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historia del mundo contemporáneo | 1º Bachillerato | I.E.S. “iudad Jardín”| Badajoz | curso 12/13 2 la Revolución Industrial Se conoce como revolución industrial al conjunto de cambios económicos, técnicos y sociales producidos en Inglaterra a partir de mediados del siglo XVIII, que dieron como resultado la implantación de un nuevo mo- delo económico: el capitalismo industrial. 1. La primera revolución indus- trial (1760-1870). — Factores impulsores de la industrializa- ción El origen de la revolución industrial hay que buscarlo en la coincidencia de muchos factores interre- lacionados de distinto signo (demográficos, económicos, técnicos e ideológicos) en Inglaterra a mediados del siglo XVIII. El crecimiento de la demanda impulsó la apari- ción de nuevas técnicas para incrementar la produc- ción. Este hecho se produjo tanto por el crecimiento de la población, al superarse las epidemias gracias a la mejor alimentación e higiene, como por el aumento de consumidores extranjeros, debido a la actividad comer- cial británica. Por otra parte, el aumento de la productivi- dad agrícola permitió la creación de excedentes que se podían comercializar, y redujo las necesidades de mano de obra agrícola, estimulando la emigración del campo a la ciudad. Asimismo aparecieron nuevas formas de producción manufacturera: primero el putting out system (los trabajos domésticos que los fabricantes encargaban sin el control de los gremios) y, posteriormente, la fábri- ca. Inglaterra reunía las condiciones necesarias para convertirse en la cuna de la industrialización: - Capital disponible para invertir. - Una red de comunicaciones (puertos, canales fluvia- les…) mucho más rápidos que en el continente. - Una mentalidad mucho más práctica y emprendedo- ra. - Una red comercial internacional que proveía de ma- terias primas y de mercados a los que exportar sus productos. - Un sistema político estable. - Mayor libertad personal y gran protagonismo de la burguesía. — Los sectores industriales El sector más dinámico de la primera industriali- zación fue el algodón. La industria algodonera generaba unos beneficios tan altos que permitían su autofinancia- ción a pesar de los gastos que suponía una renovación técnica constante. Precisamente fue la demanda de maquinaria industrial, junto con la construcción urbana y el ferrocarril, el motor de la industrialización del sector siderúrgico. Tanto las máquinas de vapor como los hornos siderúrgicos impulsaron el crecimiento de la pro- ducción de carbón, muy abundante en Gran Bretaña. — La extensión de la industrialización La extensión de la industrialización a otros paí- ses no fue un fenómeno uniforme, aunque en líneas generales puede decirse que las condiciones de partida fueron similares a las que se dieron en Inglaterra: au- mento de la productividad agrícola y de la población, acumulación de capital, utilización de la energía del va- por, desarrollo de los sectores textil, siderúrgico y del carbón, y creación de un mercado nacional paralelo a la instalación del tendido ferroviario. La pervivencia de viejas estructuras (propias del Antiguo Régimen), como los gremios, las aduanas inte- riores o la inexistencia de una burguesía activa, y las convulsiones políticas retrasaron la industrialización del continente europeo. A mediados del siglo XIX, nuevas condiciones, como la independencia de Bélgica o la unión aduanera alemana, la instalación del ferrocarril y el acceso de la burguesía al poder, eliminaron los obstá- culos que impedían el despegue definitivo de la indus- trialización europea. — Las innovaciones técnicas A lo largo de todo este período se suceden im- portantes avances científicos y la invención de numero- sas aplicaciones técnicas, de tal manera que a media- dos del siglo XIX parecía que el progreso no tendría techo y que el ser humano podría conseguir todo lo que se propusiera. Igualmente, el rápido desarrollo científico y tecnológico evidenció, para muchos, la superioridad cultural de los países industrializados frente a aquellos que no estaban disfrutando de este proceso, lo cual sirvió para justificar, entre otros motivos, la conquista de estos territorios (colonialismo). 2. Capitalismo y desarrollo. — El liberalismo económico La base doctrinal sobre la que se fundó el capita- lismo fue el liberalismo económico, cuyo principal re- La primera revolución industrial abrió un período de creci- miento económico sin precedentes, durante el cual se produjo la implantación y asentamiento de un nuevo modelo econó- mico, el capitalismo. Siguiendo el modelo británico, la indus- trialización se extendió por toda Europa, aunque no de for- ma homogénea ni simultánea. Los avances técnicos y pro- ductivos de finales del siglo XIX permiten hablar de un se- gunda revolución industrial, que se caracteriza por la ten- dencia a la concentración de capital, la aparición de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo) y nuevos sectores industriales. Sin embargo, el progreso económico se realizó a costa de la miseria de los trabajadores, que no tardaron en expresar, aunque de forma muy primitiva, su descontento. h

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2 la Revolución Industrial

Se conoce como revolución industrial al conjunto de cambios económicos, técnicos y sociales producidos en Inglaterra a partir de mediados del siglo XVIII, que dieron como resultado la implantación de un nuevo mo-delo económico: el capitalismo industrial.

1. La primera revolución indus-trial (1760-1870). — Factores impulsores de la industrializa-ción El origen de la revolución industrial hay que buscarlo en la coincidencia de muchos factores interre-lacionados de distinto signo (demográficos, económicos, técnicos e ideológicos) en Inglaterra a mediados del siglo XVIII . El crecimiento de la demanda impulsó la apari-ción de nuevas técnicas para incrementar la produc-ción . Este hecho se produjo tanto por el crecimiento de la población , al superarse las epidemias gracias a la mejor alimentación e higiene, como por el aumento de consumidores extranjeros, debido a la actividad comer-cial británica. Por otra parte, el aumento de la productivi-dad agrícola permitió la creación de excedentes que se podían comercializar, y redujo las necesidades de mano de obra agrícola, estimulando la emigración del campo a la ciudad . Asimismo aparecieron nuevas formas de producción manufacturera: primero el putting out system (los trabajos domésticos que los fabricantes encargaban sin el control de los gremios) y, posteriormente, la fábri-ca. Inglaterra reunía las condiciones necesarias para convertirse en la cuna de la industrialización: - Capital disponible para invertir. - Una red de comunicaciones (puertos, canales fluvia-les…) mucho más rápidos que en el continente. - Una mentalidad mucho más práctica y emprendedo-ra. - Una red comercial internacional que proveía de ma-terias primas y de mercados a los que exportar sus productos. - Un sistema político estable. - Mayor libertad personal y gran protagonismo de la burguesía. — Los sectores industriales El sector más dinámico de la primera industriali-

zación fue el algodón. La industria algodonera generaba unos beneficios tan altos que permitían su autofinancia-ción a pesar de los gastos que suponía una renovación técnica constante. Precisamente fue la demanda de maquinaria industrial, junto con la construcción urbana y el ferrocarril, el motor de la industrialización del sector siderúrgico . Tanto las máquinas de vapor como los hornos siderúrgicos impulsaron el crecimiento de la pro-ducción de carbón, muy abundante en Gran Bretaña. — La extensión de la industrialización La extensión de la industrialización a otros paí-ses no fue un fenómeno uniforme, aunque en líneas generales puede decirse que las condiciones de partida fueron similares a las que se dieron en Inglaterra: au-mento de la productividad agrícola y de la población, acumulación de capital, utilización de la energía del va-por, desarrollo de los sectores textil, siderúrgico y del carbón, y creación de un mercado nacional paralelo a la instalación del tendido ferroviario. La pervivencia de viejas estructuras (propias del Antiguo Régimen), como los gremios, las aduanas inte-riores o la inexistencia de una burguesía activa, y las convulsiones políticas retrasaron la industrialización del continente europeo. A mediados del siglo XIX, nuevas condiciones, como la independencia de Bélgica o la unión aduanera alemana, la instalación del ferrocarril y el acceso de la burguesía al poder, eliminaron los obstá-culos que impedían el despegue definitivo de la indus-trialización europea. — Las innovaciones técnicas

A lo largo de todo este período se suceden im-portantes avances científicos y la invención de numero-sas aplicaciones técnicas, de tal manera que a media-dos del siglo XIX parecía que el progreso no tendría techo y que el ser humano podría conseguir todo lo que se propusiera. Igualmente, el rápido desarrollo científico y tecnológico evidenció, para muchos, la superioridad cultural de los países industrializados frente a aquellos que no estaban disfrutando de este proceso, lo cual sirvió para justificar, entre otros motivos, la conquista de estos territorios (colonialismo).

2. Capitalismo y desarrollo. — El liberalismo económico

La base doctrinal sobre la que se fundó el capita-lismo fue el liberalismo económico , cuyo principal re-

La primera revolución industrial abrió un período de creci-miento económico sin precedentes, durante el cual se produjo la implantación y asentamiento de un nuevo modelo econó-mico, el capitalismo. Siguiendo el modelo británico, la indus-trialización se extendió por toda Europa, aunque no de for-ma homogénea ni simultánea. Los avances técnicos y pro-ductivos de finales del siglo XIX permiten hablar de un se-gunda revolución industrial, que se caracteriza por la ten-dencia a la concentración de capital, la aparición de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo) y nuevos sectores industriales. Sin embargo, el progreso económico se realizó a costa de la miseria de los trabajadores, que no tardaron en expresar, aunque de forma muy primitiva, su descontento.

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presentante fue Adam Smith . La escuela del liberalismo económico partía de la creencia de que la prosperidad general se alcanzaba por medio del enriquecimiento individual. El mercado actuaba como una mano invisible que conciliaba los distintos intereses individuales satis-faciendo las necesidades generales. Según la teoría liberal clásica, el mercado se regula a sí mismo por la ley de la oferta y la demanda , que sirva para fijar los precios y ajustar la producción a las necesidades de los compradores. La competencia entre productores estimulaba la renovación técnica y el progreso de la producción, al tiempo que eliminaba los productos menos requeridos. Para que esta mano invisi-ble funcione, ningún agente externo debe interferir en el funcionamiento del mercado y, por ello, el Estado debe quedarse al margen de la actividad económica. Por tanto, el primer paso para implantar el modelo capitalista fue el levantamiento de todos los controles que pesaban sobre la propiedad, el control de los precios y de las normas gremiales sobre la producción artesanal.

— La evolución del capitalismo Sin embargo, la visión idílica del funcionamiento perfecto de la economía capitalista que ofrecían los eco-nomistas liberales distaba mucho de se real. El desajus-te entre la oferta y la demanda es un fenómeno habitual en la historia del capitalismo; de forma cíclica, las fases de prosperidad van seguidas por otras de depresión durante las cuales muchas empresas quiebran, aumenta el paro y se paraliza la demanda hasta que se dan las condiciones para una nueva fase expansiva. De estos ciclos resulta siempre un proceso de concentración de capital; solo las grandes empresas (capaces de soportar las crisis y, por tanto, de seguir invirtiendo en técnicas cada vez más complejas) sobreviven, de forma que la libertad de mercado tiene a restringirse. La competencia y el afán de beneficios han hecho variar la fisonomía del capitalismo. Cuando el empresario individual fue incapaz de asumir los costes de una inversión constante en tecnología, se crearon las sociedades anónimas que, a través de la Bolsa (la de Londres se fundó en 1801), incorporaban capital ajeno; también se recurrió a los créditos e, incluso, a la partici-pación de la banca en las industrias, lo que propició la aparición del actual entramado financiero.

— La sociedad capitalista La industrialización y la implantación del capita-lismo modificaron radicalmente la estructura de las so-ciedades europeas. La aristocracia perdió su antiguo protagonismo frente a la riqueza de la burguesía , cuyos valores se impusieron socialmente; del mismo modo, el campo cedió su primacía ante el crecimiento de las ciu-dades industriales. De forma gradual, el capitalismo fue erradicando de Europa el fantasma del hambre y la ca-restía, y poniendo al alcance de los consumidores un volumen y variedad de productos desconocidos hasta entonces. La conflictividad social se traslado a las fábri-cas, donde los obreros padecían los efectos de la libre competencia (salarios bajos, precariedad en el empleo, paro, largas jornadas laborales, etc.) y de la ausencia de una legislación laboral que los amparase frente al poder de los empresarios.

3. La segunda revolución indus-trial (1870-1914). Con el fin de abaratar los costes de producción, la organización empresarial se orientó hacia la fabrica-ción en serie. Basándose en el taylorismo (nueva teoría de organización de las empresas) y en la experiencia de la empresa de automóviles Ford (fordismo ), se simplifi-caron las operaciones a realizar por los trabajadores y se montaron cadenas de producción que elaboraban mercancías en serie. Sin embargo, solo las grandes empresas fueron capaces de invertir y rentabilizar el coste de dichas mejoras. Mediante el cártel se asociaron varias empresas de un mismo sector para controlar la oferta y el precio de un producto. Con el fin de disponer de un volumen de inversión muy superior, varias empresas constituyeron una nueva con una dirección común: el trust . De igual forma, para coordinar y racionalizar la producción, elimi-nando costes innecesarios y aumentando los beneficios, se crearon grandes empresas (corporaciones, holdings, etc.) que reunían a las que realizaban todas las fases del proceso productivo desde la materia prima hasta su comercialización. En todos los procesos de concentra-ción de capital solían estar presentes bancos que res-paldaban financieramente a las empresas; por ello suele utilizarse la expresión capitalismo financiero para de-signar a esta nueva etapa. — Los nuevos sectores industriales A finales del siglo XIX, la industrialización entró en una nueva fase de expansión. Si la primera revolu-ción industrial se había limitado casi exclusivamente a dos ramas de la producción (textil y siderúrgica), la se-gunda revolución alcanzó a otros sectores , como la industria química (colorantes, abonos, productos far-macéuticos, explosivos…), la metalurgia (acero, níquel, aluminio…), la construcción (cemento, hormigón arma-do…), etc. Gracias a la utilización de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo) se desarrollaron indus-trias complementarias como la electrónica y el auto-móvil. Los nuevos inventos (radio, cine, teléfono, fonó-grafo, automóvil) y la ampliación del tendido ferroviario revolucionaron la vida cotidiana propagando extraordi-nariamente los medios de comunicación de masas y con él nuevas técnicas de comercialización (publicidad, mar-keting…). Desde finales del siglo XIX, el desarrollo de la industria estuvo estrechamente vinculado al conocimien-to científico. Gran Bretaña fue, una vez más, pionera en la colaboración entre las escuelas técnicas universitarias y las empresas. A finales del siglo XIX, prácticamente todos los países europeos habían iniciado su industriali-zación. Alemania se convirtió en la gran potencia conti-nental, Estados Unidos ya rivalizaba con Gran Bretaña en la hegemonía mundial y Japón se preparaba para la conquista del mercado asiático. — La internacionalización de la economía Los grandes grupos industriales de las naciones más desarrolladas (Gran Bretaña, EE.UU., Alemania, Francia) invirtieron en países más atrasados (Rusia, Italia, España) que necesitaban las infraestructuras bási-cas para iniciar el proceso industrial (ferrocarril, minas).

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A partir de 1870, la conquista de colonias se convirtió en el vehículo idóneo para abastecerse de materias primas, obtener mercados donde vender los productos fabricados en la metrópoli y dar salida al capital exce-dente de forma rentable.

4. Nueva economía, nuevas ciu-dades, nueva sociedad. Gracias a los avances de la agricultura y la medi-cina, la población europea se duplicó en un siglo. La mecanización de las tareas agrícolas liberó mano de obra hacia la industria y millones de europeos se trasla-daron a vivir a la ciudades (éxodo rural ), cuyo creci-miento fue vertiginoso (en 1785 sólo tres ciudades ingle-sas superaban los 50.000 habitantes; en 1850 eran 31). Las ciudades acusaron graves problemas como consecuencia del crecimiento descontrolado (planificación, alcantarillado, basuras, agua…). Se derri-baron viejas murallas y se diseñaron nuevos barrios (ensanches) para albergar a los inmigrantes. Pero la especulación provocó el alza de precios de los nuevos terrenos y solo la burguesía, clase social en ascenso, tuvo acceso a nuevas viviendas de estas ampliaciones urbanas. La iluminación artificial (primero con gas, des-pués con electricidad) transformó la vida diaria de las principales calles, que fueron pavimentadas y alcantari-lladas. En toda Europa se construyeron edificios que reflejaban los valores de la nueva sociedad burguesa,

como bancos, parlamentos, teatros, bolsas o museos. Los burgueses más ricos (alta burguesía) habita-ban en palacetes, pero la gran mayoría (clases medias) se alojaba en viviendas de pisos, en las que primeras plantas fueron las más apreciadas hasta la introducción del ascensor, a finales de siglo. En sus salones, las fa-milias burguesas organizaban fiestas que mostraban su pujanza económica y su prestigio como clase dominan-te. La cara opuesta de la próspera burguesía la pro-tagonizaban los obreros industriales, que vivían hacina-dos en barriadas próximas a las zonas industriales (los suburbios ) o en los pisos más altos de los edificios de los ensanches. Frente a la luminosidad del ensanche, los barrios obreros formaban parte de los negros paisajes industria-les del siglo XIX, cuyo color venía determinado por el hollín que, procedente de la combustión del carbón, lo cubría todo. Los obreros industriales vivían en unas durísimas condicione, con salarios ínfimos, una falta total de salu-bridad en las viviendas y sin ningún tipo de protección social, en caso de accidente, enfermedad o paro. Formaron una nueva clase social, el proletaria-do , cuya lucha por mejorar su situación y hacer valer sus derechos dio origen al movimiento obrero , otro de los acontecimientos más relevantes de la edad contem-poránea.

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