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DOSSIER RICARDO PIGLIA Experiencia, escritura y narración en Prisión perpetua CVIRGIÑIATODMGUEZ CERDÁ Hay un personaje que cruza la obra de Ricardo Piglia como una cicatriz, una marca permanente que está conectada con la experiencia y a la vez con el recuerdo de esa experiencia, con la dura- ción. Es el resultado de la experiencia, no su representación. Ese personaje se llama Ricardo Piglia. N o se trata de una incorporación de lo autobiográfi- co a la ficción, o no sólo, sino más bien de una rela- ción entre tres términos -experiencia, escritura y narración-, que puede, entre otras muchas soluciones, resol- verse en sentido inverso como la incorporación de la ficción a la autobiografia. "El que habla (en el discurso) no es el que escribe (en la vida) y el que escribe no es el que es", dice Piglia que dice Roland Barthes', y se diría que toda su obra busca problematizar la nitidez de este análisis, aplicable por lo demás a toda estructura narrativa puesto que lo que viene a hacer es delimitar los espacios del narrador y el autor implí- cito, como instancias disímiles pero ambas participantes del texto, y el del autor real, el que se mueve en el mundo ágrafo de la experiencia. Si en las formas clásicas de la narración el que escribe se revela en la distancia entre el punto de vista del narrador y el de la enunciación, en el movimiento expansivo de la ficción que es típico de ciertas poéticas de la modernidad el autor implícito se ha revelado como una figura narrable. El que y. Pl.iic l-ar..; •'ILA, OLIMPICA . -.-í- ^^PRGINaV" i escribe entonces es sujeto ficticio del acto de escribir y a la vez tema de la escritura. Entendido así el enunciado de Barthes como la descripción del pacto implícito en el que se funda el texto narrativo, la estrategia por la cual ese pacto se explicita y se vuelca en la ficción habrá de percibirse como un gesto brechtiano: "El hecho de que el actor actúe en el escenario con doble figura [...] no significa otra cosa, en últi- ma instancia, que el proceso real y profano ya no volverá a ser ocultado"l Recorro con las yemas de los dedos los extraños relieves de la cicatriz de la experiencia en Prisión perpetua. Manejo la edición de Espasa Calpe Argentina de 1998. El libro se abre con un lema tomado de Mark Rothko: "I don't express myself in my painting. I express my not-self". A juzgar por el índice y por el número de páginas del volumen, parece que se trata de dos novelas cortas. Cuando termino de leer, tengo la ima- ginación aturdida de historias y versiones de historias, y sólo dos impresiones claras. De una parte, es evidente que el autor concibe el género de la novela corta -o nouvelle- como Quimera 23

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DOSSIER RICARDO PIGLIA

Experiencia, escritura y narración en Prisión perpetua

C V I R G I Ñ I A T O D M G U E Z C E R D Á

Hay un personaje que cruza la obra de

Ricardo Piglia como una cicatriz, una

marca permanente que está conectada

con la experiencia y a la vez con el

recuerdo de esa experiencia, con la dura-

ción. Es el resultado de la experiencia, no

su representación. Ese personaje se

llama Ricardo Piglia.

No se trata de una incorporación de lo autobiográfi-co a la ficción, o no sólo, sino más bien de una rela-ción entre tres términos -experiencia, escritura y

narración-, que puede, entre otras muchas soluciones, resol-verse en sentido inverso como la incorporación de la ficción a la autobiografia. "El que habla (en el discurso) no es el que escribe (en la vida) y el que escribe no es el que es", dice Piglia que dice Roland Barthes', y se diría que toda su obra busca problematizar la nitidez de este análisis, aplicable por lo demás a toda estructura narrativa puesto que lo que viene a hacer es delimitar los espacios del narrador y el autor implí-cito, como instancias disímiles pero ambas participantes del texto, y el del autor real, el que se mueve en el mundo ágrafo de la experiencia.

Si en las formas clásicas de la narración el que escribe se revela en la distancia entre el punto de vista del narrador y el de la enunciación, en el movimiento expansivo de la ficción que es típico de ciertas poéticas de la modernidad el autor implícito se ha revelado como una figura narrable. El que

• y. Pl.iic

• l-ar..;

•'ILA, OLIMPICA . -.-í-

^^PRGINaV" i escribe entonces es sujeto ficticio del acto de escribir y a la vez tema de la escritura. Entendido así el enunciado de Barthes como la descripción del pacto implícito en el que se funda el texto narrativo, la estrategia por la cual ese pacto se explicita y se vuelca en la ficción habrá de percibirse como un gesto brechtiano: "El hecho de que el actor actúe en el escenario con doble figura [...] no significa otra cosa, en últi-ma instancia, que el proceso real y profano ya no volverá a ser ocultado"l

Recorro con las yemas de los dedos los extraños relieves de la cicatriz de la experiencia en Prisión perpetua. Manejo la edición de Espasa Calpe Argentina de 1998. El libro se abre con un lema tomado de Mark Rothko: "I don't express myself in my painting. I express my not-self". A juzgar por el índice y por el número de páginas del volumen, parece que se trata de dos novelas cortas. Cuando termino de leer, tengo la ima-ginación aturdida de historias y versiones de historias, y sólo dos impresiones claras. De una parte, es evidente que el autor concibe el género de la novela corta - o nouvelle- como

Quimera 23