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la jornada aguascalientes / jabberwocky cultural / número 8 / marzo 10 hp://lajornadaaguascalientes.com.mx/guardagujas alicia / oswaldo adrián

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guardagujas ocho marzo 2010 suplemento La Jornada Aguascalientes

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la jornada aguascalientes / jabberwocky cultural / número 8 / marzo 10h!p://lajornadaaguascalientes.com.mx/guardagujas

alicia / oswaldo adrián

Elaborado por Servicios Editoriales de Aguascalientes S. de R.L. de C.V. para La Jornada Aguascalientes. No se responde por originales no solicitados.

editores

coordinador del número

edilberto aldán / joel grijalvaluis cortés

consejo adán brand /beto buzali / alberto chimal / luis cortés juan carlos gonzález / rodolfo jm / paloma mora / josé ricardo pérez ávila / norma pezadilla /jorge terrones/ gustavo vázquez lozano

[email protected]

Igual que la pequeña Alicia sobrelleva los absurdos de su aventura, los mexicanos soportamos las sinrazones de nuestra realidad: los designios de una clase política de espaldas a sus propios representados, las complicidades de los agentes del orden

con los delincuentes, la homofobia del clero pederasta…Resulta fácil imaginar como personaje de la famosa narración de Lewis Carroll a

un funcionario gordo que nos pide apretarnos el cinturón, como la Falsa Tortuga, por ejemplo, le propone a la niña ver cómo se ejecuta la danza de las langostas, que es algo tan irracional como querer sacarle dinero a quienes no lo tienen y dejar que quien sí tiene pueda tener más aún. En un contexto onírico podemos aceptar la lógica de las aventuras narradas en los relatos carrollianos; no obstante, si al despertar comproba-mos que el dinosaurio monterrosiano sigue ahí, pasamos de la sonrisa provocada por el juego literario a la mueca de quien se siente objeto de una broma macabra. Aunque nos cueste un poco o un mucho aceptarlo, tenemos algo de Alicia cuando dejamos que lo absurdo predomine sobre lo sensato en nuestra realidad. Pero una cosa es reconocer el límite hasta donde podemos controlar las condiciones que determinan el punto de equilibro entre lo razonable y lo que no lo es, y otra que deseemos manejar nuestra exis-tencia de acuerdo con la línea que trazaría dicho punto al ponerse en movimiento.

Al parecer, Alicia no tiene dominio sobre su situación desde que persigue al conejo blanco, o quizá desde que se duerme frente al libro de su hermana, sin dibujos que le quiten lo aburrido. Primero la domina el sueño; después, la desventaja en que la pone su condición de extranjera en un país donde recibe órdenes de casi todos los persona-jes, sin obtener respuestas claras para sus cuestionamientos. Más adelante, el lector se entera de que ella siempre ha estado recibiendo órdenes de los mayores, lo cual no es de su agrado. Pero más desagradable le parece la normalidad y por eso soporta los absurdos de su aventura, no obstante que, como todos los infantes, se encuentra subordinada a la voluntad de los adultos. Cabe pensar que los textos de Carroll narran sólo una parte del sometimiento a que se ve sujeta. Y que el suyo es sólo un caso de la guerra inmemorial entre enanos y gigantes, perdida por los primeros cuando se some-

ten al control adulto. Con el paso de los años, este control se convierte en autocontrol; hasta que, junto con la credencial del IFE, los jóvenes adquieren todos los derechos y responsabilidades de quienes los manipularon durante 18 años.

Como diría la Duquesa, la moraleja de todo esto es que los niños no son capaces de manejarse por sí mismos; por eso deben obedecer a los mayores, que sí saben hacerlo. Pero la historia de Alicia no se rige por los mismos principios que los de la realidad diurna. La Reina ordena ejecuciones estilo ciudad Juárez y al !nal el Rey perdona a todos los condenados; de otro modo, como con muy buen juicio piensa Alicia, ese lu-gar ya estaría despoblado. Y sin embargo todos obedecen a la Reina, pues no son más que un grupo de naipes. En esta historia predomina el principio del juego, algo muy apreciado por el autor de una Lógica simbólica, interesado en enseñar esta disciplina a los niños y jóvenes, más a manera de recreación que como una imposición académica. Es decir, para que los chicos aprendan a pensar sin dolor, libremente. Desde el punto de vista de la guerra mencionada, esto equivale a proporcionar armamento al bando de los enanos, para que de!endan su causa contra los gigantes. Si lo que Peter Pan quería, la suspensión del crecimiento, es una quimera, podemos en cambio conservar el afán lúdico.

Johan Huizinga mostró la importancia de las reglas para la cultura, considerada una expresión del juego. Que no haya acuerdo sobre las reglas es diferente a que nunca falte gente dispuesta a ignorarlas. Se supone que lo primero se resuelve por votación, gran regla del presente; lo segundo es el gran problema de los déspotas de siempre; inspiró a John Milton el inicio de su Paraíso perdido, pleno de resonancias homéricas: “Canta oh musa la desobediencia humana”, y hace que su Satán, más griego que in-glés, pre!era la libertad en el in!erno a la esclavitud celestial. Alicia permanece en la

isla, a un paso de la rebelión.Para nuestra cultura, autoritaria y jerárquica, la pro-puesta de Carroll resulta subversiva. Tendría que

ser aclimatada para servirnos al enfrentar los ab-surdos de lo inmediato con un coctel del mejor

valemadrismo y una dosis mínima del arrojo que hizo alzarse a nuestros ancestros. Ali-

cia a la mexicana sería satánica por des-obediente, pero muy divertida.

alicia satánicaricardo esquer

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ante el espejoadriana sing

Yo soy el otro

Predestinada, nazco de su sombra. En la ranura del ojo, soy luz. Línea de fuga, palimpsesto, trans!guración. –Yo soy. Detrás del espejo, el otro sostiene un mundo en llamas. Tiene un desierto tatuado en la boca (el amor es errancia, tormenta, búsqueda a la intemperie). Retrocedo. ¡No quiero más el canto desolado del exilio!, ¡no quiero más la falsa promesa del cobarde! Me despojo de mí, renazco. –Yo seré. Pulsión, latido, respiración. Con las ce-nizas del otro escribiré decretos que incendien el poema (las pa-labras son pólvora en la boca). Desnuda, voy (al mundo, voy). Mi lengua o!cia el misterio gozoso de la anunciación: Te nombro, y eres. Sacri!cio, ofrenda, consumación. –Yo soy el otro. Toma. Esta es la llave de la reconciliación. Prescindamos del amor (lo único cierto es el deseo): Copulemos.

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wonderlandnadir chacín

La obediencia llevó a Alicia a tener un hijo. Apenas parió algo de su mente saltó por la ventana. Su esposo ya la había visto antes en pleno escape, pero volvía a tiempo para la última teta

del bebé y sin ningún rasguño. Al inicio de cada fuga esa parte de su mente doblaba por la esquina, sacaba su perverso sombrerito y, justo antes de esfumarse por unas horas, hacía una reverencia. Él pensaba que la cordura de Alicia siempre volvería, nadie se despide con tanta gentileza sino piensa regresar. Pero hay batallas que la li-bertad gana. Alicia nunca volvió a hacer lo que los otros esperaban de ella. Nunca.

Hoy él se debate entre la culpa y el odio desde su casa mientras que Alicia vive entre cuatro paredes acolchadas. Ya no le importa el paso del tiempo, sólo se siente un conejo blanco !nalmente feliz.

Falsa Alicia

Convoco a las cosas con palabras ajenas -como las del poeta. Porque no alcanzo a ver las horas y su tránsito implacable sobre esta máscara hecha de neblina. Porque mi voz se despeña hasta la sórdida mudez del espanto. Viajo, mil veces viajo desde la san-gre abultada de esta tinta al continente blanco donde se fragua la batalla. Porque hay noches en las que me posee un eléctrico estallido y soy relámpago. Ardo y me desprendo.

A veces las palabras consuman el deseo.

Tú, mi, llegamos tarde

El deseo cruje hasta romperse. Estallo en una hoja –y soy el bos-que.

Las palabras son intenciones. Un hallazgo en medio del poe-ma. Rondo la búsqueda. Balbuceo. Nazco del silencio próxima al vacío. No me detengo: Atravieso las palabras. Centrifuga. Incan-descente. Despiadada. A este grito la va expulsando el silencio. Tu, mi, llegamos tarde. No me obligues a volver del laberinto. So-bre mi nombre habita una ciudad desconocida. Un secreto ateso-rado debajo de la lengua. Antes de ti, somos esta pequeña muerte. Desmedida. Fragmentada. Mutilada.

Nadie nos ha escrito, y nos leen.

Los viernes de quincena son como el guisante en el colchón de la princesa. Alicia sabe que no es ninguna princesa, pero a las dos y media de la tarde en medio del trá!co de viernes cualquiera quiere ser un príncipe o princesa cargado en litera

oriental. Alicia llegó tarde como siempre. Entró a la universidad y estacionó el auto mientras miraba el reloj. Eran las cuatro y veinte. Tomó su bolso, los libros, cerró la puerta con un empujón de caderas y se dirigió a la sala de juntas. El coloquio, claro está, había comenzado. Al abrir la puerta, los libros que traía entre las manos cayeron al suelo estropeando el silencio. El estruendo provocó que los inquisitivos ojos de los académicos ahí reunidos se abrieran como huevos estrellados. Las miradas se desli-zaron desde el rostro avergonzado de Alicia hasta la portada color mar!l de las cartas de Allan Poe y la náusea azul índigo de Sartre. Horacio Quiroga y Carroll, –benditos sean los clavos de Cristo- sobre todo Carroll; habían resultado intactos.

Alicia se apresuró a recoger sus libros y colocó el grueso volumen de “Disertaciones razonadas sobre la posible consideración de la concreta humanidad histórica. Per-tinencias y discordancias cientí!cas y comprobadas” por debajo de todos los demás libros para disimular el paquete literario y mostrar que había hecho la lectura sobre la cual versaría el coloquio. Al agacharse, el escote de la blusa –roja- mostró parte de sus senos. Las miradas de los académicos, por supuesto, estaban ahí; posados en las impertinentes turgencias de Alicia. Las miradas de las académicas se cruzaron –des-aprobatoriamente- unas con otras. Una de las más viejas –que casi siempre fungía como sinodal en los exámenes profesionales y que usaba pantalo-nes negros y un abrigo, también negro, hasta las rodillas- susurró algo en el oído de la que tenía más cercana. El silencio se estiró a través de la sala como una liga. Alicia tomó asiento entre dos académicos que no parecían tener mucha di!cultad en sonreír y se ajustó el escote.

-¡Bueno! -Dijo el académico más calvo de la sala, en voz alta, poniendo las palmas de las manos sobre la mesa- Prosiga Dra. Drillsaw… (Los nombres extranjeros son siempre pertinen-tes en este tipo de lugares por su comprobada credibilidad y, generalmente, no requieren de disertaciones razonadas).

La Dra. Drillsaw torció la boca y dijo: Recordemos pues, compañeros, que el objetivo primordial de nuestras inves-tigaciones y cientí!cos hallazgos, hoy por hoy, debe ser la consecución de la armonía entre todos los miembros de la sociedad; sean, o no, histórica y cientí!camente comprobadas sus potenciales humanidades. (Aquí la Dra. Drillsaw miró de soslayo a Alicia pues no com-prendía como una mujer que viste de rojo, se pinta los labios también de color rojo y lee a Poe, a Carroll y a toda esa run"a de escritores anacrónica y prematu-ramente posmodernos, podía haber sido invitada a una reunión tan seria e importante sobre la concre-ta pertinencia de la humanidad histórica. Menos aún entendía como una mujer como ella se atre-vía a querer ser una de ellos).

Todos los presentes asintieron al unísono con la cabeza. El calvo se acomodó los tres pelos que le quedaban y espetó:

- ¿Alguien quiere proponer algo al respecto?- ¡Sí! ¡Yo! - dijo entusiasmado un hom-

brecillo de nariz aguileña y anteojos de ar-mazón a la John Lennon- Encuentro muy razonable el señalamiento sincrónico y epistemológicamente metodológico de la Dra. Drillsaw. Es necesario que, en las condiciones económicas, políticas y so-ciales en que el mundo se desenvuelve hoy por hoy, la convivencia entre los diversos y complejos sectores dialéc-ticamente estructurados de las socie-dades modernas tome el rumbo de la congruencia y la verdad a las cuales debe servir la ciencia a través de las comunidades cientí!camente conformadas y pertinentemente !nanciadas como la nuestra.

Alicia levantó la mano para participar, pero el calvo la ig-

noró. La silla en que estaba sentada era muy incómoda. Tenía una protuberancia en uno de los costados que se le incrustaba en el muslo derecho. Aprovechando la pausa entre participaciones, se levantó y se cambió de silla. Le pesaba dejar a los más sonrientes, pero no podría permanecer sentada allí por mucho tiempo. Se dirigió al lugar más cercano para no distraer demasiado la atención de los académicos que, con ceños fruncidos y manos bajo la barbilla, repasaban las hojas sueltas que cada uno llevaba como si, dentro de sus cerebros, estuviera cruzando alguna idea de muy grueso calibre. Alicia se sentó otra vez en la silla aunque, en realidad, hubiera que-rido sentarse en el suelo junto a la mesa donde humeaba el café y desde donde las galletas le guiñaban el ojo. Ni pensarlo, esa era una conducta totalmente antiacadé-mica, seguramente sería tomado como una gran impertinencia en medio de aquella solemnidad.

Acto seguido, el calvo dio la palabra al Dr. Jabberwocky quien lanzó una imposta-da perorata acerca de “la preponderante conveniencia de conducir a las confundidas e ignorantes masas hacia el discernimiento de la razón y el profundo conocimiento que construya el germen de una gesta libertaria”. Para ello propuso convencer al Honorable Consejo Directivo de la universidad de invertir parte del presupuesto semestral en publicar su pertinente libro titulado “El conocimiento cientí!camente pertinente. Baluarte libertario de la humanidad” con la !nalidad de distribuirlo en las principales universidades de toda Europa y América Latina. Sólo en las más afa-madas, aclaró, para reducir costos.

- Sí, compañeros, es preciso conseguir el apoyo de los compañeros académicos que persiguen nuestros mismos propósitos a todo lo ancho del planeta. Que todas las comunidades cientí!cas se enteren de que la salvación está en el conocimiento que

esta magna comunidad genera hoy por hoy y no en las corrup-telas políticas que hieden a nepotismo y discriminación. Todos aplaudieron. El Dr. Jabberwocky miró de soslayo al calvo que le acarició las intenciones con una apenas perceptible sonrisa de aprobación.

Alicia levantó nuevamente la mano. El calvo pretendió ignorarla, pero Alicia se levantó al tiempo que mantenía el brazo arriba porque la silla estaba a punto de romperse.

- Pues si ya está usted parada, hable -Dijo el calvo con la voz más secante que Alicia hubiera oído.

- Sólo quería preguntar a sus eminencias dos cosas: La primera es, ¿cómo vamos a distinguir las pertinen-cias históricas y epistemológicamente humanas de las que no lo son? Es decir, ¿cómo vamos a distinguir las impertinentes de las inimpertinentes? Y la segun-da: ¿cómo vamos a hacer que la gente conozca el co-nocimiento cientí!camente impertinente o, en su caso, el inimpertinente?

La mirada del calvo, fría, se clavó en Alicia. -Usted le haría perder la paciencia a una ostra

-dijo el calvo con los dientes apretados-. ¿Quién la invitó a este coloquio? ¿No sabe que toda persona cuya currícula académica mida menos de una milla de altura y se pinte los labios de color rojo caperucita debe abandonar la sala? Vaya mejor a su casa a intentar desentrañar el signi!cado de esas poesías y bagatelas litera-rias que tanto le gustan.

La Dra. Drillsaw le tocó suavemente el brazo y a media sonrisa le susurró:

-¡Ah querida! Que esto te sirva de lección: nunca pierdas el dominio de ti misma.

El maullido de un gato que cruzaba el dintel de la ventana acarició los oí-dos de Alicia que, no por primera vez, escuchaban primero la sentencia y luego la deliberación. Seguramente –pensó- se trata sólo de una de esas necias impertinencias situaciona-les que ocurren en los lugares de maravilla que tanto hay en este país. Antes de salir de la sala se preparó un café y tomó algunas galletas para el camino.

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impertinencia situacionalangélica santa olaya

Bc4 Nxc3! Bc5 Rfe8+

un anciano viejo, viejoagustín fest

No lloraste tanto como había supuesto -dice el Caballero Blanco a Alicia, des-pués de cantarle una canción de despedida. Dodgson, o Lewis Carrol, escri-bió “Alicia en el País de las Maravillas” y su continuación “A través del espejo”,

como quien escribe un juego a uno de sus más queridos amigos. Ese juego matemático e ilusorio se ha visto recompensado con obras, que aún hoy,

inundan la imaginación de aquellos quienes fuimos niños y tuvimos el libro entre nuestras manos. Así tenemos fantásticas, dispares y derivadas locuras que nacen de estas primeras palabras: La políticamente correcta Alicia de Disney, la Alicia retorci-da de Burton, la Alicia musical de Bunbury, la Alicia en stop motion de Svankmajer, la Alicia psicótica de American McGee, la Alicia adulta de J.P. Farmer en el Mundo Río, entre tantas Alicias más que puedan existir en el mundo, todas derivadas de esta primera que bajó por aquel túnel y después atravesó el espejo. La ilusión de una niña que al iniciar este camino desciende a la locura y al !nal de este largo viaje, aún cuan-do cree que fue un sueño, presiente que algo cambió. Se presta, fácilmente, tomar el personaje de Alicia como una metáfora de cambio, renacimiento, locura, hormonas y crecimiento.

Sin embargo, dentro de todos los enigmáticos personajes que existen dentro del espejo, aquel que me parece inolvidable es El Caballero Blanco. “De todas las cosas extrañas que Alicia vio durante su viaje a través del espejo, esta fue la que recordaba luego con mayor claridad. Años más tarde podía aún revivir toda aquella escena de nuevo, como si hubiera sucedido sólo el día anterior..., los suaves ojos azules y la cara bondadosa del caballero...,” Es así, como Dodgson empuja al Caballero Blanco a can-tar la canción de despedida para Alicia, antes que ella se convierta en reina.

Una canción que, según el Caballero, tiene muchos nombres y según Alicia, uno solo. El hombre la acompaña durante un largo tramo y me recuerda mucho a otro personaje literario entrañable: Es un hombre viejo, usa una armadura de latón y otros instrumentos improvisados, es un inventor de cosas poca prácticas, incluso de locu-ras podría decirse, es un hombre afable y elocuente y que al darse cuenta de la pronta despedida, de mirar como Alicia está a punto de transformarse en reina, le regala una última canción para que ese encuentro sea inolvidable. ¿Miran lo mismo que yo, o acaso ya leí muchos libros de caballerías?

Sin embargo, el honor y su papel en el ajedrez de Dodgson, lo conminan a dirigir a Alicia a ese !nal inexorable. Es el Caballero Blanco quien le señala el camino a Alicia para conseguir la corona y !nalmente, pueda convertirse en Reina. Ah, pobre de Alicia y sus ramas metafóricas, no es difícil llevar esta historia como un tajante abandono de la niñez, el juego, y la risa por la locura. La amiga de Lewis Carroll, la señorita Lidell, pronto crecería y abandonaría el encanto de los acertijos que Dodg-son creó sólo para ella.

Así nos encontramos todos atados a las historias de locura y fantasía. Esas histo-rias que nos llevan a un mundo deseable, donde el sinsentido sea lo que más sentido tiene y la seriedad en las bocas de los hombres pierde validez frente a las armaduras de latón y las despedidas de ancianos viejos viejos. Dodgson, en “A través del espe-jo”, desea que Alice (Lidell) todavía pueda recordar esa canción después de muchos, muchos años. No soy Alicia, pero aún hoy recuerdo aquella despedida y de vez en cuando, murmuro retazos de la letra.

“Susurrando murmullos y bisbiseos, como si tuviera la boca llena de pastas, y que resoplaba como un búfalo...,aquella tarde apacible de antaño..., asoleándose sentado sobre una cerca.”

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Alicia en cadenas

Es abajo abatido bajo tierrael batir de las alas super"uasbatidas en duelo "agranteluego que las aspas de la batidorahan sido cuidadosamente retiradasde un tazón lleno de merenguedado al bato en frenesí batienteabajo Si se asomara tras de la liebrecorrelona por patas al pendientede un reloj que se atrasa más galgaque si fuera toda la traza corridade una media calcetina en mordidasdadas como patadas a un balónmedida la hora del tentempié arriba es cosa de abrir la escotillade dejar sonar al son sobre la tarolalas escobillas de un monumento pospuestopara la Alicia predispuesta a tanta maravilladicha sólo de oídas sólo si solícitas fueranpor su mano pedida en entrevistasólo entrevista por el verde rabo narradoa un lado no una abeja una coneja Aliciatoda deprisa cae al andén del tren subterráneono una cenefa punteada en la pareddesde donde asomarse del sombreroadvertidos del corazón en amenaza¡que le corten la cabeza a ese pez! No por que nada ni por que se ponga el solal otro Alicia en cadenas fuiste despuésdel subsuelo y del espejo visto a travésAlicia en cadenas persiste como el gritodel vacío dicho: cómeme otra vez

ricardo pohlenzmenester de juglaría

malapata vap

[email protected]

Descargué el tercer golpe sobre la cara de Alicia.-Me estás haciendo perder la paciencia, piba. ¿Cómo se pasa a través del es-

pejo?La chica lloraba; no se limpiaba las lágrimas porque no podía: tenía las manos atadas

detrás de la silla en la que, una hora antes, yo la había sentado.-Por favor, ya le dije que no sé. Simplemente pasé. No sé cómo se hace. Yo me acerqué

al espejo y al instante estaba del otro lado. Me limpié la transpiración de la frente. Esa chica resultó ser más dura de lo que había

pensado. -¿Qué hay exactamente al otro lado del espejo? –le pregunté, reprimiendo mis ganas

de golpearla de manera de!nitiva e irreversible. No me gustan los juegos.-Hay "ores que hablan, y un ajedrez del que puedo ser reina, y una reina de verdad, la

Reina Roja, y el Rey Rojo, y muchas cosas así. Pero por favor, no me pegue más.A ver, las "ores no hablan. Y nadie puede ser reina, caballo o peón en un ajedrez,

porque el ajedrez es un puto juego de mesa. Y los reyes no existen, al menos no en Suda-mérica. Y sin embargo, la piba parecía decirme la verdad. Que atravesó el espejo, que no sabe cómo lo hizo, y que allí se encontró con las "ores, el ajedrez latente, y “muchas cosas así”. Una de dos: o Alicia estaba completamente chi"ada, o había algo que se me estaba escapando.

Respiré hondo, le desaté las manos y le di un vaso con agua.-Tomá agua. Tranquilizate, no te voy a pegar más. Te voy a hacer unas preguntas,

y quiero que las respondas de acuerdo a tus conocimientos y a tu percepción, ¿está bien?

Alicia asintió; cualquier cosa era mejor que golpes, lágrimas y manos atadas.-¿Cuánto es dos más dos? –pregunté.

-Tormenta –contestó.La miré !jo. -¿Decís que dos más dos da como resultado tormenta?Alicia volvió a asentir. La mirada le temblaba; temía otro cachetazo.-¿Qué hay en el fondo del mar? –pregunté.-Algas, peces, y una ciudad de oro. Una vez fui y me nombraron Ciudadana Ilustre.

Todo es oro, todo, menos la comida, que es comida de verdad: alfajores, torta de cho-colate y café con leche.

Volví a mirarla !jo, pero no cuestioné su respuesta.-¿Cómo soy yo? ¿Cómo es mi apariencia? –inquirí. Alicia sintió pánico, no quería responder esa pregunta.-Te prometo que, digas lo que digas, no te voy a pegar. Ahora contestame: ¿cómo soy?Alicia cerró los ojos y contestó.-Usted mide cinco metros de altura, tiene tentáculos (ocho), cuatro colmillos a!la-

dos, de su mirada salen cuchillos ensangrentados, huele a perro muerto, su piel es de color gris y está toda llena de clavos (como la cama de un faquir), su cabellera no es de pelo sino de culebras y su voz es de tormenta, como la suma de dos más dos. ¡Ah! Y tiene cinco pies; uno le sale de la espalda, debajo de las alas desplumadas.

Yo me quedé atónita. Otra vez parecía decir la verdad. Me acerqué al espejo. Al espejo de Alicia. Me paré frente a él, me miré, y comprobé

que seguía siendo lo que fui todo el tiempo: una mujer corriente, de un metro sesenta de altura, ojos normales (sin cuchillos), cabellera normal, olor normal, pies y espalda normales (dos y sin alas, respectivamente), piel blanca, voz normal tirando a grave, pero carente de rayos y truenos.

Puse mi mano izquierda sobre el espejo y nada pasó. Siempre permanecí de este lado. Miré a Alicia, pensé en sus respuestas; volví a mirarme al espejo, y !nalmente enten-dí.

-Podés irte –le dije. Alicia no me obligó a repetirlo; salió corriendo de la habitación y jamás volví a verla.

Alicia en el País de las Maravillas es una historia macabra que suele fascinar más a los adultos que a los niños. Es un cuento denso en locura, lleno de simbolis-mos que rayan en la disolución psicótica. Charles Dogson (alias Lewis Carroll)

era un genio bastante perturbado que logró sumergirnos en un mundo onírico donde lo común es saltar de un extremo al otro, donde la comunicación es casi imposible y donde la existencia misma se encuentra amenazada en todo momento. Los elementos sexuales de la historia son particularmente fuertes: una niña que crece y se empeque-ñece como un falo descontrolado, una !gura materna autoritaria, castrante y asesina, son sólo algunos de los más evidentes e impactantes. Si todo eso se pone en relación con la vida de un hombre confundido entre el servicio a los principios divinos o a los humanos (la indecisión de Dogson para tomar los hábitos de ministro es bastante co-nocida) y que gustaba de fotogra!ar a niñas en poses sensuales, la imagen resultante no es muy agradable. Más allá de la psicosis de su autor, los cuentos de Alicia han ad-quirido vida propia y han trascendido al punto de ser exponentes literarios de nuestra cultura occidental. No es exagerado decir que, en muchos sentidos, la locura de!ne nuestro mundo.

Dentro del caos de Alicia en el País de las Maravillas, hay una !gura que ha destaca-do en la cultura popular, quizás por encima de todas las demás: el Gato de Cheshire. ¿Quién o qué es este animal?, ¿por qué llama tanto nuestra atención?, ¿es a causa de su sonrisa permanente?, ¿será por sus preguntas confusas y extrañas?, ¿el hecho de que es el único capaz de burlarse de la Reina de Corazones y salirse con la suya?

Cheshire es icónico por su astucia. Él es una !gura trickster, alguien que agita jau-las y mueve tapetes, que le juega bromas a la autoridad. La Reina ordena que le cor-ten la cabeza, pero ¿cómo cortársela si no está atada a un cuerpo? Su sonrisa irónica y burlona recuerda la de Merlín, quien también solía reírse ante las actitudes absurdas y obstinadas (sin mencionar trágicas) de la gente. La función principal (constructiva) del trickster siempre ha sido poner en evidencia a los poderes establecidos cuando han llegado a la esterilidad, promover los cambios de orden y actitud, sacar a "ote nuevos potenciales creativos. En el cuento, él parece triunfar: sus actos preceden los de Alicia, quien termina desa!ando a la Reina y a los suyos.

Eso signi!ca que el Gato también es un guía para la niña Alicia. En los cuentos de hadas, los grandes poderes siempre intentan destruir a los niños. Esto puede simboli-zar que desean bloquear la evolución venidera, el futuro potencial representado por el niño. Igualmente, en muchos cuentos de hadas los gatos suelen tener un papel positivo: como representación del instinto y la naturaleza, el gato se vuelve un profeta (sus ojos son imperturbables y puede ver en la oscuridad), un médium, un guía del alma. Como todo buen poeta, Lewis Carroll supo invocar el arquetipo y lo aplicó de manera memo-

rable: Cheshire lo-gra hacer que Alicia se cuestione a sí mis-ma sobre el camino que debe tomar y, más importante todavía, la incita a la acción (“¡Siem-pre llegarás a alguna parte si caminas lo su!ciente!”).

No obstante, si bien en el cuento Cheshire adopta un rol predominantemente constructivo (en realidad, el único en toda la historia), Ca-rroll deja claro que hay que te-ner cuidado con él. Alicia lo trata con respeto ya que, a pesar de su buen carácter, tiene uñas largas y muchos dientes. El trickster también tiene su lado oscuro, que es el caos total, el olvido. El gato, como médium, conoce el bien y el mal, puede construir puen-tes entre ambos; pero quien se mueve entre extremos corre el riesgo de caer en uno. El carácter independiente del gato puede romper ataduras, lo mismo que crear otras a través de su salvajismo. Como Bastet, la antigua diosa-gata egipcia, puede ser fuente de iluminación o convertirse en “la Devoradora”.

El Gato de Cheshire nos fascina, pero no es sorpresa que también nos asuste. Él sin duda nos probó ser el más cuerdo en el País de las Maravillas, precisamente porque fue el único que admitió estar loco. No puede ser contenido: sólo entendido. Y ésa es la parte más difícil de todo el asunto.

¿quién es el gato de Cheshire?kurt lester benze hinojosa

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es un espejogilda manso

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big bang alicegustavo arciniega

Un momento más tarde, Alicia se metía también en la madriguera, sin pararse a considerar cómo se las arreglaría después para salir.

Al principio, la madriguera del conejo se extendía en línea recta como un túnel, y después torció bruscamente hacia abajo, tan bruscamente que Alicia no tuvo siquiera tiempo de pensar en detenerse y se encontró cayendo por lo que parecía un pozo muy

profundo.

ALICE se encuentra cien metros bajo la super!cie terrestre, en la frontera entre Francia y Suiza, entre la comuna de Meyrin en el Cantón de Gine-bra y la comuna de Saint-Genis-Pouilly en el departamento de Ain, ahí se

encuentra A Large Ion Collider Experiment, un experimento que se lleva a cabo desde enero 2009 en uno de los laboratorios de investigación en física de partícu-las más importantes del mundo, el Consejo Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN por sus siglas en francés), centro establecido en 1954 bajo un esfuerzo conjunto de once países del Oeste de Europa. En la actualidad, el CERN cuenta con 20 países a!liados y 28 países más contribuyen con personal cientí!co, un ejemplo de cooperación cientí!ca internacional.

O el pozo era en verdad profundo, o ella caía muy despacio, porque Alicia, mientras descendía, tuvo tiempo sobrado para mirar a su alrededor y para preguntarse qué iba a suceder después. Primero, intentó mirar hacia abajo y ver a dónde iría a parar, pero estaba todo demasiado oscuro para distinguir nada. Después miró hacia las paredes

del pozo y observó que estaban cubiertas de armarios y estantes para libros: aquí y allá vio mapas y cuadros, colgados de clavos.

ALICE es uno de los varios experimentos del famosísimo Gran Colisionador de Hadrones, el experimento del milenio en el área de la física, el país de las ma-ravillas de la ciencia moderna. Los hadrones son partículas mucho más grandes que los electrones; no cualquier tipo de partículas: se trata de iones y protones de plomo (átomos de plomo con exceso o falta de electrones). Para acelerar partículas es necesario utilizar sus propiedades eléctricas y magnéticas. Se utilizan imanes superconductores a una temperatura de -271.3ºC (1.9 grados por encima del cero absoluto); a estas temperaturas los electrones se mueven sin resistencia, se aprove-cha la carga eléctrica de las partículas para acelerarlas durante 20 minutos, hacién-dolas circular por el túnel hasta que alcanzan una velocidad cercana a la velocidad de la luz, cada protón da más de 11,000 vueltas al túnel por segundo.

-¡De buena me he librado! -dijo Alicia, bastante asustada por aquel cambio inespe-rado, pero muy contenta de verse sana y salva-. ¡Y ahora al jardín!

Y echó a correr hacia la puertecilla. Pero, ¡ay!, la puertecita volvía a estar cerrada y la llave de oro seguía como antes sobre la mesa de cristal. «¡Las cosas están peor que

nunca!», pensó la pobre Alicia. «¡Porque nunca había sido tan pequeña como ahora, nunca! ¡Y declaro que la situación se está poniendo imposible!»

En el experimento ALICE el choque de partículas lleva tanta energía que las

partículas se “rompen” y el país de las maravillas se materializa. En lugar de som-brereros y conejos blancos, una pléyade de partículas nuevas aparece y se aniquila. Los postulados de varias teorías físicas pueden ser respondidos o, por lo menos, obtener nuevas pistas. Inquietudes de la física como la materia oscura (que algu-nos cientí!cos creen que permea el universo); la existencia de otras dimensiones de acuerdo con la Teoría de Cuerdas; o la validez del bosón de Higgs tan importan-te en el modelo de partículas que tenemos actualmente; u otras pistas aportando argumentos en aquellas teorías supersimétricas esperando ser resueltas, al menos en parte, por este gran experimento.

-¿Qué te parece la Reina? -dijo el Gato en voz baja.-No me gusta nada -dijo Alicia. Es tan exagerada... -En este momento, Alicia

advirtió que la Reina estaba justo detrás de ella, escuchando lo que decía, de modo que siguió--: ...tan exageradamente dada a ganar, que no merece la pena terminar la

partida.La Reina sonrió y reanudó su camino.

Con ALICE se intenta dar respuesta a una de las preguntas relacionadas con aquellos momentos en nuestro universo muy cercanos al Big Bang. Cercanos a un estado de la materia conocido como el plasma de quarks y gluones (los quarks son partículas más pequeñas que los protones y neutrones y que, de hecho, los confor-man, en una combinación de tres tipos; los gluones, por otro lado, son los respon-sables de mantener pegados a esos quarks, para que formen protones, neutrones y otras clase de partículas).

Por último, imaginó cómo sería, en el futuro, esta pequeña hermana suya, cómo sería Alicia cuando se convirtiera en una mujer. Y pensó que Alicia conservaría, a lo

largo de los años, el mismo corazón sencillo y entusiasta de su niñez, y que reuniría a su alrededor a otros chiquillos, y haría brillar los ojos de los pequeños al contarles un cuento extraño, quizás este mismo sueño del País de las Maravillas que había tenido años atrás; y que Alicia sentiría las pequeñas tristezas y se alegraría con los ingenuos

goces de los chiquillos, recordando su propia infancia y los felices días del verano.

Más de mil cientí!cos, provenientes de 94 instituciones diferentes repartidas en 28 países del mundo, participan en este proyecto. Esto incluye a personal del Instituto de Ciencias Nucleares y del Instituto de Física de la Universidad Nacio-nal Autónoma de México; investigadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados de México y Mérida; de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla…

Las preguntas constantes de ALICE y las respuestas que obtiene, son recopila-das y analizadas en parte por cientí!cos de México. La importancia de ello radica en que la ciencia mexicana es parte de este esfuerzo por comprender el país de las maravillas. No perdamos de vista las sorpresas que la ciencia nos tiene prometidas, no dejemos que esta prisa cotidiana decapite el interés por comprender un poco más éste universo.

tripulaciónricardo esquer / poeta y ensayista. Su libro más reciente: Cabellos de un

astro muerto.

adriana sing / poeta y cantante de blues.

Nadir Chacín / antropóloga y editora, su cuento “La cadena (evolutiva) de los hechos” está

incluido en Antología mínima del orgasmo (Ediciones Intempestivas,

2009). Su blog: creadopormi.blogspot.com

angélica santa olaya / poeta y cuentista. Por su trabajo ha

obtenido diversos premios. Su blog: alicialanecia.blogspot.com

agustín fest / Escritor de variedades. Un texto suyo está incluido en la

antología Diarios del mundo. Su blog: arbol.milnombres.net/wp/

ricardo pohlenz / poeta y escritor, colabora como

crítico en diversas revistas internacionales y el blog de Letras

Libres, es la voz cantante de Los Ositos Arrítmicos de Lemuria.

kurt lester benze hinojosa / licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Se dedica a la docencia y a la

investigación en humanidades. Su blog: cazandoelefantes.wordpress.

com

gilda manso (Buenos Aires, Argentina) / escritora y periodista.

Sus cuentos han aparecido en diversos medios impresos y digitales. Con “Relincha el cielo” ganó el VIII

Premio de Relato mínimo Diomedea (España, 2009).

gustavo arciniega /maestro en Física Teórica por la

Facultad de Ciencias de la UNAM, actualmente cursa el Doctorado

de la misma disciplina en la misma Universidad.

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¿Los envidias por sus huidas en elevador? ¿Por sus agendas con exterior en piel e interior de arena? ¿Anhelas ser parte de ese péndulo que los lleva a vivir su vida del trabajo a la casa, de la casa al trabajo, en un ritmo incesante e inclemente? ¿O tal vez sueñas con esas estampas familiares de familia ideal con un perro grande, camioneta y auto deportivo? Eso no es un peca-do, Alicia. Eso es, por sí solo, una penitencia.

Todos en el Centro aspiran la vida ajena. Es la forma perfecta de dejar la propia atrás y olvidarte de sus problemas y compli-caciones. Las ancianas deciden ser camioneras de la ruta 15, las chicas de secundaria quieren ser como el mendigo que toca la guitarra en la entrada de las zapaterías. Yo preferiría ser el acor-deonista que inunda de valses las oficinas burocráticas, con tal descaro, que arranca los suspiros de más de un funcionario a la hora del almuerzo.

Tu esfuerzo ha fracasado Alicia. El cielo seguirá esperando por ti en algún lugar de tus silencios. No habrá salida que te lle-ve a pagar tus culpas en algún modelo de purgatorio, en alguna maqueta similar al infierno. La gloria seguirá anhelante de tus sueños, de tus poemas, segura de que tarde o temprano llega-rás a gozar tu merecida recompensa. Y estaré allí esperándote, en mi mano un libro lleno de tus versos, que fui recogiendo de las plazas y los parques, debajo de los cestos de basura, debajo de tu almohada cuando los dejabas allí esperando amanecer y encontrar un pecado a cambio.

2 3Beto Gtz.

A r iad na Gallardo

A r iad na Gallardo

5C a r l o s Vázquez

6Beto Gtz.

7aBeto Gtz.

7bCheco

4ilustraciones

portada:oswaldo adrián

galería: lajornadaag uascal ientes.com.m x/guardagujas