse, por la conversación grabada en la caja negra:
Co‐piloto: Mira como está el hielo colgando de ahí detrás, ¿ves eso?
Piloto: ese lado de ahí
Copiloto: Ves esos carámbanos ahí detrás y por todos los sitios
Piloto: Sí
El copiloto expresó su preocupación por la esperar después de quitar el hielo
Copiloto: Es una batalla perdida intentar quitar el hielo de ahí, te da un falso sentido de seguridad, es lo único
Poco después les dieron permiso para despegar, y una vez más el copiloto expresó su preocupación:
Copiloto: Por que no comprobamos la parte superior, ya que hemos estado aquí un rato
Piloto: Creo que tenemos que salir en un minuto
Cuando estaban a punto de despegar, el copiloto reclamó la atención del piloto al ver que los datos que marcaban los instrumentos no eran normales.
Copiloto: Eso no parece que esté bien, verdad?... No, no está bien
Piloto: Sí, sí está, son ochenta
Copiloto: No, no creo que esté bien, bueno, a lo mejor sí
Piloto: 120
Copiloto: No sé
El despegue se efectuó y 37 segundos más tarde el piloto y el copiloto intercambiaron sus últimas palabras:
Copiloto: Larry, nos caemos
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Piloto: Lo sé (sonido del impacto)
Los copilotos son los que suelen expresarse más indirectamente porque no quieren minar la autoridad del piloto (el cual, por su parte, puede expresarse con mayor libertad). Por eso en los entrenamientos a las tripulaciones se intenta no tanto que los copilotos sean más directos, sino que los pilotos sean más sensibles a la indirectness de sus subordinados.
Pero, bajemos de las alturas, de manera menos dramática, y volvamos a nuestros visitantes americanos. Mi estudiante norteamericana y yo diseñamos un cuestionario de situaciones de la vida cotidiana para observar si las respuestas que los jóvenes españoles y americanos coincidían o diferían y en qué. Me referiré únicamente a algunas de las conclusiones más interesantes y significativas. En términos generales los jóvenes americanos son más indirectos que los españoles, pero, y esto es lo interesante, incluso cuando hay una relación próxima de parentesco o amistad. Cuando la distancia social o la jeraquía establecen una separación clara, los comportamientos son más o menos semejantes, pero cuando hay una relación familiar o de amistad, el español es mucho más directo.Veamos algunos ejemplos:
Una chica americana escribió:
La primera vez que yo comí en España, mi señora dijo “Anna, ven aquí”. Yo creí que ella estaba enojada conmigo porque no me dijo “por favor”. Aprendí que ella decía ¡Ven aquí! muy a menudo y que ella no estaba enojada conmigo o cuando lo decía. Era normal decir ¡Ven aquí!”.
El uso de imperativos, la ausencia de formas de cortesía como por favor y a veces incluso el tono de voz elevado (porque pensamos que cuanto más alto hablamos mejor nos entienden) provocan la impresión de enfado.
Igualmente en el cuestionario que se facilitó a estudiantes salmantinos y norteamericanos en Salamanca se planteó la situación siguiente:
Que diría tu madre si estás con ella en la cocina y necesita ayuda para poner la mesa. (Piensen un momento)
Los españoles en un porcentaje muy alto eligieron la opción Hijo, pon la mesa por encima de otras como ¿Podrías poner la mesa? ¿Te importa poner la mesa? ¿Puedes poner la mesa? En el caso de los americanos, una forma tan directa sería demasiado agresiva. La opción preferida sería Could you set the table? (¿Podrías poner la mesa?)
De manera semejante, en otra situación se planteaba que el estudiante tiene hambre y no tiene ganas de levantarse del sofá, por lo que le pide a su madre que le haga algo de comer, las estrategias preferidas por los españoles fueron bastante directas, del tipo: Mamá, hazme un bocata o Mamá ¿me preparas un bocata? Para un americano estas fórmulas son, una vez más, demasiado directas, su fórmula preferida sería Would you do me a favour and make me a sandwich? (¿Me harías el favor de hacerme un bocadillo?)
Por último, ante el portero automático de la propia casa, un español diría: Soy yo, abuela, abre o abre o soy yo. Igualmente para un americano semejante respuesta sería una falta de respeto, muy raramente diría eso. Lo normal sería algo como Can you please open the door for me, grandma, it´s me? (¿Puedes abrirme la puerta?. Abuela, soy yo). Incluso, algunos americanos se sorprendían de que los españoles hablaran tan crudamente a su abuela.
Los ejemplos se podrían multiplicar, pero, en cualquier caso, lo que se observa es que para los americanos, los españoles somos muy directos y tenemos una idea algo laxa del respeto familiar; para los españoles, en cambio, los americanos muestran un distanciamiento exagerado en las relaciones familiares o amistosas. El uso de una forma lingüística como el imperativo da lugar a todas estas especulaciones. Lo importante es no hacer juicios de valor, para los americanos la independencia y el respeto al individuo, sea o no familiar es prioritario, para el español la relación de solidaridad o intimidad se antepone y permite estrategias más directas, pero, por favor, no debe sacarse la conclusión patriotera de que somos los mejores y los demás son unos desalmados. Cada cultura tiene sus estrategias, pero no deben juzgarse lo sentimientos.
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Estos comportamientos son aprendidos desde niños. El uso por ejemplo de formas de cortesía se induce en los americanos desde muy pequeños, mientras que en España, comparativamente el uso es menor. Lo mismo cabría decir de la asertividad en la expresión de opiniones, sugerencias, etc. Voy a contarles una experiencia personal de mis primeros días en Estados Unidos: Iba en un coche de acompañante con unos amigas americanos, mi ventanilla estaba bajada y una de ellas me dijo:
You may want to roll up the window (literalmente Tu puedes querer subir la ventanilla).
No sé cómo lo percibirán ustedes, pero a mí me pareció una total agresión a mi libertad. ¿Cómo alguien puede atreverse a decirme lo que yo puedo o no puedo querer? Ya soy mayorcito y lo era entonces para eso. Un millón de veces hubiera preferido que me dijera –como es habitual en mi lengua‐ Sube la ventana, por favor. Lo que yo no entendía entonces es que para un americano hay que hacer partícipe al interlocutor de la sugerencia y en ningún caso imponerse con un imperativo. A nosotros nos parece que los americanos (y lo mismo podría decirse de otras lenguas germánicas) son demasiado retorcidos, demasiado retóricos, si me permiten la acepción peyorativa de la palabra. A ellos, que somos brutales, insensibles. Los ejemplos se podrían multiplicar: Is it O.K if I open the window? Shall I open the window? (¿Está bien si abro la ventana? ¿Debo abrir la ventana?) o En lugar de ¿Abro la ventana? Las anécdotas se podrían multiplicar, por ejemplo, con lo que es el trato como cliente en un restaurante o una tienda... (Gracias por venir, que tenga un buen día)
Hay, sin embargo un aspecto, en el que el americano tiende a ser mucho más directo que el español y es en lo referente al dinero. Por ejemplo, ante la situación de dar una clase particular a un niño, un estudiante americano diría a los padres My charge per class is $10 dollars (Mi tarifa por clase es de 20 dólares); un español, por lo general, se muestra más pudoroso, dilata más el tema del dinero y acabaría diciendo, así que por cada hora de clase, cobro, bueno, 1.500 pts.
V. Verdú en su libro el planeta americano recuerda como el dinero es un factor determinante en esta sociedad y no esta tan sujeto al tabú como en la nuestra. Cuenta, por ejemplo, como en una ocasión tres escolares iban de puerta en puerta vendiendo sandwiches con el fin de reunir fondos para una fiesta. En una de las casas la señora les entregó un billete de cinco dolares para pagar el precio de cuatro dólares, pero al ver que los chicos no tenían cambio se fue por un papel y les hizo firmar un papel reconociéndole la deuda de un dólar. No se trataba – dice Vicente Verdú‐ de una persona avara o desiquilibrada. Se trata de que el dinero tiene un valor y hay que aprenderlo desde pequeño. Por eso, aunque a mí me molestaba la eterna pregunta americana de ¿Cuanto cuesta? he aprendido, al menos, a entenderla en su contexto.
Habría muchos más temas de los que hablar en esta pragmática intercultural, en esta retórica de las culturas: las interrupciones en la conversación, el comportamiento en la interacción comercial, en el trato académico, la conversación telefónica, hasta el propio espacio personal o incluso la manera en la que se escriben los manuales de informática serían cuestiones de muchísimo interés.
En muchas ocasiones los conflictos entre gentes de diferentes lenguas y culturas tienen su origen en u uso diferente de las estrategias lingüísticas, de la misma forma que los gestos no significan lo mismo en unas u otras partes (recordar lo de México con el golpeteo de una mesa o el sí o no, etc), la forma de presentar, la información, los sentimientos, de atraer la atención de los demás, etc. se plasma de diferentes maneras en las lenguas.
La verdad es que empiezo a ver problemas para acabar el proyecto de humanoide parlante.
‐ el teléfono suele considerarse preferente a la conversación cara a cara (estamos hablando con alguien, suena el teléfono, interrumpimos la conversación para coger el teléfono)
Son frecuentes las diferencias interlingüísticas:
‐ España
‐Diga/me /¿Si? / Nombre de la empresa
‐¿Está X?
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‐...
‐ Alemania :
‐ Apellido, a veces saludo
‐ Identificación del que llama y petición de hablar
‐ Inglaterra:
‐ número de teléfono
‐Identificación...
4. Diferencias de género
Bueno, hasta ahora hemos pensado en el problema de darle a nuestro humanoide una nacionalidad y con ello un trasfondo cultural y pragmático, pero, seguramente alguno o alguna de ustedes ha podido pensar. ¿Vamos a construir un androide o una ginoide? Un hombre o una mujer. Desde el punto de vista biológico, serán los biólogos e ingenieros los que se ocupen de eso, pero desde el punto de vista lingüístico esta decisión también tiene sus implicaciones, y no sólo por el hecho de que hombres y mujeres usemos palabras distintas (No es frecuente que un hombre diga jolín o he ido a la pelu) sino por el hecho de que los comportamientos y los estilos conversacionales son también diferentes. No estoy diciendo, por favor, ni que todos los hombres sean iguales (aunque a veces oímos eso) ni que todas las mujeres sean iguales. Sí parece, sin embargo, a tenor de los estudios que ya van siendo numerosos, que, producto de unas marcadas diferencias históricas y culturales, los hombres y mujeres hemos aprendido comportamientos sociales y lingüísticos diferentes y en muchos casos, desgraciadamente, discriminatorios.
La lingüista Deborah Tannen de la Universidad de Georgetown en Washington ha investigado como se diferencian los estilos conversacionales de hombres y mujeres, y como unos y otros pueden entender un mismo enunciado o una misma conversación de modo muy distinto. Estas interpretaciones divergentes llevan muchas veces a conflictos o a malentendidos, cuando en realidad no hay una intención de herir al otro sexo.
Aunque todos los seres humanos necesitamos tanto solidaridad como independencia, las mujeres tienden a centrarse en la primera, la solidaridad, y los hombres más en la segunda. Las mujeres tienden a consultar cualquier cosa, por insignificante que parezca con su pareja. Los hombres, por su parte, suelen tomar máas decisiones sin consultar. Las mujeres –entiende D. Tannen‐ entienden que las decisiones deben ser tomadaas de forma consensuada y sopesada; aprecian la conversación y la discusión en sí mismas, son prueba de la solidaridad, de la confianza, de la fuerza de la relación. Los hombres se sienten oprimidos por largas discusiones en ocasiones triviales y se sienten ninguneados si no pueden hacer algo directamente, sin tener que discutirlo.
Supongamos una conversación como la siguiente.
Hombre.‐ Voy a comprar un ordenador
Mujer.‐ ¿Realmente te hace falta? ¿No te sirve el que tienes?
Hombre.‐ No, joder, si me sirviera, me compraría otro
Mujer.‐ Y no puedes ampliar a la memoria o...
No es necesario seguir, cortemos la conversación aquí antes de que empiecen a calentarse los ánimos. La mujer está intentando mostrar su interés por el tema, analizarlo conjuntamente con su pareja, discutir los pros y los contras, sentirse partícipe de la decisión, compartir con él algo que a él le interesa.
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El hombre, en cambio, ‐y, confieso que en mis relaciones con mujeres esto que describo me ha pasado‐ siente invadida su independencia, su poder. Él no está pidiendo opinión, no quiere discutir, simplemente informa de un hecho y no espera más respuesta que: estupendo o muy bien y ya está.
A la inversa, si una mujer dice:
Mujer: Me voy a comprar un ordenador
Y el hombre contesta con un simple muy bien, ella se sentirá frustrada ante su falta de interés, ante el hecho de que el no quiere hablar del tema (o como mucho para criticar el modelo elegido), ante la falta de sensibilidad por compartir esa decisión.
La conversación entre hombres y mujeres muestra, pues, diferentes parámetros. En realidad, no debería sorprendernos: desde que nacemos se nos trata de manera diferente, se nos habla de manera diferente y, como consecuencia, desarrollamos distintos estilos o maneras de hablar. Es, en palabras del psicólogo estadounidense John Gray, como si los hombres viniéramos de Marte y las mujeres de Venus. Nos atraemos como polos contrarios, pero, a veces saltan las chispas.
El término clave podría ser el de metamensaje. Igual que un determinado enunciado – como veíamos al principio‐ puede tener diferentes implicaturas según el contexto en el que se articule, un mismo enunciado puede ser interpretado de formas muy distintas por hombres y mujeres. Es como si habláramos diferentes idiomas, con las mismas palabras, pero con distintos significados adheridos, distintos énfasis emocionales. Ahí estaría la raíz de nuestro desencuentro.
Por ejemplo, según Gray, cuando una mujer dice Nunca me escuchas no espera que se entienda la frase en un sentido literal, se trata de una exageración que intenta implicar al hombre. Este, sin embargo, suele interpretar la oración en sentido literal y se molesta, se siente agredido.
Igualmente, cuando una mujer dice No salimos nunca quiere decir <Tengo ganas de salir y hacer algo juntos. Siempre nos divertimos cuando salimos y me apetece. ¿Qué te parece a ti? ¿Me llevarías a cenar? Ya ha pasado algún tiempo desde la última vez que salimos>. El hombre, por su parte, puede interpretar <No te ocupas de mí, no haces tu trabajo, eres decepcionante. No hacemos nada porque eres perezoso, poco romántico y aburrido>.
Cuando una mujer dice Ya no me quieres quiere decir <hoy me siento como si no me quisieras. Tengo miedo de haberte alejado de mí. Sé que me quieres, pero hoy me siento insegura, por qué no me muestras tu amor, me haces sentir bien>. El hombre puede llegar a escuchar, sin embargo, algo como <Yo te amo tanto y tú no me quieres, sólo me usas. Eres egoísta y frío. Sólo piensas en ti. Nadie te importa...>
A la inversa, el lenguaje de los hombres tiene también sus claves. Imaginen el siguiente diálogo
Mujer,. ¿ Te pasa algo?
Hombre.‐ No
Mujer ¿Estas bien? Parece como si te pasara algo
Hombre.‐ Estoy bien. No me pasa nada
Mujer.‐ No. Estás raro. Te pasa algo. Lo noto
Hombre.‐ Déjame tranquilo
Mujer.‐ ¿Cómo puedes tratarme así? Ya no hablas conmigo. No me quieres...
A partir de aquí continúen ustedes el diálogo, pero seguro que ya se imaginan que acabará mal. Lo que sucede es que cuando un hombre dice. Estoy bien, no pasa nada, lo que quiere transmitir es <Estoy bien porque estoy enfrentando a mi problema. No necesito ayuda. Puedo enfrentarme a ello solo. Si intentas ayudarme, me estarás infravalorando>. La mujer erróneamente puede interpretar <No sé lo que me pasa. Necesito que me preguntes,
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que me ayudes>. Así ella empezara una inquisición que, generalmente, acabará por enfrentarlos. Es el dilema entre la solidaridad y la independencia.
En la misma línea está la tendencia masculina a resolver problemas frente al deseo femenino por hablar de ellos y compartirlos. D. Tannen refiere el caso de una mujer a la que extirparon un bulto de un pecho. Tras la operación, hablado con su hermana, esta mujer le comentó lo incómoda que se sentía y cómo le molestaba ver los puntos y el cambio en la forma de su seno. Su hermana le dijo Lo sé. Cuando a mí me operaron me sentí igual. De forma análoga, al comentar sus sentimientos con una amiga, ésta le replico: Sí es verdad, es como si hubieran violado tu cuerpo. Su marido, a su vez, cuando oyó sus sentimientos le dijo puedes hacerte la cirugía estética, quitar la cicatriz y que te dejen el pecho como estaba.
Nuestra protagonista se sintió consolada por los comentarios de su hermana y de su amiga, pero no por los de su marido. Es más, se quedó todavía más preocupada. No sólo no había escuchado de él lo que ella quería oír, sino, aún peor, ella entendió que él quería que se hiciera la cirugía estética, esto es, que se sometiera a otra operación, justamente cuando ella le estaba diciendo lo mal que lo había pasado. Así que ella le replicó No me voy a operar otra vez. Siento mucho si no te gusta mi pecho. El marido se quedó sorprendido y dolido. Me da igual cómo se vea, a mi me da igual el aspecto. Entonces, dijo ella, ¿por qué me dices que me opere? Bueno, dijo él, porque me acabas de decir que te preocupa cómo se ve.
Como vemos, es una de esas conversaciones que saca de quicio a las parejas, que parecen ser un ejemplo de incomunicación. Una de esas conversaciones que nos hacen decir a los hombres No hay quien entienda a las mujeres y a las mujeres Los hombres no nos entienden.
En el caso que describíamos, la mujer quería comprensión, no consejo. El hombre adoptó el papel de quien resuelve el problema, cuando ella sólo quería solidaridad, comprensión, compartir un sentimiento. De manera que las mujeres se frustran porque los hombres no responden a sus problemas ofreciendo problemas semejantes como testimonio de identificación y a los hombres nos pasa lo contrario. A las mujeres no les agrada la tendencia masculina de ofrecer soluciones y a los hombres nos fastidia el hecho de que las mujeres no intentan tanto resolver algunos problemas como hablar de ellos.
Los ejemplos de las diferencias entre los géneros se podrían multiplicar. Se dice, por ejemplo, que las mujeres hablan más que los hombres, aunque los estudios realizados muestran que, al menos en el ámbito público es el hombre el que tiene el control de la palabra más tiempo. Igualmente la tendencia de los hombres a la interrupción es mayor que en las mujeres.
Con frecuencia también los hombres tratan o tratamos de impresionar a las mujeres dándoles auténticas conferencias en las que intentamos demostrar nuestro gran conocimiento del mudo en todas sus facetas.
Los hombres a nuestra vez nos sentimos ninguneados cuando las mujeres nos sugieren de forma cooperativa: Vamos a hacer esto o lo otro...
Todas estas reflexiones pueden aplicarse a otros ámbitos. Algunos de los parámetros que hemos mencionado sirven también para dar cuenta de las diferencias generacionales, sociales, laborales, etc.
Por ejemplo, el amor de los padres hacia los hijos se traduce en preocupación por ellos y en un deseo de solidaridad. A medida que los niños crecen, los padres van dándoles cada vez más independencia, aunque generalmente no al ritmo al que a la prole le gustaría. El adolescente que se enfada porque su padre o su madre insiste en que se ponga una chaqueta o que se acabe el desayuno está interpretado un signo de solidaridad como una imposición. El metamensaje que el adolescente escucha es Todavía eres un niño al que hay que proteger y decirle las cosas.
Muchos temas y problemas podrían plantearse y quizá corregirse si empezáramos a comprender los estilos conversacionales de los demás: los médicos los de los pacientes y los pacientes los de los médicos, no me refiero
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ahora a la terminología de llamar cefalea al dolor de cabeza, sino a la necesidad que siente el paciente de que le expliquen, le tranquilicen, etc.; de empleados y jefes, de autoridades y ciudadanos, etc. etc.
Podemos construir un humanoide, sí, pero, ¿podemos construir un hombre o una mujer? Creo que me quedo con el método tradicional.
SITUACIONES
1. Usted entra en un banco, va a firmar el impreso para sacar dinero, pero no tiene bolígrafo ni hay uno en el
mostrador ¿Cómo pediría un bolígrafo?
a) ¿Tiene un bolígrafo? por favor
b) ¿Me deja un bolígrafo?
c) ¿Hay un bolígrafo?
d) ¿Me presta un bolígrafo?
e) ¿Puedo pedirle prestado un bolígrafo?
f) Querría un bolígrafo
g) ¿Puedo tener un bolígrafo?
2. Usted va en el tren; hace calor; usted quiere abrir la ventana, pero antes quiere asegurarse de no molestar a los
otros viajeros. ¿Qué diría usted?
a) Me permite que abra la ventana
b) Abro la ventana ¿verdad?
c) Si no le importa abriré la ventana
d) ¿Por qué no abrir la ventana?
e) Le importa si abro la ventana
3) Imagínese que un policía le pide la documentación y, casualmente, usted se ha dejado su pasaporte en casa.
¿Cómo se lo explicaría al policía?
a) Olvidé mis papeles en casa
b) Lo siento, mis papeles no están aquí
c) Me disculpo por no traer papeles
d) Lo siento, no llevo el pasaporte encima
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4) Un amigo suyo, que sabe que usted ha visto una determinada película, le pregunta si merece la pena ir a verla.
La verdad es que usted no se aburrió viéndola, pero tampoco fue maravillosa. ¿Cómo expresaría esa opinión?
¿Qué tal la película que fuiste a ver anoche?
a) más o menos
b) ni fu ni fa
c) regular
d) no estuvo mal
e) indecisa
5) La señora de su casa le pregunta cómo quiere usted los huevos si fritos o tortilla. A usted le gustan los huevos de
cualquier manera ¿Cómo expresaría su opinión?
a) No me importa
b) A mí no me importa
c) Valen los dos
d) Me da igual
6) Usted entra en una tienda sin intención de comprar nada. En realidad sólo quiere pasar el rato. El dependiente
le pregunta ¿Desea algo?, ¿Cómo le contesta usted?
a) No
b) No, gracias, sólo estoy mirando
c) No, sólo miro alrededor
d) No deseo algo, gracias
7) Ayer usted se divirtió mucho en una fiesta. La señora de su casa quiere saber si usted se divirtió y le pregunta
¿Qué tal anoche? ¿Cómo le contestaría usted?
a) Tuve un tiempo magnífico
b) Fue muy bien
c) Me lo pasé estupendamente
d) De puta madre, tía
e) Un muermo, oye
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8) Su intercambio cumple hoy 22 años. ¿Qué le dice usted?
a) Te felicito
b) Los mejores deseos para tu cumpleaños
c) Felicidades
d) Enhorabuena
e) Qué seas muy feliz
9) No se encuentra bien; decide llamar por teléfono al médico. ¿Cómo lo hace?
a) ¿Podría verme voy?
b) Querría ir a su consulta
c) ¿Podría darme hora para hoy? por favor
d) ¿Podemos tener una cita?
10) No era su intención, pero ha pisado a una anciana en el pie ¿Cómo se disculpa?
a) Excúseme
b) ¿Me disculpa?, por favor
c) Mis disculpas señora
d) Lo siento, ha sido sin querer
11) Usted quiere ir al gimnasio y se entera por un amigo que hay que traer un certificado médico, rellenar un
impreso, per no está muy seguro de si son necesarias dos fotografías. ¿Cómo lo preguntaría?
a) ¿Necesito traer dos fotos?
b) ¿Hay que llevar dos fotos?
c) ¿Tengo que traer dos fotos?
d) ¿Es necesario traer dos fotos?
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Bibliografía
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