dixi (he dicho) xxviii

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Revista de entretenimiento cultural de distribución gratuita en blanco y negro, fundada en Tucumán (Argentina), en 2002. / Free magazine of culture and entertainment, black and white, founded in Tucuman (Argentina), in 2002.

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• flc/falacias para pensar. DIXI (6)

MEDITACIÓN TRASCENDENTAL

Por: GRACIELA COLOMBRES GARMENDIA*/ SM de Tucumán

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Sólo cuando no hacía ni pensaba en nada lo sentía. Estaba en su frente, del lado izquierdo; si hubiese sido visible, habría quedado tapado por el flequillo. Cuando dormía lo sentía en la almohada. Al principio fue una simple molestia… después siguió siendo una simple molestia, pero constante. Y las molestias, por más pequeñas que sean, si son constantes, cansan. No sabía cuándo había empezado, hace poco o hace mucho, según qué sea poco o mucho para cada uno.

“Bueno”, se dijo, “me lo voy a sacar”. Primero acudió al doctor de la familia. El médi-co escuchó, tocó, pensó y escribió. Unas pastillas. “Si no se le pasa dentro de una se-mana, vuelva”. Volvió. Radiografía, más pastillas, basta. Después fue a una bruja. Unos yuyos y unas frases que no terminaba de entender, calor y nada. Acupuntura, yoga, musicoterapia y muchas botellas de cerveza. Nada.

Entre resignado y desesperado llevó una silla al baño, se sentó y se miró al espejo. “Basta”, advirtió como tratando de convencer a la cosa que estaba en su cabeza, en su frente, del lado izquierdo (realmente no se sabía si era una cosa, o al menos una cosa material, quizás una cosa metafísica, pero tampoco sabemos si las cosas pueden ser metafísicas. En fin, el algo, o la nada). Pero seguía ahí, firme, sin ceder un milímetro. Finalmente se resignó a vivir con ella, no está claro si lloró o no.

Al principio de esta historia afirmamos que las molestias constantes cansan: si se lo preguntan, él confirmará la hipótesis. Si le preguntan si tratar (la molestia) cansa, tam-bién dirá que sí. Si le preguntan si uno se acostumbra, ahora un poco más cansado que nunca, dirá que sí.

La vida siguió, como siguen las cosas sin mucho sentido (con su permiso señor Sa-bina) y él se acostumbró a esa y a otras “molestias” que fueron surgiendo en el camino. Y así aprendió a vivir con una idea en la cabeza, sin saber cómo sacarla. (dx)

“Al principio fue una simple molestia… después siguió siendo una simple molestia, pero constante. Y las molestias, por más pequeñas que sean, si son constantes, cansan”

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Pollerudo. adjetivo figurativo despectivo. Se dice del hombre que vive entre mujeres y suele ampararse en ellas. J.J. Hernández, “Ciudad” (1971): “Un chico común, por su-puesto. Qué quiere. Ni iba a parecerse al pollerudo ese que tiene bajo una campana de vidrio: rubio, gordito y con pitito rosado, igual a un bebé de gringo”.

Fuente: Diccionario del Habla de los Argentinos (2003), página 471

SINGULAR

“A veces los reconozco en una línea o quizá en el blanco de una nube. Otras veces no sé quiénes son, muchas veces no sé quién soy”. (Fragmento de la presentación de “Intermitencias”, serie de imágenes del fotógrafo tucumano Julio Zavalía).

EPÍGRAFE

Sic parvis magna Todo lo grande empieza pequeño

LATINAJO

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• snr/sonrisas on line. DIXI (8)

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Por: POR LALY ROSALES* (TEXTO Y FOTO) / SM de Tucumán

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En esta breve historia quiero rei-vindicar a todos aquellos odiados jóvenes hombres y mujeres que, con voz seductora y aporteñada, se pre-sentan con nombre y apellido por te-léfono a cualquier hora del día para vendernos algo.

Mi relato está especialmente dirigido a los que creen que los te-leoperadores sólo saben chamullar y que no dudan en contestar a la ofer-ta con un “no, gracias, ya tengo eso que vendés”, “ahora estoy ocupada y no te puedo atender”, o que, sim-plemente, cortan la comunicación en la mitad de la declamación del verso comercial.

Esta historia sucedió una tarde de verano mientras tres amigas bebían tereré de naranja. Una de ellas, la soltera siempre pendiente del teléfo-no celular -algunos le dicen que el di-choso aparatito ya forma parte de su anatomía-, espera una llamada de al-guien, no se sabe muy bien de quién.

Después de cinco días sin se-ñal, la mujer sólo quiere escuchar ese “ringtone” y la voz del otro lado

Una lágrima sobre el celular

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preguntándole cuándo vuelve a su ciudad.

El teléfono suena. Número des-conocido. Las amigas se alteran y preguntan: “¿quién es?”. La dueña del celular atiende y, del otro lado de la línea, una voz encantadora se pre-senta y dice: “soy Daniel, de Telecom Personal, ¿con quién tengo el gusto de hablar?”. “Agustina”, responde ella entre decepcionada y sorpren-dida al escuchar que el tal Daniel le anuncia que es su día de suerte. Sus amigas siguen intrigadas. La revolu-ción del entorno desata en Agustina una inexplicable e inoportuna tenta-ción de risa. Las carcajadas dejan azorado al “telemarketer”. Daniel pre-gunta: “¿dije algo gracioso? Agus-tina, me van a correr del laburo por reírme”. La risa aumenta. Resignado, el teleoperador agrega: “igual ya me quiero ir de aquí, no importa”. Y larga también su carcajada.

Despido grabado

Cuando la calma regresa a la conversación, Daniel se sincera: “bueno, yo quería venderte un teléfo-no celular”. Repite marca y modelo, asegura que viene con mp3, pantalla con colores y radio. “O sea, ‘básico’”, define. Y añade: “una porquería y, en-cima, no es verdad que te lo ganaste, te lo cobran en cuotas y, al final, es carísimo... no te conviene”.

Asombrada por el rapto de since-ridad, Agustina entra en una nueva fase de risa. Creo que aprovechó el

envión: había pasado mucho tiempo desde la última vez que sintió el dolor de panza que provoca esa maravi-llosa tentación. Daniel replica: “hoy pierdo mi trabajo porque mis jefes graban todo lo que hablo, pero hacía mucho que no me reía a las carca-jadas. Gracias, que tengas un buen día”. Con las pocas letras que puede unir, ella responde: “gracias a vos”.

Y esa noche Agustina vuelve a su ciudad natal. A su celular llegaron tres mensajes de texto que apenas le roban una sonrisa y que sólo la hicie-ron pensar en la escena de la tarde y en que qué bueno sería que vuelva a llamar el teleoperador sincero. (dx)

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• snr/sonrisas on line. DIXI (10)

Por: JUAN JOSÉ DOMÍNGUEZ* / SM de Tucumán

La crisis de abril

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Estoy en cri-sis. Sí. Abril nunca me gustó. Nunca c o m p r e n d í las canciones

en las que se menciona a abril

como un mes de en-sueño, de enamoramiento.

Abril me sabe híbrido. No hace frío ni calor, o hacen los dos a

la vez. En abril comienza el año, y cuando éste no ofre-ce novedades, la sensación es de espanto. Se convive

con el destierro en el propio pago. Los confines son incier-

tos. Los cambios están bien lejos. ¡Recién estamos

en abril, la puta madre! ¿Cómo hay gente que le puede poner Abril a su

h i j a? Si se le pudiese poner di-ciembre a un hijo, le pondría Diciem-bre. O Septiembre, que tampoco me sienta mal. En abril el sol ya no es el mismo. No hay lluvias copiosas y el paisaje adquiere un dejo amarillento viejo. Prefiero el color. O el azul-negro

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de la noche, el momento del día en el que, últimamente, paso mis mejores horas. Abril se queda a medio cami-no. No es invierno ni verano. No es zamba ni chacarera. No es helado ni chocolate. No es cerveza ni fernet. No es chicha ni limonada. Abril es intratable.

Te amo, te odio, dame más

Disculpá mi ingratitud, pero insis-to: no te quiero más. He forjado con vos una relación que ya no controlo. Por eso, necesito dejarte. Pero no puedo. Estás conmigo todo el día; todos los días. Y a la noche, en la oscuridad de mi habitación, sos el único que me comprende. Cuando te vas, me dejás los labios calientes; me quitás el sueño y me das sed. Me acompañás. Me hacés pensar. Me cagás la vida. Esta semana he inten-tado cerrarte las puertas para siem-pre. Es imposible. Cómo me gustaría que nos viéramos menos. Que no me hieras tanto. Que no seás tan absor-bente. Que me dejés tranquilo. Que respetés mis tiempos y mi entorno. No te importa nada. Si hasta te hacés el pícaro y, de vez en cuando, trans-gredís la ley. Te cambiaste la ropa y el perfume, pero seguís siendo igual: un insensible. Vengo prometiéndoles a mis amigos, a mi familia y a mí mis-mo que te voy a abandonar. Que voy a mudar de aires. Pero es en vano: me gustás mucho. Vamos de vuelta, cigarrito querido. El último, antes de dormir.

“El ‘déjà vu’ asoma cuando menos lo espero y en lugares familiares y remotos, y pasa volando como una estrella fugaz”

Ese enigmático bálsamo

En este camino inevitable hacia el escepticismo que he comenzado a transitar desde que soy periodista; en este forzoso avance a la mayor in-credulidad y a la negación antipática de los desvíos del existencialismo, un misterio cotidiano germina, de vez en cuando, como capullo en el enve-nenado desierto de la sospecha: el “déjà vu”.

Felizmente, no puedo encontrar-le explicación al hecho de vivir un instante que ya ha aparecido en mi mente con anterioridad. El “déjà vu” asoma cuando menos lo espero y en lugares familiares y remotos, y pasa volando como una estrella fugaz, riéndose del esfuerzo en vano por retenerlo y someterlo a un cuestio-nario burdo y terrenal. Se esfuma al amanecer, como el ser querido que ya no vive y que aparece en sueños extraños, sofocantes. Es un baldazo de desperdicios al parco señor Inte-lecto; una grosería a la jactanciosa señora Razón. Es una alucinación existente, cierta, casi tangible diría, que me arrulla a menudo. Es una cantimplora de agua bendita en la montaña de la muerte. Un canto a la locura. Una dulce confusión. (dx)

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• oyf/el ocio y la filosofía. DIXI (12)

Por: PABLO DONZELLI* / SM de Tucumán

Del otro lado del mostrador

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por mis sueños o por si tengo sueño. A usted le interesa mi grado de efi-ciencia. Y se pregunta, y muchas ve-ces me pregunta, si con usted puedo hacer una excepción. En el espejo de su mirada los empleados públicos no vemos antenas, alas o seis patas. Nos vemos como palancas transpor-tadoras.

Mejor desayunar

Aunque sea amable, usted viene por un asunto suyo y yo estoy ahí por un asunto suyo. Esa situación, como el río que teje cantos rodados, nos va amoldando y amoblando. Todos sa-bemos lo que le pasa al comedido. Imagínese siéndolo 100 veces al día. Mejor dedicar las energías al rito de desayunar.

Y si el canto rodado se resiste todavía a tomar su forma definitiva y tibia, nunca falta el río brumoso que nos pregunta “pero, y a vos, ¿qué te calienta?” haciéndonos saber que nada de lo que pase allí es asunto nuestro. Para ser sinceros, sí hay un asunto nuestro. Un asunto que nos permite aferrarnos a la humanidad.

Soy empleado público. Antes era persona, ya no. La transformación no ocurrió de la noche a la mañana; no fue tan veloz como levantarme un día, mirarme al espejo y descubrir que soy una cucaracha -o, quizá, un escarabajo-, como le pasó a un tal Gregorio Samsa. No. Es algo gra-dual, imperceptible y, por ello, casi involuntario.

No resulta un dato menor hacer todos los días lo mismo. Mucho me-nos repetir 200 veces el mismo diálo-go. Pruebe a realizar algo mecánico tantas veces que llegue a memorizar el proceso de cabo a rabo. Sola, sin pedirle permiso a nadie, su mente viajará a lugares inhóspitos para en-contrarse vaya a saber con quién.

Pero en la realidad yo me encuen-tro con usted, usted se encuentra conmigo. Yo me encuentro con que faltan varias horas para acabar y us-ted se encuentra haciendo un trámi-te. Pero ese trámite es, en verdad, un procedimiento que, en determinada instancia, depende del individuo que llena el formulario. Usted no se pre-ocupa por mi nombre, por mi familia,

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Ese asunto es el milimétrico y fugaz poder que puedo tener sobre usted. El deseo humano de poder. Se nos lo entrega en bandeja junto con la bole-ta de sueldo. Entonces, con la expe-riencia de miles de filas, el lector nos puede clasificar. Están los que hacen mal uso de ese poderío burocrático, que le harán sudar la gota gorda; están los buenos, que, como padres protectores, le darán una palmada en la espalda, una hoja en blanco y has-ta, tal vez, le permitan hablar por te-léfono, y están los justos que rápida-mente serán bajados de un hondazo.

Mi horario se cumplió por lo que dejo este texto aquí. Sólo quie-ro agradecer al escritor Kafka que tantas páginas nos dedicó en libros como “El Proceso” o “El Castillo”. Quiero pensar que los escribió por nosotros, aunque esas obras también pueden esconder la metáfora de un viaje personal. (dx)

“Usted no se preocupa por mi nombre, por mi familia, por mis sueños o por si tengo sueño. A usted le interesa mi grado de eficiencia”

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• abv/arte y buen vivir. DIXI (14)

Por: AVEJU* / SM de TucumánFotos: MARIO BRAVO Y AECID

De tamaños y deleites

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La idea, la gestión, el espacio

“La unión hace la fuerza”, reza la voz popular. Así lo comprendieron Florencia Qualina y Lara Marmor* –curadoras de “Ver lo pequeño”, muestra que nos convoca en esta ocasión– cuando acercaron su pro-puesta a María Pardillo –funcionaria a cargo de los asuntos culturales de la Embajada de España–. Así tam-bién lo entendió María cuando les propuso llevar a cabo el montaje de la exposición en Espacio Cripta. Y así lo celebraron los Cúmulo –colectivo de artistas tucumanos que gestiona la Cripta–, cuando aceptaron ser una de las paradas de esta instalación itinerante. A partir de este común en-tendimiento, “Ver lo pequeño” se ha detenido en Tucumán el 11 de marzo. Su llegada es una invitación a repa-rar en cada una de las minúsculas piezas que componen la muestra, sin que el tamaño suponga –en ninguno de los casos– falta de virtud; por el contrario, “Ver lo pequeño” es la con-junción de obras que contienen histo-rias definidas conceptualmente en su densidad y profundidad.

La muestra

“Aunque es mi propósito dejar la descrip-ción de este imperio para un tratado par-ticular, me complace, en tanto, obsequiar al curioso lector con algunas nociones generales”**

“Ver lo pequeño” es una exposi-ción colectiva de objetos. El trabajo

de cada artista invitado -Gusta-vo Cabrera (Río Negro), Aili Chen (Taiwán–Buenos Aires), Lola Golds-tein (Buenos Aires), Sandro Pereira (Tucumán–Buenos Aires), Hernán Soriano (Buenos Aires)- propone la instauración de diversos universos de sentido que se entrelazan, pese a su diversidad, en la pequeñez de su naturaleza.

Las piezas que componen el montaje son exclusivas habitantes de esa región particular del arte con-temporáneo que se presenta como ruptura, tensión y cruce; objetos que no ingresan al dominio de la escultu-ra, la artesanía o el diseño industrial, aunque sus formas dialoguen nece-sariamente con lo escultórico, lo arte-sanal y el diseño. Entre la tradición y la transgresión, cada obra despliega su propia poética y, en conjunto, fun-cionan como fractales.

Pequeñas piezas autosuficientes tendientes a un todo, que es la mues-tra. En esta dialéctica del todo y la parte (que, al mismo tiempo, es un todo) se unen los artistas y sus obras con el trabajo curatorial. Labor móvil que se adapta conforme al espacio que la adopta.

“No sería oportuno, por varias razones, molestar al lector con los detalles de nuestras aventuras en aquellas aguas. Baste decirle que en la travesía a las In-dias Orientales fuimos arrojados por una violenta tempestad al noroeste de la tierra de Van Diemen”

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• abv/arte y buen vivir. DIXI (16)

Del 4 al 24 de febrero, “Ver lo pe-queño” reposa en el Museo Provincial de Bellas Artes “Dr. Juan R. Vidal”, Corrientes. Para darle continuidad a su periplo, del 11 al 31 de marzo, la muestra peregrina llega a Espacio Cripta, Tucumán. En las voces de Flo-rencia y Lara: “Cuando María Pardillo, de la Oficina Cultural de la Embajada de España, nos hizo llegar una serie de imágenes de la Cripta, sentimos la necesidad inmediata de llevar la muestra allí... una cripta construida según el estilo románico. La verdad es que sólo podíamos establecer comparaciones con ideas previas, especulaciones intelectuales sobre el espacio y la enorme carga semántica que un lugar así lleva implícito”.

Espacio Cripta “obliga a un des-censo por el cual se accede a un uni-

verso desconocido”, afirma Bruno Juliano, miembro de Cúmulo y dise-ñador de DIXI (He dicho), pensando en madrigueras, Alicias y conejos.

Con sus magníficas proporcio-nes, en claro contraste con el tamaño de las piezas de la muestra, se erige desafiante. Ante dicha interpelación, las curadoras resolvieron: “uno de los aspectos más enriquecedores y conflictivos en el desarrollo de una exposición está dado por la itineran-cia: la misma exhibición se modifica radicalmente de acuerdo al espacio que la recibe. El caso concreto de la Cripta implicó un trabajo previo de acondicionamiento del lugar mucho más elaborado que en cualquiera de las otras sedes”.

¡PLUS!

Después  de  la  escala  tucumana,  “Ver  lo pequeño”  tiene  previsto  instalarse  en  el Museo  Municipal  de  Arte  de  Puerto  Ma-dryn desde el 16 de abril –fecha estipulada para la inauguración– hasta el 5 de mayo de 2010.

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Notas

* Florencia Qualina (1977 – La Plata): Licencia-da en Artes, orientación Artes Plásticas (UBA). Docente,  investigadora  y  curadora  indepen-diente.  Lara Marmor  (1977  –  Buenos  Aires): Licenciada  en Artes  (UBA).  Postgrado  en  Cul-tura  Brasileña  (FUNCEB/UDESA).  Curadora  e investigadora.  

** Los fragmentos están tomados de “Un viaje a Lilliput”, primera parte de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift.

***“Ver lo pequeño es clarividencia”, en la voz del Tao Te Ching.

Clarividencia***

“Cuando me vi de pie miré a mi alrededor, y debo confesar que nunca se me ofreció más curiosa perspectiva”

A partir del trabajo de montaje y de la iluminación, cada pieza se en-trega como una experiencia única en el tiempo y el espacio.

Somos convocados al instan-te preciso de la revelación de estos tesoros. Estamos invitados a visitar esta semiósfera, cuya imagen cons-truida bien podría parangonarse con el mundo maravilloso de Lilli-put. Nuestra cita y, también, nuestra oportunidad, la de ser espectadores “hombres-montaña”, al estilo gulli-veriano, siempre en participación

activa, para construir nuestro propio relato de la muestra.

El único requerimiento: un ejerci-cio que active la mirada y la obligue a posarse, justo allí, donde lo mínimo condensa las más diversas y plurales significaciones. (dx)

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Por: GABRIELA LEMMA* / La Matanza, Buenos Aires

El golpe de van Gogh

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Hace un tiempo participé de un curso de historia del arte del siglo XIX. Por razones obvias, Vincent van Gogh inspiró una gran cantidad de clases. En una de ellas, un alumno, sentado muy cerca de la pantalla que proyectaba las obras del holandés, preguntó: “¿Van Gogh nunca pintó nada bello?”

El dolor como punto de partida

Los cuadros de Vincent van Gogh no son amables. Las pinceladas, la cantidad de materia y los colores vibrantes provocan incomodidad, exasperación, angustia. Quizá con algunas de sus obras nos ocurra lo contrario: estamos tan acostumbra-dos a ver cuadros como “La habi-tación del artista”, “Los girasoles” o los autorretratos que nos hemos hecho inmunes a aquello que están destinados a provocar: conmoción. Un movimiento en las emociones del espectador.

En una de sus tantas cartas a Theo van Gogh, Vincent resume la esencia de su arte: “quiero hacer

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“Van Gogh busca en sus obras la expresión del pesar que corría por sus venas, tanto como el alcohol y la locura”

dibujos que golpeen a ciertas per-sonas (…) Ya sea en la figura, en el paisaje, yo quisiera expresar no algo así como el sentimentalismo melan-cólico, sino un profundo dolor”. No es la alegría de vivir lo que motiva a este artista a pintar, tampoco la exaltación del hombre como centro del univer-so, ni el fiel reflejo de aquello que algunos llaman realidad. Van Gogh busca en sus obras la expresión del pesar que corría por sus venas, tanto como el alcohol y la locura.

Otra carta, la que van Gogh lle-vaba encima al momento de pegar-se un tiro, en julio de 1890, dice: “la verdad es que sólo podemos hacer que sean nuestros cuadros los que hablen”. Si es así, ¿de qué otra cosa hablarán los trabajos de van Gogh? El propio sufrimiento será contado en los más de 400 cuadros y dibujos que ha dejado este artista. Sus fon-dos sinuosos, sus mujeres atormen-tadas, sus árboles oscuros y leñosos, sus flores marchitas... todo da cuenta de una expresividad que incluye la figura deformada por las emociones, pero que va más allá de ella.

La materia del dolor

Sobre su primera obra maestra, “Los comedores de papas” (1885), van Gogh comenta: “quería repre-sentar la idea de la gente comiendo patatas a la luz de una lámpara de aceite usando las mismas manos para comer que para trabajar la tierra (...), que han conseguido su comida honestamente”. Desde ese momento,

junto con la influencia de los impre-sionistas que le darán como regalo el uso de los colores complementarios, Vincent van Gogh utilizará pinceles, óleos, telas, incluso marcos, para producir una reacción. Una pincela-da, los rastros del pincel, ya no ten-drá que ocultarse: es una forma más de describir un sentimiento. Un color indicará un estado de ánimo y su color complementario –colocado al lado- lo hará danzar.

Tan importante será el uso del material para Vincent van Gogh, que, en una de sus tantas crisis, hasta lle-gará a beber de los pomos de pintu-ra. Bien conocido es el episodio de violencia entre el artista y su colega y amigo Paul Gauguin descrito en “Autorretrato con oreja vendada”.

La pregunta con la que comen-cé hace referencia a una pregunta mayor: ¿qué es la belleza? ¿Puede del dolor salir algo bello? ¿Quién la define? ¿Quién establece los límites entre lo que es bello y lo que no lo es? Vincent van Gogh, que nos ha dejado en sus cartas un código para entender su forma de pensar y sentir, se acerca a la respuesta en pocas palabras: “he pasado una noche a orillas del mar por la playa desierta. No era alegre, pero tampoco triste. Era bello”. (dx)

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Por: ANA NORES* / SM de Tucumán

La sopa feliz de Mafalda

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jas de repollo pueden convertirse en delicadezas maravillosas. Mientras que si no lo posee todas las grandes delicadezas del cielo, el mar y la tie-rra no nos resultan útiles”.

Con estos consejos en mente, alisté mis cinco sentidos, agarré el bolso y salí de mi casa dispuesta a ser sorprendida con nuevos sabores.

El tiempo y el espacio

A la hora pactada, llegué a Junín 81 y me encontré con una casona re-modelada y pintada, acertadamente, de blanco y verde manzana. En su interior, la combinación de colores, la buena disposición de la luz, el alto –altísimo- cielorraso del cual bajan grandes lámparas de papel hacen que, sin ni siquiera haber pedido la carta, uno comience a sentirse más liviano.

Aunque la cita era de noche, pude imaginar que el patio interno con el que cuenta el restaurante es un oasis para el público que asiste todos los mediodías en busca de los

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Menudo desafío me plantea DIXI como crítica gastronómica del día. Junto con la sorpresa de haber sido seleccionada como ganadora de la segunda edición del concurso, llegó también la de escribir este artículo sobre mis impresiones de Bamboo, el primer restaurante especializa-do en comida saludable de Tucu-mán.

Debo admitir que al comienzo me sentí desilusionada. Como premio recibía lo que, desde chica, siempre había sido un castigo: comer frutas y verduras al por mayor. Como si a Mafalda le hubiesen anunciado que, otra vez, había sopa de cena.

Sin embargo, mientras me alis-taba para llegar puntual hasta la pri-mera cuadra de la calle Junín, me acordé de las palabras que tomé prestadas del escritor chino Yuan Mei para convencer al jurado de la revista de que debía ser la elegida: “la buena cocina no depende de si un plato es grande o pequeño, cos-toso o barato. Más bien depende de que su autor posea el arte porque, entonces, un trozo de apio o unas ho-

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platos del chef Claudio Fernández. La posibilidad de comer mirando el cielo, en plena “city”, luego de una mañana de trabajo o estudio es, sin dudas, una buena oferta del local que, por otro lado, también integra a “los enchufados de siempre” ofre-ciéndoles un plasma en el salón.

Si bien la gran parte de los clien-tes está conformada por los oficinis-tas y bancarios que trabajan en la zona, Carlos Mussari, responsable del emprendimiento, señala que el de Bamboo es un público amplio y heterogéneo que se identifica con las ganas de comer rico y sano.

Un rápido vistazo a las mesas me bastó para dar fe de lo que decía.

La crítica

La carta de Bamboo ofrece un abanico interesante de opciones. Según puede leerse, trabajan con el concepto “Fast good” – comida rápi-da y buena- y con el asesoramiento del equipo profesional de Nutrition Team. Los platos elegidos en esta ocasión fueron los siguientes:

Ensalada italiana ($17)

Milanesa de soja a la napolitana con tim-bal de arroz ($18)

Chop suey de pollo ($22)

Chaw fan de mariscos ($26)

Ensalada de frutas ($6)

Mousse de manzanas y avellanas ($10)

El pedido no tardó en llegar has-ta la mesa y, tras unos segundos de observación, la opinión fue unánime: la presentación de cada uno de los platos era realmente excelente. El acompañamiento con hojas verdes y la delicada lluvia de sésamo negro sin dudas le aportaba sofisticación

Ensalada italiana

Chop suey de pollo

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• abv/arte y buen vivir. DIXI (22)

y colorido a la ensalada ita-liana y al timbal de arroz.

El Chop suey y el Chaw fan revelaban, por su

aspecto y aroma, la utilización de una

gran cantidad de ingredien-tes frescos y muy tentado-res.

Por otra parte, la ge-n e ro s i d a d de las por-ciones hacía

improbab le el quedarse

con ganas de más. He aquí

dos hallazgos: comer sano no sig-

nifica lidiar con un par de plantas desabridas

ni tampoco tiene que estar asociado a la idea de pasar

hambre.

El gusto fue una auténtica sorpre-sa. Merece una mención especial el toque de sabor que aportaban las alcaparras a la ensalada italiana, la versión napolitana de la milanesa de soja, la variedad de verduras del Chop suey y la gran cantidad de ma-riscos que incluía el Chaw fan.

Una sola observación me per-mito hacer al timbal de arroz que, a mi gusto, tenía un sabor excesivo a queso crema. Sin embargo, nobleza obliga a aclarar que este ingredien-

te no es de mi particular agrado y no descarto que otros puedan celebrar lo que para mí es un exceso.

La degustación de los postres incluyó una versión clásica, la ensa-lada de frutas, y otra un tanto más exótica, la “mousse” de manzanas y avellanas. La ensalada vino con una importante variedad de frutas, entre ellas ananá y uva. El segundo caso sólo es recomendable para los caza-dores de nuevos sabores y no para los más conservadores. Eso sí, vale la pena destacar la abundante lluvia de almendras.

El adiós

Es hora de despedirnos de Bam-boo. Mis hiperestésicos sentidos me informan que aquí, efectivamente, dominan el arte de la buena cocina. Cada plato está cuidadosamente preparado para que los ingredientes cumplan con una función nutricio-nal y brillen con luz propia. Tras una entretenida reunión alrededor de la mesa -oliendo, mirando, escuchan-do, hablando, probando- volví a mi casa pensando que si en Bamboo preparasen sopas, Mafalda también cambiaría de opinión. (dx)

¡PLUS!

Bamboo  (Junín  81,  San  Miguel  de  Tucu-mán) abre de  lunes a sábados, de 7.30 a 23.30. Además, se puede solicitar el ser-vicio de “delivery” (teléfono: 4978555). El menú, ofertas y más información en www.bambooweb.com.ar  

    Chaw fan de mariscos

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Por: BEWS / SM de TucumánFotos: IB (PRADA), TONOLEC (BOGARÍN), AARÓN S. RAMOS (GÓMEZ)

Trovadoras de lo autóctono

COMPROMETIDAS. Tienen en común el dedicarse a la exploración, rescate y reinvención del folclore. Sus canciones actualizan ritmos y temas ancestrales. Coinciden en sentir que la revalorización de la expresión artística vernácula protege a las culturas minoritarias del yugo de las tendencias globales. Establecen una relación de cercanía con el público. Ana Prada se sube al escenario con una guitarra y un valsecito. Charo Bogarín fusiona bagualas con música electrónica. Marta Gómez canta los dramas de América latina con la dulzura de un ángel. Tres voces potentes, tres sensibilidades poéticas y una ingeniosa obsesión por la identidad.

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• bla/bla bla bla. DIXI (26)

Atrapadas

Podrían haber cambiado horas de ansiedad y estudio por algunos minutos fugaces y rentables de estri-billos comerciales. Podrían apelar a un agente experto en las reglas del mercadeo, guardar las inquietudes en el bolsillo y sacrificarse en el altar de la música fácil, vacía y superficial. O podrían caer en la demagogia que tanto agrada a las masas. Pero la co-lombiana Gómez, la uruguaya Prada y la chaqueña Bogarín obedecen el mandato de la poesía. Y esa firmeza de carácter las distingue y eleva en el horizonte de la música.

Algunos encuentros son fruto del desencuentro. Gómez descubrió su curiosidad por las raíces sudameri-canas en Boston (EE.UU.), mientras estudiaba en el Berklee College. “Allí conocí a artistas que tocaban y can-taban la música de sus países res-pectivos. Entonces pensé que nada podría compararse con lo que viene de adentro y, desde entonces, sigo enamorada de los ritmos latinoameri-canos”, reconoce la cantautora.

La infancia en Paysandú y la vida campestre sellaron la sociedad de Prada con los compases rioplaten-ses. Su identidad estaba enquistada en su inconsciente, aunque ella no lo sabía: “fue algo muy espontáneo. Cuando empecé a componer me di cuenta que estaba haciendo chaca-reras, valsecitos, zambas...”.

A Bogarín le costó más: “mi ge-neración recibió una educación más

“Cuando empecé a componer me di cuenta que estaba haciendo chacareras, valsecitos, zambas...” (Prada)

Ana Prada

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bien europeizante. Los libros de Historia decían que los indios esta-ban en el bando de los malos, y así cercenban sus tradiciones y conoci-mientos milenarios”. En 2000, cuando con Diego Pérez creó el dúo Tonolec, puso intuitivamente el ojo en la cultu-ra que no le habían enseñado. Susu-rra: “entonces, escuché el canto de las indias tobas. Y quedé atrapada”.

Desarmadas

Ninguna de las tres artistas se inscribe, sin embargo, en el folclore convencional. La peculiaridad es, justamente, la experimentación, la mezcla de lo antiguo y lo moderno, la incorporación subliminal del compo-nente de la tradición en una compo-sición contemporánea.

La influencia de la raíz opera de un modo sutil.

Y suavemente envolvente.

Parece música sencilla, pero no lo es. “Creo que la sencillez y la sim-pleza implican una ganancia. Pero los ritmos latinoamericanos son muy complejos porque están fundados en la síncopa, que es, precisamente, lo que les da el ‘swing’”, opina la solista Prada, que a finales del año pasado presentó “Soy pecadora”, su segun-do álbum.

“Géneros menos divulgados y más puros, como la baguala o los cantos nativos pueden llegar a ser calificados de sencillos o simples

“La baguala y los cantos nativos son una creación de gente que no estudió en una escuela de música, sino que compone desde las vísceras...” (Bogarín)

Marta Gómez

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• bla/bla bla bla. DIXI (28)

porque provienen del saber popular. Son creaciones de gente que no es-tudió en una escuela de música, sino que compone desde las vísceras”, apunta Bogarín, que espera ansio-sa el estreno de “Paco”, del director Diego Rafecas, película con música de Tonolec donde, además, ella inter-preta un rol secundario.

La complejidad –desliza la com-positora chaqueña- pasa por el sentimiento: “este tipo de música generalmente presenta una estructu-ra cíclica o repetitiva, y un acompa-ñamiento instrumental despojado. El ritmo predomina sobre la armonía. El instrumento reproduce algo de la na-turaleza, no una creación abstracta”.

La sencillez también puede ser una aspiración y un halago. Gómez, que ha bautizado “Musiquitas” a su último trabajo, afirma e interroga: “adoro las cosas sencillas. ¿Para qué escribir canciones difíciles, con acor-des complicados que nadie entien-de, con palabras raras, cuando tene-mos ejemplos de poesía bellamente simple como la de Benedetti, que usa nuestras mismas expresiones y, de igual modo, nos desarma?”

Libres

Pero nadie vaya a confundirse. Si Bogarín electriza, Prada roba una carcajada y Gómez arranca un sus-piro: la de ellas no es música para la evasión o el mero entretenimiento. Es música para gritar, soñar, bailar y reflexionar. Para amar y desamar, para andar y desandar, para atar y

“La rebeldía consiste en no querer sonar como los demás...” (Gómez)

Charo Bogarín

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desatar. Sus canciones conectan por igual con la epidermis y la profundi-dad.

Pero nadie vaya a confundirse. Detrás de esas voces tiernas, arru-llantes, casi angelicales, hay mujeres que saben muy bien lo que quieren y cómo. Y que no llevan con pesar el peso de ser diferentes, ni se sienten encasilladas en un género o tópico.

“Antes pensaba que si tal vez me hubiese dedicado al pop o a cantar música comercial, quizás habría sido más famosa o ganaría más dinero. Pero, con los años, he cambiado de idea porque ese impulso no está adentro mío. Me siento realmente afortunada de estar lejos de aquel mundo y de poder ganarme la vida con lo que hago, cantando en las márgenes de mis sentimientos”, ex-presa Gómez, cuyas composiciones se inspiran en el cine y la literatura, y en la impronta de Pedro Guerra, Rubén Blades y Jorge Drexler.

La fidelidad a la propia sensibi-lidad artística es la única forma de obtener buenos frutos. Bogarín, que subraya la labor de músicos como León Gieco y Gustavo Santaloalla, cree fervientemente en esa fórmula. Postula tajante: “jamás concebí la idea de producir para un mercado cambiante y caprichoso”.

La exposición al juego de la crea-tividad no trae más que beneficios. Prada, que encuentra mucho placer en componer de a dos (“‘parcerías’, le llaman los brasileños”, explica), dice que las pérdidas, si las hay,

quedan reducidas a la insignifican-cia: “sé que en el camino he ganado mucho. Sobre todo, libertad”.

Arrolladoras

No dudan en sentirse parte de una generación de artistas que ha encontrado en la cultura local un refugio para la glotonería de la glo-balización, estado de la humanidad que, pese a sus peligros, Bogarín no demoniza. Matiza: “si bien gracias a ella tuvimos acceso a información y a productos, que, de otra manera, no hubiesen llegado, hay que reconocer que las culturas pequeñas corren el riesgo de ser absorbidas por las tra-diciones de las grandes potencias económicas”.

“Me parece muy importante que el movimiento de divulgación de lo autóctono se fortalezca. Es impres-cindible reforzar las costumbres de los pueblos, la identidad. De lo con-trario, terminaremos siendo una gran masa informe de la misma cosa”, pre-dica Prada.

La defensa y apropiación de los valores enraizados a la tierra de ori-gen es un alarido desesperado, se-

La de ellas no es música para la evasión o el mero entretenimiento. Es música para gritar, soñar, bailar y reflexionar. Para amar y desamar, para andar y desandar, para atar y desatar.

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• bla/bla bla bla. DIXI (30)

gún el punto de vista de Gómez. “La rebeldía consiste en no querer sonar como los demás”, define la colombia-na.

“Sería lindo poder trascender las fronteras sin perder las raíces. Ya lo han dicho por ahí ‘árbol sin raíces no aguanta parado ningún temporal’”, parafrasea la cantautora uruguaya. “A la globalización se la contrarresta

con un sano proteccionismo cultural”, añade la cofundadora de Tonolec. La colombiana tercia: “la dignificación del folclore, aunque sea fusionado con otros géneros, acrecienta nues-tra autoestima”. Ningún espejismo cultural foráneo puede ofrecer tanto con tanta delicadeza. (dx)

¡PLUS!

La  compositora  e  intérprete  tucumana María Catalina Lammoglia (foto),  ganadora  del premio Artear 2009 en la categoría de mejor música original para la adaptación de la obra “El  jugador”, de Fédor Dostoievsky,  agrega: “durante muchos años  integré ‘Runamay’, un conjunto de cinco mujeres que me enseñó que para hacer música había que empezar por transmitir algo que se sintiese como propio y que pudiese ser compartido desde el corazón. La cultura es sentir el peso de la pertenencia”.

Lammoglia (conocida con el apodo de “Mamina”) prepara el estreno teatral de “Cuentos con bichos” y trabaja en el reto de construir los sonidos para una obra del poeta grana-dino Federico García Lorca.

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• vyp/la vista y el placer. DIXI (32)

Por: E. TAPIA* / SM de Tucumán

Alberdi paga con creces

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phe Barratier. El féretro de Alberdi avanzaba despacio, como estirando al máximo el regreso definitivo a la cuna, escoltado muy de cerca por el colectivo del mandatario Carlos Saúl Menem y su menemista comitiva. ¡Qué sería de los homenajes sin el papel decorativo de los funcionarios!

No había ningún interés político, sin embargo, en el entusiasmo popu-lar que despertó Alberdi. El público se reunió espontáneamente alrede-dor de la caravana para consumar el controvertido rito de necrofilia, que es el modo corriente de honrar a los padres (y madres) de la República Argentina.

Y después de esa emocionante recepción, el autor de “Las bases” se hundió en su lecho de mármol del penumbroso “hall” de la Casa de Go-bierno, condenado a desempeñar el papel de testigo involuntario de las cosas del palacio. Mucha gente igno-ra que Alberdi descansa allí, aunque todos los 29 de agosto una corona de flores recuerde al jurista en cuyo ho-nor es celebrado el Día del Abogado.

El paso del interventor Julio Cé-sar Aráoz (“Chiche”) por el Poder Ejecutivo de Tucumán se pierde en la intrascendente noche de la política provincial. Hay que sitiar la memoria para, 20 años después de aquella ex-periencia –de laboratorio- peronista, recordar el legado del estadista que diseñó el proyecto “Ramón ‘Palito’ Ortega gobernador”. Qué áspero destino el de la política: ¡parecer cosa de vida y muerte, y ser objeto predilecto del olvido!

Pero aquel 29 de agosto de 1991 había amanecido con sol y hasta ca-luroso, según detallan las crónicas que entonces se ocuparon de cubrir el traslado de los restos del prócer Juan Bautista Alberdi desde el mau-soleo porteño del Cementerio de La Recoleta hasta el sarcófago tucuma-no de la Casa de Gobierno. La natu-raleza saludaba el regreso del ilustre pensador con su perfil más diáfano y brillante.

Los vecinos salieron a la calle con banderines y escarapelas, que osci-laban en el aire con una musicalidad propia de las películas de Christo-

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Sabor a poco

El homenaje de este año coinci-de con el bicentenario del nacimiento del imprescindible tucumano. En di-ciembre, el Congreso de la Nación incluyó el acontecimiento en la agen-da de los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo. El ensayista, compositor y protagonista de la Ge-neración del 37 será recordado con la reedición de alguna de sus obras, un –probable- concierto dedicado a sus partituras y unas jornadas de re-flexión de extensión todavía incierta.

Las iniciativas oficiales saben a poco y nada en comparación con el museo que el Grupo Alberdi (colecti-vo de figuras locales) reclama desde hace una década. En su fugaz tránsi-to por la presidencia del Ente de Tu-rismo (2007-2008), Roberto Martínez Zavalía desestimó el proyecto esgri-miendo la falta de “gancho” popular del inspirador de la Constitución Na-cional. El Estado se ha desprendido de aquel inoportuno funcionario, pero la ingratitud perdura en el tiempo.

Y Alberdi sigue sin tener un es-

pacio que refleje su ideario y produc-ción intelectual. La casa donde na-ció, en la esquina de 9 de Julio y 24 de Septiembre, fue demolida sin con-templaciones y destinada, entre otros menesteres, a rancio local de bar y actual asiento de una mega pizzería. A diferencia de San Juan, que convir-tió en museo la morada del cuyano alborotador Domingo F. Sarmiento, Tucumán ha permitido que triunfe la coyuntura por sobre la memoria his-tórica. Hay 200 años de razones para que las autoridades cancelen el re-conocimiento adeudado. La práctica justifica el esfuerzo: la poca atención que la clase política dispense a Al-berdi regresará con creces. De esa generosidad aún viven los inefables “Chiche” Aráoz y Menem. (dx)

“Las iniciativas oficiales saben a poco y nada en comparación con el museo que el Grupo Alberdi reclama desde hace una década”

¡PLUS!

Este texto es el primero de la serie que DIXI (He dicho) dedicará al autor de “El crimen de la guerra” (1870) en el año del bicentenario de su nata-licio. Además,  los  lectores podrán consultar en www.dixihedicho.com.ar una separata digital con textos de archivo vinculados con la vida y la obra de Juan Bautista Alberdi.

Foto: Fachada de la Biblioteca Alberdi (9 de Julio 162)

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• fyp/fugas y preludios. DIXI (34)

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e Por: POR JULIA* / Córdoba

Dentro de las bandas sonoras de películas es posible distinguir dos conceptos, que, pese a estar íntima-mente relacionados, no son iguales: por un lado está el “original score” y, por el otro, el “soundtrack”.

El “score” es la totalidad de la música compuesta para una película: de éste depende el carácter de ori-ginal. Generalmente es sonido instru-mental y cada una de las piezas está relacionada con el contexto de la escena en cuestión. La música crea mucho más que la atmósfera necesa-ria porque ayuda a la imagen a trans-mitir emociones (agrega suspenso, enfatiza el romance, profundiza el miedo, acentúa características de los personajes, anuncia acontecimien-tos futuros, etcétera). Cada pieza del “score” es música incidental, es de-cir, de escena; algún detalle musical de la película puede ser, incluso, de muy breve duración.

El “soundtrack”, en cambio, es la totalidad de la música que apare-ce en una película, que no siempre es original (hecha para la película), que casi nunca es incidental, y que

Sobre score y soundtrack

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consiste en una recopilación de can-ciones de diversos artistas, seleccio-nados, editados y coordinados por el productor de la banda sonora.

Las interpretaciones eventual-mente son realizadas por otros ar-tistas y el filme puede incorporar versiones de canciones (“covers”). Lo normal es reproducir una fracción del tema, salvo durante los créditos finales, pero, por más efímero o se-cundario que haya sido el paso de una canción en una cinta, ésta saldrá entera en el “soundtrack”.

Acordes psicóticos

En líneas generales, “score” es la música original compuesta especial-mente para la película y “soundtrack” es el conjunto de canciones que apa-recen en la película, aunque más no sea unos segundos.

Algunos ejemplos ilustran la dife-rencia: la música que compuso En-nio Morricone para la película “Ci-nema Paradiso” es “score”. También es “score” la banda sonora de “La

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Guerra de las Galaxias”, de John Wi-lliams; la de “El Señor de los Anillos” (saga completa), de Howard Shore, y la de “El Cartero”, compuesta por el argentino Luis Enrique Bacalov, obra recompensada con un Oscar de la Academia en 1995 (la segunda es-tatuilla de Bacalov).

Música incidental es, por ejem-plo, la partitura para cuerdas que compuso Bernard Herrmann para la famosa escena de la ducha de “Psi-cosis”. Es imposible sacar de contex-to esa intensa y breve pieza musical, interpretada por violines, violas y violonchelos, del asesinato cometido por Norman Bates en el baño de una lúgubre habitación de motel. Con una música distinta, esta misma escena del genial Alfred Hitchcock no ten-dría el mismo impacto.

“Soundtrack” es la banda sonora de “Pulp Fiction”, de Tarantino, la de “The Full Monty” y, también, la que produjo el argentino Gusta-vo Santaolalla para “Amores Perros”. Santaolalla también ganó un Oscar por la mú-sica que compuso para “Brokeback Mountain”, antecedente que regresa a la cuestión del “score”.

Los “scores” muchas veces se asemejan a gran-des conciertos de música clásica interpretados por majestuosas orquestas sinfó-nicas. En otras ocasiones son composiciones para diversos ins-trumentos y variados estilos musi-

cales (rock, tango, música gitana...). Hay “scores” que pueden escuchar-se disociados del filme, y otros que, fuera de contexto, no resultan atrac-tivos.

El cine regala mucho más que historias e imágenes visuales: la mú-sica es esencial para acompañar la trama. Incluso puede trascender la pantalla, como refleja la costumbre de incluir las grandes producciones de “soundtrack” y de “scores” en las listas de reproducción caseras. (dx)

“Música incidental es, por ejemplo, la partitura para cuerdas que compuso Bernard Herrmann para la famosa escena de la ducha de ‘Psicosis’”

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Por: LAURA ROSSI* / Rosario

En los últimos años, hemos asis-tido, aun si saberlo, al nacimiento de un nuevo género literario. De la mano de una digitada proliferación de “es-critores” que hacen del más simple sentido común su bandera, la litera-tura para televidentes ha irrumpido en las librerías y no parece, hasta el momento, que tenga intenciones de declararse en retirada.

Definir qué hace que un texto sea considerado literario es, todavía hoy, el gran obstáculo con el que se enfrentan quienes trabajan en el campo de la teoría de la literatura. La literatura es eso que siempre logra escaparse de las definiciones, de las taxonomías y de cualquier otro inten-to más o menos científico por apre-sarla. Probablemente, esa imposibili-dad de definirla sea uno de los pocos rasgos estables que constituyan su especificidad, junto con la ausencia de finalidad que caracteriza, gracias a Kant, a las obras de arte. En este sentido, Shklovski se refiere a la li-teratura como al “camino en el que el pie siente la piedra, el camino que regresa sobre sí mismo”. El hecho de

Un camino sin piedras

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que la obra no esté dirigida a un fin no implica, sin embargo, la carencia absoluta de determinaciones. En rea-lidad, la obra se refiere a sus propios medios, es decir: la puesta de mani-fiesto del lenguaje en un texto litera-rio es una manera de desprenderlo de otros contextos, de hacer del acto de lenguaje -que el texto pretende cumplir- un procedimiento literario y situarlo en un contexto de textos y de procedimientos.

La literatura para televidentes permanece ajena a estas cuestiones: el pie no siente la piedra y el camino no regresa sobre sí mismo. No hay procedimiento específico en ella, ni siquiera se permite la posibilidad de la pluralidad de sentidos. No es ex-traño, entonces, que la literatura para televidentes sólo se haya atrevido a inmiscuirse en el ámbito de la novela y, quizás, en el del cuento. El relato es más o menos lineal y los lectores pueden transitarlo poniendo en juego las mismas estrategias hermenéuti-cas que utilizan para entender una mala película: basta con sentarse y pasar los ojos por las cientos de

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fuera poco, por el mismo precio los convierten en un ansiado tipo social que el inconsciente colectivo todavía parece valorar: los transforman en lectores. (dx)

páginas encuadernadas a modo de libro. Se trata de una literatura “gau-chita”, consciente de que los lecto-res modernos no tienen tiempo para relecturas, ni para volver sobre sus pasos porque perdieron un detalle fundamental.

De televidente a lector

Quienes escriben estos libros, sin embargo, se ven obligados a negar la literatura; si no lo hiciesen, vende-rían menos libros y las editoriales no los contratarían con tanto fervor. Por eso, aparecen en entrevistas dicien-do que “no son escritores”, que “son lectores que escriben”, por ejemplo, o denigrando las obras de algún es-critor consagrado simplemente por-que no logran entender de qué habla. Verdaderos mercenarios de las pala-bras, están dispuestos a destruir todo aquello que ose hacerles sombra, in-cluyendo en ese homicidio masivo, por supuesto, a la misma literatura.

Y hacen bien, parece. Sus lecto-res los adoran y les atribuyen cuali-dades casi sobrenaturales porque –quizás por primera vez en sus vi-das- se han encontrado con libros que (los) entienden.

Como la crítica académica no suele tratarlos amorosamente, estos escritores se abrazan a sus seguido-res y les ofrecen, en cada nueva edi-ción, la calma balsámica de lo previ-sible: un camino llano y la asistencia voyeurista al drama de sus persona-jes estereotipados. Y, como si esto

“La literatura es eso que siempre logra escaparse de las definiciones, de las taxonomías y de cualquier otro intento más o menos científico por apresarla”

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Por: ÁLVARO Á. RICCIARDELLI (TEXTO Y FOTOS) / SM de Tucumán

Las minas y las venas

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“El amigo minero agradece que los visitantes le obsequien con hojas de coca, alcohol y gaseosa”. “Lla-ma”, como le dicen sus conocidos, sabe lo que quiere el amigo minero porque antes de convertirse en guía trabajó durante dos años en estas mi-nas del Cerro Rico, las mismas minas a las que bajan cada día los cientos de turistas que llegan a Potosí a pa-sear por sus calles angostas. Un día ésta fue la ciudad más rica de todo el hemisferio occidental. Pero aquellos siglos de oro y plata quedaron atrás hace ya mucho, mucho tiempo.

El Cerro Rico se alza en una de las laderas de Potosí, situada en el corazón de Bolivia, uno de los países más pobres del continente. Ahora ex-tremadamente pobre; antes, terrible-mente rico.

“Los españoles que vivían en la ciudad disfrutaban de un lujo increí-ble. De plata eran los altares de las iglesias y las alas de los querubines en las procesiones. En las casas de los mineros más potentados circu-laban todo tipo de perfumes, joyas, porcelanas y objetos suntuosos, y

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se dice que hasta las herraduras de los caballos eran de plata”, escribe Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina” (1971). Fue justamente esa riqueza, según el uruguayo, la que ocasionó el pos-terior subdesarrollo boliviano y el de todas las zonas latinoamericanas que tenían algo para ofrecer.

Lujo por miseria

En las minas el aire es enrare-cido, hay que hacer mucho camino con la espalda encorvada, el barro y el polvo de zinc impregnan la ropa y la piel. “Llama” cuenta que las minas son ahora cooperativas, pero sólo no-minalmente. Después de cinco siglos de explotación, las entrañas del cerro parecen haber traído poca riqueza a este país de carreteras de tierra y piedra sobre piedra. Galeano señala que el presente de miseria es incon-cebible sin los lujos del pasado.

Las conclusiones de principios de la década de 1970 del autor uru-guayo parecen tener cabida también en la actualidad. Una historia ligada a la deuda, una capacidad innata para ser proveedora de materias primas y unas clases dirigentes vendidas a los capitales extranjeros son sólo al-gunas de las condiciones que deta-lla Galeano: todas ellas se aplican al resto de los países latinoamericanos, incluida Argentina. Déficit de indus-trias, apertura total a mercados mu-cho más desarrollados y unas clases populares apáticas contribuyen al escenario de estrechez.

“Los españoles que vivían en la ciudad disfrutaban de un lujo increíble. De plata eran los altares de las iglesias y las alas de los querubines en las procesiones”

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Cinco siglos vigente

“Las venas abiertas de América Latina” es un libro denso. Un libro donde las fechas, los datos, los nom-bres se suceden a una velocidad vertiginosa; donde el lector debe ha-cer un esfuerzo para no perderse y asimilar rápidamente todas las ideas con las que el autor bombardea en una especie de ejercicio chomskiano del sur. Pero dentro de toda esa den-sidad caben, también, momentos de claridad, y una vez concluida la lec-tura los números transmiten un aserto preciso. Goethe dijo que quien no lleva su contabilidad por espacio de

3.000 años se queda como un igno-rante en la oscuridad y sólo vive al día; Las Venas se antoja un libro no sólo recomendable sino obligatorio para comprender la historia de la América Latina actual.

El penetrante sol de 4.000 metros de altura enceguece a la salida de las minas de Potosí. “Llama” saluda a algunos de sus antiguos compañe-ros, que descargan kilos y kilos de polvo de los envejecidos vagones. “El amigo minero tiene padre minero, abuelo minero, bisabuelo minero”, cuenta “Llama”. La escena remite a los versos de Gieco: cinco siglos igual. (dx)

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• nstr/nuestros lectores. DIXI (42)

Por: CAROLINA MEDICI* / SM de Tucumán

Las madres del hip pop

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Pan  Duro  no  graba  su  música  en  discos compactos porque considera que éstos con-taminan  la Tierra. En cambio, sube su mú-sica  en  videos  clips  a  www.myspace.com/panduropanduro. El dúo trabaja con el sello discográfico independiente YoConVoz (www.yoconvoz.com.ar), que produce sus temas, y con diversos artistas del medio.

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Los basurales, las calles de tierra y la contaminación tucumana han en-gendrado un género de música alter-nativa. Sus creadoras son dos chicas con locos peinados nuevos, que sus padres orgullosamente bautizaron como María Soledad Alastuey Bua-bud y Nadia Belén Romero Gunset. En sus círculos las llaman “La Sol” y “La Bel”, entre ellas se denominan “Alpha” y “Beta”, y en el mundo artís-tico firman como las “Pan Duro”. Nin-guna constelación estelar –dicen- la ha colocado en este proyecto. A ellas les gusta pensar que “sólo sucedió”. Y entre desvelos, amigos y rock apa-reció el “hip pop” tucumano. Las ma-dres de la criatura llenan el qué, por-qué, cómo, quién, cuándo y dónde.

-¿Qué?

-Pan Duro, es un dúo que trabaja hace más dos años creando un cuer-po de obra multidisciplinario, video-clips, shows en vivo y videos-instala-ciones. Utilizamos la “performance” como herramienta de experimenta-ción, para cuestionarnos el lugar que ocupa el arte en esta sociedad.

-¿Dónde?

-Nos conocemos del barrio, de la infancia, de jugar entre la basura del canal. Íbamos hasta allí con todos los chicos, hacíamos partidos de fútbol, nos escondíamos y, de más grandes, jugábamos a la botella y nos juntába-mos para ir al baile del colegio. Pan Duro nació en el fondo del rancho bajo una lluvia de estrellas fractura-da.

-¿Quiénes?

-El antecedente del hip pop es un movimiento latinoamericano denomi-nado hip hop social, donde proliferan dúos raperos, música de denuncia social y resistencia política con mez-clas y apropiaciones de diversos es-tilos musicales.

-¿Por qué?

-Para escribir una canción segui-mos una receta: 450 gramos de poe-sía más 2 kilos de rimas. Después ponemos estos ingredientes en una mezcladora junto con improvisacio-nes más un litro de protesta pura. Así nace el mensaje, que es la canción generadora de un diálogo cuyo obje-tivo es cambiar la política arcaica de nuestra provincia.

-¿Cómo?

-Nos inspiramos en el hip hop latinoamericano. Aprendemos mu-cho de la cumbia y de las bandas de nuestro barrio.

-¿Cuándo?

-En el futuro queremos ganar nuestro primer millón y comprar una casa grande hecha con materiales reciclados y ecológicos. Una casa que no ofenda a la naturaleza, que está muy enojada. En este “eco-ho-gar” les daremos asilo a los artistas “borders”, indigentes, “skaters”... a todos los exiliados del sistema social. También nos gustaría realizar reci-tales populares para llevar nuestro mensaje al universo. (dx)

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Por: ALAN SMITHEE* / SM de Tucumán

Penúltimo verso de amor

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como para crear su propia tabla pe-riódica: creemos en su amor y por eso creemos en el despecho, en el resentimiento y en la tristeza del final. Sólo Neruda con su “de otro, será de otro” logra superar tanta desazón.

Corazones mundanos

Un filósofo diría que la película no es tanto la historia del fracaso amo-roso de los protagonistas sino más bien un estudio de las relaciones hu-manas que demuestra, de una vez y para siempre, que se equivocan aquellos que leen al bardo chileno con el convencimiento firme y since-ro de que sólo los poetas tienen vidas interesantes.

Al final, todos somos una simple estadística que ni siquiera el Indec sería capaz de ocultar. Nuestras his-torias, por repetición, se convierten en mundanas.

O puede que la frase citada al comienzo tenga algo de verdad -aun-que siga siendo cursi-; el mensaje a largo de este filme es que nada pasa

Dicen que amar y perder es mu-cho mejor que nunca haber ama-do. Seguramente repiten ese tópico aquellos que nunca amaron, nunca perdieron, o jamás vieron la película “(500) Days of Summer”. No hay otra explicación posible para una frase tan falsa como cursi.

Esta es la historia de Summer y Tom y de cómo su relación amoro-sa trepa las más altas cumbres sólo para estrepitarse con fuerza a tierra. El mérito del guión es que los 500 días de Tom con Summer son relata-dos en forma no lineal: este sube y baja se transforma, entonces, en una montaña rusa más parecida a las ver-daderas historias de amor que a los cuentos de hadas a los que Hollywo-od es tan afecto.

Pero “(500) Days...” es, ante todo, una comedida romántica (y no lo es) por lo que ni las bondades del guión ni la frescura de un director de video clips musicales -en su debut en la pantalla grande- pueden sostenerse sin dos protagonistas con chispa. Por suerte la pareja en cuestión (Tom y Summer) tiene suficiente química

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porque pasa y que toda relación nos convierte, sino en mejores personas, por lo menos en una distinta a la que éramos al comienzo -del entuerto-. En un mundo de rutinas de 8 horas por día (sábados y domingos libres), tal vez eso sea suficiente para agra-decer que nos hayan roto el corazón más de una vez.

Sí, lo digo por ella, aunque estos no sean los últimos versos que no le escribo. (dx)

¡PLUS!

“(500) Days of Summer”  Estados Unidos, 2009  Director: Marc Weber Guión: Scott Neustadter y Michael H. Weber  Protagonistas: Zooey Descha-nel y Joseph Gordon-Levitt 

• 7ma/séptima ilusión. DIXI (46)

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