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Tema para la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes - 27 junio 2003 - Solemnidad del S. Corazón de Jesús La Eucaristía y es Sacerdote: unidos inseparablemente por el Amor de Dios Vaticano a 31 de mayo de 2003 Fiesta de la Visitación de la Virgen María Prot. Nº 20031077 Excelencia Reverendísima: Con ocasión de la próxima Jornada Mundial de Oración para la Santificación de los Sacerdotes, este Dicasterio quiere subrayar grandemente el tesoro recibido por medio de la reciente Encíclica Ecclesia de Eucharistia, que el Santo Padre Juan Pablo II ha querido entregar en este año, a la Iglesia y a los sacerdotes, en lugar de la Carta que, como de costumbre, era dirigida a ellos en ocasión del Jueves Santo. Sintonizando con tal documento, se ha pensado invitar a Vuestra Excelencia a fin de que la próxima Jornada sea vivida en tal modo que pueda crear un clima intenso de adoración y de plegaria alrededor del Misterio del Santísimo Sacramento y que pueda favorecer, tanto a los Sacerdotes como a los fieles, de aquel “estupor eucarístico” del que habla el Santo Padre, afirmando que este “debe invadir siempre a la Iglesia, recogida en la Celebración eucarística. Pero en manera especial debe acompañar al ministro de la Eucaristía” (Ecclesia de Eucharistia, 5). La próxima Jornada Mundial, que eventualmente podrá celebrarse en la fecha más conveniente según las circunstancias de cada demarcación eclesiástica, siendo oficialmente el día de la Solemnidad del Sagrado Corazón, el viernes 27 de junio, ofrece la oportunidad de contemplar la

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Tema per la prossima Giornata Mondiale di Preghiera

Tema para la Jornada Mundial de Oracin

por la Santificacin de los Sacerdotes

- 27 junio 2003 -

Solemnidad del S. Corazn de Jess

La Eucarista y es Sacerdote:

unidos inseparablemente por el Amor de Dios

Vaticano a 31 de mayo de 2003

Fiesta de la Visitacin de la Virgen Mara

Prot. N 20031077

Excelencia Reverendsima:

Con ocasin de la prxima Jornada Mundial de Oracin para la Santificacin de los Sacerdotes, este Dicasterio quiere subrayar grandemente el tesoro recibido por medio de la reciente Encclica Ecclesia de Eucharistia, que el Santo Padre Juan Pablo II ha querido entregar en este ao, a la Iglesia y a los sacerdotes, en lugar de la Carta que, como de costumbre, era dirigida a ellos en ocasin del Jueves Santo.

Sintonizando con tal documento, se ha pensado invitar a Vuestra Excelencia a fin de que la prxima Jornada sea vivida en tal modo que pueda crear un clima intenso de adoracin y de plegaria alrededor del Misterio del Santsimo Sacramento y que pueda favorecer, tanto a los Sacerdotes como a los fieles, de aquel estupor eucarstico del que habla el Santo Padre, afirmando que este debe invadir siempre a la Iglesia, recogida en la Celebracin eucarstica. Pero en manera especial debe acompaar al ministro de la Eucarista (Ecclesia de Eucharistia, 5).

La prxima Jornada Mundial, que eventualmente podr celebrarse en la fecha ms conveniente segn las circunstancias de cada demarcacin eclesistica, siendo oficialmente el da de la Solemnidad del Sagrado Corazn, el viernes 27 de junio, ofrece la oportunidad de contemplar la Santsima Eucarista como vivo y verdadero Corazn de Cristo que ofrece, sobre todo a sus predilectos sacerdotes, el Don de su amor misericordioso.

Se auspicia que tal Jornada, por medio de una prolongada adoracin del Santsimo Sacramento, pueda contribuir a descubrir de nuevo la Santa Misa como sacrificio y, en relacin a todo esto, nuestra identidad y el consecuente ministerio.

La Congregacin ha preparado para esta ocasin un Carta a los Sacerdotes, que se adjunta a esta, como ayuda a su reflexin y profundizacin de algunos puntos de lectura de la preciosa Encclica.

Si se piensa en tal utilidad, los Ordinarios podrn hacer uso o inspirarse en ella o podrn darla a conocer a cada uno de los presbteros diocesanos o de Institutos de vida consagrada.

Finalmente se auspicia que, gracias a la caridad pastoral de Vuestra Excelencia, para la promocin de la celebracin de la Jornada de Oracin se pueda sensibilizar a las diversas realidades diocesanas como, por ejemplo, las Comunidades parroquiales, los Monasterios de clausura, los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostlica, como tambin los Movimientos, las Asociaciones, las Cofradas, las diversas agregaciones eclesiales, etc...

Dndole las gracias por cuanto querr hacer en tal sentido, aprovecho la oportunidad para confirmarme

de Vuestra Excelencia Reverendsima

devotsimo

________________________________

A los Excelentsimos Ordinarios

Sus Sedes

El sacerdote, responsable de la Eucarista

La fiesta del Sagrado Corazn de Jess nos invita a contemplar el amor, que surge de la fuente inagotable de Cristo y se difunde a toda la humanidad, por medio del don por excelencia que es la Eucarista. La reciente Encclica de Juan Pablo II atrae nuestra atencin acerca del valor de este don, que es totalmente excepcional. El don divino ha sido destinado a nosotros los sacerdotes en una manera particular y, con nuestra acogida, llevamos la responsabilidad de la eficacia de la Eucarista en el mundo.

Grito de fe

A cada celebracin del divino Sacrificio, el sacerdote, despus de haber consagrado el pan y el vino, para que se conviertan en el cuerpo y en la sangre de Cristo, exclama: Este es el sacramento de nuestra fe; es una maravilla que suscita adoracin, aunque a los ojos terrenos parece que nada ha cambiado. En la Encclica el Santo Padre manifiesta el deseo de colocarse con nosotros en adoracin delante de este Misterio: Misterio grande, Misterio de misericordia (11). Aade: Qu ms poda hacer Jess por nosotros? Verdaderamente, en la Eucarista nos muestra un amor que llega hasta el extremo (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida .

La Misa es el memorial del sacrificio de la cruz, La Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a l no solamente a travs de un recuerdo lleno de fe, sino tambin en un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace presente, perpetundose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado. De este modo, la Eucarista aplica a los hombres de hoy la reconciliacin obtenida por Cristo una vez por todas para la humanidad de todos los tiempos. En efecto, el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucarista son, pues, un nico sacrificio (12).

La Eucarista es sacrificio en sentido propio y, en primer lugar, don de Cristo al Padre: sacrificio que el Padre acept, cambiando esta total donacin de su Hijo, que se hizo obediente hasta la muerte (Filp. 2,8), con su paterna donacin, esto es con el don de la nueva vida inmortal en la resurreccin. Al entregar su sacrificio a la Iglesia, Cristo ha querido adems hacer suyo el sacrificio espiritual de la Iglesia, llamada a ofrecerse tambin a s misma unida al sacrificio de Cristo (13)

Ms particularmente, el Sumo Pontfice subraya que el sacrificio eucarstico no slo hace presente el misterio de la pasin y muerte del Salvador, sino tambin el misterio de la resurreccin, que corona su sacrificio. En cuanto viviente y resucitado, Cristo se hace en la Eucarista pan de vida (Jn 6, 35.48), pan vivo (Jn 6, 51).

La ofrenda del sacrificio es pues fuente de una nueva vida. La eficacia salvadora del sacrifico se realiza en plenitud en la comunin: riceviamo Lui stesso che si offerto per noi, il suo corpo che Egli ha consegnato per noi sulla Croce, il suo sangue che ha versato per molti, in remissione dei peccati (Mt 26,28).

Por la comunin de su cuerpo y de su sangre, Cristo nos comunica tambin su Espritu (17). Fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espritu Santo, formemos en Cristo un slo cuerpo y un slo espritu .(29) As, con el don de su cuerpo y su sangre, Cristo acrecienta en nosotros el don de su Espritu, infundido ya en el Bautismo e impreso como sello en el sacramento de la Confirmacin.

Adems las palabras en la espera de su venida nos ofrecen la oportunidad de descubrir mejor las perspectivas escatolgicas de la Eucarista: La Eucarista es tensin hacia la meta, pregustar el gozo pleno prometido por Cristo (cf. Jn 15, 11); es, en cierto sentido, anticipacin del Paraso y prenda de la gloria futura.

Estas perspectivas, que abren la comunin con la Iglesia celeste que debe estar siempre en nuestra mente y en nuestro corazn pueden parecer todava muy lejanas, pero estimulan nuestro sentido de responsabilidad respecto a la tierra presente, poniendo una semilla de viva esperanza en la dedicacin cotidiana de cada uno a sus propias tareas (20).

La llamada al sentido de responsabilidad vale para todos. En nosotros sacerdotes encuentra una especial resonancia. Cada celebracin eucarstica est destinada a despertar la conciencia de aquellos que participan en ella. Para el sacerdote despierta la responsabilidad hacia un mundo que se debe transformar, transfigurado por la Eucarista. Pronunciado u oyendo las palabras este es el sacramento de nuestra fe, el sacerdote entiende mejor que este grito de fe lo empuja hacia un mundo, en el que Cristo opera maravillas y siente urgir dentro de s el sentido improrrogable misionero de extender su reino por todas partes.

Recibe una nueva luz acerca de la propia misin sacerdotal, que le ha sido confiada y sobre el papel, que debe asumir para que la fuerza de la Eucarista pueda producir todos los efectos en cada existencia humana. El sacerdote ha sido investido de la responsabilidad de la edificacin de una nueva sociedad en Cristo. Ms concretamente, tiene la posibilidad de dar un testimonio de fe en la nueva presencia, que nace de cada consagracin, que cambia el pan y el vino en el cuerpo y sangre del Seor.

La maravilla de esta presencia abre la puerta en el alma del sacerdote a una nueva esperanza, que supera todos los obstculos que se acumulan en la vida de su ministerio, tantas veces en medio luchas y de pruebas.

Edificacin de la Iglesia y adoracin contemplativa

La Encclica desea mostrar toda la riqueza espiritual de la Eucarista; de una parte ilumina la contribucin esencial a la edificacin de la Iglesia, de la otra atrae la atencin sobre el valor del culto a la presencia real fuera de la Santa Misa. Y es un aspecto muy precioso y fecundo que hay que recordar a los fieles y a nosotros.

El Concilio Vaticano II, en armnica continuidad con el magisterio precedente, ensea que la celebracin eucarstica est al centro de todo crecimiento en la Iglesia. Explica cmo crece el reino de Cristo en el mundo: Cada vez que el sacrificio de la cruz con el que Cristo, nuestro cordero pascual, es inmolado (I Cor. 5,7) sobre el altar, se realiza la obra de nuestra redencin. Y juntamente con el sacramento del pan eucarstico, se representa y se produce la unidad de los fieles, que constituyen un solo cuerpo de Cristo (cf. I Cor. 10,17).

Ya en los orgenes apareca un influjo causal de la Eucarista con referencia al desarrollo de la Iglesia, como es evidente en la ltima cena: los gestos y las palabras de Jess fundaron la nueva comunidad mesinica, el Pueblo de la nueva Alianza. Desde aquel momento, y hasta al final de los siglos, la Iglesia se edifica a travs de la comunin sacramental con el Hijo de Dios inmolado por nosotros (21).

De esta manera se manifiesta el papel constructivo del sacerdote, quien ha sido comprometido por Cristo en la obra ms importante de transformacin del mundo, que se realiza con la potencia de la Eucarista. A este papel est unido otro compromiso del sacerdote, el de acoger la presencia eucarstica con la mirada contemplativa de adoracin y con un trato de extrema delicadeza.

El culto que se da a la Eucarista fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia (25). La responsabilidad del sacerdote en este culto se recuerda de esta manera: Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarstico, particularmente la exposicin del Santsimo Sacramento y la adoracin de Cristo presente bajo las especies eucarsticas.

El Sumo Pontfice no slo anima a todo sacerdote a que manifieste este testimonio, sino es l mismo quien nos comunica su propio testimonio: es hermoso estar con l y, reclinados sobre su pecho como el discpulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazn. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el arte de la oracin , cmo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversacin espiritual, en adoracin silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santsimo Sacramento? Cuntas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!

Se trata de una experiencia que ha sido vivamente recomendada por el constante Magisterio y por el ejemplo de numerossimos Santos. El testimonio personal del Vicario de Cristo anima a todos los sacerdotes, lectores de la Encclica, a dar a conocer y a estimar los momentos secretos de la gracia, que llegan por medio de la adoracin al Santsimo. De esta manera la Eucarista llega a ser fuente de contemplacin santificante y fructuosa.

Eucarista y sacerdocio ministerial

El sacrificio eucarstico tiene absoluta necesidad del sacerdocio ministerial. La Encclica recuerda que para la celebracin eucarstica no es suficiente el sacerdocio comn. Segn el Concilio Vaticano II, los fieles, en virtud del sacerdocio real de Cristo, concurren a la oblacin de la Eucarista, pero es el sacerdocio ministerial que cumple el sacrificio eucarstico in persona Christi y lo ofrece a Dios en nombre de todo el pueblo (LG 10). Este ministerio implica la sucesin apostlica, o sea es decir, la serie ininterrumpida que se remonta hasta los orgenes, de ordenaciones episcopales vlidas (28). La expresin en la persona de Cristo significa: en la especfica y sacramental identificacin con el Sumo y Eterno Sacerdote, que es el autor y el principal sujeto de este su propio sacrificio y que, en verdad, no puede ser substituido por nadie.

La asamblea que se rene para celebrar la Eucarista necesita absolutamente, para que sea realmente asamblea eucarstica, un sacerdote ordenado que la presida. Por otra parte, la comunidad no est capacitada para darse por s sola el ministro ordenado. ste es un don que recibe a travs de la sucesin episcopal que se remonta a los Apstoles. Es el Obispo quien establece un nuevo presbtero, mediante el sacramento del Orden, otorgndole el poder de consagrar la Eucarista (29).

La necesidad de un ministro ordenado pone un problema en el campo de las relaciones ecumnicas. Las Comunidades eclesiales separadas, dice el Vaticano II (Unitatis redintegratio, 22), aunque les falte la unidad plena con nosotros que dimana del bautismo, y aunque creamos que, sobre todo por defecto del sacramento del Orden, no han conservado la sustancia genuina e ntegra del Misterio eucarstico, sin embargo, al conmemorar en la santa Cena la muerte y resurreccin del Seor, profesan que en la comunin de Cristo se significa la vida, y esperan su venida gloriosa.

As pues se impone un regla: Los fieles catlicos, por tanto, aun respetando las convicciones religiosas de estos hermanos separados, deben abstenerse de participar en la comunin distribuida en sus celebraciones, para no avalar una ambigedad sobre la naturaleza de la Eucarista y, por consiguiente, faltar al deber de dar un testimonio claro de la verdad.

De manera parecida, no se puede pensar en reemplazar la santa Misa dominical con celebraciones ecumnicas de la Palabra o con encuentros de oracin en comn con cristianos miembros de dichas Comunidades eclesiales, o bien con la participacin en su servicio litrgico

En las comunidades catlicas, la falta de sacerdotes puede impedir la celebracin eucarstica. La Encclica da a entender lo doloroso y fuera de lo normal que resulta la situacin de una comunidad cristiana que, an pudiendo ser, por nmero y variedad de fieles, una parroquia, carece sin embargo de un sacerdote que la gue... Cuando la comunidad no tiene sacerdote, ciertamente se ha de paliar de alguna manera, con el fin de que continen las celebraciones dominicales y, as, los religiosos y los laicos que animan la oracin de sus hermanos y hermanas ejercen de modo loable el sacerdocio comn de todos los fieles, basado en la gracia del Bautismo. Pero dichas soluciones han de ser consideradas nicamente provisionales, mientras la comunidad est a la espera de un sacerdote (32).

A esta situacin existe solamente un remedio: el hecho de que estas celebraciones sean incompletas desde el punto de vista sacramental ha de impulsar ante todo a toda la comunidad a pedir con mayor fervor que el Seor enve obreros a su mies (Mt 9, 38); y debe estimularla tambin a llevar a cabo una adecuada pastoral vocacional, sin ceder a la tentacin de buscar soluciones que comporten una reduccin de las cualidades morales y formativas requeridas para los candidatos al sacerdocio.

Delante de las comunidades que, por falta de sacerdotes, no pueden asegurar la celebracin eucarstica, el sacerdote llega a ser ms consciente del valor de su labor y de la necesidad de su presencia. Debe tener ms conciencia que con la oracin y con una clara adhesin a su identidad ontolgica manifestada lgicamente en formas externas es responsable del nacimiento y del crecimiento y de la fidelidad de las vocaciones sacerdotales. Con su testimonio de alegre adhesin a la propia identidad y a su accin apostlica, puede contribuir a la eficacia de la pastoral vocacional; aunque otros se dediquen directamente a esta pastoral, cada sacerdote debe favorecer personalmente la multiplicacin de las vocaciones.

Eucarista y comunin eclesial

La Encclica, en un captulo especial, desarrolla el tema de la comunin eclesial. Es un tema central, porque toda la direccin del documento es poner en primer plano la contribucin de la Eucarista a la edificacin y al crecimiento de la Iglesia. La comunin que caracteriza a la Iglesia debe entenderse desde su significado ms profundo: La Iglesia, mientras peregrina aqu en la tierra, est llamada a mantener y promover tanto la comunin con Dios trinitario como la comunin entre los fieles (34). La Eucarista se manifiesta, pues, como culminacin de todos los Sacramentos, en cuanto lleva a perfeccin la comunin con Dios Padre, mediante la identificacin con el Hijo Unignito, por obra del Espritu Santo. Dios se une a nosotros con la unin ms perfecta. Precisamente por eso, es conveniente cultivar en el nimo el deseo constante del Sacramento eucarstico .

La comunin eclesial de la asamblea eucarstica es comunin con el propio Obispo, principio visible y fundamento de la unidad en su Iglesia particular; como tambin unin con el Romano Pontfice, y podemos aadir: con el Orden episcopal, con todo el clero y con todo el pueblo (39).

Entre las consecuencias de esta comunin debemos notar una apertura ms amplia en el campo ecumnico, debida al hecho de que los hermanos Orientales son ms cercanos a la Iglesia Catlica. Cuando piden recibir la Eucarista de parte de un ministro catlico y estn bien preparados, se debe acoger su peticin con posibilidad de reciprocidad.

Es motivo de alegra, dice la Encclica Ut unum sint, recordar que los ministros catlicos pueden, en determinados casos particulares, administrar los sacramentos de la Eucarista, de la Penitencia, de la Uncin de enfermos a otros cristianos que no estn en comunin plena con la Iglesia catlica... (46) y esto en manera recproca.

Esta disposicin no tiene como objetivo la realizacin de una intercomunicacin, sino de proveer a una grave necesidad espiritual para la salvacin eterna del fiel. Era suficiente que existiera un acuerdo suficiente sobre la doctrina de la Iglesia y aquella sobre la Eucarista.

Con la fe de Mara

No podemos maravillarnos que al final de la Encclica el Papa orienta la mirada hacia la Virgen Mara.

Si la Eucarista es misterio de fe, este misterio fue propuesto a la fe de la Virgen Mara y de su parte fue acogido de la manera ms perfecta. Dividiendo con nosotros sacerdotes su fe, Mara Santsima nos ayuda a asumir nuestra responsabilidad en difundir la Eucarista para la vida de la Iglesia y nos exhorta: haced aquello que os dir (Jn. 2,5).