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Proceedings del XXIV Encuentro Nacional de Facultades de Administración y Economía ENEFA Proceedings - Vol. 1, Año 2008 ASFAE 14 1. ECONOMIA APLICADA PAPER Nº1 I. Evolución y Reforma del Estado en Chile: El Estado como Modelo Institucional Galo López Zuñiga Académico Universidad de Valparaíso Universidad de Valparaíso Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas Carrera de Negocios Internacionales Centro de Investigación de Mercados Internacionales (CIMI) 1. Introducción La historia de nuestro país ha quedado determinada por la evolución que ha tenido el Estado como institución política, social y económica, la cual ha moldeado y modelado nuestra cultura como nación. Así, el Estado no sólo ha jugado el papel de ser el factor ordenador del país, si no que también ha sido su referente e impulsor político, social y económico. En ese contexto, el trabajo describe la evolución del Estado haciendo un paralelo entre esta institución y las vicisitudes coyunturales de nuestra historia, deteniéndose en las bases neoliberales y subsidiarias, que le dan sustentación desde el régimen militar a la fecha. Por ello, y ya que hoy está en el centro del debate nacional la reforma del Estado, con sus evidentes impactos políticos, sociales y económicos, este trabajo apunta al análisis del modelo

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Proceedings del XXIV Encuentro Nacional de Facultades de Administración y Economía ENEFA Proceedings - Vol. 1, Año 2008

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1.

ECONOMIA APLICADA

PAPER Nº1

I. Evolución y Reforma del Estado en Chile: El Estado como Modelo

Institucional

Galo López Zuñiga

Académico Universidad de Valparaíso

Universidad de Valparaíso

Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas

Carrera de Negocios Internacionales

Centro de Investigación de Mercados Internacionales (CIMI)

1. Introducción

La historia de nuestro país ha quedado determinada por la evolución que ha tenido el Estado

como institución política, social y económica, la cual ha moldeado y modelado nuestra cultura

como nación. Así, el Estado no sólo ha jugado el papel de ser el factor ordenador del país, si no que

también ha sido su referente e impulsor político, social y económico.

En ese contexto, el trabajo describe la evolución del Estado haciendo un paralelo entre esta

institución y las vicisitudes coyunturales de nuestra historia, deteniéndose en las bases neoliberales

y subsidiarias, que le dan sustentación desde el régimen militar a la fecha.

Por ello, y ya que hoy está en el centro del debate nacional la reforma del Estado, con sus

evidentes impactos políticos, sociales y económicos, este trabajo apunta al análisis del modelo

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neoliberal y subsidiario de él; por cuanto, estas bases doctrinarias son la matriz que le han dado

forma y lógica a sus estructuras, funciones y fines.

2. Esquema General de Análisis

La historia de nuestro país ha estado determinada por el rol y la evolución que ha tenido el

Estado como institución política, social y económica. En efecto, el Estado no sólo ha jugado el

papel de ser el factor ordenador de nuestra república, si no que también ha sido el referente político

y republicano que ha modelado nuestra forma de ser, de actuar y nuestra convivencia. Es por ello

que para analizar a la sociedad chilena y su evolución, es necesario mirar los procesos desde la

perspectiva del Estado en cada momento de nuestro acontecer histórico. Situación que por cierto

hoy es altamente recomendable, dado los importantes cambios que está experimentando el ethos de

nuestra convivencia interna y la forma cómo nos estamos vinculando como individuos,

organizaciones e instituciones al mundo global y sus crisis.

Frente a ello, este trabajo busca: 1) evidenciar la importancia que ha tenido el Estado en la

formación de la nación, en su consolidación como república y en su proyección internacional; 2)

establecer las limitaciones e insuficiencias que tiene la actual matriz neoliberal, privatista y

subsidiaria del Estado; en donde la economía se ha privilegiado por sobre la Política como custodia

del Bien Común, y lo privado por sobre lo público; y 3) señalar la urgente necesidad de establecer

nuevos consensos políticos y económicos que rescaten el valor de lo privado y lo público, como dos

bienes que se complementan en la exaltación y custodia de la libertad y la seguridad de las personas

y del sistema social.

Para ello, se hace un breve recorrido analítico siguiendo algunos hitos de nuestra historia

republicana, como testimonios constituyentes de un proceso histórico de formación institucional,

destacando con ello algunos hechos característicos que se han venido cristalizando en la noción de

Estado en Chile. Con estas líneas arguméntales se elaboran algunas ideas respecto de los objetivos

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ya señaladas, acogiendo el sentido de que el Estado en Chile ha sido un factor gravitante en el

surgimiento de nuestra república, nacionalidad, cultura y valores; por lo que ahora debe enfrentar el

desafío de exaltar los valores ciudadanos que armonicen con el modelo neoliberal, privatista y

subsidiario que ha hegemonizado los procesos sociales, económicos y políticos en las últimas tres

décadas.

Pero, aún los logros de nuestro Estado, no se postula su realización plena y definitiva; ha sido

en cambio un factor conductor que ha guiado el acontecer de la historia para avanzar según las

exigencias y realidades de cada momento; enfrentando en esta época los síntomas de una crisis de

adaptación a un mundo más complejo, que le hace más difícil modelar el fluido de nuestra historia,

frente a la dinámica de una realidad que se ha tornado más exigente y más competitiva; que se

anticipa e impone.

En efecto, el Estado en Chile ha sido la columna vertebral que ha soportado los

acontecimientos, demandas y realidades históricas, asumiendo por largos periodos un protagonismo

para enfrentar diversos desafíos; como lo fueron las exigencias militares, económicas, políticas,

geográficas, sociales, climáticas, geológicas y culturales que han ido formando el carácter nacional.

Al respecto, nuestro país, con realidades tan diversas, pudiera haber generado fragmentaciones

políticas y administrativas de diverso orden; sin embargo, el Estado ha generado una matriz

unitaria, un sentido de unidad que ha venido dando a todo el territorio de la República desde sus

comienzos.

Así, Chile cuenta con redes de comunicaciones terrestres, aéreas y marítimas que han permitido

unir al país aún sus dificultades (climáticas, geográficas y telúricas), en donde el Estado ha jugado

un rol esencial; sea en materias de obras públicas, educación y habitación; en el fomento de la

agricultura, la minería y la industria; etc.- Así, ha sido pionero en materias ferroviarias cuando este

medio de comunicación y transporte era un sueño en otros lugares del planeta; construyó una red

caminera desde las desérticas tierras del extremo norte, hasta las frías zonas del sur, atravesando

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ríos, quebradas y bosques; desarrolló una infraestructura energética con capacidad y experiencia

para atender las demandas del progreso; desarrolló el área de las telecomunicaciones, acercando

distancias y uniendo al país con el resto del mundo; y -como respaldo de todo ello- mejoró el nivel

de la educación para acumular un stock cultural y de conocimientos que respondiera a las demandas

de un país que atraviesa la construcción de su propia historia.

Y por su parte, para que entrar en detalles de naturaleza militar, en donde el carácter nacional

ha forjado una forma que ha sido la resultante de una historia de conflictos bélicos. En efecto,

durante el primer siglo de la vida republicana el país debió enfrentar variados hechos de esta

naturaleza, creando modelos y mitos que enaltecen un sentimiento de gloria que ha llevado a la

exaltación de sus héroes. Luego, en lo que respecta a las décadas siguientes, los valores de la unidad

territorial y la defensa de la soberanía, ha llevado a las instituciones castrenses a marcar la presencia

del Estado chileno hacia los extremos del país y a jugar un rol de vital importancia como fuerza

disuasiva frente a potenciales adversarios externos.

En síntesis, por las razones que se pueden deducir de estas aseveraciones, el presente trabajo

busca establecer y evidenciar el alto valor del Estado chileno y sus logros como institución

formadora del carácter nacional y el medio que ha servido de canal para conducir los procesos de

nuestra historia. Realidad que en estos días enfrenta los desafíos del cambio y la adaptación al

mundo global: de mayor eficiencia y transparencia, de facilitación y coordinación, de integración

nacional, de movilidad e inclusión social, de seguridad internacional, etc.- Es decir, el país necesita

de una modelación institucional que -frente hegemonía neoliberal, privatista y subsidiaria- que ha

primado en los últimos 35 años, restablezca el valor del Estado como institución histórica que

permita la convergencia y colaboración entre lo público y lo privado.

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3. El Rol del Estado en Diversas Etapas de la Historia Republicana

Creemos que cualquier opinión respecto del Estado chileno no puede desconocer que éste ha

sido el marco de fondo que ha permitido el desarrollo de nuestra historia republicana. Así, aunque el

Estado en Chile -al igual que en ninguna parte del mundo no ha logrado una cristalización

definitiva, concluyente y última- sí ha permitido la construcción institucional y el desenvolvimiento

de los hechos que han dado continuidad a los procesos históricos del país. Al respecto, se sostiene

que el Estado se ha desarrollado y concebido en una doble dimensión; por una parte, ha sido un

proyecto siempre en realización, es decir, objeto de perfecciones o ajustes institucionales según las

realidades de cada época, y por la otra, motor gestor de diversas y vitales iniciativas para hacer

efectivas múltiples realizaciones concretas.

En el sentido descrito, el Estado chileno ha experimentado cambios de enfoque según las

circunstancias vividas por el país a lo largo de su historia, asumiendo diversos roles que

describiremos a continuación1

3.1. Rol de Estado Liberal

:

Agrupa al periodo comprendido entre 1818 y 1925, subdividido en una primera subetapa que

va hasta 1886. Periodo éste en que el naciente Estado republicano se ocupa de las funciones clásicas

del sistema liberal, buscando concretar aquellas labores relacionadas con su propia subsistencia y

que permitieran el orden de la nueva república2

1 “Cambios Institucionales del Sector Público, Frente a los Distintos Roles del Estado Chileno”, M. Cristina Anwandter H.; Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de La Universidad de Chile (1976)

; a saber: defensa nacional, relaciones exteriores,

orden público interno y la administración de los fondos públicos para financiar estas funciones

tradicionales. Por otra parte, en lo que respecta a la estructura para cumplir estas responsabilidades -

consecuentes con los dictados de esta filosofía liberal clásica- el gobierno está formado por los

Ministerios de Gobierno o Interior, Guerra, Hacienda y Justicia; más algunos servicios dependientes

2 “Si Portales hizo aflorar al campo de la vida política el anhelo de orden del inconciente chileno, tocó a Mariano Egaña y a Andrés Bello elaborar los instrumentos jurídicos de ese inspiración” J. Eyzaguirre; Fisonomía Histórica de Chile; Editorial Universitaria; 10ma. Edición, año 1985; página 121.-

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de éstos como por ejemplo, Correos, Aduana, Tesorería, Contaduría, Corte de Cuentas, etc. Siendo

las excepciones la creación de los Ferrocarriles del Estado y la Universidad de Chile.

Prueba de este enfoque y voluntad orgánica, es la contratación del especialista internacional, el

asesor francés Courceille Seneuil (1850), quien se abocó a la organización del aparato público

según los lineamientos que emanaban de las ideas liberales que habían tomado auge en Europa y

Estados Unidos.

Durante esta primera etapa, el Estado chileno tiene una estructura simple y con un sentido

ordenador, influido de manera importante por las ideas portalianas de un gobierno fuerte y

preventivo que de garantías al funcionamiento de las voluntades particulares que serán las fuerzas

modernizadoras para el beneficio de toda la nación.

Luego, en la segunda etapa de este rol liberal del Estado (1887 a 1925), éste comienza a

experimentar algunos cambios a las ideas del Laissez Faire imperante, en lo que podríamos llamar

transición hacia el rol Benefactor; asumiendo algunas funciones intervencionistas que se derivan de

las presiones sociales que ya comienzan a hacerse sentir en el mundo, en particular en Europa3. Es

durante la presidencia de Don José Manuel Balmaceda en donde estos cambios comienzan a

gestarse. El país vive un importante auge económico producto de las riquezas que provienen del

salitre y goza de un gran prestigio internacional que le permite obtener créditos desde Europa, todo

lo cual está presupuestado para financiar los importantes programas de modernización e inversión

pública4

Es en esta segunda etapa del rol liberal del Estado, donde se producen diversas

reorganizaciones del aparato estatal; como por ejemplo, en Correos y Telégrafos, y el Servicio de

Ferrocarriles del Estado; se crean las Cajas Nacional de Ahorros, de Crédito Salitrero, de Crédito

Prendario; y en materias previsionales la Caja de Ahorros de Empleados Públicos y la Caja de

.

3 Ver “Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile”; J. Eyzaguirre; 6ta. Edición, año 1984; 177 a 183 (La Estructura Social) 4 “Historia de Chile”; Alejandro Concha C. y Julio Maltés C.; Editorial Biográfica Internacional; Página 386.-

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Retiro de Ferrocarriles del Estado. También se crean, la Oficina Central de Estadísticas, el Consejo

Superior de Habitaciones para Obreros y el Instituto de Higiene, entre otros servicios públicos;

destacándose los Ministerios de Justicia e Instrucción Pública, de Industrias y de Obras Públicas.

Con todas estas nuevas estructuras, el Estado, aunque mantiene una motivación liberal de fondo, va

asumiendo los cambios que están presionando sobre su institucionalidad y dando pasos

consecuentes con las realidades de su época.

3.2. Rol de Estado Intervencionista

Esta concepción del Estado la podemos ubicar entre los años 1925 y 19385

Estas nuevas realidades motivan la intervención del Estado en diversos ámbitos de la vida

nacional, efectuando funciones regulatorias de la economía, tanto en los temas cambiario,

monetario y de comercio exterior; como en cuanto a la Legislación Social; y un rol de fomento

productivo e industrial, mediante políticas de orden crediticio y de asistencia técnica al pequeño

sector privado nacional y reemplazando la disminuida inversión de capitales extranjeros.

, época en donde el

mundo y Chile están viviendo las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, la caída del salitre

como fuente de riqueza y se comienza a sufrir los hechos que se derivarán de la crisis económica

que afectó a todos los países desde comienzos de la década de 1930 (y particularmente en Chile).

Ante ello, Chile experimentó una brusca disminución de su comercio internacional y la paralización

de los créditos e inversiones que provenían del exterior; a lo cual se sumaban las presiones sociales

que comienzan a tomar forma organizada producto de la masificación de la actividad política.

Destaca en esta época la asesoría que el Gobierno de entonces contrata a la "Misión Kemmerer

(1925), que amplió la esfera institucional y la acción del Estado”6

5 Ver “Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile”; J. Eyzaguirre; 6ta. Edición, año 1984; 191 a 206 (Quinta Parte, sobre El Reajuste de las Estructuras Políticas y Sociales 1920 - 1938)

. A modo de ejemplo, se señalan

las organizaciones creadas durante esta época:

6 M. Cristina Anwandter H.; Op. Cit. Pág. 5

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- Instituciones para el Ejercicio de un Rol Regulador: Banco Central de Chile;

Superintendencia de Bancos, de Sociedades Anónimas, de Seguridad Social, y de

Educación; Servicio de Impuestos Internos; Dirección General de Sanidad; Comisariato de

Precios; Etc.

- Instituciones para el Ejercicio de un Rol de Fomento y Control: Caja de Crédito Minero, de

Crédito Agrario, de Habitación Popular, de Colonización Agrícola, de Previsión de

Empleados Públicos y Municipales, del Seguro Obrero y el Instituto de Crédito Industrial;

Dirección de Obras Públicas y la Línea Aérea Nacional; Los Ministerios del Trabajo, de

Agricultura, de Tierras y Colonización y el de Salubridad; La Contraloría General de la

República, la Dirección General de Asistencia Social y el Conservador del Registro

Electoral; Etc.

Mediante estas nacientes instituciones, el Estado chileno va a asumir los nuevos desafíos que se

derivan de los vacíos internos que se producen dentro del orden institucional, producto de las

condicionantes que ponen las crisis internacionales por las que pasan las economías del mundo y

que el país va a sufrir, a no mediar los importantes cambios estructurales que debió experimentar la

organización pública del país.

3.3. Rol de Estado Productor:

Este rol lo encontramos entre los años 1940 y 1960, periodo que comienza con un nuevo conflicto

bélico mundial que deja al país sin abastecimiento de los mercados proveedores de bienes de capital

y otros recursos también esenciales para las aspiraciones de progreso. Todo lo cual, induce una

labor de sustitución de importaciones mediante un proceso de industrialización interna, como

estrategia de "crecimiento hacia adentro".

Sin embargo, en forma independiente de los hechos que acontecen en un mundo en guerra,

también en este periodo se está gestando un cambio aún más profundo en la concepción del Estado

en Chile y quizás si el segundo gran salto que éste da en todo lo corrido de su vida republicana;

pues el rol productor de éste se inserta en una realidad distinta, una realidad que corresponde a la

evolución que experimenta el estado Liberal Burgués. Es el nacimiento de un Estado Social de

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Derecho, de masificación de la política y de los partidos, en donde ya se han difundido los

sentimientos democratizadores hacia los distintos sectores ciudadanos (al respecto, cabe destacar

que entre las elecciones municipales de 1935 y 1963 la masa electoral aumentó en un 679%

aproximadamente)7

Es en esta nueva concepción del Estado en donde se van a cimentar dos nuevos conceptos

fundacionales: el primero, la idea de lo que se puede denominar "procura existencial", que busca

cristalizarse en el desarrollo de un conjunto o plataforma de servicios básicos, mediante un Estado

gestor de ellas que garantice el acceso a un nivel de prestaciones esenciales para la comunidad. Y el

segundo, el desarrollo de la concepción de "hogar público", entendido éste como: “el agente para la

satisfacción de las necesidades y aspiraciones públicas, en contraposición de las aspiraciones

privadas. Es el escenario para el registro de las fuerzas políticas de la sociedad”

.

8

Este enfoque evolucionista del Estado Liberal Burgués, pone énfasis en un radical cambio de la

historia, pues, es al sistema público al que le correspondería responder a las nuevas demandas que

operan sobre el sistema político y económico (en particular en nuestras realidades donde además

existe un vacío orgánico por parte del sector privado). Estos hechos conllevan hacia la

transformación estructural de la sociedad, como situaciones que se derivan también de los

. Se trata de un

espacio colectivo tendiente a la satisfacción de las necesidades y aspiraciones por parte de aquellos

que no tienen acceso a los beneficios que provienen de la limitada oferta privada. Todo ello, en el

contexto del surgimiento de nuevas fuerzas políticas al interior de nuestra sociedad. Ideas influidas

por una nueva ética pública que pretende lograr mejores y mayores niveles de equidad social en un

mundo de fuertes desigualdades y carencias.

7 “Historia Electoral de Chile 1925 – 1973”; Ricardo Cruz – Coke; Editoria Jurídica de Chile; 1984; pág. 38.- 8 “Las Contradicciones Culturales del Capitalismo”; Daniel Bell; Capítulo 6; Editorial Alianza Universidad;

Madrid; 1980; pág. 209.- Citado en cuaderno del Instituto de Ciencia Política; “Las Empresas Públicas en el Sistema Político Chileno”; de Fernando Musso C.; Pontificia Universidad Católica de Chile; N° 30; 1985; pág. 7.-

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imperativos que emanan de la expansión de la noción de democracia, participación y bienestar. En

otras palabras, lo que en un comienzo nació como requerimiento de prestaciones esenciales, ha

crecido hasta llevar al Estado a garantizar -mediante su gestión- el abastecimiento de servicios

vitales, como plataforma de prestaciones básicas para el país y su gente.

De acuerdo con este enfoque, el Estado para alcanzar la paz social y mayores niveles de

progreso y equidad, debe desarrollar una gama de servicios que le permita el acceso a ellos a los

diversos sectores de la sociedad, los que además sirven de infraestructura para el sistema

económico, en particular para apoyar el desarrollo industrial que se pretende. Estos cambios traen

consigo la generación de diversos organismos de naturaleza "autónoma" y demás Empresas

Públicas, todas entidades de naturaleza descentralizadas que el Estado crea para atender las nuevas

responsabilidades que asume, las que se abocan al desarrollo de diversos sectores; por Ejemplo:

energético, minero, sanitario, habitacional, previsional, educacional, etc.

Según esta concepción -también llamada de Estado Providencia o Estado Benefactor- se

crearon diversos organismos públicos, a saber: la Corporación de Fomento de la Producción

(CORFO), la Empresa Nacional de Petróleo (ENAP), la Empresa Nacional de Electricidad

(ENDESA), la Empresa de Transportes Colectivos del Estado (ETC), la Compañía de Aceros del

Pacífico (CAP), la Empresa Nacional de Minería (ENAMI), la Industria Azucarera Nacional

(IANSA), la Empresa Portuaria de Chile (EMPORCHI), la Empresa Marítima del Estado

(EMPREMAR), el Servicio Médico Nacional de Empleados (SERMENA), la Universidad Técnica

del Estado (UTE), el Servicio Agrícola Mecanizado (SEAM), el Banco del Estado, la Corporación

de la Vivienda (CORVI), la Sociedad Constructora de Establecimientos Hospitalarios, la Empresa

de Comercio Agrícola (ECA), la Corporación para la Reforma Agraria (CORA), etc. Por su parte,

en lo que respecta a la estructura ministerial, el Estado crea los Ministerios de Economía y

Comercio y el de Minería.

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Todas estas entidades son muestra del nuevo rol que el Estado ha asumido a partir de la década

de los cuarenta, época desde la cual comienza a intervenir en forma directa en la economía

mediante la producción de diversos bienes y servicios, e influido por el marco teórico que surge del

Estado Benefactor9

3.4. Rol de Estado de Economía Mixta

. Todo lo cual, le lleva a desempeñar estas nuevas funciones que se imponen por

las aspiraciones de progreso y por las nuevas demandas que experimenta el sistema político, frente

al vacío de un sector privado sin posibilidades ni interés por asumir mayores liderazgos en esa

época.

Entre los años 1960 y 1970, el Estado experimenta un leve cambio en las líneas matrices que

surgieron en la etapa anterior, comenzando a desarrollar una nueva área productiva mediante

asociaciones con el capital privado, dando origen al llamado sector mixto de la economía.

Las causas básicas que dieron origen a este nuevo rol pueden ser entendidas como: 1)

Insuficiencia del sector privado para la constitución de las empresas; 2) Necesidad de las empresas

de aumentar su capital social; 3) Insolvencia de las empresas financiadas por vía del crédito público,

que se transforma en aumentos de capital; 4) Alianzas estratégicas de empresas privadas para

asegurarse mercados; 5) El carácter estratégico del giro de las empresas o de seguridad nacional.

Todo lo cual, motiva al Estado a intervenirlas patrimonialmente; comenzando a surgir nuevas

entidades hacia las cuales concurren capitales públicos y privados; en particular en el sector minero,

forestal y pesquero, a saber:

- En el Sector Minero: La Sociedad Minera El Teniente, la Compañía Minera Andina, la

Compañía Minera La Exótica, la Compañía del Cobre Chuquicamata, etc.

9 Concepto de Estado fuertemente influido por el pensamiento del economista Inglés John Maynard Keynes

(1883 -1946), cuyas ideas tuvieron un fuerte impacto en las teorías económicas y políticas modernas, por su aliento al intervencionismo estatal, destinado a mitigar los efectos adversos de los periodos recesivos y de las fluctuaciones o Crisis cíclicas de la actividad económica, como las que afectaron a la economía mundial en la primera mita del siglo XX.

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- En el Sector Pesquero: La Empresa Pesquera Tarapacá, la Sociedad Guanaye, la pesquera

Iquique, etc.

- En el Sector Forestal: Empresa Laminadora de Maderas, Maderas y Sintéticos (MASISA),

Forestación Nacional, Industria Celulosa Arauco, Celulosa Constitución, Industria Forestal

(INFORSA), etc.

3.5. Rol de Estado de Transición al Socialismo

Comprende al intento socialista desarrollado entre los años 1970 y 1973 por la alianza política

de izquierda denominada "Unidad Popular". No obstante el nivel de adhesión con que asume este

conglomerado político (sólo 36,6%), se inicia un programa de crecimiento del aparato público para

transitar hacia un Estado de tipo socialista. Ello, conlleva transformaciones radicales que no cuentan

con el apoyo de las mayorías nacionales y que deriva hacia la polarización de todos los actores

políticos del país; produciéndose una de las más profundas crisis en el ordenamiento institucional en

toda la historia de la república.

Sin embargo, para los fines de este trabajo es importante destacar que aunque se trata de una

época de gran agitación social (en donde –recordemos- los modelos revolucionarios que se

desarrollan en todo el mundo postulan la conquista del poder por la vía de estrategias extra

sistémicas), en Chile estos sectores utilizan una alternativa de cambio empleando la

institucionalidad que el Estado ha creado para el ejercicio del poder y para gestionar sus procesos

históricos. Esta forma -a nuestro entender- gráfica la importancia que el Estado ha tenido en nuestro

país como agente legitimador de la acción pública, ya que, la Unidad Popular se vale de la

institucionalidad vigente para intentar introducir las reformas que postula su programa y envuelven

en este "velo” legitimador sus finalidades; las que en definitiva pretenden alterar la continuidad

histórica, anteponiendo una infraestructura ideológica que no es consecuente con la evolución de las

ideas republicanas, que el Estado ha experimentado desde su surgimiento.

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Así, durante esa época el Estado chileno sirve de instrumento legitimador de una ideología que

postula la superación del Estado; pero que derivó en un crecimiento hipertrofiado e inorgánico de

toda la estructura pública de su Administración.

3.6. Rol de Estado de Economía Social de Mercado (Para este trabajo, Rol de Estado

Neoliberal, Privatista y Subsidiario)

En el fondo y más allá de los distintos roles que identificamos en el Estado desde la

independencia a la fecha, el 11 de septiembre de 1973 trajo lo que podríamos identificar como la

tercera gran revolución del Estado chileno. Primero el liberalismo que comienza a cristalizarse con

el pensamiento portaliano; luego el Estado Social de Derecho que adquiere forma más definitiva a

partir de la década del cuarenta del siglo XX; y por último, la consolidación de la ideología

neoliberal que asume una forma definitiva desde la década de los ochenta del siglo pasado. Para la

consolidación de esta tercera gran etapa, hay ciertos hechos de vital importancia que el gobierno

militar respalda e impulsa:

Lo primero -y quizás lo más significativo de todos por cuanto es la vertiente doctrinaria del

sistema- es el surgimiento del PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD, que asigna al Estado un rol

más activo o protagónico sólo cuando los individuos y demás grupos intermedios no pueden asumir

las funciones esenciales que el país, el bienestar y progreso de las personas requieren. Por el

contrario, son los agentes privados los legítimos actores para gestionar los diversos procesos que en

su interior se necesitan. Ello -por cuanto- se le concibe al hombre y los grupos que él es capaz de

crear libremente como entidades anteriores –y por lo tanto- superiores al Estado, los cuales deben

ser respetados, respaldados y protegidos como creaciones "naturales”. Ahí es donde este principio

sincroniza con las ideas neoliberales, el cual relega al Estado –por una parte- al plano de garante de

esta valoración subsidiaria y –por otra- de agente modelador de un sistema económico y político de

naturaleza privatista. Modelo de Estado que concibe a la sociedad como un conjunto o sistemas de

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mercados, en donde los privados pueden encontrar oportunidades para alinear sus intereses

particulares con las necesidades colectivas del cuerpo social.

En segundo lugar –y derivado de ello- otro hecho significativo lo constituyen los profundos

cambios que se introducen en el ordenamiento económico del país. Por un lado, la liberalización de

la economía, dando los espacios necesarios para crear diversos mercados, tanto en los sectores

tradicionales como en los que el Estado fue configurando orgánicamente, como por ejemplo: salud,

previsión, educación, energía y servicios básicos; entre otros. Por otra parte, también las

transformaciones estructurales destinadas a fortalecer las ventajas competitivas y comparativas del

país frente a los productores extranjeros, lo cual implica beneficiar los conceptos derivados de la

eficiencia económica, necesaria para competir en los mercados globales. Hechos que permitieron el

surgimiento de un moderno sector exportador, entre otros. Así también, la privatización de los

sectores productivos que el Estado gestionaba, mediante el traspaso de su patrimonio a un creciente

sector privado que se consolidaba. Y por último, los equilibrios macroeconómicos que ordenaron

las cuentas públicas, el control de la inflación, del gasto fiscal y de la oferta monetaria, por medio

de un Banco Central autónomo; entre otras.

Todos estos cambios requirieron de importantes transformaciones de orden político

institucional, que el gobierno militar dio forma en la Constitución de 1980. Hechos que se impulsan

desde el Estado y que son consecuentes con las nuevas realidades que se impondrán en el mundo.

Todo lo cual, ha dado forma a una profunda revolución institucional y cultural del país; hecho que a

nuestro entender demuestra -una vez más- la cualidad fundamental del Estado como institución

fundacional de nuestra vida republicana, habiendo sido, siendo y seguir siendo el vehículo natural

de nuestra historia.

En las formas señaladas, el Estado en Chile ha sido la vanguardia de los procesos de cambio

que ha experimentado el país; ya que, toda nuestra historia republicana ha estado marcada y

modelada institucionalmente por éste, siendo la institución que ha legalizado y legitimado nuestras

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formas de convivencia y proyectos sociales, políticos y económicos. Así, a diferencia de otros

países –Estados Unidos por ejemplo, en donde el Estado llegó luego de los privados para dar

ordenamiento a lo que éstos habían creado- en Chile el Estado ha sido el precursor que ha

establecido nuestra soberanía y ha sido la plataforma que los actores políticos han pretendido para

defender o impulsar sus proyectos políticos; así como también, ha sido el marco institucional para el

desarrollo de la iniciativa privada. Es decir, el Estado ha sido y es el común denominador que ha

asumido la titularidad y el protagonismo de nuestra evolución histórica.

4. El Modelo Actual de Estado en Chile y la Necesidad de Cambios

Así -aún lo dicho- si nos preguntamos ¿Qué es el Estado?; ¿Cuál es su rol?, tendríamos que

reconocer lo difíciles de responder aquello; pues, no se trata de reducir el Estado a la simple

personificación jurídica de la nación, y establecer con ello sólo la forma orgánica que asume algún

cuerpo colectivo en particular. Se trata de conceptualizar la esencia de una de las instituciones

fundamentales que la humanidad se ha dado para organizarse políticamente, y -dentro de ello-

generar los espacios para la vida y la convivencia humana. Hecho particularmente complejo en la

idea del Estado Moderno, que pretende establecer un cuerpo institucional que organice el sistema

político (el Estado de Derecho); garantice la libertad individual y los derechos humanos; promueva

la igualdad de oportunidades y no se transforme en un moderno o post moderno despotismo.

Para ello –y dentro de la Teoría del Estado- han surgido definiciones y conceptos que, tratando

de darle organicidad y funcionalidad a esta institución política, no están exentas de cargas

ideológicas determinadas por la coyuntura y los intereses. Así ha acontecido con el Estado Moderno

desde sus orígenes, el cual ha sido objeto de adjetivaciones como por ejemplo; Estado: Liberal,

Providencia, de Economía Mixta, Regulador, Docente, Ciudadano, Empresario, Subsidiario, Laico,

etc.- Todas ellas, buscando darle un sentido funcional a determinadas realidades, sustentadas y

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amparadas por los actores políticos que en su momento pudieron romper con el sistema público

anterior, para organizar y volver a fundar el Estado según la lógica de sus concepciones, intereses y

dogmas.

Así, se han logrado articular sistemas y regímenes políticos que –posteriormente- es muy difícil

de cambiar, toda vez que bajo ese orden -fundado o refundado- se establecen, fortifican y ordenan

diferentes formas de convivencia y de producción; instalándose intereses que se institucionalizan

orgánicamente; los que -por esa vía- llegan a ser parte de la estructura de la sociedad. Así fue con

las empresas públicas que surgieron del Estado Empresario que promovió la CORFO desde los años

cuarenta en adelante; también con los servicios de asistencia social que vinieron con el Estado

Providencia, etc.

Lo mismo ha ocurrido con el Estado Neoliberal, Privatista y Subsidiario que introdujo el

gobierno militar de Chile en la década del 70. Bajo ese esquema, el Estado ha moldeado a nuestra

sociedad como un espacio abierto a la iniciativa privada, promoviendo que las opciones de consumo

sigan la lógica de los mercados que el mismo Estado ha diseñado, desarrollado y cautelado. Así, y

frente a los más necesitados –quienes tienen limitadas sus posibilidades en este modelo- ha

adoptado un rol asistencialista o de subsidio para mejorar o permitir su acceso al consumo. En ese

contexto, en nuestro país ha operado el modelo neoliberal que -en forma análoga al marxismo-

busca crear un sistema hegemónico y una cosmovisión desde la economía. En este caso, por medio

del desarrollo de sectores industriales que operan de acuerdo a la lógica del mercado.

Así, dentro de este modelo de Estado, han surgido sectores industriales en sectores no

tradicionales, como la previsión, la salud, la educación, la energía, las telecomunicaciones, la

inversión extranjera, las concesiones y la inversión pública, etc.; permitiendo también que el

mercado adquiera un importante nivel de autonomía (incluso respecto de cualquier voluntad distinta

de la naturaleza económica que gobierna este orden). Dentro de lo cual, se han instalado,

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funcionalizado y fortalecido sectores interesados que determinan nuestras opciones y posibilidades

de desarrollo.

Por tanto, cambiar este estado de cosas haría del intento una verdadera revolución que

estremecería los cimientos y estructuras de nuestra sociedad. Por ello, la gestión de gobierno suele

quedar restringida a la administración de ese orden, sin poder hacerle transformaciones sustantivas

que alteren las estructuras fundamentales del modelo económico y del régimen político asociado a

ello; por ejemplo, cambiar la motivación del lucro inserta en la educación, en la salud, en la

previsión, o en cualquiera de los sectores industriales que ha desarrollado este concepto de Estado

Neoliberal, privatista y Subsidiario. En efecto, el intento de cambio genera una fuerte tensión

política que -por lo general- conduce al inmovilismo como resultado de la síntesis entre las tesis de

cambio y las fuerzas del régimen que reaccionan por la permanencia del orden del sistema. Ello, por

cuanto el lucro está en el centro de los intereses que movilizan la participación privada, que es la

base del modelo y en donde se han instalado los poderes institucionales y fácticos de nuestra

sociedad.

Así, con la modelación Neoliberal, Privatista y Subsidiaria, el Estado juega un rol ausente, pues

él mismo –voluntariamente- se margina; ya que debieran ser los privados a quienes les compete el

protagonismo en la solución de las necesidades de la gente; a quienes también el modelo busca

llevar a la lógica del mercado. El Estado entonces interviene como poder ordenador y garante, y

paralelamente, como agente asistencialista respecto de los más necesitados. Hecho particularmente

alabado y sustentado por determinados sectores de intereses.

Entendamos entonces que detrás del actual modelo de Estado –como siempre- subyace una

ideología, y particularmente un régimen político; el cual favorece a determinados sectores. Por lo

tanto -entendamos también- cómo sus partidarios y directamente beneficiados por este sistema,

lograrían su máximo e irreversible anhelo en la conquista de sus intereses, al momento de que el

Estado pueda orientar su rol de subsidio sólo a la demanda y no a la estructura de oferta, como lo es

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en la mayoría de los casos actuales (como en la educación en donde el aporte público se dirige al

sostenedor y no a los apoderados). Lograr aquello y ver la necesidad de cambarlo posteriormente,

implicaría retrotraer la lógica propia del modelo de mercado, que ya habría sido introducida y

legitimada en las personas, con el pretexto de una mayor participación y mejor direccionamiento de

los beneficios; profundizándose con ello el modelo de Estado Neoliberal, Privatista y Subsidiario

que buscamos revisar.

En efecto, sin desconocer los méritos y logros de este modelo –que por demás ha sustentado y

proyectado a nuestra sociedad por más de 30 años- en este artículo queremos señalar y destacar las

debilidades e insuficiencias de esta matriz del Estado; cuyo origen reaccionario y contestatario -

frente a los intereses socialistas de los años 60 y 70- desnaturalizó aspectos esenciales del Estado

como institución pública; lo que ha repercutido en la estructura de nuestra sociedad, convivencia y

proyección.

Al respecto, se sostiene que el modelo Neoliberal, privatista y Subsidiario ha introducido un

carácter restrictivo y de automarginación del Estado como institución política -y por lo tanto

pública- que ha lesionado la cualidad republicana y ciudadana de la sociedad. Cualidad que debiera

estar presente en todo aspecto de la vida social y no ser afectada por un modelo político que se

restringe a la legalización de la estructura de mercado y a la asistencialidad a los marginados de

éste. Hecho que por demás hace vulnerable a nuestra sociedad frente a la globalización, en donde es

necesario un sistema público consensuado que pueda establecerse como contrapartida frente a los

desequilibrios que provienen de los poderes globales. Así también, un sistema que se ha marginado

como agente modelador, de educación y socialización ciudadana; base irremplazable de nuestra

estabilidad institucional, democrática, republicana y política.

Frente a esos vacíos, entendemos al Estado como la Institución Política fundamental que –a

partir de la individualidad que se proyecta hacia lo público- permite a los hombres vivir en

sociedad: ello en cuanto a que establece el orden y la estructura de los poderes y de los intereses que

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harán viable y posible los procesos sociales, la atención de las necesidades y el desarrollo de la

gente. Es también la institución pública básica de la sociedad, en cuanto a que hacia el Estado se

proyecta la trascendencia indiscutida de todos los actos humanos (incluidos los actos privados que –

sin inmiscuirse en la reserva de lo individual- impactan en la dimensión colectiva de la sociedad); y

por último, el Estado también como una institución moral, en cuanto al compromiso que a éste le

compete respecto de la búsqueda del bien común; hecho que no siempre está, ni en los medios, ni en

los fines de los negocios privados (Crisis subprime por ejemplo).

Frente a ello, la matriz Neoliberal, Privatista y Subsidiaria ha hecho que el Estado abandone la

atención de lo público que trasciende y existe más allá de lo privado, entendiendo que el Estado es

innecesario o puede ser minimizado en sus cometidos, toda vez que la “demanda” específica de algo

–educación o créditos privados por ejemplo- pueda ser atendida por la oferta del sistema productivo

privado. En otros términos, el rol del Estado no existe, no es necesario o se reduce, si la demanda es

satisfecha por la oferta privada, abandonando éste su rol público, político y de bien común, más allá

de la satisfacción de las necesidades de consumo, según el “interés particular” de los demandantes.

Con ello, el Estado Neoliberal, Privatista y Subsidiario ha quedado reducido al Estado de los

Marginales, pues, por un lado ha creado las condiciones más favorables para el quintil marginal más

rico, aquel que puede autoexcluirse en los “ghetos dorados” que se generan con el aval y la

protección del Estado (sectores residenciales de lujo, centros comerciales, colegios, clínicas y

clubes privados, reservados para sus niveles de ingresos, etc.-). Y en el otro extremo, este modelo

de Estado ha marginado al quintil más pobre, hacinándolos en casas y poblaciones con limitadas

posibilidades de desarrollo e inexistentes o reducidos espacios públicos; con sistemas de educación

y salud de mala calidad; excluyéndolos y estigmatizándolos en sectores en donde sólo pueden

abocarse a labores de sobrevivencia; a un sistema de empleo marginal y –con alguna frecuencia-

induciéndolos al desarrollo de prácticas económicas y productivas que se marginan de la Ley;

aunque con el paliativo de una cuestionable red de subsidios estatales; que -como mayor logro-

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reducen los niveles extremos de pobreza a niveles menos extremos, pero que perpetúan las

condiciones de marginalidad y establecen una nula integración social.

Con ello, este modelo de Estado Marginal (como derivación del Estado Neoliberal, Privatista y

Subsidiario), ha supuesto que el resto de la población –la gran mayoría, particularmente la “clase

media10

De esta forma, esta modelación institucional ha descuidado roles esenciales que le competen al

Estado, como por ejemplo: 1) Articular un modelo incluyente y de desarrollo comprometido con

todos los sectores de la sociedad y no sólo como un agente modelador de un mecanismo automático

como el mercado y subsidiario para que los más necesitados accedan al consumo; 2) Formador de

una conciencia ciudadana que modele la responsabilidad pública de la gente, y que establezca un

sentido y sentimiento de pertenencia a un conglomerado que comparte una historia, un tiempo, un

espacio y un destino; y no desligar esto al voluntarismo personal que termina por delegar la

responsabilidad pública y política a los poderes fácticos, sectoriales y sectarios de la sociedad; 3)

Regular el impacto público de los actos individuales que se proyectan más allá de lo individual, a

fin de que los procesos sociales sean convergentes en la dirección del Bien Común, y no sólo como

un agente protector de los espacios privados.

”- será atendida por la neutralidad del mercado; hecho que no siempre ha acontecido, pero

que sí la ha relegado y excluido de los beneficios de las políticas públicas; así como también la ha

expuesto al endeudamiento de un sistema de mercado que la ha transformado en un objeto de

producción y consumo; exponiéndola al miedo, dada su frágil y vulnerable situación

socioeconómica.

En otros términos, un Estado que no puede ser neutral respecto de un contenido moral en

función del desarrollo integral de toda la gente; incluida particularmente la clase media, pues, ésta

10 Entendemos por clase media a aquel segmento de población que conforma la sociedad que -en lo económico- ha desarrollado la capacidad para auto sustentarse con los recursos que genera periódicamente, sin que de ello le queden excedentes de ahorro que le permitan o aseguren proyectar ese estado de subsistencia para el mediano y largo plazo; y además, tiene la esperanza en el sistema educacional como mecanismo de progreso y movilidad social.

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es la clave esencial para la estabilidad de la república, la democracia, las instituciones políticas y el

sistema económico. Un Estado que construye espacios para el avance de la gente como especie

humana y como civilización que vive, convive y comparte; y con lo cual, legitima un sistema social,

político y económico; un Estado, que se sustenta –en lo político- en una estructura de valores

públicos, republicanos y de Bien Común; y en lo económico, en el crecimiento y en la distribución

de la riqueza. Lo cual no está en la esencia del Estado Neoliberal, Privatista y Subsidiario, ni en su

estructura fundamental de mercado y de asistencialismo, que promueve.

Destacamos entonces, las debilidades y ausencias de este modelo de Estado, señalando de éste

su carácter marginal hacia los quintiles altos y bajos de la sociedad chilena, y su descuido de la

clase media. Hecho particularmente grave; no solamente en lo moral, por el impacto que ello ha

generado en este vasto sector de nuestra sociedad; si no que también por la miopía de ello respecto

de los sectores que se dicen progresistas y preocupados por los valores democráticos y

republicanos. Ello, por cuanto, esta miopía ha desconocido el valor de esta clase social como

estructura fundante de la vida pública, la movilidad social y la paz dentro de la sociedad.

Destacamos entonces, que es en este segmento de la población en donde se asientan y estabilizan

las bases legitimadoras de la democracia y la república, como valores fundamentales para la

coexistencia y el progreso.

Como fundamento de ello, entendamos que una sociedad que busca establecer sus instituciones

y proyectarse en el tiempo, debiera ocuparse por dar a sus integrantes: 1) Posibilidades de

subsistencia, 2) Condiciones básicas de convivencia, 3) Opciones para el logro de las expectativas

de los proyectos de vida, 4) Abrir posibilidades para el desarrollo inclusivo de las potencialidades

de la gente.

Todo ello, sin limitaciones ni discriminaciones políticas, sociales o económicas. Así, no se trata

sólo de modelar una estructura económica y de caridad frente a los más necesitados, esperando que

lo demás será una simple derivación de los mecanismos automáticos que esta modelación genera;

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pues, esto no es más que entender al Estado como una institución marginal de la sociedad, limitada

en los valores públicos y por lo tanto de convivencia. Por el contrario, el Estado ha de ser la

institución política y moral fundamental de la sociedad:

• Política, ya que es una forma institucional capaz de enfrentar la tendencia natural,

autónoma y fáctica que siguen los procesos sociales (cuando ellos carecen de un

ordenamiento que cautele el bien de todos), hecho que por lo general conduce a la

concentración del poder; es decir, a la tiranía, el populismo o el caudillismo; que más

temprano que tarde, terminan por coartar la libertad individual en beneficio de unos pocos.

• Moral, ya que desde el Estado se deben consagrar y cautelar los derechos individuales y

colectivos de la gente; establecer los estatutos fundamentales para la convivencia; organizar

y fomentar el sistema económico y productivo más eficiente en la asignación de los

recursos; y establecer estructuras inclusivas que -por la vía de la integración- permitan el

desarrollo de las potencialidades de la gente, sin exclusiones de ninguna naturaleza. Ello, no

sólo como una cuestión de justicia, si no que –muy en particular- como una necesidad de

toda sociedad que busca el desarrollo potencial de su gente, tanto por el bien individual que

de ello se deriva, como por el bien colectivo que resulta, cuando el progreso se sustenta en

lo mejor de su gente y de sus potencialidades.

Esa sociedad, con un Estado así, entenderá que su labor es ir al encuentro de su gente, sin

importar en qué barrio, en qué ciudad, familia, colegio, liceo, sala cuna, o club social, ella se

encuentre. Para hacer en ellos, con ellos y para todos, la construcción de los valores y espacios

públicos que requiere el desarrollo de la gente y la humanidad. Así, la mejor asignación de los

recursos es aquella que permita este “ir al encuentro” para el desarrollo de las mejores

potencialidades de las personas; como algo tan importante como necesario para el bien de todos, sin

importar su condición social, política o económica. Hecho que dista del anhelo elitista y exitista con

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que muchos ven el destino de un sistema educacional, basado exclusivamente como producto

mediático al servicio del éxito personal.

En el contexto de lo señalado, se podrá entender el alto valor del Estado como estructura

esencial de la sociedad, capaz de modelar la política como una realidad institucional, frente a su

inevitabilildad fáctica, cuando esa sociedad queda determinada por la fuerza de sus propias inercias.

Es decir, un Estado que modela la convivencia en función del Bien Común, en base al Estado de

Derecho.

Así, su limitación –como derivación del modelo Neoliberal, Privatista y Subsidiario- ha dejado

vacíos políticos y morales que explican parte importante de nuestros problemas públicos, pues, el

Estado ha sido restringido en sus funciones, privilegiando el rol marginal que ya hemos señalado en

este trabajo. Ello ha dejado en la indefensión al principal sector de la sociedad destinado a ser la

base de sustentación de la convivencia, el progreso, la paz y la movilidad social, la clase media;

descuidando además un sistema de educación pública como proceso espiritual de formación; es

decir, no como un producto que se puede transar en el mercado (y menos como un producto de mala

calidad para la gente pobre, tal como ha sido la realidad del Estado Neoliberal, Privatista y

Subsidiario), si no que como la base formativa del espíritu público; base sobre la cual se sustenta la

responsabilidad y la convivencia social.

5. Reforma del Estado

La realidad pública de nuestro país acusa debilidades que han sido diagnosticadas en la idea, en

la estructura y en las funciones del Estado en Chile; por lo que la reforma de éste es uno de los

cometidos que han sido prospectados por los distintos sectores de nuestra sociedad. Así, ya es un

tema que está en el consenso político, es decir, la necesidad de hacer cambios en sus roles, formas

y/o estructuras.

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Sin embargo, a objeto de evitar que el Estado sea monopolizado por la hegemonía de algún

sectarismo en particular (como lo ha sido por ejemplo el Estado Neoliberal, Privatista y Subsidiario

en un extremo y el Estado Socialista en el otro), también es preocupante que dicha reforma se

confunda con una profundización y perfeccionamiento del actual modelo; ya sea, por medio de una

simple reorientación de sus estructuras operacionales y de subsidio, o una simple tecnificación que

busque hacer más eficiente el trabajo de los servicios públicos. Oportunidad que –por cierto- nos

haga perder la posibilidad de replantearnos el modelo de Estado en Chile.

Por ello, es de interés y utilidad hacer estas reflexiones sobre la perspectiva y la matriz política

sobre la cual se ha sustentado el modelo de Estado que aquí ha imperado, desde que fue concebido

por el gobierno militar. Estructura que ha continuado siendo administrada en sus diseños básicos,

ajustada en algunas funciones y corregidas sus estructuras, por parte de los gobiernos de la

concertación, desde 1990 a la fecha. Sin que éstos -por cierto- puedan o quieran hacer cambios más

allá de algunas reformas menores.

Así, para avanzar en este análisis, tengamos muy presente que la política es una actividad

esencial, necesaria e inevitable; cuya trascendencia para el establecimiento y defensa de los

intereses, hace de ella un objetivo que moviliza a los actores sociales, económicos y políticos.

Frente a ello y a la tendencia natural de hacer de la política una actividad fáctica que se rija

exclusivamente por la lógica maquiavélica del poder como fin y la mantención de los privilegios; la

modelación base del Estado Moderno ha sido la búsqueda de una institucionalidad que evite la

concentración del poder -causa permanente del abuso, el despotismo y la inequidad- por medio de la

división de él en estructuras institucionales, del mercado en la economía y el secularismo en lo

religioso11

11 Para una mejor comprensión de ello, consideremos que la utopía moderna busca construir un sistema

institucional y político que promueva la libertad, la convivencia y la paz, reconociendo las debilidades humanas que se constatan desde el estado de naturaleza, es decir, desde antes que los hombres dieran forma a la cultura.

. Hecho que por cierto no ha ocurrido con la actual matriz del estado en Chile.

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Por ello, hablar de la reforma del Estado, no implica reducir este proceso a una cuestión

técnica, por cuanto se trata de una Institución esencialmente política. No se trata entonces sólo de

poner más computadores al servicio de los procesos, o mejores sistemas de selección de personal, o

de reducir y mejorar sus estructuras en función de criterios de optimización y control, etc.-

Quedarse en ello implicaría, por una parte, asumir un consenso que no existe respecto del Estado, y

por otra, reduciría a Éste a las limitaciones que presenta hoy en día la matriz Neoliberal, Privatista y

Subsidiaria.

Reformar el Estado implica aclarar y consensuar su concepto -en su naturaleza pública y

política- y por lo tanto su función respecto de la sociedad, la libertad individual, la garantía de los

derechos humanos, la inclusión social, el combate de lo sectarismo y hoy día -también- la inserción

global; en función de una idea moral de Bien Común.

Tengamos entonces presente que reformar el Estado implica cuestionar el modelo Neoliberal,

Privatista y Subsidiario de él, pues éste es la matriz que le ha dado forma y ha sido la lógica que ha

articulado sus estructuras, funciones y fines. Por lo que destacamos el carácter marginal de este

modelo, que ha sido la derivación de su rol, citado en este trabajo; destacando también el abandono

o descuido de la clase media; así como también la sistemática despreocupación y olvido de un

sistema de educación pública que sea incluyente y cuya calidad garantice la igualdad de

oportunidades, y no como un producto neutral que se puede comercializar por cualquiera para el

éxito individual.

En síntesis, la reforma del Estado en Chile implica provocar una reflexión trascendente, seria y

profunda respecto de estos temas, estrechamente vinculados con nuestra convivencia y proyección;

que -rescatando los logros económicos del modelo actual- restablezca el valor del Estado como

institución política y moral, frente al determinismo fáctico que siempre resulta victorioso, cuando

no se anteponen motivos, motivaciones y sentidos que orienten el ejercicio de la libertad en función

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del Bien Común. Lo cual no siempre ha acontecido con el Estado Neoliberal, Privatista y

Subsidiario que nos ha regido desde el gobierno militar a la fecha.

6. La Necesidad de Convergencia y Complementación

Dado lo expuesto, si consideramos que no sólo la estructura administrativa y política de Chile

ha sido determinada por el Estado, si no que también la forma como se relaciona y legitima éste en

la población –en términos de cómo el Estado asume las expectativas y le da forma legal a su trabajo

en función de la gente- tendremos que tomar conciencia de las consecuencias culturales,

sociológicas y económicas de todo ello para entender el impacto de los cambios del Estado en los

últimos treinta y cinco años; en los cuales –como ya se dijo- se ha introducido una economía

neoliberal y privatista sustentada en el Principio de Subsidiariedad.

En ese contexto, las expectativas de la gente suelen cifrar en el Estado sus esperanzas frente a

sus problemas y contingencias; generando actitudes que cuesta conciliar con un modelo de Estado

que requiere de la gente una activa y proactiva posición gestora y de emprendimiento; muy

contraria –por cierto- a la posición pasiva que ha primado históricamente, en donde las personas

esperan que los problemas se resuelvan desde afuera, desde los órganos el Estado. Ello –quizás- si

derivado de la naturaleza jurídico institucional de nuestra país, en donde es la Ley la que permite y

avala la construcción de la realidad; a diferencia del mundo anglosajón, en donde la Ley es una

derivación de ésta.

Así, visualizamos una “confrontación” entre un modelo público que –por un lado- busca que el

Estado asuma directamente los procesos sociales, los haga suyos y se organice (o reorganiza) para

atenderlos orgánicamente y –frente a ello- otro modelo que subordina su actuar al espacio vacío que

dejan los privados, asumiendo como agente de servicio que actúa por medio del subsidio.

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En otros términos -y frente a un problema público- un Estado que busca construir y conducir la

oferta de servicios y productos para la comunidad (sea mediante la construcción y operación de

consultorios y hospitales públicos; escuelas y liceos municipalizados; organismos para la protección

de la mujer, de la niñez o la juventud; financiamiento de la educación superior; etc…); y otro en

donde el Estado busca modelar e inducir la demanda, simulando y/o promoviendo las condiciones

de mercado y de competitividad como en cualquier sector industrial, interviniendo por la vía de los

incentivos, el subsidio, la regulación y la fiscalización de los procesos y resultados.

En esta contradicción de modelos de Estado, se ha desarrollado la disputa ideológica de fondo,

que los diversos sectores políticos han tratado de identificar y resolver por medio de la rotulación de

algunos proyectos: Estado de Economía Social de Mercado, Participativo, Ciudadano, Sociedad

Civil, Laico y Tercera vía, entre otros. He aquí el tema que debiera ser el centro fundamental del

debate al interior de nuestra sociedad.

En efecto -y más allá de cuestiones meramente tecnológicas de procedimientos- “si se logra

consensuar un modelo político, social, cultural y económico que tome, por una parte el valor

legitimador del Estado como institución catalizadora de la realidad y de la dimensión pública de los

actos privados, que sea capaz de vincularse con la población y sus expectativas, incorporando

criterios de inclusión, bienestar y equidad; y por la otra, le aporte a ello el protagonismo individual

como derivación de la conciencia responsable de cada individuo respecto de su hacer, como logro

privado y personal que aporta y trasciende hacia el desarrollo de lo público; de seguro estaremos

dando un paso significativo en la modernización del Estado y en la legitimación de un modelo de

sociedad, hecho que nos impide dar el salto modernizador, de progreso y desarrollo que tan bien le

haría al país y su gente”. Es decir, se requiere que nos aboquemos a concensuar con un sentido de

Bien Común estos dos modelos y no nos centremos en la disputa de dos formas excluyentes y

alternativas que nos agota en la confrontación y la desconfianza; lesionando las fuerzas que requiere

la construcción de la realidad institucional que el país espera de los actores políticos.

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Pero ello –desde nuestro punto de vista- pasa por el aporte de un tipo de educación que se

oriente –por un lado- a la formación de emprendedores que valoren la necesidad creativa del trabajo

como cualidad que transforma y construye la realidad; y –por otra- de ciudadanos interesados y

comprometidos con el ejercicio de la función pública, el Bien Común y la equidad social. Esto

último, no sólo como una cuestión benefactora y caritativa, si no que por la necesidad estructural de

un modelo de sociedad que se auto sostenga por sus propios mecanismos y valores de control

interno. En lo cual vemos evidente el valor social de la Clase Media, como aquel amplio sector

esencialmente comprometido con una institucionalidad que la sustenta, ampara y le proporciona

posibilidades de progreso y movilidad.

Así, un modelo de sociedad que –por una parte- no descalifique lo privado negándole un nivel

de trascendencia más allá del lucro individual y -por otra- que no prejuicie lo público con el estigma

de inoperancia, la incapacidad y la corrupción. En efecto, un modelo que tome de lo privado el

valor del mercado como dualidad de opuestos y mecanismo que permite enfrentar intereses que se

equilibran por las reglas económicas que se diseñan y cautelan desde lo público. Reglas que

permitan la libre competitividad de las partes y que –en virtud de esta competencia- le aporte la

eficiencia económica como valor social que optimiza el uso de los recursos, evita la concentración

de la riqueza (y por esta vía también del poder), aumentando el bienestar de los consumidores.

Modelo en el cual al Estado -como promotor del Bien Común- le está reservado ser el diseñador,

garante y fiscalizador de las reglas; el apoyo de los más necesitados y el garante de la equidad; así

como también, quien debe dar opciones de calidad cuando es necesario brindar servicios que

garanticen bienes esenciales para el país y las personas que no tienen acceso o discrepan con las

formas de la oferta privada. En síntesis, el país requiere de la complementación de dos formas de

ver el Interés Público, lo que ha estado dominado por la desconfianza y la negación mutua.

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7. Últimos Comentarios

Chile se encamina a cumplir dos siglos de vida, dos siglos que no han sido fáciles para ningún

país en el mundo, y menos para quienes estamos tan lejos de los principales centros económicos y

políticos del planeta. Hoy, luego de casi 200 años de historia republicana, el Estado ha sido la

principal institución que ha dado continuidad a los procesos sociales, políticos, económicos y

culturales por los que ha pasado el país; ha sido el vehículo que ha hecho frente a múltiples desafíos

y -con todo ello- ha ido formando el carácter de una nación, con una identidad única, propia y

distintiva.

Metafóricamente podemos sostener que el Estado ha sido una sólida nave que nos ha hecho

navegar por los mares de la historia, nave que por lo general ha sido guiada por un contingente de

hombres públicos y estadistas de notables condiciones; hombres que han ordenado y reordenado al

país para darle una continuidad a través del tiempo, que han construido soluciones, que han hecho

frente a múltiples amenazas y que han guiado a la nación por senderos de progreso y gloria. En

definitiva personajes que han creado nuestros mitos, nuestras leyendas y ritos patrios.

Por ello, me permito disentir de la afirmación que postula la idea o anhelo de terminar con el

Estado, pues, creo que sin Estado no hay patria, la nación se diluye, la identidad en el mundo se

desvanece, nos expone a poderes de dimensiones planetarias y nuestra historia desaparecería en un

presente sin memoria y, por ende, sin alma y sin futuro. Muy por el contrario comparto la Tesis

central que Mario Góngora expone en su libro “Ensayo Histórico sobre la Noción de Estado en

Chile en los Siglos XIX y XX”; en donde él postula que: “.....el Estado es la matriz de la

nacionalidad: la nación no existiría sin el Estado, que la ha configurado a lo largo de los siglos XIX

y XX”12; destacando además el carácter guerrero que se formó desde sus comienzos13

12 Cita del historiador Ricardo Krebs; en el prólogo del libro “Ensayo Histórico Sobre la Noción de Estado en Chile, en los Siglos XIX y XX”; pág. 13; Editorial Universitaria; 1986.-

.

13 “…símbolo patriótico por excelencia a Arturo Prat”, y donde “el hecho bélico, el recuerdo del combate heroico y la imagen de Chile como país guerrero han dejado profundas huellas en la conciencia nacional y

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Por otra parte, hoy frente a los desafíos de un mundo global que promedia ponderadamente a

todas las culturas y en cuya ponderación el “peso” cuantitativo de la nuestra es mínimo frente a las

potencias mundiales, sigo compartiendo la citada tesis de Góngora, por cuanto “…implica un

rechazo de la concepción marxista que comprende al Estado como producto y expresión de la

infraestructura socioeconómica y como instrumento de explotación”, visión que se opone también a

“…una concepción liberal economicista que comprende al Estado como instrumento al servicio de

los fines individuales y que evalúa los servicios del Estado en términos de utilidad, eficiencia y

competitividad”. Frente a ello Góngora también sostiene que “…el valor propio del Estado como

potencia ordenadora y fuerza moral que posee una dignidad propia y que, más allá de los intereses

del grupo y de las prestaciones utilitaristas, es capaz de configurar los procesos históricos”14

Así, sin desconocer los problemas que aún persisten, en mi opinión el Estado en Chile ha

permitido construir un camino de progreso consecuente con los avances y movimientos que han

hecho la historia del mundo moderno. Prueba de lo anterior son los indicadores públicos que

exhiben notables mejoras, como por ejemplo: en salubridad, en la esperanza de vida al nacer, en la

mortalidad infantil, en el acceso a mejores condiciones de alfabetización, en los niveles de

crecimiento de los estándares macroeconómicos, etc.- Hechos todos en los que el Estado ha jugado

un rol protagónico y de vanguardia; sin, obviamente, desconocer lo mucho que falta aún por hacer.

, dando

cabida en ello a las fuerzas e ideas que surgen desde esa historia; las que en nuestro país han

mantenido una continuidad espiritual desde sus orígenes a través de la idea de Estado.

No obstante todo lo anterior, no se pueden desconocer los problemas que en alguna medida el

Estado también ha creado, como por ejemplo su excesivo crecimiento a tamaños inmanejables para

una sana y eficiente administración; la falta de transparencia en los negocios públicos que lesiona su

han definido los contenidos del sentimiento patriótico que ha animado al Estado y a la nacionalidad chilena”; Mario Góngora; Op. Cit. Página 14.-

14 Op. Cit; pág. 21.-

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recto accionar y dañan profundamente la FE PÚBLICA; su incapacidad de adaptación y resistencia

a los cambios que se le demandan para conducir y guiar los complejos procesos de un mundo

global, etc. Situaciones todas que son síntomas de problemas presentes en todos los países del

planeta y que se han agudizado en estos tiempos; en los cuales –pareciera- están primando los

intereses individuales por sobre los intereses colectivos, el éxito material sin límites ejerce su

primacías y surgen poderes superiores que relativizan la soberanía de los Estados nacionales.

Hechos que pueden estar generando el advenimiento de una nueva crisis o el nacimiento de un

nuevo orden, un mega orden de dimensiones mundiales con sus formas, sus maneras de pensar,

creer, actuar y su cultura, por sobre la tradición espiritual de los pueblos. Y, dentro de ello, impactar

los valores que han dado forma a los Estados nacionales que han logrado avanzar en los ideales

republicanos, como lo ha sido la realidad de Chile. Todo lo cual coloca al Estado frente a un nuevo

desafío. Así, aún reconociendo los problemas, no se puede desconocer que el Estado ha construido

una sólida base para el país, le ha dado una presencia frente al mundo y una capacidad económica

de proyecciones. Institución que hoy –frente a la crisis mundial que enfrentamos y a los

desacuerdos internos- debe modelarse para conducir al país hacia un nuevo destino, para lo cual las

lecciones y el aprendizaje de su historia, pueden ser la base del nuevo diseño de Estado que nuestro

país necesita.

8. Bibliografía Consultada

Cassirer Ernst; Año 1992; El Mito del Estado; Editorial Fondo de Cultura Económica; México.

Eyzaguirre Jaime; Año 1984; Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile;

Editorial Universitaria; Chile.

Eyzaguirre Jaime; Año 1985; Fisonomía Histórica de Chile; Editorial Universitaria; Chile.

Góngora Mario; Año 1986; Ensayo Histórico sobre la Noción de Estado en Chile en los Siglos

XIX y XX; Editorial Universitaria; Chile.

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Heyek Friedrich; Año 1978; Los Fundamentos de la Libertad; Editorial Unión Editorial S.A.;

España.

Israel Ricardo y Morales María; Año 1995; Ciencia Política; Editorial Universitaria; Chile.

Sabine George; Año 1994; Historia de la Teoría Política; Editorial Fondo de Cultura

Económica; México.

Ritzzer George; Año 1996;Teoría Sociológica Clásica; Editorial Mc. Graw Hill; España.

Ritzzer George; Año 1995;Teoría Sociológica Contemporánea; Editorial Mc. Graw Hill;

España.