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CAPILLA PAPAL XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO SANTA MISA CELEBRADA POR EL SANTO PADRE FRANCISCO BASÍLICA VATICANA, 25 DE OCTUBRE 2015 Clausura de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo” RITO DE INTRODUCCION CRISTO JESÚS, SALVADOR Antífona de Ingreso. La escuela y la asamblea: Cf. Sal 104, 3-4 II R. Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Busquen al Señor y serán fuertes; busquen su rostro sin descanso. El Santo Padre: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. R. Amén. La paz este con todos ustedes. R. y con tu Espíritu. Acto penitencial. El Santo Padre; Hermanos, para celebrar dignamente los sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados. Pausa de silencio. El cantor y la escuela: Señor que nos amas y nos liberas del pecado, ten piedad de nosotros. La asamblea: Señor, ten piedad. El cantor y la escuela: Cristo, que has hecho de nosotros un reino y sacerdotes para Dios tu Padre, ten piedad de nosotros. La asamblea: Cristo, ten piedad.

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Papa Francisco

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CAPILLA PAPAL

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

SANTA MISA

CELEBRADA POR EL SANTO PADRE FRANCISCO

BASÍLICA VATICANA, 25 DE OCTUBRE 2015

Clausura de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos

sobre el tema “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”

RITO DE INTRODUCCION

CRISTO JESÚS, SALVADOR

Antífona de Ingreso. La escuela y la asamblea: Cf. Sal 104, 3-4 II R. Alégrese el corazón de los que buscan al Señor. Busquen al Señor y serán fuertes; busquen su rostro sin descanso. El Santo Padre: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. R. Amén. La paz este con todos ustedes. R. y con tu Espíritu.

Acto penitencial. El Santo Padre; Hermanos, para celebrar dignamente los sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados. Pausa de silencio. El cantor y la escuela: Señor que nos amas y nos liberas del pecado, ten piedad de nosotros. La asamblea: Señor, ten piedad. El cantor y la escuela: Cristo, que has hecho de nosotros un reino y sacerdotes para Dios tu Padre, ten piedad de nosotros. La asamblea: Cristo, ten piedad.

El cantor y la escuela: Señor que eres el alfa y el omega, que eres, que eras, y que vendrás, ten piedad de nosotros. La asamblea: Señor, ten piedad. El Santo Padre: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos conduzca a la vida eterna. R. Amén.

GLORIA: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.

Colecta El Santo Padre: Oremos. Dios todopoderoso y eterno, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, y para que merezcamos alcanzar lo que nos prometes, concédenos amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. R. Amén

LITURGIA DE LA PALABRA Primera lectura (italiano)

Lectura del libro del profeta Jeremías 31, 7-9 Esto dice el Señor: “Griten de alegría por Jacob, regocíjense por el mejor de los pueblos; proclamen, alaben y digan: ‘El Señor ha salvado a su pueblo, al grupo de los sobrevivientes de Israel’. He aquí que yo los hago volver del país del norte y los congrego desde los confines de la tierra. Entre ellos vienen el ciego y el cojo, la mujer en cinta y la que acaba de dar a luz. Retorna una gran multitud; vienen llorando, pero yo los consolaré y los guiaré; los llevaré a torrentes de agua por un camino llano en el que no tropezarán. Porque yo soy para Israel un padre y Efraín es mi primogénito”. Palabra de Dios. R. Te alabamos Señor

Salmo responsorial El Salmista: del Salmo 125 Grandes cosas ha hecho el Señor por nosotros. 1. Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca ni se cansaba entonces la lengua de cantar. R. 2. Aun los mismos paganos con asombro decían: “¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!” Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor. R. 3. Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor. R.

4. Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. R.

Segunda lectura (español) Lectura de la carta a los Hebreos. 5, 1-6 Hermanos: Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: «tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»; o, como dice otro pasaje de la escritura: «tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.» Palabra de Dios. R. Te alabamos Señor

Canto al evangelio. El Diacono lleva solemnemente el libro de los evangelios al ambón. La escuela y la asamblea: VI. Aleluya, aleluya, La escuela: Cf. 2 Tim 1, 10 Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido a la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. La asamblea repite: Aleluya, aleluya, aleluya.

Evangelio El diacono: El Señor este con ustedes. R. Y con tu Espíritu. Del evangelio Según San Marcos 10, 46-52 R. Gloria a ti, Señor En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo entonces y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Ánimo! Levántate, porque él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino. Palabra de Dios. R. Gloria a ti, Señor Jesús. El Santo Padre besa el libro de los evangelios y bendice con él la asamblea.

Homilía. Las tres lecturas de este domingo nos presentan la compasión de Dios, su paternidad, que se revela definitivamente en Jesús. El profeta Jeremías, en pleno desastre nacional, mientras el pueblo estaba deportado por los enemigos, anuncia que «el Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel». Y ¿por qué lo hizo? Porque él es Padre; y como el Padre cuida de sus hijos, los acompaña en el camino, sostiene a los «ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas». Su paternidad les abre una vía accesible, una forma de consolación después de tantas lágrimas y tantas amarguras. Si el pueblo permanece fiel, si

persevera en buscar a Dios incluso en una tierra extranjera, Dios cambiará su cautiverio en libertad, su soledad en comunión: lo que hoy siembra el pueblo con lágrimas, mañana lo cosechará con la alegría. Con el Salmo, también nosotros hemos expresado la alegría, que es fruto de la salvación del Señor: «La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares». El creyente es una persona que ha experimentado la acción salvífica de Dios en la propia vida. Y nosotros, los pastores, hemos experimentado lo que significa sembrar con fatiga, a veces llorando, y alegrarnos por la gracia de una cosecha que siempre va más allá de nuestras fuerzas y de nuestras capacidades. El pasaje de la Carta a los Hebreos nos ha presentado la compasión de Jesús. También él «está envuelto en debilidades», para sentir compasión por quienes yacen en la ignorancia y en el error. Jesús es el Sumo Sacerdote grande, santo, inocente, pero al mismo tiempo es el Sumo Sacerdote que ha compartido nuestras debilidades y ha sido puesto a prueba en todo como nosotros, menos en el pecado. Por eso es el mediador de la nueva y definitiva alianza que nos da salvación. El Evangelio de hoy nos remite directamente a la primera Lectura: así como el pueblo de Israel fue liberado gracias a la paternidad de Dios, también Bartimeo fue liberado gracias a la compasión de Jesús que acababa de salir de Jericó. A pesar de que apenas había emprendido el camino más importante, el que va hacia Jerusalén, se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar por su petición, se deja implicar en su situación. No se contenta con darle limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente. No le da indicaciones ni respuestas, pero hace una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti»?. Podría parecer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Sin embargo, con esta pregunta, hecha «de tú a tú», directa pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quiere un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios. Después de la curación, el Señor dice a aquel hombre: «Tu fe te ha salvado». Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo, confiando en él. Él cree en nosotros más de lo que nosotros creemos en nosotros mismos. Hay un detalle interesante. Jesús pide a sus discípulos que vayan y llamen a Bartimeo. Ellos se dirigen al ciego con dos expresiones, que sólo Jesús utiliza en el resto del Evangelio. Primero le dicen: «¡Ánimo!», una palabra que literalmente significa «ten confianza, anímate». En efecto, sólo el encuentro con Jesús da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves. La segunda expresión es «¡levántate!», como Jesús había dicho a tantos enfermos, llevándolos de la mano y curándolos. Los suyos no hacen más que repetir las palabras de alentadoras y liberadoras de Jesús, guiando hacia él directamente, sin sermones. Los discípulos de Jesús están llamados a esto, también hoy, especialmente hoy: a poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva. Cuando el grito de la humanidad, como el de Bartimeo, se repite aún más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y sobre todo imitar su corazón. Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de misericordia. Hoy es tiempo de misericordia. Pero hay algunas tentaciones para los que siguen a Jesús. El Evangelio de hoy destaca al menos dos. Ninguno de los discípulos se para, como hace Jesús. Siguen caminando, pasan de largo como si nada hubiera sucedido. Si Bartimeo era ciego, ellos son sordos: aquel problema no es problema suyo. Este puede ser nuestro riesgo: ante continuos apuros, es mejor seguir adelante, sin preocuparse. De esta manera, estamos con Jesús como aquellos discípulos, pero no pensamos como Jesús. Se está en su grupo, pero se pierde la apertura del corazón, se pierde la maravilla, la gratitud y el entusiasmo, y se corre el peligro de convertirse en «habituales de la gracia». Podemos hablar de él y trabajar para él, pero vivir lejos de su corazón, que está orientado a quien está herido. Esta es la tentación: una «espiritualidad del espejismo». Podemos caminar a través de los desiertos de la humanidad sin ver lo que realmente hay, sino lo que a nosotros nos gustaría ver; somos capaces de construir visiones del mundo, pero no aceptamos lo que el Señor pone delante de nuestros ojos. Una fe que no sabe radicarse en la vida de la gente permanece árida y, en lugar oasis, crea otros desiertos. Hay una segunda tentación, la de caer en una «fe de mapa». Podemos caminar con el pueblo de Dios, pero tenemos nuestra hoja de ruta, donde entra todo: sabemos dónde ir y cuánto tiempo se tarda; todos deben respetar nuestro ritmo y cualquier inconveniente nos molesta. Corremos el riesgo de hacernos como aquellos «muchos» del Evangelio, que pierden la paciencia y reprochan a Bartimeo.

Poco antes habían reprendido a los niños, ahora al mendigo ciego: quien molesta o no tiene categoría, ha de ser excluido. Jesús, por el contrario, quiere incluir, especialmente a quienes están relegados al margen y le gritan. Estos, como Bartimeo, tienen fe, porque saberse necesitados de salvación es el mejor modo para encontrar a Jesús. Y, al final, Bartimeo se puso a seguir a Jesús en el camino. No sólo recupera la vista, sino que se une a la comunidad de los que caminan con Jesús. Queridos hermanos sinodales, hemos caminado juntos. Les doy las gracias por el camino que hemos compartido con la mirada puesta en el Señor y en los hermanos, en busca de las sendas que el Evangelio indica a nuestro tiempo para anunciar el misterio de amor de la familia. Sigamos por el camino que el Señor desea. Pidámosle a él una mirada sana y salvada, que sabe difundir luz porque recuerda el esplendor que la ha iluminado. Sin dejarnos ofuscar nunca por el pesimismo y por el pecado, busquemos y veamos la gloria de Dios que resplandece en el hombre viviente.

Silencio para la reflexión personal.

Credo.

Creo en un solo DIOS, PADRE todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, JESUCRISTO, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo; y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin. Creo en el ESPÍRITU SANTO, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo la iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

Oración Universal o de los fieles. El Santo Padre: Queridos hijos, a Cristo, Sumo Sacerdote, que nutre compasión por nuestra debilidad, pidámosle que tenga piedad de nosotros. El cantor: Invoquemos al Señor. La asamblea: Te rogamos, óyenos. El diacono: Oremos por el Papa y por todos los obispos. (Chino)

Oración en silencio. 1. Unidos al corazón de Jesús y a sus sentimientos, ofrezcan sin reserva su existencia para la salvación y la santificación de los hermanos. El cantor: Invoquemos al Señor. R: Te rogamos, óyenos. El diacono: Oremos por las familias cristianas. (Francés)

Oración en silencio. 2. Nutridas por la gracia de los sacramentos, redescubran la frescura del amor reciproco para afrontar las alegrías y las fatigas de la vida cotidiana. El cantor: Invoquemos al Señor. R: Te rogamos, óyenos.

El diacono: Oremos por los gobernantes, los economistas y los industriales. (Polaco)

Oración en silencio. 3. Sustentados por el deseo de la justicia y el bien, busquen nuevas estrategias y soluciones para favorecer el bienestar de todos y para custodiar la creación. El cantor: Invoquemos al Señor. R: Te rogamos, óyenos. El diacono: Oremos por los pobres, los que sufren y las personas solas. (Ingles)

Oración en silencio. 4. Alcanzados por la proximidad de los hermanos, encuentren consuelo ante sus sufrimientos para retomar con esperanza el camino de la vida. El cantor: Invoquemos al Señor. R: Te rogamos, óyenos. El diacono: Oremos por los misioneros. (Hindú)

Oración en silencio. 5. Animados por el Espíritu de franqueza, anuncien a todos que el Señor los llama para entrar en la comunión de amistad con él. El cantor: Invoquemos al Señor. R: Te rogamos, óyenos. El Santo Padre: Señor Jesús, que te inclinas con ternura sobre la humanidad que sufre, escucha nuestra oración y danos tu salvación. Tu que eres Dios y vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén

LITURGIA EUCARISTICA Algunos feligreses llevan al Santo Padre las ofrendas para el sacrificio.

Canto del Ofertorio. DOMINE, VIVIFICA ME

La escuela: Cf. Sal 118, 107. 125 Señor, dame vida según tu palabra y conoceré tus enseñanzas. El Santo Padre: Oren, hermanos, para que este sacrificio mío, y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. R. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su Santa Iglesia.

Sobre las ofrendas. El Santo Padre: Mira, Señor, los dones que presentamos a tu majestad, para que lo que hacemos en tu servicio esté siempre ordenado a tu mayor gloria. Por Cristo, nuestro Señor. R. Amén.

PLEGARIA EUCARISTICA. Prefacio

El Santo Padre: El Señor esté con ustedes R. Y con tu espíritu. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, nuestro deber y fuente de salvación, darte gracias siempre y en todo lugar a ti, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Con la sangre de tu Hijo y con el poder del Espíritu tú has reconstituido la unidad de la familia humana disgregada por el pecado, para que tu pueblo, reunido en el vínculo de amor a la Trinidad, la alabanza y gloria de tu sabiduría multiforme, forme a la iglesia, cuerdo del Cristo y templo vivo del Espíritu. Por este misterio de salvación, unidos a los coros de los ángeles, proclamamos llenos de gozo tus alabanzas:

SANTO Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en el cielo.

Plegaria eucarística III El Santo Padre: Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas. Ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha. El Santo Padre y los concelebrantes: Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que sean el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios. Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, Tomo el pan y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES". El Santo Padre presenta al pueblo la hostia consagrada y se arrodilla en adoración. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo: "TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL, PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR USTEDES Y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA". El Santo Padre presenta al pueblo el vino consagrado y se arrodilla en adoración. El Santo Padre: Misterio de la fe. La asamblea: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús! El Santo Padre y los concelebrantes Por eso, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.

Mira con amor y reconoce la ofrenda de tu iglesia, la victima inmolada por nuestra redención; y a nosotros que nos nutrimos del cuerpo y sangre de tu Hijo, danos la plenitud del Espíritu Santo para que seamos con Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Un concelebrante Que él nos transforme en ofrenda permanente y agradable a ti, para que podamos obtener el reino prometido junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, con San José, su esposo, con tus santos apóstoles y los gloriosos mártires y todos los santos, nuestros intercesores ante ti. Otro concelebrante Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor y nuestro, el Papa Francisco, al colegio episcopal, todo el clero y a todo el pueblo redimido por ti. Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes. El Santo Padre y los concelebrantes: Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. La asamblea: Amén.

RITO DE COMUNION El Santo Padre: Obedientes a las palabras del Salvador y formados por sus divinas enseñanzas, podemos decir: El Santo Padre y la asamblea: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. El Santo Padre: Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, y aguardando la venida gloriosa de nuestro salvador Jesucristo. La asamblea: Tuyo es el reino, tuyo el poder, tuya la gloria por siempre Señor.

El Santo Padre: Señor Jesucristo, que dijiste a tus Apóstoles: “La paz les dejo, mi paz les doy”, no tomes en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y dona la unidad y la paz según tu voluntad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén. El Santo Padre: La paz del Señor este con ustedes. R. Y con tu Espíritu. El diacono: Cambiemos un signo de paz. Los presentes cambian un gesto de paz. El Santo Padre parte la hostia consagrada.

CORDERO DE DIOS Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Ten piedad de nosotros. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Ten piedad de nosotros. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz. El Santo Padre: Dichosos los invitados a la cena del Señor. Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. El Santo Padre y la asamblea: Señor yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme

Antífona de comunión La escuela y la asamblea: Cf. Sal 19, 6 II. R. Nos alegraremos en tu victoria y cantaremos alabanzas en el nombre de nuestro Dios.

AVE, VERUM CORPUS Silencio de oración personal.

Después de la comunión El Santo Padre: Oremos. Que tus sacramentos, Señor, produzcan en nosotros todo lo que significan, para que lo que ahora celebramos en figura lo alcancemos en su plena realidad. Por Cristo, nuestro Señor. R. Amén.

RITO DE CONCLUSION Bendición solemne.

El Santo Padre: El Señor este con ustedes, R. y con tu Espíritu. El Diacono: Inclínense para la bendición. El Santo Padre: Dios todopoderoso y misericordioso les bendiga y les conceda el don de la verdadera sabiduría, aportadora de la salvación. R. Amén.

Les ilumine siempre con las enseñanzas de la fe y les ayude a perseverar en el bien. R. Amén. Les muestre siempre el camino de la verdad y de la paz, y guie sus pasos en el camino hacia la vida eterna. R. Amén. Los bendiga Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo, desciendan sobre ustedes, y permanezca para siempre. R. Amen. El diacono: La misa ha terminado, pueden ir en paz. R. demos gracias a Dios.

Antífona Mariana SALVE REGINA

La escuela y la asamblea: Sal 118, 81. 84. 86 V. Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

Alocución. ¡Queridos hermanos y hermanas¡ Esta mañana, con la Santa Misa celebrada en la Basílica de San Pedro, concluyó la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la familia. Invito a todos a dar gracias a Dios por estas tres semanas de intenso trabajo, animado por la oración y por un espíritu de verdadera comunión. Ha sido arduo, pero ha sido un verdadero don de Dios, que seguramente traerá muchos frutos. La palabra “sínodo” significa “caminar juntos”. Y aquella que hemos vivido ha sido la experiencia de la Iglesia en camino, en camino especialmente con las familias del Pueblo santo de Dios esparcido en todo el mundo. Por esto me ha impresionado la Palabra de Dios que hoy nos sale al encuentro en la profecía de Jeremías: «Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí!». Y el profeta agrega: «Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel». Esta Palabra de Dios nos dice que el primero en querer caminar junto a nosotros, a querer hacer “sínodo” con nosotros, es precisamente Él, nuestro Padre. Su “sueño”, desde siempre y por siempre, es el de formar un pueblo, de reunirlo, de guiarlo hacia la tierra de la libertad y de la paz. Y este pueblo está hecho de familias: están «la mujer embarazada y la parturienta»; es un pueblo que mientras camina lleva adelante la vida, con la bendición de Dios. Es un pueblo que no excluye a los pobres y a los desfavorecidos, es más, los incluye: «entre ellos están el ciego y el lisiado» - dice el Señor. Es una familia de familias, en la que quien enfrenta fatigas no se encuentra marginado, dejado atrás, sino que logra seguir el paso de los otros, porque este pueblo camina al paso de los últimos; como se hace en las familias, y como nos enseña el Señor, que se ha hecho pobre con los pobres, pequeño con los pequeños, último con los últimos. No lo ha hecho para excluir a los ricos, a los grandes y a los que están primero, sino porque ésta es la única forma para salvar también a ellos, para salvar a todos.

Les confieso que esta profecía del pueblo en camino la he comparado también con las imágenes de los prófugos en marcha por las calles de Europa, una realidad dramática de nuestros tiempos. Dios también les dice a ellos: «Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo». También estas familias tan sufrientes, desarraigadas de sus tierras, han estado presentes con nosotros en el Sínodo, en nuestra oración y en nuestros trabajos, a través de la voz de algunos de sus Pastores presentes en la Asamblea. Estas personas en busca de dignidad, estas familias en busca de paz siguen permaneciendo con nosotros, la Iglesia no las abandona, porque forman parte del pueblo que Dios quiere liberar de la esclavitud y guiar hacia la libertad. Por lo tanto, en esta Palabra de Dios, se refleja la experiencia sinodal que hemos vivido. Que el Señor, por intercesión de la Virgen María, nos ayude también a realizar las indicaciones surgidas en forma de fraterna comunión.

ÁNGELUS. El Santo Padre: El ángel del Señor anunció a María, R. y ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. He aquí la esclava del Señor. R. hágase en mí según tu palabra Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Y el Verbo se hizo hombre. R. y habitó entre nosotros Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. R. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios. R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo. Oremos. Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas, para que los que hemos conocido, por el anuncio del ángel, la Encarnación de tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo, seamos llevados por los méritos de su Pasión y Cruz a la Gloria de su Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. R. Amén. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. R. Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. Por nuestros fieles difuntos: Dales, Señor, el descanso eterno. R.Y brille para ellos la luz perpetua.

Descansen en paz. R. Amén. Bendito sea el nombre del Señor, R. ahora y por siempre. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, R. ahora y por siempre. Los bendiga Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo, desciendan sobre ustedes, y permanezca para siempre. R. Amen. Queridos hermanos y hermanas, Les saludo a tos ustedes, fieles romanos y peregrinos de diversos países. En particular saludo a la Hermandad del Señor de los Milagros de Roma (cuantos peruanos hay en la plaza), que con tanta devoción han traído en procesión la imagen venerada en Lima, en Perú, y dondequiera hay emigrantes peruanos. ¡Gracias por su testimonio! Saludo a los peregrinos músicos del "Musikverein Manhartsberg", procedentes de la diócesis de Viena; y a la orquesta de Landwehr, Friburgo (Suiza), que ayer por la noche han tenido un concierto de beneficencia. Saludo a la asociación voluntaria hospitalaria “San Juan” de Lagonegro, y al grupo de la Diócesis de Oppido Mamertina-Palmi. Les deseo a todos un buen domingo. Y, recuerden, no se olviden de orar por mí. Buen almuerzo y hasta luego.