guardagujas 79

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junio 2013, n° 79 http://issuu.com/guardagujas alejandra eme vázquez cecilia eudave javier acosta iván trejo foto CharlieCowins / creative commons

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Suplemento literario de La Jornada Aguascalientes

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Page 1: Guardagujas 79

junio 2013, n° 79http://issuu.com/guardagujas

alejandra eme vázquezcecilia eudavejavier acostaiván trejo

foto CharlieCowins / creative commons

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dos

iván trejo presagio contra el destierro

Instrucciones para imaginar un barco

1. Olvida el nombre de tu tierra y da nombre al agua para poder fijar el rumbo.2. Deja flotar sobre el agua la extrañeza de tu voz.3. Dale nombre al chasquido quedo de la espuma que se vence ante la solidez del mundo.4. Siente el eco de tu dedo trazando el camino hacia la bóveda celeste de lo nombrado.5. Teme al marinero borracho/ la misma botella que bautiza un barco/ puede hundirlo.6. Habita la orilla de la playa en un rincón del ojo para evitar la ceguera.7. Descúbrete mirando el mar una noche cualquiera.8. Pon atención en la arqueada espalda de aquella ola lejana/ guárdale un lugar tibio en el pecho y ten por seguro que no la verás más.9. No te afanes en encontrar el principio de la ola.10. Conoce tu mirada húmeda varada en la niebla.11. Larga es la conversación del hombre cuando mira la nada.12. Conversa con la brisa lapidaria del tiempo ido.13. Cuando la quilla mire el horizonte/ no habrá eco/ ni dios que responda tu llanto.14. Las olas vienen de lejos/ de más allá de los recuerdos.15. Cultiva la mirada del forastero/ todos los lugares que ves/ habrán desaparecido a la próxima visita.16. Desembarca con lo puesto/ pero regresa con un botín dentro del pecho.17. No hay peor lamento que el de la tormenta baja o de la ola alta.18. El augurio del espejismo brota en el mástil del vigía.19. Célebre entre otras distancias es la que recorre el hombre al nadar hacia sí mismo.20. Sólo la voz ronca calma las olas que se levantan por encima de la garganta.21. Nunca permitas –marinero triste– que tus lágrimas lleguen al mar.22. Haz morada en una mujer buena con vocación de tierra firma.23. Si envejeces demasiado no te sorprenda cuando un alud de agua venga a recogerte.24. Reconoce ahora la inexistente calma del náufrago flotando como canto a la deriva.25. Admira la tarde parda que acaba con el mundo.26. Comienza en la arena un verso que funde el oficio de los puertos.27. Aquí no sucede nada/ salvo este mar sin fin que tiembla afuera.28. Bienvenido seas a esta patria errante donde siempre serás forastero.29. Siempre que el olor de los reflejos te den náuseas toma el barco imaginado y piérdete en tu propia inmensidad.

iván trejoTampico, México, 1978. Es editor, gestor cultural y traductor. Ha sido incluido en diversas antologías ha obtenido el segundo lugar en el Certamen de poesía joven “Alfredo Gracia Vicente” (2002), becario del Centro de Escritores de Nuevo León (2004), Premio Nuevo León de Literatura (2006), Premio Regional de Poesía Carmen Alardín (2008), becario del FONECA en la categoría de Jóvenes Creadores (2010) y becario del programa de Residencias Artísticas de Libre Gestión del FONCA (2011). Ha publicado los poemarios Silencios (2007) y Los tantos días (2009). Los poemas aquí incluidos forman parte del libro Presagio contra el destierro (2002-2012) publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Estos mismos días Tengo un dolor aquídel lado de la patriaCristina Peri Rossi

Jugué mi corazón al azary me lo ganó la violencia

José Eustasio Rivera

En estos díasen que las hogueras se vuelven extraños frutoscolgando de los puentes/ en que la voraz ciudadanda sin cabeza/ cuerpo/ sólo cuerposa los que se les saca la vuelta en la callecomo al cadáver de un animal sin cal/ pedazosde carne en sacos y cubetas/niños jugando a la muerte sin aguaen las pistolas/ abdómenes planosde tanto tirarse al suelo/ estos díasen los que el azar te fríe y el miedo te entumececomo estatua/ donde las miradasen diálogo de carro a carro acaricianla calma hombría que tiemblabajo los pantalones/ estos días en quenos hemos quedado sin sueño/ en este silencio fríoque desdobla un horizonte que ya no es/ un pensamientocautivo/ la voz sosegada/ lo inciertos que fuimoscuando nos dejamos vencer/ estos díasen que se escucha el llanto del airetras la bala que surca el tiempo sin fin/ en que los helicópteros

ronronean y espantan los loros silvestres/ estos díasen que nadie pidió ir a la guerrapero deambulamos en ella/ estos díasen los que todos somos culpablessalvo los culpables/ en los que requerimosmás carpinteros para los ataúdesde los tibios muertos de la jornada/ estos díasen los que los noticieros decidieron callar y lavaronsus ojos para borrar de ellos la silente sangre/ estos díasen que los desaparecidos y la lluvia en ellosson abono en la greda de una patria yerta/ donde no habrárecuerdos de la gloria/ estos díasen que las víctimas son números sin nombrey marchan y gritany nadie oye/ estos mismas días sonlos que Dios eligió para hartarse de nosotrosy dentro de su puño más cerradonos olvidó.

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tres

e he querido acostumbrar a no pensar en abstracto. Aunque me puedas decir que el pensamiento abstracto es la más alta forma de pensar —y que sólo está destinada a unos cuantos seres, preferentemente altos y con posgrado. Pero yo creo que

a todos se nos da muy bien pensar más allá de lo físico, de los sentidos y del cuerpo: a todos se nos da muy bien el pensamiento abstrac-to. Lo más inusual es el pensar concreto — aunque ya no sabemos bien si el cuerpo es concreto, si el corazón es concreto, si el sexo es concreto, si la respiración es concreta. Me he querido acostumbrar a no pensar con rectitud. Me he querido resistir a la destreza del pensamiento, a los múltiples ejércitos del pensamiento diestro. Me he querido desentender, apostar si se puede, al boxeador zurdo, al pítcher zurdo, al escritor zurdo, al dios zurdo, al colibrí —Huitzilopochtli— zurdo. Aunque a eso le llamemos divagación, o poesía, o literatura, o ensoñación y casi siempre le hagamos poco caso; no porque no queramos, o porque sólo leamos medio libro al año, sino porque no nos queda de otra. Es que, caray, todo parece estar hecho para los diestros: las cerraduras, las puertas, las libretas y los lapiceros, la llave del agua, las universidades, las guitarras y los desarmadores, el acelerador de partículas, el yo y el súper yo, el pienso luego existo. Hay tiendas para zurdos, pero tenemos que seguir esperando unas gafas y

un libro para zurdos, un país para zurdos: un pensamiento para zurdos. Di-gamos que ese pensamiento no cabe sino esperarlo, estar siempre a la espe-ra, así que digo “a ver si hoy me llega un pensamiento zurdo”. Y cuando llega no lo hace ahora, sino siempre en otro tiempo. Un tiempo así vivimos en el arte, en el juego, en el amor, en la infancia, en la poesía —en la lectura: en ese medio libro que leemos los mexicanos al año. De ese tiempo nos habla un dream team de pensadores zurdos: Federico Nietzsche, Esquilo, Jorge Luis Borges, César Vallejo o Julio Cortázar y muchos más que integran una nómina selecta e interminable. Ellos nos dicen que el pensamiento zurdo sucede en otro tiempo. No en la rectitud del tiempo, no en el ir derechito del tiempo, del antes al después, sino en un tiempo que corre de arriba aba-jo o de abajo a arriba, donde a la vez sucede todo. Para el pensamiento principal, ser zurdo es absurdo. Así que de chiquito te ama-rran el otro pensamiento, el que no debe escribir, ni saludar, ni persignarse, ni leer. Y luego se quejan de que no lees ni medio libro al año. A mí no me amarraron la mano izquierda de chiquito, pero ahora quiero volverme zurdo, de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por eso ahora saludo con la zurda y beso con la boca zurda y cuando escribo me amarro la mano derecha para te-clear más despacito y así pensar de veras con la mente zurda. Es que los zurdos tienen todo en contra, por eso llevan su ventaja

javier acostael pensamiento zurdo

Inscrito en el borde de una lágrima secaa Olga Swiderek

A la orilla de la piltra/tu lágrima era la luz que asomaba por la ventanatras la tempestad/ tristeza que llega con la advertenciade una ausencia importante/ grito ahogado que guardaspara cimbrar un lejano hospital.

Intentosalvarme del vacío / el amor es esa misma gota de nieveque tímida cae/ hace playa en mi ventana y en seguidano es más.

Te he dejado en el trende nuevo y veo al viento alargar tu cabellocomo blanca luz cubriendo del sol tu sombra.

El mar te traerá de vuelta/ pronto comenzarása hurgar en estos días y enumerarás aquelloque no alcanzamos/ recordarás cada charlay vendrás al recuerdo entre ventisca/ tu miradase detendré en el horizonte/ como estas víasde tren en que te miro alejarte.

La blanca ceguerallega por placer/ al buscar en las callesel resto de tu perfume en medio de la tormenta.

Sé que no estás y nada sucede/el frío es igual que antes de la llegada de tu trenal desconocido sur/ momentánea nota mohínaque afinaban nuestras miradas/ piano apenassobre tus pestañas/ nocturno de Chopincuando van abrazándose lentamente al beso.

El cielodice que pronto ha de venir la nieve/pero no el olvido

Entresueñoese día/ ella dormía en el sofá con una urraca entre las manos/ era su falda roja/ sus pies descalzos/ su cabello era esbelta niebla bajando por los hombros y mi mirada anidaba en lo entreabierto de sus labios

Postal para la impacienciatres o cuatro versos hubiesen sido suficientes/ para decirte que también yo ig-noro en qué bolsillo se guarda la poesía/ para sonreír nervioso/ hubiese sido suficiente/ tomarte la mano en velo/ cerrar tus ojos con un poema de otro y de-cirte en tres o cuatro versos/ que no puedo escribir nada/ cuando me lo pides

Entonces volar / no queda de otra cuando llegas con esa cara de ramo de dul-zuras por venir/ verte así/ da miedo/ eres varias mujeres que me miran/ varias que abrazan distinto/ el mañana no baja a la tierra cuando miras por encima de las cosas que están por llegar/ las enumeras con las nubes que pasan y dices: aquel es un día que ya me espera/ sonríes como una de las que ya eres y dices: Mañana frente al espejo/ no hay nada más allá de las cosa que no nombramos/ a veces creo que un Mañana basta/ el tiempo vendrá contigo en sus brazos/ di-rás todos tus nombres mientras me dejas en un puerto a la espera de una barca y me dirás que en esa mirada cabe toda la dulzura por venir.

Supongo que se nace de alguna forma / pero uno cae y no sabe dónde/ sino hasta que el cabello guarda cierta forma del viento en él y en una vuelta de esquina/ uno puede cruzar la línea y partir y aun cuando atravesáramos ese río sobre una barca con monedas en los ojos/ uno pensaría en esa esquina y en el viento anidado entre el pelo/ donde una pausa llega de golpe y uno se olvida de la miseria entre las manos y del vacío en las miradas y de la calidez de las patas/ que cada tigra tiene

Sueña la Tigra cielos rojos y nubes que en dirección contraria desaparezcan/ en espasmos/ ahogando la voz como el que recita versos contra el viento y las palabras en la garganta se aferran a no volver a las entrañas. La Tigra se levanta erguida como flecha que apunta al sol/ bosteza/ sobre la nieve retoza y entra al témpano/ donde amamanta de su corazón los restos.

editores edilberto aldán J joel grijalva

consejo editorial beto buzali J alberto chimal J luis cortés J rodolfo

jm J norma pezadilla Jsofía ramírez J jorge terrones

diseño sarahi cabrera

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uro que podría armar un libro de buen grosor si juntara todos los textos que he dejado inconclu-

sos, digamos, en lo que va de este año. Tan sólo para escribir esto que no sé cómo terminará, pasé primero por el silencio, el sonido, los nombres, las etiquetas y por frases que nunca supieron siquiera de qué deseaban hablar... Palabras como dientes de león, que se diversifican y se expanden, ramificándose de formas inimaginadas hasta llegar al aparente algo o la aparente nada.También pensaba que cada mensaje tiene su código genético. Que su cómo, su cuán-do, su dónde, su a quién y su porqué ya están definidos de origen, y que quizá lo que parece dispersión resulte de no saber identificar todo este contexto; es decir, sé qué quiero comunicar, pero no alcanzo a establecer todo lo demás. Como cuando alguien escribe algo muy personal en una red social y vulnera el código genético de un mensaje que había nacido para ser íntimo, con sus respectivas consecuencias. Así.Desmenuzar. Intuyo que eso hay que hacer con lo que vamos pensando en nu-bes condensadas que quieren llover pero no pueden por el viento, por la falta de humedad, qué más da por qué si el chiste es la impotencia. Uno se desespera, es lógico, sin detenerse a pensar que tal vez lo debido es tomarse el tiempo, decir: “Vamos a ver”, y ver; primero lo próximo, luego la línea del horizonte y luego lo de más allá. Porque si algo tenemos, cada uno, es la capacidad para entendernos a nosotros mismos: ni modo que nos parezcamos extraños, que algo de nuestro interior nos sorprenda. Ni modo que nos seamos ajenos. Ni queriendo.Luego está el asunto de que digamos lo que digamos, quien funge como re-

ceptor tiene ya la configuración para encontrar sentido a todo, si hay inten-ción y hasta un poquito de esfuerzo. Las conexiones flotan en millones de posibilidades, y llegará el momento en que algo cobre forma; de ahí a la comprensión hay sólo un paso. Que

no entiendan lo que nosotros quisimos decir, bueno, es que no podemos pedir tanto. Pero algo entenderán, siempre.Esto me lleva al curioso caso del sinsentido, el ‹nonsense› inglés, el significado hueco a propósito. Esos mensajes específicamente diseñados para no decir nada, ¿es eso posible? Sí y no. Sí, porque al menos en primera instancia nos hace falta información, hay un espacio vacío que nos causa problemas y ese choque nos aturde al principio, parecemos imposibilitados para acceder por esa puerta como la Alicia de Carroll; y no, porque el sentido es una costumbre, una estructura preestablecida en donde podemos insertar cualquier cosa para tranquilidad de los presentes y los ausentes. Necesitamos dar sentido a todo, e incluso creo que lo hacemos en automático: el drama del absurdo que es pero no puede ser.Y llegamos al fin, al fin. En alguna otra ocasión se dirá de silencio, de sonido, de nombres, de etiquetas; ya aquellas frases que parecieron morir apenas nacidas encontrarán su cauce, resultarán. Si por ahora lo que hay es una nube verdeazul desmenuzándose, quiere decir que de esa nube hay que hablar; también así se llama a la tormenta. Siempre habrá tiempo de crear sentidos porque todos te-nemos acceso a ese humildísimo milagro; mientras tanto, regocijémonos en el laberinto de su búsqueda

@alejandraemeuve

cuatro

o tenía ni idea de qué escribir para iniciar ju-nio con esta columna —que de pronto se ha

convertido en una bitáco-ra casi personal de acontecimientos—, tenía pensado e incluso ya redactada una columna sobre la violencia cotidia-na. Sin embargo, no estaba de humor ni me interesaba destacar o apedrear ningún producto en particular, ni po-nerme a discutir su calidad o no artísti-ca a propósito de una película premia-da en un famoso festival. Siempre se pueden hacer cosas maravillosas con las tragedias de los otros, con la inmun-dicia personal, con el cinismo de los políticos, con la enfermedad moral de un pueblo cada vez más enajenado por los medios de comunicación, con la indiferencia de los consumidores y así hasta el infinito. Hablar de una pelícu-la como de una novela que se jacta de mostrar la verdad verdadera—como si aquí en este país perdido acá de este lado del mundo existiera la posibilidad de la verdad aunque sea en sentido abs-tracto—, no me atrajo.Además estaba abrumada por el traba-jo, por los informes académicos inter-minables, por la incertidumbre laboral de ese momento y no tenía cabeza para infiltrarme en una reflexión sobre la violencia o cualquier otra cosa. A punto de claudicar, abrí mi computa-dora para redactar una carta con mis disculpas más elaboradas al editor, y que me encuentro a un amigo en el chat. Él estaba con sus cavilaciones, con sus reflexiones en torno a ese di-

lema contemporáneo de pertenecer o no pertenecer. Dejé de lado mi trabajo académico de corte administrativo—llenaba un formato para la SEP— y me inmiscuí en el asunto. Hablamos de si es conveniente pertenecer o no a un grupo literario, a un movimiento, a un género. De si es posible que eso ayude a la visibilidad como escritor, a conso-lidar la obra, a descubrirnos realmen-te. Discutimos sobre lo penoso y re-ductivo de los encasillamientos en una determinada línea literaria y de cómo algunos se sienten cómodos así, otros se molestan y luchan por desmarcarse haciendo lo que no saben hacer sólo para sentir que están en otra dimen-sión literaria, agradar a la critica y al canon tradicional —caray, si hasta los inclasificables están en una categoría la de los inclasificables—. Él me pregun-tó así sin más, que si yo estaba molesta porque me ubican como escritora fan-tástica o de pronto juvenil, o algunos en la Ciencia ficción (aunque sólo he escrito dos cuentos con las premisas de ese género), o que sí soy más cuen-tista o novelista (y ya sacando cuentas tengo más novelas que libros de cuen-tos), o si mi vida académica tiene más peso que la literaria. Y esto último, lo académico, me hizo pensar que ahí también me dicen que sí soy de tal gru-po o de ese otro (no estoy en ninguno soy académica siempre digo), pero sí en un Cuerpo académico y gracias a ello tengo apoyos económicos —es-taba llenado esos formatos antes de la charla—. Y en avalancha vertiginosa me di cuenta que pertenecemos que-

ramos o no a algo. Nos hemos vuelto pertenencia, se acabó la autonomía en el sentido más estricto, ya no se puede ser o hacer en solitario nada ni avan-zar en la vorágine social. Nos hemos vuelto entes colectivos: cuerpos, grupos, redes, asociaciones, clanes, tropas, caravanas…No es que no quiera pertenecer, me dije, simplemente no quiero que eso me determine, me impida moverme, me instale en un espacio de confort y me obligue a repetirme hasta el in-finito en ese espiral que los otros han diseñado para mí. No quiero ser un individuo cuya definición dependa de su pertenencia o no a determina-do grupo social, literario, académico, familiar, económico, sexual, cultural, nacional... Ciertamente todo está co-pado por las mafias grupales, por el poder de la asociación, sin embargo, ¿no habrá un espacio en el cual poda-mos estar un poco fuera de ese juego perverso que todos jugamos conven-cidos o no? ¿Un lugar donde la inclu-sión/exclusión sea materia concreta y no esencia de todo? Y pensé en la escritura, mi único reducto, donde —todavía— voy y vengo en catarsis ab-soluta, donde sigo siendo autónoma, donde más allá de preocuparme por cumplir con un manifiesto literario o con la exigencias de una editorial, agente literario o jefe laboral, sigo pro-duciendo lo que me apetece, cuando me apetece, sin preocuparme mucho por los títulos o las etiquetas, sin bus-car un devenir que no sea el propio. Al final mi amigo y yo caímos en la cuen-

ta de que hasta ahora ha sido así, y estamos liberados—por lo menos yo lo pienso así— de la responsabilidad que siempre trae consigo las clasifica-ciones o denominaciones que no na-cen de una decisión propia. No importa a qué pertenezco, sí sé a quién pertenezco: a mí misma y a mi historia. Eso me lo confirmó una llama-da telefónica que recibí justo cuando la conversación entre mi amigo y yo estaba álgida, era mi hermana que me pregun-taba si había recordado que mi padre cumplió 15 años de muerto. Lo olvide. Sí, tan ensimismada estuve trabajando todo el mes para las necesidades de to-dos los espacios o grupos a los que per-tenezco que lo olvidé… Reproché mi ausencia en las cosas importantes…Mayo fue un mes extraño, por fin ha terminado, afortunadamente todo tiene un fin tarde o temprano. Cu-riosamente un mes puede parecer-nos un año o incluso una vida entera breve e intensa. Y justo me llegó esta reflexión sobre el pertenecer cuando estoy cerrando ciclos, continuando otros, mudando de piel, de casas, de conjeturas, para asentarme en la idea de llevar una existencia más propia, más mía. La palabra pertenecer ahora la percibo como vaga, ambigua, casi un paréntesis constante en la vida de los hombres, no significa inmovilidad ni perpetuidad, está ahí y luego ya no, porque finalmente vamos, venimos ajustándonos a las circunstancias. Y qué sabe nadie, sería muy bueno pen-sar que somos tan fugaces como la pertenencia misma

qué sabe nadiececilia eudave

pertenecer

verde y humildealejandra eme vázquez

estado de la cuestión